Trio de Reyes I
por
Sissytrapboy
género
trans
Antes de nada, aclarar que esto que cuento es 100% real. Llevo acostándome con hombres desde antes de empezar con las hormonas, y siempre he sido pasiva y sumisa en el sexo. No puedo evitarlo, me excita demasiado ser usada, atada, sentirme un juguete en manos de un macho. Ahora, tras pasar por el paso del tratamiento hormonal y haber sido la perrita de un Ama increíble, me siento completa. Una pequeña zorrita siempre dispuesta a satisfacer a mujeres y hombres dominantes. Esto que voy a contar sucedió el pasado día de Reyes.
Me llamo Lucia, tengo 35 años, soy delgada, alta (unos 180 cm.), de piel muy blanca y ojos verdes. Soy rubia, aunque últimamente me he teñido las puntas de rojo, me gusta como quedan, y llevo el pelo suelto en una media melena. Tengo un cuerpo muy femenino, ya era así antes de las hormonas y después se ha acentuado. Pechitos incipientes y pezones muy sensibles. Todo mi cuerpo está perfectamente depilado y así lo mantengo. Mi pollita es pequeñita y no suele erectarse, descansando sobre dos redondos y tersos huevecitos. Pero sin duda mi mejor cualidad física es mi culo, respingón, suave y bien formado. Ningún hombre o mujer se ha sabido resistir a él.
Tras las Navidades, había quedado con dos hombres que conocí en el club que frecuento, nos vimos un par de veces y me demostraron que eran buena gente. No había habido sexo de por medio aun, pero yo ya me había insinuado y algún cumplido subido de tono había recibido. Recibí su mensaje, una invitación a pasar el día “siendo su perrita” según ellos, y no pude resistirme a caer en la tentación.
Eran pareja, Hans, un alemán de presencia imponente y Javier, un cubano delgado y fibroso. El cubano tenía una actitud de macho latino que contrastaba con la sobriedad del alemán, pero una vez los conocías, quedaba claro quién mandaba de los dos, Hans era un autentico macho alfa, dominante en los gestos y la voz de una manera muy sutil que me ponía cachonda como una perra. Fue él quien me convenció, no había nacido quien se resistiera a su acento firme y su conversación de sutiles tonos autoritarios.
Así que esa mañana me puse un vestidito rojo, muy invernal y prepare una mochila con mi lencería más erótica y mis juguetitos más picantes. Estaba dispuesta a probar esas dos pollas pasara lo que pasara, metí una tira de condones, mi mejor tapón anal y el par de sandalias con tacón de aguja más de puta que encontré. Conduce hasta su casa, nerviosa, caliente… Hans me excitaba más de lo que estaba dispuesta a asumir, no tanto Javier, pero si ese era el precio por tenerle dentro de mí, pues estaba dispuesta.
Llegue a su casa, un chalet muy mono, de paredes verdes y patio de piedra, aparque, salí del coche y me arregle el vestido. Cogí la mochila y llame al timbre, Un ronco ladrido, proveniente del patio, me respondió. Al poco rato, Hans me abrió, a su lado un precioso sanbernardo se adelanto para olisquearme. Sonreí, entre y me agache para acariciar el pelaje del simpático a****l, Hans me piropeo mientras yo mimaba a aquel magnifico perro, como si fuera una niña pequeña. Solo con oírle mi libido se disparo. Iba vestido con un pantalón de sport y una camisa, muy formal, pero en ese momento me pareció lo más sexy que nunca hubiera visto.
Entramos, la casa era grande, moderna sin ser lujosa. Daba la impresión de que no les iba nada mal en la vida. Llegamos al salón y vi a Javier, estaba viendo una película, recostado en el sofá con solo un pantalón de chándal puesto. Estaba muy en forma, eso se lo reconozco, pectorales bien formados y la típica “tableta”. Se levanto y me beso en la boca sin avisar, me deje hacer, era apasionado. Me gusto.
