Carolina y su familia.- Primera Parte.
por
Juan Alberto
género
incesto
Escuché los gritos de mi padre y los sollozos de mi madre, luego un portazo, papá se había ido. No entendía mucho en ese entonces, era todavía una niña y encontré muy confusa toda la situación. Mi hermano Alberto, un año menor que yo ni siquiera se dio cuenta, tampoco entendía nada. Pero mi madre llorando me hacía pensar que nada bueno estaba sucediendo, una pésima corazonada acongojó mi alma.
El hecho de que después nunca más volví a ver a mi padre solo confirmó mis peores pensamientos. Mi madre estaba triste y yo no sabía como ayudarla, cuando le pregunté dónde estaba papá, simplemente estalló en llanto, entonces me quedó claro que papá nos había abandonado.
Los años sucesivos fueron bastante difíciles. No éramos ricos y mi madre se esforzaba por hacernos crecer en un buen ambiente y que no nos faltara nada a mi y a mi hermano. Normalmente yo tenía que hacerme cargo de mi hermano pequeño y cuidarlo, pero era demasiado jovencita para asumir el empeño en la forma debida, más que nada jugábamos juntos y creamos un vinculo muy fuerte entre él y yo.
No había dinero para diversiones, pero Alberto y yo habíamos aprendido a jugar con mucha imaginación y prácticamente sin juguetes. Tampoco había dinero para ropa nueva, mamá nos compraba vestidos de segunda mano en el mercado o también lo que le regalaban nuestros parientes de nuestros primos, pero nunca nos faltó de comer y algunas raras veces mamá llegaba con algún dulce para compartirlo entre nosotros.
***
Pero fui creciendo. Mamá encontró una nueva pareja. Solo tenía ojos para ella, pero se comportaba bien con nosotros. Mamá se transformó de una mujer enjuta a una esplendente y hermosa fémina. Su guardarropa se llenó lentamente con hermosos vestidos y lindas blusas. Su nuevo amiguito no gastó dinero en nosotros, pero mamá dispuso de más dinero para nosotros. Así fue como empezó a comprarnos vestidos nuevos de tienda. Fueron días felices para todos, Alberto y yo habíamos llegado a la adolescencia y yo había comenzado a crecer anatómicamente, también mi hermano creció de repente.
Mi madre reía y disfrutaba de la vida otra vez. Hacía mucho tiempo que no la veía así alegre y ese ambiente de sana paz y alegría nos benefició a todos durante mucho tiempo.
En el colegio me iba bastante bien y comencé a desarrollarme. Mis senos pasaron de diminutas protuberancias a una copa C, también mis caderas crecieron. Descubrí el sexo, es decir, comencé a masturbarme y lo disfruté muchísimo. Mauricio, el novio de mamá, amaba a mi madre y varios días a la semana los escuchaba mientras lo hacían, cosa que me sorprendió un poco, pues no imaginaba que mamá fuera tan cachonda.
Mientras los escuchaba tener sus momentos íntimos, imaginaba cómo sería ser follada hasta gemir y chillar de placer como lo hacía mamá. Había tenido algunos novios, pero no me atrevía a ir más allá de dejarlos tocarme los senos o mis redondeadas posaderas, pero había sentido sus duras vergas presionando mi vientre o mis muslos, quizás no había encontrado al chico correcto aún.
Una noche en que estaba muy caliente, me metí a la cama sin bragas y comencé a acariciar mi cuquita. Estaba con las piernas en el aire y muy abiertas, me encantaba mirar mi chocho chorreando fluidos y enrojecido de placer hasta verlo contraerse y vibrar en el tanto anhelado orgasmo. Me detuvo un ruido. Escuchada los gemidos y quejidos de mamá teniendo sexo con Mauricio. Pero esta vez había otro sonido que me distrajo.
Rápidamente me coloqué mis bragas y salté fuera de mi cama. Con cuidado abrí la puerta que da al pasillo y miré, me sorprendí de ver a Alberto fuera del dormitorio de mamá con la oreja pegada a la puerta. Él no me vio, pero me intrigaba su actuar, ¿Qué estaba haciendo?. Me percaté que su mano estaba metida en su pijama y a juzgar por los movimientos, se estaba masturbando. Me quedé estupefacta. ¿Mi hermanito menor masturbaba su pija?
Cerré la puerta con cuidado y reflexioné sobre lo que había observado. Mi mundo se puso patas arriba. Sí, mi madre disfrutaba el sexo y yo también me había vuelto adicta a esas dulces y salvajes sensaciones, pero nunca imaginé que mi hermanito pudiera también sentir algo al respecto. Esto cambió totalmente la forma de ver y de pensar acerca de mi hermano pequeño.
En los días siguientes me dediqué a fijarme un poco más en sus comportamientos. Era inaudito, lo sorprendí mirando mis tetas y mi culo ¡¡Casi descaradamente!! También lo hacía con mamá, a menudo la espiaba cuando estaba en la ducha. No podía ni siquiera agacharme sin darme cuenta de que él me estaba mirando, ¿¿Cómo no me di cuenta antes??
Mi hermano pequeño era tan cachondo como nosotras e indudablemente se interesaba mucho del sexo. Lo encontré divertido y hasta como un desafío para llamar su atención aparentemente en modo casual. Por ejemplo, entré al baño solo en bragas y sujetador cuando él estaba cepillando sus dientes. En la mesa, me estiré en modo perverso para que pudiera tener un buen vistazo de mis tetas o me agachaba en modo tal que mi bragas se veían claramente. Hasta fingí dormir en el sillón con las piernas abiertas, mientras mirábamos la Tv.
Nuestra madre no se dio cuenta. Ella tenía a Mauricio y se preocupaba de él. No se preocupaba de ver que también que su hijo estaba creciendo. Fueron varias las veces en que lo vi en la puerta de mamá, mientras ella y Mauricio se solazaban en la cama. Invariablemente su mano metida en su pijama a masturbarse. La escena comenzó a excitarme también a mí, así que mientras lo miraba masturbarse, yo también me metí la mano en mis bragas
En otra ocasión vi a Alberto mirando a escondidas a nuestra madre que estaba en la ducha. Generalmente dejábamos la puerta entreabierta debido al vapor. Entonces pensé, si lo hace con mi madre, tal vez también lo hace conmigo, y por qué no, también yo podía espiarlo a él.
El fin de semana, normalmente Mauricio y mamá salían a cenar afuera. Alberto y yo nos quedábamos en casa solos. Alberto se duchaba normalmente el fin de semana después de llegar del gimnasio. Yo estaba atenta y cuando escuché correr el agua de la ducha, me fui a curiosear a través de la puerta entreabierta. Mis ojos se abrieron desmesuradamente y también mi boca se abrió en estupor. Mi hermano pequeño ya no era tan pequeño, su pecho estaba poblado de oscuros vellos que bajaban por su vientre plano y musculoso, hasta una jungla de vellos púbicos donde florecía una pija mastodóntica. Se estaba masturbando de lo lindo. Vertió una generosa cantidad de jabón liquido sobre su polla y siguió magreando ese enorme pedazo de carne amoratado y brillante, lo escuché gemir y susurrar entre dientes:
—Sí, mami … ¡Chúpamela como lo haces con Mauricio! … ¡Uhmmmm! … ¡Ssiii! … ¡Muéstrame tu coño peludo, mami! …
Me llevé la mano a la boca para no reírme a alta voz. ¡¡Dios mío!! Lo que estaba viendo era impagable y el continuaba con sus piernas ligeramente abiertas y su mano que se movía velozmente a masturbar su enorme pene.
Sigilosamente me fui, bajé las escaleras y fingí estar volviendo en ese momento.
—¡Hola! … ¿Hay alguien en casa? …
Grité desde la base de la escala, luego subí lentamente y asomé mi cabeza en el baño, Alberto estaba de espaldas a mí y lo saludé:
—¡Ehm! … ¡Hola! …
Fue todo lo que dijo. Lo importuné un poco más con chachara insulsa y luego me fui a mi cuarto. Si no logró correrse, de seguro lo hará más tarde, sospeché.
***
La situación en casa cambió un poco abruptamente el día en que Mauricio se fue de la casa. Mamá volvió a quedar sola con nosotros y su tristeza. Tenía un trabajo un poco mejor que antes, pero el dinero comenzó a escasear. Rápidamente nos dimos cuenta de eso. La comida se volvió más ahorrativa, ya no comprábamos cosas ricas y todos los gastos innecesarios se desecharon. Alberto buscó un trabajo part-time y yo me fui al supermercado a trabajar de reponedora también en un esquema part-time.
No era divertido. Mamá dijo que iba a ser temporal y se disculpó. Pero la realidad era que apenas tenía tiempo para mis amigos o mis aficiones. Me quedaba solo poder disfrutar de mi cuerpo y parecía que mi libido se acrecentaba cada vez más. Me tocaba todos los días, no siempre me corría, pero la sensación de jugar con mi coño era mágica y placentera. A la llegada del verano lo días se volvieron calurosos y ya no usaba ropa interior.
La casa sin Mauricio parecía vacía. Ya no se escuchaban ruidos provenientes de la habitación de mamá. Eso me entristeció. La imaginé durmiendo sola y triste, sin tener ese desahogo que le daba Mauricio. Pero muy pronto me di cuenta cuan equivocada estaba. Ahora que estaba mucho más grande, también había tomado otras responsabilidades para ayudar a mamá. Una de esas era lavar nuestra ropa. Cambiar las sabanas y lavarlas. Me reí entre dientes cuando cambiando las sábanas de Alberto encontré los manchones de semen, pero me lleve una sorpresa cuando cambiando la ropa de cama de mamá me encontré con un enorme consolador rojizo bajo su almohada. Puse las sábanas limpias y luego dejé todo ordenado como estaba. Mamá jamás menciono nada sobre esto.
