La jovencita Laura (Sexo entre setos IV)
por
Sidarta
género
dominación
Por motivos laborales y personales, no había vuelto a los setos del barrio durante al menos una semana en la que apenas me hice un par de pajas pensando en los acontecimientos de días anteriores. No más.
La noche de la historia de hoy empezó con el sonido del telefonillo donde una voz femenina muy amable me pidió si le podía abrir. Lo hice sin haberme enterado bien de quién era. Pensé en alguna vecina.
Al minuto sonaba el timbre de mi casa. Me asomé por la mirilla y cual fue mi sorpresa al ver quién era. Era Laura, la chica de la segunda noche entre los setos.
Un escalofrío recorrió mi cuerpo. No entendí como pudo averiguar mi domicilio pero no la quise hacer espera mucho más y abrí. Estaba maquillada, la verdad es que preciosa, con un vestido largo y sonriente.
-¡Hola!
-Hola... ¡Qué sorpresa!
-¿Me invitas?
-Si, claro...
Abrí la puerta y entró en mi casa. Vi la bonita silueta que dibujaba aquella falda larga pero con caída. Entró mirando la entrada.
-¿Sabías que vivía aquí?
-Más o menos. Me sonaba haberte visto.
Me cogió la mano y tiró de ella hacia el fondo.
-¿La habitación...?
-Sí, al fondo...
No me opuse y me dejé llevar al fondo de mi casa por mi visita.
-Que sepas que me duele el culo un poco, pero me mojo de pensar en ella. ¿Disfrutaste?
-Si, claro, pero tuve cuidado.
-Lo sé y me encanto ¿Eh? Pero te echo de menos desde entonces. Nada romántico.
Se giró al entrar a la habitación y se subió de rodillas sobre la cama.
-Creo que también te molé. ¿No?
-Eres muy bonita.
De rodillas, abrió sus brazos y me acerque a ella para agarrarnos y comenzar a besarnos. Así, empezamos a magrearnos y ella no tardó en palpar el bulto en mi pantaloncito corto donde la polla ya empujaba tiesa.
-¡Cuánto me he acordado de ella...!
Tiró como pudo del pantalón y dejó asomar media polla por encima, lo suficiente para meter la mano y abrazarla entre los dedos para subir y bajar con fuerza. Tiré del pantalón para dejarlo caer hasta los muslos. Luego tiré de su falda hacia arriba para poder agarrarla por las cachas de su bonito trasero. Le metí las bragas entre las cachas y empecé a sobarlo mientras Laura subía y bajaba la mano sin prisa pero apretando con fuerza. Me gustaba, mucho.
-¿Te han follado?
-¿Como...?
-Axel, o Lexie...
Me quedé un instante en silencio.
-Dime...
Se separó un poco para inclinarse y llevarse la polla a la boca. Todo sucedía muy rápido. Comenzó a mamar con su cálida boca de forma intensa.
-Axel. Axel me folló la noche anterior.
Se sacó la polla de la boca.
-¿Por el culo?
-Si, por detrás. Y Lexie por la boca.
Volvió a chuparme la polla con intensidad. Tiré del vestido hacia arriba hasta dejar asomar su trasero. Se detuvo y se echó hacia atrás para dejarme sitio en la cama. Me quité el pantalón y la camiseta. Ella se desprendió del vestido. Su cuerpo menudo era una preciosidad.
-Siéntate.
Me senté en la cama. Ella permanecía de rodillas. Se metió la mano en la braga.
-He pensado mucho en tí y tengo una fantasía.
-¡Si...? -Mostré interés-. En aquella jovencita sonaba todo muy bien. Su voz, su juventud me encandilaban.
-Te vi tan obediente el otro día, que di por hecho que tu culo también era de Axel.
Creo que me debí sonrojar en aquel momento. Agaché la mirada.
-Me encanta. Quiero penetrarte.
La miré con sorpresa.
-Nunca he hecho algo así y quiero hacerlo contigo, con un dedo, un consolador... De hecho traje uno pequeño en el bolso.
Llevó de nuevo la mano a la polla y empezó a acariciarme.
-Lo vamos a pasar bien... los dos. Tendré cuidado. Me pongo muy cachonda de pensarlo.
