¡Que rica que está mamá! - El inicio.

por
género
incesto

Todavía pienso que todo esto pasó como en un sueño del cual no logro despertar y del cual no quiero despertarme. Me casé con una bella mujer, pero su libido no se apareja con la mía. Al principio sí, nuestros encuentros sexuales eran prácticamente cotidianos, pero con el tiempo ella se fue enfriando y comenzaron nuestros problemas de convivencia. Yo quería y ella no quería. Estaba realmente enamorado de ella y no quería considerar un divorcio, conversamos y pensamos que tener un bebé volvería a unirnos como al principio. Así fue como después de dos años de matrimonio, Rebeca quedó embarazada. El inicio de su embarazo fue genial, ella me buscaba todos los días y más de una vez al día, incluso me entrego su culo una noche de mucha euforia sexual. Las mamadas eran solo el comienzo del día. Sus maravillosas tetas se hicieron todavía más grandes de lo que eran, tuvo que aumentar de dos tallas sus sostenes y yo era el hombre más feliz de la tierra.


Vivimos en las afueras de una ciudad turística, Viña del mar, en una casita un poco antigua, de tres dormitorios, dos baños, cocina-comedor y una amplia sala de estar. Lo mejor que la propiedad contaba con una pequeña piscina, nada excepcional, pero muy cómoda durante el periodo veraniego.


Todo marchaba de maravillas, pero al séptimo mes, Rebeca comenzó con algunas complicaciones y debió tener reposo. El medico tratante dijo que los cuidados debían ser extremados hasta el nacimiento del bebé. Nos recomendó no tener sexo para mayor seguridad. Ahí se me vino el mundo abajo, Rebeca dijo que había que priorizar el cuidado del bebé y restringió el sexo a esporádicas mamadas y trabajos con sus manos y senos exuberantes.


Mamá que había enviudado hacía un par de años y que es una enfermera retirada, se ofreció a darnos una mano y se vino a vivir con nosotros, mi madre se llama Magdalena, pero generalmente acortamos su nombre a Magda. Ella y Rebeca siempre han congeniado muy bien y nos pareció una valiosa ayuda, además, que como hijo único siempre hemos sido muy cercanos yo y mamá.


Las cosas del embarazo se fueron complicando ulteriormente y Rebeca rehusó a tener cualquier actividad sexual. Me sentí morir. Comenzamos a discutir y a pelear por insignificancias y mamá se dio cuenta de ello. Yo estaba nervioso y enfadado todos los días, mi verga casi siempre media tiesa en busca de un poco de alivio, me las arreglé y tomé el problema en mis manos, una o dos pajas al día me mantenían con una cierta paz interior. Pero un coño en un coño y no hay nada al mundo que se le pueda igualar o comparar.

Llego la fecha del parto y el doctor aconsejó de ingresar a mi mujer a la clínica para mantenerla en observación y cuidar de que todo se desarrollara en el mejor de los modos y con el máximo de cuidados. Me mandó a casa diciéndome que sería informado de todo y si era necesario volver me llamarían. Me fui a la cama. Al parecer mamá había hecho cambio de sábanas, la ropa de cama estaba fresca y el roce de esta inflamó mi polla. Agarré mi portátil y me conecté a la red a mirar algún sitio porno, mi polla se puso dura como el granito y en un par de minutos exploté lanzando mi leche sobre mi pecho y vientre. Me levanté de carrerita al baño a lavarme y limpiarme, luego volví a la cama un poco más aliviado, pero con la misma frustración de siempre. Mi polla necesitaba urgentemente un orificio cálido y húmedo donde satisfacer mis impulsos y lo necesitaba pronto.


Me desperté la mañana siguiente con la consueta erección matinal, mi polla estaba una vez más dura como el acero, parece que las pajas empeoraban la situación. Me puse unos pantaloncitos cortos sin nada debajo, el roce de la tela hizo que mi verga no se reblandeciera ni por un solo segundo, me fui a la cocina con una protuberancia que me precedía. El aroma del café llegó a mí nariz, supuse que mamá ya estaba en pie.
—Buenos días, cariño … tengo casi listo el desayuno … siéntate, por favor …
—¡Oh, mamá! … gracias …
Dije y rápidamente me senté para ocultar mi desvergonzado bulto bajo la mesa. Mamá se movía por la cocina a sus anchas. Por primera vez noté que la figura de mamá de mantenía muy bien a pesar de sus cincuenta y tantos. Su vestido de casa era delgado y no era capaz de disminuir lo esbelto de su cuerpo femenino, sus pechos grandes y pesantes se perfilaban en manera perfecta, su vientre era casi completamente liso. Su culo era abombado, redondo y respingado. Sus piernas estaban esculturalmente esculpidas y se alzaban como columnas divinas por debajo de su vestimenta. Quizás por la falta de sexo, me hipnoticé con mamá al verla desplazarse ágilmente por la habitación, agachándose para sacar cosas del refrigerador, alzándose para tomar las tazas del mueble de cocina, sus tetas balanceándose y rebotando, su culo moviéndose magníficamente cómo dirigido por un director de orquesta, harmonioso, rítmico y sinfónico.


Nunca había pensado en mi madre sexualmente, pero en un abrir y cerrar de ojos todo había cambiado, me encontraba delante a la bomba sexy más hermosa del mundo. Cuando se agachó por enésima vez a colocar la placa de la cocina en el horno, su vestido se arremangó hacia arriba y contemplé boquiabierto esos deliciosos y cremosos muslos blancos de mamá y mi polla dio un respingo bajo la mesa por todo el rato que mamá adoptó esa posición.


Me sentí abrumado constatando los sentimiento conflictivos de reconocer a esta mujer como mi madre, la mujer que me trajo a este mundo, la misma que he conocido toda mi vida y que siempre considere como mi madre exclusiva y nada más que eso. Ella que había sabido ser padre y madre a la vez, ella que curaba mis rasguños después de una partida de futbol o la vez que me caí de aquel árbol; ella que me defendía de los monstruos que me atemorizaban mientras dormía; ella que me llevaba de lado a lado en todos sus viajes; ella que me enseñó a caminar y a comer. ¿Por qué ahora la veo en modo diferente? ¿Por qué estoy teniendo esta reacción nueva e irresistible hacia ella? La he visto con ese tipo de vestido centenares de veces y nunca se me pasó por la cabeza lo que ahora mi cuerpo me está haciendo sentir.


