Me enamoré de papá.

por
género
incesto

El día anterior se pronosticaba un hermoso amanecer veraniego, así que dejé las cortinas abiertas para que el primer sol de la mañana bañara mi cama y me despertará con su calidez. Sentí el calorcillo de los primeros rayos en mi espalda y trasero, estaba acostada boca abajo, de espalda a la ventana. Todavía tenía mucho sueño, pero igual me giré con los ojos cerrados para recibir los rayos del sol en mi rostro.


Estiré mis brazos abarcando toda la cama, estaba yo sola, ¿Por qué a mis veintidós años todavía no encontraba una pareja? Bueno, a veces es mejor estar sola que mal acompañada, pensé queriendo justificar mi soledad, pero en lo profundo de mí, mis temores y emociones me mantenían lejos de cualquier relación medianamente seria.


Una aromática fragancia llego a mis fosas nasales, el aire olía a esa rica esencia conocida, era café, eso me hizo sonreír y pensé que no podía ser nadie más que papá preparando el desayuno matinal. Me puse mi bata fucsia y bajé las escaleras hacia la cocina.
—Buenos días, papá … —Dije sonriéndole y empinándome a darle un beso en la mejilla.
—Buenos días, Cristina … —Respondió sonriéndome a su vez afectuosamente.
Era una rutina de muchos años, era relajante y divertido compartir con papá todas las mañanas. Me sentía muy cercana a él y protegida por él. Esto había creado un estrecha alianza y comunión entre el y yo. Yo esperaba ansiosa todas las mañanas este encuentro con él.


Papá se llama Alfredo y es un hombre muy guapo. Alto más de un metro noventa, delgado, cabellos cobrizos y luminosos ojos celestes. Su profesión era oficial de marina mercante y se había mantenido en excelente estado físico. Le encantaba nadar todos los días una o dos horas y se ejercitaba en los aparatos de gimnasia que él tenía en su baño y dormitorio.


Papá se había casado dos veces. Su primer matrimonio fue a temprana edad y duró solo dos años. Cuando él se fue por varios meses embarcado en un porta contenedores, al regreso su neo esposa le pidió inmediatamente el divorcio, pues no estaba dispuesta a tener un marido siempre lejos de ella.


Muy rápido él conoció a otra chica, muy rápido se casó y muy rápido dejó a mamá embarazada de mí. Desafortunadamente mamá murió cuando me dio a luz y papá rápidamente quedó viudo. Me crie con mis abuelos los primeros años, pero papá se sentía muy responsable por mí y se alejó del mundo marítimo antes de que yo cumpliera los dos años. Desde entonces que vivimos juntos él y yo. Él es mi mundo y yo soy su sol.


Con mucho esfuerzo, papá creo una empresa de transportes e inició a dar servicio de transporte a empresas marítimas, especialmente de contenedores, aprovechando sus conocimientos en el rubro. Comenzó con dos camiones y actualmente posee cerca de un centenar y trasladan mercadería a través de todo el país. Esto nos permite un nivel de vida bastante holgado.


Por mi parte, siempre estudié en institutos semi privados. Gracias a Dios mi inteligencia está ligeramente sobre la media. A los dieciséis años terminé la enseñanza secundaria y a los veinte me titulé en Ingeniería Comercial – Licenciatura en Ciencias económicas. Papá me ayudó a formar mi propia empresa.


Siempre me sentí muy unida a él. Me gustaba la vida con él y disfrutaba cada momento en su compañía. Tuve la oportunidad de estudiar en el extranjero, pero alejarme de mi padre fue algo que no cabía en mis planes. Después de graduarme, papá hizo algunas remodelaciones en casa y la parte de arriba se convirtió en nuestras oficinas de trabajo, mientras la planta baja estaban nuestras habitaciones.


Después de reunirme con él en la cocina a degustar su exquisito café italiano, nos quedábamos a charlar un rato, luego de eso, cada uno nos íbamos a nuestros dormitorios a ducharnos para iniciar el día laboral. Después del baño, muchas veces nos encontrábamos en el pasillo e intercambiábamos algunas palabras más, para luego dirigirnos a nuestros sitios de trabajo. Coordinábamos la hora del almuerzo e íbamos a un restaurante cercano a comer, esto nos daba la oportunidad de continuar en nuestra rutina, aclarar algunas ideas y seguir compartiendo juntos antes de volver a trabajar. Para la cena la usanza era la misma, solo que a veces ordenábamos algo de comer por delivery y continuábamos juntos compartiendo todos nuestros momentos. Para algunos podría ser una forma de vida aburrida y monótona, pero tanto a mí como a papá nos encantaba estar juntos, nos sentíamos cómodos y estando juntos éramos muy felices.


Todo funcionaba bien, como un engranaje bien aceitado y regulado. Solo que un día tuve un pequeño accidente y de este imprevisto todo comenzó a cambiar.


Una tarde de un día festivo, me subí a mí bicicleta y me fui a dar una vuelta a la vecindad, giraba por el parque dos o tres veces y luego volvía a casa a ducharme. Siempre giraba a una buena velocidad y ese día se me cruzó repentinamente un perro y no lo pude esquivar. Volé de la bicicleta y caí en una pileta pública, golpeándome la cabeza, haciéndome un profundo corte en el cuero cabelludo de donde comencé a sangrar profusamente. Me sentí mareada. Creí que iba a perder la conciencia y me desmayaría de un momento a otro. Debía avisar a alguien, con los ojos un poco nublados, agarré mi celular y marqué el numero de “ayuda/emergencia”, inmediatamente contesto papá y le dije lo que me sucedía, él se alarmó y como siempre yo compartía mi ubicación con él, prontamente llegó en vehículo al lugar. A todo esto, la sangré había cubierto casi toda mi cara y gran parte de mi indumentaria deportiva, papá llamó a la clínica por emergencia y la ambulancia me vino a recoger en menos de quince minutos para llevarme a constatar mis lesiones y curar mi herida.


