Mamá tiene ganas. - Parte uno.

por
género
incesto

Mamá toqueteó impacientemente el volante de su SUV Toyota. El tráfico se había detenido y ella lo único que quería era volver a casa a relajarse y disfrutar de una copa de refrescante espumante. Pero al parecer el día se estaba haciendo tediosamente extenso. Había tenido un acelerado día al hospital donde trabajaba de cirujano. Dos urgencias por hombres heridos a bala. Solo uno de ellos se había salvado, el otro se había ido durante la intervención quirúrgica y a ella le dolía perder un paciente sin importar quien fuera o haya sido. Había sido un día pesado y extremadamente largo.


Mi madre se llama Emma y tiene recién cumplidos cuarenta años. Ella es una mujer exitosa y muy respetada por sus pares al hospital. También algunos la envidiaban y hubiesen querido ser igual a ella. Una rubia de tez lozana, muy blanca y con algunas pecas esparcidas en su rostro angelical. Además, ser sexy era innato en ella. Su cuerpo se mantenía ágil y joven, de estrecha cintura y sensuales caderas, vientre liso y duro. Su trasero magnifico se extendía hacia abajo en dos largas, conturbadoras y bien moldeadas piernas. Sus senos estaban acorde a la belleza de su cuerpo, de buen tamaño, algodonosos, firmes y protuberantes hacia arriba y hacia adelante. Se destacaba, además, por ser muy humana y cercana a todo el mundo, aunque muchas mujeres la miraban con cierto resquemor, al ver a todos los hombres que babeaban por ella.


Pero no todo lo que brilla es oro, dicen por ahí. Mamá había enviudado hace un par de años, cuando el vuelo de papá capotó en un aterrizaje de emergencia en las selvas de Brasil. Ella no estuvo allí para socorrerlo y falleció por falta de atención médica. Ella había estado casada con papá prácticamente la mitad de su vida y nunca había conocido a otro hombre, eran inseparables desde la escuela de enseñanza básica. Se casaron al termino de la universidad. Ella se hizo especialista en cirugía general y él ingeniero civil. Posteriormente se certificó como piloto profesional de aeronaves comerciales. Al año y medio de matrimonio nací yo y papá decidió llamarme Hermes, como el mensajero alado de los dioses helénicos. Todo iba bien hasta el accidente aéreo de papá. Nos quedamos solos ella y yo.


La vida de mamá cambió radicalmente y las cosas comenzaron a complicarse un poco. Ella siempre había sido fiel a papá y nunca imaginó que él algún día pudiese faltarle. Él era muy imaginativo y la satisfacía en todo, le echaba mucho de menos y le resultaba muy difícil restar sola. Había estado casada durante muchísimo tiempo y sentía la necesidad de sentir a alguien a su lado.


Hizo un respetuoso luto de un par de años, antes de comenzar a salir con citas a hombres que conocía entre sus amistades. Conocía a mucha gente y supuso que sería fácil encontrar a otra persona con la cual continuar su vida. Ella era deseada y perseguida por muchos pretendientes, así que tener una cita no debía ser un problema mayor. Pero muy pronto descubrió que estos eran verdaderos quebraderos de cabeza.


Conoció a hombres más interesados en ellos mismos que en ella y la querían solo para lucirla como un trofeo. Otros que pretendían llevarla a la cama todas las veces posibles. También algunos obsesionados en generar dinero y más dinero para construir sus imperios de cartón. Emma simplemente no podía sucumbir ante estos hombres llenos de orgullos y miserias espirituales. Mamá estaba orgullosa de su trabajo, de su profesionalidad, de su humanidad y no estaba dispuesta a rebajarse ante cualquier asno testarudo ni por muy apuesto que fuese.


Parecía que todos los hombres jóvenes más simpáticos y confiables estaban todos ya comprometidos o casados. Terminó saliendo con hombres que estaba casi en su misma situación, viudos o divorciados y con hijos. A veces era agradable empatizar junto a ellos, pero la mayoría de las veces ellos llevaban una carga excesiva de problemas que mamá no quería tener que ayudar a cargar. Probó hasta a salir con algunos señores mayores, pero desdeño todo futuro con ellos.


Mamá es una mujer joven y ganosa. Nunca le faltó nada con papá, él nunca faltaba a su deber de marido y ella tenía continuas reminiscencias de esos días en que él la hacía sudar y le llenaba el coño con su néctar de esposo. La volvía loca comiéndole el coño por horas y luego la follaba unas cuantas veces durante la noche y otras incluso durante el día. Así fue como mamá dejo de buscar un compañero con el cual convivir una nueva vida y se dedico a buscar simplemente a alguien con quien follar. El problema es que jamás se sintió satisfecha por ninguno de estos hombres que ni siquiera se acercaban a las capacidades amatorias de papá y ella siempre se quedaba con más y más ganas de satisfacer su libido creciente.


Ciertamente ella poseía una variada cantidad de juguetes, pero su cuerpo de rubia caliente quería y sentía la necesidad de buscar a un hombre. Alguien que le volviera a dar las caricias y delicias que la hacía sentir el sexo con mi padre. Se comenzó a sentir frustrada sexualmente, lo que hizo cambiar su personalidad afable y condescendiente, transformándose en una persona impaciente y fácil de enojar. Todavía prodigaba afecto a sus pacientes, pero con sus compañeros de trabajo era una persona dura y poco agradable. Intentó quemar esas energías y deseos yendo al gimnasio, pero esto logro solo que su cuerpo se viese más atractivo y perturbadoramente caliente.


