Una pequeña historia.
por
Juan Alberto
género
traiciones
Conduje en silencio prestando atención al trafico y no mucho a las luces nocturnas de la ciudad. Mi esposa estaba a mi lado y también miraba el camino en silencio. Más de una vez la observé sonriendo con satisfacción, era como una mueca que venía y desaparecía de su rostro. Me intrigaba su actitud, todo me parecía en orden, pero no dejaba de preguntarme ¿Qué estará pensando? ¿De que cosa se sonríe? Entonces me recordé del dicho “Quién a solas sonríe, de sus maldades se recuerda” ¿De qué maldades se estará recordando?
Estábamos regresando de la fiesta de matrimonio de uno de sus compañeros de trabajo, para ser honesto, yo no quería asistir, pero ella insistió tanto que terminé aceptando acompañarla. No conocía a nadie allí, por lo que me dediqué a interpretar mi rol de feliz esposo acompañante. Sin embargo, su actitud me tenía reflexionando sobre algún hecho sucedido durante la aburrida fiesta.
Todo comenzó desde que llegamos. Me di cuenta de que un muchacho le rondaba e intentaba comunicarse y estar cerca de ella en forma constante. Al principio no le di importancia, son compañeros de trabajo, quizás estén habituados a relacionarse de ese modo, ¿Para qué preocuparme innecesariamente? Debido a que prácticamente no conocía a nadie, me senté de aparte a beber una bebida analcohólica, necesitaba conducir luego.
La música estaba tan alta que era imposible conversar con las esposas de otros de sus compañeros que parecían tan aburridas como yo. Ocioso desde las penumbras, yo miraba a las parejas que bailaban en la pista de baile, entre ellos estaba mi esposa Marlene y otra ves ese tipo que le iba detrás. El bastardo comenzó a parecerme familiar y quise saber ¿Quién era ese tipo?
Me levanté para ir al baño y estirar un poco las piernas, al regreso me acerqué a mi esposa que charlaba con este tipejo qué, apenas me vio se esfumó en medio a la gente. No me molestó para nada, conozco y confío en mi mujer, pero algo indescriptible y apenas perceptible en su actitud, me produjo una sensación de malestar, ¿Celos?
Mi mujer es hermosamente llamativa con sus cabellos rubios en rizos que le cuelgan sobre la frente de su angelical rostro, alta 1,75 con 65 kilos, unos pechos que no pasan inobservados, su estrecha cintura con amplias caderas y unas piernas larguísimas, estoy acostumbrado a que la miren, pero nadie se acerca cuando estamos juntos. Con una cierta indiferencia pregunté:
—¿Quién es ese chico? …
—¡Oh!, ese es Alberto … te lo presenté cuando llegamos …
Me respondió Marlene con su rostro puro, inmaculado e inocente.
—¿Le conociste aquí en el trabajo? …
—¿Ah? … ¿A quién? … ¿a Alberto? …
Noté que ella de inmediato se dio cuenta de que me interesaba ese chico en particular, calmada y casualmente miró hacia la pista de baile:
—Éramos compañeros a la universidad …
—¿Compañeros? … o mucho más que eso …
—No … Alberto era el novio de la chica que compartía el departamento de estudiantes conmigo, Loredana … y yo, bueno … era amiga de los dos …
Loredana era una amiga de mi esposa con la cual compartió un departamento en sus días de estudiantes universitarios. Después de graduarse continuaron a comunicarse. Yo no tenía una muy buena opinión de esa amiga suya. Luego de una larga pausa volvió a preguntarme:
—¿Por qué lo preguntas? …
Con cara de póker le respondí:
—¡Umh!, nada … era solo una pregunta …
Confío en Marlene, sé que ella nunca me traicionaría, no me importa que ese tipo la corteje pues no logrará nada. Pero confiar es bueno, no confiar es mejor, así que cautelosamente la vigilé toda la noche, no tanto por celos, pero para mayor seguridad. El local estaba atiborrado de gente y quizás algunas manos intrusas la podrían ofender. Por supuesto, las manos de ese tal Alberto. Ayúdate que dios te ayuda, dicen por ahí, y yo iba a colaborar con el buen Dios para que nada sucediera a mi Marlene. El tipo siguió abordándola, pero todo dentro de los limites de las buenas costumbres y no podía hacer un escándalo por eso, pero le tenía pegado un ojo.
Todo esto giraba en mi cabeza y me molestaba algo de su comportamiento, me sentía incomodo, el verla sonreír en las penumbras del carro no me tenía tranquilo. Quise cambiar mis pensamientos, pero no pude. Presentía que había alguna especie de entendimiento entre ellos. No sabía qué cosa, era algo imperceptible que me molestaba. El silencio de mi esposa no hacía más que confirmar de que ella estaba ocupada pensando a algo, quizás a ese tal Alberto, esto solo exacerbó mí doloroso sentimiento, ¿A qué cosas pensaba ella? … tenía que romper este silencio tortuoso:
—Nunca me hablaste de él …
Dije casi sin pensarlo.
—¿Uhm? … es que no lo recordaba …
Me dijo en modo indiferente. No me sonó muy sincera su respuesta, ¿me ocultaba algo? Volvió a quedar silenciosa con sus quizás que tipo de pensamientos. Yo quería saber más, asegurarme de que él no significaba nada para ella. No me pareció que esta era la primera vez que se veían. ¿Porque la persiguió por toda la noche? Repentinamente ella se volvió hacia mí:
—¿Por qué de repente estás tan interesado en Alberto? …
Su voz resonó en todo el carro, había un tono entre enojado y divertido, me estremecí.
—¡Emh! … nada … solo preguntaba … me pareció muy cercano a ti …
Mi cabeza estaba en ebullición, no sabía donde nos llevaría este dialogo circunspecto. Hizo otra pausa, pero continuaba a mirarme. Luego sus ojos se abrieron y una sonrisa amplia se dibujó en sus carnosos labios:
—¡Uy! … ¡Estás celoso! …
—No, no creo …
Me arrepentí de haber respondido tan rápido.
—Sí … estás celoso … puedo verlo ahora … pero ¿por qué? … sabes que no soy así … te amo, estúpido …
—Sí … ¡emh!, quiero decir no … no estoy celoso … en realidad no me interesa …
Mi voz no sonaba para nada convincente.
—…Además, Alberto vive en el extranjero y está aquí solo por una semana …
Marlene no tuvo que agregar nada, inmediatamente le creí todo. Lo que sea que haya estado tramando ese tal Alberto, no le había dado resultado alguno ante mi fiel esposa. Pero por alguna descabellada razón, la cosa siguió dando vueltas en mi cabeza. Y cuanto más pensaba, más me convencía de que ese tal Alberto le estaba coqueteando.
—… Es que él se te acercaba tanto … te estaba siguiendo …
Traté de sonar displicente, ella no respondió de inmediato y supe que su respuesta no me gustaría.
—Sí … creo que quería algo conmigo …
—¿Te gustaron sus halagos? …
Otra larga pausa. Parecía sopesar sus palabras. Yo sabía que ella no lo había incitado, pero aún así … no sé. Creo que en su lugar habría actuado del mismo modo.
