Una cálida tarde de verano:
por
Juan Alberto
género
zoophilia
Esperando lo disfruten tanto como yo que lo viví, les contaré lo sucedido con mi esposa Mariela hace un par de meses, tengo que remarcar que suelo visitar sitios con videos y relatos de perros cogiendo a chicas estupendas y que gozan como locas, siempre me quedaba con la duda si esto era así en la vida real o simplemente eran muchachas actrices profesionales haciendo algunos dólares en esa industria.
Bueno, vamos al hecho.
Una cálida tarde de verano, casi al ocaso, estábamos Mariela y yo descansando plácidamente sobre nuestras tumbonas, con sendas bebidas frescas y ligeramente cargadas de Pisco, escuchábamos viejas canciones de juventud a la radio y charlábamos de cosas de familia y otras cosas del diario vivir, el sol prácticamente se había ido dejando un rojizo cielo al poniente y el mundo comenzaba a sumirse en las penumbras habituales, estaba a punto de alzarme a buscar otro trago cuando Mariela se levantó y dijo que iría al baño, me senté y le alargué mi vaso pidiéndole que me trajera otro trago, ella llevo su vista al cielo como para refunfuñar algo, pero me recibió mi vaso y se fue contoneando sus maravillosas caderas hacia el interior de la casa, no pude evitar de clavar mis ojos en ese armonioso culo que se mecía de lado a lado y su largas y longilíneas piernas, mi mujer es un espectáculo, me considero muy afortunado de tenerla a mi lado.
La imaginé caminando desnuda sobre el césped del jardín, ignara de los efectos que causaba a mi verga que se endurecía solo a mirarla, escuché que los vecinos nuestros también estaban disfrutando del cálido atardecer, habían encendido alguna luz, conversaban y se reían enfrascados en su charla.
Mariela mientras regresaba de la cocina, pude apreciar su belleza frontal, esos pies que se deslizaban con gracia, sus tetonas magnificas se cimbraban bajo su remera ajustada cual dos melones maduros y sabrosos, sus pezones amenazaban de romper la delicada prenda, se inclinó a darme mi vaso y no pude evitar de estirar mi mano y apretar uno de esos pezones enhiestos, me sonrió y me dio una ligera palmada en mi mano, se sentó en su silla y su faldita corta se le subió dejándome ver las pulcras bragas blancas que vestía.
—¡Umh! … ¡Que bellas y sexys bragas blancas! …
Mariela volvió a sonreírme y levanto su falda abriendo la belleza de sus piernas, metió sus dedos entre el elástico de su ingle y estiro el delgado género que cubría su conchita, luego movió sus dedos hacia un lado mostrándome los labios gorditos de su pequeño coño, sentí una contracción en toda mi ingle y mi verga se endureció aún más, me acomodé para hacerle ver la protuberancia formada en mis shorts, ella se recostó bajando su faldita y acomodando la redondez de sus senos a la ajustada prenda que mantenía su exuberancia con evidente esfuerzo.
El sol definitivamente se había ido y las sombras oscurecían nuestro patio, la oscuridad no era total ya que se filtraba la luz del patio de los vecinos, ni ella ni yo queríamos levantarnos a encender nuestra propia iluminación, pero ya no podía ver las exquisiteces de mi mujer, escuché unos ladridos del perro de los vecinos, ellos poseen un magnífico ejemplar de pastor alemán y su prestancia nos da una cierta seguridad contra los amigos de lo ajeno, la voz de Jessica me llamo la atención, ella le hablaba al animal cariñosamente que éste de tanto en tanto le respondía con un ladrido y otros sonidos que no supe interpretar, pero me pareció sentir unos gemidos que al momento no me llamaron mucho la atención.
Mariela y yo charlábamos en voz baja para no disturbar a nuestros vecinos, volví a sentir esos quejidos y gemidos que me parecieron de carácter sexual.
—¡Uy! … ¡Estos cochinitos lo están haciendo en el patio! …
Le dije a Mariela mientras me alzaba a fisgonear por sobre el muro, ella me dio una mirada displicente y continuó sentada a sorber su bebida, cautelosamente me asomé por sobre el muro, vi a mi vecina que me daba la espalda y estaba recostada en su tumbona, la luz era tenue y no la veía claramente, había sombras que no permitían ver bien, pero vi que estaba ella sola, me estaba volviendo a mi tumbona cuando escuché los gemidos más audibles y frecuentes, me volví a asomar y escondido entre las ramas del limón, me levanté para ver mejor, mi sorpresa fue mayúscula cuando vi que el vestido de ella estaba arremangado y vi que Lucky, el pastor alemán estaba entre sus piernas y se estaba festinando, lengüeteando el área de su vagina, acomodé una mesita metálica que tenemos en nuestro patio y mientras me subía en ella, llame a Mariela poniendo un dedo en mis labios para indicarle de no hacer ruido.
Con un cierto desgano se levantó y la ayudé a encaramarse a la mesita donde nos acomodamos juntos a mirar por encima de la valla, los ojos de Mariela se agrandaron y su boca se entreabrió en sorpresa cuando se dio cuenta de que el perro estaba lamiendo a nuestra vecina que gemía y se contorcía placenteramente en su tumbona, puso una mano en su boca y me sonrió picarescamente.
Nos quedamos pegados a mirar la erótica escena, el perro acariciaba con ahínco el área púbica de su ama, ella gemía cada vez más y separaba sus piernas para permitir a su mascota un acceso mejor a su sexo sin bragas, por el claror de su piel se adivinaba una conchita depilada, el perro le enterraba su hocico en su chochito una y otra vez haciéndola emitir unos agudos grititos de placer, me acomodé detrás de Mariela, ahora Jessica se había girado un poco y un haz de luz filtraba sobre sus piernas permitiendo ver la cabeza del perro que disfrutaba lamiendo la jugosa vagina de la vecina.
Jessica, se había bajado la parte superior de su vestido y jugaba con sus suculentas tetas, tironeando de sus pezones oscuros y tiesos, ahora se podía apreciar un poco mejor su coño y la lengua de Lucky que iba y venía de su estrecho canal vaginal, podíamos escuchar el ruido de ese lengüeteo chapoteando incansablemente, las tetas de ella subían y bajaban al ritmo de su afanosa e intensa respiración.
—¡Va a hacer que se corra! …
Susurré al oído de Mariela, ella hizo un movimiento afirmativo con su cabeza, me fijé que estaba mordiendo sus labios y sus manos estaban peligrosamente cerca de su chocho, Lucky continuaba enardecido a lamer a Jessica y yo puse mis manos en la caderas de Mariela y acerqué su culo a la dureza de mi verga, ella no dijo nada, pero su mano comenzó a acariciar mi pene sobre mis shorts, entonces una de mis manos se metió a acariciar su conchita por sobre sus blancas bragas que al tacto de mis dedos se sentía tibia y húmeda.
Nos estábamos poniendo calientes, me asombraba un poco ver a Mariela tan excitada viendo como el perro lamía el chocho de Jessica, ella siempre se había rehusado a mirar los sitios porno que yo visito con regularidad y muchas veces me había llamado pervertido por mirar ese tipo de videos y ahora la tenía aquí delante de mí con su chocho empapado y caliente viendo en vivo y en directo una escena zoofílica, era una ocasión imperdible para involucrarla más con mis cosas oscuras.
Mariela restaba subyugada a mirar, metí mis manos bajo el borde elástico de sus bragas y ella movió sus caderas para facilitarme el bajárselas y cuando las tenía bajo sus rodillas solita levanto una pierna primero y luego la otra para que se las pudiera quitar, cuando se los saqué me los llevé a mi nariz y aspiré toda su dulzura exquisita, luego metí mi mano entre sus muslos y los labios regordetes de su conchita estaban totalmente mojados, mi esposa estaba realmente excitada, me puse completamente detrás de ella y le levanté la faldita hasta su cintura, sus blancos glúteos resplandecían en la oscuridad de la noche.
Mis manos abrieron sus glúteos e intente besar su engurruñado culito, ella se dio vuelta y me dijo que no, su coño estaba inundado de sus propios jugos, le metí un par de dedos en su chochito y luego me los llevé a mi boca, mi mujer sabía de maravillas, mi pene estaba como una roca y luchando por salir de mis shorts, me baje mis pantalones junto con mi boxers y tomé una mano de Mariela para ponerla en mi verga, tan pronto como sintió mi pija entre su dedos ella aferró con energía mi herramienta y comenzó a masturbarme, yo comencé a follar su chuchita con mis dedos, los labios de su coño estaban bien hinchados y su boquete vaginal muy estrecho, estaba gimiendo en silencio mientras yo le decía todas las sandeces calientes que se me venían a la cabeza.
—¡Mira cómo es de gruesa esa lengua, cariño! … ¡Que rico que se debe sentir! … ¿Cómo te verías tú con esa inmensa lengüita dentro de tu chochito? … ¿Te gustaría te hiciera acabar con esa cosa tan gorda y mojadita … al igual que tu conchita gordita y mojadita? …
Mariela había comenzado a mover sus caderas mientras mis dedos entraban y salían de su encharcada vagina, se había puesto una mano en su boca para acallar sus gemidos y su mano exploraba todo el largo de mi pene con veladas caricias a mis bolas llenas de esperma hirviente, separé los hinchados labios de su conchita y comencé a restregar su clítoris, la vecina en tanto, se estaba revolcando en la tumbona, a ratos levantaba ambas piernas en el aire, a ratos las bajaba y tomaba la cabeza de Lucky para empujarla dentro de su coño, sus gemidos se habían transformado en sollozos y grititos, sus tetas rebotaban con los movimientos de ella y Lucky la penetraba con su lengua dándole golpecitos hacia su interior, haciéndola enloquecer más y más.
La vagina de Jessica era un torrente de líquidos que estaban formando un pequeño charco a sus pies, ahora tenía ambas piernas en el aire abiertas de par en par, Lucky lamía su agujero anal y la cabeza de Jessica se movía casi sin control de lado a lado, sus ojos estaban cerrados y su ceño fruncido en una mueca agónica de placer, la carne de sus muslos tiritaba con escalofríos lujuriosos, se podía adivinar que su momento de éxtasis se aproximaba, comencé a follar la panocha de mi mujer con mayor ahínco, ella trato de girar su cabeza para morderme, sus ojos estaban brillosos y su respiración entrecortada y jadeante también me decía que ella se acercaba a su momento de goce máximo.
Mariela me estaba masturbando con frenéticos movimientos que casi arrancaban mi pene de cuajo, ciertamente sentía un poco de dolor, pero la calentura de ver a mi mujer tan desesperada y caliente era mayor a cualquier malestar, mis piernas se atiesaban poco a poco y mis bolas ya se aprontaban a lanzas su contenido, escuchamos los gritos y chillidos desesperados de Jessica y mi mujer se corrió junto a ella plegándose y dejándose caer de rodillas sobre la mesita que a todo esto crujía amenazadoramente, mi esposa se giró justo a tiempo de aferrar mi verga que comenzaba a expeler copiosos chorros de semen, ella es muy de chupadas y tragadas, así que hizo desaparecer enteramente mi polla en su boca y succionó mi esperma como sedienta de lechita caliente, me afirme a unas ramas del limón y me quedé mirando a mi mujer que estrujaba mi pene sobre sus tetas y espalmaba las ultimas gotas de lefa sobre sus cándidas mamas, le acaricié sus cabellos y ella levantó su vista a mirarme y volvió a meterse mi pija reblandecida entre sus labios.
