Mamá es especial. - Segunda parte.
por
Juan Alberto
género
incesto
La siguiente noche estaba vestido y preparado para mi cita con Roxana. Mamá me había ayudado a elegir las prendas, me vestí en modo deportivo, pero elegante, con camisa y corbata. Incluso mamá sugirió llevar un ramo de sus flores preferidas. Antes de salir, ella me inspeccionó y simulando sacar una mota de mi chaqueta, me limpió y acarició mi mejilla, diciendo.
—Luces perfecto … Te pareces a Tom Cruise …
—Gracias, mamá …
—Recuerda todo lo que te he dicho y mañana te despertarás hecho hombre … Roxana es la mujer más afortunada de este planeta … ¡Uhm! ¡Qué zorra con suerte! …
Noté un dejo de celos y tristeza en sus últimas palabras, su cara estaba un poco triste. Le tomé la mano y le pregunté.
—¿Todo bien, mamá? …
Sacudió su cabeza y con una renovada sonrisa, me dijo.
—Ve … Ve con ella …
*****
Cerca de veinte minutos después estaba al ingreso del condominio donde vivía Roxana. Toqué el timbre y ella me dejó entrar. Subí a su departamento, era un edificio aristocrático y muy bien cuidado, con finos adornos en los pasillos y cámaras de seguridad en todos ellos. Traté de mantener mis flores ocultas. Con el estómago apretado toqué a la puerta de ella. No me abrió una mujer, me abrió una Diosa del Olympo. Roxana vestía un vestido largo y blanco esplendente, toda ella brillaba con un halo de luz divino. La diadema que adornaba su frente la hacía parecer como una divinidad del oriente. Sus cabellos rubios estaban amoldados en un sofisticado moño detrás de su cabeza. Su escote enceguecía e hipnotizaba. Su vestido era lo suficientemente ceñido como para hacer ver que sus duras tetas no necesitaban un sostén para mantenerse erguidas y libres de prendas que las aprisionasen. Escondí mi rostro detrás de las flores y se las obsequié apenas estuvo en vista.
—¡Oh! … ¡Qué lindo! … Estas son mías …
Dijo arrebatándome juguetonamente el ramo de flores de mis manos. Su perfume invadió mis fosas nasales y estimuló mis sentidos. Roxana era realmente una hermosa mujer. Mientras fingía de oler el ramo de flores. Añadió.
—Gracias, Héctor … Las gerberas elevan mi espíritu … Acomódate en la sala mientras yo me ocupo de las flores y termino de prepararme …
—Sí … Pero tengo que decirte que te ves muy hermosa tal como estás …
El departamento de Roxana era muy bello y elegante, cada cosa tenía su lugar, todo estaba estrictamente ordenado, no había nada fuera de lugar, pero le faltaba el calor de hogar. No había fotos de sus seres queridos, no había señas de niños o mascotas y se sentía una inquietante serenidad. Parecía un sitio de gente adinerada, tal vez un poco frio y aburrido. No conociendo realmente a Roxana, me pregunté ¿Qué tipo de mujer será ella?
Salimos de su departamento y la lleve directamente a un restaurant Bistró especializado en carnes asadas; mamá me había dicho que Roxana era fanática de la carne de res asada al carbón. No sabía mucho del lugar, pero las opiniones de la internet lo catalogaban muy bien. Carnes argentinas y finos vinos de Chile. Estaba adornado con temática de gaucho de las pampas argentinas y parecía un lugar tranquilo y típico de las familias. También tenía separé para parejas. Nos instalamos en uno de ellos y el camarero nos trajo la carta de los vinos. Elegí un Cabernet Sauvignon y filetes de faldas con ensaladas verdes. No sabía como iniciar una conversación con ella, pero fue Roxana quien inició a hablar.
—Entonces, Héctor … ¿Cómo es que tienes una cita conmigo y no con una de tus compañeras de colegio? …
—Para ser sincero … Siempre he sido atraído por mujeres mayores … Encuentro a las muchachitas un poco aburridas e insulsas … Además, desde que te conocí que me sentí enamorado de ti …
—Pero ¿cómo? … No debes haber tenido más de diez años …
—Sí … es verdad … Pero eras como una princesa para mí … Siempre has sido muy hermosa …
—¡Mmm! … ¿Y qué más? …
—Bueno … Crecí y seguí enamorado de ti … Quería salir contigo y se lo dije alguna vez a mamá … Ella lo sabía y me dijo que tú también estabas interesada en mí … Entonces le pedí si podía hacernos encontrar … No sé si esto se siente un poco patético …
—No … Patético, no … Lo encuentro muy dulce de tu parte … No creí que un chico como tu se interesara en mí … Esto no me sucede a menudo …
—Es difícil de creer eso … Pensé que había una fila interminable de tipos detrás de ti y de tú belleza …
—Mira … He encontrado a muchos tipos, pero la mayoría no son más que idiotas tratando de arrastrarme al motel más cercano … Eso me repugna y me siento hastiada de tener que lidiar con ese tipo de hombres … Quizás por lo mismo que he tenido tres maridos hasta ahora …
Se rio un poco acongojada. Me sentí tocado con su discurso, creo que yo también entraba en esa categoría. Estaba tratando de llevármela a la cama. Me recordé de los consejos de mamá. Estaba justo por replicar algo a su último comentario, cuando ella agregó.
—Esto no quita que a veces me comporto como una perra …
—¡Oh! … No digas eso … Me lo estoy pasando divinamente bien contigo … Y no conozco todas tus facetas … Pero jamás imaginaría que fueras una perra …
—Eres un perfecto caballero, Héctor … Gracias …
Fuimos interrumpidos por el camarero que llegó con nuestra cena. Rellenó la copa de Roxana y la mía y nos dejó a degustar de la comida. Todo estaba delicioso, la carne jugosa, tierna y muy sabrosa, con un punto de cocción perfecto. Tal como dijo mamá, Roxana se hizo cargo de la conversación y nos explayamos en cosas cotidianas sobre su vida, sus maridos y yo le comenté sobre mí intención de asistir a la universidad el próximo año. Estábamos sintiéndonos realmente en confianza, entonces se me ocurrió preguntarle.
—Has tenido tres maridos … ¿Cómo que nunca te he conocido un hijo? …
—Bueno … Primariamente por elección de mis propios maridos … Todos ellos tenían hijos de otros matrimonios … Y yo nunca tuve hijos míos …
—Te cuidaste para no tenerlos, ¿eh? …
—En realidad no … Sucede que no puedo tener hijos … No soy fértil …
—¡Oh! … Cuánto lo siento … Tal vez no debí preguntarte algo tan personal …
—No … Está bien … Nos estamos conociendo y conversando, ¿vale? … Pero creo que ese fue el motivo principal por el que terminó mi primer matrimonio …
—¿Deveras? … Si es así, creo que fue un tonto … Yo jamás te hubiera dejado ir … Hay tantos modos de tener hijos … Creo que hubieras sido una hermosa y perfecta mamá …
—¡Oh! … Gracias …
Continuamos a charlar sobre diferentes temas. Ella se sintió tan en confianza conmigo que me reveló que había comenzado a trabajar de modelo para una revista de desnudos, justo después de terminar la universidad. No era nada de vulgar ni pornográfico, se trataba solo de chicas en traje de baño o lencería íntima y los desnudos eran artísticos. Yo también le hable de mí y de mis proyectos, de mis peripecias y aventurillas románticas en la universidad. Disfrutamos mucho conversando y nos reímos con nuestros avatares del día a día.
Me sorprendió lo amena que era nuestra conversación y lo fácil que fue expresarme con ella, sin tartamudear ni siquiera una vez. Me sentí como hablando con mi mejor amiga. Pensé en revelarle mi situación en cuanto al sexo, pero luego desistí y me dejé para mí esta parte más íntima de mi vida. Estaba seguro de que ella tampoco me había dicho todos sus secretos, así que estábamos a la par.
—¡Ay, Héctor! … Debo confesarte que no pensé que lo pasaría tan bien esta cita …
Me llevé la mano al corazón y le repliqué.
—¡Uy, querida! … Eso de verdad duele …
—No … No equivoques mis palabras … Eres un chico muy joven … Pero eres genial y muy maduro … También eres muy apuesto … Me siento halagada de estar aquí contigo …
—Yo también la he pasado estupendamente … Además, en compañía de una mujer preciosa como tú … Y, es toda la noche que quisiera preguntarte algo …
—¿De qué se trata?
—En dos semanas más tengo la graduación … Ese fin de semana quisiera que me acompañaras al baile … Actualmente no tengo pareja …
—Pero sería un honor ser tu compañera para ese evento tan importante … Seré tu compañera para esa cita tuya …
No cabía en mi de felicidad, acababa de conquistar como pareja para el baile de mi graduación a la mujer más bella que conozco, mis compañeros me envidiaran toda la noche. Terminamos nuestra cena con postre de frutas tropicales, la casa nos ofreció un bajativo y llamé un Uber para que nos llevara de regreso a casa de Roxana.
