Un derrotero inexplorado.
por
Juan Alberto
género
incesto
Por fin llega el fin de semana, mañana es sábado y no tengo que asistir a la oficina. Estoy recostada en mi cama desnuda. Una pequeña lampara ilumina tenuemente mi habitación. Con mis ojos cerrados toco mi clítoris que está duro, jugueteo con mis pezones haciendo que mi coño se humedezca más y más, con dos dedos abro mis labios hinchados y froto enérgicamente mi panocha … más y más fuerte … estoy en la cúspide … siento ya que mis piernas tiemblan … (Toc-toc-toc) … golpes en mi puerta … y luego una voz …
—¡Mami! … ¿Estas despierta? …
—Sí, cariño … ¿Qué quieres? …
—¿Puedo entrar? …
—Sí … entra, tesoro …
Prontamente levanto el edredón para cubrir mis pechos desnudos y veo entrar a mi hija Carolina, tiene nueve años y crece rápido. Cuando se mete ese pijama ajustado de Batwoman, puedo ver sus tetitas que comienzan a tomar forma. Muy pronto tendré que comprarle su primer sujetador. Justo ahora lleva una remera de Hello Kitty muy corta con unas hermosas bragas rosadas con diseños circenses. Se sube a la cama, arrastra uno de sus duendes mágicos y lo toma en sus brazos.
—¿Qué sucede bebita? … ¿Algo malo? …
—No, mami … solo que no puedo dormir …
Me giro hacia ella teniendo cuidado de no descubrir mi desnudez.
—¿Qué te sucede, tesoro? … ¿Has soñado algo que te da miedo? …
—No, mami … pero todavía no me acostumbro en esta nueva casa … es muy grande y me siento sola …
La miro con ternura, sus ojitos brillan, está a punto de llorar.
—Pero cariño, eso pasará pronto … verás que pronto tendrás nuevos amigos en el colegio … aquí tienes más espacio que en la otra casa … podrás invitar a tus amigos a la piscina si quieres …
Acaricio su mejilla y su hombro tratando de confortarla.
—Sí, mami … lo sé … pero echo de menos a mis otros amigos … estábamos mejor en la vieja casa …
Me dice casi sollozando y frotando su nariz. Me siento compungida por ella, mi hermosa, dulce e inocente hija esta triste y siento mi corazón acongojado.
—Pero tu sabes que mamá ha cambiado de trabajo, ¿no? … debíamos mudarnos por fuerza mayor, tesoro … ya te acostumbraras … si te sientes solita acuéstate aquí con mami … yo te abrazaré para que te duermas … ¿Quieres? …
Levanté el edredón y le hice un espacio, sin tomar en cuenta de que estaba completamente desnuda. Bueno, es mi hija, no importa, después de todo soy su madre.
Carolina parece no notar mi cuerpo desnudo. Se desliza junto a mí y la abrazo tiernamente, luego la abrigo con el edredón, ella se acurruca a mí. Le abrazo y beso sus dorados cabellos, luego la arrullo con dulces palabras para tranquilizarla y darle mi calor de madre protectora. Meto mi mano bajo su remera y froto suavemente su espalda. Su piel es tersa, suave y cálida. La escucho emitir algunos sonidos, casi como una gatita que ronronea y se acerca más a mí.
La cabeza de Carolina está justo bajo mi barbilla, mantiene sus brazos cruzados con su duende mágico entre ellos, sus manitos están entre mis senos. Se ha acurrucado a mí como una bolita, esta en posición fetal y se arrima a mi vientre como buscando la seguridad materna, la protección de ese vientre que la cobijó por nueve meses tantos años atrás. La abracé y no relajamos bien apegaditas, se sentía agradable, tierno y amoroso. Una madre entregando amor y afecto a su pequeña. Espero que se duerma y yo también lo haré.
En tanto, mi mano se ha deslizado a su culito menudo, beso su cabeza y le susurro que se duerma que mamá está ahí para protegerla. En el silencio del cuarto la escucho susurrar:
—Me gusta, mami …
—Duérmete mi vida … descansa mi amor …
Al cabo de un rato, siento que sus manos se están moviendo. También ella trata de acariciarme, pero en esa posición alcanza solo mis pechos. Sonrío y beso sus cabellos, feliz de sentir esta cercanía tan tierna e íntima con mi hija. Froto su trasero y masajeo su espalda. La escucho ronronear otra vez. Ahora sus deditos se mueven sobre mis senos, solo con las puntitas ella toca a tientas mis esponjosas carnes y roza mis pezones ¿Sabrá lo excitante que puede ser eso? Mis pezones comienzan a endurecerse, quizás más duros que antes y siento mis capullos marrones palpitar, me desespero porque sean acariciados y chupados.
¡¡Maldita sea!!, me recrimino a mi misma, ¿¿Por qué diablos me estoy excitando?? Son solo las manitas de mi pequeña y adorada hija, ¡¡Dios mío!!, esto no debería excitarme sexualmente, ¿verdad?, pero no puedo evitarlo, mi cuerpo reacciona ante esas tímidas y dulces caricias, mi coño vuelve a generar fluidos y me mojo. Trato de pensar a otras cosas y termino convenciéndome de que es normal la reacción de mi cuerpo y que no hay nada de malo en ello, ¿Qué mujer puede permanecer insensible cuando le acarician sus pechos?, es solo la respuesta natural de mi cuerpo al estimulo que está recibiendo.
Los diminutos deditos de Carolina tocan tentativamente mis pezones, lo hace con ternura. Ignara de lo que me está provocando. Quizás es solo su curiosidad infantil. No digo nada, ella continua a jugar con mis mamas un poco más atrevidamente, toma una de mis tetas en sus manitos y pellizca suavemente mi pezón, luego hace lo mismo con mi otro seno.
Estoy ardiendo, apretando mis piernas con lujuria, tiemblo como una gata en celo. ¡¡Por Dios!!, ¿qué me sucede?, ¿me he convertido en una pervertida o algo así? Una vocecita me dice que debo detenerla y enviarla de regreso a su cama o, al menos girarla y evitar que me siga tocando. Pero la sensación me abruma y poco a poco obnubila mi razón sintiendo como acaricia y juega con mis pezones. Involuntariamente se me escapa un gemido:
—¡Hmmmmm! … mamita … eso se siente muy bien, mi niña …
No resisto y me rindo. La dejo hacer. Se siente increíblemente, es formidable la forma en que juega con mis duros pezones. Ha pasado tanto tiempo desde cuando mamaba de mis pechos y apretaba mis senos con sus manitas de bebita. Además, ¿qué tiene de malo si una madre y una hija se demuestran un poco de afecto?
Mi mano se ha metido bajo sus braguitas y mi dedo se desplaza en medio al surco de sus nalgas. Escucho a mí niña suspirar y gemir contenta sintiendo mi mano que atrapa toda su nalga y con la punta de mis dedos rozando su ano, siento como aprieta sus glúteos. Me viene la certeza de que ella está sintiendo como yo, ella entiende que mis caricias no son solo de afecto maternal. En algún modo sabe que la estoy excitando en respuesta a la excitación que ella me provoca acariciando y jugando con mis senos. Ambas nos excitamos. Quiero darle placer, la quiero sexualmente excitada, ¿pero es eso posible? ¿Puede una pergenia de nueve años responder como una mujer?
Al parecer ella sí. Saco mi mano de sus bragas y acaricio su muslo suave, cálido y seductor. Deslizo lentamente mis dedos entre sus piernas, más y más en alto, casi rozo su entrepierna, Carolina abre sus piernecitas para mí y empuja su pelvis hacia adelante estremeciéndose y gimiendo. Los dedos de mis pies se encorvan cuando ella pellizca mis pezones con más fuerza, casi retorciéndolos, como si supiera que eso no hace más que aumentar mi excitación. Su respiración se ha hecho afanosa y jadeante, también la mía.
Pero ahora quiero más. Necesito más. Empujo un poco el edredón hacia abajo para poder mirarla. Las pequeñas manitos están aferradas como garras a mis senos. Sus mejillas están ruborizadas, la frente con una ligera sudoración. Carolina me mira, sus ojos lucientes y veo algo hermoso y maravilloso en su rostro que nunca había visto antes, se muerde su labiecito y su boca está entreabierta, hay ansias en su mirada, ¿Es eso deseo sexual?, yo creo que sí.
Me giro lentamente y acomodo a mi hija sobre su espalda. Ella me mira con esos brillantes. Le sonrío cálidamente y ella me devuelve la sonrisa confiada. Muy lentamente me inclino más cerca de ella, acerco mis labios a su boca y nos besamos. Es un beso suave, pero con una carga erótica inmensa, mis pezones me llegan a doler. Podría ser un beso de madre e hija, pero ambas sabemos que no lo es, la pequeña empuja su lengua en mi boca y todo se transforma, apoyó mis tetas en su vientre y la beso apasionadamente. No hay vuelta que darle, es un beso erótico y romántico. Estamos moviéndonos más allá, pasando cada limite, es un dulce y hermoso incesto. No tengo ninguna voluntad de detenerme, mi mano se mueve hacia arriba para subir su camisón y alcanzar sus pechitos florecientes. Me alzo a mirarla:
—¿Quitémoslo? …
No dice nada, pero no se opone cuando saco su camisón por sobre su cabeza. Encuentro su pecho cándido e inmaduro, como unas pequeñas bellotas. Sus tetitas están al aire al igual que mis senos que parecen dos melones perturbadores al lado de su pecho casi liso. Me detengo a admirar esos montículos incipientes en su pechito pueril e inocente. La toco justo allí, donde las mujeres somos sensibles, dejando que mi dedos recorran y exploren esas tersa tez, la acaricien y la provoquen, siento que sus pezones se endurecen y murmuro casi para mí:
—Te estás convirtiendo en mujer, pequeña mía …
Carolina me mira con sus ojos bien abiertos mientras acaricio sus tetitas. Pellizco suavemente su joven y rígido botoncito rosado, mi niña gime de placer, encorva la espalda y cierra los ojos mientras lame sus labios.
—Eres la hermosa niña de mamá …
Le susurro inclinándome cerca de su oído, a centímetros de su rostro. Acaricio su nariz con mis labios, mi aliento tibio se mezcla con el de ella. Casi en un trino le susurro suavemente:
—Te amo, cariño …
—Yo también te amo, mami …
Me responde con su vocecita de muñeca, se lame los labios y su respirar es irregular, esta excitada mi bebita. Sus ojos están parcialmente cerrados, sus mejillas sonrosadas, la nariz perfilada y respingona, hay algunas pecas en sus pómulos que le dan ese aire tan mono y esos labios carnosos, rosados y deseables. Ella es tan fresca y jovial, tan ingenua e inocente. Todavía es una doncella, una pequeña a la que amo más que a nada en el mundo y, sin embargo, de alguna manera esta noche algo ha cambiado y se ha convertido en un deseo por ella, quiero que sea más que mi hija. Cada vez estoy más segura de lo que quiero. Sé exactamente lo que ha cambiado entre nosotras. Quiero a esta pequeña como mujer como amante. Una cosa más fuerte que mi me lo implora y me empuja a considerarlo seriamente. La necesito. Pero tengo que estar segura de que también ella quiere lo mismo que yo:
—¡Carolina! …
Sus ojos se abren de golpe, me mira inquisitivamente. Lame sus labios y los deja ligeramente separados, como tentándome. ¡¡Oh, mi Dios!!, ella es tan increíblemente deseable, ¿cómo podría alguien resistirse? ¡Quiero besarla!
