Marco y yo.

por
género
incesto

Había un sentido de morbo gigantesco en mí, me sentía aturullada, no era yo la que estaba sintiendo estas sensaciones salaces, soy una mujer cuerda y muy cuidadosa de mi moralidad, no podía ser más que una mala jugada de mi mente, seguramente luego me pasaría y no volvería a sentir ni a pensar en estas atrocidades, soy una mujer adulta y muy responsable de mis acciones, jamás me he permitido libertinajes ni tampoco que alguien se sobrepasase conmigo de ninguna manera, no podía ser de otra manera, soy madre y no podía pensar en el maravilloso, duro, grueso y largo pene de mi hijo que acababa de ver esta mañana mientras se duchaba.

Marco mi hijo, tiene apenas diecisiete añitos, es todavía un niño, es mi niño, siempre lo he protegido y me he dedicado con cuerpo y alma a criarlo, yo soy Magda, tengo 34 años, soy enfermera profesional, de siempre me he dedicado a él, su padre es un hombre casado con el cual tuve un desliz y que ni siquiera sabe que me embarazó, cuando quedé preñada me aleje de él y no lo volví a ver jamás, aunque si él vive aquí en esta misma ciudad, pero un sector lejano al mío.

Yo no me considero una mujer frívola ni mucho menos de temperamento caliente, desde que me embaracé siempre me he mantenido soltera y sin pareja, al menos no parejas estables, si había mantenido unos cuantos compromisos puertas afuera con algún hombre, pero siempre sin obligaciones ni amarres, me sentía con la responsabilidad de criar a mi hijo sin padre adoptivo, así lo hice y me siento orgullosa de haber criado y educado a mi retoño en el mejor de los modos.

Marco ha sido hasta el día de hoy un hijo ejemplar, buen estudiante, hacendoso y colaborador en casa, nunca me ha dado problemas serios, como todo joven adolescente algunas veces se excede en algunas conductas, pero esta siempre llano a escucharme y obedecerme.

El hecho es que esta mañana yo lo sentí cuando se recaba al baño para su ducha diaria, luego lo escuché cuando salió y se dirigió a su pieza, no lo escuché por estar al teléfono cuando el regresó al baño, así que entré despreocupada al baño para secar el piso que él a veces deja todo mojado, quizás no me sintió cuando abrí la puerta, solo sé que lo vi a través del vidrio fumé de la ducha, lo vi con su miembro en mano y que lo movía frenéticamente, mi hijo adorado se estaba masturbando, quedé como hipnotizada, no podía moverme, me subyugada esa visión, me llenaba de ternura ver a mi hijo convirtiéndose en hombre, pero también sentí eso que sentimos las mujeres cuando nos excitamos, mis pezones se endurecieron y mi vagina comenzó a secretar fluidos, cerré la puerta del baño y me encontré mordiéndome el labio inferior … ¡oh mi dios! … es mi hijo … no puedo … no debo … pero mi maldito cuerpo me hacía sentir cosquillitas y humedecí mi ropa interior.

Con un sentimiento de culpabilidad enorme mi día continuó, pero cargaba una cruz que me pesaba y mucho, esa imagen de mi hijo me perseguía, me torturaba, fustigaba mi conciencia, pero lo peor es que no dejaba de humedecerme, hasta me pellizqué los pezones más de un par de veces, esa noche me toqué y me encontré bañada, una sensación que pensaba erradicada de mi cuerpo volvió a provocarme, hacía años que no me tocaba, quizás cinco o seis, el deseo carnal estaba martirizándome y no pude rehusar cuando mi chochito se abrió de par en par y permitió a mis dedos que me causaran un orgasmo salvaje y animalesco, me revolqué en mis sabanas con la imagen del pene de mi hijo.

Las noches de autoestimulación se repitieron y como vía de desahogo encontré casi plausible el provocarme estas sensaciones casi olvidadas, mi cuerpo me reclamaba noche a noche y el único modo de lograr conciliar mi sueño reparador era con mis dedos chapoteando en el charco de mí sexo, estaba sintiendo ansias carnales, pensé que quizás si me acostaba con alguno de los que usualmente se insinuaban y me acosaban, sería la solución definitiva, así que salí con José el anestesista del pabellón, tenía un buen paquete y lo sabía utilizar bastante bien, funcionó por un par de veces, pero cada vez que me corría lo hacía con la imagen de esa vergota dura, gruesa y larga de mi hijo.

