Burro
por
gewurtz
género
gay
Cono conocí a Rocco y mi primer encuentro con él. Puedo decir que perdí la cabeza.
Lo conoci en un bar del barrio de Las Letras donde con amigos de universidad íbamos regularmente de copas. Rocco, el camarero, nos atendía muy amablemente.
Era un moreno atlético, un joven de físico espectacular, brazos gruesos y espaldas anchas, como me gustan los hombres. Podía imaginar lo que tendría entre las piernas. Desde la primera ocasión que lo ví disfruté admirando su cuerpo.
Solíamos intercambiar sonrisas y saludos. Un día estaba por pagar la cuenta, cuando Rocco, sabiendo que yo era estudiante, me pidió consejo sobre universidades en Madrid. Le dije que sí por supuesto y me dió un papel con su número de teléfono pidiéndome que lo llame.
Me moría de ganas de llamarlo el día siguiente pero me contuve para no mostrar excesivo interés. El martes de la semana siguiente lo llamé. Me dijo que en ese preciso momento estaba ocupado y no podía conversar, pero me pidió para vernos el día siguiente. Le sugerí encontrarnos en La Rana Verde en la Gran Via.
Quedamos para el mediodia, pues él tenía que entrar a trabajar a las seis de la tarde. Dicho y hecho. Yo estaba nervioso, casi como un adolescente. Llegué unos minutos antes de la hora y él ya me esperaba en una mesa. Pedimos algo de beber y comer: un par de cañas y pinchos de tortilla.
Me contó que era dominicano, que tenía en España un poco más de dieciocho meses, pero que ya había logrado varios de sus objetivos: conseguir trabajo, una novia española y enrolarse en un gimnasio, pues quería mantenerse en forma, hábito que había adquirido en los dos años que estuvo en el ejército de su país. Allí, sus amigos soldados le pusieron el apelativo de Burro.
Mirándolo a los ojos le dije que tenía un hermoso cuerpo y el físico de un atleta profesional.
Su siguiente paso era estudiar ingeniería y buscaba consejo sobre el sistema universitario y sobre cómo empezar. Estuvimos hablando de muchas cosas por casi dos horas. En cierto momento puse mis manos sobre las suyas y lo invité a seguir charlando en mi piso, pues vivo a pocas cuadras, muy cerca a la plaza España. Aceptó encantado.
Mi departamento, un regalo de mis adinerados padres cuando supieron que venia a Madrid a estudiar -soy de Albacete-, es un cómodo piso de dos dormitorios, elegantemente amoblado y decorado. A Rocco le encantó.
- "Que gran suerte el ser dueño de algo tan lindo".
Me contó, riendo, que cuándo lo llamé por teléfono estaba en casa de su novia, Paloma, haciendo el amor y se disculpó por no haberme respondido. Nos reímos juntos.
Estábamos sentados en el sofá de la sala cuando me pidió ir al baño. Me sorprendió al volver un par de minutos después semidesnudo, sólo en calzoncillos.
- "Estoy seguro que preferirás verme así ".
No pude ocultar el placer de ver a semejante ejemplar, un escultural macho de ébano, frente a mi. Se sentó a mi lado y sonrió.
- "El primer día que te conocí supe que eras gay. Tus sucesivas miradas me lo confirmaron. Me equivoco? Acércate, no muerdo."
- "Si, soy gay pasivo. Lo descubrí cuando tenía diecisiete años. Fue con un 'tío', un hombre mayor amigo de mi padre."
- "Te molesta que te llame marica, como decimos en Santo Domingo? Mi marica."
- "No, para nada."
Sentado junto a él me atreví a posar la mano y acariciar uno de sus enormes brazos.
- "El resultado de hora y media diaria de gimnasio y levantamiento de pesas. Te gustan?
- "Claro. Pareces una escultura griega, aunque ellos no eran morenos."
Se echó a reir. Mis dedos recorrían su pecho y el fino vello que lo cubría. Mis manos lo recorrieron lentamente. Me detuve a jugar con sus tetillas, me recliné y pasé mi lengua sobre ellas; lo sentí respirar agitadamente. Debo confesar que eme encanta besar el pecho de los hombres que me llevo a la cama
- "Pareces tener una lengua de fuego. Sigue."
La invitación me estaba dada. Mis manos tocaron el bulto en su ropa interior, mientras trataba de aspirar su olor refregando mi nariz en sus calzoncillos.
- "Quítamelos."
Sin mayor dificultad hice lo que me pidió. Lo que ví me dejó asombrado: una polla enorme, y sobre todo, de un grosor increíble. Una locura.
- "Ahora sabes porqué me dicen Burro."
Era tan gruesa que tuve que usar las dos manos para poder rodear esa magnífica verga. La acaricié y empecé a masturbarlo lentamente.
- "Cuántas han visto esta belleza"?
- "Muchas mujeres, pero maricas sólo dos: tu y un otro."