Un día mientras me duchaba me sentí observada, sospeché que era Alberto, pero nunca lo vi. Pensé que lo hacía a menudo y no le di mayor importancia, además, no sabía que hacer al respecto, él estaba habituado a mirarnos a mamá y a mí, las únicas mujeres de casa. Debo decir que hasta me dieron ganas de que viera más de lo que esperaba, me excité al pensar en él magreando su pija por mí. Así la próxima vez que me sentí observada, me giré hacia la puerta y tomé mis tetas y jugué con ellas tironeando de mis pezones y dejándolas caer, puse un pie sobre el borde de la bañera y enjaboné mi panochita abriendo mi labia hinchada y me metí los dedos un par de veces.
Cuando miré de repente hacia la puerta, me pareció vislumbrar a Alberto masturbándose a toda fuerza. Se me erizaron los vellos de la piel. Esa noche estaba extraordinariamente caliente. Me acosté temprano y comencé a introducirme los dedos. Trataba de pensar en algún chico del colegio, pero mi mente tornaba una y otra vez a la imagen de mi hermanito masturbándose fuera de la puerta del baño.
***
Estaba llena de curiosidades. Sabía que mi madre tenía un vibrador, me intrigaba las sensaciones que podía provocar un artilugio de ese tipo. Nunca había usado una cosa así. Una mañana cuando me encontraba yo sola en casa, lo fui a buscar. No estaba debajo de su almohada, pero mirando alrededor, descubrí una cajita en su mesita de noche, ahí estaba. Lo saqué y lo miré por todos lados. Cuando giré la tapa de color en un extremo, mi corazón se aceleró al sentir el suave zumbido y la vibración en mi mano. Continué a girar la tapa y el zumbido se hizo más fuerte, como así también las vibraciones. Fui variando las diferentes velocidades, lo sostuve contra mi pecho, mis pezones se endurecieron y sentí el habitual hormigueo entre mis piernas cuando comienzo a sentirme cachonda, entonces supe que debía probarlo.
Me acosté en la cama y me bajé pantalones y bragas, deslicé el vibrador sobre mi coño. Lo empujé contra mi clítoris y se me puso la carne de gallina. Fue tan rica y caliente la sensación. Deslicé mis dedos por sobre mi hendidura y noté lo caliente y empapada que estaba. El ápice del consolador rozó entre mis labios y lo apreté con mis muslos, me volvía loca. Respiré profundamente y no esperé más, empujé el arnés en mi cuevita del placer, suavemente se deslizó dentro de mí. Por un momento sentí un ruido e imaginé que mamá entraba a su cuarto y me atrapaba usando su vibrador, pero no sucedió nada y proseguí dándome placer empujándolo más y más adentro. Las vibraciones se transmitieron por todo mi cuerpo y encendieron llamas en mi panocha. Comencé a follar mi coño impetuosamente y mis fluidos comenzaron a fluir a mares, nunca había logrado la sensación de orgasmo con tanta rapidez e intensidad, no sentí ningún dolor, pero mi coño sangraba, mi virginidad se había ido.
Estaba concentradísima y super caliente, me parecía que iba a explotar de un momento a otro. En eso un sonido estruendoso me saco de mis fantasías, era el teléfono, grite desesperada y saque de mi chochito el juguetito y corrí al teléfono, contesté:
—¿Hola? …
—Cariño, soy tú madre …
Era mi madre que se encontraba en el Mall y me preguntaba si tenía necesidad de alguna cosa porque volvería muy luego a casa, no recuerdo siquiera que le respondí, estaba tan conmocionada que tenía que recuperarme, no pude continuar, limpié el vibrador y lo devolví a su cajita para guardarlo con cuidado y salí de su cuarto emocionada y atemorizada.
Ese sábado por la noche, me fui a la cama con un orgasmo postergado, tenía la necesidad de relajarme conmigo misma y terminar de darme placer. Alberto también se había ido a acostar temprano, solo mamá quedó en la cocina preparando un postre para el domingo, pero la sentí cuando salió de la cocina a su dormitorio. No sé porqué mi mente evocó esos instantes en que mi coño fue inundado de ese maravilloso consolador de mamá, ¿¿Estará ella usándolo esta noche?? Me levanté para ir al baño y al pasar fuera de la puerta de mamá, me pareció escuchar el zumbido característico del vibrador, me acerqué un poco más y creo que escuché uno que otro gemido, no queriéndola disturbar rápidamente seguí hacia el baño y luego de orinar volví a mi cuarto. Mientras estaba saliendo del baño me encontré a mi hermano que necesitaba entrar al baño, no pude dejar de notar la protuberancia en sus pantalones de pijama. No se porque le dije a mi hermano:
—No hagas mucho ruido … mamá esta ocupada …
Me miró sin entender nada, así que le dije:
—Mami está satisfaciéndose así misma … no la vayas a molestar …
—Ok … está bien …
Fue lo único que dijo. Miré por última vez el bulto inmenso bajo su pijama y me fui a mi dormitorio a continuar con lo mío, me acosté en mi cama. Me costaba entrar en el clima de calentura de la tarde anterior, había algo que me hacía sentir inquieta, escuché la puerta de la habitación de mi hermano. Me levanté porqué sospeché que él se estaba moviendo por el pasillo. Abrí mi puerta con extrema precaución y vi a Alberto de pie fuera de la puerta de mamá y su oreja pegada a esa, su pijama estaba en sus tobillos y se estaba masturbando, esto me excitó inmediatamente, no pude resistirme y metí mi mano en mi entrepierna.
Alberto hacía extraños movimientos de pie frente a la puerta de mamá y eso más me calentaba, cuando lo vi que abría un poco sus piernas y se plegaba hacia adelante, comprendí que estaba a punto de correrse, su cuerpo se sacudió y temí que sus rodillas no lo mantuvieran en pie cuando de su pene comenzaron a salir gruesas hebras perladas de semen fresco que se iba depositando en el marco de la puerta de mamá. Roció seis o siete chorros de esperma y se quedó inmóvil con su cabeza gacha después del esfuerzo, tuve intención de cerrar mi puerta, pero estaba demasiado caliente viendo a mi hermanito como se corría escuchando los gemidos de nuestra madre.
Nuevamente, sigilosamente cerré mi puerta, esperaba que no me hubiera escuchado, me boté sobre mi cama con mi corazón hiper acelerado. Automáticamente mis dedos buscaron con desesperación mí coño y me penetre con tres dedos mi empapada panocha y rápidamente me masturbé a un explosivo orgasmo que me dejó sin fuerzas, me contorcí sobre mi cama follando mis dedos y con mis piernas apretadas, luego me adormecí casi sin darme cuenta.
El domingo por la mañana bajé las escaleras en camisón, no estaba usando bragas como de costumbre, me encantaba sentir ese riesgo de ser sorprendida sin ropa interior, era como caminar con un secreto solo mío. Mamá estaba en bata tomando una taza de chocolate caliente, se sentía el aroma en el ambiente. Me serví una taza de café y me senté en un sillón a hacerle compañía. Luego entró Alberto con una cara somnolienta nos miró a mí y a mí madre, quedándose parado allí con una tremenda erección como si nada, su pija era claramente visible. Miré a mi madre y vi que ella también se había percatado, pero no hizo nada más que mirar su polla entiesada bajo su pijama, ¿¿Hizo eso a propósito?? ¿¿Y que pensaba mi madre de eso?? Lo encontré excitante, por decir lo menos.
Mamá se levantó a prepararse otra taza de chocolate y Alberto la siguió detrás, luego la abrazó, mamá se volteó y Alberto apoyó su cabeza en sus pechos que eran casi visibles a través de la bata. Estoy segura de qué él era consciente de aquello y la abrazó por esa razón. Ella jugó con sus cabellos y lo apretó contra sus senos, luego se separó de él para servirse su bebida, Alberto se volvió hacia un lado y pude ver que su erección seguía igual de pronunciada. ¡¡Y mamá no dijo nada sobre ello!! ¿¿No lo habrá sentido??
Quedé sorprendida, tal vez lo ignoró a propósito. Mamá volvió con chocolate para ella y para él, nos encontramos otra vez todos sentados a beber nuestras cálidas bebidas. Alberto nos miraba a mi y a mi madre alternadamente. Era evidente que el ambiente estaba cargado sexualmente. Después de beber su bebida, mamá anuncio que se iba a duchar. Alberto esperó un par de minutos y la siguió, se fue frotando su pija dentro de su pijama. No pude ignorarlo y lo miré significativamente, solo me sonrió y siguió subiendo las escaleras.
Cuando mamá desocupó el baño, nos lo hizo saber para que Alberto o yo nos fuéramos a bañar también. Pensé que Alberto iría primero y luego yo. Al pasar por el dormitorio de mamá, la escuché secando sus cabellos con su secador. Alberto estaba con la puerta abierta, me asomé y le dije:
—Anda a bañarte … luego iré yo …
Me quedó mirando de arriba abajo, estaba sentado en su silla y se notaba que su pija estaba todavía tiesa, parecía que lo ostentaba, no hacía nada para disimularlo, pasó su mano sobre su polla y me dijo:
—Ve tú hermanita … yo tengo algo que hacer …
Me dio un poco de rabia su desvergüenza y le dije:
—¡Oh, claro! … no te ha bastado con mirar a mamá … ahora quieres mirarme también a mí …
—¿Y si así fuera? … ¿Qué vas a hacer? …
Me di cuenta de que lo estaba animando, así que un poco ofuscada me di vuelta para irme, pero él me llamó:
—Carolina …
—¿Qué? …
—Te ves muy linda sin bragas …
Dijo riéndose socarronamente mientras fingía rascar el costado de su muslo para hacer notar su pija, me ruboricé y dándome media vuelta le dije:
—¡Estúpido! … entonces diviértete …
Me fui a mi habitación, tome todas mis cosas y me fui a duchar dejando la puerta entreabierta, me importaba un bledo si me miraba o no y me lavé sin preocuparme al respecto. Cuando termine, pase por su habitación, estaba de pie acariciando su gruesa polla por sobre el pijama y le dije:
—Puedes ir … el baño está desocupado …
Se giró hacia mí poniendo en evidencia su macizo pene que se veía claramente bajo su pijama.