Tal vez se me ha soltado algún tornillo en mi cabeza, pero no podía dejar de mirarla con ojos lascivos; mi pulso se había acelerado y comenzaba a sentir el calor que corría por mis venas. Mi respiro se hizo fatigoso cuando mis hormonas se aceleraron y un deseo irrefrenable de lujuria y deseos me inundó la mente. Mi vista comenzó a desvariar y mi cerebro estaba chalado completamente. La veía movilizarse de la estufa a la isla y de la isla a la estufa con sinuosos y cadenciosos movimientos. Su vestido adoptaba extrañas formas al movimiento acompasado de sus senos. Mi pene estaba rígido al máximo y hasta los vellos de mis brazos se me erizaron cuando comencé a imaginar como se sentiría su suave piel en contacto con la mía.


No podía continuar sentado allí, mi polla parecía querer explotar, decidí levantarme y llevar mi taza al lavaplatos. Traté de ocultar mi erección, pero la cocina es estrecha y debía pasar por donde estaba mi madre. Al momento de pasar junto a ella, la vi que estaba manipulando la perilla de un quemador y tenía alguna dificultad para encenderlo. En el preciso momento en que yo transitaba detrás de ella, mamá se inclinó y mi ariete se encajó en medio a sus glúteos. ¡Dios mío! Fue como un golpe de corriente, mi pija palpitó junto a mi corazón que se aceleró repentinamente. Ella pareció no percibir mi furiosa erección en medio a sus almohadilladas nalgas, pero inmediatamente se excusó:
—¡Oh, cariño! … lo siento … no te vi …
Tratando de no llamar la atención, le respondí:
—Está bien, mami … no es nada …
Dije mintiéndole descaradamente. Al mismo tiempo quise ayudarla y le pregunté:
—¿Tienes algún problema? …
—Sí … no logro que este quemador encienda …
—¡Oh, sí! … creo que está tapado … pero usa uno de los otros … ya buscaré a alguien que venga a limpiar la estufa más tarde …
Me apoyé detrás de ella, con mi pecho prácticamente apoyado a su espalda y mi polla hinchada posándose en medio al surco de su culo. Traté de mover la perilla y también manipulé el quemador, mientras hacía esto mi nariz absorbió el aroma a mujer de mi madre y mi pelvis instintivamente empujó en medio a su mullido y suave culo, ¡Me estaba volviendo loco!


Mientras observaba atentamente la estufa, mis ojos también vagaron al cuello y al escote de mamá, su vestido permitía una perfecta visión de sus redondas y macizas tetas cubiertas de pecas que se mecían sugestivamente a cada movimiento de ella. Su sujetador me impedía ver sus areolas y pezones. Mi cachondez aumento superlativamente. Sentí un irrefrenable deseo de enterrar mi nariz en su cuello delgado y sofisticado, entonces la escuche decir:
—Gracias, cariño … déjame a mí … yo lo intentaré …
Se medio giró y se levantó a mirarme, automáticamente retrocedí y para salir de la situación, le dije:
—Hueles muy bien, mami … ¿Qué te pusiste? …
—Nada … es solo un viejo perfume de los tiempos de tu padre …
Acerqué mi nariz con la intención de olerla y acaricié su cuello con mi nariz hacia arriba y hacia abajo, ella con voz algo molesta, me dijo:
—¡Andrés! … ¿Se puede saber que estás haciendo? …
No respondí nada, pero seguí olfateando y rozando su cuello mientras mis manos se apoderaron de sus caderas. La atraje hacia mi mí y le di unos delicados besitos arriba y debajo de su cuello.
—¡Basta, Andrés! … ¡Eso no tiene nada de gracioso! …
Me dijo separándose de mí.
—¡Oh! … ¡Uhm! … sí … perdona …
—Será mejor que te prepares para que vayas a ver a tu esposa …
Salí rápidamente de la cocina disimulando como pude mi furiosa erección. Me fui a mí habitación, me desnudé y corrí al baño para meterme bajo la ducha. Mi polla estaba dura como una roca y pulsaba. Bajo el chorro de agua tibia, enjaboné mi pene y lo sacudí con urgencia, hasta que descargué una serie de hebras blanquecinas sobre los azulejos, pensando al esbelto y flexible cuerpo de mi madre, su cuello y sus gordiflonas tetas.


Rápidamente me recompuse, me sequé y vestí. Salí raudamente de la casa a la clínica. Pasé toda la tarde cerca de mi esposa, un poco conversando y un poco mirando la televisión, hasta que sentí que mis nalgas se estaban adormeciendo y le dije a Rebeca que me iría a casa, le di un beso y me despedí.


Cuando llegué a casa, mamá estaba ocupada preparando algo de cenar. La vi moverse por la cocina y lo único que deseaba era acercarme a ella y presionar mi cuerpo contra el suyo. La vi detenerse frente a la isla todavía en los preparativos de la comida. Cautamente me acerqué a ella y me instalé detrás de ella y le dije:
—¡Ehm, mami! … perdona por lo de esta mañana … solo que te extraño tanto …
Mentí impúdicamente. Ella me miró, alzó una ceja y luego pareció derretirse; abrió sus brazos invitándome a abrazarla. Inmediatamente la abracé envolviendo su cintura con mis brazos, intoxicado por la sensación y calidez de su piel y la robustez de sus senos presionando mis pectorales, la apreté contra mi cuerpo, teniendo cuidado de no hacerle sentir mi verga que se endurecía reaccionando a la cercanía sensual de mamá.
—Yo también te extraño, bebé … mi amado bebito ahora va a tener su propio bebé …
Dijo acariciando mis cabellos, volví a enterrar mi cara en la curva de su estilizado cuello, sintiendo la aromatizada fragancia de la mujer que me trajo al mundo. La estreché más a mi cuerpo, diciéndole:
—Te amo, mamá … te quiero mucho …
Acompañé mis palabras con un beso persistente en su cuello, recorriéndolo con mi nariz hacia arriba y hacia abajo, ella respondió:
—Yo también te amo, Andrés … ha pasado tanto tiempo desde que te tenía en mis brazos como un bebé …
Su voz era ensoñadora, inconscientemente inclinó su cabeza exponiendo más de su cuello a mis besos. Me volví un poco más osado y ardiente con mis besos, separé mis labios y chupé alrededor de su cuello ligeramente, desplazándome hacia arriba y hacia abajo.
—¡Oh, Andrés! … se siente tan bien abrazarte como cuando eras pequeño …
Dijo con un suspiro mientras me daba ligeros besitos en mi mejilla y oreja. La lujuria y el fuego del deseo se avivaban con las caricias de mi madre. Mamá estaba encendiendo una llamarada dentro de mí. Llegué a la punta de su mentón y vi que había cerrado sus ojos y tenía una sonrisa de placer dibujada en su rostro. Fue como una señal. Me moví lentamente y presioné mis labios con los suyos en un beso suave y persistente.
—¡Ooohhh! … ¡Mmmmm! …
Gimió mamá mientras nuestros labios se mantenían unidos y se presionaban suavemente.


