Teo y yo.

por
género
zoophilia

Mi nombre es Tamara, tengo Treinta y seis años. Nunca pensé que me pudiera suceder lo que me sucedió, pero me pasó y me gustaría desahogarme compartiéndolo aquí con ustedes.


Un poco sobre mí, trabajo para la municipalidad. Mido un metro y setenta centímetros, peso cincuenta y seis kilos, tengo el pelo corto de color rojo cobrizo, Estoy casada y vivo en una parcela rural heredada de nuestros padres, donde hemos construido dos casas, en una de ella habito yo y en la otra mi hermana Soledad, de treinta y dos años. Mi marido, José Luis, es comerciante independiente y viaja a la capital a comprar mercadería para vender en la comunidad local. Él tiene la misma edad mía.


Puedes llamarme ingenua o estúpida porque lo único que sé de perros que se follan a las mujeres lo he leído en algunas bizarras historia descritas por las protagonistas de relatos. Siempre pensé que eran fantasías, cuentos ficticios, algunos groseros y repugnantes, nunca imagine que realmente fueran cosas que sucedían a mujeres comunes y corrientes. Sí, he visto que los perros machos adolescentes intentan follar cada cosa que se les pone por delante, ya sea un peluche, un cojín del sofá, la pierna de alguna persona y cosas comunes a todos los perros. También he presenciado que son adictos a oler la entrepierna de la gente, sobre todo femenina.


Nuestro perro, Teo, era uno de ellos, hacía lo que hacen todos los perros. Ahora parece que este perro del demonio se había fijado en mi entrepierna y no podía evitar de enfilar su fría nariz húmeda entre mis muslos en toda ocasión en que me encontrara distraída. Siempre andaba detrás de mí queriendo jugar conmigo, por lo menos eso era lo que yo pensaba que trataba de hacer. Cuando Teo saltó sobre mí y me agarró por detrás con sus fuertes zampas, manchó con su baba mis bragas. Que eran nuevas y muy caras, me enojé mucho con él y lo saqué al patio en castigo. Nunca antes había tenido perro, solo gatos. Teo era nuestro único perro y mi marido había insistido en comprarlo para seguridad de la casa, dijo él. Entonces pensé que lo que había hecho era lo que hacen todos los animales de su especie y no le di mayor importancia. Pero mi hermana Soledad, que estaba presente cuando él salto sobre mí, dijo: “Hey, parece que Teo quiere algo contigo”, solo que yo no tomé en cuenta lo que realmente ella me estaba diciendo o advirtiendo.


Bueno, los niños estaban encantados con Teo y yo lo acepté. Isabel la hija de Soledad, de siete años lo adoraba y Luis, mi hijo de trece años también y jugaba la mayor parte del tiempo con él. Todo sucedió antes de quedar embarazada de mi segundo hijo, las cosas comenzaron a cambiar y mi marido era de la idea de deshacernos de Teo para comprar un perro más pequeño. El problema era que los niños consideraban a Teo uno más de la familia y se opusieron desde el principio a la idea de mi marido. Él era el perro de la familia y debía quedarse con nosotros, además yo me puse de parte de los niños y discutí con mi esposo para dejar a Teo con nosotros.


Era viernes temprano por la mañana, último día de la semana y me preparé para ir al trabajo. Tomé una reponedora ducha matutina, ordené mis cabellos frente al tocador, luego elegí un par de bragas amarillas de tipo tanga, me paré frente al espejo del vestidor y admiré mis nalgas y el hilo de mi tanga que se perdía entre ellas, vi que mi glúteos estaban firmes y apretados, mi culo lucía perfecto.


Luego busqué un sujetador a juego con mis bragas, uno con ribetes bordados y acomodé mis senos pesados y llenos de copa 36D, me miré en el espejo y me gusto mi apariencia íntima. Mi panza de mujer embarazada todavía no era del todo visible. Una blusa blanca y una minifalda plisada azul oscuro completaron mi atuendo para esa mañana, junto con una chaquetilla corta que completaba el traje con la corta faldita. Estaba vestida en una típica vestimenta de negocios y lista para ir a la oficina.


Cuando bajé las escaleras, nuestro enorme perro vino a mi encuentro moviendo su cola y dando animosos saltitos de saludo. Me molesté con él y lo detuve gritándole:
—¡Basta, perro estúpido! … O me vas a dejar llena de tus pelos asquerosos …
Él se detuvo y volvió a su camita, fuera de la pieza de Luis, mi hijo.