—¿Sabes, pequeña? … me gustaría que nos besáramos otra vez … ¿Quieres? …
—Sí, mami … también me gusta …
—Bueno … también me gustaría que hiciéramos otras cosas … no solo besarnos … ¿Sabes lo que quiero decir? …
—¡Umh! … no …
Trato de encontrar palabras para explicar lo que quiero, pero no me resulta fácil. Me acerco más a ella y coloco mi pierna sobre las de ella. Mis senos están sobre su pecho y nuestros pezones casi se rozan, sus ojos me miran expectantes y tiernos:
—Quiero amarte, Carolina …
—Pero dijiste que me amabas, mami …
—Sí … lo sé … pero hay más formas de amar, cariño … por eso quiero volver a besarte … amarte como amante … quiero que hagamos de todo entre nosotras …
Me mira intrigada, ya no pestañea, sus ojos son enorme, esos hermosos ojos claros de ella parecen no entender. Me fijo en sus pestañas largas y un poco obscuras, es tan sexy mi niña. La quiero tanto. La deseo tanto. No sé cómo continuar. Más que palabras, creo que se necesitan acciones. Lamo mis propios labios y acerco mi rostro al de ella. Mi boca roza sus labios y la beso tiernamente al principio, luego aplico más presión a mi beso y meto mi lengua en su boca y busco la de ella, entonces ella abre más su boquita y su lengua se encuentra con la mía, se tocan, danzan juntas, juegan como viejas amigas y la siento que se apega a mí devolviendo el beso con ardor y pasión, del mismo modo en que yo la estoy besando.
Sus manos comienzan a acariciar mis pechos una vez más, los aferra, los aprieta y tira de mis pezones, para una principiante se está comportando bastante bien. Nos besamos por algunos minutos, sigue jugando con mis senos, yo estoy ahora montada a horcajadas contra una de sus piernas y mi coño ligeramente abierto, húmedo y bien lubricado se desliza sobre su pantorrilla, mi clítoris toca su rodilla y se siente magnifico. Si continúo a frotarlo así, podría correrme deliciosamente, pero prefiero esperar.
Abandono sus labiecitos y me levanto a contemplar su rostro de porcelana, parece una de esas muñecas de antaño, es adorable:
—¿Estás bien, cariño? … ¿Te gusta hacer esto? …
Me mira sonriendo entusiasmada y asiente:
—Sí, mami … me gusta … me gusta mucho …
Casi sorpresivamente alza su rostro y me abraza, tirando mi rostro sobre sus labios. A ella le gusta besarse conmigo. Contenta de su reacción continuo a besarme con ella. Creo que está lista para pasar más allá del límite. Sin dejar de besarla tomo una de sus manitos y la muevo entre mis piernas, presionando mi entrepierna. Mi coño está pegajoso, mojado y caliente. Acomodo su manito y froto mis labios mayores con ella, deslizo su extremidad por todo mi chocho repetidas veces, sus dedos se cubren con la humedad de mi sexo. Suavemente susurro cerca de su oído:
—Frótame aquí, querida … así, tesoro … frótame un poco más …
Me separo ligeramente de ella, deslizo su mano de arriba abajo, adentrándola en mi conchita empapada, mostrándole cuan resbaladiza y caliente que esta mi coño, haciéndole ver que es lo que quiero. Cuando sus deditos alcanzan mi clítoris doy casi un salto, me estremezco, gimo y chillo:
—¡Uuuuhhhh! … ¡Ssssiiii! … justo ahí … frota … frota a mami … haz que mami se sienta bien … frótame esa partecita … ¡Uuuuhhh! … ¡Eres maravillosa! …
La dejo continuar y lo hace sola espléndidamente, sus dedos acarician los pliegues de mi capullo hinchado, entro en una especie de paroxismo, es éxtasis puro, es el cielo. Me pliego a besar sus diminutas tetitas, beso su cuello, vuelvo a besar su boca. Estoy casi gruñendo, comiéndomela a besos. Meto mi mano bajo su trasero y empujo su cuerpecito contra el mío mientras sus dedos me provocan sensaciones increíbles, es un frenesí de lujuria incestuosa. No hay nada de maternal en nuestras caricias, nos hemos transformado en amantes mi hija y yo. Estoy teniendo sexo con ella y me encanta.
En algún lugar de mi mente algo me molesta. Pero no me puedo detener, siento en mi estomago esa sensación desesperada, mi respiración agitada al máximo, tengo un remolino en mi vientre, la presión aumenta, mi coño vibra en todos los acordes, es mi orgasmo que se acerca. ¿Debería detenerme ahora? ¿Esperar? No, no puedo, no puedo detenerme, no puedo parar, es algo incontenible, me supera. Follo con fuerza la pierna de mi hija sintiendo sus dedos que escarban en mi panocha candente, estoy chillando con delirio. Meto mi lengua en su boca y follo su boca.
—¡Oooohhhh! … ¡Carolina! … ¡Sigue, amor! … ¡Sigue! … ¡Ssiii, amor! … ¡Ssiii! … ¡Mami va a! … ¡Aaaahhhh! … ¡Uhmmm! …. ¡Aaarrrggghhh! … ¡Ssssiiii! … ¡Me corro! … ¡Me corro, hijita! …
Exploto en un orgasmo fenomenal en sus deditos, guturales gruñidos escapan de mí boca mientras mi cuerpo se retuerce en espasmódicas olas orgásmicas.
—¡Oh! … ¡Ooohhh! … ¡Dios, mío! … ¡Diosito santo! …
Poco a poco vuelvo a la realidad. Todavía mi mano está debajo de su trasero. Sus dedos todavía están entre mis piernas y me provocan uno que otro chillido y estertor cuando rozan mi delicado clítoris. La cama es un desastre de fluidos húmedos. Trato de recuperarme y abro mis ojos. En la demencial excitación me he movido en la cama. Mis senos casi cubren su rostro. Me deslizo hacia abajo y miro sus ojos sorprendidos.
—¿Estás bien, cariño? …
—Sí, mami … ¡Uhm! … Eso fue … eso fue divertido, mami … un poco loco, pero divertido … te veías tan linda, mamá …
—¡Oh! … no sabes cuanto me alegra que te haya gustado …
Le doy un veloz beso en los labios, un solo beso fugaz. Luego beso sus labios un poco más apasionada, sosteniendo su cabeza, ella suspira feliz y me devuelve el beso. Retrocedo sorprendida, la miro para ver algún indicio de preocupación, miedo o incertidumbre, pero no noto nada de eso, Carolina parece completamente cómoda, tranquila y satisfecha de nuestro acto sexual.
¿Sabrá ella lo que es un acto sexual? Tiendo a pensar que sí. Puede tener solo nueve años, pero los niños de hoy crecen muy rápido. Estoy segura de que ella entiende. Sin embargo, decido preguntarle:
—Carolina, hija … ¿Sabes lo que acabamos de hacer? … ¿Sabes que cosa hemos hecho juntas? …
Me mira y asiente sonriendo.
—Sí, mami … creo que sí …
—Bueno, hija … ¡Ehm! … nosotras ya habíamos hablado algunas cositas, ¿recuerdas? …
—Sí, mami … eso de sexo … de chicos … ya me dijiste algo de eso …
—¿Te acuerdas de que te hable de la masturbación y del orgasmo? …
—Sí, mami …
—Bueno … entonces lo que acaba de tener mami es un orgasmo …
—Está bien, mami …
Me sonríe y baja su mirada.
—También se pueden lograr con la masturbación … y que podías hacerlo todas las veces que quisieras … porque no hay nada de malo en ello… ¿Te acuerdas de que te lo dije? …
—Sí, mami … recuerdo casi todo lo que me dijiste … otras cosas la he sentido en el colegio …
—¡Oh!, que bien … ¿Has tenido alguna vez un orgasmo? …
Una amplia sonrisa se dibuja en su angelical rostro, se ve un poco intimidada y avergonzada, vuelve a agachar la mirada traviesa y asiente:
—¡A-ha! … lo he tenido …
Le sonrío y beso su mejilla, tomo delicadamente su nariz entre mis dedos.
—¡Oh!, no sabes cuanto me alegro de que me lo digas, chiquilla traviesa … ¡Uhm! … ¿Te gustaría que te toque? … y … bueno … ver si puedo procurarte un orgasmo …
—¿Harías eso por mí, mami? … me encantaría, ¿sabes? …
Me vuelve a asombrar Carolina. La seguridad con que me responde. No muestra ninguna vacilación. Al parecer para ella esto es perfectamente natural. Una forma más en que una madre y su hija comparten su amor la una por la otra. Creo que así es, lo que estamos haciendo es natural. Es afecto, es ternura, es amor, y ¡Dios mío!, se siente tan jodidamente bien. ¿Cómo una cosa así puede estar mal?
Me deslizo suavemente de ella y me recuesto a su lado apoyada en un codo, ella está boca arriba. Empujo el edredón hacia los pies y la descubro completamente. Mi ojos recorren ávidos su cuerpo esbelto y pubescente, está con sus bragas rosadas llenas de payasitos.
—¿Está bien si te quito las bragas? …
—Sí, mami … quítamelas …
Cuando me arrodillo a su lado y jalo de sus calzoncitos, levanta sus caderas colaborando, dejo las bragas a los pies de la cama y vuelvo a recostarme a su lado.
—Carolina, te quiero mucho …
—Yo también te amo, mami …
Nos volvemos a besar, esta vez sin lengua. Es solo un beso romanticón. Mi corazón se vuelca hinchado con sentimiento de ternura, afecto y amor, también de deseos y lujuria.
Separo ligeramente mis propias piernas e inserto mis dedos en mi encharcada vagina, saco mis dedos bañados completamente en mis fluidos, luego muevo mi mano a la entrepierna de mi hija.
Carolina no tiene vellos púbicos aún. Sus pezones son pequeñitos, pero ligeramente hinchaditos, al mirarlos me viene un deseo loco de comerlos. Su pequeño coño tampoco tiene pelos. Suavemente froto mis dedos en su rajita virgen, mis dedos bañados se deslizan fácilmente sobre sus diminutos labios enrojecidos e hinchados. Me acerco a su rostro y beso sus labios, nuestras lenguas se encuentran. Ella mueve sus manitos a aferrar mis pechos y juega con mis pezones. Parece que le encanta tocarme de ese modo.
Carolina instintivamente separa sus muslos mientras acaricio los labios de su coño. Ella se ofrece a mis caricias. Ms dedos se relajan y abren su conchita pequeñita. Ella abre aún más sus piernas. Separo sus labios vaginales y toco sus suaves carnes, se siente cálido y suave, también resbaladizo, mi niña esta mojada por dentro, su pequeño coño esta empapado.
Cuando mis dedos encuentran la estrecha abertura de su chocho, Carolina da un respingo. Inmediatamente retrocedo, no quiero causarle algún mal, pero ella desesperada agarra mi rostro con sus dos manos y casi suplicando, me dice entre dientes y con urgencia:
—¡No te detengas! … ¡Por favor, no pares ahora! …
Luego continua a besarme. Así que no lo hago. Nos besamos y continúo a explorar su sexo virgen, mis dedos jugosos dibujan los bordes de su coño. Ella jadea y gime. Sus delgadas piernas están completamente abiertas, tan anchas como puede. Ella quiere esto tanto como yo.
Empiezo a sondear su pequeño y dulce orificio. Ella se contorsiona debajo de mí, está follando mí mano con su pelvis, levantando y refregando su conchita en mis dedos. Delicadamente empujo mi dedo medio hacia el interior de su coño, pero solo hasta el primer nudillo, siento la tierna y húmeda suavidad de la vagina de mi hija. Con mi pulgar restregó su clítoris. Carolina da otro respingo y un ahogado chillido. Entiendo que está al borde de su orgasmo, casi desesperada por eso.
Continuamos dándonos besitos húmedos, también mi pulgar continúa a estimular su clítoris, como así mi dedo medio cosquillea el interno de su coño, ¿Bastará esto para provocarle un orgasmo a mi hija? ¿Estará ya lista a correrse?
Como si hubiese leído mis pensamientos, su cuerpo comenzó a estremecerse. Carolina rompió el contacto de nuestros labios, sus ojos se abrieron repentinamente, me miraban con asombro, luego se pusieron blancos y su cabeza cayó hacia atrás. Su espalda se encorvó haciendo sobresalir sus hermosos pezones, me abalancé de golpe a succionar esos maravillosos botoncitos marrones. Sus gemidos se hicieron aún más audibles. Seguí restregando su clítoris y seguí follando su coño. Mi niña hermosa estaba temblando por todas partes, sus mejillas color escarlata y su frente cubierta por una ligera capa de sudor.