No tenía ningún recuerdo de que tan dulces eran los labios de mi madre. Fue como descubrir una ignota faceta en ella. La sensación fue increíble, casi me corrí en mis pantalones. Mamá en ningún momento se alejó de mí, nuestro beso continuaba a ser suave y con una ternura apasionada. Al momento de separar mi boca de la suya, volví a meter mi rostro en su cuello. Los vellitos de la nuca de mi madre estaban erizados.
—¡Oh, Andrés! … ¿Qué te sucede que estás tan cariñoso esta noche? …
Me dijo sonriendo y manteniéndome entre sus brazos.
—Bueno … ¡ehm! … Rebeca y yo … desde hace tiempo no tenemos nada …
Dije besando la base de su cuello tiernamente.
—¡Oh, bebito mío! …
Gimió mamá en tono comprensivo. En ningún momento trató de alejarse de mí, así que aproveché el momento y retomé a darle besitos en su cuello con la boca abierta.
—¡Mmmmm! … ¡Ooohhh! …
Gimió mientras yo subía por su cuello para alcanzar el lóbulo de su oreja. Cuando lo alcancé pareció como si mamá hubiese recibido una descarga electrizante, me estrechó contra ella y comenzó a desesperarse.
—¡Oh, Andrés! … ¡Hmmmm! … ¡Ooohhh! … ¡No, hijo! … ¡Ummmm! … ¡Umpf! … ¡Aaahhh! … ¡Detente! … ¡Ooohhh! … ¡Para! … ¡Aaaahhhh! …
Mamá comenzó a luchar conmigo. La ignoré y seguí mordisqueando y chupando el lóbulo de su oreja con mayor fervor.
—¡Uhhhmmm! … ¡Andrés! …
Gimió contra mi pecho, pero al mismo tiempo había suavizado su combatividad y descansaba su barbilla sobre mi hombro, ladeando ligeramente su cuello para darme mejor acceso a su sensible oreja. Me moví sobre su oreja y continué a besarla, acariciarla y chuparla suave, pero insistentemente.
—¡Uuuhhhmmm, Andrés! … ¡Oooohhhh, hijo! … ¡No … nooo! … ¡Aaahhh! …
Seguí la línea de su mandíbula y me acerque a su boca entreabierta, ella se giró hacia mi boca y yo planté mis labios sobre los suyos, la penetré con mi lengua y su lengua me dio una bienvenida iniciando una danza de lamidas que hizo que una de mis manos se alzara hasta alcanzar una de sus redondas y bien formadas tetas. Ella dio un respingo y luchó una batalla interna entre alejarme y acercarme. De pronto dio un salto, me empujó y salió casi corriendo de la cocina.


Me quedé con los brazos vacíos. Me fui a mi cuarto e inmediatamente al baño, me desnudé y me hice cargo de satisfacer mi desmesurada lujuria, recordando todas las sensaciones que me había hecho sentir el refinado y placentero cuerpo de mamá. Mí esperma salió a gruesos y espesos borbotones que hice correr por el inodoro tirando de la cadena.


La mañana sucesiva, no tenía cara de presentarme ante mi madre. Me vestí en mi cuarto y salí casi corriendo de mi cuarto, la escuché en la cocina y solo le di un grito sin detenerme:
—¡Mamá! … me voy a la clínica … nos vemos más tarde …
Durante todo el camino a la consulta estuve atormentado por la culpa por lo que había hecho a mi madre. Sin embargo, no pude evitar de pensar en que ella finalmente había cedido y había permitido que yo la besara en forma concupiscente.


Cuando llegué al centro médico, descubrí que ya habían llevado a Rebeca a sala de parto porque estaba punto de dar a luz. Inmediatamente avisé a mamá. El resto del día fue bastante confuso, entre la felicidad del bebé recién llegado, los cuidados a mi esposa y la alegría de mamá teniendo en sus brazos a su nietecito. La clínica recomendó dejar a mi mujer un día más para tenerla en observación a ella y a mi hijo. Mamá rehuía mi mirada, todo el rato estuvo conversando con su nuera y teniendo al bebé en sus brazos, no cabía en sí de felicidad.


Cuando volvimos a casa, mamá hizo todo lo posible por ser agradable, pero muy distante. Pasamos la cena hablando principalmente del parto y del bebé. Apenas terminamos de cenar ella se levantó y comenzó a limpiar la mesa y a sacar la vajilla usada. Hasta este momento no me había ni siquiera percatado de cómo ella estaba vestida, me tomó varios segundos admirar todo su compostura.


Ella llevaba un vestido sin mangas y cuello camisero, le quedaba bastante ajustado, lo que hacía realzar sus bellos senos, su estrecha cintura y sus amplias caderas. Se extendía justo por sobre sus rodillas. Verla moverse era un encanto y esto me provocó una reacción similar a la del día anterior, porque el vestido no disimulaba ninguna de sus bellas formas femeninas, sobre todo sus pechos y su esplendido culo redondito y levantadito. Sus pechos rebotaban y sus caderas balanceaban espléndidamente sus maravillosos glúteos. Pronto mi estado de excitación se fue a las estrellas, me sentí ahogar en una lujuria pecadora y prohibida.


Decidí que tenía que enfocar el todo de un modo diferente, para poder continuar seduciendo a mi madre. Me levanté con un par de platos en mano y entré a la cocina, mamá estaba preparando el lavavajillas, me coloque detrás de ella:
—¡Uhm, mami! … sería bueno si pudiésemos conv…! …
—¡No! … no tenemos nada que decirnos …
—Pero mamá … hay cosas que no desaparecen solo por ser ignoradas … ayer algo paso …
—No! … ¡No paso absolutamente nada! …
—¡Ay, mami! … ambos sabemos que eso no es verdad … necesitamos hablar de ello …
—Yo no tengo nada que hablar contigo …
—Bueno … si es eso lo que quieres … olvida lo que haya pasado … las cosas seguirán como de costumbre …
—Te dije ya que no quiero hablar de eso …
—Pero quisiera explicarte, mamá … ¿Puedo? …
Mi madre no dijo nada mientras echaba a andar la maquina lavavajillas, entonces empecé:
—Bueno … ya sabes que Rebeca ha tenido problemas con el embarazo y todo eso … para mí ha sido duro … son casi dos meses que no tenemos sexo … me he sentido frustrado … y no sé porque esta mañana … yo … yo … bueno … te vi vestida solo con la bata … te movías en modo tan sensual … y yo … bueno … me excité al verte así … y me acerqué a ti … perdí mis cabales … bueno … el resto tu ya lo sabes …
No dijo nada y no se movió ni un centímetro, pero finalmente se giró, había lágrimas en sus ojos y dijo:
—¿Y cómo crees que me siento yo? … ¡Mi propio hijo! … ¡Y para peor … yo … yo ni siquiera …! …
Dejó la frase trunca, bajó la vista al suelo, pero tanto yo como ella sabíamos de que estaba hablando, ella me dejó tocarla y besarla antes de escapar despavorida de mis brazos.
—Mami … lo siento mucho … todo fue mi culpa … no pude controlarme … ¿Me perdonas? …
—¡Uhm! … hijo … yo puedo perdonarte … y tú, ¿estas dispuesto a perdonarme? …
—¡Vamos, mamá! … ¡Dejemos atrás todo eso! …
Así diciendo, me acerqué a ella por detrás, tomé sus hombros y me acerqué a la curva de su cuello, su espalda estaba rígida, sus amplias caderas se veían espectaculares con su hermoso culito paradito hacia atrás, ¡Que hermoso el culo de mamá! Me invadió un deseo irrefrenable de tenerla, de hacerla mía. Entonces me di cuenta de que no era solo que ella fuera una mujer, lo que más me excitaba y me instaba a comportarme de esta manera, era el hecho de que ella era mi madre y que cualquier relación cachonda con ella estaba prohibida. Era incesto y el incesto esta catalogado como una perversión y un delito. Yo estaba decidido de ir contra la ley, yo quería follar a mi propia madre más que a nada al mundo y sin importarme nada de las consecuencias.


