El pipi de mi hija.
por
Juan Alberto
género
incesto
Mi hija Magda de catorce años vive sola conmigo, desafortunadamente su madre falleció en un accidente al mar. Somos muy unidos y nos preocupamos el uno del otro con mucho afecto. Tal vez no debería ser yo a decirlo, pero Magda se está transformando en una joven mujercita de extraordinaria belleza. Es alta un metro y sesenta seis, cincuenta y dos kilos de hermosura femenina, piernas larguísimas y bien torneadas, un culito agraciado y respingado hacia atrás y seguramente sus senos serán como los de su madre, unos doble D exuberantes que poco a poco se están haciendo notar. Es colorina al igual que su madre con pecas en su respingada nariz y alrededor de esa. Un cuello sofisticado y agraciado.
La amo como padre en modo intenso, me regocijo al verla que asemeja cada vez más a su extinta madre.
Hemos vivido tanto tiempo juntos solos ella y yo, que compartimos nuestra cercanía e intimidad. De frecuente la veo desnuda o semi desnuda en el baño, también ella a veces me sorprende en baño mientras salgo de la ducha. Todavía existe un poco de pudor entre padre e hija, pero a medida que ella crece, se ha ido transformando en un hábito el vernos ligeros de ropa o sin nada encima. Son momentos fugaces que yo disfruto mucho, me complace verla en toda su belleza. Las veces que nos hemos encontrado en baño vistiendo solo nuestra ropa interior son tantas que es imposible tener cuenta de ello, es algo normalísimo hoy en día.
Ella sabe muy bien que yo la miro y me doy perfectamente cuenta de que ella me observa cuando estoy desnudo o vestido solo con mi ropa interior. Pero al haber crecido así, no teníamos un acentuado sentido del pudor; además, habíamos enfrentado juntos sus primeros periodos menstruales y eso nos daba una confianza mayor.
Pero soy hombre y tal vez con pocos escrúpulos, pues más de una vez me imagine que sería un bellísimo sueño poder abrazar esa carne joven en toda su gloriosa desnudez. Claro está, que he sabido contenerme y no pensar mucho en esta hipótesis. Solo que ella continuaba a crecer y a desarrollarse con un cuerpo de ensueño y mis fantasías crecían junto a ella.
Fue un viernes de un caluroso día de verano, habíamos cenado un plato de espaguetis y almejas, un vasito de vino blanco Chiantí nos ayudó a deglutir la exquisita comida, era costumbre beber a la mesa y yo se lo permitía a sus dieciséis años. Magda se levantó a lavar los platos y yo la ayudé a secarlos, cuando terminamos me preguntó:
—Papi ... ¿Qué haremos esta tarde? …
La miré un poco sorprendido y respondí:
—¿Haremos? … ¿Acaso no vas a salir con tus amigas? …
—¡Uhm! … Mónica se agarró el Covid … Teresa anda de viaje con sus padres … Rossana tiene una cita con su nuevo novio … ¿Lo ves? … no tengo ningún programa …
—Bueno … yo … normalmente veo la Tv … o juego un videojuego … o navego un poco en la Internet …
—¡Oh! … pero que aburrido eres … porqué no jugamos un juego de mesa o algo así … hace mucho tiempo que no lo hacemos … ¿te va? …
—¡Sí! … podría ser … pero elígelo tú el juego …
Saltó hacía el mueble donde se guardaban los juegos de mesa. Sonreí al ver su juvenil entusiasmo y fui por una cerveza al refrigerador. Magda acostumbraba a beber una cerveza analcohólica, pero no había ninguna así que traje para ella una cerveza normal al igual que la mía. Me fui a la sala de estar y deposité en una bandeja las bebidas para ambos sobre la mesita de centro. Moví uno de los sillones para estar frente a frente con mi hija, luego me acomodé a beber mi cerveza y a esperar a Magda. Como se demoraba tanto, la llamé:
—¡Magda! … me está entrando el sueño …
—¡Espera, papi! … me estoy cambiando …
Imaginé que se estaba metiendo su pijama. Un par de minutos después entró con una caja de Monopoly, vestida con una vieja camiseta mía de esas sin mangas que le quedaba muy holgada, una descolorida imagen del grupo Kiss en el pecho, la usaba a modo de vestido, pero apenas cubría sus bragas. Mientras se inclinaba a ordenar el juego sobre la mesita, observé sus maravillosos meloncitos blancos, gordos y duros, Magda estaba sin su sostén; su seno pálido y liso estaba decorado por un areola de unos tres centímetros notoriamente más oscura que el resto de su piel con pezoncitos diminutos y turgentes, como la goma de un lápiz de carbón. Bajo mis pantalones cortos, mi verga se agitó y pareció despertarse de su letargo, tuve que acomodarla lo más disimuladamente posible.
—¿Qué juego jugaremos, pequeña? …
—Bueno … he elegido el Monopoly, papi … pero algo diferente … será un desafío a beber …
Me dijo ella sonriendo con sus luminosos ojos claros y los hoyuelos de sus mejillas bien pronunciados.
—¿A beber? ... ¿Y cómo sería eso? …
—¡Ehm! … bueno … cada vez que caerás en una de mis propiedades … aparte de pagar la multa … tendrás que beber un sorbo de tu cerveza … y yo haré lo mismo en el caso caiga en una de tus propiedades …
Me quedé pensando. No me gustaba mucho incentivarla a beber dada su corta edad, pero pensé que un par de cervezas no iban a significar mucho en su vida.
—¡Ok! … ¡Está bien! ... ¡Probemos! ...
Jugamos por un rato y terminamos casi al mismo tiempo nuestra primera cerveza. Mientras jugábamos noté que, inconscientemente, ella había comenzado a mover sus rodillas abriendo y cerrándolas, dándome fugaces vistazos de sus pequeños calzoncitos de algodón blanco. Luché para no fijar mis ojos en sus bragas, pero el contorno de sus gorditos labios vaginales se dibujaba tan nítidamente a través de la delgada tela, que era imposible no mirar; era un triangulo que me hipnotizaba y el surco delicado en medio a esos labios virginales los mostraba con claridad y pureza. Una vez más tuve que acomodar la bestia bajo mis pantalones
Así como pasaban los minutos los inquietos movimientos de Magda aumentaban; yo miraba tratando de no ser sorprendido por ella viendo como su tanga se iba hundiendo entre sus labiecitos gordinflones como chupados hacia el interior de su pequeño coño. Los bordes de las costuras laterales comenzaban a desaparecer chupados por su chochito. Después de casi una hora, podía notar sus labiecitos oscuros e hinchados que comenzaban a brillar ligeramente con la humedad de su conchita, mi polla estaba dura como la obsidiana y mis inhibiciones se habían desplomado. Mi mente estaba obnubilada por un vórtice de pensamientos lujuriosos y carnales hacia mi hija.
Miré su rostro y noté que ella tenía una sonrisita un poco boba e ingenua dibujada en sus delgados labios. Repentinamente me entró la duda de si ella sabía lo que me estaba haciendo con su postura y movimientos. Era casi medianoche cuando terminamos de jugar y habíamos bebido casi cuatro cervezas cada uno de nosotros. Le dije que debíamos detenernos y ella estuvo de acuerdo. Tomó la caja del juego y guardo todos los elementos, luego se levantó a guardarla en el armario; momento que aproveché para acomodar mi polla que se mantenía erguida y dura.
Cuando Magda regresó, se sentó a mi lado, levantó mi brazo y se acurrucó sobre mi pecho acogedor y paterno, mi antebrazo quedó en medio de sus senos y ella lo apretó contra ellos, mi mano descansó sobre su vientre plano y firme. Mi corazón aumento sus latidos y sentí que se derretía sintiendo la tibieza de su juvenil cuerpo. Sin moverse mucho ella me preguntó:
—¿Te va de ver una película? …
—¡Ehm! … sí … bueno … ¿qué querrías ver? …
—Veamos que hay en Netflix …
Dijo ella y se puso a buscar hasta que encontró un film brasileño “El lado dulce de la traición”:
—¡Éste! … varias amigas me han hecho buenos comentarios de éste video …
—Está bien … si te gusta a ti, de seguro me gustará a mí también …
Después de algunos minutos en que estábamos viendo la película, Magda se giró a mirarme y me preguntó:
—¿Papi? …
—¡Uhm! …
—¿Por qué no te volviste a casar después de la muerte de mamá? …
Me sorprendió su pregunta, en realidad nunca habíamos hablado al respecto, tampoco me había detenido a reflexionar sobre el hecho, para mí éramos ella y yo el núcleo familiar, me quedé pensando y luego le dije:
—¡Ehm! … bueno … al principio estaba muy apenado y lloraba a menudo pensando en tu madre, luego me tuve que hacer cargo de ti y ocupaste un poco de ese vacío que sentía por la falta de tu mamá … después me acostumbré a ser un padre soltero … y hasta ahora, no he conocido ninguna mujer que me hiciera sentir lo que me hacia sentir tu madre …
—¿Y no te sientes solo? …
—Bueno … no estoy solo … te tengo a ti, tesoro …
Se ruborizó un poco para preguntarme:
—¡Mmm! … no … quiero decir … ¿sabes? … solo para … ¡ehm! …
—¿Te refieres al sexo? …
—¡A-há! …
—Bueno … en ese sentido no he estado completamente solo por todo este tiempo … ¿sabes? …
El rubor de sus mejillas se intensificó cuando agregó:
—¡Ehm! … bueno … yo … no lo sabía …
—Tal vez porqué yo no lo he ostentado … ninguna de las mujeres que he encontrado era adapta para mí … por eso no he traído a casa a ninguna de ellas para hacértela conocer …
Quizás el alcohol me había soltado un poco la lengua, pensé que podíamos confiarnos algunas intimidades entre Magda y yo. Hasta ahora no habíamos dicho ni hecho nada de extraordinario. Le sonreí cómplice y le dije:
—Algunas de ellas eran muy atractivas y sexys … pero ninguna de ellas era tan osada, perversa y caliente como tu madre …
Saltó de entre mis brazos con los ojos abiertos como huevos fritos y me miró fijamente con sus ojos color cielo.
—¡Hey … papá! … ¡Estamos hablando de mamá! …
—Bueno … eres tu la que quería saber, ¿no? …
Se quedó inmóvil sin dejar de mirarme fijamente a los ojos, luego suspiró profundamente y me preguntó muy curiosa:
—¿Perversa? … ¿Qué quieres decir, papi? … ¿En qué sentido? …
Pensé que se iba a tirar atrás y no preguntaría nada más, pero me pareció sinceramente curiosa su demanda.
