Miriam aparece otra vez
por
Anitaslut44
género
lésbico
Mi fiel esposa me llamó ese mediodía a mi oficina. Yo le había dicho que seguramente regresaría temprano a casa y entonces me pidió si podía pasar a buscarla a la salida de su clase de gimnasia.
Cada vez que aparecía por ese gimnasio quedaba loco; la mayoría de las asistentes eran pendejas calentonas que se metían las calzas entre los cachetes de sus firmes traseros y eso me provocaba unas tremendas erecciones.
Justo entré al salón cuando terminaba la clase: el olor a hembra salvaje me embriagó, mientras buscaba a Anita entre todas esas perritas más jóvenes.
Pero mi esposa no estaba a la vista. De repente vi una cara conocida: era Miriam, la morocha infernal que ya me había cogido un par de veces y hacía rato no veía.
Esta hembra increíble me sonrió de lejos y caminó hacia mí. Antes de que llegara a mi lado, apareció por detrás mi dulce Ana, muy feliz de verme.
Miriam dejó de sonreír, pero siguió avanzando y tocó el hombro de Ana:
“Pero nena, nunca dijiste que tenías escondido un marido tan guapo!”.
Mi dulce esposa sonrió y nos presentó formalmente. Miriam se acercó para besarme y por suerte su larga cabellera enrulada ocultó el lengüetazo que me dio en mis labios…
Su olor a hembra transpirada me envolvió y sentí que mi verga saltaba dentro de mis pantalones. La miré con cierta sorpresa: no podía creer que esa mujer casualmente concurriera al mismo gimnasio que Ana y que, además, fueran tan amigas y confidentes…
Por un instante pensé que tal vez Ana ya sabría de mis dos polvos con su amiga; pero finalmente me relajé, cuando ella me dijo que iríamos los tres a casa a tomar unos mates.
Al llegar a casa ellas bajaron del auto y Ana se volvió para pedirme que fuera a comprar yerba y azúcar, porque no quedaba nada más. Mientras, ellas dos se darían una ducha refrescante para sacarse el sudor…
Cuando regresé con el encargo, escuché el sonido del agua correr en la ducha y algunos otros sonidos que no pude identificar. Al acercarme al baño, los sonidos se convirtieron en gemidos y jadeos.
Entré muy despacio, tratando de no hacer ruido y me encontré con un espectáculo que jamás habría imaginado...
Bajo el agua de la ducha estaban Anita y Miriam, entrelazadas en un beso de lengua interminable, mientras los dedos de cada una se perdían entre los labios vaginales de la otra…
Yo sabía que Ana tenía amantes de toda clase, incluyendo otras mujeres; pero nunca me imaginé que a esa morocha caliente y sensual le gustaran las mujeres…
Me retiré sin hacer ruido; ya había visto lo suficiente.
Puse a calentar agua para los mates y me quedé sentado en el comedor, esperando que las chicas terminaran lo suyo.
Un rato después aparecieron las dos, vestidas y maquilladas como dos verdaderas perras: minifaldas ajustadas, camisetas de algodón muy traslúcidas y zapatos de taco alto. Les pregunté si pensaban salir, pero Ana respondió que no…
No podía quitarle la vista de encima a las piernas y las tetas de Miriam. Ella me miraba con disimulo y me lanzaba besos al aire, para después sonreír con malicia, mientras hablaba con mi esposa…
Se sentaron ambas en el sillón grande y tomamos unos mates, charlando espontáneamente sobre varios temas distintos.
Un rato después el agua se enfrió, pero mi esposa y su amiga se calentaron bastante. De repente Miriam besó a Ana y sus cuerpos se fundieron en un abrazo.
Miriam se echó sobre el cuerpo de Anita mientras le comía la boca. Su falda se enrolló sobre sus muslos y pude ver su vulva depilada, ya que no llevaba una tanga. Ana separó sus piernas y mostró también sus labios vaginales brillantes y húmedos.
Yo me quedé sentado, sin atreverme siquiera a toser. Después de un beso interminable, Anita finalmente me miró para decirme:
“Amor, ya ves que Miriam y yo somos amigas muy íntimas…”
Le respondí que yo no tenía nada que decir y le pregunté si no estarían más cómodas en nuestra habitación.
Esta vez respondió Miriam, que sonrió socarronamente y me dijo:
“Aquí estamos cómodas, siempre lo hacemos en este sillón…”
Antes de que yo pudiera articular palabra en mi estado de sorpresa y confusión, las dos mujeres volvieron a besarse y ya se olvidaron de mi presencia.
