Junto a la piscina

por
género
hetero

Era un caluroso día de verano. Unos cuantos fuimos al chalet de una amiga a disfrutar de su piscina. Aprovechamos el buen día y que estaba sola en casa para hacer una barbacoa para comer. Una vez allí, la dueña del chalet nos presentó a una amiga suya que estaba pasando unos días en su casa. Se llamaba Pamela, y no pasó desapercibida entre los varones del grupo. Una morena de pelo liso y largo, ojos marrones y profundos, piercing en la nariz y cuerpo para el delito. Vestía un bikini morado y negro que nos permitía apreciar perfectamente sus curvas. Un tatuaje de un conejito playboy sellaba un cuerpo que pedía guerra a gritos.

Creo que ninguno de nosotros fue capaz de presentarse a Pamela mirándole a los ojos, dadas sus grandes tetas casi descubiertas ante tal poca ropa. Vimos también que tenía un tatuaje de una bruja en su hombro izquierdo, aunque no sé cómo fuimos capaces de verlo, ya que cuando se giraba no podíamos apartar la mirada de su tremendo culo redondo y bien puesto.

Después de la barbacoa empezamos con los mojitos y trasladamos la fiesta a la piscina. Los chicos comentábamos entre nosotros todas las guarrerías que le haríamos a Pamela y no dejábamos de admirar su cuerpo con disimulo. A media tarde la gente empezó a irse a casa. Yo había bebido demasiados mojitos, y decidí esperar a que se me pasara un poco la borrachera antes de coger el coche. Poco a poco se fueron yendo los demás, incluso la dueña del chalet se fue a su habitación a descansar, y acabé quedándome a solas con Pamela.
Yo me encontraba bañándome en la piscina y Pamela tomaba el sol en una hamaca. Yo no podía dejar de mirarla. Para mi sorpresa, Pamela se llevó las manos a la espalda y con naturalidad se quitó la parte de arriba del bikini. Me quedé boquiabierto. ¡Menudas tetas! Ver el cuerpo de Pamela en topless tomando el sol me estaba poniendo muy cachondo.

Minutos más tarde, Pamela entró a la casa y volvió a su hamaca con un helado. Sin ningún pudor comenzó a lamer ese helado de forma fálica mientras tomaba el sol en topless. A esas alturas yo ya no podía disimular y contemplaba la escena desde la piscina sin cortarme un pelo. Pamela lamía y succionaba el helado como si de una polla se tratase, y las gafas de sol que llevaba me impedían saber si me miraba al hacerlo. Por si eso fuera poco, el calor de verano hizo que su helado comenzara a gotear por su pecho. Yo ya estaba muy caliente y empalmado. Pamela se acabó su helado mientras éste aún le goteaba por las tetas y luego se limpió los pechos con los dedos, llevándoselos después a la boca.

Una vez limpia, se quitó las gafas de sol y se tiró a la piscina. Yo me puse nervioso ya que para entonces tenía la polla muy dura, así que me quedé en una esquina. Pamela nadaba por la piscina con las tetas a la vista. Yo, con los brazos apoyados en el bordillo, actuaba como si no tuviera una tremenda erección en mi bañador. Pamela dejó de bañarse y se giró hacia mí. Yo sonreí nervioso. Ella también sonrió. Anduvo por dentro de la piscina acercándose a mi rincón. Yo veía sus tetas descubiertas moviéndose arriba y abajo con cada paso que daba. Sus grandes tetas mojadas. Las gotas de agua cayendo de su pelo y resbalando por sus pechos. Las más afortunadas llegaban a rozar sus pezones, duros por la temperatura del agua. Llegó hasta mí y me dijo algo. No fui capaz de pensar en lo que me había dicho, dada la tensión del momento. Tensión que aumentó considerablemente cuando noté la mano de Pamela acariciar mi pecho y bajar hasta mi bañador.

Acarició mi polla erecta por fuera del bañador. No noté ningún gesto de sorpresa. Seguramente Pamela ya intuía que estaba empalmado. Las caricias por fuera del bañador cesaron, y pasó a meter la mano por dentro. Me sobresalté un poco. Ella se rio. Acercó su cara a la mía y nos besamos. Pamela pajeaba mi polla debajo del agua mientras su lengua pajeaba la mía en nuestras bocas. Pero mi lengua no era suficiente para ella. Me bajó el bañador, cogió aire, su sumergió bajo el agua y se metió mi polla en la boca. Noté cómo la fría agua de la piscina cambiaba por la calidez de la boca de Pamela. Volví a apoyar mis brazos en el bordillo y miré a mi alrededor por si alguien nos estuviera viendo, pero no. Segundos después Pamela salía del agua entre risas, pero solo lo suficiente para coger aire y volver al trabajo bajo el agua. Nunca me habían hecho una mamada bajo el agua y resultó ser una experiencia cuanto menos curiosa.