Llego a casa algo irritada por la confusión del tráfico. Bajo de su vehículo y se dirigió a casa cuando escuchó llamar su nombre a una voz femenina.
—¡Emma! … ¡Hola! …
Se giró y vio a su vecina de casa, Giada, qué la saludaba con una amigable sonrisa.
—¡Oh, Giada! … ¡Hola! …
Respondió cortésmente. Giada era su mejor amiga. Ella era un año más joven, su marido había partido con el Covid-19 hacía un par de años. Tenía un hijo de la misma edad mía. Giada era también una hermosísima mujer y muy sociable. Administraba el gimnasio local que era propiedad de su familia y al parecer le iba bastante bien en esa actividad. Giada se acercó a mamá diciéndole.
—Parecen pesadas … Déjame ayudarte …
Y tomo un par de bolsas de compras de mamá. Gesticuleramente mamá agradeció el oportuno apoyo de Giada, estaba demasiado cansada para rechazarla.
—¡Ehm! … Gracias …
—¿Y donde está Hermes? … Él debería estar aquí ayudándote …
—Solo Dios sabe donde estará ese muchacho …
Respondió mamá dando una mirada hacia la casa. Entraron y se fueron directamente a la cocina para depositar las cosas en la alacena y refrigerador. Cuando escuché los ruidos del coche de mamá, inmediatamente salí de la piscina con la intención de ir a recibirla y ver si necesitaba ayuda. Entré en el preciso momento en que entraban a la cocina cargadas con las bolsas de las compras de mamá, ya habían hecho todo ellas dos.
—¡Hola, mami! … ¡Hola, señora Giada! …
Dije saludándolas a alta voz. Ambas se giraron a mirarme. Había tratado de secarme cuando salí de la piscina, pero evidentemente mi cuerpo estaba todavía mojado y mi ceñido bañador se apretaba delineando la forma de mi polla. La señora Giada me dio una significativa mirada recorriendo mi cuerpo esculpido por la natación y levantamiento de pesas y se detuvo a mirar justo ahí, donde mi traje de baño se hinchaba y todavía dejaba caer algunas gotas de agua. Debo decir que también mi madre me miró, pero creo que ella estaba preocupada de que fuera a mojar el piso, aunque si sus ojos también recorrieron mi atlético cuerpo y por un instante me pareció que miraba al mismo lugar donde la señora Giada continuaba a mirarme.
—¡Hola, Hermes! …
Respondió la señora Giada mordiéndose su labio inferior, impresionada por el bulto entre mis piernas.
—¡Hola, hijo! …
Me saludó mi madre en un tono un poco agrio y preocupadísima de que no hiciese un charco de agua sobre el piso. Para salir del aprieto le pregunté.
—Ese es un traje nuevo, ¿eh? … Te ves bien … Luces magnifica …
Realmente ella se veía bien. Un traje azul marino largo hasta la rodilla, con una blusa blanca muy ceñida que realzaba en forma excelsa sus pechos descollantes. Pero ella no quería escuchar lisonjerías por parte mía y continuó a guardar la mercadería sin tomarme en cuenta.
—Permiso … Necesito darme una ducha …
Dije pasando junto a ellas camino de las escaleras para subir al piso superior, pero alcancé a escuchar los comentarios de Giada.
—¡Uhm! … Has hecho un buen trabajo con ese chico … Es un verdadero caballero … Mi hijo jamás ha alabado alguno de mis vestidos …
—No te equivoques con Hermes … Cuidado con él …
—¿Qué? … ¿Por qué? … ¿Cuál es el problema? …
—¡Ehm! … ¡Nada! … ¡No es nada? …
Dijo prontamente mamá sin mirar directamente a Giada. Continuó guardando las vituallas en la despensa. Nunca había dicho nada a nadie sobre mí, pero estaba tentada de explayarse con Giada, aunque fuese solo para desahogarse con alguien. Entonces su mejor amiga insistió.
—¡Vamos! … Dilo y basta … Sabes que puedes confiar en mí …
—¡Uhm! … No te preocupes … ¡Déjalo! …
Contestó mamá tirando algunos papeles de envoltura a la basura.
—¿Dejarlo? … Ni lo sueñes … Me conoces … Seguiré molestándote hasta que hables … Sabes que puedo ser muy tenaz cuando algo me interesa … Y tú me interesas, eres mi mejor amiga …
Mamá se detuvo y enfrentó a Giada y en un tono irritado le dijo.
—Te dije que no lo animaras por una muy buena razón … Hermes ha intentado meterse a la cama conmigo …
Le reveló mamá a Giada. Era la primera vez que ella hablaba de esto con otra persona. Giada se quedó estupefacta y le costó mucho volver a hablar.
—¿Qué? … Me estás diciendo … ¡Oh! … ¡Explícate un poco, por favor! …
—Sí … Tal como lo has escuchado … Desde hace un tiempo, Hermes quiere tener relaciones sexuales conmigo …
—¿Acaso estás bromeando? …
—Ojala fuera una broma … Pero no … Esa es la verdad …
—¿Hermes? … ¿Estás segura? …
—Sé lo que piensas … Es tan encantador … Es tan guapo … Es tan educadito … A todo el mundo le gusta … Todas quieren salir con él … Pero yo soy su madre … Lo conozco mejor que nadie …
Dijo mamá sintiéndose un tanto abrumada y también contenta por haber dejado salir todo esos pensamientos que la corroían por dentro, luego agregó.
—Sí … Puedes decir que quizás lo he malentendido … Que me estoy pasando películas … Que todo es producto de mi imaginación … Pero no … Se ha ofrecido abiertamente a hacerlo conmigo … Me dice que me hará el favor … Ahora que he enviudado lo necesito … Lo necesito a él para desahogar mis necesidades sexuales … ¡Con él! … ¡Mi hijo! … ¿Te imaginas? …
—No te puedo creer … Hermes parece un niño que se comporta bien … Un buen chico …
—Pero no lo es … No sé de donde él saca todas esas cosas … Probablemente de la internet … Lee muchas historias y relatos … Tu sabes que los romanos, griegos y egipcios no se dejaban pasar nada … Ellos copulaban con sus madres y hermanas … No sé qué bicho le ha picado … Pero se ha obsesionado con el incesto entre él y yo … Tal vez es porque se siente el hombre de la casa, ahora que su padre ya no está …
—Bueno … Pero de hecho él es el hombre de la casa …
—Pero es mi hijo … Él no es mi marido … Él no puede tenerme … La casa está a mi nombre … Esta no es su casa y yo no soy suya … Además, estamos hablando de incesto … Yo soy su mamá …
—¡Guau, Emma! … Ni siquiera imaginaba que hubiese chicos queriendo hacer eso con su propia madre … Nunca lo había pensado …
Dijo Giada mirando hacia un lejano punto imaginario y tratando de asimilar la información que mamá le estaba compartiendo. Ella nunca había tenido este tipo de conversación con ninguna otra madre del vecindario.
—¡Uhm! … Ahí lo tienes … Ese es mi Hermes … Y me lo insinúa todos los días, ¿sabes? …
—¿Y no has pensado de llevarlo a algún especialista? …
—No … No necesito ningún terapeuta que lo diagnostique … Yo lo conozco muy bien … No es un misterio para mí … Ese maldito mocoso ha tenido todo … Le hemos dado de todo … Educación, deportes, dinero, juegos, afecto … Nada le ha faltado … Además, las zorras de su colegio le caen a sus pies … Las escucho cuando lo vienen a visitar y se encierran en su habitación … “Sí, sí … eres el mejor … Que grande tu cosa … Uhm, qué rico que me lo haces” …
—¡Oh! …
—Sí … Las escucho gemir y chillar como marranas … Son todas unas putas … Entonces ahora él se ha fijado en mí porque soy la única mujer que le dice que no … Soy la única mujer que él no puede tener …
Giada le dio una significativa mirada a la figura de mamá y dijo.
—Puedo imaginar que también hay otras cosas por las cuales él te quiere …
He hizo gestos con sus manos para señalar los monumentales senos de mamá, su culito protuberante y sus amplias caderas.
—¡Oh, por favor! … No digas boberías …
—No lo estoy haciendo … Eres una mujer que pondría cachondo a cualquiera … ¡Mírate! … Pareces una diosa sexual … Imagínate a ese podre chico con sus hormonas a mil viviendo con una rubia super sexy como tú … ¡Eres una bomba sexual! … Y él te desea … Además, tu hijo es perfecto … Es un adonis … Favorecido por una belleza apolínea …
—No es divertido lo que estás diciendo …
—Pero es la verdad … Él es muy lindo … Un macho musculoso y bien construido … ¿Acaso no te has dado cuenta lo guapo que es? …
—¡Uhm, sí! … ¿Pero que significa eso? … ¿Qué me debo dejar follar por él? … ¿Qué le debo entregar mis tetas para que juegue con ellas? … ¿Qué le debo abrir mis piernas para que explote dentro de mí como un géiser? … O peor aún, ¿Qué me roceé la cara con su espesa cosa? … ¿Qué lo llame “papi” mientras él me da de nalgadas e intenta metérmelo por el culo? …
—¡Oh! … ¿Y él te dijo que haría todas esas cosas contigo? …
—No … Pero yo presiento que es eso lo que él pretende hacerme … Lo escucho cuando él se folla a esas putitas de su colegio y las hace gritar por más …
—¡Uhm! … ¿Y porque no lo echas? …
—¿Y donde iría? … Es todavía un niño … No puede costear su propia subsistencia … Hasta ahora he podido manejarlo … Porque lo que más quiere jamás sucederá … Nunca superará mis negaciones …
Giada se detuvo y pensó que era necesario cambiar de tema, y preguntó.
—¡Uhm, bueno! … ¿Y que hay de tus otras citas? …
Mamá le dio una acida mirada a su mejor amiga antes de contestar hastiada.
—¡Ehm! … ¿Con cual quieres que empiece? … ¿Con aquel que estuvo mirándome las tetas durante toda la cena? … ¿O con aquel que me textea todos los días que quiere llevarme a la cama? … ¿O con ese exfutbolista que me dijo que una relación sin sexo no es una verdadera relación? … ¿O aquel otro fetichista que quiere que le regale mi ropa interior para vestirla él? …
Giada la miró patidifusa, no podía creer que ella se topara con todo ese tipo de energúmenos y pensó para sí qué el verdadero semental lo tenía justo bajo su propio techo, pero solo comentó.
—¡Uhm! … No va bien eso, ¿eh? …
—Para nada … Incluso últimamente me ha venido la idea de renunciar a los hombres …
—¿Qué quieres decir? … ¿Estás considerando hacerlo con mujeres? …
—¿Por qué no? … Te entienden … Son más empáticas … Más divertidas … Sí, he estado pensando seriamente a ello … ¿Qué tal tú? … ¿No te gustaría una cita conmigo? … ¿Te atreverías? …
—¡Ehm, no! … Me temo que no … Me gusta mucho la polla …
—A mí también … Pero te juro que a este punto tengo un persistente cosquilleo en mi vagina que no puedo aplacar de ningún modo … Solo una hermosa polla podría alcanzar ese punto dentro de mí y sofocar ese verdadero incendio que me consuma …
Giada intentó replicar a los dichos de mamá, pero en ese momento entré yo en escena. Ambas se giraron a mirarme de pies a cabeza. Me encontraba fresco y limpio, con mis cabellos recién peinados. Las encuadre con mis ojos inquisitivos y brillantes. Estaba vestido con mi remera ajustada a mis bíceps y pantalones cortos, pero elegantes, a mis pies unas vistosas Easy-Slip de Skechers. Mi camiseta blanca resaltaba mi bronceado. Ambas mujeres admiraron mi forma atlética excepcional.


La confesión de mamá a su mejor amiga hacía que Giada me mirara aún con más interés. Ciertamente el incesto era una locura. Pero quizás pueda estar interesado en hacerlo con una mujer madura como ella, pensó Giada.
—¡Hola!, Hermes …
Dijo Giada con una sonrisa divertida y un poco capciosa. Mamá la miró sorprendida y un poco molesta, pensando en la forma en que ella se estaba dirigiendo a mí, después de lo que ella le había confidenciado.
—¡Hola!, señora Giada …
Respondí e inmediatamente me di cuenta de que mamá le había dicho algo de lo que estaba pasando entre ella y yo. Miré a Giada de pies a cabeza recorriendo su hermoso cuerpo de mujer adulta y bien formada. Pero me giré hacia mamá.
—¡Oh!, mami … Pensé que llegarías más temprano …
Mamá me encuadro con sus hermosos ojos, pero su mirada estaba llena de tensión y me respondió en un modo poco amigable.
—¡Jovencito! … Yo no vivo de acuerdo con tus horarios … Llego a casa a la hora que puedo … El mundo no gira según tus horarios … El tráfico tampoco obedece a tus horarios … ¿Entiendes? …
Me di cuenta de que mamá se había molestado, así que trate de calmarla.
—Perdona, mamá … Pero como dijiste que llegarías a las 17:30 para hacer un asado, yo había preparado la parrilla y el fuego para esa hora … Me aburrí tanto que me tiré a la piscina …
Mamá hizo una mueca de disgusto, abrió el refrigerador y saco una bolsa con carne recién comprada y la depositó con firmeza frente a mí.
—Bueno … Aquí está … Puedes empezar …
—¡Oh!, gracias, mamá …
Dije sonriéndole en modo afable y amistoso. Cogí la bolsa, un cuchillo, sal y algunas especias para sazonar la carne, mientras salía le dije a Giada.
—¿Te quedas señora Giada? … Hay suficiente carne para tres … Mí asado es muy bueno …
Giada miró a mamá y esta un poco más distendida le dijo.
—Es verdad … Cocina muy bien el asado …
—Bueno … No creo que pueda quedarme … Tengo unos compromisos familiares …
—Está bien … Tal vez una próxima vez …
Salí de la cocina y me fui al jardín a avivar el fuego y colocar la carne a la parrilla. Mamá se quedó con Giada y le dijo.
—¿Ves? … Eso es lo que hace … Es demasiado gentil … Te envuelve melosamente … Y siempre se sale con la suya … No puedes vencerlo … Él siempre gana … Me indigna su modo de ser …
Mamá se pasó una mano por la cabeza, quizás para aliviar una inminente migraña.
—¿Tiene novia? … Quizás necesite satisfacer sus necesidades de adolescente …
Dijo Giada tratando de empatizar con mamá. Mi madre la miró y espetó en modo burlón.
—¿Novia? … Su habitación es un ir y venir de chicas … Le basta chasquear los dedos e inmediatamente alguna putita correrá a su lado … Lo mando a hacer las compras y vuelve con el número de teléfono de alguna de las cajeras del supermercado … Salgo a cenar con él y la camarera le pega un ojo encima y se le insinúa durante toda la comida … Sale a dar una vuelta en bicicleta y regresa acompañado con una chica que se lleva al dormitorio … Podría salir hasta por la razón más burda y se las arreglaría para remolcar un coño pronto y dispuesto … Y muchas de esas veces soy yo la que tiene que escuchar todas esas tipas quejarse, gemir y gritar … Ese niño ya ha tenido más acción sexual de la que la mayoría de los hombres en toda su vida …
—¿Y qué tipo de chicas le gustan? …
—No discrimina en absoluto … No tiene preferencias … Altas, bajitas, flacas, gordita, rubias, morenas, pelirrojas, blancas, negras, algunas más jóvenes que él y otras más maduritas … Todas le van bien … Es insaciable …
Mamá hizo un profundo respiro, bebió otro sorbo de agua y luego continuó.
—A veces no se si sentirme halagada por su atención u ofendida por que se fije en mí … Todas esas chicas son hermosas y sexys … Con cuerpos delgados y atléticos, con muchas curvas … Algunas parecen razonablemente inteligentes, mientras otras impresionantemente estúpidas, que me pregunto ¿cómo lo hacen para poder sobrevivir con lo tontas que son? … Esta claro que a él le interesa una sola cosa … Ahora que lo pienso, casi todas ellas con grandes tetas …
—¿Tan grandes como las tuyas? …
—¡Oh!, no … Eso no … Ni cerca siquiera …
Respondió mamá echando orgullosamente sus esplendidos pechos más hacia adelante. Giada pensó que mamá hablaba de celosa, viendo a su hijo follar con todas esas muchachas que no estaban a la altura de ella misma.
—Parece que solo lo hace por el placer de follar …
—¡Ehm, sí! … Eso parece …
Dijo mamá sacudiendo un poco su cabeza y sorbiendo otro trago de agua de su botella.
—Y probablemente él debe ser muy bueno haciéndolo … Es lindo … Seguro de sí mismo … Tranquilo … Confiable … Y tiene el don de poder meterse bajo las faldas de todas esas chicas …
Dijo Giada, haciendo que mamá frunciera el ceño un tanto irritada.
—Y eso para mi se está transformando en algo insoportable … Los escucho a través de las paredes … Sus gemidos y sus gritos retumban en mis oídos … Es desesperante y me da mucho fastidio … Es un sonido abominable … Lo odio más que a nada en el mundo …
Giada estaba acostumbrada a este tipo de enojo y frustración por parte de mi madre. Eran las consecuencias de haber enviudado joven lo que la había vuelto irascible y poco tolerante. Giada ya conocía ciertas reacciones suyas y las entendía y la acompañada como su mejor amiga, pero a veces resultaba difícil estar cerca de ella. Hablando con franqueza, Giada quería ayudarla a superar estos momentos y que recuperara una vida normal. Para ella era más que obvio que mamá necesitaba una buena follada. No solo por el hecho de haber enviudado, sino también porque con todas sus citas no había logrado encontrar a ninguno que la satisficiera realmente. Ella sabía que mamá era una hermosa mujer profesional y exitosa, su única debilidad en su coraza, era el hecho de que no había follado como es debido por un largo tiempo. Y se sentía celosa de todas esas chicas que casi a diario venían a follar conmigo. Lo que hacía que la picazón en su coño famélico no hiciera más que aumentar. Giada se convenció de que mamá estaba celosa de todas esas chicas que concurrían a mi dormitorio y obtenían tanto placer y satisfacción casi sin esfuerzo, mientras ella restaba insatisfecha. Probablemente ella quería disfrutar al igual que lo hacían esas muchachas. ¡Dios Santo!, pensó Giada, ¡¡Emma quiere y desea a su hijo!! Aun cuando se niegue a admitirlo y aceptarlo, quizás todo se está gestando en su inconsciente y ella ni siquiera se ha dado cuenta de ello y esto la hace sentir psicológicamente frustrada, culpable y enojada con el mundo.


