Un amante a sorpresa.
por
Juan Alberto
género
zoophilia
Son recuerdos tan bellos que jamás olvidaré, casi me parece que hubiese sido solo ayer, sin embargo, han pasado casi diez años. Tenía poco más de veinte años y vivía en forma independiente. Trabajaba para la Favet (Facultad de Ciencias Veterinarias y Pecuarias, U. de Chile), las casas eran escasas por el sector, pero gracias a mi trabajo conocí al dueño de una casa patronal antigua en medio de unas parcelas. Logramos un acuerdo en el alquiler y me fui a vivir allí en medio de la nada. Con el tiempo fui adaptando la casa a mis gustos y necesidades. Tenía un hermoso jardín con muchos arboles frutales. A mis amistades les encantaba visitarme en verano para disfrutar del entorno rural fresco y pacifico.
De ves en cuando también recibía la visita de mis padres, los cuales venían acompañados de Rocky, el perro de la familia. Por eso no me extraño el día que llegaron con el animal, diciendo que se iban de vacaciones a Europa por cerca de dos meses y me pedían de hacerme cargo de Rocky por ese tiempo. Era un perro educado y agradable, pensé que podría tenerlo en las enormes extensiones de terreno de la propiedad, donde podíamos retozar y caminar juntos.
Rocky tenía solo una mala cualidad. Era un maldito entrometido y olfateador. No tengo idea de donde y en qué momento adquirió esa molestosa aptitud, pero me daba vergüenza cuando enfilaba su nariz en el entrepierna de alguna de mis amigas y estas daban gritos y saltos tratando de alejarlo. Todas odiábamos este cochambroso comportamiento suyo. Todas pensábamos que él delataba a la chica que estaba con su periodo y esto era absolutamente embarazoso. Ciertamente para mí eso no era ningún problema ya que raras veces recibía visitas, normalmente me reunía con mis amigas en la cafetería de la universidad.
Era verano, el día era particularmente caluroso; me había decidido a ordenar el jardín de flores y desmalezar el terreno. Por costumbre no uso bragas cuando estoy en casa, tampoco sujetador. Estaba de rodillas quitando las malas hierbas de los alrededores de las flores cuando sentí la nariz fría y húmeda de Rocky contra mis nalgas. Era muy tierno y juguetón así que no me sorprendió, él hacía siempre lo mismo con todas, no le di mayor importancia y lo dejé que me olisqueara, no me molestaba y pensé que pronto se iría a olfatear el terreno y los árboles como solía hacer. Pero hoy se mostraba inusitadamente persistente y siguió acercándose, tocándome y lamiendo mis muslos y glúteos, quizás porque estaba en mis días fértiles.
Sentí su áspera y larga lengua entre mis piernas. Me estremecí y me invadió una ligera sensación, que nunca antes había experimentado. Dejé de desyerbar y esperé expectante que cosa pretendía Rocky. Su larga lengua a veces se metía bajo la tela de mis pantaloncitos y rozaba los labios de mi coño y volví a sentir esa cosa deleitable que me procuraba un cosquilleo entre mi labia vaginal que me subyugaba y me estaba excitando sobre manera. Mi vagina comenzó a contraerse placenteramente, los músculos de mis muslos se tensaron en forma espontanea y empujé mi panocha contra esa lengua intrusiva. Reaccioné y me dije que esto había ido demasiado lejos. Me enojé y alejé a empujones a Rocky. Pero Rocky no se dio por vencido y lengüeteó más rápido sobre mis inflamados labios vaginales, espontáneamente mi cuerpo empujó lujuriosamente contra esa lengua invasora, se sentía fantástico. Jamás nadie me había lamido de ese modo tan agradable e intenso. Mi panocha se humedeció completamente y mi cuerpo empujó lascivamente contra la lengua de Rocky que lengüeteaba mi ingle bebiendo mis jugos sabrosos y abundantes. Mi cabeza era un torbellino de pensamientos contradictorios, pero mi excitación era tan fuerte que muy luego dejé de pensar y me entregué a las sensaciones de mi cuerpo. Mientras más lamía, más mojado se ponía mi coño. Dejé a Rocky la iniciativa y le permití que enfilara su nariz entre mis nalgas y mis piernas. Pensé, ¿qué podría pasarme?, de seguro si continuaba así iba a hacer que me corriera, era casi una semana que no tenía un orgasmo. Me relajé y me quedé de rodillas apoyando mi cuerpo en mis codos y levantando mi trasero para que las lamidas llegaran directamente sobre mi panocha y mi culo. Estaba ya demasiado caliente, abrí más mis rodillas y él me lamió desde mi clítoris hasta mi ojete anal. Eso se sintió increíble y excitante. Los arbustos y las flores me mantenían escondida de la vista de extraños, además, nadie podía acercarse porque estaba sola, levanté mi remera y dejé mis tetas ser acariciadas por el césped, mis pezones estaban extraordinariamente duros. De seguro mi coño chorreaba fluidos, porque la lengua de Rocky parecía incansable y él se bebía toda mi lujuria líquida. Nunca había sentido algo tan intenso en mi corta vida.