Nos quedamos así por unos momentos, no sabíamos que decir, solo nos mirábamos y sabíamos de haber gozado mirando un acto sexual diferente, bizarro, fuerte, en sí animalesco, una mujer gozando con un perro, me asomé una vez más y al otro lado de la valla Jessica estaba con sus muslos cerrados intentando de alejar a Lucky, como pude me bajé de la mesita y ayudé a Mariela a bajarse, la ayudé a recomponerse, a guardar sus maravillosas tetas que me animaban a continuar con el cachondeo. La acompañe a sentarse en la tumbona y ella termino de acomodarse su faldita.
—¡Ay! ¡Dios! … ¡Pero que guarra y calentona esa mujer! …
—¡Bueno! … ¡Tú también te corriste, mi cielo! … ¡Te gustó ver esa lengua perruna comiéndole su cuquita! … ¿Verdad? …
—¡No seas bobo! … ¡Esa chamaca debe estar enferma! … ¡Con un perro! … ¡Dios me salve y libre de esas cochinadas! …
—¡Pero mi amor! … ¡Sí tú también te corriste mirándola! …
—¡Cómo no me iba a correr si tú me estabas dando dedo así de fuerte y rápido! … ¡No soy de piedra! … ¿Sabes? …
—¡Entonces …! ¿No más mi dedo te hizo efecto? … ¿Ver esa lengua larga, rugosa, bañada que entraba y salía de la panochita esa no te hizo nada? …
—¡Ay! … ¡Pero sí tú eres otro enfermo que anda viendo por ahí esos videos cochinos! … ¡Seguramente a ti te hizo efecto! …
No hubo caso de que Mariela admitiera de haberse calentado viendo a Lucky comerse el chocho de Jessica, todo era culpa mía y de mis perversiones, cómo era ya tarde no quise contradecirla, me metí a la ducha con ella y mientras el agua bañaba nuestros cuerpos, me puse a jugar con sus tetas y puse una rodilla en el piso, metiendo un dedito en su coñito, los músculos de su panocha me dieron un apretón de bienvenida, ella levantó un poco su pierna y yo comencé a lamer su clítoris rechoncho y duro, muy luego la tenía gimiendo.
—¿Te gusta mi lengüita, amorcito? …
No contesto nada, pero con sus manos empujaba mi rostro contra su bajo vientre.
—¡Imagina la lengüota de Lucky! … ¡Imagina esa lengua así grande! … ¡Imagina esa lengua así caliente! … ¡Imagina esa lengua así mojada! … ¡Imagina hasta donde llegaría dentro de ti ¡…
Le estaba follando el chocho con tres dedos, mientras con el pulgar acariciaba su clítoris túrgido y protuberante, la sentí que cerraba sus muslos con fuerza y de repente convulsionó espasmódicamente, me levanté y la sostuve en mis brazos sintiéndola tremar y respirar con dificultad, ella escondió su rostro detrás de mi cuello, la sentía boquear y gemir, saqué mis dedos de su vagina y ella me abrazó buscando la fuerza de mis brazos para sostenerse en pie, cerré el grifo del agua y estire un brazo para agarrar una de las toallas que habíamos preparado, comencé a secarla con besos y caricias, Mariela restaba en silencio y yo no quise disturbar sus pensamientos, la acompañé a la cama y se acostó así desnuda como estaba, la cubrí con la ropa de cama, terminé de secarme yo y cuando me voltee, mi esposa dormía sueños beatos, me acurruqué junto a ella y también me adormecí.
Al día siguiente ninguno de nosotros hizo referimiento alguno a lo ocurrido la noche anterior, Mariela estaba feliz y dicharachera, no creí oportuno importunarla, si ella había dado vuelta la página, yo también lo haría en espera de otra ocasión propicia, yo me había dado cuenta de que ella disfrutaba ciertas cosas que también yo disfrutaba, pero si no lo quería admitir, yo no iba a ser quien iniciara algo que podría llevarnos a alguna discusión desagradable, debía ser positivo y esperar.
Pasaron algunos meses y nuestra vida matrimonial continuó en forma intensa y buena como siempre, lo sucedido con Lucky y Jessica era ya cosa del recuerdo, entonces fue que sonaron el timbre y Mariela se dirigió a abrir la puerta, era nuestro vecino Alfredo, el marido de Jessica que se puso a conversar con Mariela, no era nada fuera de lo normal, generalmente lo hacía cuando necesitaba alguna cosa o hacernos algún encargo.
—¡Giorgio! …
—Dime, amor …
Había hecho entrar a Alfredo y este se acercó a saludarme con un estrechón de manos.
—Giorgio, Alfredo quiere pedirnos un favor …
—¿De qué se trata? … ¡Dinero no tengo! … —Dije riéndome.
—¡No! … no es nada de eso … lo que sucede que los padres de Jessica nos invitaron para este fin de semana a San Felipe y no tenemos con quien dejar a Lucky … ya que el hermano de Jessica también viene con nosotros … ¿Podrían ustedes echarle una miradita … Cambiar su agüita y ver que no le falte alimento? … Tiene de todo, pero alguien tiene que supervisarlo … no nos atrevemos a llevarlo al veterinario y dejarlo allí …
—¡Cuenta con nosotros! … Además, que él nos conoce … no creo sea un problema … ¿Qué dices tú, Mariela? …
—¡Ay! Amor … si es solo por algunos días, no hay problema …
Así fue como nos hicimos cargo de Lucky por los siguientes cuatro días, ya que era un fin de semana de esos largos, me fui con Alfredo y éste me enseño donde estaban las cosas de Lucky, me entregaron una copia de las llaves de casa donde tenían almacenado un saco de alimentos para la mascota y al día siguiente muy de mañana se fueron, ni Mariela ni yo sentimos cuando ellos se marcharon.
A media mañana me recordé y fui a ver a Lucky, apenas me sintió paró sus orejas y en un principio me ladró, pero luego al reconocerme me saludo con sus movimientos de cola, vino a olfatearme y luego comenzó a lamer mis dedos, esa mañana hice acabar a Mariela con mis dedos y lengua, a ella le encanta el sexo oral y dice que lo hago muy bien, así que jamás rehúsa una buena comida y lamida de chocho, probablemente con su fino olfato el percibe el olor a hembra de mis dedos, verifiqué que no le faltara nada, había dado vuelta el recipiente del agua, así que vertí un poco de agüita fresca y un poco de alimento y me regresé a casa, Mariela había preparado el desayuno, así que nos sentamos a charlar un poco, en mi mente había comenzado a girar la idea de traerme a Lucky e intentar algo con Mariela, pero no dije ni hice nada que pudiese delatar mis maquiavélicos pensamientos, tampoco sabía cómo llevar a cabo mis maquinaciones.
Almorzamos ligero, solo ensaladas con una presa de pescado frito y un vinito blanco convenientemente enfriado, justo cuando vertía el segundo vaso generoso para mi esposa, sentimos un lamentoso aullido de Lucky.
—¿Ese fue Lucky? …
—No tenemos muchos perros en los alrededores … seguramente fue él que se siente solo … sus amos no están y debe sentir la soledad …
—¡Uy! … pobrecito … ¿Y qué podemos hacer? …
—¡Sí aúlla por soledad … podríamos traerlo aquí con nosotros … él nos conoce … ya no estaría tan solo …
—¡Me parte el alma sentirlo aullar! … ¡Ve y tráelo aquí con nosotros! … ¡Pobrecito … Chiquitito! …
El diablillo en mi se pegó una risotada de esas, me levanté y fui a buscar a Lucky mientras Mariela levantaba la vajilla de la mesa y anunciaba que se iría a tender a la tumbona, al minuto entré a Lucky por la cochera y le acomodé sus cosas bajo el limón, Mariela siempre se tumba bajo el árbol y así Lucky podría percibir su olor a conchita y quizás …
—¡Ya! Amorcito … lo dejé bajo el limón con su agua y alimento …
—¡Chiquitito! … esperemos que no sufra más su soledad …
Mariela estaba cargando el lavavajillas y levantaba su culo acomodando platos, vasos y tazas dentro de la máquina, le metí mi mano en medio de sus muslos y la encontré sin sus bragas, mis dedos desaparecieron en su orificio vaginal humedecido, ella dio un respingo, pero cuando sintió mi lengua empujo su culito hacia atrás para dejarme saborear su perfume de mujer exquisito, le lamí su panochita por un par de minutos, dedeándola con ahínco, luego le abrí sus nalgas y lamí su culo, ella se levantó de golpe.
—¡Uy! … Pero ¿qué haces? … ¡Dame un poco de respiro! … ¡Tanto mi culo no te lo doy! …
—¡Lo sé, amor! … ¡Pero lo tienes muy sabroso! … ¿Sabes? …
—¡Eres un pervertido! …
—¡Lo sé! … ¡Por eso te casaste conmigo! … ¿No? … Me voy a duchar, hace mucha calor … luego iré a dormir una siestecita …
Me alejé sonriendo mientras ella refunfuñaba barboteando quizás que cosas, de hecho, me fui a bañar, cuando salí de la ducha estaba el ruido del lavavajillas y Mariela estaba tendida bajo el limón, había acomodado las cosas de Lucky y éste estaba echado prácticamente a sus pies.
Envuelto en mi albornoz fui al patio y le di un beso en sus piernas, ella abrió los ojos y me sonrió.
—¿No ibas a dormir la siesta? …
—¡Sí! Mi amor … pero debo llevarme tu olor y sabor conmigo …
Así diciendo le levanté su falda y procedí a pasar mi lengua en la convergencia de sus muslos, la tironee un poco hacia abajo y ella me dejo hacer, abrí sus piernas y le metí dos deditos y me puse a succionar su clítoris, Mariela lanzo unos gemidos y abrió sus piernas para mí, entonces me levanté.
—¡Ya! … es suficiente … me basta para dormir pensando en ti …
—¡Eres un maldito cabrón! …
Me dijo ella volviendo a acomodarse en la silla, me acerqué a Lucky y fingiendo acariciar su cabeza le acerqué mis dedos bañados con los fluidos de Mariela, Lucky me dio unos lengüetazos y se saboreó en forma ávida, supe que había entendido todo, me fui lanzándole un besito a mi adorada, ella me hizo un desprecio y giro su cabeza.
No había ni siquiera entrado en la casa y ya Lucky miraba las piernas de Mariela como sabiendo de dónde venía el olor y sabor exquisito que yo le había mostrado, levantó su cabeza como oteando el viento y fijo nuevamente su mirada en las piernas de ella, se levantó y le dio unos lengüetazos a sus pies, Mariela dio un salto y le pego una patada, pero esto no amilanó al animal que comenzó a olfatear sus rodillas y al improviso empujó su hocico entre sus muslos, Mariela se enderezó y miro hacia la casa, yo la espiaba detrás de las cortinas así que era imposible que me viera.
Podía apreciar que tenía sus muslos férreamente cerrados y trataba de empujar a Lucky lejos de ella, pero el perro no iba a renunciar al zumo de panocha al cual era habituado, seguía lamiendo y empujando sus tiernos muslos, había logrado hacer subir su falda muy arriba, casi lengüeteaba su ingle, el rostro de Mariela denotaba preocupación pero no temor, seguía luchando contra el perro, pero no trataba de escapar, el perro había forzado sus muslos abiertos y yo imaginaba que la larga lengua estaba acariciando sus labios regordetes, Mariela levantó sus piernas para dificultarle más el acceso a su concha, pero no solo expuso más su chochito, sino también su culito, ahí fue cuando se sentó a horcajadas de un golpe en la tumbona con la piernas abiertas y Lucky lengüeteando su concha incansablemente.
Ella se levantó y miró hacia la casa, la vi que se dirigía a la cocina y yo me pegué una carrera y me metí bajo una manta fingiéndome dormido, la sentí entrar en nuestro cuarto y me miraba atentamente, lancé unos suspiros y me di vuelta para el otro lado, sentí que salía del dormitorio y se iba otra vez al jardín.