—Gracias … es tu turno de mirarme ahora …
¡El muy bastardo!, sabía que yo también lo miraba, no pude reprimir una coqueta sonrisa. Momentos después escuché correr el agua de la ducha. Me vestí rápidamente, escuché que mamá pasaba la aspiradora en el piso de abajo. Sin más ni más, entré al baño y encontré a Alberto desnudo con su verga en la mano, su erección era enorme, sorpresivamente le pregunté:
—¿Qué estás haciendo? …
—¿Y tú? … ¿Qué haces aquí? …
—Bueno … tú me invitaste a mirarte …
Se rio de mi ingeniosa respuesta y se giró hacia mí. Su polla era realmente de tamaño considerable, no tenía tanta experiencia en pollas, pero me pareció bastante grande. Tenía su mano alrededor de su arnés y comenzó a masturbarse lentamente. No estaba preparada para esto, con voz jadeante me dijo:
—Entonces mira …
Sus ojos comenzaron a recorrer mi cuerpo lascivamente. Me di cuenta de que mi remera ceñida y sin sostén, además de una falda extremadamente corta, le estaba ofreciendo suficiente material para su masturbación, un poco nerviosa le manifesté:
—Se ve fantástico … continua …
Traté de mantenerme fría, pero mi cuerpo comenzó a reaccionar y mi coño cosquilleaba y mis pezones se endurecían.
—¡Claro! … Espero que te guste el espectáculo … Tal vez un día podríamos hacerlo juntos tu y yo …
Me dijo casi chirreando sus dientes, lo que me obligó a responderle:
—¡En tus sueños, idiota! …
Pero él ni siquiera se inmutó y siguió masturbándose, movía su prepucio sin esfuerzo de arriba abajo. Sabía que era mi oportunidad de girarme y escapar, sin embargo, estaba como paralizada en un trance hipnótico mirando su hermosa y gigantesca polla que se veía demasiado caliente como para ignorarla, entonces él volvió a interpelarme:
—Si no vas a hacer nada … por lo menos levántate tú remera y muéstrame tus tetas … así terminaré más rápido …
—Ni loca …
Le dije no queriendo ser más grosera.
—¡Vamos! … ¡Déjame mirarte! … Tú sabes lo que me gusta mirarte …
Me sonó atractiva su invitación, mi calentura había aumentado y estuve a pronto de ceder, poco a poco levanté mi remera, quería divertirme con él y terminé sacándomela por la cabeza. Mis pechos perforados con un finísimo piercing se soltaron libres y cimbreantes. Alberto aumentó el ritmo de su masturbación
—¡Vamos, hermanito! … ¡Córrete para mí! …
Le dije suplicante, entonces me abrí la falda y le mostré mi entrepierna sin bragas. Alberto jaló su pija muy rápido y se corrió. Fue una sorpresa para mí, rápidamente me levanté y salí corriendo, ¡¡Eso fue increíble!!
Minutos más tarde, Alberto llegó completamente vestido a mi habitación, llamó suavemente a mi puerta y asomó su cabeza preguntando:
—¡Hey! … ¿Cómo estás? … ¿Todo bien? …
Tímidamente asentí, luego agregó:
—Perdóname … me dejé llevar … yo … ¡ehm! …
No quería hacerlo sentir culpable de nada, así que le dije:
—No importa … no fue nada … no temas …
Él se fue cerrando amablemente mi puerta. Para mí fue un día que difícilmente iba a poder olvidar.
***
Un par de semanas después, un sábado por la noche durante el mes de octubre, con los días bastante cálidos, el clima era hermoso y estábamos todos con ropa ligera. Mamá había recibido un aumento de su sueldo y había ordenado pizza y refrescos para festejar en casa. Había papas fritas y algo muy raro, una botella de vino rosado. Estábamos mirando la Tv y gozando de la comida sentados en el sofá. Alberto se había sentado en medio a mamá y yo. Ellos ya habían terminado de comer, mamá había pasado un brazo alrededor de él y Alberto yacía con la cabeza sobre su vientre. Mamá se inclinó a tomar su vaso de la mesita de centro, y al hacerlo, sus exuberantes senos aplastaron el rostro de Alberto, él no dijo nada, pero nuestras miradas se cruzaron y me di cuenta por sus ojos, que ese estrecho contacto con mamá le había afectado.
Mamá no se percató de nada, pero a medida que avanzaba la noche, mamá vació la botella de vino y se quedó dormida. Fue entonces que lentamente Alberto se acercó más a ella y apoyo su cabeza directamente en sus tetas, lo miré por el rabillo del ojo y vi que había metido su mano en sus pantalones cortos y jugaba con su polla. Me pareció estar en una dimensión paralela, veía como si estuviera en otro lugar, pero me asombró ver como él se esmeraba en acercarse más y más a ella sin importarle que yo lo estuviera observando. Pero no se iba a detener ahí, puso su mano en el muslo de mamá y la acarició suavemente. Mamá no respondía, pero comenzaba a gemir y se movió un poco. Descaradamente Alberto giró su cabeza y quedó con sus labios sobre el pezón de mamá. Me pareció una locura.
Su mano se agitó bajo sus pantaloncitos, para ser honesta, el espectáculo me excitó bastante. Justo en el momento en que pensé iba a tomar en su boca el pezón de mamá, mi madre se anduvo despertando y empujó a Alberto hacia un lado y cruzó sus brazos bajos sus senos, cortándole el camino a Alberto, me sonreí al ver su cara de frustración, él me miró enojado. Seguimos mirando la televisión.
Un cuarto de hora más tarde, mamá se levantó, dijo estar muy cansada, e intentó dirigirse a su dormitorio con pasos vacilantes a causa del alcohol, Alberto aprovecho de tomarla por la cintura diciéndole:
—Espera, mamá … yo te ayudaré …
Ella farfulló algo afirmativamente y se dejo abrazar para subir las escalas. Curiosa, seguí a la dispareja pareja. Creo que mamá más que borracha, estaba muy cansada y con sueño. Se cepilló los dientes y se fue a su dormitorio, luego sentimos un ruido cuando se desplomó sobre su cama. Me estaba lavando los dientes cuando Alberto entró en el baño sin llamar, paso detrás de mí haciéndome sentir su enorme erección y me dijo:
—Hermana fisgona …
Como no se movía detrás de mí, le dije:
—¿Sí? …
Se percató que mi tono no era muy amigable y me dijo:
—Lo siento mucho … pero estas en mi camino hacia el inodoro …
Su accionar era grotesco, pero a pesar de eso logró que mi coño se excitara, burlonamente le pregunté:
—¿No te quedaste para ponerle el pijama a mamá? …
Me quedó mirando intensamente y dijo:
—¡Uhm! … buena idea … creo que luego iré a controlar y veré que se puede hacer …
Me pregunté si lo decía en serió o estaba bromeando al igual que yo. Él se fue a su habitación y yo a la mía. Al rato escuché a Alberto ir al baño y poco después abrió mi puerta de par en par, detrás de él se escuchaban los suaves ronquidos de mamá. Sonriendo él me dijo:
—Creo que mamá no está acostumbrada a beber …
Estúpidamente lo alenté diciéndole en son de broma:
—Entonces esta es una buena oportunidad para ti …
Se le iluminaron los ojos a mi hermano, me miró en una forma muy extraña, sus ojos recorrieron mi cuerpo, dio un paso hacia mi y me asusté, lo detuve diciéndole:
—¡Oye! … no es tiempo de hacer locuras …
Ese loco es capaz de hacer cualquier cosa, pensé. Lo vi que se volteaba a mirar la puerta y se alejó diciendo:
—No … solo quería comprobar que vieras bien desde aquí …
Mi puerta estaba totalmente abierta. Salté de la cama y lo seguí. Ya había abierto la puerta del dormitorio de mamá. Contuve la respiración cuando lo vi dirigirse hacia la cama de ella. La luz de la luna se filtraba a través de los amplios ventanales y había suficiente iluminación. Mi madre estaba acostada boca arriba con la mayor parte del edredón sobre ella.