Cuando regresé por la tarde a casa, encontré a mi hermana Soledad arreglada y lista para salir, me dijo:
—Voy a llevar a los niños al Mall … Tú marido llamó y dijo que regresará mañana porque tiene que terminar de cargar el camión … Aprovecha de descansar …
Decidí seguir el consejo de ella. Dejé mi chaquetilla sobre una silla, luego me senté en el sofá a mirar la televisión. Me quité los tacones y me acomodé sobre el amplio diván. Habrá pasado una media hora y estaba dormitando cuando sentí un estruendo en la cocina. De seguro ese era Teo, el gato estaba enroscado al otro extremo del diván y me dio una ojeada como diciendo “Ese no fui yo”


Me levanté y me dirigí a la cocina. El bote de basura estaba volcado sobre el piso y Teo olfateaba los restos de basura:
—¡Maldición, Teo! … ¿Acaso no te basta el alimento que te damos? …
Me agache a recoger la inmundicia y el estúpido perro comenzó a dar saltitos a mi alrededor y luego sobre mí, entonces le grité:
—¡Detente, perro maricón! … ¡Mira lo que has hecho! …
Terminé de recoger todo y limpié la suciedad, mientras tanto Teo insistía en saltar sobre mí. Logre alejarlo muchas veces, pero él siempre volvía, hasta le grité:
—¡Cálmate, perro de mierda! … ¡No quiero jugar contigo! …


Todo estaba sucediendo demasiado rápido, me hizo perder el equilibrio con su peso y otra vez terminé sobre el piso de la cocina a cuatro patas y él saltó sobre mí aferrando mi cintura con sus poderosas patas:
—¡Maldita sea! … ¡Qué carajo! … ¿Acaso te volviste loco? …
Logré liberarme y me dirigí a las puertas francesas que dan al patio, era hora de echar afuera a este maldito perro estúpido. Me arreglé la faldita que a todo esto se había arremangado hacia arriba. Teo me persiguió y me derribó de nuevo, intenté levantarme, pero Teo se apoyó con todo su peso sobre mi espalda y se agarró a mi cintura, luché por liberarme. Pero él era demasiado pesado y fuerte para mí, sus uñas rasguñaron mis flancos y me mantuvo firmemente con sus patas alrededor de mi cintura.


Abrí mi ojos de par en par y mi mandíbula inferior cayó sorpresivamente hacia abajo cuando me di cuenta de lo que estaba tratando de hacer conmigo. Intentaba aparearse. Me sujetó bien y agachó sus flancos traseros tratando de empujar su polla hacia mi coño. ¡Oh, Dios! Luché con nuevos bríos por liberarme. Él ya estaba haciendo esos rápidos movimientos de follar. Empujé mi trasero hacia atrás con la intención de rechazarlo, pero esto no hizo más que acercar mi chocho a su verga. Sentí la punta de su pene entre mis muslos y pensé que estaba protegida por mis bragas, grité:
—¡No! … ¡No lo hagas! … ¡No! … ¡No! … ¡No! …
Entonces escuché sus gruñidos y sus dientes duros y afilados agarraron mi nuca. El mensaje era claro, debía dejar de luchar, me quedé paralizada y lloré incrédula, encomendándome al buen Señor para que acudiera en mi ayuda.


Estaba completamente quieta y con lágrimas en los ojos, mientras el miembro de Teo se estrellaba una y otra vez contra mis nalgas y mis muslos, deslizándose peligrosamente sobre mi diminuta tanga tratando de enfilarme su duro pene, que después de todo no se sentía ni muy grueso ni muy grande. Confié en que mis bragas resistirían todos sus ataques, él se agotaría y me dejaría ir.


Horrorizada sentí que la punta de su polla se deslizaba por el interior de mi muslo y lograba descolocar mis bragas hacia un costado. Chillé y lloré cuando su pene rozó mi labia vaginal con fuerza y se introducía resbalando hacia mi agujerito rosado. Teo me soltó el cuello, dio un aullido y empujó violentamente su pija dentro de mí, su entero pene estaba empujando mis paredes vaginales y se metía mucho más adentro. Una cosa gruesa entro y salió de mi coño varias veces, increíblemente eso me hizo gemir cachondamente, no podía creer que el pene de Teo me estuviese causando reprimidos gemidos de goce.


Su polla se sentía suave, resbaladiza y caliente, pero pronto comenzó a hincharse y a hacerse más gruesa y larga, penetrándome profundamente. Grité como una marrana al sacrificio cuando mi pequeñito coño comenzó a estirarse para dar cabida a la enorme pija de Teo que a todo esto, no cesaba de crecer. Nunca había sido penetrada por una polla tan grande.


