Lorena

por
género
lésbico

El servir copas no es exactamente lo que había imaginado para mí, pero era un trabajo que me venía al pelo. Gracias a mis amigos y colegas, yo estaba bastante familiarizada con el alcohol. No es que yo fuera una chica de muchas fiestas, en sentido estricto, pero sí había experimentado, gracias a los botellones, con diversos tipos de bebidas en todas variantes. Después de haber cumplido los 21 años, un amigo me había recomendado al dueño de este bar de copas de la calle Huertas, que buscaba una camarera. Estaba bien comunicado con mi apartamento del nuevo Vallecas en el que vivía con Lucas, mi mejor amigo del instituto, y con su novia de ese momento. Llevaba trabajando en el bar ya más de un mes y estaba contenta con el trabajo, a pesar del horario nocturno. Me llevaba bien con los compañeros: Andrés, un joven muy simpático y agradable, y Abigail, una joven madre de dos niños, que debía rondar los cuarenta, eran mis compañeros habituales; aunque Abi era como nuestra madre, siempre atenta y preocupada por nosotros, más jóvenes. En realidad, ambos se preocupaban por mí y me ayudaban a atender la barra o las mesas cuando me veían agobiada. De vez en cuando venía a echar una mano Lorena, una estudiante universitaria, de 28 años de edad, muy bonita e inteligente. Aunque no era por una cuestión de atracción sexual, la admiraba. Tenía unos pechos deliciosos, generosos, ojos verdes, cabello castaño, piel blanca, y un tatuaje completo en el antebrazo izquierdo. Representaba a una mujer de pelo rojo emergiendo de unas llamas. Lorena también era muy dulce y cariñosa conmigo, debía verme como a su hermana menor. Me mimaba. Ambas teníamos personalidades similares y compartíamos gustos musicales. Además de Lucas y Andrés, ella era la amiga más cercana. En el bar me señalaba a los clientes que solían ser más generosos con las propinas y cada vez que iba a fumar un cigarrillo afuera, me acompañaba. En esos momentos, aprovechábamos para charlar un poco de todo: del trabajo, de mis relaciones anteriores, incluso, de vez en cuando, de política… Éramos de ideas distintas en este último tema y discrepábamos bastante, pero nunca permitimos que nuestras diferencias se interpusieran en el camino de nuestra amistad. Además, me controlaba para que no bebiera ninguna copa mientras trabajaba. Sabía de mi problema con el alcohol y cuidaba que no cayera de nuevo en él. Andrés me tiraba los tejos, dando a entender qué le gustaba, pero yo sentía que me estaba tomando el pelo, pues no acababa de entrarme. Así que, dada la cantidad de tiempo que pasaba con Lorena, esperando que el cortado de Andrés se decidiera, hicimos una amistad muy íntima. Lo cierto es que me ella le daba un aire especial a mi jornada laboral cuando la veía aparecer los viernes y los sábados, alegrándome el trabajo con su buen humor y sus risas.
Todo cambió una noche de invierno cuando la batería de mi coche hizo plof, se murió, y el coche no arrancaba. Yo sabía que la vida de la batería no es eterna, que estaba a punto de cascar, pero no quería cambiarla antes de lo previsto. Andrés y Abi ya se habían marchado y no tenía a quién recurrir, a quién pedir auxilio. Estaba a punto de llamar a Lucas para que viniera a buscarme, cuando avisté a Lorena que estaba fumándose un cigarrillo al lado de su coche.
- Lorena -grité. Y fui hacia ella.
Ella me miró y se dio cuenta enseguida de mi percance
- ¿Te pasa algo, Nadia? - preguntó.
- La batería de mi coche ha cascado ... no arranca; pensé que me podía durar al menos un par de semanas más, pero… estiró la pata- reí, no queriendo dramatizar el tema.
- ¡Oh, vaya putada, cariño! – exclamó- No te preocupes, si quieres, yo te puedo acercar a tu casa.
- Si no te es mucha m*****ia, lo prefiero. Iba a llamar a un amigo, pero tardaría un rato en llegar…
- No hay problema, Nadia, sólo dame un par de minutos que acabe el cigarrillo y nos vamos. ¿Has cogido todo lo que necesitas de tu coche?
