En Barcelona por motivos de trabajo

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primeras experiencias

Un hombre se aloja en Barcelona por motivos de trabajo. La hija de los porteros del edificio hace buena amistad con él y le pide que la inicie en el mundo del sexo y el placer.
Por motivos de trabajo me cambié de casa, el departamento de comunicación de una gran empresa solicitó mis servicios para el lanzamiento y promoción de uno de sus productos estrellas. Soy un mercenario que mueve su casa al ritmo del dinero, un desarraigado de lujo.

Mi empresa me instaló en el ático de un céntrico edificio del barrio de Gracia en BCN, una zona que si bien esta absolutamente revalorizada en la actualidad que sigue manteniendo vivo el espíritu de un barrio, donde la gente se conoce porque vive hace muchos años. El ático era acogedor, no muy amplio, con una magnifica terraza, era propiedad de la empresa y por el habían pasado otros ejecutivos que temporalmente habían prestado sus servicios con la compañía.

La portera, Monserrat, era una mujer de cuarenta y pico, vigorosa y trabajadora, delgada y con gafas que se prestaba a solucionar mis problemas de intendencia a cambio de un sueldo bastante accesible, vivía en la planta baja con su marido, conductor de autobuses urbanos y su hija Mimi, una joven de 18 años, huesuda y delgada, casi esquelética, alta, pelo corto, gafas y no muy agraciada en lo que se refiere a los cánones de bellezas que la publicidad y el consumo masivo nos imponen.

Monserrat tenía llave de mi casa, la limpiaba y me dejaba la compra diaria en mi ático, la verdad es que la compra se reducía a bebidas, algo de fruta, huevos y poco más, lo justo para que un tipo que vive solo salga del trance y mate el hambre cuando no le apetece salir a comer fuera.

Mimi era tímida, callada, de ese tipo de chica que no te mira a los ojos cuando habla, posiblemente acomplejada y con temor a ver en tu mirada cierto desdén. Cuando su madre estaba atareada ella subía a casa a hacer la limpieza y dejar la compra (mis Carlsbergs fresquitas) en el frigorífico.

La primera semana fue vertiginosa, trabajo y compromisos sociales hacían de mi ático coqueto un lugar de paso, en el que dormía y poco más. Después de la vorágine, aunque el ritmo no disminuyó en el trabajo, sí el número de horas, además las continuas salidas a cenar y copas, el pasteleo en definitiva, me aburrían, alguna tarde incluso me escapaba a media tarde y me pegaba una siesta reparadora, con Monserrat y su verbo tórrido y muy catalán la relación era divertida, con su hija era distante, ella se mostraba temerosa y desconfiada ante cualquier comentario, pero poco a poco, en dos semanas, ya tenía bastante confianza y cierta soltura a la hora de hablar conmigo de temas intrascendentes, era su último año en el instituto, tenía magnificas notas, solitaria, sin amigas, no salía apenas de su casa y aún no había decidido qué carrera iba a estudiar.

Sobre esos temas giraban nuestras escuetas conversaciones, hasta que un día le pregunté cómo le iba con los chicos a lo que ella respondió:

-Ni bien, ni mal, simplemente no me va ¿a quién cree usted que puedo gustarle?

-Creo que a la primera persona que debes de gustar es a ti misma Mimi, esa es tu primera tarea, además me gustaría que me hicieras un favor.

-¿Cuál?- preguntó.

-Que me mires a los ojos cuando te hablo, me gustaría saber cuál es tu reacción a lo que hablamos, además mirar a los ojos es un signo de afirmación y seguridad personal, algo de lo que me da la impresión que no estas sobrada, será un pequeño gesto y habrás ganado una gran batalla.

Levantó su cabeza y me miró sonriendo con sus grandes ojos negros, ganó enteros -creo que con esa mirada puedes gustarle a quien te propongas Mimi-le dije.

Se fue a estudiar a su casa, pero a partir de ese momento su actitud conmigo fue más abierta, agradable y franca y sus conversaciones más sinceras, muchas tardes la encontraba en mi casa estudiando, argumentando que su madre tenía todo el día la tele a toda leche y que le costaba mucho trabajo concentrarse, me preguntaba por mi trabajo, si me había costado llegar a donde estaba. Curioso, mi situación era buena pero no para tirar cohetes, pero a sus ojos yo era una suerte de triunfador, un hombre de mundo.

Me preguntaba por las ciudades donde había trabajado, los países que había visitado, el caso es que sin darme cuenta me enseñó a mirar mi situación desde un prisma más positivo.