Ambas se quitaron la ropa con movimientos muy sensuales, quedando vestidas solamente con los tacos altos. La escena me erotizó al máximo; sentía mi verga erecta pugnando por salir de mis pantalones.
Miriam volvió a montar entre las piernas abiertas de Ana y siguieron comiéndose las bocas, mientras sus dedos hurgaban ambas vaginas.
Pronto las dos estaban iniciando un sensual concierto de gemidos y suspiros. De pronto ya no aguanté más mi pasividad como testigo. Me desnudé yo también y avancé hacia las chicas sosteniéndome la verga.
Ana abrió sus ojos y percibió mi intención de metérsela a su amiga desde atrás. Esbozó una sonrisa cómplice y me hizo un guiño de aprobación.
Me incliné hacia adelante, apuntando la cabeza de mi dura pija a los labios vaginales entreabiertos de Miriam. Ella gimió al sentir que comenzaba a penetrarla, pero no dejó de lamer las hermosas tetas de mi mujercita.
Llegué hasta el fondo de su muy lubricada vagina y me quedé allí, sintiendo que mi verga crecía todavía más. El olor a hembra que emanaba el cuerpo de esa mujer me envolvió otra vez y supe que esa perra era mi dueña…
Comencé a bombearla con desesperación, pasando mi lengua por su nuca y mordisqueando sus hombros. Miriam comenzó a jadear cada vez más, hasta que unos minutos después, sentí un calor tremendo en su concha y supe que esa perra había acabado sobre mi pija.
Miriam recuperó el aliento y giró su cabeza para preguntarme:
“No llegaste a acabar??”. Le dije que no, mientras me retiraba despacio.
Apenas me senté en el sillón, ella dejó las tetas de Anita y se abalanzó sobre mi verga todavía dura. Abrió sus sensuales labios y se devoró mi tranca de un solo bocado.
Mientras me la chupaba, Anita se acercó para susurrarme al oído:
“Te gusta como chupa la pija mi amiga…?”. No pude responderle, porque justo en ese momento abrí mi boca para gritar como un desaforado, mientras acababa y le llenaba de semen la boca a Miriam.
Me dejaron descansar un rato y apenas me vieron algo recuperad, Miriam se lanzó al ataque nuevamente. Esta vez tomó mi pija entre sus dedos y comenzó a subir y bajar sus manos a lo largo de todo el tronco, haciendo que en menos de un minuto estuviera otra vez totalmente endurecida.
Entonces sonrió, me dio un tierno beso en los labios y le dijo a Ana:
“Es tu turno, amiga… te envidio…tu maridito tiene una pija hermosa…”
Anita se puso en cuatro sobre la alfombra y me pidió que la sodomizara.
Penetré su entrada trasera con una sorprendente facilidad. Me imaginé que bajo la ducha, ambas habían estado dilatándose muy bien sus orificios…
Mientras le bombeaba el culo a mi esposa, Miriam se ubicó entre mis piernas detrás de mí. Pronto sentí un dolor lacerante en mi culo y supe que esa perra sensual había enterrado sus dedos en mi ano…
Se inclinó para susurrarme al oído sin que Ana pudiera oírla:
“Te gusta que te la metan por la cola?? La última vez me la destrozaste”
En ese momento Ana gritó como loca y comenzó a temblar sin control. Supe que había tenido un orgasmo vaginal, mientras mi verga seguía entrando y saliendo de su ya no tan estrecho ano.
Unos instantes después me descargué en el fondo de su culo, mientras Miriam seguía metiendo sus largos dedos en el mío y se acariciaba al mismo tiempo su clítoris…
Los tres habíamos quedado satisfechos, así que nos vestimos nuevamente y Ana me pidió si podía alcanzar a Miriam hasta su casa. Ya oscurecía cuando emprendimos el viaje. Yo seguía preocupado por un solo asunto, pero Miriam pareció adivinar mi pensamiento cuando me dijo muy seria:
“No te preocupes, es una simple casualidad que conozca a tu esposa… ella no sabe nada de lo nuestro… podemos seguir cogiendo cuando quieras…”
Antes de llegar a su casa, Miriam se inclinó sobre mi regazo y me dio otra tremenda mamada… “Para el viaje de vuelta” Me dijo sonriendo…
Mientras sentía sus labios alrededor de mi verga, supe que era verdad lo que había dicho:
Ambos íbamos a seguir cogiendo cada vez que quisiéramos…
Cada vez que aparecía por ese gimnasio quedaba loco; la mayoría de las asistentes eran pendejas calentonas que se metían las calzas entre los cachetes de sus firmes traseros y eso me provocaba unas tremendas erecciones.
