Caprichos del destino.

por
género
incesto

Iba de carrera hacia el trabajo, un poco atrasada. Había pasado a toda prisa al bar cafetería para beber un café y había manchado mi falda con cappuccino. Cuando salí intempestivamente de la cafetería tropecé con un tipo y mis papeles volaron por el aire.
—¡Oh!, lo siento … Voy de prisa …
—Por favor, lo siento mucho … Fue mi culpa …
Dijo él mientras me ayudaba a recoger mis papeles del suelo. Cuando nos levantamos y él me extendió los papeles que había recogido, me quedé embelesada mirando sus hermosísimos ojos color canela que me miraban de arriba abajo y me sonreían compresivos.


Bueno, tengo que decir que soy delgada, mido un metro y setenta, cabellos castaño oscuro a la altura de mis hombros, unos senos bonitos, pero no exageradamente grandes y ojos marrones. Mis amigos dicen que me parezco a Jennifer Anniston. Me llamo Gloria. Tengo veintidós años y trabajo en una corredora de propiedades. Soy muy independiente y cuido de mi sola.


Bien, este hombre de bellos ojos marrones medía alrededor de un metro noventa, de complexión física delgada, pero ni flaco ni gordo. Se notaba que era mucho mayor que yo, quizás me llevaba unos diez o quince años. Tenía cabellos castaño, vestía elegantemente, pero un traje de negocios.


Terminó de ayudarme con los papeles y nos quedamos mirándonos el uno al otro. Sin saber que más decir, le dije.
—Muchas gracias …
—No hay de qué … Llegarás a tiempo … Estoy seguro …
Me dijo educadamente, le sonreí algo tímida y le repliqué.
—¡Ehm! … No lo creo … Pero lo intentaré …
—¿Quieres que te lleve? …
—¡Oh, no! … Gracias, es aquí a la vuelta …
—Muy bien … Escucha … Espero que no suene atrevido … ¿Te gustaría tomar un café o cenar conmigo? …
—Sí, ¿Por qué no? … Llámame …
Anoté mi número de celular en una hoja de papel y se la entregué.
—Gracias … Te enviaré un WhatsApp para acordar un horario, ¿vale? …
—Vale … Nos vemos más tarde …
Me di media vuelta y me dirigí a la oficina con una amplia sonrisa, al parecer el mal día no era del todo tan malo. Este hombre es realmente guapo. Es un bombón, me dije sonriente. Más tarde ese día recibí un mensaje suyo.
¡Hola!
Soy el extraño de esta mañana, me llamo
Mauricio. Espero tanto que puedas
Acompañarme a cenar esta noche en
Alguna parte
Le respondí inmediatamente.
Sí, está bien, me llamo Gloria
Conoces “La Piccola Italia”
al lado del Hotel “San Francisco
en la Alameda??
Me contestó.
Sí, excelente lugar ¿a qué hora?
Le respondí.
Te espero afuera a las 8 PM
Respondió.
Vale, te veré allí puntualmente

Salí del trabajo en el horario habitual y me dirigí en el Metro al lugar de mi cita con Mauricio. Todavía vestía mi traje de oficina, una falda negra, blusa blanca con cuello de puntas redondas, medias negras y tacones negros. Mauricio vestía un impecable traje azul marino, corbata beige y camisa blanca. Eran las ocho en punto cuando nos encontramos fuera del restaurante. Lo saludé con un beso en la mejilla.
—¡Hola! …
—¡Hola! … Gracias por venir …
Entramos al local y elegí una mesa en un rincón, nos sentamos y ordenamos. Durante la comida hablamos de mil cosas, tenía una charla liviana y divertida, de pronto me preguntó.
—¿Cuántos años tienes? …
—Veintitrés … ¿Y tú? …
Apoyó su vaso en la mesa y me contestó.
—Yo tengo cuarenta y tres …
—Bueno. Qué se puede decir … Son unos cuarenta y tres muy guapos …
—¡Oh! … Eres muy amable …
Mientras conversábamos me sentía cada más atraída por él. Me dediqué a observar sus movimientos gentiles y educados. La forma de reírse, sus ojos y mejillas se arrugaban en forma especial dándole una especie fascinante de sonreír. No solo me sentía atraída, me hacía sentir especial, me hacía confiar en él. Sentía varias sensaciones que nunca antes había sentido. Cuando terminamos, nos dirigimos a la salida del local. Una vez que estuvimos afuera me detuve y le dije.
—Me ha gustado mucho esta noche … Me he divertido y me he sentido muy bien junto a ti …
—Yo también me he sentido bien … Eres una joven muy inteligente e interesante … ¿Te gustaría que lo volvamos a hacer? …
—Me encantaría en realidad …
Dije acercándome a él.
—Genial … Entonces te enviaré un mensaje de texto para que nos pongamos de acuerdo, ¿vale? …
Se inclinó gentilmente para besar mi mejilla, pero yo giré la cabeza y presioné mis labios contra los suyos. Fue un beso breve, pero sentí que él respondía. Luego me acompañó a mi taxi y él se fue en otro.
*****


Al día siguiente en el trabajo, pensé a él toda la mañana. Me gustó su sonrisa franca y amplia, su forma educada de expresarse, con criterio y amplio vocabulario. Me pareció una persona muy sensata, seria y confiable. Casi a mediodía recibí un WhatsApp de él.
Hola, ¿Cómo estás? …
¿Qué estás haciendo esta noche? …
No quise parecer tan ansiosa y lo deje esperando algunos minutos. Respondí al cabo de unos cinco minutos.
Nada, solo escucho un poco de música … ¿y tú? …
Contestó.
Leyendo un libro … ¿Qué estás escuchando? …
Respondí.
A night at the Opera ... Los Queen ... Adoro a
Freddy Mercury ...
Él Respondió.
¿No eres demasiado joven para eso? …
Respondí.
Era el grupo favorito de mi madre y ahora
que ella ya no está, es el grupo favorito mío
Contestó.
Ya veo … Son míticos … También a mí me gustan
mucho … Te deseo una buena escucha y también
unas buenas noches … Nos vemos mañana en el
mismo lugar, ¿vale? ..
Respondí.
Gracias … Te veré allí mañana … Buenas noches
*****