- Si…creo -dije- Si no vendré mañana a por ello- mirando hacia atrás a mi coche, pensando qué me podría dejar en él que pudiera necesitar.
Una vez que acabó el pitillo, entramos en su coche y enfiló rumbo a la calle Atocha. A lo largo de este primer recorrido, me llamó la atención su silencio. No solía comportarse así conmigo. Como si estuviera m*****a o ensimismada en sus pensamientos.
- ¿Te pasa algo? – pregunté - Estás muy callada. ¿A lo mejor te trastorno con llevarme…?
- ¿Eh? - dijo, volviendo a la realidad- Oh, no ... No, para nada…
- ¿Entonces…? Estás muy callada- pedí una aclaración.
- Bueno, estaba pensando a quién podría llamar esta noche... Alguien que me hiciera compañía, que quiera pasar esta noche conmigo en mi casa - aclaró, con cierta tristeza en su voz.
- ¿Quieres decirme qué te pasa? -pregunté- ¿No estás bien?
Se mordió los labios antes de contestar.
- Sólo necesito alguien que me acompañe, con quien poder hablar y desahogarme, aunque sea por un rato…
- Bueno ... supongo que podría quedarme si lo necesitas… pero tengo que avisar a Lucas para que no se preocupe por mí - dije cogiendo el teléfono para escribirle un whatsapp.
- Gracias, Nadia, tú eres una de las pocas personas que conozco y que eres franca conmigo. – susurró, poniendo una mano en mi pierna y sonriéndome abiertamente. Su rostro cambió con mi oferta.
- Para eso estamos las amigas, cariño- dije al tiempo que le devolvía la sonrisa.
No cambió mucho el rumbo, pues vivía por la zona de Carabanchel. Paso la glorieta de Atocha rumbo a la Ronda de Valencia, luego el paseo de las Acacias… su conducción se hizo ligera y ágil. Ahora, Lorena recuperó su total forma de ser habitual; charlamos sobre tonterías, de famosas y famosillas, de esas celebridades de los programas basura de televisión. Había poco tráfico y llegamos en veinte minutos. Su casa era un pequeño piso gris, construido en los años sesenta, al final de la calle General Ricardos. Me hizo pasar dentro. Olía a la fruta recién cortada y hacía calor, una temperatura muy agradable, comparada con el frío de la calle. Tenía varias fotografías colgadas en cuadros, de su familia, de las vacaciones, de sus amigos. Me ayudó a quitarme la chaqueta y la colgó en el armario de la entrada, junto a la puerta.
- ¿Quieres algo de beber? – me ofreció.
- Uhm, no gracias – contesté – Sabes que no bebo.
- Tienes razón, perdona. Estaba pensando que sería adecuado ofrecerte una copa, como buena anfitriona. ¿No te apetece nunca tomar una después de haber pasado varias horas sirviéndolas a los clientes?
- La verdad es que sí, supongo que una copa estaría bien. En honor a la verdad, hace ya tiempo que no tomo una copa tranquila.
- Bueno, vamos a ponernos algo más cómodo. Y te voy a preparar un buen combinado para que nos ayude a relajarnos. Tengo un par de pantalones de chándal que serán más cómodos que los vaqueros que llevas.
- Vale, si no tienes otra cosa. Yo suelo dormir habitualmente con unos pantalones cortitos, tipo bóxer. No me gusta dormir en bragas, pero con el frío que hace, unos pantalones de chándal estarán bien- acerté a decir
- Eres mi invitada, cariño. Me aseguro siempre de que mis invitados están bien atendidos.
Nos sonreímos la una a la otra por un momento y ella se alejó para ir a cambiarse. Revisé mi teléfono y vi que mi amigo Lucas había leído mi texto. Me contestó previniéndome de Lorena. Previniéndome de qué, le contesté. No es trigo limpio, dijo, ha visto la oportunidad y te quiere llevar al huerto. ¿Al huerto?, le volví a decir extrañada. Sí, ándate con ojo, es lesbiana, concluyó.
