Annabel.
por
Juan Alberto
género
zoophilia
La pequeña Annabel se sintió que sus piernas flaqueaban. Le parecía sentir todavía las enormes pijas de sus compañeros de curso en su ano, su coño y su boca, y los recuerdos de la gigantesca polla del mayor de ellos hacían que todavía su panochita se contrajera de placer. Había sido follada por siete muchachos a la vez. No estaba asustada. Estaba complacida.
Se preguntaba si volvería a ver a ese adorable chico mayor. Caminaba hacia su casa como una autómata soñando con esas vergas carnosas y gruesas. Sus sueños de lujurioso placer fueron interrumpidos cuando un camión de reparto a domicilio se detuvo y avanzó a paso de hombre, un hombre de mediana edad grito desde la cabina del conductor:
—¡¡Cariño!! … ¿¿Te gustaría chuparme la polla?? …
Annabel miró su reloj y pensó que sería agradable saborear la pija de un desconocido. Todavía tenía tiempo para regresar a casa. El hombre la miraba de pies a cabeza, fijando sus ojos especialmente en sus desarrolladas tetas. Annabel lo miró un poco indecisa y el hombre volvió a hablar:
—¿Sabes? … Tengo una polla grande … muy grande …
Ante la expectativa de una pija enorme, Annabel se decidió inmediatamente y camino hacia el camión diciendo:
—¡Oh, sí! … me encantaría …
Sin embargo, el rostro del hombre denotó confusión, casi pánico, y mientras ella se acercaba al vehículo, éste aceleró a todo gas y se alejó dejándola en medio a la calle perpleja.
Annabel estaba decepcionada, ya se veía con una polla enorme inundando de semen su boca de labios carnosos. Pero ya le había sucedido algo parecido otras veces, otro hombre le había ofrecido tener relaciones sexuales, ella accedió feliz y él inmediatamente huyo despavorido. ¡¡Hombres!! ¡¡Quien los entiende!!
Ahora que se acercaba a su casa, sus pensamientos se fueron a su ropa, un poco ajada por los impetuosos muchachos, se preocupó, debería haberlo pensado antes. Tendría que encontrar una explicación sensata para su madre. Su padre no le preocupaba, la semana pasada le había hecho una mamada sensacional y desde entonces jamás la reprendía por nada. Sabía que más temprano que tarde también follaría con él. Su padre disfrutaba del sexo al igual que ella, pero su madre era diferente, era una cristiana devota.
Mientras más se acercaba a su casa, más se perdía en sus pensamientos domésticos. El ladrido emocionado del perro del vecino la devolvió a la realidad. Se detuvo frente a la casa de los López, a un par de decenas de metros de la casa de sus padres. Sergio y Loredana López eran vecinos relativamente nuevos, habían llegado el año pasado, poco antes de navidad. Annabel no los conocía muy bien. Ciertamente no a la señora López, pero ya había tenido oportunidad de sorber y saborear el semen de su marido. Salían casi a la misma hora, él al trabajo y ella al colegio. Se había ofrecido a llevarla y ella le pago dándole un buen trabajo con su boca. Generalmente ella se sentaba en la cabina, él se detenía unas cuadras antes del instituto educacional y ella en minutos lo hacía correrse en su boca, tampoco había tenido tiempo de follar con él, pero su polla gruesa y larga le encantaba. Era un hombre confiable y agradable.
La señora Loredana estaba sentada frente a su casa con un vaso de jugo en su mano derecha y la escudilla vacía del perro en su otra mano. El perro saltó frente a la niña y Annabel se agachó a acariciar su cabeza, luego caminó junto a ella hacia el porche. Hubiera deseado encontrar al señor López, le encantaba chupar su enorme polla. Pero tal vez la señora López la dejaría limpiar su ropa y ponerse un poco en orden.
El perro parecía endemoniado y excitado por la presencia de la joven muchacha, se meneaba contra las piernas de ella y agitaba su cola furiosamente. Era un perro grande de raza desconocida, un hermoso mestizo. Loredana López dio un potente grito al animal para que dejara en paz a la chica, pero el pobre animal no se podía contener, estaba excitado por el olor de la niña, una fragancia inusual proveniente de entre las piernas de Annabel. Bailó a su lado tratando de empujar la cabeza bajo la falda y ella tropezó con él varias veces, cuando su larga lengua recorrió el interno de sus muslos, ella dio un respingo y se sintió inquieta.
Se detuvo a dos pasos del porche. La señora López la encuadró con curiosidad, su aspecto era descuidado y desaliñado. El perro seguía olfateando bajo su falda y había comenzado a lamer restos de semen que escurrían por sus muslos con su cálida, jugosa y áspera lengua. No se detuvo ni un momento, no le importaba los gritos que le daba su ama y los largos lengüetazos provocaron extraños temblores en el cuerpo de Annabel; miró a la señora López y le dijo:
—Está bien, señora López, no me está molestando … ¿Puedo pedirle que me ayude? …
—Por supuesto, Annabel … dime que necesitas …
—Gracias … necesito usar su baño para limpiar mi ropa … no quiero que mamá me vea así … en el camino desde la escuela tuve un accidente y se hizo un lío …
A Annabel le costaba expresarse toda vez que la lengua del perro alcanzaba los bordes de su coño, ella juntaba sus piernas y encogía una de ellas para apretar el hocico del animal.
—Por supuesto, mi niña … ven dentro y veremos que puedo hacer por ti … ¡¡Ralph, basta ya!! … no se porque se ha vuelto así de loco este perro estúpido …
Abrió la puerta de cristal y la hizo entrar. Ralph se infiltró rápidamente detrás de la chica. Las manchas en la ropa de la niña eran muy, pero muy extrañas y la señora López no entendía por qué Ralph insistía en meterse entre las piernas de ella y por qué a ella parecía no importarle en absoluto. Cuando la puerta se cerró detrás de ellos, el perro logró meter su cabeza una vez más bajo la corta falda de Annabel y la subió, la señora López se dio cuenta que la muchacha estaba sin nada debajo. Un sentimiento casi olvidado se despertó en ella, pero trató de reprimirlo.
—Pero … ¿cómo llegó tu ropa a este estado deplorable? … nunca había visto algo así … ¿Y por qué no llevas bragas igual que todas las jovencitas? …
Por un segundo Annabel pensó y decidió confesar todo a la señora López, su secreto estaría a salvo con ella, su instinto le decía que era alguien en quien confiar, además, quería ver la reacción de la mujer:
—Bueno … creo que todas las manchas son de semen … follé con siete chicos a la vez … normalmente me desnudo, pero hoy no teníamos mucho tiempo que perder y solo me quité las bragas …
Loredana López no podía creer lo que acababa de escuchar, los músculos de su vientre se tensaron y su cara se ruborizó, su respiración se contuvo:
—¡Demonios! … ¡Y pareces una santa e inocente niñita! … ¡Y lo dices así tan abiertamente! …
Ahora fijándose bien, mirando y oliendo las manchas, se percató de que realmente era semen y que el olor que emanaba la chicuela era de esperma fresco. Por eso era irresistible para Ralph, que se comportaba de un modo parecido en las mañanas que su esposo llenaba su coño de semen y trataba de meterse entre sus piernas, pero ella no se lo permitía, en cambio esta chica lo dejaba lamerla como si nada. Esto le pareció realmente raro e increíble.
—Pe-pero … tu amigo … ¿Qué dice de todo esto? …
Sin vacilación alguna, Annabel le respondió:
—¡No tengo novio señora López! … mamá no me deja … dice que soy demasiado joven para eso … por eso follo con todos los que encuentro …
Ralph estaba otra vez agazapado tratando de meter su hocico debajo de la falda de Annabel. Su nariz fría se deslizó sobre los labios húmedos e hinchados del coño de ella, hurgando sobre su clítoris y dificultando la respiración de la chicuela.
Loredana López vio lo que estaba pasando, pero se negaba a creerlo. Observo con fascinación cómo la cabeza del perro se movía con entusiasmo bajo la falda de Annabel. Sabía que era terrible. Y que debería ponerle fin de inmediato, pero una sensación más fuerte que ella misma se lo impidió, una excitación que se estaba apoderando de ella misma.
—Pe-pero … eres tan jovencita … no puedo creer que una chica tan linda como tú … quiero decir … ¿Quién? … ¿Cómo? … ¿Por qué? …
Annabel vio el brillo en los ojos de la señora López, era lascivia pura y quiso ver que pasaría después. Con calma, lentamente comenzó a describir sus aventuras del día de hoy. Evitando algunos detalles, generalmente nombres y lugares. Pero se explayó en todo el resto, describiendo dimensiones, olores y sabores de los chicos, mientras narraba los hechos, abrió sus piernas y acarició la cabeza del perro que la lamía incansablemente.
Loredana no podía soportarlo, pasó una mano por su propio coño que se mojaba rápidamente. Con un gemido apartó al perro de la niña y la empujó hacia el baño, con la esperanza de recuperarse y recobrar su criterio, espantando los demonios que atormentaban su bajo vientre. Su mente había sido inundada de grandes pollas deslizándose fuera y dentro la rajita de la niña. No sabía si molestarse o no, pero estaba terriblemente excitada, su marido le hacía el amor solo una o dos veces al mes y hacía varias semanas que no la tocaba. Y ahora esa abstinencia se revelaba y su coño parecía crujir de gusto haciéndola temblar. Se recordó que mientras estaba en la universidad tuvo una breve historia lésbica, pero concluyó apenas encontró un novio. Los recuerdos la sumergieron y se preguntó: ¿Cómo sería lamer el diminuto coño de esta niña?