La noche siguiente llegué al restaurante y él ya estaba allí. Me había colocado un ajustado vestido rojo que realzaba muy bien mis curvas, con un comodísimo y elegante escote cuadrado que mostraba muy bien el surco de mis hermosas tetas, esperaba impresionarlo. Lo saludé.
—Buenas noches extranjero …
—Buenas noches Diosa de rojo …
Me contesto con un sonrisa simpática y misteriosa a la vez. Cenamos charlando animadamente, estábamos sentados lado a lado, él se acercó a mí y me miró con esos maravillosos ojos llenos de luz y yo no me pude aguantar; le eché mis brazos al cuello y lo único que supe es que comenzamos a devorarnos con nuestros labios. Él me tomó de la cintura y me atrajo firmemente a su cuerpo. Ladeé mi cabeza hacia un lado y me entregué a su boca, entregándole mi lengua y permitiendo a la suya navegar en el mar de mi saliva con sabor a spaghetti. Me apreté y acurruqué entre sus brazos musculosos, quería quedar impregnada de él y de su exquisita fragancia aromática de hombre. Cuándo nos separamos, ambos temblábamos; ¿Será el aire acondicionado del local?, me pregunté. Él se dio cuenta y como un caballero me preguntó.
—¿Quieres que te preste mi saco? …
—¡Oh, sí! … Gracias …
Me miró intensa e inquisitivamente y me preguntó.
—¿Te gustaría venir a casa conmigo? …
Era lo único que quería escuchar de él, pero me detuve un poco y miré su rostro encantador y dije escuetamente.
—Sí … Sí me gustaría …
Sonrió afablemente, luego hizo detener un taxi y nos fuimos hacia su casa. Cuando llegamos descendió velozmente del auto y se apresuró a abrirme la puerta del vehículo y me extendió una mano para ayudarme a bajar del carro.
—Gracias …
Dije deslizándome fuera del automóvil. Hicimos el recorrido hasta su casa tomados de la mano y nos detuvimos varias veces para besarnos, lo observé mientras abría la puerta de su casa y me acompañó a entrar en ella. Caminamos hasta la sala de estar y él me quitó su saco de los hombros.
—¿Qué te parece si tomamos una copa? … —Me preguntó.
Pero yo negué con la cabeza y me acerqué a él para volver a sentir sus labios que me hacían flotar en una nube de deseos carnales. Yo quería a este hombre como jamás quise a nadie. Él de pie frente a mí, acarició mi mejilla apartando mis cabellos que cubrían parcialmente mi rostro, me atrajo hacia su pecho, atrapó mi cintura y me estrechó contra su cuerpo, preguntando a baja voz antes de posar sus labios sobre los míos.
—¿Es esto lo que quieres? …
Su labios me impidieron pronunciar cualquier respuesta, pero me pegué apasionadamente a él haciéndole sentir mi deseo de estar con él. Nos besamos por algunos minutos acariciando nuestros cuerpos cubiertos por nuestras prendas de vestir. Sentí su mano sobre la piel desnuda de mi espalda, las yemas de sus dedos dibujaban figuritas que transmitían un cosquilleo ardiente entre mis muslos, comencé a mojarme por este hombre, desconocido casi, pero que lograba llevarme a cumbres altas e insospechadas de placer. Me sentía casi como a mi primera que tuve sexo, quería entregarle todo de mí, pero al mismo tiempo estaba muy nerviosa.


Era muy dulce estar entre sus brazos, rodeé su cuello y puse mi mano en la parte posterior de su cabeza. Me estreché más a su cuerpo, una de sus manos se deslizó de mi espalda y abarcó mi seno izquierdo, comenzando a sentir mi pezón por encima de la tela de mi vestido; entreabrí mi boca y gemí. Podía sentir la creciente humedad de mi coño. Acarició mi seno un poco más y luego escuché que me dijo casi en un susurro.
—¿Te animas a subir a mi cuarto? …
Me pareció una pregunta de perogrullo y obviamente mi respuesta fue.
—Sí …
Puso su mano en mi cintura y me acompañó diciendo.
—Después de ti …
Subimos parsimoniosamente las escaleras mano en la mano, como dos enamorados. Caminé por el pasillo ansiosa de estar con él en su dormitorio, frente a la puerta me giré hacia él expectante. Él me miró con infinita ternura antes de tomarme en sus brazos y entrar en su dormitorio. Entramos a su habitación como una pareja de recién casados. Una vez dentro él inclinó su rostro para besarme tiernamente, muy luego nuestros besos pasaron a ser apasionados y enardecidos; sentí que había una llama en mi bajo vientre, mi vagina se contraía ganosa y sedienta por ser saciada. Me puso con los pies en el suelo al costado de su cama. Muy juntita a él mis manos se movieron a desabrochar sus pantalones, los que hice deslizar hacia sus tobillos y él terminó por sacárselos, también su camisa voló por los aires. Me bajé los tirantes de mi vestido y él ya había abierto la cremallera, lo que facilitó que este se deslizara suavemente al suelo. Ya en paños menores, nos besamos casi con violencia. Su manos se posaron en mi nalgas y las amasó con ardor, presionando mi vientre contra su pulsante y abultada masculinidad.
—¡Ahhhhhh! … ¡Ummmmmm! …
Gemí mientras él me acompañaba sobre su cama. Me besó el cuello y mordisqueó ligeramente los lóbulos de mis orejas. Una vez que me tuvo recostada sobre mi espalda, procedió a besarme por todas partes, deteniéndose a lamer, chupar y mordisquear mis tetas. Arqueé mi espalda y empujé mi pelvis contra el muslo que se había ubicado entre mis piernas. Se inclinó y me quitó las bragas, dejando a la vista mi pequeño y estrecho coño, adornado con un triangulo de rizos finamente recortados. Me miró con codicia y lujuria, lanzándose casi en picada con sus labios sobre mi coño y hurgueteando con su lengua mi mojada intimidad.


Me lamió todo el coño, saboreó mi esencia de mujer bebiendo mis copiosos fluidos. Su lengua exploró el interno de mis rosados pliegues antes de dedicarse a torturar mi clítoris con suaves chupadas y delicados golpecitos de su lengua.
—¡Umpf! … ¡Uggghhh! … ¡Ummmmmm! … ¡Ahhhhhh! …
Chillé y ronroneé como una gatita en celo, su lengua me estaba llevando muy cerca del cielo. Sentí mí orgasmo creciendo en mi interior con una fuerza volcánica. Mi vulva estaba hinchada y caliente, mientras yo me retorcía bajo el suplicio exquisito que su lengua provocaba en mi femineidad empapada. Jadeé gimiendo muy fuerte, sentí las convulsiones que iniciaban mi poderoso orgasmo; besó delicadamente mí clítoris, me penetró con sus dedos y dijo.
—¡Uhmm! … Estás realmente mojada, ¿eh? …
—Son días que estoy mojada pensando en ti …
Pasó su dedo por el surco húmedo de mi estrecha fisura y mis caderas se movieron instintivamente hacia arriba para encontrar su dedo y hacerlo entrar en mí, pero él alejó su mano. Me senté y sentí la extrema dureza existente debajo de sus boxers, se los quité y su hermosa polla salió a la luz; él se acomodó y entonces yo me lo lleve a la boca. Pasé mi lengua por todo al largo de su polla, sintiendo las gruesas venas azules que engrosaban su superba pija, luego comencé a chuparlo firmemente. Rodeé su glande con mi lengua, recorriendo toda la morfología de tan maravilloso pene. Me gustaba como se sentía en mi boca, tan dura, tan gruesa, tan caliente, tan suave y sedosa. De seguro que esto hizo que mi coño se mojara mucho más.