Hans volvió a tomar la voz cantante, me dijo que estaríamos mas cómodos en el sótano, al parecer tenían montada una pequeña mazmorra. Yo asentí, pero le pedí que me dejara ducharme antes. Hans me llevo al baño y me indico como llegar al sótano, dijo que ellos esperarían ahí. Entre en el baño, era precioso, imitación de mármol, me duche y me dispuse a cambiarme para mis amantes.
Me puse la lencería de la mochila, mi mejor conjunto, azul celeste con medias de rejilla y guantes largos a juego, me calce mis tacones de aguja y me lubrique bien el culito. Despacio, disfrutándolo, me introduje el tapón anal. Luego me puse mi collar de perrita de cuero rojo en el cuello y me acomode la pollita en el tanga. Iba a salir del baño cuando decidí colgarme la tira de condones del cuello como una boa… Lo había hecho antes y sabía que podía gustar a mis machos, me retoque el maquillaje y seguí el camino que me había indicado Hans hasta el sótano. Andar así vestida por una casa extraña fue excitante.
Nada podía haberme preparado para lo que encontré. Una gran sala, bien iluminada, con diversas estanterías de juguetes sexuales en las paredes. En el centro, una elegante cama redonda con sabanas rojas. Y a un lado, un par de mesitas acolchadas, como las que se usan para los masajes. De pie delante mío estaban mis dos hombres, desnudos salvo por un slip de cuero negro que dejaba intuir dos enormes y firmes herramientas. Solté un gemido de lujuria.
Javier se adelanto. -Joder, que muñequita.- Y planto una mano firme en mi cintura. Me sonreía como un lobo, pero yo solo tenía ojos para Hans. Le rodeaba un aura de autoridad, él era el verdadero premio.
-¿Y esto?- Pregunto Javier cogiendo los condones. -¿No vas a dejar que te follemos ese culito de puta a pelo?-
Salí de mi trance, negué con la cabeza, deje bien claro que el condón era obligatorio. A Javier no le gusto, comenzó a protestar y a soltar zalamerías para intentar ablandarme. Reconozco que me acojone, el mulatito iba a fastidiarme la oportunidad de tener a Hans dentro de mí.
Pero no fue así, Hans le puso una mano en el hombro, y firmemente le aparto mientras rodeaba mi cintura y acariciaba mi culo. -Déjalo, Javi. Si mi premio dice que hay que usar condón, así lo haremos.- Me estremecí, era su premio. Ese cabron me hacia derretirme solo con una mirada. Me deje hacer mientras Javier se disculpaba. Hans acaricio mi collar de perrita. –Me gusta.- Susurro.
Hans me llevo hasta una mesita, me inclino sobre ella. Ni un gesto fuera de lugar, despacio. Sobo mi culo. -Vaya viciosa que eres.- Había encontrado el tapón, me bajo el tanga y jugó con él. Sus manos firmes me trataban como si fuera una pieza delicada.
Javier se puso enfrente mío. Se había quitado el slip y se masturbaba una polla enorme, gorda, que crecía por momentos. Me quito la tira de condones y la dejo a un lado. Se puso uno. Yo estaba en la gloria, Hans era un maestro del sexo. Me había quitado el tanga y acariciaba mis huevos y mi pollita mientras me follaba el culito con el tapón anal.
-Hora de comer, putita.- Dijo Javier. Y agarrando mi pelo, introdujo lentamente su polla en mi boca. Comencé a chupar, golosa. –Uhhh, que buena boca.- Tras unos momentos, Javier inicio una follada de boca en toda regla.
Me agarre a su cintura al notar que Hans sacaba definitivamente el tapón de mi culo, agarraba mis caderas y dulcemente me penetraba. Era gruesa, firme, caliente y dura. Me sumergí en la sensación de ser usada por esos dos hombretones y me deje llevar.
Hans sabía lo que se hacía. Me follaba lento para luego comenzar con un ritmo salvaje, sus embestidas me enloquecían. Sus manos fuertes agarraban mis caderas, soltándolas solo para darme un que otro azote. La polla de Javier me ahogaba. La sala se lleno de gemidos y note como un fuerte orgasmo me recorría, y como mi pollita goteaba unas patéticas gotas sobre la mesita. Javier saco su polla gigante de mi garganta y Hans me llevo a cuestas hasta una esquina, con su pollón aun metido en mi culito.