Enojada consigo misma empujó al perro fuera del baño, pero este se quedó afuera gimiendo y olfateando por debajo de la puerta:
—Bien … ahora quítate la ropa … la podremos a lavar en un lavado rápido … luego la secaremos en la secadora y si será necesario … la estiraré con la plancha … pronto todo quedará como nuevo …
Se puso nerviosa ayudando a Annabel a desvestirse, sus gestos se hicieron torpes. Ayudando a quitarse la camiseta y el sujetador, pudo ver las marcas de numerosos dedos en sus areolas enrojecidas y sus pezones hinchados. Perturbada apartó las manos de los pechos de la joven. Pero sus labios se humedecieron mirando las deliciosas redondeces de la chica. Se agachó a ayudar a la niña a quitarse la falda manchada y arrugada, sus hermosas piernas eran larguísimas. Su rostro quedó justo en frente del enrojecido coño de la adolescente. Sus labios estaban inflamados, todavía irritados de tanto follar. Loredana podía ver claramente rastros de semen en sus escasos vellos púbicos, enredados alrededor de la deliciosa fisura tierna y joven. Quería hundir su rostro en ese hermoso valle, sentir el sabor Saladino del coño y del semen en sus labios, pero sus principios se lo impedían.
Lentamente y desganada, se agachó a recoger la ropa a los pies de Annabel, la colocó en la lavadora y vertió automáticamente el detergente, luego le dijo:
—Está todo dentro, querida … iré a buscarte algo de ropa por un rato …
Le dolía separarse de ese hermoso cuerpo juvenil. Tal vez si estuviera vestida, sería más fácil lidiar con ella, pensó. Su mente no le permitía entregarse a esos frívolos deseos. El pasado era pasado y debía quedarse allí. Ahora era una mujer casada y respetable ama de casa. Debería haber reprendido a la muchacha y no haberla deseado. Pero ¿cómo lidiar con la contracciones de su coño?
Ralph estaba al acecho y apenas Loredana salió del baño, él se escabulló dentro por la puerta entreabierta. Annabel estaba inclinada sobre el fregadero a lavar sus manos. Sintió el potente empujón de la fría nariz del perro contra su carne caliente, gimió y se inclinó para darle un mejor acceso a su rajita. Ralph comenzó a lamerla con frenesí y ella empujó un poco más su trasero contra él. El perro la lamió frenéticamente, dando empellones con su hocico profundamente entre sus nalgas, su lengua barría toda su zona erógena, desde su coño hasta su ano, lamía los restos de los litros de semen que se habían vertido en su estrecho coño, Annabel se retorció y empujo con su culo gimiendo de placer.
Al regresar Loredana con un traje de baño en su mano, se petrificó en el umbral de la puerta impactada por la erótica vista. Estaba hipnotizada y paralizada, soltó el traje de baño de su mano y apretó fuertemente su entrepierna con la misma mano, luego comenzó a frotarla. Annabel repentinamente gritó de placer, los largos lametones del perro la llevaron a un impetuoso orgasmo. Loredana no pudo contenerse y gritó:
—¡Annabel! … ¡Ralph! … ¡Ya basta! … ¿Cómo puedes dejar que te haga eso, Annabel? … Es terrible … no quiero volver a verlo …
—¡Oh! … disculpe señora López … no me di cuenta …
Dijo Annabel dándose vuelta y dejando que la mujer viera sus pechos turgentes y su coño bañado y enrojecido de excitación luego de su orgasmo:
—No se enoje con Ralph … él solo está jugando … y a mí no me importa …
Loredana apartó al perro esta vez con demasiada dureza. Estaba excitada y celosa. Todavía trataba de enfrentar sus sentimientos encontrados. La larga lengua del perro entre las nalgas de Annabel no hizo más que exacerbar su lujuria y sus sentimientos cachondos. Annabel estaba molesta porque el perro se había ido; no solo tenía una lengua que se sentía de maravillas en su coño, también notó el grueso y largo órgano aguzado que sobresalía de su panza, era diferente a los penes que habían estado en su coño unas horas atrás, pero le intrigaba su forma peculiar, su tamaño, su resplandor y concluyo que indudablemente era un hermoso pene, le preocupaba y odiaba la sola idea de que pudiera haber una pija a su alrededor que aún no había hecho encajar en su afelpaba panochita.
Como siempre hombres que la quisieran follar no le faltaban, Annabel nunca se había hecho a la idea de hacerlo con algún animal, pero sintiendo la maravillosa lengua de Ralph y viendo el mastodóntico pene que pendía bajo su peluda piel, le hacía tener ideas. Pero no encontraba la forma de explicárselo a la señora López; no podía decírselo de buenas a primera que quería follar con su perro; ¿o quizás sí? Se dio cuenta de que la señora López la estaba mirando de un modo extraño.
—¡Jesús, mío! … ¡Mira cómo estás toda pegajosa con esa substancia! … ¿Cuántas veces lo hiciste? … bueno … no … no me respondas … ven y déjame lavarte …
Loredana comenzó a frotar la tersa y suave piel de Annabel con una esponja húmeda. Limpió sus senos y de ahí hacia abajo, su vientre y su monte de venus, luego su delicado y protuberante coño, con esos labios ligeramente oscuros que pendían de su sexo escasamente cubierto de rizados vellos. Enjabonó todo alrededor, sobre sus firmes nalgas y el surco que se formaba entre ellas, teniendo mucho cuidado, paso la enjabonada esponja sobre es pequeñísimo agujerito fruncido de su culo y de regreso a eso jóvenes pechos turgentes que parecían apuntar duros hacia el techo. La frotación enérgica y repetitiva había hecho aumentar la cachondez de Annabel. El perro la había llevado al punto de no retorno, ahora los masajes de su ama estaban haciendo hervir su juvenil coño. De repente tuvo que plegarse, morder sus labios para no gritar y se sacudió con la esponja generando espuma entre sus piernas, su orgasmo había explotado espontáneamente, gimió con los ojos cerrados.
Cuando abrió los ojos, Loredana López estaba arrodillada ante ella en el piso del baño. La esponja estaba caída en la bañera. Los ojos de la mujer estaban vidriosos. Lentamente como en un trance, acercó sus labios al surco bañado de su panochita que todavía se contraía, Annabel instintivamente agarró su cabeza y empujo su conchita contra su boca. A Annabel inmediatamente le gustaron mucho los labios de la mujer y la lengua que comenzó a escarbar en su sexo. Las manos de la señora López se posaron en las nalgas de Annabel y la tiraron hacia esa famélica boca, Annabel apretó su trasero y se dejó empujar. Loredana hundió su rostro en la joven panochita de la muchacha y comenzó a chuparla y lamerla como una poseída.
Una y otra vez esa lengua que se movía en modo demencial, la hizo retorcerse de placer provocándole innumerables orgasmos. Sus piernas flaqueaban y sus ojos enceguecidos por una nube de lujuria y placer. Mientras Loredana trabajaba incansablemente con sus labios y lengua sobre el inflamado coño de Annabel, ésta no pudo resistir y lentamente se hundió en la bañera. Los besos cesaron, Loredana levantó a la aturdida nena y rápidamente se la llevó al dormitorio. De cerca se sentían la uñas de Ralph que perseguía a las mujeres sin que estas se hubiesen percatado de ello. La señora López empujó suavemente a Annabel sobre el edredón e inició un rápido striptease frente a ella. En ese momento el perro aprovechó y salto sobre la cama, Annabel sin siquiera pensarlo lo aferró y tiró de él hacia ella, la panza peluda de Ralph se frotaba sobre el vientre desnudo de la chica, el perro jadeaba caliente entre los pechos de ella, su larga polla golpeaba entre sus muslos bañándola con gotitas calientes de un líquido acuoso.
—¡No, Annabel! … ¡Ralph! … ¡no! … ¡no! … ¡no pueden! …
Gritaba la señora López enredada en su estrecha falda y sus pequeñas bragas. Pero Annabel no la escuchaba y ya no podía detenerse. Loredana asustada y fascinada vio como la enorme verga de perrito se alineó con su coño, Annabel levanto sus caderas y la enorme polla se deslizo en su enjabonado coño, a pesar de la inusual posición, Ralph sintió la estrechez cálida de una vulva de hembra y hundió su pija profundamente comenzando un alocado mete y saca, incrustándose en el acogedor coño de Annabel. La niña dejó escapar un ahogado chillido cuando algo voluminoso se coló entre su apretado anillo vaginal, esa cosa enorme la hizo gritar cuando se salió y volvió a entrar prepotentemente, nunca más volvió a salir. La niña se aferró al peludo cuerpo del animal que la poseía con vigor y fuerza bestial y bruta, apretó su hocico entre sus senos y se estremeció. Su polla era tan diferente, se sentía tan caliente dentro de su coño que casi la quemaba y su panocha se derretía en locas vibraciones. ¡Era tan diferente al de los hombres, y era tan bueno! El culo del perrito se movía a velocidad vertiginosa, parecía un martillo neumático, penetrando el estrecho coño de ella como si fuese una perrita en celo, y probablemente lo era.