Con la punta de la lengua saboreé el líquido pre-seminal que salía de su polla y le retiré el prepucio para besar y lamer el enorme glande. La posición era incómoda, así que me arrodillé en el suelo frente a él y le separé las piernas. Se dejó llevar..
Entonces empezó lo bueno: por largos minutos me dedique a comerle la polla con gran pasión. Besé y lamí cada centímetro de esa maravilla que tenía entre las piernas. Literalmente perdí la cabeza chupando, besando, adorando su enorme verga. No tengo idea cuantos minutos pasaron, pero gocé dándole la mejor mamada que pude. Burro gemía, casi gruñía de placer.
Mi boca estaba llena, llenísima de su dura carne. No sé como llegué a tragarme semejante polla. Un placer indescriptible.
- "Mi marica mama muy, pero muy bien."
- "Quiero tomarme tu lefa, quiero que me des toda tu leche. Córrete en mi boca."
- "Ahhhhhhh."
Mis palabras apuraron su orgasmo. Sentí su polla explotar en mi boca mientras la llenaba de grumos de semen con tres o cuatro trallazos. Me bebí hasta la última gota, pues para mí es algo íntimo: el sabor que me impregnaba la boca era el del macho a quién había dado placer.
Rocco parecía exhausto. Fui al baño y volví con unas toallas húmedas que usé para limpiarle la polla con delicadeza, como buen amante.
Fue al baño a ducharse y volvió junto a mí. Se había vestido pues debía salir hacia su trabajo.
- "Estuvo riquísimo. Mamas verga como los dioses, mejor que cualquier hembra."
- "Nunca había tenido nada tan grande en la boca. Me gustó mucho."
- "No puedo quedarme así, tengo que darte por el culo, quiero comértelo."
- "Estás loco? Me matarías de dolor, me partirías en dos?"
- "No te preocupes. Eso déjalo por mi cuenta. Hoy termino de trabajar a las diez de la noche y puedo estar aquí quince o veinte minutos después. Traigo algo de comer, está bien?"
El deseo me ganó , la tentación de revolcarme con Rocco en la cama fue más fuerte.
- "Si, te espero entonces."
- "Una cosa: aféitate cada pelo del cuerpo. Esta noche quiero gozar aún más de mi marica."
- "Hare lo que me pides."
- "Nos vemos en unas horas entonces. Vas a disfrutar como nunca en tu vida."
Me dio un beso en la mejilla y salió como si nada hubiese pasado. Yo estaba emocionado de pensar en la mezcla de placer y dolor que me esperaba.
(Continuará...)
Lo conoci en un bar del barrio de Las Letras donde con amigos de universidad íbamos regularmente de copas. Rocco, el camarero, nos atendía muy amablemente.
Era un moreno atlético, un joven de físico espectacular, brazos gruesos y espaldas anchas, como me gustan los hombres. Podía imaginar lo que tendría entre las piernas. Desde la primera ocasión que lo ví disfruté admirando su cuerpo.
Solíamos intercambiar sonrisas y saludos. Un día estaba por pagar la cuenta, cuando Rocco, sabiendo que yo era estudiante, me pidió consejo sobre universidades en Madrid. Le dije que sí por supuesto y me dió un papel con su número de teléfono pidiéndome que lo llame.
Me moría de ganas de llamarlo el día siguiente pero me contuve para no mostrar excesivo interés. El martes de la semana siguiente lo llamé. Me dijo que en ese preciso momento estaba ocupado y no podía conversar, pero me pidió para vernos el día siguiente. Le sugerí encontrarnos en La Rana Verde en la Gran Via.
Quedamos para el mediodia, pues él tenía que entrar a trabajar a las seis de la tarde. Dicho y hecho. Yo estaba nervioso, casi como un adolescente. Llegué unos minutos antes de la hora y él ya me esperaba en una mesa. Pedimos algo de beber y comer: un par de cañas y pinchos de tortilla.
Me contó que era dominicano, que tenía en España un poco más de dieciocho meses, pero que ya había logrado varios de sus objetivos: conseguir trabajo, una novia española y enrolarse en un gimnasio, pues quería mantenerse en forma, hábito que había adquirido en los dos años que estuvo en el ejército de su país. Allí, sus amigos soldados le pusieron el apelativo de Burro.
Mirándolo a los ojos le dije que tenía un hermoso cuerpo y el físico de un atleta profesional.
Su siguiente paso era estudiar ingeniería y buscaba consejo sobre el sistema universitario y sobre cómo empezar. Estuvimos hablando de muchas cosas por casi dos horas. En cierto momento puse mis manos sobre las suyas y lo invité a seguir charlando en mi piso, pues vivo a pocas cuadras, muy cerca a la plaza España. Aceptó encantado.
Mi departamento, un regalo de mis adinerados padres cuando supieron que venia a Madrid a estudiar -soy de Albacete-, es un cómodo piso de dos dormitorios, elegantemente amoblado y decorado. A Rocco le encantó.
