Ana y mis dos compañeros

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Ese sábado por la noche mis antiguos compañeros de la secundaria habían arreglado una cena de encuentro; tal como lo estábamos haciendo durante los últimos años. Esta vez, las esposas también habían sido también invitadas…

Ana había elegido usar un conjunto bastante provocativo: un vestido negro muy corto, sin breteles, con la espalda descubierta. Algo realmente muy sexy…

Apenas nos sentamos a la mesa con otras dos parejas, pude ver que los pezones de mi mujercita estaban erectos; marcándose visiblemente a través de la delgada tela del vestido. No llevaba corpiño, ni tampoco siquiera una tanga…

A medida que transcurría el tiempo, la reunión se iba poniendo aburrida, pero Anita cada vez se veía más alocada. Ella bailó con algunos de mis compañeros que habían asistido sin sus esposas…
Cuando regresó a la mesa luego de un baile especialmente sensual, me comentó:

“Algunos de tus amigos tienen las manos bastante rápidas y atrevidas…”

Por ello me imaginé que le habrían estado toqueteando el culo y, hasta alguno más lanzado, podría haber comprobado que mi sensual esposa no usaba ropa interior…

Un rato más tarde, después de bailar unos temas lentos en brazos de Juan Carlos, uno de los pocos solteros del grupo, Ana me hizo un gesto desde lejos con su cabeza. Señaló a una salida lateral y se dirigió hacia allí tomando la mano de su nuevo amigo.

Los seguí con algo de curiosidad. Al pasar esa puerta, caminé por un pasillo poco iluminado. Detrás de una puerta escuché voces y reconocí la de mi esposa.
Al entrar, comprobé que se trataba de un pequeño cuarto de planchado, con una pesada y robusta mesa de algarrobo en el centro.
Anita y Juan Carlos estaban allí. Mi antiguo compañero sonrió y ella dijo:

"Amor; esto es lo que quiero, aunque el lugar no sea tan cómodo…”

"Todo bien por mi parte… Me gusta, es algo espontáneo…” Respondí excitado…

Juan Carlos no dijo nada pero, ya con mi consentimiento, levantó a Anita por la cintura y la depositó sobre la pesada mesa. Se paró entre las bronceadas piernas abiertas de Ana, que colgaban del borde de la mesa. Comenzó a besarla, mientras sus manos se deslizaban por sus muslos. Enseguida levantó el ruedo del vestido, dejando al descubierto los rosados labios vaginales de mi esposa. A pesar de la poca iluminación, pude ver la humedad brillando en esa delicada raja depilada…

Juan Carlos posó su mano justo allí, cubriendo esos labios humedecidos.

Ana gimió con placer, al sentir que le masajeaban la concha con expertos dedos. Pronto él cayó de rodillas y hundió su cabeza entre los muslos entreabiertos de ella, comenzándole a lamer y chupar la concha…

Mi esposa apoyó sus manos atrás y se recostó un poco, comenzando a gemir más alto, estando ya totalmente entregada a los deseos de mi compañero.

Pronto Juan Carlos se enderezó y tomó a mi esposa por los cabellos, arrastrándola hasta el piso, mientras su otra mano desabrochaba sus pantalones con urgencia. Le mostró a mi mujercita una poronga mediana y ya bastante endurecida; que Ana no tardó en meterse en su delicada boca.

Mientras se la estaba chupando, de repente se abrió la puerta y entró Armando, uno de los tipos más desagradables del grupo, a quien yo apenas soportaba ver…

Juan Carlos lo invitó a unirse, diciéndole:

“Te la preparé justo para vos… esta puta es muy caliente y ya está lista…”

Armando me sonrió y me ofreció una botella de champagne que traía en su mano, mientras se abría la bragueta con la otra.

