Un africano en la playa y en la cama
por
Anitaslut44
género
hetero
Ese verano mi adorado Víctor no podía tomarse ni un solo día de vacaciones; pero en marzo le tocó hacer un rápido viaje a Mar del Plata; así que me propuso acompañarlo para poder disfrutar unos días de sol en la playa.
El tercer día era sábado y Víctor pudo escaparse temprano de sus tareas y venir conmigo a la playa. La mañana estaba fresca y por eso nos abrigamos dentro de la carpa que habíamos alquilado.
Un rato después se acercaron un par de vendedores ambulantes negros, de Senegal, que vendían bijutería barata. Uno de ellos se llamaba Marcus y yo lo había conocido el primer día en la playa, cuando estaba sola.
Víctor me miraba algo extrañado, porque Marcus se detuvo a hablar conmigo con toda confianza, incluso llamándome por mi nombre. Le adiviné el pensamiento a mi maridito; seguramente estaba haciéndose los ratones, imaginándome ensartada por las enormes vergas de esos dos muchachos africanos…
Cuando se fueron, me volví hacia mi esposo, que se hacía el disimulado, pero se moría por preguntarme por qué ese hombre negro tenía tanta confianza conmigo…
“Te pasa algo? Le pregunté desafiante, como si me hubiese descubierto en algo.
“A mí?... nada… y a vos?” Respondió algo inquisitivo…
Cambié de tema y un rato después nos pusimos a caminar por la playa en silencio.
Cuando regresábamos al hotel, ya no aguanté más las ganas y le conté todo:
“Viste ese negro grandote… Marcus, el que me saludó con un beso en la mejilla?”
Víctor asintió en silencio.
“Bueno… a ese negro le chupé la verga…” Le disparé sin anestesia…
Mi marido abrió los ojos sin poder creer lo que estaba escuchando.
“Fue el primer día, cuando me dejaste sola en la playa. Marcus vino a venderme chucherías cuando yo estaba acostaba boca abajo tomando sol. Me ofreció un motón de cosas, pero a mí lo único que me llamó la atención fue el enorme bulto que tiene entre las piernas.
Yo noté que él no dejaba de mirarme el culo sin disimulo y hasta pude ver cómo le crecía la pija adentro de sus pantalones y se ponía al palo. Al final elegí un anillo de todo lo que me ofrecía y le pedí que entrara a la carpa para pagarle.
Apenas me incliné a buscar mi bolso, sentí que el negro se acercaba por detrás de mí y me apoyaba la verga durísima entre mis cachetes. Me di vuelta con cara de ofendida y con la intención de echarlo a golpes, pero lo miré a los ojos y me calenté muy mal con su mirada…
Marcus se acercó más y entonces pude sentir que su verga dura golpeaba contra mi pubis, haciéndome excitar hasta humedecerme. Me abrazó por la cintura y me atrajo hacia él; me besó y me metió la lengua a fondo en mi boca. Me puse muy loca.
De repente me encontré en cuclillas y bajé los pantalones de Marcus, para descubrir esa verga negra enorme. Empecé a pajearlo con mi mano hasta que creció de una manera, que pensé sería imposible metérmela dentro de la boca…
Finalmente no aguanté más y me la metí en la boca. Apenas cabía la cabeza, pero haciendo un esfuerzo pude tragarla entera, hasta el fondo de mi garganta.
Estuve comiéndome esa verga negra durante diez minutos; ya me dolía la mandíbula. La sacaba y volvía a meterla; ya no daba más, yo quería tomarme toda la leche de ese negrazo hermoso…
En un momento, me encontré con una mano tocándome la concha que estaba totalmente inundada con mis jugos; ya estaban deslizándose entre mis muslos a través de la tanga, que había quedado empapada…
Entonces aumenté el ritmo de mis dedos adentro de mi concha y sin darme cuenta también lo hice con la chupada de pija que le estaba haciendo a ese macho negro, no podía dejar de pensar en esa verga dura y enorme adentro mío; pero ya era tarde, escuché a Marcus que se quejaba, gemía y gruñía, lo que me hizo dar cuenta que ya se venía. Igualmente arremetí con la boca a ese pedazo de carne hasta donde llegaba, menos de la mitad, hasta que empezó a salir leche violentamente, los primeros chorros muy potentes me dieron en mi cara y después en mi boca...