Estaba confundida, lloraba mientras Teo me follaba sin misericordia, respirando afanosamente cerca de mi oreja. Las lágrimas se deslizaban por mi rostro, levanté la cabeza y vi reflejada en el refrigerador de acero inox, la imagen de Teo follando mi pequeño coño montado en mi espalda. Me follaba furiosa y rápidamente, con un movimiento mecánico de martilleo. En repetidas ocasiones se acomodaba y empujaba con más fuerza haciéndome gritar sonoramente:
—¡Aaaahhhh! … ¡Aaahhh! … ¡Oooohhhh! …
Los únicos sonidos que lograba escuchar eran los bufidos y resoplidos de Teo mientras estrellaba sus cuartos traseros contra las blanco pálidas nalgas de mi derriere. Su pene parece que había dejado de crecer, pero la punta estaba rozando mi cuello uterino, cosa que me causaba una extraña sensación de dolor y velado placer. Por nada al mundo quería admitir que Teo me estaba haciendo gozar con su enorme polla. Me sorprendí diciendo:
—¡Oh, no! … ¡Por favor, no! … ¡No Señor, no dejes que suceda! … ¡Dios, mío! …
Su bola estaba masajeando mi punto G. Me di cuenta y traté de no pensar y no sentir. Muy de prisa un temblor poderoso de apoderó de todo mi cuerpo. Traté de pelear contra esa increíble y poderosa sensación que me arrastraba inexorablemente a algo que no quería sentir. Mis ojos se perdieron en mis cuencas, levanté mi cabeza y la eché hacia atrás, me mordí mi labio inferior, mis uñas se clavaron en la superficies embaldosada de la cocina y sin poder contenerme empujé con fuerza mi coño sobre la polla caliente de Teo, al tiempo que estiraba mi pierna derecha que temblaba sin control hacia atrás. Fue como una gigantesca ola marina que me abrumó. Mantuve mi pierna derecha estirada hacia atrás que se sacudía y temblaba por su propia cuenta, mis músculos vaginales se contrajeron para estrujar y ordeñar la enorme pija de perro enterrada profundamente en mí, mi orgasmo me golpeo como un meteorito y grité:
—Ummmmmm ,,, Sí, Teo … Fóllame … Oooohhhh … Aaahhh … Umpf … Umpf … Aaahhh … Ssiii, querido … Ssiii …
Nunca antes había tenido un orgasmo de esta manera y como olas oceánicas, chillé una y otra vez rotando y empujando mi coño contra la polla de Teo, disfrutando de una secuencias de ondas orgásmicas que me hacían querer más de él.


Cuando pensé que comenzaba a recuperarme de las abrumadoras sensaciones que mi coño estaba sintiendo. Teo se quedó quieto, ya no me follaba con el ímpetu del principio, sentía las pulsaciones de su polla, entonces un fluido caliente comenzó a rociar mis paredes vaginales, él estaba eyaculando dentro de mí, muy cerquita de mi útero. Su esperma era mucho más caliente que el semen humano, también mucho más copioso, sentí como si el interno de mi vagina fuera inflado por tanto semen. Los grandes testículos del perro pulsaban en el interior de mi muslo y él estaba finalizando el apareamiento derramando su semilla en mí.


La exquisita acuosidad caliente se vertía en potentes chorros que se desplazaban directamente hacia mi cuello uterino para fertilizar cualquier ovulo que hubiese allí. Con los ojos borrosos encandilados en una vaga bruma post orgásmica, le susurré a Teo.
—Ummm, siii … Lléname con tu semen, Teo ...
El perro tonto intentaba dejarme preñada con una camada de cachorritos. Solo que él no sabe que eso es imposible, ya que técnicamente sus nadadores me embarazaran solo por unas pocas horas y luego cuando los cromosomas no coincidan, mi cuerpo rechazará su carga y destruirá y absorberá las células. Pasaron unos quince minutos y Teo estaba echado sobre mi espalda, todavía dando pulsaciones eyaculatorias a su polla. Me tomó un tiempo comenzar a moverme, ya que cuando intenté hacerlo, me encontré pegada a la gruesa polla de Teo. Estábamos enganchados como perrito y perrita, igual que sucede con cualquier perro que va follando por ahí. Luego de esos extensos minutos, la polla caliente de Teo salió disparada de mi coño. Me senté con las rodillas dobladas y lloré. Me sentí avergonzada, extraña, humillada y repugnante. ¡Dios, mío! ¡He tenido relaciones sexuales con un perro! Por supuesto esto nadie lo debe saber. No se lo puedo decir a nadie.


