La primera tanguita, el inicio de todo
por
PKT_FETISH
género
primeras experiencias
Todo empezó hace muchos años atrás, pero estas cosas no se olvidan tan fácil. En ese entonces, solo era un niño de 10 años, inocente en muchos ámbitos, sobre todo en lo sexual, sin embargo siempre existe un detonante, ese algo por el cual tu mente se abre a cosas nuevas y como en mi caso, no puedes dejar. Les contaré como fue que me hice fetichista de bragas.
Me encontraba en casa de mi abuela, quien vivía junto a Jaqueline, mi prima mayor de 19 años. A ella la quería como si fuera mi hermana ya que éramos muy unidos, siempre me cuidaba y consentía en todo. Llegada la noche, fue momento de irnos a dormir y junto a mi prima nos fuimos a su pieza y nos metimos a la misma cama, vimos tele un rato hasta que nos bajó el sueño y nos pusimos a dormir.
La cama era estrecha, solo de plaza y media, dormimos abrazados y a pesar de que nuestros cuerpos se rozaban, en ningún momento pasó por mi mente alguna idea pervertida hacia ella. Como un niño normal, cansado de jugar durante el día, me dediqué solo a dormir.
Muy temprano por la mañana, el reloj despertador sonó y me percaté cuando Jaqueline se levantó de la cama y caminó en dirección al baño, luego de eso yo seguí durmiendo.
Después de una hora, el reloj volvió a sonar y esta vez fui yo el que se levantó de la cama a apagarlo y aproveché de ir al baño, ya que tenía muchas ganas de orinar. Mi prima ya se había ido al trabajo y mi abuela seguía durmiendo en el otro dormitorio.
Al regresar a la pieza, apenas entré, me di cuenta que a los pies de la cama estaba la ropa de pijama con la cual mi prima había dormido. No sé por qué razón me llamó la atención y solo de curioso comencé a revisarla. Era una camiseta blanca, un buzo gris y dentro de éste estaba lo que cambiaría mi vida; una tanguita blanca con encajes.
Tomé esa diminuta prenda entre mis pequeñas manos, no entendía lo que me pasaba, pero mi corazón comenzó a acelerarse y la adrenalina que sentía era increíble. Al revisar la zona de la entre pierna, me di cuenta que tenía una gran mancha amarilla y brillante. Sin saber lo que hacía, palpé con mi dedos esa mancha y comprobé que estaba húmeda y un poco viscosa, tanto así que la yema de mi dedos quedaron mojados.
Estaba tan concentrado en la tanguita, que no me di cuenta de lo que estaba pasando con mi cuerpo. Mi pequeño pene estaba erecto, duro como nunca lo había estado, no entendía que pasaba pero todo era tan placentero hasta ese momento.
Tenía tanta curiosidad por saber que me pasaba, pero por sobre todo en saber que olor tenía esa mancha amarilla. Lentamente fui acercando la tanguita hacia mi nariz, hasta que quedó solo a unos milímetros y al sentir su olor, mis sentidos se estremecieron. Fue en ese momento en donde supe que nada volvería a ser lo mismo y que no podría estar tranquilo sin volver a sentir ese olor, descubrí lo delicioso que huelen las vaginas o por lo menos lo exquisito que olía la vagina de mi prima y que toda su esencia de mujer quedaba concentrada en sus diminutas tanguitas.
Después de disfrutar unos cuantos minutos ese maravilloso olor, mi pene seguía duro y solamente por instinto, ya que no sabía nada sobre la masturbación, lo agarré firme y comencé a frotar mi glande por encima de la mancha amarilla, y como estaba húmeda y viscosa la sensación era demasiado placentera. Estaba sintiendo cosas que nunca antes había sentido y todo por una simple y pequeña prenda sucia.
Pasaron unos minutos y escuche a mi abuela levantarse y salir de su pieza, así que rápidamente me subí el calzoncillo y dejé la tanguita dentro del buzo de mi prima tal y como estaba, y de un salto me metí a la cama.