Mis orgasmos me llevaban a los sollozos, mi pareja del momento se preocupaba y quería saber si yo estaba bien, si me sucedía algo, si me había hecho daño y se deshacía en preguntas que terminaban por molestarme porque las respuestas las sabía solo yo y no podía revelarle que todo había sido muy bello, pero que todos los estremecimientos que había experimentado eran porque mi subconsciente estaba plagado de figuras del pene duro, grueso y largo de mi vástago.

Me acosté con varios de mis compañeros, estaba de boca en boca como la “facilona” del hospital, cosa que me molesto bastante así que di por terminada esa fase y volví a mis masturbaciones, al menos no tenía que dar explicaciones a nadie, pero en casa cuando me topaba con él, no podía dejar de mirar de reojo sus entrepiernas.

Al momento de lavar su ropa interior me llevaba a mi nariz la prenda antes de tirarla dentro la lavadora, y si tenía una manchita de lefa era capaz de llevármela a la boca … ¡oh mi dios! … estoy loca, estoy loca por él.

Ya habían pasado varios meses y esta absurdidad se había hecho una costumbre, una mala costumbre, pero ya no me escandalizaba estar pellizcando mis pezones endurecidos, con el culo en aire y tres o cuatro dedos en lo profundo de mi chocho, para revolcarme por unos minutos maravillosos y adormecerme con el miembro duro, grueso y largo de mi pimpollo.

Terminando el año, programamos de tomar dos semanas de vacaciones a la playa, pensé que sería una buena idea volver a lo que hacíamos en el pasado, me parecían tiempos tan remotos y lejanos, pero en mi desesperación me parecía lo correcto y lo que ayudaría a placar mis apetitos perversos, viéndolo a cada minuto a mi lado, sería como un aglutinamiento y por ende un desahogo a estas ansias represas y mis cochinos y pervertidos pensamientos serían opacados para siempre, pudiendo finalmente retomar la vida de madre-hijo que corresponde.

La semana antes de partir me fui a comprar un traje de baño, elegí un bikini blanco que resaltaba el color claro de mi piel y otro rosado que me gustó la hechura, también aproveché de renovar un poco de mi lencería, compré un par de neglige transparentes con tanguitas del mismo color, unos sujetadores del mismo género traslucido y unas batas cortas muy coquetas, las compras calmaron un poco mis ansias.

Partimos un viernes después de almuerzo, yo conducía el auto y mi niño era mi copiloto, él se encargaba de la música y me ayudaba a estar atenta con las señaléticas y me entretenía con su conversación amena y divertida, me estaba sintiendo una madre con su hijo al fin, realmente me estaba quitando un peso de encima, contentísima por mi excelente idea, había hasta comenzado a tararear algunas conocidas canciones, me sentía finalmente como una madre normal en compañía de su hijo adolescente.

Me hacían sonreír sus historias del colegio, la temperatura del coche comenzó a subir y bajamos un poco la velocidad para bajar las ventanillas del vehículo, fue entonces que me hijo comenzó a tirarse para arriba sus shorts y comencé a ver sus piernas musculosas con todos esos vellos obscuros y esa piel canela, suspiré sonoramente y me di cuenta de que mi chocho reaccionaba a la vista de las peludas piernas de mi bambino.

Guardé silencio por el resto del viaje, llegamos a buena hora y nos acomodamos en la cabaña que habíamos rentado, teníamos cuartos separados pero un baño en común, también una cocina-comedor en un ambiente, el arredo de la cabaña había sido hecho con buen gusto y con accesorios de calidad, a mí y a mi hijo nos gustó.

La primera noche, él se bañó primero y salió con su bata blanca de genero de toalla y se sentó a mirar televisión, yo me desvestí en el baño y me di cuenta de que mis calzoncitos estaban empapados, me sentía sucia, me sentía con una carga de culpabilidad encima, otra vez habían regresado a mi mente los pensamientos concupiscentes, volvían a mi mente la figura de su pene duro, grueso y largo.