Supongo que pensaría que todo aquello era muy nuevo para mí. Lo de Axel sí, pero haber jugado con consoladores no era nuevo. Guardaba uno de buen tamaño a dos metros de nosotros. Lo había utilizado un par de veces pero no quise decírselo. Laura cogió su bolso y sacó el suyo, pequeño, algo más grueso que un dedo. No dije nada, y con eso sentencié la respuesta. Ella se emocionó, así que se sentó en el borde de la cama abierta de piernas.
-Ponte delante.
Como con Axel, me puse en plan obediente. Con la polla totalmente tiesa me puse frente a ella, que se desabrochó el sujetador dejando asomar sus pequeñas preciosas tetas. Agarró la polla y comenzó de nuevo a chuparla con verdadera maestría hasta que empezó a oir intensificarse mis gemidos. Entonces se chupó un dedo de la mano izquierda y bordeándome con el brazo buscó entre las cachas mi estrecho ojete. Con la intensa mamada, su dedo entró con sutileza por el culo y mis piernas temblaron de gusto. Resoplé.
-¿Te gusta...?
Volvió a llenarse la boca.
-Mmm, siii, me encanta...
El dedo y su boca se sincronizaron y aquello me estaba sabiendo a gloria. Apoyé las manos sobre sus hombros mientras Laura me iba llevando al séptimo cielo. Paró un momento para darme el consolador y pedirme que lo humedeciera bien en saliva, y como si de una polla se tratara, la ensalive y mamé hasta que Laura sacó el dedo y se detuvo de nuevo para mirarme sonriente.
-Date la vuelta.
Me cogió el pequeño consolador antes de que yo me girase y doblase contra la puerta del armario. Metió el dedo de nuevo en el culo y tras unos segundos removiéndolo, lo sustituyó por el pequeño consolador.
-¡Ufff...!
Noté su mayor grosor pero igualmente entró en mis entrañas sin dificultad al menos algunos centímetros. Lo escupió y lo empujó entero, hasta el fondo. Solté el aire que me quedaba de una bocanada y Laura azotó mi trasero.
-¡Me encanta...! ¡Como entra...!
Empezó a sacudirlo con ritmo, a meterlo y sacarlo despacio pero sin pausa.
-¿Te gusta...?
-Mmmm, siii, me gusta mucho.
-Pero no te duele.
-Noo, noo... Pero me encanta.
-Qué lastima no tener una buena polla para empotrarte... Me encantaría hacer como habría hecho Axel contigo... Me gustaría meter más...
-¿Mas grueso...?
-Y más grande...
Se detuvo.
-¿Tienes algo...?
-Bueno... un consolador más grande, como mi polla o algo más.
-Vaya... ¿Me lo dejas...? Quiero verlo. Un buen consolador metido en tu culo...
Sacó el consolador y fui al armario donde lo guardaba. Laura se quedó sentada en la cama. Saqué la caja y lo extraje. Laura se quedó sorprendida al verlo.
-¡Dios...! Es como tu polla...
-Algo más, creo.
-Trae.
Se lo acerqué y se lo dí. Lo miró un momento y luego cogiendo el lubricante lo vertió por la punta. Se sentó en la cama, con la espalda sobre el cabecero. Abriéndose de piernas apartó las braguitas a un lado y se empezó a rozar con la punta del consolador entre su vello dejándolo ir desaparenciendo entre sus labios hasta que un suave suspiro se lo metió levemente.
-¡Ahhh...!
Me subí a la cama para situarme frente a ella y contemplar el espectáculo que me ofrecía. El consolador, que simulaba una polla real con el color y detalles del glande y venas gruesas, desapareció para penetrar su vagina. La miré cachondo perdido. Ella me miraba mientras su coño engullía centímetro a centímetro el hermoso consolador.
-Ven... Acércate...
A cuatro patas me aproximé a ella y empezamos a morrearnos mientras ella jugaba con el consolador en su coño. La excitación iba en aumento hasta que me pidió casi en un susurro que me diera la vuelta.
-Quiero follarte el ojete. Déjame, anda. Estoy a mil...