Durante el trayecto comentamos sobre la comida que había sido verdaderamente exquisita y contemplamos como las calles lucían hermosas con incipientes adornos de navidad que comenzaban a aparecer aquí y allá. Muy pronto llegamos a su casa e hice el intento de despedirme.
—Gracias, Roxana por permitirme pasar estos agradables momentos contigo … Ahora iré a casa mía … Bue…
—No … Espera … ¿Quieres pasar a tomar una copa conmigo? …
—¡Ehm! … Sí … ¿Por qué no? …
Una vez en el interior, ella me llevó a la sala de estar y me mostró la barra, diciendo:
—Ahí hay vasos … También una botella de mojito, yo quiero uno de esos … Tú elige lo que quieras servirte … Y espérame mientras yo me pongo algo más cómodo …
Encontré de todo en el pequeño bar de la barra. Saqué una bandeja y vertí el mojito preparado y frio en una copa de cristal, luego me preparé un clásico Martini seco para mí. Llevé todo a la mesita de centro y me senté en el cómodo y amplio diván a saborear mi bebida. Estaba un poco intrigado sobre como se estaba preparando ella. Sabía que la cita y la cena habían sido un éxito hasta ahora, pero por alguna extraña razón no me sentía complacido ni excitado como hace unos días.
Tenía mi vaso a la mitad cuando Roxana apareció bajando las escaleras, casi me atraganto con una aceituna cuando la vi. Llevaba una túnica negra cortita y trasparente que no alcanzaba a cubrir sus muslos y una pequeña tanga turquesa de seda. Sus largas piernas estaban cubiertas con medias negras autoadherentes y tacones de aguja del mismo color. Nada más cubría su escultural figura de diosa oriental. Sus esplendidos senos se mecían turgentes y desafiantes a cada paso que daba. Se paró frente a mí con su bata ligeramente abierta y sus diminutos pezones apuntando hacia el cielo, enredados en la fina trasparecía de su atuendo. Su físico era exquisito de verdad.
—¿Qué te parece? … Me tocó modelar este traje hace muchos años y todavía me va … excepto el sostén que parece haberse encogido … Espero no deslucir con mis pechos desnudos … ¿Te gusta lo que ves? …
Abrí la boca para responder, pero no pude emitir ningún sonido. Roxana se inclinó con sus preciosos senos delante y me quitó la copa, luego se sentó a horcajadas sobre mi regazo. Me echó los brazos al cuello y ladeando un poco su rostro, apretó sus labios sobre los míos. Por alguna extraña razón, no sentí ninguna descarga eléctrica motivante. Había soñado con un momento como este, pero no lograba disfrutarlo. No es que ella fuese una mala besadora y su coño a centímetros de mi polla tampoco me hizo tener la reacción furiosa que esperaba. Algo andaba mal y no sabía qué.
¿Por qué demonios me está sucediendo esto?, pensé. Estaba con esta hermosa mujer con la cual había fantaseado más de una vez y ahora mi cuerpo y naturaleza no despertaban. Traté de motivarme poniendo mis manos sobre sus cálidas y redondeadas nalgas, pero lo hice con titubeos inexplicables. Sentí como su lengua empujaba entre mis dientes mientras sus caderas se mecían apretándose contra mi vientre. Mi polla tuvo unos pulsos rápidos. Mientras nos besábamos mis manos palpaban su piel de seda. Ella se separó delicadamente de mí, arqueo su espalda y echó sus hombros hacia atrás, su ligera bata se deslizó hasta caer sobre la alfombra y sus tetas duras, grandes y blancas quedaron a centímetros de mi barbilla. Roxana me sonrió empujando su pezón a mi boca. Pero yo me paralicé. Entonces ella se levantó y me hizo señas con su mano mientras caminaba erguida, con paso seguro como una tigresa hacia las escaleras.
La seguí admirando sus hermosas nalgas con el hilo de su tanga sugestivamente escondido en medio a las bellas redondeces de su trasero que parecía esculpido por algún artista del siglo XVIII. Era como un fruto invitando a ser mordido. Llegamos a su habitación y ella se subió en cuatro patas moviéndose como una pantera. Movió sus posaderas en dirección a mí y me encuadró con sus ojos de gata.
Deslizó su mano sobre su derriere y enganchó el elástico de su tanga y comenzó a hacerlo descender por sus muslos, mostrando los labios regordetes y apretados de su coño. Entonces me interpeló.
—¡Hey! … ¿A qué esperas? …
Tuve intención de comenzar a desabotonar mi camisa, pero una fuerza desconocida e invisible me hizo desistir, nervioso pasé una mano por mis cabellos y le dije.
—Perdona, Roxana … Pero no puedo hacerlo …
Su sonrisa desapareció de su rostro y me dijo desencantada.
—¿Qué es lo que no puedes hacer? …
—No puedo acostarme contigo en nuestra primera cita … No sería justo …
Ella se sentó sobre el edredón y me preguntó.
—Estás bromeando, ¿eh? … ¿Puedes explicarme eso? …
Sonaba ofendida, así que trate de encontrar una explicación lo más halagadora posible y solo se me ocurrió decir.
—Bueno … Tú dijiste que la mayoría de los hombres en tu vida solo estaban interesados en llevarte a la cama … No quiero que tu me encasilles de ese modo … Honestamente te encuentro una mujer muy hermosa, mereces mucho más que eso … Creo que deberíamos intentarlo más adelante … Será más bello, porque tú te mereces cosas bellas …
—Cariño, sé que entre tu y yo nunca se concretará nada formal … Somos dos adultos divirtiéndose como adultos …
—Lo entiendo perfectamente, pero mi corazón me dice que no es el momento de estar contigo … Y deveras que lo lamento mucho …
Bajé las escaleras temblando. No sé si ella me había comprendido o no. Tomé mis prendas y me fui a casa.
Cuando llegué a casa todavía sentía mis piernas débiles y mi corazón latía agitado. Estaba confundido y no sabía si había hecho lo justo o no. Había hecho tanto por tener esta cita con Roxana y me había ilusionado con ella y, apenas la tengo ante mí lista y dispuesta, no encuentro nada mejor que dejarla plantada y sola sobre su cama. Ni yo mismo encontraba satisfacción en este hecho, solo quería irme a la cama y olvidar esta extraña noche.
Me dirigí al baño a descargar mi vejiga. Mientras me lavaba las manos escuche a mamá llamar mi nombre. Le respondí que iría donde ella. Me sequé las manos, pasé por mi dormitorio y dejé mi saco y mi corbata. Luego fui a la habitación de mamá. Estaba recostada de espalda apoyada en sus almohadones con una revista de actualidad, también pude ver que vestía su camisón blanco cortito y trasparente.
—¿Cómo es que llegas tan temprano? … ¿Algo salió mal? …
—¡Ehm! … Bueno … Tal vez sí …
Mamá dejó la revista sobre la mesita de noche y dio unas palmaditas sobre el edredón invitándome a colocarme a su lado. Tiré mis zapatos y me recosté al lado de ella.
—Entonces … ¿Lograste tu cometido? …
—No … No sucedió nada entre Roxana y yo …
—¿Y por qué? … ¿Acaso arruinaste todo? …
—No … Todo estuvo perfecto … Cenamos bien, conversamos amenamente ella y yo … nos fuimos a su casa alegres y contentos …
—¡Oh! … ¿Y que salió mal? …
—¿Deveras quieres saber eso? …
—Soy tu madre … Debes decírmelo todo … Y muero por saberlo todo …
Exhalé profundamente y comencé.
—Cuando llegamos a casa de Roxana, empezamos a besarnos en su sofá … Pero eso no me hizo reaccionar como hombre, ¿sabes? … Me sentía extraño y fuera de lugar, nada me parecía bien … A decir verdad, comparé sus besos con los tuyos y la intensidad y la pasión no eran las mismas … Nos fuimos a su dormitorio y ella se quitó la ropa, luego me invitó a su lecho … Pero no pude hacerlo … Porque retumbaron en mi cerebro las palabras que me dijiste la otra noche …
—¿Algo que te dije yo? …
—Así es … Tu me dijiste que mi primera vez debería ser con alguien muy especial … Alguien con quien querer compartir toda mi vida … Algo cambio dentro de mí y ya no pide hacerlo con Roxana … Y … ¡Ehm! … Creo saber cual fue la razón principal … ¿Puedo ser franco contigo? …
—Puedes decirme todo … Adelante …
—Bueno … Sucedió que durante toda la noche no pude evitar de pensar en ti y desear de estar contigo en esos momentos … De hecho, desde hace unos días que no dejo de pensar en ti … No sé explicar el porqué, pero tu consejo sobre con quien debería perder mi virginidad fue muy importante para mí … Y hay solo una persona al mundo con la cual querría hacerlo … Sé que esto no está bien … Pero …
Antes de que pudiera continuar, mamá me echó los brazos al cuello y sus labios acallaron mis palabras. Su proceder me sorprendió por unos segundos, el tiempo se había ralentizado. Mi sangre comenzó a ebullir en mis venas, era como si se hubiese provocado un incendio dentro de mí. No sabía que me estaba sucediendo, pero mi pene infló mi pantalones y mis bolas parecían doler y agitarse completamente. Era un cosquilleo insoportable, pero no me importó. Mamá era toda la mujer que alguna querría o necesitaría a mi lado. Mis manos reaccionaron y la aferré por la cintura para estrecharla contra de mí, volver a sentir sus suculentos pechos, me invadió una pasión indescriptible y mi universo entero eran los labios de mi madre y su cuerpo que se contorsionaba entre mis brazos.
