Pensión completa - 3 Mentiras arriesgadas
por
Omar
género
gay
-Mario me ha dicho que si puedes acompañarle esta tarde al cine y le he dicho que por supuesto que si lo ibas a hacer.
-¿Mario que Mario?-Le pregunté a mi madre extrañado.
-¿Qué Mario va a ser?… ¡El soldado!… ¿no te acuerdas que hace un año se hospedó aquí con nosotros mientras hacía la mili? …El caso es que me ha dicho que quiere que vayas con él al cine y no he podido decirle que no. …¡Así que esta tarde te vas con él y …no se te ocurra dejarme en mal lugar!
Aquel mediodía del domingo mientras mama preparaba una paella en la cocina, mi cabeza empezó a darle vueltas al porque ese tío había vuelto para hospedarse en nuestro hostal.
Yo acababa de regresar a la casa después de bajar de la azotea donde había recogido la colada del día. Llevaba todas las sabanas y toallas que había que planchar y guardar en el armario del pasillo.
-¿Y qué hago con esto?-Le pregunté a mi madre al ver la cara que le puse al no saber de qué iba todo aquello.
"¿Una cita con Mario? …¿El soldado? …¿mi soldado? …¿el hombre que de la noche a la mañana se había convertido en la víctima de mis primeras fantasías pajilleras?" Pensé mientras dejaba el cesto lleno de ropa en la galería.
-¿Quedan sábanas y toallas para cambiar las habitaciones mañana?
-¡De sobra!. Hay por lo menos para dos días.-Le contesté yo, con total seguridad.
¡Entonces no se hable más, esta tarde te vas con él al cine y no me protestes más!
-¡Durante la comida miraba a Mario de reojo descubriendo en su miradas una sonrisa cómplice!
Mi madre hablaba con los dos sin darse cuenta de que en esa mesa en la que comíamos los tres sobraba ella.
-¿Te gusta el arroz Mario?
-Está muy bueno, señora. ¡Esta paella esta cien veces mejor que los guisos que nos ponían en el cuartel!
¡En ese momento me di cuenta de lo bien que sabía mentir el embustero, pero decidí no malograr la sonrisa que mi madre había puesto por primera vez en mucho tiempo!
-¿Qué te vas a poner?
Me preguntó ella mientras intentaba roer con los dientes ese arroz seco y algo duro que le había quedado.
-¡No sé lo que tenga por ahí! …¿Vamos al cine, no? Le volví a preguntar al ex-soldado intentando encontrar en su mirada algún gesto que me indicara que no pisaríamos la sala de proyecciones y lo que pretendía realmente era llevarme lejos de ese lugar para hacerme lo mismo que ese salido de la revista de relatos le hacía a sus dos primos gemelos cada vez que se le ponía dura la herramienta.
-¡Puedes ponerte lo que te regalé la última vez que me hospede aquí!-Me soltó de improviso haciendo que me atragantara con el trago de agua, con el que intentaba pasar el incomible arroz de mama.
-¿Qué te regaló? -Quiso saber mi madre al ver que me ponía algo rojo, y sin saber que decir.
-¡Nada, una tontería! …¡Le dije que se podría quedar una de mis camisetas de color caqui de la mili! …¡Estaba sin estrenar porque no era de mi talla, así que en vez de devolverla al cuartel, decidí dársela a su hijo por si le quedaba bien!
Mi madre sabía mejor que yo que cuando una prenda desaparecía del cuartel, y no podía ser cambiada por otra de una talla mayor era porque precisamente no la había cogido del guardarropa sino que se la habría mangado a algún pringadillo que la habría dejado a la vista.
-¡Me la pondré! …¡Pero no creo que me quede bien!
-Le dije mientras le miraba intrigado.
Todos mis sueños, y todo el hormigueo que en ese momento llevaba en la boca del estomago se esfumó en unos segundos cuando bajamos a la calle sin cruzar palabra alguna y llegamos al parque donde nos encontramos con el verdadero motivo de mi presencia junto a Mario aquella tarde.
Le había dicho a mi madre que lo acompañara al cine después de enterarse como le había fallado la carabina. Mi misión era por tanto la de cumplir con el papel que hacía la hermana pequeña de la chica que nos esperaba sentada en un banco junto a su madre.
Mientras los dos daban un paseo yo tuve que sufrir el interrogatorio de la madre en la que pretendía saber hasta el más mínimo detalle de quién era yo y a qué dedicaba el tiempo libre.
"¡Me mato a pajas mientras espío a los hombres que duermen en mi pensión señora!…En esos momentos los ojos de la mujer se habrían salido de sus órbitas y yo habría seguido contándole.
"También se la he llegado a chupar a alguno y solo unos pocos han llegado a follarme. Pero ha sido tal el gustazo que he me ha dado el sentir mi culo lleno de polla que no he parado de desear que me lo vuelvan a rellenar de nuevo. ¿no tendrá usted a su marido por aquí cerca, … o quizás a algún familiar que me de lo que ando buscando?"
Podría haber dejado a esa señora entrometida sin palabras pero en lugar de eso me limité a contestar a su interrogatorio mientras recordaba lo mucho que había cambiado mi vida.
