El simposio.

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traiciones

¡Hola!, me llamo Andrea y soy enfermera de una clínica del sector oriente en la Región Metropolitana. Cómo representante de la clínica, asistí a un simposio sobre el Covid en la quinta región, en la ciudad de Viña del Mar. Cuando llegué al hotel donde debía hospedarme, supe que había un problema con las habitaciones, se habían excedido en la venta de habitaciones y estaban acomodando a los conferenciantes en cuartos duplicados. Como mi nombre es unisex, asumieron que era un hombre y me instalaron junto a un médico de Punta Arenas, el doctor Trivelli, un distinguido señor de mediana edad y muy apuesto.

Como habíamos llegado de los últimos, decidimos no preocuparnos por el momento del problema y dedicarnos a lo que habíamos venido a hacer. Mauro era un hombre felizmente casado que había celebrado sus quince años de matrimonio la semana antes de venir al simposio, por lo que me sentí bastante tranquila. El día fue muy atareado y por la tarde acepté una invitación a comer por el Dr. Trivelli. Giramos un poco por la ciudad y él compró varias cosas para su esposa, luego fuimos a cenar y él me contó un poco de su vida, su esposa había perdido sus senos algunos años atrás y él se había dedicado a cuidarla y darle la mayor atención todos estos años.

Regresamos los dos al hotel bastante bebidos, el Chiantí fresco y dulce se me había ido un poco a la cabeza. Nos reunimos en el vestíbulo y el Dr. Trivelli intentó de todo para resolver nuestra situación de habitaciones, pero no tuvo éxito. Nos fuimos a “nuestra” habitación a reposar para el día siguiente que se adivinaba bastante ajetreado. Todavía un poco mareada me acosté en la cama y Mauro me mostro un poco los regalos que había comprado para su mujer, entre ellos un hermosísimo Body de una pieza para hacerla sentir más sexy. Para mi sorpresa me pidió si lo podía probar, ya que, a excepción de mis senos, ambas teníamos medidas físicas similares. Quizás por el alcohol bebido y porque me inspiraba confianza, accedí. Entré al baño, me desnudé y me puse el body, me quedó como un guante. Me vi reflejada en el espejo y me impresionó lo que vi. Me veía muy sexy, mi cuerpo apretado y firme, mis pechos llenos que sobresalían ligeramente en la parte superior de la vestimenta casi transparente. Mis pezones presionaban con fuerza el delgado material y podían verse perfectamente a través.

En el entrepierna había un cierre de velcro para facilitar el acceso. Casi no podía creer que mis tetas estuvieran tan duras y apenas podían ser contenidas por el frontal del Body. Me giré para apreciar mi culo apretado, se exhibía estupendamente con el hilito de body perdido entre el surco de mis desnudas nalgas redondas y firmes. No me atrevía a salir del baño ya que siempre he sido un poco recatada y tímida, pero recordé que el Dr. Trivelli era un hombre devoto y amante de su esposa, además, me veía genial. Respiré hondo y abrí la puerta. Cuando salí, los ojos del Dr. Trivelli giraban como enloquecidos por todo mi cuerpo esbelto. Sintiéndome un poco estúpida le pregunté:
—¿Te gusta? …
Ciertamente no podía ocultar el hecho de que estaba hipnotizado por mis deliciosos y redondos bolos que amenazaban de escaparse de mi exigua vestimenta. No podía mirarme a los ojos, sus ojos estaban pegados a mis pechos exuberantes. Su mirada lasciva me puso un poco incomoda, no era costumbre para mí vestirme con esta lencería sexy delante a ningún hombre excepto mi marido. Me sentí como un pedazo de carne, incómodamente me aleje de él. Me sentía inquieta, me agaché para recoger una manta y cubrirme, pero me olvidé de estar casi desnuda por la espalda y cuando me incliné sentí que el velcro se me hundió más en mi culo y entre los labios de mi panocha. De seguro le regalé una fantástica visual al Dr. Trivelli. Rápidamente me levanté y me di vuelta mientras Mauro me miraba como un depredador mira a su presa antes de atacarla. Dio un paso