Encuentro casual con Miriam

por
género
bisexual

La primera vez que vi a Miriam fue en el bendito FB, un lugar en la red donde todos quieren estar, pero algunos después se arrepienten, porque realmente es un lugar bastante peligroso, especialmente para los hombres casados….

Miriam era una morocha realmente voluptuosa, muy sensual, con actitud avasalladora, siempre provocante. Sus fotos la mostraban siempre en poses sensuales y provocativas, con calzas bien ajustadas, faldas cortas o micro biquinis.
Acusaba en esa época estar rozando casi los cincuenta años, pero estaban muy bien llevados, un cuerpazo magnífico para esa edad, curvas bien torneadas y naturales, nada agregado artificialmente. La piel siempre ultra bronceada, con varios tatuajes en los hombros, cola y una cicatriz de cesárea en el pubis que me hacía los ratones pensando cómo sería la rajita que estaba por debajo…

Vivía en un barrio vecino a nosotros, casada con un buen hombre aparentemente, los pibes ya crecidos e independientes. Pasaba gran parte de su tiempo en una ciudad interior de la provincia, donde se reunía con parientes y amigos de su juventud.
Traté siempre de darle charla en privado para que me confesara sus fantasías más salvajes, pero pronto llegué a la conclusión de que no quería compartir su vida privada. Tampoco le daba pie a muchos hombres que por supuesto le insinuaban de todo en su muro del FB. Estaba siempre rebotando propuestas indecentes y pataleando contra los “zarpados” que la acosaban; sin admitir nunca que era ella quien los provocaba con su tan salvaje y descontrolada sensualidad.

Para esa época yo llevaba un par de años de matrimonio con Anita; pero sabía que ella cada tanto se encamaba con otros tipos. Era casi una ninfómana y necesitaba mucha más verga de la que yo podía darle.

Una tarde temprano encontré por casualidad a Miriam en unos de los grandes hipermercados de la zona, eligiendo yerba en una de las góndolas junto a su marido, que se apoyaba en el carrito mientras miraba alrededor con aire aburrido. Ella estaba increíble, como en sus fotos. Usaba una campera de cuero corta a la cintura, una camiseta oscura bien ceñida al cuerpo, que dejaba apreciar sus prominentes tetas bien firmes y redondas. Unas calzas estampadas de leopardo dejaban ver las redondeces de su culo bien firme y unas botas cortas de cuero completaban ese atuendo de “aquí estoy, vengan a cogerme, si se atreven”.

Me acerqué por detrás de ella, aprovechando que su marido estaba un poco más alejado y mirando otros productos en la góndola. Deslicé mi mano entre sus piernas algo separadas, rozando su hermoso culo y acariciando su raja con dos de mis dedos. Ella se enderezó y reprimió un grito de sorpresa, pero ni siquiera giró para enfrentarme. Simplemente apretó sus muslos, atrapando mis dedos entre su entrepierna. Sentí el calor que emanaba esa concha hermosa que debía tener esa mujer. Comencé a deslizar mis dedos adelante y atrás, para que entendiera que no había sido un toque accidental. Ella respondió moviendo sus caderas al mismo ritmo, mirando siempre de reojo hacia donde estaba su esposo.

De repente el hombre giró su cabeza para preguntarle algo desde lejos; entonces rápidamente saqué mis dedos de su entrepierna y la miré directamente a los ojos. Ella me devolvió la mirada sin decir palabra; yo le guiñé un ojo y me alejé sin decir nada más…

Diez minutos más tarde la encontré sola en medio de la sección de ropas, eligiendo algunas tangas muy llamativas. Otra vez me acerqué por detrás y entonces pude comprobar que lo que me había vuelto loco un rato antes era su olor corporal. Olía a hembra, nada de perfume, puramente olor a hembra. Caí en la cuenta que su vestimenta era deportiva y supuse que había venido directamente desde un gimnasio, transpirada, sin bañarse, con ese olor fuerte que ahora invadía mis fosas nasales y me provocaba una erección.

Ella notó mi presencia por detrás y una leve sonrisa se dibujó en su sensual rostro. Le susurré al oído, mientras le acariciaba la cola: “Vamos al probador, nena, ahí nadie nos va a interrumpir” Balbuceó algo pero se dejó llevar cuando la tomé por una de sus manos y la arrastré conmigo. La metí de un empujón en los probadores y corrí la breve cortina.

La apreté contra la pared con todo el peso de mi cuerpo, haciendo que se apoyara con las dos manos. Entonces le aferré los cabellos por la coleta y le hice echar la cabeza hacia atrás, para comerle los labios en un beso interminable.
Mi otra mano acarició su vientre y se metió por dentro de esas calzas tan atrevidas, alcanzando su pubis, que naturalmente tenía bien depilado, como me lo imaginaba.
Miriam gemía y suspiraba muy suavemente.
“Nunca hice esto, nunca engañé a mi esposo” alcanzó a decirme, mientras respondía a mis besos y volvía a entrelazar su lengua con la mía.

Rocé su clítoris con mis dedos y no pudo reprimir un gemido de placer. Le abrí despacio los labios mayores y encontré que el interior de su concha ya estaba completamente humedecido. Continuó gimiendo mientras le metía mis dos dedos. En apenas segundos todo su cuerpo comenzó a temblar y trató de reprimir un agudo aullido que anunciaba que había alcanzado un orgasmo bastante intenso.
La acaricié un poco más y luego me llevé los dedos a mi boca, para saborear su esencia. Miriam giró y volvió a comerme la boca.
“Nunca pensé que podía gozar tanto con otro hombre” Me confesó.

Volví a empujarla contra la pared y esta vez le bajé las calzas de leopardo hasta las rodillas. Le arranqué la breve tanga de algodón con un manotazo y me la guardé como recuerdo en el bolsillo. Le sostuve las manos por encima de su cabeza y retrocedí un paso para admirar ese culo que siempre había visto hasta ahora en fotos.
“Por favor, dame verga, no me hagas esperar…” Susurró Miriam…

Le apoyé la punta de mi pija entre sus labios vaginales, que ahora estaban bien abiertos y lubricados. Ella gimió de placer al sentir el contacto y entonces muy suavemente fui empujando hacia adelante, metiendo mi verga en un solo movimiento hasta llenar por completo su concha.
Miriam volvió a gemir y comenzó a sollozar, mientras me pedía más y más. Comencé a bombearla con frenesí, aferrando sus firmes caderas y sintiendo mi verga entrar y salir de su estrecha vagina.
Ella comenzó a gemir con mayor volumen, hasta que un repentino temblor me dio a entender que había tenido su segundo orgasmo. Aceleré mis embestidas y unos segundos después sentí que me vaciaba en el fondo de su concha.
Estuve unos instantes más dentro de su cuerpo, mientras mis estertores me decían que estaba dejándole hasta la última gota de semen en su delicada concha.

Cuando me retiré de ella, Miriam se inclinó para acomodarse las calzas otra vez. Me dijo que su esposo la mantenía muy bien cogida siempre, pero mi verga le había encantado y tendríamos que repetir la experiencia…

Al salir del probador le pedí su número de teléfono, diciéndole que la próxima vez sería en una cama bien cómoda; seguramente la pondría en cuatro y le rompería ese hermoso culo…

Miriam asintió en silencio y se fue a buscar a su marido.
Yo me quedé allí detenido en el tiempo, olfateando su aroma en esa tanga que le había arrancado como recuerdo…
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2016-03-21
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