Repentinamente él dejó de lamer y lo sentí pasear de un lado a otro detrás de mí por sobre mis piernas, después salto sobre mí ágilmente, sus patas rodearon mi cintura con fuerza y sentí que me jalaba hacia atrás. Mi cuerpo estaba ansioso de sexo y esa sensación enérgica de posesión me agradó y abrí más mis rodillas. Una cosa puntiaguda y dura comenzó a golpear mis muslos y mis nalgas. Rocky me tenía sujeta como a una perra, ¡Oh, Dios! ¡Quiere follarme! ¡Quiere hacerme su perra!
Pienso que para él no había nada más natural que después de lamer un coño, debía follarlo. Sus patas atenazaron con mayor fuerza mis caderas. Me di cuenta de que aún llevaba mis shorts deportivos. No sabía si quitármelos o no. Era el último obstáculo para evitar que él alcanzara mi coño. Pero todos esos pensamientos fueron superados por Rocky y sucedió lo que tenía que suceder.
De repente sentí su puntiaguda polla deslizarse por la pernera de mis holgados pantaloncitos, se metió entre mis muslos a centímetros de mi chocho. Incansablemente él siguió tironeándome y empujando hasta presionar los labios de mi conchita empapada. Mí clítoris parecía querer reventarse, por entre mis piernas vislumbre su polla rojiza y goteante, mojó mis nalgas y también mi coño. Luego de varias fallidas punteadas a mi vagina, finalmente consiguió meter la puntita de su gordo pene en mi jugosa panocha y me dio unas potentes embestidas que hicieron deslizar su polla más y más adentro de mí, una sensación nueva devastó mi cuerpo y mi corazón casi se me escapa del pecho. Jamás lo había pensado ni soñado que un perro pudiese follarme, pero ahora me acomodé para disfrutarlo, me aferré a unas champas de pasto y lo dejé que me lo metiera todo. Solo que no estaba preparada para cuando él metió un globo inmenso entre los labios de mi chocho, entró y salió un par de veces en mí y luego se atascó dentro haciéndome temblar y pensé preocupada qué, si esa cosa continuaba a crecer dentro de mí, me iba a causar daño. La sensación de plenitud era abrumante, mi coño estaba completamente lleno de la polla de Rocky y agaché mi cabeza colocando mi mejilla sobre el césped, también mis tetas aplastaron la yerba y me entregué a disfrutar a concho las sensaciones maravillosas que me hacía sentir mi amado y rebelde Rocky.
Rocky se había literalmente montado sobre mi culo con su pene enterrado profundamente dentro de mí, tomé sus patas traseras para mantenerlo dentro de mi apretado coño. No me tomó mucho tiempo acostumbrarme a su colosal verga y disfrutar las pulsaciones calientes que él me transmitía con cada veloz empuje. Rocky era mi nuevo novio, en ese momento yo no lo sabía, pero se convirtió en mi macho y yo, desde entonces, pase a ser su perra.