Luego sentí su pierna encaramarse por sobre mis muslos y ella me montó a horcajadas sobre mi regazo. Continuamos a besarnos con pasión por largo rato. Solo se sentía el sonido de nuestras respiraciones agitadas, el chasquido de nuestros besos y los suaves gemidos de ella. Nos estábamos devorando el uno al otro, muy pronto nuestras bocas se abrieron para dar paso a nuestras lenguas que se trenzaron en una lucha de lujuria y cachondez. Sentía el vientre hundido de mamá y su ingle empujando contra mi ingle. Enredé mis dedos en el elástico de su tanga y comencé a deslizarla por sobre sus nalgas. Mamá me ayudó bajándosela y pateándola sobre el edredón a los pies de la cama.
Me encanto la sensación de su piel desnuda y la flor peluda de sus vellos púbicos. Nadie podría decir que ella tiene cuarenta años con esa piel tan suave y tersa. Deslicé mis manos por su cuerpo y sentí cuando las yemas de mis dedos alcanzaron la base de sus enormes pechos. Me vino un gusto irresistible de acariciarlos con mis manos, pero se interponía la delgada tela de su camisón. Inicié a desabotonar el botón superior y lo saqué de su ojal. Repetí la operación con el siguiente y todos los sucesivos, hasta que su camisón se abrió y sus tetas cayeron libres sobre mi abdomen. Puse mis pulgares en sus oscuros pezones y jugué con ellos, los empujé hacia arriba y me plegué para morderlos. Mi polla dura forzaba la tela de mis pantalones amenazándolos con romperlos.
Hinqué delicadamente mis dientes en esas masas mamarias que un día me nutrieron y los lamí y chupé como si de ello dependiese mi supervivencia, ¡Que cosa más exquisita tenerlos otra vez en mi boca llenando todos mis sentidos! Los gemidos de mamá se hicieron más audibles y acarició un poco maternalmente mis cabellos mientras yo devoraba sus nutritivas y substanciosas tetas. Empujó mis hombros hasta mirarme directamente a los ojos. Su mirada transmitía lujuria claramente. Ella quería algo más. Ella quería algo sucio. Ella quería mi carne y devorarme. Con un rápido movimiento se despojó de su camisón. Con la misma rapidez se agachó, me desabrochó el cinturón y me quito los pantalones.
Mamá se puso de pie sobre la cama y por primera vez pude contemplarla toda desnuda. Vi sus hermosas tetas, todavía lucían muy bellas a sus cuarenta años. La fuerza de gravedad había hecho lo suyo y pendían un poco hacia abajo, pero el tamaño de sus pechos era también admirable. Una oscura machas de vellos enmarañados cubría su esplendido coño, donde unos labios hinchados y apetitosos eran plenamente visibles. Pensé que había sido magnifico poder haber salido de entremedio de ellos al momento de nacer. Mamá me había traído a este mundo desde el interno de esa hendedura oscura, maravillosa y misteriosa. Me dieron tantas ganas de poder indagar más sobre esa cálida hendedura que me dio la vida.
Ella volvió a arrodillarse y esta vez me bajó la ropa interior. Levanté las caderas para facilitarle la tarea. Mis zapatos cayeron sobre la alfombra y ella me quitó también los calcetines. Ahora estaba tan desnudo como ella. Puso su mano izquierda sobre mi vientre y con la derecha aferró mi pene duro como el acero, esto me provocó un gemido y cerré los ojos turulato.
Sentí sus labios cálidos y jugosos envolver mi glande, cuando abrí los ojos, la mitad de mi polla estaba en la boca de mamá y ella comenzaba un movimiento de su cabeza hacia arriba y hacia abajo, lenta y calmadamente. Estaba deleitándose con mi polla, saboreándola, sintiéndola como llenaba su boca. Echó todo mi prepucio hacia atrás y engulló otra vez mi glande, haciendo danzar su lengua como un remolino alrededor de mi cabezota. Sus mejillas se hundieron cuando me chupó y la punta de su lengua se insinuó en la rendija de mi meato. De seguro estaba paladeando las primerizas gotas de mi pre-semen. Esto me hizo emitir un sonoro gemido y apoyé la palma de mi mano en su cabeza para empujar mi pija profundamente en su garganta.
Mamá me chupó la polla amorosamente sin dejar de lamer nada alrededor de ella, incluso mis bolas recibieron un tratamiento adecuado de su lengua preciosa. Ella estaba compartiendo su sexualidad de mujer conmigo y esto me fascinaba y enardecía, los deditos de mis pies se movían por si solos y mis pies completos se curvaron en más de una ocasión sintiendo la húmeda lengua de mamá sobre mi polla y la succión enérgica que ella ejercía para sacar gotitas de esperma de mi duro ariete. Ella se tragó mi pene una y otra vez, a veces hasta la mitad y otras profundamente haciéndolo chocar con su estrecha garganta. De lento, ella comenzó a aumentar el ritmo, lo que provocó que me aferrara de las sabanas gimiendo y suspirando entrecortado. Los sonidos de succión llenaban toda la habitación y me quedé boquiabierto cuando ella toco con sus labios mis bellos púbicos, mi entera polla estaba latiendo caliente en su garganta. Mis piernas se tensaron y comenzaron a estremecerse, solté una especie de aullido y gruñido animalesco al contemplarla, ¿Cómo diablos hizo eso? Mis compañeras me habían chupado la polla alguna vez, pero jamás ninguna lo hizo en el modo en que lo hacía mi madre, ella estaba a un nivel muy superior. Me sobresalté ante lo inminente, los ojos de mamá estaban lucientes como luceros y no cesaba de chupar y chupar, parecía no querer detenerse, ella estaba empeñada en llegar hasta el final.
Pero improvisamente se detuvo, me dedicó la mejor de las sonrisas y yo la miraba acongojado con mi pija a punto de estallar, mi bolas ardían llenas de leche caliente a punto de explotar. Ella se levantó y me hizo levantarme, no entendía lo que ella pretendía. Hasta cuando volvió a acostarse atravesada en la cama con la cabeza colgando al borde del lecho. Me miró a los ojos y abrió la boca, inmediatamente supe que hacer, me acerqué a ella y puse mi polla dura como palo entre sus labios, mamá volvió a engullir mi pene y yo comencé a follar su garganta metiendo y sacando mi polla de su boca caliente y estrecha. Me sorprendió su habilidad e ingenio para pensar algo tan cachondo que jamás nunca había experimentado anteriormente.
Empujé con mis caderas y noté como el guargüero de mamá se hinchaba al recibir profundamente mi polla en su boca. La sensación era increíble y me estaba aguantando para no correrme tan pronto. Además de lo agradable que era esta posición nueva para mí. Me encontré con las fabulosas tetas de mamá ahí al alcance de mis manos. Podía jugar con ellas, pellizcarlas, estirar sus pezones, amasarlas y divertirme como niño con juguete nuevo. Todo esto sin dejar de mover mis caderas acompasadamente follando la garganta de ella. Mamá gemía y bufaba chupando mi polla con ansias, mientras sus tetas iban y venían meciéndose en su pecho. Todo esto era demasiado para mí.
—¡Mami! … ¡Mami! … Me voy a correr …
Grité y traté de echar mis caderas hacia atrás, pero ella se apresuró a agarrarme por mis glúteos y a tirarme más adentro de su boca, al mismo tiempo que chupaba mi polla con mayor ahínco. Esto apresuró mi reacción y exploté con gruesos y densos chorros de semen en su garganta, mamá me mantuvo pegado a su boca mientras tragaba todo lo que mi pene expelía con inusitada potencia.
—¡Dios Santo! … Mami eso fue increíble … —Exclamé atónito y aturdido.
—Gracias, tesoro … Tú semen es exquisito, como el de tú padre …
Dijo ella lamiéndose los labios y estrujando mi polla sobre sus tetas. Me pareció que debía devolverle el goce y placer que yo había experimentado. La hice acomodar sobre la cama y me coloqué entre sus piernas. Mamá espalmó los restos de semen sobre sus pechos, mientras yo me agaché sintiendo el halo de calor que emanaba su coño empapado. Su aroma era prometedor, había un ligero olor a su perfume, puse mis dedos sobre la peluda vulva que me dio la vida, sus vellos cubrían una amplia superficie, pero no tapaban nada, estaban finamente recortados y los gruesos labios de su chocho parecían invitantes, acerqué mi nariz y respiré la aromática vitalidad de su cuevita de placer; alucinado ante la belleza que se presentaba ante mí, levanté mi vista y me encontré con los ojos de ella mirando y observando cada uno de mis movimientos. Tenía la palma de su mano izquierda apoyada a su mejilla enrojecida y me sonreía.