La hice girar lentamente. Ella se mantuvo cabizbaja, se negaba a mirarme. Observé su rostro de finas líneas, sus labios plenos y sensuales. Esos labios deliciosos que ya había probado. Dentro de mí se acrecentaba el deseo de volver a sentir esos labios en los míos. Aunque parezca raro. Aunque se me tilde de depravado y pervertido. Me había enamorado de mi propia madre. Puse mis dedos bajo su mentón y levanté su cabeza hacia arriba.
—¿Puedes mirarme, mami? …
Lentamente levantó la cabeza y me miró a los ojos. Sus ojos todavía lagrimeaban y sus labios temblaban.
—Mami … no puedo decir que lamento lo que hice … fue un impulso de mis instintos …
Deslicé mis manos por su cuello y me detuve en la línea de su mandíbula, mientras yo le hablaba ella miraba directamente a mi boca, como esperando que expresara una especie de absolución divina para ambos. En un hilo de voz, ella dijo:
—Eso no suena como una excusa … teníamos un momento encantador … luego se convirtió en algo … algo diferente … no sé …
—Lo sé … y siento mucho si te he lastimado … no era esa mi intención … es solo que … tú mami … no sé cómo decírtelo … eres una mamá realmente hermosa … y por un momento olvide eso … que eras mi madre …
—¡Oh, Andrés! … ¡Por favor! …
—¡Pero es la verdad, mamá! … Probablemente nunca me había dado cuenta … pero eres una mujer sensual … muy hermosa y sexy …
Mamá simplemente me miró y por la expresión de su cara, supe que no creía nada de lo que yo le estaba diciendo.
—¡Basta, Andrés! … ¡No quiero escuchar más nada sobre eso! …
—Pero, mamá … fue solamente un beso …
—No te vengas a hacer el inocente ahora … sabes muy bien que fue mucho más que eso …
—Bueno … supongo que sí … quizás fue el estado en que me encontraba … pero tú tampoco me detuviste … ¿Por qué? …
—¡Ehm! … No lo sé … quizás yo también estaba un poco sensible … hacía mucho tiempo que no me sentía deseable, ¿sabes? … tú padre falleció hace más de cinco años … y yo … bueno … no he tenido a nadie más después de él … me dejé llevar por la sensación del momento … y … y también olvide con quien estaba …
Volvió a bajar su mirada al suelo, así que le dije:
—Mami … debemos y podemos superar esto …
—¡Uhm! … creo que sí … yo …¡ehm! … nosotros … bueno … ¡Tenemos que hacerlo! … no puedo andar por la vida teniendo miedo de acercarme a ti …
Tratando de reconfortarla la envolví con mis brazos por la cintura. Ella se puso bastante rígida sin saber que hacer ni como reaccionar
—¿Mami? …
Dije, esperando alguna reacción de su parte.
—¡Oh, Andrés! …
Dijo ella sollozando y rodeándome con sus brazos. Enterré mi cabeza en la cálida curvatura de su cuello y la tiré con fuerza hacia mí.
—Nunca haría nada para hacerte daño, mamá … te amo demasiado …
Le dije estrechándola y acariciando su espalda.
—¡Oh, cariño! … Te amo tanto …
Dijo mamá apoyando su cabeza en mi hombro. Nos quedamos allí abrazándonos y acariciándonos por un largo rato. Esto provocó una notoria reacción de mi masculinidad, tuve que girar un poco mis caderas para no hacerle sentir mi polla en rápida expansión.
—Mami … te entiendo … yo solo tengo un par de meses sin sexo … puedo solo imaginar lo sensible que estarás tu después de cinco años sin relaciones … ¡ehm! … sexuales …
—¡Ooohhh! … ¡Hmmmmmm! …
Gimió, mamá y se apretó a mí melancólicamente, agarró mi rostro con ambas manos mirándome con sus profundos ojos claros y me dio un beso firme pero maternal en la boca. Sentí que mi polla se despertó repentinamente ante el toque de sus dulces labios sobre los míos, fue muy breve, pero suficiente para alentarme y cuando volvió a colocar su cabeza en mi hombro, le afondé mi cara en su cuello sicalípticamente. Nuevamente nos acariciamos y nos abrazamos, mis labios recorrían la tersa piel de su cuello.
—¡Ahhh! … ¡Ummmmmm! …
Gimió mamá, reaccionando al suave toque de mis labios y continuó acariciando mi espalda. Esto basto para acicatear mi ímpetu y separé mis labios para acariciarla con mi lengua, sentí como los vellitos de su piel se erizaron, se tensó y empezó a luchar tímidamente contra mis caricias.
—¡Uh, Andrés … no! … ¡Te dije! … ¡Ummmm … no! … ¿cómo haces eso? …
Dijo con su mano revoloteando mis cabellos. La ignoré por completo y seguí deslizando mi lengua contra su terso cuello, besándola firmemente y lamí su piel fervorosamente.
—¡Urggghhh … no! … ¡Andrés … por favor! … nosotros no … ¡Hmmmmmm! … no deberíamos … ¡Aaaahhhh! …
Ella continuaba a luchar indecisamente y encogía sus piernas, yo me mantuve acariciando la piel de su cuello y alcancé su lóbulo izquierdo, mordiéndoselo suavemente. Luego empujé mi polla dura como palo sobre su vientre, tratando de hacerla calzar entre la convergencia de sus piernas. Comenzando a frotarme contra ella hacia arriba y hacia abajo, mis manos se deslizaron por su espalda y sus costados y mi boca comenzó a buscar la línea de su barbilla.
—¡Oh … Dios … Andrés! … ¡No … detente! … ¡Andrés … necesitamos …! … ¡Uhmmm! …
Insistía mamá tratando vanamente de alejarse de mí, pero sin convicción, mientras yo la seguía chupando, mordiendo y besando.


