Sé que te va a gustar ...
por
Juan Alberto
género
incesto
Mi marido, Luciano, estaba en su trabajo; mi hija, Sylvana, estaba en la universidad. Mi hijo mayor, Gino, también estaba en su trabajo. En casa estaba solo yo y mi hijo menor, Mauro, el cual no estaba estudiando ni trabajando. Había terminado la enseñanza secundaria y se estaba dedicando a descansar, dicho por el mismo, pues necesitaba prepararse para la universidad, cosa que no iba a suceder este año.
Estar sola en casa con Mauro podía haber sido una experiencia agradable, pero él no se dejaba ver, estaba todo el día encerrado en su dormitorio como un eremita. Solo se levantaba al ocaso para alimentarse de comida chatarra y luego pasar toda la noche jugando videos juegos con sus amigos.
Sé que es un joven adolescente y todos se comportan más o menos de manera similar, pero me estaba preocupando y necesitaba verlo. Quería pasar algún tiempo con él. Quería charlar con él sobre sus cosas, su futuro. Quería que las cosas fueran como cuando su hermano mayor tenía su edad. Gino era tan diferente a Mauro, se preocupaba por mí y me tenía compañía. Siempre me confidenciaba sus cosas y me pedía consejos. Me hacía sentir bien, me hacía sentir como una mamá que debe ayudar y proteger a su hijo. Habíamos sido inseparables ese tiempo que él estuvo en la universidad. Me acompañaba al supermercado, al gimnasio, al cine, incluso salíamos a trotar juntos alrededor del barrio. Me hizo sentir joven otra vez; no es que yo sea una vieja decrepita, tengo cuarenta y tres años muy bien llevados. Gracias a mis ejercicios me mantengo con mis piernas casi sin celulitis, mi vientre se mantiene bastante liso y firme, mis senos nunca han sido exageradamente grandes y se mantienen erguidos y firmes; cuando me miro al espejo desnuda, me gusta el reflejo de mi cuerpo.
Mi vida en general había sido tranquila, la mayor parte del tiempo lo trascurría encargándome de la casa, de la crianza de los niños. Pero ahora todos habían crecido. Gino había salido de casa y se había hecho independiente; Sylvana estaba en el último año de universidad y tenía su propio circulo social. Él único que restaba en casa era Mauro, al cual no veía mucho, pasaba encerrado en su dormitorio y lo veía salir de allí por las tardes a ducharse y a comer algo.
Era un buen día para dedicarme a lavar ropa. Encontré todas las prendas en la cesta de la ropa sucia, pero no había ni una sola de Mauro. Lavé todo y los fui a extender al patio para que se secara. No vi a Mauro por ningún lado, aun cuando lo llame tres veces para que bajara con su ropa de lavar. Un poco ofuscada decidí subir a su habitación y recoger su ropa. Quizás podría verlo por un par de minutos. Charlar un poco con él y tal vez planificar algo juntos. Debía intentar de entablar con él una relación más cercana como madre e hijo. Extrañaba a Gino y quería que Mauro se comportara como su hermano mayor, necesitaba tenerlo cerca de mí, es mi retoño, el más pequeño.
Llamé a su puerta, pero no hubo ninguna respuesta. Giré el pomo de la puerta y la abrí un poco vacilante. Entré, la habitación estaba a oscura y una tenue luz se filtraba a través de las cortinas que estaban corridas. Noté que él cubría su cuerpo rápidamente con las sábanas. ¿Habrá estado mirando su Pc? Pero no, la pantalla estaba apagada. Entonces, ¿qué habrá estado haciendo? Lo miré y vi que trataba de limpiar su abdomen y eso me resultó familiar. Ya a Gino lo había sorprendido en situaciones similares; claro que nunca se lo hice notar, siempre fingí de no ver ni notar nada, son cosas que todo adolescente hace y no quería meterlo en dificultad.
—¿Mauro? … ¿Estás despierto? …
—¡Uhm! … Sí, mami … Un poco …
—Bueno … ¿No me escuchaste que te llamé para que bajaras tu ropa sucia? …
—¡Ehm! … Sí, mamá … Lo siento …
—Entonces supongo que no tienes ropa sucia o que quieres lavarla tu mismo, ¿eh? …
—Bueno … No tengo casi nada … No es mucha la ropa que uso …
Me acerqué a su cama, estaba acostado boca arriba con una pierna levantada. Él movió la sábana y distinguí claramente sus hombros, parte de su musculoso pecho y sus fuertes bíceps. No sé cómo mi hijo que vive de papas fritas y bebidas cola puede mantener ese físico estupendo. Si parece un dios griego con su cuerpo bronceado y musculoso. Traté de no mirarlo en forma tan elocuente y le dije.
—Eso lo sé … Sales de tu habitación solo unos minutos al día, pasas todo el resto del tiempo encerrado aquí … Lo más bien podrías estar desnudo todo el día … De ese modo no necesitarías lavar ninguna prenda de vestir …
—Es verdad, mamá … Pero sería extraño si tu entraras y me sorprendieras desnudo, ¿no? …
—Siempre tengo el cuidado de llamar a tu puerta antes de entrar …
—Sí, es verdad … Pero siempre existe la posibilidad, ¿no? …
Lo vi moverse en la cama y la sabana se deslizó por su torso desnudo; tenía marcados pectorales y su vientre liso se encontraba dibujado por sus fuertes abdominales, no vi ningún vello en su pecho, solo sus oscuras tetillas eran evidentes. La delgada tela se deslizó hasta sus caderas, me mordí mi labio inferior constatando lo hermoso y guapo que era Mauro, al igual que su hermano Gino y agradecí a mi apuesto marido por haberme fecundada y dar a luz estos magnificos muchachos. Me quedé en silencio observando y disfrutando el cuerpo de mi hijo, lo encontré muy sensual, quizás algo inusual que una madre considere que su hijo es sexualmente atrayente. Pero finalmente es solo un cuerpo masculino y nada más. Lo escuché decir.
—Bueno … Tú siempre has dicho que no hay nada de malo en un cuerpo desnudo … ¿O preferirías encontrarme mirando pornografía en ves de jugar mis videos juegos? …
—¿Y todavía juegas esos juegos? …
Le dije cruzando mis brazos bajo mis pechos. Me anduve arrepintiendo cuando noté que mis pechos se alzaron hacia arriba mostrándose exuberantes. Mi marido siempre me dice que cuando adopto esa pose, mis tetas se ven mucho más grandes.
—Sí … Así es … La pornografía no es tema para mí …
Noté que sus ojos iban y venían desde mi rostro a mis senos. Llevaba una remera blanca de tela delgada y sin sostén y mis oscuros pezones estaban dibujados en mis estrecha camiseta. Mauro me estaba encuadrando, pero no era nada nuevo eso. Lo había estado haciendo casi desde el inicio del verano, esa vez que me vestí con mi bikini rojo para la fiesta en la piscina. Él y todos sus amigos me llenaron de adulaciones por como me veía en mi pequeño traje de baño. Por supuesto que para mí había sido muy placentero escuchar de esos chicos tantos comentarios elogiosos. Desde entonces comencé a vestirme con prendas reveladoras que me hacían sentir bien y rejuvenecida.
—Bueno … Siempre hay buena pornografía que los chicos de tu edad miran, ¿no? … Como esos videos de mujeres maduras … Esas MILFS, o algo así …
Mauro se movió inquieto en su cama y yo me emocioné pues le había dado un golpe inesperado para él. Yo estaba al tanto de lo que él veía en la internet, nunca borraba el historial y yo había revisado su computador en más de una oportunidad, además, tengo una licenciatura en informática lo que me ayuda a revisar los Pc que hay en casa en forma discreta para no meter en dificultad a mis hijos.
—¿Mujeres viejas? … ¿Todas mayores de cuarenta? … ¿Con tetas y culos caídos? … No, no, eso no me gusta …
—Pero yo no soy así …
Dije en un arrebato y me sobresalté, se me apretó la garganta y me arrepentí de haber dicho eso. No me esperaba esa respuesta ni tampoco ese tipo de lenguaje soez. Pensé que Mauro se iba a comportar como un chico tímido y pusilánime. Sin embargo, estaba negando de que le gustaran cierto tipo de mujeres maduras. De cierto yo sabía que me estaba mintiendo y que le gustaban las MILFS. El mejor precedente es que su primera novia tenía casi treinta años y él solo diecisiete; claro que eso no había durado mucho más que un par de meses, pues había una diferencia de trece años. Así que su negación de que le gustaban las mujeres mucho mayores no era para nada creíble.
Además, me sentí tocada por su burdo comentario. Yo tengo más de cuarenta y no encuentro de que mi aspecto físico sea el que él ha descrito. Mis glúteos están firmes, mis senos quizás han resentido un poco los tres embarazos y el haber amamantado a tres bebés, pero no se encuentran para nada caídos. Me ejercito a diario para tenerlos lo más erguidos posibles; tampoco soy una tetona como esas que aparecen en sus videos. Él continuaba a mirar mis pechos resilientes y firmes bajo mi remera ajustada. Luego su mirada comenzó a recorrerme hacia abajo, mi vientre y mis largas piernas. Mis ajustados leggins blancos como mi camiseta marcaban muy bien los labios abultados de mi conchita. Me sentía cómoda vestida así y no esperaba que nadie me mirara, ¡Ni menos en casa! ¡Ni menos mi hijo!
Pero Mauro estaba haciendo precisamente eso en modo atrevido y procaz, con una extraña expresión en su rostro. Ciertamente eso no me amilanó y su comportamiento tampoco me sorprendió. Empero, me emocionó ser contemplada de ese modo por mi hijo menor. Era una mirada de macho, muy masculina y seguro de sí mismo. Me miraba como famélico y sediento de mi cuerpo. Me sentí excitada y el cosquilleo en la punta dura de mis senos, me hizo saber que mi cuerpo respondía a su lujuriosa e impúdica mirada. Me sentí terriblemente cachonda y, a la vez impúdica y obscena. Por algunos instantes me odié por estar causando estos sentimientos en mi hijo.
—Es verdad, mamá … No lo eres, tampoco pareces tener cuarenta años … Pareces una conejita de Playboy con menos de treinta años …
Él sonrió en forma capciosa y sus ojos me atravesaron. Sentí un escalofrío en mi espalda y una corriente eléctrica comenzando por mis entrepiernas y extendiéndose por todo mis cuerpo, para terminar en mis puntudas tetas que cosquilleaban sin cesar.
—Gracias … Es encantador oírte decir eso …
Sentí que mis mejillas se ruborizaron y me pude percatar que los ojos de él brillaban.
—Bueno, mamá … Es lo que yo estoy viendo …
Me sentí nerviosa, Ahora él me estaba expresando elogios claramente sexuales; como si lo hiciera con cualquier otra mujer, excepto que yo soy su madre. Pensé que sería adecuado si le hiciera también algún halago.