—¡Mami! … ¡Mami! … yo … ¡Oooohhhh! …
Su cuerpo está descontrolado, sus piernecitas se abren y se cierran, intenta escapara de mis caricias. Es su potente orgasmo que la convulsiona de pies a cabeza.
Lo hicimos. Sobrepasamos el límite puesto por la sociedad. Estoy en mi cama desnuda con mi hija, mis dedos sintiendo las contracciones de su pequeño coño virgen. La follé y le provoqué un orgasmo. Antes que eso, ella hizo lo mismo conmigo, folló mi concha e hizo que me corriera en un orgasmo maravilloso.
Acabo de tener sexo con mi propia hija, ¿y sabes qué? No tengo ninguna sensación de culpa ni arrepentimiento. Observo el rostro de Carolina y veo mucha felicidad, veo el amor y la gratitud en su mirada, esto no hace más que convencerme de que no hemos hecho nada malo.
—¿Estás bien, cariño? …
—¡Oh!, sí … eso fue maravilloso, mami … mucho mejor que cuando lo hago solita … mami, ¿Podemos hacerlo de nuevo? …
Miro a Carolina y me doy cuenta de que no muestra ni una pizca de arrepentimiento. Me encanta su respuesta y me pide más. Ella quiere más. Mi dedo medio ha penetrado su coño hasta mi segundo nudillo. Puedo sentir su himen que cierra el paso a mi dedo intrusivo. Suavemente le hago cosquillas y mi pulgar hace círculos alrededor de su clítoris.
—Quieres más, ¿eh? …
Lujuriosamente Carolina aprieta mi mano con sus muslos.
—Sí, mami ... quiero que lo hagamos otra vez …
Su voz está ligeramente temblorosa.
—Está bien, tesoro … ¡Emh! … ¡Ya sabes! … Debemos ser cuidadosas … nadie fuera de nosotras debe saber esto … ¿Entiendes eso? …
—Sí, mami … lo sé …
—Yo también quiero hacer esto contigo, tesoro … me encanta hacerlo … pero hay personas que podrían no aceptarlo … podrían decir que hacemos algo malo … aún cuando no hay nada de malo en ello … pero no podemos correr riesgos … será nuestro secreto … ¿de acuerdo? …
—De acuerdo, mami … nadie sabrá nada …
Carolina no esta perturbada en lo más mínimo. Es como si todo fuera normal para ella. Como si tuviera todo resuelto y todo pensado de antemano, acepto inmediatamente que lo nuestro era secreto de intimidades entre madre e hija. Me siento realmente complacida por su madura reacción. Imagino que para ella es solo una muestra más del amor que hemos generado a través del tiempo. Es solo amor. Un amor dulce, cariñoso, de afectos y sensual entre madre e hija. Por supuesto yo lo encuentro fabuloso y no veo nada de malo en ello.
Miro el cuerpo tan tierno y joven de mi hija. Es tan linda. ¡Oh, Dios!, es tan deseable y sexy. Mi único arrepentimiento es de porque no lo hicimos antes. Mis manos no se cansan de tocarla y acariciarla. Mi dedo todavía está en su pequeñísimo chochito. Miro la convergencia de su entrepierna pubescente, suave y lampiño de bebita, pero insinúa movimientos de mujer con sus caderas.
Mantiene sus gráciles y aterciopelados muslos muy separados, totalmente abiertos para mí. Su piel es tersa, suave y rosácea. No tiene vellos púbicos, pero es evidente la humedad alrededor de los bordes de sus labios vaginales y puedo apreciar una lechosa gota blanca que escurre en la parte baja de su delicada hendedura. Casi se me hace agua la boca, debo saborear ese néctar que exuda de su pequeña conchita.
—Está bien, tesoro … sí quieres más … mami te dará más … eres tan hermosa … ¿Estás lista, cariño? …
Le sonrío y ella se acomoda en sus codos a observar mis movimientos
—¡A-ha! … tócame, mami ...
Miro el coño de Carolina una vez más y saco mi dedo brillante y bañado en sus fluidos. Siento un impulso magnifico en mi propia panocha, la vista es cautivante y mi cuerpo se sacude de deseos por ella. Cruzo mis piernas y estimulo mi clítoris, ¡Guau!, que sensación más exquisita. Me inclino a mirar de cerca su sexo, estoy a dos o tres centímetros de su mojada grieta rosada, me saboreo de antemano mojando mis labios con mi lengua.
—Te voy a besar aquí, chiquita … ¿Okey! …
—Sí, mami … hazlo …
Inhalo el suave y cautivante aroma de su vagina, cierro los ojos absorbiendo su olor, la esencia es deliciosa, su joven coño huele a almizcle y a miel, mis labios tocan su orificio y mi lengua se desliza por su rajita, estoy besando y lamiendo la conchita de mi bebé. Siento como tensa sus muslos y alza su pelvis ofreciéndome su panocha candente. Chipo y lamo, lamo y chupo recogiendo con mi lengua todo el almíbar que fluye de su chochito directamente a mis papilas gustativas, es simplemente maravilloso y delicioso. Sigo chupando, besando y lamiendo mientras ella se retuerce y aferra las sábanas con sus manitas delicadas.
—¡Oh, Dios!, mami … ¡Oooohhhh! … ¡Ay!, diosito … ¡Umpf! … ¡Ay! … ¡Ay! … ¡Hmmmm! …
No abro mis ojos, solo la escucho gemir y casi sollozar con su cuerpo que se estremece, sus piececitos crispados, su espalda arqueada y sus caderas meneándose y empujando su coñito contra mi boca. Meto mi lengua profundamente en su conchita hasta sentir la frágil telita de su himen, le hago cosquillitas con la punta de mi lengua, vuelvo a poner la punta de mi dedo dentro de su vulva anegada de fluidos y me concentro de lleno en su clítoris que emerge tímidamente de entre sus pliegues.
—¡Uy! … ¡mami, mami, mami! … que rico que me lo haces … ¡Hmmmmm! … ¡Ooohhh! …
En un arrebato de lujuria, follo su coño con mi dedo, no cejo de chupar su clítoris. Carolina gime y se retuerce, meneando sus caderas, levantando su pelvis. Al improviso siento sus manitos en mi cabeza, me agarra, me tira contra su sexo, chilla y tiembla, resopla y lanza bufidos guturales, con un berrinche casi infantil y unos suspiros de mujer loca de sexo.
Creo tenerla al borde del orgasmo, esta niña es extremadamente caliente y receptiva sexualmente. ¿Serán todas las chiquitas así? Tal vez las mamas deberían saberlo o por lo menos averiguarlo. Pensamientos locos que vuelan por mi mente enfebrecida de lujuria por mi hija, tengo su clítoris entre mis labios, lo chupo y lo azoto con mi lengua a mil revoluciones. Me excita y emociona procurarle estas sensaciones a mi hija, cosas que yo conozco y disfruto. Las mujeres somos seres maravillosos.
Ella se está moviendo casi violentamente, sus manitos sujetan mi cabeza y de tanto en tanto las mueve a sus pechitos sensibles. El sabor de mi hija es exquisito, su fragancia perfumada, sus fluidos suculentos. Me encanta la cantidad de sus fluidos, bebo todo lo que rezuma de su vulva. Adoro esos movimientos enérgicos y excitados de su cuerpo menudito y desnudo. Amo todos los sonidos que hace, los jadeos, los bufidos, los gemidos, los chillidos, todo suena como música para mis oídos. Me encanta tener sexo con ella.
De repente se pone como tiesa, escucho unos fuertes gruñidos, se estremece, intenta juntar sus piernecitas y se encabrita como una potrilla chúcara meneando su pelvis sin control. Está teniendo un maravillo orgasmo y yo la mantengo besando sus tiernos muslos.
No puede haber nada al mundo mejor que esto. Desde que aprendí a tocar mi cuerpo y a darme satisfacción en solitario, más o menos a los diez años, disfruté el besar y toquetear a mis amigas y tuve sexo con un par de ellas un poco después. El sexo con chicos nunca fue mi preferencia, pero hubo un par de hombre mayores que me subyugaron en un cierto modo, tuve sexo con alguno de ellos y Carolina fue el resultado de esas esporádicas aventuras con el sexo opuesto. Pero siempre supe cual era mi tendencia sexual, me atraían solo las chicas.
Me dedique en cuerpo y alma en sacar adelante mi vida junto a Carolina. ¿Aventurillas con otras chicas?, sí, pero nada más que cosas pasajeras. Mi razón de vida era Carolina y encontraba bastante satisfacción en la masturbación, me encanta darme placer. Lo encuentro gratificante y me satisface, pera jamás nada como el tener sexo con mi propia hija, no hay nada comparable.
Su entrepierna todavía tiembla cuando levanto mi boca de su estrecha ranura vaginal. Saboreo en mis labios sus fluidos y lamo la comisura de mis labios rescatando los residuos vaginales de Carolina, sonrío mirándola en una posición casi vulnerable, mi pequeña aún se estremece y vibra con oleadas orgásmicas. Retiro mi dedo de su sexo y lo llevo inmediatamente a mi boca, luego me acomodo a su lado y la acurruco maternalmente en mis brazos junto a mis senos.
Acaricio sus cabellos claros, beso su cuello, su mejilla, su nariz, su boca entreabierta. La siento recuperarse y su respiración se normaliza. Suspira y abre sus ojos como volviendo a este mundo luego de una larga ausencia, levanta su rostro y me da un beso fugaz en los labios.
—¡Madre! … ¿Qué me hiciste? … ¡Creí morir! … ¡Eso fue! … ¡Mami, te comiste mi conchita! … ¡Eso fue superbo! … ¡Genial! … ¡Jamás había sentido algo así de intenso! … ¡Mira! … ¿Mira, tengo la piel de gallina todavía! …
Sus ojitos verdes me miran con adoración. Mi corazón se sobrecoge con una sensación inexplicable. Miro mis brazos y mi piel también está como pruriginosa, como de gallina. Atino solo a decirle:
—¡Hmmmm! … te amo, bebita …
Carolina vuelve a besarme y se acurruca más a mis pechos.
—Yo también te amo, mamá … mucho, mucho, mucho …
Cambio de posición, la acomodo en su espalda y monto una de sus piernas. Carolina me mira embelesada, paso su pierna sobre mi muslo, mi montículo está casi sobre el suyo.
—Se ha hecho tarde, cariño … ¿tienes sueño? …
Carolina me mira sonriéndome, los hoyuelos de sus mejillas se marcan y observo las pequeñas pecas en su rostro de niña, es una mirada maliciosa y negando con la cabeza me dice:
—¡Hmmm! … no, mami … no tengo sueño … pero que lindo se ve tú coño cerquita al mío, mami …
Es irresistible esta chiquita. Me inclino dándole un beso con lengua, ella abre su boca y empuja su lengua dentro de mi boca y me abraza empujando su vulva contra la mía y abre sus piernas para mí.
Así como nos besamos, empiezo a mover mi vagina contra la de ella, suavemente al principio, solo un lento restregué de mis labios mayores contra la hendedura vaginal de Carolina. Me elevo al séptimo cielo sintiéndola revolcarse y mover su coñito para acariciar el mío. Es sexo lésbico con toda su regla. Vulva contra vulva. Mi clítoris se hincha desmesuradamente, como si quisiera convertirse en un pequeño pene para penetrar la vagina virgen de mi hija. Mi coño hormiguea, vibra como un diapasón, es como música para nuestra danza de coños. Presiono un poco más y follo su boca con mi lengua.
Carolina gime y suspira feliz, quizás hasta mucho más que yo. Mece su cuerpo en consonancia con el mío, nos besamos con la boca y con nuestros coños. Su ingle esta resbaladiza y empapada en fluidos. Se siente increíble el sonido de nuestros acuosos coños restregándose el uno con el otro. Me deslizo, nos deslizamos juntas fácilmente, mezclamos nuestros fluidos y estamos haciendo un charco con nuestra abundante lubricación. En este restriegue de chochos es lo más natural del mundo, pienso.