Lo escuché jadear y su mano tomó mi mentón, lo miré con la mitad de su polla en mi boca, me dijo.
—Tesoro, quiero sentirme dentro de ti …
Dejé de jugar con su pija y me recosté, yo también lo estaba deseando. Me acomodé en la cama con mis piernas abiertas, podía percibir el olor de mi excitación en el aire. Se puso en medio a mis piernas y comenzó a pasear su gran polla por la fisura de mi rajita. Empujó su polla entre mis enfebrecidos labios vaginales intentando penetrarme, pero mi coño estaba muy apretado para su enorme glande. Soporté un poco de dolor cuando finalmente su polla venció la resistencia de mi anillo vaginal. Me apreté a él sintiendo su gruesa polla en mí, respiré profundamente y clavé mis uñas en su espalda mientras su polla estiraba mi coño a límites insospechados. Mi vulva caliente y resbaladiza, se fue ensanchando a medida que él ahondaba su daga de carnes en mis entrañas, sentí una mezcla de dolor y exquisito placer.
—¡Oh, cariño! … Estás tan apretadita …
Susurró cerca de mi oído, comenzando un lento movimiento de penetración, aferrándome por mis hombros y clavando su delicia masculina profundamente en mí. Muy pronto mi coño se convirtió en un charco donde su polla chapoteaba cada vez más rápido. Desde un principio todas las terminaciones nerviosas de mi coño fueron excitadas y exploradas por su pene invasor, abrí mis piernas al máximo, lo quería todo dentro de mí y que lo hiciera una y otra vez. Murmuró casi en un gemido.
—Tienes un coño exquisito, amor …
—Y está lleno de tu gran polla … Llena mi coño de ti, por favor … Llénalo …
Le respondí gimiendo mientras me follaba apasionadamente. Mis pedidos fueron satisfechos segundos después cuando sentí la tibieza de su semen explotando profundamente en mí y bañando mis paredes vaginales que se contrajeron para succionar su néctar varonil muy dentro de mí. Sus embestidas eran feroces mientras descargaba su esperma en lo profundo de mi coño, cosa que provocó que mi panocha explotara en un delicioso orgasmo.
—¡Uhhhhhh! … ¡Ummmmmm! … ¡Ahaaa! … ¡Umpf! … ¡Hmmm! …
Él continuó a acariciarme y tirarme contra de él hasta que finalizó su clímax, luego me mantuvo entre sus brazos mientras mi cuerpo continuaba a estremecerse dulcemente. Nos besamos con besos largos y ardorosos. La noche apenas empezaba y yo me iba a quedar con él hasta el amanecer, sus brazos, sus caricias y su polla me tenían embrujada.
*****


La mañana llego y me desperté a su lado, él miraba mi cuerpo desnudo y mis delicadas curvas. Mis pechos estaban descubiertos y él ahuecó sus manos para atraparlos, mi pezón se deslizó entre sus dedos y gemí sintiéndome acariciada por las hábiles manos de este maravilloso hombre. Me sentí amada y admiraba por él, me giré un poco hacia él y le sonreí, puse mi mano sobre la suya y aplasté mi dura teta para acompañar su caricia diciéndole.
—Buenos días, señor …
Y bajé mi mano para aferrar su polla que comenzaba a endurecerse entre mis dedos; él me respondió.
—Buenos días, amor … Luces tan hermosa como anoche …
Mi mano apretó su gruesa polla y le pregunté.
—¿Estas bien despierto? …
Me atrajo hacia él y me besó, luego murmuró.
—Muy despierto para ti, tesoro …
Me enderecé y monté sus muslos a horcajadas, apunté la punta de su pija contra mis labios hinchados e hice deslizar su polla lentamente dentro de mi panocha volcánica. Arqueé mi espalda sintiéndome empalada profundamente por su ariete duro como el acero.
—¡Prrrrrrrr! … ¡Prrrrrrrr! … ¡Hmmmmmm! …
Ronroneé y gemí como una gata en calor, me incliné y froté mis tetas contras sus musculosos pectorales, él me abrazó y me estrechó contra su cuerpo, atrapó mis caderas y enterró su pene con rápidos movimientos en lo profundo de mi vagina. Lo besé y volví a enderezarme, comenzando a columpiarme sobre su polla en un exquisito vaivén, él cerro sus ojos, gruño y gimió, después sus manos comenzaron a jugar con mis tetas, pellizcando y estirando mis pezones, haciéndome gemir y mover mis caderas velozmente.


Lo cabalgué como una amazona y sentí toda la envergadura de su pene deslizándose entre mis pliegues vaginales. Estaba en el séptimo cielo, jamás nadie me había hecho sentir lo que me hacía sentir este hombre. Alucinaba sentada en la polla de Mauricio, la sensación era divina, me llenaba por completo y me poseía rindiéndome adicta a su forma de hacer el amor. Me moví enérgicamente hacia atrás y hacia adelante frotando las paredes de mi coño con la bulbosa y gruesa cabezota de su pija. ¡Dios Santísimo! ¡Qué delirio! ¡Que delicia! Me volvió a agarrar por mis caderas embistiéndome en modo salvaje con su polla enhiesta y vigorosa, entonces entre gruñidos y gemidos lo sentí explotar con su tibieza densa y líquida dentro de mi apretada panocha.
—¡Hmmmmmm! … ¡Umpf! … ¡Ahaaa! … ¡Ahaaa! … ¡Ahaaa! … ¡Ummmmmm! … ¡Aaahhh! …
Afanosos estertores se apoderaron de mi cuerpo, temblé gimiendo y chillando, apreté mis músculos vaginales alrededor de su polla y me desplomé en un exquisito orgasmo sobre su pecho. Me quedé quietecita sintiendo las últimas pulsaciones de su polla al interno de mi mojada intimidad, luego cuando logré recuperar mi respiración, lo besé apasionadamente y me despegué de él, mi coño chorreaba su densa lechita, mi labia vaginal estaba caliente y temblorosa; junté mis piernas para evitar de dejar un desastre sobre sus sábanas. Me levanté y le dije.
—Disculpa, pero necesito ducharme …
—Siéntete como en tu casa y haz lo que tengas que hacer …
Me dijo extendiéndose sobre la cama con su polla algo flácida y una amplia sonrisa en su apuesto rostro. Me duché y volví para vestirme y le dije.
—Tengo que irme … Me voy al trabajo … Y tengo que volver a mi casa para cambiarme …
—Yo también tengo que trabajar … ¿Cuándo crees que podríamos vernos otra vez? …
—¿Qué te parece este fin de semana? …
—Está bien … ¿Crees que podría ser el viernes en la tarde? …
—Me parece perfecto … Contactémonos para coordinar el viernes, ¿vale? …
—Muy bien … Nos vemos entonces …
Terminé de vestirme, le hice una última carantoña a su polla, lo bese en los labios y me fui.
*****