Dos años de viudez podían ser un calvario para una joven mujer tan linda como mamá. Todo confabulaba para hacerla sentir cada vez más cachonda y desesperada por volver a sentir todos esos placeres que sentía con su difunto marido.
—¿Qué harías tú, Giada? …
—¿Qué? …
—Nada de lo que estoy haciendo parece disuadir a Hermes de sus tentativos … ¿Cómo manejarías tú esta situación extraña y perversa? …
Por un momento Giada pensó en decirle a mamá que me follara y terminara con su sufrimiento. Apenas hace unos instantes ella pensaba que todo eso era una locura, el incesto era prohibido y malvado. Ahora casi estaba a punto de decirle de ir adelante y acceder a mi petición. Mamá era una hermosísima hembra y yo un macho de verdad, todo un semental. Sería justo que dos seres así se encontraran en una cama. El sexo sería verdaderamente caliente y eso ayudaría a aliviar la tensión y el nerviosismo entre ella y yo.
—¡Uhm! … No lo sé … No es nada de simple encontrar una solución apropiada …
—Bueno … Algo habrás pensado … Estamos en situaciones similares y confío en tu criterio … ¿Cómo enfrentarías tú esto? …
—¡Ehm! … No estamos exactamente en posiciones iguales … Mi hijo nunca se ha ofrecido a follarme …
Apenas expresó sus dichos, Giada sintió un estremecedor escalofrío que atravesó todo su cuerpo. Se supone que las madres no tienen este tipo de conversaciones y no deben pensar en las vergas de sus propios hijos. Bueno, pero finalmente no hay nada de nuevo, si le quitamos el aspecto de parentela, al final se trata solo de hombres y mujeres. Una oleada de sensaciones la atravesó y pensó. No puede ser algo malo, es solo algo poco común. Quizás son nuevos caminos para recorrer. Hacer nuevas conexiones cerebrales. Ser más tolerables y abrirse a nuevas oportunidades.
—Pero Luciano no es tan diferente de Hermes … Es solo un año menor … El próximo año tendrá la misma edad de Hermes … ¿Qué harías si él se te insinuara? …
Era cierto que compartían ciertas similitudes. Giada también había enviudado al igual que mamá, lo único quizás un poco diferente era que mamá había mantenido su físico escultural, mientras Giada había ganado algunos kilos de más y se había vuelto también un poco desgarbada, sin dejar de ser todavía una hermosa mujer.


Por lo demás, Luciano y yo éramos muy parecidos. Él también se había convertido en un chico en pleno desarrollo, destacado deportista, atlético y musculoso. Era muy bueno en los estudios y había obtenido muchas becas para la universidad. También se había dado un estirón y superaba de mucho la altura de Giada, era todavía un adolescente, pero muy maduro para su edad. La única diferencia es que no era un “Don Juan”, se portaba bien con las chicas y las respetaba. Ella no podía imaginar a Luciano acercándose a ella para insinuarse y tratarla de llevársela a la cama.


Pero el mero pensamiento de que Luciano pudiese ser como Hermes la hizo estremecer. El flujo de sangre aumentó en sus venas y su corazón latió desbocado. Por un momento empatizó lo que estaba sintiendo mamá e intentó responder a la pregunta que le había hecho mi madre.
—¿Y bien? …
Insistió mamá esperando una honesta respuesta por parte de su mejor amiga, pero Giada estaba absorta en miles de pensamientos que se le cruzaban por la mente y distraídamente respondió.
—Creo que es lo que necesitas …
—¿Cómo? …
Rezongó mi madre un poco brusca y ciertamente desconcertada por la respuesta de su mejor amiga. Entonces Giada trató de aclarar.
—¡Ehm!, no … Quiero decir, un polvo … Lo que necesitas es echar un polvo …
—¡Pero mujer! … Es lo que he estado intentando hacer, solo que no he encontrado ningún hombre bueno para hacerlo …
—Entonces tendrás que bajar tus pretensiones y contentarte con el que te parezca mejor … Y ceder ante el mejor pretendiente que se te ofrezca …
—Por ninguna razón al mundo … No bajaré mis estándares para acostarme con algún energúmeno descriteriado …
—Entonces no te queda más que conseguir un buen juguete …
—Tengo ya muchos juguetes … Pero no es lo mismo y mi coño lo sabe … Mi picazón no desaparecerá hasta que encuentre a alguien que me la quite …
Giada permaneció en silencio observando la tozudez de mamá, pero admirando su fuerza y sin saber más que decir.


En tanto, yo había preparado la carne y estaba lista para ser servida y se los hice saber.
—La carne está lista … Acérquense al patio antes de que comience a enfriarse …
Giada miró a mamá con un dejo de complicidad, como haciéndole notar que yo la llamaba a ella, a mi madre. Esto no la hizo divertir para nada, entonces Giada pensó que era el momento justo para escaparse y se dirigió a la puerta para ir de regreso a su casa, diciendo y guiñándole un ojo.
—Bueno … Te dejo con lo tuyo … Buena suerte y diviértete …
Mamá algo molesta por las palabras de Giada, se volvió al jardín. Yo había preparado para ella una mesita con todo lo necesario, le serví un buen trozo de carne recién salida de la parrilla, un poco quemadita por fuera y jugosa por dentro, justo como le gusta a ella. Se llevo a la boca un pedazo de bistec y no pudo evitar de sentir y paladear la sabrosa carne, pero trató de ocultarlo y no hacerme saber que estaba encantada con el sabroso trozo de carne que estaba devorando con gusto, por ninguna razón al mundo iba a reconocer y darme crédito por la carne que degustaba, pero no pudo evitar de exclamar.
—¡Jesús! … Está perfectamente cocinada y de un sabor exquisito …
—Está bueno, ¿verdad? …
Dije yo, pero ella no me respondió, se limitó solo a sorber su copa de vino en forma indiferente, sabía que no debía alentarme a nada, porque yo solo esperaba que ella flaqueara solo una vez. Una vez y mamá sería mía.


Mamá se mostraba exasperante porque encontraba que todo lo que yo hacía era perfecto, todo me salía de maravillas. Le resultaba difícil hacer valer su patria y potestad sobre mí. Ella sabía que yo todo lo hacía bien, todo me resultaba a pedir de boca y esto le complicaba, porque no sabía como disuadirme de lo que yo le había expresado, el irnos juntos a la cama. Ella sabía que mi mente estaba puesta en eso y que iría detrás de ella hasta tener éxito. Se preguntaba: ¿Cómo puedo convencerlo de que deje de intentar follarla cuando estaba convencido de que a ella le gustaría que eso sucediese? Ese era su dolor de cabeza y estaba convencida de que jamás accedería a hacerlo conmigo.