Me muevo más rápido atrapando mis senos que rebotan en mi pecho, crispo mis manos y aprieto mis pezones. La sensación comienza a aumentar, es creciente, es deliciosa, es inminente, me estremezco con la cercanía de un orgasmo bestial, comienzo a bañar el vientre de Carolina con mi corrida, me voy a correr, me voy a correr. Quito mis labios de su boca desesperada:
—¡Hija! … ¡Hija! … ¡Carolina! … mami se va a correr encima de ti … ¡Oooohhhh! …
La siento que me toma de las caderas y mueve su coño en forma salvaje contra el mío, se desespera y chilla junto a mis pechos, restriego mi chocho enérgicamente sobre el de ella y la escucho exclamar:
—¡Mami! … ¡Aaaahhhh! … ¡Mami! … ¡Mami, yo! … ¡Ummmm! … ¡Mami, yo también! … ¡Aahh! … ¡Yo también me corro, mami! …
¡GUAU!, mi niña comienza a correrse junto a mí. Estoy follando su coño con fuerza y la siento estremecerse bajo de mí. Es maravillosamente genial el sexo con Carolina, mi hija. Me embiste con su pelvis empapada, casi llega a levantarme de los fuerte que empuja. Sus piernas se aprietan a mi muslo y tiembla entera, finalmente se deja caer hacia atrás con su espalda arqueada y su ingle pegada a mi vagina.
Nuestros orgasmos fueron prácticamente simultáneos. Disfruto de esta vista impagable de mi hija relajándose plenamente con esas deliciosas sensaciones post orgásmicas, todavía tiene sus manitas crispadas y su espalda encorvada. No ha abierto sus ojos. Nunca me había corrido coño a coño con nadie, ni menos con la fuerza con que lo hice ahora. Parecía durar para siempre, las pulsaciones eran infinitas, las explosiones en mi mente se subseguían imparables, oleadas y oleadas de un éxtasis delirante y extremadamente sensual.
Mi chiquita yace inerme con sus piernas enrolladas a las mías. Hay un fuerte olor a sexo. Sexo femenino, es la fragancia de nuestros coños. Es el aroma de mujer que estimula mis sentidos y me da otra ronda de placer olfativo. Nos hemos follado mi hija y yo, me siento feliz.
Me dejo caer sobre la cama y mi hija vuelve a refugiarse en mi seno. Es una sensación única la que estamos viviendo ella y yo. Su mejilla aplasta mi seno derecho, con mi pezón casi sobre su nariz. Quisiera una foto nuestra en esta posición. Estoy empapada en sudor y mi entrepierna parece un charco, estoy toda pegajosa, relajada, aletargada. No quiero moverme, no quiero romper la magia de este momento. Pero debo reaccionar, debemos ordenar el desastre que hemos combinado, me faltan las fuerzas, miro a mi pequeña que parece dormitar, la llamo con una suave voz.
—Carolina … Carolina … ¿Estás bien, cariño? …
No obtengo ninguna respuesta. No sé qué pensar, me preocupo.
—Chiquita de mamá, ¿Estás bien? …
La veo que abre sus ojitos y sonriendo me dice:
—Sí, mami … estoy super …
—¡Oh!, cariño … me hiciste preocupar … pensé que era demasiado pesada … no sé si te lastimé …
—No, mami … estoy bien y maravillada … nunca pensé en hacer algo así … lo que hicimos juntas, mamá es maravilloso …
De golpe se me van todas las preocupaciones. Ella está bien, feliz y entusiasmada, excitada por lo que hemos hecho ella y yo. Me bajé de la cama, ella se pone de lado afirmada en su codo y una coqueta mano en su cadera, me mira con una enorme sonrisa, sus ojos están pegados en mi coño. La mirada de mi hija está llena de lujuria y deseos por el coño de su madre. Nuevamente dice:
—Mami … no sabía que pudiéramos hacer eso … me gusta …
Me acerco a su dulce rostro y lo tomo entre mis manos, la miro a los ojos diciéndole:
—Te quiero mucho, pequeña mía …
—Yo también, mami … te amo …
Nos besamos tiernamente, un beso romántico. La boca de Carolina es pequeña, pero sus labios son carnosos, suaves y cálidos. Me doy cuenta de que se está convirtiendo en mi pareja sexual. ¿Quién mejor que ella? Es la única persona que amo con todo mi ser, a la que quiero más que a nadie. Mientras estas cosas giran por mi mente, siento sus manos en mis pechos y no me siento saciada, es tarde, pero quiero más, mi deseo comienza nuevamente a manifestarse. Quiero más. Observándola, me parece que ella también no ha tenido lo suficiente, toma mis senos con sus dos manitas y los acaricia, amasa mis pechos, le gustan mis tetas. Me parece un poco pervertido, pero quisiera que me chupara los pezones como cuando la amamantaba.
La empujo suavemente sobre su espalda y la monto a horcajadas, con mi coño sobre su vientre. Tomo mis pechos y los levanto, luego tiro de mis pezones, envuelvo mi seno derecho en mis manos y lo apunto hacia su cara:
—Chiquita … ¿Quieres chuparle los pezones a mami? …
Sus ojos lucientes se agrandan y se dibuja una bella sonrisa en su rostro, como si le ofrecieran un caramelo delicioso.
—¿Deveras, mami? … ¿Puedo? …
—Por supuesto que sí, tesoro … quiero que chupes los duros pezones de mami …
Mientras digo esto, bajo mi teta hacia su párvula boca, apoyo mis manos a sus lados y dejo mis senos pendiendo y bamboleando sobre su rostro. Carolina mira mis senos como hipnotizada, los observa como incrédula de tenerlos así de cerca. Se lame sus labios, me mira y sonríe, toma mi seno izquierdo y acerca sus labios a mi pezón delicadamente, en forma instintiva comienza a chupar mi botoncito marrón, luego va de uno a otro. Mi hija me está chupando las tetas con los ojos cerrados. Me hace suspirar de placer y lujuria, mis tetas sensibles se endurecen y se contraen con sus lamidas y chupadas. Comienzo con jadeos y tiemblo de deseos. Me está haciendo enloquecer.
Casi inconscientemente mi mano se va a mi entrepierna, necesito esta estimulación, mi coño está mojado y lo froto suavemente, me masturbo mientras la miro lamer y chupar mis tetas. Carolina toma mi pezón entre sus dientes y luego lo chupa haciéndolo entrar profundamente en su boca. Estoy en el paraíso. Mi cuerpo se estremece de excitación. Meto dos dedos en mi coño y lo follo mientras ella continua a jugar y chupar mis pezones. Todo esto trae a mi mente algunos recuerdos del pasado, cuando ella era una bebita y yo la amamantaba. Muchas veces me hizo sentir cachonda en esos momentos y alguna de esas no pude resistir y me masturbé dándole de mamar. Jamás pensé que algún día repetiría ese acto con ella haciéndolo conscientemente. Era un secreto escondido en mi mente que ahora regresa. Me viene de pensar que ya en ese tiempo comencé a desear a mi hija. Ese deseo incestuoso estaba plantado en mi mente y antes o después iba a florecer.
Carolina es feliz succionando mis pezones, se alterna chupando uno y después el otro. Sus sonidos son adorables. También escucho el chapoteo de mis dedos dentro de mi coño y la habitación vuelve a llenarse con olor a sexo, es la fragancia caliente de mi lujuria. Es genial y es perfecto.
Mientras Carolina chupa, yo me follo el coño y ya siento ese hormigueo característico, me acerco al goce. No creo poder resistir por mucho tiempo más. Pero no quiero correrme todavía, aún no. Saco los empapados dedos de mi coño y los acerco a la boca de mi hija. Ella inmediatamente sabe de que se trata, deja de lamer mi seno y chupa mis dedos:
—¿Te gusta el sabor de mi coño, pequeña? …
—¡Mmmmm! … sí … sabe rico, mami …
—¿Quieres saborear el coño de mami? …
Digo con una voz ronca, estoy tan caliente que ni siquiera me sale bien el habla. Carolina me sonríe encantada con entusiasmo. Me siento cada vez más excitada con mi niña y a la vez emocionada. Contengo a mala pena algunas lagrimas de gozo que afloran a mis ojos. Se me escapa un suspiro y un sollozo. También me vuelvo a estremecer, siento esa sensación al centro de mi ser, un escalofrío delicioso, una pequeña sacudida de lujuria me indica que mi orgasmo está en ciernes. La dejo seguir succionando mis pezones, pero mis deseos por correrme se están desbordando por los contornos de mi coño. Solo que no quiero correrme con mis dedos, tampoco con los de ella. Quiero que mi hija se coma mi panocha y me lleve al clímax. No digo nada, pero me muevo poco a poco hacia arriba. Carolina se detiene y me mira ansiosa y entiende subito mis intenciones, pasa sus manitos bajo mis muslos y acaricia mis posaderas.
Mi coño está a la altura de su barbilla. Ella sabe lo que viene. Sus ojos crecen y se lame los labios en anticipación. Me arrastro un poco más y tomo su rostro.
—Lámeme, bebé … chúpame … cómele el coño a mami …
Un gemido audible escapa de mis labios cuando siento la pequeña lengua de Carolina que roza mis labios mayores y se hunde en mi encharcada concha caliente. Primero me explora y me saborea, la siento tragar. Inicio una especie de vaivén sobre su rostro y comienza a follar su boca. Me vuelve loca. Son tantas las sensaciones que se abocan a mi cuerpo, a mi mente y a mi alma que me siento sobrepasada. Mi chiquita está demoliendo mi coño con su lengua. El acre aroma de mi concha llena todos los espacios. Mi cuquita gotea por mi ardiente necesidad de experimentar todo con ella, mis gemidos de excitación son intensos. Escucho sus suspiros y sonidos de lamidas y chupadas, su rostro está casi oculto entre mis piernas, mis muslos presionan sus mejillas. Mi niña me está llevando a la cúspide, es mi hija y sus labios son divinos, su lengua se mueve magistralmente en mi sexo.
—¡Ssssiiii! … ¡Sigue! … ¡Por el amor de Dios, no te detengas! … ¡Cómete el coño de mamá! …
Estoy ad-portas, tiro de mis pezones y comienzo a perder el control de mis piernas, no sé donde meter mis manos crispadas, chillo y grito, se me escapan hasta berridos de lujuria y mi niña hunde cada vez más su carita en mi vagina, me muevo, salto, grito, me desespero y finalmente estallo gruñendo como una tigresa, es un orgasmo trascendental que toca todo mi cuerpo y mi alma. Me corro, me corro en la boca de mi hija. Es una felicidad única, jamás experimentada antes de ahora. Me siento desbordada, apagada, satisfecha.
Me corrí en la boca de mi hija en un orgasmo interminable, parecía infinito, mi vida entera se estremecía y mares de fluidos rezumaban de mi concha. Era como un orgasmo tras otro. La cara de mi niña parecía bañada por entero en mis jugos candentes, pero continuaba a lamer y a provocarme temblores y escalofríos exquisitos. Perdí la noción del tiempo y terminé agotada.
Estamos todavía sobre la cama, en algún momento me derrumbe a su lado. Está sobre mí y me mira observando todas mis reacciones, sus pechitos están sobre los míos, luego apoya su cabeza en mí y me abraza. Toco sus cabellos y los siento húmedos y pegajosos, también sus pómulos están mojados. La recuesto en su espalda y comienzo a lamer su rostro, sus labios, sus cabellos. Me siento como una mamá que limpia a su cachorra.
Sus pequeñas manos acarician mis senos colgantes, la escucho suspirar, aprieta uno de mis pezones y la veo sonreír, exhala un suspiro y un bostezo somnoliento. Permanece con sus ojos cerrados y su respiración se normaliza y se hace cada vez más pausada. Acaricio sus cabellos y me recuesto envolviéndola en mi brazos, ella se acurruca en mis senos. Se está quedando dormida. Creo que hemos terminado.
