La noche, mis amigas y un chico cubano

por
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Había salido con unas amigas esa noche. Mi adorado esposo estaba cansado y algo estresado como para salir; así que me deseó suerte y me despidió con un dulce beso, recomendándome que me portara bien.
Eso iba a ser algo difícil de cumplir; ya que en el grupo estaban Cecilia y Helena, las peores entre las peores…
Y eso Víctor lo sabía…
Dos horas después, en medio del barullo en ese pub bailable, ya me había levantado a un chico moreno, cubano, con la mitad de mi edad, elegante, musculoso y, aparentemente, venía bastante bien dotado. Lo cual no era para desperdiciar….
Mis amigas se reían y me decían de todo; preguntándome si me iba a animar a dejarme coger por ese mocoso…
Helena en especial esa noche estaba mucho más caliente que yo y, si me descuidaba, ella iba a terminar llevándose a ese chico a la cama…
Pero el joven moreno solo estaba interesado en mí. O mejor dicho, en mi escote que dejaba ver bastante bien mis firmes tetas; el tajo de mi pollera que le permitía ver mis largas piernas y mi cara de señora de cuarenta años desesperada por una buena verga dura…
Finalmente me aparté un poco de mis amigas; conversé con ese lindo moreno y compartimos unos cuantos tragos.
Cuando quise acordarme, ya se me había ido la mano con el alcohol. Estaba mareada, pero sin demasiado problema para moverme. Mis amigas querían seguir el tren de la farra; pero yo me quería ir a casa. El chico se ofreció a acompañarme y acepté…
Al despedirme de Helena, la muy perra me susurró al oído que fuera a un telo antes de llegar sana y salva a mi casa.
Le sonreí y le dije que eso era lo que tenía en mis planes.
El chico cubano tenía un lindo auto. Le sugerí que me llevara a algún lugar donde pudiéramos estar solos y tranquilos.
Entramos abrazados a la habitación de ese hotel barato.

En un par de segundos mi vestido estaba en el suelo y yo estaba tambaleando un poco sobre mis sandalias de taco alto; vestida solamente con una diminuta tanga de seda negra.
Mis pezones se endurecieron enseguida, más todavía cuando él se acercó a lamerlos con mucha suavidad.
Pronto sus dedos curiosos deslizaron mi tanga a un lado y se hundieron entre mis labios vaginales; hurgando en mi humedad.
La sorpresa que me provocaron esos dedos traviesos, me higo gemir con ganas. Estaba entregada; a pesar de los vahos del alcohol; yo quería que ese chico moreno me cogiera como yo me lo merecía. Por un momento me olvidé que era una mujer casada.
La puta surgió en mi cuerpo y me dejé llevar…
Sus labios ahora habían dejado mis pezones erectos y casi enseguida llegaron a mi vulva. Abrí mis piernas para facilitarle la invasión. Sus manos regresaron a acariciar mis pezones y entonces al mismo tiempo sentí el calor de su aliento sobre mis labios vaginales. Los abrió con facilidad usando su lengua y entonces un aullido alió de mi garganta y llenó la habitación…
Sus dedos regresaron abajo y pronto se colaron dentro de mi concha en llamas, acompañando su prodigiosa lengua; que ya me tenía al borde de un orgasmo.
De repente y sin esperarlo, mi cuerpo se estremeció y una intensa ola orgásmica me recorrió desde la vagina hasta mi nuca.
Aferré su cabeza con mis dos manos, en un intento de hundir su cara entre mis muslos, para obligarlo a seguir comiéndome la concha tal como lo estaba haciendo.
Sus labios seguían ahí, pero alguno de sus dedos traviesos comenzó a colarse en mi estrecho ano y eso me hizo gemir de placer y de sorpresa al mismo tiempo.
Podía sentir las ansias que tenía ese macho por poseerme; por dominarme y someterme a sus más bajos instintos. Mi concha gozaba como loca su lengua; pero también mi culo estaba pidiendo pija a gritos.
Me hizo acabar otra vez en medio de aullidos y gritos sin control.
Cuando dejé de gritar, le supliqué que me cogiera, que me hiciera suya, que me dominara y que no me tuviera piedad.
El chico sonrió y me hizo voltear boca abajo. Separó mis muslos con sus suaves manos y se recostó entre ellos. Pude sentir la gruesa cabeza de su pija tanteando mis labios vaginales empapados.
Se deslizó con suavidad hacia adelante y sentí esa pija prodigiosa hundirse hasta el fondo de mi concha hambrienta; en un solo embate bastante delicado. Me llenó por completo y ahí se quedó quieto; sintiendo el calor húmedo de mi concha en llamas…
Entre ese placer tan intenso, sentí un dedo dilatando mi esfínter y eso me hizo estremecer y gemir todavía más.
De repente se salió y me hizo poner en cuatro.
Escupió en mi estrecha entrada anal y entonces lo sentí entrar, bien despacio y con suavidad, traspasando rápidamente mi apretado anillo anal. Grité y pataleé, sintiendo que esa verga me destrozaba el culo.
Pero entonces mi calentura ganó y le pedí que me la metiera más adentro y que me rompiera la cola sin piedad.
El cubano comenzó a embestirme; al principio despacio, dando tiempo a que mi estrecho ano se acomodara a su tamaño de verga. Luego comenzó a arremeter cada vez con más violencia; haciéndome casi saltar de la cama en cada embestida.

Aullé como loca; pero gocé esa penetración anal como nunca.
Comencé a llorar de dolor, mientras ese chico seguía empujando su gruesa pija cada vez más adentro en mi pobre ano, El ritmo del bombeo ya era frenético, cuando tuve otro orgasmo muy intenso.
El cubano ya estaba por acabar; pero se resistía todo lo posible a hacerlo, tratando de prolongar el placer que sentía al darme por mi culo tan estrecho.

Pero ya no pudo aguantar más y entonces lo sentí descargarse por completo en mi culo. Eso alivió el ardor que me había provocado tanta fricción.
Muy satisfecha con semejante cogida, me estiré a su lado para recuperar el aliento. Un rato después comenzamos a vestirnos y finalmente ese chico me llevó hasta mi casa.
Víctor estaba todavía despierto, esperándome con un delicioso café negro. Apenas me vio, supo que yo no le había hecho ningún caso para portarme bien esa noche…
Mi comprensivo esposo sonrió al notar el semen que se deslizaba entre mis muslos…
escrito el
2019-02-19
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