Córrete para mí, bebé. - Parte uno.

por
género
incesto

Soy una ama de casa normal como cualquier otra. Me quedo en casa, mi marido es quien se encarga del dinero que nos permite vivir. Estoy felizmente casada y muy cachonda. También me he estado haciendo algunas ideas con mi hijo y sus amigos. Sé que esto puede ser chocante para muchas personas y no las culpo. Tampoco yo lo había pensado antes. En un principio me sorprendió mucho; aquí trataré de describir cómo es que comenzó todo.



Gabriel, es mi marido, nos casamos hace veinte años, cuando yo tenía dieciocho y él veintiocho. Un año después nació Gianni y al siguiente, Dios nos regaló a Luisa. Nuestra vida matrimonial ha sido buena; mi marido es un tipo genial, tiene un muy buen trabajo y es un excelente proveedor. Durante los primeros años, nuestra vida sexual fue muy intensa, apasionada y con frecuentes encuentros sexuales. Gabriel es muy imaginativo y la sexualidad entre nosotros era variada y nos dábamos reciproco placer el uno al otro. Sin embargo, con el pasar de los años, fueron sucediendo cosas. Mi esposo fue diagnosticado con diabetes y sus viajes de negocios comenzaron a ser más largos, hasta de una semana y media; por lo cuál nuestros encuentros sexuales se hicieron más escasos. A menudo él volvía y decía que estaba cansado, su apetito sexual había disminuido. Al mismo tiempo, por alguna razón mis necesidades sexuales habían aumentado, me encontraba hiperactiva, hacía yoga y asistía al gimnasio comunal tres veces a la semana, creo que me siento y me veo mejor a pesar de los años.


En mi vida he tenido relaciones solo con dos hombres; el primero fue un compañero de colegio y resulto ser algo frustrante; después conocí a mi marido y entonces comencé a descubrir el goce y las maravillas del sexo. Mi marido me enseño todo lo que sé, nunca pensé que el sexo pudiese tener tantas variedades. Esto me hizo desarrollar una vida de fantasías muy activas. Pensaba al sexo con mi esposo a menudo; imaginaba haciendo tantas cosas con él. Él fingía ser otros hombres para mí y yo fingía ser otras mujeres para él. Incluso nos producíamos para interpretar algunas escenas eróticas de algunas famosas estrellas del cine o la televisión, incluyendo actores y actrices del porno. En sus ausencias me masturbaba, en realidad descubrí la masturbación a los trece años y lo hacía con regularidad en esos años de adolescencia. Sin embargo, mi familia era religiosa y muy heterosexual y siempre sentí que el autoerotismo no estaba bien. Eso sí, aún así, lo hice muchas veces, pero nunca pude dejarme llevar y transportarme a vivir esas fantasías mías. Después del matrimonio no sentí la necesidad de masturbarme, pues las relaciones con mí marido eran casi diarias y él me satisfacía en todos los aspectos durante nuestros tres o cuatro primeros años de matrimonio. Cuando las relaciones sexuales con mi marido se volvieron menos frecuentes y no tan satisfactorias, mis necesidades sexuales volvieron a manifestarse en mí.


Hasta no hace mucho no fantaseaba activamente con tener sexo con chicos jóvenes, especialmente con mi hijo; no recuerdo haber tenido fantasías con él. Pero inconscientemente, dentro de mi mente, la idea de poseerlo se fue haciendo brecha. Me di cuenta de ello porque comencé a notar su desarrollo físico; se había convertido en un tipo fuerte, muy guapo y con un cuerpo fantástico y musculoso. Él por supuesto no era consciente de su apariencia y del efecto que causaba en el sexo opuesto; ocasionalmente lo veía caminar por la casa sin camiseta y en ropa interior, por supuesto que sus atributos eran notoriamente visibles, un bulto enorme parecía moverse con vida propia en su entrepierna. Dos veces tuve la oportunidad de observarlo completamente desnudo. La primera él estaba de espaldas a mí, noté sus poderosos omoplatos, su delgada cintura, sus nalgas redondas y firmes, sus piernas macizas y atléticas. Otra vez lo vi de frente y, aunque si solo fue una fugaz y subrepticia mirada, quedé asombrada por las extraordinarias dimensiones de su pene, largo y grueso, colgando desde un bosque de rizados vellos púbicos oscuros. Y aún cuando no tenía fantasías sexuales con él, la imagen de él parado allí desnudo, recurrentemente volvió a mi mente.