—Tu tampoco estás tan mal … Eres apuesto … No muy flaco y te ves fantástico con ese cuerpo esculpido y atlético … Soy una mamá afortunada …
Le dije recorriendo su cuerpo parcialmente desnudo con mi intensa mirada. Entonces noté ese extraño movimiento de su sabana. Algo se estaba abultando y creciendo bajo esa delgada tela que cubría su regazo. Esa cosa en medio a sus muslos se hacía notar con vida propia, claramente, Mauro estaba teniendo una furiosa erección. Tragué saliva viendo como mi hijo se excitaba en mi presencia escudriñándome con sus ojos claros y brillantes. Su pene. Su pene estaba poniéndose duro bajo la sábana y al parecer esa cosa estaba formando una enorme tienda de circo, era grande de verdad. Bueno, debe ser una cosa de genética, también su padre tiene una cosa increíblemente grande. Pero ¿será igual o más grande? Ahora no solo estaba cachonda sino muy curiosa.
Siempre me han atraído las pollas fabulosamente grandes, por eso me casé con Luciano, mi marido, la de él pareció de haberme desvirgada una segunda vez. Me fascinaba chupársela poco a poco y ver como esa cosa se transformaba de una cosita delicada y un poco flácida a una cosa maciza y recia gruesa y larga como mi antebrazo. ¡Guau! Mi boca se mojó de solo pensarlo, ahora debía descubrir que tamaño tenía esa cosa que hacía mover a la sábana, tal vez mi hijo superaría a su padre.
Ahora debía también ser cautelosa, sabía lo sucio de mis ideas, pero por una polla enorme haría cualquier cosa. Además, Mauro se había percatado de mi insistente mirada hacia el abultamiento de la sábana y no hacía nada por disimularlo. Me sentí un poco culpable y cambié mi mirada hacia su rostro. Me sentí aliviada ante la sonrisa cálida y amistosa que me regaló mi hijo.
—Gracias, mami … Es muy bueno de tu parte decirlo … Viendo a papá, supongo que te atraen más los tipos delgados en lugar de esos grandes y musculosos, ¿verdad? …
Me dijo Mauro girándose un poco sobre la cama, me pareció que de propósito estaba buscando una posición donde se pudiera notar mejor su enorme erección. No pude dejar de notar sus movimientos y volví a quedar prendada por ese majestuoso bulto que dibujaba la forma nítida de una inmensa polla.
—Bueno, sí … No es que me disgusten los musculosos … Pero indudablemente prefiero los flacos …
Le dije sin poder apartar la vista de su entrepierna; me puse nerviosa al ver que él no despegaba sus ojos de mi generoso escote y amplias caderas. Inconscientemente cambié de posición para ofrecerle una mejor vista de mi apariencia. Avancé hacia adelante y me incliné a recoger un par de boxers que estaban en el suelo. Me encantó cuando él me siguió con su mirada, fijándose en el movimiento de mis tetas, me quedé más del tiempo necesario en esa posición para proporcionarle la vista de mis pechos que él al parecer estaba disfrutando. Mis tetas no son muy grandes, pero así inclinada inflaban mi remera y parecían haber crecido.
—¡Santo cielo, Mauro! … Por qué dejas tu ropa por el suelo, deberías llevarla al cesto de la ropa sucia …
Apenas toqué la prenda de vestir de mi hijo, noté en las yemas de mis dedos una fresca humedad, entonces me percaté que también había un aroma muy conocido por mí. ¡Jesús! ¡Esto es semen! Al parecer se había corrido mucho pues los boxers estaban mojados de reciente con abundante esperma. Me levanté con la prenda en mi mano y le di una intensa mirada a Mauro, él se inquietó y rehuyó mi mirada un poco avergonzado. Un poco sorprendida toqué la delgada tela de sus calzoncillos solo para embadurnar mis dedos con su pegajoso semen.
—¡Oh! Lo siento, mamá …
Escuché decir a Mauro que se había levantado de un salto de su cama para quitarme sus boxers de mi mano. Mientras se movía velozmente, pude ver bien su enorme pene que se agitaba entre sus piernas, con sus grandes bolas que se movían alborotadas de lado a lado. Me pregunté de inmediato cómo era posible que él se pudiera correrse tanto como para mojar de ese modo su ropa interior. También me pregunte, ¿le quedará mucho más en esas grandes bolas? Me estremecí ante la idea del torrente de semen que pudiera expeler su enorme polla. Su padre aparte de ser fecundo y prolífico, se caracterizaba por correrse en copiosas cantidades de leche. En nuestros primeros tiempos, su padre me follaba al menos cinco veces al día y cada vez rebalsaba mi coño con su denso y cálido semen, por eso tuvimos tres hijos en esos primeros años. Sentirme llenita del semen de mi esposo no me hacía más que querer mucho más de eso, mi apetito sexual se exacerbaba, poniéndome cachonda y ansiosa de que lo volviera a hacer.
—Entonces, jovencito … Esto es … ¿Lo que creo que es? … Están sucios, ¿verdad? …
Pregunté tratando de parecer estupefacta y disgustada.
—Sí, mamá … Están sucios … Sucede que anoche derramé un helado y los usé para limpiar …
Me dijo en un tono de voz titubeante y vacilante, lo que me aseguro de que estaba mintiendo.
—Helado, ¿eh? …
—Sí, mami … Cayó sobre mi computadora y no tenía nada a mano para limpiar, así que lo hice con mis slips …
Evité de reírme en su cara, pero me pareció una excusa valedera. Mientras tanto mis ojos no se despegaban de esa gruesa y larga polla que exhibía sin preocuparse de que yo estaba allí delante de él. Inmediatamente imagine que una polla de esas dimensiones me dejaría adolorida durante días al penetrar mi estrecho coño. Suspiré aliviada al no tener que sufrir eso. Después de todo, él es mi hijo y no tenemos ese tipo de acercamiento. Pero las contracciones de mí coño me hicieron juntar un poco mis piernas pensando a como se estirarían los labios de mi apretada conchita alrededor de la majestuosidad de esa polla.
—¡Ehm! … Bueno … No deberías tener helado cerca de tu computadora … En todo caso lo mejor que hay que hacer cuando hay algún derrame, es chupar y lamer …
Le dije sacando mi lengua y fingiendo de lamer un objeto invisible. Mauro hizo una mueca como una sonrisa y bajó la vista avergonzado. Fue lindo verlo tímido y pudoroso luciendo su cuerpo delgado y desnudo, con su gran polla fuerte y varonil todavía casi duro, pendiendo casi como la trompa de un paquidermo. Me di cuenta de que él se había percatado que yo miraba su polla mientras lamía mis labios; inmediatamente desvié mi mirada hacia otra parte sintiendo que mis mejillas ardían sonrojadas. Me sorprendió que él no hacía ningún gesto de cubrir su hombría frente a mí. Era como si no tuviera vergüenza de estar desnudo. Además, su polla estaba volviéndose dura otra vez, entiesándose como un bate de beisbol. Solo los chicos adolescentes tienen esta capacidad de tener sus penes casi siempre duritos. Traté de que él no notara que mis ojos observaban cada movimiento que hacía su polla.
—Sí, mamá, lo sé … Normalmente también me gusta lamer y chupar las cosas que saben bien …
Le escuché decir mientras lamía el dorso de su mano. ¡Oh, Jesús, Jesús! Mauro está siguiendo mi juego. Mi hijo desnudo estaba coqueteando frente a mí con su polla dura como palo. Me estremecí ante la sola idea de que así fuera. ¿Estaba él pensando de la misma manera en que yo lo estaba haciendo? ¿O es solo la respuesta de un chico adolescente que no entiende el contexto de lo que está sucediendo? ¿Cómo descubrirlo?
Tomé sus calzoncillos y me los llevé a la boca, saqué mi larga lengua y los lamí en la parte más mojada diciendo.
—¿Es este el sabor de tu helado? … A mi no me parece un helado …
Mauro estiró repentinamente su mano para quitarme los slips, pero yo no lo dejé. El delicioso sabor del esperma de mi hijo llenó toda mi boca. Era una sapidez familiar que me encantaba. También el semen de mi esposo se caracteriza por su agradable sabor, probablemente es por la sana alimentación que siempre han tenido. Aún cuando él comía muchas papas fritas y gaseosas, su semen sabía de dulce y salado, sabor que me encantó y le pregunté malvadamente.
—¿Y esto estaba en el congelador? … Está rico … Quiero más de esto …
—¡Err! … No, mamá … Lo compré afuera y traje solo uno …
Dijo casi tartamudeando. Me dio risa su nerviosismo. Entonces volví a llevarme sus slips a la boca y le di varías lamidas saboreando la sustancia como una golosina.
—¡Uhmmmm! … Esto está delicioso … Dime donde lo conseguiste para ir a comprar ahora mismo …
—¡Ehm, no sé! … No recuerdo bien … No lograrías dar con el negocio, mamá …
Su polla todavía estaba muy sólida y dura mientras me miraba como yo lamía sus boxers lentamente. Sí su semen sabía tan bien desde sus slips empapados, ¿cómo sabría recién salido de su polla? Pensé que era algo que debería descubrir, me acerqué a él y puse mi mano sobre sus macizos pectorales.
—Dime, Mauro … ¿De donde sacaste ese sabor tan rico? … Quiero más de eso …
La garganta de él se movió tratando de tragar saliva y yo proseguí.
—¡Vamos, Mauro! … No debes ser egoísta … Un sabor así de bueno debes compartirlo conmigo … Dime donde lo puedo encontrar … Por favor, Mauro … Quiero más de eso …
Cuando mi mano comenzó a dibujar círculos alrededor de sus tetillas, noté como se endurecieron, su cuerpo entero estaba rígido y su polla más aún. Entonces insistí.
—No seas tímido, Mauro … Dime de donde vino ese delicioso sabor …
No sabía cuanto más él iba a mantener sus mentiras. Estaba con los ojos cerrados y le temblaba su barbilla cuando dijo.
—¡Ehm, mami! … No es helado …
Hice como que me sobresalté y exclamé.
—¡Oh! … ¿No lo es? … Entonces dime que es y desde donde puedo sacar más … Estaba exquisito, ¿sabes? …
—¡Err, mamá! … Yo … ¡Ehm! … Yo …
—No me importa lo que sea … Solo dime de dónde puedo sacar más … Necesito más de eso …
Insistí con encarnecida malicia, quería escuchar de su boca las palabras. Acaricié lentamente su pecho lampiño y lo acaricié, insistiendo casi en un susurro.
—Vamos, Mauro … Dímelo … ¿Qué es? …
—Mamá … Lo siento mucho … Pero … Tú … ¡Ehm! … Te comiste mi … Seeemen …
Dijo él alargando la palabra para magnificarla. Mi boca comenzó inmediatamente a salivar y comencé a tragar mi propia saliva. Una cosa era que yo lo sintiera en mis dedos, lo olfateara con mi nariz y lo saboreara con mi lengua, siempre teniendo una sospecha vaga de lo que era. Pero escuchar de sus labios lo que realmente me había llevado a la boca. Me debería haber espantada de horror y vergüenza. En cambio, me sentí furiosamente excitada. Soy una mujer a la que le encanta el sabor del semen y que fuera la corrida de mi hijo era aún más delicioso.
—¡Hmmmmmm! … ¿Tu Semen? … ¿En serio? … ¿Y cómo tanto, hijo? … Tus boxers están empapados … Impregnados de eso … No te debe haber quedado nada dentro, ¿no? …
Sonreí suavemente mientras lo miraba directamente a los ojos.
