Una mujer madura en la playa
por
Anitaslut44
género
lésbico
Víctor y yo habíamos llegado a fin de año sin demasiada capacidad para ahorrar; por lo tanto para nuestras vacaciones de verano tuvimos que conformarnos con aceptar unos días a préstamo una pequeña casa en la playa; gracias a la generosidad de unos buenos amigos.
Al llegar allí comprobamos que la casa era muy cómoda y acogedora; además estaba ubicada muy cerca de una especie de bahía algo escondida; lo cual la convertía en un lugar casi exclusivo para disfrutar.
Se accedía mejor desde la misma playa y era un lugar que, al estar tan apartado y solitario, era ideal para practicar nudismo…
Como esa playa ofrecía bastante intimidad, no era extraño encontrar en la zona de las rocas alguna pareja teniendo sexo.
Durante la primera tarde de veraneo, Víctor estaba agotado y necesitaba relajarse para recuperar sueño; entonces dijo que se quedaría descansando en la casa. Yo fui bajando por el estrecho sendero que conducía a esa aparente apartada playa.
Acerté a pasar cerca de un matrimonio mayor, que estuvo gran parte del tiempo leyendo bajo una sombrilla y oteando el horizonte vacío.
La mujer era madura pero con un buen cuerpo tonificado. Llevaba una malla enteriza negra que la hacía lucir más sexy de lo que naturalmente ya era. Tomaba el sol mientras le daba charla a su marido; quien respondía con monosílabos sin quitar la vista de su interesante lectura.
Pero cada tanto el hombre recorría con la mirada los cuerpos desnudos de algunas mujeres que pasaban caminando cerca de ellos y se acomodaba con disimulo el abultado paquete que se adivinaba dentro de sus shorts.
Me quité la breve tanga amarilla que llevaba y me tendí boca arriba sobre una toalla, disfrutando del sol. Un rato después sentí que me estaba cocinando a fuego lento y decidí levantarme para meterme al mar y refrescar mi cuerpo ardiente.
Víctor había estado muy estresado durante las semanas previas y por lo tanto no habíamos cogido demasiado en esos últimos días. No solo mi cuerpo estaba caliente; mi concha se encontraba en llamas también…
Me zambullí de cabeza entre otra gente desnuda y por un rato disfruté de la frescura del agua de mar.
Cuando sentí que recuperaba mi temperatura normal, salí del agua.
La mujer madura estaba admirando mi cuerpo desnudo cuando me acerqué a mi toalla. Sonrió, comentando que el agua era deliciosa todo el día y que ella aprovechaba para bañarse a última hora, cuando ya quedaba menos gente en el lugar. Al principio no entendí el doble sentido de sus palabras.
Por cortesía entablé con ella un poco de amable conversación.
Un rato después, ella se volteó para tomar sol en la espalda. Su esposo seguía bajo la sombrilla; pero ahora sus pícaros ojos estaban observando atentamente a una pareja; ambos estaban jugando desnudos, tocándose y haciéndose arrumacos.
El flaco le acariciaba las tetas, lamiendo sus pezones, mientras ella lo masturbaba con suavidad. El esposo de mi nueva amiga tenía una mano metida dentro de sus shorts y era evidente que se estaba pajeando…
De repente su esposa se acercó a él y yo pensé que iba a recriminarle su comportamiento tan cochino en público; pero me equivocaba. Ella apenas lo miró y se quitó su malla enteriza negra; quedando totalmente desnuda.
Su cuerpo era increíble; muy bien tonificado con esfuerzo en un gimnasio y las marcas del bronceado en la piel lo hacían ver más sexy todavía.
Giró hacia donde yo estaba sentada, sabiendo que la estaba mirando con atención. Pude ver que esbozaba una leve sonrisa bajo sus gafas de sol…
Sus tetas eran perfectas, redondas y firmes, con pezones bien endurecidos. Llevaba el pubis depilado y sus pequeños labios vaginales brillaban con humedad; parecían los de una chica veinteañera…
Comencé a humedecerme, mientras no podía quitar mis ojos de ese hermoso cuerpo maduro.