Al ver que ya no salía más leche, me la metí en la boca, tragándome todo lo que estaba en la punta, se la exprimí con la mano, hasta sacarle la última gota...
Marcus me dijo que la próxima vez me iba a coger y yo le respondí que me moría de ganas por dejarme coger por él... Dijo que también iba a romperme el culo...”
Luego de semejante relato, mi verga estaba a punto de explotar. No estaba enojado por al engaño de Anita; por el contrario, me excitaba la idea de ver a ese negro cogiéndose a mi esposa delante mio... que le rompiera bien el culo además...
Ana me aseguró que nada iba a cambiar entre nosotros, era puramente una cuestión de sexo con ese negro casi desconocido...
Lo único que se me ocurrió decirle fue que por mi estaba todo bien...
Mi dulce esposa entonces me abrazó contenta y dijo que arreglaría un encuentro con Marcus en nuestra habitación del hotel y que yo podría presenciar todo...
El día pactado regresé al hotel temprano luego de atender mis negocios y encontré a Anita en sus preparativos para el encuentro con el negro.
Estaba desnuda frente al espejo, maquillándose; solamente estaba vestida con medias de nylon y zapatos de taco alto. La abracé desde atrás y acaricié sus hermosas tetas, hasta lograr que sus pezones se endurecieran. Luego mis dedos bajaron hasta su pubis depilado y encontré que su concha ya estaba totalmente humedecida...
Completó su atuendo con un portaligas de seda y un breve negligee transparente, que dejaba traslucir sus voluptuosas formas.
Puntualmente tocaron a la puerta de la habitacion y alli estaba Marcus; elegantemente vestido. Lo saludé con un apretón de manos y lo hice pasar, mientras Ana venía a su encuentro y lo abrazaba, comiéndole la boca en un beso profundo.
El negro bajó sus manos de la cintura hacia la cola de mi mujer y empezó a acariciar y apretar el redondo y firme culo de Anita. Luego ambos se sentaron en un sofá grande y comenzaron a tocarse mutuamente. Mi esposa le manoseó la verga pr encima de los pantalones y finalmente se deslizó hasta el piso. Se ubicó entre las piernas separadas de Marcus; abrió el cinto y de un solo movimiento le bajó los pantalones de un tirón, quedando libre esa enorme verga negra que la había dejado tan loca...
Ana tenía razón; era una serpiente negra descomunal lo que ese hombre cargaba entre las piernas. Al verla, ella dejó escapar un suspiro, y enseguida acercó su boca a la punta de esa cosa increíble, comenzando a pasar su lengua a lo largo...
Pude ver que mi esposa hacía un esfuerzo tremendo por meter en su boca apenas la mitad de esa pija negra, la sacaba y metía con una maestría impresionante.
El negro estaba con su mirada concentrada en esa puta blanca que tenía adelante suyo y se retorcía de placer, mientras tomaba a mi esposa por la nuca y la obligaba a tragar cada vez más esa pija tremenda. Ella me miró sonriendo...
De repente Marcus le dijo que quería cogerla por el culo. Se pusieron de pie y Ana lo guió hasta la cama. Lo hizo acostar boca arriba y ella siguió chupándole la verga.
Cuando parecía a punto de explotar, Ana lo cabalgó y fue lentamente empalándose sobre ese duro poste negro. Anita se movía despacio; se notaba su calentura, porque en pocos segundos ya la tenia toda adentro, mientras gemía y suspiraba de placer.
Luego de una buena cabalgata y con la concha de mi esposa bien dilatada, cambiaron de posición: Marcus se arrodilló en la cama y Ana se puso en perrito. El negro la atrajo hacia él y la penetró violentamente, arrancándole a mi esposa gritos y aullidos de dolor y placer al mismo tiempo.