—Je-je-je, mami … Eso fue hace poco … Me corro de ese modo tres o cuatro veces al día …
—¿Tres o cuatro veces? … ¿Esa misma cantidad? …
Lo mire estupefacta e incrédula. Él me miró en forma altanera y orgulloso de sí mismo.
—Sí, mami … Y puedo correrme mucho más … Me da un poco de vergüenza, mamá …
—¿Y por qué vergüenza? … Eso es un don muy preciado … Un talento especial … Deberías sentirte orgulloso de ti …
Dije deslizando mis manos a sus caderas y su vientre liso. La conversación era un tanto extraña, nunca pensé en hablar con mi hijo en forma honesta y abierta sobre cuanto podía correrse en un día. Estaba totalmente excitada escuchándolo fascinada de saber que él era capaz de generar tanta esperma en solo veinticuatro horas. En mi coño habían fluidos suficiente para humedecer mis bragas y comenzar a dejar una mancha sobre mis leggins. Deje deslizar mi mano casualmente por sus abdominales, metí uno de mis deditos en su ombligo, rocé sus vellos púbicos. Cualquier descenso más allá de eso nos iba a meter en problemas. Lo miré a los ojos con mi mirada febril, mis pupilas estaban dilatadas y no podía enfocar bien. Desesperada trataba de no pensar en ese gran trozo de carne que blandía el aire a centímetros de mi vientre.
—Bueno … no es tan simple … Siempre me preocupa el hecho de que sea mucho … Cómo ahora, mami … Lamento que lo hayas tenido en tus manos y lamento que lo hayas comido pensando que era un helado … Debería haber sido más honesto y decirte lo que realmente era …
Había un dejo de tristeza, aflicción y pesar en las palabras de mi hijo que hizo que mi estomago se apretara. Él pensaba que me había disgustado su comportamiento, en cambio, la verdad es que era todo lo contrario. Nos quedamos silentes por un largo lapso de tiempo. Inmóviles. La única cosa que seguía moviéndose era la enorme pija de Mauro, al ritmo de los pulsos de su corazón.
—¡Err! … Está bien, hijo …
Dije sin pensar mucho, ya me había decidido sobre que hacer con todo este asunto y le dije.
—En realidad eso no me importa … Ya te dije, tiene un sabor increíble, ¿sabías tú eso? …
Mauro se giró a mirarme sorprendido.
—¿Lo dices en serio, mami? …
—Bueno … Quiero decir que me gustó mucho … He probado muchos en mis años y créeme, el tuyo es el mejor … Me entristece no poder volver a tener un poquitico y probarlo de nuevo … En tus boxers no había suficiente …
—¿Mamá? …
—¿Qué? …
Mi hijo parecía confundido y sorprendido. Su cuerpo vacilaba, pero su polla no; esa estaba totalmente dura y gruesa. Entonces añadí.
—Sí … Estoy feliz de haberlo probado … Solo que me pareció muy poco y quisiera probarlo de nuevo …
Me lleve la mano a la boca y chupeteé mis dedos con los restos de semen de sus boxers. Mientras hacía esto se me escapó un profundo gemido. Mauro me encuadró con sus hermosos ojos muy abiertos y vio como me chupaba mis dedos embadurnados con su delicioso semen. Comencé a lamer mis dedos y follar mi boca como si se tratara de un imaginario pene. Dándole una última chupeteada a mis dedos le dije.
—¡Oh, Mauro! … Es tan rico … Y pensar que hay mucho más justo en frente a mí …
Lentamente me arrodillé frente a su polla que quedó a la altura de mi boca. Lo miré ansiosa y sedienta, observé su curva hacia arriba, la hinchada cabezota a forma de hongo, las venas azules que se dibujaban a lo largo de su pija nervuda, las pesadas bolas colmas de esperma que se bamboleaban entre sus piernas. Tragué saliva y humedecí mis labios con mi lengua mientras miraba el hermoso pene de mi hijo.
—Es linda, Mauro … Tienes una polla increíblemente hermosa … Se que eres mi hijo, pero me encanta tu verga … La sola idea de que tus bolas estén llenitas de ese delicioso néctar … Me hace sentir más deseos de tenerla …
Mauro cambió su peso sobre su otra pierna un poco inquieto y su polla se balanceó incitante ante mis ojos, me provocó un gemido incontrolado. Me sentía muy cachonda y dispuesta a todo arrodillada frente a la polla de mi hijo. Mauro no decía nada, pero me miraba expectante. Saqué una banda elástica de mi muñeca y ordené mis cabellos atándolos en una cola de caballo, sin dejar de mirar la gran polla frente a mí.
—Pero eres mi mamá …
Le escuché decir sin ninguna convicción en el tono de su voz. Me excité demasiado, ya casi era mío.
—Sí, Mauro, lo sé … Y estaría muy mal que te chupe la polla, ¿verdad? …
—Por qué eres mi mamá …
—No obstante … Sí tú lo quieres y yo lo quiero, ¿Por qué tendría que estar mal? … ¿Crees que sería tan malo chuparte la polla si eso es lo que quieres y eso es lo que quiero yo? …
—¿Tú lo quieres, mamá? …
Me detuve un instante a evaluar su pregunta. Tenía que estar segura de que él estaba en lo mismo que yo; en caso contrario debería abstenerme de cualquier acción precipitada.
—Lo quiero, cariño … Quiero chuparte la polla … Quiero lamerlo todo … Y quiero tu sabroso semen … Estoy sedienta por tu leche … Ahora todo depende de ti … Si quieres que me vaya, me iré y nunca volveremos a hablar de esto … Intentaré de vivir sin la delicia que hay en tus bolas … O puedo quedarme y chuparte por completo … Te hare la mejor mamada que jamás hayas podido tener … Te daré mucho placer para recibir tu recompensa en mi boca … ¿Qué dices? …
Permanecí de rodillas mientras lo miraba casi en una súplica. Extendí una mano y toqué su muslo, su polla brillaba y parecía bailar ante mis ojos. Entonces sucedió algo que me dejó anonadada. Mauro se volteó y me dio la espalda caminando hacia su cama. Me estaba rechazando y se me apretó el corazón; no podía renunciar tan fácilmente, así que lo presioné.
—Entonces, Mauro … ¿Debería irme o quieres que mami te haga una mamada que nunca olvidarás? …
Me tambaleé sobre mis rodillas mientras miraba sus apretadas nalgas y su culo firme y redondo. Suspiré entristecida, mi hijo me estaba rechazando. Quizás lo presioné demasiado. Me estaba comenzando a sentir incómoda. Había echado a perder todo. Ahora nunca volvería a sentir el fresco sabor de su exquisito semen. Lo vi llegar junto a su cama, se subió y se extendió con su polla bien tiesa apuntando al techo.
—Está bien, mamá … Yo también lo quiero …
—¿Eh? … ¿Qué? …
—Sí, mami … Sí tú lo quieres, yo también lo quiero … Eres tan atractiva y sexy, mamá … Y no sé sí esto esta bien o no, pero no me importa … Ven y házmelo aquí en mi cama, por favor …
Deje escapar una profunda respiración y me volvió el alma al cuerpo, mi hijo me estaba llamando para darme un poco de su exquisitez masculina.
—¡Oh, Mauro! … Eres el mejor hijo que una madre podría tener … No te arrepentirás …
Me acerqué gateando a su cama y me subí al lado de él. Ahora quería hacerlo sentir bien, él me iba a regalar su ambrosía y yo quería premiarlo con algo mío.
—Cariño, ¿crees que sería oportuno si me saco la remera? … Si te corres mucho, tal vez sería bueno si me echas un poco por aquí o por acá …
Le dije apuntando mis tetas. Mauro me sonrió maliciosamente y asintió con su cabeza. Inmediatamente tomé el bordillo de mi camiseta y me la quité de encima. Los ojos de él me miraron codiciosos cuando metí mis manos bajo mis senos y se los mostré a él.
—Oh, mamá … Eres tan linda y sexy …
Me dijo encuadrando mis tetas de lado a lado. Me enderecé para que él mirara el resto de mi cuerpo.
—¿Te gusta el cuerpo de mami? …
—Mami, eres un exquisito bombón …
—Gracias, cariño …
Dije tirando mi remera para los pies de la cama. Me metí entre sus piernas y mi coño se alborozó sintiendo los cálidos y musculosos muslos de él, entonces me afirmé de ellos con mis manos que parecieron recibir una descarga eléctrica que me atravesó por el centro, mí panocha volvió a tiritar anhelante. Me encantaba tocar a mi hijo, me incliné de a poco hasta casi tocar su magnífica polla y aspiré la fragancia de su sexo en forma profunda. Estiré mi mano sobre sus ralos vellos púbicos y aferré decidida la base de su gran pene, lo moví un poco para convencerme de que finalmente estaba en mi mano con mis dedos tratando de rodearlo. Contemporáneamente saqué mí lengua y lamí su aterciopelado prepucio, el cual comencé a estirar hacia atrás para dejar ver la hinchada cabezota rojo purpura, hinchada y brillante. Mauro me miraba absorto como yo jugaba embelesada con su polla.
—Quiero mirarlo más de cerca …
Le dije descubriendo su glande y observando atentamente el diminuto orificio en su ápice, desde donde ya había una incipiente humedad de pre-semen. Mi lengua ávida fue a escarbar esos gorgoritos nacarados de su exquisita hombría.
—¡Hmmmmmm! … ¡Qué rico! … Eres delicioso …
Expresé apretando mi mano derecha alrededor de su pija y estrujándolo con la izquierda para hacer salir más de esa deliciosa esperma por el pequeño agujerito. No era la primera vez que chupaba a uno de mis hijos, pero ese era mi secreto; solo que me encantaba como se sentía su polla en mis manos, entonces me la tragué, la metí en mi boca, pero solo la cabeza, mis labios se cerraron alrededor de su corona balanica y mi lengua barrió toda la grande cabezota que llenaba mi boca, lustrándola y lamiendo microscópicas trazas de semen desde su uretra. Lo succioné poseída, moviendo mis manos para estimularlo a darme lo que yo quería. Entonces lo solté y miré a los ojos a Mauro, el tenía sus ojos cerrados y una expresión de deleite y gozosa agonía en su rostro juvenil; sus manos estaban crispadas aferrando el edredón y respiraba fatigosamente. Volví a posar mis ojos en su pene que se movía de lado a lado como con vida propia.
—¡Dios santísimo! … Me fascina cuando se mueve así … Eres vigoroso y viril, ¿eh? …
—¿Te gusta, mami? …
—Tu polla es perfecta … Es un modelo de polla …
Ahora aferré su miembro con mi mano izquierda y procedí a pajearlo hacia arriba y hacia abajo. Mí mano derecha cogió la arrugada bolsita de sus grandes e hinchados huevos y me sorprendí al sentirlos pesados y llenos de su ambrosía varonil, me pasé la lengua por mis labios ante la posibilidad de que saliera una gran carga de semen de esas bolitas calientes.
—¡Jesús, Jesús! … ¡Qué llenitas que están! …
Entonces me lance en picada a engullirme su polla, tenía que actuar rápido para que él me diera lo que yo fervorosamente buscaba. Podía oler la fragancia masculina de su semen y mi boca casi babeaba esperando tener pronto su carga descendiendo por mi garganta.