Alberto dio la vuelta a la cama y se colocó al lado de mamá, tomó delicadamente una esquina del edredón y lo volteó lentamente hacia atrás. Mi madre no se había molestado de colocarse un pijama, estaba completamente desnuda. El bulto en el pijama de Alberto fue espontaneo y su mano acarició su polla al ver los grandes pechos de mamá. Me asusté y se lo hice saber:
—¿Estás loco? … ¡Ven! … ¡Salgamos! …
Pero Alberto ni siquiera me escuchó, él estaba en otra, no había nada que lo pudiera detener. Lentamente se inclinó hacia adelante y acarició suavemente la teta de mamá con su dedo índice. Mamá roncaba suavemente y no parecía sentir sus toqueteos. Tomó su pezón entre sus dedos y lo apretó ligeramente haciéndolo endurecer, mamá gimió suavemente. Una vez más me alteré y le dije en un susurro:
—¡Ven, idiota! … ¡Qué la vas a despertar! …
Pero él prosiguió en su misión, suavemente retiró el edredón hasta sus muslos revelando la parte inferior del cuerpo de mamá. Excitada, me mordí mi labio inferior al ver el rostro lujurioso de mi hermano contemplando el peludo coño de mamá. Cuando vi que su dedo se perdía en esa jungla de vellos púbicos y escuché los suaves gemidos de mamá, no pude soportar más. Afortunadamente también fue demasiado para él que colocó el edredón en su lugar y salimos apresuradamente de la habitación de mamá. Respiré aliviada cuando nos encontramos fuera de su dormitorio y caminamos a mi cuarto, después de cerrar mi puerta, le dije:
—¿Te has vuelto loco? …
Me miró inalterado y dijo descaradamente:
—Era ahora o nunca … solo tenía que hacerlo … me estoy volviendo loco de deseos por ella …
Sus ojos vidriosos no cesaban de recorrer mi cuerpo y sentí un familiar hormigueo en mi bajo vientre una vez más, lo peor era que otra vez no estaba usando bragas y sentí una gota de fluidos deslizarse por mi pierna y no pude reprimirme de preguntarle.
—Y ahora … ¿Te masturbarás? …
Mi boca estaba seca y la idea no me disgustaba, me miró de soslayo cuando respondió acariciando su polla gigante.
—¿Tú qué crees? … Si no lo hago nunca dormiré … y creo que necesito hacerlo más de una vez …
Su verga estaba rígida bajo sus pantaloncitos e imaginé su verga chorreando lechita por todas partes, sin reflexionar me encontré preguntándole:
—¿Y puedo verlo? …
Me respondió instantáneamente:
—¿Te gustaría verlo? … ¿Quieres verlo? … ¿Y dónde? …
No dude un momento en mi respuesta:
—Tu habitación …
—¡Bien! …
Dijo escuetamente y se dirigió a su dormitorio. Algo arrepentida y avergonzada lo seguí cabizbaja, entramos en su cuarto y me indicó una silla de su escritorio:
—Siéntate allí frente a mí …
Cerró la puerta y se quito los shorts y la remera, se tumbó totalmente desnudo sobre la cama. La lampara de la mesita de noche iluminaba bastante bien todo su cuerpo, aferrando su pija con dos manos me preguntó jadeando ligeramente:
—¿Qué quieres ver, hermanita? … ¿Cómo me masturbo? …
Asentí mordiendo mi labio y él comenzó a jalar su enorme pene. Su polla le llegaba fácilmente a su ombligo, la aplastó contra su vientre y deslizó su prepucio lo más abajo posible haciendo aflorar toda su asta afelpada y brillosa, volvió a preguntarme:
—¿Te excita cuando hago esto? …
Asentí lentamente con mi cabeza y me acomodé en la silla, el dijo:
—Y a mi me calienta cuando me miras, hermanita …
Lentamente jaló esa tremenda polla cachonda suya. Imaginé ¿Cómo sería tener un enorme arnés como ese enterrado profundamente en mi coño? El solo pensarlo me hizo exudar abundantes fluidos en mi panocha. Lo miraba concentrada, no quería perderme nada y él me preguntó:
—¿Puedes desvestirte? …
Me quedé desconcertada, como me vio que no reaccionaba agrego:
—¡Vamos! … Haré lo que quieras …
Titubeante me saqué la remera por mi cabeza. Miró mi cuerpo con una mirada penetrante y comenzó a masturbarse más rápido y gimiendo afanosamente me dijo:
—Carolina … eres una hermosa hermana caliente …
Me sentí halagada y miré a mi hermano con otros ojos. Mi pequeño hermanito había crecido, no solo físicamente sino también en su comportamiento. Vi el vello de sus axilas, su vientre musculoso, pero su polla bien crecidita, me decía que ya no era más el niño pequeño que acudía a mí llorando, ahora era un hombre.
Ciertamente había visto otras pijas en la televisión, y comparándolas con esas, Alberto tenía una polla realmente grande y gruesa, también sus bolas velludas eran de consideración y se balanceaban suavemente envueltas en su engurruñado escroto. Él se dio cuenta de que estaba admirando su grueso miembro y me dijo atrevidamente:
—No puedes quitarle los ojos de encima, ¿verdad? …
Solo entonces me transcurrí de haber estado haciéndolo. Estaba caliente, seguramente eran los genes de mamá o tal vez nuestra pubertad, ingeniosamente le dije:
—Bueno … no es que vea todos los días a un chico desnudo masturbándose …
Los ojos de Alberto se movieron sobre mis piernas, mis pechos, mi trasero. Imaginé a mi hermano lamiéndome todo el cuerpo, lo que no hizo más que aumentar el hambre creciente en la parte baja de mí cuerpo. De hecho, no pude resistirme y apretar mis muslos muy fuertes para trasmitir una dulce sensación a mi coño. Mientras más caliente me ponía, más se aceleraba mi corazón. Alberto se quedó mirándome y me dijo:
—¿Te estás poniendo inquieta? … ¿O estás tanto o más caliente que yo? …
Aparentemente nada pasaba desapercibido para este cachondo chico, no le di importancia a sus demandas y solo le dije en un tono molesto:
—¡No seas bobo! … ¡Date prisa! …
Me excitaba pensar que podríamos ser descubiertos por mamá. Alberto solo se rio, levantó una rodilla y con su mano libre agarró sus bolas y las acaricio mostrándomelas. ¡¡Dios!! ¿¿Quien le habrá enseñado a exponerse con esta facilidad y naturalidad?? Volvió a hablarme:
—¿Quieres tocarlas? … ¿Me ayudarías? …
Solo pensar en esa posibilidad, hizo que aumentaran las cosquillas a mi coño. Imaginé su enorme polla en mi pequeña mano. Pero tenía tanto miedo de que todo se saliera fuera de control, que me quedé quieta como una boba y aterrada le dije:
—No gracias … date prisa que podría venir mamá …
Alberto pareció entender la coyuntura y se masturbó más rápido con fuertes golpes, la cabezota de su glande aparecía y desaparecía entre los pliegues de su prepucio. Ninguno de los dos dijo nada más, contuve la respiración, los latidos de mi corazón aumentaron mientras escuchaba los suaves gemidos de mi hermano, pero sobre todo los ruidos que hacía al masturbarse.
Con esa intensidad no podía durar mucho. Cambió el ritmo un par de veces lanzando fuertes gemidos y luego violentamente soltó una gruesa hebra de leche perlada que aterrizó en su pecho, el resto de su semen se espació a copiosos goterones sobre su vientre y pectorales. Mis mejillas se ruborizaron de excitación. Alberto continuó por un rato más y luego se calmó. En todo ese tiempo permanecimos en silencio. Ahora que había terminado, lo único que quería era irme rápido de ahí. Me puse la remera y me levanté. Alberto me miró consternado:
—¿Ya te vas? …
Asentí y me dirigí sin decir nada a la puerta. Una vez en mi habitación me quede intranquila a escuchar los sonidos de la casa. Oí a Alberto yendo al baño y me dio miedo de que entrara a mi cuarto. Solo después de un cuarto de hora me atreví a tocar mi chocho y comencé a jugar conmigo misma, todavía estaba caliente y decidí desnudarme. Mi coño estaba húmedo, me metí dos dedos y no tarde mucho en correrme. Luego me chupé los dedos que había usado en mí, realmente hago esto solo cuando estoy muy caliente, creo que esta era una de esas veces. Mi cuerpo entró en una especie de relajación y rápidamente me quedé dormida.
***
Tuve un sueño irrequieto. Soñé con un chico mayor que yo que me folló sobre el césped de un hermoso prado. Su polla penetraba profundamente en mí desde atrás y mis hermosas tetas se frotaban contra la toalla sobre la cual estaba recostada. No podía verle la cara, solo sentía su enorme polla que llenaba mi estrecho coño placenteramente. Luego la imagen cambió y esta vez el chico estaba sobre mí follándome a toda fuerza, su pija ensanchaba mi conchita, de repente se alzó en sus brazos y vi la brillante sonrisa de Alberto que follaba alegremente mi coño, sus manos aferraron mis pechos y me embistió con dureza su verga entiesada. Estaba muy caliente y a pesar de mi asombro, tuve deseo de detenerlo, pero mi cuerpo se amovía acompasado a su ritmo y me desperté agitada y sudada. Todavía estaba desnuda en mi cama, pero la habitación ya no estaba a oscuras, los primeros rayos del sol se filtraban por las cortinas. Miré a mi alrededor y me sentí aliviada de estar sola. No había otros sonidos en la temprana mañana, todo estaba en silencio, el reloj del celular marcaba las ocho de la mañana.
Me puse mi camisón, pero consideré prudente ponerme bragas. Me levanté al baño y encontré a Alberto saliendo de él, seguramente se había despertado antes que yo. Me miró sonriendo y dijo desfachatadamente:
—¿Soñaste conmigo, hermanita? …
Le devolví la sonrisa y le dije en el mismo tono:
—No … no tuve ninguna pesadilla …
Entonces escuché la familiar voz de mamá:
—¿Soñado contigo? …
El desvergonzado de Alberto se detuvo un instante y ni se inmuto al responderle:
—Sí … soy el joven más apuesto de esta casa …
Luego siguió hacia su dormitorio, mamá y yo nos quedamos riendo de sus palabras.
Caminé rápidamente a mi habitación, después de una media hora mamá llamó que el desayuno estaba listo. Bajé a desayunar con mi camisón, encontré a mamá con su bata y Alberto en pantalones cortos. Él se acercó a mamá y la abrazó estrechándola fuertemente a sí. Mamá sorprendida por su acercamiento exuberante y lo beso en su mejilla. Cuando la soltó y se giró hacia mí, vi que el bulto en sus pantalones había vuelto a crecer. También me percaté que los pezones de ella se habían endurecidos. También mis pezones se habían sensibilizados. Alberto descaradamente me guiñó un ojo cuando pasó junto a mí.