—Sí … en realidad no puedo decir que me desagradó … pero inmediatamente le hice ver de que ahora estaba casada …
Extrañamente, el adverbio “Ahora” me desconcertó. Por qué dijo que “Ahora estaba casada”. ¿qué significa eso? ¿Hubo algo antes? Algo no me sonaba bien. Volví a pensar en toda la situación, y cuanto más pensaba, más sentía que había algo inconcluso. Marlene dijo que era el novio de Loredana ¿Y que tal si ellos tres? ¡Oh!, mi Dios! Me voy a volver loco. La pregunta siguiente escapó de mi boca:
—¿Hubo algo entre ustedes en el pasado? …
—Pensé que no estabas interesado …
Me dijo ella. Luego no dijo nada más. Esto aumentó aún más mis sospechas.
Desde un comienzo, Marlene y yo acordamos de que todo lo que había sucedido antes de conocernos quedaría sepultado en nuestros pasados y sería solo de nuestra propia incumbencia. Este acuerdo había sido respetado por ambos. Me acercaba peligrosamente a violar este acuerdo y no me sentía cómodo en esta situación. No me esperaba que ella continuara con la temática:
—Fue algo diferente …
—¿En que modo? … ¿Por qué? …
Yo sabía de que nunca había sido el primer hombre en su vida y estaba bien con eso, no me preocupaba. Pero esto es en teoría. Otra cosa es cuando conoces a un ex en su vida y, además, este tipo la sigue intentando resucitar algo en ella ante mis propios ojos. Marlene nunca respondió a mi pregunta.
Llegamos a casa, aparqué el carro y mientras descendía escuche su voz tenue y delicada:
—¿Realmente quieres saber? …
Volví a sentarme, cerré la puerta y centré mis ojos en los bellos ojos de ella. Su mirada era un enigma, su voz neutra y sin apasionamiento, me sentí muy inquieto por la situación que había contribuido a formar y me estaba arrepintiendo de todo.
—Querida mía … tal vez no es necesario que rompamos nuestro acuerdo … olvidémoslo …
Si estuvo o no estuvo con ese tal Alberto ya no me parecía importante, eso estaba en el pasado y allí debía permanecer, además, volvía a casa a mi lado, creo que fue muy sabia mi respuesta. Le brindé mi mejor sonrisa, cierto que la entonación de mis palabras no era del todo convincente, pero estaba tratando de hacerlo lo mejor posible. Me acerqué tiernamente a su rostro, pasé una mano por su nuca y la atraje a mis labios, dándole un beso en la forma en que solo un hombre enamorado puede besar. No fue para nada difícil. Descendimos del carro y caminamos de la mano hacia la casa. Ella se apego a mi mientras caminábamos. Entonces otra vez me asaltó la duda ¿Por qué no la dejé hablar? En este momento hubiese sabido toda la verdad, ¿Cuál verdad?
No hubo ninguna oportunidad para volver a tratar otra vez el tema de ese tal Alberto y otra vez en mi cabeza daban vueltas suposiciones que me hacían estar intranquilo. Nos fuimos a la cama y me quedé con mis pensamientos que me torturaban, así que sin meditarlo propiamente tal, me volví hacia mi esposa y le dije:
—He cambiado de opinión …
Ella había apoyado su cabeza en la almohada y se disponía a dormir, sin voltearse me dijo:
—¿Sobre qué? …
Estoy seguro de que ella sabía a lo que me estaba refiriendo, pero la muy guarra fingía no saberlo y me rendía más difícil el todo, así que tuve que revelar mi inquietud otra vez:
—Bueno … ya sabes … sobre ti y ese Alberto …
El silencio era denso en la penumbra de nuestro dormitorio, puse una mano en su cadera para hacerle ver que no estaba enojado, pero no sabía que estaba pensando ella ¡¡Oh, mi Dios!! ¿Por qué he vuelto a preguntarle?
—¡Sí! …
Su voz sonó tranquila, tanto como la de un condenado con los ojos vendados frente al paredón y ya no tiene nada que perder. Pero que significaba ese “Sí”, ¿Qué cosa estaba admitiendo?, ¿Había follado con él? … mi cabeza parecía que iba a explotar de un momento a otro. Su respuesta breve no zanjaba nada, no aclaraba nada, me parecía todo más confuso. ¿Qué pasó entre ellos? ¡¡Dios mío!! ¡¡Si habían tenido algo entre ellos!! Pero ¿Qué?
Para ella todo estaba claro, su respuesta concisa aclaraba todo, pero para mí no era suficiente. Ahora que lo había admitido yo quería saber todo y cuando digo todo, significa ¡TODO! No quería que mis preguntas sonaran como un interrogatorio hostil, pero ya no podía detenerme.
—¿Entonces Alberto y tú tuvieron algo sin Loredana? …
Me arrepentí de inmediato de mi osada pregunta, pero la dije en un tono neutro y traté de actuar en modo condescendiente como si estuviera totalmente calmo y sin enojos.
—¡No puedo creer que me estes preguntando eso! …
Dijo ella con un tono de ligera exasperación y sarcasmo.
—Está bien, querida … pero el pasado es pasado … perdóname … si quieres no me respondas … no hay necesidad de volver a eso …
¡¡Maldita sea!! ¿Por qué no habla? ¿Por qué tiene que hacer tan complicado lo simple? ¿Por qué no me dice la verdad y basta? Es una sádica y me tortura. Ya no tenía ningún freno, así que insistí desvergonzadamente.
—¿Él salió con ustedes dos? …
Se giró hacia mí y casi bostezando me dijo:
—No, solo salía con Loredana … Amor, es tarde … ¿Qué demonios te sucede con ese Alberto hoy? …
Mi cerebro estaba funcionando a tiempo extra, ahora había obtenido su atención, me pareció oportuno continuar y saber todo sobre ellos dos, todavía ella no había dicho nada.
—Entonces, niña … ¿Qué fue lo que pasó entre tú y Alberto? …
—¿Por qué quieres saberlo ahora? …
¡Oh!, mi Dios. Contuve a mala pena el impulso qué recorrió todo mi cuerpo. ¿Por qué otra pregunta a mi pregunta? ¿Por qué no lo dice y ya? No había enojo en su pregunta. Me parecía que le complacía mi curiosidad, le hacía gracia mi insistencia e impaciencia. Pero puedo asegurar que no eran celos. Sus palabras aumentaron aún más mí deseo de saber. En ella estaba toda la verdad y quien sabe que más. Era una intrigante y torturadora nata.
—Nada … solo me gustaría saber …
Creo que esta vez mi voz tembló y me salió un poco con un balbucido.
—Tal vez no te guste, cariño … podrías sorprenderte, mi amor …
Su voz sonaba tranquila, realmente divertida y segura de sí. ¡¡Pero que cabrona que es!!
—Te aseguro que no, mi amor … ¿Qué es eso tan impactante que sucedió? … Vamos, niña … dilo y ya …
Hubo unos segundos interminables de un denso silencio, finalmente dijo:
—Está bien … te diré lo que paso …
Sus palabras sonaron tan teatralmente mordaces, que me pareció que en realidad no tenía nada que decir. Pero me equivocaba y ella comenzó:
—Bueno … tu sabes que Loredana y yo fuimos compañeras de apartamento en los tiempos de la universidad … cada una de nosotras tenía su propia habitación … Loredana estaba con Alberto y tenían una relación bien seria, incluso con planes de matrimonio … a menudo él se quedaba con ella toda la noche …
—Loredana es una perra guarra …
Dije y me pareció verla sonreír a mi comentario.
