Ir y volver cachonda al trabajo
por
Zion22
género
bondage
Sesión de tarde. Interior
Alicia trabajaba los fines de semana y eso no combinaba bien con sus ganas de fiesta. Se liaba fácil con cualquiera, llegaba a casa con ganas de marcha, me provocaba y yo caía una y otra vez, luego se marchaba a trabajar sin haber dormido y más cachonda que al principio de la noche y siempre con un recado.
–A ver que te inventas.
Esa noche, aunque hacía horas que la esparaba de esa guisa, la recibí tras la puerta con un pantaloncillo negro muy ajustado. Varias tallas menos de lo apropiado para semejante culo, mi chica me decía que rivalizaba con la más prieta de las cubanas. Con aquello apostaba sobre seguro. Nunca olvidaré el día en que tuve la ocurrencia de hacerle un agujero con unas tijeras en la bragueta para facilitar el acceso. Aquello se volvió en mi contra y de que manera. Alicia descubrió la enorme excitación, la tranquilidad, el poderío que daba tener a tu chico agarrado por las pelotas.
-Marrano, si quieres estar todo el día con eso al aire será para que yo me divierta jugando a pelota mano.
La verdad que aquello fue un antes y un después, nada le ponía más cachonda que tenerme ahí, con los huevos y la polla bien a mano para marcar el ritmo.
–Cuéntame una historia bien marrana.–me decía.
Y cuanto más cachonda se ponía mas me me estrujaba. Y cuando se sentaba en mi cara y empezaba a correrse, perecía toda una amazona espoleándo su montura.
–Yo ya tengo mis pelotas antiestres,–le decía a la amigas intrigadas.
Nada más abrir la puerta supe que venía cachonda perdida, se acercó a mí y me echo la mano al paquete dándome palmetadas en los huevos durante un rato, caléntando el material como le gustaba decir. La muy cabrona había dejado la puerta de par en par, si salían los vecinos ya se le ocurriría algo. La luz del rellano de pronto se encendió, yo di un brinco, ella me azotó con fuerza.
–Tranquila perra. Y chitón.
Me estaba calentando duro pero no podía quejarme por temor a descubrirnos. Nada más asomar el zapato de vecino en el rellano, Alicia se giró cerrando lo justo la puerta. Si el vecino hubiera levantado la vista del escote abierto de Alicia, me ve en medio del pasillo, con las pelotas al aire.
–Como me mira este hombre, algún día le invitaremos a jugar.
Tenía la cena preparada pero Alicia venía servida, se sento en una silla mientras yo me acercaba con la bandeja. Copita de vino y cigarrito.
-Vendo saciada. Sabes quien me ha invitado –me dijo con mucha sorna.–Pedro, ya sabes, el que no hace más que decirme ordinarieces, el que me robó las bragas en la convención.
Pedro era un cerdo, el típico putero cincuentón, Alicia lo tenía martir, todo el día provocándole. A mi me odiaba. Alicia le utilizaba para burlarse de mi. Un día le contesté mal en una fiesta, al volver a casa, Alicia completamente cabreada me juró que un día me iba a vestir de puta barata, como las que el se follaba por cinco euros, para que hiciera conmigo lo que quisiera. Ese día lo temía por que sabía que tarde o temprano llegaría.
-Dejame que te cuente ,–me dijo. –Estaba tan cachonda, tan perra, que me he pegado toda la mañana de calientapollas. Qué si pásame esto y lo otro con mis tetas en su espalda. Qué si te has follado a la guarra de tu mujer mucho entre semana. Sentándome en el borde de la mesa enseñando cacha. Vamos que por lo menos tres veces ha ido al vater a cascársela.
En ese instante y con un leve movimiento de piernas, su falda subió lo justo para que yo pudiera ver que no llevaba bragas, Alicia mantuvo el instante para asegurarse la jugada.
–Cuando quedaban cinco minutos para salir me acerque a su mesa, me senté separando descaradamente las piernas. El olor de mi coño lo inundaba todo.Mis bragas justo a la altura de sus ojos, llevaba esas que tanto te gustan, las que me regalaste de colegiala, esas que nunca me he puesto para ti.