Papá dejó su SUV estacionada en el vecindario y me acompaño en la ambulancia. Me bajaron en camilla con una vistosa venda ensangrentada a modo de turbante. Me trasladaron a una sala de curaciones y me recuerdo haber escuchado al enfermero decir a papá:
—Señor … ahora debe salir a la sala de espera … nosotros …
—¡A la mierda la sala de espera! … ella es mi hija … yo la traje al mundo … mi lugar está aquí junto a ella y por nada al mundo la voy a dejar sola … ¿Está claro? …
—Bueno … quédese, pero no interfiera con nuestro trabajo … es por el bien de ella …
Luego se acercó a mi lado y tomó mi mano. Frotó su pulgar en el dorso de mi mano transmitiéndome tranquilidad y seguridad. Adolorida le dije:
—Papi … me duele la cabeza … podrías conseguir que me suministren un analgésico …
Papá se volvió hacia la enfermera que había ingresado a curarme y la interrogó con una mirada circunstancial. Ella prontamente le dijo:
—Por el momento no podemos darle nada, señor … la curaremos y haremos un informe para el especialista … será él quien recetará la cura y la medicación indicada …
Me suministraron algo de anestesia local y me pusieron unos puntos en la herida, luego me reviso el doctor y habló con papá:
—No tiene lesiones permanentes … solo un chichón y un corte en el cuero cabelludo … tendrá dolor por algunos días … le daremos algún paliativo para el dolor y también alguna pastilla para ayudarla a dormir … también será prescrito un ungüento para curar la herida … podrá hacerlo ella misma o ayudada por alguien en casa … dentro de una semana pueden volver para un control y ver el progreso de las lesiones …


Nos fuimos a casa en otra ambulancia y papá me tomó en sus brazos para entrar a casa, me volví a sentir como una niña pequeña en la seguridad de sus fuertes brazos. No pude evitar de echar mis brazos a su cuello y refugiarme en su robusto pecho. Papá me llevó a mi cama y me recostó allí. Como por encanto todos mis dolores habían desaparecido, me sentía tan bien con los cuidados de papá. Para mi fue como natural pedirle:
—¿Me prepararías un tazón de chocolate caliente, papi? …
—Por supuesto, cariño … no te muevas de aquí … ahorita vuelvo con tu chocolate …
Me cubrió con el edredón y se fue a la cocina. Volvió a los minutos con un tazón humeante de aromático y sabroso chocolate. Mi mano estaba un poco temblorosa y accidentalmente derramé un poco de chocolate en mi pecho, papá solícitamente sacó un pañuelo para tratar de reparar el desastre que había combinado y tocó mis grandes tetas con su blanco pañuelo, por primera vez me estremecí al sentir el roce de la mano de mi padre sobre mis senos. Él se percató cuando sintió mis mullidos pechos aplastados por la delgada tela.
—¡Dios! … ¿Qué estoy haciendo? …
Se reprendió a sí mismo.
—¡Oh, papi! … no es nada … yo me cambiaré luego …
Le dije para calmarlo, pero su mano quemó mi pecho y ese toque se quedó conmigo. Me hizo compañía y después me dejó para descansar de la agitada jornada. Se fue a recoger su SUV y mi bicicleta rota.


Cuando volvió a casa se dirigió a mi habitación a observarme, yo estaba entre dormida y vigilia, lo sentí que se sentaba en mi cama, acarició mis cabellos suavemente. Papá se quitó su calzado y se recostó a mi lado sobre el edredón, sin saber cómo, eso me dio una tranquilidad que me hizo caer en un profundo sueño y probablemente él se quedó dormido junto a mí.


Pasaron muchas horas y el nuevo día llegó con los luminosos rayos de sol reflejados en mi ventanal, sentí el calorcillo del astro rey sobre el edredón, pero esta vez no estaba sola, papá estaba junto a mí y dormía afablemente. Cuando me volví hacia él, él se despertó:
—¡Oh, Cristina! … ¿Estás bien, cariño? …
—¡Hola, papi! …
Le dije sonriéndole feliz de que hubiera cuidado de mis sueños, el me respondió con una amplia sonrisa:
—¡Hola, cariño! …
Me dijo estirándose para besar mi frente, él rutinariamente me daba un leve beso en los labios y esta vez también lo hizo, solo que yo eché mis brazos a su cuello y lo atraje hacia mí y nuestros labios se unieron en un largo beso. En principio papá me abrazó y respondió a mis labios, pero repentinamente retrocedió. Tiempo después me confesaría que tuvo una erección espontanea que le asustó muchísimo.
—¡Papi! …
Le dije con una voz que no era de hija, su beso me había conmocionado y causado un furioso revuelo de mis hormonas, mi coño se apretó y comencé a humedecerme con este beso matutino inesperado de papá. Lo volví a tirar hacia mí y esta vez empujé mi lengua entre sus labios masculinos. Papá volvió a abrazarme y se dejó arrastrar por mi reacción cachonda. Su lengua se unió a la mía y en segundos nos besábamos como amantes, con mucha pasión. Papá sentía de haber descubierto la mujer en mí y me beso con inusitada pasión. Pero la realidad se hizo cargo y prontamente se separó de mí.
—¡Espera, cariño! … ¡No … no podemos besarnos así! …
Suavemente él me rechazó y se levantó:
—¡No, Cristina! … deben ser tus medicaciones … son las pastillas que estás tomando … duérmete … vuelve a dormir …
Mire el entrepierna de papá y tenía una protuberancia enorme. Había sentido mis besos y ahora se sentía culpable de haberme besado así y haberse sentido cachondo conmigo.
—Te amo, papi … —dije haciendo pucheritos como cuando era una niña.
—Tesoro … yo también te amo … pero no podemos besarnos así …
Dijo mientras acariciaba mis mejillas con las yemas de sus dedos.
—¡Mmmmm! … pero se siente bien, papi …
—Sí … pero vuelve a dormirte y relájate, amor …
—Papi … bésame otra vez … por favor …
—No, tesoro … es mejor que reposes y duermas … luego te sentirás mejor …
La cara de papá estaba enrojecida e imaginé que dentro de él luchaba con su amor y quizás sus deseos por mí. Yo sabía que por su formación iba a ser difícil convencerlo, pero traté de llegar a su corazoncito y que se atreviera a amarme.
—Papi … por favor … ahora no puedo dormir si no me das un beso … bésame, papi … me sentiré mejor si tú me besas …
En los veintidós años que vivía con papá, nunca habíamos estado en desacuerdo, siempre él daba su brazo a torcer, así que me animé a insistir.
—¡Basta, Cristina! … eres incorregible …
—Papi … necesito tú beso para dormir … te lo prometo …
Así diciendo me arrastré hasta el borde de la cama e enfilé mi mano bajo su remera, acariciando sus duros abdominales, subiendo suavemente hasta alcanzar sus pezones rechonchos. Ese fue un toque mágico, porque él se inclinó y nuestros labios volvieron a unirse, escuché su profundo respiro y su quieto gemido. Papá era mío. Sentí su brazo alrededor de mi cintura y me apretó a su cuerpo comenzando a devorar mis labios. Pero volvió a soltarme como si tocara un fierro caliente.
—¡Oh, no! … ¡No, Cristina! … ¡No podemos! … iré a preparar el desayuno … vuelve a dormir … te despertaré cuando esté todo listo …
Cuando terminó de decir eso ya iba de camino a la cocina con sus pantalones inflados al máximo, ni una sola vez se volteó a mirarme. Sonreí y me sentí feliz, pero ligeramente mareada, tal vez él tenía razón, el medicamento me daba extrañas sensaciones. Toqué mis labios para sentir su alucinante beso todavía en mí. Debo admitir que la hermosa y bulbosa protuberancia en sus pantalones no paso desapercibida a mis ojos. ¿Podría tener a papá? Sería él mi primer hombre.