—¿Deveras quieres saber los detalles de la vida sexual de tu viejo padre? …
Me miró cuestionándose y dudosa. Luego con una cara solemne y seria, movió su cabeza afirmativamente sin expresar palabra alguna. Entonces fui yo a detenerme a pensar que cosas podría revelarle, me tomó un par de minutos reflexionar en medio a un significativo silencio:
—¡Mmm! … bueno … después de un par de años de matrimonio … tu madre y yo comenzamos a experimentar algunos juegos … tanto para mantener encendida la llama de nuestros deseos … practicamos con algunos juguetes sexuales … un poco de dominación ligera … la amarré a la cama algunas veces … pero lo que más le gustaba a ella, era la lluvia dorada …
Me quedé en silencio por algunos segundos para hacerla asimilar lo que le estaba diciendo. Me miraba asombrada y curiosa, luego me interpeló:
—¡Oh! … ¿te refieres a eso con pipi? …
—¡Sí! … todo comenzó por casualidad …
—¿Qué quieres decir con que todo fue en modo casual? …
—¡Mmm! … bueno … un día cualquiera estábamos tomando una ducha juntos … así como lo hacen todas las parejas … yo tenía deseos de hacer pipi … así que me giré un poco y comencé a hacer pipí contra los azulejos … tu madre me vio y formó un circulo con sus dedos y me dijo … hazlo aquí, tesoro … yo le seguí la broma y me giré a mear entre sus dedos … ambos nos pusimos a reír … luego ella aferró mi pene y dirigió el chorro de orina sobre si misma … y allí comenzó todo …
—¿Mamá hizo eso con tu pene? …
—¡Uhh! … eso y muchas cosas más … nos reímos tanto que de milagro no terminamos cayéndonos en la ducha … tu madre luego levantó una pierna y dirigió el chorro de su orina contra mis piernas … ¡Ummmm! … ese fue el inicio de una maravillosa aventura entre tu madre y yo … cada día que pasa siento más su partida …
El rostro de Magda se entristeció, vi un brillo húmedo en sus ojos claros y su voz tembló cuando me dijo:
—También a mí, papi … me da mucha pena no tenerla con nosotros todavía …
Dio un largo suspiro y luego se animó a preguntarme:
—Entonces … Las mujeres que has tenido en los últimos años no eran tan perversas cómo mamá, ¿eh? …
—Bueno … nunca con la gracia y disposición que tenía tu mamá … ella se divertía de verdad … ninguna de las que conocí se acercó lo más mínimo a hacerme sentir lo que sentía con tu madre … ahora cuando tengo algún encuentro cercano de tipo sexual, me contento con verlas cuando hacen pipi, pero ya no hay juegos ni la magia que tenía con tu madre … ella era mi pasión … ella era mi vida entera …
—¡Oh! … ¡uhm! …
Se quedó pensativa reflexionando sobre lo que le acababa de revelar. Entonces decidí averiguar un poco más sobre las cosas que le interesaban a ella, le dije:
—Bueno … ahora te toca a ti …
—¿Qué? … ¿Cómo? … ¿Qué quieres decir? …
Dijo un tanto desorientada y mirándome en forma confundida.
—Pues que yo he abierto mi alma y te he revelado parte de mi intimidad … ahora es tu turno …
Me preguntaba si a ella el alcohol le haría soltar la lengua, tal como parecía haberlo hecho conmigo. Magda suspiro, juntó sus manos sobre su vientre y me dijo mientras sorbeteaba su cerveza:
—¿Y que quieres saber de mí? …
—Bueno yo te dije cual era mi pasión … tú dime la tuya …
Le dije presionándola a continuar con esta bizarra conversación entre padre e hija. Sus ojos se perdieron mirando el cielo, casi podía ver los engranajes de su cerebro trabajando sobre una respuesta llana y reveladora, luego se encogió de hombros y decidida me dijo:
—Creo ser una exhibicionista …
Me reí y miré descaradamente su entrepierna donde se veían claramente los labios de su coño apretando estrechamente su tanga.
—Bueno … esto lo sé … ¡mira! … estas media desnuda delante de tu viejo padre …
Magda no hizo ningún intento por cubrir su chocho, es más, creo que abrió un poco más sus piernas y expresó:
—¡Papi! … ¡Estoy hablando en serio! … ¡Me gusta que otras personas puedan ver mis partes íntimas! …
Respiré profundamente y me vinieron a la mente todas las veces que me la encontré en el pasillo casi desnuda, las innumerables ocasiones en que la vi con la puerta de su dormitorio mal cerrada y ella totalmente desnuda mirándose al espejo del armario. Las otras tantas en que se presentaba con su minifalda levantada mostrando sus glúteos y dejando entrever su coño sin bragas. O como esta vez que se presentó vestida con mi remera que apenas cubría sus redondas nalgas y su pequeña tanga perdiéndose entre sus hinchados labiecitos vaginales. Todo aparentemente en forma “casual”. La miré sonriéndome con maliciosa e ingenua inocencia:
—¡Uhm! … ¿Y cómo te diste cuenta de que te gustaba hacerte ver? …
Magda echó sus ojos al cielo tratando de recoger sus recuerdos entre sus pensamientos.
—Pienso que todo comenzó en la escuela … como cuando tenía doce o trece años … a la hora del recreo, me encontraba en el jardín del colegio … me senté en una banca con las piernas cruzadas … frente a mí se sentó Sergio Barrientos, un chico de un curso superior … normalmente las chicas nos bajamos la falda por pudor cuando nos sentamos … esa vez, me di cuenta de que mi falda se había arremangada por mis muslos y el muchacho frente a mí seguramente estaba entreviendo mis calzoncitos … él me miraba directo entre mis muslos … entonces yo lo miré y él bajo su mirada y se hizo el desentendido … entonces yo bajé mi pierna y las abrí dejando que él viera mis partes íntimas …
—¡Guau! … ¿Y eso te hizo sentir alguna cosa? …
—¡Sí, papi! … sentí como maripositas en mi guatita … y bueno … ¿sabes? … sentí también entre mis piernas que mi conchita … ¡ehm! … bueno … tu sabes …
Estaba con sus mejillas ruborizadas de un intenso carmesí. Bajo su mirada avergonzada. Tiernamente tomé sus manos:
—Te mojaste, ¿verdad? …
—Así fue, papi … y me di cuenta de que el motivo era aquel muchacho que fijaba sus ojos en mí …
—¿Y qué sucedió después? …
—Bueno ... me arreglé la falda e hice como si no me hubiese dado cuenta de que él me miraba …
—¿Y luego? …
—¡Ehm! … al día siguiente volví y él ya estaba allí … otra vez me senté frente a él y me mostré descaradamente … siempre fingiendo de no darme cuenta de que él me miraba …
—¿Así como lo hiciste conmigo? …
Le pregunté dulcemente. Las mejillas de ella se tiñeron de escarlata otra vez, bajó su mirada y sus esplendidos ojos color cielo se humedecieron de vergüenza.
—¡Oh, papi! … lo siento … deveras, lo siento …
Su voz se hizo vacilante y temblaba, su respiración se bloqueó tratando de reprimir un sollozo, casi en un susurro agregó:
—Soy una puta, ¿verdad? …
—¡Hey, nenita! … “Puta”, es una que va con cualquiera … ¿has hecho tú eso? …
—¡Oh, no! … ¡Por supuesto que no! …
—Entonces no lo eres …
—Pero me mostré ante ti … eres mi padre …
—Luego hablaremos de eso … pero dime que más hiciste con aquel muchacho …
Magda me fijo con sus ojos lucientes, respiró más tranquila y yo le di una suave palmotada sobre su pierna para instarla a continuar.
—¡Ehm! … bueno … la vez siguiente decidí darle un vistazo más amplio de mi … ¡Mmm! … tu sabes … entonces … cuando salimos al patio … tire mis bragas de modo que se incrustara … ¡Ehm! … en medio a mi rajita … exponiendo ampliamente mis labiecitos mojados …
Mentalmente en mi mente se dibujó su pequeño coño con su tanga separando los labios ligeramente más oscuros humedeciendo su calzoncito, mi verga volvió a moverse bajo mis pantalones, palpitando con los latidos de mi corazón. Ella continuó:
—Me senté donde siempre ... me aseguré de que hubiese un espacio limpio para que él pudiera verme … él llegó y se sentó frente a mí expectante … dejé pasar una decena de minutos y moví mis piernas, mi falda se deslizó hacia arriba con mis piernas ligeramente separadas … su rostro me confirmó que tenía una perfecta visual de mi intimidad … sus ojos estaban abiertos que casi se salían de sus cuencas oculares …
Una risita maliciosa e inocente se escapó de sus labios, no pude evitar de exclamar:
—¡Guau! …
—¡Sí, papi! … estaba sintiendo sus ojos que casi perforaban mi ingle … sentí un morboso placer al pensar que luego él se masturbaría pensando a mi … y a mi … ¡Ehm! … ¡tú sabes! … ¡Hmm! …
—¡Coño! …
Dije yo para terminar su frase.
—¡Oh, sí … papi! … sentí algo caliente por todo mi cuerpo … bueno … entre mis piernas esa cosa se estaba derritiendo … eran chorros, papi … entonces, deje de ir … no fui más …
La mejillas de Magda estaban otra vez encendidas, pero esta vez la lucecita brillante de sus ojos, me decía que era de excitación y no de vergüenza.