No me lo podía creer. Llevaba trabajando con ella más de dos meses y no había percibido ni un solo gesto que pudiera demostrarme tal afirmación. ¿Sería cierto eso? Estaba dispuesta a preguntarle a Lorena cuando volviera si era cierto que era lesbiana y si quería seducirme. Le podía preguntar si era eso por lo que no quería estar sola, si era eso lo que tanto la preocupaba, si era sexo lo que buscaba conmigo. Luego pensé que si la interrogaba de esta forma podría descubrir su juego y herir sus sentimientos. Tal vez podría dar un patinazo, equivocarme con sus intenciones y perder su amistad. Tampoco tenía muy claro lo que me había comentado mi amigo… Yo nunca había estado con otra mujer, nunca me lo había planteado. Por otro lado, era cierto que tampoco lo hubiera descartado. Me consideraba una chica liberal, de mente abierta, sin ningún tipo de prejuicios; y dispuesta a experimentar… ¡Qué lío!
¡No! ¡No! Tenía que mantenerme tranquila y dejar que ella actuase. O no.
Lorena volvió y colocó el pantalón de chándal sobre la mesa, frente a mí. Me di cuenta de que lo que sólo llevaba unas minúsculas bragas y un camisón transparente, de seda, abierto por arriba. Yo estaba inquieta ante la visión de sus pechos ligeramente expuestos... Eran turgentes, incluso sin nada que los sujetase permanecían firmes. Los había visto antes, por supuesto, pero no tan cerca ... No como ahora, sólo expuestos ante mi vista, y la suya.
- ¡Oh!... se disculpó- lo siento, estoy acostumbrada a no atarme el lazo de arriba cuando me lo pongo – Al tiempo que trataba de echarse la lazada
- Te he visto desnuda antes, amor. No me asusto ¿Para qué ocultar algo tan bonito? - dije, riendo con cierto aire de inocente, y asombrándome, acto seguido, por mi propia respuesta, ante el desparpajo de mi piropo.
- Gracias – sonrió- ¿No te importa entonces?
- Estás en tu casa, puedes ponerte todo lo cómoda que quieras…
Sin borrar la sonrisa de sus labios, dejó de hacerse la lazada, quitó los brazos de su pecho y se volvió a ir en dirección a la cocina. Mientras preparaba los combinados, me quité los vaqueros y di una patada a mis bragas. Me deslicé en los pantalones de chándal suaves y oí que me preguntaba si prefería cerveza de jengibre, zumo o coca-cola.
- Cerveza de jengibre- grité.
Vale, la oí decir, y siguió perdida en la cocina mezclando los brebajes. Me senté de nuevo, sintiéndome más cómoda y suelta en esos pantalones que me permitían extender y abrir mis piernas sin problema. Ella volvió con las bebidas, entregándome una y sentándose a mi lado. Tomé un sorbo y me sorprendió probar de nuevo el alcohol. Hacía meses que no lo probaba.
- ¿Te gusta el combinado?
- Está muy rico. ¿Qué tiene exactamente? -pregunté, impresionada por su sabor.
- Es un secreto, pero te hará tocar el cielo con las manos: vodka de manzana, una pizca de ron Capitán Morgan, unas gotas de tequila, lima y cerveza de jengibre, que se utiliza como un filtro mágico, cosas de brujas -rio abiertamente
- Me encanta -dije, tomando otro sorbo- Y ahora cuéntame, Lorena, ¿qué te preocupa?
Ella frunció los labios y tomó un trago de su copa. Luego otro y otro, antes de colocarla hacia abajo, vacía, mirándome todo el tiempo. Parecía no saber qué decir al principio, pero me tomó la mano y sin perder la sonrisa, comenzó a balbucear
- Hay una cosa que te quiero decir ... No es nada malo, de verdad. Nada que haya de preocuparte, al menos… En realidad, yo… Sólo quería estar a solas contigo…
Intenté procesar lo que acababa de decir. Técnicamente ella no me había mentido. ¿La suposición de mi amigo era correcta?
- ¿Estar conmigo? – me hice la tonta
- Eres una chica muy bonita, Nadia -dijo, acariciando mi mejilla - ¿Alguna vez has pensado en estar con otra mujer?
- ¡Oh ...! -exclamé- claro, de compras, en el cine, de fiesta… - le vacilé un poco.
- Tonta – exclamó- no me refiero a eso…
- Te refieres a si he tenido alguna vez sexo con otra chica, ¿no?