Teo intentó lamer entre mis muslos, mis lágrimas corrían por mis mejillas, luego se alejó un poco de mí y mis ojos se abrieron como platos cuando vi la gigantesca polla que colgaba de su panza. Todavía goteaba acuoso esperma. Su forma era un tanto extraña, no asemejaba a un pene humano. Era increíblemente grueso y de seguro más de veinte centímetros de longitud o tal vez más. Su color era rojo purpura. No sé por qué, pero miré sus cojones apretaditos que pendían de su parte posterior y se movían al ritmo de sus pasos. Dios mío, este perro tiene las bolas más grandes que jamás haya visto, pensé, por eso que llenó mi barriga con su copiosa eyaculación que duro como veinte minutos. No sé si fue mi imaginación, pero los movimientos de él eran como si se pavoneara ante mí como un rey. Estaba orgulloso y feliz, entonces recordé las palabras de mi hermana; “Hey, parece que Teo quiere algo contigo” Ahora comprendí que era de mucho tiempo que él quería follarme y hacerme su perrita.


Me senté en un taburete de la cocina atolondrada a llorar por lo que me había sucedido, tenía contracciones en mi estómago. Poco a poco reuní fuerzas suficientes para alzarme, me ajusté mi pequeña tanga entre mis piernas y mi culo, luego bajé mi faldita y salí de la cocina a la sala de estar. Teo yacía en un rincón a lamer su enorme polla todavía hinchada y rojiza. Un rio de esperma escurría por mis muslos y piernas. Me sentía extraña y ultrajada. Lo que me había sucedido era una completa locura, algo inimaginable pocas horas atrás. Todavía no podía creer de haber tenido unos potentes orgasmos con la polla de un perro.


Me percaté que pronto mi hermana volvería a casa con los chicos, así que subí a mi cuarto a ducharme y quitarme de encima toda la asquerosidad que Teo había vertido dentro de mí. Mientras subía las escaleras pensaba en la contracciones de mi coño ordeñando esa enorme polla de perro, ni siquiera sé cuantas veces me corrí con esa pija dentro de mí. Nunca había experimentado nada parecido, ¿Cómo puede ser posible que una polla de perro te haga correrte tantas veces? No quería que nadie me viera en estas condiciones, así que traté de recomponerme rápidamente.


Cuando mi familia regresó no notó nada. Teo saltaba y correteaba con los niños como si nunca hubiese tenido algo conmigo. Pero mi hermana me preguntó por qué estaba tan dispersa y distraída, parecía como si no escuchara lo que me decían y estaba olvidando cosas. Volví a sentir vergüenza y sentidos de culpa, no podía decirle que Teo acababa de follarme un par de horas atrás. Tampoco quería explicarle que me había dado unos potentes e increíbles orgasmos. Incrédula recordé lo que le había gritado a Teo cuando me follaba con su gigantesca polla, no podía creer que yo le haya dicho de follárme. Me preguntaba: ¿Qué habré hecho yo para seducirlo? ¿Habrá sido mi minifalda? ¿Será que Teo vio mis bragas cuando me agaché? ¿Habrá visto también mi coño? Pensé que tal vez los perros no solo son atraídos por los olores, sino que también como los hombres, estos son atraídos por lo que observan visualmente. Quizás deba indagar un poco más sobre este tópico, porque no estoy segura de nada así dispersa y distraída como me encuentro ahora.



Esa noche cuando estaba en la cama, no me convencía lo estúpida e ingenua que había sido al no percatarme que Teo me había perseguido muchas veces y jamás pensé que el verdadero motivo que tenía era follarme. Finalmente, él lo consiguió, se apareó conmigo como si fuera su perrita preferida. Lloré sintiéndome todavía avergonzada, extraña y confundida. Afortunadamente mi esposo no me busco para tener sexo, porque mi coño todavía goteaba semen de perro. Durante algunos días busqué en la red informaciones al respecto, pero no tuve mucha suerte, solo pocos comentarios de lo bien que se habían sentido al momento y los sentimientos de culpa después. En algunos sitios de relatos había varios relatos relacionados, pero algunos eran muy burdos y poco creíbles. Tal vez ni siquiera había sido escritos por mujeres, algunos con garrafales faltas ortográficas y cero gramática. Era evidente que ni siquiera conocían el sexo de una mujer.