—… muy a menudo yo les escuchaba teniendo sexo … ella era muy expresiva durante sus coitos … quizás lo hacía para escandalizarme y ponerme celosa … ella tenía un pene con el cuál jugar, mientras yo dormía sola …
—¡Qué cabrona! …
—Sí, pero déjame seguir contándote … Alberto estaba diariamente con ella, me acostumbré a su presencia … pero nunca vino cuando Loredana no estaba … Una mañana, Loredana Salió temprano para hacer unos tramites y dejó a Alberto durmiendo … esos eran asuntos de ellos y a mi no me importaba … Yo también me había levantado temprano y estaba a punto de irme a la universidad … después de haber desayunado me fui a mi cuarto para terminar de arreglarme … por fuerza debía pasar por fuera de la habitación de Loredana … me fijé que la puerta estaba abierta y naturalmente miré hacia adentro y vi a Alberto durmiendo prácticamente desnudo … apenas cubierto por una sábana …
—¿Desnudo? … ¡Guau! … ¿y lograste ver algo más? …
—¡Espérate!, ya continuo … la sábana lo cubría alrededor de la cintura, casi hasta las rodillas … brazos y piernas desnudos … al principio no le di importancia y seguí con mis cosas, pero luego …
Quizás le costaba hablar de esto conmigo, había un poco de tensión en su voz e hizo una pausa larga e interminable, tratando de encontrar las palabras justas.
—… volví a pasar y me quedé a mirar hacia adentro sigilosamente …
La tonalidad de su voz se hacía más y más intrigante, había un cierto descaro en ellas y me preocupé de haber abierto la caja de pandora y quizás con cuales otras cosas de encontraría.
—… y no me contenté solo con mirar … disimuladamente y sin hacer ruido entré a la habitación de Loredana … miré alrededor mío para buscar una excusa si él se despertaba … él respiraba normalmente y dormía profundamente … la sábana cubría parcialmente sus genitales … pero su miembro no estaba visible … pero si la pudiese mover apenas un poco, lograría ver su pene … solo que me daba miedo de que él se despertara …
Jamás pensé en que mi mujer me contaría todo con lujo de detalles, pensé que hilvanaría un par de frases y nos pondríamos a dormir. Cerré mis ojos y trate de imaginar a mi mujer moviéndose cautamente en el cuarto de su amiga, tratando de ver la pija del novio de ella, pero había más de esta detallada narración que a ratos me cautivaba. No quería interrumpirla, pero me costaba verla en este plano de depravación espiando al semidesnudo novio de su amiga. Ella continuó:
—… hasta el día de hoy, todavía no me explico cómo reuní coraje para levantar lentamente el borde de esa sábana …
No me pareció para nada correcto ni gracioso lo que me estaba diciendo.
—Lo estás inventando todo, ¿verdad? …
—¡No! … vi su pene … tenía una genuina erección matutina …
Parecía que no había escuchado mis palabras:
—¿Y por qué hiciste eso? …
—Pues … solo por curiosidad … quería ver sus dimensiones …
—Bueno … y … ¿cómo era? … ¿grande? …
—¡¡Oh sí!! … sí que lo era …
Había excitación y admiración en sus palabras, me sentí afectado. Pero había más:
—¡Nunca había visto una polla así de grande! … ¡Estaba tieso! … ¡Duro! …
Lo dije, es una satánica torturadora, no siente nada por mí.
—¿Y que hiciste en ese momento? …
—Bueno … era tan grande que pensé en algunas maldades …
¡Oh!, pobre mujercita mía, ya no tiene piedad de mí.
—¿Y se te ocurrió algo? …
—¡Sí! … sentí unos deseos irreprimibles de tocarlo … de envolverlo en mi mano … tanto él estaba durmiendo … estiré mis dedos hacía esa obra de arte de la naturaleza … luego me volvió el miedo … pensé que estaba haciendo algo sucio … algo malo para Loredana … suavemente volví a colocar la sábana en su lugar y caminé en silencio hacia la puerta …
¡Esa es mi esposa! ¡Casta y santa! Yo sé que ella cuando se desata es insuperable, pero escuchar su narración era algo nuevo y desconocido para mí. Además, estaba teniendo cierto efecto en mí pija, ella se giró más de mi lado y apoyó su cabeza en mi hombro. Después si mediar palabras, metió la mano en mi pijama a buscar algo que ella requería. Para mi vergüenza mi pene se puso duro como palo.
—¡Ooohhh! … ¿Qué es esto que estoy tocando? …
Me pareció un asombro genuino en ella, pero yo no sabía que hacer ni que decir ¿Serían los celos los que me excitaron? Su mano se sentía suave y cálida.
—Parece que a alguien le gustó mi historia …
Dijo mi mujer sonriendo en mi hombro.
—No sé que me está pasando … no sé porque reacciono así …
Dije tratando de disculpar y ocultar mi concupiscencia. No quería admitirlo, inconscientemente tenía miedo de que ella se diera cuenta de que su narración me había excitado. En tanto, su mano seguía moviéndose dentro de mi pijama.
—¿Y eso fue todo? …
Exclamé tratando de desviar su atención y volver al cuento de ella y Alberto. Estrangulando mi pija y moviendo su mano más rápido, se acercó a mi oído y me susurró:
—No … no del todo …
Volvió a torturarme y castigarme con su intrigante narración:
—… estaba casi por salir de su cuarto, cuando escuché la voz de Alberto que me dijo … “Espera” … él se había despertado …
Un imperceptible escalofrió recorrió mi espalda en oleadas y los dedos de ella en mi pija me procuraban algunos tiritones en mi pene.
—… me dijo: “Si vuelves, cerraré los ojos y fingiré dormir … así podrás terminar lo que empezaste” …
Marlene volvió a una de esas pausas interminables. Solo el movimiento de su mano en mi pija, me decía que me estaba torturando de nuevo. Pacientemente ella esperaba mi pregunta:
—¿Y que hiciste? …
Pregunté en modo apresurado sabiendo que era eso lo que ella esperaba de mí.
—Pues … volví donde él …
—¡Deveras! …
Exclamé asombrado, no imaginé que esa iba a ser la respuesta.
—¡Sí! …
Fue una vez más la escueta respuesta de mi mujer. A este punto todo su relato no era nada más que una inocente travesura inofensiva, pero todo eso estaba cambiando con el desarrollo de su narración. Casi no lo podía creer, así que reiteré mi interrogativa:
—¿Volviste donde Alberto? …
Su respuesta fue sucinta, perentoria y reiterativa.
—¡Sí! …
—¡Qué frívola que eres! …
Trate de sonar irónico, pero con mi pija estrecha en su cálida mano moviéndose arriba y abajo, me era difícil emitir comentarios criteriosos. Con la misma ironía ella respondió:
—Sí, así soy yo … ¿no te gusta? …
No podía creer que mi Marlene se comportara así. En teoría, debería estar escandalizado y quizás molesto y, ella debería estar atemorizada por mi reacción. Pero literalmente ella controlaba la situación con su mano que seguía un movimiento perenne sobre mi pija y definitivamente me estaba gustando y haciéndome disfrutar el momento.