Para Annabel era maravilloso, se retorcía como una loca debajo de su amante perruno, adorando su pelaje, sus largas garras, gozando de su polla caliente que se hundía en ella a una velocidad que ningún hombre podría alcanzar. Loredana solo podía mirar. Jamás, ni en sus sueños más salvajes, había imaginado una escena de este calibre. Su mano se movió sobre su panocha ardiente que estaba empapada de fluidos candentes, mientras su perro penetraba con su pija animal el lindo coñito que acababa de besar y lamer. Los gemidos de Annabel se hicieron sentir por toda la habitación y ahogaron todos los demás sonidos, también el animal comenzó a jadear y gemir en forma extraña; Annabel amarró al perro con piernas y brazos cuando sintió que la polla de él se estrellaba contra su útero y comenzaba a inundarla con copiosos chorros de esperma fundente que le hacía hervir sus entrañas, mientras su coño devoraba esa pija con voracidad. Annabel incontenible, explotó en otra serie de orgasmos sintiendo la cabeza del pene del perro que se hinchó a un tamaño gigantesco que colmaba su panocha por completo, se perdió en un océano de sensaciones nunca sentidas, una oleada de placer que todo lo consumía. Fueron minutos de éxtasis puro. Se dejó caer en la cama sin fuerzas cuando la polla perruna resbaló fuera de su panocha y un rio de esperma parecía escurrir entre sus muslos. Ya no sentía esa piel peluda en su vientre, había sido reemplazada por una piel suave con vellos oscuros y rizados que se acomodaban entre los labios de su panocha chorreante, era la vulva inflamada de la señora López que la había montado a horcajadas entre sus piernas y restregaba su vulva caliente contra su conchita chorreante de semen de perrito. Loredana movía sus caderas como una poseída, casi a igualar la velocidad del perro. Annabel entreabrió sus ojos y se sintió feliz por esta nueva experiencia, nunca había sentido otro coño contra el suyo y respondió abriendo sus piernas y empujando los abultados labios de la mujer mayor, impulsivamente se abrazó al cuerpo de ella y le besó la boca.
Loredana estaba en llamas. Nunca había estado tan excitada con tanta emoción y desvergüenza. Devolvió el entusiasta beso de la chiquilla apasionadamente, hundiendo la lengua en su párvula boca. Annabel abrió los ojos sorprendida, nunca la habían besado con tal ímpetu. Una mano sujetaba la pierna de la niña en alto y con la otra comenzó a atormentar los erguidos pechos de la muchacha. Con una fuerza insana se inclinó hasta besar los pezones de la joven, los encontró deliciosos y los mordisqueo delicadamente, Annabel se encabritó empujando con mayor fuerza contra el coño de la señora López.
Loredana se debatía en la encrucijada de hundir su cara en el coño hermoso de Annabel, pero sabía que todavía rezumaba semen de perro y esto la repugnaba un poco, pero al mismo tiempo la excitaba e incitaba; indecisa siguió devorando los esponjosos senos de la menor. Pero la chicuela resolvió su problema, empujándola con firmeza la hizo voltear sobre su espalda y se sumergió entre la enormes tetas de ella, dándose un festín con esos senos preciosos de mujer adulta, frotó su rostro contra los grandes y pesados pechos de ella y comenzó a succionar esos gomosos pezones puntiagudos, casi como a alimentarse de ellos. Luego cubrió de besos el sudado vientre de Loredana, acarició su ombligo y resueltamente se sumergió en ese oscuro mar de vellos enmarañados que cubrían el sexo de la mujer que la recibió con sus piernas ampliamente abiertas.
Annabel devoraba el coño de Loredana con fervorosa pasión, se recordaba de haber lamido el coño de la profesora de historia, la señora Trivelli, que después la folló a morir con una verga de intenso color rojo y de un material muy flexible, había lamido ese coño con vehemencia hasta que la profesora la puso en posición y por media hora folló el coño agradecido de ella. Pero la profesora nunca beso su conchita, solo la tocó con sus dedos antes de penetrarla con el llamativo consolador. La señora López no tenía un falo de plástico, pero su lengua era deliciosa y tenía hambre por su chuchita mojada de semen de perrito.
Tan pronto como Annabel enterró su lengua en su coño ardiente, la señora López la tironeó de las caderas hasta posicionarla a horcajadas sobre su rostro y se olvidó del semen del perro, lo único que deseaba era devorar el joven coño de la chica. Chupaba y lamía salvajemente el coño de la muchacha, ya no le importaba que su perro acababa de follar ese delicioso agujerito rosado, el placer era indescriptible para ella, nunca había lamido un coño recién follado y, menos con semen canino.
Mientras tanto Annabel tragaba con placer los jugos que brotaban profusamente del peludo coño de la señora López; experimentando un enorme placer de sentir la lengua de ella en su propia conchita. Sin embargo, su frenesí no era tan completo como el de la señora Trivelli. Algo faltaba.
La señora López y Annabel rodaron contorsionándose sobre la cama, con la cabeza enterrada en sus chochos. Siendo la niña más pequeña y liviana, generalmente terminaba encima de la mujer adulta. Tuvieron una media docena de orgasmo devorando sus coños. Fue entonces que Annabel se dio cuenta de que alguien más acariciaba y lamía su piel. Ralph estaba lamiendo indiscriminadamente sus cuerpos sudorosos mientras rodaban en ese apasionado frenesí, sin notar a nadie más que a ellos mismos.
Annabel apartó su boca del delicioso coño de la señora López por un instante, entonces vio la polla canina colgando bajo la panza del perro. Se le hizo agua la boca, ella lo deseaba, intento alcanzarlo para lamerlo y chuparlo y deleitarse de ese zumo perruno, pero él se había alejado. Los cachondos gemidos de Loredana hicieron que ella volviera a lamer su rajita peluda y goteante, pero en ese mismo momento, meneo su trasero con la intención de atraer a Ralph.
Y funcionó. Prontamente el perro enterró su hocico en el culo de la muchacha y su lengua comenzó a trabajar hábilmente su estrecho ano, de tanto en tanto lamía la frente de la ignara mujer que, con los ojos cerrados, se comía vorazmente el chocho de Annabel. Pero el animal quería más y saltó sobre la espalda de la niña rasguñando su delicada piel, dando saltitos torpemente tratando de penetrar ese diminuto ano de la chiquilla. Los blancos cachetes del culo de Annabel estaban apretados, pero invitantes y, ahora el perro se había plantado bien detrás de ella y la sujetaba firmemente con sus zampas, tironeando su trasero hacia su rojiza pija en el intento de penetrarla. Con una desesperada embestidas, el pene del perro entró en ese estrecho agujerito de la chica, Annabel dio un grito, la polla del perro resbaló fuera del culo de la niña y Ralph no pudo volver a penetrarla.
Annabel se sintió frustrada. Ralph no había podido centrar su tierno culito. El rostro de Loredana cubría su conchita por completo y el agujerito de su trasero era demasiado pequeño. Loredana sintió algo duro, resbaladizo y caliente que se frotaba contra su frente y su mejilla, no sabía que era. Cuando abrió los ojos se encontró con la tremenda verga de Ralph y su peludos cojones que golpeaban el trasero de Annabel. Dejó de lamer horrorizada. Annabel sintió que su coño dejaba de recibir las carantoñas de la mujer y deseó aún más la polla del perro.
—¡Oh, señora López! … ¡Ayúdalo, por favor! … ¡Ayúdalo a meterme esa cosa! … ¡La deseo tanto! … ¡Lámeme y chúpame, pero ayúdalo! … ¡No te detengas! …
Pero Loredana no se atrevía, era demasiado terrible para ella. Solo atinó a cerrar los ojos y volver a lamer el exquisito coño de Annabel, tratando de no mirar la larga, gruesa y roja polla de Ralph. La muchacha se estremeció con la lengua de ella, pero Ralph continuaba a dar saltitos y embestidas contra el trasero de Annabel y, finalmente, encontró su objetivo. Annabel chilló cuando volvió a sentir la gruesa polla del perro obturar completamente su pequeño agujerito anal, empujó hacia él y él le dio un par de fuertes empellones y le metió su polla resbaladiza en su ano. Hubo unos sufridos ladridos de victoria por parte de Ralph, que orgullosamente metía su verga perruna firmemente en el culo de la chica. Con violentas embestidas hasta su bola se adentró en el receptivo agujero de la muchacha.
Annabel contorsiono su trasero incitando a Ralph a follarla con fuerza y el perro empujó cada vez más rápido y enérgicamente; Annabel jadeó sintiendo la maciza polla de Ralph atorada en su ano, le encantaba esa potencia animal penetrándola. Las bolas del perro seguían rebotando contra la frente de la señora López, pero trató de ignorarlo. Solo que Annabel gemía y chillaba, pero había dejado de lamer su coño inflamado. Ella no podía dejar de chupar ese joven coño de la chica; solo que cada vez que las bolas rebotaban contra su cabeza, Annabel chillaba y se estremecía, haciendo que ella chupara ese pequeño chocho aún con más deseos y fuerza.