A un cierto momento ella no luchó más, su respiración se agitó y se hizo irregular, mi boca estaba casi en la comisura de sus labios, entonces me separé y miré sus parpados cerrados y su rostro se giró hacia mi rostro en un gesto de pura rendición. Su boca lucía expectante, deliciosa e invitante. Me incliné y rocé sus labios con los míos con mi boca entreabierta. Mamá no se movió, se quedó allí para que la besara y eso fue lo que hice. Devoré sus labios carnosos y suaves, lamí la tintura rojiza de sus labios con mi lengua y finalmente la empuje dentro de su boca, mamá se aferró a mi cuello y presionó mi boca con la suya regalándome su lengua tan voraz como la mía. Los dedos de su mano se cerraron en mis cabellos y presionó mi cabeza, empujando su boca contra la mía. Lentamente retrocedí despegando nuestros labios para mirar fijamente sus lucientes ojos parcialmente cerrados.
—¡Oh, Andrés! … ¡Detente! … ¡Sabes que no podemos! …
Volví a presionar sus labios con los míos, la solté levemente y continué besando sus rojos labios, ahora ella los separó y metió su lengua en mi boca, se aferró a mi cuerpo y sentí la presión de su vientre contra la dureza de mi reciedumbre masculina.
—¡Ooohhh … mamá! …
Gemí besando su mejilla muy cerca de su lóbulo. Luego volví a gustar sus húmedos labios, me detuve a mirar su hermoso semblante y presioné mi boca sobre la de ella.
—¡Uuuhhhmmmmm! …
Fue el largo gemido de mamá mientras yo la besaba. Su cuerpo se agitó entre mis brazos y comenzó a responder apasionadamente a mis caricias, sus brazos ya no luchaban, sino que me aferraban y serpenteaban alrededor de mis hombros y cuello. Sus labios presionaban firmemente mis labios, nuestras cabezas se balanceaban buscando diferentes ángulos para besarnos con desenfrenada pasión, convirtiéndose en un abrazo profundo y apasionado de amantes. Esto continuó así por un largo rato, mientras el nivel de lujuria y deseo se acrecentaba en el cuerpo de ambos. Comencé a levantar su vestido y a acariciar sus firmes glúteos ardiendo de deseos, mientras ella me apretaba en un frenesí de lujuria. Se había desatado una tormenta de pasión entre ella y yo, y el vendaval de emociones nos abrumaba y nos sumergía en una vorágine de impúdica y licenciosa pasión incestuosa.


Pero repentinamente mamá me empujó lejos y salió corriendo a su habitación:
—¡Pero, mamá! … ¿Adonde vas? …
Sentí su carrerita por el pasillo y cerró su puerta con fuerza. Por segunda vez mamá me dejaba plantado con una erección salvaje, me fui a mi dormitorio frustrado y caliente, me metí bajo la ducha y satisfice mis necesidades palpitantes con una copiosa eyaculación contra los blancos azulejos.


Me levanté temprano, me metí a la ducha y luego me vestí para irme al hospital. Encontré a mamá en el pasillo que me esperaba cabizbaja en un hilo de voz me dijo:
—Buenos días, hijo … te esperaba … te acompaño …
—Buenos días, mamá …
Seguí hacia el garaje en busca del auto, con mi madre detrás de mí. En el camino mamá no dijo una sola palabra. Yo tampoco quería importunarla.


Llegamos a la clínica y me senté sobre la cama junto a mi esposa, mamá no perdió tiempo en tomar al bebé en sus brazos y apapacharlo maternalmente. Su primer y único nietecito. Rebeca nos hizo saber que le darían el alta en el trascurso de la mañana. Entonces mamá dijo que sería oportuno que ella se buscara un alojamiento en un hotel cercano a casa, así no nos disturbaría. Inmediatamente entendí que ella quería alejarse de mí. Pero Rebeca fue contraria a la idea e insistió tanto, que logró hacer desistir a mamá de su idea de irse de la casa.


Antes de mediodía, le dieron el alta a mi mujer y nos fuimos a casa. Mamá parecía haber vuelto a la normalidad. Camino a casa ella me pidió que la dejara en el Mall cercano, ya que necesitaba comprar algunas cosas. La dejé allí y luego conduje a casa.


Nos instalamos con mi mujer en nuestro dormitorio, acomodamos la cuna y el cochecito cerca, luego ella se recostó a dar de mamar a nuestro hijo. Embelesado observé como mi hijo chupaba de la teta de mi mujer y con sus pequeñas manitas la tocaba y acariciaba, tratando de atraparla con sus deditos de criaturita. Me entró una ternura infinita, pero al mismo tiempo pensé a los senos de mi propia madre y me excité pensando en magrear, rozar, pellizcar y chupar las generosas tetas de mi mamá.


Mamá regresó al mediar la tarde con varias bolsas de sus compras y dijo que prepararía algo para la cena. Yo me entretuve un momento más haciendo compañía a mi mujer y asistiendo a nuestro bebé, pero no podía dejar de pensar en mamá, así que le dije que ayudaría a mi madre en la cocina ya que la estufa tenía un quemador fallado y no encendía. Vestido con mi remera y mis shorts, sin ropa interior, me dirigí a la cocina.