Ana no daba más de la tremenda y pude ver entre pijazo y pijazo, el negro le arrancó un intenso orgasmo que la hizo vibrar y sacudirse sobre la verga negra.
Cuando mi esposa dejó de temblar, Marcus insistió en darle por el culo. Ana me miró a los ojos y yo asentí en silencio. Ella entonces se acomodó para recibir esa enorme verga por la puerta trasera.
El negro frotó la pija, buscando el preciado estrecho orificio anal de mi esposa. Apuntó la cabeza de esa magnífica serpiente negra y comenzó a empujar despacio, arrancándole a Anita unos tremendos alaridos de dolor, mientras se debatía entre esas enormes manos que la sostenían firmemente por las caderas.
Cuando le metió apenas la mitad, Anita seguia gritando como loca, pero el negro estaba decidido a destrozarle el culo. No dejaba de moverse hacia adelante, enterrando cada vez más su enorme verga en el ano de mi delicada esposa...
De repente Ana no pudo aguantar más y le pidió que se detuviera. Pero Marcus era insistente: continuó un poco más todavía, empujando hasta empalarle el culo a Ana casi por completo. Luego la fue sacando lentamente, mientras Anita se relajaba y suspiraba de placer.
Anita se volteó boca arriba y el negro entonces la penetró violentamente, sin darle tiempo a nada. Le bombeó la concha por un largo rato, arrancando gemidos de placer a mi esposa. De repente se la sacó de un tirón y comenzó largar semen a chorros, los cuales cayeron sobre el suave pubis depilado de Ana.
Luego de recuperar la respiracion, Marcus se vistió y se fue, luego de hacerle prometer a Ana que volverían a coger en otra ocasión...
Mi esposa quedó tendida boca arriba en la cama; exhausta, con los muslos abiertos, dejando ver hilos de semen que se deslizaban entre sus labios vaginales hasta manchar las sábanas...
Me preguntó si yo habia disfrutado lo que había observado y le respondí que por supuesto lo había hecho. Entonces sonrió con malicia y me dijo que la próxima vez que Marcus la cogiera, yo no iba a poder estar presente...
El tercer día era sábado y Víctor pudo escaparse temprano de sus tareas y venir conmigo a la playa. La mañana estaba fresca y por eso nos abrigamos dentro de la carpa que habíamos alquilado.
Un rato después se acercaron un par de vendedores ambulantes negros, de Senegal, que vendían bijutería barata. Uno de ellos se llamaba Marcus y yo lo había conocido el primer día en la playa, cuando estaba sola.
Víctor me miraba algo extrañado, porque Marcus se detuvo a hablar conmigo con toda confianza, incluso llamándome por mi nombre. Le adiviné el pensamiento a mi maridito; seguramente estaba haciéndose los ratones, imaginándome ensartada por las enormes vergas de esos dos muchachos africanos…
Cuando se fueron, me volví hacia mi esposo, que se hacía el disimulado, pero se moría por preguntarme por qué ese hombre negro tenía tanta confianza conmigo…
“Te pasa algo? Le pregunté desafiante, como si me hubiese descubierto en algo.
“A mí?... nada… y a vos?” Respondió algo inquisitivo…
Cambié de tema y un rato después nos pusimos a caminar por la playa en silencio.
Cuando regresábamos al hotel, ya no aguanté más las ganas y le conté todo:
“Viste ese negro grandote… Marcus, el que me saludó con un beso en la mejilla?”
Víctor asintió en silencio.
“Bueno… a ese negro le chupé la verga…” Le disparé sin anestesia…
Mi marido abrió los ojos sin poder creer lo que estaba escuchando.
“Fue el primer día, cuando me dejaste sola en la playa. Marcus vino a venderme chucherías cuando yo estaba acostaba boca abajo tomando sol. Me ofreció un motón de cosas, pero a mí lo único que me llamó la atención fue el enorme bulto que tiene entre las piernas.