Y zas, me dio una buena palmada que me dejo bailando los huevos.
Le dije.–Pedro, mira si soy tonta, me he venido sin nada.
Me abrí un poco el escote, me subí ligeramente la falda, me levanté para que me viera bien por todos lados haciéndome la simple.
–Te importaría invitarme a comer algo, me muero de ganas. Hoy por ti y mañana por mi.
Su cabeza parecía que iba a explotar. Años y años imaginándome entregada a él, sumisa, a sus pies, y hoy, gracias a ti y a lo cachonda que me dejas, a punto de entregarme.
Se levantó de la silla, se arremangó la chaqueta, me iclinó el cuerpo hacia delante, me abrió ligeramente las piernas y zas, entre las piernas, zas, otra y otra.
–Que me pone muy perra verte así.
Se tumbó de medio lado en el sofá, estaba muy sexy con el traje de la oficina, los zapatos, la blusa. Su belleza me desarmaba. Yo la adoraba y ella se dejaba.
–Ahora sigue tú,–me dijo.–Y esmerate que hoy vengo subidita.
Era una de sus momentos preferidos. Ella bien vestida, yo practicamente desnudo, con el paquete bien a mano. Me colocaba a su espalda para poder hablarle de cerca. Una de mis manos metida entre sus piernas trabajándole el chochito. Mis piernas bien abiertas ofreciéndole mis huevos y mi polla para su diversión.
–Fuera de la oficina te agarraste fuerte a él, –comencé–.Para qué notará lo caliente que estabas. Llevabas puesta la gabardina. Te voy a contar un secreto. Muchas veces cuando llevo esta gabardina voy completamente desnuda. Me meto en el baño, me pongo en pelotas y salgo a la calle. Es comodísimo. Lo malo es que algunas veces se me olvida que estoy denuda. Subo al autobús y con el roce de la gente, los achuchones se me abre la gabardina y voy por ahí enseñándolo todo. Más de un disgusto me he llevado, aunque también más de alguna satisfacción.
Te adalantaste unos paso para ponerte frente a el.
–Y ahora llevo o no llevo ropa. –Te abriste el abrigo, ibas vestida, menos mal, si no a nuestro querido Pedro le da un infarto.
–Muy bien cariño, me estás poniendo muy cachonda, a ver esos huevos. –Zas, zas. –Sigue.
Le llevaste al Marrano. Un bar de hombres de los de antes, sucio y grasiento, con váteres de los de hacerlo de pie, de los que hace mucho que no ven una fregona, de los de posters de tías en pelotas. Un bar donde todos los parroquianos te adoran. Donde se obraba un milagro cada vez que entrabas por la puerta.
–Todavía recuerdo esa nochevieja, –me empezó a contar mientras se estremecía en el sofá–. Disfrazada de reina del destape en los 70. Volviendo a casa por la mañana, bien ciega y bien cachonda. La idea me rondaba desde hace tiempo en la cabeza y en la entrepierna. Entré en el bar, estaban todos, me apoyé en la barra para que todos vieran mi modelito, típico de revista barata. Todos habían soñado con una mujer así. Pedí una botella de anís. Me senté en la barra con las pierna bien abiertas, enseñándo todo mi potorro, peludo para la ocasión. Lo empapé de anís y grité. –Quién quiere un chupito, Invita la casa. Pocas veces tantas pollas han sido tan respetuosas y tan merecedoras de aquel homenaje.
–Un día te vestiré así para que lo pruebes, zorra. No creo que lo pases tan bien como yo. Venga esos cojones. –Zas, zas, zas. –Venga sigue.
Estaba Paco el dueño, y nadie más. Un hombre sucio, gordo grasiento, con pinta de pervertido, al que se le iluminó la cara.
Al llegar a la barra te doblaste sobre ella para besar a Paco. Tu falda se subió como por arte de magia y todo tu culo quedo al descubierto. Tus preciosas bragas de colegiala, tus morbosas bragas quedaron al aire. Pedro embobado las miraba mientras se empalmaba otra vez, y cuando vió como le metías la lengua hasta el garganchón a aquel engendro, empezó a ponerse nervioso.