Por supuesto también he notado el desarrollo de mi hija Luisa, ella es un año menor que mi hijo Gianni y estaba en pleno desarrollo. Sus piernas eran largas y estilizadas, sus senos llenos y en crecimiento. Ya se estaba interesando a los chicos. Supuse que ella también se masturbaba con cierta frecuencia. Muchas veces encontré que sus bragas estaban manchadas, evidentemente había mojado sus bragas con fluidos vaginales y no solo durante su periodo menstrual. Por otra parte, mí hijo Gianni manchaba sus sabanas con evidentes trazas de semen. Él tenía unas cuantas chicas muy bonitas que lo visitaban vistiendo de manera provocativa. Así que era lógico pensar en que estaba teniendo relaciones con ellas. Menciono todo esto para hacer notar que me he siempre interesada al desarrollo de mi hijo y mi hija, especialmente por mi hijo, pero nunca fue en sentido libidinoso o lascivo; al menos en esos tiempos.


Durante la época que estoy por narrarles; mi esposo estaba tratando de expandir sus negocios hacia el extranjero y estuvo ausente de casa por tres semanas. Una mañana como cualquier otra, me levanté y preparé el desayuno para mis hijos. Gianni estaba trabajando part-time en una librería de la ciudad y por lo general llevaba a Luisa a sus clases preuniversitarias. Después que se fueron me saqué el pijamas y me vestí con pantalones cortos y una remera, hice unos cuarenta minutos de gimnasia y yoga. Luego me fui a cargar la lavadora con un montón de ropa y volví a mi dormitorio. Encendí mi PC y me conecté con un par de sitios de relatos, leí algunas historias eróticas y respondí también algunos correos electrónicos. Las historias me encendieron y me vinieron unas locas ganas de autosatisfacerme, pasé por la lavandería y tiré a lavar toda mi ropa sudada antes de irme de regreso a mí habitación. En mi cuarto había un espejo de cuerpo entero y me detuve a contemplarme. Estaba orgullosa de mi cuerpo y ahora con mis ejercicios rutinarios había mejorado aún más. Siempre he tenido un hermoso trasero y grandes tetas, según la apreciación de mi marido. Si me comparo con otras mujeres de mi edad, creo que él tiene razón; además, gracias a mis rutinas de ejercicios, mi cintura se había hecho más flexible y estrecha, mis muslos y nalgas se habían hecho mucho más firmes. Después de mis actividades a la computadora, noté que mis pezones estaban extremadamente duros y erguidos, los deslicé entre mis dedos y los pellizqué delicadamente para aliviar la comezón y el cosquilleo en ellos, pero la sensación se traslado a mi vagina con rapidísimas descargas eléctricas. Bajé la mano y subí mis dedos por la rajita de mi coño, cuando los saqué, noté que estaban brillantes y mojados con los jugos de mi coño. Estaba realmente caliente. Parecía que no había tenido actividad sexual en años.


Fui al armario y extraje mi bolsita azul donde conservo mis juguetes sexuales. Saqué un consolador vibrador de color rojo y de considerables dimensiones, unos veintidós centímetros; con un extremo giratorio y un pequeño masajeador de clítoris. Me recosté sobre la cama con mis piernas bien abiertas y comencé a escarbar entre mi hirsuto bosque de vellos púbicos, a mi marido le encanta mi coño lleno de pelos y a mí no me gusta mucho afeitarme. Lo único que hago es mantenerlo ordenado con delicados recortes, especialmente en verano cuando uso mi pequeño bikini. Doblé mis rodillas y las abrí ampliamente; acaricié los gruesos labios de mi coño ligeramente entreabiertos; una mano masajeó y aplastó mis tetas, acariciando ocasionalmente mis duros pezones. Comencé a fantasear sobre un chico joven, lo imaginé mirándome mientras acariciaba su dura polla y preparándose a enterrarla en lo profundo de mi empapado y estrecho coño lleno de deseos. Tentativamente penetré mi agujerito con mi dedo medio y escuché el ruido acuoso de mi panocha. Gemí y abrí un poco más los labios de mi coño caliente y mojado, esparciendo los fluidos sobre mi peluda vulva. Imaginé la enorme polla del muchacho que se acercaba y forzaba mi ojete vaginal y comenzaba a penetrarme como una daga caliente que horadaba mis rosados pliegues de mi panocha temblorosa.