- Sí- musitó
- Uuumm ... en realidad no… -hice que titubeaba- Me has dejado sin habla… No esperaba esto de ti…
- Lo sé. Llevo muchos días pensando cómo abordarte… Y hoy se me ha presentado la oportunidad… sin buscarla.
- No sabía que tú…-volví a hacerme la sueca.
- Espera, vamos a poner otra copa y charlamos cómodamente. Quiero que te sientas relajada. No voy a imponerte ni a forzarte a nada - dijo poniendo una mano sobre la mía- Eres mi amiga y quiero que seas honesta conmigo. No tengas vergüenza de decirme lo que piensas y lo que sientes, todo será como tú quieras
- Está bien – sonreí mirándola a esos preciosos ojos verdes- Está bien…
Volvió a salir rumbo a la cocina. Dejándome sola con mis pensamientos. Tener sexo con ella, así de golpe, sin haberlo pensado se me hacía cuesta arriba. Es verdad que Lorena era una mujer preciosa, que despertaba el deseo de los hombres y, seguro que, de muchas mujeres, pero yo…
También podía probar, tampoco tenía que ser malo. Si no era capaz de hacerlo, siempre podría echar el freno y dejarlo. Ella era mi amiga y me hacía reír; y me podría hacer gozar. ¿Me lanzaba y me dejaba llevar o la decía que no?
¡Uf, qué dilema!
Regresó con dos nuevos combinados.
- ¿Nerviosa? – preguntó
- No, ¿por qué voy a estarlo?
- ¿Asustada, tal vez?
- No, tampoco
- ¿Excitada como yo, entonces?
- Quizás – de nuevo me sorprendí con mi respuesta
- Tómate la copa tranquila y charlamos para romper el hielo.
Tomé un par de tragos y el alcohol empezó a envolverme en una nube, a meterme en un extraño éxtasis. La oí decir si quería que me contara su primera experiencia con otra mujer. Le dije que sí. Se acercó a mí y me rodeo con sus brazos. Su abrazo era confortable. Sentía el calor de su cuerpo y de sus pechos contra los míos.
- ¿Estás bien?
- Sí, muy a gustito. Eres muy cálida y tierna, como Platero, toda de algodón
- Si, mullidita, como una almohada de plumas – rio – Solo quiero que te relajes, te sientas bien y escuches mi relato -continuó, mientras comenzaba a acariciarme el pelo
Comenzó su narración. Su primera experiencia había sido durante el segundo año de carrera en la universidad, con una de las compañeras con las que compartía piso. Ésta había tenido un desengaño amoroso con un chico y llegó destrozada al piso, llorando y despotricando contra todos los hombres. Lorena trató de consolarla, abrazándola y acariciándola. Al cabo de un rato la chica se tranquilizó y le dio un beso en la mejilla, luego otro en la comisura de los labios, y uno más en los labios. El calor del abrazo y de las caricias, la había excitado y quería besarla, comérsela a besos. Lorena no supo decir que no y sin darse cuenta sus labios acabaron unidos en un fogoso y apasionado beso. De ahí, a un combate de lenguas y, como posesas, a acariciarse las tetas por encima de la ropa. Luego, con ansia a desnudarse la una a la otra y a comerse los pezones, a buscar con las manos los rincones más recónditos, hasta acabar saboreando con sus bocas y lenguas sus húmedos e hinchados sexos. Lorena no es**timó en detalles a la hora de describir esta escena; la recordaba con mucho cariño y aún, me dijo, se excitaba pensando en ella. Durante toda la narración no había dejado de acariciarme la cabeza, las mejillas, los hombros, los brazos; también, de vez en cuando, le había dado algún beso en el pelo y en la mano que tenía apoyada sobre su cadera.
- ¿Disfrutaste? -pregunté
- Mucho, no tienes ni idea cómo. Fue una experiencia increíble. Luego, nos hicimos amantes oficiales. Mandamos a los chicos a la porra y disfrutábamos todos los días como locas. El deseo y la pasión se instaló en nuestras vidas. Fue un año apoteósico, de lujuria y de orgasmos a todas horas.
- ¿Los orgasmos son mejores que con los chicos?
- La verdad es que no te lo puedo decir. Nunca me he acostado con un chico. Era virgen y desde entonces solo he tenido amantes femeninas. Para mí es fabuloso. Así que para qué cambiar.