Justo entré al salón cuando terminaba la clase: el olor a hembra salvaje me embriagó, mientras buscaba a Anita entre todas esas perritas más jóvenes.
Pero mi esposa no estaba a la vista. De repente vi una cara conocida: era Miriam, la morocha infernal que ya me había cogido un par de veces y hacía rato no veía.
Esta hembra increíble me sonrió de lejos y caminó hacia mí. Antes de que llegara a mi lado, apareció por detrás mi dulce Ana, muy feliz de verme.
Miriam dejó de sonreír, pero siguió avanzando y tocó el hombro de Ana:
“Pero nena, nunca dijiste que tenías escondido un marido tan guapo!”.
Mi dulce esposa sonrió y nos presentó formalmente. Miriam se acercó para besarme y por suerte su larga cabellera enrulada ocultó el lengüetazo que me dio en mis labios…
Su olor a hembra transpirada me envolvió y sentí que mi verga saltaba dentro de mis pantalones. La miré con cierta sorpresa: no podía creer que esa mujer casualmente concurriera al mismo gimnasio que Ana y que, además, fueran tan amigas y confidentes…
Por un instante pensé que tal vez Ana ya sabría de mis dos polvos con su amiga; pero finalmente me relajé, cuando ella me dijo que iríamos los tres a casa a tomar unos mates.
Al llegar a casa ellas bajaron del auto y Ana se volvió para pedirme que fuera a comprar yerba y azúcar, porque no quedaba nada más. Mientras, ellas dos se darían una ducha refrescante para sacarse el sudor…
Cuando regresé con el encargo, escuché el sonido del agua correr en la ducha y algunos otros sonidos que no pude identificar. Al acercarme al baño, los sonidos se convirtieron en gemidos y jadeos.
Entré muy despacio, tratando de no hacer ruido y me encontré con un espectáculo que jamás habría imaginado...
Bajo el agua de la ducha estaban Anita y Miriam, entrelazadas en un beso de lengua interminable, mientras los dedos de cada una se perdían entre los labios vaginales de la otra…
Yo sabía que Ana tenía amantes de toda clase, incluyendo otras mujeres; pero nunca me imaginé que a esa morocha caliente y sensual le gustaran las mujeres…
Me retiré sin hacer ruido; ya había visto lo suficiente.
Puse a calentar agua para los mates y me quedé sentado en el comedor, esperando que las chicas terminaran lo suyo.
Un rato después aparecieron las dos, vestidas y maquilladas como dos verdaderas perras: minifaldas ajustadas, camisetas de algodón muy traslúcidas y zapatos de taco alto. Les pregunté si pensaban salir, pero Ana respondió que no…
No podía quitarle la vista de encima a las piernas y las tetas de Miriam. Ella me miraba con disimulo y me lanzaba besos al aire, para después sonreír con malicia, mientras hablaba con mi esposa…
Se sentaron ambas en el sillón grande y tomamos unos mates, charlando espontáneamente sobre varios temas distintos.
Un rato después el agua se enfrió, pero mi esposa y su amiga se calentaron bastante. De repente Miriam besó a Ana y sus cuerpos se fundieron en un abrazo.
Miriam se echó sobre el cuerpo de Anita mientras le comía la boca. Su falda se enrolló sobre sus muslos y pude ver su vulva depilada, ya que no llevaba una tanga. Ana separó sus piernas y mostró también sus labios vaginales brillantes y húmedos.
Yo me quedé sentado, sin atreverme siquiera a toser. Después de un beso interminable, Anita finalmente me miró para decirme:
“Amor, ya ves que Miriam y yo somos amigas muy íntimas…”
Le respondí que yo no tenía nada que decir y le pregunté si no estarían más cómodas en nuestra habitación.
Esta vez respondió Miriam, que sonrió socarronamente y me dijo:
“Aquí estamos cómodas, siempre lo hacemos en este sillón…”
Antes de que yo pudiera articular palabra en mi estado de sorpresa y confusión, las dos mujeres volvieron a besarse y ya se olvidaron de mi presencia.