El viernes nos juntamos a la hora acordada y nos fuimos directo a su casa. Antes de llegar a su dormitorio él y yo ya estábamos desnudos y con ansias locas de hacer el amor. Nuestros cuerpos exigían ese tipo de diversión, dimos rienda suelta a nuestra hambre de sexo, follamos como si nuestras vidas dependieran de eso. Él sábado Mauricio preparó un almuerzo maravilloso, bebimos unas cuantas copas de vino y luego él comenzó a mostrarme algunas fotos antiguas. Me mostró unas fotos de cuando él era un niño de unos diez u once años.
—Ese jopo te venía muy bien … Tal vez deberías portarlo una vez más …
Le dije riéndome de sus fotos de niño; él vino a mi lado y me tomó por la cintura desde atrás, acarició mis cabellos con su mejilla y dijo.
—¡Oh!, y tú crees que eso es muy gracioso, ¿verdad? …
Nos reímos juntos y luego él volvió a la cocina a terminar de guardar la vajilla. De repente encontré una foto que me sorprendió y lo llamé.
—Mauricio … ¿Puedes venir, cariño? …
Llegó una vez más por detrás del sofá y me preguntó.
—Sí, tesoro … ¿Qué hay? …
—¿Por qué entre tus fotos hay una foto de mi madre? …
—Haber … Déjame ver …
Le pasé la fotografía, él la miró y su rostro se puso a recordar un pasado lejano.
—¿Carolina? … ¿Es ella tú madre? …
—Era … Ella falleció cuando yo tenía nueve años …
—¡Oh!, de verdad lo siento, cariño …
Me abrazó y me besó en forma reconfortante, luego agregó.
—Conocí a tu madre hace muchísimos años … Estuve con ella por cerca de un año y medio … Luego recibí el llamado de la Marina para enrolarme y no la volví a ver … ¿Te molesta eso? …
—No … Realmente no …
En realidad, me alegré porque mi madre haya podido conocer y disfrutar con un hombre como Mauricio.
—Puedo asegurarte de que tu madre era una mujer muy bella y encantadora …
—Y yo la amaba … Nunca me dijo quien era mi padre …
—¿Y quién te crio? …
—Mi padrastro … Un muy buen hombre …
Él volvió a irse a la cocina y yo me quedé hojeando su álbum de fotos. Había muchos recuerdos de mi madre en mi mente, de repente me quedé helada.
—Mauricio … ¿En que año estuviste con mi madre? …
—¡Uhm! … Déjame recordar … ¡Ehm! … ¿No hay una fecha en la foto? …
Miré el reverso de la foto.
—Dice noviembre 2002 … ¡Uhhh! … Hace tantos años como … Cómo mi edad … ¿Y estuviste con ella hasta esa fecha? …
—Bueno … A las fines de marzo del 2003 tuve que irme a cumplir con la Marina Militar y la dejé de ver … Y cuando volví ella ya no estaba en su antigua dirección … Nunca más supe de ella …
—Pero más o menos en esa fecha ella quedó embarazada …
Mauricio dejó caer un vaso de vidrio al piso y palideció.
—No … No puede ser … Ella me lo habría comunicado en algún modo … No puede ser posible …
—Ella me dijo que mi padre nunca había sabido de mi existencia …
—¡Oh! … ¿Acaso estás pensando lo mismo que estoy pensando yo? …
Me preguntó bastante angustiado y conmocionado.
—Bueno … Puede ser posible, ¿no? …
Dije levantándome del sofá.
—No creo … Es imposible de que yo haya embarazado a Carolina … Me lo habría hecho saber … Y te lo puedo demostrar … Déjame buscar la fecha de mi enrolamiento en la Armada …
—Bueno … Para mi tranquilidad, me gustaría que me lo demostraras …
Desapareció en su cuarto y lo escuche abrir y cerrar cajones del armario, de la cómoda y de su escritorio, sacando y revisando diferentes documentos y papeles. A la media hora volvió con un documento.
—Gloria, aquí está … Lo encontré … Es el certificado de mi enrolamiento en la Marina … ¿Cuál es la fecha de tu nacimiento? …
—El 22 de septiembre del 2003 …
—¡Ehm! … Yo me enrolé el 2 de marzo del 2003 … Según mis cuentas ella debería haber tenido … ¡Uhm! … ¡Oh, no! … Casi dos meses de embarazo … ¡Jesús mío! … ¿Qué vamos a hacer, Gloria? … ¡Oh, cariño! … ¡No puede ser! …
—Pero parece que es, Mauricio … A menos que mi madre no te haya puesto los cuernos y se haya acostado con otro …
—Tú madre nunca habría hecho algo así … Yo la conocía muy bien y estoy cien porciento seguro de que ella no era ese tipo de persona …
—Entonces las posibilidades de que tú seas mi padre son muchas, ¿no te parece? …
—Sí, es verdad … Es posible … Pero todavía cabe la posibilidad de que tu madre haya concebido después de mi partida y tu hayas nacido prematura … Esa podría ser también algo que deberíamos considerar y verificar, ¿verdad? …
Lo vi realmente consternado y preocupado, le dije.
—Entonces … Tú y yo … ¡Ehm! … No podemos …
—¡Sssshhhh!, cariño … Ni siquiera lo digas … Lo sé … Lo sé … Sí quieres dormiré en el sofá …
—No … Quiero estar cerca de ti … No podría dormir lejos de ti …
—Entonces veamos un poco de Tv antes de irnos a dormir …
—Sí … Podemos hacer eso …
Nos acomodamos sobre el sofá sin muchos comentarios, había algo pesado en el aire que nos impedía de actuar con naturalidad. La preocupación por los últimos hechos era evidente y nuestras mentes parecían estar compenetradas con saber la verdad sobre el delicado asunto. Nos fuimos a dormir juntos, apoyé mi cara sobre su pecho y él me abrazó, eché de menos sus besos y sus caricias, pero dada la situación, todo era comprensible, finalmente me adormecí. Durante la noche me desperté y me giré sintiendo su dura polla. En la penumbra del dormitorio escruté su rostro, pero él estaba profundamente dormido, totalmente ignaro de su furiosa erección. Levanté ligeramente el edredón y contemplé la maravillosa figura de su polla delineada bajo el pantalón de su pijama, me vinieron unas ganas terribles de aferrarla y poder sentirla una vez más en mis manos. Se veía deliciosa, pero me acurruqué junto a él y volví a dormirme sintiendo su dureza empujando en medio a mis nalgas.


Al día siguiente me despertó con un bezo en la mejilla e inmediatamente le hablé de lo nuestro.
—Me gustaría que nos hiciéramos un examen genético para cerciorarnos de tu paternidad … En mi certificado de nacimiento nunca figuró el nombre de mi padre …
—Tienes razón … Es el único modo de estar seguros sobre eso …
—Voy a necesitar un mechón de tus cabellos …
—Todo lo que quieras … Solo quiero que sepas que de cualquier modo eres muy especial para mí y no me gustaría perderte por ningún motivo …
Dijo apoyándose a la puerta. Lo vi muy afectado y esto me hizo entristecer; él había despertado en mi una pasión desconocida y me había hecho sentir mujer como nunca nadie lo hizo. Me acerqué a él y acaricie su rostro.
—Espérame … Prometo que volveré …
*****


Pasaron cuatro días antes de tener los resultados que llegaron a mi oficina por “Courier”. Las manos me temblaban cuando abrí el sobre. Cerré los ojos y me encomendé al cielo cuando extraje la hoja con los resultados. Abrí los ojos y leí. ¡Dios Santo, no! ¡Jesús, no! Efectivamente, Mauricio era reconocido al 99,9 por ciento como mi padre genético. Me levanté de mi escritorio y caminé hacia la luz de la ventana y volví a leer. La verdad estaba ahí patente, era un examen de una clínica profesional y no dejaba lugar a duda. Él es mi padre. Todavía temblando marqué el número de su celular.
—¿Mauricio? …
—¡Hola!, cariño … Dime …
—Mauricio, necesito verte …
Trate de no sonar emocionada y no demostrar ninguna inflexión en mi voz.
—Cariño, estoy en casa … Puedes venir …
*****