- "Que gran suerte el ser dueño de algo tan lindo".
Me contó, riendo, que cuándo lo llamé por teléfono estaba en casa de su novia, Paloma, haciendo el amor y se disculpó por no haberme respondido. Nos reímos juntos.
Estábamos sentados en el sofá de la sala cuando me pidió ir al baño. Me sorprendió al volver un par de minutos después semidesnudo, sólo en calzoncillos.
- "Estoy seguro que preferirás verme así ".
No pude ocultar el placer de ver a semejante ejemplar, un escultural macho de ébano, frente a mi. Se sentó a mi lado y sonrió.
- "El primer día que te conocí supe que eras gay. Tus sucesivas miradas me lo confirmaron. Me equivoco? Acércate, no muerdo."
- "Si, soy gay pasivo. Lo descubrí cuando tenía diecisiete años. Fue con un 'tío', un hombre mayor amigo de mi padre."
- "Te molesta que te llame marica, como decimos en Santo Domingo? Mi marica."
- "No, para nada."
Sentado junto a él me atreví a posar la mano y acariciar uno de sus enormes brazos.
- "El resultado de hora y media diaria de gimnasio y levantamiento de pesas. Te gustan?
- "Claro. Pareces una escultura griega, aunque ellos no eran morenos."
Se echó a reir. Mis dedos recorrían su pecho y el fino vello que lo cubría. Mis manos lo recorrieron lentamente. Me detuve a jugar con sus tetillas, me recliné y pasé mi lengua sobre ellas; lo sentí respirar agitadamente. Debo confesar que eme encanta besar el pecho de los hombres que me llevo a la cama
- "Pareces tener una lengua de fuego. Sigue."
La invitación me estaba dada. Mis manos tocaron el bulto en su ropa interior, mientras trataba de aspirar su olor refregando mi nariz en sus calzoncillos.
- "Quítamelos."
Sin mayor dificultad hice lo que me pidió. Lo que ví me dejó asombrado: una polla enorme, y sobre todo, de un grosor increíble. Una locura.
- "Ahora sabes porqué me dicen Burro."
Era tan gruesa que tuve que usar las dos manos para poder rodear esa magnífica verga. La acaricié y empecé a masturbarlo lentamente.
- "Cuántas han visto esta belleza"?
- "Muchas mujeres, pero maricas sólo dos: tu y un otro."
Con la punta de la lengua saboreé el líquido pre-seminal que salía de su polla y le retiré el prepucio para besar y lamer el enorme glande. La posición era incómoda, así que me arrodillé en el suelo frente a él y le separé las piernas. Se dejó llevar..
Entonces empezó lo bueno: por largos minutos me dedique a comerle la polla con gran pasión. Besé y lamí cada centímetro de esa maravilla que tenía entre las piernas. Literalmente perdí la cabeza chupando, besando, adorando su enorme verga. No tengo idea cuantos minutos pasaron, pero gocé dándole la mejor mamada que pude. Burro gemía, casi gruñía de placer.
Mi boca estaba llena, llenísima de su dura carne. No sé como llegué a tragarme semejante polla. Un placer indescriptible.
- "Mi marica mama muy, pero muy bien."
- "Quiero tomarme tu lefa, quiero que me des toda tu leche. Córrete en mi boca."
- "Ahhhhhhh."
Mis palabras apuraron su orgasmo. Sentí su polla explotar en mi boca mientras la llenaba de grumos de semen con tres o cuatro trallazos. Me bebí hasta la última gota, pues para mí es algo íntimo: el sabor que me impregnaba la boca era el del macho a quién había dado placer.
Rocco parecía exhausto. Fui al baño y volví con unas toallas húmedas que usé para limpiarle la polla con delicadeza, como buen amante.
Fue al baño a ducharse y volvió junto a mí. Se había vestido pues debía salir hacia su trabajo.
- "Estuvo riquísimo. Mamas verga como los dioses, mejor que cualquier hembra."
- "Nunca había tenido nada tan grande en la boca. Me gustó mucho."
- "No puedo quedarme así, tengo que darte por el culo, quiero comértelo."
- "Estás loco? Me matarías de dolor, me partirías en dos?"
- "No te preocupes. Eso déjalo por mi cuenta. Hoy termino de trabajar a las diez de la noche y puedo estar aquí quince o veinte minutos después. Traigo algo de comer, está bien?"
El deseo me ganó , la tentación de revolcarme con Rocco en la cama fue más fuerte.
- "Si, te espero entonces."
- "Una cosa: aféitate cada pelo del cuerpo. Esta noche quiero gozar aún más de mi marica."
- "Hare lo que me pides."
- "Nos vemos en unas horas entonces. Vas a disfrutar como nunca en tu vida."
Me dio un beso en la mejilla y salió como si nada hubiese pasado. Yo estaba emocionado de pensar en la mezcla de placer y dolor que me esperaba.
(Continuará...)
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