Ahora que Rocky había encontrado lo que andaba buscando, empezó a follarme en serio. Apretó estrechamente sus patas a mi cintura, casi inmovilizándome, sentí su aliento caliente en mi espalda y luego en mi cuello cuando se subió encima de mí. Su pene no es que entraba y salía de mi coño, más bien estaba atascado profundamente en mí, él solo tironeaba mi coño amarrado a su polla, era un bombeo feroz y rápido. Rápidamente alcanzo la parte más profunda de mi vagina, tocando mi cuello uterino y dándome las primeras olas orgásmicas. Me dolía cuando la punta de su pene duro se estrellaba contra mi cérvix, pero me hacía gemir esa sensación de doloroso placer, parecía que su polla se hundía cada vez más en mi chuchita. ¡Mierda …! ¡Me va a penetrar el útero! … pensé un tanto alucinada por la exquisita sensación que provocaba contracciones salvajes a mi entera vagina.
De repente entré en pánico, ¡Dios mío! ¿Qué estaba haciendo? Pero no había forma de alejar a Rocky de mí. Él era más pesado, mucho más grande y por supuesto, más fuerte, sus potentes zampas me tenían sujeta muy bien. Desistí de intentar alejarlo. Bajé con mis brazos hasta afirmarme con mi mejilla derecha sobre el césped, mis tetas colgantes aplastaban la yerba con los movimientos veloces hacia adelante y hacia atrás, lo que estimulaba enormemente mis pezones, podría decir que esto me puso aún más cachonda y comencé a repetir como una bendita oración:
—¡Fóllame rico, Rocky! … ¡Fóllame rico, Rocky! … ¡Fóllame rico, Rocky! …
No pudiendo alejarme ni separarme de mi recién declarado novio, decidí entregarme por completo a él. Acepté que él continuara a follarme y que solo me iba a alejar de él cuando se corriera y llenara mi coño con su semen perruno, tanto era imposible quedar embarazada con esperma de perro. Sentí como su polla se deslizaba aún más profundo en mí, sabía que el tamaño de su polla era de al menos unos veintidós centímetros y quería sentirlos todos dentro de mí, así que arqueé mi espalda y comencé a empujar contra él. Ciertamente no podía hacerlo a la vertiginosa velocidad con la que él me estaba follando, pero sí esto aumento mi placer. Su nudo, del tamaño de una bola de billar, ya había obturado la entrada de mi panocha, realmente no sabía como esa cosa enorme se había metido en mí, pero mi chocho se adapto rápidamente a sus dimensiones colosales. Prácticamente no sentí un dolor preocupante, tal vez un malestar al principio, pero pronto se convirtió en maravillosas sensaciones de placer que me abrumaban, sobre todo cuando su nudo comenzó a estimular mi punto “G”, creí enloquecer.
Mi orgasmo se acercaba a pasos agigantados, percibí que iba a ser violento y apabullante. Sentí que los músculos de mi vagina y la parte inferior de mi abdomen se contraían. Rocky siguió embistiendo mi coño profundamente. Se acercaba a mi cuello uterino, volví a sentir una especie de dolor, pero al mismo tiempo repentinamente mi cuerpo convulsionó y exploté. Me corrí en forma desenfrenada, mi clímax hacía estremecer todo mi cuerpo, mi coño tiritaba enfebrecido contrayéndose alrededor de la polla de mi sorpresivo amante. Arranqué sin darme cuenta unas champas de pasto mientras mis tetas se mecían y temblaban por si solas. Cerré mis ojos y perdí la noción del tiempo y, todo contacto con mi alrededor pareció esfumarse en olas de placentero goce que iban y venían a través de todo mi cuerpo.
Cuando pensaba que había alcanzado el ápice de mi orgasmo, Rocky comenzó a inundar mi matriz, mi cérvix, mi útero y mi entero vientre con su copiosa eyaculación caliente. Mis piernas volvieron a temblar, cerré mi puños y mis dientes chirrearon al sentir el torrente de semen que inundaba mis extrañas. Aún cuando sabía que no era posible, pensé que hubiese sido perfecto ser preñada por un pene de macho tan abrumador y poderoso. Las ráfagas de cálido semen rociaban profusamente mis paredes vaginales, mi coño anhelante daba la bienvenida a esa lechita perruna divina. Casi me desplomé sintiendo esa gigantesca polla con su enorme nudo llenándome completamente e inundándome a plenitud, nunca había percibido de este modo la eyaculación masculina dentro de mi coño. Rocky era sensacional por sus dimensiones y por la cantidad de semen que derramaba dentro de mí; el goce era encantador, como si me estuviera practicando un hechizo mágico en mí, estaba abrumada de tanta placentera lujuria.