Así desnuda como estaba, se inclinó sobre su travieso esposo maduro y se puso a hacerle una mamada allí en la playa, mientras el vejete observaba a la pareja que ahora estaba gimiendo mientras hacía un tremendo 69.
En pocos minutos el hombre acabó en las mejillas de su esposa y ella lo obligó a lamer su propio semen hasta dejarle limpia la cara.
Ella sonrió y se dedicó a mirar otra vez el horizonte. El viejo pareció quedar muy relajado y se recostó bajo la sombrilla sin decir nada más. Pronto pude oír que roncaba suavemente.
Un rato después la pareja cercana se levantó y despareció caminando entre unas dunas. Toda la situación me había excitado demasiado y ahora me sentía totalmente humedecida. Deslicé dos dedos por mi concha y encontré mis jugos manchando mis muslos.
La mujer madura se acercó a mí bamboleando sus hermosas tetas desnudas. Sus pezones eran enormes y ahora estaban bien erectos.
Me sonrió, diciendo que su marido acababa muy rápido y siempre la dejaba con las ganas. Sus ojos se posaron en mi labia brillante y adiviné que ella estaba admirando esa humedad que me provocaba mi propia calentura…
Entonces continuó diciendo que a ella le gustaba satisfacerse de otras maneras también. Estaba tanteando el terreno, para ver mi reacción.
De repente se rió, diciendo que yo también me veía excitada como ella...
Me sorprendió quedarme sin palabras; pero reaccioné diciéndole que la mamada a su esposo me había realmente calentado bastante.
Entonces ella me hizo abrir las piernas y se inclinó entre mis muslos invitantes. Comenzó a lamerme los labios vaginales con una maestría única. Cerré mis ojos y tuve que morderme la mano para no aullar como una perra en celo, mientras su sedosa lengua exploraba mi clítoris…
Aferré su cabeza por la nuca y la obligué a que hundiera más todavía esa prodigiosa lengua dentro de mi vagina ardiente. Sentí que uno de sus dedos se colaba dentro de mi estrecha entrada trasera. Eso me puso a mil, haciéndome delirar de placer. Esa perra veterana realmente sabía lamer una concha. Era algo increíble, casi irreal su estilo…
Me hizo acabar demasiado pronto; pero la explosión orgásmica que sentí bajo su lengua fue devastadora. Grité y aullé como loca, mientras mis piernas temblaban y mis caderas intentaban arquearse hacia arriba, al encuentro de la boca de esa mujer.
Caí otra vez sobre la toalla, totalmente exhausta. Una fina película de sudor cubría mi piel y mi cuerpo no podía dejar de temblar de placer.
Cuando finalmente recuperé la respiración y pude abrir mis ojos, ella me estaba mirando con expresión divertida. Mis propios jugos vaginales de deslizaban por su barbilla y ella se relamía de manera muy sensual…
Le agradecí el polvo que me acababa de regalar; pero ella se echó sobre mi cuerpo todavía tembloroso y me comió la boca con intensidad; haciéndome degustar mis propios fluidos en su sedosa lengua.
Estuvimos besándonos y acariciándonos un buen rato; nuestros cuerpos entrelazados bajo el sol en esa playa ahora casi desierta.
El sonido de una gruesa voz nos sacó de ese ensueño. Era su marido, otra vez escondiendo una buena erección, diciendo que ya era hora de retirarse.
Me despedí de ella con un último beso de lengua y quedamos de acuerdo para encontrarnos allí mismo al otro día. Luego ambos se tomaron de la mano amorosamente y desparecieron por el mismo sendero que me había llevado hasta allí.
Cuando regresé a la casa ya el sol había desaparecido.
Encontré a mi adorado esposo desnudo en la cama; con una tremenda erección a la vista. Víctor sonrió y yo me desnudé frente a él.
