Una sorpresa en el taller mecánico

por
género
trans

Unos días más tarde de la tremenda enfiestada que había sufrido Anita a manos de Ricardo y sus amistades, el auto se descompuso y no tuve otra alternativa que llamar a este turro.

Escuché su odiosa carcajada cuando le conté el problema y entonces dijo con sorna:

"Que me lo traiga tu mujercita, así verifico si ya se le cerró un poco ese culo".

Le respondí que todavía seguía lastimada y que yo mismo le llevaría mi auto.

Ana se mostró contrariada con mi decisión y me suplicó que le permitiera acompañarme, dijo que ya se sentía mejor, estaba bastante caliente y tenía muchas ganas de que su macho la cogiera otra vez sin muchas contemplaciones. Tuve que ceder, así que, al mediodía siguiente enfilamos hacia el taller. Ana no se había arreglado demasiado, aunque llevaba unas calzas negras de lycra bien ajustadas, que moldeaban sus perfectas piernas y realzaban las curvas de su hermosa cola.

Ricardo nos recibió en la entrada y cerró la persiana del taller luego de entrar el auto, por lo que supuse que la iba a enfiestar un buen rato a mi dulce mujercita.

La besuqueó y toqueteó sin reparar en mi presencia; pasó una de sus toscas manos dentro de las calzas y supe que le había metido un dedo en el culo cuando Anita gimió sobresaltada.

"Hermoso ese orto, putita, otra vez estrecho como a mi me gusta" Le susurró al oído.

Nos hizo pasar a su oficina y allí nos encontramos con la primera sorpresa de la tarde: sentada en un gran sillón había una hermosa mujer de unos cuarenta años, con un rostro muy sensual, los cabellos enrulados oscuros atados en una cola de caballo, un cuerpo increíble, enfundado en unas calzas de lycra azules bien ajustadas. Fumaba con expresión aburrida, pero sus ojos se iluminaron cuando nos vio entrar.

"Les presento a Tamara, una amiga que aceptó mi invitación para pasar un buen rato"

Tamara se levantó y se dirigió hacia Ana, pasando frente a mí sin mirarme.

Pude comprobar que su cuerpo era escultural, unas tetas enormes apenas contenidas por una remera de algodón que dejaba ver sus pezones endurecidos y erectos; un culo perfecto que parecía torneado a mano, largas piernas que se veían todavía mejor gracias a unas sandalias de tacos altos que me parecieron terriblemente excitantes. Sus movimientos eran felinos...

Le lanzó el humo del cigarrillo a Ana en la cara y en cuanto ella abrió la boca, se la comió en un beso interminable. Luego la miró sensualmente a los ojos y le dijo con una voz ronca:

"Pendeja, mi amigo dice que te coge seguido delante de tu marido, así que supongo, no te m*****ará que yo me lo coja a él mientras te quedas quieta mirando, no?”

Esa era la segunda sorpresa de tarde, parecía que hoy iba a tener mi revancha.

Mi esposa no pudo articular palabra, entonces Tamara giró y se acercó a mí, apagando el cigarrillo en el camino. Apoyó sus increíbles tetas contra mi pecho y me comió la boca en un beso de lengua infernal, mientras me abría la bragueta.

Se agachó y sacó mi verga, que a esta altura ya estaba durísima y pulsante. En dos segundos sentí su lengua recorriendo mi aparato; se lo metía hasta el fondo de la garganta y me lo chupaba con mucha habilidad, mientras me miraba fijamente a los ojos, lo cual me ponía todavía más loco.

Anita al principio había quedado tildada, pensó que la iban a coger a ella como de costumbre y se encontró que debía ser testigo de cómo una verdadera hembra me preparaba para mantener una sesión de sexo inolvidable.
Pero enseguida Ricardo se deslizó detrás de ella, metiéndole una mano dentro de sus calzas para acariciarle la concha bien humedecida.

Yo seguía gozando de la mejor mamada de mi vida; jamás Anita, que era muy buena chupando pijas, me había hecho sentir así. Cuando ya casi estaba a punto de acabar Tamara se incorporó susurrándome al oído:

"Ya estás listo para la mejor culeada de tu vida, nene, a mi me gusta que me rompan bien el culo... vos sería capaz de hacerme ese favor?"

Se apoyó boca abajo en el escritorio y deslizó sus calzas apenas, dejando ver solamente un dilatado orificio anal, brillando a la luz gracias a un gel lubricante esparcido generosamente.

Me acerqué con mi verga en la mano y se la dejé ir de una sola embestida, penetrándola sin dificultad, mientras ella gemía suavemente, girando su cabeza para mirarme sonriente.

La aferré por las caderas y empecé a bombearla con más energía, incrementando el ritmo, sintiéndome poderoso dentro de ese culo tan perfecto, que se abría cada vez más con mis embestidas. Aproveché la cola de caballo para tirarle la cabeza hacia atrás, mientras ella buscaba mi boca para besarme; Tamara solamente gemía y jadeaba, acompañando mis movimientos con su cuerpo, su redondeado culo yendo al encuentro de mi dura verga.

Después de un buen rato de deslizarme dentro y fuera no pude aguantar más y exploté en un orgasmo infernal, vaciándome dentro de su ano y llenándola con mi leche caliente…

Caí sobre ella mientras recuperaba el aliento y luego saqué mi verga de su cuerpo, todavía endurecida a pesar de semejante polvo. Tamara sonrió satisfecha y se incorporó, acomodándose otra vez las calzas en ese cuerpazo.