Miré a mi guapo hijo y le sonreí afectuosamente. Mientras le guiñaba un ojo, le di un beso sonoro sobre su glande. Él pareció estremecerse, como sí un golpe de corriente hubiera golpeado su cuerpo, luego recorrí con mis labios todo el largo de su pene. Cuando llegué a la base, lamí sus bolas y una a la vez me las metí en la boca, enseguida ahuequé mi mano y las apreté ligeramente.
—¿Estás listo, cariño? … Mami quiere chupártela hasta que acabes …
—¡Oh, sí!, mami … Hazlo por favor …
—Ok … Aquí vamos …
Abrí mi boca y encerré su cabezota entre mis labios lamiendo con mi lengua toda su corona. El sabor era increíble. Con mis dedos baje su arrugado prepucio aterciopelado y lo hice entrar en mi boca hasta tocar mi paladar. Temblé al sentir sus gemidos y temblores. Estaba arrodillada en medio a sus muslos chupando su polla y me sentía feliz. Le chupé la punta, lengüeteando su bulboso y luciente balano. Él volvió a gemir más profundamente empujando su polla en mi boca; me pregunté sí estaba pronto a correrse. No quería que se corriera así de rápido, quería disfrutarlo un poco más. Lo aferré con mi mano izquierda y llevé mi mano derecha a jugar con sus rizados vellos sobre su monte pélvico.
—Relájate, cariño … Esta no es una carrera … Tienes que disfrutarlo … También tienes que durar … Me harías un regalo especial si aguantas un poco y luego me das una poderosa y abundante carga … Esta no será la única vez … Lo haremos muchas veces más, pero quiero que dures …
Sus ojos brillaban mientras me miraba y asentía con su cabeza. Volví a chupar su hinchada cabeza que lanzaba haces de luz violáceos. Metí una mano entre sus muslos y cosquilleé sus bolas, deslizándome en el surco apretado de sus nalgas. Quería acariciar el diminuto agujerito de mi hijo y él pareció inquietarse un poco, pero se movió para dejarme hacérselo. Entonces me tragué su polla hasta el fondo de mi boca y empujé mi dedito en su estrellita engurruñada; exhaló un gemido profundo y apretó mi mano con sus glúteos, inicié a follarlo hacia adentro y hacia afuera dulcemente mientras devoraba su polla ardorosamente.
Subí mi mano y volví a acariciar su escroto arrugado. Lo pellizqué sin hacerle daño, solo para dejar en claro que su pene y todo lo que había a su alrededor me pertenecía. Vi los gorgoritos que afloraban de su glande y pasé mi lengua saboreando su apetitoso pre-semen; lo chupé y lo volví a chupar escarbando su meato con mi lengua. Su macizo, duro y a la vez almibarado pene llenaba completamente mi boca.
Moví mi cabeza hacia arriba y hacia abajo mientras chupaba la tiesa polla de Mauro, me encantaba sentirla deslizarse hasta tocar mi garganta y obstruirla con su cabezota candente hasta casi cortar mi respiración. Mi lengua giraba en torno a su corona y trataba de no perder de vista sus reacciones, sabía que pronto se correría y no quería ser tomada por sorpresa. Mientras succionaba delicadamente, aferré sus bolas y comencé a masajearlas para estimularlas a producir el máximo de leche, quería todo lo que me pudieran dar. Inclinándome un poco hacia adelante, con mis tetas rozando sus musculosos muslos, engullí su pene lo más profundo posible, metiendo en muestra toda mi habilidad en el chupar pijas enormes como la de Mauro, mi hijo.
A todo esto, mi coño se flexionaba, se contraía y se desbordaba con tantos fluidos que la mancha en mis leggins había aumentado profusamente. Mi clítoris turgente y carnoso me enviaba ondas de maravilloso placer que recorrían todo mi cuerpo. Gemía sonoramente manoseando y devorando la polla de Mauro que a momentos parecía crecer y endurecerse más y más. Me di cuenta de que sus muslos se estaban poniendo duros y casi temblaban. Me detuve un momento alarmada y dejé de chuparlo. Rastros de densa saliva conectaban mi barbilla con la punta de su pene.
—No, ¿eh? … Todavía no … Debes tener aguante …
—Pero mamá … Casi no resisto … Me lo chupas tan deliciosamente bien …
Me dijo entre discontinuos gemidos y bufidos, estaba casi sin aliento.
—Lo sé, amor … Solo trata de respirar relajadamente y no pienses en que tu madre en topless te está haciendo la mejor mamada que hayas tenido en tu vida …
Le dije sonriendo con cierta perfidia. Lo escuché respirar profundamente un par de veces, entonces le dije.
—Ves, cariño … Cuando a una mujer le encanta chupar pollas tanto como a mí, necesitas dejarla disfrutar el momento y la experiencia … Es cierto que quiero tu semen, pero también quiero gozar chupando una polla tan linda como la tuya … Tu pija en mi boca es un encanto … Me encanta tu néctar y se que me darás todo lo que tengas … Pero con calma … Aguanta un poco más …
Yo sabía que él estaba a punto de correrse; su respiración afanosa, sus muslos tiesos, sus piececitos que comenzaban a hacer inequívocos movimientos, la crispación de sus manos; todo eso eran señales de que mi hijo iba a disparar su carga de un instante a otro. Si lo chupaba dos segundos más, él llenaría mi boca con su majar exquisito y pegajoso. Entonces me dediqué a besar sus muslos, su vientre y por debajo de sus bolas; me encantaba sentir la textura rugosa de ese saquito con pelos tan delicado y cálido. Luego metí un dedito en su ano estrecho y lo follé sin acariciar su polla, solo le di dispersos besitos en su monte pélvico, escuché sus gemidos cuando intenté meterle dos dedos en el culo y también me di cuenta de que su respiración se había tornado un poco más relajada. Entonces le levanté su pierna izquierda y me zambullí en medio a sus firmes glúteos atacando con fervor el agujerito que follaban mis dedos, los saqué y los reemplacé con mi lengua, sentí los temblores de Mauro y los escuché chillar.
—¡Uhmmm! … ¡Ohhhh! … ¡Carajo, mami! … ¡Me estás lamiendo el trasero! ….
Su polla parecía haber crecido aún más, su glande brillaba mientras su prepucio estaba completamente arremangado hacia atrás. Me reí de sus palabras; a la mayoría de los hombres les gusta que le laman el trasero, pero no lo dejan ver por creerse extraños y algo homosexuales, aun así, lo disfrutan mucho y yo quería que mi hijo aprendiera de mi a disfrutarlo.
—No te preocupes, tesorito … Nadie lo sabrá que a ti te gusta eso … Solo disfrútalo … Deja que mami te cuide y te mime …
—¡Mmmm, sí! … Bueno, mami …
Entonces me devolví hacia arriba, lamiendo sus pelotas, el largo de su polla y coloqué su cabezota entre mis labios. Agarrando suavemente sus bolitas con mi mano derecha, comencé a masturbarlo lentamente con mi mano izquierda. Monté su pierna derecha y comencé a frotar mi coño en su pantorrilla y rodilla. Entonces sentí que su mano se apoderaba de mi nuca y supe que él estaba desesperado por correrse. Le permití que follara mi boca a toda velocidad y me hiciera tragar su polla profundamente hasta casi atosigarme. Sus caderas se movían haciendo círculos mientras su pelvis empujaba hacia arriba y hacia arriba y hacia arriba en un frenesí incontrolable. Apreté mis labios alrededor de su polla pues sabía lo que iba a suceder. Deje que él controlara los movimientos de mi cabeza. Ahora quería que se corriera, necesitaba sentir otra vez ese delicioso sabor en mi boca. Quería el semen fresco de mi hijo desesperadamente.
Y lo hizo. Una serie de temblores recorrieron el cuerpo de Mauro. Sentí las potentes pulsaciones de su pene cuando la densa golosina nacarada subía por su nervuda pija. Mi lengua estaba preparada a recibir los primeros potentes y calientes chorros de ese almíbar divino, de esa ambrosía masculina única, y comenzó a llenar mi boca con su semilla de hombre. Gemí encantada y sincronicé mis movimientos a sus violentos espasmos eyaculatorios. Ya no necesitaba sus boxers para correrse en ellos, ahora me estaba regalando su lechita deliciosa directamente en mi boca, no cabía en mi de alegría y complacencia. Tragué rápidamente todo lo que pude mientras el presionaba mi nuca contra su polla, pero la cantidad era tal, que algo escurrió por la comisura de mis labios. Entonces me despegué violentamente de él y le ofrecí mis tetas para que sembrara su semillas sobre el terreno blanquecino de mi piel, un chorro golpeó mi rostro y continuó a correrse por todos lados.
—Ahí tienes, mami … ¿Te gusta eso? … ¿Te gusta tragar mi semen? … Trágatelo todo, mami … Eres una buena y sexy puta chupadora de pollas …
Me sentí complacida por sus palabras, sobre todo cuando me dijo puta, me hizo sentir más cachonda. Todavía había filamentos de semen colgando de mi barbilla. El cuerpo de su polla estaba cubierto de una fina capa semejante al glaseado. Mi boca estaba llena de su esperma. Mis tetas estaban embadurnadas con su semen. Su semilla estaba esparcida por todos lados. El sabor en mi boca me volvía loca. La fragancia llenaba mis fosas nasales. Me sentí embriagada por su esencia de macho joven. Mauro me estaba mirando con sus ojos vidriosos, entonces abrí mi boca y le mostré todo el semen acumulado en ella, después de dos tragos me tragué todo.
—¡Hmmmm! … ¡Qué rico! … Es tan sabrosa tu leche … Mucho mejor que en tus boxers …
Era todo un universo maravilloso que se abría para mí. Parte del semen estaba depositado sobre los pectorales de él; no pude contenerme y me abalancé sobre él, lamiéndolo y sorbeteándolo directamente de su piel.
—¡Oh, carajo, mami! … Eso fue … ¡Uhm! … Eso fue … Nosotros … ¡Ehm! … No sé …
—Está bien, tesoro … Sé lo que acabamos de hacer … No hay nada de malo en ello … Tu lo disfrutaste y a mi me gustó demasiado …
Le dije sonriente y contenta.
—¡Oh, mami! … Lamento haberte aferrado por la cabeza … No debería haber empujado mi polla contra tu boca …
—No tienes de que recriminarte, cariño … Me encantó que me dominaras a tu voluntad … Y me encantó que lo hayas disfrutado …
—Cierto que me gustó … Gracias por beberte mi carga, mami …
Me dijo algo nervioso.
—De nada cariño … Todas las veces que quieras …
Le respondí sonriéndole con mi boca aún con hebras de su semen y los labios enrojecidos y magullados por la energía y fuerza con la que él se corrió. Estábamos silentes mirándonos a los ojos cuando repentinamente se escuchó una voz femenina desde la puerta.
—¿Qué diablos? … ¿Qué es esto? …
Instintivamente me cubrí mis pechos. Enmarcada en el vano de la puerta estaba, ¡Sylvana, mi hija! Tenía una mano en su cadera y en la otra su teléfono celular. Me sentí muy avergonzada de que ella nos hubiera atrapado, pero también me sentí muy molesta porque supuse que ella nos había estado grabando con su teléfono.