Me quedé observando la puerta blanca que se acababa de cerrar, mi padre había desaparecido detrás de esa, estaba otra vez con mi soledad, pero era diferente, había una suave calidez en mis labios y un hormigueo desconocido como miles de maripositas en mi vientre. Mi conchita cerrada se contrajo por si sola. Sentí que mi clítoris se erguía de entre los pliegues delicados de mi vagina y una humedad ignota hasta ahora hinchaba mi labia vaginal. Mis primeras sensaciones de sexo me las hacía sentir papá con sus suaves labios y por supuesto yo quería más de eso. Lánguidamente mis ojos se nublaron y me adormecí con maravillosas fantasías de un príncipe azul alto un metro noventa y más, el cual me dio un beso mágico y tocó una de mis tetas con su capa.


Abrí mis ojos al aroma conocido del café. Papá estaba sentado arrodillado a mi lado y sorbía su café, me miró:
—¡Hola … dormilona! … ¿Cómo estás? … ¿Cómo te sientes? … te he preparado un poco de café …
Me miraba con sus afectuosos ojos de siempre y por un momento pensé que todo lo anterior había sido un sueño. Causa y efecto de mis medicamentos. Entonces vi mi polera manchada de chocolate, su pañuelo sobre mi seno, sus disculpas. No, nada había sido un sueño. Papá y yo nos habíamos besado apasionadamente, las maripositas volvieron a revolotear en mi guatita y yo quería que él me besara de nuevo y me hiciera sentir tantas cosas nuevas para mí.
—Papi … ¿Tú me besaste? …
Los ojos de papá se volvieron locos en sus orbitas y él comenzó a desviar su mirada a todas partes, se puso muy nervioso, luego dijo:
—Tienes que haber tenido una pesadilla … los medicamentos te están afectando a la cabeza …
—No, papi … estoy segura de que no fue un sueño … además, me gustó … ya no soy una niña … soy una mujer adulta y sé algunas cosas … no tengo la experiencia que tienes tú … pero sé muy bien lo que es un beso … sobre todo el hermoso beso que me diste tú …
—¿En serio? … ¿Te gustó? … pero no fui yo a besarte … fuiste tú a besarme a mí …
—Como sea que haya sido, papi … a mi me gustó … creo que también fue agradable para ti … aunque si después trataste de anular y minimizar la situación que por ratos se nos iba de las manos … ¿no es verdad, papá? …
—¿Cómo? …
—Sí, papi … no creas que no me di cuenta del bulto que había en tus pantalones …
Papá me miró de una extraña manera, su mirada recorrió todo mi cuerpo y me gustó que él me mirara así, pero luego bajo su mirada avergonzado.
—Eres el retrato de tú madre … a la cuál le pido me perdone por mí debilidad … cuando me besaste fue como si ella hubiera vuelto a la vida y me besara con esos hermosos labios que ella tenía … ella era muy de besos … y tu eres igual a ella … pero no volverá a suceder …
—¿Por qué no, papi? … mamá me dio la vida y me dejo para quedarme contigo … ella sería muy feliz al vernos juntos … siempre hemos estado juntos … siempre hemos sido felices por esta misma razón … ¿Porque no va a ser posible de dar un paso más hacia nuestra completa unión? …
—Porque yo soy tú padre y tú eres mi hija … esa es la razón … tú … tú has sido siempre mi pequeñita … no puedo tener ciertos pensamientos contigo … no es una cosa sociablemente aceptada … es más … es un delito … ¿Acaso quieres mandar a tú viejo padre a la cárcel? …
—Por supuesto que no … no es necesario que te pongas tan trágico … nadie va a ir a la cárcel … solo tú y yo sabremos nuestras cosas … y si no te has dado cuenta, yo ya no soy tu pequeñita … tengo veintidós años y gracias a ti me he desarrollado como una mujer inteligente e independiente … ¿Acaso no sientes nada por mí? …
—No es eso, cariño … pero tienes que admitir que lo que me estás pidiendo no se da en todas las familias, ¿no? …
—Pero nosotros no somos “todas las familias” … somos solo tú y yo … mamá se fue y tu te quedaste conmigo … yo, a mi edad, sigo contigo … cualquier chica hubiera salido de casa … hubiera tenido docenas de novios … hubiera ido de fiesta en fiesta … pero yo preferí estar aquí … porque tú estás aquí conmigo … tú eres mi mundo, papá … ¿has considerado eso? …
—¿Y nunca tuviste la intención de irte y buscar tu propia vida? …
Sentí que esa pregunta era un poco cruel y se me llenaron los ojos de lágrimas.
—¿Quieres que me vaya? … ¿Es eso lo que quieres, papá? …
—¡Dios Santo, Cristina! … por supuesto que no es eso lo que quiero …
Me abrazó y mis lágrimas gotearon sobre su remera, inmediatamente me acurruqué en sus brazos más segura que nunca que ese era mí lugar, en los fuertes brazos de papá. Me sentía feliz y segura cuando él me estrechaba a su pecho. Mis senos parecieron crecer aplastados contra sus recios pectorales masculinos. Mis pezones se pusieron duros y me apreté más a él. Sollocé por largo rato abrazada a él, sintiendo sus caricias a mis cabellos. También pude sentir su reacción varonil cuando algo duro comenzó a presionar mi cadera derecha. El pene de papá se ponía tieso abrazándome, esto me lleno de alegría, papá sentía las mismas cosas que yo, pero se negaba a admitirlo.