Salí del baño con mi bata cortita que me cubría justo a la convergencia de mis torneados muslos, Marco me miró de soslayo mis entrepiernas y luego trato de concentrarse en la pantalla de la televisión, halagada me senté casi frente a él y entrecrucé mis piernas, él no pudo evitar de mirar mis muslos casi fijamente, descubriéndome y desnudándome con su tierna mirada, mi morbo se manifestó cuando abrí descaradamente mis piernas para entrecruzarlas en el sentido contrario, seguro que me vio la hendedura de mi chochito, tuvimos una anodina conversación y luego me alcé y me fui a mi cuarto, caminando coquetamente, mi hijo no despego sus ojos de mi hasta que entré a mi dormitorio.

Me recosté en mi cama y toqué mi chochito, estaba encendida, mi piel entera ardía, me volví a sentirme cochambrosa, pero ya no me importaba, me sentía mujer, había sentido los ojos de mi hijo sobre mi como hembra, recostada boca abajo, puse una almohada entre mis muslos los apreté y con tres de mis dedos me refregué mi clítoris desenfrenadamente hasta que me corrí con quejidos y gemidos, sintiendo que mi orgasmo lo debía a él, era por él.

El día siguiente nos fuimos a la playa temprano, nos ubicamos a metros de las olas y yo me saqué mi pantaloncito y remera, mi niño me miró de pies a cabeza y por segundos se detuvo en mi chocho y mis tetas, le pregunté … ¿te gusta lo que ves? … ¡oh! mamá, estas muy linda y era mucho tiempo que no te veía en traje de baño … y sí me gusta lo bien que te queda ese bikini … pareces mucho más joven … eres hermosa mamá … no me esperaba recibir tantos cumplidos por parte de mi hijo, me ruboricé como una colegiala … ¡oh! mi niño … lo dices porque soy tu madre … te lo agradezco, amor mío … ahora ve … ve a bañarte … se sacó la sudadera y corrió a zambullirse en el oleaje.

Estiré las toallas sobre la arena y me recosté boca abajo a tomar el sol, luego de un rato me sentí observada, había un hombre joven que me saludó y trató de entablar comunicación conmigo, después de todos los halagos de mi retoño, me sentía adulada de atraer a otros machos, llego mi hijo mojado y me preguntó si estaba siendo molestada, le dije que no, pero el tono de su voz hizo que el muchacho se alejara saludando con la mano y excusándose con mi hijo.

Contigo a mi lado no necesito un marido que me proteja … le dije … ¡oh! mamá estas tan linda que de seguro habrá muchos jotes que querrán picotear esa sabrosa carne tuya … me volví a sonrojar como una quinceañera, este hijo mío se las trae, pensé, me pareció muy lindo de su parte, no me sentí como su madre, me hacía sentir mujer, segura y protegida por su macho.

¿Quieres que te espalme un poco de bronceador, mamá? … sí hijo, por favor, que el sol se empieza a sentir más fuerte … Marco rápidamente me embadurno la espalda y luego los muslos, me gustaba sentir sus manos veloces en mi piel, sin malicia ni picardía, sin segundas intenciones, se sentó sobre mis muslos, un brazo a la vez, me los tiro hacia atrás y los embetunó con bronceador, luego me dijo … no te vayas a levantar, mamá … me desató el sujetador del bikini y volvió a impregnar mi espalda con el bronceador, rápidamente volvió a amarrar mi sujetador y se recostó a mi lado … con una vos de decepción, le dije … ¿y eso sería todo? … ¿ya te cansaste? … ¿quieres que te espalme por delante también, mamá? … sí mi niño, completa tu trabajo y haz que me relaje …

Marco se puso a mi lado y comenzó desde los pies, yo me cubrí el rostro con un sombrero de sol para darle toda la libertad de que no iba a mirar lo que él me haría, sus fuertes manos masajearon mis piernas y muslos, a ratos se detenía para echarme más bronceador y continuaba con su enérgico masaje, inevitablemente sus manos se metieron entre mis muslos y rozaron el pequeño calzón de mi bikini, menos mal que el sombrero cubría mi rostro, porque tenía mi boca entreabierta y humedecía mis labios lascivamente con mi lengua, mi respirar se hacía afanoso y estaba combatiendo una guerra para no menear mi zona pélvica, sentí un chorro de bronceador en mi vientre y se me escapó un gemido, pensé a un chorro de su esperma sobre mi barriguita, él masajeo mi vientre y sus dedos se metieron bajo mi bikini y estoy segura que sintió mis vellos púbicos.