En el sofá el primer orgasmo estaba al caer. Lo supe por el agarrón a mis pelotas, estrujarlas le ayudaba a correrse. A veces los hacía con tanta fuerza y durante tanto rato que se hacía insoportable. Pero ver como se corría, como una fiera, siempre era algo maravilloso.
-Sigue cabrón. Te voy a reventar los huevos.
Cuando te sentaste en el taburete de la barra, el espectáculo de tu culo, de tus piernas, de tu cuerpo, fue un escándalo. Dabas vueltas como una niña desvergonzada y sexy..
-Ponte detrás un momento.–Le dijiste a Pedro–. Te voy a contar algo.
Se puso tras de ti mientras tu sacabas el culo del taburete.
–En mi época de poligonera, la ruta del bacalao y esas cosas, llevaba una minifalda naranja que era mi sello de distinción. Parecía más un cinturón de las veces que me la subía en un finde. Un día aquí sentada, en este taburete, me dio el bajón de varios días de fiesta. Me quedaba inconsciente. Poco a poco la faldita se fue subiendo,pero la casualidad quiso que ese día no llevara bragas, normalmente las perdía o las cambiaba nada más empezar la fiesta. –En un instante te bajaste las bragas para que Pedro pudiera comprobar la veracidad de los hechos y se pusiera más caliente que un hierro rusiente. –Imáginate este culo, entonces adolescente. Con el ojete bien dilatado tras pasar por varios aparcamientos de discoteca. A disposición del personal. El primero fue el padre de Paco, el lo organizó todo y yo se lo agradecí días más tarde. Le follamos el culo hasta que se despierte. Nadie sabe la de pollas que se vaciaron en mi ojete. Cuando me desperté note una última corrida, llevaba cuatro días en la misma posición. De mi culo chorreaba semen a un cubo. Me costó bastante volver a usar mi ojete con normalidad. Eso sí con la pasta me compré un super modelito con el que fui la reina durante varias semanas.
Pedro miraba aquel culo y ya no podía más. Paco al otro lado de la barra se había sacado el rabo y se pajeaba por debajo del delantal….
Y en el sofá la corrida fue monumental. Nunca la había visto tan fuera de sí. Insultándome mientras no paraba de castigar mis pelotas, me obligaba a abrirme más para ella, se volvía hacia mi y me daba una torta en la cara, me escupía…
-Venga más….
Entonces haciéndote la disimulada mientras pedías la consumición le bajaste la bragueta a Pedro. Aquello estaba al borde del reventón. Pero para su sorpresa le agarraste bien fuerte todo aquello. A Pedro los huevos le llevaban doliendo todo el día y cuando empezaste a estrujárselo se asustó. Pero la excitación podía con todo y ver a su objeto del deseo agarrándole las pelotas compensaba muchas cosas,
-Yo Paco ya sabes que he venido a comer rabo, me apetece mucho, mucho, mucho, una buena ración de rabo, hasta dos me comería…
Paco se la meneaba mirándote hablar lascivamente de rabos. A Pedro le dolían las pelotas pero estaba a punto de correrse. De pronto, de los dos lados de la barra empezo a salpicar semen regándote entera. Tu seguías suplicando rabo mientras esas dos pollas que seguín escupiendo ya directamente sobre tu cara. Te regaron bien regada. Apenas se te veía bajo aquella espesa capa de leche. Había corridas por todos lados, parecía que veinte pollas habían descargado a la vez.
Entonces Paco muy guasón te dijo. –Que sepas que se me ha acabado el rabo. –Te reiste bien agusto mientras te atragantabas con el semen. Te desnudaste completamente, solo te dejaste las medias y los zapatos. Paco te alcanzó un delantal que lo justo te tapaba algo, mugriento, asqueroso y maloliente. Estabas divina. Espléndida en medio de la suciedad. Le diste a Pedro tu móvil para que grabara aquello. El último acto. En el suelo, pisoteadas y en medio de un charco de semen estaban tus bragas. Con la boca las recogiste para limpiarte la cara. Te tomaste tu tiempo para limpiar todo aquello, solo con unas bragas, solo con tu lengua.
De repente te levantaste del sofá como una furia.