—¡Pero! … ¿cómo? … ¿Por qué? …
—Pensé que si continuaba con lo mismo … él se habría dado cuenta de que yo lo estaba haciendo de propósito … seguramente lo habría dicho a todos sus compañeros … en cambio ahora, él podía pensar de haber sido afortunado de encontrarse en el puesto justo y en el momento justo …
—¡Oh! … me parece inteligente e ingenioso de tu parte …
Magda se apoyó cómodamente sobre el espaldar del diván y concluyó:
—Y ese es ahora mi protocolo … elijo a un chico apuesto … lo dejo entrever cosa que él no debería ver … luego lo dejo pensando de haber sido afortunado de ver lo que vio … enseguida busco a algún otro …
—¡Guau! ... eres muy lista ... y no eres puta … tienes solo un fetiche y lo disfrutas …
Me miró con ojos alegres, entonces me vino de preguntarle:
—Eso quiere decir que me encuentras apuesto si has dejado que mirara tu entrepierna, ¿no? …
Una vez más bajó la mirada y sus pómulos se enrojecieron levemente:
—¡Oh, papi! … ¡Mmm! … lo siento ... creo que desde niña estoy un poco enamorada de ti … no sé que me pasó por la cabeza … no quisiera, pero …
—¡Nenita, mía! … no hay nada de malo en eso … ese es el famoso “Complejo de Electra” … cuando los muchachos se enamoran de sus madres se llama “Complejo de Edipo” … les sucede a muchos jóvenes de tu edad … no tienes nada de que preocuparte … para mí es un halago que una jovencita tan hermosa como tú me encuentre atrayente … ven … dame un abrazo …
La atraje hacia mi y le di un estrecho abrazo. Ella se había levantado y había montado una de mis piernas. Inmediatamente sentí su ingle en contacto con mi muslo, sus incipientes senos durísimos se aplastaron contra mis pectorales. Mi polla todavía hinchada por su historia se agitó violentamente luchando contra el genero que lo mantenía prisionero. Magda se tiró hacia atrás, sus maravillosos ojos celestes penetraron los míos:
—¡Hay, papi! … ¡No me aprietes tanto! … ¡Con tanta cerveza se me va a escapar mi pipi! …
—¡Oh, perdóname! … entonces ... ve ... ve al baño a hacer pipi …
Me dio una sonrisa enigmática y maliciosa cuando dijo:
—¿Quieres mirarme hacerlo? …
Mi corazón casi se detiene de sopetón, se me atascó algo en la garganta y no podía emitir palabra alguna. Como un autómata me levanté del sillón, las piernas de Magda me rodearon la cintura y mis brazos la estrecharon a mi cuerpo fuertemente, tanto que ella grito desesperada:
—¡Ay, papi! … ¡No tan fuerte! … ¿O quieres que me orine encima de ti? …
Sin soltarla me encaminé a grandes zancadas por el pasillo hacia el baño y me detuve solo cuando me encontré delante del inodoro. Magda liberó sus piernas y se apoyó sobre las baldosas del piso. Yo apenas podía respirar en ese momento sublime. Mi hija me fijo con sus brillantes ojos celestes. Metió los pulgares bajo su remera y enganchó los bordes elastizados de sus bragas comenzando a bajarlas con coquetos movimientos de sus caderas, poco a poco sus calzoncitos bajaron por sus muslos hasta sus rodillas y luego más abajo hasta sus tobillos. Con delicados movimientos las hizo caer al suelo, dio un paso para deshacerse de ellas pateándolas juguetonamente hacia la cesta de la ropa sucia. Cuando cayeron encima de la otra ropa conteniente en la cesta, noté la mancha oscura de humedad en el centro de la tela de su ropita interior, Magda atenta a mi mirada se estremeció un poco y se encogió de hombros, exclamando en un susurro:
—Eres tú el responsable de que yo esté así …
Estaba incapacitado a responder. El tiempo se había detenido. Respiraba apenas para sobrevivir. Me di cuenta de que estaba apretando mis mandíbulas en un acto inconsciente. Supe que debía relajarme un poco. Mi verga luchaba contra la tela de mis boxers, duro, durísimo como un Buloke australiano. Sentí la delicada mano de Magda que dibujaba la forma de mi pene por sobre mis pantalones, sus ojitos de abrieron al límite cuando miró la abultada hinchazón y le repliqué en un hilo de voz:
—Eres tú la responsable de que yo esté así …
Sin dejar de mirar mi polla enardecida, Magda se llevó una mano hacia atrás y alcanzó la tapa del inodoro abriéndola de golpe, luego comenzó a bajar hasta quedar sentada en la taza del wáter. No sabía como lo haría, pero me hacía recordar a mi malograda esposa cuando se inclinaba lentamente con sus piernas juntas, luego las abría para dejarme mirar como la cascada de orina salía como un torrente dorado. Magda estaba repitiendo casi los movimientos que una vez hizo su madre. La única diferencia es que ella estiró los bordes de su remera e hizo un nudo por sobre su ombligo, luego se apoyó al espaldar del inodoro y abrió ampliamente sus rodillas revelándome todo el secreto de su escondida y adolescente intimidad.
Quede paralizado, mis rodillas no me mantuvieron y caí de rodillas ante su beldad. Me incliné ligeramente hacia adelante para poder ver mejor. Los labiecitos de su pequeño coño estaban hinchados y un poco pegoteados con el abundantes escurrimiento de sus fluidos. Jamás mi ojos habían contemplado una vagina más bella que la de mi hija. Su rajita permanecía ligeramente abierta, aún cuando ella mantenía sus rodillas bien separadas, pero se lograba ver el empapado interior de un luciente color rosado pálido con unos adorables pliegues a forma de capucha que escondías su diminuto botoncito del placer que no se dejaba ver por los arrugados pliegues humedecidos.
Magda puso sus dedos índice y medio sobre su ranurita para abrirla y dejarme ver su interior. Su coño estaba completamente mojado y hervía de excitación, me pareció estar mirando el capullo de una rosa al desplegarse bajo los rayos del sol. Ahora su pequeña vulva estaba completamente abierta ante mis ojos, y lo más importante, podía contemplar de lleno esa pequeña protuberancia de su uretra. Mi verga golpeaba a martillazos contra mis pantalones. Mientras miraba atento a no perderme nada, vi unas gotitas que se deslizaron de su labia vaginal y cayeron en el agua límpida más abajo formando círculos concéntricos. Sentí como gotas de esperma comenzaban a salir de mi polla y mi respiro se tornó afanoso ante este maravilloso espectáculo.
Podía sentir el aroma de su excitación. Un olor almizclado muy intenso de sus secreciones me llegaba a la punta de mi nariz y me hacía sumergir en un trance de libidinosa lujuria. El líquido preseminal de mi verga empapaba mis calzoncillos y sabía que, si miraba mis pantalones, me encontraría con una extensa mancha húmeda. Se me escapó en un balbuceo el nombre de mi hija:
—¡Magda! …
—¡Papá! …
Hablamos sin darnos cuenta al unísono justo en el momento en que el dorado chorro de mi hija comenzó a fluir fuera de su uretra. Un chorro potentísimo que salpicaba en la blanca porcelana del inodoro, diminutas gotitas mojaron mi rostro. Ella gimió y yo me acerqué a olisquear el abundante liquido ambarino que salpicaba mi boca, lamí desde mis labios ese ligero sabor salado de la orina de mi hija. Ella apretó sus labiecitos con sus dedos y masajeó intensamente su clítoris lanzando gemidos de pasión, eso superó todas mis expectativas, me afirmé a sus piernas y me estremecí eyaculando en mis pantalones y abriendo mi boca para tragar las últimas salpicaduras de su pipi.
—¡Ooohhh! … ¡Ooohhh! … ¡Ooohhh! … ¡Umpf! … ¡Umpf! … ¡Ummmm! … ¡Mmmmm! … ¡Aaarrrggghhh! …
Grité mientras mi cerebro venía obnubilado de quien sabe cuántas sustancias neuroquímicas estimulantes que me hacían temblar de los pies a la cabeza. Se me nubló la vista mientras mi polla bombeaba sin parar borbotones de semen como nunca antes. Me deslicé hasta el suelo en un estado de semi inconsciencia.
En alguna parte de este universo paralelo, escuché los chillidos como de un animal salvaje, gruñidos y alaridos demenciales. Traté de recomponerme y sentí los dedos de mi hija enredarse en mis cabellos, sus labios de pegaron a los míos en un beso intenso. Estaba restregándose a mi cuerpo en espasmódicos temblores con vagidos de bebita, sollozando de placer. Su remera estaba empapada de orina, su mano estaba entre sus piernas y frotaba su clítoris como una loca, lanzando chillidos de marrana con agudos alaridos enloquecidos. Después de un rato comenzó a calmarse, la tomé entre mis brazos y nos revolcamos ella y yo sobre el frio suelo del baño, entre gemidos se abandonó pegada a mi pecho.
Nos quedamos abrazados por un tiempo infinito, su cabeza apoyada en mi brazo tratando de recuperar el ritmo de nuestra respiración y nuestros sentidos. Sus ojos paradisíacos estaban luminosos, ilegibles y enigmáticos. Nunca los había visto tan hermosos. Cuando pude reunir bastante fuerza como para hablar, dije:
—¡Santo carajo! …
Magda me miró sonriente y dijo:
—Papi … parece que mi chochito se ha roto …
La miré bromeando y le dije:
—¡Y tú! … ¿Quién eres? … ¿Dónde te has llevado a mi nenita hermosa? …
Magda lanzó una sonora risa y yo resoplé como un toro. En pocos segundos nos reíamos a carcajadas, llenos de alegría. Una vez más nos perdíamos en la sensaciones que nos regalaban nuestros cuerpos. Poco a poco esa sensación se fue desvaneciendo, la atraje muy estrecha a mí y le susurré al oído:
—¡Oh, dulce nenita! … ¡Te quiero mucho! …
—¡Papi! ... ¡También yo te quiero mucho! …
—¡Vamos! … levantémonos de este frío pavimento …
En algún modo mis rodillas respondieron y también mis pies. Me levanté y me incliné ofreciéndole mi mano para ayudarla a levantarse. Mire las baldosas del piso y todo alrededor, me sorprendí a constatar que no habíamos desordenado mucho el baño. Había una que otra baldosa salpicada cerca del inodoro. Magda estaba empapada desde el ombligo para abajo. Yo mismo estaba mojado en los puntos donde estaba a estrecho contacto con ella y, además, había una enorme mancha pegajosa en la parte delantera de mis pantalones. Magda volvió a sonreírme y en una voz cantarina, me dijo:
—Entonces … te ha gustado la lluvia dorada, ¿eh? …
No pude evitar una sonrisa amplia y respondí:
—¡Lo más bello de mi vida! …
Nos quedamos en silencio mirándonos cara a cara en un éxtasis de felicidad, otra vez hablamos al mismo tiempo:
—¡Hija! …
—¡Papi! …
Me sonrió afectuosamente y me dijo:
—Está bien … tú primero …
—¡Ok! … ¡Uhm! … Lo que hemos hecho tu y yo juntos … está considerado un tabú en nuestra sociedad … podríamos hasta incurrir en un delito, ¿entiendes? …
Me miró seriamente y asintió con su cabeza solemnemente, entonces continué:
—… antes de continuar y hacer cualquier otra cosa … creo que sería necesario que nos diéramos una semana de tiempo para asimilar y reflexionar sobre lo que hemos hecho … solo entonces conversaremos sobre lo sucedido … sin alcohol de por medio … nos sentaremos y hablaremos al respecto …
Magda se mordió su labio inferior mientras reflexionaba sobre mis palabras, luego me tomó las manos y me dijo:
—Padre … creo que tienes razón … es una buena idea …
—Entonces estamos de acuerdo … ahora ve a limpiarte … yo iré a mi cuarto para hacer lo mismo … luego a dormir …
Me voltee y me dirigí a mi dormitorio para darme un baño de ducha. Me lave con abundante agua y jabón para aliviar los dolores de mis músculos, pero el agua no se llevó la mancha incestuosa que se había radicado en mi alma. Salí de la ducha envuelto en una vaporosa nube, me metí una toalla en torno a la cintura y me dirigí a mi cama. Encontré a Magda castamente envuelta en una larga y gruesa bata blanca, muy suave, se había sentado al borde de mi cama:
—¡Magda! … ¡Pensé de haberte dicho que …! …
—¡Espera, papi! … olvidamos de despedirnos … vine para desearte unas buenas noches …
—¡Ah, Ok! …
Corrió entusiasta a mis brazos, la besé en la frente y le dije:
—¡Buenas noches, tesoro! …
—¡Buenas noches, papá … te quiero mucho! …
—¡Yo también te quiero mucho, nenita! …
Luego salió rápidamente de mi cuarto.