hacia mí. Me incomodaba que él observara mi cuerpo de esa manera. Me senté nerviosamente en la cama en silencio, la ansiedad recorrió mi cuerpo mientras él se acercaba sigilosamente hacia mí. Cuando estuvo frente a mí, no pude evitar de notar que se había formado un descomunal bulto en sus pantalones. Un escalofrío me recorrió la espalda cuando se arrodillo ante mí. El Dr. Trivelli seguía mirando directamente a mis senos. Comencé a sentir una temperatura elevada en mis pechos cuando la sangre los llenó y se marcaron unas venitas azules que antes no había notado. Mis gruesos pezones se estaban volviendo más duros y grandes, estaban henchidos y excitados. El Dr. Trivelli mantenía sus ojos en mis senos, pero unas solitarias lágrimas escapaban de sus ojos, le pregunté:
—¿Estás bien? … ¿Te sientes bien? …
Un poco lloraba y asentía con la cabeza. Un desasosiego recorrió mi cuerpo cuando él lentamente levantó sus manos hacia mis senos, susurré con un hilo de voz:
—¡N-nnnn … ¡…
Intenté decir No, pero sus temblorosas manos se ahuecaron alrededor de mis pechos hinchados y suavemente presionó mi carne esponjosa. Un gemido audible escapó de mis labios cuando sus dedos retorcieron uno de mis pezones y sus manos apretaron mi duras tetas:
—¡Hmmmm! …
Después de eso, pasó ambas manos por debajo de mis poderosas tetas y las levantó, sus pulgares acariciaron suavemente mis pezones a través de la tela del Body mientras la temperatura de mis elásticos senos se alzaba y se sentían aún más calientes.
La tela del Body estaba sobrecargada con mis voluptuosas formas y a mala pena contenía la exuberancia de mi cuerpo. Todavía estaba nerviosa, pero el masaje a mis pechos se sentía bien. Comencé a entender su fijación por mis senos, los de su esposa había sido cercenados. Su dilema resultaba claro, pero no sabía hasta donde nos llevaría. El Dr. Trivelli seguía tocando mis senos por sobre el delgado material del Body, pero se estaba haciendo más agresivo. Era como si él quisiera meter sus manos bajo el genero y liberar mis calientes sinuosidades.
Me quedé asombrada porque sus persistentes acciones eran demasiado para que el delicado genero del Body pudiese resistirlo. La presión de sus manos sobre el Body ajustado fue demasiado y la tela cedió. Ambos quedamos sin palabras cuando mis tetas saltaron hacia la libertad fuera de la contención del body. Mis ojos se abrieron desmesuradamente cuando mis bolones florecieron en toda su envergadura ante los ojos atónitos de Mauro. Me sorprendí al ver que mis tetas lucían mejor que nunca, estaban mejor así. Perfectamente redondas y firmes. Los pezones estaban especialmente largos y duros y mis areolas un poco más oscuras que de costumbre, se veían muy tentadoras.
El Dr. Trivelli se recostó un poco a observar esa imagen perfecta de una mujer en su mejor momento fértil. Enfocando sus ojos en el par de lolas deliciosas y esplendidas que se mecían delante de él. Se podía comprender que hacía mucho tiempo que no había visto un par de tetas puras y maravillosas como las mías. No sabía que hacer, estaba dudando. Pero el Dr. Trivelli parecía un desafortunado hombre hambriento delante de un único y exquisito plato de comida. Por alguna razón no me cubrí. Ambos estábamos felizmente casados y, dadas las circunstancias, no sentí que esta exhibición de mis senos fuera a causar algún daño a nuestras relaciones. Mis ojos vagaron hacia su entrepierna y vi que él todavía tenía un bulto gigantesco en la parte delantera de sus pantalones.
Noté que Mauro se inclinaba lentamente. Sentí una oleada de nervios ya que esto estaba tomando derroteros que no había presupuestado. Tenía curiosidad por saber como se sentirían las manos de otro hombre en mis pechos. Un vendaval adrenalínico corrió por mi cuerpo entero cuando él tocó por primera vez mis senos desnudos. En silencio me dejé acariciar mis túrgidos pechos. De seguro qué para él era algo maravilloso dadas las circunstancias, secretamente sus caricias me estaban excitando mucho.