Mamá echaba de menos los días en que papá estaba todavía con nosotros. Por ese entonces yo era un chico perfecto. Disciplinado, trabajador, estudioso, amable y de buen comportamiento, era fácil llevarse bien conmigo. Cuando papá pasó a mejor vida yo siempre estuve a su lado para animarla y ayudarla a sobrellevar la pena y el luto. Nos habíamos quedado solos, pero no nos faltaba nada, mamá recibió una buena compensación del seguro, papá había dejado dinero para mis estudios, la casa estaba paga y era de nuestra propiedad, ella gozaba de un buen trabajo y muy bien remunerado. Todo estaba bien excepto que ella ahora estaba sola y no le había resultado el rehacer su vida junto a otra pareja. Quedábamos solo ella y yo en casa por la mayor parte del tiempo.


Bueno, yo tenía la prerrogativa de tener muchas compañeras de escuela que me seguían en mi canal de YOUTUBE, también muchas de ellas me seguían hasta mi dormitorio y siempre había un coño nuevo a hacerme compañía. En un principio mamá lo tomó bien, incluso se sintió orgullosa de haber traído al mundo a un verdadero semental. Pero el ir y venir de chicas la comenzó a exasperar, se cansó de escuchar los lánguidos gemidos y los estridentes chillidos mientras gozaban conmigo. Muchas de ellas regresaban por más, tres o cuatro veces en el mes. De pronto me sorprendió haciéndolo en la ducha, luego me encontró en la sala de estar con una niña nueva arrodillada ante mí y con mi ariete en la boca. En otra ocasión me vio encerrarme con dos chicas a la vez en mi dormitorio. Ella escuchó cuando se lo metí en el trasero a una y a la otra le di sonoras nalgadas en su culo que retumbaban por toda la casa. También la vez que me encontró en la piscina con tres chicas desnudas. Eso la sacó de quicio y me llamó la atención, amonestándome por mi comportamiento promiscuo.


Invariablemente todo iba bien para mí, mi desempeño escolar era excelente, mi canal en la red me daba buenos dividendos, continuaba haciendo deportes y mi único punto negro era mi profusa vida sexual. Así y todo, mamá y yo nos llevábamos bien. Recuerdo el día en que me le insinué por primera vez. Era un fin de semana, mamá había estado saliendo con un tipo y ese sábado tenía una cita con él. Se había preparado para acostarse con él, vestía un sensual vestido oscuro con medias de nylon negras, ropa interior pequeñita y sexy. Como a las nueve sonó su celular, el tipo aquel la llamaba para cancelar la cita. Ella se desesperó, estaba preparada para echarse un magnifico polvo con su novio, pero él tenía otros compromisos, mamá descubriría después de que él era un hombre casado. En ese momento se le vino todo su programa abajo y se sintió abrumada.


Yo llegaba del gimnasio y la vi, inmediatamente comprendí lo que le sucedía, estaba arreglada para salir, pero ya no tenía con quien. La vi tan jodidamente sexy que encontré oportuno ofrecerme a ella.
—Puedo ayudarte, ¿sabes? …
—¿Qué? …
Dijo ella un tanto desconcertada sin saber lo que yo le estaba ofreciendo.
—Si tú quieres … Yo podría ayudarte … En eso …
—¿Qué quieres decir? … ¿Conoces alguna aplicación o sitio de citas? …
Preguntó mamá todavía sin comprender el verdadero significado de mis palabras.
—No … Nada de eso … Quiero decir … ¡Ehm! … Es obvio de que estás frustrada … Solo te estoy diciendo que yo podría ayudarte con eso …
Mamá enarcó sus cejas y frunció su ceño todavía no queriendo comprender el alcance de mi ofrecimiento.
—Hermes … Excusa, pero no estoy entendiendo nada … ¿Podrías ser tan gentil de explicarte un poco mejor? … ¿De que ayuda me estás hablando? …
Me aclaré un poco la garganta, los dados estaban lanzados y girando, así que me armé de coraje y calmadamente le dije.
—¡Uhm! … Sucede que está tarde vendrá Ana … Pero puedo llamarla y pedirle que no venga … Entonces estaría a tú disposición, mamá … Estaríamos solos tú y yo …
Los ojos de mi madre brillaron en una intensa ira, levantó su tono de voz y me preguntó.
—¿Acaso te estás ofreciendo de follarme, jovencito? …
La respuesta era solo una y totalmente obvia, así que respondí.
—Sí …
—¿Pero de que carajo estás hablando? … ¿Acaso estás loco? … ¡Soy tú madre! … ¡Las madres no follan con sus hijos! …
Espetó mamá furibunda. Nunca en su vida se había imaginado que yo le hiciese una propuesta de tipo sexual. Pero yo sabía que había roto un muro y que había plantado en su cabeza la semilla necesaria para hacerla pensar y reflexionar al respecto. Ahora todo era cosa de tiempo y debía aprovechar el momento para hacer que esa semilla caiga en terreno fértil, así que seguí tentándola.
—Eso no es del todo cierto … Por siglos la raza humana se ha reproducido con relaciones intrafamiliares … No es nada de extraño … Somos humanos y somos los únicos mamíferos que gozamos haciéndolo solo por el hecho de hacerlo … Es una cosa del todo natural … A nadie le importará si tú y yo lo hacemos … Porque nadie lo sabrá … Se trata solo de sexo … Y yo soy bastante bueno en eso … Y tu eres una hermosa mujer …
Mamá me miraba sorprendida y boquiabierta. Todavía se negaba a creer lo que le estaba proponiendo.
—Seguramente te has golpeado la cabeza … No puedes estar hablando en serio … No puedes estar proponiendo algo tan inaudito a tú propia madre …
Mientras yo le sonreía, me acerqué un poco más a ella y le dije.
—Enfréntalo, mami … Eres una mujer increíblemente sexy … No existe otra como tú …
Miré su hermoso cuerpo envuelto en ese sexy vestido de coctel que resaltaba sus hermosas caderas, su estrecha cinturita y un escoté clásico que remarcaba sus poderosos pechos. Mamá era realmente hermosa. Sus esbeltas y bien torneadas piernas estaban revestidas por sugestivas medias de nylon negras. Sus pies calzados por elegantes tacones muy altos de color negro. Todo en ella lucía fascinante, coqueto y sexy. Ella sabía de ser una bella mujer, solo que no quería escucharlo decirlo de mi boca.
—Eso no significa nada … Eso no quiere decir que puedes venir a hacerme estúpidas propuestas … Entiéndelo y olvídalo …
—No lo haré, mama … Y lo sabes muy bien … Además, también sabes que esto entre tú y yo sería algo realmente bueno, ¿no? …
—¡Cállate y olvida todas esas estupideces! … ¡Fingiremos que no me has dicho nada y continuaremos a vivir como madre e hijo! … Eso es lo que somos, madre e hijo … No vuelvas a hacerte esas extrañas ideas tuyas …
—Bueno … Ya sabes que no haré eso … No lo olvidaré y tú tampoco lo harás … La oferta sigue en pie, mamá … El día que lo quieras, yo estaré ahí para ti … Te esperaré, mamá …
—¡Oh! … ¡Solo vete a la mierda! …
—Piénsalo, mamá …
—Por supuesto que no haré tal cosa …
—Si lo harás … ¡Ah! … Esta noche estaré con Ana …
—¡Vete al carajo! …
La dejé sola con sus pensamientos. Ella podía solo pensar en mi propuesta. Estaba indignada, pero por supuesto que no podía dejar de pensar en toda esta bizarra situación que la pilló totalmente desprevenida. No se daba paz y seguía pensando en ello. ¿De donde habré sacado esta idea? No era por falta de sexo, ella sabía que todas las semanas había chicas que venían a hacerme compañía. Ella escuchaba las tórridas relaciones sexuales que yo tenía con ellas. Pensaba en ¿Cómo me habrá venido en mente de probar con ella? Quizás tiene demasiado sexo y se ha aburrido de esas chicas fáciles e insulsas. Ahora va en busca de un nuevo desafío. El fruto prohibido. Su propia madre.


Obviamente esa era una ilusión. Eso nunca iba a suceder. Ella se iba a mantener firme y muy pronto yo me olvidaría y aceptaría su rechazo, olvidando la demencial propuesta. Esperaba haber dejado muy en claro su postura sobre este hecho. Mientras ella elucubraba concentrada en lo absurdo de mi propuesta, volvió a sentir un inquietante hormigueo en el fondo de su vagina que estaba increíblemente mojada. Sus pezones estaban duros como rocas. ¡Que demonios! ¡No, no, no! ¡Esto no quiere decir nada! ¡No puede estar pasándome esto justo ahora! Esto no quiere decir que mis palabras despertaron en ella ciertos diablillos traviesos. No puedo haberme mojado y puesto con mis pechos duros al escuchar a mi hijo que se ofrecía a follarme, pensaba ella. No puedo estar excitada después de que mi hijo se ofreciera a tener sexo intenso e incestuoso conmigo. Pero se sentía bien. Las sensaciones eran placenteras y se sintió embriagada por sentimientos nuevos. Mamá quería sexo. Mamá tenía ganas. Mamá quería volver a sentir una polla dura, caliente y palpitante en su coño, solo que no le gustaba pensar en que esa polla podría ser la mía, la de su hijo.
*****


¡Oh, Santo Dios, ¡Hermes! ¡Necesito sexo! ¡Quiero que me follen! ¡Me hace falta una buena polla! Pensaba mamá sola en su dormitorio mientras jugaba con su juguete de gran tamaño enterrado profundamente en su coño. Era comprensible que ella buscara satisfacerse con su dildo después de lo acontecido entre ella y yo el día de hoy. También porque ella sabía que en ese preciso momento yo estaba follando a Ana. Por primera vez pensó en como sería estar al puesto de ella. Escuchó los gritos de placer de ella que provenían desde mi dormitorio y enterró con mayor fuerza el falo de plástico en sus encharcados pliegues rosados enfebrecidos de deseos por una polla de verdad.


En el intertanto, la cachonda puta de Ana gritaba enloquecida.
—¡Sí! … ¡Sí! … ¡Ahaaa! … ¡Ahaaa! … ¡Tienes la mejor polla del mundo! … ¡Uhmmmm! … ¡Umpf! …
Afortunadamente las otras veces logre mantenerla callada, pero los muelles de mi cama crujían cada vez más fuerte y eso no lo podía evitar. Todos los sonidos, gemidos y gruñidos se transmitían por toda la casa y de seguro llegaban a los oídos de mamá.