Solo habían pasado unos meses desde que una tarde de Domingo como esa, un viajante que vendía sartenes me había roto el culo por primera vez.
-¿Mario que Mario?-Le pregunté a mi madre extrañado.
-¿Qué Mario va a ser?… ¡El soldado!… ¿no te acuerdas que hace un año se hospedó aquí con nosotros mientras hacía la mili? …El caso es que me ha dicho que quiere que vayas con él al cine y no he podido decirle que no. …¡Así que esta tarde te vas con él y …no se te ocurra dejarme en mal lugar!
Aquel mediodía del domingo mientras mama preparaba una paella en la cocina, mi cabeza empezó a darle vueltas al porque ese tío había vuelto para hospedarse en nuestro hostal.
Yo acababa de regresar a la casa después de bajar de la azotea donde había recogido la colada del día. Llevaba todas las sabanas y toallas que había que planchar y guardar en el armario del pasillo.
-¿Y qué hago con esto?-Le pregunté a mi madre al ver la cara que le puse al no saber de qué iba todo aquello.
"¿Una cita con Mario? …¿El soldado? …¿mi soldado? …¿el hombre que de la noche a la mañana se había convertido en la víctima de mis primeras fantasías pajilleras?" Pensé mientras dejaba el cesto lleno de ropa en la galería.
-¿Quedan sábanas y toallas para cambiar las habitaciones mañana?
-¡De sobra!. Hay por lo menos para dos días.-Le contesté yo, con total seguridad.
¡Entonces no se hable más, esta tarde te vas con él al cine y no me protestes más!
-¡Durante la comida miraba a Mario de reojo descubriendo en su miradas una sonrisa cómplice!
Mi madre hablaba con los dos sin darse cuenta de que en esa mesa en la que comíamos los tres sobraba ella.
-¿Te gusta el arroz Mario?
-Está muy bueno, señora. ¡Esta paella esta cien veces mejor que los guisos que nos ponían en el cuartel!
¡En ese momento me di cuenta de lo bien que sabía mentir el embustero, pero decidí no malograr la sonrisa que mi madre había puesto por primera vez en mucho tiempo!
-¿Qué te vas a poner?
Me preguntó ella mientras intentaba roer con los dientes ese arroz seco y algo duro que le había quedado.
-¡No sé lo que tenga por ahí! …¿Vamos al cine, no? Le volví a preguntar al ex-soldado intentando encontrar en su mirada algún gesto que me indicara que no pisaríamos la sala de proyecciones y lo que pretendía realmente era llevarme lejos de ese lugar para hacerme lo mismo que ese salido de la revista de relatos le hacía a sus dos primos gemelos cada vez que se le ponía dura la herramienta.
-¡Puedes ponerte lo que te regalé la última vez que me hospede aquí!-Me soltó de improviso haciendo que me atragantara con el trago de agua, con el que intentaba pasar el incomible arroz de mama.
-¿Qué te regaló? -Quiso saber mi madre al ver que me ponía algo rojo, y sin saber que decir.
-¡Nada, una tontería! …¡Le dije que se podría quedar una de mis camisetas de color caqui de la mili! …¡Estaba sin estrenar porque no era de mi talla, así que en vez de devolverla al cuartel, decidí dársela a su hijo por si le quedaba bien!
Mi madre sabía mejor que yo que cuando una prenda desaparecía del cuartel, y no podía ser cambiada por otra de una talla mayor era porque precisamente no la había cogido del guardarropa sino que se la habría mangado a algún pringadillo que la habría dejado a la vista.
-¡Me la pondré! …¡Pero no creo que me quede bien!
-Le dije mientras le miraba intrigado.
Todos mis sueños, y todo el hormigueo que en ese momento llevaba en la boca del estomago se esfumó en unos segundos cuando bajamos a la calle sin cruzar palabra alguna y llegamos al parque donde nos encontramos con el verdadero motivo de mi presencia junto a Mario aquella tarde.
Le había dicho a mi madre que lo acompañara al cine después de enterarse como le había fallado la carabina. Mi misión era por tanto la de cumplir con el papel que hacía la hermana pequeña de la chica que nos esperaba sentada en un banco junto a su madre.
Mientras los dos daban un paseo yo tuve que sufrir el interrogatorio de la madre en la que pretendía saber hasta el más mínimo detalle de quién era yo y a qué dedicaba el tiempo libre.
"¡Me mato a pajas mientras espío a los hombres que duermen en mi pensión señora!…En esos momentos los ojos de la mujer se habrían salido de sus órbitas y yo habría seguido contándole.
"También se la he llegado a chupar a alguno y solo unos pocos han llegado a follarme. Pero ha sido tal el gustazo que he me ha dado el sentir mi culo lleno de polla que no he parado de desear que me lo vuelvan a rellenar de nuevo. ¿no tendrá usted a su marido por aquí cerca, … o quizás a algún familiar que me de lo que ando buscando?"
Podría haber dejado a esa señora entrometida sin palabras pero en lugar de eso me limité a contestar a su interrogatorio mientras recordaba lo mucho que había cambiado mi vida.
Solo habían pasado unos meses desde que una tarde de Domingo como esa, un viajante que vendía sartenes me había roto el culo por primera vez.
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