—¡Shhhh, Cariño! … ¡Cálmate! … ¡Deja de llorar! … ¡Nunca pensé en que te fueras! … ¡Si quieres puedes quedarte aquí para siempre! …
—¿Deveras, papi? …
—Sí, tesoro … serás siempre la nenita de papá … te amo, hija …
—Yo también te amo, papi … pero no quiero ser tu nenita … soy una mujer … quiero ser mujer contigo, papi …
Se hizo un silencio que se podía cortar con un cuchillo. Mis palabras lo habían tocado y yo sabía que en su mente estaba teniendo una lucha contra sus principios e ideales morales. Solo que con el corazón no se juega, los sentimientos no se pueden domar y yo estaba profundamente enamorada del hombre que había en él. Recto y afectuoso. Ese hombre que siempre me ha tratado con dulzura. En mi yo interior, me había conservado para él. Él debía ser mi primer hombre y yo estaba más que dispuesta a ser su mujer.
—Escucha, cariño … has sufrido un severo golpe en tu cabeza … no quiero pensar que toda esta situación sea producto de ese golpe y los medicamentos que te han prescrito … pero debo tenerlo en consideración … dejaremos pasar un poco de tiempo y retomaremos esta discusión cuando el doctor te haya dado de alta y estés sana …
—Papi … esto no es producto del accidente … yo ya me sentía así con anterioridad … el accidente solo me hizo darme cuenta de que los años seguían pasando y cualquier día podía suceder algo que nos separaría … y yo no quiero separarme de ti … te quiero … y te quiero ahora …
Papá volvió a quedarse en silencio. Todos sus principios se venían abajo, él estaba sintiendo lo mismo que yo, pero se negaba a aceptarlo. Él siempre me había inculcado sanos principios, pero a su vez, me había dicho claramente que no debía perderme en la mojigatería de la gente y de la sociedad. Me dijo que debía siempre optar por lo que me haría feliz y el resto no importaba. La vida se trataba de tener una equilibrada porción de amor y felicidad y eso es lo que yo buscaba en él.
—¡Oh, Dios! … Cristina … yo … yo …
—Papi … no solo te amo … estoy enamorada de ti desde que empecé a sentirme cómo mujer …
Papá inclinó su cabeza y mirándome a los ojos me besó con pasión. Él ahora era mi hombre, podía sentir su reciedumbre masculina presionando mi piel por sobre mi remera. Pasé una mano por la cara de papá, por su fornido cuello, por sus hombros, por sus brazos, su vientre. Intenté enfilarla por la pretina de sus pantalones, él dio un respingo y tomó mi muñeca.
—¡Cristina, detente! … ¡No más! … ¡Esto no está bien! … ¡De seguro son tus medicamentos! …
—Pero papi … no te enojes … por favor …
—¿Por qué no? … Esto está mal … y tu lo sabes …
—¡Oh, no! … ¡Estás equivocado! … ¡No hay nada de malo en esto, papá! … Lo sentí cuando nos besamos … tu también lo quieres … pero buscas excusas burdas … me estás haciendo sufrir, papi …
Rompí una vez más en llanto, me sentía frustrada e irascible al no poder convencerlo de que estábamos sintiendo lo mismo él y yo.
—¿Por qué, Cristina? …
—Por que se sintió bien … no hay nada de malo en eso, papá … nunca nada se sintió mejor … y sé que tu también lo sentiste … fue como poner la última pieza del rompecabezas … todo encaja perfecto, papi … hay personas que buscan toda la vida el verdadero y grande amor y nunca lo encuentran … pero yo sí … nosotros sí, papá … nos tenemos el uno al otro … ¿Qué más grande amor que ese? …
Mis lágrimas y el ligero temblor de mi barbilla lo hicieron reflexionar. Me abrazó con más fuerza y volví a sentir su hombría gruesa y dura que presionaba colma de energías contra mí costado. Comenzó a besarme como para limpiar la pena que invadía mi alma. Sus labios cruzaron mi frente, mis parpados, mi nariz, recogió lágrimas de mis mejillas suaves y sonrojadas, beso mi barbilla. Mi cuerpo comenzó a temblar en el momento en que sus labios se unieron a los míos, esta vez él también sintió mis temblores y me apretó contra su cuerpo.


Me encaramé en sus rodillas y monté sus muslos. Nuestros movimientos se hicieron frenéticos y salvajes. Las manos de papá se posaron en mis redondas y firmes nalgas, levanté mis rodillas y junté mi pelvis con la suya. Su musculo empujó mi pijama en medio a mi panocha. Pegué un chillido cuando los labios de mi coño fueron presionados por su bulboso glande que encajó sobre mí panocha y resbaló sobre mí clítoris protegido por la ligera tela de mi pijama y la de sus pantalones.


Papá me apretó con suavidad, siempre cuidando de mi y protegiéndome. Lo escuché gemir, un gemido largo, profundo y cargado de lujuria. Continuó besándome, metiendo su lengua en mi boca y saboreando cada centímetro dentro de mí, yo no fui menos, mi lengua luchó contra la suya, me lo quería comer, saborear y engullirlo todo. Meter a papá dentro de mí.