Continuo su masajear por mis caderas, mis costados y luego más arriba, mis escote y la hendidura de mis tetas, mis hombros, después con cautela me levantó el sombrero, la luz cegó mis ojos, me dijo … mamá estas toda roja, deberías untar tu rostro con bronceador … el protector solar te protegerá … me sentí azorada, un poco turbada, mi hijo estaba mirándome a la cara, el rostro de una mujer con la almejita hirviendo, excitada y caliente, afortunadamente él no se dio cuenta.

Me esparcí un poco de bronceador en mi cara y fui a refrescarme un poco en las cálidas aguas mediterráneas, mi chocho me lo agradeció tremendamente, también pude disimular la humedad incipiente en mi bikini.

Volví al lado de mi hijo chorreando agua … hijo, ¿quiere bronceador? … sí, mamá … méteme un poco de protector … me monté sobre los peludos muslos de mis hijo, mi piel sensible sentía cada uno de esos pelos haciéndome salaces cosquillas, mi entrepierna estaba sobre sus poderosísimos glúteos, masajeé su recia espalda, hombros, me detenía a palpar la fuerza y energía que emanaba el cuerpo de mi hijo, era un formidable ejemplar de macho, mi chocho rozaba su glúteo derecho y afortunadamente mi bikini estaba húmedo de antes.

Me deslice más abajo y masajeé la parte superior de sus muslos, creo haber tocado sus bolas portentosas, su grueso pene se delineaba escondido bajo su cuerpo, me hubiese gustado darle vuelta y bajar su traje de baño para engullir esa carne dura, pero entre ahogados suspiros continué masajeándolo hasta sus pies … hijo, gírate para echarte por delante … no mamá, luego lo haré yo mismo … gracias, mamá … imagine la pija de mi en erección, por eso no se quería voltear, quizás este durísima y goteando semen, pasé mi lengua por mis labios, imaginando su esperma en mi boca.

Estuvimos en la playa hasta que el sol se puso demasiado fuerte, nos fuimos a la cabaña y mientras él se bañaba yo preparé un almuerzo, Marco salió del baño envuelto en una toalla y se notaba una protuberancia considerable en la parte delantera, volvió a mí la imagen de la dura, gruesa y larga verga de mi niño como la primera vez que se la vi, un cosquilleo recorrió todo mi cuerpo y junté mis muslos estrechamente.

Me fui a la ducha y lo primero que hice fue masturbarme, era tanto el deseo acumulado que me bastaron pocos minutos para obtener un desahogo que me hizo estremecer, sacudirme con maravillosas oleadas orgásmicas, me coloqué un pantalón corto de yoga sin bragas y una remera blanca con malla en mis hombros y hasta la hendidura de mis senos, la sonrisa y mirada de mi hijo me hicieron sentir halagada una vez más.

Almorzamos y luego de lavar los platos con la ayuda de mi hijo, este se disculpó y dijo que se iría a su pieza a chatear con sus amigos, yo me sentía algo cansada así que me fui a mi dormitorio a dormir un poco, después de tanto estimulo y excitación me sentía agotada.

Me levanté con la boca seca, así que me fui a la cocina para servirme alguna bebida fresca, de la pieza de mi hijo venían algunos quejidos suaves y su cama crujía un poco, me acerque y la puerta estaba entreabierta, mi hijo estaba sobre la cama desnudo con los audífonos puestos y la mirada fija en su portátil viendo porno, se estaba masturbando, no lograba ver su polla porque su cabeza se interponía en la visual, sin hacer ruidos me acerque un metro o poco más, pude ver finalmente esa dura, gruesa y larga polla que él movía con parsimonia t a ratos más rápido, me quedé inmóvil y metí mis dedos sobre mi botoncito, me estaba pajeando junto a mi bebe.