Rugí, gemí, grité y sollocé un sinfín de veces:
—Ssiii Rocky … ¡Que rico! … ¡Eres mi macho! … ¡Soy tu perrita! … ¡Fóllame! … ¡Dame toda tu polla de perro! …
Sentí las paredes de mi coño estiradas al máximo, llena de polla y de leche y mis contracciones continuaron por varios minutos, estuve en pleno éxtasis fuera de este mundo, sobre pasada por las sensaciones de mi orgasmo. Hebras de líquido semen escurrieron de mi panocha y se deslizaron por mis muslos, mi coño estaba apretado, pero el semen perruno era demasiado y se escapaba a chorritos de mi coño. Jamás nadie me había hecho experimentar algo así. El cuerpo de Rocky también vibraba y su pene pulsaba dentro de mi chorreando una cantidad abismante de esperma perruno. Su enorme nudo estaba atascado dentro de mi vagina y me hacía gemir y contorsionarme en una inaudita lujuria. Apreté mi coño para no dejarlo salir, quería que estuviera dentro de mí por una eternidad.
No tengo conciencia de cuanto tiempo tomó todo. Mi cerebro no funcionaba del todo, estaba bloqueado, atascado al igual que el nudo de Rocky en mí. Gemí y lloré de puro placer. Luego de haber descargado sin parar toda su esperma en mí, Rocky intentó sacar su polla de mi coño. Aún cuando me relajé, no fue posible que el tirara fuera su verga, estábamos pegados como perrito y perrita. Me asusté y entré en pánico, el nudo estaba firmemente atorado en mi panocha, si él tiraba me dolía y me hacía tiritar con espasmos de placer mezclados de dolor. Rocky me arrastró sobre el césped por algunos metros, apresuradamente aferré sus patas traseras, no podía aceptar que me paseara por todo el jardín. Afortunadamente después de unos quince minutos, su bola salió disparada de mi coño con un sonido similar al descorche de una botella. Al mismo tiempo mi coño se contrajo y expulsó oleadas de semen caliente por mis muslos y sobre la hierba. Pensé que todo había terminado, pero él vino a lamerme, me quedé quietecita y lo deje que limpiara mi coño mientras mi cuerpo vibraba en pequeños orgasmos, él siguió lamiendo aun cuando me derrumbé un poco de lado sobre el pasto, su lengua siguió enfilándose en mi coño y culo. Después de todo, se había comportado como un verdadero caballero.
Y después de esa tarde sucedió todos los días y más de una vez al día. No en el jardín sino en casa a puerta cerrada. Lo hicimos en mi cama, en el baño cuando nos bañamos juntos, en la cocina, en la sala de estar mientras la televisión estaba encendida. Lo dejaba lengüetearme hasta el paroxismo, con mis dedos apretados aferrando el borde de la mesa y mis nudillos blancos por el esfuerzo. Nunca me cansaba de esas abrumadoras sensaciones que él me hacía sentir. Fui la perra cachonda de Rocky durante todo el tiempo que mis padres estuvieron en Europa.
Cuando regresaron mis padres vinieron a recogerlo. Mientras estábamos a solas con mamá en la cocina, ella me preguntó:
—Y … ¿todo bien? …
—Sí … solo a veces estaba un poco intranquilo …
Dije del modo más inocente posible y ella retrucó:
—Sí … a veces a mi también me ataca …
Miré a mi madre, ella se puso roja y me guiñó un ojo. Me quedé sin palabras, pero inmediatamente comprendí porqué Rocky se había comportado así cuando me vio arrodillada en el jardín. Luego mamá agregó:
—… el próximo mes tú padre y yo iremos a visitar a mis suegros al sur … ¿podrías cuidar de Rocky por el tiempo que estaremos por allí? …
Le obsequié la mejor de mis sonrisas y moví mi cabeza afirmativamente con mis ojos que echaban chispas recordando lo que Rocky me hacía sentir.