Él sacó la boca de mis labios, pasando a lamer mi cuello, mi escote, dejando un rastro húmedo sobre mi piel. El aire de la mañana era fresco y húmedo, sentí un hormigueo irresistible en mi cuerpo. Eché mi cabeza hacia atrás y deje que mi padre me acariciara las tetas sacando mí pijama por sobre mí cabeza. Un primitivo gruñido escapo de mi boca cuando papá cerró sus labios sobre mi pezón derecho, sentí que explotaría en un incontenible orgasmo de un momento a otro.
—¡Oh, Cristina! … me encantan tus sonidos … no sabía que mi pequeñita era tan sexy …
—Papi … quiero darte todo … toma todo de mí …
En segundos papá jugaba con mis senos, amasándolos, besándolos, lamiéndolos y chupándolos. Mordisqueando suavemente mis pezones. Sus gruñidos y guturales gemidos denotaban su ansiedad y deseos por mi cuerpo. Chupó tan fuerte que pensé que quería dejar su marca en mí en forma de un enrojecido chupón. Papá me estaba haciendo suya y me deleitaba su fogosidad, que al mismo tiempo era de una extrema calidez y dulzura.


Estaba realmente fascinada sintiendo las caricias de mi padre, mis tetas se habían estimulado y se habían endurecido. Una mano de mi padre pellizcaba y torcía uno de mis pezones, mientras con la otra había aferrado mi teta y la chupaba como si de eso dependiese su vida. Lamía y mordisqueaba, chupaba y lengüeteaba toda mi teta enviando corrientazos electrizantes directamente a mi clítoris. Eché mi cabeza hacia atrás, empujé mis pechos hacia adelante y aferré la cabeza de papá para meter mi entero pezón y areola dentro de su boca. Él me abrazó por la cintura y mi cuerpo comenzó a temblar arrastrándome a un poderoso orgasmo. ¡Que maravilla de hombre! ¡Jamás nadie me había hecho sentir nada parecido solo con acariciarme!


A un cierto punto, él se sacó mi teta de la boca y la observo que brillaba húmeda con rastros de sus lascivos chupetones. Entonces su mano bajó entre mis muslos que tiritaban temblorosos y estaban estrechamente cerrados por las olas post orgásmicas que aún me hacían dar vagidos y chillidos, mi delicado clítoris se había retirado entre los pliegues de mí coño que ahora sí que estaba mojado deveras. Frotó las yemas de sus dedos en el vértice de mis piernas hasta alcanzar el charco de mi vagina, empujó sus dedos en el surcó bañado y los mojó en mis fluidos hurgueteando entre mis hinchados y enrojecidos labios, luego los sacó mojados y se los llevó a la boca, ante mis ojos vi a papá saborear los jugos de mi coño:
—¡Jesús Santísimo, Cristina! … ¡Tienes el coño más exquisito que jamás haya probado! … ¡Sabe a frutos frescos! …
Luego volvió a revolver mi panocha con sus dedos y los lamió una vez más. Sus dedos aún estaban en su boca cuando abrió sus ojos despavoridos y retrocedió como si acabara de despertar de un letargo. Nunca dejó de mirarme cuando dijo cohibido y avergonzado:
—¡Oh, Dios! … ¡No! … ¡Acabo de hacer que mi propia hija ten… hice que te corrie…! … ¡Te di un … un…! …
—¡Sí, papá! … ¡Sí … me diste un orgasmo, papi! … ¡Me corrí con tus caricias y me encantó! …
—¡Basta, Cristina! … ¡No digas eso! …
—¡Santo Cristo, papi! … ¡Deja de lado esa mojigatería tuya! … ¡Admite que tú sientes como yo! … ¡Quiero que me folles, papá! … ¡Sé que estás enamorado de mí … tú cuerpo te delata! … ¡Hazme tu puta! … ¡Hazme lo que quieras hacerme! … ¡Te amo y quiero estar sola contigo para siempre! … ¡Nunca quiero estar lejos de ti! …
—¿Te das cuenta de que estás diciendo una bobería? … ¡Eres una chica linda! … ¡Eres una chica joven! … ¡Tienes toda la vida por delante! … ¡No puedes malgastarla con un viejo como yo! …
Papá se mordió el labio después de haber dicho todo eso. Yo no podía dar crédito a lo que estaba escuchando y me causaba mucho daño su poca sensibilidad. Yo lo quería a él y solo a él. Quería darle todo de mí. Todo mi amor, mi corazón le pertenecía solo a él. Las lágrimas brotaron espontaneas de mis ojos, bajé mi cabeza para que él no notara el mal que me estaba causando. Luego vinieron las palabras que destrozaron completamente mí corazón.
—¡Basta, Cristina! … ¡Somos padre e hija! … ¡Debemos comportarnos como tal! … ¡Te amo con todo mi corazón! … ¡Pero no puedo darte lo que me estás pidiendo! … ¡Debes salir y conocer a otros chicos! … ¡Necesitas explorar el mundo! … ¡Hay tantos chicos que serían felices contigo! …
No quise seguir escuchando su perorata vacía para mí y lo interrumpí:
—¡Estás muy equivocado, papi! … ¡Nunca te diste cuenta de que yo no quería salir con nadie! … ¡Que no quería tener novios! … ¡Que nunca me relacioné con ninguno de esos estúpidos adolescentes! … ¡Nunca necesité cuidarme con métodos anticonceptivos! …
Le grité desesperada y con mis lagrimas que no cesaban de caer. Él me miró como si me viera por primera vez y respondió con asombro:
—¡Jesús mío! … ¿Acaso me quieres decir que tú nunca …? … ¡No me digas que todavía tú estás…! … ¿No has conocido nunca a nadie? …
—¡Soy virgen, papá! … ¡He esperado toda mi vida por ti! … ¡No quiero a ningún otro! …
Papá me miró y cerró sus puños como si quisiera golpear a alguien, quizás a sí mismo. Estaba hasta dispuesta a ser castigada por él y recibir sus fuertes puños, pero jamás podría acallar mi voz y mi amor por él.
—Bueno … con mayor razón … creo que es hora de que abandones esta casa … conozcas otras personas … tengas otras relaciones … te hará bien a ti y madurarás …
La voz de papá sonó muy fría y yo sabía que él lo decía en serio.
—¡Oh, papá! … ¡No! … ¡No me eches! … ¡Esta es mi casa! … ¡No puedo dejarte! … ¡Por favor! … ¡Si salgo de aquí no volverás a verme jamás! … ¡Tendrás que sepultarme! … ¡Jamás dejaré de amarte, papá! …
Mi voz se quebró, pero ya no lloré. Estaba muriendo en vida, lo puños de papá volvieron a cerrarse, pero esta vez movía sus dedos como si tratara de contenerse y le supliqué por última vez:
—… ¡Me estás rompiendo el corazón, papá! … ¡No soy nada sin ti! … ¡No podré seguir si no te tengo! …
—Ya he arrendado un apartamento para ti, Cristina … estarás bien allí … podrás salir de este ambiente toxico que no te deja pensar … un día me lo agradecerás …
No lo podía creer, papá me estaba echando de casa. Ya había arreglado todo para mí lejos de él. Creí morir, me senté en la cama y mordí mis labios para no gritar mi ira ante el rechazo de mi padre. Yo sé que él me quiere, pero sus estúpidas reglas morales le impiden de sacarse esa capa que nubla sus sentimientos reales. Pero él había tomado una solución drástica y supe que no era el momento de insistir. Me levanté y pasé junto a él sin decir nada más, tomé un cuadro con una fotografía donde estábamos sonriendo él y yo y se la entregué.
—Aquí la tienes … esta es mi vida …
Luego me alejé hacia el baño para ducharme y cambiarme. Por el rabillo del ojo lo vi que se afirmaba a la cómoda un poco tambaleante y vacilante mientras miraba nuestra foto. Mis palabras lo habían golpeado.