Yo también lo estaba, por lo que me giré sin palabra alguna y con deseo. Lo primero que hizo tras sacárselo es volver a hundir uno de sus dedos bien embadurnado en el culo. Me supo delicioso y no se hizo esperar un segundo dedo con el que empezó a dilatar bien mi estrecho ojete. Notaba los dedos apretados pero me gustaba, de hecho mi polla permanecía dura como una piedra. Jugó con los dedos girándolos, revolviéndolos dentro, permitiendo que poco a poco la estrechez fuese haciéndose menor.
-¿Te gusta putita...? ¡Uf, qué culito...! Muévelo, muévelo cariño..., te voy a meter el consolador y te voy a llevar al séptimo cielo.
Sacó los dedos y con un chorro de lubricante por la parte de arriba yla punta, plantó el glande de silicona sobre mi ojete. Me estremecí y empujó suavemente. Resoplé. Podía escuchar como su respiración se entrecortaba. Estaba tan cachonda como yo. Se puso de rodillas para hacerlo mejor y de nuevo posó. Noté como estaba bien lubricado. empujó pero no entró, así que llevé mi mano y también lo agarré casi por la punta para ayudarle a empujarlo. Aflojé y mi ano cedió dejando abrirse al hermoso glande. Gemí de dolor... y de gusto. Ella gimió y el glande me abrió de par en par el esfínter. Grité y se coló. Lo solté y ella terminó de empujar para meterlo un poquito más.
-¡Ya lo tienes...! ¡Dios...!
-Aggg...
-Aguanta, aguanta... ¡Me encanta, me encanta! ¡Así...!
Le pedí que parase con la mitad dentro. El dolor era agudo e intenso. Me incliné más con la cabeza sobre la cama y el culo totalmente expuesto a Laura que miraba entusiasmada como el grueso consolador desaparecía en mis entrañas. Vertió un poco más de lubricante sobre lo que aún había fuera. Jugó sacándolo y metiéndolo con suavidad y así fue introduciéndolo hasta dejarlo casi hasta los testículos de silicona. Ni yo me lo había metido tanto.
-Aggg... Me duele...
-¿Pero te gusta?
Asentí con la cabeza sudando.
-Mmm... así, así... Despacito.
Lo empezó a remover hacia afuera y hacia adentro, al principio jugando solo con algún centímetro y poco a poco fue aumentando hasta que estando bien lubricado, lo movía casi entero sin llegar a sacarlo. Ya se empezaba a deslizar con suavidad y aunque notaba mi ojete apretado y dolorido, podía notarlo resbalar facilmente. Puso la otra mano sobre una cacha mientras me lo metía una y otra vez.
-¿Te encanta, eh? Cariño...
Se irguió para situarse como si fuera ella la que me follara y con esa mano libre me agarró la cadera sin dejar de sacudir el consolador que me estaba llevando a un placer y entrega indescriptibles.
-Imagina que fuese mi polla, una buena polla... Te encanta putita, te encanta mi polla. ¿A que sí? ¡Uf...! Me gusta mucho mirarte... así, a cuatro patitas, todo para mí... Hazte una paja cielo, hasta que te corras...
La agarré y empecé a sacudírmela mientras Laura no paraba de hablarme, de decirme una y otra guarrada, de como le gustaba, de cómo veía retorcerme de aquella manera... Me masturbé hasta explotar sobre la cama, correrme sobre la colcha de forma abundante sintiendo como Laura removía el consolador con fuerza y cierta rapidez.
-¡Córrete cielo, córrete...! ¡Vamos! ¡Todo, échalo todo...! ¡Me gusta, me gusta...!
Las contracciones en la polla fueron tremendamente intensas y sentí de nuevo el dolor del ojete cuando terminaba de exprimir mi chorreante polla. Tuve que echar mano para detenerlo aunque lo dejé adentro.
-¡Uf...!
Laura me miraba entusiasmada al verme terminar con aquella intensidad.
-Túmbate.
Me tumbé casi boca arriba. Ella no dejó que el consolador saliera de mi culo.
-Sujétalo... -Me dijo con dulzura.
Se volvió a sentar con la espalda sobre el cabecero y desprendiéndose de las bragas, se masturbó mirándome tendido y rendido con el consolador metido en mis entrañas. No tardó en correrse sin apartar la mirada de mí y con un par de dedos dentro de su vagina y la otra mano jugando en su clítoris. Sacó el consolador y quiso que le comiera el coño totalmente mojado. Luego me besó y vistiéndose se fue llevándose en una bolsa su consolador. La ducha la dejaba para su casa y yo me quedé rendido, dolorido y satisfecho sobre mi cama un buen rato.