Cuando llegué a su casa, me abrió inmediatamente la puerta y me hizo entrar. Me preguntó si quería algo de beber, pero rehusé. Lo vi muy tenso y preocupado, no me gustaba verlo así. Me acompañó a la sala de estar y nos sentamos juntos en el sofá, entonces me preguntó.
—Bueno … Dime, ¿por qué querías verme? …
—¡Oh, Mauricio! … ¡Eres mi padre! …
Dije con voz llorosa y quebrada. Me incliné hacia adelante y comencé a sollozar.
—¡Oh, cariño! … ¡Por favor, no llores! … Lo siento mucho … Haría cualquier cosa para compensarte … ¿Cómo pudo suceder esto? …
Le di el papel con los resultados y vi las lagrimas en sus ojos. Todo esto era demasiado cruel. Estuvimos llorando juntos por cerca de una hora y nos quedamos abrazados estrechamente esperando de despertarnos de un momento a otro de esta horrible pesadilla. Estábamos exhaustos de llorar y la realidad seguía allí con nosotros, pasó un tiempo más y agotada le dije.
—Es mejor que me vaya a casa …
—Sí … Creo que es mejor que te vayas …
—Pero no quiero hacerlo … Lo entiendes, ¿no? …
—Sí. Lo sé …
Me costó reunir toda mi fuerza de voluntad para salir de su casa, pero tuve que hacerlo.


Una vez sola en mi casa pensé, ¿Cómo pudo hacer sucedido esto? ¿Cómo era posible que él no supiese que era mi padre? Pero no lo sabía. Yo tampoco lo sabía hasta que vi esa foto. No nos parecemos él y yo, tampoco me parezco mucho a mi madre. Pero las pruebas del ADN son irrefutables. Él es mi padre.


Quería borrar todo. Quería olvidar todo. Pero el recuerdo de sus manos sobre mi piel me consumía. Necesitaba sus besos para calmarme. Todo con él se sentía bien. Imposible olvidar sus labios sobre los míos. Como sus cálidos ojos marrones encendían una fogata en mi cuerpo. ¿Como mi propio padre me había hecho sentir tan mujer? ¿No lo sabía? Esto no es justo, pensé. El no sabía que yo era su hija del mismo modo que yo no sabía que él era mi padre. Además, yo lo había deseado y había yacido con él apasionadamente. ¿Qué hacer? ¿Qué hacer, Dios mío? Justo ahora que he encontrado al hombre de mi vida, resulta ser mi padre, ¡Jesús santo! ¿Qué puedo hacer?


La mañana siguiente lo llamé a primera hora. Me respondió una voz somnolienta y cansada.
—¿Gloria?
—¿Puedo venir? …
—Cierto … Puedes venir …
Cerca de veinte minutos después toqué el timbre de su puerta, abrió y me dejo entrar con una cara de consternación, ojos rojizos y ojeras; no pude evitarlo y le pregunté.
—¿Qué te pasó? …
—Una mala noche … Casi no pude cerrar ojo …
No había tenido tiempo ni siquiera de maquillarme, pero él no lo notó. Me hizo entrar, me besó fugazmente en la mejilla y me acompañó a la sala de estar, luego él se fue a la cocina a preparar un café para ambos. Me quedé silente a esperarlo, ahora que ambos sabíamos la verdad, era hora de enfrentar el asunto y decidir qué cosa haríamos. Volvió con una bandeja con dos tazones de café y un platillo con alfajores y galletas. Lo miré con tristeza y preocupada, se sentó a mi lado y me preguntó.
—Aparte de toda esta tragedia … ¿Hay algo más que te preocupe? …
—Sí … No quiero tener tú rechazo ni tú odio …
Le dije casi sollozando, se acercó a mí y eso me dio una cierta inexplicable tranquilidad y sosiego.
—Cariño … ¿Cómo vas pensando esas cosas? … Jamás sentiría nada de eso … ¿Por qué diablos iba a odiarte o rechazarte? …
—Por todo … Por todo lo que pasó entre nosotros …
Le dije gemebunda y afligida, me tomó la cara en sus manos y dijo.
—¡Sssshhhh, bebé! … Ni tú ni yo lo sabíamos … No podemos culparnos por eso …
—Pero … Pero yo me siento culpable … A pesar de todo, aún siento cosas por ti … Para mi nada ha cambiado …
Le dije compungida y adolorida.
—Bueno … Pero no tienes culpa de nada … No podíamos evitarlo … Sucedió y ya …
—¿Entonces no me odias? …
—Jamás podría odiarte … Eres mi hija …
—Pero yo todavía te quiero …
—Tal vez deberíamos dejar de vernos por un tiempo …
Lo miré sorprendida, yo había venido por él, no quería separarme de él, luego agregó.
—Te amo y te quiero … Pero no puede ser así … No podemos …
Me levanté de prisa y me fui a la puerta, no quería que él me viera llorar. No quería su lastima, necesitaba de su amor, abrí la puerta y me volteé.
—No eres tu solo a estar compungido … Esto no puede destruir nuestro amor … Yo te amo …
—Lo siento, tesoro …
Le escuché decir antes de cerrar la puerta.
*****


Una semana después volví a su puerta y toqué el timbre; apenas abrió la puerta me abalancé dentro.
—¡Tengo que decirte algo! …
Caminé hacia la sala de estar y él me siguió detrás sorprendido. Me quitó el abrigo y me invitó a sentarnos en el sofá.
—¡Lo descubrí! … Sé lo que nos está pasando …
—¿Qué estás diciendo? … ¿A qué te refieres? … ¿A qué soy un monstruo? …
—¡No! … Nada de eso … No eres un monstruo …
—Lo Googleé en la internet … Esto es más común de lo que pensamos … Todos los seres humanos estamos preparados genéticamente para sentir una atracción hacia el sexo opuesto … Cuando estamos emparentados, esa atracción se transforma en afecto … Pero para las personas que no han tenido un contacto frecuente entre ellas … Esa atracción tiene una componente sexual … Y esto lo sienten miles y miles de personas en todo el mundo … Es casi natural …
—Pero eso no significa que esté bien y que sea correcto …
—Pero demuestra que es inevitable … Hermanos y hermanas lo experimentan … Madre e hijos lo sienten … Padre e hijas también son afectados por esta componente genética … Es un amor que tiene su pureza e incondicionalidad …
—¿Entonces? …
—Bueno … Hasta hace un mes y medio, tú y yo éramos dos perfectos desconocidos … Pero la chispa de atracción genética y sexual fue instantánea apenas nos vimos … No tenemos la culpa de nada …
—¿Entonces yo no soy culpable de nada? …
—Así es … Y yo tampoco … Cuando te conocí fuiste como un imán para mí … Me sentí inmediatamente atraída por ti …
—Yo también sentí un impulso magnético cuando te vi la primera vez … Eso es verdad …
—Apenas te vi en la cafetería, supe que eras mi hombre … Te quería conmigo …
—Eso me hace sentido, porqué a mí me sucedió exactamente lo mismo …
—¡Ves! … No estamos solos … No somos los únicos, Mauricio … Hay miles de personas como nosotros … Miles de mujeres se acuestan con sus padres … No, Mauricio … No eres un monstruo, ni yo tampoco …
—¿Entonces qué soy yo? … ¿En que nos convierte eso? …
—En nada … Somos solo una pareja que se ama … Tal vez sea inusual, pero no hay nada de extraño … Nos amamos y nos merecemos este amor …
Me miró confundido, pero en sus ojos vi que brillaba una luz nueva y reforzada, entonces añadí.
—Infórmate … Googlea en la red y me llamas, ¿vale? … Ahora me voy … Tengo que trabajar …
—Está bien …
Me dijo en un tono bastante confundido. Después me fui todavía con mucha preocupación.
*****