Luego mi abuela abrió la puerta y me pidió que me levantara para desayunar. Después de 10 minutos mi erección fue disminuyendo y es que no podía dejar de pensar en todas esas ricas sensaciones y especialmente ese delicioso aroma en la tanguita de Jaqueline.
Me encontraba en casa de mi abuela, quien vivía junto a Jaqueline, mi prima mayor de 19 años. A ella la quería como si fuera mi hermana ya que éramos muy unidos, siempre me cuidaba y consentía en todo. Llegada la noche, fue momento de irnos a dormir y junto a mi prima nos fuimos a su pieza y nos metimos a la misma cama, vimos tele un rato hasta que nos bajó el sueño y nos pusimos a dormir.
La cama era estrecha, solo de plaza y media, dormimos abrazados y a pesar de que nuestros cuerpos se rozaban, en ningún momento pasó por mi mente alguna idea pervertida hacia ella. Como un niño normal, cansado de jugar durante el día, me dediqué solo a dormir.
Muy temprano por la mañana, el reloj despertador sonó y me percaté cuando Jaqueline se levantó de la cama y caminó en dirección al baño, luego de eso yo seguí durmiendo.
Después de una hora, el reloj volvió a sonar y esta vez fui yo el que se levantó de la cama a apagarlo y aproveché de ir al baño, ya que tenía muchas ganas de orinar. Mi prima ya se había ido al trabajo y mi abuela seguía durmiendo en el otro dormitorio.
Al regresar a la pieza, apenas entré, me di cuenta que a los pies de la cama estaba la ropa de pijama con la cual mi prima había dormido. No sé por qué razón me llamó la atención y solo de curioso comencé a revisarla. Era una camiseta blanca, un buzo gris y dentro de éste estaba lo que cambiaría mi vida; una tanguita blanca con encajes.
Tomé esa diminuta prenda entre mis pequeñas manos, no entendía lo que me pasaba, pero mi corazón comenzó a acelerarse y la adrenalina que sentía era increíble. Al revisar la zona de la entre pierna, me di cuenta que tenía una gran mancha amarilla y brillante. Sin saber lo que hacía, palpé con mi dedos esa mancha y comprobé que estaba húmeda y un poco viscosa, tanto así que la yema de mi dedos quedaron mojados.
Estaba tan concentrado en la tanguita, que no me di cuenta de lo que estaba pasando con mi cuerpo. Mi pequeño pene estaba erecto, duro como nunca lo había estado, no entendía que pasaba pero todo era tan placentero hasta ese momento.
Tenía tanta curiosidad por saber que me pasaba, pero por sobre todo en saber que olor tenía esa mancha amarilla. Lentamente fui acercando la tanguita hacia mi nariz, hasta que quedó solo a unos milímetros y al sentir su olor, mis sentidos se estremecieron. Fue en ese momento en donde supe que nada volvería a ser lo mismo y que no podría estar tranquilo sin volver a sentir ese olor, descubrí lo delicioso que huelen las vaginas o por lo menos lo exquisito que olía la vagina de mi prima y que toda su esencia de mujer quedaba concentrada en sus diminutas tanguitas.
Después de disfrutar unos cuantos minutos ese maravilloso olor, mi pene seguía duro y solamente por instinto, ya que no sabía nada sobre la masturbación, lo agarré firme y comencé a frotar mi glande por encima de la mancha amarilla, y como estaba húmeda y viscosa la sensación era demasiado placentera. Estaba sintiendo cosas que nunca antes había sentido y todo por una simple y pequeña prenda sucia.
Pasaron unos minutos y escuche a mi abuela levantarse y salir de su pieza, así que rápidamente me subí el calzoncillo y dejé la tanguita dentro del buzo de mi prima tal y como estaba, y de un salto me metí a la cama.
Luego mi abuela abrió la puerta y me pidió que me levantara para desayunar. Después de 10 minutos mi erección fue disminuyendo y es que no podía dejar de pensar en todas esas ricas sensaciones y especialmente ese delicioso aroma en la tanguita de Jaqueline.
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