Mientras Mauro masajeaba devotamente cada uno de mis pezones, una sensación de cálido ardor comenzó a extenderse desde mis senos a todo el resto de mi cuerpo y comencé a responder a sus caricias. Estaba respirando fuerte y con afano ya que el fuego aumentaba y mis senos parecían quemar. Él no se cansaba de jugar con mis pechos, mi cabeza se había ido hacia atrás y mi espalda se había arqueado para empujar mis tetas en sus cálidas manos. A un cierto punto miré hacía él y lo vi que se inclinaba, gemí y respiré hondo cuando sentí sus labios rozar mis redondeadas mamelas, lamió mi areola y luego chupó mi pezón apasionadamente
Comencé a mojarme entre las piernas cuando él pasó una mano por mi espalda y me empujó hacia su boca chupando mi pezón duro como una aceituna. Decidí en silencio de continuar a dejarlo que chupara y magreara mis frutos maduros. Su lengua candente se sentía muy bien mientras lamía fervorosamente mis pezones y chupaba mis tetas.
Sentí que su fetiche eran mis tetas, su lujuriosa atracción por mis pechos era obvia y pensé que todo se limitaría a eso, él estaba felizmente casado y no pretendería más. Él era demasiado amoroso devorando tiernamente mis senos henchidos e hinchados. Acuciosamente chupó cada una de mis mamas como si estuviera realizando una delicada operación de cirugía. En mi cuerpo comencé a sentir una llama que comenzaba a abrasar mi piel, su larga lengua envolvía cada uno de mis pezones, sentí un sudor en mi abdomen y bajo vientre, mi vulva palpitaba.
Ordeñaba mis tetas con su boca fuerte y el fuego se extendía poco a poco por toda mi piel, mi espalda estaba arqueada con mis caderas hacia atrás. Mis tetas parecían haber crecido. Su lengua continuaba a hacer magia y mis pezones ardían casi dolorosamente. Mi coño continuaba a mojarse. Me sostuvo con ambas manos por mis flancos y me chupó agresivamente los pechos. Esto parecía ir in crescendo.
Sabía que tenía que detener esto porque mi chocho no daba más de caliente y comenzaba a sentir un cosquilleo insoportable. ¿Qué pensaría su mujer si viera a su esposo chupando las tetas de otra mujer de ese modo? ¿Qué pensaría mi marido? Mauro se acercó aún más a mí y apretó mis pechos. Sus cálidas manos se sentían diferentes a las de mi esposo y me excitaban. El escozor y la temperatura de mi coño aumentaban, el picor de mi conchita era del tipo que solo un hombre podría arreglar. Mi jugos fluían en abundancia y habían finalmente empapado todo el body de su esposa, la fragancia de mi coño se hacía más fuerte y se expandía por toda la habitación.
Cómo mi hermoso coño se había despertado y ululaba a los cuatro vientos que quería más acción, decidí terminar este dichoso espectáculo. Cuando comencé a hablar, el Dr. Trivelli se deslizó a lamer la base de mis senos y su lengua se movía hacia abajo. Le susurré que debíamos detenernos mientras su lengua se desplazaba ya en las cercanías de mi ombligo lamiendo el sudor de mi vientre. Gemí cuando se acercó a mi monte de venus, esperando que volviera a lamer mis senos, pero su lengua resbaló sobre mis muslos y mis temores aumentaron cuando empezó a separar mis piernas, ya no le interesaban solo mis senos.
Una oleada incontrolable de sensaciones me atravesó de pies a cabeza cuando sentí el sonido del velcro que se abría exponiendo mi coño empapado, jugoso y apretado. Mi chocho estaba totalmente expuesto a los ojos del Dr. Trivelli y me estaba entrando una especie de pánico por como se estaban desarrollando los hechos. Mi cuerpo temblaba como una hoja en la tormenta, la pasión y lascivia se apoderaban de mi cuerpo. El Dr. Trivelli se acercaba a mis frescos y acuosos rizos de oro y su lengua se sumergió en mi charco enviando una fuerte descarga eléctrica por todos mis poros. Cuando su lengua se ahondó en mí chocho pronuncié su nombre:
—¡Oooohhhh! … Mauro …
Su lengua separaba mis apretujados labios y mis piernas se abrieron ampliamente para él, sabía que ahora estaba en problemas. Mientras su lengua revolvía el interior de mi coño ardiente, le dije débilmente que debíamos detenernos. Agarré su cabeza e intenté empujarlo. Estaba lamiendo cada lado de mis paredes vaginales y mi cuerpo comenzó a estremecerse. Mis manos todavía aferraban firmemente su cabeza mientras el probaba profundamente mi sabrosa, deliciosa y caldosa sopa de fluidos. De mi coño brotaba un manantial de líquidos que crecía a vista de ojo y también estaban deliciándome sus chupadas.