- Y si lo haces conmigo, ¿me vas a hacer disfrutar igual, para que me olvide de los chicos? – pregunté como un gatito arrobado.
- Si estás dispuesta…- añadió mientras cambiaba de posición y ponía una mano sobre mi muslo izquierdo.
Dudé por unos instantes. El miedo y la duda. La curiosidad y la aventura. El mundo está hecho para los valientes, me dije al fin. Y la contesté
- Sí, estoy dispuesta- gemí, un tanto excitada por el relato.
Ella se inclinó hacia mí, mirándome de frente, a los ojos. En su mirada se podía ver el deseo y la pasión; en la mía quizás, el miedo y la incertidumbre. Se acercó y beso suavemente mis labios. Un pequeño beso. Sus labios eran cálidos, muy cálidos; y suaves, muy suaves. Luego me dio otro y otro más, hasta que por fin nuestros labios se quedaron fundidos los unos en los otros. Mi boca se abrió y sentí la serpiente de su lengua jugando primero con mis labios, luego con mis dientes, luego luchando con mi lengua. Era como si quisiera beberme entera, con una sed inusitada. Al cabo de unos segundos, mi respuesta no se hizo esperar. Inicié una lucha feroz por comerme sus labios, por besarla y saborear su saliva, por beberme su aliento. Podía sentir sus pechos casi desnudos aplastando los míos. El corazón me latía con fuerza, mi respiración se agitó, me faltaba el aire. Nos separamos para poder respirar.
- Guau, qué rico. ¡Qué bien besas! Me has puesto como una moto- me excusé por mi excitación.
- Eres deliciosa, tal como me había imaginado. Te voy a devorar entera, no querrás hacerlo con un chico nunca más. Ya verás…
Miré descaradamente a sus pechos. Estaban por fuera del camisón y sus pezones completamente erguidos, apuntándome a la cara.
- ¿Te gustan mis tetas?
- Sí, ¿puedo tocarlas? -dije mientras alargaba mis manos en su busca.
Me paró las manos, me cogió suavemente de los hombros y me acostó en el sofá con las piernas caídas por fuera y mis pies apoyados en la alfombra del suelo. Entonces se puso de rodillas, entre mis piernas, con su pubis cerca del mío, y se inclinó hacia mí. Notaba sus pechos acariciando suavemente los míos por encima de la camiseta que llevaba. Podía sentir su aliento llegando a mis labios mientras trepaba en su busca y todo su cuerpo apoyado reptando por encima del mío. Mi corazón latía con velocidad, sus pulsaciones se habían disparado, mis nervios estaban a flor de piel y mi cerebro no daba crédito a lo que estaba viviendo. ¿De verdad quiero esto?, me pregunté de nuevo. ¿Quiero tener relaciones sexuales con Lorena? Antes de que pudiera responderme, los labios de Lorena volvieron a hacer estragos en mi voluntad despejando todas las dudas. Nuestras bocas se encontraron de nuevo. Lorena me besó profunda y apasionadamente. Moví una mano con la idea de empujarla, pero fue directa a su pecho, en busca de su pezón.
- Sí…. Tócalas… Me gusta… -la oí gemir, agradecida y excitada por la caricia.
Motivada por tan febril respuesta, adelante la otra mano y me hice con su otro pezón. Los agarré como a los mandos del equipo de música y los retorcí a un lado y a otro arrancando auténticos gritos de placer de los labios de Lorena que, aún más excitada, trataba de comerme a besos la boca, con hambre atrasada.
- ¡Oh, Nadia, cómo te deseo! Desde que te conocí he querido estar así contigo.
Sus manos fueron ahora a buscar mis pechos por debajo de mi camiseta. La subió a la altura de mis hombros y bajo mi sujetador para dejarlos al descubierto. Mis pezones también estaban erectos, no podía disimular mi excitación. Mi cuerpo me delataba, aunque me cerebro hubiera querido decir que no. Que no era el caso. Ahora sí, estaba dispuesta a llegar hasta el final, a saborear el disfrute del sexo lésbico sin ningún tapujo, abiertamente. Sentí que mi cara ardía. Ya no estaba nerviosa, sino muy excitada. Así, tumbada y expuesta, sabía que quería esto. Quería que Lorena me hiciera el amor. La atraje de nuevo contra mí y la volví a besar, sus manos me acariciaban los pezones haciendo círculos y retorciéndolos como yo hacía con los suyos. Casi al unísono comenzamos a restregarlos los unos contra los otros. Podía sentir la dureza de los suyos empujando a los míos que lejos de amilanarse se elevaban más y más en la búsqueda de caricias y roces. Mis tetas, aunque pequeñas, llevo una talla ochenta, responden rápidamente ante estos estímulos. Se coronan añadiendo una especie de cono desde la areola, un suplemento cuya guinda son mis pequeños pezones, no más grandes que un garbanzo, pero duros como ellos.