***** ***** ***** ***** ***** ***** ***** *****
El regalo más preciado de quien escribe es saber que alguien está leyendo sus historias. Un correo electrónico, a favor o en contra, ¡Tiene la magia de alegrar el día de quien construye con palabras, una sensación y un placer!
luisa_luisa4634@yahoo.com
De ves en cuando también recibía la visita de mis padres, los cuales venían acompañados de Rocky, el perro de la familia. Por eso no me extraño el día que llegaron con el animal, diciendo que se iban de vacaciones a Europa por cerca de dos meses y me pedían de hacerme cargo de Rocky por ese tiempo. Era un perro educado y agradable, pensé que podría tenerlo en las enormes extensiones de terreno de la propiedad, donde podíamos retozar y caminar juntos.
Rocky tenía solo una mala cualidad. Era un maldito entrometido y olfateador. No tengo idea de donde y en qué momento adquirió esa molestosa aptitud, pero me daba vergüenza cuando enfilaba su nariz en el entrepierna de alguna de mis amigas y estas daban gritos y saltos tratando de alejarlo. Todas odiábamos este cochambroso comportamiento suyo. Todas pensábamos que él delataba a la chica que estaba con su periodo y esto era absolutamente embarazoso. Ciertamente para mí eso no era ningún problema ya que raras veces recibía visitas, normalmente me reunía con mis amigas en la cafetería de la universidad.
Era verano, el día era particularmente caluroso; me había decidido a ordenar el jardín de flores y desmalezar el terreno. Por costumbre no uso bragas cuando estoy en casa, tampoco sujetador. Estaba de rodillas quitando las malas hierbas de los alrededores de las flores cuando sentí la nariz fría y húmeda de Rocky contra mis nalgas. Era muy tierno y juguetón así que no me sorprendió, él hacía siempre lo mismo con todas, no le di mayor importancia y lo dejé que me olisqueara, no me molestaba y pensé que pronto se iría a olfatear el terreno y los árboles como solía hacer. Pero hoy se mostraba inusitadamente persistente y siguió acercándose, tocándome y lamiendo mis muslos y glúteos, quizás porque estaba en mis días fértiles.
Sentí su áspera y larga lengua entre mis piernas. Me estremecí y me invadió una ligera sensación, que nunca antes había experimentado. Dejé de desyerbar y esperé expectante que cosa pretendía Rocky. Su larga lengua a veces se metía bajo la tela de mis pantaloncitos y rozaba los labios de mi coño y volví a sentir esa cosa deleitable que me procuraba un cosquilleo entre mi labia vaginal que me subyugaba y me estaba excitando sobre manera. Mi vagina comenzó a contraerse placenteramente, los músculos de mis muslos se tensaron en forma espontanea y empujé mi panocha contra esa lengua intrusiva. Reaccioné y me dije que esto había ido demasiado lejos. Me enojé y alejé a empujones a Rocky. Pero Rocky no se dio por vencido y lengüeteó más rápido sobre mis inflamados labios vaginales, espontáneamente mi cuerpo empujó lujuriosamente contra esa lengua invasora, se sentía fantástico. Jamás nadie me había lamido de ese modo tan agradable e intenso. Mi panocha se humedeció completamente y mi cuerpo empujó lascivamente contra la lengua de Rocky que lengüeteaba mi ingle bebiendo mis jugos sabrosos y abundantes. Mi cabeza era un torbellino de pensamientos contradictorios, pero mi excitación era tan fuerte que muy luego dejé de pensar y me entregué a las sensaciones de mi cuerpo. Mientras más lamía, más mojado se ponía mi coño. Dejé a Rocky la iniciativa y le permití que enfilara su nariz entre mis nalgas y mis piernas. Pensé, ¿qué podría pasarme?, de seguro si continuaba así iba a hacer que me corriera, era casi una semana que no tenía un orgasmo. Me relajé y me quedé de rodillas apoyando mi cuerpo en mis codos y levantando mi trasero para que las lamidas llegaran directamente sobre mi panocha y mi culo. Estaba ya demasiado caliente, abrí más mis rodillas y él me lamió desde mi clítoris hasta mi ojete anal. Eso se sintió increíble y excitante. Los arbustos y las flores me mantenían escondida de la vista de extraños, además, nadie podía acercarse porque estaba sola, levanté mi remera y dejé mis tetas ser acariciadas por el césped, mis pezones estaban extraordinariamente duros. De seguro mi coño chorreaba fluidos, porque la lengua de Rocky parecía incansable y él se bebía toda mi lujuria líquida. Nunca había sentido algo tan intenso en mi corta vida.
