Una primera vez ...
por
Juan Alberto
género
zoophilia
¡Hola!, soy Jasmine, nací en un pequeño pueblo llamado Colina, a unos veinticinco kilómetros de Santiago de Chile, en la época que sucedieron estos hechos, yo cursaba segundo medio, ya no era tan niña, no tenía idea de internet y mi experiencia sexual era mínima. Si bien había ya probado el sabor del sexo, no había logrado disfrutarlo en plenitud, aún no tenía una pareja fija y por ningún motivo me iba a entregar al primer bribón que se cruzara en mi camino, por lo que mi desahogo era mayormente a través de la masturbación.
Vivía con mis padres en una granja de propiedad de papá, teníamos un perro mestizo, mezcla de Pastor Alemán y Rottweiller, Jacky era su nombre, un perro enorme de pelaje cortito. Una tarde de verano estando sentada en el patio, Jacky se me acercó y me lamió la mano, le di unas suaves palmadas y rasqué su cabeza, luego apoyo su cabeza en mis rodillas y de tanto en tanto me daba una lamida con su lengua.
Estaba preocupada de prepararme para los exámenes de fin de año, absorta en estudios de química tratando de memorizar los diferentes elementos, no me percaté que Jacky continuaba a lamer mi pierna, luego mi muslo, hasta cuando di un salto tremendo al sentir su lengua sobre mis bragas. Sentí su lengua caliente, mis ojos se pusieron brillosos y algo se encendió en mí, me dieron ganas de tener sexo, pero estaba cansada de masturbarme y satisfacerme por mi misma, me pregunté i esa lengua podría darme algún desahogo.
¿Sería capaz Jacky de usar esa lengua en mí? Miré para todos lados, mamá había salido a comprar y papá estaba sobre el tractor casi al fondo de la propiedad, estaba arando la tierra y recogiendo piedras. Abrí mis piernas y él volvió a lamer mi coño por sobre mis bragas, rápidamente mis calzones se humedecieron. Si lamía mis bragas es porque le atrae mi olor, pensé. Debería poder lamerme el coño también, así que con mis dedos corrí un poco la húmeda tela que cubría mi rajita vaginal y Jacky enterró su hocico sobre mi panocha y me hizo retorcerme en la silla y apretar mis muslos.
Volví a acomodarme en la silla con mucha cautela, pues tenía miedo de que pudiera aparecer alguien de mi familia, abrí mis piernas y la lengua de Jacky toco mis labios empapados:
—¡Urgh! … ¡Uuuummmmhhhhh! … ¡Ooohhh!, Jacky … ¿Qué me haces? …
Susurré entre dientes, no podía quedarme ahí a la intemperie y con el riesgo de que alguien pudiese verme, decidí llevármelo al granero, ordené mis cuadernos y me encaminé hacía la estructura, Jacky me seguía de cerca e intentaba meter su nariz bajo mi faldita.
Encontré un taburete, me quité las bragas y Jacky vino inmediatamente entre mis piernas, acaricié su cabeza y él empujó su lengua dentro de mi coño sabroso, su lengua potente penetró mi chocho. ¡Oh sí!, esto es lo que soñaba, algo que llenara mi conchita y la lengua gruesa y resbaladiza de Jacky comenzó a comerme el coño en modo magistral:
—¡Oooohhhh! … Jacky … eres formidable …
Abrí mis piernas el máximo que podía entregándole mi conchita a él y a su lengua avasalladora, con mis dedos separé un poco más mis rosados labios y comencé a retorcerme de placer, pequeñas convulsiones me hacían saltar, de repente mis piernas comenzaron a temblar en modo incontrolable, todo mi cuerpo parecía responder a las caricias de esa lengua que serpenteaba dentro de mí. Con una mano aferré su cabeza y la empuje contra mi ingle y con la otra me tapé la boca para no gritar, me sacudí en espasmódicas oleadas orgásmicas que me estremecieron de la cabeza hasta los pies.