Tomé el grueso consolador y lo humedecí entre mis labios dejándolo mojado con mi saliva. Los deditos de mis pies se incurvaron cuando lo empujé dentro de mi agujero, primero frotándolo entre los mojados labios de mi chochito lubricándolo un poco más. Empujé y metí dentro unos cuatro o cinco centímetros, luego giré el extremo y encendí el vibrador a nivel mínimo; sabía que mi coño estaba preparado para tragarlo todo, pero quería sentir las sensaciones de una lenta penetración y gozarlo poco a poco, así que fui follando mi coño parsimoniosamente, insertándolo unos centímetros más cada vez que lo sacaba y lo volvía a meter; resistiéndome a lo que quería mi coño hambriento.


Me encanta mirar cuando follo mi coño con ese inmenso consolador, así que acomodé las almohadas y me incliné a observar el entrar y salir de esa polla de gel rojiza y maciza. Mientras lo hacía me sentí observada, giré levemente mi cabeza y vi el inconfundible rostro de mi hijo que desapareció al instante en que nuestros ojos se cruzaron. No tenía la menor idea de cuanto tiempo había estado espiándome, pero estaba segura de que me había visto masturbándome. Demás está decir que toda mi lujuriosa calentura fue truncada en ese instante. Me sentí vejada y ofendida. Sabía que él había podido ver todo de mí; mi coño abierto con el enorme consolador incrustado en él y mis tetas moviéndose al ritmo de la penetración. Debe haber regresado a casa inesperadamente a buscar alguna cosa. Normalmente se hace sentir cuando entra a casa, habla en voz alta, pero esta vez no lo hizo o yo estaba tan concentrada en darme placer que no lo escuché.