-Mucho sabes tú perro, que eres adivino, abréte de piernas.
Te quitaste el cinturón de la falda y sin ningún miramiento me diste un tramendo correazo en los cojones. Fue tan doloroso que no pude ni gritar
-Mira bien.
Sacó el móvil y allí estaba, tal y como lo había imaginado, con el delantal, enseñándolo todo, recogiendo el semen,…
Esto es lo que le hacen a tu novia, te parece bien. Y zas otro latigazo. Nunca me habías dado tan fuerte. Yo sentía que me iba a correr.
-Ya veo que te excita verme así, a ver si esto también te resulta muy excitante.
De tu bolso sacaste con furia las bragas sucias y empapadas en semen. Me diste un tortazo bien fuerte mientras me abrías la boca con tus dedos. –Saca esa lengua fuera puta zorra,–tú misma me la estiraste. –Abre bien los ojos, disfruta del momento.
De pronto todo se ralentizó. Yo me quedé muy quieto con la lengua fuera y los ojos bien abiertos. Comenzaste a escurrir las bragas en mi boca. Me pareció interminable.Mi primera naúsea te sirvió para meterme las bragas hasta garganta. Te sentaste en mi cara para que tus preciosas braguitas, aquellas que te regalé, las que habían sido mancilladas por el semen de aquellos dos hombres no salieran de mi boca. Te frotaste en mi cara como si fuera la de un muñeco. Te corrías inundándolo todo como nunca antes lo habías hecho. De pronto te measte. Mientras lo hacias gritabas como una bestia y no parabas de arrearme en lo cojones. Notaba que me axfisiaba cuando un placer inmenso me invadio y me corrí como nunca, no sentía mas que el placer de vaciarme, me pareció una eternidad. De pronto todo se calmó. Levantaste tu coño de mi cara, una punta de las bragas se asomaba por el agujerito de mi nariz. Sacaste la cámara, la de las grandes ocaciones, me pediste que sonriera y me retrataste. Me agarraste la cara y me diste un buen sopapo mientras me llamabas zorra. Anted de dejarme solo me palmeaste los huevos, poco faltó para que volvieras a sentarte en mi cara.
Alicia trabajaba los fines de semana y eso no combinaba bien con sus ganas de fiesta. Se liaba fácil con cualquiera, llegaba a casa con ganas de marcha, me provocaba y yo caía una y otra vez, luego se marchaba a trabajar sin haber dormido y más cachonda que al principio de la noche y siempre con un recado.
–A ver que te inventas.
Esa noche, aunque hacía horas que la esparaba de esa guisa, la recibí tras la puerta con un pantaloncillo negro muy ajustado. Varias tallas menos de lo apropiado para semejante culo, mi chica me decía que rivalizaba con la más prieta de las cubanas. Con aquello apostaba sobre seguro. Nunca olvidaré el día en que tuve la ocurrencia de hacerle un agujero con unas tijeras en la bragueta para facilitar el acceso. Aquello se volvió en mi contra y de que manera. Alicia descubrió la enorme excitación, la tranquilidad, el poderío que daba tener a tu chico agarrado por las pelotas.
-Marrano, si quieres estar todo el día con eso al aire será para que yo me divierta jugando a pelota mano.
La verdad que aquello fue un antes y un después, nada le ponía más cachonda que tenerme ahí, con los huevos y la polla bien a mano para marcar el ritmo.
–Cuéntame una historia bien marrana.–me decía.
Y cuanto más cachonda se ponía mas me me estrujaba. Y cuando se sentaba en mi cara y empezaba a correrse, perecía toda una amazona espoleándo su montura.
–Yo ya tengo mis pelotas antiestres,–le decía a la amigas intrigadas.
Nada más abrir la puerta supe que venía cachonda perdida, se acercó a mí y me echo la mano al paquete dándome palmetadas en los huevos durante un rato, caléntando el material como le gustaba decir. La muy cabrona había dejado la puerta de par en par, si salían los vecinos ya se le ocurriría algo. La luz del rellano de pronto se encendió, yo di un brinco, ella me azotó con fuerza.
–Tranquila perra. Y chitón.