Necesité varios minutos para darme cuenta de lo que había hecho, mi vagina llena de baba de perro estaba ahí para confirmar mi “pecado”. Varios días después todavía me preguntaba cómo era posible que hubiese permitido a un perro hacerme gozar de ese modo tan animalesco. Me avergoncé y me sentí culpable de toda la situación. Jacky hizo lo que yo le permití de hacerme, él no podía discernir sobre lo acaecido, él no podía pensar, él actuó en su modo animal, encontró sabroso mi sexo y me lamio hasta el paroxismo de mi cuerpo, jamás nada me había hecho correrme así en mi corta vida. Anduve con sentimientos encontrados por casi tres semanas, entonces comencé a ovular y mí vagina se puso en llamas, ahora mis dedos no me bastaban, me corría, pero sin tener esa sensación de agonía orgásmica donde creía morir de placer, había solo un ser que podría hacerme sentir así otra vez, Jacky.
¿Dónde estará ese perro maricón? Comencé a buscarlo, le llamé varias veces y no me respondió, entonces lo divisé al final de los surcos recién arados por papá persiguiendo unos cuervos y zorzales que se alimentaban de los bichos que salían de la tierra recién arada. Me fui a la esquina del granero y lo silbé como me había enseñado papá, enseguida me vio y comenzó a correr hacia mí. Entre al granero, desde ahí podía sentir el ruido del motor del tractor, Jacky entró corriendo, me fui al fondo y en unos fardos de alfalfa me senté, pero antes me quité mis bragas celestes de Hello Kitty, inmediatamente Jacky comenzó a dar de lengüetazos a mi labia vaginal:
—¡Espera perro tonto! … ¡Espera que me acomodo! …
Increíblemente pareció entenderme, porque se detuvo y me miraba impaciente:
—Te gusta mi panocha, ¿verdad? … pues a mi me gusta tú lengua … ven … ahora sí … comete mi conchita …
Jacky me hizo una reverencia como todo un caballero, movía su cola como loco y se abalanzo contra mi cuquita, inmediatamente me hizo encorvar la espalda:
—¡Mmmmmm! …. ¡Sì cariño! … dale a mami una bella lamida … comete mi coño ardiente … cómeme …
Él se agazapó y comenzó a comerme desde abajo, lo que involucraba al pequeño orificio rugoso de mi culo, jamás nadie me había lamido allí, levanté mis piernas en el aire y dejé que se comiera mi culo, se sentía demasiado rico como para rehusar ese placer, luego apoyé mis tobillos en el fardo y me quedé con mis piernas abiertas y él penetró mi vagina, innumerables veces su lengua se adentró en mi concha como una pequeña culebra que buscaba una guarida en el fondo de mi chocho. No pude evitar de pellizcar mis pezones hasta que se endurecieron y servían para tironear mis tetas hacia arriba, amasaba, sobajeaba y tironeaba de ellas lanzando gemidos y sintiendo un placer inenarrable.
Desde ese día me hice adicta a su lengua y me llevaba a Jacky al granero todas las veces que podía y sin correr riesgo de que alguien me sorprendiera. Pero quería más, a pesar de todos mis miedos, quería probar a copular con él.
Pasaron semanas y no encontraba el momento justo, hasta que llego el día de la fiesta nacional, el 18 de septiembre. Mis padres habían sido invitados a una granja cercana a celebrar las fiestas patrias, yo me fingí enferma y me quedé en casa. Generalmente se festeja el dieciocho y el diecinueve, son dos días en que se come, se bebe y se baila, así que por lo menos contaba con una noche toda para mí y, bueno también para Jacky.
Papá preparó las cosas a llevar y mamá vino a verme y a despedirse, yo la tranquilicé diciéndole que había comenzado a sentirme un poco mejor, luego sentí que cerraron la puerta y sentí el motor del tractor cuando comenzó a alejarse, inmediatamente me fui a buscar a Jacky.
No sabía por donde empezar, así que le dejé que empezara por lamer mi vagina, muy luego me tenía al borde de un orgasmo, entonces le detuve e hice como con mi novio, empecé a acariciar su abdomen y a masturbarlo. Él no estaba adiestrado para follar a una perrita humana, pero mis caricias lograron el propósito y muy pronto me encontré en mano un pene camino formidable, cercano a unos veinte centímetros y grueso poco menos que mi muñeca. Se veía intimidante y a su vez eróticamente invitante, sin duda contribuyó a que mí panocha emanara fluidos a torrentes:
—¡Que gran verga tienes, cariño! … La quiero en mí, tesorito … ven … ven y fóllame … ven …
Estaba totalmente desnuda y veía que él giraba en torno a mí, pero no intentaba montarme, solo me olfateaba una y otra vez. Me puse nerviosa pero no me rendí, tuve que reaccionar activamente, me senté en mi cama y tomando sus patas delanteras me eché para atrás tirándolo conmigo, así pude sentir finalmente su verga en la hendedura de mi coño. Él intentaba liberarse y volver a olfatear y lamer mi chocho, pero yo quería que me follara y ya. Pero mi deseo era tan fuerte que tomé su pene casi con un poco de desesperación y lo acompañé a mi conchita.