Sin poder evitarlo los pechos de mamá se pusieron túrgidos y sus pezones punzaban. Su consolador no le daba suficiente estimulación, ella quería y necesitaba un placer mayor. Los sonidos que provenían de mi habitación la mantenían despierta y demasiado cachonda. Buscaba desesperadamente un alivio que no podía encontrar por si sola. ¡Oh, maldita sea! Los gemidos de Ana hacían que su propio cuerpo reaccionara. Recordaba mi oferta y su mente rechazaba con entereza cualquier posibilidad de ceder. Ahora estaba nerviosa y terriblemente excitada.


Con anterioridad su juguete lograba dejarla con algo de alivio, pero ahora no era así. Estaba desvariando, alucinando con sensaciones prohibidas. Tenía su consolador profundamente en su vagina. Intentaba pensar a alguien más y no a la polla mía, pero ese pensamiento volvía una y otra vez a su mente. Se sabía fuerte y testaruda, estaba segura de poder controlar sus sensaciones. No podía dejarse vencer por mi desarmante seguridad de que un día lo haría y tozudamente planeaba demostrarme que yo me había equivocado con ella y que jamás cedería.
*****


Pasaron algunos meses y la situación entre mamá y yo estaba atascada. Nos relacionábamos como madre e hijo y nada más, ella no daba su brazo a torcer y yo solo esperaba la ocasión propicia, sabía que iba a venir esa hora y ese minuto, debía solo ser paciente y esperar a que eso sucediera. Era una batalla de voluntades. Yo sabía que mamá era fuerte, pero yo tengo de mi parte el tiempo y tengo solo que esperar a que ella se rinda.


Mamá trató por todos los medios de buscar algún desahogo y tuvo algo de suerte, ella era demasiado linda y sexy como para pasar inobservada. Siempre había algunos pretendientes a la siga de sus favores femeninos, pero luego del primer intento, ni uno solo de ellos le dio ese placer que obtenían las chicas que gemían y enloquecían en mi cuarto y que ella escuchaba a menudo. Nunca ninguno la hizo estremecerse y pedir por más, generalmente eyaculaban y se giraban a dormir o a fumar un cigarrillo y eso era todo. Se sentía defraudada por su arruinada vida sexual. Al parecer el único ganador era yo y las muchachas que me visitaban y eso la ponía furiosa.


Mamá siguió intentándolo, pero se hizo más exigente con sus parejas, buscaba a alguien que pudiese apagar esa comezón que la molestaba todas las noches que escuchaba a las chicas gritar de placer en mi cuarto. Incluso le dio alguna oportunidad a algún pretendiente más joven, pero no se sentía cómoda con eso, parecía como si estuviese buscando a alguien como yo, parecía como si estuviese follando con alguien como yo.


Estaba decidida a combatir y ganar esta guerra psicológica conmigo, pero después de cada uno de sus encuentros, parecía sentirse más derrotada que ganadora. El tiempo siguió pasando y de repente se dio cuenta de que había pasado casi un año sin tener a nadie a su lado. Era mucho tiempo para estar sin tener relaciones íntimas, tampoco las perspectivas de tenerlas eran favorables.


Mientras tanto, yo seguía con un numeroso grupo de chicas visitándome todos los días, siempre había nuevas chicas. Siempre habían gemidos y chillidos de ellas gozando de una buena follada. Mamá consideraba a todas ellas como putas y se negaba a admitir mi éxito sexual con ellas, no quería darme ninguna chance para acercarme a ella. Pero mientras yo estaba teniendo abundante sexo, ella estaba cada vez más solitaria y desencantada de sus parejas. Cada vez más tensa, nerviosa e irritable. Era cómo la cuerda de una guitarra que se estira cada vez más fuerte y llega el momento en que esta se rompe. Podría superar fácilmente este impase si ella estuviese sola, pero vivíamos en la misma casa y ella era testigo de mi activa vida sexual.


Tampoco yo le daba tregua, continuamente la halagaba por su belleza con comentarios sutiles y velados piropos, tales como: “Que hermosa que amaneciste hoy, mamá” o al verla con su diminuto bikini blanco: “Pareces un ángel del paraíso, mami” o cuando estaba con sus pantalones de yoga practicando en el jardín: “Ese trasero tuyo está como para darle una mascada”. Ella a veces me sonreía y me daba las gracias, pero muchas veces fruncía el ceño y me mandaba al demonio. Porque ella sabía que mis cumplidos y coqueteos no eran del todo inocentes. Siempre me mantenía a un nivel no grosero, pero siempre atento a entender el momento oportuno y ver si el fruto prohibido caía a mis pies ya maduro. Ella lo sabía y se daba cuenta de todo, pero no cejaba ni un momento en negarse a aceptar mi oferta. Mi oferta permanecía tal cual, y no era necesario recordárselo, ella misma se sentía cada vez más acorralada y necesitada de un desahogo físico.


Normalmente mi madre no hacía comentarios sobre las chicas que venían a dormir conmigo, pero una noche estuve con Rebecca, una rubia sensacional y con un físico parecido al de mi madre. Mi mamá la vio llegar y luego desaparecimos Rebecca y yo en mi dormitorio. A Rebecca le encanta el sexo anal y esa noche después de haber tenido sexo oral, entre chillidos y gemidos ella me pidió tácitamente entre grititos de pasión; “Hazme por detrás … Métemelo en el culo” Por supuesto yo eso hice y ella continuo con sus apasionados gruñidos lujuriosos: “Oh, sí … Házmelo fuerte … Rómpeme el culo … Más, quiero más … Oh, Hermes, que rica que es tu polla en mi trasero”


Al día siguiente, a la hora de la cena, mamá me pregunto:
—¿Qué raza de degenerada era esa Rebecca? ... ¿Cómo puede una mujer rebajarse a pedir que se lo hagan por detrás? … ¿Acaso estaba loca o poseída o drogada? …
Viendo su interés, tomé un sorbo de vino y le respondí.
—Nada de eso, mamá … Simplemente algunas mujeres lo disfrutan de esa manera … Les gusta y no tienen ninguna renuencia para hacerlo … Lo solicitan y ya … No hay ningún misterio en eso … ¿Acaso tu nunca lo has hecho? … ¿Ninguno hasta ahora te lo ha hecho sentir por detrás? … Yo miro ese trasero tuyo y me vienen algunas ideas, ¿sabes? …
—¡Oh! … No eres más que un idiota … ¡Cállate! …
Dijo ella dando por terminada lo conversación. Pero yo sabía que mis palabras hacían mella en su coraza de protección y pacientemente esperaba el día en que ella dejara caer ese escudo blindado de protección contra mis avances. Pero yo ya notaba que se estaban produciendo algunas fisuras minúsculas en él.


Mamá se masturbaba, no todas las noches, pero yo sabía que lo hacía y la escuché hacerlo en más de una oportunidad. Siempre ella solo gemía y al momento de alcanzar su orgasmo, lanzaba débiles grititos y risotadas lujuriosas. Solo que esa noche me levanté al baño y el característico zumbido de su vibrador me llamó la atención, me acerqué sigilosamente a su puerta justo al momento cúlmine. Mamá alcanzaba un potente orgasmo y lo más sorprendente fue que mientras lo hacía, llamó mi nombre una y otra vez. En puntillas me alejé sonriendo y pensando que el muro que había erigido entre ella y yo se estaba desmoronando poco a poco.


En otra ocasión ella entró a mi habitación mientras yo trabajaba en mi Pc y me preguntó con curiosidad.
—Hermes … ¿Por qué tienes tres paredes con fotos de chicas … y en esa otra no has colocado nada? …
—¡Oh! … Muy simple … Esa pared entera es para ti … Para el día en que tú y yo estemos juntos …
—¡Estúpido! … ¡No eres más que un estúpido idiota! … Puedes quitártelo de la cabeza, porque eso jamás sucederá …
Era una pena que la batalla entre mi madre y yo se prolongara por tanto tiempo, pero yo sabía que inexorablemente ella sentía una atracción real y carnal hacia mí. Solo faltaba la chispa para encender su hoguera. Su cuerpo ya la estaba traicionando, cada vez que usaba su consolador pensaba a mi polla entrando y saliendo de su caldero hirviente. Sus pensamientos se hacían cada vez más descarriados y había comenzado a lanzar subrepticias miradas no solo a mis pectorales. En más de una ocasión la sorprendí con sus ojos fijos en mi polla. Ella trataba de quemar energía y pasiones haciendo gimnasia y meditaciones de yoga, pero el único resultado que logró fue que su cuerpo se tonificó aún más, haciéndola lucir cada vez más cachonda y deseable. Tenía su cuerpo esbelto, su vientre liso, sus glúteos firmes y duros, sus senos prominentes y macizos rebotaban al andar con sus enérgicos pasos. Mamá estaba cada día más bella y follable.


Hasta que por fin encontró a quien parecía ser su otra mitad. Por fin una pareja con quien compartir y relacionarse como hombre y mujer. Un tipo simpático, caballeroso, educado y físicamente atractivo. Javier tenía la misma edad que mamá, lucia muy juvenil y apuesto. Pensé que este tipo genial iba a echar por tierra todos mis esfuerzos por llevar a mamá a mi cama. Los vi acercarse y cuchichear como compinches para luego reírse a carcajadas. Parecían cómplices de algo, eran el uno para el otro. Mamá se estaba divirtiendo realmente con él. Finalmente llego la cita de la verdad, la noche en que saldrían juntos para concretar esa amistad inicial y algo más de compromiso. Mamá vistió su hermoso traje oscuro que ahora le iba perfecto, envolvía su trasero con sensualidad, se estrechaba cómodamente a su cinturita y comprimía a la perfección sus majestuosos pechos. Una verdadera bomba sexual, cargada y a punto de explotar.


Mamá se despidió de mí con un beso en la mejilla, juego con una sonrisa burlona me guiño un ojo y me dijo que dejaba la casa a mis cuidados y que no la esperara, pues entendía pasar la entera noche afuera. Me hizo sentir una brizna de celos, pero ella es una mujer libre, adulta y sana. Tiene todas las cartas en regla para compartir con quien le de gusto y gana. Terminé contento de que ella se fuera a disfrutar, aunque fuera con otro hombre.


Me dediqué a cocinar algo para mi cena, como debía estudiar para un importante examen, no tenía programado de estar con ninguna chica, pero mis pensamientos estaban con mi mamá y su nuevo hombre. Finalmente, alguien iba a estremecerla, alguien le iba a hacer hervir la sangre, alguien le comería sus delicias, alguien iba a sorber de su néctar ambrosiano, alguien iba a apagar el fuego que ardía en su cuerpo caliente, alguien le iba a dar su buena cuota de polla.