Bueno pienso que no hemos terminado nada, hemos iniciado una nueva etapa. Nuestras vidas han tomado un derrotero inexplorado. Inicia una historia de afecto y amor entre ella y yo. Es una grata sensación que perdurará en el tiempo.
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—¡Mami! … ¿Estas despierta? …
—Sí, cariño … ¿Qué quieres? …
—¿Puedo entrar? …
—Sí … entra, tesoro …
Prontamente levanto el edredón para cubrir mis pechos desnudos y veo entrar a mi hija Carolina, tiene nueve años y crece rápido. Cuando se mete ese pijama ajustado de Batwoman, puedo ver sus tetitas que comienzan a tomar forma. Muy pronto tendré que comprarle su primer sujetador. Justo ahora lleva una remera de Hello Kitty muy corta con unas hermosas bragas rosadas con diseños circenses. Se sube a la cama, arrastra uno de sus duendes mágicos y lo toma en sus brazos.
—¿Qué sucede bebita? … ¿Algo malo? …
—No, mami … solo que no puedo dormir …
Me giro hacia ella teniendo cuidado de no descubrir mi desnudez.
—¿Qué te sucede, tesoro? … ¿Has soñado algo que te da miedo? …
—No, mami … pero todavía no me acostumbro en esta nueva casa … es muy grande y me siento sola …
La miro con ternura, sus ojitos brillan, está a punto de llorar.
—Pero cariño, eso pasará pronto … verás que pronto tendrás nuevos amigos en el colegio … aquí tienes más espacio que en la otra casa … podrás invitar a tus amigos a la piscina si quieres …
Acaricio su mejilla y su hombro tratando de confortarla.
—Sí, mami … lo sé … pero echo de menos a mis otros amigos … estábamos mejor en la vieja casa …
Me dice casi sollozando y frotando su nariz. Me siento compungida por ella, mi hermosa, dulce e inocente hija esta triste y siento mi corazón acongojado.
—Pero tu sabes que mamá ha cambiado de trabajo, ¿no? … debíamos mudarnos por fuerza mayor, tesoro … ya te acostumbraras … si te sientes solita acuéstate aquí con mami … yo te abrazaré para que te duermas … ¿Quieres? …
Levanté el edredón y le hice un espacio, sin tomar en cuenta de que estaba completamente desnuda. Bueno, es mi hija, no importa, después de todo soy su madre.
Carolina parece no notar mi cuerpo desnudo. Se desliza junto a mí y la abrazo tiernamente, luego la abrigo con el edredón, ella se acurruca a mí. Le abrazo y beso sus dorados cabellos, luego la arrullo con dulces palabras para tranquilizarla y darle mi calor de madre protectora. Meto mi mano bajo su remera y froto suavemente su espalda. Su piel es tersa, suave y cálida. La escucho emitir algunos sonidos, casi como una gatita que ronronea y se acerca más a mí.
La cabeza de Carolina está justo bajo mi barbilla, mantiene sus brazos cruzados con su duende mágico entre ellos, sus manitos están entre mis senos. Se ha acurrucado a mí como una bolita, esta en posición fetal y se arrima a mi vientre como buscando la seguridad materna, la protección de ese vientre que la cobijó por nueve meses tantos años atrás. La abracé y no relajamos bien apegaditas, se sentía agradable, tierno y amoroso. Una madre entregando amor y afecto a su pequeña. Espero que se duerma y yo también lo haré.
En tanto, mi mano se ha deslizado a su culito menudo, beso su cabeza y le susurro que se duerma que mamá está ahí para protegerla. En el silencio del cuarto la escucho susurrar:
—Me gusta, mami …
—Duérmete mi vida … descansa mi amor …
Al cabo de un rato, siento que sus manos se están moviendo. También ella trata de acariciarme, pero en esa posición alcanza solo mis pechos. Sonrío y beso sus cabellos, feliz de sentir esta cercanía tan tierna e íntima con mi hija. Froto su trasero y masajeo su espalda. La escucho ronronear otra vez. Ahora sus deditos se mueven sobre mis senos, solo con las puntitas ella toca a tientas mis esponjosas carnes y roza mis pezones ¿Sabrá lo excitante que puede ser eso? Mis pezones comienzan a endurecerse, quizás más duros que antes y siento mis capullos marrones palpitar, me desespero porque sean acariciados y chupados.
¡¡Maldita sea!!, me recrimino a mi misma, ¿¿Por qué diablos me estoy excitando?? Son solo las manitas de mi pequeña y adorada hija, ¡¡Dios mío!!, esto no debería excitarme sexualmente, ¿verdad?, pero no puedo evitarlo, mi cuerpo reacciona ante esas tímidas y dulces caricias, mi coño vuelve a generar fluidos y me mojo. Trato de pensar a otras cosas y termino convenciéndome de que es normal la reacción de mi cuerpo y que no hay nada de malo en ello, ¿Qué mujer puede permanecer insensible cuando le acarician sus pechos?, es solo la respuesta natural de mi cuerpo al estimulo que está recibiendo.
Los diminutos deditos de Carolina tocan tentativamente mis pezones, lo hace con ternura. Ignara de lo que me está provocando. Quizás es solo su curiosidad infantil. No digo nada, ella continua a jugar con mis mamas un poco más atrevidamente, toma una de mis tetas en sus manitos y pellizca suavemente mi pezón, luego hace lo mismo con mi otro seno.
Estoy ardiendo, apretando mis piernas con lujuria, tiemblo como una gata en celo. ¡¡Por Dios!!, ¿qué me sucede?, ¿me he convertido en una pervertida o algo así? Una vocecita me dice que debo detenerla y enviarla de regreso a su cama o, al menos girarla y evitar que me siga tocando. Pero la sensación me abruma y poco a poco obnubila mi razón sintiendo como acaricia y juega con mis pezones. Involuntariamente se me escapa un gemido:
—¡Hmmmmm! … mamita … eso se siente muy bien, mi niña …
No resisto y me rindo. La dejo hacer. Se siente increíblemente, es formidable la forma en que juega con mis duros pezones. Ha pasado tanto tiempo desde cuando mamaba de mis pechos y apretaba mis senos con sus manitas de bebita. Además, ¿qué tiene de malo si una madre y una hija se demuestran un poco de afecto?
Mi mano se ha metido bajo sus braguitas y mi dedo se desplaza en medio al surco de sus nalgas. Escucho a mí niña suspirar y gemir contenta sintiendo mi mano que atrapa toda su nalga y con la punta de mis dedos rozando su ano, siento como aprieta sus glúteos. Me viene la certeza de que ella está sintiendo como yo, ella entiende que mis caricias no son solo de afecto maternal. En algún modo sabe que la estoy excitando en respuesta a la excitación que ella me provoca acariciando y jugando con mis senos. Ambas nos excitamos. Quiero darle placer, la quiero sexualmente excitada, ¿pero es eso posible? ¿Puede una pergenia de nueve años responder como una mujer?
Al parecer ella sí. Saco mi mano de sus bragas y acaricio su muslo suave, cálido y seductor. Deslizo lentamente mis dedos entre sus piernas, más y más en alto, casi rozo su entrepierna, Carolina abre sus piernecitas para mí y empuja su pelvis hacia adelante estremeciéndose y gimiendo. Los dedos de mis pies se encorvan cuando ella pellizca mis pezones con más fuerza, casi retorciéndolos, como si supiera que eso no hace más que aumentar mi excitación. Su respiración se ha hecho afanosa y jadeante, también la mía.
Pero ahora quiero más. Necesito más. Empujo un poco el edredón hacia abajo para poder mirarla. Las pequeñas manitos están aferradas como garras a mis senos. Sus mejillas están ruborizadas, la frente con una ligera sudoración. Carolina me mira, sus ojos lucientes y veo algo hermoso y maravilloso en su rostro que nunca había visto antes, se muerde su labiecito y su boca está entreabierta, hay ansias en su mirada, ¿Es eso deseo sexual?, yo creo que sí.
Me giro lentamente y acomodo a mi hija sobre su espalda. Ella me mira con esos brillantes. Le sonrío cálidamente y ella me devuelve la sonrisa confiada. Muy lentamente me inclino más cerca de ella, acerco mis labios a su boca y nos besamos. Es un beso suave, pero con una carga erótica inmensa, mis pezones me llegan a doler. Podría ser un beso de madre e hija, pero ambas sabemos que no lo es, la pequeña empuja su lengua en mi boca y todo se transforma, apoyó mis tetas en su vientre y la beso apasionadamente. No hay vuelta que darle, es un beso erótico y romántico. Estamos moviéndonos más allá, pasando cada limite, es un dulce y hermoso incesto. No tengo ninguna voluntad de detenerme, mi mano se mueve hacia arriba para subir su camisón y alcanzar sus pechitos florecientes. Me alzo a mirarla:
—¿Quitémoslo? …
No dice nada, pero no se opone cuando saco su camisón por sobre su cabeza. Encuentro su pecho cándido e inmaduro, como unas pequeñas bellotas. Sus tetitas están al aire al igual que mis senos que parecen dos melones perturbadores al lado de su pecho casi liso. Me detengo a admirar esos montículos incipientes en su pechito pueril e inocente. La toco justo allí, donde las mujeres somos sensibles, dejando que mi dedos recorran y exploren esas tersa tez, la acaricien y la provoquen, siento que sus pezones se endurecen y murmuro casi para mí:
—Te estás convirtiendo en mujer, pequeña mía …
Carolina me mira con sus ojos bien abiertos mientras acaricio sus tetitas. Pellizco suavemente su joven y rígido botoncito rosado, mi niña gime de placer, encorva la espalda y cierra los ojos mientras lame sus labios.
—Eres la hermosa niña de mamá …
Le susurro inclinándome cerca de su oído, a centímetros de su rostro. Acaricio su nariz con mis labios, mi aliento tibio se mezcla con el de ella. Casi en un trino le susurro suavemente:
—Te amo, cariño …
—Yo también te amo, mami …
Me responde con su vocecita de muñeca, se lame los labios y su respirar es irregular, esta excitada mi bebita. Sus ojos están parcialmente cerrados, sus mejillas sonrosadas, la nariz perfilada y respingona, hay algunas pecas en sus pómulos que le dan ese aire tan mono y esos labios carnosos, rosados y deseables. Ella es tan fresca y jovial, tan ingenua e inocente. Todavía es una doncella, una pequeña a la que amo más que a nada en el mundo y, sin embargo, de alguna manera esta noche algo ha cambiado y se ha convertido en un deseo por ella, quiero que sea más que mi hija. Cada vez estoy más segura de lo que quiero. Sé exactamente lo que ha cambiado entre nosotras. Quiero a esta pequeña como mujer como amante. Una cosa más fuerte que mi me lo implora y me empuja a considerarlo seriamente. La necesito. Pero tengo que estar segura de que también ella quiere lo mismo que yo:
—¡Carolina! …
Sus ojos se abren de golpe, me mira inquisitivamente. Lame sus labios y los deja ligeramente separados, como tentándome. ¡¡Oh, mi Dios!!, ella es tan increíblemente deseable, ¿cómo podría alguien resistirse? ¡Quiero besarla!
—¿Sabes, pequeña? … me gustaría que nos besáramos otra vez … ¿Quieres? …
—Sí, mami … también me gusta …
—Bueno … también me gustaría que hiciéramos otras cosas … no solo besarnos … ¿Sabes lo que quiero decir? …
—¡Umh! … no …
Trato de encontrar palabras para explicar lo que quiero, pero no me resulta fácil. Me acerco más a ella y coloco mi pierna sobre las de ella. Mis senos están sobre su pecho y nuestros pezones casi se rozan, sus ojos me miran expectantes y tiernos:
—Quiero amarte, Carolina …
—Pero dijiste que me amabas, mami …
—Sí … lo sé … pero hay más formas de amar, cariño … por eso quiero volver a besarte … amarte como amante … quiero que hagamos de todo entre nosotras …
Me mira intrigada, ya no pestañea, sus ojos son enorme, esos hermosos ojos claros de ella parecen no entender. Me fijo en sus pestañas largas y un poco obscuras, es tan sexy mi niña. La quiero tanto. La deseo tanto. No sé cómo continuar. Más que palabras, creo que se necesitan acciones. Lamo mis propios labios y acerco mi rostro al de ella. Mi boca roza sus labios y la beso tiernamente al principio, luego aplico más presión a mi beso y meto mi lengua en su boca y busco la de ella, entonces ella abre más su boquita y su lengua se encuentra con la mía, se tocan, danzan juntas, juegan como viejas amigas y la siento que se apega a mí devolviendo el beso con ardor y pasión, del mismo modo en que yo la estoy besando.