Pasaron muchos días, él no me llamaba y yo más preocupada. Hasta que por fin un viernes por la tarde se hizo sentir.
—¡Hola! … ¿Cómo estás, cariño? …
Su voz sonaba más animosa y entusiasta, así que me atreví a preguntarle.
—¡Hola!, Mauricio … ¿Has averiguado algo sobre nuestro tema? …
—Por supuesto que sí … He estado toda la semana en eso … Creo que tienes razón … Vi muchos sitios con diferentes estudios sobre la temática, que explicaban basados en la evidencia, que es natural que entre dos personas emparentadas que habían sido apartadas por largo periodos de tiempo, se desarrollase una atracción sexual y afectiva … Esa es la situación nuestra, ¿no? …
—¡Ves! … Te lo dije …
—Si es verdad … Fui también a la biblioteca nacional y leí algunos libros que trataban el tema del incesto consensual entre dos individuos emparentados genéticamente … Tal cuál tú y yo … Expertos en psicología explicaban que era una reacción perfectamente natural en familiares adultos que nunca se conocieron … Tal cuál tú y yo … Es realmente sorprendente la cantidad de personas que se encuentran en una situación similar a la nuestra …
—Tal cuál tú y yo … Desde que te conocí quedé prendada de ti y de como eras … Ahora sé que no podría vivir sin ti …
—Bueno … Por lo menos ahora sé que no soy un loco ni tampoco un monstruo … ¿Qué te parece si vienes ahora y conversamos un poco sobre el asunto … Hace una vida que no te veo y me haces falta, ¿sabes? …
—Lo sé … La misma falta que tu me haces a mí …
Una circunstancia mañosa del destino nos había hecho encontrarnos. Él es mi padre, pero solo él y yo lo sabemos. No existe ningún documento oficial que nos encasille como padre e hija. Él es un hombre y yo soy una mujer. Es natural que nos sintamos atraídos el uno por el otro, él es el hombre que amo y jamás nada ni nadie me apartará de él.
—Entonces, te espero …
—Ahí estaré …
Colgué y fui inmediatamente a prepararme, debía ponerme hermosa para sus deliciosos ojos.
*****


Seguramente él me sintió venir, porque me esperaba en el vano de la puerta, me acerqué a él y lo miré a los ojos. Me envolvió un manto de ternura y pasión inexplicable. Cuando me quitó el abrigo, hubiese querido que me quitara toda la ropa ahí mismo. Sonriente le pregunté.
—¿Puedo entrar? …
—¡Oh! … No comiences con preguntas difíciles …
Ambos nos reímos y nos abrazamos, me dio un delicado beso en los labios y luego colgó mi abrigo en la percha.
—¿Quieres beber algo? …
—Un poco de te sería perfecto …
—Claro … Claro …
Mauricio preparó nuestras bebidas en la cocina y luego vino a sentarse a mi lado en el sofá.
—¿Cómo has estado? …
—Un poco mejor … ¿Y tú? …
—Bueno … Ahora que te he visto me siento mucho mejor … Te eché tanto de menos …
Le dije en forma llana y sincera. Dejé mi te sobre la mesita de centro y le toqué su brazo, para reforzar mis palabras. Quería que él supiera cuanto le había extrañado. Mauricio dejó su te al lado del mío y se aproximó tomándome por la cintura; me incliné sobre él y le di un beso ligero en sus labios. Tomé su mentón y volví a besarlo, quería encender esa chispa que necesitaba para inflamar la hoguera, entonces le insté.
—Por favor, bésame …
Me senté a horcajadas sobre su regazo de frente a él y rodeé su cuello con mis brazos, comenzando a besarlo intensa y profundamente; metiendo mi lengua en su boca y meciendo mis caderas sobre su regazo. Imprevistamente él me tomó y me devolvió el beso con ardorosa pasión, casi me quedé sin aliento. Me impresionó su fuerza, me estrechó contra su cuerpo y me hizo gemir.
—¡Ooohhh! … ¡Hmmmmmm! …
Resbalé intencionadamente sobre la alfombra y él vino sobre mí besándome el cuello y sus firmes manos aferrando y aplastando mis senos. ¡Oh, Dios! ¡Qué bien que se sentía eso! Muy pronto sus manos se posesionaron de mis glúteos. Me levantó la falda y su mano acarició mi nalga desnuda, se dio cuenta de que no llevaba bragas. Se separó ligeramente de mí y me dio una mirada calentorra, le sonreí maliciosamente fingiéndome atrapada: Me dio una nalgada fuerte y me dijo.
—Ya, vamos pa’arriba …
Sabía que había venido a seducirlo a como diera a lugar.
—Sí … Vamos …
Dije y me lancé de carrera hacia las escaleras, él me siguió de cerca tratando de atraparme otra vez.