(Continuará …)
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luisa_luisa4634@yahoo.com
El hecho de que después nunca más volví a ver a mi padre solo confirmó mis peores pensamientos. Mi madre estaba triste y yo no sabía como ayudarla, cuando le pregunté dónde estaba papá, simplemente estalló en llanto, entonces me quedó claro que papá nos había abandonado.
Los años sucesivos fueron bastante difíciles. No éramos ricos y mi madre se esforzaba por hacernos crecer en un buen ambiente y que no nos faltara nada a mi y a mi hermano. Normalmente yo tenía que hacerme cargo de mi hermano pequeño y cuidarlo, pero era demasiado jovencita para asumir el empeño en la forma debida, más que nada jugábamos juntos y creamos un vinculo muy fuerte entre él y yo.
No había dinero para diversiones, pero Alberto y yo habíamos aprendido a jugar con mucha imaginación y prácticamente sin juguetes. Tampoco había dinero para ropa nueva, mamá nos compraba vestidos de segunda mano en el mercado o también lo que le regalaban nuestros parientes de nuestros primos, pero nunca nos faltó de comer y algunas raras veces mamá llegaba con algún dulce para compartirlo entre nosotros.
***
Pero fui creciendo. Mamá encontró una nueva pareja. Solo tenía ojos para ella, pero se comportaba bien con nosotros. Mamá se transformó de una mujer enjuta a una esplendente y hermosa fémina. Su guardarropa se llenó lentamente con hermosos vestidos y lindas blusas. Su nuevo amiguito no gastó dinero en nosotros, pero mamá dispuso de más dinero para nosotros. Así fue como empezó a comprarnos vestidos nuevos de tienda. Fueron días felices para todos, Alberto y yo habíamos llegado a la adolescencia y yo había comenzado a crecer anatómicamente, también mi hermano creció de repente.
Mi madre reía y disfrutaba de la vida otra vez. Hacía mucho tiempo que no la veía así alegre y ese ambiente de sana paz y alegría nos benefició a todos durante mucho tiempo.
En el colegio me iba bastante bien y comencé a desarrollarme. Mis senos pasaron de diminutas protuberancias a una copa C, también mis caderas crecieron. Descubrí el sexo, es decir, comencé a masturbarme y lo disfruté muchísimo. Mauricio, el novio de mamá, amaba a mi madre y varios días a la semana los escuchaba mientras lo hacían, cosa que me sorprendió un poco, pues no imaginaba que mamá fuera tan cachonda.
Mientras los escuchaba tener sus momentos íntimos, imaginaba cómo sería ser follada hasta gemir y chillar de placer como lo hacía mamá. Había tenido algunos novios, pero no me atrevía a ir más allá de dejarlos tocarme los senos o mis redondeadas posaderas, pero había sentido sus duras vergas presionando mi vientre o mis muslos, quizás no había encontrado al chico correcto aún.
Una noche en que estaba muy caliente, me metí a la cama sin bragas y comencé a acariciar mi cuquita. Estaba con las piernas en el aire y muy abiertas, me encantaba mirar mi chocho chorreando fluidos y enrojecido de placer hasta verlo contraerse y vibrar en el tanto anhelado orgasmo. Me detuvo un ruido. Escuchada los gemidos y quejidos de mamá teniendo sexo con Mauricio. Pero esta vez había otro sonido que me distrajo.
Rápidamente me coloqué mis bragas y salté fuera de mi cama. Con cuidado abrí la puerta que da al pasillo y miré, me sorprendí de ver a Alberto fuera del dormitorio de mamá con la oreja pegada a la puerta. Él no me vio, pero me intrigaba su actuar, ¿Qué estaba haciendo?. Me percaté que su mano estaba metida en su pijama y a juzgar por los movimientos, se estaba masturbando. Me quedé estupefacta. ¿Mi hermanito menor masturbaba su pija?
Cerré la puerta con cuidado y reflexioné sobre lo que había observado. Mi mundo se puso patas arriba. Sí, mi madre disfrutaba el sexo y yo también me había vuelto adicta a esas dulces y salvajes sensaciones, pero nunca imaginé que mi hermanito pudiera también sentir algo al respecto. Esto cambió totalmente la forma de ver y de pensar acerca de mi hermano pequeño.
En los días siguientes me dediqué a fijarme un poco más en sus comportamientos. Era inaudito, lo sorprendí mirando mis tetas y mi culo ¡¡Casi descaradamente!! También lo hacía con mamá, a menudo la espiaba cuando estaba en la ducha. No podía ni siquiera agacharme sin darme cuenta de que él me estaba mirando, ¿¿Cómo no me di cuenta antes??
Mi hermano pequeño era tan cachondo como nosotras e indudablemente se interesaba mucho del sexo. Lo encontré divertido y hasta como un desafío para llamar su atención aparentemente en modo casual. Por ejemplo, entré al baño solo en bragas y sujetador cuando él estaba cepillando sus dientes. En la mesa, me estiré en modo perverso para que pudiera tener un buen vistazo de mis tetas o me agachaba en modo tal que mi bragas se veían claramente. Hasta fingí dormir en el sillón con las piernas abiertas, mientras mirábamos la Tv.
Nuestra madre no se dio cuenta. Ella tenía a Mauricio y se preocupaba de él. No se preocupaba de ver que también que su hijo estaba creciendo. Fueron varias las veces en que lo vi en la puerta de mamá, mientras ella y Mauricio se solazaban en la cama. Invariablemente su mano metida en su pijama a masturbarse. La escena comenzó a excitarme también a mí, así que mientras lo miraba masturbarse, yo también me metí la mano en mis bragas
En otra ocasión vi a Alberto mirando a escondidas a nuestra madre que estaba en la ducha. Generalmente dejábamos la puerta entreabierta debido al vapor. Entonces pensé, si lo hace con mi madre, tal vez también lo hace conmigo, y por qué no, también yo podía espiarlo a él.
El fin de semana, normalmente Mauricio y mamá salían a cenar afuera. Alberto y yo nos quedábamos en casa solos. Alberto se duchaba normalmente el fin de semana después de llegar del gimnasio. Yo estaba atenta y cuando escuché correr el agua de la ducha, me fui a curiosear a través de la puerta entreabierta. Mis ojos se abrieron desmesuradamente y también mi boca se abrió en estupor. Mi hermano pequeño ya no era tan pequeño, su pecho estaba poblado de oscuros vellos que bajaban por su vientre plano y musculoso, hasta una jungla de vellos púbicos donde florecía una pija mastodóntica. Se estaba masturbando de lo lindo. Vertió una generosa cantidad de jabón liquido sobre su polla y siguió magreando ese enorme pedazo de carne amoratado y brillante, lo escuché gemir y susurrar entre dientes:
—Sí, mami … ¡Chúpamela como lo haces con Mauricio! … ¡Uhmmmm! … ¡Ssiii! … ¡Muéstrame tu coño peludo, mami! …
Me llevé la mano a la boca para no reírme a alta voz. ¡¡Dios mío!! Lo que estaba viendo era impagable y el continuaba con sus piernas ligeramente abiertas y su mano que se movía velozmente a masturbar su enorme pene.
Sigilosamente me fui, bajé las escaleras y fingí estar volviendo en ese momento.
—¡Hola! … ¿Hay alguien en casa? …
Grité desde la base de la escala, luego subí lentamente y asomé mi cabeza en el baño, Alberto estaba de espaldas a mí y lo saludé:
—¡Ehm! … ¡Hola! …
Fue todo lo que dijo. Lo importuné un poco más con chachara insulsa y luego me fui a mi cuarto. Si no logró correrse, de seguro lo hará más tarde, sospeché.
***
La situación en casa cambió un poco abruptamente el día en que Mauricio se fue de la casa. Mamá volvió a quedar sola con nosotros y su tristeza. Tenía un trabajo un poco mejor que antes, pero el dinero comenzó a escasear. Rápidamente nos dimos cuenta de eso. La comida se volvió más ahorrativa, ya no comprábamos cosas ricas y todos los gastos innecesarios se desecharon. Alberto buscó un trabajo part-time y yo me fui al supermercado a trabajar de reponedora también en un esquema part-time.
No era divertido. Mamá dijo que iba a ser temporal y se disculpó. Pero la realidad era que apenas tenía tiempo para mis amigos o mis aficiones. Me quedaba solo poder disfrutar de mi cuerpo y parecía que mi libido se acrecentaba cada vez más. Me tocaba todos los días, no siempre me corría, pero la sensación de jugar con mi coño era mágica y placentera. A la llegada del verano lo días se volvieron calurosos y ya no usaba ropa interior.
La casa sin Mauricio parecía vacía. Ya no se escuchaban ruidos provenientes de la habitación de mamá. Eso me entristeció. La imaginé durmiendo sola y triste, sin tener ese desahogo que le daba Mauricio. Pero muy pronto me di cuenta cuan equivocada estaba. Ahora que estaba mucho más grande, también había tomado otras responsabilidades para ayudar a mamá. Una de esas era lavar nuestra ropa. Cambiar las sabanas y lavarlas. Me reí entre dientes cuando cambiando las sábanas de Alberto encontré los manchones de semen, pero me lleve una sorpresa cuando cambiando la ropa de cama de mamá me encontré con un enorme consolador rojizo bajo su almohada. Puse las sábanas limpias y luego dejé todo ordenado como estaba. Mamá jamás menciono nada sobre esto.