La semana siguiente trascurrió velozmente. No podía decidir como me sentía realmente. Sabía a ciencia cierta de que habíamos hecho algo incorrecto y erróneo. Por otro lado, pensando fríamente, Magda había sido quien inició toda esta situación. Estaba bastante crecidita para darse cuenta de que a toda acción corresponde una reacción. No faltaba mucho para que fuera una adulta. Tal vez ella había ya decidido por mí y por ella de como salir de este dilema moral.
Ella también se había atenido al acuerdo. Había evitado cualquier discusión sobre la situación en cuestión y se había comportado como la niña que siempre ha sido. Nuestra relación continuaba a ser de verdadero afecto y de cariño. Pero la tensión estaba en el aire, había una fuerza invisible que nos mantenía separados.
Llegó el viernes en la tarde, hacía un calor insoportable. El termómetro alcanzaba los treinta y cuatro grados Celsius. El sol quemaba. Durante el desayuno le pregunté a Magda si estaba lista para enfrentar nuestro dilema por la tarde, me sonrió con un dejo de incerteza:
—¡Sí, papi! … ¡Estoy lista! ...
—Entonces ... cuando termine de trabajar nos encontraremos en la piscina, ¿te va? …
Su angelical rostro se iluminó con su carismática sonrisa ante la perspectiva:
—Optima idea, papá …
Esa tarde, apenas terminé de trabajar me cambié y me fui a la piscina. No había seño de Magda todavía, así que me di una zambullida en el agua fresca de la alberca y di un par de giros nadando mientras esperaba que apareciese mi hija. Al cabo de un cuarto de hora apareció Magda vestida con su último bikini, se lo había comprado yo mismo, pero ella lo había elegido. A mí me parecía un poco osado, Magda opinó que era el traje de baño justo para su edad adolescente y finalmente yo me dejé convencer. Sus cabellos cobrizos caían sobre sus hombros y sus pechos rebotaban y mecían con gracia a cada paso que daba. Dio una pequeña carrerita y mientras saltaba en piscina, gritó:
—¡¡Una booombaaa!! …
Cayó peligrosamente muy cerca de mí con las piernas apretadas contra su pecho. El agua salpicó en todas las direcciones, creando una ola enorme que recorrió todo el largo de la piscina. Estábamos en la parte más profunda de la piscina, así que ella se hundió bastante en el agua. Emergió justo en frente de mí, me echó los brazos al cuello y se presionó contra de mí dándome un beso en la nariz.
—Buen fin de semana, papi …
—Gracias … “Salpicadora” … también para ti …
Me quedó mirando y luego entendió el doble sentido de mis palabras y comenzamos a reír a carcajadas, luego le pregunté.
—¿Y dónde estabas? …
—¡Uhh! ... con este calor estuve a beber mucha agua … necesitaba hidratarme …
—¡Ah! … ¡Está bien! ... ¡Ehm! ... ¿Estás lista para que hablemos? …
—¡Sí, papi … sí! … pero antes quiero que veas una cosa …
—¿Qué cosa? …
—¡Ehm! … siente esto …
Magda me tomo la mano y la enfiló entre sus piernas, con la palma hacia su traje de baño, de modo que mis dedos presionaban su suave y lisa vulva por sobre el calzoncito. Las yemas de mis dedos entraron en contacto con la fisura de su canal vaginal. La miré boquiabierto:
—¡Pero Magda! … ¡Pensé que habíamos acordado …! …
—¡Sssshhhh! … ¡Espera un poco! … ¡Uhm! … ¡Aaaahhhh! …
Sentí en la palma de mi mano la tibieza que escapaba de su vejiga, su pipi salía con un chorro potente sobre mi mano. Se sentía increíblemente caliente en las frías aguas de la piscina.
—Te quiero mucho, papi ... se lo que sea que hayas decidido … nada cambiará mi amor por ti …
Mi pene se despertó extraordinariamente rápido y comenzó a presionar mi traje de baño. Miré hacia abajo y pude distinguir una nubecita dorada que comenzaba a extenderse alrededor del cuerpo de mi hija. Inmediatamente tornó a mi mente el sabor de su orina de hace una semana. Mi pene se había levantado de tal forma que parecía una hinchazón considerable bajo mi traje de baño.
Era demasiado como para permanecer impasible. Subí mi mano hasta encontrar el borde de sus braguitas y metí mi mano dentro de su bikini hasta que mi dedo medio se enfilo en el surco caliente de su coño y lo empujé dentro. Magda todavía expelía orina tibia de su chocho. La conchita de mi hija era increíblemente estrecha, pero resbaladiza, su estrechez ofrecía una resistencia, pero al mismo tiempo acogía mi penetración.
—¡Oh, Magda! … ¡Estás salpicando! …
El cálido flujo de orina se detuvo sorpresivamente. Puso sus manos en mis hombros y comenzó a columpiarse en mi dedo hacia atrás y hacia adelante. El flujo cálido de orín volvió a salir mientras ella refregaba su clítoris en la palma de mi mano. Mi polla estaba como enloquecida aprisionada en mi traje de baño y luchaba por salir. Magda se estrechó más a mí y me susurró:
—¡Bésame, papi! …
Gemí y me apoyé en ella. La suave calidez de sus labios era intensa, su lengua buscó la mía y nuestros labios se sellaron en un beso apasionado. Mi mundo, mi entero universo estaba concentrado en esa caricia de nuestros labios. Luego todo se borró, la única sensación que podía percibir era mi dedo entrando y saliendo de su agujerito vaginal y su clítoris frotándose contra la palma de mi mano. Sentí ligeramente una sensación liberatoria de mi pene a contacto con el agua, mi traje de baño había sido bajado. Sentí el apretón estrecho de la mano de mi hija alrededor de mi pija, ella comenzó a pajear mi gruesa polla dura como una roca.
Las caderas de Magda se mecían siempre más rápido contra mi mano. Suaves gruñidos de placer escapaban de su boca, acompañados de temblores espasmódicos. En tanto, ella pajeaba mi verga con sus dos manos. Mi mano libre agarró sus pechos y las deslicé por debajo del cordoncito de su bikini, empujándolo hacia arriba y liberando sus hermosas tetas. Mi mano se ahuecó sobre su redondo, liso y macizo seno, aferrando su puntiagudo pezón que hice deslizar entre mis dedos en forma del todo consueto y familiar, me recordé de mi extinta esposa. Me separé de sus labios y me incliné a besar su turgente pezón, lo mordí, lo lamí y lo chupé. Magda dio un chillido de placer y apretó mi cabeza contra su seno, juntó estrechamente sus piernas con contracciones de su vagina, noté que su orgasmo se aproximaba. Un berrido gutural emitió Magda y sus manos estrecharon fuerte mi verga al momento que comenzó a correrse con incontrolables bufidos y gruñidos. Su vagina mojada y caliente se estrechó fuertemente alrededor de mi dedo, lo que disparó mi propio orgasmo, mis piernas se debilitaron y no sentí un sustento suficiente bajo mis pies, lo que amenazó con sumergirme. En algún modo me las arreglé para permanecer en pie y a flote mientras bombeaba los borbotones de semen en el agua, mi mente estaba copada completamente a disfrutar el candente placer de mi corrida.
Cuando me calmé, me di cuenta de que Magda rodeaba mi cuello con sus brazos. Su boca buscaba mi boca, mientras utilizaba la flotabilidad del agua para enrollar sus piernas alrededor de mi cintura. Sus senos desnudos presionaban seductoramente mis pectorales y su lengua empujaba mi lengua en un beso de apasionados amantes, la besé con ardor estrechándola a mí y regocijándome en el glorioso placer que me brindaba esta esplendida criatura abrazada a mí. Pocos segundos después, separamos nuestros labios y miré en esos increíbles ojos color cielo y le sonreí diciéndole.
—¡Ehm! … creo que debería tomar esto como tu respuesta, ¿no? …
—No te parece obvio, papi … pero honestamente, me gustaría saber que es lo que habías pensado tú …
—Bueno … sequémonos y hablemos …
—¡Ok, papá! …
Salimos del agua, parsimoniosamente nos secamos y caminamos juntos hacia la casa. Mientras caminaba la mano de mi hija tomó mi mano y sus dedos se entrelazaron con los míos. Mi pecho se infló con los potentes latidos de mi corazón. Me parecía el todo tan natural y justo.
Me cambie poniéndome una remera y unos shorts secos, luego me fui a la cocina en busca de dos cervezas, puse unos posavasos y deposité las cervezas en ellos. Segundos después apareció mi hija vestida con una estrecha y vieja remera rosada de Hello Kitty de hace muchos años atrás, sus tetas parecían querer reventarla y era tan corta que no alcanzaba a cubrir su tanga roja. Miró donde sentarse y escogió su lugar preferido, montó una de mis piernas y me echó los brazos al cuello.
