Gilberto el esposo complaciente
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gay
Gilberto me pidió que fuera a su casa a revisar las fallas en el servicio de internet, la computadora estaba en la sala, me había comentado que su mujer estaba en otro estado visitando su madre quien estaba delicada de salud. Tras revisar el equipo y decirle lo que ocurría, él con nervios me empezó a decir frases inconexas como “usted es muy educado” “me gusta mucho la forma en la que es usted con todos” “me gusta su amabilidad”, yo pensé que me diría que no podría pagarme, pero de pronto me dijo “La semana pasada que lo vi en el baño, me sorprendió mucho ver su pene tan grande y erecto”. Yo sentí morbo y le dije “pero Gilberto, seguramente a usted le ocurre lo mismo”; su respuesta provocó que en mi despertara un deseo incontrolable de sodomizarlo, me dijo “no, a mi ya no se me para (él tenia en esos días 52 años), con mi esposa uso un consolador desde nos casamos y al poco tiempo ella empezó a penetrarme a mi con el mismo juguete”.
Yo le dije en un tono serio “póngase de pie, deje ver si puedo ayudarle”, él muy obediente se puso frente a mi, le abrí el pantalón y le dije “necesito que me asegure que nadie lo sabrá” y respondió “a mi menos que a nadie me conviene que se sepa” por pláticas anteriores yo sabía que la mujer con quien vivía era una segunda esposa y su hijo mayor, quien tenia mi edad, 29 años era pastor en un templo.
Al abrir su pantalón vi algo que termino de descontrolarme, llevaba puesta una tanga de striper, dos ligeros hilos iba sobre sus piernas y un pequeño triangulo con pequeños brillos tipo diamante cubrían su pene y testículos, tome la parte superior del triangulo y recuerdo que me dijo con una cara sensual “no, esta es de quita-pon” y se llevo su mano bajo los testículos y levanto el pequeño pedazo de tela y pude ver su pene dormido, flácido completamente en reposo, pero los ojos de Gilberto dejaban claro que se encontraba en celo y listo para intimar.
Cuando vio mi rostro seguramente desconcertado por lo que descubría, se dio la vuelta y me dejo ver sus bien formados glúteos, él caminaba largas distancias todos los días y hacía trabajo como leñador, de hecho la casa donde estábamos era a mitad del bosque, pues cuidaba la casa de campo de su hermano.
Entre sus deliciosas nalgas se encontraba el hilo que en alguna ocasión estuvo unido al triangulo frontal de la prenda íntima. Es decir, llevaba esa prenda solo como un “taparrabos”. Le pregunte cómo la había conseguido, me respondió que su esposa se la había regalado esa y otra. Le dije que teníamos que bañarnos para evaluarlo. Estando en la regadera, comencé a conocer su interior con un dedo y después con dos, yo lo veía tan excitado y moviéndose con gran placer restregando su cuerpo en la pared del baño y algo que me volvía loco era escucharlo gemir de placer pero sin tener erección, yo tenia muy claro que sus placer era proporcionando únicamente por mi habilidad con los dedos, antes de que pasara un minuto me dijo “ya voy a venirme”, yo pensé que era mentira, pues era muy rápido para que eyaculara, pero de pronto vi que de su pene escurría semen, y el con ojos llorosos me dijo “es que yo casi no duro, ni con mi esposa y cuando me mete el consolador, aunque yo termine ella sigue aunque yo termine, hasta que se cansa y me ve ya muy molido” Esa última frase me siguió alentando a continuar, ya que sabía que su mujer había logrado hacer que ese culito fuera resistente a largas jornadas de sexo anal.
Al verlo apenado lo abrace y le dije “me has hecho enfadar, vamos a la cama para que me la mames” en la cama, me puse un condón de sabor y lo puse a hacerme sexo oral de pronto sentí los dientes en mi glande por lo que le dije “me haces daño, acércame tus huevos para castigarte” el me dijo con el pene en la boca “no por favor”, pero me puso los huevos muy cerca de mi mano, por lo que le di unas cachetaditas, y el se retorcía de placer y yo mantenía más firma mi erección al verlo gozar, pero con el pene completamente dormido.
El ya había eyaculado, así que estaba muy preocupado por sentir placer en su ano y complacerme a mi. Complaciente en todo lo que le pedí al final para terminar nos abrazamos de cucharita y con mi mano izquierda me empece a masturbar, mientras cubría sus testículos y pene con mi mano derecha y le dije “dime, señor no abuse de mí, suélteme por favor”.