Me estaba calentando duro pero no podía quejarme por temor a descubrirnos. Nada más asomar el zapato de vecino en el rellano, Alicia se giró cerrando lo justo la puerta. Si el vecino hubiera levantado la vista del escote abierto de Alicia, me ve en medio del pasillo, con las pelotas al aire.
–Como me mira este hombre, algún día le invitaremos a jugar.
Tenía la cena preparada pero Alicia venía servida, se sento en una silla mientras yo me acercaba con la bandeja. Copita de vino y cigarrito.
-Vendo saciada. Sabes quien me ha invitado –me dijo con mucha sorna.–Pedro, ya sabes, el que no hace más que decirme ordinarieces, el que me robó las bragas en la convención.
Pedro era un cerdo, el típico putero cincuentón, Alicia lo tenía martir, todo el día provocándole. A mi me odiaba. Alicia le utilizaba para burlarse de mi. Un día le contesté mal en una fiesta, al volver a casa, Alicia completamente cabreada me juró que un día me iba a vestir de puta barata, como las que el se follaba por cinco euros, para que hiciera conmigo lo que quisiera. Ese día lo temía por que sabía que tarde o temprano llegaría.
-Dejame que te cuente ,–me dijo. –Estaba tan cachonda, tan perra, que me he pegado toda la mañana de calientapollas. Qué si pásame esto y lo otro con mis tetas en su espalda. Qué si te has follado a la guarra de tu mujer mucho entre semana. Sentándome en el borde de la mesa enseñando cacha. Vamos que por lo menos tres veces ha ido al vater a cascársela.
En ese instante y con un leve movimiento de piernas, su falda subió lo justo para que yo pudiera ver que no llevaba bragas, Alicia mantuvo el instante para asegurarse la jugada.
–Cuando quedaban cinco minutos para salir me acerque a su mesa, me senté separando descaradamente las piernas. El olor de mi coño lo inundaba todo.Mis bragas justo a la altura de sus ojos, llevaba esas que tanto te gustan, las que me regalaste de colegiala, esas que nunca me he puesto para ti.
Y zas, me dio una buena palmada que me dejo bailando los huevos.
Le dije.–Pedro, mira si soy tonta, me he venido sin nada.
Me abrí un poco el escote, me subí ligeramente la falda, me levanté para que me viera bien por todos lados haciéndome la simple.
–Te importaría invitarme a comer algo, me muero de ganas. Hoy por ti y mañana por mi.
Su cabeza parecía que iba a explotar. Años y años imaginándome entregada a él, sumisa, a sus pies, y hoy, gracias a ti y a lo cachonda que me dejas, a punto de entregarme.
Se levantó de la silla, se arremangó la chaqueta, me iclinó el cuerpo hacia delante, me abrió ligeramente las piernas y zas, entre las piernas, zas, otra y otra.
–Que me pone muy perra verte así.
Se tumbó de medio lado en el sofá, estaba muy sexy con el traje de la oficina, los zapatos, la blusa. Su belleza me desarmaba. Yo la adoraba y ella se dejaba.
–Ahora sigue tú,–me dijo.–Y esmerate que hoy vengo subidita.
Era una de sus momentos preferidos. Ella bien vestida, yo practicamente desnudo, con el paquete bien a mano. Me colocaba a su espalda para poder hablarle de cerca. Una de mis manos metida entre sus piernas trabajándole el chochito. Mis piernas bien abiertas ofreciéndole mis huevos y mi polla para su diversión.
–Fuera de la oficina te agarraste fuerte a él, –comencé–.Para qué notará lo caliente que estabas. Llevabas puesta la gabardina. Te voy a contar un secreto. Muchas veces cuando llevo esta gabardina voy completamente desnuda. Me meto en el baño, me pongo en pelotas y salgo a la calle. Es comodísimo. Lo malo es que algunas veces se me olvida que estoy denuda. Subo al autobús y con el roce de la gente, los achuchones se me abre la gabardina y voy por ahí enseñándolo todo. Más de un disgusto me he llevado, aunque también más de alguna satisfacción.
Te adalantaste unos paso para ponerte frente a el.
–Y ahora llevo o no llevo ropa. –Te abriste el abrigo, ibas vestida, menos mal, si no a nuestro querido Pedro le da un infarto.