Me quemó, sentí la temperatura caliente de su pija a la entrada de mi panocha, luego grité y chillé cuando sentí que Jacky reaccionaba violentamente y me hundía su ariete puntiagudo en mí chocho, sus empujones eran violentos y a cada golpe más de su pene se adentraba en mi vagina. Me asusté mucho, el peso del animal y su fuerza me superaban fácilmente, ahora estaba con mi piernas abiertas recostada de espalda y Jacky que me cogía furiosamente. Traté de empujarlo, pero era muy pesado para mí, entonces me concentré en lo que yo quería y finalmente había encontrado, su pene.
Él ahora entendía que tenía su verga dentro un coño cálido y húmedo y su función de macho era follarlo y llenarlo de sus semillas. El agudo dolor del principio comenzó a transmutarse en algo agradable, su pene entraba y a ratos salía de mi panocha. Durante algunos minutos grité, luego llegó el placer y la dicha tan esperados. Jamás nadie me había llevado a un orgasmo como lo estaba haciendo Jacky, imposible comparar con cualquier sensación precedente, me cogió tan rico, tan activo, tan impetuoso que simplemente no podría describirlo, pero había una sorpresa.
Mis inflamados labios comenzaron a ser ensanchados, forzados a abrirse, empujados de lado, algo descomunal se presentaba a la entrada de mi panocha. ¿Qué puede ser eso? ¿Estará tratando de meterme sus cojones dentro de mí? ¿Qué esa cosa gruesa? Grité como una loca cuando algo redondo y caliente resbaló dentro de mí, me inflaba, se inflaba, dentro de mi barriguita crecía y se hinchaba. Aterrorizada por lo que estaba penetrándome, me inmovilicé y esperé, así como entró, así debe salir, pensé.
Él continuaba a empujar su pija más y más profundo en mí, entonces como que se puso más lento y se estremeció, lo sentí temblar y lanzo unos gemidos y gruñidos, a su vez que vertía un liquido caliente dentro de mí, me golpeó un orgasmo espontaneo que no pude reprimir, temblé toda y ya no lo empuje más, sino que envolví mis piernas alrededor de él y me abracé a él. Sí él quería una perrita para impregnarla con su esperma canino, yo me encontraba dispuesta y, sentí su pelaje en mis tetas, sentí ese cosquilleo en mi piel, y emití unos bramidos estremeciéndome lujuriosamente y succionando su pene con mis músculos vaginales, quería toda su lechita tibia en mí, éramos dos animales copulando salvajemente.
Esto es mucho mejor que leer o ver un video de un perro haciéndolo con una chica. Ahora esa chica era yo y me subyugaba estar ensartada en tamaña pija, dominada totalmente por mi macho. Entregada a él y a su pene que rellenaba mis entrañas con esperma canino. De seguro esto no iba a terminar solo en esta follada. Me quedé tranquila, a pesar de que él trataba ahora de bajarse, pero estábamos pegados y no lo podía dejar ir sin que me lastimara o peor, que él se lastimara. Gracias a mis caricias y palabras logré que él se apaciguara y de tanto en tanto repetía sus movimientos de follarme y me convulsionaba en olas de placer. Lo tuve abrazado por cerca de veinte minutos, hasta que, con un sonoro ruido, su pene salió expulsado de mi panocha dejando un gran vacío y un torrente de fluidos escurriendo de mi sexo a mi cama y al choapino a los pies de la cama. Me enderecé y no podía creer que una verga de ese tamaño hubiese penetrado mi frágil cuerpo sin dañarme, era enorme y de movía de lado a lado desafiante. Jacky se echó a un costado de mi cama y comenzó a lamer su propia asta rojiza.
Me sentía exhausta, pero mi cuerpo se había sosegado, lamí mis labios mirando la enrojecida verga de Jacky, pensé a su sabor, su consistencia, pero no me atreví a mamarlo, quizás una próxima, porque no me cabe la menor duda de que volveré a por ella y a esas sensaciones abrumadoras que sosiegan mi ímpetu sexual.