—Alberto me había sorprendido y sabía todo …
—¿Pero no pudiste inventar alguna excusa e irte? …
—¡No! … no solo no podía … no quería hacerlo … quería seguir el juego …
Lo dijo tan fácilmente que me pareció obvio. Algo aturdido por su franqueza me sentí un poco dolido.
—No fuiste tan permisible conmigo …
—Ah, pero eso es totalmente diferente … es porque primero quería ganar tú corazón … tus sentimientos …
—Bueno … te amo, así que se puede decir que lo lograste …
Sentí que sus caricias a mi pene aumentaron y me mordió la oreja.
—Sí, porque eres mío …
Luego continuó con su historia casi susurrándola en mi oído, mientras magreaba diestramente mi polla:
—… Alberto volvió a cerrar los ojos y yo me subí a la cama … la misma cama donde follaba con Loredana … esa misma mañana les había escuchado hacerlo … deslicé mi mano debajo de la sábana e inmediatamente hice contacto con su carne suavecita y caliente …
Sentí que pasaba su lengua por mi lóbulo y ligeramente lo mordía.
—… aferré su verga dura como fierro y lentamente envolví sus testículos en mi otra mano …
A este punto ella se había enderezado y estaba replicando sus palabras en mi verga endurecida al máximo.
—… luego comencé a mover mi mano lenta y larga por toda su verga tiesa … arriba y abajo … arriba y abajo … arriba y abajo … traté de darle el máximo de placer … él comenzó a contorsionarse igual como lo estas haciendo tú …
Sin darme cuenta estaba soñando a mi mujer pajeando al novio de su mejor amiga y sus manos tenían un efecto de vivificar las acciones en mi propio pene.
—… creo que le gustó … le gustó mucho … ¿y a ti te gusta como te lo estoy haciendo? …
Mi pene estaba sobrexcitado y su cálida mano en mis cojones me procuraba escalofríos de loco placer, ella al parecer elegía las palabras más depravadas para calentarme más y más. No respondí inmediatamente a su pregunta, me estaba contorsionando, así que ella la repitió:
—¿Te gusta lo que te estoy haciendo? …
De nuevo no le respondí, pero ella se dio cuenta de que estaba follando su mano con deleite. Pero como un idiota, dije:
—¿Necesitabas hacerle eso? … ¿No pensaste en que podías herir a Loredana? …
—En ese momento solo quería saber si era capaz de seducir a Alberto …
Respondió mi amada esposa sin una pizca de vergüenza. Me sorprendieron sus palabras francas y claras. Y yo que todos estos años pensaba de haberla amoldado a mi placer. De haberle enseñado todo. De haberla convertido en mi puta, no podía imaginar que todo este tiempo compartí mi cama con una mujer depravada y lujuriosa. Sus revelaciones cuestionaban la imagen de mi esposa en mi maldita cabeza. Casi casualmente ella continuó contándome:
—… al deslizar la sábana, su pene apareció allí majestuoso y enorme … inmediatamente supe que no me iría de allí sin hacer una cosa más …
Volvió a callarse como para dar suspenso al relato y concentro su atención en mi propio pene. Intrigado, otra vez me obligó a hacerle la pregunta obvia, solo que tenía miedo de su respuesta. De todos modos, quería escucharla de su boca:
—¿Y que hiciste? …
Le pregunte con una voz quebrada, de pito. Ella me miró largamente, pensando en cómo responderme, luego lo dijo:
—Te mostraré …
Esas fueron sus últimas palabras antes de plegarse sobre mi vientre y engullir mi pija entera de una sola vez. Terminó de bajarme el pijama mientras sus labios succionaban y su lengua se envolvía en mi glande. Su hábil mano magreaba dócil y grácilmente mis bolas. Su cálida boca comenzó un maravilloso movimiento vertical sobre mi pija. Fue una dulce tortura y no pude contener mis gemidos. Pensé que quizás ese tal Alberto se había sentido tal como yo hace varios años atrás. La boca de Marlene era de fino algodón, succionó, lamio y masajeó mi verga sin descanso. Mi cuerpo entero se electrizó, mi pelvis se levantó sola de la cama, estaba en el aire tieso, apoyándome solo en mis talones y mis omóplatos, tiritando de pies a cabeza y exploté. Violentos chorros de semen salieron a borbotones de mi pija, era un flujo interminable y se escuchaba solo el garguero de mi Marlene que tragaba y tragaba toda mi esperma con gran acuciosidad. Pero todo lo bueno dura poco, ella se deslizó hacia arriba y me dio un par de besos en la frente, luego se recostó a mi lado apoyando su cabeza en mi pecho. Nos quedamos en silencio para recobrar nuestros sentidos. Al improviso barboté algo estúpido:
—¿Se corrió en tu boca? …
—¡Sí! …
No era la respuesta que yo me esperaba, pero mi mujer era de monosílabos y asumí todo el resto. Pero quería saber las cosas con más esperanzas que precisión.
—¿Y donde escupiste? …
—Jamás escupo … deberías saberlo …
—¡Ah!, no te creo …
—¿Por qué no? … quería seducirlo y causar buena impresión en él …
—¿¿Buena impresión?? … ¡¡Un carajo!! … esta bien lo de la mamada … pero tragarlo todo no era necesario …
Todavía mi mente estaba embobada con la mamada que ella acababa de hacerme, pero no quería que la historia quedara inconclusa, debía llegar al final.
—¿Y qué pasó después? …
—Nada … simplemente me levanté de la cama y me fui a mi habitación … ya había obtenido todo lo que yo quería …
Después de haber escuchado su historia paso a paso, el final era inesperado, hasta decepcionante, además, me parecía inverosímil.
—¿Y tú? … ¿No quisiste divertirte? … ¿No quisiste nada más? …
—Cariño mío … ya lo había disfrutado … una magnifica polla en la boca de una mujer, es una buena manera de satisfacer muchas sensaciones placenteras …
Me dijo sin demostrar muchas emociones. Me quedé como un tonto, se lo había mamado y tragado todo a otro tipo, increíble. Nunca se me había pasado por la cabeza de que mi mujer podía haber hecho vulgaridades de ese tipo con otros hombres. Pensé que todas esas cosas guarras las hacía solo conmigo. ¿Podía haberme equivocado tanto? No, no creo. Ella es una mujer decente, nunca me dio ninguna razón para pensar algo diferente. Todos mis amigos la estiman, incluso mis familiares están encantados con ella. No sabía que más decir, pero dije:
—¡¡Genial!! … me gustó tu pequeña historia …
Abrió sus maravillosos, luego se acerco a mi oído y sus labios susurraron:
—¿Es eso cierto? … ¡Estas mintiendo! …
Me dijo ella sin dejar de observarme. Apresuradamente agregué:
—¡No!, amor … no estoy mintiendo …
No había ninguna razón para esconder que a pesar de todo su historia me había excitado.