—¿Ves? … No me he afeitado …
—Así luces más bella, mamá …
—¿Quieres que apaguemos la luz? …
—¡Ni se te ocurra! … No quiero perderme toda esta maravilla tuya … Eres perfecta, mamá …
Le dije abriendo su coño con las yemas de mi dedos y estirando mi lengua para saborear a mamá por primera vez. Ella abrió un poco más sus piernas y mi lengua inició su recorrido desde su pirineo, muy cerquita de su pequeñito ano, hacia arriba, hasta sumergirla en la cálida sopa de su caldero. Mamá sabía deliciosamente, me tragué la esencia de su néctar como lo haría un sediento ávido y glotón.
Luego pasé mis manos por debajo de sus muslos y alcance sus labios mayores con mis dedos. Abrí obscenamente su vulva y contemplé el esplendor interior rosado y mojado, su clítoris turgente me aguardaba asomando subrepticiamente entre los pliegues húmedos y brillantes, parecía incitarme a chuparlo y lamerlo, fue lo que hice. Mamá dio un chillido y un saltito, hundió su vientre y apretó mis mejillas con sus muslos templados. Succioné con ardorosa pasión ese botoncito erguido y mamá pareció enloquecer. Empujaba su pelvis contra mi boca y a ratos parecía temblar como una hoja al viento. Luego la penetré profundamente con mi lengua y ella corcoveó y arqueó su espalda, haciendo parecer que sus tetas crecían en tamaño. Sus jadeos se hicieron audibles y sus manos atraparon mis cabellos para restregar su entero coño en mi boca.
Mamá se había convertido en un entero caos de gemidos y chillidos. Cuándo miré hacia arriba ya no vi su rostro, su cabeza había caído hacia atrás entremedio de la almohada y solo podía contemplar sus esplendidas tetas que subían y bajaban con su agitada respiración, pensé que era el momento de terminar la sesión. Atrapé su clítoris entre mis labios y lo sometí a un régimen de chupeteadas y bofetadas con mi lengua, a ratos lánguidas lamidas, a ratos violentos golpes con la punta de mi lengua.
—¡Oh, Héctor! … ¡Oh, Héctor! … ¿Qué me haces? … ¡Uhmmmmmm! … ¡Ayaaayaaa! … ¡Hmmmmmm! … ¡Siii! … ¡Asiii, tesoro! … ¡Umpf! … ¡Uhmmmmmm! … ¡Ohhhh! … ¡Qué delicia! … ¡Hhhhuuummm! …
Cuando metí mi dedo medio y mi dedo anular en su coño y la comencé a follar con ellos, mamá se encabritó como una potranca y gruñó como una leona, lanzando fuertes sonidos que jamás había escuchado.
—¡Aaaahhhaaa! … ¡Aaaahhhaaa! … ¡Oooohhhh! … ¡Umpf! … ¡Umpf! … ¡Ayyyaaayyy! …
Llamo muchas veces mi nombre sin dejar de chillar y revolcarse en la cama, me resultaba difícil permanecer entre sus piernas que me apretaban la cara. Varios chorros salieron de su coño que me mojaron la barbilla y la boca. Mamá a momentos estaba cada vez más deliciosa. Luego ella se detuvo, solo sus pechos se movían y cimbraban con su extenuada respiración.
Me erguí a mirarla. Sus ojos todavía iban y venían en sus orbitas y me regalo una hermosa sonrisa, tal vez un poco boba, parecía no enfocar muy bien su visual y respiraba profundamente tratando de regularizar sus respiros. Como en un trance ella estiró sus brazos y me tiró hacia arriba, me envolvió con sus brazos y empujó su boca contra la mía, nuestras lenguas se enfrentaron y se enroscaron la una contra la otra. Los sabrosos jugos del coño de mamá se entremezclaban con el sabor de su boca cálida y limpia. Sus bien cuidadas uñas recorrieron mi espina dorsal provocándome algunos escalofríos. Nos besamos por una eternidad antes de que yo levantara mi cabeza para contemplar su rostro etéreo y seráfico, como un ángel venido del cielo. Mamá abrió sus ojos y pude contemplar la pureza de su alma y de su amor incomparable. Enarcó sus cejas y me preguntó.
—¿Quieres hacerlo ahora? …
No respondí nada, solo aferré mi pene duro como una pata de leño de pirata y lo apunté a su rajita hinchada, mojada e invitante. Mamá levantó sus piernas y puso sus talones sobre mis nalgas empujándome inexorablemente dentro de su cuevita del placer. Sentí la delicadez y temperatura de su chocho empapado y empujé suavemente dentro de los fuelles rosados de sus pliegues vaginales, su coño me envolvió como un guante estrecho y afelpado, cuando mi pelvis choco con la suya, la escuche decir.
—Felicidades, tesoro … Ya no eres virgen …
Me sonreía y yo le devolví la sonrisa, cerré mis ojos y me incliné a besarla con pasión, mamá era mi primera mujer, la única y era mía. Yo era parte de ella, ella me concibió, ella me trajo al mundo y ahora parte de mi estaba dentro de ella. Hundí mi polla en su chocho hasta sentir mis bolas sobre sus vellos púbicos y escuché sus audibles gemidos como música para mis oídos. No podía compararla con nadie, ella era mi primera vez y sentí los músculos activos de su coño apretándose alrededor de mi polla, la sensación era inédita e insuperable. Comencé un suave y lento mete y saca mientras la besaba, rompí el beso para mordisquear su lóbulo y hacerle escuchar mis gemidos en su oído, hacerle sentir que mi embrujo estaba exorcizado y que ella me había limpiado el alma con la potencia impetuosa de su amor.
Me sentía ligero como una pluma encima del ardoroso cuerpo de mamá. Besé su cuello y descendí poco a poco por su hombro y bajé sobre su pecho izquierdo, hinchado y duro. Me deleité con el sabor salino de la tersa piel de ella. Me metí en la boca su duro pezón y lo chupé, saboreándolo y sintiéndome otra vez como su bebé. Succioné famélico de su sabor su pecho turgente, lamí su areola, lo probé delicadamente con mis dientes, luego hice una mezcla de todo eso y lo tironeé hacia arriba, haciendo que los muslos de mamá me apretaran y gimiera como en agónico placer. Sus chillidos se transformaron en maullidos y vagidos de bebita, entonces pasé a su seno derecho para darle un tratamiento similar.
Después volví a su dulces labios y seguí besándola mientras empujaba profundamente mi polla en el charco húmedo de su vagina estrecha y candente. Me sentía hombre. Mamá me estaba convirtiendo en hombre. En el hombre más feliz del mundo. No solo estaba teniendo relaciones sexuales por primera vez, sino que también lo estaba haciendo con la mujer que más amaba en esta vida, mi bella madre. Me sentí al cúspide de la felicidad mientras la punta de mi pene tocaba profundamente las delicias de ella. De pronto levantó sus piernas y amarró mi cintura con ellas, comenzando a empujar mi pelvis con la de ella y estrujando fogosamente mi polla con sus músculos vaginales, no pude evitar de acelerar el movimiento y follarla intensamente.
Rompí el beso para contemplar su hermoso rostro. Era todo un espectáculo sicalíptico. Ella tenía los ojos cerrados y la boca entreabierta exponiendo sus blanquísimos dientes. Cada vez que sepultaba mi verga con fuerza en su coño, ella gemía audiblemente y su cara se deformaba cachondamente; al tiempo que emitía sonidos como.
—¡Aaaahhhh! … ¡Ayyyaaayyy! … ¡Oooohhhh! … ¡Uhmmmmmm! … ¡Oh, Héctor! … ¡Uhmm! … ¡Qué rico! … ¡Aaaahhhaaa! … ¡Aaaahhhaaa! … ¡Umpf! …
Sentí las fuertes contracciones del coño de mamá, mientras seguía gritando muy fuerte. Esto hizo que mi clímax se acercara con furia y rapidez. Trate de aguantarme un poco más, pero me fue imposible, disparé una andanada de borbotones calientes y cremosos directamente en su matriz.
—¡Umpf! … ¡Umpf! … ¡Umpf! … ¡Mamá! … ¡Umpf! … ¡Mamá! …
La sostuve con fuerza en mi brazos aferrándola por los hombros y con inaudita energía llené su coño con densas hebras de mi semen. Mi cuerpo se estremeció y me sentí tocando el jardín del edén con la punta de mi polla. Mi orgasmo se prolongó por todo el tiempo infinito en que mamá accionó su vagina ordeñando mi pija deliciosamente. No había nada ni nadie que me pudiese quitar este momento único y maravilloso que me estaba regalando mi propia madre. Pensé en que podría dejarla embarazada y esto me puso más contento todavía. No sopesaba que pudiese haber consecuencias y, si las había, ni siquiera me importaban.
Poco a poco algo de conciencia comenzó a regresar a mi mente. Agradecí al altísimo por este momento sacro y profano. Agradecí al universo. Agradecí a mi estrella. Agradecí a mi madre por haberme ayudado a quitarme este hechizo maldito. De ahora en adelante mi vida cambiaría para mejor. Había perdido mi virginidad con la mujer que estaba siempre en mi corazón, mi mamá. Mi mamá muy especial.