Annabel había dejado de lamer el coño de la señora López cuando el perro penetró su culo, pero se percató de que alguien abría la puerta de la habitación, con horror vio al señor López con sus ojos desorbitados mirando la escena que se le presentaba inesperadamente. Se quedó paralizado y en silencio observando al depravado, obsceno y lujurioso trio sobre la cama matrimonial. Nunca se imaginó a Annabel revolcándose debajo de un perro. Nunca pensó que Ralph pudiera hacer algo así. Y su esposa. Realmente no lo podía creer. Pero al parecer su verga sí se hizo inmediatamente a la idea y comenzó a ponerse durísima bajo sus pantalones.
Sintió una urgencia desesperada por participar. Los ojos calientes y llenos de deseos de Annabel enfocaron directamente su entrepierna, mientras la lengua de Loredana y la tremenda polla del perro enterrada en el culo de la chica, la llevaban a un violento y estremecedor orgasmo.
El señor López dejó caer su maletín y lucho frenéticamente con la cremallera de su pantalón. En segundos estaba sobre la cama, arrodillado entre las piernas extendidas de su mujer, que continuaba a lamer con ansias inauditas el coño de Annabel, lentamente acercó su polla a los labios de la muchacha. La adolescente deseosa abrió su boca y comenzó a chupar con avidez la pija del hombre, mientras él aferró su cabeza y comenzó a follar su boca. La visión sin precedentes de la inmensa polla de Ralph enterrada profundamente el culo de la chica, lo excitó a niveles estratosféricos y siguió moviéndose dentro y fuera de la boca de Annabel.
La polla del señor López llego hasta la garganta de la chica, él folló su boca furiosamente, mientras la señora López continuaba con su tarea de lengua a deleitar el coño de la muchacha y el perro no disminuía en nada su velocidad de follada al culo de la adolescente, Annabel gozaba como una loca, sus pechos grandes, pero inmaduros aún, frotaban el vientre de la mujer, mientras que los pesados e hinchados pechos de Loredana se frotaban contra ella. Ralph folló su culo aún con mayor intensidad, y ella chupó apasionadamente la polla enterrada profundamente en su garganta.
El perro ladró empujando violentamente su polla entre las nalgas de Annabel y envió una copiosa cantidad de semen en el recto de la chica, su polla inflamada estiró el esfínter de ella. Trató de sacarlo, pero no pudo, Annabel estaba anudada a la pija de Ralph. Loredana desde abajo vio las contracciones de la bolas del perro cuando inundaba a la chica con su esperma canino, se estremeció pensando en las oleadas de semen caliente anegando las tripas de Annabel.
Anabel se dedicó con cuerpo y alma a chupar la polla que llenaba su boca. El señor López estaba tan excitado que no pudo contenerse un segundo más. Aferró con fuerza la cabeza de ella y empujó su verga al fondo de su tráquea y la mantuvo en ese sitio apretado mientras descargas un aluvión de semen directamente en el esófago de la niña. Luego lo sacó lentamente y Annabel termino su labor limpiándolo diligentemente, hasta que retiró su miembro un tanto adolorido. Ralph estaba echado en un rincón tranquilamente a lamer su monstruosa polla. Las dos mujeres todavía estaban enredadas la una con la otra en un apasionado sexo oral, sin ser molestadas por nadie. Mutuamente se brindaron sendos y potentes orgasmos, luego besaron y lamieron sus coños sin esa pasión desatada, solo cariños de relajada beatitud y gratitud.
Loredana se dio vuelta y se encontró con su esposo, con su polla reblandecida y goteante, se sorprendió enormemente y se avergonzó por completo. Se sintió atrapada en una lujuriosa escena. Ella besando el coño de Annabel y Annabel con un perro encima. No se dio cuenta cuando el entró a la pieza y se preguntó: ¿Por qué su pija está chorreando? ¿Quién se la habrá chupado? Entonces un agudo dolor de celos surgió en ella. Solo Annabel podría haber chupado la verga de su marido, pero la aprensión fue mayor que los celos. Había sido sorprendida completamente desnuda a chupar el coño de una niña de doce años. Chupaba el semen del perro directamente de su panocha y, ella una adulta responsable, había permitido que una joven adolescente le chupara su propio coño. ¿Qué dirá su marido? ¿Qué puede decir ella? ¿La denunciará a las autoridades? ¿Cómo la hará pagar esta vergüenza? ¿Cómo se confesará en la misa del domingo? … Y lo que es peor aún, se preguntaba ¿Volverá a suceder esto tan cachondo?
Su marido no dijo nada, pensamientos similares pasaban por su cabeza. Pero ahora tenía otras ideas y preocupaciones. Terminó de desvestirse lentamente. El perro se había ubicado en un rincón a observar a los tres humanos, sintiendo el fuerte aroma de esos dos coños. Los ojos de Annabel iban del marido a la mujer y viceversa. ¿Para dónde iba todo esto? Se preguntó, pero no le importaba mucho, pues pasara lo que pasara ella estaba lista y dispuesta a todo.
Y lo que sucedió fue qué, el señor López se sentó entre las dos mujeres desnudas, atrajo a la jovencita y la puso a mamar su verga para que la hiciera revivir rápidamente. La ya calmada señora López no pudo resistir las blancas y mullidas nalgas de la chicuela y, con las bendiciones de su marido, se fue de cabeza a besarle y lamerle el culo recién follado por su perro. Cuando la pija del señor López estuvo lo bastante dura, sacó la polla de la boca de la chicuela, hizo de aparte a su esposa del culo de la muchacha. Se arrodilló detrás de ella y empujo de una sola embestida su verga en el coño de la jovencita. Follándola vigorosamente como ya lo había hecho antes; Annabel gimió y se contorsionó hasta alcanzar el coño de la señora López que comenzó a devorar entusiastamente; para cuando el señor López se corrió en el dulce coño de Annabel, ambas mujeres habían sido ya estremecidas por sus dulces goces.
Cuando se calmaron, los tres se sentaron a conversar sobre lo que había sucedido. Loredana estaba tan avergonzada que no pudo decir nada. Anabel se acercó más a ella para decirle lo maravillo y completamente natural era todo lo que habían hecho. Ni el señor López ni Annabel hicieron saber a la señora López que ellos ya follaban desde hace algún tiempo. En tanto Ralph se había recuperado y saltó a la cama, sigilosamente y sin previo aviso metió su larga lengua en el brillante coño de la señora López, esta cogida por sorpresa dio un tremendo grito:
—¿Qué mierda? …
Empujó al perro casi con violencia y se recordó de la ropa de la adolescentes:
—¡Ah! … debo ir por tu ropa Annabel …
Se puso en pie de un salto y desapareció, solo quería alejarse de esa bestia enorme que la perturbaba. No podía permitirse esos terribles deseos. Cuando regresó unos minutos más tarde, encontró a Annabel arrodillada en el piso, estaba inclinada sobre el torso de Ralph chupando su larga polla roja vorazmente. Desde atrás, su marido hundía una y otra vez en el ano de la pequeña su pija gruesa e hinchada. Loredana los observó por largo rato con envidia, al parecer el perro eyaculaba en la boca de la chica y el hombre descargaba su esperma en el abusado culo de Annabel, la que acogió con grande placer que la llenaran por todos sus orificios.
Al parecer, tanto el hombre como el perro no eran capaces de nada más. Pero Loredana estaba extremadamente caliente. Se arrodilló y comenzó a lamer otra vez el culo de la muchacha, Annabel lamía con largas lengüetadas la polla del señor López para dejarla limpiecita. Sorpresivamente Ralph empezó a lamer el culo y coño de la señora López, que no hizo nada para impedírselo esta vez. Con la ayuda de Annabel el perro subió a la espalda de su ama mientras esta estaba todavía arrodillada, La chica guió la tremenda polla de Ralph al agujerito de la adulta y la penetró de un solo golpe haciéndola estremecer. A continuación, comenzó a follarla a toda velocidad, casi con violencia y la hizo correrse en minutos, mientras Ralph la mantenía atada a su pija, su marido metió su pija blandengue en sus golosos labios.
Entonces llegó el momento en que Annabel debía marcharse. La señora López la contempló placenteramente como la chica se vestía con su ropa fresca y limpia. Annabel se despidió de ella y de su marido con sendos besos, le dio un fuerte abrazo a Ralph y salió dando saltitos hacia la puerta de salida, dejando sobre la cama sucia y arrugada a los tres. La familia López nunca volvería a ser la misma.