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(Continuará) …
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El regalo más preciado de quien escribe es saber que alguien está leyendo sus historias. Un correo electrónico, a favor o en contra, ¡Tiene la magia de alegrar el día de quien construye con palabras, una sensación y un placer!
luisa_luisa4634@yahoo.com
Estar sola en casa con Mauro podía haber sido una experiencia agradable, pero él no se dejaba ver, estaba todo el día encerrado en su dormitorio como un eremita. Solo se levantaba al ocaso para alimentarse de comida chatarra y luego pasar toda la noche jugando videos juegos con sus amigos.
Sé que es un joven adolescente y todos se comportan más o menos de manera similar, pero me estaba preocupando y necesitaba verlo. Quería pasar algún tiempo con él. Quería charlar con él sobre sus cosas, su futuro. Quería que las cosas fueran como cuando su hermano mayor tenía su edad. Gino era tan diferente a Mauro, se preocupaba por mí y me tenía compañía. Siempre me confidenciaba sus cosas y me pedía consejos. Me hacía sentir bien, me hacía sentir como una mamá que debe ayudar y proteger a su hijo. Habíamos sido inseparables ese tiempo que él estuvo en la universidad. Me acompañaba al supermercado, al gimnasio, al cine, incluso salíamos a trotar juntos alrededor del barrio. Me hizo sentir joven otra vez; no es que yo sea una vieja decrepita, tengo cuarenta y tres años muy bien llevados. Gracias a mis ejercicios me mantengo con mis piernas casi sin celulitis, mi vientre se mantiene bastante liso y firme, mis senos nunca han sido exageradamente grandes y se mantienen erguidos y firmes; cuando me miro al espejo desnuda, me gusta el reflejo de mi cuerpo.
Mi vida en general había sido tranquila, la mayor parte del tiempo lo trascurría encargándome de la casa, de la crianza de los niños. Pero ahora todos habían crecido. Gino había salido de casa y se había hecho independiente; Sylvana estaba en el último año de universidad y tenía su propio circulo social. Él único que restaba en casa era Mauro, al cual no veía mucho, pasaba encerrado en su dormitorio y lo veía salir de allí por las tardes a ducharse y a comer algo.
Era un buen día para dedicarme a lavar ropa. Encontré todas las prendas en la cesta de la ropa sucia, pero no había ni una sola de Mauro. Lavé todo y los fui a extender al patio para que se secara. No vi a Mauro por ningún lado, aun cuando lo llame tres veces para que bajara con su ropa de lavar. Un poco ofuscada decidí subir a su habitación y recoger su ropa. Quizás podría verlo por un par de minutos. Charlar un poco con él y tal vez planificar algo juntos. Debía intentar de entablar con él una relación más cercana como madre e hijo. Extrañaba a Gino y quería que Mauro se comportara como su hermano mayor, necesitaba tenerlo cerca de mí, es mi retoño, el más pequeño.
Llamé a su puerta, pero no hubo ninguna respuesta. Giré el pomo de la puerta y la abrí un poco vacilante. Entré, la habitación estaba a oscura y una tenue luz se filtraba a través de las cortinas que estaban corridas. Noté que él cubría su cuerpo rápidamente con las sábanas. ¿Habrá estado mirando su Pc? Pero no, la pantalla estaba apagada. Entonces, ¿qué habrá estado haciendo? Lo miré y vi que trataba de limpiar su abdomen y eso me resultó familiar. Ya a Gino lo había sorprendido en situaciones similares; claro que nunca se lo hice notar, siempre fingí de no ver ni notar nada, son cosas que todo adolescente hace y no quería meterlo en dificultad.
—¿Mauro? … ¿Estás despierto? …
—¡Uhm! … Sí, mami … Un poco …
—Bueno … ¿No me escuchaste que te llamé para que bajaras tu ropa sucia? …
—¡Ehm! … Sí, mamá … Lo siento …
—Entonces supongo que no tienes ropa sucia o que quieres lavarla tu mismo, ¿eh? …
—Bueno … No tengo casi nada … No es mucha la ropa que uso …
Me acerqué a su cama, estaba acostado boca arriba con una pierna levantada. Él movió la sábana y distinguí claramente sus hombros, parte de su musculoso pecho y sus fuertes bíceps. No sé cómo mi hijo que vive de papas fritas y bebidas cola puede mantener ese físico estupendo. Si parece un dios griego con su cuerpo bronceado y musculoso. Traté de no mirarlo en forma tan elocuente y le dije.
—Eso lo sé … Sales de tu habitación solo unos minutos al día, pasas todo el resto del tiempo encerrado aquí … Lo más bien podrías estar desnudo todo el día … De ese modo no necesitarías lavar ninguna prenda de vestir …
—Es verdad, mamá … Pero sería extraño si tu entraras y me sorprendieras desnudo, ¿no? …
—Siempre tengo el cuidado de llamar a tu puerta antes de entrar …
—Sí, es verdad … Pero siempre existe la posibilidad, ¿no? …
Lo vi moverse en la cama y la sabana se deslizó por su torso desnudo; tenía marcados pectorales y su vientre liso se encontraba dibujado por sus fuertes abdominales, no vi ningún vello en su pecho, solo sus oscuras tetillas eran evidentes. La delgada tela se deslizó hasta sus caderas, me mordí mi labio inferior constatando lo hermoso y guapo que era Mauro, al igual que su hermano Gino y agradecí a mi apuesto marido por haberme fecundada y dar a luz estos magnificos muchachos. Me quedé en silencio observando y disfrutando el cuerpo de mi hijo, lo encontré muy sensual, quizás algo inusual que una madre considere que su hijo es sexualmente atrayente. Pero finalmente es solo un cuerpo masculino y nada más. Lo escuché decir.
—Bueno … Tú siempre has dicho que no hay nada de malo en un cuerpo desnudo … ¿O preferirías encontrarme mirando pornografía en ves de jugar mis videos juegos? …
—¿Y todavía juegas esos juegos? …
Le dije cruzando mis brazos bajo mis pechos. Me anduve arrepintiendo cuando noté que mis pechos se alzaron hacia arriba mostrándose exuberantes. Mi marido siempre me dice que cuando adopto esa pose, mis tetas se ven mucho más grandes.
—Sí … Así es … La pornografía no es tema para mí …
Noté que sus ojos iban y venían desde mi rostro a mis senos. Llevaba una remera blanca de tela delgada y sin sostén y mis oscuros pezones estaban dibujados en mis estrecha camiseta. Mauro me estaba encuadrando, pero no era nada nuevo eso. Lo había estado haciendo casi desde el inicio del verano, esa vez que me vestí con mi bikini rojo para la fiesta en la piscina. Él y todos sus amigos me llenaron de adulaciones por como me veía en mi pequeño traje de baño. Por supuesto que para mí había sido muy placentero escuchar de esos chicos tantos comentarios elogiosos. Desde entonces comencé a vestirme con prendas reveladoras que me hacían sentir bien y rejuvenecida.
—Bueno … Siempre hay buena pornografía que los chicos de tu edad miran, ¿no? … Como esos videos de mujeres maduras … Esas MILFS, o algo así …
Mauro se movió inquieto en su cama y yo me emocioné pues le había dado un golpe inesperado para él. Yo estaba al tanto de lo que él veía en la internet, nunca borraba el historial y yo había revisado su computador en más de una oportunidad, además, tengo una licenciatura en informática lo que me ayuda a revisar los Pc que hay en casa en forma discreta para no meter en dificultad a mis hijos.
—¿Mujeres viejas? … ¿Todas mayores de cuarenta? … ¿Con tetas y culos caídos? … No, no, eso no me gusta …
—Pero yo no soy así …
Dije en un arrebato y me sobresalté, se me apretó la garganta y me arrepentí de haber dicho eso. No me esperaba esa respuesta ni tampoco ese tipo de lenguaje soez. Pensé que Mauro se iba a comportar como un chico tímido y pusilánime. Sin embargo, estaba negando de que le gustaran cierto tipo de mujeres maduras. De cierto yo sabía que me estaba mintiendo y que le gustaban las MILFS. El mejor precedente es que su primera novia tenía casi treinta años y él solo diecisiete; claro que eso no había durado mucho más que un par de meses, pues había una diferencia de trece años. Así que su negación de que le gustaban las mujeres mucho mayores no era para nada creíble.
Además, me sentí tocada por su burdo comentario. Yo tengo más de cuarenta y no encuentro de que mi aspecto físico sea el que él ha descrito. Mis glúteos están firmes, mis senos quizás han resentido un poco los tres embarazos y el haber amamantado a tres bebés, pero no se encuentran para nada caídos. Me ejercito a diario para tenerlos lo más erguidos posibles; tampoco soy una tetona como esas que aparecen en sus videos. Él continuaba a mirar mis pechos resilientes y firmes bajo mi remera ajustada. Luego su mirada comenzó a recorrerme hacia abajo, mi vientre y mis largas piernas. Mis ajustados leggins blancos como mi camiseta marcaban muy bien los labios abultados de mi conchita. Me sentía cómoda vestida así y no esperaba que nadie me mirara, ¡Ni menos en casa! ¡Ni menos mi hijo!
Pero Mauro estaba haciendo precisamente eso en modo atrevido y procaz, con una extraña expresión en su rostro. Ciertamente eso no me amilanó y su comportamiento tampoco me sorprendió. Empero, me emocionó ser contemplada de ese modo por mi hijo menor. Era una mirada de macho, muy masculina y seguro de sí mismo. Me miraba como famélico y sediento de mi cuerpo. Me sentí excitada y el cosquilleo en la punta dura de mis senos, me hizo saber que mi cuerpo respondía a su lujuriosa e impúdica mirada. Me sentí terriblemente cachonda y, a la vez impúdica y obscena. Por algunos instantes me odié por estar causando estos sentimientos en mi hijo.
—Es verdad, mamá … No lo eres, tampoco pareces tener cuarenta años … Pareces una conejita de Playboy con menos de treinta años …
Él sonrió en forma capciosa y sus ojos me atravesaron. Sentí un escalofrío en mi espalda y una corriente eléctrica comenzando por mis entrepiernas y extendiéndose por todo mis cuerpo, para terminar en mis puntudas tetas que cosquilleaban sin cesar.
—Gracias … Es encantador oírte decir eso …
Sentí que mis mejillas se ruborizaron y me pude percatar que los ojos de él brillaban.
—Bueno, mamá … Es lo que yo estoy viendo …
Me sentí nerviosa, Ahora él me estaba expresando elogios claramente sexuales; como si lo hiciera con cualquier otra mujer, excepto que yo soy su madre. Pensé que sería adecuado si le hiciera también algún halago.