Me vestí con un jeans y una remera, me apliqué un poco de ungüento en mi herida y volví a mi dormitorio. Papá todavía estaba allí a mirar esa vieja foto de él y yo. Era una foto de cuando cumplí mis dieciocho años. Bailábamos él y yo al ritmo de un vals, era el vals de los novios. Yo me sentía que, con el paso de adolescente a mayor de edad, iba poder estar finalmente con papá, pero eso nunca sucedió, hasta estos últimos días en que llegamos a besarnos y acariciarnos. Pensé que mis sueños se estaban adverando, que por fin papá y yo íbamos a unirnos para no separarnos más, pero me equivoqué o no fui capaz de convencerlo. Ahora tenía que marcharme de su lado.
—¡Cristina! …
Me volví hacia él esperanzada de que él cambiaría su mente y solo le escuché decir:
—…te ayudaré a mudarte … no es lejos de acá … podremos visitarnos tan a menudo como quieras …
—Papi … estás siendo muy cruel …
En ese mismo momento un ruido ensordecedor estremeció toda la casa y papá se volvió hacia mí sabiendo el terror que le tengo a las tormentas.
—¿Estás bien, Cristina? …
—No … sabes bien el terror que le tengo a los truenos …
—Lo siento, cariño … tal vez no sea un buen día para mudarse …
—No te preocupes, papá … sabré superar mis miedos …
—No es necesario que te vayas hoy mismo, querida …
—Creo que es mejor si me voy … ya no tendrás que preocuparte por mí …
—Pero, cariño … yo …
—Nada temas, papá … debo aprender a sobrevivir sola …
Hubo un enceguecedor relámpago y un terrorífico trueno y papá vio mi mirada aterrada. Por instinto sus brazos me abrazaron brindándome su familiar protección paterna. Lo empujé y retrocedí muy dolida y todavía aterrada por los ruidos de la tormenta que no cesaban.
—Cristina, cariño … soy un estúpido … perdóname …
Para reforzar sus dichos, papá desplazó sus manos de mi cintura a mis nalgas y me retuvo así por una eternidad. Entonces levanté mi rostro y él se inclinó a besarme. Su lengua invadió mi boca y yo empujé la mía en la de él. Lo volví a empujar lejos de mí.
—¡No! … no … ¡Déjame! … ¿Acaso me vas a besar y luego me echarás? … ¡No puedo soportar eso, papi! … ¡Sí lo vuelves a hacer … yo … yo …! …
Papá me agarró con fuerza inaudita.
—Cristina … amor … te amo más que a nada en este mundo … nunca encontraré palabras suficientes para disculparme y pedirte perdón … no quiero que te vayas …
Casi me desmayo cuando él me dijo eso y acompañó sus palabras con un tremendo apretón que aplastó mis senos contra su pecho y volvió a besarme:
—¡Oh, papá! … ¡Papá! …
Le dije estrechándome más a él hasta casi sentir los latidos de su corazón en mis propios pechos. Subí mis manos a su carita tan familiar y lo besé dulcemente entregándome a él. Era lo que quería escuchar de él. Mi sueño se tornaba real. Finalmente, papá me aceptada románticamente. Mi lengua busco ardorosamente la suya y él me estrechó aún más y volví a sentir la reciedumbre de su masculinidad que reaccionaba a mis besos. Esta vez no lo dejaría escapar y mi mano comenzó a acariciar la pata de su pantalón donde se había producido una notable protuberancia palpitante y caliente.


Papá metió sus manos bajo mi remera y la tiró cuidadosamente sobre mi cabeza, tratando de no rozar mi herida. Como estaba sin sujetador, mi pechos cayeron en libertad quedando desnudos ante los voraces ojos de él que murmuró:
—Cariño … tus tetas son impresionantes …
Inmediatamente se inclinó a besar, lamer y chupar mis hermosos senos con duros pezones. Su lengua se movía como un ventilador alrededor de cada uno de mis pezones, haciendo que se pusieran aún más duros. Mis areolas comenzaron a enrojecerse con su amase y caricias, mi espalda se arqueó eróticamente sintiéndome amada por mi padre. ¡Oh, cómo lo quería!


Sus manos pronto encontraron el botón de mis jeans y lo desabotonó, la cremallera se deslizó un poco hacia abajo y él la empujó totalmente hasta el final. Sus dedos alcanzaron la delgada tela de mis calzoncitos y se movieron hábilmente por sobre mi vientre, descendiendo al monte de venus cercano a mis labios regordetes y cerrados, entonces acarició el surco superior de mi panocha, donde mi clítoris comenzaba a erguirse.
—¡Uuufffhhh, papi! …
—¡Sssshhhh, cariño! …
Papá se arrodillo ante mí y tironeó de mis jeans hacia abajo hasta mitad de mis muslos, luego metió su nariz por sobre la tela de mi ropa interior y aspiró profundamente. Primera vez que alguien olía mi panocha y me sentí extraña, pero al mismo tiempo saber que era mi padre quien lo hacía, me daba una tranquilidad incomparable y empujé mi coño cubierto por mi calzón contra sus labios y su lengua barrió mis muslos estrechos y el genero delgado de mis braguitas. Papá metió sus dedos en la banda elástica de mis calzones y los tiró hacia abajo hasta colocarlos sobre mis jeans. Luego se alejó y contempló mi coño extasiado, casi en adoración. Como si se encontrara ante una revelación divina, papá disfrutó admirando el delicado surco de mis labios vaginales, espontáneamente paso su lengua humedeciendo los labios de su boca, como si se aprontara a saciar su sed con mi panocha.