El como todo experto complaciente comenzó a decir en tono suplicante
“Señor, por favor suélteme, no me quiero ser suyo”
Yo termine y mi semen que sobre su espalda y parte del pecho y me dijo “aventaste mucho” y le respondí en tono enérgico mientras tenia las piernas abiertas y el pene aun erecto al centro de mi cuerpo “trae algo para limpiarme”.
Se levantó y dijo, espéreme por favor, fue por papel higiénico y me lo dio y le dije “limpia mi pene” y empezó a limpiarlo con mucho cuidado y cautela.
Termino y me fui a bañar, mientras le preguntaba cosas que me daban curiosidad y me dijo entre otras cosas que su primer experiencia homosexual fue en los 80’s con otro señor cuando trabajan en un ingenio azucarero en una ciudad costera de México. Me dijo también que con su mujer al poco tiempo de casado dejo de tener erecciones y que por eso tenían un consolador, con el que él la penetraba, hasta que un día ella decidió penetrarlo a él, además le había regalado dos tangas de striper, después cuando salían, ella le pedía que en lugar de usar ropa interior de hombre usará lencería de ella, que fuera al baño de las plazas comerciales e hiciera que otros hombres lo vieran, mientras ella lo esperaba afuera, al salir, él debía asegurarse que los otros hombres lo vieran besando a su esposa. Ellos se había convertido en straponmates.
Le pedí que me dejará ver el consolador, pero me dijo que ella se lo había llevado y le había dicho que quería que le fuera fiel completamente y si ella le dejaba el consolador, el la engañaría penetrándose él solo.
Lo anterior me lo contó mientras yo lavaba mi pene con jabón y más erecto me ponía por escuchar toda esa historia. Entendí que si desde los 80’s él no había tenido oportunidad de probar un pene real, estaba ya fastidiado del frío e inerte plástico del consolador. Entendí porque su desesperación a la hora de probar mi pene, disfrutarlo y sentirlo.
Después, salimos de su casa con los últimos rayos del sol, por el atardecer, en el patio había unos perros que me ladraron y él me dijo “no hacen nada, están capados (castrados) como yo”... todas esas frases hacía que mi libido siguiera despierto y activo.
Caminamos por el bosque y me dijo “yo quiero que vengas un sábado, para que te quedes toda la noche conmigo y te vayas hasta el domingo por la tarde, así podemos estar toda la noche y el día juntos”. Le dije que haría lo posible.
Desafortunadamente su mujer regreso la siguiente semana y ya nunca pudimos volver a estar juntos, él fue quien me hizo darme cuenta mi gusto por la ropa interior, él fue el que me entendió todo lo que le pedí y en algunos casos adelantándose a mis peticiones, estando así en la misma sintonía que yo.
Gilberto (que por cierto es su nombre real) para su mujer y para mi es el “esposo complaciente”.
Yo le dije en un tono serio “póngase de pie, deje ver si puedo ayudarle”, él muy obediente se puso frente a mi, le abrí el pantalón y le dije “necesito que me asegure que nadie lo sabrá” y respondió “a mi menos que a nadie me conviene que se sepa” por pláticas anteriores yo sabía que la mujer con quien vivía era una segunda esposa y su hijo mayor, quien tenia mi edad, 29 años era pastor en un templo.
Al abrir su pantalón vi algo que termino de descontrolarme, llevaba puesta una tanga de striper, dos ligeros hilos iba sobre sus piernas y un pequeño triangulo con pequeños brillos tipo diamante cubrían su pene y testículos, tome la parte superior del triangulo y recuerdo que me dijo con una cara sensual “no, esta es de quita-pon” y se llevo su mano bajo los testículos y levanto el pequeño pedazo de tela y pude ver su pene dormido, flácido completamente en reposo, pero los ojos de Gilberto dejaban claro que se encontraba en celo y listo para intimar.
Cuando vio mi rostro seguramente desconcertado por lo que descubría, se dio la vuelta y me dejo ver sus bien formados glúteos, él caminaba largas distancias todos los días y hacía trabajo como leñador, de hecho la casa donde estábamos era a mitad del bosque, pues cuidaba la casa de campo de su hermano.