Ahora sabía que iba a ser devorada y mi cuerpo se relajó con aprobación, ya no empujé su cabeza, solo atiné a acariciar sus cabellos, me era imposible detener a este voraz y hambriento animal. El Dr. Trivelli aferró los labios apretados de mi coño y los separó con sus poderosos pulgares. Mí rosado coño quedo completamente abierto como una almeja y él continuó a escarbar en mis entrañas en busca de mí tesoro. Subió un poco su cabeza y se dedico a torturar mi clítoris, lo que me hizo contorsionar mi cuerpo y chillar como una cerdita atrapada por la bestia famélica.
Repentinamente mi cuerpo estalló en un explosivo orgasmo y todo lo que salía de mi boca eran gritos de placer irrefrenables. Empujé su cabeza, pero esta vez más adentro de mi coño, refregué mi vulva en su boca y nariz, este delicioso roce hizo que mi coño explotara en una serie de salpicaduras y mojé el rostro de Mauro con mi néctar de mujer.
Estaba siendo manipulada por un hombre, hundí su cara profundamente en mi vagina y él comenzó a chuparme la vida a través de mí clítoris. Estaba gritando con una voz cargada de lujuria pidiéndole que no se detuviera. Nuevamente Mauro abrió ampliamente mi coño con sus pulgares y comenzó a beber mis fluidos con la intención de drenarlos y dejar mi pozo seco. Mi culo reaccionó con una serie de contracciones salvajes y comencé a corcovear de placer con él tratando de mantenerme apegada a la cama. Mis acciones eran incontrolables ya que estaba siendo comida febrilmente en carne viva. No podía mantenerme quieta mientras mis caderas y todo mi cuerpo se movía con deleite espástico. Ya no estaba pensando a nuestros respectivos cónyuges. Todo lo que me importaba ahora era este demencial deseo sexual que estaba sacando a flote desde mis entrañas la lengua ardorosa de Mauro. Cuando mi cuerpo se estremeció convulsivamente en una segunda ola de orgasmos, él lamió toda la afluencia de jugos y los bebió con inusitada pasión, lo que me estaba llevando a un paroxismo frenético de lujuria. Me plegué hacia mi lado izquierdo y me metí dos dedos en mi coño y comencé a follar mi vulva ardiente. Él me estaba satisfaciendo oralmente y no quería que se detuviera por ningún motivo, pero mi coño necesitaba ser penetrado y me vi en la necesidad de tocarme yo misma. Parecía una hembra en pleno celo y tenía un semental listo frente a mí.
Cuando él se dio cuenta de mí estado de calentura, se puso de pie y comenzó a quitarse los pantalones. Mí coño lo anhelaba tanto, pero verlo desnudo mientras estaba inclinado a sacarse los pantalones me hizo dudar. Sentí que era hora de salvar mi fidelidad, su camisa tapaba el frente de su área genital, pero su bulto enorme era imposible de no notar, titubeé, quise verlo de primera mano y me quedé silente a observar. Jamás me esperaba de ver lo que mis ojos estaban mirando. Mauro estaba parado de frente a mí desnudo y su musculo del amor era mastodóntico, probablemente unos veintitrés o veinticinco centímetros de longitud muy parado apuntando hacia su abdomen en una extraña curva, no sabía como ese animal iba a meterse en mi cuevita habituada a ratoncitos de trece/quince centímetro como el de mi marido.
Traté de recomponerme y cerré mi boca abierta en estupor, pero mirar fijamente a ese monstruo ciclope con forma de anaconda que parecía mecerse al son de una flauta encantada, era una situación compleja, por decir lo mínimo. Caí de rodillas ante ese obelisco virtuoso y ahora la situación se invirtió. Estaba siendo atraída como con un magneto por algo con lo que solo podía haber visto en mis sueños. Nunca supe que un hombre podría ser tan bien dotado en su órgano masculino. Sin siquiera pensarlo mis manos se abalanzaron a envolver ese ariete de carne musculosa y lleno de gruesas venas azulinas. Mis dedos no lograban tocarse alrededor de ese grueso garrote duro como el granito. Este pene era el doble del tamaño de mi esposo y jamás había conocido a otro hombre. No podía mentirme a mi misma. Esta situación estaba fuera de todo control. Mi amado marido, sin culpa propia, nunca podría competir con esto que estaba delante de mí. Dentro de mí nació una especie de desafío, quería saber si podría domar a esa bestia salvaje que palpitaba llena de energía y vigor frente a mí. Mentalmente le pedí perdón a mi esposo porque mi cuerpo ardía de deseos por esa polla gigantesca. De rodillas me acerqué a venerar y saborear este tremendo bastón de amor, sin saber como ni por donde empezar, abrí mi boca y lamí los bordes de su lustroso glande y mis manos se ahuecaron a acariciar sus pesadas bolas repletas de lechita. Una tras otra le chupé las pelotas enormes, mirando hacía arriba la longitud extensa de su miembro entiesado y grueso, sus testículos estaban ardiendo.