Mientras caminaba hacia la cocina mi polla comenzó a balancearse y a rozar con la tela de mis shorts, esto provocó que comenzara a insinuarse y un notorio abultamiento comenzó a elevarse en mis pantaloncitos cortos. Escuché los desplazamientos de mamá en la cocina y entré.
—¡Hola!, mami …
Ella se volvió sorprendida por mi presencia.
—¡Oh! … no te escuche entrar …
—Bueno … mi mujer se quedó dormida agotada … el niño se amamantó y duerme en su cunita …
Le dije observándola con atención, sus ojos giro vagaban por todo mi cuerpo y estoy seguro de que notó la protuberancia en la parte delantera de mis shorts.
—¡Ehm! … ¡Que bien! … ambos necesitan descansar …
—¡Uhm! … necesito hablar contigo …
—¡Andrés! … ¡No creo que este sea el momento oportuno! …
Respondió en un tono arisco y nervioso, con sus ojos muy abiertos adquiriendo un aire de sería preocupación.
—Pero yo creo que debemos hacerlo, mami …
Dije acercándome lentamente hacia ella, mientras ella retrocedía inconscientemente alejándose de mí, mirando nerviosamente las baldosas de la cocina. Pensé que esta iba a ser la última oportunidad que iba a tener de poder algo con ella y necesitaba decírselo todo.
—Andrés … por favor … simplemente olvídalo …,
—Pero no puedo, mamá … no tienes idea de lo que me haces …
—¿Qué yo te hago qué? … qué … ¿Qué quieres decir? …
Preguntó en un tono de curiosa incredulidad.
—Es solo qué … después de lo que hemos tenido juntos … yo … yo no puedo dejar de pensar en ti … en como te he sentido … en como hueles … en el sabor de tus besos … de tu piel …
En mis shorts mi verga seguía cimbrándose y creciendo.
—Yo … yo no puedo, mamá … tienes que ayudarme … ¡¡Me excitas tanto!! … ¡¡Me estás haciendo enloquecer, mami!! …
—¡Andrés! … ¡Por favor! … ¡Te lo ruego! …
—Mira … mira aquí … mira como me tienes …
Le dije meneando mi cintura para hacer que mi polla se moviera de lado a lado bajo mis shorts, mientras tanto, seguía acercándome a ella inexorablemente, hasta que su trasero chocó con la isla. Ella sacudía su cabeza de lado a lado en forma negativa, pero no despegaba la vista de mi extremadamente dura polla cubierta solo por la ligera tela de mis pantaloncitos, cuando no pudo retroceder más, se llevó la mano a la boca y se mordió su dedo índice para evitar de gritar. Siempre a baja voz dijo:
—¡Andrés … ya basta! … ¡Por el amor de Dios! … ¡Esto está muy mal! … ¡Detente! … ¡Soy tu madre! … ¡Jesús santísimo! …
Me detuve a menos de un metro de ella. Desabroché el botón de mis pantalones y bajé la cremallera todo de una vez.
—Lo sé que no debería, mamá … pero mira como me tienes …
Y bajé mis shorts a mis muslos. Veintidós centímetros de dura, gruesa y venosa polla saltaron hacia adelante como un ariete y agregué.
—No es normal … pero es la realidad … muero de ganas por ti, mamá …
Le dije en una voz casi llorosa y suplicante. Poco a poco mis shorts se deslizaron hacia abajo por mi piernas y quedé prácticamente desnudo ante sus ojos.
—¡Andrés … Dios mío! … ¿Qué estás haciendo? … ¡Esconde eso! …
Gritó mamá con sus ojos desorbitados fijos en mi pene que se movía hacia ella apuntándola.
—Míralo, mami … esta es la única forma que tengo para demostrarte cuanto te necesito …
Mamá se bloqueó, miraba mi rostro con incredulidad y luego bajaba la vista a mi polla tiesa mordiendo su labio inferior, pero se armó de autoridad y me dijo en forma seria:
—¡¡Levántate inmediatamente esos pantalones cortos, jovencito!! …
—No puedo hacer eso, mamá … necesito que te des cuenta cuanto te quiero … no lo puedo evitar …
—Deja de hablarme así … no está bien … ¡Donde has aprendido eso? …
Dijo en un tono sibilino sin dejar de mirar mi pija dura como palo.
—Mami … no tienes idea cuanto he luchado por aguantarme … pero ya ves … no he podido reprimir lo que tú me haces sentir …
Ya estaba lo suficientemente cerca de ella, extendí mi mano y aferré el borde de su escote, mamá salto hacia atrás y los botones de su vestido saltaron, dejando en vista su sujetador blanco.
—¡¡No!! … ¡¡No lo hagas!! …
Suplicó mientras sus nalgas empujaban la isla. Continué desabrochando los botones de su vestido revelando su delicada y suave piel desnuda. Mis ojos se deleitaron mirando las amplias copas que se esforzaban por contener las magníficas tetas de mi madre. Mamá siguió la vista de mis ojos y pudo darse cuenta de que miraba sus suculentos pechos, inmediatamente intentó de cubrirlos con sus manos.
—Andrés … detente, por favor … ¡Qué estás mirando? …
—Mami … ¿Por qué no quieres ver lo deseable que eres para mí? … ¿Por qué no quieres entender lo increíblemente sexy que eres? …
Dije continuando a desabrochar su vestido más debajo de la cintura, hasta llegar al último.
—¡¡No … Andrés!! … ¡¡Deja de hablarme de esa manera!! …
Sollozó respirando en forma irregular y agitada.
—Te estoy hablando solo con la verdad, mamá …
Mientras estaba frente a ella, tomé las manos que cubrían sus senos, lo que provocó que su vestido se abriera revelando sus pequeños calzoncitos blancos de seda y bordados. Miré el estupendo cuerpo de mamá, su calzoncito elástico, presionaba los labios gorditos de su femineidad, me quedé sin aliento mirando el coño que me dio la vida.


Las tetas de mamá subían y bajaban acompasadamente con la afanosa respiración de ella. Tenía la cintura estrecha y su estomago se abultaba levemente. Sus muslos eran de ensueño, sin signos de celulitis ni estrías, sus piernas eran larguísimas y muy bien torneadas, sus pies elegantes con uñas finamente pintadas. No noté ningún vello sobre su vientre ni entrepierna, por lo que supuse que su coño estaba cuidadosamente afeitado.
—¡¡Basta!! … ¡¡Déjame ir, Andrés!! …
Exigió agitándose vistosamente intentando de liberarse de mi agarre, esto provocó que sus senos se estremecieran en forma muy provocativa y tentadora. Ella se resistía, pero sin violencia, yo sabía que por ningún motivo iba a violar a mi madre. Pero no estaba dispuesto a dejarla ir fácilmente. Si no lograba convencerla, me rendiría y aceptaría su castigo y rechazo. Pero ese momento no había llegado todavía. Di un paso más hacia ella, haciendo que mi glande se apoyara en la convergencia de sus piernas, clavé su labia vaginal e hice deslizar mi polla hasta el borde de su calzoncito.
—¡Hmmmmmm! … ¡Oooohhhh! …
Gemí, pero mis gemidos fueron acompañados por los gemidos de ella.
—¡Oooohhhh! … ¡Ummmmmm! …
Mi polla rozó su vientre desnudo y me parecieron que mil chispas saltaron del contacto de nuestros cuerpos calientes.
—¡Oh! … Mamá …
Suspiré afanosamente, y rápidamente incliné mi cabeza para presionar mi boca contra sus labios sicalípticamente entreabiertos.
—¡Uhh hmmmmmm! …
Fue el único sonido que escuché de ella mientras se dejaba besar dócilmente. Entonces entendí que ella ya no luchaba y que probablemente estaba tan excitada como yo. Le solté las manos y rápidamente hice deslizar su vestido por sus hombros hasta el suelo, luego metí mis manos en su espalda y con dos dedos desabroché su sostén que inmediatamente voló sobre la isla. Sus tetas llenas y pesadas cayeron libres hacia adelante. Agarré su cintura, sus tetas se aplastaron contra mi pecho. Mientras mi polla se metió en la convergencia de sus piernas y mis bolas se estrellaron contra sus muslos. Nuevamente ella gimió audiblemente.
—¡Ooohhh! … ¡Uhh hmmmmmm! …
Sellé sus labios con los míos y la tiré más hacia mí. Sus brazos parecieron volar en el aire como si flotaran hasta mis hombros y me agarró en un estrecho abrazo. Continuó gimiendo mientras la besaba, poco a poco se entregaba en mis brazos y sentí como frotaba ligeramente su vientre contra mi dura polla.