–Muy bien cariño, me estás poniendo muy cachonda, a ver esos huevos. –Zas, zas. –Sigue.
Le llevaste al Marrano. Un bar de hombres de los de antes, sucio y grasiento, con váteres de los de hacerlo de pie, de los que hace mucho que no ven una fregona, de los de posters de tías en pelotas. Un bar donde todos los parroquianos te adoran. Donde se obraba un milagro cada vez que entrabas por la puerta.
–Todavía recuerdo esa nochevieja, –me empezó a contar mientras se estremecía en el sofá–. Disfrazada de reina del destape en los 70. Volviendo a casa por la mañana, bien ciega y bien cachonda. La idea me rondaba desde hace tiempo en la cabeza y en la entrepierna. Entré en el bar, estaban todos, me apoyé en la barra para que todos vieran mi modelito, típico de revista barata. Todos habían soñado con una mujer así. Pedí una botella de anís. Me senté en la barra con las pierna bien abiertas, enseñándo todo mi potorro, peludo para la ocasión. Lo empapé de anís y grité. –Quién quiere un chupito, Invita la casa. Pocas veces tantas pollas han sido tan respetuosas y tan merecedoras de aquel homenaje.
–Un día te vestiré así para que lo pruebes, zorra. No creo que lo pases tan bien como yo. Venga esos cojones. –Zas, zas, zas. –Venga sigue.
Estaba Paco el dueño, y nadie más. Un hombre sucio, gordo grasiento, con pinta de pervertido, al que se le iluminó la cara.
Al llegar a la barra te doblaste sobre ella para besar a Paco. Tu falda se subió como por arte de magia y todo tu culo quedo al descubierto. Tus preciosas bragas de colegiala, tus morbosas bragas quedaron al aire. Pedro embobado las miraba mientras se empalmaba otra vez, y cuando vió como le metías la lengua hasta el garganchón a aquel engendro, empezó a ponerse nervioso.
En el sofá el primer orgasmo estaba al caer. Lo supe por el agarrón a mis pelotas, estrujarlas le ayudaba a correrse. A veces los hacía con tanta fuerza y durante tanto rato que se hacía insoportable. Pero ver como se corría, como una fiera, siempre era algo maravilloso.
-Sigue cabrón. Te voy a reventar los huevos.
Cuando te sentaste en el taburete de la barra, el espectáculo de tu culo, de tus piernas, de tu cuerpo, fue un escándalo. Dabas vueltas como una niña desvergonzada y sexy..
-Ponte detrás un momento.–Le dijiste a Pedro–. Te voy a contar algo.
Se puso tras de ti mientras tu sacabas el culo del taburete.
–En mi época de poligonera, la ruta del bacalao y esas cosas, llevaba una minifalda naranja que era mi sello de distinción. Parecía más un cinturón de las veces que me la subía en un finde. Un día aquí sentada, en este taburete, me dio el bajón de varios días de fiesta. Me quedaba inconsciente. Poco a poco la faldita se fue subiendo,pero la casualidad quiso que ese día no llevara bragas, normalmente las perdía o las cambiaba nada más empezar la fiesta. –En un instante te bajaste las bragas para que Pedro pudiera comprobar la veracidad de los hechos y se pusiera más caliente que un hierro rusiente. –Imáginate este culo, entonces adolescente. Con el ojete bien dilatado tras pasar por varios aparcamientos de discoteca. A disposición del personal. El primero fue el padre de Paco, el lo organizó todo y yo se lo agradecí días más tarde. Le follamos el culo hasta que se despierte. Nadie sabe la de pollas que se vaciaron en mi ojete. Cuando me desperté note una última corrida, llevaba cuatro días en la misma posición. De mi culo chorreaba semen a un cubo. Me costó bastante volver a usar mi ojete con normalidad. Eso sí con la pasta me compré un super modelito con el que fui la reina durante varias semanas.
Pedro miraba aquel culo y ya no podía más. Paco al otro lado de la barra se había sacado el rabo y se pajeaba por debajo del delantal….