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Los comentarios vuestros son un incentivo para seguir contando historias y relatos, vuestra opinión es siempre invaluable, negativa o positiva, es valiosa y relevante, todo nos ayuda a crecer como escritores y narradores de hechos vividos o imaginados, comenten y voten, por favor.
luisa_luisa4634@yahoo.com
Vivía con mis padres en una granja de propiedad de papá, teníamos un perro mestizo, mezcla de Pastor Alemán y Rottweiller, Jacky era su nombre, un perro enorme de pelaje cortito. Una tarde de verano estando sentada en el patio, Jacky se me acercó y me lamió la mano, le di unas suaves palmadas y rasqué su cabeza, luego apoyo su cabeza en mis rodillas y de tanto en tanto me daba una lamida con su lengua.
Estaba preocupada de prepararme para los exámenes de fin de año, absorta en estudios de química tratando de memorizar los diferentes elementos, no me percaté que Jacky continuaba a lamer mi pierna, luego mi muslo, hasta cuando di un salto tremendo al sentir su lengua sobre mis bragas. Sentí su lengua caliente, mis ojos se pusieron brillosos y algo se encendió en mí, me dieron ganas de tener sexo, pero estaba cansada de masturbarme y satisfacerme por mi misma, me pregunté i esa lengua podría darme algún desahogo.
¿Sería capaz Jacky de usar esa lengua en mí? Miré para todos lados, mamá había salido a comprar y papá estaba sobre el tractor casi al fondo de la propiedad, estaba arando la tierra y recogiendo piedras. Abrí mis piernas y él volvió a lamer mi coño por sobre mis bragas, rápidamente mis calzones se humedecieron. Si lamía mis bragas es porque le atrae mi olor, pensé. Debería poder lamerme el coño también, así que con mis dedos corrí un poco la húmeda tela que cubría mi rajita vaginal y Jacky enterró su hocico sobre mi panocha y me hizo retorcerme en la silla y apretar mis muslos.
Volví a acomodarme en la silla con mucha cautela, pues tenía miedo de que pudiera aparecer alguien de mi familia, abrí mis piernas y la lengua de Jacky toco mis labios empapados:
—¡Urgh! … ¡Uuuummmmhhhhh! … ¡Ooohhh!, Jacky … ¿Qué me haces? …
Susurré entre dientes, no podía quedarme ahí a la intemperie y con el riesgo de que alguien pudiese verme, decidí llevármelo al granero, ordené mis cuadernos y me encaminé hacía la estructura, Jacky me seguía de cerca e intentaba meter su nariz bajo mi faldita.
Encontré un taburete, me quité las bragas y Jacky vino inmediatamente entre mis piernas, acaricié su cabeza y él empujó su lengua dentro de mi coño sabroso, su lengua potente penetró mi chocho. ¡Oh sí!, esto es lo que soñaba, algo que llenara mi conchita y la lengua gruesa y resbaladiza de Jacky comenzó a comerme el coño en modo magistral:
—¡Oooohhhh! … Jacky … eres formidable …
Abrí mis piernas el máximo que podía entregándole mi conchita a él y a su lengua avasalladora, con mis dedos separé un poco más mis rosados labios y comencé a retorcerme de placer, pequeñas convulsiones me hacían saltar, de repente mis piernas comenzaron a temblar en modo incontrolable, todo mi cuerpo parecía responder a las caricias de esa lengua que serpenteaba dentro de mí. Con una mano aferré su cabeza y la empuje contra mi ingle y con la otra me tapé la boca para no gritar, me sacudí en espasmódicas oleadas orgásmicas que me estremecieron de la cabeza hasta los pies.
Necesité varios minutos para darme cuenta de lo que había hecho, mi vagina llena de baba de perro estaba ahí para confirmar mi “pecado”. Varios días después todavía me preguntaba cómo era posible que hubiese permitido a un perro hacerme gozar de ese modo tan animalesco. Me avergoncé y me sentí culpable de toda la situación. Jacky hizo lo que yo le permití de hacerme, él no podía discernir sobre lo acaecido, él no podía pensar, él actuó en su modo animal, encontró sabroso mi sexo y me lamio hasta el paroxismo de mi cuerpo, jamás nada me había hecho correrme así en mi corta vida. Anduve con sentimientos encontrados por casi tres semanas, entonces comencé a ovular y mí vagina se puso en llamas, ahora mis dedos no me bastaban, me corría, pero sin tener esa sensación de agonía orgásmica donde creía morir de placer, había solo un ser que podría hacerme sentir así otra vez, Jacky.