Las cuestiones de sexo siempre pasaban de refilón, un día me preguntó si dolía mucho perder la virginidad, sus dudas y miedos me hicieron mucha gracia.

-La verdad Mimi es que no soy mujer y no he pasado por el trance, pero creo que lo interesante es tener ganas y que la chica esté lo suficientemente excitada para querer que eso ocurra, hablando claro, que esté lo suficientemente caliente como para que le importe un bledo el dolor inicial.

-La verdad es que me lo pregunto a veces, pero ni me lo planteo, si apenas he besado a un solo chico y creo que lo hago fatal.

-Tú lo que necesitas es un profesor- le dije más en broma que en serio.

-¿Querría serlo usted? -me soltó de sopetón, me quedé un poco de piedra, no me lo esperaba, además no me había planteado el tema de un acercamiento físico a Mimi ni en lo mas remoto, físicamente no me atraía mucho, la diferencia de edad y la confianza con sus padre puede que fueran los motivos principales.

-La verdad es que me encantaría Mimi, pero la situación es un poco confusa, tú aún eres menor de edad, yo aunque recién estrenado soy un cuarentón, además la situación no sé si sería la adecuada- bajó su mirada y frunció el ceño diciéndome -yo no se lo diría a nadie-

Sonreí y le dije que se sentara junto a mí -¿de verdad que no te han besado nunca? bueno a ver, quítate las gafas, abre tus labios y sigue mis movimientos- acerqué mi boca a su boca, sentí sus labios finos y calientes, metí mi lengua en su boca, busqué su lengua, ella imitaba mis movimientos, respiraba profundamente, la apreté contra mí y estuvimos besándonos cálida e ininterrumpidamente casi diez minutos.

-Es fantástico- me dijo- pero ya me tengo que ir, mis padres me esperan, hasta mañana.

Al día siguiente la encontré en la portería cuando llegué del trabajo, juraría que me esperaba, me saludó cordial y no llevaba más de diez minutos en casa cuando la oí entrar.

-Lo de ayer estuvo muy bien- me dijo

La cogí de la mano la senté en el sofá y reanudamos el largo beso, en mis brazos y debido a su delgadez parecía frágil, a punto de quebrarse, acaricié sus caderas mientras la besaba y comencé a acariciar sus pequeños pechos a través de la camiseta, no llevaba sujetador, no los necesitaba, sin embargo su pezón era grandecito y duro al tacto, se estremeció al sentir mis dedos jugando con ellos pero no se cortó, besaba con más ardor y suspiraba agitada, seguí besando su cuello, el lóbulo de su oreja y cuando la vi lo suficientemente excitada subí su camiseta y comencé a lamer, chupar y besar sus tetitas, se estiraba y gemía de placer, la situación comenzaba a tener para mí un gran atractivo, la presión de mi polla en el pantalón lo evidenciaban.

El morreo y las caricias duraron esta vez media hora más o menos, ella se fue con una excusa y me dejó a tope. Cuando salió de casa, saqué mi polla y me hice una paja.

Me duché y me preparé unas tapas y una cerveza, habría pasado una hora aproximadamente cuando la oí entrar de nuevo.

-Mis padres han salido- dicho esto vino hacia mí, me abrazo y comenzó a besarme. Comenzamos nuestro ritual de caricias pero esta vez le quité la camiseta, sólo tenía sus vaqueros puestos, chupaba sus pezones y sentía como se derretía de excitación, su cuerpo comenzó a atraerme.

-Tienes cuerpo de modelo- le dije, su beso se hizo más apasionado, sus pezones duros me excitaban a tope y la presión de mi polla se hizo evidente a los dos, ella se puso colorada de vergüenza.

-Has conseguido ponerme a tope Mimi, pero no quiero romper el encanto, si tú quieres lo dejamos.

Bajó la cabeza pensativa y me dijo- ¿Me la enseñas?

Sonreí y me bajé los pantalones y los calzoncillos, mi polla dura y tiesa asomaba desafiante entre mis piernas, ella la miraba fijamente, no soy Tarzán (quince centímetros con el capullo descubierto a tope) pero era su primera polla y estaba sorprendida, cogí su mano y la puse sobre mi miembro, sus dedos huesudos y delgados la hacían parecer más grande, le puse la mano en el tronco y comencé a hacer con mi mano sobre la suya el típico movimiento de vaivén de una buena paja, continué besando sus pechos, desabroché su pantalón y metí mis dedos tras sus bragas, toqué su pubis muy peludo y llegué a su coñito, muy mojado, mojadísimo, ella gemía de gusto, en ningún momento se opuso, ni expresó la menor resistencia, estaba aprendiendo, aprendiendo y gozando.