La necesitaba desnuda, quería hacerla mía. Metí mis dedos en la banda elástica de su calzoncito y lo bajé a la mitad de sus glúteos. Cuando quise agacharme para quitárselos del todo, ella me abrazó más fuerte, mi rostro estaba, a la altura de sus poderosas tetas, así que chupé sus pezones uno a la vez, al tiempo que tironeaba sus calzones hasta sus rodillas y más abajo, Finalmente, sus brazos se relajaron y pude continuar descendiendo por su vientre plano, su monte de venus y la más maravillosa panocha que jamás haya visto, el coño de mi madre delicadamente depilado, gruesos labios más oscuros que el resto de su piel y que emanaba un delicioso aroma a mujer, perfume de hembra.


Me sumergí en ese almizcle femenino de mamá y que me atraía con su potente magnetismo. El aroma hechicero de su chocho elevó mi calentura a niveles superlativos, empujé mi rostro entre sus piernas y busqué el orificio divino desde el cual yo vine al mundo. Parecía un acto de fe. De adoración a su coño bendecido. Arrodillado en las baldosas de la cocina, idolatré la panocha de mi madre y mi lengua probó a entrar en esa gruta celestial. Mil deliciosos sabores se extendieron por mis papilas, era el néctar de mi ardorosa madre, podía estar mi vida entera deliciándome de esa sopa caliente que generaba su coño enfebrecido. Mamá estaba empapada y me alimentaba con el caldo de su conchita, la cual comencé a lamer en modo insaciable, en un frenesí de pura lascivia y lujuria.
—¡Hmmmmmm! … ¡Oooohhhh! … ¡Umpf! … ¡Aaahhh! …
Mamá gemía tirando de mis cabellos y rotando su coño en mi rostro, muy pronto mi nariz, barbilla y parte de mis mejillas estaban bañados con su exquisito y húmedo manjar. Mi lengua castigaba y devoraba su clítoris encondido en mullidos y rosados pliegues. Sus glúteos de habían endurecido, sus piernas se habían abierto y metí uno de sus muslos sobre mi hombro derecho, para poderme meterme bajo su hendedura que goteaba esa deliciosa miel de sus entrañas, mi sed de ella era de una inaudita voracidad.


Me levanté con mi rostro mojado de su delicia y besé sus labios, mamá aplastó sus pechos en mis pectorales y me devolvió el beso empujando su ingle contra mi ingle. Puse mis manos en sus glúteos y la levanté del suelo, mamá enrolló sus piernas a mi torso y la lleve en andas a su dormitorio, mientras devoraba sus labios con mi boca sazonada de sus fluidos femeninos. Ninguno de los dos perdió el contacto de ese beso ilícito e incestuoso. Cuando mis pantorrillas tocaron el borde de su cama, la apoyé dócil y suavemente sobre su espalda y me quedé encima de ella con mi dura polla frotando contra el surco de sus nalgas.


Mi glande encajó en el estrecho orificio de su culo y mamá se apretó a mi cuello:
—¡Ooohhh, bebé! …
Relajó sus piernas y las extendió hacia los lados, haciendo que mi dura polla se deslizara sobre los empapados e hinchados labios de su vagina, su vientre ondulaba acariciando mi tiesa verga y sin siquiera darme cuenta, me sentí aprisionado en un estrecho apriete caliente y jugoso. Estaba penetrando el prohibido coño de mi madre. Un enorme orgasmo comenzó a formarse en mi entiesada hombría, las sensaciones del ajustado chocho de mi madre me estaban haciendo alucinar.


Su hendedura era tan chiquitica que me dolió mi corona cuando mi pene se adentró, deslizándose por sus recién conocidos pliegues enfebrecidos. Me incliné un poco doblado a devorar sus tetas puntiagudas, frotando mi cara contra ellas, para luego atrapar uno de sus pezones en mi boca, comenzándolo a chupar salvajemente.
—¡Oh, bebé! …
Gimió mi madre mientras empujaba su pecho contra mi boca. Lo chupé, lamí y mordisqueé mientras mamá me apretaba contra su gordinflona teta, tratando de metérmela toda dentro de mi boca.


Me liberé de su seno, sintiendo el apriete abrumador y placentero que ejercían sus músculos vaginales, intentando cercenar mi polla entre los labios hinchados y mojados de su panocha estrecha. Me sentí ahogado ante la emoción de tantos sucesos nuevos que jamás había sentido. La vagina de mamá me había acogido finalmente, mamá era mía. La sentí agitarse bajo mi peso y la escuché decir:
—Andrés, cariño … sabes que esto no está bien … no deberíamos … estamos todavía a tiempo para detenernos …
Pero no había manera de que yo me pudiera detener. Y mientras más sentía las pulsaciones y contracciones de su coño alrededor de mi polla, más me convencía de que estaba haciendo lo justo y que lo único que quería era poseerla, ¡Necesitaba follarla! ¡Nunca en mi vida me había excitado de esta manera incontrolable!


Ataqué su cuello espigado y fino con calientes besos, la besé frenéticamente, rozando su piel con mi lengua y con mis labios, mientras aceleraba el ritmo de mi polla que horadaba su delicada y resbaladiza conchita.
—¡Oh, bebé! … ¡Mí bebé! …
Gimió ella, arqueando su cuello contra mis obsesivos labios. Me deslicé por su cuello hasta alcanzar su lóbulo y lo mordisqueé.
—¡Oh! … ¡Jesús santo! …
Exclamó mamá gimiendo y volteando su cara para encontrarse con mis labios y aplastarlos con los suyos. Mamá frotó su cuerpo contra el mío y acomodó su pelvis haciéndome entrar más profundo en ella. En nuestra pervertida y retorcida pasión, comenzamos a follar como si no hubiera un mañana. Su cuevita del placer exudaba suficientes fluidos para lubricarla, lo que permitió que mi polla comenzara a entrar y salir con cierta suavidad y facilidad. Nuestras bocas seguían unidas con nuestras lenguas deslizándose la una sobre la otra, saboreando las sensaciones que solo los amantes pueden disfrutar,