Y en el sofá la corrida fue monumental. Nunca la había visto tan fuera de sí. Insultándome mientras no paraba de castigar mis pelotas, me obligaba a abrirme más para ella, se volvía hacia mi y me daba una torta en la cara, me escupía…
-Venga más….
Entonces haciéndote la disimulada mientras pedías la consumición le bajaste la bragueta a Pedro. Aquello estaba al borde del reventón. Pero para su sorpresa le agarraste bien fuerte todo aquello. A Pedro los huevos le llevaban doliendo todo el día y cuando empezaste a estrujárselo se asustó. Pero la excitación podía con todo y ver a su objeto del deseo agarrándole las pelotas compensaba muchas cosas,
-Yo Paco ya sabes que he venido a comer rabo, me apetece mucho, mucho, mucho, una buena ración de rabo, hasta dos me comería…
Paco se la meneaba mirándote hablar lascivamente de rabos. A Pedro le dolían las pelotas pero estaba a punto de correrse. De pronto, de los dos lados de la barra empezo a salpicar semen regándote entera. Tu seguías suplicando rabo mientras esas dos pollas que seguín escupiendo ya directamente sobre tu cara. Te regaron bien regada. Apenas se te veía bajo aquella espesa capa de leche. Había corridas por todos lados, parecía que veinte pollas habían descargado a la vez.
Entonces Paco muy guasón te dijo. –Que sepas que se me ha acabado el rabo. –Te reiste bien agusto mientras te atragantabas con el semen. Te desnudaste completamente, solo te dejaste las medias y los zapatos. Paco te alcanzó un delantal que lo justo te tapaba algo, mugriento, asqueroso y maloliente. Estabas divina. Espléndida en medio de la suciedad. Le diste a Pedro tu móvil para que grabara aquello. El último acto. En el suelo, pisoteadas y en medio de un charco de semen estaban tus bragas. Con la boca las recogiste para limpiarte la cara. Te tomaste tu tiempo para limpiar todo aquello, solo con unas bragas, solo con tu lengua.
De repente te levantaste del sofá como una furia.
-Mucho sabes tú perro, que eres adivino, abréte de piernas.
Te quitaste el cinturón de la falda y sin ningún miramiento me diste un tramendo correazo en los cojones. Fue tan doloroso que no pude ni gritar
-Mira bien.
Sacó el móvil y allí estaba, tal y como lo había imaginado, con el delantal, enseñándolo todo, recogiendo el semen,…
Esto es lo que le hacen a tu novia, te parece bien. Y zas otro latigazo. Nunca me habías dado tan fuerte. Yo sentía que me iba a correr.
-Ya veo que te excita verme así, a ver si esto también te resulta muy excitante.
De tu bolso sacaste con furia las bragas sucias y empapadas en semen. Me diste un tortazo bien fuerte mientras me abrías la boca con tus dedos. –Saca esa lengua fuera puta zorra,–tú misma me la estiraste. –Abre bien los ojos, disfruta del momento.
De pronto todo se ralentizó. Yo me quedé muy quieto con la lengua fuera y los ojos bien abiertos. Comenzaste a escurrir las bragas en mi boca. Me pareció interminable.Mi primera naúsea te sirvió para meterme las bragas hasta garganta. Te sentaste en mi cara para que tus preciosas braguitas, aquellas que te regalé, las que habían sido mancilladas por el semen de aquellos dos hombres no salieran de mi boca. Te frotaste en mi cara como si fuera la de un muñeco. Te corrías inundándolo todo como nunca antes lo habías hecho. De pronto te measte. Mientras lo hacias gritabas como una bestia y no parabas de arrearme en lo cojones. Notaba que me axfisiaba cuando un placer inmenso me invadio y me corrí como nunca, no sentía mas que el placer de vaciarme, me pareció una eternidad. De pronto todo se calmó. Levantaste tu coño de mi cara, una punta de las bragas se asomaba por el agujerito de mi nariz. Sacaste la cámara, la de las grandes ocaciones, me pediste que sonriera y me retrataste. Me agarraste la cara y me diste un buen sopapo mientras me llamabas zorra. Anted de dejarme solo me palmeaste los huevos, poco faltó para que volvieras a sentarte en mi cara.
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