Localicé su clítoris y lo acaricié, abría los labios de su coñito, mientras ella seguía pajeándome, no era muy hábil pero la situación tenía un morbo especial, sentí que me correría rápido, dejé de besarla y le dije que de seguir así me correría -quiero verlo-, me dijo y continuó masturbándome, gemía con mis caricias, seguía sus movimientos y mi polla estalló en una copiosa corrida que fue a parar a sus manos y al suelo.

Sus ojos brillaban, juraría que ella también había tenido un orgasmo, con una mirada maliciosa que parecía de otra persona, se acercó los dedos llenos de semen a la boca y lo probó -esta rico- dijo. Acto seguido se puso la camiseta y se fue sin despedirse, dejándome en esa ridícula escena que consiste en un tío con los pantalones bajados y la polla flácida, con el capullo brillando por la corrida reciente.

Al día siguiente no apareció por casa, comencé a preocuparme por la situación, quizás había llegado muy lejos, me quedé dormido y fui a trabajar por la mañana, el ritmo de curro fue bestial ese día, llegué a casa a las ocho de la tarde, cuando abrí la puerta Mimi estaba sentada en el sillón -creí que no llegarías, mi tía abuela ha muerto y mis padres están en el duelo, tenemos casi toda la noche- se levantó y me abrazó, comenzó a besarme inquieta, mordiendo mis labios y palpó mi paquete con sus finas manos.

Le quité la camiseta, sobé sus pechitos, los besé, pero esta vez no me quedé ahí, continué bajando con mi lengua sobre su ombligo, mientras desabrochaba su vaquero, seguí besando su bajo vientre, bajé sus pantalones y besé su sexo sobre sus bragas, ella estaba extrañada, alerta ante la nueva situación, pero como de costumbre no opuso ningún tipo de resistencia, bajé sus bragas y me encontré una panochita morena y peluda, olía a limpio, olía a virgen.

La tumbé en el sofá, le quité los pantalones y las bragas, la tenía totalmente desnuda para mí, era delgada pero tenía un cuerpo hermoso y proporcionado, seguí besando y olisqueando su pubis, abrí sus piernas y metí la lengua en su coñito, gimió y se mojó en mis labios, localicé su clítoris con mi lengua, lo lamí, lo chupé, el exquisito sabor de un coñito virginal, sus gotitas perladas, un manjar de dioses, un momento sublime que culminó cuando la sentí vibrar al ritmo de mi lengua apretando mi cabeza contra su coñito y estirando y arqueando su cuerpo, mojando toda mi cara en un fenomenal orgasmo.

Me incorporé, me abrazó apasionada, agradecida, había descubierto el placer y era receptiva

-Ahora te toca a ti ¡quiero que te desnudes!- casi me ordenó mientras podía ver cómo la humedad de su coñito hacía brillar su entrepierna, en una visión angelical.

Me desnudé apresurado delante de ella, de pie, ella sentada ante mí, aferró mi polla entre sus dedos y después de una mirada de duda y consulta acercó sus labios a mi polla y comenzó a besarla, cuando llevaba un minuto así le dije:

-Eso esta bien, pero debes de ir a más, meterla en tu boca, chuparla con fuerza mientras me acaricias las pelotas, sacarla, lamerme el capullo por el lado del frenillo, chuparlo y volver a meterlo en tu boca- Comencé a follar su boquita linda, a sentir su lengua en la punta de mi polla, sus dedos sopesando mis testículos duros y llenos de leche, mientras me inclinaba a acariciar y pellizcar suavemente sus pezones, una maravilla, inenarrable, aprendía rápido, mujeres más experimentadas no me habían dado tanto gusto con una mamada como me estaba dando Mimi en ese momento.

Me iba a correr y le avisé, siguió chupandome el capullo hasta que sintió el primer chorreon de leche caliente en su boca, la sacó y siguió masturbándome y acariciando mis pelotas mientras el resto de mi corrida inundaba su cara sonriente.

La tomé en mis brazos y la llevé al baño, entramos en la ducha, nos enjabonamos, lavamos, observamos, acariciamos y besamos, hurgué con mis dedos en su coñito, su culito, apreté sus nalgas contra mí, ella participaba e imitaba mis acciones, con gracia e incluso cierta destreza innata, acercó sus labios a mi oído y me preguntó: -¿me lo vas a hacer?

-Si tú quieres- le contesté.