La madre de Annabel estaba preocupada y enfadada; Annabel nunca había llegado tan tarde. La chica lo sabía, pero no le importaba mucho. Su camino de regreso de la escuela había sido prodigiosamente maravilloso; incluso mejor del día que se encontró con la pandilla de motoristas. Entro entre corriendo y saltando a la casa:
—¡Hola, mami! … ¡Ya llegué! … ¡Estoy en casa! …
—¡Ufffa! … ¡Por fin! … ¿Dónde te habías metido? … Sabes lo preocupada que me pongo cuando te retrasas … ¿Quieres cenar? …
—¡Oh, nada! … solo me detuve a charlar con algunas personas … también jugué con el perro de los López … ¡Es un amor! … ¡Ah!, no tengo hambre … comí unas salchichas calientes y tomé bastante leche …
—Entonces ve a descansar … mañana será otro día …
—Sí, mamá … mañana será otro día …
FIN
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El regalo más preciado de quien escribe es saber que alguien está leyendo sus historias. Un correo electrónico, a favor o en contra, ¡Tiene la magia de alegrar el día de quien construye con palabras una sensación y un placer!
luisa_luisa4634@yahoo.com
Se preguntaba si volvería a ver a ese adorable chico mayor. Caminaba hacia su casa como una autómata soñando con esas vergas carnosas y gruesas. Sus sueños de lujurioso placer fueron interrumpidos cuando un camión de reparto a domicilio se detuvo y avanzó a paso de hombre, un hombre de mediana edad grito desde la cabina del conductor:
—¡¡Cariño!! … ¿¿Te gustaría chuparme la polla?? …
Annabel miró su reloj y pensó que sería agradable saborear la pija de un desconocido. Todavía tenía tiempo para regresar a casa. El hombre la miraba de pies a cabeza, fijando sus ojos especialmente en sus desarrolladas tetas. Annabel lo miró un poco indecisa y el hombre volvió a hablar:
—¿Sabes? … Tengo una polla grande … muy grande …
Ante la expectativa de una pija enorme, Annabel se decidió inmediatamente y camino hacia el camión diciendo:
—¡Oh, sí! … me encantaría …
Sin embargo, el rostro del hombre denotó confusión, casi pánico, y mientras ella se acercaba al vehículo, éste aceleró a todo gas y se alejó dejándola en medio a la calle perpleja.
Annabel estaba decepcionada, ya se veía con una polla enorme inundando de semen su boca de labios carnosos. Pero ya le había sucedido algo parecido otras veces, otro hombre le había ofrecido tener relaciones sexuales, ella accedió feliz y él inmediatamente huyo despavorido. ¡¡Hombres!! ¡¡Quien los entiende!!
Ahora que se acercaba a su casa, sus pensamientos se fueron a su ropa, un poco ajada por los impetuosos muchachos, se preocupó, debería haberlo pensado antes. Tendría que encontrar una explicación sensata para su madre. Su padre no le preocupaba, la semana pasada le había hecho una mamada sensacional y desde entonces jamás la reprendía por nada. Sabía que más temprano que tarde también follaría con él. Su padre disfrutaba del sexo al igual que ella, pero su madre era diferente, era una cristiana devota.
Mientras más se acercaba a su casa, más se perdía en sus pensamientos domésticos. El ladrido emocionado del perro del vecino la devolvió a la realidad. Se detuvo frente a la casa de los López, a un par de decenas de metros de la casa de sus padres. Sergio y Loredana López eran vecinos relativamente nuevos, habían llegado el año pasado, poco antes de navidad. Annabel no los conocía muy bien. Ciertamente no a la señora López, pero ya había tenido oportunidad de sorber y saborear el semen de su marido. Salían casi a la misma hora, él al trabajo y ella al colegio. Se había ofrecido a llevarla y ella le pago dándole un buen trabajo con su boca. Generalmente ella se sentaba en la cabina, él se detenía unas cuadras antes del instituto educacional y ella en minutos lo hacía correrse en su boca, tampoco había tenido tiempo de follar con él, pero su polla gruesa y larga le encantaba. Era un hombre confiable y agradable.
La señora Loredana estaba sentada frente a su casa con un vaso de jugo en su mano derecha y la escudilla vacía del perro en su otra mano. El perro saltó frente a la niña y Annabel se agachó a acariciar su cabeza, luego caminó junto a ella hacia el porche. Hubiera deseado encontrar al señor López, le encantaba chupar su enorme polla. Pero tal vez la señora López la dejaría limpiar su ropa y ponerse un poco en orden.
El perro parecía endemoniado y excitado por la presencia de la joven muchacha, se meneaba contra las piernas de ella y agitaba su cola furiosamente. Era un perro grande de raza desconocida, un hermoso mestizo. Loredana López dio un potente grito al animal para que dejara en paz a la chica, pero el pobre animal no se podía contener, estaba excitado por el olor de la niña, una fragancia inusual proveniente de entre las piernas de Annabel. Bailó a su lado tratando de empujar la cabeza bajo la falda y ella tropezó con él varias veces, cuando su larga lengua recorrió el interno de sus muslos, ella dio un respingo y se sintió inquieta.
Se detuvo a dos pasos del porche. La señora López la encuadró con curiosidad, su aspecto era descuidado y desaliñado. El perro seguía olfateando bajo su falda y había comenzado a lamer restos de semen que escurrían por sus muslos con su cálida, jugosa y áspera lengua. No se detuvo ni un momento, no le importaba los gritos que le daba su ama y los largos lengüetazos provocaron extraños temblores en el cuerpo de Annabel; miró a la señora López y le dijo:
—Está bien, señora López, no me está molestando … ¿Puedo pedirle que me ayude? …
—Por supuesto, Annabel … dime que necesitas …
—Gracias … necesito usar su baño para limpiar mi ropa … no quiero que mamá me vea así … en el camino desde la escuela tuve un accidente y se hizo un lío …
A Annabel le costaba expresarse toda vez que la lengua del perro alcanzaba los bordes de su coño, ella juntaba sus piernas y encogía una de ellas para apretar el hocico del animal.
—Por supuesto, mi niña … ven dentro y veremos que puedo hacer por ti … ¡¡Ralph, basta ya!! … no se porque se ha vuelto así de loco este perro estúpido …
Abrió la puerta de cristal y la hizo entrar. Ralph se infiltró rápidamente detrás de la chica. Las manchas en la ropa de la niña eran muy, pero muy extrañas y la señora López no entendía por qué Ralph insistía en meterse entre las piernas de ella y por qué a ella parecía no importarle en absoluto. Cuando la puerta se cerró detrás de ellos, el perro logró meter su cabeza una vez más bajo la corta falda de Annabel y la subió, la señora López se dio cuenta que la muchacha estaba sin nada debajo. Un sentimiento casi olvidado se despertó en ella, pero trató de reprimirlo.
—Pero … ¿cómo llegó tu ropa a este estado deplorable? … nunca había visto algo así … ¿Y por qué no llevas bragas igual que todas las jovencitas? …
Por un segundo Annabel pensó y decidió confesar todo a la señora López, su secreto estaría a salvo con ella, su instinto le decía que era alguien en quien confiar, además, quería ver la reacción de la mujer:
—Bueno … creo que todas las manchas son de semen … follé con siete chicos a la vez … normalmente me desnudo, pero hoy no teníamos mucho tiempo que perder y solo me quité las bragas …
Loredana López no podía creer lo que acababa de escuchar, los músculos de su vientre se tensaron y su cara se ruborizó, su respiración se contuvo:
—¡Demonios! … ¡Y pareces una santa e inocente niñita! … ¡Y lo dices así tan abiertamente! …
Ahora fijándose bien, mirando y oliendo las manchas, se percató de que realmente era semen y que el olor que emanaba la chicuela era de esperma fresco. Por eso era irresistible para Ralph, que se comportaba de un modo parecido en las mañanas que su esposo llenaba su coño de semen y trataba de meterse entre sus piernas, pero ella no se lo permitía, en cambio esta chica lo dejaba lamerla como si nada. Esto le pareció realmente raro e increíble.
—Pe-pero … tu amigo … ¿Qué dice de todo esto? …
Sin vacilación alguna, Annabel le respondió:
—¡No tengo novio señora López! … mamá no me deja … dice que soy demasiado joven para eso … por eso follo con todos los que encuentro …
Ralph estaba otra vez agazapado tratando de meter su hocico debajo de la falda de Annabel. Su nariz fría se deslizó sobre los labios húmedos e hinchados del coño de ella, hurgando sobre su clítoris y dificultando la respiración de la chicuela.
Loredana López vio lo que estaba pasando, pero se negaba a creerlo. Observo con fascinación cómo la cabeza del perro se movía con entusiasmo bajo la falda de Annabel. Sabía que era terrible. Y que debería ponerle fin de inmediato, pero una sensación más fuerte que ella misma se lo impidió, una excitación que se estaba apoderando de ella misma.
—Pe-pero … eres tan jovencita … no puedo creer que una chica tan linda como tú … quiero decir … ¿Quién? … ¿Cómo? … ¿Por qué? …
Annabel vio el brillo en los ojos de la señora López, era lascivia pura y quiso ver que pasaría después. Con calma, lentamente comenzó a describir sus aventuras del día de hoy. Evitando algunos detalles, generalmente nombres y lugares. Pero se explayó en todo el resto, describiendo dimensiones, olores y sabores de los chicos, mientras narraba los hechos, abrió sus piernas y acarició la cabeza del perro que la lamía incansablemente.
Loredana no podía soportarlo, pasó una mano por su propio coño que se mojaba rápidamente. Con un gemido apartó al perro de la niña y la empujó hacia el baño, con la esperanza de recuperarse y recobrar su criterio, espantando los demonios que atormentaban su bajo vientre. Su mente había sido inundada de grandes pollas deslizándose fuera y dentro la rajita de la niña. No sabía si molestarse o no, pero estaba terriblemente excitada, su marido le hacía el amor solo una o dos veces al mes y hacía varias semanas que no la tocaba. Y ahora esa abstinencia se revelaba y su coño parecía crujir de gusto haciéndola temblar. Se recordó que mientras estaba en la universidad tuvo una breve historia lésbica, pero concluyó apenas encontró un novio. Los recuerdos la sumergieron y se preguntó: ¿Cómo sería lamer el diminuto coño de esta niña?