Teo estuvo muy tranquilo por varios días, ya no follaba nuestros cojines ni muebles. Tampoco venía bajo mi falda. Me sorprendió su buen comportamiento. Parecía orgulloso y lleno de si mismo, cómo el padrón de la casa. ¿Será por que me atrapó y folló?, me quedé pensativa.


Una semana después, viernes por la tarde, a eso de las 22:00 horas. Había tenido una pesada jornada en la oficina. Llegué a casa exhausta, directamente a meterme bajo la ducha. Mi marido había ido a casa de mis suegros porque su madre se había sentido enferma. Hacía varios días que mi marido llegaba cansado y estresado de tanto trabajo y prácticamente me lo encontraba en la cama a dormir y roncar, no habíamos tenido relaciones sexuales. Los días de mi periodo de ovulación estaban cercanos y mi coño estaba constantemente mojado, mi conchita se contraía de frecuente y me exigía meter algo allí, pero nada sucedía, mi marido por la mañana ni siquiera me despertaba y salía a cumplir con su trabajo. Me estaba desesperando, ahora mismo una vez más me encontraba a dormir sola en nuestra cama matrimonial.


Sin poder adormecerme, bajé a la sala de estar vestida con mi bata corta, semi trasparente de color negro y mi tanga de seda del mismo color. Pensé en no encontrar a nadie, pero mi hijo, mi sobrina y hermana estaban viendo una película en Netflix, me uní a ellos a mirar la televisión.


Sentí los ojos de mi hijo de trece años pegados a mis largas piernas desnudas. Pensé, “Aquí está mi hijo adolescente al cual he descubierto que ha comenzado a masturbarse, a mirar mis piernas otra vez. Muy pronto comenzará a robarse mis bragas. Se está convirtiendo en un pervertido igualito a su padre”.


En eso entró Teo a la habitación y sentó en el suelo a mis pies, como siempre hacía. No le di mayor importancia y seguí mirando a Brad Pitt que lucía sus pectorales en la maxi-pantalla. De repente, Teo se movió y pasó a llevar mis piernas, entonces fue que lo vi. Una aguzada puntita roja sobresalía de su funda oscura y peluda.


Brad Pitt desapareció de mi vista y mis ojos se fijaron en esa bolsita de pelos suaves que cubrían una cosita rojiza y brillante, como un lápiz labial. Me pasé la lengua por mis labios y luego mordí mi labio inferior mirando embelesada esa maravilla de la naturaleza. Ya no me pareció para nada repugnante, me recordé de mis innumerables orgasmos, me recordé de lo grande que era cuando salía toda enterita de su refugio. Me pareció muy atractiva. El color purpura predominaba y parecía despedir rayos de luces directamente a mis ojos. Estoy con mi coño empapado, terriblemente cachonda y lo único que pienso es que necesito de un pene. Teo tiene uno a pasitos de mí y está comenzando a exhibirlo casi exclusivamente para mí.


De repente mi único pensamiento es que necesito follar ahora ya. Teo me folló la semana pasada y desde entonces comenzó a comportarse como un perro educado. Probablemente él también necesite aparearse; si lo hago le estaría haciendo un favor, él estaría feliz; se comportaría bien con los niños y ellos también serían felices y mi marido no se atrevería a deshacerse de él. Tal vez debería probar con él una vez más. Jamás nadie lo sabrá. Teo no puede contárselo a nadie, ni yo tampoco lo haré. ¡Oh, mi Dios! ¡Qué disyuntiva! ¡Qué dilema! No podía creer lo que estaba pensando, su polla es enorme y sé que me gustará, ¿Dejaré que se apareé conmigo otra vez?


Absorta en mis pensamientos, casi no me di cuenta de que mi hermana Soledad me ofrecía una tacita de té que había ido a preparar a la cocina, tomé un sorbo y volví a mirar como hipnotizada esa puntita rojita insignificante que se insinuaba fuera de la peluda funda de Teo, vislumbré que salía una gotita acuosa y trasparente del ápice de la polla de Teo, mi coño dio una fuerte contracción y casi se me escapa un gemido, fue entonces que pensé: ¿Dónde podría llevarlo para volver a tener relaciones sexuales con él? No puedo llevarlo a mi habitación y cerrar mi puerta con llave, todos sospecharían. Tampoco puedo fingir de llevarlo a dar una vuelta al parque a estas horas de la noche.