—Bueno … ahora ya sabes como era tu amada esposa antes de conocerte … ¿Te excitó pensar que hoy había bailado con un hombre cuya polla una vez me metí en la boca hasta las bolas? …
—Sí, amor … sí …
—¿También te excita besar mis labios que una vez bebieron toda su esperma? …
—Sí, amor … sí … entonces ¿Saliste de la habitación de él sin hacer nada más? …
—Sí …
Con mi pija más dura que el granito, volteé a Marlene sobre su espalda, le abrí sus sedosas piernas y sentí su mano que atrapaba mi pija y la llevaba a su acogedora hendedura rosada y mojada, me hundí en ella casi con violencia, ella mordió mi barbilla y gimió. Ese día no hubo nada más …
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luisa_luisa4634@yahoo.com
Estábamos regresando de la fiesta de matrimonio de uno de sus compañeros de trabajo, para ser honesto, yo no quería asistir, pero ella insistió tanto que terminé aceptando acompañarla. No conocía a nadie allí, por lo que me dediqué a interpretar mi rol de feliz esposo acompañante. Sin embargo, su actitud me tenía reflexionando sobre algún hecho sucedido durante la aburrida fiesta.
Todo comenzó desde que llegamos. Me di cuenta de que un muchacho le rondaba e intentaba comunicarse y estar cerca de ella en forma constante. Al principio no le di importancia, son compañeros de trabajo, quizás estén habituados a relacionarse de ese modo, ¿Para qué preocuparme innecesariamente? Debido a que prácticamente no conocía a nadie, me senté de aparte a beber una bebida analcohólica, necesitaba conducir luego.
La música estaba tan alta que era imposible conversar con las esposas de otros de sus compañeros que parecían tan aburridas como yo. Ocioso desde las penumbras, yo miraba a las parejas que bailaban en la pista de baile, entre ellos estaba mi esposa Marlene y otra ves ese tipo que le iba detrás. El bastardo comenzó a parecerme familiar y quise saber ¿Quién era ese tipo?
Me levanté para ir al baño y estirar un poco las piernas, al regreso me acerqué a mi esposa que charlaba con este tipejo qué, apenas me vio se esfumó en medio a la gente. No me molestó para nada, conozco y confío en mi mujer, pero algo indescriptible y apenas perceptible en su actitud, me produjo una sensación de malestar, ¿Celos?
Mi mujer es hermosamente llamativa con sus cabellos rubios en rizos que le cuelgan sobre la frente de su angelical rostro, alta 1,75 con 65 kilos, unos pechos que no pasan inobservados, su estrecha cintura con amplias caderas y unas piernas larguísimas, estoy acostumbrado a que la miren, pero nadie se acerca cuando estamos juntos. Con una cierta indiferencia pregunté:
—¿Quién es ese chico? …
—¡Oh!, ese es Alberto … te lo presenté cuando llegamos …
Me respondió Marlene con su rostro puro, inmaculado e inocente.
—¿Le conociste aquí en el trabajo? …
—¿Ah? … ¿A quién? … ¿a Alberto? …
Noté que ella de inmediato se dio cuenta de que me interesaba ese chico en particular, calmada y casualmente miró hacia la pista de baile:
—Éramos compañeros a la universidad …
—¿Compañeros? … o mucho más que eso …
—No … Alberto era el novio de la chica que compartía el departamento de estudiantes conmigo, Loredana … y yo, bueno … era amiga de los dos …
Loredana era una amiga de mi esposa con la cual compartió un departamento en sus días de estudiantes universitarios. Después de graduarse continuaron a comunicarse. Yo no tenía una muy buena opinión de esa amiga suya. Luego de una larga pausa volvió a preguntarme:
—¿Por qué lo preguntas? …
Con cara de póker le respondí:
—¡Umh!, nada … era solo una pregunta …
Confío en Marlene, sé que ella nunca me traicionaría, no me importa que ese tipo la corteje pues no logrará nada. Pero confiar es bueno, no confiar es mejor, así que cautelosamente la vigilé toda la noche, no tanto por celos, pero para mayor seguridad. El local estaba atiborrado de gente y quizás algunas manos intrusas la podrían ofender. Por supuesto, las manos de ese tal Alberto. Ayúdate que dios te ayuda, dicen por ahí, y yo iba a colaborar con el buen Dios para que nada sucediera a mi Marlene. El tipo siguió abordándola, pero todo dentro de los limites de las buenas costumbres y no podía hacer un escándalo por eso, pero le tenía pegado un ojo.
Todo esto giraba en mi cabeza y me molestaba algo de su comportamiento, me sentía incomodo, el verla sonreír en las penumbras del carro no me tenía tranquilo. Quise cambiar mis pensamientos, pero no pude. Presentía que había alguna especie de entendimiento entre ellos. No sabía qué cosa, era algo imperceptible que me molestaba. El silencio de mi esposa no hacía más que confirmar de que ella estaba ocupada pensando a algo, quizás a ese tal Alberto, esto solo exacerbó mí doloroso sentimiento, ¿A qué cosas pensaba ella? … tenía que romper este silencio tortuoso:
—Nunca me hablaste de él …
Dije casi sin pensarlo.
—¿Uhm? … es que no lo recordaba …
Me dijo en modo indiferente. No me sonó muy sincera su respuesta, ¿me ocultaba algo? Volvió a quedar silenciosa con sus quizás que tipo de pensamientos. Yo quería saber más, asegurarme de que él no significaba nada para ella. No me pareció que esta era la primera vez que se veían. ¿Porque la persiguió por toda la noche? Repentinamente ella se volvió hacia mí:
—¿Por qué de repente estás tan interesado en Alberto? …
Su voz resonó en todo el carro, había un tono entre enojado y divertido, me estremecí.
—¡Emh! … nada … solo preguntaba … me pareció muy cercano a ti …
Mi cabeza estaba en ebullición, no sabía donde nos llevaría este dialogo circunspecto. Hizo otra pausa, pero continuaba a mirarme. Luego sus ojos se abrieron y una sonrisa amplia se dibujó en sus carnosos labios:
—¡Uy! … ¡Estás celoso! …
—No, no creo …
Me arrepentí de haber respondido tan rápido.
—Sí … estás celoso … puedo verlo ahora … pero ¿por qué? … sabes que no soy así … te amo, estúpido …
—Sí … ¡emh!, quiero decir no … no estoy celoso … en realidad no me interesa …
Mi voz no sonaba para nada convincente.
—…Además, Alberto vive en el extranjero y está aquí solo por una semana …
Marlene no tuvo que agregar nada, inmediatamente le creí todo. Lo que sea que haya estado tramando ese tal Alberto, no le había dado resultado alguno ante mi fiel esposa. Pero por alguna descabellada razón, la cosa siguió dando vueltas en mi cabeza. Y cuanto más pensaba, más me convencía de que ese tal Alberto le estaba coqueteando.
—… Es que él se te acercaba tanto … te estaba siguiendo …
Traté de sonar displicente, ella no respondió de inmediato y supe que su respuesta no me gustaría.
—Sí … creo que quería algo conmigo …
—¿Te gustaron sus halagos? …
Otra larga pausa. Parecía sopesar sus palabras. Yo sabía que ella no lo había incitado, pero aún así … no sé. Creo que en su lugar habría actuado del mismo modo.
—Sí … en realidad no puedo decir que me desagradó … pero inmediatamente le hice ver de que ahora estaba casada …
Extrañamente, el adverbio “Ahora” me desconcertó. Por qué dijo que “Ahora estaba casada”. ¿qué significa eso? ¿Hubo algo antes? Algo no me sonaba bien. Volví a pensar en toda la situación, y cuanto más pensaba, más sentía que había algo inconcluso. Marlene dijo que era el novio de Loredana ¿Y que tal si ellos tres? ¡Oh!, mi Dios! Me voy a volver loco. La pregunta siguiente escapó de mi boca:
—¿Hubo algo entre ustedes en el pasado? …
—Pensé que no estabas interesado …
Me dijo ella. Luego no dijo nada más. Esto aumentó aún más mis sospechas.