¿Dónde estará ese perro maricón? Comencé a buscarlo, le llamé varias veces y no me respondió, entonces lo divisé al final de los surcos recién arados por papá persiguiendo unos cuervos y zorzales que se alimentaban de los bichos que salían de la tierra recién arada. Me fui a la esquina del granero y lo silbé como me había enseñado papá, enseguida me vio y comenzó a correr hacia mí. Entre al granero, desde ahí podía sentir el ruido del motor del tractor, Jacky entró corriendo, me fui al fondo y en unos fardos de alfalfa me senté, pero antes me quité mis bragas celestes de Hello Kitty, inmediatamente Jacky comenzó a dar de lengüetazos a mi labia vaginal:
—¡Espera perro tonto! … ¡Espera que me acomodo! …
Increíblemente pareció entenderme, porque se detuvo y me miraba impaciente:
—Te gusta mi panocha, ¿verdad? … pues a mi me gusta tú lengua … ven … ahora sí … comete mi conchita …
Jacky me hizo una reverencia como todo un caballero, movía su cola como loco y se abalanzo contra mi cuquita, inmediatamente me hizo encorvar la espalda:
—¡Mmmmmm! …. ¡Sì cariño! … dale a mami una bella lamida … comete mi coño ardiente … cómeme …
Él se agazapó y comenzó a comerme desde abajo, lo que involucraba al pequeño orificio rugoso de mi culo, jamás nadie me había lamido allí, levanté mis piernas en el aire y dejé que se comiera mi culo, se sentía demasiado rico como para rehusar ese placer, luego apoyé mis tobillos en el fardo y me quedé con mis piernas abiertas y él penetró mi vagina, innumerables veces su lengua se adentró en mi concha como una pequeña culebra que buscaba una guarida en el fondo de mi chocho. No pude evitar de pellizcar mis pezones hasta que se endurecieron y servían para tironear mis tetas hacia arriba, amasaba, sobajeaba y tironeaba de ellas lanzando gemidos y sintiendo un placer inenarrable.
Desde ese día me hice adicta a su lengua y me llevaba a Jacky al granero todas las veces que podía y sin correr riesgo de que alguien me sorprendiera. Pero quería más, a pesar de todos mis miedos, quería probar a copular con él.
Pasaron semanas y no encontraba el momento justo, hasta que llego el día de la fiesta nacional, el 18 de septiembre. Mis padres habían sido invitados a una granja cercana a celebrar las fiestas patrias, yo me fingí enferma y me quedé en casa. Generalmente se festeja el dieciocho y el diecinueve, son dos días en que se come, se bebe y se baila, así que por lo menos contaba con una noche toda para mí y, bueno también para Jacky.
Papá preparó las cosas a llevar y mamá vino a verme y a despedirse, yo la tranquilicé diciéndole que había comenzado a sentirme un poco mejor, luego sentí que cerraron la puerta y sentí el motor del tractor cuando comenzó a alejarse, inmediatamente me fui a buscar a Jacky.
No sabía por donde empezar, así que le dejé que empezara por lamer mi vagina, muy luego me tenía al borde de un orgasmo, entonces le detuve e hice como con mi novio, empecé a acariciar su abdomen y a masturbarlo. Él no estaba adiestrado para follar a una perrita humana, pero mis caricias lograron el propósito y muy pronto me encontré en mano un pene camino formidable, cercano a unos veinte centímetros y grueso poco menos que mi muñeca. Se veía intimidante y a su vez eróticamente invitante, sin duda contribuyó a que mí panocha emanara fluidos a torrentes:
—¡Que gran verga tienes, cariño! … La quiero en mí, tesorito … ven … ven y fóllame … ven …
Estaba totalmente desnuda y veía que él giraba en torno a mí, pero no intentaba montarme, solo me olfateaba una y otra vez. Me puse nerviosa pero no me rendí, tuve que reaccionar activamente, me senté en mi cama y tomando sus patas delanteras me eché para atrás tirándolo conmigo, así pude sentir finalmente su verga en la hendedura de mi coño. Él intentaba liberarse y volver a olfatear y lamer mi chocho, pero yo quería que me follara y ya. Pero mi deseo era tan fuerte que tomé su pene casi con un poco de desesperación y lo acompañé a mi conchita.