Espere unos segundos interminables y me levanté cautamente, Mariela había vuelto a la tumbona y estaba con las piernas abiertas sintiendo las lamidas y ya no luchaba, había agarrado la cabeza del animal con ambas manos y podría decir que lo estaba acariciando … ¡Oh, mi Dios! … mi mujercita teniendo sexo oral con Lucky, mi verga casi reventaba bajo mi albornoz, desaté el nudo y comencé a pajearme de lo lindo, no tenía ninguna intención de disturbarla ni detenerla, era mi sueño hecho realidad, la vi tirar sus tetas afuera y encoger sus piernas abiertas, seguramente ahora Lucky lamía su coño y su culo, ella tironeaba sus pezones y masajeaba sus tetas, estaba disfrutando la lamida de su vida con Lucky.
Mariela estaba tan ensimismada en su goce que podría haber terminado el mundo y quizás nunca se habría dado cuenta de ello, sus gemidos eran audibles hasta para mí, yo reconocía esos agudos chillidos de niña que se le escapan cuando está muy caliente, su boca estaba abierta en una “O” infinita, su ceño fruncido, acomodaba sus tetas de tanto en tanto que se le apretaban a los costados, Lucky se subió a la silla y su pija rosada de un par de decenas de centímetros, golpeó el borde de la tumbona, Mariela abrió los ojos y se asustó al ver al animal casi encima suyo, lo empujo y éste bajó sus zampas de la tumbona y continuó a lamer esa rajita jugosa de ella, la vi que sus piernas se cerraron en torno al cuello del animal y comenzó a follar su hocico, gritaba sin pudor alguno, se estaba corriendo como nunca.
Mis chorros de lefa terminaron sobre los visillos de la cortina, me corrí con una media docena de potentes chorros que me dejaron el orificio del glande un tanto delicado, el esfuerzo por expeler mi copiosa cantidad de lechita había sido el máximo, miré a mi esposa que estaba agachada tratando de alcanzar el pene de Lucky, yo quería verla coger con el perro, así que me senté en un taburete del bar y mi pene semi flácido comenzó a revivir prontamente viendo a mi esposa con esa enorme pija en mano, vi que lo masturbaba hasta hacerlo explotar con una cuantiosa expulsión de semen sobre sus pies y el césped, la vi llevarse un dedo a la boca y lamer el semen canino, mi verga otra vez estaba dura en espera de otras cachondeces de mi mujer.
Pero no sucedió nada más, el perro una vez descargada su semilla, se acomodó a lamer su verga a los pies de la tumbona, Mariela se levantó y miró una vez más hacia la casa, luego se arrodilló y metió en su boca ese pene recién eyaculado, sé que a ella le encanta el sabor del semen, así que no me sorprendió, pero toda la escena en sí me tenía una vez más con una enorme erección, la vi que se levantaba y se dirigía a la casa, corrí al dormitorio y me senté en la cama como si recién me hubiese despertado.
Mariela entró a la habitación y yo estiré los brazos al cielo dando un histriónico bostezo, quizás algo exagerado.
—¡Amor! … ¿Te despertaste? … ¿Dormiste bien? …
—¡Yawnn! … ¡Sí tesoro, dormí un buen rato! … ¿Y tú … te reposaste? …
—¡Sí! … Y Lucky ha estado tranquilo …
—¡Que bien! … ¡Qué bueno que no eche de menos a nadie! … ¡Sobre todo a su ama! … ¿Te recuerdas lo que le hacía? …
Mi mujer me miró inquisitivamente, luego su expresión facial cambió y relajadamente dijo:
—¿Y tú crees que eso le hará falta? …
—¡No lo sé! … ¡Pero cuando yo no te tengo a ti … te extraño … te echo de menos … me haces falta … pienso constantemente a ti … toda … enterita … y me recuerdo de las cosas que hacemos, tengo tú panochita sabrosa en mi mente las veinticuatro horas del día! …
—¡Por qué eres un pervertido! …
—¡No! … ¡Porque te amo! …
Alcance su mano y la tironee haciéndola caer sobre la cama, mi mano se fue a su entrepierna y encontré su panocha toda mojada, había un olor a perro, pero no me disgustaba, es más, más me calentaba.
—¡Ay! … ¡No! … ¡Déjame, cretino! … ¿Qué haces? … ¡Deja que me lave! …
—¿Y quieres que me pierda estos juguitos sabrosos? …
Ya le había arremangado la faldita y mi lengua tocaba su clítoris, Mariela luchó un poco para no dejarse lamer su coño apenas lamido por Lucky, pero cuando le abrí sus muslos y mi lengua acarició sus labios inflamados y calientes, se sosegó y agarro mis cabellos comenzando a gemir suavemente, mientras mi lengua recorría su botoncito de arriba abajo, refunfuñaba y musitaba incoherencias ininteligibles, gimiendo y menando su pelvis en mí boca.
Al cabo de unos diez minutos logre hacerla vibrar y correrse en mi boca, mi verga estaba dura y tiesa como un poste eléctrico, mientras todavía su panochita pulsaba, me erguí y le enterré mi polla durísima hasta que mis cojones se estrellaron con sus labios mayores, Mariela lanzo un gemido audible, casi un aullido de perrita en celo, no alcancé a durar más de tres minutos y me corrí en su encharcado chocho, ella trabajó con sus músculos y me hizo gozar apretando mi pija en sus caldeadas carnes.
Nos quedamos jadeantes el uno al lado del otro, estábamos tomados de la mano y jugábamos con nuestros dedos como dos amantes enamorados, exhaustos, sus maravillosas tetas subían y bajaban al ritmo de su respiración, estaba con los ojos cerrados, me enderecé a mirar su rostro angelical, besé sus tiernos y apetitosos labios, sus piernas estaban pegajosas con la baba de Lucky y sus propios jugos, le sugerí de ducharnos y ella asintió, arremangue su remera y la saqué sobre su cabeza, desabotoné su faldita baje el cierre y la hice correr hasta que se la saqué, estaba desnuda sobre la cama y se veía fantástica.
—¡Que linda que eres Mariela! …
Dije pasando mis dedos por su ranura vaginal, ella abrió los ojos, juntó sus muslos y plegó sus piernas no dejándome acceso a su coño enrojecido y mojado, tomó mi mano y la posó sobre sus senos, se sonrió:
—¡Vamos y duchémonos! …
No hicimos nada importante bajo la ducha, solo muchos besos y caricias, luego nos secamos y nos vestimos con prendas limpias y ligeras.
—¿Te apetece un traguito? …
—¿Qué sugieres? …
—¡No lo sé! … creo que yo beberé un Jack Daniels … ¿Quieres un Cinzano/Campari? …
—¿Un “Americano”? …
—¡Si quieres te lo preparo como un “Americano”! …
—¡Sí, amor … es fresquito y me gusta! …
Nos fuimos a las tumbonas a gozar de la tarde que se aproximaba, Lucky dormía a pata suelta bajo el limón, se había bebido toda el agua, así que le rellené su escudilla y él se acercó a beber, Mariela sonreía y miraba como servía las necesidades del perro sin decir una palabra, pero se veía que le gustaba que yo estuviera a cargo de él, me senté en mi playera y levanté mi vaso para hacer un brindis.
—¡Por Lucky! …
—¿Por qué por Lucky? …
—Porque es nuestro huésped y debemos darle lo mejor de nosotros … yo creo que a él le hace mucha falta su ama …
—¿Por qué su ama? … ¿No crees que eche de menos a Alfredo también? …
—Porque no es lo mismo … él tiene una intimidad con Jessica … ¿Te recuerdas? …
—¡Ay! Cuanto eres estúpido Giorgio … tú siempre piensas en una sola cosa …
—Porque soy macho y Lucky es un macho … yo lo entiendo … cuando yo estoy lejos de ti … pienso en ti … pienso cuando te acaricio … echo de menos tus tetas … tu conchita gordita y apretada … mi verga está dura las veinticuatro horas del día …
—¡Giorgio tú eres un enfermo! … ¿Cómo vas a pensar solo a esas cosas? … ¿Soy solo eso para ti? … ¡Que básico que eres! …
—¡Por supuesto que no! … Pienso a cuando me mamas … pienso a tu culo … si estoy solo en mi cama comienzo a soñarte y me corro soñando con todas tus exquisitas cositas … y tú tiene tantas … ¡Dios mío, que linda que eres! …
—¡Dios mío! … ¡qué pervertido que eres! …
Mariela se sonreía fingiendo una molestia que no sentía mientras sorbeteaba su bebida, en tanto Lucky se había aproximado a sus pies y volvió a lamer sus extremidades.
—¡Uy! Lucky … ¡compórtate, perro tonto! …
—¿Qué está haciendo nuestro huésped? …
—¡Me está ensuciando los pies con su lengua! … ¡Este perro cochino! … ¡Échate! …
—¡Pero no lo retes! … ¡No hay maldad ni malas intenciones en él! … ¡Déjalo hacer! … ¿Qué sabes tú que es lo que quiere? …
—¡Pero me molesta sentir su lengua! …
—¿Te molesta o la encuentras irresistible? … ¿Te acuerdas de Jessica como gozaba? …
—¡Eres un pervertido! …
—¡No lo soy! … ¡Tienes una vulva fresca y sabrosa … mucho más linda que la de Jessica! … ¡Cómo macho yo te comería tu panochita todos los días! … ¡Además … a ti te gusta … no puedes negarlo! …
—¡Pero éste es un perro! …
—¡Una lengua es una lengua! … ¡Cual es tú miedo! … ¡Podrías probar! … ¿No? …
Mariela se quedó en silencio mientras Lucky continuaba a forzar su hocico entre sus muslos.
—¡Si tienes algún miedo yo te ayudaré!
Le dije mientras me levantaba dejando mi vaso de lado, tomé su vaso y lo apoyé en la mesita del jardín, Mariela me miraba y su respiración ya estaba alterada, Lucky le había subido su faldita a mitad de su muslo, puse mi mano en su pierna y comencé a hacer subir su falda más arriba, yo sabía que estaba sin bragas porque no la había visto vestir ninguna, efectivamente la convergencia pálida de sus muslos estaba desnuda, su conchita no fue visible hasta cuando Lucky le dio un fuerte empellón con su hocico y abrió sus muslos con fuerza, Mariela lanzó un gemido y volvió a apretar sus muslos, pero la lengua de Lucky estaba alcanzando sus labios mayores y forzaba la apertura de su chocho girando su cabeza para obtener una mejor angulación.
—¡Oooohhhh! … ¡Es increíble! …
—¿En serio? … ¿Te gusta? …
Mariela todavía mantenía sus piernas apretadas, pero Lucky instintivamente empujaba su hocico hacia el interno del agujero vaginal, un par de centímetros de esa lengua ya se adentraban en su concha buscando la sabrosa humedad de su vulva, ella trataba de resistirse, pero Lucky ya había saboreado lo que buscaba y nada al mundo lo detendría de saciarse de ese jugo de coño que tanto le apetece, empujaba y empujaba con vigor y ardor, Mariela gemía y gemía cada vez más alto y ya no lo rechazaba, sus quejidos eran ardorosos.
—¿Estás bien? … ¿Te sientes bien? …
—¡Ssiii! … ¡Pero no está bien lo que … oooohhhh … aaaahhhh … no deberíamos hacer esto! …
—¡Relájate y diviértete! … ¡Si lo sientes rico … disfrútalo! …
—¡Pervertido! … ¡oooohhhh! …
Mariela al fin había abierto sus muslos y Lucky se estaba esforzando en beberse todos sus fluidos deliciosos que emanaban copiosamente de su conchita, cada vez que la oscura lengua desaparecía al interno de su vagina, Mariela parecía volverse loquita, ya tenía sus exuberantes pechos en plena libertad y jugaba a apretar y tironear sus pezones rosados emitiendo chillidos de goce con la entera lengua de Lucky en lo profundo de su cuquita.