Ambas se quitaron la ropa con movimientos muy sensuales, quedando vestidas solamente con los tacos altos. La escena me erotizó al máximo; sentía mi verga erecta pugnando por salir de mis pantalones.
Miriam volvió a montar entre las piernas abiertas de Ana y siguieron comiéndose las bocas, mientras sus dedos hurgaban ambas vaginas.
Pronto las dos estaban iniciando un sensual concierto de gemidos y suspiros. De pronto ya no aguanté más mi pasividad como testigo. Me desnudé yo también y avancé hacia las chicas sosteniéndome la verga.
Ana abrió sus ojos y percibió mi intención de metérsela a su amiga desde atrás. Esbozó una sonrisa cómplice y me hizo un guiño de aprobación.
Me incliné hacia adelante, apuntando la cabeza de mi dura pija a los labios vaginales entreabiertos de Miriam. Ella gimió al sentir que comenzaba a penetrarla, pero no dejó de lamer las hermosas tetas de mi mujercita.
Llegué hasta el fondo de su muy lubricada vagina y me quedé allí, sintiendo que mi verga crecía todavía más. El olor a hembra que emanaba el cuerpo de esa mujer me envolvió otra vez y supe que esa perra era mi dueña…
Comencé a bombearla con desesperación, pasando mi lengua por su nuca y mordisqueando sus hombros. Miriam comenzó a jadear cada vez más, hasta que unos minutos después, sentí un calor tremendo en su concha y supe que esa perra había acabado sobre mi pija.
Miriam recuperó el aliento y giró su cabeza para preguntarme:
“No llegaste a acabar??”. Le dije que no, mientras me retiraba despacio.
Apenas me senté en el sillón, ella dejó las tetas de Anita y se abalanzó sobre mi verga todavía dura. Abrió sus sensuales labios y se devoró mi tranca de un solo bocado.
Mientras me la chupaba, Anita se acercó para susurrarme al oído:
“Te gusta como chupa la pija mi amiga…?”. No pude responderle, porque justo en ese momento abrí mi boca para gritar como un desaforado, mientras acababa y le llenaba de semen la boca a Miriam.
Me dejaron descansar un rato y apenas me vieron algo recuperad, Miriam se lanzó al ataque nuevamente. Esta vez tomó mi pija entre sus dedos y comenzó a subir y bajar sus manos a lo largo de todo el tronco, haciendo que en menos de un minuto estuviera otra vez totalmente endurecida.
Entonces sonrió, me dio un tierno beso en los labios y le dijo a Ana:
“Es tu turno, amiga… te envidio…tu maridito tiene una pija hermosa…”
Anita se puso en cuatro sobre la alfombra y me pidió que la sodomizara.
Penetré su entrada trasera con una sorprendente facilidad. Me imaginé que bajo la ducha, ambas habían estado dilatándose muy bien sus orificios…
Mientras le bombeaba el culo a mi esposa, Miriam se ubicó entre mis piernas detrás de mí. Pronto sentí un dolor lacerante en mi culo y supe que esa perra sensual había enterrado sus dedos en mi ano…
Se inclinó para susurrarme al oído sin que Ana pudiera oírla:
“Te gusta que te la metan por la cola?? La última vez me la destrozaste”
En ese momento Ana gritó como loca y comenzó a temblar sin control. Supe que había tenido un orgasmo vaginal, mientras mi verga seguía entrando y saliendo de su ya no tan estrecho ano.
Unos instantes después me descargué en el fondo de su culo, mientras Miriam seguía metiendo sus largos dedos en el mío y se acariciaba al mismo tiempo su clítoris…
Los tres habíamos quedado satisfechos, así que nos vestimos nuevamente y Ana me pidió si podía alcanzar a Miriam hasta su casa. Ya oscurecía cuando emprendimos el viaje. Yo seguía preocupado por un solo asunto, pero Miriam pareció adivinar mi pensamiento cuando me dijo muy seria:
“No te preocupes, es una simple casualidad que conozca a tu esposa… ella no sabe nada de lo nuestro… podemos seguir cogiendo cuando quieras…”
Antes de llegar a su casa, Miriam se inclinó sobre mi regazo y me dio otra tremenda mamada… “Para el viaje de vuelta” Me dijo sonriendo…
Mientras sentía sus labios alrededor de mi verga, supe que era verdad lo que había dicho:
Ambos íbamos a seguir cogiendo cada vez que quisiéramos…
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