(Continuará …)
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El regalo más preciado de quien escribe es saber que alguien está leyendo sus historias. Un correo electrónico, a favor o en contra, ¡Tiene la magia de alegrar el día de quien construye con palabras, una sensación y un placer!
luisa_luisa4634@yahoo.com
—Luces perfecto … Te pareces a Tom Cruise …
—Gracias, mamá …
—Recuerda todo lo que te he dicho y mañana te despertarás hecho hombre … Roxana es la mujer más afortunada de este planeta … ¡Uhm! ¡Qué zorra con suerte! …
Noté un dejo de celos y tristeza en sus últimas palabras, su cara estaba un poco triste. Le tomé la mano y le pregunté.
—¿Todo bien, mamá? …
Sacudió su cabeza y con una renovada sonrisa, me dijo.
—Ve … Ve con ella …
*****
Cerca de veinte minutos después estaba al ingreso del condominio donde vivía Roxana. Toqué el timbre y ella me dejó entrar. Subí a su departamento, era un edificio aristocrático y muy bien cuidado, con finos adornos en los pasillos y cámaras de seguridad en todos ellos. Traté de mantener mis flores ocultas. Con el estómago apretado toqué a la puerta de ella. No me abrió una mujer, me abrió una Diosa del Olympo. Roxana vestía un vestido largo y blanco esplendente, toda ella brillaba con un halo de luz divino. La diadema que adornaba su frente la hacía parecer como una divinidad del oriente. Sus cabellos rubios estaban amoldados en un sofisticado moño detrás de su cabeza. Su escote enceguecía e hipnotizaba. Su vestido era lo suficientemente ceñido como para hacer ver que sus duras tetas no necesitaban un sostén para mantenerse erguidas y libres de prendas que las aprisionasen. Escondí mi rostro detrás de las flores y se las obsequié apenas estuvo en vista.
—¡Oh! … ¡Qué lindo! … Estas son mías …
Dijo arrebatándome juguetonamente el ramo de flores de mis manos. Su perfume invadió mis fosas nasales y estimuló mis sentidos. Roxana era realmente una hermosa mujer. Mientras fingía de oler el ramo de flores. Añadió.
—Gracias, Héctor … Las gerberas elevan mi espíritu … Acomódate en la sala mientras yo me ocupo de las flores y termino de prepararme …
—Sí … Pero tengo que decirte que te ves muy hermosa tal como estás …
El departamento de Roxana era muy bello y elegante, cada cosa tenía su lugar, todo estaba estrictamente ordenado, no había nada fuera de lugar, pero le faltaba el calor de hogar. No había fotos de sus seres queridos, no había señas de niños o mascotas y se sentía una inquietante serenidad. Parecía un sitio de gente adinerada, tal vez un poco frio y aburrido. No conociendo realmente a Roxana, me pregunté ¿Qué tipo de mujer será ella?
Salimos de su departamento y la lleve directamente a un restaurant Bistró especializado en carnes asadas; mamá me había dicho que Roxana era fanática de la carne de res asada al carbón. No sabía mucho del lugar, pero las opiniones de la internet lo catalogaban muy bien. Carnes argentinas y finos vinos de Chile. Estaba adornado con temática de gaucho de las pampas argentinas y parecía un lugar tranquilo y típico de las familias. También tenía separé para parejas. Nos instalamos en uno de ellos y el camarero nos trajo la carta de los vinos. Elegí un Cabernet Sauvignon y filetes de faldas con ensaladas verdes. No sabía como iniciar una conversación con ella, pero fue Roxana quien inició a hablar.
—Entonces, Héctor … ¿Cómo es que tienes una cita conmigo y no con una de tus compañeras de colegio? …
—Para ser sincero … Siempre he sido atraído por mujeres mayores … Encuentro a las muchachitas un poco aburridas e insulsas … Además, desde que te conocí que me sentí enamorado de ti …
—Pero ¿cómo? … No debes haber tenido más de diez años …
—Sí … es verdad … Pero eras como una princesa para mí … Siempre has sido muy hermosa …
—¡Mmm! … ¿Y qué más? …
—Bueno … Crecí y seguí enamorado de ti … Quería salir contigo y se lo dije alguna vez a mamá … Ella lo sabía y me dijo que tú también estabas interesada en mí … Entonces le pedí si podía hacernos encontrar … No sé si esto se siente un poco patético …
—No … Patético, no … Lo encuentro muy dulce de tu parte … No creí que un chico como tu se interesara en mí … Esto no me sucede a menudo …
—Es difícil de creer eso … Pensé que había una fila interminable de tipos detrás de ti y de tú belleza …
—Mira … He encontrado a muchos tipos, pero la mayoría no son más que idiotas tratando de arrastrarme al motel más cercano … Eso me repugna y me siento hastiada de tener que lidiar con ese tipo de hombres … Quizás por lo mismo que he tenido tres maridos hasta ahora …
Se rio un poco acongojada. Me sentí tocado con su discurso, creo que yo también entraba en esa categoría. Estaba tratando de llevármela a la cama. Me recordé de los consejos de mamá. Estaba justo por replicar algo a su último comentario, cuando ella agregó.
—Esto no quita que a veces me comporto como una perra …
—¡Oh! … No digas eso … Me lo estoy pasando divinamente bien contigo … Y no conozco todas tus facetas … Pero jamás imaginaría que fueras una perra …
—Eres un perfecto caballero, Héctor … Gracias …
Fuimos interrumpidos por el camarero que llegó con nuestra cena. Rellenó la copa de Roxana y la mía y nos dejó a degustar de la comida. Todo estaba delicioso, la carne jugosa, tierna y muy sabrosa, con un punto de cocción perfecto. Tal como dijo mamá, Roxana se hizo cargo de la conversación y nos explayamos en cosas cotidianas sobre su vida, sus maridos y yo le comenté sobre mí intención de asistir a la universidad el próximo año. Estábamos sintiéndonos realmente en confianza, entonces se me ocurrió preguntarle.
—Has tenido tres maridos … ¿Cómo que nunca te he conocido un hijo? …
—Bueno … Primariamente por elección de mis propios maridos … Todos ellos tenían hijos de otros matrimonios … Y yo nunca tuve hijos míos …
—Te cuidaste para no tenerlos, ¿eh? …
—En realidad no … Sucede que no puedo tener hijos … No soy fértil …
—¡Oh! … Cuánto lo siento … Tal vez no debí preguntarte algo tan personal …
—No … Está bien … Nos estamos conociendo y conversando, ¿vale? … Pero creo que ese fue el motivo principal por el que terminó mi primer matrimonio …
—¿Deveras? … Si es así, creo que fue un tonto … Yo jamás te hubiera dejado ir … Hay tantos modos de tener hijos … Creo que hubieras sido una hermosa y perfecta mamá …
—¡Oh! … Gracias …
Continuamos a charlar sobre diferentes temas. Ella se sintió tan en confianza conmigo que me reveló que había comenzado a trabajar de modelo para una revista de desnudos, justo después de terminar la universidad. No era nada de vulgar ni pornográfico, se trataba solo de chicas en traje de baño o lencería íntima y los desnudos eran artísticos. Yo también le hable de mí y de mis proyectos, de mis peripecias y aventurillas románticas en la universidad. Disfrutamos mucho conversando y nos reímos con nuestros avatares del día a día.
Me sorprendió lo amena que era nuestra conversación y lo fácil que fue expresarme con ella, sin tartamudear ni siquiera una vez. Me sentí como hablando con mi mejor amiga. Pensé en revelarle mi situación en cuanto al sexo, pero luego desistí y me dejé para mí esta parte más íntima de mi vida. Estaba seguro de que ella tampoco me había dicho todos sus secretos, así que estábamos a la par.
—¡Ay, Héctor! … Debo confesarte que no pensé que lo pasaría tan bien esta cita …
Me llevé la mano al corazón y le repliqué.
—¡Uy, querida! … Eso de verdad duele …
—No … No equivoques mis palabras … Eres un chico muy joven … Pero eres genial y muy maduro … También eres muy apuesto … Me siento halagada de estar aquí contigo …
—Yo también la he pasado estupendamente … Además, en compañía de una mujer preciosa como tú … Y, es toda la noche que quisiera preguntarte algo …
—¿De qué se trata?
—En dos semanas más tengo la graduación … Ese fin de semana quisiera que me acompañaras al baile … Actualmente no tengo pareja …
—Pero sería un honor ser tu compañera para ese evento tan importante … Seré tu compañera para esa cita tuya …
No cabía en mi de felicidad, acababa de conquistar como pareja para el baile de mi graduación a la mujer más bella que conozco, mis compañeros me envidiaran toda la noche. Terminamos nuestra cena con postre de frutas tropicales, la casa nos ofreció un bajativo y llamé un Uber para que nos llevara de regreso a casa de Roxana.
Durante el trayecto comentamos sobre la comida que había sido verdaderamente exquisita y contemplamos como las calles lucían hermosas con incipientes adornos de navidad que comenzaban a aparecer aquí y allá. Muy pronto llegamos a su casa e hice el intento de despedirme.