—Entonces esto fue toda una zalagarda, ¿eh? …
—¡Ehm … sí! … espero tanto que no estés enojado …
—¿Tu qué crees? … ¿Te parece que estoy enojado? …
—¡La verdad, es que no! … pero esto no es una situación normal, ¿verdad? …
—Tú lo has dicho, nenita … no lo es … ¿Qué piensas tú de todo esto? …
Se quedo pensativa reflexionando con el ceño fruncido. Esperé algunos minutos y luego ella espetó:
—Papi … la semana recién pasada … cuando te pregunté si querías verme hacer pipi … mi decisión había sido ya tomada … siempre me he sentido segura y protegida por tu amor … eres el mejor hombre que conozco … después de nuestro asunto en el baño, dijiste que deberíamos esperar una semana … pero yo ya sabía lo que quería, papi … quería decírtelo ese mismo día, pero tu no me dejaste … no quise insistir porque sabía que tu estabas luchando con tus instintos paternos y protectores … lo único que podía hacer para demostrarte lo que significas para mí … era volver hacer pipi cerca de ti … hacer pipi para que me vieras … hacer pipi para que me sintieras … hacer pipi solo para ti, papi …
—¡Oh! … ¡Hmm! …
—¡Sí, papi! … ¡Eso es lo que siento y pienso! …
—¿Y si yo dijera que no? …
Le faltó poco para que lanzara una carcajada, pero se contuvo y en forma cordial, me dijo:
—¡Papi! … ¡No puedes ocultarlo! … ¡Tú también lo quieres! … ¡Porque soy como mi mami, papi! …
Se me escapó un largo suspiro liberatorio. Yo no la obligaba y ciertamente era lo que yo anhelaba, así que resolví:
—Está bien, nenita … pero si lo hacemos, deberá ser nuestro más íntimo secreto …
—Por supuesto, papi … así será …
—¡Está bien, pero dame un minuto de reflexión! …
—Bueno, papi … estaré contigo aquí …
Se bajó de mi pierna y se recostó sobré el sofá apoyando su cabeza en mi muslo. Cerro los ojos mientras yo pensaba y acariciaba su mejilla. Pensé y pensé; ella tenía razón, nuestro amor era innegable y evidente después de lo que había sucedido entre nosotros. Mis sentimientos paternos luchaban contra el deseo animal que probaba mi cuerpo. Era verdad, ella era una copia juvenil de mi fallecida esposa, mi único amor verdadero. Cerré los ojos y una lagrima resbaló por mi mejilla en recuerdo de mi occisa mujer. ¿Qué pensaría ella de esto?
—Tesoro … ¿Qué crees que pensaría tu mami de todo esto? …
Se quedó silente solo por unos efímeros segundos y me respondió:
—Creo que mamá sería muy feliz si nos viera a ti y a mí felices … sin importar lo que suceda …
¡Santo, Dios! Ella tenía razón, mi difunta esposa sería muy feliz al vernos felices. Tiré un prolongado suspiro y le dije:
—Bueno … eso significaría que, aparte de ser mi hija, serías también mi amante, ¿no? …
Magda se giró a mirarme con sus hermosos ojos azulinos:
—¡Papi … no soy tu amante! … técnicamente no me has hecho el amor todavía …
Mi mente se estaba debatiendo en busca de una solida base para hacer prevalecer mis instintos paternos, y esta afirmación de Magda me sumió en una engorrosa incerteza que me llevó al caos.
—¡Ehm! … tienes toda la razón …
—Papi … me doy cuenta de que luchas contra ti mismo … te dejaré tranquilo … te daré más tiempo y espacio … todo a su debido tiempo, papi …
Me abrazó temblando, me dio un beso en la mejilla, se levantó y se dirigió a su dormitorio cabizbaja. Me llevé la mano a mis cabellos reflexionando sobre esta delicada situación, al parecer estaba sin querer lastimando a mi propia hija. En mi cerebro se encendió una luz guía para hacerme salir de este vórtice de dudas; Magda había dicho que mi esposa hubiese sido feliz al vernos felices y esto era una verdad grande como una montaña. Ella es lo único que tengo y la cosa más importante y maravillosa de mi vida. Hacerla feliz es mi responsabilidad y mi deber de padre.
Me levanté y me fui sorbetéando los restos de cerveza de ambas botellas, Magda había bebido solo la mitad, deposité los envases vacíos en los desechos y tomé dos cervezas más desde el frigo. Debíamos comer algo y pensé que una comida ligera nos sentaría bien a ambos, llamé al KFC local y ordené unas porciones de pollo para dos. Sorbí de mi cerveza mirando un anodino programa que no logré entender ni ver, pensaba a cuanto me había dicho mi hija. En eso sonó el timbre.
—¡¡Magda … acaba de llegar la comida!! …
Grité y ella fue a recibir las cajitas con un delicioso olor que se esparció por toda la casa. Cenamos en un denso silencio. Mientras lavábamos los pocos cubiertos que habíamos usado, me preguntaba como avanzaríamos hacia nuestro incierto futuro. Ya sabía que mi hija tenía todas las ganas de transformarse en mí pareja sexual, pero ¿Cómo podría conciliar esto con mis deberes de padre? Sí, es cierto que la hice follar con mis dedos en la piscina y ella me masturbó hasta hacerme correr; además, habíamos tenido nuestro primer encuentro la semana pasada. Ahora ella me miraba expectante y yo estaba lleno de dudas sin saber que decidir y cómo comportarme con ella. ¡Dios mío! ¡Que encrucijada! La miré indeciso:
—Tesoro … necesito más tiempo … iré a dormir y pensaré al respecto …
—¡Sabía que ibas a decir esto, papi! …
—¡Ah! … ¿Sí? …
—¡Sí! … entonces vengo contigo a tu cama …
—Pero Magda ... no creo ...
—¡Relájate, papi! ... nos vestiremos con nuestros pijamas y no haremos nada que nos distraiga y divierta …
Pestañeé varias veces sorprendido, ella hablaba con tal seguridad y decisión que me descolocó totalmente, inmediatamente agregó:
—… podremos hacernos cariño y nada más … simplemente dormiremos en la misma cama … así en la mañana temprano me podrás decir finalmente cual será tu decisión final …
Realmente ella se había adelantado en todo y lo que decía parecía totalmente inocuo, decente y razonable.
—¡Está bien, Magda! … sabes de sobra que no puedo decirte que no …
Nos dimos una ducha cada uno en su propio baño y nos vestimos con los atuendos de costumbre para ir a la cama. Era una tarde de verano bastante calurosa, así que opté por pantalones de pijama cortos color rojo y una remera azul con el emblema colorido de “Superman”, me recosté y me metí cómodo. Magda apareció con un esplendido camisón celeste que cubría todos sus encantos, en cierto modo me parecía aún más sexy que desnuda. La pequeña malcriada contoneó sus caderas delante de mí y preguntó:
—¿Cómo estoy así, papi? …
—Increíblemente estupenda ... hermosa como siempre … pero lo sabes muy bien, ¿no? …
—Bueno, sí … pero es lindo sentirlo decir por ti, padre …
—Está bien … ahora ven a acostarte para apagar la luz …
Magda se deslizó bajo las sábanas y yo presione el interruptor de la lampara de la mesita de noche, la oscuridad esparció su manta por todos los rincones, pero a través de la ventana se filtraba la luz de una luna llena esplendida. Mi hija me echó los brazos al cuello y me susurró al oído:
—Buenas noches, papi …
Inmediatamente después se giró del lado suyo en modo que sus estupendas nalgas presionaban contra mi regazo. ¡Dios, mío! Estaba a cucharitas con mi propia hija. Mi brazo izquierdo encontró lugar debajo de su estilizado cuello, mientras el derecho pasó sobre su cintura y bajo su brazos en medio a sus estupendos y duros senos; sus brazos envolvieron mi brazo y lo presionó delicadamente contra sus pechos. Me pareció tan natural la posición, como si siempre hubiéramos hecho esto. Besé su nuca y le dije:
—Buenas noches, nenita … te quiero mucho …
Meneó afectuosamente su trasero contra de mí y nos adormecimos.
Me desperté al amanecer recostado sobre mi espalda. Magda estaba apoyada por mitad sobre mí, con una de sus piernas sobre la mía, su brazo cruzado sobre mi pecho, su cabeza apoyada con la nariz sobre mi hombro. Mi corazón casi se detiene contemplándola dormir plácidamente. Su rostro era de una divinidad angelical. Me maravillé observando su quieto respirar. Magda era una criatura increíblemente bella. ¡Dios, mío! ¿Qué he hecho para meritarme esto?
Tal vez mi respiración la despertó. Mientras observaba su rostro, vi el movimiento de sus parpados, gimió y bostezó dulcemente. Estiró sus piernas con un gesto felino y abrió del todo sus ojos claros y dijo todavía con una vocecita somnolienta:
—Buenos días, papi …
—Buenos días princesita ...
—¿Qué hora es? ...
Miré el reloj de la mesita de noche y le respondí:
—Las seis y media, tesoro …
—¡Umm, noo! ... demasiado temprano ...
—Sí, amor ... duerme ... duérmete otra vez …
—Necesito un beso para eso, papi …
—Ciertamente, tesoro …
Levanté su mentón y mis labios se posaron sobre los suyos. Inmediatamente sentí su lengua introduciéndose a mi boca, enrollé mi lengua a la de ella y una extraña pero placentera sensación de felicidad inundo todo mi ser. Magda se separó de mí, se giró, tomó mi mano la colocó en medio a sus senos y nos adormecimos juntos otra vez.
Cuando volví a despertarme, el sol estaba alto en el cielo y estaba yo solo en la cama. Escuché sonidos que provenían de la cocina, Magda estaba preparando algo. Sonreí y me estiré. La vida es bella, pensé.
Para mi sorpresa, Magda apareció vestida solo con el delantal de cocina, sus senos con turgentes pezones que apuntaban hacia arriba y salían por los costados del delantal. Traía una bandeja con café, jugo de fruta y unas tostadas con mantequilla y mermelada de avellanas. Con voz divertida me dijo:
—¡Dormilón! … ¡Despiértate! … ¡El desayuno esta listo! …
Respondí con un poco disimulado bostezo:
—¡Hmm! … se ve que me conoces muy bien … Gracias, tesoro …
—De nada, padre …
No podía dejar de mirarla mientras comía complacido. Estaba sobre la cama a mitad, una pierna apoyada en el suelo y la otra plegada en la rodilla extendida sobre el lecho. Podía ver claramente su maravillosa vagina al borde del delantal, los oscuros labiecitos cerrados. Ella notó donde estaba mirando y se ruborizó, estiró rápidamente el delantal para cubrir su coñito.