Sentí la pesada respiración de Marco en aumento, sabía que estaba por correrse, aumenté el refriegue frenético de mi sexo, quería correrme con mi hijo, en la pantalla había una bella actriz madura follando con una muchacho joven, mi retoño aumento la velocidad de su mano y casi dejo caer su computador mientras chorros de semen aterrizaban en su vientre y pecho, rápidamente salí de su cuarto y me fui a la cocina, una vez allí dejé caer por tierra una vasija plástica tanto para causar ruido.

A minutos Marco apareció en la cocina, se acercó a mí por detrás y me dio un beso en la mejilla, tomó un poco de bebida de mi vaso … ¡hola, mamá! Me voy a refrescar pues siento mucho calor … así diciendo siguió de largo hacia la ducha, mí sensible nariz percibió el olor a juvenil semen de macho, no pude resistir y toqué mi chocho frenéticamente hasta sentir el postergado orgasmo … ¡oh mi dios! … ¿por qué me lo haces tan difícil, señor mío? pensé, afirmándome con mis tembleques piernas a la mesa de la cocina.

Marco volvió vestido y con su fascinante y dulce sonrisa me dijo … mamá porque no te arreglas y vamos a dar un paseo, la tarde está invitante, ya no hace tanta calor … sí hijo, tienes razón, está agradable como para salir a estirar las piernas … me fui a cambiar y me puse un mini vestidito amarillo que hacía resaltar mis bronceadas piernas, un par de sandalias con tacón medio y una chupalla playera del año pasado, mi hijo cuando me vio se le iluminaran sus ojitos, me tomó una mano y me hizo girar … mamá estás preciosa, con una mujer así a mi lado es para lucirme … ¡oh, hijo! … que dices, son solo prendas del año pasado … ¡entonces mamá eres tú la que estás cada vez más linda que nunca¡ … volví a sentirme como una adolescente a su primera cita con su novio, quería abrazarlo y besarlo.

Estuvimos girando, charlando y riéndonos de todo, Marco me tomó de la cintura en señal de posesión y yo me sentí poseída por mi hijo, deseaba sentirme así como la pareja de él, me parecía como la luna de miel que jamás tuve, había una maraña de sentimientos encontrados que me advertían que mi juego era peligroso, pero a su vez las sensaciones que él me regalaba, me hacían estremecer y me hacían apasionar, era como una codicia por su amor de hombre, sus fuertes manos me portaban en el aire, caminaba junto a él como en una burbuja, su esencia de joven macho me perturbaba y me hacía desearlo, era el fruto prohibido y quería darle una mascada, probar su gustillo intoxicante,

Nos retiramos a nuestra cabaña prácticamente abrazados como una joven pareja, él me estrechaba a su cuerpo y yo me moría de placer al sentirme entre sus fuertes brazos, hasta un par de acallados gemidos me sacó, a cada momento lo deseaba más, nos bebimos una cerveza compartida y al darle el besito de buenas noches el giro su rostro y termine besando la comisura de sus labios, me pidió excusa y él beso mi mejilla y me deseó buenas noches, pero el roce de sus labios me dejó más turbada aún.

Quería acariciar todo mi cuerpo electrizado, quería sentir sus manos sobre mí, me desnudé completamente y refregué mis tetas contra la áspera colcha de la cama, con mi solida almohada entre mis muslos mis manos se perdieron entre los húmedos labios de mi chorito y comencé a procurarme placer hasta que convulsioné en un esplendoroso orgasmo, me cubrí con una manta y con mi culito levantado me adormecí.

Todavía el sol no salía, pero estaba amaneciendo, me levanté al baño y el sonido de los muelles de la cama de Marco me llamaron la atención, yo sabía perfectamente de que se trataba, mi vástago se estaba masturbando, una mañanera sonreí pensando, su puerta entreabierta era una invitación perversa, en punta de pies corrí hacía allí, la escena era similar a la tarde anterior, Marco con su laptop a un lado, con audífonos viendo pornografía, el morbo volvió a ganármela y lo observé con mis muslos apretados hasta que disparó sus chorros de lefa sobre sí mismo, era terriblemente adictivo el ver como mi hijo de corría, la boca se me hacía agua, ver ese semen que volaba en el aire, me escapé hacia el baño y luego a mi dormitorio,

Me tiré sobre la cama con mis piernas abiertas de par en par, con mis dos manos me abrí los labios de mi vagina y comencé a introducir dos dedos, luego cuatro dedos y estiraba mis carnes rosadas tratando de procurarme placer, necesitaba aplacar mis deseos de verga, esos deseos de una polla dura, gruesa y larga, como la de él, mi hijo.