—Gracias, Roxana por permitirme pasar estos agradables momentos contigo … Ahora iré a casa mía … Bue…
—No … Espera … ¿Quieres pasar a tomar una copa conmigo? …
—¡Ehm! … Sí … ¿Por qué no? …
Una vez en el interior, ella me llevó a la sala de estar y me mostró la barra, diciendo:
—Ahí hay vasos … También una botella de mojito, yo quiero uno de esos … Tú elige lo que quieras servirte … Y espérame mientras yo me pongo algo más cómodo …
Encontré de todo en el pequeño bar de la barra. Saqué una bandeja y vertí el mojito preparado y frio en una copa de cristal, luego me preparé un clásico Martini seco para mí. Llevé todo a la mesita de centro y me senté en el cómodo y amplio diván a saborear mi bebida. Estaba un poco intrigado sobre como se estaba preparando ella. Sabía que la cita y la cena habían sido un éxito hasta ahora, pero por alguna extraña razón no me sentía complacido ni excitado como hace unos días.
Tenía mi vaso a la mitad cuando Roxana apareció bajando las escaleras, casi me atraganto con una aceituna cuando la vi. Llevaba una túnica negra cortita y trasparente que no alcanzaba a cubrir sus muslos y una pequeña tanga turquesa de seda. Sus largas piernas estaban cubiertas con medias negras autoadherentes y tacones de aguja del mismo color. Nada más cubría su escultural figura de diosa oriental. Sus esplendidos senos se mecían turgentes y desafiantes a cada paso que daba. Se paró frente a mí con su bata ligeramente abierta y sus diminutos pezones apuntando hacia el cielo, enredados en la fina trasparecía de su atuendo. Su físico era exquisito de verdad.
—¿Qué te parece? … Me tocó modelar este traje hace muchos años y todavía me va … excepto el sostén que parece haberse encogido … Espero no deslucir con mis pechos desnudos … ¿Te gusta lo que ves? …
Abrí la boca para responder, pero no pude emitir ningún sonido. Roxana se inclinó con sus preciosos senos delante y me quitó la copa, luego se sentó a horcajadas sobre mi regazo. Me echó los brazos al cuello y ladeando un poco su rostro, apretó sus labios sobre los míos. Por alguna extraña razón, no sentí ninguna descarga eléctrica motivante. Había soñado con un momento como este, pero no lograba disfrutarlo. No es que ella fuese una mala besadora y su coño a centímetros de mi polla tampoco me hizo tener la reacción furiosa que esperaba. Algo andaba mal y no sabía qué.
¿Por qué demonios me está sucediendo esto?, pensé. Estaba con esta hermosa mujer con la cual había fantaseado más de una vez y ahora mi cuerpo y naturaleza no despertaban. Traté de motivarme poniendo mis manos sobre sus cálidas y redondeadas nalgas, pero lo hice con titubeos inexplicables. Sentí como su lengua empujaba entre mis dientes mientras sus caderas se mecían apretándose contra mi vientre. Mi polla tuvo unos pulsos rápidos. Mientras nos besábamos mis manos palpaban su piel de seda. Ella se separó delicadamente de mí, arqueo su espalda y echó sus hombros hacia atrás, su ligera bata se deslizó hasta caer sobre la alfombra y sus tetas duras, grandes y blancas quedaron a centímetros de mi barbilla. Roxana me sonrió empujando su pezón a mi boca. Pero yo me paralicé. Entonces ella se levantó y me hizo señas con su mano mientras caminaba erguida, con paso seguro como una tigresa hacia las escaleras.
La seguí admirando sus hermosas nalgas con el hilo de su tanga sugestivamente escondido en medio a las bellas redondeces de su trasero que parecía esculpido por algún artista del siglo XVIII. Era como un fruto invitando a ser mordido. Llegamos a su habitación y ella se subió en cuatro patas moviéndose como una pantera. Movió sus posaderas en dirección a mí y me encuadró con sus ojos de gata.
Deslizó su mano sobre su derriere y enganchó el elástico de su tanga y comenzó a hacerlo descender por sus muslos, mostrando los labios regordetes y apretados de su coño. Entonces me interpeló.
—¡Hey! … ¿A qué esperas? …
Tuve intención de comenzar a desabotonar mi camisa, pero una fuerza desconocida e invisible me hizo desistir, nervioso pasé una mano por mis cabellos y le dije.
—Perdona, Roxana … Pero no puedo hacerlo …
Su sonrisa desapareció de su rostro y me dijo desencantada.
—¿Qué es lo que no puedes hacer? …
—No puedo acostarme contigo en nuestra primera cita … No sería justo …
Ella se sentó sobre el edredón y me preguntó.
—Estás bromeando, ¿eh? … ¿Puedes explicarme eso? …
Sonaba ofendida, así que trate de encontrar una explicación lo más halagadora posible y solo se me ocurrió decir.
—Bueno … Tú dijiste que la mayoría de los hombres en tu vida solo estaban interesados en llevarte a la cama … No quiero que tu me encasilles de ese modo … Honestamente te encuentro una mujer muy hermosa, mereces mucho más que eso … Creo que deberíamos intentarlo más adelante … Será más bello, porque tú te mereces cosas bellas …
—Cariño, sé que entre tu y yo nunca se concretará nada formal … Somos dos adultos divirtiéndose como adultos …
—Lo entiendo perfectamente, pero mi corazón me dice que no es el momento de estar contigo … Y deveras que lo lamento mucho …
Bajé las escaleras temblando. No sé si ella me había comprendido o no. Tomé mis prendas y me fui a casa.
Cuando llegué a casa todavía sentía mis piernas débiles y mi corazón latía agitado. Estaba confundido y no sabía si había hecho lo justo o no. Había hecho tanto por tener esta cita con Roxana y me había ilusionado con ella y, apenas la tengo ante mí lista y dispuesta, no encuentro nada mejor que dejarla plantada y sola sobre su cama. Ni yo mismo encontraba satisfacción en este hecho, solo quería irme a la cama y olvidar esta extraña noche.
Me dirigí al baño a descargar mi vejiga. Mientras me lavaba las manos escuche a mamá llamar mi nombre. Le respondí que iría donde ella. Me sequé las manos, pasé por mi dormitorio y dejé mi saco y mi corbata. Luego fui a la habitación de mamá. Estaba recostada de espalda apoyada en sus almohadones con una revista de actualidad, también pude ver que vestía su camisón blanco cortito y trasparente.
—¿Cómo es que llegas tan temprano? … ¿Algo salió mal? …
—¡Ehm! … Bueno … Tal vez sí …
Mamá dejó la revista sobre la mesita de noche y dio unas palmaditas sobre el edredón invitándome a colocarme a su lado. Tiré mis zapatos y me recosté al lado de ella.
—Entonces … ¿Lograste tu cometido? …
—No … No sucedió nada entre Roxana y yo …
—¿Y por qué? … ¿Acaso arruinaste todo? …
—No … Todo estuvo perfecto … Cenamos bien, conversamos amenamente ella y yo … nos fuimos a su casa alegres y contentos …
—¡Oh! … ¿Y que salió mal? …
—¿Deveras quieres saber eso? …
—Soy tu madre … Debes decírmelo todo … Y muero por saberlo todo …
Exhalé profundamente y comencé.
—Cuando llegamos a casa de Roxana, empezamos a besarnos en su sofá … Pero eso no me hizo reaccionar como hombre, ¿sabes? … Me sentía extraño y fuera de lugar, nada me parecía bien … A decir verdad, comparé sus besos con los tuyos y la intensidad y la pasión no eran las mismas … Nos fuimos a su dormitorio y ella se quitó la ropa, luego me invitó a su lecho … Pero no pude hacerlo … Porque retumbaron en mi cerebro las palabras que me dijiste la otra noche …
—¿Algo que te dije yo? …
—Así es … Tu me dijiste que mi primera vez debería ser con alguien muy especial … Alguien con quien querer compartir toda mi vida … Algo cambio dentro de mí y ya no pide hacerlo con Roxana … Y … ¡Ehm! … Creo saber cual fue la razón principal … ¿Puedo ser franco contigo? …
—Puedes decirme todo … Adelante …
—Bueno … Sucedió que durante toda la noche no pude evitar de pensar en ti y desear de estar contigo en esos momentos … De hecho, desde hace unos días que no dejo de pensar en ti … No sé explicar el porqué, pero tu consejo sobre con quien debería perder mi virginidad fue muy importante para mí … Y hay solo una persona al mundo con la cual querría hacerlo … Sé que esto no está bien … Pero …
Antes de que pudiera continuar, mamá me echó los brazos al cuello y sus labios acallaron mis palabras. Su proceder me sorprendió por unos segundos, el tiempo se había ralentizado. Mi sangre comenzó a ebullir en mis venas, era como si se hubiese provocado un incendio dentro de mí. No sabía que me estaba sucediendo, pero mi pene infló mi pantalones y mis bolas parecían doler y agitarse completamente. Era un cosquilleo insoportable, pero no me importó. Mamá era toda la mujer que alguna querría o necesitaría a mi lado. Mis manos reaccionaron y la aferré por la cintura para estrecharla contra de mí, volver a sentir sus suculentos pechos, me invadió una pasión indescriptible y mi universo entero eran los labios de mi madre y su cuerpo que se contorsionaba entre mis brazos.
