Carne de diván
por
Ava Maof
género
rómanticos
– ¿Por qué me citaste tan tarde?
– Porque quería ver si eres tan sosa de noche como de día. Ya veo que no.
– Extraña respuesta para un sicólogo. ¿Eso se supone que tiene que mejorar mi autoestima?
-No sé, dímelo tú. ¿Cómo te hace sentir mi respuesta?
– Vaya, lo mismo de siempre, no te gusta lo que te planteo y me sueltas una pregunta capciosa.
– A mí no me parece que sea lo mismo de siempre. ¿Por qué te pusiste maquillaje para venir hoy?
– ¿Maquillaje? ¿Yo?
– Sí, no es que te hayas pasado ni nada, pero nunca usas y se nota. Llevas polvos en la cara, máscara de pestañas y un poco de brillo en los labios. ¿Vas a quedar con alguien después de salir de la consulta o te has arreglado para mí?
– Ricardo, déjalo, que esto se está poniendo raro. No está bien que me hayas citado a esta hora, ni que me digas esas cosas…
– Pero igual viniste, porque estás buscando algo. Y no eres indiferente a lo que te digo. Puedo verlo. Puedo olerlo.
Cerró los ojos intentando controlar el violento temblor que amenazaba con dominar su cuerpo. Cómo podía ser indiferente a lo que estaba oyendo si cada vez que tenía un momento libre pensaba en él y se llenaba de deseo hasta rozar lo insoportable. Soñaba con dejarse apretar por esos brazos poderosos hasta desvanecerse; con que le explotara el clítoris sin piedad con sus manos enormes y contenedoras, como si fuera un grano de uva madura buscando la destrucción. Cómo podía decirle que el frío se desvanecía frente a su poderío, a esos rasgos indígenas que le prometían la revelación de un misterio largamente ansiado. Había llegado a desearlo como la única cura posible, se había masturbado con hambre y desesperación, hasta tener que parar de dolor, evocando cada centímetro de su cuerpo grueso y oscuro. Y ahora él estaba ahí, como una densidad caliente que se expandía frente a sus ojos cerrados, y ella se sentía incapaz de contestar nada.
– Laura, te propongo una cosa. Perdona si te asusté, quería hacerte reaccionar, pero es sólo porque te tengo fe, porque sé que puedes salir de esa cáscara. Mira, vamos a hacer un juego, para seguir avanzando. Yo te digo una palabra y tú me contestas lo primero que se te venga a la mente.
– ¿Lo primero?
– Sí, sin pensarlo ni medio segundo. La idea es que no te cortes, que digas lo que salga y ya. Confías en mí, ¿verdad?
– Vale. Empieza. Estoy lista.
– Miedo
– Ahora
– Esperanza
– Mañana
– Logro
– Recompensa
– Desierto
– Yo
– Puerta
– Cerrada
– Obsesión
– Abandono
– Muerte
– Abandono
– Lugar seguro
– Aquíshutterstock_70813828_
– Pechos
– Pecas
– Cuerpo
– Dolor
– Amor
– Imposible
– Sexo
– …
– Sexo
– …
– Laura
– ¿Si?
– Quiero verte las pecas…
– Porque quería ver si eres tan sosa de noche como de día. Ya veo que no.
– Extraña respuesta para un sicólogo. ¿Eso se supone que tiene que mejorar mi autoestima?
-No sé, dímelo tú. ¿Cómo te hace sentir mi respuesta?
– Vaya, lo mismo de siempre, no te gusta lo que te planteo y me sueltas una pregunta capciosa.
– A mí no me parece que sea lo mismo de siempre. ¿Por qué te pusiste maquillaje para venir hoy?
– ¿Maquillaje? ¿Yo?
– Sí, no es que te hayas pasado ni nada, pero nunca usas y se nota. Llevas polvos en la cara, máscara de pestañas y un poco de brillo en los labios. ¿Vas a quedar con alguien después de salir de la consulta o te has arreglado para mí?
– Ricardo, déjalo, que esto se está poniendo raro. No está bien que me hayas citado a esta hora, ni que me digas esas cosas…
– Pero igual viniste, porque estás buscando algo. Y no eres indiferente a lo que te digo. Puedo verlo. Puedo olerlo.
Cerró los ojos intentando controlar el violento temblor que amenazaba con dominar su cuerpo. Cómo podía ser indiferente a lo que estaba oyendo si cada vez que tenía un momento libre pensaba en él y se llenaba de deseo hasta rozar lo insoportable. Soñaba con dejarse apretar por esos brazos poderosos hasta desvanecerse; con que le explotara el clítoris sin piedad con sus manos enormes y contenedoras, como si fuera un grano de uva madura buscando la destrucción. Cómo podía decirle que el frío se desvanecía frente a su poderío, a esos rasgos indígenas que le prometían la revelación de un misterio largamente ansiado. Había llegado a desearlo como la única cura posible, se había masturbado con hambre y desesperación, hasta tener que parar de dolor, evocando cada centímetro de su cuerpo grueso y oscuro. Y ahora él estaba ahí, como una densidad caliente que se expandía frente a sus ojos cerrados, y ella se sentía incapaz de contestar nada.
– Laura, te propongo una cosa. Perdona si te asusté, quería hacerte reaccionar, pero es sólo porque te tengo fe, porque sé que puedes salir de esa cáscara. Mira, vamos a hacer un juego, para seguir avanzando. Yo te digo una palabra y tú me contestas lo primero que se te venga a la mente.
– ¿Lo primero?
– Sí, sin pensarlo ni medio segundo. La idea es que no te cortes, que digas lo que salga y ya. Confías en mí, ¿verdad?
– Vale. Empieza. Estoy lista.
– Miedo
– Ahora
– Esperanza
– Mañana
– Logro
– Recompensa
– Desierto
– Yo
– Puerta
– Cerrada
– Obsesión
– Abandono
– Muerte
– Abandono
– Lugar seguro
– Aquíshutterstock_70813828_
– Pechos
– Pecas
– Cuerpo
– Dolor
– Amor
– Imposible
– Sexo
– …
– Sexo
– …
– Laura
– ¿Si?
– Quiero verte las pecas…
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