Pensión completa
por
Omar
género
gay
La llegada de los huéspedes a nuestro hostal fluctuaba mucho en el tiempo. Algunos meses nos los pasábamos sin alojar a nadie y de pronto aparecían tres por la puerta a los que no podías decirles que no.
Por eso no me sorprendió mucho cuando mama decidió alojar al militar en mi cuarto pidiéndome que de forma provisional pasara a dormir con ella a su habitación.
Pensaba de forma absurda que ese hombre que iba a dormir en mi cama no se daría cuenta de que debajo del colchón había escondido todo un arsenal porno, por eso cuando le preparé la habitación no me molesté en retirar todo el material tremendamente comprometido que guardaba allí.
Cuando a la mañana siguiente Mario, el militar, dejó mi habitación entré en ella rápidamente para adecentarla. En las otras dos habitaciones aun dormían Pepe y Antonio, los dos albañiles que llevaban casi un mes ocupándolas y pagando religiosamente su alquiler.
Al retirar las sábanas no encontré en ellas, rastros sospechosos.
"¡Esta noche parece que el soldado no ha estado de maniobras!". Pensé mientras las tiraba al suelo para cambiarlas de igual forma.
Pero al arrancar la bajera y levantar la cabecera me encontré debajo de ella una de mis queridas revistas porno.
Al abrirla me encontré una nota en la que se leía:
-¡Supongo que esta revista será tuya, y te lo agradezco, … me he cascado gracias a ella un buen pajote a tu salud! …¡Te he dejado para que lo veas, una prueba en la papelera!
Corrí hacía el rincón donde descansaba la papelera y al meter la mano me encontré con unos calzoncillos todo pringados de color caqui.
En el lateral llevaba impreso en color negro el escudo del ejército de tierra, mientras que el otro lado estaba todo mojado y pegajoso.
¡No sé cómo explicarlo pero mi polla se puso dura como una piedra al pensar que esos restos del slip eran de lefa y acabé tirándome sobre el colchón para cascarme una de las pajas más felices que recuerdo!
Al acercame el slip a la nariz pude encontrar el olor a macho depositado en ellos con total claridad.
Algunos pelos de la polla del militar estaban pegados como lapas a esa prenda humedecida y viscosa y mi lengua no tardo en rozarlos para notar en ese tejido el genuino y aspero sabor del semen.
La mano que tenía libre meneaba con fervor mi polla hasta notar como esta se erizaba para empezar a soltar sobre mi pecho un lefazo tras otro.
La prenda sirvió para limpiar también mi propia corrida y fue introducida secretamente en la lavadora con el resto de las sábanas de la casa.
[…]
Varios días más tarde cuando el militar volvió a dormir en mi habitación encontró dentro de esa misma revista oculta bajo el colchón, los calzoncillos totalmente limpios y planchados.
Una nota los acompañaba en la que se leía:
-¡Hola Soldado!, …Te devuelvo la prenda limpia, ya que en este hostal, yo soy el encargado de hacer las camas y de lavar la ropa. Puedes dejarme también la ropa sucia si es que no tienes forma de limpiarla cuando decidas quedarte los pocos días que te den de permiso en la capital, lo haré gustoso y sin cobrarte nada.
Me dio también igual que estuviera toda manchada de semen, ya que estoy más que acostumbrado a retirarlo también de las sábanas y te agradezco que no hayas usado las toallas como hacen los otros tíos de la pensión para limpiarte con ellas las corridas ya que como bien sabrás luego las usamos los demás y aunque estén limpias me da algo de asco cuando me las paso por la cara.
Como veras estoy más que acostumbrado a quitar todas esas cochinadas de las camas, así que entenderás que no me ha sorprendido en absoluto encontrarme unos calzoncillos de la misma forma, y más cuando se trata de ti que sueles pasarte todas las noches en las que pernoctas en este hostal haciendo "maniobras nocturnas"
Por eso no me sorprendió mucho cuando mama decidió alojar al militar en mi cuarto pidiéndome que de forma provisional pasara a dormir con ella a su habitación.
Pensaba de forma absurda que ese hombre que iba a dormir en mi cama no se daría cuenta de que debajo del colchón había escondido todo un arsenal porno, por eso cuando le preparé la habitación no me molesté en retirar todo el material tremendamente comprometido que guardaba allí.
Cuando a la mañana siguiente Mario, el militar, dejó mi habitación entré en ella rápidamente para adecentarla. En las otras dos habitaciones aun dormían Pepe y Antonio, los dos albañiles que llevaban casi un mes ocupándolas y pagando religiosamente su alquiler.
Al retirar las sábanas no encontré en ellas, rastros sospechosos.
"¡Esta noche parece que el soldado no ha estado de maniobras!". Pensé mientras las tiraba al suelo para cambiarlas de igual forma.
Pero al arrancar la bajera y levantar la cabecera me encontré debajo de ella una de mis queridas revistas porno.
Al abrirla me encontré una nota en la que se leía:
-¡Supongo que esta revista será tuya, y te lo agradezco, … me he cascado gracias a ella un buen pajote a tu salud! …¡Te he dejado para que lo veas, una prueba en la papelera!
Corrí hacía el rincón donde descansaba la papelera y al meter la mano me encontré con unos calzoncillos todo pringados de color caqui.
En el lateral llevaba impreso en color negro el escudo del ejército de tierra, mientras que el otro lado estaba todo mojado y pegajoso.
¡No sé cómo explicarlo pero mi polla se puso dura como una piedra al pensar que esos restos del slip eran de lefa y acabé tirándome sobre el colchón para cascarme una de las pajas más felices que recuerdo!
Al acercame el slip a la nariz pude encontrar el olor a macho depositado en ellos con total claridad.
Algunos pelos de la polla del militar estaban pegados como lapas a esa prenda humedecida y viscosa y mi lengua no tardo en rozarlos para notar en ese tejido el genuino y aspero sabor del semen.
La mano que tenía libre meneaba con fervor mi polla hasta notar como esta se erizaba para empezar a soltar sobre mi pecho un lefazo tras otro.
La prenda sirvió para limpiar también mi propia corrida y fue introducida secretamente en la lavadora con el resto de las sábanas de la casa.
[…]
Varios días más tarde cuando el militar volvió a dormir en mi habitación encontró dentro de esa misma revista oculta bajo el colchón, los calzoncillos totalmente limpios y planchados.
Una nota los acompañaba en la que se leía:
-¡Hola Soldado!, …Te devuelvo la prenda limpia, ya que en este hostal, yo soy el encargado de hacer las camas y de lavar la ropa. Puedes dejarme también la ropa sucia si es que no tienes forma de limpiarla cuando decidas quedarte los pocos días que te den de permiso en la capital, lo haré gustoso y sin cobrarte nada.
Me dio también igual que estuviera toda manchada de semen, ya que estoy más que acostumbrado a retirarlo también de las sábanas y te agradezco que no hayas usado las toallas como hacen los otros tíos de la pensión para limpiarte con ellas las corridas ya que como bien sabrás luego las usamos los demás y aunque estén limpias me da algo de asco cuando me las paso por la cara.
Como veras estoy más que acostumbrado a quitar todas esas cochinadas de las camas, así que entenderás que no me ha sorprendido en absoluto encontrarme unos calzoncillos de la misma forma, y más cuando se trata de ti que sueles pasarte todas las noches en las que pernoctas en este hostal haciendo "maniobras nocturnas"
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