Papá se levantó a cerrar la puerta de mi dormitorio y supe que él tomaría de mí lo que yo había conservado especialmente para él. Me desnudó y me tendió sobre la cama. Luego se detuvo a mirarme de pies a cabeza, se tomó su tiempo antes de poner sus manos sobre mi piel, comenzó a tocarme delicadamente, como si fuera una diosa y a medida que me tocaba yo veía como se inflaba el bulto bajo sus pantalones, al parecer mi piel era como una especie de afrodisiaco para él. Su mano se enfiló entre mis muslos y los abrió un poco, luego uno de sus dedos exploró mi hendidura bañada, yo abrí un poco más las piernas para dejarle libre acceso a mi almejita.
—¡Oh, Cristina! … Te sientes muy apretadita … caliente … y mojadita …
—¡Tócame, papi! … ¡Tócame y préndeme! … ¡Soy toda para ti! …
Su dedo inquisidor se adentró en mí, mi cuerpo se estremeció al sentir ese toque por vez primera.
—¡Oh, querida! … ¡Eres realmente virgen! …
—¡Sí, papi! … ¡Nunca nadie me ha tocado ahí! … ¡Eres el único! …
—Entonces te va a doler …
—También sé eso, papi … pero será momentáneo … tal vez mucho menos que el chichón que tengo en la cabeza …
Papá me sonrió y comenzó a despojarse de sus vestidos. No sé porque, pero no se quitó los boxers, vi una enorme tienda de campaña que se alzaba con su verga dura empujando la tela de sus calzoncillos, mi espalda se arqueó de placer, quería sentir esa polla dura de papá tomando mi virginidad, gemí de caliente al solo imaginar su pija dentro de mí.
—¡Oh, papá! … ¡Quítate ese calzoncillo! … ¡Estás a punto de hacerme correr solo imaginando tu polla, papi! …
Entonces él lo hizo. Su magnifica hombría saltó en escena moviéndose como la espada de un legionario romano, blandiendo el aire altanero y desafiante. Me abalancé sobre él, necesitaba tocarlo, jamás mis manos habían tocado una pija de verdad. Había acompañado a alguna de mis amigas a comprar uno o dos consoladores, pero una polla hermosa y afelpada como la de papá, era la primera que tenía al alcance de mis manos.


Había una cierta dificultad, cuando aferré su pene, mis dedos no fueron capaces de envolver todo el contorno de su polla, luego puse una mano a la base en contacto con los vellos púbicos, mi otra mano se posicionó encima de mi mano, volví a mover la mano de abajo sobre la mano de más arriba, repetí la operación y concluí que la polla de papá medía cuatro manos y media. ¡Guau! ¡Era tremendamente larga y gruesa! No sé como esa cosa gigante iba a caber en mi diminuto coñito que no era capaz de admitir uno de mis flacos dedos. Lo único que me importaba era hacerlo con papá y él con su experiencia, sabría llevarme a las alturas y me penetraría hasta el fondo. Ansiaba tener en mí esa gigantesca polla de él. Luego me vino otra curiosidad, ¿Qué sabor tendría la polla de papá? Inmediatamente me agaché y pase mi lengua sobre su bulbosa y brillante cabezota, empujé su suave y aterciopelado prepucio hacia atrás y descubrí esa especie de hongo hinchado y amoratado de su pene y traté de meterlo a mi boca, con un poco de esfuerzo logré engullirlo, mi lengua busco ese orificio pequeñito que había apenas vislumbrado cuando corrí su cuerito suave. No sabría como definirlo, pero me pareció estar saboreando algo sublime, la verga de papá sabía de sal y miel, era dulzón y ligeramente salado. Quedé inmediatamente prendada de su sabor y chupé con vigor para extraer más de esa delicia de su pija. Lo apreté y estrujé hasta que salieron más gotas de esa ambrosía masculina que rezumaba de su pene tieso. Me estaba alimentando de él, podría haber estado horas a deleitarme de su aroma y sabor, pero él gimió fuerte y me tiró hacia arriba.
—¡No, tesoro! … ¡No quiero correrme en tu boca! …
¡Oh! Sin querer casi hago que papá se corra, yo lo quiero dentro de mí. Me levanté y él me besó en los labios. Ahora mi coño me estaba quemando, estaba completamente en llamas y lo único que deseaba era tener esa inmensa polla en mí, sabía que me iba a doler, pero lo quería desesperadamente, necesitaba que él me follara.
—¡Oh, papi! … ¡Te quiero en mí! … ¡Fóllame, papá! … ¡Préndeme y hazme tu putita! …
—¡Está bien, cariño! … pero antes quiero hacer otra cosa …
Dijo él tendiéndome de espalda y comenzando a deslizarse por mi estomago hacia mi vientre y pelvis, se posicionó entre mis piernas, abrió mis muslos y los colocó sobre sus hombros, levantando mis caderas hacia arriba, después hundió su cabeza en mi panocha. Comencé a gemir y a dar vagidos incontenibles de un lujurioso goce, papá se estaba comiendo mi conchita y yo moría con cada uno de sus lengüetazos y chupadas, sobre todo cuando se detenía brevemente a succionar mí clítoris. Iba a enloquecer si él continuaba a hacerme gozar con su lengua, mi cuerpo se encabritó y golpeé mi pelvis hacia arriba tratando de escapar de su boca que se había pegado a mi botoncito como un molusco, mi cuerpo había convulsionado en espasmódicos estremecimientos y gruñí cuando comencé a correrme en la boca de papá. Me salieron unos potentes chorros con jugo de coño y empujé contra la boca de él sufriendo y gozando de un gigantesco orgasmo:
—¡Urrrggghhh! … ¡Oooohhhh! … ¡Ummmmmm! … ¡Aaahhh! … ¡Umpf! … ¡Aaaahhhh! … Papáaaaa …
Vi los ojos de papá por entre mis piernas y lo escuché decir:
—¡Vamos … nenita! … ¡Córrete! … ¡Déjate ir! … ¡Gózalo! …
Luego solo parte de sus ojos y su frente quedaron visibles cuando volvió a enterrar su cabeza entre mis piernas. Tenía toda su cara mojada y hasta sus cabellos goteaban los fluidos que escaparon de mi coño. No me soltó y yo me volví a correr. Luego una vez más y me soltó cuando mi cuerpo entero tiritaba sobre el edredón.