-Lo deseo, desde el primer beso no se me ha quitado ni un segundo de mi cabeza la idea de tenerte dentro de mí.

Nos secamos y nos fuimos a la habitación, tumbados desnudos y húmedos en la cama, abrazándonos, besándonos, invertí mi posición y metí mi cabeza entre sus piernas, mi polla a la altura de su boca, lo tomó como una invitación, la metió en su boca y comenzó a chuparla, nuevamente se mojó en mis labios regalándome el más maravilloso néctar que he probado en años, su flujo suave y transparente me embriagaba, lamía su clítoris y metía la lengua en su coñito apartando sus labios gruesos y rosados, ella gemía y se retorcía, a veces desatendía mi polla y la sacaba de su boca para masturbarla, entendí que era lógico, tal era su placer que difícilmente se podía concentrar en mi nabo, lamí ese maravilloso clítoris, su aceitunita mágica, lo chupé y mordisqueé ansioso, mientras metía uno de mis dedos hasta la falange en su coñito, nuevamente llegaron sus espasmos, se estiró, aumentó la densidad de su flujo y sentí cómo vibraba otra vez al ritmo de mi lengua, me incorporé y puse la almohada bajo sus nalgas. -Ah me escuece-paré mis movimientos al oír esto pero ella apretó mis nalgas sobre sí -pero me gusta- seguí sacando un poco mi polla y metiéndosela de nuevo suavemente, su coñito estrecho y suave acariciaba y apretaba mi polla, era un sueño, el delirio, pero sin desmandarme, follándola suavemente, tierno y con tacto, quería que disfrutara su primera follada y su coñito recién desvirgado aún era muy sensible al roce de mi polla, ella era la que marcaba el ritmo de mis entradas y salidas, nunca más de media polla fuera, sentí como sus juguitos aumentaban, cómo estaba cada vez más húmeda y mojaba mis pelotas, sentí que le llegaba el orgasmo, cuando intuí que estaba en el cenit embestí duro tres o cuatro veces, sacándola casi entera y metiéndosela de golpe mientras que chupaba con fuerza su pezón derecho, sentí su corrida en mi polla, se relajó y me acomodé dentro de ella sin moverme, abrazados, besándonos, pasamos unos minutos.

Con cuidado y lentamente saqué mi polla dura, sin correrme todavía, y examiné el estado de su coñito, la batalla había causado un leve hilillo de sangre que se deslizaba en la parte interior de su muslo mezclándose con sus jugos, su vagina estaba dilatada, enrojecida y follada. La tomé de nuevo en mis brazos y la llevé al baño, puse agua templada y la bañé amorosamente, pasando una esponja por su coñito mientras la besaba.

-Ha sido maravilloso, como tú decías, el gustito ha sido más bueno que el dolor- me dijo emocionada.

La sequé y nos fuimos a la cama, se tumbó boca abajo y la observé, su culito era maravilloso, respingón, marcaba una curva lindísima y diferenciada con su cintura, acaricié su espalda y comenzamos de nuevo nuestros juegos, ella obediente y entregada, no oponía ninguna oposición a mis insinuaciones, no le tenía que decir nada, parecía que teníamos telepatía, la levanté y la puse en cuatro, la visión de su coñito follado por primera vez, de sus labios sonrosados ahora ligeramente irritados e hinchados, sobresaliendo entre sus nalgas era apoteósica, apunté mi polla y comencé a meterla lentamente al ritmo que ella demandaba, en un plis plas noté cómo mis pelotas topaban con su entrada, comencé a moverme en vaivén, sin sacarla, sólo pillándole punto al movimiento, hasta que noté su excitación y comencé a follarla, poco a poco al principio, sin compasión a los pocos minutos, viendo como su coñito se tragaba toda mi polla en cada embestida mientras ella me decía: -¡Siiiiiiiiiiiiiiiiiiii! ¡asiiiiiiiiiii! qué gusto, qué gusto! ¡fóllame, fóllame!. Mi polla se deslizaba sin apenas obstáculos, pero con un gusto enorme debido a la estrechez de su grutita, sentí una descarga de electricidad en los cojones y sin darme tiempo a sacarla me corrí a tope, regando su coñito con mi leche caliente, en uno de esos orgasmos que recordaré el resto de mi vida.

Disminuyó la intensidad de nuestros movimientos tras la mutua descarga, ella se estiró en la cama y yo sobre ella, sin sacársela, acariciando su cintura, sus tetitas y besando su cuello. -Qué rico, he sentido los chorritos calentitos dentro de mí, esta vez ha estado mejor todavía que la primera. -Cada vez estará mejor preciosa.