-Esta zorrita se acaba de correr.- Rio Javier, masturbándose.
Me llamo Lucia, tengo 35 años, soy delgada, alta (unos 180 cm.), de piel muy blanca y ojos verdes. Soy rubia, aunque últimamente me he teñido las puntas de rojo, me gusta como quedan, y llevo el pelo suelto en una media melena. Tengo un cuerpo muy femenino, ya era así antes de las hormonas y después se ha acentuado. Pechitos incipientes y pezones muy sensibles. Todo mi cuerpo está perfectamente depilado y así lo mantengo. Mi pollita es pequeñita y no suele erectarse, descansando sobre dos redondos y tersos huevecitos. Pero sin duda mi mejor cualidad física es mi culo, respingón, suave y bien formado. Ningún hombre o mujer se ha sabido resistir a él.
Tras las Navidades, había quedado con dos hombres que conocí en el club que frecuento, nos vimos un par de veces y me demostraron que eran buena gente. No había habido sexo de por medio aun, pero yo ya me había insinuado y algún cumplido subido de tono había recibido. Recibí su mensaje, una invitación a pasar el día “siendo su perrita” según ellos, y no pude resistirme a caer en la tentación.
Eran pareja, Hans, un alemán de presencia imponente y Javier, un cubano delgado y fibroso. El cubano tenía una actitud de macho latino que contrastaba con la sobriedad del alemán, pero una vez los conocías, quedaba claro quién mandaba de los dos, Hans era un autentico macho alfa, dominante en los gestos y la voz de una manera muy sutil que me ponía cachonda como una perra. Fue él quien me convenció, no había nacido quien se resistiera a su acento firme y su conversación de sutiles tonos autoritarios.
Así que esa mañana me puse un vestidito rojo, muy invernal y prepare una mochila con mi lencería más erótica y mis juguetitos más picantes. Estaba dispuesta a probar esas dos pollas pasara lo que pasara, metí una tira de condones, mi mejor tapón anal y el par de sandalias con tacón de aguja más de puta que encontré. Conduce hasta su casa, nerviosa, caliente… Hans me excitaba más de lo que estaba dispuesta a asumir, no tanto Javier, pero si ese era el precio por tenerle dentro de mí, pues estaba dispuesta.
Llegue a su casa, un chalet muy mono, de paredes verdes y patio de piedra, aparque, salí del coche y me arregle el vestido. Cogí la mochila y llame al timbre, Un ronco ladrido, proveniente del patio, me respondió. Al poco rato, Hans me abrió, a su lado un precioso sanbernardo se adelanto para olisquearme. Sonreí, entre y me agache para acariciar el pelaje del simpático a****l, Hans me piropeo mientras yo mimaba a aquel magnifico perro, como si fuera una niña pequeña. Solo con oírle mi libido se disparo. Iba vestido con un pantalón de sport y una camisa, muy formal, pero en ese momento me pareció lo más sexy que nunca hubiera visto.
Entramos, la casa era grande, moderna sin ser lujosa. Daba la impresión de que no les iba nada mal en la vida. Llegamos al salón y vi a Javier, estaba viendo una película, recostado en el sofá con solo un pantalón de chándal puesto. Estaba muy en forma, eso se lo reconozco, pectorales bien formados y la típica “tableta”. Se levanto y me beso en la boca sin avisar, me deje hacer, era apasionado. Me gusto.
Hans volvió a tomar la voz cantante, me dijo que estaríamos mas cómodos en el sótano, al parecer tenían montada una pequeña mazmorra. Yo asentí, pero le pedí que me dejara ducharme antes. Hans me llevo al baño y me indico como llegar al sótano, dijo que ellos esperarían ahí. Entre en el baño, era precioso, imitación de mármol, me duche y me dispuse a cambiarme para mis amantes.