Rápidamente me levanté y me puse la bata, escondí el consolador bajo una almohada y me senté en la cama. No podía creer de haberle dado un espectáculo lujurioso a mí hijo. De que me viera desnuda no era tema, ya en pasado me había vislumbrado accidentalmente desnuda en un par de ocasiones; pero verme desnuda con mi coño abierto mientras lo follaba con una enorme polla de silicona, era algo impensable e increíble. Traté de pensar en alguna solución a este inusitado problema. Consideré en dejarlo pasar y olvidarlo, como algo que jamás sucedió; pero eso iba a resultar difícil e incomodo para mí y para él. No sabía como comportarme con él a mi alrededor, sabiendo que teníamos que convivir juntos por el resto de nuestras vidas. Probablemente estaría presente cada vez que nos viéramos. De verdad, no podía escabullir el bulto. Tenía que enfrentarlo y aclarar todo tipo de cosas. Él no es un niño, es un joven sano, decente y bien educado. Tendría que hablar con él sin perdida de tiempo, así que bajé a su habitación para conversar con él y decirle que soy humana, tengo mis necesidades como toda mujer y durante las ausencias de su padre mis necesidades se satisfacen con el autoerotismo. Esperaba que lo entendiera y eventualmente lo olvidara, así al menos no habría una incomoda falta de comunicación entre nosotros. Llegué a su puerta y llamé.
—Gianni, soy yo ...
—Espera ...
Se produjo un embarazoso silencio, luego respondió.
—Entra, mamá …
Estaba sobre su cama vestido solo con sus shorts y nada más.
—Escucha, hijo … Esto es muy incómodo para mí … Sé que me viste …
—¡Ehm! … ¡Err! … Bueno, sí …
—Lo lamento mucho. ¿sabes? … Pensé que no había nadie en casa … Es … Es simplemente … ¡Ehm! … Bueno … Tú padre no está y yo … ¡Ehm! … Me siento sola … Lo echo de menos … Me falta … Y yo no sé que más decir …
—Lo entiendo, mamá … No tienes nada de que arrepentirte … No debí haber mirado …
—Y … ¿Cuánto tiempo estuviste mirándome? …
Las mejillas de Gianni se cubrieron de rojo.
—¡Ehm! … No mucho … Acababa de llegar … Lo siento, mamá … No debería haberte mirado … Solo … Solo que no pude evitarlo …
—No es culpa tuya … Es culpa mía por no cerrar la puerta … Pensé que estabas en el trabajo …
—No … Están refaccionando el estacionamiento y hoy iban a permanecer cerrados … Solo que yo lo había olvidado …
Era imposible no notar lo desarrollado que estaba mi hijo. Practicaba futbol, natación y se ejercitaba con pesas. Su pecho era amplio con bien desarrollados pectorales y bien marcados abdominales, su cintura bien estrecha. No tenía muchos vellos en su pecho, pero sus shorts estaban ligeramente bajados y pude observar cómo estos vellos proliferaban abundantes bajo su ombligo hasta desaparecer bajo sus pantalones cortos, no pude evitar de pensar al día que lo vi con esa enorme polla colgante. Tampoco pude evitar de notar que había un levantamiento en sus pantaloncitos. Pensé que debía haber estado erecto antes de que yo entrara a su cuarto, todavía conservaba algo de esa rigidez. Me vino a la cabeza pensar que su erección se había producido al verme follar mi coño con esa polla falsa. Había tratado de disimularlo al estar ligeramente apoyado en su costado con la pierna doblada, pero esa dureza era muy difícil de camuflar, de todas maneras, se evidenciaba.
—Gianni … Lamento no haber cerrado la puerta ... Debe haberte sorprendido el verme de esa manera, ¿no? …
Se volvió a sonrojar.
—¡Ehm, sí! … Sí, mamá … Me sorprendió mucho … Pero … Pero …
Me miró tímidamente. No pude evitarlo y en vez de sentir vergüenza; el verlo tan vulnerable comenzó a excitarme. Sentí las ligeras contracciones de mi coño mojado al pensar en mi hijo mirándome y tocando su hermosa polla que todavía conservaba algo de su dureza.
—Vamos, Gianni … Puedes decirme lo que quieras … ¿Cosa sentiste cuando me viste? …
—¡Ehm! … Bueno … No debí haber estado mirando tanto tiempo … ¡Uhm! …
—Se honesto, Gianni … Dime la verdad, ¿te excitaste al verme así? ...
—Sí ... No parecías mi mamá … Parecías cualquier otra mujer … Una hermosa mujer …
Dijo bajando su mirada, entonces le pregunté.
—¿Estabas jugando contigo mismo cuando llamé a tu puerta? …
No levantó la mirada, solo agregó.
—Sí, mamá … Un poco … Se puede decir que sí …
—Vamos … No te apenes … Eso es natural … Está bien si lo haces …
Coloqué mi mano sobre su rodilla y acaricié su pierna. Su piel ligeramente velluda era suave y firme. Me percaté de que había movimiento bajos sus shorts, se estaba poniendo duro otra vez. Trató de acomodarse para esconder su reacción, pero no había modo de esconder ese enorme bulto que inflaba sus pantalones. En tanto, mi mano seguía acariciando y subiendo por su pierna cada vez más arriba.
—Gianni … Es natural sentirse así … Así como es natural para mi hacer eso que viste … Sé que no debería haber dejado que me vieras … Pero sucedió y ya … No estaba haciendo nada de malo … Mi esposo no está y … Y simplemente me siento demasiado sola y necesitada …
Puso su mano sobre la mía y dijo.
—Mami, yo te entiendo … Mamá, parecías … ¡Ehm! … Me gustó verte de ese modo, ¿sabes? …
Se acomodó sobre la cama deslizándose un poco hacia mí. Ahora su erección era notable y visible. Yo miré. El sabía que yo sabía que su pene estaba duro como una roca. No hizo absolutamente nada para ocultarlo, como lo hizo en un principio. Su respiración se había hecho irregular y agitada, entonces me atreví.
—Solo quédate quieto, Gianni … Mami cuidará de ti ... No pienses ni te preocupes, solo quédate ahí y disfruta este juego que mami te enseñará …
Mi dedos hicieron dibujitos alrededor de su pierna. Lo escuché gemir suavemente, me acerque a la botamanga de sus pantaloncitos cortos y me introduje bajo la tela para rozar sus peludas bolas. Mi mano acarició el escroto rugoso y peludo, hasta llegar a la base de su polla gruesa y muy dura. Mientras me inclinaba para acariciarle más arriba, mi bata se abrió y mis pesadas tetas salieron al aire libre dejando al descubierto mi cuerpo hasta el ombligo; también la parte inferior se abrió y mis muslos quedaron expuestos a sus ávidos ojos.