Luego sentí su pierna encaramarse por sobre mis muslos y ella me montó a horcajadas sobre mi regazo. Continuamos a besarnos con pasión por largo rato. Solo se sentía el sonido de nuestras respiraciones agitadas, el chasquido de nuestros besos y los suaves gemidos de ella. Nos estábamos devorando el uno al otro, muy pronto nuestras bocas se abrieron para dar paso a nuestras lenguas que se trenzaron en una lucha de lujuria y cachondez. Sentía el vientre hundido de mamá y su ingle empujando contra mi ingle. Enredé mis dedos en el elástico de su tanga y comencé a deslizarla por sobre sus nalgas. Mamá me ayudó bajándosela y pateándola sobre el edredón a los pies de la cama.
Me encanto la sensación de su piel desnuda y la flor peluda de sus vellos púbicos. Nadie podría decir que ella tiene cuarenta años con esa piel tan suave y tersa. Deslicé mis manos por su cuerpo y sentí cuando las yemas de mis dedos alcanzaron la base de sus enormes pechos. Me vino un gusto irresistible de acariciarlos con mis manos, pero se interponía la delgada tela de su camisón. Inicié a desabotonar el botón superior y lo saqué de su ojal. Repetí la operación con el siguiente y todos los sucesivos, hasta que su camisón se abrió y sus tetas cayeron libres sobre mi abdomen. Puse mis pulgares en sus oscuros pezones y jugué con ellos, los empujé hacia arriba y me plegué para morderlos. Mi polla dura forzaba la tela de mis pantalones amenazándolos con romperlos.
Hinqué delicadamente mis dientes en esas masas mamarias que un día me nutrieron y los lamí y chupé como si de ello dependiese mi supervivencia, ¡Que cosa más exquisita tenerlos otra vez en mi boca llenando todos mis sentidos! Los gemidos de mamá se hicieron más audibles y acarició un poco maternalmente mis cabellos mientras yo devoraba sus nutritivas y substanciosas tetas. Empujó mis hombros hasta mirarme directamente a los ojos. Su mirada transmitía lujuria claramente. Ella quería algo más. Ella quería algo sucio. Ella quería mi carne y devorarme. Con un rápido movimiento se despojó de su camisón. Con la misma rapidez se agachó, me desabrochó el cinturón y me quito los pantalones.
Mamá se puso de pie sobre la cama y por primera vez pude contemplarla toda desnuda. Vi sus hermosas tetas, todavía lucían muy bellas a sus cuarenta años. La fuerza de gravedad había hecho lo suyo y pendían un poco hacia abajo, pero el tamaño de sus pechos era también admirable. Una oscura machas de vellos enmarañados cubría su esplendido coño, donde unos labios hinchados y apetitosos eran plenamente visibles. Pensé que había sido magnifico poder haber salido de entremedio de ellos al momento de nacer. Mamá me había traído a este mundo desde el interno de esa hendedura oscura, maravillosa y misteriosa. Me dieron tantas ganas de poder indagar más sobre esa cálida hendedura que me dio la vida.
Ella volvió a arrodillarse y esta vez me bajó la ropa interior. Levanté las caderas para facilitarle la tarea. Mis zapatos cayeron sobre la alfombra y ella me quitó también los calcetines. Ahora estaba tan desnudo como ella. Puso su mano izquierda sobre mi vientre y con la derecha aferró mi pene duro como el acero, esto me provocó un gemido y cerré los ojos turulato.
Sentí sus labios cálidos y jugosos envolver mi glande, cuando abrí los ojos, la mitad de mi polla estaba en la boca de mamá y ella comenzaba un movimiento de su cabeza hacia arriba y hacia abajo, lenta y calmadamente. Estaba deleitándose con mi polla, saboreándola, sintiéndola como llenaba su boca. Echó todo mi prepucio hacia atrás y engulló otra vez mi glande, haciendo danzar su lengua como un remolino alrededor de mi cabezota. Sus mejillas se hundieron cuando me chupó y la punta de su lengua se insinuó en la rendija de mi meato. De seguro estaba paladeando las primerizas gotas de mi pre-semen. Esto me hizo emitir un sonoro gemido y apoyé la palma de mi mano en su cabeza para empujar mi pija profundamente en su garganta.
Mamá me chupó la polla amorosamente sin dejar de lamer nada alrededor de ella, incluso mis bolas recibieron un tratamiento adecuado de su lengua preciosa. Ella estaba compartiendo su sexualidad de mujer conmigo y esto me fascinaba y enardecía, los deditos de mis pies se movían por si solos y mis pies completos se curvaron en más de una ocasión sintiendo la húmeda lengua de mamá sobre mi polla y la succión enérgica que ella ejercía para sacar gotitas de esperma de mi duro ariete. Ella se tragó mi pene una y otra vez, a veces hasta la mitad y otras profundamente haciéndolo chocar con su estrecha garganta. De lento, ella comenzó a aumentar el ritmo, lo que provocó que me aferrara de las sabanas gimiendo y suspirando entrecortado. Los sonidos de succión llenaban toda la habitación y me quedé boquiabierto cuando ella toco con sus labios mis bellos púbicos, mi entera polla estaba latiendo caliente en su garganta. Mis piernas se tensaron y comenzaron a estremecerse, solté una especie de aullido y gruñido animalesco al contemplarla, ¿Cómo diablos hizo eso? Mis compañeras me habían chupado la polla alguna vez, pero jamás ninguna lo hizo en el modo en que lo hacía mi madre, ella estaba a un nivel muy superior. Me sobresalté ante lo inminente, los ojos de mamá estaban lucientes como luceros y no cesaba de chupar y chupar, parecía no querer detenerse, ella estaba empeñada en llegar hasta el final.
Pero improvisamente se detuvo, me dedicó la mejor de las sonrisas y yo la miraba acongojado con mi pija a punto de estallar, mi bolas ardían llenas de leche caliente a punto de explotar. Ella se levantó y me hizo levantarme, no entendía lo que ella pretendía. Hasta cuando volvió a acostarse atravesada en la cama con la cabeza colgando al borde del lecho. Me miró a los ojos y abrió la boca, inmediatamente supe que hacer, me acerqué a ella y puse mi polla dura como palo entre sus labios, mamá volvió a engullir mi pene y yo comencé a follar su garganta metiendo y sacando mi polla de su boca caliente y estrecha. Me sorprendió su habilidad e ingenio para pensar algo tan cachondo que jamás nunca había experimentado anteriormente.
Empujé con mis caderas y noté como el guargüero de mamá se hinchaba al recibir profundamente mi polla en su boca. La sensación era increíble y me estaba aguantando para no correrme tan pronto. Además de lo agradable que era esta posición nueva para mí. Me encontré con las fabulosas tetas de mamá ahí al alcance de mis manos. Podía jugar con ellas, pellizcarlas, estirar sus pezones, amasarlas y divertirme como niño con juguete nuevo. Todo esto sin dejar de mover mis caderas acompasadamente follando la garganta de ella. Mamá gemía y bufaba chupando mi polla con ansias, mientras sus tetas iban y venían meciéndose en su pecho. Todo esto era demasiado para mí.
—¡Mami! … ¡Mami! … Me voy a correr …
Grité y traté de echar mis caderas hacia atrás, pero ella se apresuró a agarrarme por mis glúteos y a tirarme más adentro de su boca, al mismo tiempo que chupaba mi polla con mayor ahínco. Esto apresuró mi reacción y exploté con gruesos y densos chorros de semen en su garganta, mamá me mantuvo pegado a su boca mientras tragaba todo lo que mi pene expelía con inusitada potencia.
—¡Dios Santo! … Mami eso fue increíble … —Exclamé atónito y aturdido.
—Gracias, tesoro … Tú semen es exquisito, como el de tú padre …
Dijo ella lamiéndose los labios y estrujando mi polla sobre sus tetas. Me pareció que debía devolverle el goce y placer que yo había experimentado. La hice acomodar sobre la cama y me coloqué entre sus piernas. Mamá espalmó los restos de semen sobre sus pechos, mientras yo me agaché sintiendo el halo de calor que emanaba su coño empapado. Su aroma era prometedor, había un ligero olor a su perfume, puse mis dedos sobre la peluda vulva que me dio la vida, sus vellos cubrían una amplia superficie, pero no tapaban nada, estaban finamente recortados y los gruesos labios de su chocho parecían invitantes, acerqué mi nariz y respiré la aromática vitalidad de su cuevita de placer; alucinado ante la belleza que se presentaba ante mí, levanté mi vista y me encontré con los ojos de ella mirando y observando cada uno de mis movimientos. Tenía la palma de su mano izquierda apoyada a su mejilla enrojecida y me sonreía.