Mi piel estaba en llamas cuando comencé a lamer esa férula con religiosidad. Lamí hacia arriba y hacia abajo, acariciando esa tibia piel afelpada. De vez en cuando volvía a lamer sus cojones. Estaba evitando de propósito su monstruoso glande, porque no sabía cómo me las iba a arreglar para introducirlo en mi boca. Nunca fui adicta a chupar una pija, pero este monumento era una cosa diferente, este era un altar a la polla y yo arrodillada solo podía venerarla con mi lengua. De hecho, anhelaba poder chupar esta arma potente y me estaba poco a poco empoderando en esta tarea. Solté su enorme testículo y aferré su misil de carne con mis dos manos. Estaba tan excitada por este tótem aterciopelado que realmente quería hacerlo hervir y eructar su carga, un acto que pensé que nunca haría y ahora me parecía diligente y placenteramente apropiado. Pasé mi cálida lengua por el largo de su rígido poste bañándolo con mi saliva. Parecía una eternidad, pero finalmente me encontré en el ápice del obelisco, su cabeza estaba hinchada, lustrosa y candente. Unas pequeñas perlitas húmedas florecían como semillas desde su meato y comenzaban a descender por los costados de su pene, lo que significaba que estaba a punto de estallar, sentí un irrefrenable deseo de chupar el veneno caliente de esta serpiente y me fui de cabeza a matar el bicho. Abrí la boca hasta casi dislocar mis mandíbulas y me lo tragué. Mi mejilla se infló con su cabezota, la piel de mi rostro se estiró mientras mis labios aprisionaban a este monstruo vivo. La pija del Dr. Trivelli lleno completamente mi boca. Su polla estaba goteando y pude saborear su líquido preseminal. Ni siquiera a mi marido le había hecho una mamada completa, pero me gusto el Saladino sabor de su semen. La idea de tener en mi boca el pene de otro hombre que no era mi marido, me puso muy caliente. Levanté un poco mi cabeza y volví a tragármelo una y otra vez, chupe esa cabezota de un lado a otro, hasta que lo dejé listo para la etapa final. Recorrí su piel peluda con mis manos hasta aferrar sus glúteos y empujé su polla profundamente en mi boca. Sentí que la enorme cabeza golpeaba mis amígdalas y retrocedí con algunas arcadas, pero no podía dejarme vencer, me balanceé en mis rodillas y empujé una vez más ese torpedo de carne en la profundidad de mi garganta. Sentí los temblores en las piernas de Mauro y sabía que la meta estaba cerca. Me convertí en una puta y fui por el premio mayor. Su cabezota pasó más allá de mi angina y se adentró en mi esófago, un orgasmo espontaneo me hizo tiritar, pero no cejé en mi esfuerzo, moví mi cabeza de un lado a otro y podía sentir las pulsaciones de su polla en mi garganta en llamas. Mauro apenas se sostenía en pie, se agarró de mi cabeza y comenzó a follar mi tráquea, apenas podía respirar, pero no me importaba. Llegó un momento en que su pija no podía descender más dentro de mí y se soltó. Su semen espeso y caliente inundo mi garganta y traté de tragar todo lo que podía. El sabor y la cantidad de este néctar de amor me encabritó como una yegua y tragué y chupé para dejar seco a mi semental, no me fue del todo posible, mi cara y mis cabellos rubios estaban cubiertos con su esperma, pero no dejé de chupar hasta la última gota que pude atrapar.
Estaba convertida en una hembra salvaje y quería continuar con esta experiencia bestial. Sacarlo de mi boca saboreando su semen caliente, me hizo darme cuenta de que lo quería dentro de mi coño. De modo que continué a lamerlo y a acariciarlo hasta que volvió a cobrar vida y se puso rígido, entonces quise montarlo.