Repentinamente él dejó de lamer y lo sentí pasear de un lado a otro detrás de mí por sobre mis piernas, después salto sobre mí ágilmente, sus patas rodearon mi cintura con fuerza y sentí que me jalaba hacia atrás. Mi cuerpo estaba ansioso de sexo y esa sensación enérgica de posesión me agradó y abrí más mis rodillas. Una cosa puntiaguda y dura comenzó a golpear mis muslos y mis nalgas. Rocky me tenía sujeta como a una perra, ¡Oh, Dios! ¡Quiere follarme! ¡Quiere hacerme su perra!
Pienso que para él no había nada más natural que después de lamer un coño, debía follarlo. Sus patas atenazaron con mayor fuerza mis caderas. Me di cuenta de que aún llevaba mis shorts deportivos. No sabía si quitármelos o no. Era el último obstáculo para evitar que él alcanzara mi coño. Pero todos esos pensamientos fueron superados por Rocky y sucedió lo que tenía que suceder.
De repente sentí su puntiaguda polla deslizarse por la pernera de mis holgados pantaloncitos, se metió entre mis muslos a centímetros de mi chocho. Incansablemente él siguió tironeándome y empujando hasta presionar los labios de mi conchita empapada. Mí clítoris parecía querer reventarse, por entre mis piernas vislumbre su polla rojiza y goteante, mojó mis nalgas y también mi coño. Luego de varias fallidas punteadas a mi vagina, finalmente consiguió meter la puntita de su gordo pene en mi jugosa panocha y me dio unas potentes embestidas que hicieron deslizar su polla más y más adentro de mí, una sensación nueva devastó mi cuerpo y mi corazón casi se me escapa del pecho. Jamás lo había pensado ni soñado que un perro pudiese follarme, pero ahora me acomodé para disfrutarlo, me aferré a unas champas de pasto y lo dejé que me lo metiera todo. Solo que no estaba preparada para cuando él metió un globo inmenso entre los labios de mi chocho, entró y salió un par de veces en mí y luego se atascó dentro haciéndome temblar y pensé preocupada qué, si esa cosa continuaba a crecer dentro de mí, me iba a causar daño. La sensación de plenitud era abrumante, mi coño estaba completamente lleno de la polla de Rocky y agaché mi cabeza colocando mi mejilla sobre el césped, también mis tetas aplastaron la yerba y me entregué a disfrutar a concho las sensaciones maravillosas que me hacía sentir mi amado y rebelde Rocky.
Rocky se había literalmente montado sobre mi culo con su pene enterrado profundamente dentro de mí, tomé sus patas traseras para mantenerlo dentro de mi apretado coño. No me tomó mucho tiempo acostumbrarme a su colosal verga y disfrutar las pulsaciones calientes que él me transmitía con cada veloz empuje. Rocky era mi nuevo novio, en ese momento yo no lo sabía, pero se convirtió en mi macho y yo, desde entonces, pase a ser su perra.