Estaba masturbándome desenfrenadamente, necesitaba ese desahogo, me corrí como una guarra, como una puta caliente, como una ninfómana, lanzaba jadeos y gemidos mientras me revolcaba lujuriosamente, abrí mis ojos y a los pies de mi cama estaba él hipnotizado con la vista de mi chocho desnudo, me cubrí jadeante, balbuceante traté de proferir alguna palabra cuerda, pero solo me salían jadeos y mi lengua que acariciaba mis labios.

Después de un minuto o dos … excusa hijo … umh … soy mujer y necesitaba este desahogo … ven siéntate aquí … Marco se sentó a mi lado y miraba todavía el sector de mi zona pélvica … ¿tienes novia verdad? … no, mamá, no tengo … ¿pero has tenido ya relaciones sexuales? … no, mamá … en el mejor modo que pude le explique lo que había visto, que no era nada de extraño ni malo, son cosas que sienten tanto hombres como mujeres, no le dije que lo había visto masturbarse, pero me pareció que entendía perfectamente de que le estaba hablando … mamá, no estoy turbado … eres la primera mujer que veo totalmente desnuda y ha sido maravilloso verte en esta forma … eres tan hermosa, mamá … la dura, gruesa y larga pija de mi hijo era evidente, tenía una erección a mil bajo su pijama.

Estaba tan caliente todavía que mi mano se alargó a su muslo derecho y con la punta de mis dedos toqué su polla, me estremecí toda, mi hijo no dijo una sola palabra, pero se recostó a mi lado, se veía el bulto de su verga dura, gruesa y larga, le acaricié esa mole de carne por largo rato, no volaba una mosca, había un silencio de capilla, casi religioso, mi mente era un torbellino y mi cuerpo un volcán … ganó el volcán, metí mí mano en la banda de sus shorts y un glande rabioso de su encierro venía liberado, sereno y estoico se erguía ante mí, bajé totalmente la prenda y los otros 18 centímetros salieron libres, sus cojones descansaban en medio de sus muslos.

Estuve contemplando largo rato el fruto prohibido, mi hijo me miraba como orgulloso de su miembro erecto, me senté en mis talones a su lado, Marco no dejaba de mirarme los senos con sus ojos atrevidos, procaces, impúdicos, me sonrojé ante la ávida mirada de mi hijo, mi desnudez lo turbaba, yo su madre le estaba procurando lascivia y lujuria, me sentí un poco puta, pero yo lo quería más que a nada, no iba a renunciar ahora, en mi mano palpitaba la virilidad de mi niño y necesitaba un desahogo urgente al igual que yo, su polla en mis manos era realmente dura, gruesa y larga, tal como las imágenes grabadas a fuego en mi retina.

Hice para atrás su prepucio carnoso y suave, inclinándome para mamar su ardorosa polla, el olor a macho joven intoxicaba mis sentidos, quería saborear su semen, con ardor y pasión, engullí su glande bruñido, mi lengua probó el pequeño orificio y el sabor de semen fresco llegó a mi paladar, envolví esa carne purpurea con mi legua y comencé a lamer todo entorno, poco a poco lo hacía penetrar en mi boca tibia, Marco se había acomodado y gozaba con sus ojos cerrados.

La tentación hecha carne estaba en mi mano y yo veía esas venas azulinas que estaban henchidas todo al largo del pene venoso, sus latidos se sentían en las yemas de mis dedos, mis labios cerrados que viajaban de arriba abajo por esa asta gloriosa, lo mamé por una decena de minutos acariciando sus cojones suaves como de felpa, pero esa pija la quería por todos mis orificios, por mis tetas, por mis muslos, por mis nalgas, esa pija era mía y de nadie más.