Así, con encuentros fugaces, intentando que sus padres no sospecharan nada y follando a la menor ocasión pasamos varios días. Llegó el viernes, terminé de cenar y me puse a leer un rato, a eso de la una de la madrugada sentí la puerta, era Mimi.

-Mis padres están dormidos he salido sin que se enteran, tienen el sueño pesado- me dijo.

Comenzamos nuestros juegos, follamos amorosa y placenteramente, en el entreacto me dijo: -Sabes, el otro día en la ducha cuando me acariciaste y me metiste el dedito en el culete, sentí una sensación muy rara pero me gustó, ¿es cierto que se puede meter la polla por el culito y que da mucho gustito? -Sí pero al principio también duele un poco -Eso ya me suena y no me importa, ¿por qué no me lo haces?

Fui a por la margarina a la cocina, nos pusimos de pie frente al espejo y comencé a besarle el cuello, la espalda, invitándole a masturbarse ante el espejo. cosa que hizo, observándola en el espejo la vi hermosa, más llena, más estilizada, una preciosidad, en pocos días follando había experimentado un notable cambio físico, me imaginé que su apetito habría aumentado. Me arrodillé tras ella, la vista de su coñito entre sus piernas separadas era de locura, abrí sus nalgas y metí mi lengua dentro de su culito, mojándolo y follándolo con ella mientras continuaba masturbándose, sentía cómo apretaba mi lengua con su culito y gemía insinuante, llené uno de mis dedos de margarina y comencé a meterlo lentamente, ella abría su culito y aumentó el ritmo de sus gemidos, se deslizaba dentro de ella, con cierto problema, pero ella no se quejaba, seguía gimiendo, saqué el dedo, me unté otro más con margarina (un slogan: Tulipán no falla) e intenté con dos, esta vez se quejó levemente, pero aguantó estoica la penetración. Acariciando sus pezones con mis manos y besando mi cuello le dije:

-No te preocupes, ¡sigue masturbándote!- le dije mientras se la sacaba y se la volvía a encajar, esta vez no se quejó, continué quieto hasta que excitada por su masturbación y por la dilatación de su culito empezó a mover y a demandar más polla en sus entrañas, poco a poco, sin prisas (menudo esfuerzo me costó contenerme) fui penetrándola hasta que sentí cómo toda mi polla se encajaba en su culo, sin sacarla ni moverla, continué el vaivén que ella dictaba, se estaba corriendo de nuevo y demandaba que le diera más caña.

-¡Cabrón! ¡me follas! ¡me estás follando el culo! ¡qué gusto!.

Mi aguante tiene un limite, comencé a embestir con más fuerza, la sacaba un poco y la volvía a meter, sólo unos centímetros.

-¡Ah! ¡me duele! ¡me gusta! ¡cómo me follas cabrón! ¡cómo me follas mi culito! ¡ahhhhhh!.

Ahora la estaba follando sin contemplaciones, veía su culo dilatado tragando polla, ajustado a mi polla, su presión era maravillosa, he penetrado por el culo a muchas mujeres y a veces ha sido complicado, con ciertas mujeres a la que la combinación de gustito y dolorcillo les excita más que el puro gusto la cosa va de puta madre, Mimi era una de ellas y con ella estaba tocando el cielo.

-¡Ay cabrón cómo me pones, folla duro! -Sí, te follo, estoy follándole el culo a mi putita y me vuelvo loco-decía a punto de morirme de placer, cada vez que la embestía apretaba con fuerza sus pezones y mordía en su hombro, estaba descubriendo su punto flaco, su necesidad de ser levemente castigada, un puntito sado bastante soft que la volvía loca de gusto, me corrí en su culo con otro orgasmo de dos orejas, rabo y vuelta al ruedo continué bombeando en su culo hasta que sentí cómo llegaba su placer, las fuerzas le fallaron y cayó de rodillas frente al espejo mientras mi polla salía de su culo, abierto, enrojecido y chorreando de semen.

La tomé en brazos y la dejé en la cama semiinconsciente de placer, observé con deleite los restos de la batalla, besé sus pezoncitos mientras la acariciaba hasta que me quedé dormido.

Cuando me desperté al amanecer ella ya no estaba, así seguimos los meses que estuve en BCN, recuperé milagrosamente mi forma física, ella esperaba todas las noches a que sus padres durmieran para subir a follar a mi ático y desaparecía sin hacer ruido antes de que despertara, eso sí, mis ojeras por la mañana me llegaban al cuello. El precio de la felicidad.
escrito el
2015-12-03
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