Sus manos comienzan a acariciar mis pechos una vez más, los aferra, los aprieta y tira de mis pezones, para una principiante se está comportando bastante bien. Nos besamos por algunos minutos, sigue jugando con mis senos, yo estoy ahora montada a horcajadas contra una de sus piernas y mi coño ligeramente abierto, húmedo y bien lubricado se desliza sobre su pantorrilla, mi clítoris toca su rodilla y se siente magnifico. Si continúo a frotarlo así, podría correrme deliciosamente, pero prefiero esperar.
Abandono sus labiecitos y me levanto a contemplar su rostro de porcelana, parece una de esas muñecas de antaño, es adorable:
—¿Estás bien, cariño? … ¿Te gusta hacer esto? …
Me mira sonriendo entusiasmada y asiente:
—Sí, mami … me gusta … me gusta mucho …
Casi sorpresivamente alza su rostro y me abraza, tirando mi rostro sobre sus labios. A ella le gusta besarse conmigo. Contenta de su reacción continuo a besarme con ella. Creo que está lista para pasar más allá del límite. Sin dejar de besarla tomo una de sus manitos y la muevo entre mis piernas, presionando mi entrepierna. Mi coño está pegajoso, mojado y caliente. Acomodo su manito y froto mis labios mayores con ella, deslizo su extremidad por todo mi chocho repetidas veces, sus dedos se cubren con la humedad de mi sexo. Suavemente susurro cerca de su oído:
—Frótame aquí, querida … así, tesoro … frótame un poco más …
Me separo ligeramente de ella, deslizo su mano de arriba abajo, adentrándola en mi conchita empapada, mostrándole cuan resbaladiza y caliente que esta mi coño, haciéndole ver que es lo que quiero. Cuando sus deditos alcanzan mi clítoris doy casi un salto, me estremezco, gimo y chillo:
—¡Uuuuhhhh! … ¡Ssssiiii! … justo ahí … frota … frota a mami … haz que mami se sienta bien … frótame esa partecita … ¡Uuuuhhh! … ¡Eres maravillosa! …
La dejo continuar y lo hace sola espléndidamente, sus dedos acarician los pliegues de mi capullo hinchado, entro en una especie de paroxismo, es éxtasis puro, es el cielo. Me pliego a besar sus diminutas tetitas, beso su cuello, vuelvo a besar su boca. Estoy casi gruñendo, comiéndomela a besos. Meto mi mano bajo su trasero y empujo su cuerpecito contra el mío mientras sus dedos me provocan sensaciones increíbles, es un frenesí de lujuria incestuosa. No hay nada de maternal en nuestras caricias, nos hemos transformado en amantes mi hija y yo. Estoy teniendo sexo con ella y me encanta.
En algún lugar de mi mente algo me molesta. Pero no me puedo detener, siento en mi estomago esa sensación desesperada, mi respiración agitada al máximo, tengo un remolino en mi vientre, la presión aumenta, mi coño vibra en todos los acordes, es mi orgasmo que se acerca. ¿Debería detenerme ahora? ¿Esperar? No, no puedo, no puedo detenerme, no puedo parar, es algo incontenible, me supera. Follo con fuerza la pierna de mi hija sintiendo sus dedos que escarban en mi panocha candente, estoy chillando con delirio. Meto mi lengua en su boca y follo su boca.
—¡Oooohhhh! … ¡Carolina! … ¡Sigue, amor! … ¡Sigue! … ¡Ssiii, amor! … ¡Ssiii! … ¡Mami va a! … ¡Aaaahhhh! … ¡Uhmmm! …. ¡Aaarrrggghhh! … ¡Ssssiiii! … ¡Me corro! … ¡Me corro, hijita! …
Exploto en un orgasmo fenomenal en sus deditos, guturales gruñidos escapan de mí boca mientras mi cuerpo se retuerce en espasmódicas olas orgásmicas.
—¡Oh! … ¡Ooohhh! … ¡Dios, mío! … ¡Diosito santo! …
Poco a poco vuelvo a la realidad. Todavía mi mano está debajo de su trasero. Sus dedos todavía están entre mis piernas y me provocan uno que otro chillido y estertor cuando rozan mi delicado clítoris. La cama es un desastre de fluidos húmedos. Trato de recuperarme y abro mis ojos. En la demencial excitación me he movido en la cama. Mis senos casi cubren su rostro. Me deslizo hacia abajo y miro sus ojos sorprendidos.
—¿Estás bien, cariño? …
—Sí, mami … ¡Uhm! … Eso fue … eso fue divertido, mami … un poco loco, pero divertido … te veías tan linda, mamá …
—¡Oh! … no sabes cuanto me alegra que te haya gustado …
Le doy un veloz beso en los labios, un solo beso fugaz. Luego beso sus labios un poco más apasionada, sosteniendo su cabeza, ella suspira feliz y me devuelve el beso. Retrocedo sorprendida, la miro para ver algún indicio de preocupación, miedo o incertidumbre, pero no noto nada de eso, Carolina parece completamente cómoda, tranquila y satisfecha de nuestro acto sexual.
¿Sabrá ella lo que es un acto sexual? Tiendo a pensar que sí. Puede tener solo nueve años, pero los niños de hoy crecen muy rápido. Estoy segura de que ella entiende. Sin embargo, decido preguntarle:
—Carolina, hija … ¿Sabes lo que acabamos de hacer? … ¿Sabes que cosa hemos hecho juntas? …
Me mira y asiente sonriendo.
—Sí, mami … creo que sí …
—Bueno, hija … ¡Ehm! … nosotras ya habíamos hablado algunas cositas, ¿recuerdas? …
—Sí, mami … eso de sexo … de chicos … ya me dijiste algo de eso …
—¿Te acuerdas de que te hable de la masturbación y del orgasmo? …
—Sí, mami …
—Bueno … entonces lo que acaba de tener mami es un orgasmo …
—Está bien, mami …
Me sonríe y baja su mirada.
—También se pueden lograr con la masturbación … y que podías hacerlo todas las veces que quisieras … porque no hay nada de malo en ello… ¿Te acuerdas de que te lo dije? …
—Sí, mami … recuerdo casi todo lo que me dijiste … otras cosas la he sentido en el colegio …
—¡Oh!, que bien … ¿Has tenido alguna vez un orgasmo? …
Una amplia sonrisa se dibuja en su angelical rostro, se ve un poco intimidada y avergonzada, vuelve a agachar la mirada traviesa y asiente:
—¡A-ha! … lo he tenido …
Le sonrío y beso su mejilla, tomo delicadamente su nariz entre mis dedos.
—¡Oh!, no sabes cuanto me alegro de que me lo digas, chiquilla traviesa … ¡Uhm! … ¿Te gustaría que te toque? … y … bueno … ver si puedo procurarte un orgasmo …
—¿Harías eso por mí, mami? … me encantaría, ¿sabes? …
Me vuelve a asombrar Carolina. La seguridad con que me responde. No muestra ninguna vacilación. Al parecer para ella esto es perfectamente natural. Una forma más en que una madre y su hija comparten su amor la una por la otra. Creo que así es, lo que estamos haciendo es natural. Es afecto, es ternura, es amor, y ¡Dios mío!, se siente tan jodidamente bien. ¿Cómo una cosa así puede estar mal?
Me deslizo suavemente de ella y me recuesto a su lado apoyada en un codo, ella está boca arriba. Empujo el edredón hacia los pies y la descubro completamente. Mi ojos recorren ávidos su cuerpo esbelto y pubescente, está con sus bragas rosadas llenas de payasitos.
—¿Está bien si te quito las bragas? …
—Sí, mami … quítamelas …
Cuando me arrodillo a su lado y jalo de sus calzoncitos, levanta sus caderas colaborando, dejo las bragas a los pies de la cama y vuelvo a recostarme a su lado.
—Carolina, te quiero mucho …
—Yo también te amo, mami …
Nos volvemos a besar, esta vez sin lengua. Es solo un beso romanticón. Mi corazón se vuelca hinchado con sentimiento de ternura, afecto y amor, también de deseos y lujuria.
Separo ligeramente mis propias piernas e inserto mis dedos en mi encharcada vagina, saco mis dedos bañados completamente en mis fluidos, luego muevo mi mano a la entrepierna de mi hija.
Carolina no tiene vellos púbicos aún. Sus pezones son pequeñitos, pero ligeramente hinchaditos, al mirarlos me viene un deseo loco de comerlos. Su pequeño coño tampoco tiene pelos. Suavemente froto mis dedos en su rajita virgen, mis dedos bañados se deslizan fácilmente sobre sus diminutos labios enrojecidos e hinchados. Me acerco a su rostro y beso sus labios, nuestras lenguas se encuentran. Ella mueve sus manitos a aferrar mis pechos y juega con mis pezones. Parece que le encanta tocarme de ese modo.
Carolina instintivamente separa sus muslos mientras acaricio los labios de su coño. Ella se ofrece a mis caricias. Ms dedos se relajan y abren su conchita pequeñita. Ella abre aún más sus piernas. Separo sus labios vaginales y toco sus suaves carnes, se siente cálido y suave, también resbaladizo, mi niña esta mojada por dentro, su pequeño coño esta empapado.
Cuando mis dedos encuentran la estrecha abertura de su chocho, Carolina da un respingo. Inmediatamente retrocedo, no quiero causarle algún mal, pero ella desesperada agarra mi rostro con sus dos manos y casi suplicando, me dice entre dientes y con urgencia:
—¡No te detengas! … ¡Por favor, no pares ahora! …
Luego continua a besarme. Así que no lo hago. Nos besamos y continúo a explorar su sexo virgen, mis dedos jugosos dibujan los bordes de su coño. Ella jadea y gime. Sus delgadas piernas están completamente abiertas, tan anchas como puede. Ella quiere esto tanto como yo.
Empiezo a sondear su pequeño y dulce orificio. Ella se contorsiona debajo de mí, está follando mí mano con su pelvis, levantando y refregando su conchita en mis dedos. Delicadamente empujo mi dedo medio hacia el interior de su coño, pero solo hasta el primer nudillo, siento la tierna y húmeda suavidad de la vagina de mi hija. Con mi pulgar restregó su clítoris. Carolina da otro respingo y un ahogado chillido. Entiendo que está al borde de su orgasmo, casi desesperada por eso.
Continuamos dándonos besitos húmedos, también mi pulgar continúa a estimular su clítoris, como así mi dedo medio cosquillea el interno de su coño, ¿Bastará esto para provocarle un orgasmo a mi hija? ¿Estará ya lista a correrse?
Como si hubiese leído mis pensamientos, su cuerpo comenzó a estremecerse. Carolina rompió el contacto de nuestros labios, sus ojos se abrieron repentinamente, me miraban con asombro, luego se pusieron blancos y su cabeza cayó hacia atrás. Su espalda se encorvó haciendo sobresalir sus hermosos pezones, me abalancé de golpe a succionar esos maravillosos botoncitos marrones. Sus gemidos se hicieron aún más audibles. Seguí restregando su clítoris y seguí follando su coño. Mi niña hermosa estaba temblando por todas partes, sus mejillas color escarlata y su frente cubierta por una ligera capa de sudor.
—¡Mami! … ¡Mami! … yo … ¡Oooohhhh! …
Su cuerpo está descontrolado, sus piernecitas se abren y se cierran, intenta escapara de mis caricias. Es su potente orgasmo que la convulsiona de pies a cabeza.