Repentinamente las manos de mamá se posaron en mi trasero y clavó sus uñas finamente pintureadas, llevándome a lo más profundo de su conchita, embestí su abertura ardiente con todas mis fuerzas y mamá gritó:
—¡Aaarrrggghhh! … ¡Aaahhh! … ¡Aaahhh! … ¡Aaahhh! … ¡Hmmmmmm! … ¡Umpf! … ¡Umpf! …
Jadeamos al unísono en busca de respirar aire fresco y nuestro beso se rompió. Mi frente estaba sudada, me sentí ligeramente mareado y una ola se lascivia se apoderó de mí. Volví a besarla con todo mí ímpetu, hambriento de su boca, con besos largos y profundos. Mi polla sin descanso se enterraba en el núcleo ardiente de su coño. Estaba follando a mi madre y todavía me parecía como si estuviera en una nube de ensueño, me parecía increíble, pero estaba sucediendo. Mis pervertidos sueños se hacían realidad y por nada al mundo cambiaría este momento sublime de amor incestuoso.


El coño de mi madre era una estrecha funda de terciopelo, húmeda y cálida, que me apretaba y succionaba hacia adentro mi gruesa polla palpitante. Su coño no se asemejaba en nada al coño de otras mujeres con las cuales había estado antes, quizás por lo prohibido y pecaminoso que era toda esta relación de infinito placer entre madre e hijo.
—¡Oh! … ¡Dios mío, mamá! … ¡Que rica que estás! …
—¡Oh, Andrés! … ¡Jesús santísimo! …
Gritó colgándose de mi cuello para esconder la lujuria de su rostro. Mi polla se deslizaba en el canal de parto de mamá, mi fuente, el origen de mi vida. Está vez estaba entrando en él con toda mi reciedumbre masculina, mis bolas golpeaban sus glúteos y yo me sentía de estar a las puertas del edén follando a mi propia madre. Antes me preocupaba de mis pensamientos morbosos, sucios y pecaminosos por querer follar a mamá, estaba traicionando a Rebeca, mi mujer, pero todo esos arrepentimientos había desaparecido sintiendo el dulce calor del coño de mi madre, me sentía electrizado y abrumado por el placer de estar dentro de su acogedora conchita.


Las sensaciones que mi polla sentía eran deliciosas, tentativamente la saqué solo un poco, mi polla palpitaba hinchada de goce, luego la afondé en su vulva de fuego y los gustitos se transmitieron directamente a mi columna vertebral colmando mi cerebro de un intenso placer que ya me resultaba muy difícil de tolerar y soportar.


Me percaté que probablemente mamá sentía lo mismo que yo estaba sintiendo, puesto que arqueaba su espalda, movía su cabeza de lado a lado y punzaba mis pectorales con sus duros pezones, estrechándome más y más contra su cuerpo, envolviendo mi trasero con sus piernas y empujándome con sus talones más adentro de su panocha.


Estando profundamente en su coño, sentí sus tetas desnudas raspando contra mi pecho. Tirándome y empujándome más estrecho a su cuerpo. Mi polla pareció topar el fondo de su coño, mientras nuestras pelvis se estrellaban la una contra la otra. Nuestros cuerpos eran como parte de un mecanismo perfecto, mi polla encajaba a medida en su coño y nos movíamos sincronizadamente como un solo ser. Literalmente estaba unido a mi madre en cuerpo y alma. Desesperado busqué sus labios y la besé, mamá me devolvió el beso con tremenda pasión, su lengua se metió con fuerza dentro de mi boca y me acarició con apasionada ternura. Empujé mi polla hasta el fondo y sentí los primeros espasmo de frenético y candente placer. Estiré mis piernas que comenzaban a ponerse tiesas y a temblar en anticipación. Rompí el beso, enterré mi cara en su cuello y me concentré en meter y sacar mi polla con demencial rapidez, el coño de mamá estaba en llamas y me incendiaba con lujuriosa pasión.
—¡Oh, Dios! … ¡Hmmmm, Andrés! …
Sollozó mamá apretándome con sus piernas y empujando sus caderas en giros espasmódicos, su cuerpo se retorcía bajo de mi peso, tembló toda y yo ya no pude contenerme y aceleré al máximo mis movimientos, mientras su panocha succionaba mi verga:
—¡Oh, Andrés! … ¡Me encanta! … ¡Que rico, Andrés! … ¡Umpf! … ¡Aaaahhhh! … ¡Aaahhh! …
—¡Mamá! … ¡Umpf! … ¡Mamá! … ¡Ooohhh … Mamáaaa! …
Grité gimiendo involuntariamente. Sintiendo los chorros de semen que inundaban el pequeño coño de mi madre.
—¡Oh, Dios! … ¡Oh, Dios! … ¡Mmmmmmm! … ¡Dios mío! …
Nuestros huesos pélvicos se estrellaban con fuerza el uno contra el otro y mamá no dejaba de gritar a cada borbotón que llenaba su maternal panocha ardorosa.
—¡Ummmmmm! … ¡Ooohhh, mami! … ¡Ummmmmm! …
—¡Siii … hijo! … ¡Dame toda tu miel! … ¡Folla el coño de tu madre! … ¡Asiii! … ¡Hmmmm! …
Chillaba mi madre agarrándose desesperadamente a mis hombros mientras su coño exprimía y ordeñaba cada gota de mi esperma. Mi eyaculación fue tan copiosa que comenzó a rebalsar su tierno y caliente agujero, la cálida humedad bañó mis bolas.


La seguí follando aún cuándo ya no tenía nada más en mis vesículas seminales, todo mi semen estaba bañando los pliegues sedosos del coño de mi madre, su matriz estaba llena de mí. El tiempo pareció detenerse mientras seguíamos girando y empujando nuestros cuerpos el uno contra el otro. Follábamos y gemíamos. Gemíamos y follábamos, lentamente, pero sin parar. Levanté las piernas de mi madre y me las lleve sobre los hombros. Mamá me dejaba hacer todo con los ojos cerrados mientras no cesaba de gemir. Observé su hermoso y dulce rostro de mujer plena, sus brazos aferraban mi flancos para no dejar que me alejara de ella, cosa que tampoco yo quería hacer, mi deseo es que esto se prolongara por un tiempo infinito, estaba en la gloria, estaba en el paraíso, estaba dentro del coño de mi madre. Mamá comenzó a tirarme sobre ella y yo me dejé llevar hasta volver a aplastar sus almohadilladas tetas, estiré mi piernas sin sacar mi polla de su caliente panocha. Me había follado a mí madre. Había tenido la mejor corrida de mi vida y seguía conectado con ella y su femineidad. Luego el mundo desapareció en alguna recóndita parte.


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escrito el
2024-07-22
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