Las lascivas y lujuriosas sensaciones obnubilaban su razón, estaba totalmente entregada a la conscupiscencia y placer que le brindaba la gomosa lengua de Lucky que había desmoronado todas sus barreras de pudor, estaba totalmente entregada al goce que le procuraba el perro, levantó ligeramente sus piernas y toda la longitud de esa lengua desapareció dentro su pequeño chocho, Mariela se contorsionó y emitió un agudo chillido de placer, abrió sus piernas de par en par y sus muslos comenzaron a tiritar, presagio de un inminente orgasmo, ella agarró la cabeza de Lucky y la apretó contra su ingle follando esa lengua serpentina que la enloquecía.
—¡Oooohhhh! … ¡Aaaahhhh! … ¡Que puta que soy! … ¡Estoy gozando con un perro! … ¡Que puta! … ¡Que puta! … ¡Tú me has pervertido también a mí! … ¡Aaaahhhh! …
Mariela estaba tremando, sus rostro estaba desencajado de loco placer, su espalda encorvada hacia que sus tetas parecieran haber crecido, mi verga estaba a mil, pero yo esperaba que la Lucky la cogiera con su chocho inflamado, enrojecido y encharcado de fluidos, ella estaba azogada y no podía controlar las contracciones espasmódicas de su orgasmo, sus piernas no le obedecían y boqueaba tratando de recuperar su respiración, Lucky hábilmente de había echado un poco para atrás y trataba de montar sus piernas.
—¡Deja que te coja! …
Le bisbisee desde atrás de la tumbona teniendo sus dos tetas en mis manos y pellizcando sus duros pezones.
—¡Abre tus piernas … él te quiere coger! … ¡Quiere tu conchita! … ¡Quiere que le retornes un poco del placer que él te ha dado! … ¡Vamos! … ¡Abre tus piernas para él! … ¡Yo estoy aquí para cuidarte! … ¡Déjalo que te coja! …
increíblemente ella abrió sus piernas, su conchita estaba a la altura justa con la pija de Lucky que estaba con sus zampas delanteras sobre la playera, rápidamente me fui a ayudarlo a follar a mi mujercita, agarré su pene que no estaba del todo afuera, solo unos cinco o seis centímetros asomaban de la funda peluda, apenas sintió el calor y la humedad del chocho de ella, Lucky dio un par de saltitos hacia adelante y le clavo con fuerza su azulina pija en la conchita de ella, Mariela dio un grito y aferró al animal con sus brazos, lo estaba tironeando dentro de ella con gemidos y bramidos desesperados.
—¡Aaarrrggghhh! … ¡Aaarrrggghhh! … ¡Oooohhhh! … ¡Aaaahhhh! … ¡Aaaahhhh! …
Me agaché a ver como la verga del pastor entraba en ella y una bola entre blanquizca y rosada también se había deslizado dentro el chocho de Mariela, debo decir que su pene en mucho más grande que el mío y esa pala redundaba en abundancia de pija, Mariela lo mantenía aferrado con brazos y piernas y casi se colgaba del animal que la follada a una velocidad demencial, pero ese frenesí duro solo un par de minutos, Lucky pareció calmarse, jadeaba con la mitad de su lengua afuera y puedo decir que su expresión era la del macho en poseso de su perra, su polla totalmente perdida dentro la conchita de mi esposa, se veía como una delgada y rojiza extensión de su pene salía del interior de su vagina.
Acomodé mi tumbona para continuar viendo a Mariela que no habría sus ojos, estaba como en un trance, aferraba al animal y movía su pelvis cogiendo con la enorme verga de Lucky, me senté y me desahogué meneando mi polla que explotó en un par de minutos, toda mi lefa voló por los aires con tal fuerza que una estría de semen cayo en el hombro de Mariela, al fin ella abrió sus ojos y me miró con una mirada de ensueño, su vientre estaba hundido, bajo sus manos hacia las ancas del animal y comenzó a follar con él más rápido.
—¡Aaarrrggghhh! … ¡Uuuuhhhh! … ¡Ssssiiii! … ¡Que rico me está dando su lechita! … ¡Uy! … ¡Ssssiiii! … ¡Me está llenando todita! … ¡Que rrricooo! … ¡Que rrricooo! … ¡Aaaahhhh! …
Mariela había enloquecido, tironeaba del perro y lo follaba con todo su cuerpo, Lucky emitía unos ligeros y agudos chillidos sintiendo los músculos de mi esposa que ordeñaban con fuerza su pene, tal y como lo hace conmigo, las manos de Mariela cubrían sus ojos casi a no querer ver que estaba empalada en la pija de Lucky y gozaba como perra en celo, su boca se abría y cerraba emitiendo gemidos y quejidos guturales, con algunos bramidos animalescos, sollozaba y reía, todo al mismo tiempo, a ella le gustaba mucho el sexo, pero siempre fue bien reservada y pudorosa para hacer cosas en la cama, ahora había un desenfreno total, muy diferente de su naturaleza habitual, continuaba a apretar al perro contra su cuerpo, Lucky se había corrido y permanecía impertérrito con su verga dentro de Mariela, ella también había alcanzado su clímax y jadeaba afanosamente sin soltar al perro, su cuerpo todavía se estremecía y gritaba cada vez que el perro se movía dentro de ella.
Lentamente Mariela comenzó a relajarse y la verga de Lucky salió expulsada de su chocho, se acomodó un poco mejor en la tumbona y con su remera trato de impedir que el copioso torrente que escapaba de su vagina, se extendiera ensuciando la playera, delicadamente hice a un lado a Lucky y me senté frente a mi esposa que yacía exhausta y casi sin aliento.
—¡Ay!, amor … fue magnifico … te veías tan linda cogiendo con Lucky … hicieron que me corriera dos veces solo con el espectáculo … ¿Qué te pareció a ti? … ¿Te gustó? …
Mariela no contestaba, todavía cubría sus ojos con sus manos, pero el blancor de sus labios, lucían límpidos mostrando una amplia sonrisa.
—¡Dime, amorcito! … ¿Te gustó? …
—¡Ay!, tesoro … los mejores orgasmos de mi vida los he experimentado hoy con Lucky … jamás pensé que me podría involucrar con un perro … pero recréeme, los perros son los perfectos amantes para cualquier mujer … su polla esta hecha para la vagina humana … para estimularla y hacerla que se corra en modo bestial … ¡Me gusto! … ¡Me encantó! … ¡Quiero volver a hacerlo todas las veces que sea posible! …
—¡Amorcito, quiero cogerte ahora! …
—¡Tesoro … dame un poquito de tiempo para recuperarme! …
Mi verga estaba dura que casi me dolía, entonces miré a Lucky y me pegué una palmaditas en mis piernas, el perro se levantó y vino hacia mí, me di dos palmaditas cerca de mi pene y el perro se acercó a olfatear y luego me dio un par de lengüetazos a mi polla, Mariela estaba siguiendo toda la situación con una cara de estupefacción, Lucky enrollo su lengua en mi pija un par de veces y comenzó a lamerme el nabo de arriba abajo, me acerqué al chocho de ella y metí mis dedos en su sexo extrayendo el máximo de fluidos, los que espalmé sobre mi verga, luego me eché para atrás a observar como Lucky trabajaba mi miembro hasta hacerme explotar en su hocico.
—¡Pervertido cabrón! …
Dijo Mariela mirando incrédula como Lucky se bebía toda mi lechita y recorría mi pene que continuaba a emitir flujo de semen.
—¡Ven! … ¡Siéntate en mi polla! …
Mariela un poco escéptica se levantó y metiéndose mi pene en su chocho, me montó a horcajadas, mi miembro no estaba flácido, así que comencé a follarla lentamente, ella se abrazo a mi gimiendo, puse mis manos en sus nalgas y abrí su culito, Lucky se ubicó debajo de ella y empezó a lamer el agujero de su ano y mis bolas al mismo tiempo, se apretó a mi gimiendo y susurrando:
—¡Eres un jodido cabrón pervertido! … ¡Aaaahhhh! …
—¿Te gusta? …
—¡Oh! … se siente tan rriiiicooo y caliente …
—¡Lo sé, amor! … ¡Sí qué lo sé! …
Le dije mordiéndole sus lóbulos rojizos, ella se apretó más contra mi pecho como para hacerme sentir sus poderosas tetas, Lucky golpeaba sus nalgas con su nariz tratando de penetrar su pequeñísimo ano, Mariela gemía y movía sus caderas provocándome gran placer, de pronto se detuvo:
—¡Quiero ver cómo se corre! …
Me dijo casi en un susurro, con una vocecita de niña mala y curiosa, se desmontó de mi y se fue directo a tomar la polla de Lucky que estaba totalmente escondida en su funda, me levanté mirándola como sus ojos resplandecían esperando ver aparecer en toda majestuosidad la enorme verga de Lucky:
—¡Necesito beber algo! …
Dije lamiendo mis labios resecos, ella me miró y se giró como para ir a la casa:
—¡Yo necesito ir al baño … tú te quedas y me lo preparas … yo te traeré de beber! …
Dijo y se marchó sin esperar una respuesta, así que me dejó a pajear a nuestro huésped, no es que me disgustara, pero habría preferido que ella nos pajeara a mí y a él, después de varios minutos apareció mi esposa con sendas bebidas y se había puesto un vestidito de esos antiguos que ya no le quedaban tan bien, era más bien estrecho y corto, pero su look era estupendo, se veía muy sexy por decir lo menos, en tanto yo pajeaba a Lucky y su verga estaba casi toda fuera de su vaina.
—¡Eres el hombre más sexy del mundo con esa enorme polla en la mano! …
Me dijo mi esposa sonriendo y tendiéndome un fresco vaso de campari soda, ella bebía lo mismo:
—¿Sí? … ¡Y yo quisiera ver porque tú la quieres tan durita! …
—¡Quiero ver cómo se corre … quiero ver salir su lechita! …
—¡Sí! … ¿Eso es lo que quieres? … ¿Por qué no te sientas … te tocas el coño … restriegas tu clítoris y yo masturbo a Lucky para que te salpique en tu conchita mientras tú te corres? …
—¡Eres un sucio pervertido! …
Dijo Mariela sentándose en su tumbona, se arremangó su vestidito, tal como pensaba estaba sin bragas, separó su muslos y comenzó a acariciar su botoncito enardecidamente, yo hice que Lucky subiera sus dos zampas a la playera y continue a masajear su rojizo miembro, gotas de semen comenzaron a bañar los muslos de mi esposa, ella frotaba su concha con todos sus dedos cual si fuese un mandolino tocando todas sus cuerdas al mismo tiempo, se había colocado casi debajo de Lucky y la lefa comenzó a formar una laguna en su vientre y ombligo, los chorros de semen del perro escurrían por sus glúteos, su pelvis y los costados de su vientre, Mariela bajó la parte superior de su vestido liberando sus tetas y comenzó a espalmar esperma sobre ellas dejándolas esponjosas y brillantes. Justo cuando chorros de semen comenzaron a bañarla por completo, ella exhalo un suspiro quejumbroso y luego se estremeció de pies a cabeza, gritó y chilló corriéndose junto a Lucky, yo no resistía otro segundo ante tanta estimulación, corrí al perro y me paré a horcajadas sobre la tumbona y le metí mi verga en la boca a Mariela, ella rápidamente se tragó mi polla y follando su boca le acabé dentro en menos de treinta segundos, mi bella mujercita agradeció tragándose todo.
—¡Umpf! … ¡Urgh! … ¡Slurp! … ¡Que pervertido que eres! …
—¡Y tú eres la más linda de todas! … ¡Pídeme lo que quieras! … ¡En estos momentos me tienes en tus manos! … ¡Todo lo que quieras te lo concederé! …
—¿Qué dices de un perro? …
—¿Un perro? … ¿Qué dices de un chihuahua? …
—¡Eres un cabrón! … ¡Quiero un perro grande! … ¡Tiene que ser grande! … ¡Grande! … ¡Grande! …
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Bueno, vamos al hecho.