Pero no había terminado conmigo. Me estiró bien estirada y me tomó de las manos poniéndolas por sobre mi cabeza. Entonces sentí como presentaba su polla contra mi coño empapado. Deseándolo con toda mi alma, abrí mis piernas y lo esperé. Su bulbosa cabezota empujó mi labia vaginal y resbaló fuera. Volvió a posicionarse y esta vez se levantó un poco más sobre mí. La cabezota enorme se trabó en el diminuto ojete de mi vagina. Pensé que esa cosa no iba a entrar, entonces el agachó su cabeza y mordió fuerte mi labio inferior, me dolió, pero contemporáneamente él apoyó esa cabezota presionando con todo su cuerpo. Quise chillar cuando rebanó mi coño abierto y una tercera parte de su pene se adentró forzadamente en mi estrecho orificio, pero solo un ahogado respiro escapó de mi boca, enterré mis dientes en los labios de papá, lo mordí hasta hacerlo sangrar. Él sangraba de su boca y yo sangraba de mi coño. Lo miraba intensamente chupando la sangre de su boca y él me devolvió la mirada intensa comenzando a follar mi panocha sangrante.


Papá siguió empujando y mi coño se estiró al máximo, no sé si había dejado de sangrar, pero ya no me dolía, mi vagina se ensanchó y él pudo penetrarme toda:
—Aférrate fuerte a mí, cariño …
—Sí, papi …
Mi himen ya era historia y comencé a gemir sintiendo la hermosa verga de papá que invadía por completo mi panocha caliente. Estábamos casi nariz con nariz sin dejar de mirarnos y su polla se movía ágilmente en mi estrecha conchita. Nunca dejé de mirar a papá mientras mi himen se desgarraba en mil hilachas. Su polla hermosa, grande y dura había conquistado mi chocho enfebrecido. Papá era mío y yo le pertenecía en cuerpo y alma.


Mis vagidos y llorisqueos se habían transformado en chillidos y gemidos de mujer sintiendo como mí padre besaba mi cuello, mordía mi lóbulo y me susurraba al oído:
—¿Te sientes bien, amorcito? …
—¡Hmmmm! … ¡Sí, papi! … ¡No te detengas! … ¡Me siento tan llena de ti! … ¡No pares! …
—Tu coño ya no es virgen … y se siente increíble … gracias por darme este regalo, hija … mi polla nunca querrá salir de tu esplendido coño …
Así diciendo él incremento la potencia y velocidad de sus embistes. Era algo más rudo y violento, pero me gustaba porque me sentía poseída, él podía hacerme suya en todos los modos que quisiera. Ahora chillé con cada empuje fuerte y apasionado de papá. Él comenzó a pellizcar mis pezones y luego se plegó hasta meterlos en su boca para comenzar a chupar con fuerza, mordisqueándolos y lamiéndolos, era un tortuoso placer que me daba mi padre y que me hacía acercarme cada vez a mi orgasmo.


No pensé en que también mi padre se correría pronto, solo lo escuche:
—¡Oh, Cristina! … ¡Cristina, tesoro! … me voy a correr ... ¡Ummmm! …
Los gemidos de papá se hicieron más intensos y yo me aferré a él con mis piernas, enterrando mis talones en sus muslos y glúteos, luego moví mi pelvis en círculos mientras taloneaba su trasero para hacerlo hundir más profundamente en mí. Papá me sostuvo rodeando mi cintura con sus brazos y le dio duro a mi coño. Jadeé sin poder contenerme y cuando grité mi orgasmo, los cálidos borbotones de papá inundaron mi panocha. Las piernas de papá estaban tan tiesas como su polla y me daba fuertes golpes que me sacaban sofocados gritos. Me estremecí y las olas de mi orgasmo pasaron por mi cuerpo atravesándolo de pies a cabeza. Escondí mi lujurioso rostro en el cuello de papá y me mantuve ahí tratando de recobrar mi cordura. El colchón estaba empapado con mis jugos y nos derrumbamos sobre nuestros fluidos. Papá me mantenía abrazada estrechamente, tan apretada que apenas respiraba, pero yo sabía que él cuidaba de mí y era su modo de hacérmelo sentir. Él me besó y no pude contener mis sollozos:
—¡Bebita! … ¿Qué te pasa? … ¿Te he lastimado? …
—No, papi … es solo … solo que estoy muy feliz … ni siquiera me atrevo a cerrar mis ojos … tengo miedo de despertarme y haber vivido un hermoso sueño … no quiero soñar más, papá … prométeme que jamás nos separaremos … promételo …
—¡Oh, Cristina! … ven vamos a nuestra cama … esta está toda mojada … de ahora en adelante dormiremos en nuestra cama y en nuestro dormitorio …
—¿Nuestra cama y nuestro dormitorio, papá? …
—Sí, tesoro … ya nunca más dormiremos en camas separadas …
Había soñado tantas veces este instante, pero jamás pensé que sería en un momento en que él y yo estaríamos desnudos y besándonos. Volví a llorar abrazada a él, mi padre que siempre me ha cuidado, ahora me rendía la mujer más feliz del mundo ...

Fin

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El regalo más preciado de quien escribe es saber que alguien está leyendo sus historias. Un correo electrónico, a favor o en contra, ¡Tiene la magia de alegrar el día de quien construye con palabras, una sensación y un placer!


luisa_luisa4634@yahoo.com

escrito el
2024-07-08
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