Empuje a Mauro sobre la cama y me senté a horcajadas en sus piernas, chupé su cabeza purpura por largo rato, su pene estaba otra vez duro como palo. Me levantó y de mala gana dejé que su pija escapara de mi boca. Me recostó de espalda. En ese momento comprendí lo que se preparaba a hacer, su polla pulsaba entusiasmada y mi coño gritaba que lo follaran. El Dr. Trivelli y yo estábamos a punto de consumar el adulterio, pero ya nada importaba.
Abrí mis piernas al máximo mientras el se inclinaba con su pija en una mano apuntándola a mis defensas caídas, la enorme cabezota empujo mis labios separándolos y abriéndolos al límite. Mi cuerpo sentía la necesidad de esa polla enorme, él empujó y mi anilló vaginal cedió de golpe dejando entrar unos diez centímetros de su pija. Él metió su manos bajo mi culo y con su peso me fue penetrando. Quince centímetros, mi cuerpo tembló. Veinte centímetros, mi vagina se infló por dentro. Mis órganos interiores se desplazaron para hacer espacio al resto de la pija que se enterró hasta los testículos en mi chocho hinchado. Mi rostro estaba congestionado con muecas de placer y dolor, una agónica sonrisa se dibujaba en mi boca. Mis uñas dejaban rastro de sangre enterradas en su poderosa espalda. Grite en éxtasis y levanté mi pelvis aceptando de ser empalada en esa lanza de carne.
Mi coño se volvió loco, estaba corcoveando como una jaca árabe y pidiéndole más y más. Estaba siendo follada como nunca creí posible, todos los instintos animales se habían despertado dentro de mí y le grité a Mauro que me follara como a un puta. Él tomó mis brazos en alto y los mantuvo aprisionados con su manos mientras hundía salvajemente toda su longitud en mí. Me estaba bombeando con todas sus fuerzas su poderosa polla en mi coño y mi cabeza se movía enloquecida de lado a lado. Sentí como si su maravillosa y gigantesca polla me fuera a partir en dos con cada uno de sus poderosos embistes. Mi coño ya no tenía dificultad en aceptar sus veinticinco centímetros de polla, pero los delicados pliegues rosados de mi chocho salían adheridos a su asta y parecía que me estaba tirando fuera todo mi chocho. Mis orgasmos eran incontables y continuaba a correrme constantemente, pidiendo desesperadamente más y más y que no se detuviera. Levantó mis piernas en el aire y sus cojones azotaron mis glúteos, sabía que de un momento a otro me iba a llenar. Lágrimas de dicha y felicidad corrían por mi rostro. Luché por calmarme, pero mi cuerpo reaccionaba por si mismo y no podía quedarme quieta.
Mauro siguió follándome por una hora o más. La mamada le había dado fuerzas extras, pero mi coño estaba abusado y sentía que iba a estallar, me iba a matar en esta demencial pasión exótica. Él me sujetó por mis hombros, enterró su cabeza en mi cuello y sus guturales gruñidos me señalaron que se encontraba pronto a correrse. Sus potentes embestidas a mi carnoso montículo de venus, me hizo una vez más corcovear y succionar su pene con mi vagina. Estaba gritando a todo pulmón mientras experimentaba estos orgasmos múltiples e intensos. Su polla estaba tan profundamente enterrada en mi cuerpo que este se deleitaba en un éxtasis frenético. Mauro se levantó y me miró intensamente a los ojos, pude ver en ellos un deseo salvaje de follarme hasta los sesos. Él tenía el control total y me aprisionaba con sus tenazas sin dejarme via de escape, solo que yo no quería escapar por ningún motivo. A un cierto punto él levantó su cabeza al cielo y descargó su verga atronadora dentro de mí, soltó mis brazos y me amarró con los suyos inmovilizándome y enterrando su polla que escupía borbotones de lechita hirviendo profundamente en mi coño tembloroso.
Mi cuerpo estaba tenso y tieso, solo los músculos de mi conchita succionaban constantemente el fluido caliente de semen de él. Cuando terminó, su cuerpo se relajó dejando caer su cabeza jadeante cerca de mi cuello. El Dr. Trivelli había descargado todo en mí y había llenado mi cuerpo. Se dejó caer a mi lado y su larga polla resbaló fuera de mi coño maltrecho y ensanchado.

El Dr. Trivelli no asistió a la segunda jornada del simposio, regresó a casa con su esposa. Deveras lo extrañe el último día, pero dormí dos días seguidos recuperándome de la follada del siglo.

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escrito el
2023-06-17
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