Una cálida tarde de verano, casi al ocaso, estábamos Mariela y yo descansando plácidamente sobre nuestras tumbonas, con sendas bebidas frescas y ligeramente cargadas de Pisco, escuchábamos viejas canciones de juventud a la radio y charlábamos de cosas de familia y otras cosas del diario vivir, el sol prácticamente se había ido dejando un rojizo cielo al poniente y el mundo comenzaba a sumirse en las penumbras habituales, estaba a punto de alzarme a buscar otro trago cuando Mariela se levantó y dijo que iría al baño, me senté y le alargué mi vaso pidiéndole que me trajera otro trago, ella llevo su vista al cielo como para refunfuñar algo, pero me recibió mi vaso y se fue contoneando sus maravillosas caderas hacia el interior de la casa, no pude evitar de clavar mis ojos en ese armonioso culo que se mecía de lado a lado y su largas y longilíneas piernas, mi mujer es un espectáculo, me considero muy afortunado de tenerla a mi lado.
La imaginé caminando desnuda sobre el césped del jardín, ignara de los efectos que causaba a mi verga que se endurecía solo a mirarla, escuché que los vecinos nuestros también estaban disfrutando del cálido atardecer, habían encendido alguna luz, conversaban y se reían enfrascados en su charla.
Mariela mientras regresaba de la cocina, pude apreciar su belleza frontal, esos pies que se deslizaban con gracia, sus tetonas magnificas se cimbraban bajo su remera ajustada cual dos melones maduros y sabrosos, sus pezones amenazaban de romper la delicada prenda, se inclinó a darme mi vaso y no pude evitar de estirar mi mano y apretar uno de esos pezones enhiestos, me sonrió y me dio una ligera palmada en mi mano, se sentó en su silla y su faldita corta se le subió dejándome ver las pulcras bragas blancas que vestía.
—¡Umh! … ¡Que bellas y sexys bragas blancas! …
Mariela volvió a sonreírme y levanto su falda abriendo la belleza de sus piernas, metió sus dedos entre el elástico de su ingle y estiro el delgado género que cubría su conchita, luego movió sus dedos hacia un lado mostrándome los labios gorditos de su pequeño coño, sentí una contracción en toda mi ingle y mi verga se endureció aún más, me acomodé para hacerle ver la protuberancia formada en mis shorts, ella se recostó bajando su faldita y acomodando la redondez de sus senos a la ajustada prenda que mantenía su exuberancia con evidente esfuerzo.
El sol definitivamente se había ido y las sombras oscurecían nuestro patio, la oscuridad no era total ya que se filtraba la luz del patio de los vecinos, ni ella ni yo queríamos levantarnos a encender nuestra propia iluminación, pero ya no podía ver las exquisiteces de mi mujer, escuché unos ladridos del perro de los vecinos, ellos poseen un magnífico ejemplar de pastor alemán y su prestancia nos da una cierta seguridad contra los amigos de lo ajeno, la voz de Jessica me llamo la atención, ella le hablaba al animal cariñosamente que éste de tanto en tanto le respondía con un ladrido y otros sonidos que no supe interpretar, pero me pareció sentir unos gemidos que al momento no me llamaron mucho la atención.
Mariela y yo charlábamos en voz baja para no disturbar a nuestros vecinos, volví a sentir esos quejidos y gemidos que me parecieron de carácter sexual.
—¡Uy! … ¡Estos cochinitos lo están haciendo en el patio! …
Le dije a Mariela mientras me alzaba a fisgonear por sobre el muro, ella me dio una mirada displicente y continuó sentada a sorber su bebida, cautelosamente me asomé por sobre el muro, vi a mi vecina que me daba la espalda y estaba recostada en su tumbona, la luz era tenue y no la veía claramente, había sombras que no permitían ver bien, pero vi que estaba ella sola, me estaba volviendo a mi tumbona cuando escuché los gemidos más audibles y frecuentes, me volví a asomar y escondido entre las ramas del limón, me levanté para ver mejor, mi sorpresa fue mayúscula cuando vi que el vestido de ella estaba arremangado y vi que Lucky, el pastor alemán estaba entre sus piernas y se estaba festinando, lengüeteando el área de su vagina, acomodé una mesita metálica que tenemos en nuestro patio y mientras me subía en ella, llame a Mariela poniendo un dedo en mis labios para indicarle de no hacer ruido.
Con un cierto desgano se levantó y la ayudé a encaramarse a la mesita donde nos acomodamos juntos a mirar por encima de la valla, los ojos de Mariela se agrandaron y su boca se entreabrió en sorpresa cuando se dio cuenta de que el perro estaba lamiendo a nuestra vecina que gemía y se contorcía placenteramente en su tumbona, puso una mano en su boca y me sonrió picarescamente.
Nos quedamos pegados a mirar la erótica escena, el perro acariciaba con ahínco el área púbica de su ama, ella gemía cada vez más y separaba sus piernas para permitir a su mascota un acceso mejor a su sexo sin bragas, por el claror de su piel se adivinaba una conchita depilada, el perro le enterraba su hocico en su chochito una y otra vez haciéndola emitir unos agudos grititos de placer, me acomodé detrás de Mariela, ahora Jessica se había girado un poco y un haz de luz filtraba sobre sus piernas permitiendo ver la cabeza del perro que disfrutaba lamiendo la jugosa vagina de la vecina.
Jessica, se había bajado la parte superior de su vestido y jugaba con sus suculentas tetas, tironeando de sus pezones oscuros y tiesos, ahora se podía apreciar un poco mejor su coño y la lengua de Lucky que iba y venía de su estrecho canal vaginal, podíamos escuchar el ruido de ese lengüeteo chapoteando incansablemente, las tetas de ella subían y bajaban al ritmo de su afanosa e intensa respiración.
—¡Va a hacer que se corra! …
Susurré al oído de Mariela, ella hizo un movimiento afirmativo con su cabeza, me fijé que estaba mordiendo sus labios y sus manos estaban peligrosamente cerca de su chocho, Lucky continuaba enardecido a lamer a Jessica y yo puse mis manos en la caderas de Mariela y acerqué su culo a la dureza de mi verga, ella no dijo nada, pero su mano comenzó a acariciar mi pene sobre mis shorts, entonces una de mis manos se metió a acariciar su conchita por sobre sus blancas bragas que al tacto de mis dedos se sentía tibia y húmeda.
Nos estábamos poniendo calientes, me asombraba un poco ver a Mariela tan excitada viendo como el perro lamía el chocho de Jessica, ella siempre se había rehusado a mirar los sitios porno que yo visito con regularidad y muchas veces me había llamado pervertido por mirar ese tipo de videos y ahora la tenía aquí delante de mí con su chocho empapado y caliente viendo en vivo y en directo una escena zoofílica, era una ocasión imperdible para involucrarla más con mis cosas oscuras.
Mariela restaba subyugada a mirar, metí mis manos bajo el borde elástico de sus bragas y ella movió sus caderas para facilitarme el bajárselas y cuando las tenía bajo sus rodillas solita levanto una pierna primero y luego la otra para que se las pudiera quitar, cuando se los saqué me los llevé a mi nariz y aspiré toda su dulzura exquisita, luego metí mi mano entre sus muslos y los labios regordetes de su conchita estaban totalmente mojados, mi esposa estaba realmente excitada, me puse completamente detrás de ella y le levanté la faldita hasta su cintura, sus blancos glúteos resplandecían en la oscuridad de la noche.
Mis manos abrieron sus glúteos e intente besar su engurruñado culito, ella se dio vuelta y me dijo que no, su coño estaba inundado de sus propios jugos, le metí un par de dedos en su chochito y luego me los llevé a mi boca, mi mujer sabía de maravillas, mi pene estaba como una roca y luchando por salir de mis shorts, me baje mis pantalones junto con mi boxers y tomé una mano de Mariela para ponerla en mi verga, tan pronto como sintió mi pija entre su dedos ella aferró con energía mi herramienta y comenzó a masturbarme, yo comencé a follar su chuchita con mis dedos, los labios de su coño estaban bien hinchados y su boquete vaginal muy estrecho, estaba gimiendo en silencio mientras yo le decía todas las sandeces calientes que se me venían a la cabeza.
—¡Mira cómo es de gruesa esa lengua, cariño! … ¡Que rico que se debe sentir! … ¿Cómo te verías tú con esa inmensa lengüita dentro de tu chochito? … ¿Te gustaría te hiciera acabar con esa cosa tan gorda y mojadita … al igual que tu conchita gordita y mojadita? …
Mariela había comenzado a mover sus caderas mientras mis dedos entraban y salían de su encharcada vagina, se había puesto una mano en su boca para acallar sus gemidos y su mano exploraba todo el largo de mi pene con veladas caricias a mis bolas llenas de esperma hirviente, separé los hinchados labios de su conchita y comencé a restregar su clítoris, la vecina en tanto, se estaba revolcando en la tumbona, a ratos levantaba ambas piernas en el aire, a ratos las bajaba y tomaba la cabeza de Lucky para empujarla dentro de su coño, sus gemidos se habían transformado en sollozos y grititos, sus tetas rebotaban con los movimientos de ella y Lucky la penetraba con su lengua dándole golpecitos hacia su interior, haciéndola enloquecer más y más.
La vagina de Jessica era un torrente de líquidos que estaban formando un pequeño charco a sus pies, ahora tenía ambas piernas en el aire abiertas de par en par, Lucky lamía su agujero anal y la cabeza de Jessica se movía casi sin control de lado a lado, sus ojos estaban cerrados y su ceño fruncido en una mueca agónica de placer, la carne de sus muslos tiritaba con escalofríos lujuriosos, se podía adivinar que su momento de éxtasis se aproximaba, comencé a follar la panocha de mi mujer con mayor ahínco, ella trato de girar su cabeza para morderme, sus ojos estaban brillosos y su respiración entrecortada y jadeante también me decía que ella se acercaba a su momento de goce máximo.
Mariela me estaba masturbando con frenéticos movimientos que casi arrancaban mi pene de cuajo, ciertamente sentía un poco de dolor, pero la calentura de ver a mi mujer tan desesperada y caliente era mayor a cualquier malestar, mis piernas se atiesaban poco a poco y mis bolas ya se aprontaban a lanzas su contenido, escuchamos los gritos y chillidos desesperados de Jessica y mi mujer se corrió junto a ella plegándose y dejándose caer de rodillas sobre la mesita que a todo esto crujía amenazadoramente, mi esposa se giró justo a tiempo de aferrar mi verga que comenzaba a expeler copiosos chorros de semen, ella es muy de chupadas y tragadas, así que hizo desaparecer enteramente mi polla en su boca y succionó mi esperma como sedienta de lechita caliente, me afirme a unas ramas del limón y me quedé mirando a mi mujer que estrujaba mi pene sobre sus tetas y espalmaba las ultimas gotas de lefa sobre sus cándidas mamas, le acaricié sus cabellos y ella levantó su vista a mirarme y volvió a meterse mi pija reblandecida entre sus labios.
Nos quedamos así por unos momentos, no sabíamos que decir, solo nos mirábamos y sabíamos de haber gozado mirando un acto sexual diferente, bizarro, fuerte, en sí animalesco, una mujer gozando con un perro, me asomé una vez más y al otro lado de la valla Jessica estaba con sus muslos cerrados intentando de alejar a Lucky, como pude me bajé de la mesita y ayudé a Mariela a bajarse, la ayudé a recomponerse, a guardar sus maravillosas tetas que me animaban a continuar con el cachondeo. La acompañe a sentarse en la tumbona y ella termino de acomodarse su faldita.