Yo noté que él no dejaba de mirarme el culo sin disimulo y hasta pude ver cómo le crecía la pija adentro de sus pantalones y se ponía al palo. Al final elegí un anillo de todo lo que me ofrecía y le pedí que entrara a la carpa para pagarle.
Apenas me incliné a buscar mi bolso, sentí que el negro se acercaba por detrás de mí y me apoyaba la verga durísima entre mis cachetes. Me di vuelta con cara de ofendida y con la intención de echarlo a golpes, pero lo miré a los ojos y me calenté muy mal con su mirada…
Marcus se acercó más y entonces pude sentir que su verga dura golpeaba contra mi pubis, haciéndome excitar hasta humedecerme. Me abrazó por la cintura y me atrajo hacia él; me besó y me metió la lengua a fondo en mi boca. Me puse muy loca.
De repente me encontré en cuclillas y bajé los pantalones de Marcus, para descubrir esa verga negra enorme. Empecé a pajearlo con mi mano hasta que creció de una manera, que pensé sería imposible metérmela dentro de la boca…
Finalmente no aguanté más y me la metí en la boca. Apenas cabía la cabeza, pero haciendo un esfuerzo pude tragarla entera, hasta el fondo de mi garganta.
Estuve comiéndome esa verga negra durante diez minutos; ya me dolía la mandíbula. La sacaba y volvía a meterla; ya no daba más, yo quería tomarme toda la leche de ese negrazo hermoso…
En un momento, me encontré con una mano tocándome la concha que estaba totalmente inundada con mis jugos; ya estaban deslizándose entre mis muslos a través de la tanga, que había quedado empapada…
Entonces aumenté el ritmo de mis dedos adentro de mi concha y sin darme cuenta también lo hice con la chupada de pija que le estaba haciendo a ese macho negro, no podía dejar de pensar en esa verga dura y enorme adentro mío; pero ya era tarde, escuché a Marcus que se quejaba, gemía y gruñía, lo que me hizo dar cuenta que ya se venía. Igualmente arremetí con la boca a ese pedazo de carne hasta donde llegaba, menos de la mitad, hasta que empezó a salir leche violentamente, los primeros chorros muy potentes me dieron en mi cara y después en mi boca...
Al ver que ya no salía más leche, me la metí en la boca, tragándome todo lo que estaba en la punta, se la exprimí con la mano, hasta sacarle la última gota...
Marcus me dijo que la próxima vez me iba a coger y yo le respondí que me moría de ganas por dejarme coger por él... Dijo que también iba a romperme el culo...”
Luego de semejante relato, mi verga estaba a punto de explotar. No estaba enojado por al engaño de Anita; por el contrario, me excitaba la idea de ver a ese negro cogiéndose a mi esposa delante mio... que le rompiera bien el culo además...
Ana me aseguró que nada iba a cambiar entre nosotros, era puramente una cuestión de sexo con ese negro casi desconocido...
Lo único que se me ocurrió decirle fue que por mi estaba todo bien...
Mi dulce esposa entonces me abrazó contenta y dijo que arreglaría un encuentro con Marcus en nuestra habitación del hotel y que yo podría presenciar todo...
El día pactado regresé al hotel temprano luego de atender mis negocios y encontré a Anita en sus preparativos para el encuentro con el negro.
Estaba desnuda frente al espejo, maquillándose; solamente estaba vestida con medias de nylon y zapatos de taco alto. La abracé desde atrás y acaricié sus hermosas tetas, hasta lograr que sus pezones se endurecieran. Luego mis dedos bajaron hasta su pubis depilado y encontré que su concha ya estaba totalmente humedecida...
Completó su atuendo con un portaligas de seda y un breve negligee transparente, que dejaba traslucir sus voluptuosas formas.
Puntualmente tocaron a la puerta de la habitacion y alli estaba Marcus; elegantemente vestido. Lo saludé con un apretón de manos y lo hice pasar, mientras Ana venía a su encuentro y lo abrazaba, comiéndole la boca en un beso profundo.