Desde un comienzo, Marlene y yo acordamos de que todo lo que había sucedido antes de conocernos quedaría sepultado en nuestros pasados y sería solo de nuestra propia incumbencia. Este acuerdo había sido respetado por ambos. Me acercaba peligrosamente a violar este acuerdo y no me sentía cómodo en esta situación. No me esperaba que ella continuara con la temática:
—Fue algo diferente …
—¿En que modo? … ¿Por qué? …
Yo sabía de que nunca había sido el primer hombre en su vida y estaba bien con eso, no me preocupaba. Pero esto es en teoría. Otra cosa es cuando conoces a un ex en su vida y, además, este tipo la sigue intentando resucitar algo en ella ante mis propios ojos. Marlene nunca respondió a mi pregunta.
Llegamos a casa, aparqué el carro y mientras descendía escuche su voz tenue y delicada:
—¿Realmente quieres saber? …
Volví a sentarme, cerré la puerta y centré mis ojos en los bellos ojos de ella. Su mirada era un enigma, su voz neutra y sin apasionamiento, me sentí muy inquieto por la situación que había contribuido a formar y me estaba arrepintiendo de todo.
—Querida mía … tal vez no es necesario que rompamos nuestro acuerdo … olvidémoslo …
Si estuvo o no estuvo con ese tal Alberto ya no me parecía importante, eso estaba en el pasado y allí debía permanecer, además, volvía a casa a mi lado, creo que fue muy sabia mi respuesta. Le brindé mi mejor sonrisa, cierto que la entonación de mis palabras no era del todo convincente, pero estaba tratando de hacerlo lo mejor posible. Me acerqué tiernamente a su rostro, pasé una mano por su nuca y la atraje a mis labios, dándole un beso en la forma en que solo un hombre enamorado puede besar. No fue para nada difícil. Descendimos del carro y caminamos de la mano hacia la casa. Ella se apego a mi mientras caminábamos. Entonces otra vez me asaltó la duda ¿Por qué no la dejé hablar? En este momento hubiese sabido toda la verdad, ¿Cuál verdad?
No hubo ninguna oportunidad para volver a tratar otra vez el tema de ese tal Alberto y otra vez en mi cabeza daban vueltas suposiciones que me hacían estar intranquilo. Nos fuimos a la cama y me quedé con mis pensamientos que me torturaban, así que sin meditarlo propiamente tal, me volví hacia mi esposa y le dije:
—He cambiado de opinión …
Ella había apoyado su cabeza en la almohada y se disponía a dormir, sin voltearse me dijo:
—¿Sobre qué? …
Estoy seguro de que ella sabía a lo que me estaba refiriendo, pero la muy guarra fingía no saberlo y me rendía más difícil el todo, así que tuve que revelar mi inquietud otra vez:
—Bueno … ya sabes … sobre ti y ese Alberto …
El silencio era denso en la penumbra de nuestro dormitorio, puse una mano en su cadera para hacerle ver que no estaba enojado, pero no sabía que estaba pensando ella ¡¡Oh, mi Dios!! ¿Por qué he vuelto a preguntarle?
—¡Sí! …
Su voz sonó tranquila, tanto como la de un condenado con los ojos vendados frente al paredón y ya no tiene nada que perder. Pero que significaba ese “Sí”, ¿Qué cosa estaba admitiendo?, ¿Había follado con él? … mi cabeza parecía que iba a explotar de un momento a otro. Su respuesta breve no zanjaba nada, no aclaraba nada, me parecía todo más confuso. ¿Qué pasó entre ellos? ¡¡Dios mío!! ¡¡Si habían tenido algo entre ellos!! Pero ¿Qué?
Para ella todo estaba claro, su respuesta concisa aclaraba todo, pero para mí no era suficiente. Ahora que lo había admitido yo quería saber todo y cuando digo todo, significa ¡TODO! No quería que mis preguntas sonaran como un interrogatorio hostil, pero ya no podía detenerme.
—¿Entonces Alberto y tú tuvieron algo sin Loredana? …
Me arrepentí de inmediato de mi osada pregunta, pero la dije en un tono neutro y traté de actuar en modo condescendiente como si estuviera totalmente calmo y sin enojos.
—¡No puedo creer que me estes preguntando eso! …
Dijo ella con un tono de ligera exasperación y sarcasmo.
—Está bien, querida … pero el pasado es pasado … perdóname … si quieres no me respondas … no hay necesidad de volver a eso …
¡¡Maldita sea!! ¿Por qué no habla? ¿Por qué tiene que hacer tan complicado lo simple? ¿Por qué no me dice la verdad y basta? Es una sádica y me tortura. Ya no tenía ningún freno, así que insistí desvergonzadamente.
—¿Él salió con ustedes dos? …
Se giró hacia mí y casi bostezando me dijo:
—No, solo salía con Loredana … Amor, es tarde … ¿Qué demonios te sucede con ese Alberto hoy? …
Mi cerebro estaba funcionando a tiempo extra, ahora había obtenido su atención, me pareció oportuno continuar y saber todo sobre ellos dos, todavía ella no había dicho nada.
—Entonces, niña … ¿Qué fue lo que pasó entre tú y Alberto? …
—¿Por qué quieres saberlo ahora? …
¡Oh!, mi Dios. Contuve a mala pena el impulso qué recorrió todo mi cuerpo. ¿Por qué otra pregunta a mi pregunta? ¿Por qué no lo dice y ya? No había enojo en su pregunta. Me parecía que le complacía mi curiosidad, le hacía gracia mi insistencia e impaciencia. Pero puedo asegurar que no eran celos. Sus palabras aumentaron aún más mí deseo de saber. En ella estaba toda la verdad y quien sabe que más. Era una intrigante y torturadora nata.
—Nada … solo me gustaría saber …
Creo que esta vez mi voz tembló y me salió un poco con un balbucido.
—Tal vez no te guste, cariño … podrías sorprenderte, mi amor …
Su voz sonaba tranquila, realmente divertida y segura de sí. ¡¡Pero que cabrona que es!!
—Te aseguro que no, mi amor … ¿Qué es eso tan impactante que sucedió? … Vamos, niña … dilo y ya …
Hubo unos segundos interminables de un denso silencio, finalmente dijo:
—Está bien … te diré lo que paso …
Sus palabras sonaron tan teatralmente mordaces, que me pareció que en realidad no tenía nada que decir. Pero me equivocaba y ella comenzó:
—Bueno … tu sabes que Loredana y yo fuimos compañeras de apartamento en los tiempos de la universidad … cada una de nosotras tenía su propia habitación … Loredana estaba con Alberto y tenían una relación bien seria, incluso con planes de matrimonio … a menudo él se quedaba con ella toda la noche …
—Loredana es una perra guarra …
Dije y me pareció verla sonreír a mi comentario.