Hice descender mi mano y volví a acariciar sus testículos, volvió a gemir audiblemente. Como no llevaba ropa interior amasé delicadamente sus bolas y me sorprendió lo gorditas y pesadas que estaban; luego metí mi mano por la otra botamanga de sus pantalones y enrollé mis dedos alrededor de su polla rígida. Era tan gruesa que mis dedos no podían rodearla toda. Tenía las manos demasiado apretadas por la tela de sus pantaloncitos que no podía hacer muchos movimientos.


Me levanté, abrí del todo mi bata, la deslicé por mis hombros y la deje caer al piso. Gianni abrió sus ojos como huevos fritos. Me quedé quietecita para que él me pudiera ver bien mis tetas, el resto de mi cuerpo y principalmente mi coño peludo. Su respiración estaba tan agitada que temí que le pudiera venir un ataque o algo parecido. Era como si estuviera en una zona con falta de oxígeno. Estaba tan compenetrada en lo que estaba haciendo, que no me hubiese detenido ni siquiera si mi marido entrara por esa puerta en este mismo momento. Estaba extremadamente caliente.


Me incliné para desabrochar y bajar la cremallera de sus pantalones cortos. Pero estaba tan duro y su polla era tan grande que tuve cierta dificultad para bajarle los shorts hacia sus tobillos. Pero cuando lo logré, me quedé maravillada. Su pija era tan larga como la de mi marido, pero su grosor era de casi el doble. Su verga se curvaba hacia la derecha y apuntaba hacia mi teta izquierda, lo que me causo un poco de risa. Parecía viva porque se movía al ritmo de su respiración. Gruesas venas azulinas recorrían el tronco de su magnífica verga, su escroto parecía haberse recogido un poco y sus bolas estaban como más pegadas a su cuerpo.


Gianni miraba con especial atención a mis tetas que pendían a centímetros de sus piernas. Mis pezones se habían endurecidos e hinchados y mi coño rezumaba fluidos que empaparon totalmente mis labios gruesos. Extendí mi mano y apreté su polla; la tiré hacia mí y estaba muy rígida, parecía casi un resorte de carne dura y cálida. No podía convencerme de que mi hijo tuviese una pija tan hermosa, lo más excitante es que estaba entre mis manos. Mi bebito que una vez salió embadurnado de sangre y fluidos de parto, ahora hacia palpitar mi coño y lo encendía con deseos de volver a tenerlo dentro de mí, aunque fuese solo con su polla.


Apoyada en una mano acaricié su verga con la mano libre. Quería explorar su longitud. Por su respiración, sabía que estaba a punto de correrse y, a este punto, yo también. Me incliné para besar su gruesa cabezota y la introduje en mi boca. Sentí su escalofrío cuando mi lengua rodeo la corona de su glande amoratado, sentí su mano que empujaba mi nuca y comenzaba a follar mi boca. Pasé mi lengua por su prepucio antes de volver a engullirlo, saboreando la salinidad de su miembro y el olor a lejía de su semen. Tenía tantas ganas de devorar por completo su maravilloso pene. Incluso pude sentir en mi lengua las protuberancias que formaban sus gruesas venas. Mientras lo lamia y chupaba ardorosamente, mi coño se movía como si estuviese sintiéndolo dentro de mí. El sabor de su pre-semen llenaba mi boca, pero no podía detenerme ahí, mi cuerpo me exigía más. Así que me encaramé encima de él a horcajadas y abrí bien mis piernas para que mi coño estuviese bien abierto. Hubo un momento breve cuando su glande encajó en mi ojete y no entró, mojé su cabezota en mis fluidos y lo volví a colocar a la entrada de mi anillo vaginal, entonces me senté en él con todo mi peso. Sentí la penetración forzada y mis pliegues rindiéndose ante la avasalladora fuerza de su miembro viril; era la primera vez con mí hijo y me parecía que era la primera vez que mi coño acomodaba una polla de esas dimensiones enormes, pero sentí algo glorioso y sublime al hacerlo con él.
—Fóllame, bebé … Folla … Folla mi coño ... Folla el coño caliente de mamá … Córrete dentro de mi panocha … Córrete, córrete para mami …
Mis palabras reflejaban mi calentura y lo instaban a hacérmelo de verdad, lo hice que se calentara y me follara como mí coño realmente necesitaba. Lo follé tan fuerte como pude, haciendo que me empalara en su daga caliente, chocando con mis nalgas sobre sus muslos. Su polla se hundió en mi panocha como el mástil ardiente de una nave que navega en el océano de mis fluidos candentes y turbulentos. Su polla alcanzó profundidades que nadie había tocado, extendiendo y estirando mi chocho. Mi coño fue capaz de tomarlo por completo y si hubiese tenido más, me habría esforzada para hacerle más espacio dentro de mí.