La noche de la historia de hoy empezó con el sonido del telefonillo donde una voz femenina muy amable me pidió si le podía abrir. Lo hice sin haberme enterado bien de quién era. Pensé en alguna vecina.
Al minuto sonaba el timbre de mi casa. Me asomé por la mirilla y cual fue mi sorpresa al ver quién era. Era Laura, la chica de la segunda noche entre los setos.
Un escalofrío recorrió mi cuerpo. No entendí como pudo averiguar mi domicilio pero no la quise hacer espera mucho más y abrí. Estaba maquillada, la verdad es que preciosa, con un vestido largo y sonriente.
-¡Hola!
-Hola... ¡Qué sorpresa!
-¿Me invitas?
-Si, claro...
Abrí la puerta y entró en mi casa. Vi la bonita silueta que dibujaba aquella falda larga pero con caída. Entró mirando la entrada.
-¿Sabías que vivía aquí?
-Más o menos. Me sonaba haberte visto.
Me cogió la mano y tiró de ella hacia el fondo.
-¿La habitación...?
-Sí, al fondo...
No me opuse y me dejé llevar al fondo de mi casa por mi visita.
-Que sepas que me duele el culo un poco, pero me mojo de pensar en ella. ¿Disfrutaste?
-Si, claro, pero tuve cuidado.
-Lo sé y me encanto ¿Eh? Pero te echo de menos desde entonces. Nada romántico.
Se giró al entrar a la habitación y se subió de rodillas sobre la cama.
-Creo que también te molé. ¿No?
-Eres muy bonita.
De rodillas, abrió sus brazos y me acerque a ella para agarrarnos y comenzar a besarnos. Así, empezamos a magrearnos y ella no tardó en palpar el bulto en mi pantaloncito corto donde la polla ya empujaba tiesa.
-¡Cuánto me he acordado de ella...!
Tiró como pudo del pantalón y dejó asomar media polla por encima, lo suficiente para meter la mano y abrazarla entre los dedos para subir y bajar con fuerza. Tiré del pantalón para dejarlo caer hasta los muslos. Luego tiré de su falda hacia arriba para poder agarrarla por las cachas de su bonito trasero. Le metí las bragas entre las cachas y empecé a sobarlo mientras Laura subía y bajaba la mano sin prisa pero apretando con fuerza. Me gustaba, mucho.
-¿Te han follado?
-¿Como...?
-Axel, o Lexie...
Me quedé un instante en silencio.
-Dime...
Se separó un poco para inclinarse y llevarse la polla a la boca. Todo sucedía muy rápido. Comenzó a mamar con su cálida boca de forma intensa.
-Axel. Axel me folló la noche anterior.
Se sacó la polla de la boca.
-¿Por el culo?
-Si, por detrás. Y Lexie por la boca.
Volvió a chuparme la polla con intensidad. Tiré del vestido hacia arriba hasta dejar asomar su trasero. Se detuvo y se echó hacia atrás para dejarme sitio en la cama. Me quité el pantalón y la camiseta. Ella se desprendió del vestido. Su cuerpo menudo era una preciosidad.
-Siéntate.
Me senté en la cama. Ella permanecía de rodillas. Se metió la mano en la braga.
-He pensado mucho en tí y tengo una fantasía.
-¡Si...? -Mostré interés-. En aquella jovencita sonaba todo muy bien. Su voz, su juventud me encandilaban.
-Te vi tan obediente el otro día, que di por hecho que tu culo también era de Axel.
Creo que me debí sonrojar en aquel momento. Agaché la mirada.
-Me encanta. Quiero penetrarte.
La miré con sorpresa.
-Nunca he hecho algo así y quiero hacerlo contigo, con un dedo, un consolador... De hecho traje uno pequeño en el bolso.
Llevó de nuevo la mano a la polla y empezó a acariciarme.
-Lo vamos a pasar bien... los dos. Tendré cuidado. Me pongo muy cachonda de pensarlo.