Me quemó, sentí la temperatura caliente de su pija a la entrada de mi panocha, luego grité y chillé cuando sentí que Jacky reaccionaba violentamente y me hundía su ariete puntiagudo en mí chocho, sus empujones eran violentos y a cada golpe más de su pene se adentraba en mi vagina. Me asusté mucho, el peso del animal y su fuerza me superaban fácilmente, ahora estaba con mi piernas abiertas recostada de espalda y Jacky que me cogía furiosamente. Traté de empujarlo, pero era muy pesado para mí, entonces me concentré en lo que yo quería y finalmente había encontrado, su pene.
Él ahora entendía que tenía su verga dentro un coño cálido y húmedo y su función de macho era follarlo y llenarlo de sus semillas. El agudo dolor del principio comenzó a transmutarse en algo agradable, su pene entraba y a ratos salía de mi panocha. Durante algunos minutos grité, luego llegó el placer y la dicha tan esperados. Jamás nadie me había llevado a un orgasmo como lo estaba haciendo Jacky, imposible comparar con cualquier sensación precedente, me cogió tan rico, tan activo, tan impetuoso que simplemente no podría describirlo, pero había una sorpresa.
Mis inflamados labios comenzaron a ser ensanchados, forzados a abrirse, empujados de lado, algo descomunal se presentaba a la entrada de mi panocha. ¿Qué puede ser eso? ¿Estará tratando de meterme sus cojones dentro de mí? ¿Qué esa cosa gruesa? Grité como una loca cuando algo redondo y caliente resbaló dentro de mí, me inflaba, se inflaba, dentro de mi barriguita crecía y se hinchaba. Aterrorizada por lo que estaba penetrándome, me inmovilicé y esperé, así como entró, así debe salir, pensé.
Él continuaba a empujar su pija más y más profundo en mí, entonces como que se puso más lento y se estremeció, lo sentí temblar y lanzo unos gemidos y gruñidos, a su vez que vertía un liquido caliente dentro de mí, me golpeó un orgasmo espontaneo que no pude reprimir, temblé toda y ya no lo empuje más, sino que envolví mis piernas alrededor de él y me abracé a él. Sí él quería una perrita para impregnarla con su esperma canino, yo me encontraba dispuesta y, sentí su pelaje en mis tetas, sentí ese cosquilleo en mi piel, y emití unos bramidos estremeciéndome lujuriosamente y succionando su pene con mis músculos vaginales, quería toda su lechita tibia en mí, éramos dos animales copulando salvajemente.
Esto es mucho mejor que leer o ver un video de un perro haciéndolo con una chica. Ahora esa chica era yo y me subyugaba estar ensartada en tamaña pija, dominada totalmente por mi macho. Entregada a él y a su pene que rellenaba mis entrañas con esperma canino. De seguro esto no iba a terminar solo en esta follada. Me quedé tranquila, a pesar de que él trataba ahora de bajarse, pero estábamos pegados y no lo podía dejar ir sin que me lastimara o peor, que él se lastimara. Gracias a mis caricias y palabras logré que él se apaciguara y de tanto en tanto repetía sus movimientos de follarme y me convulsionaba en olas de placer. Lo tuve abrazado por cerca de veinte minutos, hasta que, con un sonoro ruido, su pene salió expulsado de mi panocha dejando un gran vacío y un torrente de fluidos escurriendo de mi sexo a mi cama y al choapino a los pies de la cama. Me enderecé y no podía creer que una verga de ese tamaño hubiese penetrado mi frágil cuerpo sin dañarme, era enorme y de movía de lado a lado desafiante. Jacky se echó a un costado de mi cama y comenzó a lamer su propia asta rojiza.
Me sentía exhausta, pero mi cuerpo se había sosegado, lamí mis labios mirando la enrojecida verga de Jacky, pensé a su sabor, su consistencia, pero no me atreví a mamarlo, quizás una próxima, porque no me cabe la menor duda de que volveré a por ella y a esas sensaciones abrumadoras que sosiegan mi ímpetu sexual.
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Los comentarios vuestros son un incentivo para seguir contando historias y relatos, vuestra opinión es siempre invaluable, negativa o positiva, es valiosa y relevante, todo nos ayuda a crecer como escritores y narradores de hechos vividos o imaginados, comenten y voten, por favor.
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