Pronto comenzó a sacudirse con descargas eléctricas mientras jugaba con mis tetas que saltaban y se mecían frente a él, sentí su lechita bañando el interior de mis paredes vaginales, fue entonces que comenzaron mis propias contracciones y grité apretando los músculos de mi panocha alrededor de su verga que disparaba potentes ráfagas de semen; lo ordeñe con sinuosos movimientos de mis caderas y pelvis; estrujé su pene dentro de mi vagina y me corrí. Me corrí una y otra vez saltando sobre él que me abrazaba y restregaba su pecho contra mis tetas inflamadas follando mi coño con inusitado vigor de adolescente.


Mi coño temblaba con ardor abrazando a mi hijo por los hombros mientras nuestras pelvis se movían enloquecidas.
—Fóllame, Gianni … ¡Oh, Gianni! … Qué dicha sentir tu polla llenándome todita … Fóllame, por Dios no te detengas … Dámelo todo …
Apenas me soltó de su abrazo, desmonté su polla que estaba toda bañada de leche y mis propios fluidos. Me zambullí y comencé a lamer nuestros jugos, a saciar mi sed de él. Lo lamí y lo chupé hasta dejarlo limpio, dejé que su exquisito semen fluyera dentro de mi boca y descendiera por mi garganta, moví mi lengua para esparcirlo por mis encías y lo tragué todo.


Enseguida me levanté y me puse de pie. La polla gorda y semi flácida de mi hijo descansaba sobre su vientre. Gianni todavía respiraba agitadamente, su rostro estaba rojizo y sudado. Yo estaba feliz por lo que acababa de hacer con él, me dolía un poco el coño, pero esa era la menor de mis preocupaciones. Me incliné y besé su polla, luego cubrí su cuerpo con la sábana, tomé mí bata y salí temblorosa de su habitación.


Me fui a mi dormitorio para ducharme, Gianni se quedó en su cuarto. Mí mente era un torbellino de emociones. No podía creer que me había tirado a mi propio hijo. Mil pensamientos comenzaron a atormentarme. ¿Qué sucedería ahora? ¿Qué clase de madre era? ¿Cómo había sucedido que mi hijo y yo habíamos terminado teniendo relaciones sexuales? ¿Qué efecto tendría todo esto en Gianni? ¿Cambiaría esto nuestra relación madre-hijo? ¿Distorsionaría esto la formación adolescente de él? ¿Le causaría esto algún problema en el futuro? ¿Lo diría a sus amigos? Sí lo hiciera sería devastador, estaríamos en boca de toda la gente. Pero, por otra parte, la parte sexual había sido maravillosa con él. Había respondido como macho y me había convertido en una mujer feliz. Su polla enorme se sintió deliciosamente en mis manos, en mi boca y en mi coño. Este solo pensamiento me causo algunas contracciones y sentí la incipiente humedad de mi panocha.
***