Mientras comenzaba a cabalgar esa magnífica verga hinchada que tanto me gustaba, me puse a pensar en el día siguiente, cuando esa mujer madura otra vez me ofreciera compartir un poco de su experiencia en esa apartada y solitaria playa, lejos de miradas indiscretas…
Al llegar allí comprobamos que la casa era muy cómoda y acogedora; además estaba ubicada muy cerca de una especie de bahía algo escondida; lo cual la convertía en un lugar casi exclusivo para disfrutar.
Se accedía mejor desde la misma playa y era un lugar que, al estar tan apartado y solitario, era ideal para practicar nudismo…
Como esa playa ofrecía bastante intimidad, no era extraño encontrar en la zona de las rocas alguna pareja teniendo sexo.
Durante la primera tarde de veraneo, Víctor estaba agotado y necesitaba relajarse para recuperar sueño; entonces dijo que se quedaría descansando en la casa. Yo fui bajando por el estrecho sendero que conducía a esa aparente apartada playa.
Acerté a pasar cerca de un matrimonio mayor, que estuvo gran parte del tiempo leyendo bajo una sombrilla y oteando el horizonte vacío.
La mujer era madura pero con un buen cuerpo tonificado. Llevaba una malla enteriza negra que la hacía lucir más sexy de lo que naturalmente ya era. Tomaba el sol mientras le daba charla a su marido; quien respondía con monosílabos sin quitar la vista de su interesante lectura.
Pero cada tanto el hombre recorría con la mirada los cuerpos desnudos de algunas mujeres que pasaban caminando cerca de ellos y se acomodaba con disimulo el abultado paquete que se adivinaba dentro de sus shorts.
Me quité la breve tanga amarilla que llevaba y me tendí boca arriba sobre una toalla, disfrutando del sol. Un rato después sentí que me estaba cocinando a fuego lento y decidí levantarme para meterme al mar y refrescar mi cuerpo ardiente.
Víctor había estado muy estresado durante las semanas previas y por lo tanto no habíamos cogido demasiado en esos últimos días. No solo mi cuerpo estaba caliente; mi concha se encontraba en llamas también…
Me zambullí de cabeza entre otra gente desnuda y por un rato disfruté de la frescura del agua de mar.
Cuando sentí que recuperaba mi temperatura normal, salí del agua.
La mujer madura estaba admirando mi cuerpo desnudo cuando me acerqué a mi toalla. Sonrió, comentando que el agua era deliciosa todo el día y que ella aprovechaba para bañarse a última hora, cuando ya quedaba menos gente en el lugar. Al principio no entendí el doble sentido de sus palabras.
Por cortesía entablé con ella un poco de amable conversación.
Un rato después, ella se volteó para tomar sol en la espalda. Su esposo seguía bajo la sombrilla; pero ahora sus pícaros ojos estaban observando atentamente a una pareja; ambos estaban jugando desnudos, tocándose y haciéndose arrumacos.
El flaco le acariciaba las tetas, lamiendo sus pezones, mientras ella lo masturbaba con suavidad. El esposo de mi nueva amiga tenía una mano metida dentro de sus shorts y era evidente que se estaba pajeando…
De repente su esposa se acercó a él y yo pensé que iba a recriminarle su comportamiento tan cochino en público; pero me equivocaba. Ella apenas lo miró y se quitó su malla enteriza negra; quedando totalmente desnuda.
Su cuerpo era increíble; muy bien tonificado con esfuerzo en un gimnasio y las marcas del bronceado en la piel lo hacían ver más sexy todavía.
Giró hacia donde yo estaba sentada, sabiendo que la estaba mirando con atención. Pude ver que esbozaba una leve sonrisa bajo sus gafas de sol…
Sus tetas eran perfectas, redondas y firmes, con pezones bien endurecidos. Llevaba el pubis depilado y sus pequeños labios vaginales brillaban con humedad; parecían los de una chica veinteañera…
Comencé a humedecerme, mientras no podía quitar mis ojos de ese hermoso cuerpo maduro.