—¡Ay! ¡Dios! … ¡Pero que guarra y calentona esa mujer! …
—¡Bueno! … ¡Tú también te corriste, mi cielo! … ¡Te gustó ver esa lengua perruna comiéndole su cuquita! … ¿Verdad? …
—¡No seas bobo! … ¡Esa chamaca debe estar enferma! … ¡Con un perro! … ¡Dios me salve y libre de esas cochinadas! …
—¡Pero mi amor! … ¡Sí tú también te corriste mirándola! …
—¡Cómo no me iba a correr si tú me estabas dando dedo así de fuerte y rápido! … ¡No soy de piedra! … ¿Sabes? …
—¡Entonces …! ¿No más mi dedo te hizo efecto? … ¿Ver esa lengua larga, rugosa, bañada que entraba y salía de la panochita esa no te hizo nada? …
—¡Ay! … ¡Pero sí tú eres otro enfermo que anda viendo por ahí esos videos cochinos! … ¡Seguramente a ti te hizo efecto! …
No hubo caso de que Mariela admitiera de haberse calentado viendo a Lucky comerse el chocho de Jessica, todo era culpa mía y de mis perversiones, cómo era ya tarde no quise contradecirla, me metí a la ducha con ella y mientras el agua bañaba nuestros cuerpos, me puse a jugar con sus tetas y puse una rodilla en el piso, metiendo un dedito en su coñito, los músculos de su panocha me dieron un apretón de bienvenida, ella levantó un poco su pierna y yo comencé a lamer su clítoris rechoncho y duro, muy luego la tenía gimiendo.
—¿Te gusta mi lengüita, amorcito? …
No contesto nada, pero con sus manos empujaba mi rostro contra su bajo vientre.
—¡Imagina la lengüota de Lucky! … ¡Imagina esa lengua así grande! … ¡Imagina esa lengua así caliente! … ¡Imagina esa lengua así mojada! … ¡Imagina hasta donde llegaría dentro de ti ¡…
Le estaba follando el chocho con tres dedos, mientras con el pulgar acariciaba su clítoris túrgido y protuberante, la sentí que cerraba sus muslos con fuerza y de repente convulsionó espasmódicamente, me levanté y la sostuve en mis brazos sintiéndola tremar y respirar con dificultad, ella escondió su rostro detrás de mi cuello, la sentía boquear y gemir, saqué mis dedos de su vagina y ella me abrazó buscando la fuerza de mis brazos para sostenerse en pie, cerré el grifo del agua y estire un brazo para agarrar una de las toallas que habíamos preparado, comencé a secarla con besos y caricias, Mariela restaba en silencio y yo no quise disturbar sus pensamientos, la acompañé a la cama y se acostó así desnuda como estaba, la cubrí con la ropa de cama, terminé de secarme yo y cuando me voltee, mi esposa dormía sueños beatos, me acurruqué junto a ella y también me adormecí.
Al día siguiente ninguno de nosotros hizo referimiento alguno a lo ocurrido la noche anterior, Mariela estaba feliz y dicharachera, no creí oportuno importunarla, si ella había dado vuelta la página, yo también lo haría en espera de otra ocasión propicia, yo me había dado cuenta de que ella disfrutaba ciertas cosas que también yo disfrutaba, pero si no lo quería admitir, yo no iba a ser quien iniciara algo que podría llevarnos a alguna discusión desagradable, debía ser positivo y esperar.
Pasaron algunos meses y nuestra vida matrimonial continuó en forma intensa y buena como siempre, lo sucedido con Lucky y Jessica era ya cosa del recuerdo, entonces fue que sonaron el timbre y Mariela se dirigió a abrir la puerta, era nuestro vecino Alfredo, el marido de Jessica que se puso a conversar con Mariela, no era nada fuera de lo normal, generalmente lo hacía cuando necesitaba alguna cosa o hacernos algún encargo.
—¡Giorgio! …
—Dime, amor …
Había hecho entrar a Alfredo y este se acercó a saludarme con un estrechón de manos.
—Giorgio, Alfredo quiere pedirnos un favor …
—¿De qué se trata? … ¡Dinero no tengo! … —Dije riéndome.
—¡No! … no es nada de eso … lo que sucede que los padres de Jessica nos invitaron para este fin de semana a San Felipe y no tenemos con quien dejar a Lucky … ya que el hermano de Jessica también viene con nosotros … ¿Podrían ustedes echarle una miradita … Cambiar su agüita y ver que no le falte alimento? … Tiene de todo, pero alguien tiene que supervisarlo … no nos atrevemos a llevarlo al veterinario y dejarlo allí …
—¡Cuenta con nosotros! … Además, que él nos conoce … no creo sea un problema … ¿Qué dices tú, Mariela? …
—¡Ay! Amor … si es solo por algunos días, no hay problema …
Así fue como nos hicimos cargo de Lucky por los siguientes cuatro días, ya que era un fin de semana de esos largos, me fui con Alfredo y éste me enseño donde estaban las cosas de Lucky, me entregaron una copia de las llaves de casa donde tenían almacenado un saco de alimentos para la mascota y al día siguiente muy de mañana se fueron, ni Mariela ni yo sentimos cuando ellos se marcharon.
A media mañana me recordé y fui a ver a Lucky, apenas me sintió paró sus orejas y en un principio me ladró, pero luego al reconocerme me saludo con sus movimientos de cola, vino a olfatearme y luego comenzó a lamer mis dedos, esa mañana hice acabar a Mariela con mis dedos y lengua, a ella le encanta el sexo oral y dice que lo hago muy bien, así que jamás rehúsa una buena comida y lamida de chocho, probablemente con su fino olfato el percibe el olor a hembra de mis dedos, verifiqué que no le faltara nada, había dado vuelta el recipiente del agua, así que vertí un poco de agüita fresca y un poco de alimento y me regresé a casa, Mariela había preparado el desayuno, así que nos sentamos a charlar un poco, en mi mente había comenzado a girar la idea de traerme a Lucky e intentar algo con Mariela, pero no dije ni hice nada que pudiese delatar mis maquiavélicos pensamientos, tampoco sabía cómo llevar a cabo mis maquinaciones.
Almorzamos ligero, solo ensaladas con una presa de pescado frito y un vinito blanco convenientemente enfriado, justo cuando vertía el segundo vaso generoso para mi esposa, sentimos un lamentoso aullido de Lucky.
—¿Ese fue Lucky? …
—No tenemos muchos perros en los alrededores … seguramente fue él que se siente solo … sus amos no están y debe sentir la soledad …
—¡Uy! … pobrecito … ¿Y qué podemos hacer? …
—¡Sí aúlla por soledad … podríamos traerlo aquí con nosotros … él nos conoce … ya no estaría tan solo …
—¡Me parte el alma sentirlo aullar! … ¡Ve y tráelo aquí con nosotros! … ¡Pobrecito … Chiquitito! …
El diablillo en mi se pegó una risotada de esas, me levanté y fui a buscar a Lucky mientras Mariela levantaba la vajilla de la mesa y anunciaba que se iría a tender a la tumbona, al minuto entré a Lucky por la cochera y le acomodé sus cosas bajo el limón, Mariela siempre se tumba bajo el árbol y así Lucky podría percibir su olor a conchita y quizás …
—¡Ya! Amorcito … lo dejé bajo el limón con su agua y alimento …
—¡Chiquitito! … esperemos que no sufra más su soledad …
Mariela estaba cargando el lavavajillas y levantaba su culo acomodando platos, vasos y tazas dentro de la máquina, le metí mi mano en medio de sus muslos y la encontré sin sus bragas, mis dedos desaparecieron en su orificio vaginal humedecido, ella dio un respingo, pero cuando sintió mi lengua empujo su culito hacia atrás para dejarme saborear su perfume de mujer exquisito, le lamí su panochita por un par de minutos, dedeándola con ahínco, luego le abrí sus nalgas y lamí su culo, ella se levantó de golpe.
—¡Uy! … Pero ¿qué haces? … ¡Dame un poco de respiro! … ¡Tanto mi culo no te lo doy! …
—¡Lo sé, amor! … ¡Pero lo tienes muy sabroso! … ¿Sabes? …
—¡Eres un pervertido! …
—¡Lo sé! … ¡Por eso te casaste conmigo! … ¿No? … Me voy a duchar, hace mucha calor … luego iré a dormir una siestecita …
Me alejé sonriendo mientras ella refunfuñaba barboteando quizás que cosas, de hecho, me fui a bañar, cuando salí de la ducha estaba el ruido del lavavajillas y Mariela estaba tendida bajo el limón, había acomodado las cosas de Lucky y éste estaba echado prácticamente a sus pies.
Envuelto en mi albornoz fui al patio y le di un beso en sus piernas, ella abrió los ojos y me sonrió.
—¿No ibas a dormir la siesta? …
—¡Sí! Mi amor … pero debo llevarme tu olor y sabor conmigo …
Así diciendo le levanté su falda y procedí a pasar mi lengua en la convergencia de sus muslos, la tironee un poco hacia abajo y ella me dejo hacer, abrí sus piernas y le metí dos deditos y me puse a succionar su clítoris, Mariela lanzo unos gemidos y abrió sus piernas para mí, entonces me levanté.
—¡Ya! … es suficiente … me basta para dormir pensando en ti …
—¡Eres un maldito cabrón! …
Me dijo ella volviendo a acomodarse en la silla, me acerqué a Lucky y fingiendo acariciar su cabeza le acerqué mis dedos bañados con los fluidos de Mariela, Lucky me dio unos lengüetazos y se saboreó en forma ávida, supe que había entendido todo, me fui lanzándole un besito a mi adorada, ella me hizo un desprecio y giro su cabeza.
No había ni siquiera entrado en la casa y ya Lucky miraba las piernas de Mariela como sabiendo de dónde venía el olor y sabor exquisito que yo le había mostrado, levantó su cabeza como oteando el viento y fijo nuevamente su mirada en las piernas de ella, se levantó y le dio unos lengüetazos a sus pies, Mariela dio un salto y le pego una patada, pero esto no amilanó al animal que comenzó a olfatear sus rodillas y al improviso empujó su hocico entre sus muslos, Mariela se enderezó y miro hacia la casa, yo la espiaba detrás de las cortinas así que era imposible que me viera.
Podía apreciar que tenía sus muslos férreamente cerrados y trataba de empujar a Lucky lejos de ella, pero el perro no iba a renunciar al zumo de panocha al cual era habituado, seguía lamiendo y empujando sus tiernos muslos, había logrado hacer subir su falda muy arriba, casi lengüeteaba su ingle, el rostro de Mariela denotaba preocupación pero no temor, seguía luchando contra el perro, pero no trataba de escapar, el perro había forzado sus muslos abiertos y yo imaginaba que la larga lengua estaba acariciando sus labios regordetes, Mariela levantó sus piernas para dificultarle más el acceso a su concha, pero no solo expuso más su chochito, sino también su culito, ahí fue cuando se sentó a horcajadas de un golpe en la tumbona con la piernas abiertas y Lucky lengüeteando su concha incansablemente.
Ella se levantó y miró hacia la casa, la vi que se dirigía a la cocina y yo me pegué una carrera y me metí bajo una manta fingiéndome dormido, la sentí entrar en nuestro cuarto y me miraba atentamente, lancé unos suspiros y me di vuelta para el otro lado, sentí que salía del dormitorio y se iba otra vez al jardín.