—¡No, señor! … ¡Todo a su tiempo! … ¡Concéntrate en comer! …
Fue lo que hice. Cuando no había nada más que comer, Magda recogió la bandeja y se dirigió a la cocina, ofreciéndome una fabulosa visual de su trasero a forma de pera que parecía oscilar coquetamente mientras salía de mi habitación. Me levanté y me fui a dar una reconfortante ducha.
Regulé el potente chorro de cálida agua gozando la potencia sobre mi cuero cabelludo y mi rostro. A ojos cerrados busqué el jabón para enjabonarme, justo cuando comenzaba a frotar el jabón sobre mi piel, sentí a mi hija entrar bajo la ducha totalmente desnuda. Sus cabellos cobrizos estaban atados en un seductor moño con mechones que colgaban sobre su angelical rostro. Sus grandes ojos celestes estaban abiertos solemnemente. Su labio inferior estaba atrapado entre sus dientes. Jamás había visto en vida mía algo tan extraordinariamente hermoso. Mi pija dio un fuerte respingo en el aire, mi glande pareció hacerse espacio en el aire y comenzó su movimiento triunfal hacia la tumescencia.
Magda se apoderó de mis hombros y me empujó dócilmente hacia abajo, no me quedo opción que sentarme sobre los azulejos del piso. El cuerpo de Magda me protegía contra el chorro de la ducha, luego levantó una de sus piernas y puso su pie sobre mi hombro, de modo que pudiese ver por entero su espléndida conchita. Enseguida en una fingida voz de nenita, me dijo:
—¡Oh, papito! … me olvidé de hacer pipi antes de entrar a la ducha …
Sin decir nada más un potente chorro de orina caliente salió de su coño y se estrelló con fuerza sobre mi pecho. Gemí en éxtasis y me acerqué para ver mejor su chocho, ella llevó sus manos a su coño y abrió sus labios hinchados separándolos ampliamente para permitirme ver su uretra que disparaba un torrente caliente. Magda hizo girar sus caderas para hacer que el chorro escurriera sobre mis tetillas arriba y abajo. Ahora mi pene estaba duro como el acero y aullaba silentemente tratando de atraer la atención. Comencé a deslizar mi mano por toda la longitud lenta y suavemente, evitando de excitarme hasta correrme. El chorro de Magda se estaba agotando hasta disminuir en débiles chorritos y gotitas que caían vaciando su vejiga completamente. Respiraba afanosamente y apenas me salieron las palabras:
—¡Oh, Magda! … ¡Ha sido increíblemente maravilloso … gracias, tesoro! …
—¡Espera, papi! … me parece que tampoco tú hiciste pipi esta mañana … sería justo que lo hicieras ahora …
Me ayudó a levantarme del suelo y se puso en el mismo lugar donde yo estaba. Mi verga blandía el aire amenazante, lo tomó con ambas manos y se lo apuntó al pecho.
—Haz pipi sobre las tetas de tu nenita, papi …
Debido a mi furiosa erección, mi orina comenzó a salir débilmente, pero luego tomó fuerza y ella dirigió el chorro primero a un seno, luego al otro y mojó abundantemente sus pezones. El liquidó ambarino escurrió de sus tetas a su vientre y en medio a sus muslos. Pude ver como ella se movía para hacer deslizar el torrente entre los labios de su coño. Enseguida cerró sus ojos y lo dirigió sobre su rostro, lavando su cara, mojó sus cabellos y cuando presintió que quedaba poco abrió su boca y comenzó a beber, dejándolo gotear por su barbilla.
Magda gimió y se inclinó hacia mí llevando mi polla dura como una roca a pocos centímetros de sus carnosos labios. Su lengua salió como una lengua de serpiente, sobrevolaba en tierno lengüetazos sobre mi glande, después sus labios se cerraron alrededor de mi cabezona polla y engulló por completo mi glande. Poco a poco comenzó a moverse hacia atrás y hacia adelante haciendo que mi pene se deslizara cada vez más dentro de su boca.
Jadeé afanosamente, me estremecí y finalmente me abandoné al abrumador placer que se abalanzaba sobre mi como un tsunami de goce. Me chupó la polla en profundidad, tragándola hasta hacerla chocar con la parte posterior de su garganta. Contenta de poder tragar por completo mi polla, retrocedió y se dedicó a proporcionarme placer solo con sus labios y su lengua. Con su rostro enrojecido por la lujuria, Magda se levantó y se giró apoyando sus nalgas contra mi polla:
—Por favor … ahora fóllame, papi …
—¡Oh, hija! …
Logre balbucear. Mi polla tenía vida propia con su propio ritmo. Lo aferré a la base y lo metí en medio a sus nalgas, haciéndolo resbalar hacia adelante y hacia atrás contra el rugoso orificio de su culito y entre sus hinchados labios vaginales. Magda gemía y presionaba hacia atrás, pasé mi mano por su cintura y la deslicé hacia abajo comenzando a frotar su clítoris. Magda se estremeció y chilló:
—¡Papi, por favor! … ¡Méteme tu verga! … ¡Métela ya, papi! …
Con mi mano acompañé la gruesa cabeza de mi pene al estrecho agujerito de su vagina y sentí que la punta de mi reciedumbre se insería en ella.
—¡Si … nenita! … ¡Está bien! …
Gemimos juntos mientras mi polla la penetraba un centímetro a la vez, luego no pude ir más adentro, su cuevita resbalosa estaba demasiado cerrada y apretada, me detuve para no correrme. Esperé unos segundos y continué a mecerme atrás y adelante, deslizándome dentro y fuera de su estrecho coño. Pequeños gruñidos acompasaban el ritmo de mis embestidas, Magda se giró hacia atrás y murmuró:
—¡Oh ssiii, papito! … ¡Ssiii! … ¡Ssiii! … ¡Rómpeme el coño, papá! … ¡Rómpeme el himen, papi! … ¡Métemela toda! …
Aferré sus caderas y empujé violentamente:
—¡Ssiii! … ¡Ssiii, tesoro! … ¡Toma la verga de papá! …
Sentí sus chillidos cuando la punta de mi pene rompió la resistencia de su anillo vaginal y se adentró en su coño caliente y ajustado. Me sentí electrizado por su fina piel lisa y pálida, saus nalgas firmes y redondas, pero más que nada por su estrecha y resbalosa conchita que apretaba con fuerza mi masculinidad.
Magda se inclinó lo más posible dentro del escaso espacio de la ducha, podía ver su agujerito pequeño que se contraía abriéndose y cerrándose a cada embestida mía. Comenzó a respirar afanosamente mientras se acercaba a su orgasmo y esa maravillosa sensación comenzó a hacerme sentir los temblores de mi propio clímax. Mi hija volvió a chillar diciéndome:
—¡Córrete dentro de mí, papi! … ¡Llena mi pequeño coño con tu leche! …
Sus nalgas comenzaron a temblar y sus piernas perdieron sustento:
—¡Oh, papi! … ¡Oh, papi! … ¡Me corro! … ¡Hmmmm! … ¡Umpf! … ¡Umpf! … ¡Aaaahhhh! …
Perdí todo el control sobre mí, una nube densa e incolora me envolvió, entré en un trance fuera de toda realidad, sumergiéndome en un océano de placer. Cada centro nervioso de mi cuerpo venía estimulado de estas olas que iban y venían acompañadas del calor que emanaba la conchita de mi hija. Un torrente de esperma explotó fuera de mi polla. Magda se apretó a mí haciendo contraer los músculos de su vagina, ordeñando mi grueso pene y haciendo salir hasta la última gota. Me estremecí y gruñí en forma bestial mientras eyaculaba en la vagina de Magda.
Lentamente nos derrumbamos al suelo, estábamos sobre nuestras rodillas exhaustos. Magda con sus codos sobre los azulejos y yo con mi rostro pegado a su espalda, ambos sin respiro. Como pude me acerqué a su oreja y susurré:
—Eres una exquisita y estupenda puta meona … me encantó tu pipi …
—Sí, papi … ahora soy tu exquisita y estupenda puta meona … dispuesta a mearte todas las veces que quieras …
Fin
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El regalo más preciado de quien escribe es saber que alguien está leyendo sus historias. Un correo electrónico, a favor o en contra, ¡Tiene la magia de alegrar el día de quien construye con palabras, una sensación y un placer!
luisa_luisa4634@yahoo.com
La amo como padre en modo intenso, me regocijo al verla que asemeja cada vez más a su extinta madre.
Hemos vivido tanto tiempo juntos solos ella y yo, que compartimos nuestra cercanía e intimidad. De frecuente la veo desnuda o semi desnuda en el baño, también ella a veces me sorprende en baño mientras salgo de la ducha. Todavía existe un poco de pudor entre padre e hija, pero a medida que ella crece, se ha ido transformando en un hábito el vernos ligeros de ropa o sin nada encima. Son momentos fugaces que yo disfruto mucho, me complace verla en toda su belleza. Las veces que nos hemos encontrado en baño vistiendo solo nuestra ropa interior son tantas que es imposible tener cuenta de ello, es algo normalísimo hoy en día.
Ella sabe muy bien que yo la miro y me doy perfectamente cuenta de que ella me observa cuando estoy desnudo o vestido solo con mi ropa interior. Pero al haber crecido así, no teníamos un acentuado sentido del pudor; además, habíamos enfrentado juntos sus primeros periodos menstruales y eso nos daba una confianza mayor.
Pero soy hombre y tal vez con pocos escrúpulos, pues más de una vez me imagine que sería un bellísimo sueño poder abrazar esa carne joven en toda su gloriosa desnudez. Claro está, que he sabido contenerme y no pensar mucho en esta hipótesis. Solo que ella continuaba a crecer y a desarrollarse con un cuerpo de ensueño y mis fantasías crecían junto a ella.