“Nunca me soportaste, Víctor, pero ahora me voy a coger a la puta de tu mujer…”

Me dijo con una sonrisa socarrona, mientras Juan Carlos levantaba a Anita y la hacía inclinar sobre la mesa, dejando su redondo culo en pompa…
Enseguida la penetró en un embate furioso, haciendo que Ana abriera la boca para gritar. Armando aprovechó esa boca abierta para hundirle su verga tiesa hasta el fondo de la garganta, logrando que mi esposa dejara de aullar y gruñir…

Entre ambos le bombearon la boca y la concha durante un buen rato, pero ninguno de los tres, incluyendo a mi mujercita, pudo acabar en ese tiempo.
Armando pidió cambiar de posición. Se sentó él sobre la mesa y le ordenó a Ana que cabalgara sobre su pija.
Ana volvió a gritar de dolor, al notar que Armando tenía una pija más gruesa y más dura que la de Juan Carlos.
Ella comenzó a moverse sobre esa ponderosa verga, empalándose cada vez más profundamente…

Armando le lamia las tetas a través de la tela del vestido y aferraba a mi esposa por las caderas, dirigiendo la profundidad de la penetración y la cadencia de los movimientos de ambos.
Ana ya no pudo aguantar mucho tiempo más y de repente, comenzó a aullar y sollozar, mientras su cuerpo temblaba sin control. Acabó gritando como una perra.
Luego se relajó y cayó rendida hacia adelante, sobre el torso de Armando, que continuaba bombeándole la concha desde abajo.

Juan Carlos aprovechó el momento. Pero antes tuvo la delicadeza de preguntarme:

“Esta perra aguanta una verga por el culo…?”

Antes de que yo pudiera decir “no”, Ana exclamó: “Sí, por supuesto, me encanta”

Armando entonces detuvo su ritmo de bombeo y aferró los cachetes de mi esposa, abriéndolos para que Juan Carlos pudiera apuntar la punta de su verga a la estrecha y apretada entrada anal de mi dulce mujercita…

La invadió salvajemente y, a pesar de que esa pija no era tan gruesa, Ana aulló de dolor por la súbita intrusión. Juan Carlos se retiró y volvió a penetrarla, haciendo que ella gritara otra vez.

En la siguiente hora, mis dos ex-compañeros se turnaron intercambiando posiciones para disfrutar todos los orificios corporales de Ana; incluyendo siempre alguna doble penetración bien brutal… Ella gritaba todo el tiempo como loca…

Anita tuvo varios orgasmos; los más audibles fueron mientras la sodomizaban.
Juan Carlos y Armando también tuvieron su placentera recompensa, descargándose varias veces en el culo y la concha de mi delicada esposa.

Cuando ambos ya no pudieron más, se vistieron y abandonaron ese estrecho cuarto en silencio, pero sonriendo socarronamente mientras me miraban de reojo...

Me quedé allí en silencio; observando el esbelto cuerpo desnudo de mi esposa, usado y abusado por ese par de hijos de puta. Ana se enderezó e hizo un gesto de dolor cuando intentó sentarse sobre la mesa. Me dijo que el culo le ardía terriblemente.

Su provocativo vestido negro yacía en el piso, manchado de semen. Sus cabellos también eran un desastre, cubiertos del mismo líquido blanquecino y pegajoso. Tenía algunos moretones bien oscuros, especialmente en el cuello y las tetas. Sus nalgas estaban enrojecidas, después de tantas palmadas que habían recibido…

A pesar de estar rendida, Ana me miró sonriendo, observando que mi verga abultaba mis pantalones; se bajó de la mesa diciendo que ahora era mi turno…

Me advirtió que estaba algo dolorida; pero quería terminar esa noche conmigo…
Se agachó y comenzó a chuparme la verga endurecida. Yo quería cogerla como habían hecho esos dos turros; pero de repente mi calentura me hizo explotar dentro de los labios rojos de Ana; llenándosela de semen caliente…

La ayudé a limpiarse y luego regresamos a la reunión, como si nada hubiese sucedido. Esos dos turros que la habían cogido ya no estaban allí.
Anita se excusó para ir al baño de damas…

Uno de mis compañeros, mientras seguía a mi mujer con la mirada clavada en sus bamboleantes caderas, me comentó por lo bajo:

"Cómo te envidio, Víctor… tu esposa es una mujer muy sexy…”

“Sí… ni te imaginas lo sexy que puede ser algunas veces…” Le respondí…
escrito el
2017-12-11
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