Un día mientras me duchaba me sentí observada, sospeché que era Alberto, pero nunca lo vi. Pensé que lo hacía a menudo y no le di mayor importancia, además, no sabía que hacer al respecto, él estaba habituado a mirarnos a mamá y a mí, las únicas mujeres de casa. Debo decir que hasta me dieron ganas de que viera más de lo que esperaba, me excité al pensar en él magreando su pija por mí. Así la próxima vez que me sentí observada, me giré hacia la puerta y tomé mis tetas y jugué con ellas tironeando de mis pezones y dejándolas caer, puse un pie sobre el borde de la bañera y enjaboné mi panochita abriendo mi labia hinchada y me metí los dedos un par de veces.
Cuando miré de repente hacia la puerta, me pareció vislumbrar a Alberto masturbándose a toda fuerza. Se me erizaron los vellos de la piel. Esa noche estaba extraordinariamente caliente. Me acosté temprano y comencé a introducirme los dedos. Trataba de pensar en algún chico del colegio, pero mi mente tornaba una y otra vez a la imagen de mi hermanito masturbándose fuera de la puerta del baño.
***
Estaba llena de curiosidades. Sabía que mi madre tenía un vibrador, me intrigaba las sensaciones que podía provocar un artilugio de ese tipo. Nunca había usado una cosa así. Una mañana cuando me encontraba yo sola en casa, lo fui a buscar. No estaba debajo de su almohada, pero mirando alrededor, descubrí una cajita en su mesita de noche, ahí estaba. Lo saqué y lo miré por todos lados. Cuando giré la tapa de color en un extremo, mi corazón se aceleró al sentir el suave zumbido y la vibración en mi mano. Continué a girar la tapa y el zumbido se hizo más fuerte, como así también las vibraciones. Fui variando las diferentes velocidades, lo sostuve contra mi pecho, mis pezones se endurecieron y sentí el habitual hormigueo entre mis piernas cuando comienzo a sentirme cachonda, entonces supe que debía probarlo.
Me acosté en la cama y me bajé pantalones y bragas, deslicé el vibrador sobre mi coño. Lo empujé contra mi clítoris y se me puso la carne de gallina. Fue tan rica y caliente la sensación. Deslicé mis dedos por sobre mi hendidura y noté lo caliente y empapada que estaba. El ápice del consolador rozó entre mis labios y lo apreté con mis muslos, me volvía loca. Respiré profundamente y no esperé más, empujé el arnés en mi cuevita del placer, suavemente se deslizó dentro de mí. Por un momento sentí un ruido e imaginé que mamá entraba a su cuarto y me atrapaba usando su vibrador, pero no sucedió nada y proseguí dándome placer empujándolo más y más adentro. Las vibraciones se transmitieron por todo mi cuerpo y encendieron llamas en mi panocha. Comencé a follar mi coño impetuosamente y mis fluidos comenzaron a fluir a mares, nunca había logrado la sensación de orgasmo con tanta rapidez e intensidad, no sentí ningún dolor, pero mi coño sangraba, mi virginidad se había ido.
Estaba concentradísima y super caliente, me parecía que iba a explotar de un momento a otro. En eso un sonido estruendoso me saco de mis fantasías, era el teléfono, grite desesperada y saque de mi chochito el juguetito y corrí al teléfono, contesté:
—¿Hola? …
—Cariño, soy tú madre …
Era mi madre que se encontraba en el Mall y me preguntaba si tenía necesidad de alguna cosa porque volvería muy luego a casa, no recuerdo siquiera que le respondí, estaba tan conmocionada que tenía que recuperarme, no pude continuar, limpié el vibrador y lo devolví a su cajita para guardarlo con cuidado y salí de su cuarto emocionada y atemorizada.
Ese sábado por la noche, me fui a la cama con un orgasmo postergado, tenía la necesidad de relajarme conmigo misma y terminar de darme placer. Alberto también se había ido a acostar temprano, solo mamá quedó en la cocina preparando un postre para el domingo, pero la sentí cuando salió de la cocina a su dormitorio. No sé porqué mi mente evocó esos instantes en que mi coño fue inundado de ese maravilloso consolador de mamá, ¿¿Estará ella usándolo esta noche?? Me levanté para ir al baño y al pasar fuera de la puerta de mamá, me pareció escuchar el zumbido característico del vibrador, me acerqué un poco más y creo que escuché uno que otro gemido, no queriéndola disturbar rápidamente seguí hacia el baño y luego de orinar volví a mi cuarto. Mientras estaba saliendo del baño me encontré a mi hermano que necesitaba entrar al baño, no pude dejar de notar la protuberancia en sus pantalones de pijama. No se porque le dije a mi hermano:
—No hagas mucho ruido … mamá esta ocupada …
Me miró sin entender nada, así que le dije:
—Mami está satisfaciéndose así misma … no la vayas a molestar …
—Ok … está bien …
Fue lo único que dijo. Miré por última vez el bulto inmenso bajo su pijama y me fui a mi dormitorio a continuar con lo mío, me acosté en mi cama. Me costaba entrar en el clima de calentura de la tarde anterior, había algo que me hacía sentir inquieta, escuché la puerta de la habitación de mi hermano. Me levanté porqué sospeché que él se estaba moviendo por el pasillo. Abrí mi puerta con extrema precaución y vi a Alberto de pie fuera de la puerta de mamá y su oreja pegada a esa, su pijama estaba en sus tobillos y se estaba masturbando, esto me excitó inmediatamente, no pude resistirme y metí mi mano en mi entrepierna.
Alberto hacía extraños movimientos de pie frente a la puerta de mamá y eso más me calentaba, cuando lo vi que abría un poco sus piernas y se plegaba hacia adelante, comprendí que estaba a punto de correrse, su cuerpo se sacudió y temí que sus rodillas no lo mantuvieran en pie cuando de su pene comenzaron a salir gruesas hebras perladas de semen fresco que se iba depositando en el marco de la puerta de mamá. Roció seis o siete chorros de esperma y se quedó inmóvil con su cabeza gacha después del esfuerzo, tuve intención de cerrar mi puerta, pero estaba demasiado caliente viendo a mi hermanito como se corría escuchando los gemidos de nuestra madre.
Nuevamente, sigilosamente cerré mi puerta, esperaba que no me hubiera escuchado, me boté sobre mi cama con mi corazón hiper acelerado. Automáticamente mis dedos buscaron con desesperación mí coño y me penetre con tres dedos mi empapada panocha y rápidamente me masturbé a un explosivo orgasmo que me dejó sin fuerzas, me contorcí sobre mi cama follando mis dedos y con mis piernas apretadas, luego me adormecí casi sin darme cuenta.
El domingo por la mañana bajé las escaleras en camisón, no estaba usando bragas como de costumbre, me encantaba sentir ese riesgo de ser sorprendida sin ropa interior, era como caminar con un secreto solo mío. Mamá estaba en bata tomando una taza de chocolate caliente, se sentía el aroma en el ambiente. Me serví una taza de café y me senté en un sillón a hacerle compañía. Luego entró Alberto con una cara somnolienta nos miró a mí y a mí madre, quedándose parado allí con una tremenda erección como si nada, su pija era claramente visible. Miré a mi madre y vi que ella también se había percatado, pero no hizo nada más que mirar su polla entiesada bajo su pijama, ¿¿Hizo eso a propósito?? ¿¿Y que pensaba mi madre de eso?? Lo encontré excitante, por decir lo menos.
Mamá se levantó a prepararse otra taza de chocolate y Alberto la siguió detrás, luego la abrazó, mamá se volteó y Alberto apoyó su cabeza en sus pechos que eran casi visibles a través de la bata. Estoy segura de qué él era consciente de aquello y la abrazó por esa razón. Ella jugó con sus cabellos y lo apretó contra sus senos, luego se separó de él para servirse su bebida, Alberto se volvió hacia un lado y pude ver que su erección seguía igual de pronunciada. ¡¡Y mamá no dijo nada sobre ello!! ¿¿No lo habrá sentido??
Quedé sorprendida, tal vez lo ignoró a propósito. Mamá volvió con chocolate para ella y para él, nos encontramos otra vez todos sentados a beber nuestras cálidas bebidas. Alberto nos miraba a mi y a mi madre alternadamente. Era evidente que el ambiente estaba cargado sexualmente. Después de beber su bebida, mamá anuncio que se iba a duchar. Alberto esperó un par de minutos y la siguió, se fue frotando su pija dentro de su pijama. No pude ignorarlo y lo miré significativamente, solo me sonrió y siguió subiendo las escaleras.
Cuando mamá desocupó el baño, nos lo hizo saber para que Alberto o yo nos fuéramos a bañar también. Pensé que Alberto iría primero y luego yo. Al pasar por el dormitorio de mamá, la escuché secando sus cabellos con su secador. Alberto estaba con la puerta abierta, me asomé y le dije:
—Anda a bañarte … luego iré yo …
Me quedó mirando de arriba abajo, estaba sentado en su silla y se notaba que su pija estaba todavía tiesa, parecía que lo ostentaba, no hacía nada para disimularlo, pasó su mano sobre su polla y me dijo:
—Ve tú hermanita … yo tengo algo que hacer …
Me dio un poco de rabia su desvergüenza y le dije:
—¡Oh, claro! … no te ha bastado con mirar a mamá … ahora quieres mirarme también a mí …
—¿Y si así fuera? … ¿Qué vas a hacer? …
Me di cuenta de que lo estaba animando, así que un poco ofuscada me di vuelta para irme, pero él me llamó:
—Carolina …
—¿Qué? …
—Te ves muy linda sin bragas …
Dijo riéndose socarronamente mientras fingía rascar el costado de su muslo para hacer notar su pija, me ruboricé y dándome media vuelta le dije:
—¡Estúpido! … entonces diviértete …
Me fui a mi habitación, tome todas mis cosas y me fui a duchar dejando la puerta entreabierta, me importaba un bledo si me miraba o no y me lavé sin preocuparme al respecto. Cuando termine, pase por su habitación, estaba de pie acariciando su gruesa polla por sobre el pijama y le dije:
—Puedes ir … el baño está desocupado …
Se giró hacia mí poniendo en evidencia su macizo pene que se veía claramente bajo su pijama.