—Tu tampoco estás tan mal … Eres apuesto … No muy flaco y te ves fantástico con ese cuerpo esculpido y atlético … Soy una mamá afortunada …
Le dije recorriendo su cuerpo parcialmente desnudo con mi intensa mirada. Entonces noté ese extraño movimiento de su sabana. Algo se estaba abultando y creciendo bajo esa delgada tela que cubría su regazo. Esa cosa en medio a sus muslos se hacía notar con vida propia, claramente, Mauro estaba teniendo una furiosa erección. Tragué saliva viendo como mi hijo se excitaba en mi presencia escudriñándome con sus ojos claros y brillantes. Su pene. Su pene estaba poniéndose duro bajo la sábana y al parecer esa cosa estaba formando una enorme tienda de circo, era grande de verdad. Bueno, debe ser una cosa de genética, también su padre tiene una cosa increíblemente grande. Pero ¿será igual o más grande? Ahora no solo estaba cachonda sino muy curiosa.
Siempre me han atraído las pollas fabulosamente grandes, por eso me casé con Luciano, mi marido, la de él pareció de haberme desvirgada una segunda vez. Me fascinaba chupársela poco a poco y ver como esa cosa se transformaba de una cosita delicada y un poco flácida a una cosa maciza y recia gruesa y larga como mi antebrazo. ¡Guau! Mi boca se mojó de solo pensarlo, ahora debía descubrir que tamaño tenía esa cosa que hacía mover a la sábana, tal vez mi hijo superaría a su padre.
Ahora debía también ser cautelosa, sabía lo sucio de mis ideas, pero por una polla enorme haría cualquier cosa. Además, Mauro se había percatado de mi insistente mirada hacia el abultamiento de la sábana y no hacía nada por disimularlo. Me sentí un poco culpable y cambié mi mirada hacia su rostro. Me sentí aliviada ante la sonrisa cálida y amistosa que me regaló mi hijo.
—Gracias, mami … Es muy bueno de tu parte decirlo … Viendo a papá, supongo que te atraen más los tipos delgados en lugar de esos grandes y musculosos, ¿verdad? …
Me dijo Mauro girándose un poco sobre la cama, me pareció que de propósito estaba buscando una posición donde se pudiera notar mejor su enorme erección. No pude dejar de notar sus movimientos y volví a quedar prendada por ese majestuoso bulto que dibujaba la forma nítida de una inmensa polla.
—Bueno, sí … No es que me disgusten los musculosos … Pero indudablemente prefiero los flacos …
Le dije sin poder apartar la vista de su entrepierna; me puse nerviosa al ver que él no despegaba sus ojos de mi generoso escote y amplias caderas. Inconscientemente cambié de posición para ofrecerle una mejor vista de mi apariencia. Avancé hacia adelante y me incliné a recoger un par de boxers que estaban en el suelo. Me encantó cuando él me siguió con su mirada, fijándose en el movimiento de mis tetas, me quedé más del tiempo necesario en esa posición para proporcionarle la vista de mis pechos que él al parecer estaba disfrutando. Mis tetas no son muy grandes, pero así inclinada inflaban mi remera y parecían haber crecido.
—¡Santo cielo, Mauro! … Por qué dejas tu ropa por el suelo, deberías llevarla al cesto de la ropa sucia …
Apenas toqué la prenda de vestir de mi hijo, noté en las yemas de mis dedos una fresca humedad, entonces me percaté que también había un aroma muy conocido por mí. ¡Jesús! ¡Esto es semen! Al parecer se había corrido mucho pues los boxers estaban mojados de reciente con abundante esperma. Me levanté con la prenda en mi mano y le di una intensa mirada a Mauro, él se inquietó y rehuyó mi mirada un poco avergonzado. Un poco sorprendida toqué la delgada tela de sus calzoncillos solo para embadurnar mis dedos con su pegajoso semen.
—¡Oh! Lo siento, mamá …
Escuché decir a Mauro que se había levantado de un salto de su cama para quitarme sus boxers de mi mano. Mientras se movía velozmente, pude ver bien su enorme pene que se agitaba entre sus piernas, con sus grandes bolas que se movían alborotadas de lado a lado. Me pregunté de inmediato cómo era posible que él se pudiera correrse tanto como para mojar de ese modo su ropa interior. También me pregunte, ¿le quedará mucho más en esas grandes bolas? Me estremecí ante la idea del torrente de semen que pudiera expeler su enorme polla. Su padre aparte de ser fecundo y prolífico, se caracterizaba por correrse en copiosas cantidades de leche. En nuestros primeros tiempos, su padre me follaba al menos cinco veces al día y cada vez rebalsaba mi coño con su denso y cálido semen, por eso tuvimos tres hijos en esos primeros años. Sentirme llenita del semen de mi esposo no me hacía más que querer mucho más de eso, mi apetito sexual se exacerbaba, poniéndome cachonda y ansiosa de que lo volviera a hacer.
—Entonces, jovencito … Esto es … ¿Lo que creo que es? … Están sucios, ¿verdad? …
Pregunté tratando de parecer estupefacta y disgustada.
—Sí, mamá … Están sucios … Sucede que anoche derramé un helado y los usé para limpiar …
Me dijo en un tono de voz titubeante y vacilante, lo que me aseguro de que estaba mintiendo.
—Helado, ¿eh? …
—Sí, mami … Cayó sobre mi computadora y no tenía nada a mano para limpiar, así que lo hice con mis slips …
Evité de reírme en su cara, pero me pareció una excusa valedera. Mientras tanto mis ojos no se despegaban de esa gruesa y larga polla que exhibía sin preocuparse de que yo estaba allí delante de él. Inmediatamente imagine que una polla de esas dimensiones me dejaría adolorida durante días al penetrar mi estrecho coño. Suspiré aliviada al no tener que sufrir eso. Después de todo, él es mi hijo y no tenemos ese tipo de acercamiento. Pero las contracciones de mí coño me hicieron juntar un poco mis piernas pensando a como se estirarían los labios de mi apretada conchita alrededor de la majestuosidad de esa polla.
—¡Ehm! … Bueno … No deberías tener helado cerca de tu computadora … En todo caso lo mejor que hay que hacer cuando hay algún derrame, es chupar y lamer …
Le dije sacando mi lengua y fingiendo de lamer un objeto invisible. Mauro hizo una mueca como una sonrisa y bajó la vista avergonzado. Fue lindo verlo tímido y pudoroso luciendo su cuerpo delgado y desnudo, con su gran polla fuerte y varonil todavía casi duro, pendiendo casi como la trompa de un paquidermo. Me di cuenta de que él se había percatado que yo miraba su polla mientras lamía mis labios; inmediatamente desvié mi mirada hacia otra parte sintiendo que mis mejillas ardían sonrojadas. Me sorprendió que él no hacía ningún gesto de cubrir su hombría frente a mí. Era como si no tuviera vergüenza de estar desnudo. Además, su polla estaba volviéndose dura otra vez, entiesándose como un bate de beisbol. Solo los chicos adolescentes tienen esta capacidad de tener sus penes casi siempre duritos. Traté de que él no notara que mis ojos observaban cada movimiento que hacía su polla.
—Sí, mamá, lo sé … Normalmente también me gusta lamer y chupar las cosas que saben bien …
Le escuché decir mientras lamía el dorso de su mano. ¡Oh, Jesús, Jesús! Mauro está siguiendo mi juego. Mi hijo desnudo estaba coqueteando frente a mí con su polla dura como palo. Me estremecí ante la sola idea de que así fuera. ¿Estaba él pensando de la misma manera en que yo lo estaba haciendo? ¿O es solo la respuesta de un chico adolescente que no entiende el contexto de lo que está sucediendo? ¿Cómo descubrirlo?
Tomé sus calzoncillos y me los llevé a la boca, saqué mi larga lengua y los lamí en la parte más mojada diciendo.
—¿Es este el sabor de tu helado? … A mi no me parece un helado …
Mauro estiró repentinamente su mano para quitarme los slips, pero yo no lo dejé. El delicioso sabor del esperma de mi hijo llenó toda mi boca. Era una sapidez familiar que me encantaba. También el semen de mi esposo se caracteriza por su agradable sabor, probablemente es por la sana alimentación que siempre han tenido. Aún cuando él comía muchas papas fritas y gaseosas, su semen sabía de dulce y salado, sabor que me encantó y le pregunté malvadamente.
—¿Y esto estaba en el congelador? … Está rico … Quiero más de esto …
—¡Err! … No, mamá … Lo compré afuera y traje solo uno …
Dijo casi tartamudeando. Me dio risa su nerviosismo. Entonces volví a llevarme sus slips a la boca y le di varías lamidas saboreando la sustancia como una golosina.
—¡Uhmmmm! … Esto está delicioso … Dime donde lo conseguiste para ir a comprar ahora mismo …
—¡Ehm, no sé! … No recuerdo bien … No lograrías dar con el negocio, mamá …
Su polla todavía estaba muy sólida y dura mientras me miraba como yo lamía sus boxers lentamente. Sí su semen sabía tan bien desde sus slips empapados, ¿cómo sabría recién salido de su polla? Pensé que era algo que debería descubrir, me acerqué a él y puse mi mano sobre sus macizos pectorales.
—Dime, Mauro … ¿De donde sacaste ese sabor tan rico? … Quiero más de eso …
La garganta de él se movió tratando de tragar saliva y yo proseguí.
—¡Vamos, Mauro! … No debes ser egoísta … Un sabor así de bueno debes compartirlo conmigo … Dime donde lo puedo encontrar … Por favor, Mauro … Quiero más de eso …
Cuando mi mano comenzó a dibujar círculos alrededor de sus tetillas, noté como se endurecieron, su cuerpo entero estaba rígido y su polla más aún. Entonces insistí.
—No seas tímido, Mauro … Dime de donde vino ese delicioso sabor …
No sabía cuanto más él iba a mantener sus mentiras. Estaba con los ojos cerrados y le temblaba su barbilla cuando dijo.
—¡Ehm, mami! … No es helado …
Hice como que me sobresalté y exclamé.
—¡Oh! … ¿No lo es? … Entonces dime que es y desde donde puedo sacar más … Estaba exquisito, ¿sabes? …
—¡Err, mamá! … Yo … ¡Ehm! … Yo …
—No me importa lo que sea … Solo dime de dónde puedo sacar más … Necesito más de eso …
Insistí con encarnecida malicia, quería escuchar de su boca las palabras. Acaricié lentamente su pecho lampiño y lo acaricié, insistiendo casi en un susurro.
—Vamos, Mauro … Dímelo … ¿Qué es? …
—Mamá … Lo siento mucho … Pero … Tú … ¡Ehm! … Te comiste mi … Seeemen …
Dijo él alargando la palabra para magnificarla. Mi boca comenzó inmediatamente a salivar y comencé a tragar mi propia saliva. Una cosa era que yo lo sintiera en mis dedos, lo olfateara con mi nariz y lo saboreara con mi lengua, siempre teniendo una sospecha vaga de lo que era. Pero escuchar de sus labios lo que realmente me había llevado a la boca. Me debería haber espantada de horror y vergüenza. En cambio, me sentí furiosamente excitada. Soy una mujer a la que le encanta el sabor del semen y que fuera la corrida de mi hijo era aún más delicioso.
—¡Hmmmmmm! … ¿Tu Semen? … ¿En serio? … ¿Y cómo tanto, hijo? … Tus boxers están empapados … Impregnados de eso … No te debe haber quedado nada dentro, ¿no? …
Sonreí suavemente mientras lo miraba directamente a los ojos.