Enojada consigo misma empujó al perro fuera del baño, pero este se quedó afuera gimiendo y olfateando por debajo de la puerta:
—Bien … ahora quítate la ropa … la podremos a lavar en un lavado rápido … luego la secaremos en la secadora y si será necesario … la estiraré con la plancha … pronto todo quedará como nuevo …
Se puso nerviosa ayudando a Annabel a desvestirse, sus gestos se hicieron torpes. Ayudando a quitarse la camiseta y el sujetador, pudo ver las marcas de numerosos dedos en sus areolas enrojecidas y sus pezones hinchados. Perturbada apartó las manos de los pechos de la joven. Pero sus labios se humedecieron mirando las deliciosas redondeces de la chica. Se agachó a ayudar a la niña a quitarse la falda manchada y arrugada, sus hermosas piernas eran larguísimas. Su rostro quedó justo en frente del enrojecido coño de la adolescente. Sus labios estaban inflamados, todavía irritados de tanto follar. Loredana podía ver claramente rastros de semen en sus escasos vellos púbicos, enredados alrededor de la deliciosa fisura tierna y joven. Quería hundir su rostro en ese hermoso valle, sentir el sabor Saladino del coño y del semen en sus labios, pero sus principios se lo impedían.
Lentamente y desganada, se agachó a recoger la ropa a los pies de Annabel, la colocó en la lavadora y vertió automáticamente el detergente, luego le dijo:
—Está todo dentro, querida … iré a buscarte algo de ropa por un rato …
Le dolía separarse de ese hermoso cuerpo juvenil. Tal vez si estuviera vestida, sería más fácil lidiar con ella, pensó. Su mente no le permitía entregarse a esos frívolos deseos. El pasado era pasado y debía quedarse allí. Ahora era una mujer casada y respetable ama de casa. Debería haber reprendido a la muchacha y no haberla deseado. Pero ¿cómo lidiar con la contracciones de su coño?
Ralph estaba al acecho y apenas Loredana salió del baño, él se escabulló dentro por la puerta entreabierta. Annabel estaba inclinada sobre el fregadero a lavar sus manos. Sintió el potente empujón de la fría nariz del perro contra su carne caliente, gimió y se inclinó para darle un mejor acceso a su rajita. Ralph comenzó a lamerla con frenesí y ella empujó un poco más su trasero contra él. El perro la lamió frenéticamente, dando empellones con su hocico profundamente entre sus nalgas, su lengua barría toda su zona erógena, desde su coño hasta su ano, lamía los restos de los litros de semen que se habían vertido en su estrecho coño, Annabel se retorció y empujo con su culo gimiendo de placer.
Al regresar Loredana con un traje de baño en su mano, se petrificó en el umbral de la puerta impactada por la erótica vista. Estaba hipnotizada y paralizada, soltó el traje de baño de su mano y apretó fuertemente su entrepierna con la misma mano, luego comenzó a frotarla. Annabel repentinamente gritó de placer, los largos lametones del perro la llevaron a un impetuoso orgasmo. Loredana no pudo contenerse y gritó:
—¡Annabel! … ¡Ralph! … ¡Ya basta! … ¿Cómo puedes dejar que te haga eso, Annabel? … Es terrible … no quiero volver a verlo …
—¡Oh! … disculpe señora López … no me di cuenta …
Dijo Annabel dándose vuelta y dejando que la mujer viera sus pechos turgentes y su coño bañado y enrojecido de excitación luego de su orgasmo:
—No se enoje con Ralph … él solo está jugando … y a mí no me importa …
Loredana apartó al perro esta vez con demasiada dureza. Estaba excitada y celosa. Todavía trataba de enfrentar sus sentimientos encontrados. La larga lengua del perro entre las nalgas de Annabel no hizo más que exacerbar su lujuria y sus sentimientos cachondos. Annabel estaba molesta porque el perro se había ido; no solo tenía una lengua que se sentía de maravillas en su coño, también notó el grueso y largo órgano aguzado que sobresalía de su panza, era diferente a los penes que habían estado en su coño unas horas atrás, pero le intrigaba su forma peculiar, su tamaño, su resplandor y concluyo que indudablemente era un hermoso pene, le preocupaba y odiaba la sola idea de que pudiera haber una pija a su alrededor que aún no había hecho encajar en su afelpaba panochita.
Como siempre hombres que la quisieran follar no le faltaban, Annabel nunca se había hecho a la idea de hacerlo con algún animal, pero sintiendo la maravillosa lengua de Ralph y viendo el mastodóntico pene que pendía bajo su peluda piel, le hacía tener ideas. Pero no encontraba la forma de explicárselo a la señora López; no podía decírselo de buenas a primera que quería follar con su perro; ¿o quizás sí? Se dio cuenta de que la señora López la estaba mirando de un modo extraño.
—¡Jesús, mío! … ¡Mira cómo estás toda pegajosa con esa substancia! … ¿Cuántas veces lo hiciste? … bueno … no … no me respondas … ven y déjame lavarte …
Loredana comenzó a frotar la tersa y suave piel de Annabel con una esponja húmeda. Limpió sus senos y de ahí hacia abajo, su vientre y su monte de venus, luego su delicado y protuberante coño, con esos labios ligeramente oscuros que pendían de su sexo escasamente cubierto de rizados vellos. Enjabonó todo alrededor, sobre sus firmes nalgas y el surco que se formaba entre ellas, teniendo mucho cuidado, paso la enjabonada esponja sobre es pequeñísimo agujerito fruncido de su culo y de regreso a eso jóvenes pechos turgentes que parecían apuntar duros hacia el techo. La frotación enérgica y repetitiva había hecho aumentar la cachondez de Annabel. El perro la había llevado al punto de no retorno, ahora los masajes de su ama estaban haciendo hervir su juvenil coño. De repente tuvo que plegarse, morder sus labios para no gritar y se sacudió con la esponja generando espuma entre sus piernas, su orgasmo había explotado espontáneamente, gimió con los ojos cerrados.
Cuando abrió los ojos, Loredana López estaba arrodillada ante ella en el piso del baño. La esponja estaba caída en la bañera. Los ojos de la mujer estaban vidriosos. Lentamente como en un trance, acercó sus labios al surco bañado de su panochita que todavía se contraía, Annabel instintivamente agarró su cabeza y empujo su conchita contra su boca. A Annabel inmediatamente le gustaron mucho los labios de la mujer y la lengua que comenzó a escarbar en su sexo. Las manos de la señora López se posaron en las nalgas de Annabel y la tiraron hacia esa famélica boca, Annabel apretó su trasero y se dejó empujar. Loredana hundió su rostro en la joven panochita de la muchacha y comenzó a chuparla y lamerla como una poseída.
Una y otra vez esa lengua que se movía en modo demencial, la hizo retorcerse de placer provocándole innumerables orgasmos. Sus piernas flaqueaban y sus ojos enceguecidos por una nube de lujuria y placer. Mientras Loredana trabajaba incansablemente con sus labios y lengua sobre el inflamado coño de Annabel, ésta no pudo resistir y lentamente se hundió en la bañera. Los besos cesaron, Loredana levantó a la aturdida nena y rápidamente se la llevó al dormitorio. De cerca se sentían la uñas de Ralph que perseguía a las mujeres sin que estas se hubiesen percatado de ello. La señora López empujó suavemente a Annabel sobre el edredón e inició un rápido striptease frente a ella. En ese momento el perro aprovechó y salto sobre la cama, Annabel sin siquiera pensarlo lo aferró y tiró de él hacia ella, la panza peluda de Ralph se frotaba sobre el vientre desnudo de la chica, el perro jadeaba caliente entre los pechos de ella, su larga polla golpeaba entre sus muslos bañándola con gotitas calientes de un líquido acuoso.
—¡No, Annabel! … ¡Ralph! … ¡no! … ¡no! … ¡no pueden! …
Gritaba la señora López enredada en su estrecha falda y sus pequeñas bragas. Pero Annabel no la escuchaba y ya no podía detenerse. Loredana asustada y fascinada vio como la enorme verga de perrito se alineó con su coño, Annabel levanto sus caderas y la enorme polla se deslizo en su enjabonado coño, a pesar de la inusual posición, Ralph sintió la estrechez cálida de una vulva de hembra y hundió su pija profundamente comenzando un alocado mete y saca, incrustándose en el acogedor coño de Annabel. La niña dejó escapar un ahogado chillido cuando algo voluminoso se coló entre su apretado anillo vaginal, esa cosa enorme la hizo gritar cuando se salió y volvió a entrar prepotentemente, nunca más volvió a salir. La niña se aferró al peludo cuerpo del animal que la poseía con vigor y fuerza bestial y bruta, apretó su hocico entre sus senos y se estremeció. Su polla era tan diferente, se sentía tan caliente dentro de su coño que casi la quemaba y su panocha se derretía en locas vibraciones. ¡Era tan diferente al de los hombres, y era tan bueno! El culo del perrito se movía a velocidad vertiginosa, parecía un martillo neumático, penetrando el estrecho coño de ella como si fuese una perrita en celo, y probablemente lo era.