Tomé otro sorbo de té y pensé: “Hay solo dos pollas a disposición en esta casa en este momento, la de mi hijo de trece años que descarto a priori por ser demasiado pequeño y la majestuosa polla de Teo, que sé que me deja un poco adolorida, pero en compenso me regala muchos orgasmos. Mi hermana y mi sobrina descartadas por ser mujeres. Mi marido está ausente así qué, “Ojos que no ven, corazón que no siente”. Tampoco lo estaba engañando con otro hombre, Teo es solo un perro. La decisión estaba tomada.


Decidí que el lugar más seguro y privado en este momento, era la habitación que mi marido usa como oficina, además que yo me encargo rutinariamente de ordenar los papeles y documentos que él genera por su trabajo, no es nada extraño que yo me encierre a limpiar y ordenar las cosas de él, además, está en el lado opuesto de la casa y con el ruido de la tele nadie escuchará si Teo y yo hacemos algún ruido.


Sabía que si me levantaba el perro me seguiría como hace siempre. Entonces me bajé del diván y dije:
—Yo ya vi esta película … Voy a ordenar la oficina de José Luis …
Luego salí caminando calmadamente y casi en un ronroneo de gatita, murmuré:
—“Oh, Dios, no puedo creer que lo volveré a hacer” …
Mi hermana que estaba pendiente de mí me preguntó:
—¿Qué dijiste? …
—No … Nada, solo que iré a ordenar los documentos de mi marido …
Salí de la sala y me dirigí a la oficina. De camino a ella, pasé por mi habitación a recoger una manta verde que uso para tomar baños de sol. Teo venía al trote detrás de mí. Entré con él a la oficina y después de cerrar la puerta, le dije:
—Teo, compórtate y se buenito …
El saltó sobre el sofá de mi marido, yo me acerqué, me abrí la bata y le mostré mis tetas y mi tanga negra, luego me acerqué y me bajé la tanga a mitad de mis muslos, con un largo suspiro le dije:
—Teo, sé que a ti te gusta mi panocha … Bueno … A mí me gusta tu polla … Quiero que lo intentes conmigo otra vez … Así como lo hiciste la semana pasada … Necesito que te aparees conmigo …
Él ladeó su cabeza y paró las orejas, me miró con su cara de perro bobo y sus ojitos brillantes. Miré su bolsa peluda y vi que su cosa sobresalía casi a la mitad, parecía haberme entendido perfectamente, mi coño comenzó a contraerse y a producir fluidos, me sentí muy emocionada y excitada al haberme conectado con la mentalidad de Teo. Me pareció un perro muy lindo, inteligente y obediente. Así que aproveche la ocasión para decirle:
—Teo, tú y yo haremos un trato … Te dejaré que te aparees conmigo regularmente, si tú en cambio dejas de morder las patas de las sillas, dejas de follarte los cojines del sofá, no molestas a los niños cuando no quieren jugar contigo y dejas de asustar al hombre que nos entrega el correo …
Él me miraba atentamente y parecía escuchar todo lo que yo le estaba diciendo, me parecía hasta que asentía con su gruesa cabeza y paraba más las orejas, así que terminé por sacarme mis bragas, advirtiéndole:
—Recuerda que soy nueva en esto … Lo sé que te atraen mis bragas y mis olores … Pero tienes que ser caballeroso y tratarme con cuidado …
Entonces camine delante de él contoneando mis caderas seductoramente, me incliné y le mostré mis tetas con mis pezones duros como fierro. Luego me giré, le presenté mi culo, abrí mis piernas, apoyé mis manos en mis rodillas e inicie una especie de perreo delante de los ojos lucientes de Teo. En recompensa recibí un largo lengüetazo de apreciación en mis nalgas, noté también que su polla había salido un poco más de su escondite peludo.


Mi coño se apretó y se estremeció ante tal espectáculo, Teo me estaba adorando con su mirada atenta a todos mis pasos de baile, volví a acercarle mis pechos a su hocico lleno de filudos dientes diciéndole:
—Hey, campeón … Tú polla es mucho más que eso … Quiero verla toda … Vamos, muéstramela toda enterita … Quizás necesites un poco más de ánimo, ¿eh? …
Así diciendo me arrimé al sofá arrodillada y tome su polla en mi mano. Me pareció un carbón candente. Eché un poco hacia atrás una buena parte de su funda e incliné mi cabeza para tomarlo en mi boca. ¡Dios, Santo! ¡Tú sabes que lo necesito! Dije y me tragué su polla.