El negro bajó sus manos de la cintura hacia la cola de mi mujer y empezó a acariciar y apretar el redondo y firme culo de Anita. Luego ambos se sentaron en un sofá grande y comenzaron a tocarse mutuamente. Mi esposa le manoseó la verga pr encima de los pantalones y finalmente se deslizó hasta el piso. Se ubicó entre las piernas separadas de Marcus; abrió el cinto y de un solo movimiento le bajó los pantalones de un tirón, quedando libre esa enorme verga negra que la había dejado tan loca...
Ana tenía razón; era una serpiente negra descomunal lo que ese hombre cargaba entre las piernas. Al verla, ella dejó escapar un suspiro, y enseguida acercó su boca a la punta de esa cosa increíble, comenzando a pasar su lengua a lo largo...
Pude ver que mi esposa hacía un esfuerzo tremendo por meter en su boca apenas la mitad de esa pija negra, la sacaba y metía con una maestría impresionante.
El negro estaba con su mirada concentrada en esa puta blanca que tenía adelante suyo y se retorcía de placer, mientras tomaba a mi esposa por la nuca y la obligaba a tragar cada vez más esa pija tremenda. Ella me miró sonriendo...
De repente Marcus le dijo que quería cogerla por el culo. Se pusieron de pie y Ana lo guió hasta la cama. Lo hizo acostar boca arriba y ella siguió chupándole la verga.
Cuando parecía a punto de explotar, Ana lo cabalgó y fue lentamente empalándose sobre ese duro poste negro. Anita se movía despacio; se notaba su calentura, porque en pocos segundos ya la tenia toda adentro, mientras gemía y suspiraba de placer.
Luego de una buena cabalgata y con la concha de mi esposa bien dilatada, cambiaron de posición: Marcus se arrodilló en la cama y Ana se puso en perrito. El negro la atrajo hacia él y la penetró violentamente, arrancándole a mi esposa gritos y aullidos de dolor y placer al mismo tiempo.
Ana no daba más de la tremenda y pude ver entre pijazo y pijazo, el negro le arrancó un intenso orgasmo que la hizo vibrar y sacudirse sobre la verga negra.
Cuando mi esposa dejó de temblar, Marcus insistió en darle por el culo. Ana me miró a los ojos y yo asentí en silencio. Ella entonces se acomodó para recibir esa enorme verga por la puerta trasera.
El negro frotó la pija, buscando el preciado estrecho orificio anal de mi esposa. Apuntó la cabeza de esa magnífica serpiente negra y comenzó a empujar despacio, arrancándole a Anita unos tremendos alaridos de dolor, mientras se debatía entre esas enormes manos que la sostenían firmemente por las caderas.
Cuando le metió apenas la mitad, Anita seguia gritando como loca, pero el negro estaba decidido a destrozarle el culo. No dejaba de moverse hacia adelante, enterrando cada vez más su enorme verga en el ano de mi delicada esposa...
De repente Ana no pudo aguantar más y le pidió que se detuviera. Pero Marcus era insistente: continuó un poco más todavía, empujando hasta empalarle el culo a Ana casi por completo. Luego la fue sacando lentamente, mientras Anita se relajaba y suspiraba de placer.
Anita se volteó boca arriba y el negro entonces la penetró violentamente, sin darle tiempo a nada. Le bombeó la concha por un largo rato, arrancando gemidos de placer a mi esposa. De repente se la sacó de un tirón y comenzó largar semen a chorros, los cuales cayeron sobre el suave pubis depilado de Ana.
Luego de recuperar la respiracion, Marcus se vistió y se fue, luego de hacerle prometer a Ana que volverían a coger en otra ocasión...
Mi esposa quedó tendida boca arriba en la cama; exhausta, con los muslos abiertos, dejando ver hilos de semen que se deslizaban entre sus labios vaginales hasta manchar las sábanas...
Me preguntó si yo habia disfrutado lo que había observado y le respondí que por supuesto lo había hecho. Entonces sonrió con malicia y me dijo que la próxima vez que Marcus la cogiera, yo no iba a poder estar presente...
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