Espere unos segundos interminables y me levanté cautamente, Mariela había vuelto a la tumbona y estaba con las piernas abiertas sintiendo las lamidas y ya no luchaba, había agarrado la cabeza del animal con ambas manos y podría decir que lo estaba acariciando … ¡Oh, mi Dios! … mi mujercita teniendo sexo oral con Lucky, mi verga casi reventaba bajo mi albornoz, desaté el nudo y comencé a pajearme de lo lindo, no tenía ninguna intención de disturbarla ni detenerla, era mi sueño hecho realidad, la vi tirar sus tetas afuera y encoger sus piernas abiertas, seguramente ahora Lucky lamía su coño y su culo, ella tironeaba sus pezones y masajeaba sus tetas, estaba disfrutando la lamida de su vida con Lucky.
Mariela estaba tan ensimismada en su goce que podría haber terminado el mundo y quizás nunca se habría dado cuenta de ello, sus gemidos eran audibles hasta para mí, yo reconocía esos agudos chillidos de niña que se le escapan cuando está muy caliente, su boca estaba abierta en una “O” infinita, su ceño fruncido, acomodaba sus tetas de tanto en tanto que se le apretaban a los costados, Lucky se subió a la silla y su pija rosada de un par de decenas de centímetros, golpeó el borde de la tumbona, Mariela abrió los ojos y se asustó al ver al animal casi encima suyo, lo empujo y éste bajó sus zampas de la tumbona y continuó a lamer esa rajita jugosa de ella, la vi que sus piernas se cerraron en torno al cuello del animal y comenzó a follar su hocico, gritaba sin pudor alguno, se estaba corriendo como nunca.
Mis chorros de lefa terminaron sobre los visillos de la cortina, me corrí con una media docena de potentes chorros que me dejaron el orificio del glande un tanto delicado, el esfuerzo por expeler mi copiosa cantidad de lechita había sido el máximo, miré a mi esposa que estaba agachada tratando de alcanzar el pene de Lucky, yo quería verla coger con el perro, así que me senté en un taburete del bar y mi pene semi flácido comenzó a revivir prontamente viendo a mi esposa con esa enorme pija en mano, vi que lo masturbaba hasta hacerlo explotar con una cuantiosa expulsión de semen sobre sus pies y el césped, la vi llevarse un dedo a la boca y lamer el semen canino, mi verga otra vez estaba dura en espera de otras cachondeces de mi mujer.
Pero no sucedió nada más, el perro una vez descargada su semilla, se acomodó a lamer su verga a los pies de la tumbona, Mariela se levantó y miró una vez más hacia la casa, luego se arrodilló y metió en su boca ese pene recién eyaculado, sé que a ella le encanta el sabor del semen, así que no me sorprendió, pero toda la escena en sí me tenía una vez más con una enorme erección, la vi que se levantaba y se dirigía a la casa, corrí al dormitorio y me senté en la cama como si recién me hubiese despertado.
Mariela entró a la habitación y yo estiré los brazos al cielo dando un histriónico bostezo, quizás algo exagerado.
—¡Amor! … ¿Te despertaste? … ¿Dormiste bien? …
—¡Yawnn! … ¡Sí tesoro, dormí un buen rato! … ¿Y tú … te reposaste? …
—¡Sí! … Y Lucky ha estado tranquilo …
—¡Que bien! … ¡Qué bueno que no eche de menos a nadie! … ¡Sobre todo a su ama! … ¿Te recuerdas lo que le hacía? …
Mi mujer me miró inquisitivamente, luego su expresión facial cambió y relajadamente dijo:
—¿Y tú crees que eso le hará falta? …
—¡No lo sé! … ¡Pero cuando yo no te tengo a ti … te extraño … te echo de menos … me haces falta … pienso constantemente a ti … toda … enterita … y me recuerdo de las cosas que hacemos, tengo tú panochita sabrosa en mi mente las veinticuatro horas del día! …
—¡Por qué eres un pervertido! …
—¡No! … ¡Porque te amo! …
Alcance su mano y la tironee haciéndola caer sobre la cama, mi mano se fue a su entrepierna y encontré su panocha toda mojada, había un olor a perro, pero no me disgustaba, es más, más me calentaba.
—¡Ay! … ¡No! … ¡Déjame, cretino! … ¿Qué haces? … ¡Deja que me lave! …
—¿Y quieres que me pierda estos juguitos sabrosos? …
Ya le había arremangado la faldita y mi lengua tocaba su clítoris, Mariela luchó un poco para no dejarse lamer su coño apenas lamido por Lucky, pero cuando le abrí sus muslos y mi lengua acarició sus labios inflamados y calientes, se sosegó y agarro mis cabellos comenzando a gemir suavemente, mientras mi lengua recorría su botoncito de arriba abajo, refunfuñaba y musitaba incoherencias ininteligibles, gimiendo y menando su pelvis en mí boca.
Al cabo de unos diez minutos logre hacerla vibrar y correrse en mi boca, mi verga estaba dura y tiesa como un poste eléctrico, mientras todavía su panochita pulsaba, me erguí y le enterré mi polla durísima hasta que mis cojones se estrellaron con sus labios mayores, Mariela lanzo un gemido audible, casi un aullido de perrita en celo, no alcancé a durar más de tres minutos y me corrí en su encharcado chocho, ella trabajó con sus músculos y me hizo gozar apretando mi pija en sus caldeadas carnes.
Nos quedamos jadeantes el uno al lado del otro, estábamos tomados de la mano y jugábamos con nuestros dedos como dos amantes enamorados, exhaustos, sus maravillosas tetas subían y bajaban al ritmo de su respiración, estaba con los ojos cerrados, me enderecé a mirar su rostro angelical, besé sus tiernos y apetitosos labios, sus piernas estaban pegajosas con la baba de Lucky y sus propios jugos, le sugerí de ducharnos y ella asintió, arremangue su remera y la saqué sobre su cabeza, desabotoné su faldita baje el cierre y la hice correr hasta que se la saqué, estaba desnuda sobre la cama y se veía fantástica.
—¡Que linda que eres Mariela! …
Dije pasando mis dedos por su ranura vaginal, ella abrió los ojos, juntó sus muslos y plegó sus piernas no dejándome acceso a su coño enrojecido y mojado, tomó mi mano y la posó sobre sus senos, se sonrió:
—¡Vamos y duchémonos! …
No hicimos nada importante bajo la ducha, solo muchos besos y caricias, luego nos secamos y nos vestimos con prendas limpias y ligeras.
—¿Te apetece un traguito? …
—¿Qué sugieres? …
—¡No lo sé! … creo que yo beberé un Jack Daniels … ¿Quieres un Cinzano/Campari? …
—¿Un “Americano”? …
—¡Si quieres te lo preparo como un “Americano”! …
—¡Sí, amor … es fresquito y me gusta! …
Nos fuimos a las tumbonas a gozar de la tarde que se aproximaba, Lucky dormía a pata suelta bajo el limón, se había bebido toda el agua, así que le rellené su escudilla y él se acercó a beber, Mariela sonreía y miraba como servía las necesidades del perro sin decir una palabra, pero se veía que le gustaba que yo estuviera a cargo de él, me senté en mi playera y levanté mi vaso para hacer un brindis.
—¡Por Lucky! …
—¿Por qué por Lucky? …
—Porque es nuestro huésped y debemos darle lo mejor de nosotros … yo creo que a él le hace mucha falta su ama …
—¿Por qué su ama? … ¿No crees que eche de menos a Alfredo también? …
—Porque no es lo mismo … él tiene una intimidad con Jessica … ¿Te recuerdas? …
—¡Ay! Cuanto eres estúpido Giorgio … tú siempre piensas en una sola cosa …
—Porque soy macho y Lucky es un macho … yo lo entiendo … cuando yo estoy lejos de ti … pienso en ti … pienso cuando te acaricio … echo de menos tus tetas … tu conchita gordita y apretada … mi verga está dura las veinticuatro horas del día …
—¡Giorgio tú eres un enfermo! … ¿Cómo vas a pensar solo a esas cosas? … ¿Soy solo eso para ti? … ¡Que básico que eres! …
—¡Por supuesto que no! … Pienso a cuando me mamas … pienso a tu culo … si estoy solo en mi cama comienzo a soñarte y me corro soñando con todas tus exquisitas cositas … y tú tiene tantas … ¡Dios mío, que linda que eres! …
—¡Dios mío! … ¡qué pervertido que eres! …
Mariela se sonreía fingiendo una molestia que no sentía mientras sorbeteaba su bebida, en tanto Lucky se había aproximado a sus pies y volvió a lamer sus extremidades.
—¡Uy! Lucky … ¡compórtate, perro tonto! …
—¿Qué está haciendo nuestro huésped? …
—¡Me está ensuciando los pies con su lengua! … ¡Este perro cochino! … ¡Échate! …
—¡Pero no lo retes! … ¡No hay maldad ni malas intenciones en él! … ¡Déjalo hacer! … ¿Qué sabes tú que es lo que quiere? …
—¡Pero me molesta sentir su lengua! …
—¿Te molesta o la encuentras irresistible? … ¿Te acuerdas de Jessica como gozaba? …
—¡Eres un pervertido! …
—¡No lo soy! … ¡Tienes una vulva fresca y sabrosa … mucho más linda que la de Jessica! … ¡Cómo macho yo te comería tu panochita todos los días! … ¡Además … a ti te gusta … no puedes negarlo! …
—¡Pero éste es un perro! …
—¡Una lengua es una lengua! … ¡Cual es tú miedo! … ¡Podrías probar! … ¿No? …
Mariela se quedó en silencio mientras Lucky continuaba a forzar su hocico entre sus muslos.
—¡Si tienes algún miedo yo te ayudaré!
Le dije mientras me levantaba dejando mi vaso de lado, tomé su vaso y lo apoyé en la mesita del jardín, Mariela me miraba y su respiración ya estaba alterada, Lucky le había subido su faldita a mitad de su muslo, puse mi mano en su pierna y comencé a hacer subir su falda más arriba, yo sabía que estaba sin bragas porque no la había visto vestir ninguna, efectivamente la convergencia pálida de sus muslos estaba desnuda, su conchita no fue visible hasta cuando Lucky le dio un fuerte empellón con su hocico y abrió sus muslos con fuerza, Mariela lanzó un gemido y volvió a apretar sus muslos, pero la lengua de Lucky estaba alcanzando sus labios mayores y forzaba la apertura de su chocho girando su cabeza para obtener una mejor angulación.
—¡Oooohhhh! … ¡Es increíble! …
—¿En serio? … ¿Te gusta? …
Mariela todavía mantenía sus piernas apretadas, pero Lucky instintivamente empujaba su hocico hacia el interno del agujero vaginal, un par de centímetros de esa lengua ya se adentraban en su concha buscando la sabrosa humedad de su vulva, ella trataba de resistirse, pero Lucky ya había saboreado lo que buscaba y nada al mundo lo detendría de saciarse de ese jugo de coño que tanto le apetece, empujaba y empujaba con vigor y ardor, Mariela gemía y gemía cada vez más alto y ya no lo rechazaba, sus quejidos eran ardorosos.
—¿Estás bien? … ¿Te sientes bien? …
—¡Ssiii! … ¡Pero no está bien lo que … oooohhhh … aaaahhhh … no deberíamos hacer esto! …
—¡Relájate y diviértete! … ¡Si lo sientes rico … disfrútalo! …
—¡Pervertido! … ¡oooohhhh! …
Mariela al fin había abierto sus muslos y Lucky se estaba esforzando en beberse todos sus fluidos deliciosos que emanaban copiosamente de su conchita, cada vez que la oscura lengua desaparecía al interno de su vagina, Mariela parecía volverse loquita, ya tenía sus exuberantes pechos en plena libertad y jugaba a apretar y tironear sus pezones rosados emitiendo chillidos de goce con la entera lengua de Lucky en lo profundo de su cuquita.