Me puse la lencería de la mochila, mi mejor conjunto, azul celeste con medias de rejilla y guantes largos a juego, me calce mis tacones de aguja y me lubrique bien el culito. Despacio, disfrutándolo, me introduje el tapón anal. Luego me puse mi collar de perrita de cuero rojo en el cuello y me acomode la pollita en el tanga. Iba a salir del baño cuando decidí colgarme la tira de condones del cuello como una boa… Lo había hecho antes y sabía que podía gustar a mis machos, me retoque el maquillaje y seguí el camino que me había indicado Hans hasta el sótano. Andar así vestida por una casa extraña fue excitante.
Nada podía haberme preparado para lo que encontré. Una gran sala, bien iluminada, con diversas estanterías de juguetes sexuales en las paredes. En el centro, una elegante cama redonda con sabanas rojas. Y a un lado, un par de mesitas acolchadas, como las que se usan para los masajes. De pie delante mío estaban mis dos hombres, desnudos salvo por un slip de cuero negro que dejaba intuir dos enormes y firmes herramientas. Solté un gemido de lujuria.
Javier se adelanto. -Joder, que muñequita.- Y planto una mano firme en mi cintura. Me sonreía como un lobo, pero yo solo tenía ojos para Hans. Le rodeaba un aura de autoridad, él era el verdadero premio.
-¿Y esto?- Pregunto Javier cogiendo los condones. -¿No vas a dejar que te follemos ese culito de puta a pelo?-
Salí de mi trance, negué con la cabeza, deje bien claro que el condón era obligatorio. A Javier no le gusto, comenzó a protestar y a soltar zalamerías para intentar ablandarme. Reconozco que me acojone, el mulatito iba a fastidiarme la oportunidad de tener a Hans dentro de mí.
Pero no fue así, Hans le puso una mano en el hombro, y firmemente le aparto mientras rodeaba mi cintura y acariciaba mi culo. -Déjalo, Javi. Si mi premio dice que hay que usar condón, así lo haremos.- Me estremecí, era su premio. Ese cabron me hacia derretirme solo con una mirada. Me deje hacer mientras Javier se disculpaba. Hans acaricio mi collar de perrita. –Me gusta.- Susurro.
Hans me llevo hasta una mesita, me inclino sobre ella. Ni un gesto fuera de lugar, despacio. Sobo mi culo. -Vaya viciosa que eres.- Había encontrado el tapón, me bajo el tanga y jugó con él. Sus manos firmes me trataban como si fuera una pieza delicada.
Javier se puso enfrente mío. Se había quitado el slip y se masturbaba una polla enorme, gorda, que crecía por momentos. Me quito la tira de condones y la dejo a un lado. Se puso uno. Yo estaba en la gloria, Hans era un maestro del sexo. Me había quitado el tanga y acariciaba mis huevos y mi pollita mientras me follaba el culito con el tapón anal.
-Hora de comer, putita.- Dijo Javier. Y agarrando mi pelo, introdujo lentamente su polla en mi boca. Comencé a chupar, golosa. –Uhhh, que buena boca.- Tras unos momentos, Javier inicio una follada de boca en toda regla.
Me agarre a su cintura al notar que Hans sacaba definitivamente el tapón de mi culo, agarraba mis caderas y dulcemente me penetraba. Era gruesa, firme, caliente y dura. Me sumergí en la sensación de ser usada por esos dos hombretones y me deje llevar.
Hans sabía lo que se hacía. Me follaba lento para luego comenzar con un ritmo salvaje, sus embestidas me enloquecían. Sus manos fuertes agarraban mis caderas, soltándolas solo para darme un que otro azote. La polla de Javier me ahogaba. La sala se lleno de gemidos y note como un fuerte orgasmo me recorría, y como mi pollita goteaba unas patéticas gotas sobre la mesita. Javier saco su polla gigante de mi garganta y Hans me llevo a cuestas hasta una esquina, con su pollón aun metido en mi culito.
-Esta zorrita se acaba de correr.- Rio Javier, masturbándose.
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