A la tercera vez que salió a por aire, me senté en el bordillo de un salto, dejando mi polla a la altura de su cara. Pamela siguió con su mamada, ahora sin tener que apenas inclinarse. De su pelo mojado caían gotas que resbalaban por su cara y llegaban hasta mi polla. Su boca succionaba mi polla mientras una mano la pajeaba y la otra se encargaba de masajear mis huevos. Menuda tarde de verano… Pamela tenía verdadero arte en este tema. No se privó ni de comerme suavemente los huevos mojados por la piscina, y lamerlos con ganas y entusiasmo.

Decidió cambiar de armas y se agarró las tetas para apoyarlas en mis piernas, una a cada lado de mi polla. Después apretó una contra otra, aprisionando mi miembro entre ellas, y las movió para empezar una jugosa paja cubana. Sus grandes tetas cubrían casi toda mi polla, y solo sobresalía el glande, el cual Pamela succionaba y lamía de vez en cuando. Tuve que hacer verdaderos esfuerzos para no correrme en aquel momento. La razón más importante que me llevó a conseguirlo fueron las ganas tremendas que tenía de follármela.

Por ello volví a meterme en el agua. Me puse detrás de Pamela y besé su cuello salvajemente mientras apartaba la parte de debajo de su bikini e introducía mi polla en su interior. Pamela suspiró. Yo agarré sus tetas desde atrás y comencé a follármela a buen ritmo. El agua de la piscina chocaba contra el bordillo y nos salpicaba con cada embestida que daba. Al despertar aquella mañana no imaginaba que por la tarde estaría empotrando a una diosa contra el bordillo de una piscina. No me lo podía creer.

Ahora agarraba a Pamela de la cintura. Sus tetas se aplastaban contra el bordillo mientras la penetraba. Estuvimos así hasta que paré en seco porque noté que me iba a correr. Estuve a punto de correrme. Para dejar descansar un poco mi miembro, Pamela y yo salimos de la piscina. Ella tenía la marca del bordillo en sus tetas. Fuimos a la hamaca donde antes había estado ella tomando el sol. Se tumbó y abrió las piernas. Yo hundí mi cara entre ellas, probando de ese coñito totalmente depilado y húmedo. No me considero ningún artista del cunnilingus pero le arranqué algunos gemidos de placer hasta que estuve recuperado y podía volver a meterla sin riesgo a correrme.

Pamela se dio la vuelta, tumbándose boca abajo en la hamaca. Me coloqué a la altura de su culo y abrí sus nalgas con las manos. La entrada a su culo quedó al descubierto. Acerqué mi boca y dejé caer un poco de saliva en su ano. Después apoyé en él la punta de mi polla, que aún goteaba saliva de Pamela, y con cuidado fui empujando hasta conseguir metérsela entera. Su culo no ofreció mucha resistencia, y Pamela tampoco. Había disfrutado inmensamente de su coñito húmedo, y ahora disfrutaba de su prieto culo. Mis idas y venidas por detrás de la tremenda morenaza provocaban que sus gemidos y suspiros fueran nuestra música de ambiente. Cada vez que la metía entera en su culo, y mis huevos chocaban contra él, Pamela se agarraba con fuerza a la hamaca. Sin embargo gozaba tremendamente teniéndome bien dentro de ella, y no dejaba de repetirme que no parara y que lo hiciera con más fuerza. Di por el culo a Pamela hasta quedarme satisfecho, y entonces decidí dejarme hacer hasta llegar al orgasmo.

Ahora era yo quien se tumbaba en la hamaca. Pamela usó una toalla para limpiar mi polla que acababa de salir de su culo, y luego se sentó encima de mí. Cuidadosa y lentamente fue sentándose sobre mi polla hasta que estuvo entera en su interior. Luego inició toda clase de movimientos. Movía la cintura en círculos, se movía de arriba a abajo lentamente, saltaba salvajemente, movía su culo hacia delante y hacia atrás… En se punto yo solo me dejaba hacer y disfrutaba agarrándole el culo o las tetas de vez en cuando mientras Pamela me cabalgaba. Nuestros cuerpos, húmedos en una mezcla de agua de piscina y sudor, friccionaban desnudos al sol de verano. Se oía un ligero chapoteo cada vez que nuestros cuerpos chocaban. Pamela se azotaba a si misma cada vez que su pelo mojado impactaba sobre su propio cuerpo.

Esa tremenda cabalgada de una pedazo de mujer como Pamela y la vista de sus increíbles tetas mojadas botando delante de mí hicieron que no pudiera contener mucho más la eyaculación. Avisé de que el momento se acercaba y ella dejo de saltar sobre mí para agacharse hasta mi miembro. Se metió mi polla en la boca otra vez, y me pajeó fuerte con las dos manos. Yo me relajé por completo y dejé actuar a mi cuerpo. Pamela me la chupó y pajeó hasta que notó que iba a correrme. Se la sacó de la boca, pero la mantuvo abierta. Siguió pajeando con ambas manos mientras chorros de semen salían disparados e impactaban en su cara o caían en su boca abierta. Me dejó seco. Salió todo lo que tenía, y lo poco que quedaba dentro de mí lo succionó con la boca. Tragó todo lo que cayó en su boca sin hacer ningún tipo de ascos. Tras relamerse dijo:
– ¿Voy a limpiar tu corrida de mi cara y nos damos otro baño?
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escrito el
2015-12-09
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