Al cabo de algunas horas nos encontramos en la cocina. Gianni se preparó un sándwich y un vaso de jugo de naranja. Nos mirábamos de soslayo. Cuando se sentó a la mesa, me senté frente a él,
—Gianni, hijo … Creo que tenemos que hablar … ¡Ehm! … Yo … Bueno … Creo que esto es algo que tenemos que olvidar … Ambos nos dejamos llevar … Ha sido mi culpa … El día de hoy todo ha sido mi culpa …
—Espera, mamá … No todo ha sido culpa tuya … Soy joven, pero ciertas cosas ya las sé … Muy pronto seré adulto … Creo que podía haberte detenido … Pero no quise hacerlo … Yo quería y siempre quise que esto sucediera …
Charlamos por varios minutos. No debíamos culparnos de nada y comencé a tranquilizarme; todo iba a estar bien de ahora en adelante. Recogí los platos para lavarlos en el fregadero y luego guardarlos, en eso Gianni se levantó para colocar su vaso en el lavaplatos. Me moví para darle espacio y cuando volví al fregadero, él se colocó detrás de mí. Después de la ducha me había vestido solo con un par de jeans, una remera y nada más. Él metió sus manos bajo la delgada tela de mi camiseta y aferró mis tetas, me quedé congelada sintiendo su cálido aliento en mi cuello. Respiraba ya con cierta agitación que no me era desconocida, él estaba caliente otra vez y pude sentir su erección cuando presionó su cuerpo contra el mío. No hice ningún intento de quitar sus manos de mi cuerpo. Él levantó mi remera y expuso mis tetas, comenzó a acariciarlas y a apretar suavemente mis pezones entres sus dedos, él sabía que se pondrían muy duros a medida que mí cuerpo se excitaba con sus caricias.
—¿Estás bien, Gianni? …
Pregunté un poco bobamente, pero no esperé respuesta. Puse mis manos sobre las de él.
—¡Oh, Gianni! … Eso se siente tan bien …
Una de sus manos se metió entre el bordillo de mis jeans y alcanzó mi vulva peluda presionándola y buscando mi agujero. Su caricia hizo que mi coño se hinchara y humedeciera, su otra mano seguía sobajeando y aplastando mis tetas desnudas. Eché la mano hacia atrás y palpe su dura polla por sobre sus shorts, parecía que ya estaba duro y erecto, nuevamente me maravillé por su enorme tamaño y nuevamente lo quería volver a sentir en mí.


Me giré y comencé a desabrochar mis jeans. Él me ayudó a bajarlos por mis caderas, inmediatamente me quité la remera y quedé totalmente desnuda para mi hijo. Después simplemente le bajé los shorts y su polla saltó como un resorte frente a mis ojos, mientras él ya se había deshecho de su sudadera. Nos abrazamos y nos besamos, él restregó su polla en mi vientre y yo hice lo mismo restregando mis tetas con mis duros pezones contra su pecho, mientras nuestras lenguas se retorcían la una contra la otra. La sensación de mis tetas desnudas presionadas contra su pecho era abrumadora.


Todavía mi coño estaba sensible y delicado, pero quería volver a sentir, saborear y acariciar la gran polla de mi hijo. Lo hice sentar en la silla de la cocina y me acerqué a él. Gianni bajó su cabeza y besó mi vientre estirando sus manos para atrapar mi trasero, separó mis nalgas y sus dedos exploraron el surco entre mis glúteos, sentí cuando uno de sus dedos empujó mi orificio pequeñito lo que me provocó un tenue gemido. Su mano siguió avanzando hasta tocar los labios de mi coño y palpó la humedad que emanaba de ellos. Me incliné y abrí un poco más mis piernas para darle un mejor acceso a mi piel. Gianni encontró mi rajita y sondeó mi agujero caliente. Era un poco rudo e inexperto, pero estaba tan cachonda que nada me importaba. Cuando sus dedos rozaron mi clítoris, me estremecí con placenteros escalofríos.


Quería su enorme polla, entonces me alejé y me arrodillé entre sus piernas. Gianni se enderezó y se acomodó en la silla, echándose ligeramente hacia adelante y separando aún más sus piernas. Me coloqué cómodamente entre ellas y su tótem magnifico se irguió en toda su envergadura frente a mis ávidas manos. Mis manos una encima de la otra cubría solo la mitad de su pija dura y gruesa, entonces acerque mi boca para lamer las gotitas que comenzaban a fluir sobre su glande. Me fue imposible contenerme y lo chupé, lo apreté y comenzaron a salir burbujitas como perlitas de la pequeña hendedura, con la punta de mi lengua lamí todo lo que salía de allí. Metí toda su cabezota en mi boca para succionar esas exquisitas gotitas perladas. Debía bebérmelas todas.