Fue un viernes de un caluroso día de verano, habíamos cenado un plato de espaguetis y almejas, un vasito de vino blanco Chiantí nos ayudó a deglutir la exquisita comida, era costumbre beber a la mesa y yo se lo permitía a sus dieciséis años. Magda se levantó a lavar los platos y yo la ayudé a secarlos, cuando terminamos me preguntó:
—Papi ... ¿Qué haremos esta tarde? …
La miré un poco sorprendido y respondí:
—¿Haremos? … ¿Acaso no vas a salir con tus amigas? …
—¡Uhm! … Mónica se agarró el Covid … Teresa anda de viaje con sus padres … Rossana tiene una cita con su nuevo novio … ¿Lo ves? … no tengo ningún programa …
—Bueno … yo … normalmente veo la Tv … o juego un videojuego … o navego un poco en la Internet …
—¡Oh! … pero que aburrido eres … porqué no jugamos un juego de mesa o algo así … hace mucho tiempo que no lo hacemos … ¿te va? …
—¡Sí! … podría ser … pero elígelo tú el juego …
Saltó hacía el mueble donde se guardaban los juegos de mesa. Sonreí al ver su juvenil entusiasmo y fui por una cerveza al refrigerador. Magda acostumbraba a beber una cerveza analcohólica, pero no había ninguna así que traje para ella una cerveza normal al igual que la mía. Me fui a la sala de estar y deposité en una bandeja las bebidas para ambos sobre la mesita de centro. Moví uno de los sillones para estar frente a frente con mi hija, luego me acomodé a beber mi cerveza y a esperar a Magda. Como se demoraba tanto, la llamé:
—¡Magda! … me está entrando el sueño …
—¡Espera, papi! … me estoy cambiando …
Imaginé que se estaba metiendo su pijama. Un par de minutos después entró con una caja de Monopoly, vestida con una vieja camiseta mía de esas sin mangas que le quedaba muy holgada, una descolorida imagen del grupo Kiss en el pecho, la usaba a modo de vestido, pero apenas cubría sus bragas. Mientras se inclinaba a ordenar el juego sobre la mesita, observé sus maravillosos meloncitos blancos, gordos y duros, Magda estaba sin su sostén; su seno pálido y liso estaba decorado por un areola de unos tres centímetros notoriamente más oscura que el resto de su piel con pezoncitos diminutos y turgentes, como la goma de un lápiz de carbón. Bajo mis pantalones cortos, mi verga se agitó y pareció despertarse de su letargo, tuve que acomodarla lo más disimuladamente posible.
—¿Qué juego jugaremos, pequeña? …
—Bueno … he elegido el Monopoly, papi … pero algo diferente … será un desafío a beber …
Me dijo ella sonriendo con sus luminosos ojos claros y los hoyuelos de sus mejillas bien pronunciados.
—¿A beber? ... ¿Y cómo sería eso? …
—¡Ehm! … bueno … cada vez que caerás en una de mis propiedades … aparte de pagar la multa … tendrás que beber un sorbo de tu cerveza … y yo haré lo mismo en el caso caiga en una de tus propiedades …
Me quedé pensando. No me gustaba mucho incentivarla a beber dada su corta edad, pero pensé que un par de cervezas no iban a significar mucho en su vida.
—¡Ok! … ¡Está bien! ... ¡Probemos! ...
Jugamos por un rato y terminamos casi al mismo tiempo nuestra primera cerveza. Mientras jugábamos noté que, inconscientemente, ella había comenzado a mover sus rodillas abriendo y cerrándolas, dándome fugaces vistazos de sus pequeños calzoncitos de algodón blanco. Luché para no fijar mis ojos en sus bragas, pero el contorno de sus gorditos labios vaginales se dibujaba tan nítidamente a través de la delgada tela, que era imposible no mirar; era un triangulo que me hipnotizaba y el surco delicado en medio a esos labios virginales los mostraba con claridad y pureza. Una vez más tuve que acomodar la bestia bajo mis pantalones
Así como pasaban los minutos los inquietos movimientos de Magda aumentaban; yo miraba tratando de no ser sorprendido por ella viendo como su tanga se iba hundiendo entre sus labiecitos gordinflones como chupados hacia el interior de su pequeño coño. Los bordes de las costuras laterales comenzaban a desaparecer chupados por su chochito. Después de casi una hora, podía notar sus labiecitos oscuros e hinchados que comenzaban a brillar ligeramente con la humedad de su conchita, mi polla estaba dura como la obsidiana y mis inhibiciones se habían desplomado. Mi mente estaba obnubilada por un vórtice de pensamientos lujuriosos y carnales hacia mi hija.
Miré su rostro y noté que ella tenía una sonrisita un poco boba e ingenua dibujada en sus delgados labios. Repentinamente me entró la duda de si ella sabía lo que me estaba haciendo con su postura y movimientos. Era casi medianoche cuando terminamos de jugar y habíamos bebido casi cuatro cervezas cada uno de nosotros. Le dije que debíamos detenernos y ella estuvo de acuerdo. Tomó la caja del juego y guardo todos los elementos, luego se levantó a guardarla en el armario; momento que aproveché para acomodar mi polla que se mantenía erguida y dura.
Cuando Magda regresó, se sentó a mi lado, levantó mi brazo y se acurrucó sobre mi pecho acogedor y paterno, mi antebrazo quedó en medio de sus senos y ella lo apretó contra ellos, mi mano descansó sobre su vientre plano y firme. Mi corazón aumento sus latidos y sentí que se derretía sintiendo la tibieza de su juvenil cuerpo. Sin moverse mucho ella me preguntó:
—¿Te va de ver una película? …
—¡Ehm! … sí … bueno … ¿qué querrías ver? …
—Veamos que hay en Netflix …
Dijo ella y se puso a buscar hasta que encontró un film brasileño “El lado dulce de la traición”:
—¡Éste! … varias amigas me han hecho buenos comentarios de éste video …
—Está bien … si te gusta a ti, de seguro me gustará a mí también …
Después de algunos minutos en que estábamos viendo la película, Magda se giró a mirarme y me preguntó:
—¿Papi? …
—¡Uhm! …
—¿Por qué no te volviste a casar después de la muerte de mamá? …
Me sorprendió su pregunta, en realidad nunca habíamos hablado al respecto, tampoco me había detenido a reflexionar sobre el hecho, para mí éramos ella y yo el núcleo familiar, me quedé pensando y luego le dije:
—¡Ehm! … bueno … al principio estaba muy apenado y lloraba a menudo pensando en tu madre, luego me tuve que hacer cargo de ti y ocupaste un poco de ese vacío que sentía por la falta de tu mamá … después me acostumbré a ser un padre soltero … y hasta ahora, no he conocido ninguna mujer que me hiciera sentir lo que me hacia sentir tu madre …
—¿Y no te sientes solo? …
—Bueno … no estoy solo … te tengo a ti, tesoro …
Se ruborizó un poco para preguntarme:
—¡Mmm! … no … quiero decir … ¿sabes? … solo para … ¡ehm! …
—¿Te refieres al sexo? …
—¡A-há! …
—Bueno … en ese sentido no he estado completamente solo por todo este tiempo … ¿sabes? …
El rubor de sus mejillas se intensificó cuando agregó:
—¡Ehm! … bueno … yo … no lo sabía …
—Tal vez porqué yo no lo he ostentado … ninguna de las mujeres que he encontrado era adapta para mí … por eso no he traído a casa a ninguna de ellas para hacértela conocer …
Quizás el alcohol me había soltado un poco la lengua, pensé que podíamos confiarnos algunas intimidades entre Magda y yo. Hasta ahora no habíamos dicho ni hecho nada de extraordinario. Le sonreí cómplice y le dije:
—Algunas de ellas eran muy atractivas y sexys … pero ninguna de ellas era tan osada, perversa y caliente como tu madre …
Saltó de entre mis brazos con los ojos abiertos como huevos fritos y me miró fijamente con sus ojos color cielo.
—¡Hey … papá! … ¡Estamos hablando de mamá! …
—Bueno … eres tu la que quería saber, ¿no? …
Se quedó inmóvil sin dejar de mirarme fijamente a los ojos, luego suspiró profundamente y me preguntó muy curiosa:
—¿Perversa? … ¿Qué quieres decir, papi? … ¿En qué sentido? …
Pensé que se iba a tirar atrás y no preguntaría nada más, pero me pareció sinceramente curiosa su demanda.
—¿Deveras quieres saber los detalles de la vida sexual de tu viejo padre? …
Me miró cuestionándose y dudosa. Luego con una cara solemne y seria, movió su cabeza afirmativamente sin expresar palabra alguna. Entonces fui yo a detenerme a pensar que cosas podría revelarle, me tomó un par de minutos reflexionar en medio a un significativo silencio:
—¡Mmm! … bueno … después de un par de años de matrimonio … tu madre y yo comenzamos a experimentar algunos juegos … tanto para mantener encendida la llama de nuestros deseos … practicamos con algunos juguetes sexuales … un poco de dominación ligera … la amarré a la cama algunas veces … pero lo que más le gustaba a ella, era la lluvia dorada …
Me quedé en silencio por algunos segundos para hacerla asimilar lo que le estaba diciendo. Me miraba asombrada y curiosa, luego me interpeló:
—¡Oh! … ¿te refieres a eso con pipi? …
—¡Sí! … todo comenzó por casualidad …
—¿Qué quieres decir con que todo fue en modo casual? …
—¡Mmm! … bueno … un día cualquiera estábamos tomando una ducha juntos … así como lo hacen todas las parejas … yo tenía deseos de hacer pipi … así que me giré un poco y comencé a hacer pipí contra los azulejos … tu madre me vio y formó un circulo con sus dedos y me dijo … hazlo aquí, tesoro … yo le seguí la broma y me giré a mear entre sus dedos … ambos nos pusimos a reír … luego ella aferró mi pene y dirigió el chorro de orina sobre si misma … y allí comenzó todo …
—¿Mamá hizo eso con tu pene? …
—¡Uhh! … eso y muchas cosas más … nos reímos tanto que de milagro no terminamos cayéndonos en la ducha … tu madre luego levantó una pierna y dirigió el chorro de su orina contra mis piernas … ¡Ummmm! … ese fue el inicio de una maravillosa aventura entre tu madre y yo … cada día que pasa siento más su partida …
El rostro de Magda se entristeció, vi un brillo húmedo en sus ojos claros y su voz tembló cuando me dijo:
—También a mí, papi … me da mucha pena no tenerla con nosotros todavía …
Dio un largo suspiro y luego se animó a preguntarme:
—Entonces … Las mujeres que has tenido en los últimos años no eran tan perversas cómo mamá, ¿eh? …
—Bueno … nunca con la gracia y disposición que tenía tu mamá … ella se divertía de verdad … ninguna de las que conocí se acercó lo más mínimo a hacerme sentir lo que sentía con tu madre … ahora cuando tengo algún encuentro cercano de tipo sexual, me contento con verlas cuando hacen pipi, pero ya no hay juegos ni la magia que tenía con tu madre … ella era mi pasión … ella era mi vida entera …
—¡Oh! … ¡uhm! …
Se quedó pensativa reflexionando sobre lo que le acababa de revelar. Entonces decidí averiguar un poco más sobre las cosas que le interesaban a ella, le dije:
—Bueno … ahora te toca a ti …
—¿Qué? … ¿Cómo? … ¿Qué quieres decir? …
Dijo un tanto desorientada y mirándome en forma confundida.