—… muy a menudo yo les escuchaba teniendo sexo … ella era muy expresiva durante sus coitos … quizás lo hacía para escandalizarme y ponerme celosa … ella tenía un pene con el cuál jugar, mientras yo dormía sola …
—¡Qué cabrona! …
—Sí, pero déjame seguir contándote … Alberto estaba diariamente con ella, me acostumbré a su presencia … pero nunca vino cuando Loredana no estaba … Una mañana, Loredana Salió temprano para hacer unos tramites y dejó a Alberto durmiendo … esos eran asuntos de ellos y a mi no me importaba … Yo también me había levantado temprano y estaba a punto de irme a la universidad … después de haber desayunado me fui a mi cuarto para terminar de arreglarme … por fuerza debía pasar por fuera de la habitación de Loredana … me fijé que la puerta estaba abierta y naturalmente miré hacia adentro y vi a Alberto durmiendo prácticamente desnudo … apenas cubierto por una sábana …
—¿Desnudo? … ¡Guau! … ¿y lograste ver algo más? …
—¡Espérate!, ya continuo … la sábana lo cubría alrededor de la cintura, casi hasta las rodillas … brazos y piernas desnudos … al principio no le di importancia y seguí con mis cosas, pero luego …
Quizás le costaba hablar de esto conmigo, había un poco de tensión en su voz e hizo una pausa larga e interminable, tratando de encontrar las palabras justas.
—… volví a pasar y me quedé a mirar hacia adentro sigilosamente …
La tonalidad de su voz se hacía más y más intrigante, había un cierto descaro en ellas y me preocupé de haber abierto la caja de pandora y quizás con cuales otras cosas de encontraría.
—… y no me contenté solo con mirar … disimuladamente y sin hacer ruido entré a la habitación de Loredana … miré alrededor mío para buscar una excusa si él se despertaba … él respiraba normalmente y dormía profundamente … la sábana cubría parcialmente sus genitales … pero su miembro no estaba visible … pero si la pudiese mover apenas un poco, lograría ver su pene … solo que me daba miedo de que él se despertara …
Jamás pensé en que mi mujer me contaría todo con lujo de detalles, pensé que hilvanaría un par de frases y nos pondríamos a dormir. Cerré mis ojos y trate de imaginar a mi mujer moviéndose cautamente en el cuarto de su amiga, tratando de ver la pija del novio de ella, pero había más de esta detallada narración que a ratos me cautivaba. No quería interrumpirla, pero me costaba verla en este plano de depravación espiando al semidesnudo novio de su amiga. Ella continuó:
—… hasta el día de hoy, todavía no me explico cómo reuní coraje para levantar lentamente el borde de esa sábana …
No me pareció para nada correcto ni gracioso lo que me estaba diciendo.
—Lo estás inventando todo, ¿verdad? …
—¡No! … vi su pene … tenía una genuina erección matutina …
Parecía que no había escuchado mis palabras:
—¿Y por qué hiciste eso? …
—Pues … solo por curiosidad … quería ver sus dimensiones …
—Bueno … y … ¿cómo era? … ¿grande? …
—¡¡Oh sí!! … sí que lo era …
Había excitación y admiración en sus palabras, me sentí afectado. Pero había más:
—¡Nunca había visto una polla así de grande! … ¡Estaba tieso! … ¡Duro! …
Lo dije, es una satánica torturadora, no siente nada por mí.
—¿Y que hiciste en ese momento? …
—Bueno … era tan grande que pensé en algunas maldades …
¡Oh!, pobre mujercita mía, ya no tiene piedad de mí.
—¿Y se te ocurrió algo? …
—¡Sí! … sentí unos deseos irreprimibles de tocarlo … de envolverlo en mi mano … tanto él estaba durmiendo … estiré mis dedos hacía esa obra de arte de la naturaleza … luego me volvió el miedo … pensé que estaba haciendo algo sucio … algo malo para Loredana … suavemente volví a colocar la sábana en su lugar y caminé en silencio hacia la puerta …
¡Esa es mi esposa! ¡Casta y santa! Yo sé que ella cuando se desata es insuperable, pero escuchar su narración era algo nuevo y desconocido para mí. Además, estaba teniendo cierto efecto en mí pija, ella se giró más de mi lado y apoyó su cabeza en mi hombro. Después si mediar palabras, metió la mano en mi pijama a buscar algo que ella requería. Para mi vergüenza mi pene se puso duro como palo.
—¡Ooohhh! … ¿Qué es esto que estoy tocando? …
Me pareció un asombro genuino en ella, pero yo no sabía que hacer ni que decir ¿Serían los celos los que me excitaron? Su mano se sentía suave y cálida.
—Parece que a alguien le gustó mi historia …
Dijo mi mujer sonriendo en mi hombro.
—No sé que me está pasando … no sé porque reacciono así …
Dije tratando de disculpar y ocultar mi concupiscencia. No quería admitirlo, inconscientemente tenía miedo de que ella se diera cuenta de que su narración me había excitado. En tanto, su mano seguía moviéndose dentro de mi pijama.
—¿Y eso fue todo? …
Exclamé tratando de desviar su atención y volver al cuento de ella y Alberto. Estrangulando mi pija y moviendo su mano más rápido, se acercó a mi oído y me susurró:
—No … no del todo …
Volvió a torturarme y castigarme con su intrigante narración:
—… estaba casi por salir de su cuarto, cuando escuché la voz de Alberto que me dijo … “Espera” … él se había despertado …
Un imperceptible escalofrió recorrió mi espalda en oleadas y los dedos de ella en mi pija me procuraban algunos tiritones en mi pene.
—… me dijo: “Si vuelves, cerraré los ojos y fingiré dormir … así podrás terminar lo que empezaste” …
Marlene volvió a una de esas pausas interminables. Solo el movimiento de su mano en mi pija, me decía que me estaba torturando de nuevo. Pacientemente ella esperaba mi pregunta:
—¿Y que hiciste? …
Pregunté en modo apresurado sabiendo que era eso lo que ella esperaba de mí.
—Pues … volví donde él …
—¡Deveras! …
Exclamé asombrado, no imaginé que esa iba a ser la respuesta.
—¡Sí! …
Fue una vez más la escueta respuesta de mi mujer. A este punto todo su relato no era nada más que una inocente travesura inofensiva, pero todo eso estaba cambiando con el desarrollo de su narración. Casi no lo podía creer, así que reiteré mi interrogativa:
—¿Volviste donde Alberto? …
Su respuesta fue sucinta, perentoria y reiterativa.
—¡Sí! …
—¡Qué frívola que eres! …
Trate de sonar irónico, pero con mi pija estrecha en su cálida mano moviéndose arriba y abajo, me era difícil emitir comentarios criteriosos. Con la misma ironía ella respondió:
—Sí, así soy yo … ¿no te gusta? …
No podía creer que mi Marlene se comportara así. En teoría, debería estar escandalizado y quizás molesto y, ella debería estar atemorizada por mi reacción. Pero literalmente ella controlaba la situación con su mano que seguía un movimiento perenne sobre mi pija y definitivamente me estaba gustando y haciéndome disfrutar el momento.
—Alberto me había sorprendido y sabía todo …
—¿Pero no pudiste inventar alguna excusa e irte? …
—¡No! … no solo no podía … no quería hacerlo … quería seguir el juego …
Lo dijo tan fácilmente que me pareció obvio. Algo aturdido por su franqueza me sentí un poco dolido.