—Gracias … es tu turno de mirarme ahora …
¡El muy bastardo!, sabía que yo también lo miraba, no pude reprimir una coqueta sonrisa. Momentos después escuché correr el agua de la ducha. Me vestí rápidamente, escuché que mamá pasaba la aspiradora en el piso de abajo. Sin más ni más, entré al baño y encontré a Alberto desnudo con su verga en la mano, su erección era enorme, sorpresivamente le pregunté:
—¿Qué estás haciendo? …
—¿Y tú? … ¿Qué haces aquí? …
—Bueno … tú me invitaste a mirarte …
Se rio de mi ingeniosa respuesta y se giró hacia mí. Su polla era realmente de tamaño considerable, no tenía tanta experiencia en pollas, pero me pareció bastante grande. Tenía su mano alrededor de su arnés y comenzó a masturbarse lentamente. No estaba preparada para esto, con voz jadeante me dijo:
—Entonces mira …
Sus ojos comenzaron a recorrer mi cuerpo lascivamente. Me di cuenta de que mi remera ceñida y sin sostén, además de una falda extremadamente corta, le estaba ofreciendo suficiente material para su masturbación, un poco nerviosa le manifesté:
—Se ve fantástico … continua …
Traté de mantenerme fría, pero mi cuerpo comenzó a reaccionar y mi coño cosquilleaba y mis pezones se endurecían.
—¡Claro! … Espero que te guste el espectáculo … Tal vez un día podríamos hacerlo juntos tu y yo …
Me dijo casi chirreando sus dientes, lo que me obligó a responderle:
—¡En tus sueños, idiota! …
Pero él ni siquiera se inmutó y siguió masturbándose, movía su prepucio sin esfuerzo de arriba abajo. Sabía que era mi oportunidad de girarme y escapar, sin embargo, estaba como paralizada en un trance hipnótico mirando su hermosa y gigantesca polla que se veía demasiado caliente como para ignorarla, entonces él volvió a interpelarme:
—Si no vas a hacer nada … por lo menos levántate tú remera y muéstrame tus tetas … así terminaré más rápido …
—Ni loca …
Le dije no queriendo ser más grosera.
—¡Vamos! … ¡Déjame mirarte! … Tú sabes lo que me gusta mirarte …
Me sonó atractiva su invitación, mi calentura había aumentado y estuve a pronto de ceder, poco a poco levanté mi remera, quería divertirme con él y terminé sacándomela por la cabeza. Mis pechos perforados con un finísimo piercing se soltaron libres y cimbreantes. Alberto aumentó el ritmo de su masturbación
—¡Vamos, hermanito! … ¡Córrete para mí! …
Le dije suplicante, entonces me abrí la falda y le mostré mi entrepierna sin bragas. Alberto jaló su pija muy rápido y se corrió. Fue una sorpresa para mí, rápidamente me levanté y salí corriendo, ¡¡Eso fue increíble!!
Minutos más tarde, Alberto llegó completamente vestido a mi habitación, llamó suavemente a mi puerta y asomó su cabeza preguntando:
—¡Hey! … ¿Cómo estás? … ¿Todo bien? …
Tímidamente asentí, luego agregó:
—Perdóname … me dejé llevar … yo … ¡ehm! …
No quería hacerlo sentir culpable de nada, así que le dije:
—No importa … no fue nada … no temas …
Él se fue cerrando amablemente mi puerta. Para mí fue un día que difícilmente iba a poder olvidar.
***
Un par de semanas después, un sábado por la noche durante el mes de octubre, con los días bastante cálidos, el clima era hermoso y estábamos todos con ropa ligera. Mamá había recibido un aumento de su sueldo y había ordenado pizza y refrescos para festejar en casa. Había papas fritas y algo muy raro, una botella de vino rosado. Estábamos mirando la Tv y gozando de la comida sentados en el sofá. Alberto se había sentado en medio a mamá y yo. Ellos ya habían terminado de comer, mamá había pasado un brazo alrededor de él y Alberto yacía con la cabeza sobre su vientre. Mamá se inclinó a tomar su vaso de la mesita de centro, y al hacerlo, sus exuberantes senos aplastaron el rostro de Alberto, él no dijo nada, pero nuestras miradas se cruzaron y me di cuenta por sus ojos, que ese estrecho contacto con mamá le había afectado.
Mamá no se percató de nada, pero a medida que avanzaba la noche, mamá vació la botella de vino y se quedó dormida. Fue entonces que lentamente Alberto se acercó más a ella y apoyo su cabeza directamente en sus tetas, lo miré por el rabillo del ojo y vi que había metido su mano en sus pantalones cortos y jugaba con su polla. Me pareció estar en una dimensión paralela, veía como si estuviera en otro lugar, pero me asombró ver como él se esmeraba en acercarse más y más a ella sin importarle que yo lo estuviera observando. Pero no se iba a detener ahí, puso su mano en el muslo de mamá y la acarició suavemente. Mamá no respondía, pero comenzaba a gemir y se movió un poco. Descaradamente Alberto giró su cabeza y quedó con sus labios sobre el pezón de mamá. Me pareció una locura.
Su mano se agitó bajo sus pantaloncitos, para ser honesta, el espectáculo me excitó bastante. Justo en el momento en que pensé iba a tomar en su boca el pezón de mamá, mi madre se anduvo despertando y empujó a Alberto hacia un lado y cruzó sus brazos bajos sus senos, cortándole el camino a Alberto, me sonreí al ver su cara de frustración, él me miró enojado. Seguimos mirando la televisión.
Un cuarto de hora más tarde, mamá se levantó, dijo estar muy cansada, e intentó dirigirse a su dormitorio con pasos vacilantes a causa del alcohol, Alberto aprovecho de tomarla por la cintura diciéndole:
—Espera, mamá … yo te ayudaré …
Ella farfulló algo afirmativamente y se dejo abrazar para subir las escalas. Curiosa, seguí a la dispareja pareja. Creo que mamá más que borracha, estaba muy cansada y con sueño. Se cepilló los dientes y se fue a su dormitorio, luego sentimos un ruido cuando se desplomó sobre su cama. Me estaba lavando los dientes cuando Alberto entró en el baño sin llamar, paso detrás de mí haciéndome sentir su enorme erección y me dijo:
—Hermana fisgona …
Como no se movía detrás de mí, le dije:
—¿Sí? …
Se percató que mi tono no era muy amigable y me dijo:
—Lo siento mucho … pero estas en mi camino hacia el inodoro …
Su accionar era grotesco, pero a pesar de eso logró que mi coño se excitara, burlonamente le pregunté:
—¿No te quedaste para ponerle el pijama a mamá? …
Me quedó mirando intensamente y dijo:
—¡Uhm! … buena idea … creo que luego iré a controlar y veré que se puede hacer …
Me pregunté si lo decía en serió o estaba bromeando al igual que yo. Él se fue a su habitación y yo a la mía. Al rato escuché a Alberto ir al baño y poco después abrió mi puerta de par en par, detrás de él se escuchaban los suaves ronquidos de mamá. Sonriendo él me dijo:
—Creo que mamá no está acostumbrada a beber …
Estúpidamente lo alenté diciéndole en son de broma:
—Entonces esta es una buena oportunidad para ti …
Se le iluminaron los ojos a mi hermano, me miró en una forma muy extraña, sus ojos recorrieron mi cuerpo, dio un paso hacia mi y me asusté, lo detuve diciéndole:
—¡Oye! … no es tiempo de hacer locuras …
Ese loco es capaz de hacer cualquier cosa, pensé. Lo vi que se volteaba a mirar la puerta y se alejó diciendo:
—No … solo quería comprobar que vieras bien desde aquí …
Mi puerta estaba totalmente abierta. Salté de la cama y lo seguí. Ya había abierto la puerta del dormitorio de mamá. Contuve la respiración cuando lo vi dirigirse hacia la cama de ella. La luz de la luna se filtraba a través de los amplios ventanales y había suficiente iluminación. Mi madre estaba acostada boca arriba con la mayor parte del edredón sobre ella.
Alberto dio la vuelta a la cama y se colocó al lado de mamá, tomó delicadamente una esquina del edredón y lo volteó lentamente hacia atrás. Mi madre no se había molestado de colocarse un pijama, estaba completamente desnuda. El bulto en el pijama de Alberto fue espontaneo y su mano acarició su polla al ver los grandes pechos de mamá. Me asusté y se lo hice saber:
—¿Estás loco? … ¡Ven! … ¡Salgamos! …
Pero Alberto ni siquiera me escuchó, él estaba en otra, no había nada que lo pudiera detener. Lentamente se inclinó hacia adelante y acarició suavemente la teta de mamá con su dedo índice. Mamá roncaba suavemente y no parecía sentir sus toqueteos. Tomó su pezón entre sus dedos y lo apretó ligeramente haciéndolo endurecer, mamá gimió suavemente. Una vez más me alteré y le dije en un susurro:
—¡Ven, idiota! … ¡Qué la vas a despertar! …
Pero él prosiguió en su misión, suavemente retiró el edredón hasta sus muslos revelando la parte inferior del cuerpo de mamá. Excitada, me mordí mi labio inferior al ver el rostro lujurioso de mi hermano contemplando el peludo coño de mamá. Cuando vi que su dedo se perdía en esa jungla de vellos púbicos y escuché los suaves gemidos de mamá, no pude soportar más. Afortunadamente también fue demasiado para él que colocó el edredón en su lugar y salimos apresuradamente de la habitación de mamá. Respiré aliviada cuando nos encontramos fuera de su dormitorio y caminamos a mi cuarto, después de cerrar mi puerta, le dije:
—¿Te has vuelto loco? …
Me miró inalterado y dijo descaradamente:
—Era ahora o nunca … solo tenía que hacerlo … me estoy volviendo loco de deseos por ella …
Sus ojos vidriosos no cesaban de recorrer mi cuerpo y sentí un familiar hormigueo en mi bajo vientre una vez más, lo peor era que otra vez no estaba usando bragas y sentí una gota de fluidos deslizarse por mi pierna y no pude reprimirme de preguntarle.