Nerviosa por ser esta mi primera vez mamando la pija de Teo. Tomé su polla entre mi dedo índice y mi dedo pulgar y comencé a moverla hacia arriba y hacia abajo, al mismo tiempo que mi cabeza. Después de hacer eso por varios minutos, bajé mi mano derecha hasta tocar sus bolas, con mucho cuidado pasé las yemas de mis dedos por sobre las peludas y arrugadas bolas de Teo. A él pareció no importarle, le masajeé sus huevos por varios minutos y los sopesé en mis manos, me parecían llenitos. Por un momento suspiré recordándome la forma en que llenó mi panocha la última vez, esperaba que hiciera lo mismo ahora. Gemí excitada sintiendo el tamaño exagerado que había alcanzado la polla de Teo, Tomé un poco de aire en mis pulmones y le dije:
—Está bien, Teo … Espero que lo disfrutes … Nunca pensé en recurrir a ti y a tú polla … pero no tuve otras opciones … Así que lo haré contigo … Vamos, Teo … Hagámoslo …
¡Dios bendito! ¡No podía creer de haber pronunciado esas palabras! Deslicé la punta roja de su pene entre mis labios y comencé a chuparlo con veneración y pasión. La polla de él comenzó a crecer a medida que mi boca tragaba y succionaba su pija. Un acuoso líquido cristalino comenzó a emanar en pequeños chorritos de su pene. Tenía un ligero sabor a dulce y a metal. La verga de Teo creció al doble de su tamaño, me resultaba más difícil tenerla toda entera en mi boca.
—Uhm, Teo … Qué rica polla tienes …
Me levanté y lo rasqueteé entre las orejas aguzadas, mientras le decía:
—Teo, te dejaré aparearte conmigo … Mi coño será todo tuyo …
Estaba excitada como jamás lo había estado. Me arrodillé y Teo salto desde el sillón y se ubico en mis partes traseras, esto me puso más nerviosa aún, pero nada me detendría hasta tener esa gigantesca polla en mí. La fría nariz de Teo se introdujo entre mis apretadas nalgas, comenzó a olerme y luego me lamio con su larga lengua que se deslizaba de entre mis mojados labios vaginales, hasta la diminuta estrellita rugosa de mi culo. Una y otra vez lambisqueó mis agujeros hasta hacerme temblar de deseos por su polla.


Agarré la manta y la extendí ante mí. Arrodillaba me acomodé sobre la manta y me incliné hasta quedar apoyada en mis manos y rodillas. Mi pequeño trasero se levantó en el aire y expuse mi coño peludo a la lengua de Teo, al mismo tiempo abrí mis rodillas para colocarme a la altura precisa de la polla de él. Se me escapó un chillido cuando Teo saltó sobre mí y rodeó mi cintura con sus patas, me quedé quieta mientras él me tironeaba con fuerza hacia su polla y buscaba afanosamente de centrar el agujero de mi coño,

Inesperadamente, Teo clavó con violencia la punta de su polla en mi apretado ano y lanzó un aullido. ¡Dios, Santo! Di un respingo y chille como una marrana al sacrificio cuando él comenzó a follarme por el culo. Gracias a Dios su polla resbaló fuera de mi trasero adolorido; oré para rogar que nadie se haya dado cuenta de mis gruñidos de cerdita. Afortunadamente, luego de unos momentos Teo centró el orificio apropiado y me enterró su polla en pocos movimientos, comenzando a martillar mi cuevita del placer como suelen hacerlo los perros, a una vertiginosa velocidad y con saltitos detrás de mí. Su polla entraba y salía de mi panocha con fuerza inaudita. Se sentía muy bien ese violento mete y saca, al mismo tiempo que su pija comenzaba a tomar mayor consistencia y a crecer. En un determinado momento no salió más y se atoró en mi chocho.


Esa cosa redonda se inflaba como un globo y presionaba mis paredes vaginales, me agaché hasta tocar la manta con mis mejillas, abrí más mis rodillas y Teo se enterró profundamente en mi coño, follándome como un martillo neumático perforador, como si quisiera atravesarme con su ariete de fuego. Mi coño se estiró para acomodar su polla que no dejaba de crecer. Teo me estaba dando todo lo que tenía y me follaba sin misericordia.