Ahora que Rocky había encontrado lo que andaba buscando, empezó a follarme en serio. Apretó estrechamente sus patas a mi cintura, casi inmovilizándome, sentí su aliento caliente en mi espalda y luego en mi cuello cuando se subió encima de mí. Su pene no es que entraba y salía de mi coño, más bien estaba atascado profundamente en mí, él solo tironeaba mi coño amarrado a su polla, era un bombeo feroz y rápido. Rápidamente alcanzo la parte más profunda de mi vagina, tocando mi cuello uterino y dándome las primeras olas orgásmicas. Me dolía cuando la punta de su pene duro se estrellaba contra mi cérvix, pero me hacía gemir esa sensación de doloroso placer, parecía que su polla se hundía cada vez más en mi chuchita. ¡Mierda …! ¡Me va a penetrar el útero! … pensé un tanto alucinada por la exquisita sensación que provocaba contracciones salvajes a mi entera vagina.
De repente entré en pánico, ¡Dios mío! ¿Qué estaba haciendo? Pero no había forma de alejar a Rocky de mí. Él era más pesado, mucho más grande y por supuesto, más fuerte, sus potentes zampas me tenían sujeta muy bien. Desistí de intentar alejarlo. Bajé con mis brazos hasta afirmarme con mi mejilla derecha sobre el césped, mis tetas colgantes aplastaban la yerba con los movimientos veloces hacia adelante y hacia atrás, lo que estimulaba enormemente mis pezones, podría decir que esto me puso aún más cachonda y comencé a repetir como una bendita oración:
—¡Fóllame rico, Rocky! … ¡Fóllame rico, Rocky! … ¡Fóllame rico, Rocky! …
No pudiendo alejarme ni separarme de mi recién declarado novio, decidí entregarme por completo a él. Acepté que él continuara a follarme y que solo me iba a alejar de él cuando se corriera y llenara mi coño con su semen perruno, tanto era imposible quedar embarazada con esperma de perro. Sentí como su polla se deslizaba aún más profundo en mí, sabía que el tamaño de su polla era de al menos unos veintidós centímetros y quería sentirlos todos dentro de mí, así que arqueé mi espalda y comencé a empujar contra él. Ciertamente no podía hacerlo a la vertiginosa velocidad con la que él me estaba follando, pero sí esto aumento mi placer. Su nudo, del tamaño de una bola de billar, ya había obturado la entrada de mi panocha, realmente no sabía como esa cosa enorme se había metido en mí, pero mi chocho se adapto rápidamente a sus dimensiones colosales. Prácticamente no sentí un dolor preocupante, tal vez un malestar al principio, pero pronto se convirtió en maravillosas sensaciones de placer que me abrumaban, sobre todo cuando su nudo comenzó a estimular mi punto “G”, creí enloquecer.
Mi orgasmo se acercaba a pasos agigantados, percibí que iba a ser violento y apabullante. Sentí que los músculos de mi vagina y la parte inferior de mi abdomen se contraían. Rocky siguió embistiendo mi coño profundamente. Se acercaba a mi cuello uterino, volví a sentir una especie de dolor, pero al mismo tiempo repentinamente mi cuerpo convulsionó y exploté. Me corrí en forma desenfrenada, mi clímax hacía estremecer todo mi cuerpo, mi coño tiritaba enfebrecido contrayéndose alrededor de la polla de mi sorpresivo amante. Arranqué sin darme cuenta unas champas de pasto mientras mis tetas se mecían y temblaban por si solas. Cerré mis ojos y perdí la noción del tiempo y, todo contacto con mi alrededor pareció esfumarse en olas de placentero goce que iban y venían a través de todo mi cuerpo.
Cuando pensaba que había alcanzado el ápice de mi orgasmo, Rocky comenzó a inundar mi matriz, mi cérvix, mi útero y mi entero vientre con su copiosa eyaculación caliente. Mis piernas volvieron a temblar, cerré mi puños y mis dientes chirrearon al sentir el torrente de semen que inundaba mis extrañas. Aún cuando sabía que no era posible, pensé que hubiese sido perfecto ser preñada por un pene de macho tan abrumador y poderoso. Las ráfagas de cálido semen rociaban profusamente mis paredes vaginales, mi coño anhelante daba la bienvenida a esa lechita perruna divina. Casi me desplomé sintiendo esa gigantesca polla con su enorme nudo llenándome completamente e inundándome a plenitud, nunca había percibido de este modo la eyaculación masculina dentro de mi coño. Rocky era sensacional por sus dimensiones y por la cantidad de semen que derramaba dentro de mí; el goce era encantador, como si me estuviera practicando un hechizo mágico en mí, estaba abrumada de tanta placentera lujuria.