—Y ahora … ¿Te masturbarás? …
Mi boca estaba seca y la idea no me disgustaba, me miró de soslayo cuando respondió acariciando su polla gigante.
—¿Tú qué crees? … Si no lo hago nunca dormiré … y creo que necesito hacerlo más de una vez …
Su verga estaba rígida bajo sus pantaloncitos e imaginé su verga chorreando lechita por todas partes, sin reflexionar me encontré preguntándole:
—¿Y puedo verlo? …
Me respondió instantáneamente:
—¿Te gustaría verlo? … ¿Quieres verlo? … ¿Y dónde? …
No dude un momento en mi respuesta:
—Tu habitación …
—¡Bien! …
Dijo escuetamente y se dirigió a su dormitorio. Algo arrepentida y avergonzada lo seguí cabizbaja, entramos en su cuarto y me indicó una silla de su escritorio:
—Siéntate allí frente a mí …
Cerró la puerta y se quito los shorts y la remera, se tumbó totalmente desnudo sobre la cama. La lampara de la mesita de noche iluminaba bastante bien todo su cuerpo, aferrando su pija con dos manos me preguntó jadeando ligeramente:
—¿Qué quieres ver, hermanita? … ¿Cómo me masturbo? …
Asentí mordiendo mi labio y él comenzó a jalar su enorme pene. Su polla le llegaba fácilmente a su ombligo, la aplastó contra su vientre y deslizó su prepucio lo más abajo posible haciendo aflorar toda su asta afelpada y brillosa, volvió a preguntarme:
—¿Te excita cuando hago esto? …
Asentí lentamente con mi cabeza y me acomodé en la silla, el dijo:
—Y a mi me calienta cuando me miras, hermanita …
Lentamente jaló esa tremenda polla cachonda suya. Imaginé ¿Cómo sería tener un enorme arnés como ese enterrado profundamente en mi coño? El solo pensarlo me hizo exudar abundantes fluidos en mi panocha. Lo miraba concentrada, no quería perderme nada y él me preguntó:
—¿Puedes desvestirte? …
Me quedé desconcertada, como me vio que no reaccionaba agrego:
—¡Vamos! … Haré lo que quieras …
Titubeante me saqué la remera por mi cabeza. Miró mi cuerpo con una mirada penetrante y comenzó a masturbarse más rápido y gimiendo afanosamente me dijo:
—Carolina … eres una hermosa hermana caliente …
Me sentí halagada y miré a mi hermano con otros ojos. Mi pequeño hermanito había crecido, no solo físicamente sino también en su comportamiento. Vi el vello de sus axilas, su vientre musculoso, pero su polla bien crecidita, me decía que ya no era más el niño pequeño que acudía a mí llorando, ahora era un hombre.
Ciertamente había visto otras pijas en la televisión, y comparándolas con esas, Alberto tenía una polla realmente grande y gruesa, también sus bolas velludas eran de consideración y se balanceaban suavemente envueltas en su engurruñado escroto. Él se dio cuenta de que estaba admirando su grueso miembro y me dijo atrevidamente:
—No puedes quitarle los ojos de encima, ¿verdad? …
Solo entonces me transcurrí de haber estado haciéndolo. Estaba caliente, seguramente eran los genes de mamá o tal vez nuestra pubertad, ingeniosamente le dije:
—Bueno … no es que vea todos los días a un chico desnudo masturbándose …
Los ojos de Alberto se movieron sobre mis piernas, mis pechos, mi trasero. Imaginé a mi hermano lamiéndome todo el cuerpo, lo que no hizo más que aumentar el hambre creciente en la parte baja de mí cuerpo. De hecho, no pude resistirme y apretar mis muslos muy fuertes para trasmitir una dulce sensación a mi coño. Mientras más caliente me ponía, más se aceleraba mi corazón. Alberto se quedó mirándome y me dijo:
—¿Te estás poniendo inquieta? … ¿O estás tanto o más caliente que yo? …
Aparentemente nada pasaba desapercibido para este cachondo chico, no le di importancia a sus demandas y solo le dije en un tono molesto:
—¡No seas bobo! … ¡Date prisa! …
Me excitaba pensar que podríamos ser descubiertos por mamá. Alberto solo se rio, levantó una rodilla y con su mano libre agarró sus bolas y las acaricio mostrándomelas. ¡¡Dios!! ¿¿Quien le habrá enseñado a exponerse con esta facilidad y naturalidad?? Volvió a hablarme:
—¿Quieres tocarlas? … ¿Me ayudarías? …
Solo pensar en esa posibilidad, hizo que aumentaran las cosquillas a mi coño. Imaginé su enorme polla en mi pequeña mano. Pero tenía tanto miedo de que todo se saliera fuera de control, que me quedé quieta como una boba y aterrada le dije:
—No gracias … date prisa que podría venir mamá …
Alberto pareció entender la coyuntura y se masturbó más rápido con fuertes golpes, la cabezota de su glande aparecía y desaparecía entre los pliegues de su prepucio. Ninguno de los dos dijo nada más, contuve la respiración, los latidos de mi corazón aumentaron mientras escuchaba los suaves gemidos de mi hermano, pero sobre todo los ruidos que hacía al masturbarse.
Con esa intensidad no podía durar mucho. Cambió el ritmo un par de veces lanzando fuertes gemidos y luego violentamente soltó una gruesa hebra de leche perlada que aterrizó en su pecho, el resto de su semen se espació a copiosos goterones sobre su vientre y pectorales. Mis mejillas se ruborizaron de excitación. Alberto continuó por un rato más y luego se calmó. En todo ese tiempo permanecimos en silencio. Ahora que había terminado, lo único que quería era irme rápido de ahí. Me puse la remera y me levanté. Alberto me miró consternado:
—¿Ya te vas? …
Asentí y me dirigí sin decir nada a la puerta. Una vez en mi habitación me quede intranquila a escuchar los sonidos de la casa. Oí a Alberto yendo al baño y me dio miedo de que entrara a mi cuarto. Solo después de un cuarto de hora me atreví a tocar mi chocho y comencé a jugar conmigo misma, todavía estaba caliente y decidí desnudarme. Mi coño estaba húmedo, me metí dos dedos y no tarde mucho en correrme. Luego me chupé los dedos que había usado en mí, realmente hago esto solo cuando estoy muy caliente, creo que esta era una de esas veces. Mi cuerpo entró en una especie de relajación y rápidamente me quedé dormida.
***
Tuve un sueño irrequieto. Soñé con un chico mayor que yo que me folló sobre el césped de un hermoso prado. Su polla penetraba profundamente en mí desde atrás y mis hermosas tetas se frotaban contra la toalla sobre la cual estaba recostada. No podía verle la cara, solo sentía su enorme polla que llenaba mi estrecho coño placenteramente. Luego la imagen cambió y esta vez el chico estaba sobre mí follándome a toda fuerza, su pija ensanchaba mi conchita, de repente se alzó en sus brazos y vi la brillante sonrisa de Alberto que follaba alegremente mi coño, sus manos aferraron mis pechos y me embistió con dureza su verga entiesada. Estaba muy caliente y a pesar de mi asombro, tuve deseo de detenerlo, pero mi cuerpo se amovía acompasado a su ritmo y me desperté agitada y sudada. Todavía estaba desnuda en mi cama, pero la habitación ya no estaba a oscuras, los primeros rayos del sol se filtraban por las cortinas. Miré a mi alrededor y me sentí aliviada de estar sola. No había otros sonidos en la temprana mañana, todo estaba en silencio, el reloj del celular marcaba las ocho de la mañana.
Me puse mi camisón, pero consideré prudente ponerme bragas. Me levanté al baño y encontré a Alberto saliendo de él, seguramente se había despertado antes que yo. Me miró sonriendo y dijo desfachatadamente:
—¿Soñaste conmigo, hermanita? …
Le devolví la sonrisa y le dije en el mismo tono:
—No … no tuve ninguna pesadilla …
Entonces escuché la familiar voz de mamá:
—¿Soñado contigo? …
El desvergonzado de Alberto se detuvo un instante y ni se inmuto al responderle:
—Sí … soy el joven más apuesto de esta casa …
Luego siguió hacia su dormitorio, mamá y yo nos quedamos riendo de sus palabras.
Caminé rápidamente a mi habitación, después de una media hora mamá llamó que el desayuno estaba listo. Bajé a desayunar con mi camisón, encontré a mamá con su bata y Alberto en pantalones cortos. Él se acercó a mamá y la abrazó estrechándola fuertemente a sí. Mamá sorprendida por su acercamiento exuberante y lo beso en su mejilla. Cuando la soltó y se giró hacia mí, vi que el bulto en sus pantalones había vuelto a crecer. También me percaté que los pezones de ella se habían endurecidos. También mis pezones se habían sensibilizados. Alberto descaradamente me guiñó un ojo cuando pasó junto a mí.
(Continuará …)
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