Lo chupé con avidez mientras lo mantenía firme con una mano y con la otra acariciaba sus bolas de terciopelo. Lo escuché gemir y su mano se posicionó detrás de mi nuca y comenzó a follar mi boca. Me sujetaba fuerte y hundía su polla profundamente dentro de mí. Podía sentir que su polla comenzaba a temblar. Él era un muchachito adolescente y yo sabía que se podía correr muchas veces y en cualquier momento; entonces tomé su asta y bajé mi cabeza hasta casi tocar sus cojones, pero su polla se hundió en mi laringe impidiéndome de meterla más adentro. Mientras lo chupaba mi cabeza se mecía hacia arriba y hacia abajo. Sentí que estiraba sus piernas y las tensaba al máximo; Gianni estaba por correrse otra vez. Metí mis piernas sobre la suya y restregué mi coño peludo sobre su rodilla, él capto mi intención y frotó su rodilla en mi coño ardiente y mojado, pronto el jugo de mi panocha escurrió por su pantorrilla y gemelos. Al mismo tiempo levantaba sus caderas de la silla follando mi boca; entonces supe que no duraría mucho más. Pero yo quería follarlo.


Me puse de pie y abrí mis piernas para sentarme en su regazo. Sus ojos miraban fijamente a mi panocha con los labios extendidos. Lentamente fui bajando mi tronco sobre su polla tiesa y la hice entrar en mi bendito orificio bañado y fundente. Jamás en mi vida sentí nada más glorioso, sublime y libidinoso; no me explicaba como esa tremenda polla entraba fácilmente en mi resbaladizo coño. Me parecía estar reproduciendo un video en cámara lenta, aún cuando nuestros movimientos eran bastantes fieros y calientes. Mi coño se abrió y su polla ensanchó mi agujerito a las dimensiones de su gran polla. Me volvió a doler un poco cuando empujó mi cuello uterino, pero era tanto el placer que cualquier dolor era soportable.


Unas cuantas veces acaricie su polla y mi clítoris contemporáneamente, pero no era suficiente para mí el estar deslizándome hacia arriba y hacia abajo. Lo necesitaba que se quedara todo dentro de mí, así que me senté en su regazo y comencé a mecerme y columpiarme en su inmensa polla dura como palo, la fricción producida me hizo chillar de lujuria casi gritando que me hiciera todo lo que quisiera; comenzando con chuparme y morderme las tetas que se las puse directo en su cara.
—¡Vamos, bebé! … Chupa mis tetas como cuando eras un bebito … Chupa y folla a mami con tu polla linda … Te necesito, bebé … Te siento tan bien en mi coño … Tu polla es tan grande y dura … Dime que te gusta follar el coño caliente de mami, tesoro …
Mientras yo le hablaba él iba y venía de un pezón al otro, a veces lamiendo, a veces mordisqueando, a veces chupando; parecía tener el control de todo y yo parecía totalmente descontrolada. Empujé una y otra vez mi pelvis contra sus ricitos oscuros. Gemí y resoplé cuando separó mis nalgas y enterró dos de sus dedos en mi ceñido culo mientras me follaba a una velocidad meteórica, apreté mis glúteos y volví a gritar. Quería toda su polla dentro de mí, incluso sus pelotas si eso fuese posible, mi coño estaba hambriento y codicioso de su pija tiesa.


La velocidad y el ritmo de sus embestidas se aceleraron y de ahí a poco sentí el primer cálido chorro de esperma que baño el interior empapado de mi panocha. La excitación fue tan potente que hizo que mi coño se apretara al máximo y comencé a correrme en modo salvaje junto a mí hijo. Lo bese, lamí su rostro y gemí descargando algunos chorros de mi vagina sobre su vientre. Su semen rebosaba mi coño y mis músculos vaginales se contraían para ordeñar toda su leche. Finalmente, nuestros gemidos y gruñidos se calmaron, mis músculos volvieron a contraerse y suavemente expulsé su pene de mi vagina. Me puse de pie y él miró como su semen escurría como un arroyuelo desde mi panocha, por el largo de mis piernas.


Más tarde, después de acostarme a reposar; él vino y entro a mi habitación, se introdujo bajo mis sábanas y comenzó a lamer mi coño, luego volvió a follarme, esta vez lo hizo a lo perrito. A la mañana siguiente, me apresó por las caderas y me folló a cucharitas, antes de irse al trabajo. Cuando se fue me dijo que volvería a casa a almorzar. Y yo estoy aquí esperándolo impaciente, porque cuando vuelva sé que volverá a follarme.


(Continuará …)


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El regalo más preciado de quien escribe es saber que alguien está leyendo sus historias. Un correo electrónico, a favor o en contra, ¡Tiene la magia de alegrar el día de quien construye con palabras, una sensación y un placer!


luisa_luisa4634@yahoo.com

escrito el
2025-02-19
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