Inmerso en mis estudios, creí sentir un coche que se detenía fuera de nuestra casa. No tenía ninguna cita amorosa y me extraño mucho sentir unos tacos femeninos ingresando por el pórtico del jardín, dejé los libros a un lado y me fui a ver quién era esta extraña. Me sorprendí mucho al ver a mamá caminar hacia la casa con el ceño fruncido y de muy mal humor. Inmediatamente corrí a encerrarme en mi cuarto, no quería enfrentarme a su furia.


Mamá entró a casa como una bestia pronta a saltar sobre el primero que se le pusiera por delante y destrozarlo a pedacitos. Murmuraba solo frases de una coprolalia increíble junto a enfurecidos refunfuños.
—¡¡Qué se vaya al carajo ese estúpido de mierda!! …
La escuché gritar iracunda. Algo había sucedido con su cita, pero al momento me pareció lo más recomendable y juicioso mantenerme lejos de su ira desencadenada, escuché que se iba hacia su dormitorio, entonces pensé que lo mejor era dejarla tranquila y que calmara su enfado con una noche de sueño lenitivo.


Mamá tenían razón de estar fuera de sí. Había estado todo el día pensando en su cita. Se había vestido para estar sexy y deseable. Finalmente iba a echar un buen polvo y su cuerpo se había preparado física y mentalmente para pasar una noche de lujuriosa locura junto a Javier. Estaba lista y dispuesta para follar con él. Ahora su coño hervía de deseos y de seguro iba a recurrir a sus juguetes. Es difícil lidiar con los sentimientos cuando la sangre corre a toda velocidad por la venas y el cuerpo se calienta más que el planeta mismo.


Mamá estaba harta de todo esto. No había fuerza al universo que la pudiera detener, ella no podía continuar sin tener relaciones sexuales. Mamá necesitaba una polla urgentemente. No más juguetes. Esta vez no se conformaría con nada que no fuera una larga y gruesa polla. Pero en casa había una sola y era la mía. Ella estaba consciente de que le había hecho una propuesta sin fecha de vencimiento, estaba todavía valida y pendiente. Mamá a regañadientes se hizo el animo y se dijo que era hora de quitarse esas ganas de polla. Mamá tenía ganas.


Ella necesitaba alguien que la hiciera gemir, alguien que la hiciera gritar. Ella quería sentir lo que sentían las muchachas que visitaban mi dormitorio. Se levantó, abrió la puerta de su dormitorio y comenzó a caminar hacia la puerta de mi habitación. Mientras lo hacía muchas cosas cruzaban por su mente. Se estaba dejando vencer por su hijo. Iba a aceptar la propuesta indecente que yo le hice hace casi dos años. Pero no se sentía derrotada ni nada de eso. Se sentía con deseos de cruzar esa línea prohibida y saciar sus deseos contenidos y no satisfechos por un largo tiempo. Estaba dispuesta a tragarse su orgullo y no solamente eso, quería saciar su sed de sexo y tragar todo lo que yo pudiese darle.


Mamá había hecho de todo para mantenerse alejada de mí, quería vencerme y demostrarme que no todo se me iba a dar en bandeja. Pero ahora estaba sufriendo una agitación sexual que la aguijoneaba a dejar de lado sus pretensiones y rendirse a las mías. Su cerebro había cambiado su marcha y había desechado sus ideales, su código, su moral, su orgullo y se dejaba arrastrar a esa vorágine de sensaciones que esperaba sentir con mi polla.


Tic-Toc, Tic-toc, resonaban sus pasos por el pasillo mientras se acercaba a mi puerta. Sus largas piernas daban decididos y sensuales pasos hacia donde esperaba encontrar lo que necesitaba. Inconscientemente arreglo el escote de su vestido y acomodó sus enormes tetas, sabía que esas eran su punto fuerte, luego estiró su mano y giro el pomo de mi puerta.


Me giré sorprendido cuando sentí que alguien abría mi puerta, era mamá vestida con su hermoso vestido oscuro que cubría sus muslos a mitad, su largas y suaves piernas envueltas en esas medias negras de seda y su amplio escote que mostraba ese surco incipiente y tentador que formaban sus voluminosas tetas. Tenía sus labios apretados y puso sus manos en sus caderas en forma desafiante. No parecía enojada ni fuera de sí, pero era indudable que se traía algo entre manos. No sabía qué y no me atrevía a hacer conjeturas. Pero cuando habló no dejó ningún lugar a dudas de cuales eran sus intenciones.
—Está bien … Te daré una oportunidad …
Su ojos destellaban una hermosa luz y brillaban intensamente. No sabía de haber escuchado lo que ella me estaba diciendo, mi mente todavía estaba concentrada en mis textos de estudios, así que le pregunté.
—Tu cita no salió bien, ¿eh? …
—No quiero hablar de eso … Mi tema es otro en este momento …
¡Demonios!, ella estaba hablando en serio, el momento y el minuto habían llegado. Mamá se estaba rindiendo ante mí. Era un momento sublime y lo iba disfrutar a concho, pero debía asegurarme de ello.
—¿Estas hablando en serio? …
—¿Acaso tienes problemas de entendimiento? … No lo voy a volver a repetir …
—Ehm … bueno … Entonces tienes que seguir mí juego …
De seguro ella no estaba feliz de haber sido derrotada, pero había decisión en sus palabras y en su mirada, ella había venido a aceptar mi propuesta y no iba a dar ni un paso atrás. Ese era su carácter de mujer fuerte, pero yo la iba a someter. La miré de arriba abajo antes de decirle.
—Quítate ese vestido …
Le dije con firmeza, mamá me miró provocativamente, se mordió su labio inferior, metió sus manos a su espalda e hizo deslizar la cremallera hacia abajo, luego con su mano izquierda hizo deslizar la parte derecha y sacó su brazo del vestido sin mangas, repitió la operación con el lado izquierdo y mantuvo sujeto su vestido con sus manos ahuecándose sobre sus tetas. Poco a poco comenzó a bajar la parte superior de su vestido y lo deslizó hacia abajo, moviendo coquetamente sus caderas lo bajo hasta que este cayo a sus pies. Mamá lucía esplendida con su pequeña tanga negra, medias autoadherentes y sostén pequeñito que apenas contenía sus enormes pechos lechosos y esponjosos. La trasparencia de su tanga me permitía ver algo de la ranura de su pequeño coño y sus sostén traslucía la forma perfecta de sus areolas rosadas y sus oscuros pezones erectos como pitorros. Las sedosas medias negras se ceñían a sus muslos y contenían a la perfección sus esbeltas y bien formadas piernas. De pie sobre esos altísimos tacos era todo un espectáculo de mujer madura, hermosa y sensual. Puso su mano derecha en su cadera y con una vocecita ronca y erótica dijo.
—¿Y ahora? …
Preguntó mamá en modo del todo incierto. Ella no se sentía cómoda y no le resultaba fácil desnudarse frente a mí, siguiendo mis órdenes. Mamá había aceptado mi propuesta, pero solo a palabras, todavía dudaba y le parecía una locura estar haciendo un striptease para mí, pero ella tenía ganas y había tomado una decisión de no dar un paso atrás. Con voz calmada le dije.
—Tú sostén …
Le bastó la mano derecha para desenganchar el broche de su sujetador, con el antebrazo izquierdo abrazó sus senos para no hacerlos descender. Sus ojos cristalinos estaban fijos en los míos, mis ojos estaban fijos en esos estupendos melones todavía cubiertos por el delgado sostén de encaje negro. Sus tetas parecían más grandes de lo que había imaginado, redondas, voluminosas y cimbreantes. Las tazas de su ceñida prenda traslucida parecían luchar para contenerlas y la suave carne lechosa parecía vibrar y flexionarse tratando de escapar de su prisión. Sus hermosos pezones presionaban por quedar libres. Era un espectáculo con el que había soñado durante años y estar presenciándolo tan de cerca me estaba casi haciendo perder mi control. Mamá me estaba haciendo alucinar con sus gigantescas mamas, pero no era el momento de descontrolarme, la quería toda desnuda ante mí. Observé su vientre liso, tenso y firme. Su cautivante ombligo. Volví a mirarla a los ojos y me encontré con su mirada un poco hostil, seguramente no disfrutaba desnudándose ante mí, su hijo.


Estaba realmente extasiado por la beldad de mi madre, sorprendido por lo sexy que se veía en esta bizarra situación, sujetando sus tetas todavía parcialmente cubiertas por su sujetador, su pequeña tanga negra que cubría su rajita lampiña, que contrastaba con lo blanco y lechoso color de su piel. No cabía ninguna duda, mamá se afeitaba ahí abajo. No pude evitar de pasar mi lengua por mis labios imaginando la sapidez de su fruto prohibido.


Mamá se bajó de sus tacones y separó ligeramente sus piernas, La miré con ojos de lobo hambriento, su mirada era firme y desafiante cuando me dijo.
—Bueno … ¿Qué sigue? …
Levanté mi mano derecha y con el dedo índice la indiqué de girarse sobre sí misma. Ella miró impaciente hacia el cielo y obedeció, girando lentamente con agraciados movimientos de sus piernas, lo que producía un insinuante movimiento de sus nalgas. Por primera vez pude observar el maravilloso culo de mi madre, el hilo negro de su tanga había desaparecidos entre esos dos glúteos redondos y firmes. No pude evitar de exclamar.
—¡Guau! …
Sacudí mi cabeza con incredulidad. El trasero de mamá estaba fuera de toda norma, era algo fuera de este mundo. Lucía una marca blanquecina de su traje de baño y por lo demás sus formas eran perfectas, deliciosamente firme y redondeado. Seguramente la bicicleta y el gimnasio había esculpido esta maravilla a la perfección. Nunca antes había tenido a la vista un culo tan esplendorosamente hermoso y su tanga resaltaba toda su belleza. Lo ilícito y prohibido de toda esta situación me tenía con la verga adolorida, tensa y dura. Mamá me había impresionado de verdad, ella volvió su rostro hacia mí y exigió.
—¿Podríamos acelerar un poquito esto? …
Tragué un poco de saliva y le dije.
—Termina de quitarte el sostén …
Mamá me dio una mirada exasperada, todavía estaba algo molesta, pero sabía que, si quería lograr sus propios objetivos, más temprano que tarde tenía que exponer sus senos a mi vista. Sus ojos lanzaban llamaradas cuando comenzó a bajar las copas de su sujetador, repentinamente lo dejó caer y sus tetas literalmente explotaron en el aire sacudiéndose y balanceándose de lado a lado, mamá puso sus manos en sus amplias caderas y me miró altanera con sus pechos desnudos.