Respiré afanosamente y chillé todas las veces que la verga de Teo empujaba hasta tocar mi útero. Me follaba furiosamente, casi me derribó hacia adelante, mis tetas rozaron la tela de la manta, pensé que me iba a desmayar empalada en la enorme pija de nuestro perro. Entonces mi coño explotó como una carga de dinamita en un complejo minero. Mordí mi labio para no gritar con todas mis fuerzas, no quería hacer mucho ruido. Me levanté con mi espalda arqueada, empujando mi chocho contra la polla de mi amante peludo, eché la cabeza hacia atrás, clavé mis uñas sobre la manta y gemí diciendo:
—Aaahhh … Aaahhh … Ssiii, Teo … Ssiii … Fóllame … Uhmmm … Ssiii …
Los orgasmos llegaron en secuencias de abrumadoras ondas eléctricas que me erizaban los vellos de la nuca y de los brazos. Mi coño era una masa de carne temblorosa y mis músculos vaginales se contraían en forma demencial. Teo continuaba a follarme como poseído por una fuerza diabólica imparable. Su bola se había trancado y taponeaba mi agujero estrecho, mientras la punta de su polla continuaba a rozar mi cuello uterino. Su nudo atascado en mí amenazaba con voltear mi entero coño dentro fuera, pero finalmente él se comenzó a correr. Primero se quedó quieto por unos instantes, enseguida lanzó un fuerte gemido antes de iniciar el proceso de impregnación. El caliente semen de perro se vertió en cálidos y potentes borbotones dentro de mi coño que se expandía y se rociaba con su lechita efervescente.


Los labios de mi coño estaban estirados al máximo por la presión enorme de su nudo. Una vez más él me tenía abotonada fuertemente a su verga de perrito, en el ilusorio esfuerzo de preñarme con una camada de su descendencia. Estuvo casi media hora eyaculando ácueo semen semi trasparente en mi coño empapado, tanto qué se formo una especie de hinchazón en mi vientre. Lo mejor de todo que tanto esfuerzo se transformaba en espasmos orgásmicos de placer inaudito, mi cuerpo no cesaba de temblar y esporádicamente me inclinaba sobre la manta a resistir tanta sabrosa lujuria. Luego con un potente sonido de descorche su pija salió de mi chocho humeante, emití un sonoro gemido y me arrané sobre la manta a tratar de recuperar un poco de compostura.


Habiéndome recobrada de tan intensas sensaciones, pensando a que Teo me follaba mejor que mi marido. Limpié el semen que escurría por mis muslos desde mi abusada panocha, me puse mi pequeña tanga y cubrí mis senos con la bata que llegaba a la mitad de mis nalgas. Dejé abierta la puerta de la oficina mientras Teo se había echado bajo el escritorio a lamber su enorme polla. El sexo con él había sido genial y ya no me parecía para nada repugnante. Salí de la oficina y me dirigí a la sala de estar, mi hermana y su hija se habían ido a la cama, solo mi hijo se había quedado a mirar la Tv, apenas me vio se enderezó y posó su mirada en mis piernas desnudas, diciendo:
—Escuché que Teo dio un aullido otra vez …
Con una sonrisa de paz y felicidad en el rostro, le dije:
—Y lo vas a escuchar muchas veces más … Teo es un perrito feliz y lo expresa de ese modo …
Luego me dirigí contoneando mis caderas hacia mi dormitorio, a sabiendas que mi hijo miraría mi culito firme y redondo. Pensé que él miraba lo que no podía tener y Teo ya lo había tenido. Comencé a subir las escaleras y de reojo vi que él continuaba a mirarme. Seguramente subirá a su dormitorio a masturbarse pensando en mí, ¡Oh qué pervertido que es este chiquillo!, pensé llegando a la parte superior de la escalera, pero no me molestó que él se comportara como todo jovencito de treces años.


Los días siguientes Teo se comportó como un perrito bien educado; no se comió las patas de mis sillas, tampoco intento follar los cojines del diván, no molestó a los niños y recibió al tipo que nos traía el correo moviendo su elegante y peluda cola. Él cumplió con su parte del trato y yo debí alegremente cumplir con la mía. Follo con él una o dos veces por semana y él se mantiene sosegado y obediente. Mi marido recupero su vigor, tiene una jornada de trabajo menos esforzada y cumple con sus deberes de esposo dos o tres veces por semana.


Los niños están felices, mi marido está feliz y sobre todo yo, me siento una mujer completamente feliz.


El fin.


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El regalo más preciado de quien escribe es saber que alguien está leyendo sus historias. Un correo electrónico, a favor o en contra, ¡Tiene la magia de alegrar el día de quien construye con palabras, una sensación y un placer!


luisa_luisa4634@yahoo.com

escrito el
2024-09-07
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