Que pene más hermoso tienes, hijo mío … ¿te gusta, mamá? … esta preciosa esta polla tuya, mi niño, y no para de crecer … es por ti, mamá, tú me la pones de ese modo … ¡oh! niño mío, no terminas de halagarme, ¿eh? … no, mamá, te deseo porque eres la mujer más hermosa de mi vida y estoy así por ti …

Mi hijo estaba encendido, caliente por su madre, yo no dejaba de lamerlo, chuparlo, baboseando toda su pija, sentí cuando sus pierna se tensaron, su dura, gruesa y larga polla fantástica descargaba borbotones de lefa tibia en mi boca, mi cara, mis parpados y finalmente empapaba mis tetas con una sustanciosa acuosa que revestía todas mis redondeces y fluía hacia mi vientre, el semen de mi niño estaba todo sobre mí.

Su enhiesto pene continuaba duro, grueso y largo, me senté a horcajadas en su regazo y apunté su ariete contra mi vagina, fácilmente se introdujo en mi interior causándome temblorcillos de puro placer, estaba enardecida con su polla a medio camino de mi chuchita, empecé un movimiento de sube y baja haciéndolo entrar de a poco cada vez más, ¡oh! cariño métemela toda … es tuya mamá … es toda tuya, mamita …

Fue una follada delirante, estábamos como locos, poseídos por algún trastorno, la calentura del momento era frenética, nos besábamos, nos acariciábamos, nos decíamos frases dulces, nos mordíamos, el me enterraba su pija dura con violencia inaudita, luego se calmaba y yo lo tironeaba para que me la diese con más fuerza, me hacía gritar y gemir, mis piernas estaban tiesas hacia atrás mientras forzaba a mi pelvis contra su vello púbico, lo amaba, estaba carnalmente con mi hijo, estábamos gozando de nuestros sexos como recién casados en luna de miel, ya no nos podíamos detener, ya no queríamos detenernos, ya no había nada ni nadie que pudiese obstaculizar nuestro amor.

Me corrí dos veces con su verga bendita, el mordía mis pezones y se corría dentro de mi chocho, pero no lo sacaba, continuaba a darme clavadas infinitas volvía a endurecérsele y me seguía cogiendo con vigor, jamás nadie me folló de esta manera bestial, totalmente animalesca, con tantos bríos que se renovaban después de cada orgasmo, mi cuerpo estaba como poseído, las descargas de su semen me inyectaban energías nuevas y lo buscaba para que me diera más y más.

Después de un tiempo maravilloso e infinito, Marco al parecer llegó a su límite, descargando otra rociada de semen en mis abusadas carnes, lanzó un grito y se desplomo sobre mí, jamás sentí un peso más hermoso sobre mis senos, los pectorales de mi propio hijo que respiraba entrecortado y trataba de besar mis orejas, se sentía muy rico quería que continuase follándome y acariciándome, él tomó mi rostro con ambas manos y beso mis labios, fue un beso sin tiempo, dulce, apasionado, cosas de amantes, sus manos viajaban por todo mi cuerpo con infinita dulzura y sensualidad, mis tetas las sentía como hinchadas con tanta excitación y mis pezones durísimos.

Marco me hizo recostarme y sin soltarme el pezón que tenía entre sus dedos, procedió a lamer mis tetas, la lujuria y frenesí con que lo hacía me pusieron otra vez terriblemente cachonda, me aferré a su pene que también estaba muy duro, lo posicione entre mis muslos, levante mis piernas y me metí su pija mi chocho, fácilmente resbaló dentro de mi y comenzó a cogerme muy rápido, amarre su torso con mis piernas y succioné su polla con los músculos de mi chochito, me corrí para él una vez más.

El largo tabú de generaciones, había quedado atrás, no estaba arrepentida para nada, me sentía más mujer, sentía la pureza del amor de mi hijo y quería corresponder ese amor incondicional, mis impudicias, mi voluptuosidad, mis pensamientos salaces, mis desviaciones lujuriosas, pecaminosas, toda mi cachondez de hembra caliente quería vivirlas junto a él, todo mi amor absoluto era para él, yo me sentía correspondida con la misma fuerza.
escrito el
2021-02-04
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