—Je-je-je, mami … Eso fue hace poco … Me corro de ese modo tres o cuatro veces al día …
—¿Tres o cuatro veces? … ¿Esa misma cantidad? …
Lo mire estupefacta e incrédula. Él me miró en forma altanera y orgulloso de sí mismo.
—Sí, mami … Y puedo correrme mucho más … Me da un poco de vergüenza, mamá …
—¿Y por qué vergüenza? … Eso es un don muy preciado … Un talento especial … Deberías sentirte orgulloso de ti …
Dije deslizando mis manos a sus caderas y su vientre liso. La conversación era un tanto extraña, nunca pensé en hablar con mi hijo en forma honesta y abierta sobre cuanto podía correrse en un día. Estaba totalmente excitada escuchándolo fascinada de saber que él era capaz de generar tanta esperma en solo veinticuatro horas. En mi coño habían fluidos suficiente para humedecer mis bragas y comenzar a dejar una mancha sobre mis leggins. Deje deslizar mi mano casualmente por sus abdominales, metí uno de mis deditos en su ombligo, rocé sus vellos púbicos. Cualquier descenso más allá de eso nos iba a meter en problemas. Lo miré a los ojos con mi mirada febril, mis pupilas estaban dilatadas y no podía enfocar bien. Desesperada trataba de no pensar en ese gran trozo de carne que blandía el aire a centímetros de mi vientre.
—Bueno … no es tan simple … Siempre me preocupa el hecho de que sea mucho … Cómo ahora, mami … Lamento que lo hayas tenido en tus manos y lamento que lo hayas comido pensando que era un helado … Debería haber sido más honesto y decirte lo que realmente era …
Había un dejo de tristeza, aflicción y pesar en las palabras de mi hijo que hizo que mi estomago se apretara. Él pensaba que me había disgustado su comportamiento, en cambio, la verdad es que era todo lo contrario. Nos quedamos silentes por un largo lapso de tiempo. Inmóviles. La única cosa que seguía moviéndose era la enorme pija de Mauro, al ritmo de los pulsos de su corazón.
—¡Err! … Está bien, hijo …
Dije sin pensar mucho, ya me había decidido sobre que hacer con todo este asunto y le dije.
—En realidad eso no me importa … Ya te dije, tiene un sabor increíble, ¿sabías tú eso? …
Mauro se giró a mirarme sorprendido.
—¿Lo dices en serio, mami? …
—Bueno … Quiero decir que me gustó mucho … He probado muchos en mis años y créeme, el tuyo es el mejor … Me entristece no poder volver a tener un poquitico y probarlo de nuevo … En tus boxers no había suficiente …
—¿Mamá? …
—¿Qué? …
Mi hijo parecía confundido y sorprendido. Su cuerpo vacilaba, pero su polla no; esa estaba totalmente dura y gruesa. Entonces añadí.
—Sí … Estoy feliz de haberlo probado … Solo que me pareció muy poco y quisiera probarlo de nuevo …
Me lleve la mano a la boca y chupeteé mis dedos con los restos de semen de sus boxers. Mientras hacía esto se me escapó un profundo gemido. Mauro me encuadró con sus hermosos ojos muy abiertos y vio como me chupaba mis dedos embadurnados con su delicioso semen. Comencé a lamer mis dedos y follar mi boca como si se tratara de un imaginario pene. Dándole una última chupeteada a mis dedos le dije.
—¡Oh, Mauro! … Es tan rico … Y pensar que hay mucho más justo en frente a mí …
Lentamente me arrodillé frente a su polla que quedó a la altura de mi boca. Lo miré ansiosa y sedienta, observé su curva hacia arriba, la hinchada cabezota a forma de hongo, las venas azules que se dibujaban a lo largo de su pija nervuda, las pesadas bolas colmas de esperma que se bamboleaban entre sus piernas. Tragué saliva y humedecí mis labios con mi lengua mientras miraba el hermoso pene de mi hijo.
—Es linda, Mauro … Tienes una polla increíblemente hermosa … Se que eres mi hijo, pero me encanta tu verga … La sola idea de que tus bolas estén llenitas de ese delicioso néctar … Me hace sentir más deseos de tenerla …
Mauro cambió su peso sobre su otra pierna un poco inquieto y su polla se balanceó incitante ante mis ojos, me provocó un gemido incontrolado. Me sentía muy cachonda y dispuesta a todo arrodillada frente a la polla de mi hijo. Mauro no decía nada, pero me miraba expectante. Saqué una banda elástica de mi muñeca y ordené mis cabellos atándolos en una cola de caballo, sin dejar de mirar la gran polla frente a mí.
—Pero eres mi mamá …
Le escuché decir sin ninguna convicción en el tono de su voz. Me excité demasiado, ya casi era mío.
—Sí, Mauro, lo sé … Y estaría muy mal que te chupe la polla, ¿verdad? …
—Por qué eres mi mamá …
—No obstante … Sí tú lo quieres y yo lo quiero, ¿Por qué tendría que estar mal? … ¿Crees que sería tan malo chuparte la polla si eso es lo que quieres y eso es lo que quiero yo? …
—¿Tú lo quieres, mamá? …
Me detuve un instante a evaluar su pregunta. Tenía que estar segura de que él estaba en lo mismo que yo; en caso contrario debería abstenerme de cualquier acción precipitada.
—Lo quiero, cariño … Quiero chuparte la polla … Quiero lamerlo todo … Y quiero tu sabroso semen … Estoy sedienta por tu leche … Ahora todo depende de ti … Si quieres que me vaya, me iré y nunca volveremos a hablar de esto … Intentaré de vivir sin la delicia que hay en tus bolas … O puedo quedarme y chuparte por completo … Te hare la mejor mamada que jamás hayas podido tener … Te daré mucho placer para recibir tu recompensa en mi boca … ¿Qué dices? …
Permanecí de rodillas mientras lo miraba casi en una súplica. Extendí una mano y toqué su muslo, su polla brillaba y parecía bailar ante mis ojos. Entonces sucedió algo que me dejó anonadada. Mauro se volteó y me dio la espalda caminando hacia su cama. Me estaba rechazando y se me apretó el corazón; no podía renunciar tan fácilmente, así que lo presioné.
—Entonces, Mauro … ¿Debería irme o quieres que mami te haga una mamada que nunca olvidarás? …
Me tambaleé sobre mis rodillas mientras miraba sus apretadas nalgas y su culo firme y redondo. Suspiré entristecida, mi hijo me estaba rechazando. Quizás lo presioné demasiado. Me estaba comenzando a sentir incómoda. Había echado a perder todo. Ahora nunca volvería a sentir el fresco sabor de su exquisito semen. Lo vi llegar junto a su cama, se subió y se extendió con su polla bien tiesa apuntando al techo.
—Está bien, mamá … Yo también lo quiero …
—¿Eh? … ¿Qué? …
—Sí, mami … Sí tú lo quieres, yo también lo quiero … Eres tan atractiva y sexy, mamá … Y no sé sí esto esta bien o no, pero no me importa … Ven y házmelo aquí en mi cama, por favor …
Deje escapar una profunda respiración y me volvió el alma al cuerpo, mi hijo me estaba llamando para darme un poco de su exquisitez masculina.
—¡Oh, Mauro! … Eres el mejor hijo que una madre podría tener … No te arrepentirás …
Me acerqué gateando a su cama y me subí al lado de él. Ahora quería hacerlo sentir bien, él me iba a regalar su ambrosía y yo quería premiarlo con algo mío.
—Cariño, ¿crees que sería oportuno si me saco la remera? … Si te corres mucho, tal vez sería bueno si me echas un poco por aquí o por acá …
Le dije apuntando mis tetas. Mauro me sonrió maliciosamente y asintió con su cabeza. Inmediatamente tomé el bordillo de mi camiseta y me la quité de encima. Los ojos de él me miraron codiciosos cuando metí mis manos bajo mis senos y se los mostré a él.
—Oh, mamá … Eres tan linda y sexy …
Me dijo encuadrando mis tetas de lado a lado. Me enderecé para que él mirara el resto de mi cuerpo.
—¿Te gusta el cuerpo de mami? …
—Mami, eres un exquisito bombón …
—Gracias, cariño …
Dije tirando mi remera para los pies de la cama. Me metí entre sus piernas y mi coño se alborozó sintiendo los cálidos y musculosos muslos de él, entonces me afirmé de ellos con mis manos que parecieron recibir una descarga eléctrica que me atravesó por el centro, mí panocha volvió a tiritar anhelante. Me encantaba tocar a mi hijo, me incliné de a poco hasta casi tocar su magnífica polla y aspiré la fragancia de su sexo en forma profunda. Estiré mi mano sobre sus ralos vellos púbicos y aferré decidida la base de su gran pene, lo moví un poco para convencerme de que finalmente estaba en mi mano con mis dedos tratando de rodearlo. Contemporáneamente saqué mí lengua y lamí su aterciopelado prepucio, el cual comencé a estirar hacia atrás para dejar ver la hinchada cabezota rojo purpura, hinchada y brillante. Mauro me miraba absorto como yo jugaba embelesada con su polla.
—Quiero mirarlo más de cerca …
Le dije descubriendo su glande y observando atentamente el diminuto orificio en su ápice, desde donde ya había una incipiente humedad de pre-semen. Mi lengua ávida fue a escarbar esos gorgoritos nacarados de su exquisita hombría.
—¡Hmmmmmm! … ¡Qué rico! … Eres delicioso …
Expresé apretando mi mano derecha alrededor de su pija y estrujándolo con la izquierda para hacer salir más de esa deliciosa esperma por el pequeño agujerito. No era la primera vez que chupaba a uno de mis hijos, pero ese era mi secreto; solo que me encantaba como se sentía su polla en mis manos, entonces me la tragué, la metí en mi boca, pero solo la cabeza, mis labios se cerraron alrededor de su corona balanica y mi lengua barrió toda la grande cabezota que llenaba mi boca, lustrándola y lamiendo microscópicas trazas de semen desde su uretra. Lo succioné poseída, moviendo mis manos para estimularlo a darme lo que yo quería. Entonces lo solté y miré a los ojos a Mauro, el tenía sus ojos cerrados y una expresión de deleite y gozosa agonía en su rostro juvenil; sus manos estaban crispadas aferrando el edredón y respiraba fatigosamente. Volví a posar mis ojos en su pene que se movía de lado a lado como con vida propia.
—¡Dios santísimo! … Me fascina cuando se mueve así … Eres vigoroso y viril, ¿eh? …
—¿Te gusta, mami? …
—Tu polla es perfecta … Es un modelo de polla …
Ahora aferré su miembro con mi mano izquierda y procedí a pajearlo hacia arriba y hacia abajo. Mí mano derecha cogió la arrugada bolsita de sus grandes e hinchados huevos y me sorprendí al sentirlos pesados y llenos de su ambrosía varonil, me pasé la lengua por mis labios ante la posibilidad de que saliera una gran carga de semen de esas bolitas calientes.
—¡Jesús, Jesús! … ¡Qué llenitas que están! …
Entonces me lance en picada a engullirme su polla, tenía que actuar rápido para que él me diera lo que yo fervorosamente buscaba. Podía oler la fragancia masculina de su semen y mi boca casi babeaba esperando tener pronto su carga descendiendo por mi garganta.