Rugí, gemí, grité y sollocé un sinfín de veces:
—Ssiii Rocky … ¡Que rico! … ¡Eres mi macho! … ¡Soy tu perrita! … ¡Fóllame! … ¡Dame toda tu polla de perro! …
Sentí las paredes de mi coño estiradas al máximo, llena de polla y de leche y mis contracciones continuaron por varios minutos, estuve en pleno éxtasis fuera de este mundo, sobre pasada por las sensaciones de mi orgasmo. Hebras de líquido semen escurrieron de mi panocha y se deslizaron por mis muslos, mi coño estaba apretado, pero el semen perruno era demasiado y se escapaba a chorritos de mi coño. Jamás nadie me había hecho experimentar algo así. El cuerpo de Rocky también vibraba y su pene pulsaba dentro de mi chorreando una cantidad abismante de esperma perruno. Su enorme nudo estaba atascado dentro de mi vagina y me hacía gemir y contorsionarme en una inaudita lujuria. Apreté mi coño para no dejarlo salir, quería que estuviera dentro de mí por una eternidad.
No tengo conciencia de cuanto tiempo tomó todo. Mi cerebro no funcionaba del todo, estaba bloqueado, atascado al igual que el nudo de Rocky en mí. Gemí y lloré de puro placer. Luego de haber descargado sin parar toda su esperma en mí, Rocky intentó sacar su polla de mi coño. Aún cuando me relajé, no fue posible que el tirara fuera su verga, estábamos pegados como perrito y perrita. Me asusté y entré en pánico, el nudo estaba firmemente atorado en mi panocha, si él tiraba me dolía y me hacía tiritar con espasmos de placer mezclados de dolor. Rocky me arrastró sobre el césped por algunos metros, apresuradamente aferré sus patas traseras, no podía aceptar que me paseara por todo el jardín. Afortunadamente después de unos quince minutos, su bola salió disparada de mi coño con un sonido similar al descorche de una botella. Al mismo tiempo mi coño se contrajo y expulsó oleadas de semen caliente por mis muslos y sobre la hierba. Pensé que todo había terminado, pero él vino a lamerme, me quedé quietecita y lo deje que limpiara mi coño mientras mi cuerpo vibraba en pequeños orgasmos, él siguió lamiendo aun cuando me derrumbé un poco de lado sobre el pasto, su lengua siguió enfilándose en mi coño y culo. Después de todo, se había comportado como un verdadero caballero.
Y después de esa tarde sucedió todos los días y más de una vez al día. No en el jardín sino en casa a puerta cerrada. Lo hicimos en mi cama, en el baño cuando nos bañamos juntos, en la cocina, en la sala de estar mientras la televisión estaba encendida. Lo dejaba lengüetearme hasta el paroxismo, con mis dedos apretados aferrando el borde de la mesa y mis nudillos blancos por el esfuerzo. Nunca me cansaba de esas abrumadoras sensaciones que él me hacía sentir. Fui la perra cachonda de Rocky durante todo el tiempo que mis padres estuvieron en Europa.
Cuando regresaron mis padres vinieron a recogerlo. Mientras estábamos a solas con mamá en la cocina, ella me preguntó:
—Y … ¿todo bien? …
—Sí … solo a veces estaba un poco intranquilo …
Dije del modo más inocente posible y ella retrucó:
—Sí … a veces a mi también me ataca …
Miré a mi madre, ella se puso roja y me guiñó un ojo. Me quedé sin palabras, pero inmediatamente comprendí porqué Rocky se había comportado así cuando me vio arrodillada en el jardín. Luego mamá agregó:
—… el próximo mes tú padre y yo iremos a visitar a mis suegros al sur … ¿podrías cuidar de Rocky por el tiempo que estaremos por allí? …
Le obsequié la mejor de mis sonrisas y moví mi cabeza afirmativamente con mis ojos que echaban chispas recordando lo que Rocky me hacía sentir.
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