Entre sus deliciosas nalgas se encontraba el hilo que en alguna ocasión estuvo unido al triangulo frontal de la prenda íntima. Es decir, llevaba esa prenda solo como un “taparrabos”. Le pregunte cómo la había conseguido, me respondió que su esposa se la había regalado esa y otra. Le dije que teníamos que bañarnos para evaluarlo. Estando en la regadera, comencé a conocer su interior con un dedo y después con dos, yo lo veía tan excitado y moviéndose con gran placer restregando su cuerpo en la pared del baño y algo que me volvía loco era escucharlo gemir de placer pero sin tener erección, yo tenia muy claro que sus placer era proporcionando únicamente por mi habilidad con los dedos, antes de que pasara un minuto me dijo “ya voy a venirme”, yo pensé que era mentira, pues era muy rápido para que eyaculara, pero de pronto vi que de su pene escurría semen, y el con ojos llorosos me dijo “es que yo casi no duro, ni con mi esposa y cuando me mete el consolador, aunque yo termine ella sigue aunque yo termine, hasta que se cansa y me ve ya muy molido” Esa última frase me siguió alentando a continuar, ya que sabía que su mujer había logrado hacer que ese culito fuera resistente a largas jornadas de sexo anal.
Al verlo apenado lo abrace y le dije “me has hecho enfadar, vamos a la cama para que me la mames” en la cama, me puse un condón de sabor y lo puse a hacerme sexo oral de pronto sentí los dientes en mi glande por lo que le dije “me haces daño, acércame tus huevos para castigarte” el me dijo con el pene en la boca “no por favor”, pero me puso los huevos muy cerca de mi mano, por lo que le di unas cachetaditas, y el se retorcía de placer y yo mantenía más firma mi erección al verlo gozar, pero con el pene completamente dormido.
El ya había eyaculado, así que estaba muy preocupado por sentir placer en su ano y complacerme a mi. Complaciente en todo lo que le pedí al final para terminar nos abrazamos de cucharita y con mi mano izquierda me empece a masturbar, mientras cubría sus testículos y pene con mi mano derecha y le dije “dime, señor no abuse de mí, suélteme por favor”.
El como todo experto complaciente comenzó a decir en tono suplicante
“Señor, por favor suélteme, no me quiero ser suyo”
Yo termine y mi semen que sobre su espalda y parte del pecho y me dijo “aventaste mucho” y le respondí en tono enérgico mientras tenia las piernas abiertas y el pene aun erecto al centro de mi cuerpo “trae algo para limpiarme”.
Se levantó y dijo, espéreme por favor, fue por papel higiénico y me lo dio y le dije “limpia mi pene” y empezó a limpiarlo con mucho cuidado y cautela.
Termino y me fui a bañar, mientras le preguntaba cosas que me daban curiosidad y me dijo entre otras cosas que su primer experiencia homosexual fue en los 80’s con otro señor cuando trabajan en un ingenio azucarero en una ciudad costera de México. Me dijo también que con su mujer al poco tiempo de casado dejo de tener erecciones y que por eso tenían un consolador, con el que él la penetraba, hasta que un día ella decidió penetrarlo a él, además le había regalado dos tangas de striper, después cuando salían, ella le pedía que en lugar de usar ropa interior de hombre usará lencería de ella, que fuera al baño de las plazas comerciales e hiciera que otros hombres lo vieran, mientras ella lo esperaba afuera, al salir, él debía asegurarse que los otros hombres lo vieran besando a su esposa. Ellos se había convertido en straponmates.
Le pedí que me dejará ver el consolador, pero me dijo que ella se lo había llevado y le había dicho que quería que le fuera fiel completamente y si ella le dejaba el consolador, el la engañaría penetrándose él solo.
Lo anterior me lo contó mientras yo lavaba mi pene con jabón y más erecto me ponía por escuchar toda esa historia. Entendí que si desde los 80’s él no había tenido oportunidad de probar un pene real, estaba ya fastidiado del frío e inerte plástico del consolador. Entendí porque su desesperación a la hora de probar mi pene, disfrutarlo y sentirlo.
Después, salimos de su casa con los últimos rayos del sol, por el atardecer, en el patio había unos perros que me ladraron y él me dijo “no hacen nada, están capados (castrados) como yo”... todas esas frases hacía que mi libido siguiera despierto y activo.
Caminamos por el bosque y me dijo “yo quiero que vengas un sábado, para que te quedes toda la noche conmigo y te vayas hasta el domingo por la tarde, así podemos estar toda la noche y el día juntos”. Le dije que haría lo posible.
Desafortunadamente su mujer regreso la siguiente semana y ya nunca pudimos volver a estar juntos, él fue quien me hizo darme cuenta mi gusto por la ropa interior, él fue el que me entendió todo lo que le pedí y en algunos casos adelantándose a mis peticiones, estando así en la misma sintonía que yo.
Gilberto (que por cierto es su nombre real) para su mujer y para mi es el “esposo complaciente”.
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