—¿Ves? … No me he afeitado …
—Así luces más bella, mamá …
—¿Quieres que apaguemos la luz? …
—¡Ni se te ocurra! … No quiero perderme toda esta maravilla tuya … Eres perfecta, mamá …
Le dije abriendo su coño con las yemas de mi dedos y estirando mi lengua para saborear a mamá por primera vez. Ella abrió un poco más sus piernas y mi lengua inició su recorrido desde su pirineo, muy cerquita de su pequeñito ano, hacia arriba, hasta sumergirla en la cálida sopa de su caldero. Mamá sabía deliciosamente, me tragué la esencia de su néctar como lo haría un sediento ávido y glotón.
Luego pasé mis manos por debajo de sus muslos y alcance sus labios mayores con mis dedos. Abrí obscenamente su vulva y contemplé el esplendor interior rosado y mojado, su clítoris turgente me aguardaba asomando subrepticiamente entre los pliegues húmedos y brillantes, parecía incitarme a chuparlo y lamerlo, fue lo que hice. Mamá dio un chillido y un saltito, hundió su vientre y apretó mis mejillas con sus muslos templados. Succioné con ardorosa pasión ese botoncito erguido y mamá pareció enloquecer. Empujaba su pelvis contra mi boca y a ratos parecía temblar como una hoja al viento. Luego la penetré profundamente con mi lengua y ella corcoveó y arqueó su espalda, haciendo parecer que sus tetas crecían en tamaño. Sus jadeos se hicieron audibles y sus manos atraparon mis cabellos para restregar su entero coño en mi boca.
Mamá se había convertido en un entero caos de gemidos y chillidos. Cuándo miré hacia arriba ya no vi su rostro, su cabeza había caído hacia atrás entremedio de la almohada y solo podía contemplar sus esplendidas tetas que subían y bajaban con su agitada respiración, pensé que era el momento de terminar la sesión. Atrapé su clítoris entre mis labios y lo sometí a un régimen de chupeteadas y bofetadas con mi lengua, a ratos lánguidas lamidas, a ratos violentos golpes con la punta de mi lengua.
—¡Oh, Héctor! … ¡Oh, Héctor! … ¿Qué me haces? … ¡Uhmmmmmm! … ¡Ayaaayaaa! … ¡Hmmmmmm! … ¡Siii! … ¡Asiii, tesoro! … ¡Umpf! … ¡Uhmmmmmm! … ¡Ohhhh! … ¡Qué delicia! … ¡Hhhhuuummm! …
Cuando metí mi dedo medio y mi dedo anular en su coño y la comencé a follar con ellos, mamá se encabritó como una potranca y gruñó como una leona, lanzando fuertes sonidos que jamás había escuchado.
—¡Aaaahhhaaa! … ¡Aaaahhhaaa! … ¡Oooohhhh! … ¡Umpf! … ¡Umpf! … ¡Ayyyaaayyy! …
Llamo muchas veces mi nombre sin dejar de chillar y revolcarse en la cama, me resultaba difícil permanecer entre sus piernas que me apretaban la cara. Varios chorros salieron de su coño que me mojaron la barbilla y la boca. Mamá a momentos estaba cada vez más deliciosa. Luego ella se detuvo, solo sus pechos se movían y cimbraban con su extenuada respiración.
Me erguí a mirarla. Sus ojos todavía iban y venían en sus orbitas y me regalo una hermosa sonrisa, tal vez un poco boba, parecía no enfocar muy bien su visual y respiraba profundamente tratando de regularizar sus respiros. Como en un trance ella estiró sus brazos y me tiró hacia arriba, me envolvió con sus brazos y empujó su boca contra la mía, nuestras lenguas se enfrentaron y se enroscaron la una contra la otra. Los sabrosos jugos del coño de mamá se entremezclaban con el sabor de su boca cálida y limpia. Sus bien cuidadas uñas recorrieron mi espina dorsal provocándome algunos escalofríos. Nos besamos por una eternidad antes de que yo levantara mi cabeza para contemplar su rostro etéreo y seráfico, como un ángel venido del cielo. Mamá abrió sus ojos y pude contemplar la pureza de su alma y de su amor incomparable. Enarcó sus cejas y me preguntó.
—¿Quieres hacerlo ahora? …
No respondí nada, solo aferré mi pene duro como una pata de leño de pirata y lo apunté a su rajita hinchada, mojada e invitante. Mamá levantó sus piernas y puso sus talones sobre mis nalgas empujándome inexorablemente dentro de su cuevita del placer. Sentí la delicadez y temperatura de su chocho empapado y empujé suavemente dentro de los fuelles rosados de sus pliegues vaginales, su coño me envolvió como un guante estrecho y afelpado, cuando mi pelvis choco con la suya, la escuche decir.
—Felicidades, tesoro … Ya no eres virgen …
Me sonreía y yo le devolví la sonrisa, cerré mis ojos y me incliné a besarla con pasión, mamá era mi primera mujer, la única y era mía. Yo era parte de ella, ella me concibió, ella me trajo al mundo y ahora parte de mi estaba dentro de ella. Hundí mi polla en su chocho hasta sentir mis bolas sobre sus vellos púbicos y escuché sus audibles gemidos como música para mis oídos. No podía compararla con nadie, ella era mi primera vez y sentí los músculos activos de su coño apretándose alrededor de mi polla, la sensación era inédita e insuperable. Comencé un suave y lento mete y saca mientras la besaba, rompí el beso para mordisquear su lóbulo y hacerle escuchar mis gemidos en su oído, hacerle sentir que mi embrujo estaba exorcizado y que ella me había limpiado el alma con la potencia impetuosa de su amor.
Me sentía ligero como una pluma encima del ardoroso cuerpo de mamá. Besé su cuello y descendí poco a poco por su hombro y bajé sobre su pecho izquierdo, hinchado y duro. Me deleité con el sabor salino de la tersa piel de ella. Me metí en la boca su duro pezón y lo chupé, saboreándolo y sintiéndome otra vez como su bebé. Succioné famélico de su sabor su pecho turgente, lamí su areola, lo probé delicadamente con mis dientes, luego hice una mezcla de todo eso y lo tironeé hacia arriba, haciendo que los muslos de mamá me apretaran y gimiera como en agónico placer. Sus chillidos se transformaron en maullidos y vagidos de bebita, entonces pasé a su seno derecho para darle un tratamiento similar.
Después volví a su dulces labios y seguí besándola mientras empujaba profundamente mi polla en el charco húmedo de su vagina estrecha y candente. Me sentía hombre. Mamá me estaba convirtiendo en hombre. En el hombre más feliz del mundo. No solo estaba teniendo relaciones sexuales por primera vez, sino que también lo estaba haciendo con la mujer que más amaba en esta vida, mi bella madre. Me sentí al cúspide de la felicidad mientras la punta de mi pene tocaba profundamente las delicias de ella. De pronto levantó sus piernas y amarró mi cintura con ellas, comenzando a empujar mi pelvis con la de ella y estrujando fogosamente mi polla con sus músculos vaginales, no pude evitar de acelerar el movimiento y follarla intensamente.
Rompí el beso para contemplar su hermoso rostro. Era todo un espectáculo sicalíptico. Ella tenía los ojos cerrados y la boca entreabierta exponiendo sus blanquísimos dientes. Cada vez que sepultaba mi verga con fuerza en su coño, ella gemía audiblemente y su cara se deformaba cachondamente; al tiempo que emitía sonidos como.
—¡Aaaahhhh! … ¡Ayyyaaayyy! … ¡Oooohhhh! … ¡Uhmmmmmm! … ¡Oh, Héctor! … ¡Uhmm! … ¡Qué rico! … ¡Aaaahhhaaa! … ¡Aaaahhhaaa! … ¡Umpf! …
Sentí las fuertes contracciones del coño de mamá, mientras seguía gritando muy fuerte. Esto hizo que mi clímax se acercara con furia y rapidez. Trate de aguantarme un poco más, pero me fue imposible, disparé una andanada de borbotones calientes y cremosos directamente en su matriz.
—¡Umpf! … ¡Umpf! … ¡Umpf! … ¡Mamá! … ¡Umpf! … ¡Mamá! …
La sostuve con fuerza en mi brazos aferrándola por los hombros y con inaudita energía llené su coño con densas hebras de mi semen. Mi cuerpo se estremeció y me sentí tocando el jardín del edén con la punta de mi polla. Mi orgasmo se prolongó por todo el tiempo infinito en que mamá accionó su vagina ordeñando mi pija deliciosamente. No había nada ni nadie que me pudiese quitar este momento único y maravilloso que me estaba regalando mi propia madre. Pensé en que podría dejarla embarazada y esto me puso más contento todavía. No sopesaba que pudiese haber consecuencias y, si las había, ni siquiera me importaban.
Poco a poco algo de conciencia comenzó a regresar a mi mente. Agradecí al altísimo por este momento sacro y profano. Agradecí al universo. Agradecí a mi estrella. Agradecí a mi madre por haberme ayudado a quitarme este hechizo maldito. De ahora en adelante mi vida cambiaría para mejor. Había perdido mi virginidad con la mujer que estaba siempre en mi corazón, mi mamá. Mi mamá muy especial.
(Continuará …)
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