Lo hicimos. Sobrepasamos el límite puesto por la sociedad. Estoy en mi cama desnuda con mi hija, mis dedos sintiendo las contracciones de su pequeño coño virgen. La follé y le provoqué un orgasmo. Antes que eso, ella hizo lo mismo conmigo, folló mi concha e hizo que me corriera en un orgasmo maravilloso.
Acabo de tener sexo con mi propia hija, ¿y sabes qué? No tengo ninguna sensación de culpa ni arrepentimiento. Observo el rostro de Carolina y veo mucha felicidad, veo el amor y la gratitud en su mirada, esto no hace más que convencerme de que no hemos hecho nada malo.
—¿Estás bien, cariño? …
—¡Oh!, sí … eso fue maravilloso, mami … mucho mejor que cuando lo hago solita … mami, ¿Podemos hacerlo de nuevo? …
Miro a Carolina y me doy cuenta de que no muestra ni una pizca de arrepentimiento. Me encanta su respuesta y me pide más. Ella quiere más. Mi dedo medio ha penetrado su coño hasta mi segundo nudillo. Puedo sentir su himen que cierra el paso a mi dedo intrusivo. Suavemente le hago cosquillas y mi pulgar hace círculos alrededor de su clítoris.
—Quieres más, ¿eh? …
Lujuriosamente Carolina aprieta mi mano con sus muslos.
—Sí, mami ... quiero que lo hagamos otra vez …
Su voz está ligeramente temblorosa.
—Está bien, tesoro … ¡Emh! … ¡Ya sabes! … Debemos ser cuidadosas … nadie fuera de nosotras debe saber esto … ¿Entiendes eso? …
—Sí, mami … lo sé …
—Yo también quiero hacer esto contigo, tesoro … me encanta hacerlo … pero hay personas que podrían no aceptarlo … podrían decir que hacemos algo malo … aún cuando no hay nada de malo en ello … pero no podemos correr riesgos … será nuestro secreto … ¿de acuerdo? …
—De acuerdo, mami … nadie sabrá nada …
Carolina no esta perturbada en lo más mínimo. Es como si todo fuera normal para ella. Como si tuviera todo resuelto y todo pensado de antemano, acepto inmediatamente que lo nuestro era secreto de intimidades entre madre e hija. Me siento realmente complacida por su madura reacción. Imagino que para ella es solo una muestra más del amor que hemos generado a través del tiempo. Es solo amor. Un amor dulce, cariñoso, de afectos y sensual entre madre e hija. Por supuesto yo lo encuentro fabuloso y no veo nada de malo en ello.
Miro el cuerpo tan tierno y joven de mi hija. Es tan linda. ¡Oh, Dios!, es tan deseable y sexy. Mi único arrepentimiento es de porque no lo hicimos antes. Mis manos no se cansan de tocarla y acariciarla. Mi dedo todavía está en su pequeñísimo chochito. Miro la convergencia de su entrepierna pubescente, suave y lampiño de bebita, pero insinúa movimientos de mujer con sus caderas.
Mantiene sus gráciles y aterciopelados muslos muy separados, totalmente abiertos para mí. Su piel es tersa, suave y rosácea. No tiene vellos púbicos, pero es evidente la humedad alrededor de los bordes de sus labios vaginales y puedo apreciar una lechosa gota blanca que escurre en la parte baja de su delicada hendedura. Casi se me hace agua la boca, debo saborear ese néctar que exuda de su pequeña conchita.
—Está bien, tesoro … sí quieres más … mami te dará más … eres tan hermosa … ¿Estás lista, cariño? …
Le sonrío y ella se acomoda en sus codos a observar mis movimientos
—¡A-ha! … tócame, mami ...
Miro el coño de Carolina una vez más y saco mi dedo brillante y bañado en sus fluidos. Siento un impulso magnifico en mi propia panocha, la vista es cautivante y mi cuerpo se sacude de deseos por ella. Cruzo mis piernas y estimulo mi clítoris, ¡Guau!, que sensación más exquisita. Me inclino a mirar de cerca su sexo, estoy a dos o tres centímetros de su mojada grieta rosada, me saboreo de antemano mojando mis labios con mi lengua.
—Te voy a besar aquí, chiquita … ¿Okey! …
—Sí, mami … hazlo …
Inhalo el suave y cautivante aroma de su vagina, cierro los ojos absorbiendo su olor, la esencia es deliciosa, su joven coño huele a almizcle y a miel, mis labios tocan su orificio y mi lengua se desliza por su rajita, estoy besando y lamiendo la conchita de mi bebé. Siento como tensa sus muslos y alza su pelvis ofreciéndome su panocha candente. Chipo y lamo, lamo y chupo recogiendo con mi lengua todo el almíbar que fluye de su chochito directamente a mis papilas gustativas, es simplemente maravilloso y delicioso. Sigo chupando, besando y lamiendo mientras ella se retuerce y aferra las sábanas con sus manitas delicadas.
—¡Oh, Dios!, mami … ¡Oooohhhh! … ¡Ay!, diosito … ¡Umpf! … ¡Ay! … ¡Ay! … ¡Hmmmm! …
No abro mis ojos, solo la escucho gemir y casi sollozar con su cuerpo que se estremece, sus piececitos crispados, su espalda arqueada y sus caderas meneándose y empujando su coñito contra mi boca. Meto mi lengua profundamente en su conchita hasta sentir la frágil telita de su himen, le hago cosquillitas con la punta de mi lengua, vuelvo a poner la punta de mi dedo dentro de su vulva anegada de fluidos y me concentro de lleno en su clítoris que emerge tímidamente de entre sus pliegues.
—¡Uy! … ¡mami, mami, mami! … que rico que me lo haces … ¡Hmmmmm! … ¡Ooohhh! …
En un arrebato de lujuria, follo su coño con mi dedo, no cejo de chupar su clítoris. Carolina gime y se retuerce, meneando sus caderas, levantando su pelvis. Al improviso siento sus manitos en mi cabeza, me agarra, me tira contra su sexo, chilla y tiembla, resopla y lanza bufidos guturales, con un berrinche casi infantil y unos suspiros de mujer loca de sexo.
Creo tenerla al borde del orgasmo, esta niña es extremadamente caliente y receptiva sexualmente. ¿Serán todas las chiquitas así? Tal vez las mamas deberían saberlo o por lo menos averiguarlo. Pensamientos locos que vuelan por mi mente enfebrecida de lujuria por mi hija, tengo su clítoris entre mis labios, lo chupo y lo azoto con mi lengua a mil revoluciones. Me excita y emociona procurarle estas sensaciones a mi hija, cosas que yo conozco y disfruto. Las mujeres somos seres maravillosos.
Ella se está moviendo casi violentamente, sus manitos sujetan mi cabeza y de tanto en tanto las mueve a sus pechitos sensibles. El sabor de mi hija es exquisito, su fragancia perfumada, sus fluidos suculentos. Me encanta la cantidad de sus fluidos, bebo todo lo que rezuma de su vulva. Adoro esos movimientos enérgicos y excitados de su cuerpo menudito y desnudo. Amo todos los sonidos que hace, los jadeos, los bufidos, los gemidos, los chillidos, todo suena como música para mis oídos. Me encanta tener sexo con ella.
De repente se pone como tiesa, escucho unos fuertes gruñidos, se estremece, intenta juntar sus piernecitas y se encabrita como una potrilla chúcara meneando su pelvis sin control. Está teniendo un maravillo orgasmo y yo la mantengo besando sus tiernos muslos.
No puede haber nada al mundo mejor que esto. Desde que aprendí a tocar mi cuerpo y a darme satisfacción en solitario, más o menos a los diez años, disfruté el besar y toquetear a mis amigas y tuve sexo con un par de ellas un poco después. El sexo con chicos nunca fue mi preferencia, pero hubo un par de hombre mayores que me subyugaron en un cierto modo, tuve sexo con alguno de ellos y Carolina fue el resultado de esas esporádicas aventuras con el sexo opuesto. Pero siempre supe cual era mi tendencia sexual, me atraían solo las chicas.
Me dedique en cuerpo y alma en sacar adelante mi vida junto a Carolina. ¿Aventurillas con otras chicas?, sí, pero nada más que cosas pasajeras. Mi razón de vida era Carolina y encontraba bastante satisfacción en la masturbación, me encanta darme placer. Lo encuentro gratificante y me satisface, pera jamás nada como el tener sexo con mi propia hija, no hay nada comparable.
Su entrepierna todavía tiembla cuando levanto mi boca de su estrecha ranura vaginal. Saboreo en mis labios sus fluidos y lamo la comisura de mis labios rescatando los residuos vaginales de Carolina, sonrío mirándola en una posición casi vulnerable, mi pequeña aún se estremece y vibra con oleadas orgásmicas. Retiro mi dedo de su sexo y lo llevo inmediatamente a mi boca, luego me acomodo a su lado y la acurruco maternalmente en mis brazos junto a mis senos.
Acaricio sus cabellos claros, beso su cuello, su mejilla, su nariz, su boca entreabierta. La siento recuperarse y su respiración se normaliza. Suspira y abre sus ojos como volviendo a este mundo luego de una larga ausencia, levanta su rostro y me da un beso fugaz en los labios.
—¡Madre! … ¿Qué me hiciste? … ¡Creí morir! … ¡Eso fue! … ¡Mami, te comiste mi conchita! … ¡Eso fue superbo! … ¡Genial! … ¡Jamás había sentido algo así de intenso! … ¡Mira! … ¿Mira, tengo la piel de gallina todavía! …
Sus ojitos verdes me miran con adoración. Mi corazón se sobrecoge con una sensación inexplicable. Miro mis brazos y mi piel también está como pruriginosa, como de gallina. Atino solo a decirle:
—¡Hmmmm! … te amo, bebita …
Carolina vuelve a besarme y se acurruca más a mis pechos.
—Yo también te amo, mamá … mucho, mucho, mucho …
Cambio de posición, la acomodo en su espalda y monto una de sus piernas. Carolina me mira embelesada, paso su pierna sobre mi muslo, mi montículo está casi sobre el suyo.
—Se ha hecho tarde, cariño … ¿tienes sueño? …
Carolina me mira sonriéndome, los hoyuelos de sus mejillas se marcan y observo las pequeñas pecas en su rostro de niña, es una mirada maliciosa y negando con la cabeza me dice:
—¡Hmmm! … no, mami … no tengo sueño … pero que lindo se ve tú coño cerquita al mío, mami …
Es irresistible esta chiquita. Me inclino dándole un beso con lengua, ella abre su boca y empuja su lengua dentro de mi boca y me abraza empujando su vulva contra la mía y abre sus piernas para mí.
Así como nos besamos, empiezo a mover mi vagina contra la de ella, suavemente al principio, solo un lento restregué de mis labios mayores contra la hendedura vaginal de Carolina. Me elevo al séptimo cielo sintiéndola revolcarse y mover su coñito para acariciar el mío. Es sexo lésbico con toda su regla. Vulva contra vulva. Mi clítoris se hincha desmesuradamente, como si quisiera convertirse en un pequeño pene para penetrar la vagina virgen de mi hija. Mi coño hormiguea, vibra como un diapasón, es como música para nuestra danza de coños. Presiono un poco más y follo su boca con mi lengua.
Carolina gime y suspira feliz, quizás hasta mucho más que yo. Mece su cuerpo en consonancia con el mío, nos besamos con la boca y con nuestros coños. Su ingle esta resbaladiza y empapada en fluidos. Se siente increíble el sonido de nuestros acuosos coños restregándose el uno con el otro. Me deslizo, nos deslizamos juntas fácilmente, mezclamos nuestros fluidos y estamos haciendo un charco con nuestra abundante lubricación. En este restriegue de chochos es lo más natural del mundo, pienso.