Así desnuda como estaba, se inclinó sobre su travieso esposo maduro y se puso a hacerle una mamada allí en la playa, mientras el vejete observaba a la pareja que ahora estaba gimiendo mientras hacía un tremendo 69.
En pocos minutos el hombre acabó en las mejillas de su esposa y ella lo obligó a lamer su propio semen hasta dejarle limpia la cara.
Ella sonrió y se dedicó a mirar otra vez el horizonte. El viejo pareció quedar muy relajado y se recostó bajo la sombrilla sin decir nada más. Pronto pude oír que roncaba suavemente.
Un rato después la pareja cercana se levantó y despareció caminando entre unas dunas. Toda la situación me había excitado demasiado y ahora me sentía totalmente humedecida. Deslicé dos dedos por mi concha y encontré mis jugos manchando mis muslos.
La mujer madura se acercó a mí bamboleando sus hermosas tetas desnudas. Sus pezones eran enormes y ahora estaban bien erectos.
Me sonrió, diciendo que su marido acababa muy rápido y siempre la dejaba con las ganas. Sus ojos se posaron en mi labia brillante y adiviné que ella estaba admirando esa humedad que me provocaba mi propia calentura…
Entonces continuó diciendo que a ella le gustaba satisfacerse de otras maneras también. Estaba tanteando el terreno, para ver mi reacción.
De repente se rió, diciendo que yo también me veía excitada como ella...
Me sorprendió quedarme sin palabras; pero reaccioné diciéndole que la mamada a su esposo me había realmente calentado bastante.
Entonces ella me hizo abrir las piernas y se inclinó entre mis muslos invitantes. Comenzó a lamerme los labios vaginales con una maestría única. Cerré mis ojos y tuve que morderme la mano para no aullar como una perra en celo, mientras su sedosa lengua exploraba mi clítoris…
Aferré su cabeza por la nuca y la obligué a que hundiera más todavía esa prodigiosa lengua dentro de mi vagina ardiente. Sentí que uno de sus dedos se colaba dentro de mi estrecha entrada trasera. Eso me puso a mil, haciéndome delirar de placer. Esa perra veterana realmente sabía lamer una concha. Era algo increíble, casi irreal su estilo…
Me hizo acabar demasiado pronto; pero la explosión orgásmica que sentí bajo su lengua fue devastadora. Grité y aullé como loca, mientras mis piernas temblaban y mis caderas intentaban arquearse hacia arriba, al encuentro de la boca de esa mujer.
Caí otra vez sobre la toalla, totalmente exhausta. Una fina película de sudor cubría mi piel y mi cuerpo no podía dejar de temblar de placer.
Cuando finalmente recuperé la respiración y pude abrir mis ojos, ella me estaba mirando con expresión divertida. Mis propios jugos vaginales de deslizaban por su barbilla y ella se relamía de manera muy sensual…
Le agradecí el polvo que me acababa de regalar; pero ella se echó sobre mi cuerpo todavía tembloroso y me comió la boca con intensidad; haciéndome degustar mis propios fluidos en su sedosa lengua.
Estuvimos besándonos y acariciándonos un buen rato; nuestros cuerpos entrelazados bajo el sol en esa playa ahora casi desierta.
El sonido de una gruesa voz nos sacó de ese ensueño. Era su marido, otra vez escondiendo una buena erección, diciendo que ya era hora de retirarse.
Me despedí de ella con un último beso de lengua y quedamos de acuerdo para encontrarnos allí mismo al otro día. Luego ambos se tomaron de la mano amorosamente y desparecieron por el mismo sendero que me había llevado hasta allí.
Cuando regresé a la casa ya el sol había desaparecido.
Encontré a mi adorado esposo desnudo en la cama; con una tremenda erección a la vista. Víctor sonrió y yo me desnudé frente a él.
Mientras comenzaba a cabalgar esa magnífica verga hinchada que tanto me gustaba, me puse a pensar en el día siguiente, cuando esa mujer madura otra vez me ofreciera compartir un poco de su experiencia en esa apartada y solitaria playa, lejos de miradas indiscretas…
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