Una vez llegados a su cuarto, yo me subí a gatas por un lado de su cama King Size y él hizo lo mismo por el lado opuesto. Nos encontramos a mitad de la cama y nos fuimos el uno contra el otro en un beso y abrazo infinito. Él me subió la faldita hasta la cintura y luego me acompaño entre sus brazos, para dejarme acostada, separé mis piernas y noté que su vista se iba directo a mirar mi precioso monte de venus y los dilatados y rojizos labios vaginales, lucientes de una incipiente humedad, mi coño goteaba por él. Me tomó por las caderas y me dio un beso a la altura del ombligo, luego me dijo.
—¡Quieta! … No te muevas …
Se bajó de la cama y se arrodilló sobre la alfombra, luego tiró de mis caderas hasta colocarme al borde de la cama, levantó mis piernas en el aire y las abrió hacia los costados; mi rosada panocha también se abrió exponiendo mis jugos a su mirada sedienta. Comenzó a besar la parte interna de mis muslos, lamiendo mi piel y dibujando figuritas con su lengua llegó a mi abultado monte de venus y me dio una suave y ligera mordida queriendo devorarme. Entonces sentí sus labios sobre los húmedos labios de mi vulva y su lengua hurgueteando entre mis pliegues calientes y mojados. Creí morir sintiéndome penetrada por su lengua ofidia que iba y venía escarbando mí húmeda femineidad. Entonces grité desesperada.
—¡Oh, Mauricio! … No … No … ¡Ay, no! …
Traté por todos los medios de alejarlo de mi panocha, pero él me retuvo con fuerza atrapando mis caderas y mis muslos, dejando sus labios sobre mi clítoris y moviendo su lengua como un espiral mientras me chupaba y succionaba mi botoncito del placer, su nariz estaba aplastada sobre mi monte de venus y estallé en un incontrolable orgasmo que me llevó fuera de esta dimensión, mi cerebro y mi mente se llenaron de lucecitas y explosiones titilantes, al tiempo que chillaba enloquecida.
—¡Aarrgghh! … ¡Aarrgghh! … ¡Uuuyyyy! … ¡Ayayay! … ¡Umpf! … ¡Umpf! … ¡Umpf! … ¡Ahhhh … ¡Aaaahhhh! … ¡Oooohhhh! …
Lancé varios chorros de excitación contra su rostro, estaba en un estado demencial de calentura; mi coño se contraía y tiritaba frenéticamente, sentí incluso los agitados espasmos de mi agujerito anal y me corrí como jamás nunca me había corrido. Él continuaba frenéticamente como un enajenado a sorber y beber mis fluidos directamente de mi coño enfebrecido mientras mi cuerpo no podía más y hacía cabriolas sobre el edredón cada vez que su lengua alcazaba a tocar mi sensible clítoris,
—¡Oh, Mauricio! ... Mauricio ... Detente por favor ... Eso fue demasiado divino para mí …
Se detuvo y me miró sonriente, tiré de él para besar sus labios mojados con mi esencia de mujer, su cara estaba empapada de mí. Estiré mi mano a su entrepierna y sentí un enorme bulto palpitante.
—¿Me darás tú polla grandulona ahora? …
Le pregunté ronroneando como una felina en calor. Se recostó a mi lado e inmediatamente me fui a sacarle los pantalones junto a sus boxers. Apareció ante mí su bulbosa polla dura como palo y con gotitas cremosas en el ápice de su glande. Ávidamente me incliné a saborear su manjar masculino cremoso y delicioso. La sostuve entre mis manos y acaricié su aterciopelado prepucio que empujé lo más que pude hacia sus cojones, luego con mis dos manos aferré su entiesada polla, comenzando con rítmicos movimientos hacia arriba y hacia abajo, apretándola y haciendo salir más de sus jugos para barrerlos con mi lengua exploradora. Me coloqué estirada entre sus piernas y desde allí observé sus ojos que me miraban fascinados y le dije.
—Ahora es tu turno de ser mío … Lo quiero todo de ti …
Luego engullí por completo su polla caliente. Mientras lo chupaba con ardor, mis ojos no perdían contacto con sus ojos lucientes y llenos de lujuria. Él sabía quién era yo, su hija a chuparle la polla que la engendró, a lamer sus bolas llenas de semillas de vida. Esa lechita caliente que un día él depositó en el coño de mi madre e inició el ciclo fecundo de formarme a mí en el útero de mi mamá. Su hija que ahora estaba con sus labios rodeando su cabezota hinchada y pulsante, tratando de sacar más semillas lechosas de sus calientes bolas. Me sentí muy bien con mi boca llena de él, mi boquita no cesaba de chupar y mi lengua acariciaba el anillo carnoso de su glande amoratado. Acaricié sus bolas con mi mano, como sopesándolas y tratando de adivinar su contenido, alucinaba con que estuvieran muy llenitas para mí. Me enderecé un poco y lo puse en el surco de mis tetas, lo aprisioné y lo aplasté entre ellas, sin dejar de moverme verticalmente, él cerró sus ojos y echó su cabeza hacia atrás mientras gemía con ardor y pasión. Mi coño parecía una laguna y ardía, pero no quería tocármelo, pues mi clítoris estaba todavía muy sensible.


Sentí su mano sobre mi cabeza, sus dedos se entrelazaron con mis cabellos y me presionó para meter su polla en mi boca. Lo hice entrar y jamás volvió a salir. Lo chupé intensamente acariciando sus musculosas piernas, gimió mirando mi cabeza subir y bajar con su polla encerrada entre mis labios.
—¡Hmmmmmm! … ¡Ahaaaaa! … ¡Umpf! …
Su polla escapó de mi boca y él me tomo para recostarme sobre la cama, luego se puso detrás de mi a cucharitas. Me toqué mi coño y él se percato de ello, me preguntó.
—¿A que cosa piensas? …
—A cómo se sentiría tu polla otra vez en mí …
Beso mi cuello y su mano bajó a su polla, la guió entre mis nalgas y luego empujó entre mis muslos, su polla rozó los labios cerrados de mi mojada panocha y yo me estremecí.
—Quieres follarme por favor, Mauricio …
Él empujó su polla contra mi resbaladizo agujero y me penetró con varios centímetros de su macizo pene.
—¡Uhhhhhh! … ¡Ummmmmm! … ¡Ahaaaaa! … ¡Ahaaaaa! …
Gemí sintiendo como su cabezota invadía mi coño y presionaba mis paredes vaginales empapadas. Mis tetas estaban duras y él se apoderó de ellas como punto de apoyo para empujar su pija muy profundamente en mí. Me sentía divina con su pene grueso y cálido restregándose dentro de mi conchita apretada, las paredes de mi coño estaban siendo forzadas una vez más por su maravillosa polla y yo quería que esto nunca acabara.
—¡Ahaaaaa! … ¡Ahaaaaa! … ¡Umpf! … ¡Hmmmmmm! … ¡Ahaaaaa! … ¡Umpf! … ¡Ahaaaaa! …
Era una perfecta combinación, una perfecta armonía, su polla pertenecía a mi coño. Empujé mis nalgas para empalarme más sobre su pija enhiesta. Apretó mis tetas y pellizcó mis pezones mientras comenzaba un salvaje movimiento de mete y saca dentro de mi panocha. Comencé a retorcerme y a temblar, entonces él bajo su mano y tocó mi clítoris. Eso fue como un gatillo que hizo explosionar todo mi cuerpo.
—¡Ahaaaaa! … ¡Ahaaaaa! … ¡Uhhhhhh! … ¡Ahaaaaa! … ¡Ahaaaaa! … ¡Umpf! … ¡Ahaaaaa! … ¡Ahaaaaa! …
Comencé a correrme lanzando un chorro de mi ambrosía dorada contra sus dedos que continuaban sin cesar a rasguear mi sensible clítoris. Me apretó contra su cuerpo y tomó mis caderas enérgicamente, sentí las pulsaciones de su polla cerca de mi matriz y luego sentí la calidez de sus jugos masculinos derramándose en lo profundo de mi panocha, escuché sus gruñidos animalescos mientras forzaba su eyaculación muy dentro de mis entrañas.
—¡Urggghhh! … ¡Ooohhh! … ¡Umpf! … ¡Uhhhhh! …
Me besó varias veces mi cuello y mis lóbulos, estábamos extenuados, nos quedamos dormidos en esa misma posición, mientras caía vencida por el sueño, jamás sentí que su polla salió de mi chocho.