Me muevo más rápido atrapando mis senos que rebotan en mi pecho, crispo mis manos y aprieto mis pezones. La sensación comienza a aumentar, es creciente, es deliciosa, es inminente, me estremezco con la cercanía de un orgasmo bestial, comienzo a bañar el vientre de Carolina con mi corrida, me voy a correr, me voy a correr. Quito mis labios de su boca desesperada:
—¡Hija! … ¡Hija! … ¡Carolina! … mami se va a correr encima de ti … ¡Oooohhhh! …
La siento que me toma de las caderas y mueve su coño en forma salvaje contra el mío, se desespera y chilla junto a mis pechos, restriego mi chocho enérgicamente sobre el de ella y la escucho exclamar:
—¡Mami! … ¡Aaaahhhh! … ¡Mami! … ¡Mami, yo! … ¡Ummmm! … ¡Mami, yo también! … ¡Aahh! … ¡Yo también me corro, mami! …
¡GUAU!, mi niña comienza a correrse junto a mí. Estoy follando su coño con fuerza y la siento estremecerse bajo de mí. Es maravillosamente genial el sexo con Carolina, mi hija. Me embiste con su pelvis empapada, casi llega a levantarme de los fuerte que empuja. Sus piernas se aprietan a mi muslo y tiembla entera, finalmente se deja caer hacia atrás con su espalda arqueada y su ingle pegada a mi vagina.
Nuestros orgasmos fueron prácticamente simultáneos. Disfruto de esta vista impagable de mi hija relajándose plenamente con esas deliciosas sensaciones post orgásmicas, todavía tiene sus manitas crispadas y su espalda encorvada. No ha abierto sus ojos. Nunca me había corrido coño a coño con nadie, ni menos con la fuerza con que lo hice ahora. Parecía durar para siempre, las pulsaciones eran infinitas, las explosiones en mi mente se subseguían imparables, oleadas y oleadas de un éxtasis delirante y extremadamente sensual.
Mi chiquita yace inerme con sus piernas enrolladas a las mías. Hay un fuerte olor a sexo. Sexo femenino, es la fragancia de nuestros coños. Es el aroma de mujer que estimula mis sentidos y me da otra ronda de placer olfativo. Nos hemos follado mi hija y yo, me siento feliz.
Me dejo caer sobre la cama y mi hija vuelve a refugiarse en mi seno. Es una sensación única la que estamos viviendo ella y yo. Su mejilla aplasta mi seno derecho, con mi pezón casi sobre su nariz. Quisiera una foto nuestra en esta posición. Estoy empapada en sudor y mi entrepierna parece un charco, estoy toda pegajosa, relajada, aletargada. No quiero moverme, no quiero romper la magia de este momento. Pero debo reaccionar, debemos ordenar el desastre que hemos combinado, me faltan las fuerzas, miro a mi pequeña que parece dormitar, la llamo con una suave voz.
—Carolina … Carolina … ¿Estás bien, cariño? …
No obtengo ninguna respuesta. No sé qué pensar, me preocupo.
—Chiquita de mamá, ¿Estás bien? …
La veo que abre sus ojitos y sonriendo me dice:
—Sí, mami … estoy super …
—¡Oh!, cariño … me hiciste preocupar … pensé que era demasiado pesada … no sé si te lastimé …
—No, mami … estoy bien y maravillada … nunca pensé en hacer algo así … lo que hicimos juntas, mamá es maravilloso …
De golpe se me van todas las preocupaciones. Ella está bien, feliz y entusiasmada, excitada por lo que hemos hecho ella y yo. Me bajé de la cama, ella se pone de lado afirmada en su codo y una coqueta mano en su cadera, me mira con una enorme sonrisa, sus ojos están pegados en mi coño. La mirada de mi hija está llena de lujuria y deseos por el coño de su madre. Nuevamente dice:
—Mami … no sabía que pudiéramos hacer eso … me gusta …
Me acerco a su dulce rostro y lo tomo entre mis manos, la miro a los ojos diciéndole:
—Te quiero mucho, pequeña mía …
—Yo también, mami … te amo …
Nos besamos tiernamente, un beso romántico. La boca de Carolina es pequeña, pero sus labios son carnosos, suaves y cálidos. Me doy cuenta de que se está convirtiendo en mi pareja sexual. ¿Quién mejor que ella? Es la única persona que amo con todo mi ser, a la que quiero más que a nadie. Mientras estas cosas giran por mi mente, siento sus manos en mis pechos y no me siento saciada, es tarde, pero quiero más, mi deseo comienza nuevamente a manifestarse. Quiero más. Observándola, me parece que ella también no ha tenido lo suficiente, toma mis senos con sus dos manitas y los acaricia, amasa mis pechos, le gustan mis tetas. Me parece un poco pervertido, pero quisiera que me chupara los pezones como cuando la amamantaba.
La empujo suavemente sobre su espalda y la monto a horcajadas, con mi coño sobre su vientre. Tomo mis pechos y los levanto, luego tiro de mis pezones, envuelvo mi seno derecho en mis manos y lo apunto hacia su cara:
—Chiquita … ¿Quieres chuparle los pezones a mami? …
Sus ojos lucientes se agrandan y se dibuja una bella sonrisa en su rostro, como si le ofrecieran un caramelo delicioso.
—¿Deveras, mami? … ¿Puedo? …
—Por supuesto que sí, tesoro … quiero que chupes los duros pezones de mami …
Mientras digo esto, bajo mi teta hacia su párvula boca, apoyo mis manos a sus lados y dejo mis senos pendiendo y bamboleando sobre su rostro. Carolina mira mis senos como hipnotizada, los observa como incrédula de tenerlos así de cerca. Se lame sus labios, me mira y sonríe, toma mi seno izquierdo y acerca sus labios a mi pezón delicadamente, en forma instintiva comienza a chupar mi botoncito marrón, luego va de uno a otro. Mi hija me está chupando las tetas con los ojos cerrados. Me hace suspirar de placer y lujuria, mis tetas sensibles se endurecen y se contraen con sus lamidas y chupadas. Comienzo con jadeos y tiemblo de deseos. Me está haciendo enloquecer.
Casi inconscientemente mi mano se va a mi entrepierna, necesito esta estimulación, mi coño está mojado y lo froto suavemente, me masturbo mientras la miro lamer y chupar mis tetas. Carolina toma mi pezón entre sus dientes y luego lo chupa haciéndolo entrar profundamente en su boca. Estoy en el paraíso. Mi cuerpo se estremece de excitación. Meto dos dedos en mi coño y lo follo mientras ella continua a jugar y chupar mis pezones. Todo esto trae a mi mente algunos recuerdos del pasado, cuando ella era una bebita y yo la amamantaba. Muchas veces me hizo sentir cachonda en esos momentos y alguna de esas no pude resistir y me masturbé dándole de mamar. Jamás pensé que algún día repetiría ese acto con ella haciéndolo conscientemente. Era un secreto escondido en mi mente que ahora regresa. Me viene de pensar que ya en ese tiempo comencé a desear a mi hija. Ese deseo incestuoso estaba plantado en mi mente y antes o después iba a florecer.
Carolina es feliz succionando mis pezones, se alterna chupando uno y después el otro. Sus sonidos son adorables. También escucho el chapoteo de mis dedos dentro de mi coño y la habitación vuelve a llenarse con olor a sexo, es la fragancia caliente de mi lujuria. Es genial y es perfecto.
Mientras Carolina chupa, yo me follo el coño y ya siento ese hormigueo característico, me acerco al goce. No creo poder resistir por mucho tiempo más. Pero no quiero correrme todavía, aún no. Saco los empapados dedos de mi coño y los acerco a la boca de mi hija. Ella inmediatamente sabe de que se trata, deja de lamer mi seno y chupa mis dedos:
—¿Te gusta el sabor de mi coño, pequeña? …
—¡Mmmmm! … sí … sabe rico, mami …
—¿Quieres saborear el coño de mami? …
Digo con una voz ronca, estoy tan caliente que ni siquiera me sale bien el habla. Carolina me sonríe encantada con entusiasmo. Me siento cada vez más excitada con mi niña y a la vez emocionada. Contengo a mala pena algunas lagrimas de gozo que afloran a mis ojos. Se me escapa un suspiro y un sollozo. También me vuelvo a estremecer, siento esa sensación al centro de mi ser, un escalofrío delicioso, una pequeña sacudida de lujuria me indica que mi orgasmo está en ciernes. La dejo seguir succionando mis pezones, pero mis deseos por correrme se están desbordando por los contornos de mi coño. Solo que no quiero correrme con mis dedos, tampoco con los de ella. Quiero que mi hija se coma mi panocha y me lleve al clímax. No digo nada, pero me muevo poco a poco hacia arriba. Carolina se detiene y me mira ansiosa y entiende subito mis intenciones, pasa sus manitos bajo mis muslos y acaricia mis posaderas.
Mi coño está a la altura de su barbilla. Ella sabe lo que viene. Sus ojos crecen y se lame los labios en anticipación. Me arrastro un poco más y tomo su rostro.
—Lámeme, bebé … chúpame … cómele el coño a mami …
Un gemido audible escapa de mis labios cuando siento la pequeña lengua de Carolina que roza mis labios mayores y se hunde en mi encharcada concha caliente. Primero me explora y me saborea, la siento tragar. Inicio una especie de vaivén sobre su rostro y comienza a follar su boca. Me vuelve loca. Son tantas las sensaciones que se abocan a mi cuerpo, a mi mente y a mi alma que me siento sobrepasada. Mi chiquita está demoliendo mi coño con su lengua. El acre aroma de mi concha llena todos los espacios. Mi cuquita gotea por mi ardiente necesidad de experimentar todo con ella, mis gemidos de excitación son intensos. Escucho sus suspiros y sonidos de lamidas y chupadas, su rostro está casi oculto entre mis piernas, mis muslos presionan sus mejillas. Mi niña me está llevando a la cúspide, es mi hija y sus labios son divinos, su lengua se mueve magistralmente en mi sexo.
—¡Ssssiiii! … ¡Sigue! … ¡Por el amor de Dios, no te detengas! … ¡Cómete el coño de mamá! …
Estoy ad-portas, tiro de mis pezones y comienzo a perder el control de mis piernas, no sé donde meter mis manos crispadas, chillo y grito, se me escapan hasta berridos de lujuria y mi niña hunde cada vez más su carita en mi vagina, me muevo, salto, grito, me desespero y finalmente estallo gruñendo como una tigresa, es un orgasmo trascendental que toca todo mi cuerpo y mi alma. Me corro, me corro en la boca de mi hija. Es una felicidad única, jamás experimentada antes de ahora. Me siento desbordada, apagada, satisfecha.
Me corrí en la boca de mi hija en un orgasmo interminable, parecía infinito, mi vida entera se estremecía y mares de fluidos rezumaban de mi concha. Era como un orgasmo tras otro. La cara de mi niña parecía bañada por entero en mis jugos candentes, pero continuaba a lamer y a provocarme temblores y escalofríos exquisitos. Perdí la noción del tiempo y terminé agotada.
Estamos todavía sobre la cama, en algún momento me derrumbe a su lado. Está sobre mí y me mira observando todas mis reacciones, sus pechitos están sobre los míos, luego apoya su cabeza en mí y me abraza. Toco sus cabellos y los siento húmedos y pegajosos, también sus pómulos están mojados. La recuesto en su espalda y comienzo a lamer su rostro, sus labios, sus cabellos. Me siento como una mamá que limpia a su cachorra.
Sus pequeñas manos acarician mis senos colgantes, la escucho suspirar, aprieta uno de mis pezones y la veo sonreír, exhala un suspiro y un bostezo somnoliento. Permanece con sus ojos cerrados y su respiración se normaliza y se hace cada vez más pausada. Acaricio sus cabellos y me recuesto envolviéndola en mi brazos, ella se acurruca en mis senos. Se está quedando dormida. Creo que hemos terminado.
Bueno pienso que no hemos terminado nada, hemos iniciado una nueva etapa. Nuestras vidas han tomado un derrotero inexplorado. Inicia una historia de afecto y amor entre ella y yo. Es una grata sensación que perdurará en el tiempo.
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