Supongo que pensaría que todo aquello era muy nuevo para mí. Lo de Axel sí, pero haber jugado con consoladores no era nuevo. Guardaba uno de buen tamaño a dos metros de nosotros. Lo había utilizado un par de veces pero no quise decírselo. Laura cogió su bolso y sacó el suyo, pequeño, algo más grueso que un dedo. No dije nada, y con eso sentencié la respuesta. Ella se emocionó, así que se sentó en el borde de la cama abierta de piernas.
-Ponte delante.
Como con Axel, me puse en plan obediente. Con la polla totalmente tiesa me puse frente a ella, que se desabrochó el sujetador dejando asomar sus pequeñas preciosas tetas. Agarró la polla y comenzó de nuevo a chuparla con verdadera maestría hasta que empezó a oir intensificarse mis gemidos. Entonces se chupó un dedo de la mano izquierda y bordeándome con el brazo buscó entre las cachas mi estrecho ojete. Con la intensa mamada, su dedo entró con sutileza por el culo y mis piernas temblaron de gusto. Resoplé.
-¿Te gusta...?
Volvió a llenarse la boca.
-Mmm, siii, me encanta...
El dedo y su boca se sincronizaron y aquello me estaba sabiendo a gloria. Apoyé las manos sobre sus hombros mientras Laura me iba llevando al séptimo cielo. Paró un momento para darme el consolador y pedirme que lo humedeciera bien en saliva, y como si de una polla se tratara, la ensalive y mamé hasta que Laura sacó el dedo y se detuvo de nuevo para mirarme sonriente.
-Date la vuelta.
Me cogió el pequeño consolador antes de que yo me girase y doblase contra la puerta del armario. Metió el dedo de nuevo en el culo y tras unos segundos removiéndolo, lo sustituyó por el pequeño consolador.
-¡Ufff...!
Noté su mayor grosor pero igualmente entró en mis entrañas sin dificultad al menos algunos centímetros. Lo escupió y lo empujó entero, hasta el fondo. Solté el aire que me quedaba de una bocanada y Laura azotó mi trasero.
-¡Me encanta...! ¡Como entra...!
Empezó a sacudirlo con ritmo, a meterlo y sacarlo despacio pero sin pausa.
-¿Te gusta...?
-Mmmm, siii, me gusta mucho.
-Pero no te duele.
-Noo, noo... Pero me encanta.
-Qué lastima no tener una buena polla para empotrarte... Me encantaría hacer como habría hecho Axel contigo... Me gustaría meter más...
-¿Mas grueso...?
-Y más grande...
Se detuvo.
-¿Tienes algo...?
-Bueno... un consolador más grande, como mi polla o algo más.
-Vaya... ¿Me lo dejas...? Quiero verlo. Un buen consolador metido en tu culo...
Sacó el consolador y fui al armario donde lo guardaba. Laura se quedó sentada en la cama. Saqué la caja y lo extraje. Laura se quedó sorprendida al verlo.
-¡Dios...! Es como tu polla...
-Algo más, creo.
-Trae.
Se lo acerqué y se lo dí. Lo miró un momento y luego cogiendo el lubricante lo vertió por la punta. Se sentó en la cama, con la espalda sobre el cabecero. Abriéndose de piernas apartó las braguitas a un lado y se empezó a rozar con la punta del consolador entre su vello dejándolo ir desaparenciendo entre sus labios hasta que un suave suspiro se lo metió levemente.
-¡Ahhh...!
Me subí a la cama para situarme frente a ella y contemplar el espectáculo que me ofrecía. El consolador, que simulaba una polla real con el color y detalles del glande y venas gruesas, desapareció para penetrar su vagina. La miré cachondo perdido. Ella me miraba mientras su coño engullía centímetro a centímetro el hermoso consolador.
-Ven... Acércate...
A cuatro patas me aproximé a ella y empezamos a morrearnos mientras ella jugaba con el consolador en su coño. La excitación iba en aumento hasta que me pidió casi en un susurro que me diera la vuelta.
-Quiero follarte el ojete. Déjame, anda. Estoy a mil...
Yo también lo estaba, por lo que me giré sin palabra alguna y con deseo. Lo primero que hizo tras sacárselo es volver a hundir uno de sus dedos bien embadurnado en el culo. Me supo delicioso y no se hizo esperar un segundo dedo con el que empezó a dilatar bien mi estrecho ojete. Notaba los dedos apretados pero me gustaba, de hecho mi polla permanecía dura como una piedra. Jugó con los dedos girándolos, revolviéndolos dentro, permitiendo que poco a poco la estrechez fuese haciéndose menor.