Temprano a la mañana siguiente, sentí sus manos en mis caderas y su polla todavía estaba en mi coño, dura como el granito, hinchaba y presionaba mis pliegues vaginales. Comenzó a empujar suavemente, sus cojones estrellándose contra mis glúteos. Era el mejor despertar de mi vida, no pude contenerme y dije.
—¡Ummmm, papá! …
Al escuchar mi llamado, me bombeó salvajemente hasta explotar de nuevo dentro de mí. Me mantuvo aprisionada entre sus brazos sin dejar de besarme. Cuando se relajó lo suficiente, su polla goteante resbaló fuera de mí y me dijo.
—¿Te va de ducharnos juntos? …
—¡Oh, sí! … Todo lo que tú quieras …
Me fui a la ducha y lo dejé sobre la cama. En el baño me metí bajo el chorro de agua tibia y comencé a lavar mi cuerpo con un guante de toalla para la ducha, lavé mis piernas, mi vientre, mis senos; cuando comencé a lavarme entre las piernas, me di cuenta de que él había estado observándome, lo invité a unirse a mí bajo el agua cálida. Tomó el guante, versó abundante jabón y comenzó a lavar mi espalda en círculos, poco a poco fue descendiendo hasta mis nalgas, entonces me giré hacia él para que lavara mi parte frontal; inmediatamente versó un poco más de jabón en el guante y lo paso por mi pecho, enseguida sobre cada una de mis tetas, frotando gentilmente mis pezones. Su mirada se centró en mi entrepierna, le llamaba la atención mi coño excitado y enrojecido. Entonces tomé el guante y le dije que yo lo lavaría a él.


Enjaboné sus poderosos pectorales, su abdomen liso y no pude resistirme a tomar su polla gruesa y blandengue en mi mano. No estaba erecta del todo, pero comenzó a endurecerse tan pronto como la cubrí con abundante jabón e inicie a jalarla hacia atrás y hacia adelante. Envolví sus grandes bolas con el guante enjabonado y seguí magreando su pene que comenzó a hacerse más grande y más duro. Me giré y él puso una mano en mi espalda haciéndome inclinar hacia adelante, sin decir nada, empujó su pene entre mis nalgas. Chillé y traté de tomar una bocanada de aire cuando su polla se incrustó violentamente en mi panocha.
—¡Ay! … ¡Ayayay! … ¡Haaaa! … ¡Ahaaa! … ¡Hmmmm! …
Me afirmé en los azulejos y él puso su mano derecha en mi cadera y su mano izquierda agarró mi hombro y me tiro sobre su polla, comenzando a follarme muy rico, empujé con fuerza mis nalgas sobre su polla esplendida, y ronroneé.
—¡Ummmm!, papito rico …
—¡Ah! … Quieres ser la hijita de papá, ¿eh? …
—Lo soy … Fóllame rico, papi … Mete toda tu polla en mí …
—Está bien, cariño … Papi follará tu panocha apretada …
—¡Oh, papi! … Es tan rica tú polla …
—Y tú panocha me vuelve loco, hija …
—¡Hmmm, Ssiii! … ¡Qué rico, papi! …
No sabía que decir, él parecía haber enloquecido, tomó mi pierna derecha y la levantó en el aire, empujando su pija más profundo en mí. Mis nalgas comenzaron a tiritar con sus fuertes embestidas, mi padre me iba a provocar un orgasmo más y al parecer le gustaba que yo lo llamara “papá”, y a mí me gustaba que fuera él a follarme.
—Entonces te gusta la polla de papá, ¿eh? …
—Desde que te conocí que me gustó tu polla … Ahora debo solo acostumbrarme a que seas mi padre quien me folla con su rica polla … Hazlo, papi … Folla a tu hija con esa polla tuya tan rica … Fóllame, papá …
—Me parece como si tu panocha fuera aún más deliciosa ahora que sé que eres mi hija … Es algo perverso, pero tu chocho me calienta, hija …
—¡Oh, sí, papi! … A mi también …
Me sacó su enorme polla de mi conchita mojada, me giró hacia él, jugó con mis tetas dándole rápidas lamidas a mis pezones, le eché los brazos al cuello y él tomó mis dos piernas en el aire, me levantó hacia arriba y luego me hizo descender lentamente sobre su bulbosa pija, empalándome en ella suavemente antes de arrinconarme con mi espalda sobre los azulejos y comenzar un furioso mete y saca dentro y fuera de mi panocha. El agua tibia caía entre nuestros cuerpos y se sentía el chapoteo de su enorme polla en la laguna de mi conchita.
—¡Oh, papi! … ¡Oh, papito! …
Ronroneé sintiendo como su polla horadaba en lo más profundo de mi ser, estirando pliegues que nadie jamás había estirado. Mi cuerpo entero comenzó a estremecerse y convulsioné en un exquisito orgasmo.
—¡Ahhhhhh! … ¡Ahhhaaa! … ¡Ahhhaaa! … ¡Ahhhaaa! …¡Papi! … ¡Oh, papá! …
Mordí su cuello y enterré mis uñas en sus hombros saltando como una loca sobre su polla. Entonces él me apretó contra los azulejos y comenzó a correrse a mares dentro de mi estrecho coño enfebrecido y tembloroso. Me estaba llenando con su lechita paterna y me estaba llevando al paraíso.
—¡Ughhhhh! … ¡Umpf! … ¡Ahhhh! … ¡Umpf! … ¡Oh, hija! …
—¡Oh, papito mío! … Quiero que me folles por toda la vida … ¡Hmmmmm! …
—¡Ummm, sí! … Yo también lo quiero …
—Nunca me dejes, papi …
—No … No ahora que te encontré … Nenita mía …
Poco a poco se fue relajando mientras su polla no cesaba de latir y hacerme vibrar con las últimas pulsaciones de su eyaculación. Una vez más papá me había dado todo de él y me había rendido feliz.
—Te amo, papá …
—Lo sé … Y yo también te amo, bebita mía …
—Pero yo te amo también como una mujer ama a un hombre …
—Y yo te amo como un hombre ama a su mujer … eres mi hija y mi mujer, nenita …
—¡Oh, papi! … Sí … Sí …
Me miró directamente con una mirada solemne.
—Gloria … ¿Quieres ser mi mujer? …
—¡Oh, Mauricio! … Sí … Quiero ser tu mujer … Tú única mujer …
—Y yo seré tú único hombre … Te lo prometo …
Lo besé apasionadamente apretando mi cuerpo desnudo y mojado contra su musculoso cuerpo empapado y le pregunté.
—Mauricio … ¿Te molesta si te llamo “papá”? …
—¡Uhm! … De hecho, no … Creo que me excita más si lo haces …
—¡Oh! … Lo sabía … Lo sabía …
Dije excitada al máximo, comencé a secarlo con una toalla a toda prisa, quería llevarlo rápido a la cama para tenerlo una vez más en mí. Lo necesitaba, necesitaba a mi papá más que nunca.


Fin

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luisa_luisa4634@yahoo.com

escrito el
2025-01-24
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