Las enormes tetas desnudas de mamá me dejaron sin habla. Jamás había visto nada más hermoso, todo en ella era impresionantemente bello, harmonioso, delicado, escultural y encantador. Me parecía haber cruzado un umbral en el tiempo. No podía imaginar que los pechos de mi madre fueran de dimensiones enormes, pero al mismo tiempo tan armónicos y estatuarios, realmente esplendidos. Sus tetas eran irrealmente preciosas. Gordas, con venas azules que confluían hacia sus areolas redondas y magnificas, terminando en pezones oscuros y turgentes. Los miré y ya los quise sentir en mi boca hambrienta.


La vista de sus preciosos pechos me instaba a actuar, me empujaban a hacer algo, así que me acerqué lentamente a ella, mamá no retrocedió ni siquiera un milímetro, pero dio un respingo cuando con las palmas de mis manos amasé sus tetas poderosas y jugosas. Era nuestro primer contacto físico carnal, clave mis dedos en sus maravillosas moles de carnes esponjosas y escuché sus primeros gemidos.
—¡Uhmmmmmm! … ¡Hmmmmm! …
Finalmente, mis manos estaban en sus tetas, era mi sueño hecho realidad. Amasaba sus pechos mirando con codicia y apetencia como mis manos se deslizaban sobre esas senos maravillosos de mi madre. No pude evitar de jugar un poco con ellos. Mis manos se movían con agilidad por toda la superficie de sus redondos pechos, queriendo sentir bajo las yemas de mis dedos cada centímetro cuadrado de su tersa y maravillosa tez lechosa y cálida. Pasé la palma de mi mano entremedio de sus globos algodonosos, los levanté con ambas manos, los aplasté dejando a sus pezones escabullirse entre mis dedos. Sus esplendidas tetas eran perfectas y las volví a apretar una y otra vez. Pero mamá mostró signos de impaciencia.
—Bueno, bebé … Vine a hacer efectiva tu propuesta y no solo a ser manoseada … Espero que sepas como comportarte … Porque esto no se volverá a repetir …
—¡Oh! … ¡Calma, mujer! … Lo haré … Lo haré …
Le dije tirando suavemente de sus túrgidos pezones. Sonreí al comprobar que sus pezones estaban duros como piedra. Efectivamente mamá tenía ganas. Ella volvió a gemir de forma inconsciente deleitándose de mis caricias, pero trataba con todas sus fuerzas de no hacerme notar su cachondez. No quería por nada al mundo comportarse como esas putitas que pasaban esporádicamente por mi dormitorio.
—¡Ooohhh! … ¡Aaaahhhh! …
Gritó sorprendida cuando mi boca succionó su pecho hinchado. Mis labios se cerraron como ventosas y comencé a chupar sus deliciosos senos protuberantes. Las tetas de mamá estaban calientes. Envolví sus pezones con mi lengua y lamí sus areolas dibujando círculos alrededor de ellas, muy pronto las tetas de mamá brillaban con mi saliva. Lo hice acuciosamente con uno de sus pechos y luego repetí la acción sobre el otro, Los gemidos de mamá se profundizaron y muy pronto los lamentos de placer comenzaron a escucharse por toda mi habitación.
—¡Oooohhhh, Hermes! … ¿Puedes darte un poco más de prisa, cariño? …
Preguntó mamá aferrando mi cabeza por la nuca y empujando sus ubres contra mis labios
—¡Umpf! … ¡Hmmmmmm! …
Gemí semi-ahogado en ese océano de tetas de mamá. Entonces ella comenzó a tironear de mis vestidos. Mientras yo sumergí por completo mi rostro entre sus cálidos senos. Mis mandíbulas se movieron tratando de mascar ese fruto exquisito de los pechos de ella. Atrapé uno de sus pezones entre mis dientes y ella volvió a gritar y a agitarse.
—¡Oooohhhh! … ¡Aaaahhhh! …
Mordisqueé su carne por unos instantes mientras ella presionaba mi boca contra su montañosa teta. Mi hambre por sus pechos no se saciaba y acometí con cuerpo y alma a devorar sus maternales pechos como si volviera a ser el bebé que una vez busco nutrirse de ellos, necesitaba lamerlos y chuparlos, eran mi alimento primordial.


Mamá intentaba apresurar las cosas y ya me había despojado de mi camisa, ahora jalaba mis pantalones cortos hacia abajo con vehemencia y apuro, al mismo tiempo no dejaba de empujar sus melones cálidos contra mi boca y mi lengua, aferrando mi nuca con su mano izquierda y usando su mano derecha para desvestirme. Yo me alcé un poco y quise alcanzar sus labios, pero ella me hizo el quite y espetó irrequieta.
—Mira … No nos vamos a besar … Haremos otras cosas … Pero nada de besos en la boca …
No sé porqué esto no me sorprendió. Mamá siempre ha tenido sus férreos principios y esto denotaba uno de ellos. Ella accedía a mi propuesta, pero bajo sus condiciones, ella se rendía, pero con limitaciones suyas propias. No me quedó mas que aceptar sus condiciones y me encogí de hombros volviendo a encargarme de sus pechos calientes. Quería que ella se calentara aún más.


Mamá había logrado bajarme un poco los pantalones, entonces decidí de darle un espectáculo. Me separé ligeramente de ella y terminé de sacarme los pantalones yo mismo, Acto seguido, me puse frente a ella y levemente comencé a bajar mi ceñido slip. Se enredó en la mastodóntica y dura erección de mi pene, mamá entreabrió sus labios sensualmente mirando el grueso y poderoso pene que impedía a mis calzoncillos de bajar. Poco a poco los fui deslizando hacia abajo, hasta que mi verga saltó como un resorte hacia arriba, ella dio inconscientemente un respingo hacia atrás y abriendo desmesuradamente sus ojos, exclamó.
—¡Oooh! … ¡Tamaña polla! …
Por primera vez sus ojos se posaban sobre mi pene erecto que apuntaba amenazadoramente hacia ella, sin poder evitarlo levanto sus bracitos hacia arriba y emitió un chillido.
—¡Iiihhh! … ¡Hijo de tu madre! … ¡Hermosa polla tienes! …
Dijo mordisqueando su labio inferior y contemplando con ojos muy abiertos mi pene que blandía el aire de lado a lado en forma desafiante. Como si fuese atraída por una poderosa fuerza, mamá estiró sus brazos y comenzó a inclinarse sobre mi polla, muy pronto estuvo arrodillada magreando mi arnés con sus dos manos. No parpadeaba y todavía boquiabierta se dedico a jugar con mi viril masculinidad.


Mamá había tenido algunos fugaces vistazos de mi hombría, todas las veces que me había sorprendido desnudo con chicas en la sala de estar o en la piscina. Esta era la primera vez que yo estaba de pie frente a ella exponiendo mi monstruoso pene para que ella lo apreciara y admirara. Recién ahora se recordó de los gritos de las chicas que visitaban mi cuarto y que podían ser atribuidos al tamaño de mi polla. Los deditos de sus pies se movieron por si solos y juntó sus piernas apretando su coño que comenzaba a generar fluidos a toda máquina.


Era tan desmesuradamente largo y tan sorprendentemente grueso que mamá entró en una especie de trance subyugada por la imponente presa que ella estaba tratando de abarcar con sus manitas delicadas. Mi pene fornido y duro asemejaba a un bate de beisbol, sus manos no eran capaces de envolver toda mi circunferencia y poniendo una manito sobre la otra, se dio cuenta de que necesitaría al menos unas cuatro manos para cubrir toda mi longitud. La cabeza era otro cuento aparte, dura y brillante como un diamante y a forma de hongo. Gruesas venas azulinas y oscuras le daban un aspecto majestuoso e irreal. Como si se tratara de algo único a reverenciar y adorar, como un falo místico y con espíritu propio. Parecía reunir todas las condiciones apropiadas para calmar esa picazón punzante que ella sentía en la profundidad de su vagina.