Para Annabel era maravilloso, se retorcía como una loca debajo de su amante perruno, adorando su pelaje, sus largas garras, gozando de su polla caliente que se hundía en ella a una velocidad que ningún hombre podría alcanzar. Loredana solo podía mirar. Jamás, ni en sus sueños más salvajes, había imaginado una escena de este calibre. Su mano se movió sobre su panocha ardiente que estaba empapada de fluidos candentes, mientras su perro penetraba con su pija animal el lindo coñito que acababa de besar y lamer. Los gemidos de Annabel se hicieron sentir por toda la habitación y ahogaron todos los demás sonidos, también el animal comenzó a jadear y gemir en forma extraña; Annabel amarró al perro con piernas y brazos cuando sintió que la polla de él se estrellaba contra su útero y comenzaba a inundarla con copiosos chorros de esperma fundente que le hacía hervir sus entrañas, mientras su coño devoraba esa pija con voracidad. Annabel incontenible, explotó en otra serie de orgasmos sintiendo la cabeza del pene del perro que se hinchó a un tamaño gigantesco que colmaba su panocha por completo, se perdió en un océano de sensaciones nunca sentidas, una oleada de placer que todo lo consumía. Fueron minutos de éxtasis puro. Se dejó caer en la cama sin fuerzas cuando la polla perruna resbaló fuera de su panocha y un rio de esperma parecía escurrir entre sus muslos. Ya no sentía esa piel peluda en su vientre, había sido reemplazada por una piel suave con vellos oscuros y rizados que se acomodaban entre los labios de su panocha chorreante, era la vulva inflamada de la señora López que la había montado a horcajadas entre sus piernas y restregaba su vulva caliente contra su conchita chorreante de semen de perrito. Loredana movía sus caderas como una poseída, casi a igualar la velocidad del perro. Annabel entreabrió sus ojos y se sintió feliz por esta nueva experiencia, nunca había sentido otro coño contra el suyo y respondió abriendo sus piernas y empujando los abultados labios de la mujer mayor, impulsivamente se abrazó al cuerpo de ella y le besó la boca.
Loredana estaba en llamas. Nunca había estado tan excitada con tanta emoción y desvergüenza. Devolvió el entusiasta beso de la chiquilla apasionadamente, hundiendo la lengua en su párvula boca. Annabel abrió los ojos sorprendida, nunca la habían besado con tal ímpetu. Una mano sujetaba la pierna de la niña en alto y con la otra comenzó a atormentar los erguidos pechos de la muchacha. Con una fuerza insana se inclinó hasta besar los pezones de la joven, los encontró deliciosos y los mordisqueo delicadamente, Annabel se encabritó empujando con mayor fuerza contra el coño de la señora López.
Loredana se debatía en la encrucijada de hundir su cara en el coño hermoso de Annabel, pero sabía que todavía rezumaba semen de perro y esto la repugnaba un poco, pero al mismo tiempo la excitaba e incitaba; indecisa siguió devorando los esponjosos senos de la menor. Pero la chicuela resolvió su problema, empujándola con firmeza la hizo voltear sobre su espalda y se sumergió entre la enormes tetas de ella, dándose un festín con esos senos preciosos de mujer adulta, frotó su rostro contra los grandes y pesados pechos de ella y comenzó a succionar esos gomosos pezones puntiagudos, casi como a alimentarse de ellos. Luego cubrió de besos el sudado vientre de Loredana, acarició su ombligo y resueltamente se sumergió en ese oscuro mar de vellos enmarañados que cubrían el sexo de la mujer que la recibió con sus piernas ampliamente abiertas.
Annabel devoraba el coño de Loredana con fervorosa pasión, se recordaba de haber lamido el coño de la profesora de historia, la señora Trivelli, que después la folló a morir con una verga de intenso color rojo y de un material muy flexible, había lamido ese coño con vehemencia hasta que la profesora la puso en posición y por media hora folló el coño agradecido de ella. Pero la profesora nunca beso su conchita, solo la tocó con sus dedos antes de penetrarla con el llamativo consolador. La señora López no tenía un falo de plástico, pero su lengua era deliciosa y tenía hambre por su chuchita mojada de semen de perrito.
Tan pronto como Annabel enterró su lengua en su coño ardiente, la señora López la tironeó de las caderas hasta posicionarla a horcajadas sobre su rostro y se olvidó del semen del perro, lo único que deseaba era devorar el joven coño de la chica. Chupaba y lamía salvajemente el coño de la muchacha, ya no le importaba que su perro acababa de follar ese delicioso agujerito rosado, el placer era indescriptible para ella, nunca había lamido un coño recién follado y, menos con semen canino.
Mientras tanto Annabel tragaba con placer los jugos que brotaban profusamente del peludo coño de la señora López; experimentando un enorme placer de sentir la lengua de ella en su propia conchita. Sin embargo, su frenesí no era tan completo como el de la señora Trivelli. Algo faltaba.
La señora López y Annabel rodaron contorsionándose sobre la cama, con la cabeza enterrada en sus chochos. Siendo la niña más pequeña y liviana, generalmente terminaba encima de la mujer adulta. Tuvieron una media docena de orgasmo devorando sus coños. Fue entonces que Annabel se dio cuenta de que alguien más acariciaba y lamía su piel. Ralph estaba lamiendo indiscriminadamente sus cuerpos sudorosos mientras rodaban en ese apasionado frenesí, sin notar a nadie más que a ellos mismos.
Annabel apartó su boca del delicioso coño de la señora López por un instante, entonces vio la polla canina colgando bajo la panza del perro. Se le hizo agua la boca, ella lo deseaba, intento alcanzarlo para lamerlo y chuparlo y deleitarse de ese zumo perruno, pero él se había alejado. Los cachondos gemidos de Loredana hicieron que ella volviera a lamer su rajita peluda y goteante, pero en ese mismo momento, meneo su trasero con la intención de atraer a Ralph.
Y funcionó. Prontamente el perro enterró su hocico en el culo de la muchacha y su lengua comenzó a trabajar hábilmente su estrecho ano, de tanto en tanto lamía la frente de la ignara mujer que, con los ojos cerrados, se comía vorazmente el chocho de Annabel. Pero el animal quería más y saltó sobre la espalda de la niña rasguñando su delicada piel, dando saltitos torpemente tratando de penetrar ese diminuto ano de la chiquilla. Los blancos cachetes del culo de Annabel estaban apretados, pero invitantes y, ahora el perro se había plantado bien detrás de ella y la sujetaba firmemente con sus zampas, tironeando su trasero hacia su rojiza pija en el intento de penetrarla. Con una desesperada embestidas, el pene del perro entró en ese estrecho agujerito de la chica, Annabel dio un grito, la polla del perro resbaló fuera del culo de la niña y Ralph no pudo volver a penetrarla.
Annabel se sintió frustrada. Ralph no había podido centrar su tierno culito. El rostro de Loredana cubría su conchita por completo y el agujerito de su trasero era demasiado pequeño. Loredana sintió algo duro, resbaladizo y caliente que se frotaba contra su frente y su mejilla, no sabía que era. Cuando abrió los ojos se encontró con la tremenda verga de Ralph y su peludos cojones que golpeaban el trasero de Annabel. Dejó de lamer horrorizada. Annabel sintió que su coño dejaba de recibir las carantoñas de la mujer y deseó aún más la polla del perro.
—¡Oh, señora López! … ¡Ayúdalo, por favor! … ¡Ayúdalo a meterme esa cosa! … ¡La deseo tanto! … ¡Lámeme y chúpame, pero ayúdalo! … ¡No te detengas! …
Pero Loredana no se atrevía, era demasiado terrible para ella. Solo atinó a cerrar los ojos y volver a lamer el exquisito coño de Annabel, tratando de no mirar la larga, gruesa y roja polla de Ralph. La muchacha se estremeció con la lengua de ella, pero Ralph continuaba a dar saltitos y embestidas contra el trasero de Annabel y, finalmente, encontró su objetivo. Annabel chilló cuando volvió a sentir la gruesa polla del perro obturar completamente su pequeño agujerito anal, empujó hacia él y él le dio un par de fuertes empellones y le metió su polla resbaladiza en su ano. Hubo unos sufridos ladridos de victoria por parte de Ralph, que orgullosamente metía su verga perruna firmemente en el culo de la chica. Con violentas embestidas hasta su bola se adentró en el receptivo agujero de la muchacha.
Annabel contorsiono su trasero incitando a Ralph a follarla con fuerza y el perro empujó cada vez más rápido y enérgicamente; Annabel jadeó sintiendo la maciza polla de Ralph atorada en su ano, le encantaba esa potencia animal penetrándola. Las bolas del perro seguían rebotando contra la frente de la señora López, pero trató de ignorarlo. Solo que Annabel gemía y chillaba, pero había dejado de lamer su coño inflamado. Ella no podía dejar de chupar ese joven coño de la chica; solo que cada vez que las bolas rebotaban contra su cabeza, Annabel chillaba y se estremecía, haciendo que ella chupara ese pequeño chocho aún con más deseos y fuerza.