Las lascivas y lujuriosas sensaciones obnubilaban su razón, estaba totalmente entregada a la conscupiscencia y placer que le brindaba la gomosa lengua de Lucky que había desmoronado todas sus barreras de pudor, estaba totalmente entregada al goce que le procuraba el perro, levantó ligeramente sus piernas y toda la longitud de esa lengua desapareció dentro su pequeño chocho, Mariela se contorsionó y emitió un agudo chillido de placer, abrió sus piernas de par en par y sus muslos comenzaron a tiritar, presagio de un inminente orgasmo, ella agarró la cabeza de Lucky y la apretó contra su ingle follando esa lengua serpentina que la enloquecía.
—¡Oooohhhh! … ¡Aaaahhhh! … ¡Que puta que soy! … ¡Estoy gozando con un perro! … ¡Que puta! … ¡Que puta! … ¡Tú me has pervertido también a mí! … ¡Aaaahhhh! …
Mariela estaba tremando, sus rostro estaba desencajado de loco placer, su espalda encorvada hacia que sus tetas parecieran haber crecido, mi verga estaba a mil, pero yo esperaba que la Lucky la cogiera con su chocho inflamado, enrojecido y encharcado de fluidos, ella estaba azogada y no podía controlar las contracciones espasmódicas de su orgasmo, sus piernas no le obedecían y boqueaba tratando de recuperar su respiración, Lucky hábilmente de había echado un poco para atrás y trataba de montar sus piernas.
—¡Deja que te coja! …
Le bisbisee desde atrás de la tumbona teniendo sus dos tetas en mis manos y pellizcando sus duros pezones.
—¡Abre tus piernas … él te quiere coger! … ¡Quiere tu conchita! … ¡Quiere que le retornes un poco del placer que él te ha dado! … ¡Vamos! … ¡Abre tus piernas para él! … ¡Yo estoy aquí para cuidarte! … ¡Déjalo que te coja! …
increíblemente ella abrió sus piernas, su conchita estaba a la altura justa con la pija de Lucky que estaba con sus zampas delanteras sobre la playera, rápidamente me fui a ayudarlo a follar a mi mujercita, agarré su pene que no estaba del todo afuera, solo unos cinco o seis centímetros asomaban de la funda peluda, apenas sintió el calor y la humedad del chocho de ella, Lucky dio un par de saltitos hacia adelante y le clavo con fuerza su azulina pija en la conchita de ella, Mariela dio un grito y aferró al animal con sus brazos, lo estaba tironeando dentro de ella con gemidos y bramidos desesperados.
—¡Aaarrrggghhh! … ¡Aaarrrggghhh! … ¡Oooohhhh! … ¡Aaaahhhh! … ¡Aaaahhhh! …
Me agaché a ver como la verga del pastor entraba en ella y una bola entre blanquizca y rosada también se había deslizado dentro el chocho de Mariela, debo decir que su pene en mucho más grande que el mío y esa pala redundaba en abundancia de pija, Mariela lo mantenía aferrado con brazos y piernas y casi se colgaba del animal que la follada a una velocidad demencial, pero ese frenesí duro solo un par de minutos, Lucky pareció calmarse, jadeaba con la mitad de su lengua afuera y puedo decir que su expresión era la del macho en poseso de su perra, su polla totalmente perdida dentro la conchita de mi esposa, se veía como una delgada y rojiza extensión de su pene salía del interior de su vagina.
Acomodé mi tumbona para continuar viendo a Mariela que no habría sus ojos, estaba como en un trance, aferraba al animal y movía su pelvis cogiendo con la enorme verga de Lucky, me senté y me desahogué meneando mi polla que explotó en un par de minutos, toda mi lefa voló por los aires con tal fuerza que una estría de semen cayo en el hombro de Mariela, al fin ella abrió sus ojos y me miró con una mirada de ensueño, su vientre estaba hundido, bajo sus manos hacia las ancas del animal y comenzó a follar con él más rápido.
—¡Aaarrrggghhh! … ¡Uuuuhhhh! … ¡Ssssiiii! … ¡Que rico me está dando su lechita! … ¡Uy! … ¡Ssssiiii! … ¡Me está llenando todita! … ¡Que rrricooo! … ¡Que rrricooo! … ¡Aaaahhhh! …
Mariela había enloquecido, tironeaba del perro y lo follaba con todo su cuerpo, Lucky emitía unos ligeros y agudos chillidos sintiendo los músculos de mi esposa que ordeñaban con fuerza su pene, tal y como lo hace conmigo, las manos de Mariela cubrían sus ojos casi a no querer ver que estaba empalada en la pija de Lucky y gozaba como perra en celo, su boca se abría y cerraba emitiendo gemidos y quejidos guturales, con algunos bramidos animalescos, sollozaba y reía, todo al mismo tiempo, a ella le gustaba mucho el sexo, pero siempre fue bien reservada y pudorosa para hacer cosas en la cama, ahora había un desenfreno total, muy diferente de su naturaleza habitual, continuaba a apretar al perro contra su cuerpo, Lucky se había corrido y permanecía impertérrito con su verga dentro de Mariela, ella también había alcanzado su clímax y jadeaba afanosamente sin soltar al perro, su cuerpo todavía se estremecía y gritaba cada vez que el perro se movía dentro de ella.
Lentamente Mariela comenzó a relajarse y la verga de Lucky salió expulsada de su chocho, se acomodó un poco mejor en la tumbona y con su remera trato de impedir que el copioso torrente que escapaba de su vagina, se extendiera ensuciando la playera, delicadamente hice a un lado a Lucky y me senté frente a mi esposa que yacía exhausta y casi sin aliento.
—¡Ay!, amor … fue magnifico … te veías tan linda cogiendo con Lucky … hicieron que me corriera dos veces solo con el espectáculo … ¿Qué te pareció a ti? … ¿Te gustó? …
Mariela no contestaba, todavía cubría sus ojos con sus manos, pero el blancor de sus labios, lucían límpidos mostrando una amplia sonrisa.
—¡Dime, amorcito! … ¿Te gustó? …
—¡Ay!, tesoro … los mejores orgasmos de mi vida los he experimentado hoy con Lucky … jamás pensé que me podría involucrar con un perro … pero recréeme, los perros son los perfectos amantes para cualquier mujer … su polla esta hecha para la vagina humana … para estimularla y hacerla que se corra en modo bestial … ¡Me gusto! … ¡Me encantó! … ¡Quiero volver a hacerlo todas las veces que sea posible! …
—¡Amorcito, quiero cogerte ahora! …
—¡Tesoro … dame un poquito de tiempo para recuperarme! …
Mi verga estaba dura que casi me dolía, entonces miré a Lucky y me pegué una palmaditas en mis piernas, el perro se levantó y vino hacia mí, me di dos palmaditas cerca de mi pene y el perro se acercó a olfatear y luego me dio un par de lengüetazos a mi polla, Mariela estaba siguiendo toda la situación con una cara de estupefacción, Lucky enrollo su lengua en mi pija un par de veces y comenzó a lamerme el nabo de arriba abajo, me acerqué al chocho de ella y metí mis dedos en su sexo extrayendo el máximo de fluidos, los que espalmé sobre mi verga, luego me eché para atrás a observar como Lucky trabajaba mi miembro hasta hacerme explotar en su hocico.
—¡Pervertido cabrón! …
Dijo Mariela mirando incrédula como Lucky se bebía toda mi lechita y recorría mi pene que continuaba a emitir flujo de semen.
—¡Ven! … ¡Siéntate en mi polla! …
Mariela un poco escéptica se levantó y metiéndose mi pene en su chocho, me montó a horcajadas, mi miembro no estaba flácido, así que comencé a follarla lentamente, ella se abrazo a mi gimiendo, puse mis manos en sus nalgas y abrí su culito, Lucky se ubicó debajo de ella y empezó a lamer el agujero de su ano y mis bolas al mismo tiempo, se apretó a mi gimiendo y susurrando:
—¡Eres un jodido cabrón pervertido! … ¡Aaaahhhh! …
—¿Te gusta? …
—¡Oh! … se siente tan rriiiicooo y caliente …
—¡Lo sé, amor! … ¡Sí qué lo sé! …
Le dije mordiéndole sus lóbulos rojizos, ella se apretó más contra mi pecho como para hacerme sentir sus poderosas tetas, Lucky golpeaba sus nalgas con su nariz tratando de penetrar su pequeñísimo ano, Mariela gemía y movía sus caderas provocándome gran placer, de pronto se detuvo:
—¡Quiero ver cómo se corre! …
Me dijo casi en un susurro, con una vocecita de niña mala y curiosa, se desmontó de mi y se fue directo a tomar la polla de Lucky que estaba totalmente escondida en su funda, me levanté mirándola como sus ojos resplandecían esperando ver aparecer en toda majestuosidad la enorme verga de Lucky:
—¡Necesito beber algo! …
Dije lamiendo mis labios resecos, ella me miró y se giró como para ir a la casa:
—¡Yo necesito ir al baño … tú te quedas y me lo preparas … yo te traeré de beber! …
Dijo y se marchó sin esperar una respuesta, así que me dejó a pajear a nuestro huésped, no es que me disgustara, pero habría preferido que ella nos pajeara a mí y a él, después de varios minutos apareció mi esposa con sendas bebidas y se había puesto un vestidito de esos antiguos que ya no le quedaban tan bien, era más bien estrecho y corto, pero su look era estupendo, se veía muy sexy por decir lo menos, en tanto yo pajeaba a Lucky y su verga estaba casi toda fuera de su vaina.
—¡Eres el hombre más sexy del mundo con esa enorme polla en la mano! …
Me dijo mi esposa sonriendo y tendiéndome un fresco vaso de campari soda, ella bebía lo mismo:
—¿Sí? … ¡Y yo quisiera ver porque tú la quieres tan durita! …
—¡Quiero ver cómo se corre … quiero ver salir su lechita! …
—¡Sí! … ¿Eso es lo que quieres? … ¿Por qué no te sientas … te tocas el coño … restriegas tu clítoris y yo masturbo a Lucky para que te salpique en tu conchita mientras tú te corres? …
—¡Eres un sucio pervertido! …
Dijo Mariela sentándose en su tumbona, se arremangó su vestidito, tal como pensaba estaba sin bragas, separó su muslos y comenzó a acariciar su botoncito enardecidamente, yo hice que Lucky subiera sus dos zampas a la playera y continue a masajear su rojizo miembro, gotas de semen comenzaron a bañar los muslos de mi esposa, ella frotaba su concha con todos sus dedos cual si fuese un mandolino tocando todas sus cuerdas al mismo tiempo, se había colocado casi debajo de Lucky y la lefa comenzó a formar una laguna en su vientre y ombligo, los chorros de semen del perro escurrían por sus glúteos, su pelvis y los costados de su vientre, Mariela bajó la parte superior de su vestido liberando sus tetas y comenzó a espalmar esperma sobre ellas dejándolas esponjosas y brillantes. Justo cuando chorros de semen comenzaron a bañarla por completo, ella exhalo un suspiro quejumbroso y luego se estremeció de pies a cabeza, gritó y chilló corriéndose junto a Lucky, yo no resistía otro segundo ante tanta estimulación, corrí al perro y me paré a horcajadas sobre la tumbona y le metí mi verga en la boca a Mariela, ella rápidamente se tragó mi polla y follando su boca le acabé dentro en menos de treinta segundos, mi bella mujercita agradeció tragándose todo.
—¡Umpf! … ¡Urgh! … ¡Slurp! … ¡Que pervertido que eres! …
—¡Y tú eres la más linda de todas! … ¡Pídeme lo que quieras! … ¡En estos momentos me tienes en tus manos! … ¡Todo lo que quieras te lo concederé! …
—¿Qué dices de un perro? …
—¿Un perro? … ¿Qué dices de un chihuahua? …
—¡Eres un cabrón! … ¡Quiero un perro grande! … ¡Tiene que ser grande! … ¡Grande! … ¡Grande! …
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