Sus ojos giro vagaban por toda la longitud de mi pene con un dejo de admiración e incredulidad:
—¡Dios Santísimo! … ¡Eres mucho más grande que tu padre! …
Exclamó mamá acariciando mis bolas con su pequeña mano y sopesándolas sapientemente como para verificar que estuviesen completamente cargadas de semen. Al sentirlas grandes, llenas y pesadas, no se extraño de que pudiese tener tanto sexo con tantas muchachas. Aquí hay bastante también para mí, pensó. Su mano finalmente aferró la base de mi columna, adornada apenas con algunos vellos púbicos rizados. En algún modo ella dejo de pensar en haber sido derrotada y comenzó a pensar que ella estaba recibiendo una recompensa y no dejaba de magrear y jalar mi polla como si de ello dependiese su vida.
—Sí, mamá … Sabía que eras la única que pudiese apreciar de verdad mi enorme polla … Lo sabía y quería mostrártela desde hace mucho tiempo …
Mamá continuaba a jugar con mi polla que se balanceaba delante de sus ojos.
—Vamos, mamá … Ponlo en tu boca …
Ella se sentó en sus talones todavía maravillada por mi inmensa polla, era incapaz de apartar su mirada de mi pene que pulsaba a centímetros de su nariz. Se mordió su labio inferior antes de decir.
—Necesito sexo … Tal vez podríamos dejar eso para luego … Ahora necesito sentirlo en mí …
—Mami, no fui yo quien te puso de rodillas … Yo también necesito ser estimulado … Chúpalo un poquito, mami … Debes prepararlo … Prepáralo para ti, mamá ... Dijiste que no nos íbamos a besar, pero tu boca no puede permanecer inactiva, ¿no crees? …
Ella me miró un tanto confusa, así que aproveché el momento para tomas su nuca y empujé mi glande entre sus labios.
—¿Qué? … ¡Uhmmmmmm! …
Su boca se abrió en un gemido y yo hice entrar mi grueso pene en su boca. Ella hizo un repentino movimiento queriendo escapar, pero mi mano la afirmó fuertemente y la hice engullir. Entonces ella pareció calmarse y su lengua comenzó a hacer su magia y lamió todo alrededor de mi cabezota gigante y tratando de hablar frases completamente incoherente e ininteligibles. Poco a poco fue tomando un ritmo y comenzó a chupar mi polla con acuciosa avidez.
—Tómalo con tus manos, mami …
Le dije tratando de ayudarla, en cambio sus manos fueron directamente a mis glúteos y me tiró con fuerza dentro de su boca, hasta que semi ahogada y con evidente tos, me soltó y lo dejó salir solo una vez, para luego volver a engullirlo hambrienta y no volver a dejarlo salir.
—¡Oh, mamá! …
Gemí entre dientes, pero ella me estaba dejando que follara su garganta. Muy luego tuvo que contenerse para poder respirar unas cuantas bocanadas de aire y luego arremetió con inusitada energía su mamada excepcional. Después de un rato sus hábiles manos se apoderaron de mi polla y noté inmediatamente la experiencia de ella en el manejo de mi arnés, su saliva salía abundante y ella la espalmaba por todo mi ariete punzante. Me estaba llevando a la gloria, mi polla llegaba a dolerme de lo dura que estaba, miré su mano que se movía con furiosa rapidez y supe que no iba a durar mucho, entonces entre luces fugaces que cruzaban mi vista vi sus maravillosas y esplendidas tetas, ya sentía las incipientes gotitas escapando de mi meato, entonces le grité:
—¡Apuntalo a tu tetas, mamá! … ¡Quiero correrme sobre tus tetas! …
Mamá titubeó solo un instante, arqueó un poco su espalda y empujó sus enormes pechos hacia adelante, justo cuando mi esperma explotó en copiosos chorros que bañaron su escote y pronto comenzaron a escurrir sobre sus montañosos senos, hasta dejar caer goteras de semen desde sus colgantes pezones. La diestra mano de mamá continuaba a estrujar y ordeñar mi polla sobre sus tetas gloriosas y mojadas. Su mirada volvió a ser penetrante y desafiante.
—No estaría haciendo esto si tu polla no fuera tan hermosa y perfecta, ¿sabes?
Dijo ella queriendo darle a su voz un tono mordaz, pero le salió como el ronroneo de una gatita. La miré arqueando mis cejas.
—Vamos, que lo disfrutaste, ¿no? … Es eso lo que querías, ¿verdad? …
—No … No es verdad … Siempre quise estar alejada de ti y de tu polla … ¿Y sabes por qué? …
Se produjo un incómodo silencio, no pude contenerme y le pregunté.
—¿Por qué, mamá? …
—No te lo voy a decir ahora … Ahora quiero que me folles … Eso es lo que necesito … No quiero seguir hablando … No estoy aquí para conversar …
Enseguida me empujó suavemente y me dijo:
—Súbete a la cama …
No me soltó la polla ni un segundo mientras me subía a la cama, yo estaba embelesado de los movimientos erráticos y oscilantes de sus tetas esplendorosas brillando empapadas de semen fresco. A continuación, ella se subió a mi lado y se recostó de espalda. Mamá era realmente un espectáculo de mirar con solemnidad, nunca en mi cama había habido una mujer que siquiera se asemejase a ella, su cuerpo conturbador, sus sensuales y felinos movimientos graciosamente femeninos. Levantó sus rodillas y expuso su panocha ligeramente abierta a mis ojos codiciosos y ávidos de su femineidad. Su coño era perfecto, labios gruesos y un poco más oscuros que el resto de su piel, el surco embrujador con una humedad tenue que lanzaba destellos y promesas de placer. Su clítoris estaba todavía bien oculto en medio a su labia vaginal casi de criatura adolescente que no se condecía con su verdadera edad. Parecía muy pequeñito para mi gigantesco glande. Mi polla pulso ansiosa de sentir su estrechez ya evidentemente mojada.


Mamá se me ofrecía en una bandeja de plata. Me coloqué entre sus piernas y se las levanté hasta casi tocar sus voluminosos pechos. Mamá gimió y me dejó hacer. Ella quería algo de mí y yo estaba listo, preparado y dispuesto para dárselo. Con una mano mantuve sus piernas en alto y con la otra aferré mi pene y lo apunté a su rajita cerrada casi virginalmente, pero bañada y lista para ser penetrada. Suavemente empujé mi glande luciente entre su encharcada labia. Empujé mi virilidad a la entradita estrecha de su panocha y su chocho resbaladizo aceptó mi gorda cabezota, mamá volvió a gemir.
—¡Uhmmmmmm! … ¡Oooohhhh! …
Solté mi polla y tomé sus piernas con mis dos manos. Las tetas de mamá subían y bajaban con su afanosa respiración. Su ojos estaban bien abiertos y fijos en los míos. Estaba a punto de cumplir mi sueño de años y ahora era el momento preciso para hacerlo realidad. Empujé primero suavemente para acostumbrarla a mi envergadura enorme. Los deditos de sus pies se abrieron y las plantas se incurvaron mientras ella lanzó un gemido y un vagido, casi un sollozo. Su coño estaba caliente, pero muy apretado y ofrecía resistencia. Estábamos en un punto de no retorno y yo no pensaba retroceder ni siquiera un centímetro. Mantuve la presión. Esto no iba a ser fácil con su coño extremadamente apretado, pero ella estaba ardiendo y sus fluidos iban en aumento. Tanto ella como yo sabíamos que sus carnes se expandirían y cederían. Empujé con el peso de mi cuerpo y su anillo vaginal finalmente cedió.
—¡Aaarrrggghhh! … ¡Ayaayaay! ... ¡Hmmmm! … ¡Qué polla tan grande! …
Sus regordetes labios envolvieron mi pija nervuda, haciendo que mamá se contorsionara y gimiera casi fuera de control, pero ya estaba a mitad dentro de ella y continué a sumergirme en esa alta marea de fluidos candentes de mi hermosa madre. Ella había comenzado a mover su cabeza de lado a lado, empujaba sus senos plenos hacia arriba con su espalda arqueada y se mordía los labios. Las paredes de su coño se tragaron un buen pedazo de mi polla y comencé un suave y lento mete y saca en ese ajustado guante formado por los flexibles pliegues de su panocha, de algún modo mamá alcanzó mis muslos y comenzó a tirarme más dentro de ella si era eso posible.


Estaba tocando el edén con la punta de mi polla, era el paraíso. Traté de no perder el control, estaba a otro nivel. Estaba en el coño de mi madre y se sentía paradisiaco. Jamás nunca mi polla se adentró en un coño tan maravilloso. Mi duro pene estaba profundamente en la cuevita de vida que me trajo a este mundo. Era maravilloso volver a estar parcialmente en este coño maternal y cálido, el coño de mi genitora succionaba con fuerza mi daga gorda y larga. Era demasiado para asimilarlo de buenas a primeras. Todo era increíblemente real, su estrechez, su calidez, su intensa humedad, su sublime pureza, el coño de mamá era divino, sacrosanto, algo de amar religiosamente.
—¡Dios Santo, bebé! … ¡Eres muy grande! …
Gruñó mamá acomodando sus piernas para permitir a su chocho empapado de adaptarse al tamaño de mi polla.
—¡Qué carajo! … ¡Ayaayaay! …
Volvió a gemir ella mientras estiraba sus manos para empujar mi vientre y mirar a su estrecho coño perforado por mi polla maciza y dura. Empujé hasta chocar con mis bolas sus hinchados labios.
—¡Aaaahhhh! … ¡Mierda! …
Grito mamá cuando su cuerpo comenzó a temblar sin control. Me miró como angustiada y su cara en agónico placer se abandonó a un potentísimo orgasmo.
—¡Umpf! … ¡Umpf! … ¡Aaahhh! … ¡Ayaayaay! … ¡Uhmmmmmm! … ¡Hmmmm! … ¡Ayaayaay! … ¡Umpf! … ¡Umpf! … ¡Hmmmmmm! … ¡Oooohhhh! … ¡Oh, Hermes! … ¡Hermes, Hermes! … ¡Qué rico! … ¡Umpf! …
Empujé mis caderas hasta el fondo y la mantuve apretada a mí sintiendo su cuerpo contorsionarse y sus pechos cimbrearse mientras ella empujaba su pelvis contra la mía y arqueaba su espalda lujuriosamente, mi pene entero estaba dentro de su delicioso coño. Las contracciones de su vagina me llevaron al punto sublime de mi propio clímax y mi polla comenzó a eructar poderosos chorros de semen caliente directamente en su matriz.
—¡Oh, mamá! … ¡Oooohhhh, mami! … ¡Umpf! … ¡Qué caliente está tu gatita, mami! … ¡Umpf! … ¡Umpf! …
Sentí sus poderosos músculos vaginales exprimiendo cada gota de mi esperma chorreante, mamá había experimentado placer con mi polla y a su vez me hizo sentir un placer inconmensurable. No había nada que pudiese comparar con esto que me había brindado mi madre. El coño de ella era algo celestial y mi glande hormigueaba disparando ráfagas de leche profundamente justo ahí donde yo había sido engendrado. ¡Dios qué placer!


La punta de mi polla exploraba partes donde jamás nadie había alcanzado, pliegues todavía inmaculados, carnes todavía vírgenes. Mi polla seguía dura como el acero cuando sentí los talones de mamá espoleando mis glúteos.
—¡Sigue, cariño! … ¡No te detengas, tesoro! … ¡Ummm, qué delicia! … ¡Umpf! … ¡Umpf! …
Estábamos chocando pelvis contra pelvis y ella me tiraba lo más adentro posible. Mi enorme polla estaba incrustada totalmente en ella y ella insistía.
—¡Haz caso a tu madre, hijo! … ¡Fóllame! … ¡Folla con fuerza a mami, amorcito! … ¡Qué rico que me haces sentir! … ¡Umpf! … ¡Ssiii! …
Mamá estaba sintiendo que su picazón interior disminuía levemente, la punta de mi pija estaba rascando hasta el fondo de su adorable chocho. Estaba estirando sus pliegues a nuevos límites, remodelando completamente el interior de su cavernosa vagina empapada. Por supuesto que no quería que esto terminara tan pronto, así que volví a hundir mi polla hasta el fondo y aplastando sus grandes tetas con mi torso, la aferré por los hombros y comencé a follarla furiosamente. Ahora estaba follando su coño increíblemente apretado, realmente con todas mis fuerzas.


(Continuará …)


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2024-12-04
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