—No fuiste tan permisible conmigo …
—Ah, pero eso es totalmente diferente … es porque primero quería ganar tú corazón … tus sentimientos …
—Bueno … te amo, así que se puede decir que lo lograste …
Sentí que sus caricias a mi pene aumentaron y me mordió la oreja.
—Sí, porque eres mío …
Luego continuó con su historia casi susurrándola en mi oído, mientras magreaba diestramente mi polla:
—… Alberto volvió a cerrar los ojos y yo me subí a la cama … la misma cama donde follaba con Loredana … esa misma mañana les había escuchado hacerlo … deslicé mi mano debajo de la sábana e inmediatamente hice contacto con su carne suavecita y caliente …
Sentí que pasaba su lengua por mi lóbulo y ligeramente lo mordía.
—… aferré su verga dura como fierro y lentamente envolví sus testículos en mi otra mano …
A este punto ella se había enderezado y estaba replicando sus palabras en mi verga endurecida al máximo.
—… luego comencé a mover mi mano lenta y larga por toda su verga tiesa … arriba y abajo … arriba y abajo … arriba y abajo … traté de darle el máximo de placer … él comenzó a contorsionarse igual como lo estas haciendo tú …
Sin darme cuenta estaba soñando a mi mujer pajeando al novio de su mejor amiga y sus manos tenían un efecto de vivificar las acciones en mi propio pene.
—… creo que le gustó … le gustó mucho … ¿y a ti te gusta como te lo estoy haciendo? …
Mi pene estaba sobrexcitado y su cálida mano en mis cojones me procuraba escalofríos de loco placer, ella al parecer elegía las palabras más depravadas para calentarme más y más. No respondí inmediatamente a su pregunta, me estaba contorsionando, así que ella la repitió:
—¿Te gusta lo que te estoy haciendo? …
De nuevo no le respondí, pero ella se dio cuenta de que estaba follando su mano con deleite. Pero como un idiota, dije:
—¿Necesitabas hacerle eso? … ¿No pensaste en que podías herir a Loredana? …
—En ese momento solo quería saber si era capaz de seducir a Alberto …
Respondió mi amada esposa sin una pizca de vergüenza. Me sorprendieron sus palabras francas y claras. Y yo que todos estos años pensaba de haberla amoldado a mi placer. De haberle enseñado todo. De haberla convertido en mi puta, no podía imaginar que todo este tiempo compartí mi cama con una mujer depravada y lujuriosa. Sus revelaciones cuestionaban la imagen de mi esposa en mi maldita cabeza. Casi casualmente ella continuó contándome:
—… al deslizar la sábana, su pene apareció allí majestuoso y enorme … inmediatamente supe que no me iría de allí sin hacer una cosa más …
Volvió a callarse como para dar suspenso al relato y concentro su atención en mi propio pene. Intrigado, otra vez me obligó a hacerle la pregunta obvia, solo que tenía miedo de su respuesta. De todos modos, quería escucharla de su boca:
—¿Y que hiciste? …
Le pregunte con una voz quebrada, de pito. Ella me miró largamente, pensando en cómo responderme, luego lo dijo:
—Te mostraré …
Esas fueron sus últimas palabras antes de plegarse sobre mi vientre y engullir mi pija entera de una sola vez. Terminó de bajarme el pijama mientras sus labios succionaban y su lengua se envolvía en mi glande. Su hábil mano magreaba dócil y grácilmente mis bolas. Su cálida boca comenzó un maravilloso movimiento vertical sobre mi pija. Fue una dulce tortura y no pude contener mis gemidos. Pensé que quizás ese tal Alberto se había sentido tal como yo hace varios años atrás. La boca de Marlene era de fino algodón, succionó, lamio y masajeó mi verga sin descanso. Mi cuerpo entero se electrizó, mi pelvis se levantó sola de la cama, estaba en el aire tieso, apoyándome solo en mis talones y mis omóplatos, tiritando de pies a cabeza y exploté. Violentos chorros de semen salieron a borbotones de mi pija, era un flujo interminable y se escuchaba solo el garguero de mi Marlene que tragaba y tragaba toda mi esperma con gran acuciosidad. Pero todo lo bueno dura poco, ella se deslizó hacia arriba y me dio un par de besos en la frente, luego se recostó a mi lado apoyando su cabeza en mi pecho. Nos quedamos en silencio para recobrar nuestros sentidos. Al improviso barboté algo estúpido:
—¿Se corrió en tu boca? …
—¡Sí! …
No era la respuesta que yo me esperaba, pero mi mujer era de monosílabos y asumí todo el resto. Pero quería saber las cosas con más esperanzas que precisión.
—¿Y donde escupiste? …
—Jamás escupo … deberías saberlo …
—¡Ah!, no te creo …
—¿Por qué no? … quería seducirlo y causar buena impresión en él …
—¿¿Buena impresión?? … ¡¡Un carajo!! … esta bien lo de la mamada … pero tragarlo todo no era necesario …
Todavía mi mente estaba embobada con la mamada que ella acababa de hacerme, pero no quería que la historia quedara inconclusa, debía llegar al final.
—¿Y qué pasó después? …
—Nada … simplemente me levanté de la cama y me fui a mi habitación … ya había obtenido todo lo que yo quería …
Después de haber escuchado su historia paso a paso, el final era inesperado, hasta decepcionante, además, me parecía inverosímil.
—¿Y tú? … ¿No quisiste divertirte? … ¿No quisiste nada más? …
—Cariño mío … ya lo había disfrutado … una magnifica polla en la boca de una mujer, es una buena manera de satisfacer muchas sensaciones placenteras …
Me dijo sin demostrar muchas emociones. Me quedé como un tonto, se lo había mamado y tragado todo a otro tipo, increíble. Nunca se me había pasado por la cabeza de que mi mujer podía haber hecho vulgaridades de ese tipo con otros hombres. Pensé que todas esas cosas guarras las hacía solo conmigo. ¿Podía haberme equivocado tanto? No, no creo. Ella es una mujer decente, nunca me dio ninguna razón para pensar algo diferente. Todos mis amigos la estiman, incluso mis familiares están encantados con ella. No sabía que más decir, pero dije:
—¡¡Genial!! … me gustó tu pequeña historia …
Abrió sus maravillosos, luego se acerco a mi oído y sus labios susurraron:
—¿Es eso cierto? … ¡Estas mintiendo! …
Me dijo ella sin dejar de observarme. Apresuradamente agregué:
—¡No!, amor … no estoy mintiendo …
No había ninguna razón para esconder que a pesar de todo su historia me había excitado.
—Bueno … ahora ya sabes como era tu amada esposa antes de conocerte … ¿Te excitó pensar que hoy había bailado con un hombre cuya polla una vez me metí en la boca hasta las bolas? …
—Sí, amor … sí …
—¿También te excita besar mis labios que una vez bebieron toda su esperma? …
—Sí, amor … sí … entonces ¿Saliste de la habitación de él sin hacer nada más? …
—Sí …
Con mi pija más dura que el granito, volteé a Marlene sobre su espalda, le abrí sus sedosas piernas y sentí su mano que atrapaba mi pija y la llevaba a su acogedora hendedura rosada y mojada, me hundí en ella casi con violencia, ella mordió mi barbilla y gimió. Ese día no hubo nada más …
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