Miré a mi guapo hijo y le sonreí afectuosamente. Mientras le guiñaba un ojo, le di un beso sonoro sobre su glande. Él pareció estremecerse, como sí un golpe de corriente hubiera golpeado su cuerpo, luego recorrí con mis labios todo el largo de su pene. Cuando llegué a la base, lamí sus bolas y una a la vez me las metí en la boca, enseguida ahuequé mi mano y las apreté ligeramente.
—¿Estás listo, cariño? … Mami quiere chupártela hasta que acabes …
—¡Oh, sí!, mami … Hazlo por favor …
—Ok … Aquí vamos …
Abrí mi boca y encerré su cabezota entre mis labios lamiendo con mi lengua toda su corona. El sabor era increíble. Con mis dedos baje su arrugado prepucio aterciopelado y lo hice entrar en mi boca hasta tocar mi paladar. Temblé al sentir sus gemidos y temblores. Estaba arrodillada en medio a sus muslos chupando su polla y me sentía feliz. Le chupé la punta, lengüeteando su bulboso y luciente balano. Él volvió a gemir más profundamente empujando su polla en mi boca; me pregunté sí estaba pronto a correrse. No quería que se corriera así de rápido, quería disfrutarlo un poco más. Lo aferré con mi mano izquierda y llevé mi mano derecha a jugar con sus rizados vellos sobre su monte pélvico.
—Relájate, cariño … Esta no es una carrera … Tienes que disfrutarlo … También tienes que durar … Me harías un regalo especial si aguantas un poco y luego me das una poderosa y abundante carga … Esta no será la única vez … Lo haremos muchas veces más, pero quiero que dures …
Sus ojos brillaban mientras me miraba y asentía con su cabeza. Volví a chupar su hinchada cabeza que lanzaba haces de luz violáceos. Metí una mano entre sus muslos y cosquilleé sus bolas, deslizándome en el surco apretado de sus nalgas. Quería acariciar el diminuto agujerito de mi hijo y él pareció inquietarse un poco, pero se movió para dejarme hacérselo. Entonces me tragué su polla hasta el fondo de mi boca y empujé mi dedito en su estrellita engurruñada; exhaló un gemido profundo y apretó mi mano con sus glúteos, inicié a follarlo hacia adentro y hacia afuera dulcemente mientras devoraba su polla ardorosamente.
Subí mi mano y volví a acariciar su escroto arrugado. Lo pellizqué sin hacerle daño, solo para dejar en claro que su pene y todo lo que había a su alrededor me pertenecía. Vi los gorgoritos que afloraban de su glande y pasé mi lengua saboreando su apetitoso pre-semen; lo chupé y lo volví a chupar escarbando su meato con mi lengua. Su macizo, duro y a la vez almibarado pene llenaba completamente mi boca.
Moví mi cabeza hacia arriba y hacia abajo mientras chupaba la tiesa polla de Mauro, me encantaba sentirla deslizarse hasta tocar mi garganta y obstruirla con su cabezota candente hasta casi cortar mi respiración. Mi lengua giraba en torno a su corona y trataba de no perder de vista sus reacciones, sabía que pronto se correría y no quería ser tomada por sorpresa. Mientras succionaba delicadamente, aferré sus bolas y comencé a masajearlas para estimularlas a producir el máximo de leche, quería todo lo que me pudieran dar. Inclinándome un poco hacia adelante, con mis tetas rozando sus musculosos muslos, engullí su pene lo más profundo posible, metiendo en muestra toda mi habilidad en el chupar pijas enormes como la de Mauro, mi hijo.
A todo esto, mi coño se flexionaba, se contraía y se desbordaba con tantos fluidos que la mancha en mis leggins había aumentado profusamente. Mi clítoris turgente y carnoso me enviaba ondas de maravilloso placer que recorrían todo mi cuerpo. Gemía sonoramente manoseando y devorando la polla de Mauro que a momentos parecía crecer y endurecerse más y más. Me di cuenta de que sus muslos se estaban poniendo duros y casi temblaban. Me detuve un momento alarmada y dejé de chuparlo. Rastros de densa saliva conectaban mi barbilla con la punta de su pene.
—No, ¿eh? … Todavía no … Debes tener aguante …
—Pero mamá … Casi no resisto … Me lo chupas tan deliciosamente bien …
Me dijo entre discontinuos gemidos y bufidos, estaba casi sin aliento.
—Lo sé, amor … Solo trata de respirar relajadamente y no pienses en que tu madre en topless te está haciendo la mejor mamada que hayas tenido en tu vida …
Le dije sonriendo con cierta perfidia. Lo escuché respirar profundamente un par de veces, entonces le dije.
—Ves, cariño … Cuando a una mujer le encanta chupar pollas tanto como a mí, necesitas dejarla disfrutar el momento y la experiencia … Es cierto que quiero tu semen, pero también quiero gozar chupando una polla tan linda como la tuya … Tu pija en mi boca es un encanto … Me encanta tu néctar y se que me darás todo lo que tengas … Pero con calma … Aguanta un poco más …
Yo sabía que él estaba a punto de correrse; su respiración afanosa, sus muslos tiesos, sus piececitos que comenzaban a hacer inequívocos movimientos, la crispación de sus manos; todo eso eran señales de que mi hijo iba a disparar su carga de un instante a otro. Si lo chupaba dos segundos más, él llenaría mi boca con su majar exquisito y pegajoso. Entonces me dediqué a besar sus muslos, su vientre y por debajo de sus bolas; me encantaba sentir la textura rugosa de ese saquito con pelos tan delicado y cálido. Luego metí un dedito en su ano estrecho y lo follé sin acariciar su polla, solo le di dispersos besitos en su monte pélvico, escuché sus gemidos cuando intenté meterle dos dedos en el culo y también me di cuenta de que su respiración se había tornado un poco más relajada. Entonces le levanté su pierna izquierda y me zambullí en medio a sus firmes glúteos atacando con fervor el agujerito que follaban mis dedos, los saqué y los reemplacé con mi lengua, sentí los temblores de Mauro y los escuché chillar.
—¡Uhmmm! … ¡Ohhhh! … ¡Carajo, mami! … ¡Me estás lamiendo el trasero! ….
Su polla parecía haber crecido aún más, su glande brillaba mientras su prepucio estaba completamente arremangado hacia atrás. Me reí de sus palabras; a la mayoría de los hombres les gusta que le laman el trasero, pero no lo dejan ver por creerse extraños y algo homosexuales, aun así, lo disfrutan mucho y yo quería que mi hijo aprendiera de mi a disfrutarlo.
—No te preocupes, tesorito … Nadie lo sabrá que a ti te gusta eso … Solo disfrútalo … Deja que mami te cuide y te mime …
—¡Mmmm, sí! … Bueno, mami …
Entonces me devolví hacia arriba, lamiendo sus pelotas, el largo de su polla y coloqué su cabezota entre mis labios. Agarrando suavemente sus bolitas con mi mano derecha, comencé a masturbarlo lentamente con mi mano izquierda. Monté su pierna derecha y comencé a frotar mi coño en su pantorrilla y rodilla. Entonces sentí que su mano se apoderaba de mi nuca y supe que él estaba desesperado por correrse. Le permití que follara mi boca a toda velocidad y me hiciera tragar su polla profundamente hasta casi atosigarme. Sus caderas se movían haciendo círculos mientras su pelvis empujaba hacia arriba y hacia arriba y hacia arriba en un frenesí incontrolable. Apreté mis labios alrededor de su polla pues sabía lo que iba a suceder. Deje que él controlara los movimientos de mi cabeza. Ahora quería que se corriera, necesitaba sentir otra vez ese delicioso sabor en mi boca. Quería el semen fresco de mi hijo desesperadamente.
Y lo hizo. Una serie de temblores recorrieron el cuerpo de Mauro. Sentí las potentes pulsaciones de su pene cuando la densa golosina nacarada subía por su nervuda pija. Mi lengua estaba preparada a recibir los primeros potentes y calientes chorros de ese almíbar divino, de esa ambrosía masculina única, y comenzó a llenar mi boca con su semilla de hombre. Gemí encantada y sincronicé mis movimientos a sus violentos espasmos eyaculatorios. Ya no necesitaba sus boxers para correrse en ellos, ahora me estaba regalando su lechita deliciosa directamente en mi boca, no cabía en mi de alegría y complacencia. Tragué rápidamente todo lo que pude mientras el presionaba mi nuca contra su polla, pero la cantidad era tal, que algo escurrió por la comisura de mis labios. Entonces me despegué violentamente de él y le ofrecí mis tetas para que sembrara su semillas sobre el terreno blanquecino de mi piel, un chorro golpeó mi rostro y continuó a correrse por todos lados.
—Ahí tienes, mami … ¿Te gusta eso? … ¿Te gusta tragar mi semen? … Trágatelo todo, mami … Eres una buena y sexy puta chupadora de pollas …
Me sentí complacida por sus palabras, sobre todo cuando me dijo puta, me hizo sentir más cachonda. Todavía había filamentos de semen colgando de mi barbilla. El cuerpo de su polla estaba cubierto de una fina capa semejante al glaseado. Mi boca estaba llena de su esperma. Mis tetas estaban embadurnadas con su semen. Su semilla estaba esparcida por todos lados. El sabor en mi boca me volvía loca. La fragancia llenaba mis fosas nasales. Me sentí embriagada por su esencia de macho joven. Mauro me estaba mirando con sus ojos vidriosos, entonces abrí mi boca y le mostré todo el semen acumulado en ella, después de dos tragos me tragué todo.
—¡Hmmmm! … ¡Qué rico! … Es tan sabrosa tu leche … Mucho mejor que en tus boxers …
Era todo un universo maravilloso que se abría para mí. Parte del semen estaba depositado sobre los pectorales de él; no pude contenerme y me abalancé sobre él, lamiéndolo y sorbeteándolo directamente de su piel.
—¡Oh, carajo, mami! … Eso fue … ¡Uhm! … Eso fue … Nosotros … ¡Ehm! … No sé …
—Está bien, tesoro … Sé lo que acabamos de hacer … No hay nada de malo en ello … Tu lo disfrutaste y a mi me gustó demasiado …
Le dije sonriente y contenta.
—¡Oh, mami! … Lamento haberte aferrado por la cabeza … No debería haber empujado mi polla contra tu boca …
—No tienes de que recriminarte, cariño … Me encantó que me dominaras a tu voluntad … Y me encantó que lo hayas disfrutado …
—Cierto que me gustó … Gracias por beberte mi carga, mami …
Me dijo algo nervioso.
—De nada cariño … Todas las veces que quieras …
Le respondí sonriéndole con mi boca aún con hebras de su semen y los labios enrojecidos y magullados por la energía y fuerza con la que él se corrió. Estábamos silentes mirándonos a los ojos cuando repentinamente se escuchó una voz femenina desde la puerta.
—¿Qué diablos? … ¿Qué es esto? …
Instintivamente me cubrí mis pechos. Enmarcada en el vano de la puerta estaba, ¡Sylvana, mi hija! Tenía una mano en su cadera y en la otra su teléfono celular. Me sentí muy avergonzada de que ella nos hubiera atrapado, pero también me sentí muy molesta porque supuse que ella nos había estado grabando con su teléfono.
*****
(Continuará) …
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