Dejó de besarme en la boca y comenzó a mordisquearme el cuello y las axilas. Yo me desembaracé de la camiseta y del sujetador que no hacían sino estorbarme. Desnuda de cintura para arriba, me sentí libre. Volví a sentir los labios de Lorena deslizándose por mis pechos en busca del fruto que los coronaba. Cuando sentí que sus labios atrapaban uno de ellos, lo mordía con suavidad y lo absorbía con vehemencia, sentí una conexión directa con mi sexo, noté que la humedad en ese valle le iban haciendo cada vez más fértil. Notaba bajar los flujos por mis labios vaginales saliendo al exterior de mi coño. Adivinando esta respuesta, una de las manos de Lorena bajó en busca de mi entrepierna, por dentro del pantalón. No tardó mucho en descubrir la humedad de mi sexo y la entrada del mismo. Sin dudar, alojó un dedo dentro. Estaba empapada de verdad y me ruboricé al saber que ella se estaba dando cuenta.
- Estas ya muy mojada -exclamó
- Sí. Si me comen los pezones no me controlo y me excito rápidamente – me excusé
- Quiero probar a qué sabes – dijo mientras sacaba su dedo de mi interior y se lo llevaba a la boca - Es delicioso – añadió – quiero beberme todo.
Dejó de jugar con mis pezones y comenzó un recorrido descendente pasando su lengua por todo mi cuerpo. Beso mi ombligo, bajo a mi vientre y lamió todo mi cuerpo desnudo por encima del elástico del pantalón. Luego, tomo el elástico con ambas manos y empezó a quitármelos. Yo arqueé un poco las caderas para facilitarle la maniobra, pero cuando tuvo al fin mi sexo ante la vista - no había braga que lo tapara-, se paró, dejándolos a media pierna. No pudo evitar la tentación de admirar mis labios vaginales completamente hinchados y mi pequeño clítoris sobresaliendo por encima de ellos y buscando ser acariciado con urgencia.
- ¡Qué preciosa vista! – exclamó, como quién ve un paisaje- podría estar toda la noche contemplándola…
- Espero que no -dije – urgiéndola a que lo besara o lo lamiera o hiciera con él lo que le viniera en gana.
Acabó de quitarme los pantalones y los arrojó lejos. Me abrió bien las piernas y me dejó expuesta como un cuadro de Dalí. Mi sexo hinchado se abría para ella, se mostraba en todo su esplendor.