Se acercó a Anita, que a esta altura había experimentado un par de orgasmos gracias a los dedos de Ricardo explorando y acariciando su concha, diciéndole sensualmente:

"Ahora es tu turno, pendeja, también voy a hacerte disfrutar de una buena culeada"

Mi esposa no entendía la situación, pero entonces Tamara la hizo girar e inclinar, quedando apoyadas sus hermosas tetas en el respaldo del sillón grande. Luego le bajó las calzas negras hasta las rodillas y también deslizó un poco las de ella.

Desde mi posición podía ver esos dos culos espectaculares, pero tampoco entendía qué estaba sucediendo, así que me acerqué para tener una mejor vista.

Entonces Tamara embistió el culo de Anita, que dio un grito desgarrador de dolor, quedando con la boca abierta, intentando tomar aire. La veterana soltó una carcajada y se echó hacia atrás, cuando entonces pude ver la tercera sorpresa de la tarde.

Tamara tenía entre las piernas una terrible verga de por lo menos treinta centímetros, mucho más grande y gruesa que la de Ricardo inclusive. Estaba erecta, durísima y por causa de semejante tamaño mi delicada mujercita había gritado tanto.
La risotada de Ricardo me volvió a la realidad.

"Pero Flaco, terrible puto resultaste ser, te dejaste chupar la pija por otro tipo y después le dejaste el culo como una flor, no te habías dado cuenta?".
No, realmente no. Esa “mujer” era una mujer perfecta…

Mientras Tamara masajeaba su verga para mantenerla dura, me pidió que le lubricara un poco la cola a mi esposa con saliva, porque estaba demasiado estrecha y no quería lastimarla más de lo debido.

Me agaché y comencé a lamer y chupar el culo de Ana, al tiempo que sus gemidos iban en aumento. Cuando estuvo bien humedecida, Tamara apuntó su enorme tranca hacia mi boca:

"Nene, me encantó chupártela, me gustaría ahora ver que me devolvieras el favor..."

Le dije que no podía hacerlo, la situación me había desbordado y estaba en shock.

Tamara volvió a reír y nuevamente penetró el culo de Anita de un solo saque, provocando que ella soltara otro desgarrador alarido de dolor, a pesar de mis esfuerzos por lubricarla un poco. La sujetó por los hombros y comenzó a bombearla frenéticamente, mientras mi mujer aullaba, gritaba y pedía que la cogiera más duro…
Yo no podía salir de mi estado de enajenación. La vista de esa sensual mujer sodomizando a mi esposa me excitaba muchísimo, al punto de sentir que mi verga otra vez comenzaba a ponerse más dura que nunca.

La cogida fue bastante prolongada, durante un buen rato Anita se aguantó esos casi treinta centímetros entrando y saliendo de su culo con una potencia brutal, mientras Tamara no daba señales de cansancio. Su ritmo era constante, bombeando con muchísima energía. Mi mujer aullaba como una loca y pedía que la cogiera más y más; jadeó y gimió hasta que repentinamente se quedó callada, para abrir la boca sin gritar, demostrando que había alcanzado un orgasmo bastante intenso…

Eso pareció excitar a la veterana, que unos segundos después dejó escapar un ronco sonido y se quedó quieta, mientras unas suaves contracciones de sus caderas demostraban que esa poderosa verga se vaciaba en el interior de mi esposa.

Descansó unos instantes besando la espalda de Anita y después se retiró muy despacio, mostrándome esa pija durísima, me la ofreció mientras susurraba:

"Ahora tiene el gustito de tu mujercita, podrías aprovechar y limpiármela"

Me arrodillé frente a ella y comencé a lamer ese tronco bien lubricado. Jamás se me ocurrió que podía chuparle la verga a otro hombre, pero la visión de esta hembra tan sensual realmente me volvió loco. La dejé limpia con varios lengüetazos y entonces Tamara me tomó por los cabellos y me hizo incorporar, al tiempo que me comía la boca en un beso húmedo.

Anita no me había visto haciendo esto último, ya que seguía todavía boca abajo sobre la mesa, recuperando el aliento después de semejante culeada. Ricardo se acercó por detrás de ella con la verga dura entre sus manos y se la hundió de un solo saque en la concha, lo cual provocó un prolongado gemido de placer por parte de mi mujercita.

Mientras el hijo de puta la cogía, Tamara y yo nos acomodamos en el sillón, notando ella mi tremenda calentura, sacó mi verga y me la chupó hasta que acabé otra vez en su garganta.

Me susurró con su sensual voz ronca al oído:

"Nene, me rompiste el culo muy bien, la próxima vez me toca a mi romperte el tuyo..."

Luego se arregló un poco las ropas, se miró en un espejo y simplemente, desapareció.
Ricardo le provocó un sonoro orgasmo a Ana y enseguida le llenó su dulce concha.

"Así que te gustaba coger con trabas, Flaco, de lo que uno se viene a enterar a esta altura!" Me dijo sonriendo mientras recuperaba el aliento y se vestía.

Le dejamos el auto para que lo arreglara y nos volvimos a casa caminando en silencio.

Un travesti me había chupado increíblemente bien la verga, yo le había roto el culo a ese mismo travesti, que luego se había culeado a mi esposa y finalmente yo le había limpiado esa enorme verga con mi lengua.

Increíble pero así había sucedido. Pero lo peor de todo era que... me había gustado.
escrito el
2016-09-16
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