-¿Te gusta putita...? ¡Uf, qué culito...! Muévelo, muévelo cariño..., te voy a meter el consolador y te voy a llevar al séptimo cielo.
Sacó los dedos y con un chorro de lubricante por la parte de arriba yla punta, plantó el glande de silicona sobre mi ojete. Me estremecí y empujó suavemente. Resoplé. Podía escuchar como su respiración se entrecortaba. Estaba tan cachonda como yo. Se puso de rodillas para hacerlo mejor y de nuevo posó. Noté como estaba bien lubricado. empujó pero no entró, así que llevé mi mano y también lo agarré casi por la punta para ayudarle a empujarlo. Aflojé y mi ano cedió dejando abrirse al hermoso glande. Gemí de dolor... y de gusto. Ella gimió y el glande me abrió de par en par el esfínter. Grité y se coló. Lo solté y ella terminó de empujar para meterlo un poquito más.
-¡Ya lo tienes...! ¡Dios...!
-Aggg...
-Aguanta, aguanta... ¡Me encanta, me encanta! ¡Así...!
Le pedí que parase con la mitad dentro. El dolor era agudo e intenso. Me incliné más con la cabeza sobre la cama y el culo totalmente expuesto a Laura que miraba entusiasmada como el grueso consolador desaparecía en mis entrañas. Vertió un poco más de lubricante sobre lo que aún había fuera. Jugó sacándolo y metiéndolo con suavidad y así fue introduciéndolo hasta dejarlo casi hasta los testículos de silicona. Ni yo me lo había metido tanto.
-Aggg... Me duele...
-¿Pero te gusta?
Asentí con la cabeza sudando.
-Mmm... así, así... Despacito.
Lo empezó a remover hacia afuera y hacia adentro, al principio jugando solo con algún centímetro y poco a poco fue aumentando hasta que estando bien lubricado, lo movía casi entero sin llegar a sacarlo. Ya se empezaba a deslizar con suavidad y aunque notaba mi ojete apretado y dolorido, podía notarlo resbalar facilmente. Puso la otra mano sobre una cacha mientras me lo metía una y otra vez.
-¿Te encanta, eh? Cariño...
Se irguió para situarse como si fuera ella la que me follara y con esa mano libre me agarró la cadera sin dejar de sacudir el consolador que me estaba llevando a un placer y entrega indescriptibles.
-Imagina que fuese mi polla, una buena polla... Te encanta putita, te encanta mi polla. ¿A que sí? ¡Uf...! Me gusta mucho mirarte... así, a cuatro patitas, todo para mí... Hazte una paja cielo, hasta que te corras...
La agarré y empecé a sacudírmela mientras Laura no paraba de hablarme, de decirme una y otra guarrada, de como le gustaba, de cómo veía retorcerme de aquella manera... Me masturbé hasta explotar sobre la cama, correrme sobre la colcha de forma abundante sintiendo como Laura removía el consolador con fuerza y cierta rapidez.
-¡Córrete cielo, córrete...! ¡Vamos! ¡Todo, échalo todo...! ¡Me gusta, me gusta...!
Las contracciones en la polla fueron tremendamente intensas y sentí de nuevo el dolor del ojete cuando terminaba de exprimir mi chorreante polla. Tuve que echar mano para detenerlo aunque lo dejé adentro.
-¡Uf...!
Laura me miraba entusiasmada al verme terminar con aquella intensidad.
-Túmbate.
Me tumbé casi boca arriba. Ella no dejó que el consolador saliera de mi culo.
-Sujétalo... -Me dijo con dulzura.
Se volvió a sentar con la espalda sobre el cabecero y desprendiéndose de las bragas, se masturbó mirándome tendido y rendido con el consolador metido en mis entrañas. No tardó en correrse sin apartar la mirada de mí y con un par de dedos dentro de su vagina y la otra mano jugando en su clítoris. Sacó el consolador y quiso que le comiera el coño totalmente mojado. Luego me besó y vistiéndose se fue llevándose en una bolsa su consolador. La ducha la dejaba para su casa y yo me quedé rendido, dolorido y satisfecho sobre mi cama un buen rato.
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