Volvió entonces a meter con suma lentitud y suavidad un dedo en mi sexo, Lo volvió a sacar y de nuevo lo puso dentro; esta vez venía acompañado de otro dedo. Ambos entraban sin dificultad. Estar tan mojada facilitaba esta tarea. Con extrema, casi exasperante lentitud, comenzó un vaivén, adentro-afuera, una especie de rítmico columpio de ida y vuelta que me mortificaba. Necesitaba más rapidez, más fuerza, más violencia en sus embestidas. Acercó sus labios a mi clítoris, lo envolvió con ellos y sentí su lengua rozándolo y lamiéndolo, despacio, muy despacio. No aguantaba este ritmo, gritaba desesperada, pidiendo por favor que fuera más rápida…
Lo hizo. Un, dos, tres, cuatro, cinco… embestidas vertiginosas, me iba a correr de un momento a otro. Así, así…, le pedí, sigue, sigue… Y cuando creí que seguiría con ese ritmo, paró y volvió al pausado ritmo anterior. Uuuunooo… doooossss…, treeesss…. cuaaatrooo… ciiincooo… seeeiiisss…; uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis; uuunooo…, dooossss…, treeesss…, cuaaatrooo…, ciiincoooo…, seeeiiisss…, sieeeteee…; uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete… El juego era sencillo: iba aumentando el número de entradas y salidas de sus dedos en mi interior, pasando de un ritmo lento a un ritmo vertiginoso; y cada vez hacía una repetición más. Con sus embestidas rápidas creía poder llegar al clímax, pero al ralentizarse volvía a relajarme un poco, perdía la tensión sexual que tenía y ello impedía que llegara al orgasmo. Era un suplicio maravilloso, un auténtico tormento, digno de las más refinadas amas. No sé a qué digito llegaría aguantando mi explosión; cada vez que aceleraba creía que sería la definitiva, que esta sería la última. Contaba entusiasmada las entradas y salidas lentas: siiieeeteee…, ooochooo…, nueeeveee…, diiieeez…, ooonceee… esperando que llegaran las rápidas, y doooceee…Ahora: una, dos, tres, cuatros, cinco…. once y doce. No lo había conseguido pero la tensión iba siendo tal que pequeñas descargas se iban sucediendo sin control en mis piernas y en mi pubis. Mis pezones amenazaban con saltar y tocar el techo; los agarré y retorcí con fuerza y exploté… Los dedos de Lorena estaban entrando y saliendo de mi con calma, sin prisa, pero exploté en un orgasmo que ella sintió por la cantidad de fluido que empezó a rezumar mi sexo y por las convulsiones arrítmicas de mis caderas, y el baile frenético de mis piernas, totalmente descontroladas. Fue un orgasmo lento, sin prisa, como la lava de un volcán hawaiano, que fluye sin grandes explosiones. Ella notó esta reacción de mi cuerpo y entonces, sí. Aceleró todo lo que pudo las embestidas de sus dedos, absorbió con fuerza mi clítoris y disfruté del orgasmo más largo e intenso, de no querer volver a la tierra, instalada en ese limbo de placer en el que me encontraba. Temblaba sin control, agarrando su cabeza contra mi abertura, mis espasmos iban y venían, se sucedían una y otra vez. Nunca había sentido placer tan intenso. El aire me faltaba, mis pulsaciones estaban por encima de lo imaginable y mi cuerpo a punto de rendirse ante tanto gozo y felicidad. Creo que, llegado este momento, perdí el conocimiento por unos instantes.
No sé cuánto tiempo estuve así, temblando, con convulsiones propias de un ataque epiléptico, solo sé que, al despertar, vi la cara de Lorena asustada, tratando de reanimarme, pensando que me había dado un infarto. Solté una carcajada nerviosa al verla así.
- Joder qué susto me has dado, chiquilla. Nunca había visto a nadie desmayarse mientras se corría. Ha debido ser brutal… ¡Qué pedorra!
No tenía fuerzas ni para contestarla, así que la sonreí y la atraje hacia mí para darle un beso de agradecimiento.
- Uuum…ha sido genial. Increíble…-susurré a su oído- Todavía estoy temblando… Siento corrientes eléctricas por todo mi cuerpo.
Un hormigueo constante seguía recorriendo mi anatomía, desde mis pezones hasta mi sexo, desde mi sexo hasta la punta de los dedos de los pies…Disfruté de estas sensaciones durante varios minutos más. No quería que se acabaran. ¡Dios, que maravilloso orgasmo! ¡Qué maravillosos múltiples orgasmos! Porque, no me cabía la menor duda, había tenido múltiples orgasmos, enlazados los unos con los otros, hasta no poder soportar más tanto gozo. Ahora me sentía incapaz de corresponder a Lorena como se merecía por haberme hecho gozar de esta forma, por haberme hecho tan feliz.
- No puedo ni con mi alma, Lorena, necesito descansar…
- Está bien, no te preocupes. Yo también me he corrido al mientras me comía tu clítoris y notaba tus orgasmos. No ha sido de forma tan bestial como tú, pero por ahora, me basta. Cuando descanses, ya vemos qué ocurre, cariño. Ven conmigo….
Me llevo a su habitación y me acostó en su cama. Ella se acostó a mi lado, me abrazo desde la espalda, notaba sus tetas contra ella, cálidas y esponjosas. Sus pezones se fueron ablandando, los míos también. El calor nos envolvió y caímos en un profundo sueño.
Sir Lawrence23
escrito el
2016-09-27
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