Annabel había dejado de lamer el coño de la señora López cuando el perro penetró su culo, pero se percató de que alguien abría la puerta de la habitación, con horror vio al señor López con sus ojos desorbitados mirando la escena que se le presentaba inesperadamente. Se quedó paralizado y en silencio observando al depravado, obsceno y lujurioso trio sobre la cama matrimonial. Nunca se imaginó a Annabel revolcándose debajo de un perro. Nunca pensó que Ralph pudiera hacer algo así. Y su esposa. Realmente no lo podía creer. Pero al parecer su verga sí se hizo inmediatamente a la idea y comenzó a ponerse durísima bajo sus pantalones.
Sintió una urgencia desesperada por participar. Los ojos calientes y llenos de deseos de Annabel enfocaron directamente su entrepierna, mientras la lengua de Loredana y la tremenda polla del perro enterrada en el culo de la chica, la llevaban a un violento y estremecedor orgasmo.
El señor López dejó caer su maletín y lucho frenéticamente con la cremallera de su pantalón. En segundos estaba sobre la cama, arrodillado entre las piernas extendidas de su mujer, que continuaba a lamer con ansias inauditas el coño de Annabel, lentamente acercó su polla a los labios de la muchacha. La adolescente deseosa abrió su boca y comenzó a chupar con avidez la pija del hombre, mientras él aferró su cabeza y comenzó a follar su boca. La visión sin precedentes de la inmensa polla de Ralph enterrada profundamente el culo de la chica, lo excitó a niveles estratosféricos y siguió moviéndose dentro y fuera de la boca de Annabel.
La polla del señor López llego hasta la garganta de la chica, él folló su boca furiosamente, mientras la señora López continuaba con su tarea de lengua a deleitar el coño de la muchacha y el perro no disminuía en nada su velocidad de follada al culo de la adolescente, Annabel gozaba como una loca, sus pechos grandes, pero inmaduros aún, frotaban el vientre de la mujer, mientras que los pesados e hinchados pechos de Loredana se frotaban contra ella. Ralph folló su culo aún con mayor intensidad, y ella chupó apasionadamente la polla enterrada profundamente en su garganta.
El perro ladró empujando violentamente su polla entre las nalgas de Annabel y envió una copiosa cantidad de semen en el recto de la chica, su polla inflamada estiró el esfínter de ella. Trató de sacarlo, pero no pudo, Annabel estaba anudada a la pija de Ralph. Loredana desde abajo vio las contracciones de la bolas del perro cuando inundaba a la chica con su esperma canino, se estremeció pensando en las oleadas de semen caliente anegando las tripas de Annabel.
Anabel se dedicó con cuerpo y alma a chupar la polla que llenaba su boca. El señor López estaba tan excitado que no pudo contenerse un segundo más. Aferró con fuerza la cabeza de ella y empujó su verga al fondo de su tráquea y la mantuvo en ese sitio apretado mientras descargas un aluvión de semen directamente en el esófago de la niña. Luego lo sacó lentamente y Annabel termino su labor limpiándolo diligentemente, hasta que retiró su miembro un tanto adolorido. Ralph estaba echado en un rincón tranquilamente a lamer su monstruosa polla. Las dos mujeres todavía estaban enredadas la una con la otra en un apasionado sexo oral, sin ser molestadas por nadie. Mutuamente se brindaron sendos y potentes orgasmos, luego besaron y lamieron sus coños sin esa pasión desatada, solo cariños de relajada beatitud y gratitud.
Loredana se dio vuelta y se encontró con su esposo, con su polla reblandecida y goteante, se sorprendió enormemente y se avergonzó por completo. Se sintió atrapada en una lujuriosa escena. Ella besando el coño de Annabel y Annabel con un perro encima. No se dio cuenta cuando el entró a la pieza y se preguntó: ¿Por qué su pija está chorreando? ¿Quién se la habrá chupado? Entonces un agudo dolor de celos surgió en ella. Solo Annabel podría haber chupado la verga de su marido, pero la aprensión fue mayor que los celos. Había sido sorprendida completamente desnuda a chupar el coño de una niña de doce años. Chupaba el semen del perro directamente de su panocha y, ella una adulta responsable, había permitido que una joven adolescente le chupara su propio coño. ¿Qué dirá su marido? ¿Qué puede decir ella? ¿La denunciará a las autoridades? ¿Cómo la hará pagar esta vergüenza? ¿Cómo se confesará en la misa del domingo? … Y lo que es peor aún, se preguntaba ¿Volverá a suceder esto tan cachondo?
Su marido no dijo nada, pensamientos similares pasaban por su cabeza. Pero ahora tenía otras ideas y preocupaciones. Terminó de desvestirse lentamente. El perro se había ubicado en un rincón a observar a los tres humanos, sintiendo el fuerte aroma de esos dos coños. Los ojos de Annabel iban del marido a la mujer y viceversa. ¿Para dónde iba todo esto? Se preguntó, pero no le importaba mucho, pues pasara lo que pasara ella estaba lista y dispuesta a todo.
Y lo que sucedió fue qué, el señor López se sentó entre las dos mujeres desnudas, atrajo a la jovencita y la puso a mamar su verga para que la hiciera revivir rápidamente. La ya calmada señora López no pudo resistir las blancas y mullidas nalgas de la chicuela y, con las bendiciones de su marido, se fue de cabeza a besarle y lamerle el culo recién follado por su perro. Cuando la pija del señor López estuvo lo bastante dura, sacó la polla de la boca de la chicuela, hizo de aparte a su esposa del culo de la muchacha. Se arrodilló detrás de ella y empujo de una sola embestida su verga en el coño de la jovencita. Follándola vigorosamente como ya lo había hecho antes; Annabel gimió y se contorsionó hasta alcanzar el coño de la señora López que comenzó a devorar entusiastamente; para cuando el señor López se corrió en el dulce coño de Annabel, ambas mujeres habían sido ya estremecidas por sus dulces goces.
Cuando se calmaron, los tres se sentaron a conversar sobre lo que había sucedido. Loredana estaba tan avergonzada que no pudo decir nada. Anabel se acercó más a ella para decirle lo maravillo y completamente natural era todo lo que habían hecho. Ni el señor López ni Annabel hicieron saber a la señora López que ellos ya follaban desde hace algún tiempo. En tanto Ralph se había recuperado y saltó a la cama, sigilosamente y sin previo aviso metió su larga lengua en el brillante coño de la señora López, esta cogida por sorpresa dio un tremendo grito:
—¿Qué mierda? …
Empujó al perro casi con violencia y se recordó de la ropa de la adolescentes:
—¡Ah! … debo ir por tu ropa Annabel …
Se puso en pie de un salto y desapareció, solo quería alejarse de esa bestia enorme que la perturbaba. No podía permitirse esos terribles deseos. Cuando regresó unos minutos más tarde, encontró a Annabel arrodillada en el piso, estaba inclinada sobre el torso de Ralph chupando su larga polla roja vorazmente. Desde atrás, su marido hundía una y otra vez en el ano de la pequeña su pija gruesa e hinchada. Loredana los observó por largo rato con envidia, al parecer el perro eyaculaba en la boca de la chica y el hombre descargaba su esperma en el abusado culo de Annabel, la que acogió con grande placer que la llenaran por todos sus orificios.
Al parecer, tanto el hombre como el perro no eran capaces de nada más. Pero Loredana estaba extremadamente caliente. Se arrodilló y comenzó a lamer otra vez el culo de la muchacha, Annabel lamía con largas lengüetadas la polla del señor López para dejarla limpiecita. Sorpresivamente Ralph empezó a lamer el culo y coño de la señora López, que no hizo nada para impedírselo esta vez. Con la ayuda de Annabel el perro subió a la espalda de su ama mientras esta estaba todavía arrodillada, La chica guió la tremenda polla de Ralph al agujerito de la adulta y la penetró de un solo golpe haciéndola estremecer. A continuación, comenzó a follarla a toda velocidad, casi con violencia y la hizo correrse en minutos, mientras Ralph la mantenía atada a su pija, su marido metió su pija blandengue en sus golosos labios.
Entonces llegó el momento en que Annabel debía marcharse. La señora López la contempló placenteramente como la chica se vestía con su ropa fresca y limpia. Annabel se despidió de ella y de su marido con sendos besos, le dio un fuerte abrazo a Ralph y salió dando saltitos hacia la puerta de salida, dejando sobre la cama sucia y arrugada a los tres. La familia López nunca volvería a ser la misma.
La madre de Annabel estaba preocupada y enfadada; Annabel nunca había llegado tan tarde. La chica lo sabía, pero no le importaba mucho. Su camino de regreso de la escuela había sido prodigiosamente maravilloso; incluso mejor del día que se encontró con la pandilla de motoristas. Entro entre corriendo y saltando a la casa:
—¡Hola, mami! … ¡Ya llegué! … ¡Estoy en casa! …
—¡Ufffa! … ¡Por fin! … ¿Dónde te habías metido? … Sabes lo preocupada que me pongo cuando te retrasas … ¿Quieres cenar? …
—¡Oh, nada! … solo me detuve a charlar con algunas personas … también jugué con el perro de los López … ¡Es un amor! … ¡Ah!, no tengo hambre … comí unas salchichas calientes y tomé bastante leche …
—Entonces ve a descansar … mañana será otro día …
—Sí, mamá … mañana será otro día …
FIN
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