—Pues que yo he abierto mi alma y te he revelado parte de mi intimidad … ahora es tu turno …
Me preguntaba si a ella el alcohol le haría soltar la lengua, tal como parecía haberlo hecho conmigo. Magda suspiro, juntó sus manos sobre su vientre y me dijo mientras sorbeteaba su cerveza:
—¿Y que quieres saber de mí? …
—Bueno yo te dije cual era mi pasión … tú dime la tuya …
Le dije presionándola a continuar con esta bizarra conversación entre padre e hija. Sus ojos se perdieron mirando el cielo, casi podía ver los engranajes de su cerebro trabajando sobre una respuesta llana y reveladora, luego se encogió de hombros y decidida me dijo:
—Creo ser una exhibicionista …
Me reí y miré descaradamente su entrepierna donde se veían claramente los labios de su coño apretando estrechamente su tanga.
—Bueno … esto lo sé … ¡mira! … estas media desnuda delante de tu viejo padre …
Magda no hizo ningún intento por cubrir su chocho, es más, creo que abrió un poco más sus piernas y expresó:
—¡Papi! … ¡Estoy hablando en serio! … ¡Me gusta que otras personas puedan ver mis partes íntimas! …
Respiré profundamente y me vinieron a la mente todas las veces que me la encontré en el pasillo casi desnuda, las innumerables ocasiones en que la vi con la puerta de su dormitorio mal cerrada y ella totalmente desnuda mirándose al espejo del armario. Las otras tantas en que se presentaba con su minifalda levantada mostrando sus glúteos y dejando entrever su coño sin bragas. O como esta vez que se presentó vestida con mi remera que apenas cubría sus redondas nalgas y su pequeña tanga perdiéndose entre sus hinchados labiecitos vaginales. Todo aparentemente en forma “casual”. La miré sonriéndome con maliciosa e ingenua inocencia:
—¡Uhm! … ¿Y cómo te diste cuenta de que te gustaba hacerte ver? …
Magda echó sus ojos al cielo tratando de recoger sus recuerdos entre sus pensamientos.
—Pienso que todo comenzó en la escuela … como cuando tenía doce o trece años … a la hora del recreo, me encontraba en el jardín del colegio … me senté en una banca con las piernas cruzadas … frente a mí se sentó Sergio Barrientos, un chico de un curso superior … normalmente las chicas nos bajamos la falda por pudor cuando nos sentamos … esa vez, me di cuenta de que mi falda se había arremangada por mis muslos y el muchacho frente a mí seguramente estaba entreviendo mis calzoncitos … él me miraba directo entre mis muslos … entonces yo lo miré y él bajo su mirada y se hizo el desentendido … entonces yo bajé mi pierna y las abrí dejando que él viera mis partes íntimas …
—¡Guau! … ¿Y eso te hizo sentir alguna cosa? …
—¡Sí, papi! … sentí como maripositas en mi guatita … y bueno … ¿sabes? … sentí también entre mis piernas que mi conchita … ¡ehm! … bueno … tu sabes …
Estaba con sus mejillas ruborizadas de un intenso carmesí. Bajo su mirada avergonzada. Tiernamente tomé sus manos:
—Te mojaste, ¿verdad? …
—Así fue, papi … y me di cuenta de que el motivo era aquel muchacho que fijaba sus ojos en mí …
—¿Y qué sucedió después? …
—Bueno ... me arreglé la falda e hice como si no me hubiese dado cuenta de que él me miraba …
—¿Y luego? …
—¡Ehm! … al día siguiente volví y él ya estaba allí … otra vez me senté frente a él y me mostré descaradamente … siempre fingiendo de no darme cuenta de que él me miraba …
—¿Así como lo hiciste conmigo? …
Le pregunté dulcemente. Las mejillas de ella se tiñeron de escarlata otra vez, bajó su mirada y sus esplendidos ojos color cielo se humedecieron de vergüenza.
—¡Oh, papi! … lo siento … deveras, lo siento …
Su voz se hizo vacilante y temblaba, su respiración se bloqueó tratando de reprimir un sollozo, casi en un susurro agregó:
—Soy una puta, ¿verdad? …
—¡Hey, nenita! … “Puta”, es una que va con cualquiera … ¿has hecho tú eso? …
—¡Oh, no! … ¡Por supuesto que no! …
—Entonces no lo eres …
—Pero me mostré ante ti … eres mi padre …
—Luego hablaremos de eso … pero dime que más hiciste con aquel muchacho …
Magda me fijo con sus ojos lucientes, respiró más tranquila y yo le di una suave palmotada sobre su pierna para instarla a continuar.
—¡Ehm! … bueno … la vez siguiente decidí darle un vistazo más amplio de mi … ¡Mmm! … tu sabes … entonces … cuando salimos al patio … tire mis bragas de modo que se incrustara … ¡Ehm! … en medio a mi rajita … exponiendo ampliamente mis labiecitos mojados …
Mentalmente en mi mente se dibujó su pequeño coño con su tanga separando los labios ligeramente más oscuros humedeciendo su calzoncito, mi verga volvió a moverse bajo mis pantalones, palpitando con los latidos de mi corazón. Ella continuó:
—Me senté donde siempre ... me aseguré de que hubiese un espacio limpio para que él pudiera verme … él llegó y se sentó frente a mí expectante … dejé pasar una decena de minutos y moví mis piernas, mi falda se deslizó hacia arriba con mis piernas ligeramente separadas … su rostro me confirmó que tenía una perfecta visual de mi intimidad … sus ojos estaban abiertos que casi se salían de sus cuencas oculares …
Una risita maliciosa e inocente se escapó de sus labios, no pude evitar de exclamar:
—¡Guau! …
—¡Sí, papi! … estaba sintiendo sus ojos que casi perforaban mi ingle … sentí un morboso placer al pensar que luego él se masturbaría pensando a mi … y a mi … ¡Ehm! … ¡tú sabes! … ¡Hmm! …
—¡Coño! …
Dije yo para terminar su frase.
—¡Oh, sí … papi! … sentí algo caliente por todo mi cuerpo … bueno … entre mis piernas esa cosa se estaba derritiendo … eran chorros, papi … entonces, deje de ir … no fui más …
La mejillas de Magda estaban otra vez encendidas, pero esta vez la lucecita brillante de sus ojos, me decía que era de excitación y no de vergüenza.
—¡Pero! … ¿cómo? … ¿Por qué? …
—Pensé que si continuaba con lo mismo … él se habría dado cuenta de que yo lo estaba haciendo de propósito … seguramente lo habría dicho a todos sus compañeros … en cambio ahora, él podía pensar de haber sido afortunado de encontrarse en el puesto justo y en el momento justo …
—¡Oh! … me parece inteligente e ingenioso de tu parte …
Magda se apoyó cómodamente sobre el espaldar del diván y concluyó:
—Y ese es ahora mi protocolo … elijo a un chico apuesto … lo dejo entrever cosa que él no debería ver … luego lo dejo pensando de haber sido afortunado de ver lo que vio … enseguida busco a algún otro …
—¡Guau! ... eres muy lista ... y no eres puta … tienes solo un fetiche y lo disfrutas …
Me miró con ojos alegres, entonces me vino de preguntarle:
—Eso quiere decir que me encuentras apuesto si has dejado que mirara tu entrepierna, ¿no? …
Una vez más bajó la mirada y sus pómulos se enrojecieron levemente:
—¡Oh, papi! … ¡Mmm! … lo siento ... creo que desde niña estoy un poco enamorada de ti … no sé que me pasó por la cabeza … no quisiera, pero …
—¡Nenita, mía! … no hay nada de malo en eso … ese es el famoso “Complejo de Electra” … cuando los muchachos se enamoran de sus madres se llama “Complejo de Edipo” … les sucede a muchos jóvenes de tu edad … no tienes nada de que preocuparte … para mí es un halago que una jovencita tan hermosa como tú me encuentre atrayente … ven … dame un abrazo …
La atraje hacia mi y le di un estrecho abrazo. Ella se había levantado y había montado una de mis piernas. Inmediatamente sentí su ingle en contacto con mi muslo, sus incipientes senos durísimos se aplastaron contra mis pectorales. Mi polla todavía hinchada por su historia se agitó violentamente luchando contra el genero que lo mantenía prisionero. Magda se tiró hacia atrás, sus maravillosos ojos celestes penetraron los míos:
—¡Hay, papi! … ¡No me aprietes tanto! … ¡Con tanta cerveza se me va a escapar mi pipi! …
—¡Oh, perdóname! … entonces ... ve ... ve al baño a hacer pipi …
Me dio una sonrisa enigmática y maliciosa cuando dijo:
—¿Quieres mirarme hacerlo? …
Mi corazón casi se detiene de sopetón, se me atascó algo en la garganta y no podía emitir palabra alguna. Como un autómata me levanté del sillón, las piernas de Magda me rodearon la cintura y mis brazos la estrecharon a mi cuerpo fuertemente, tanto que ella grito desesperada:
—¡Ay, papi! … ¡No tan fuerte! … ¿O quieres que me orine encima de ti? …
Sin soltarla me encaminé a grandes zancadas por el pasillo hacia el baño y me detuve solo cuando me encontré delante del inodoro. Magda liberó sus piernas y se apoyó sobre las baldosas del piso. Yo apenas podía respirar en ese momento sublime. Mi hija me fijo con sus brillantes ojos celestes. Metió los pulgares bajo su remera y enganchó los bordes elastizados de sus bragas comenzando a bajarlas con coquetos movimientos de sus caderas, poco a poco sus calzoncitos bajaron por sus muslos hasta sus rodillas y luego más abajo hasta sus tobillos. Con delicados movimientos las hizo caer al suelo, dio un paso para deshacerse de ellas pateándolas juguetonamente hacia la cesta de la ropa sucia. Cuando cayeron encima de la otra ropa conteniente en la cesta, noté la mancha oscura de humedad en el centro de la tela de su ropita interior, Magda atenta a mi mirada se estremeció un poco y se encogió de hombros, exclamando en un susurro:
—Eres tú el responsable de que yo esté así …
Estaba incapacitado a responder. El tiempo se había detenido. Respiraba apenas para sobrevivir. Me di cuenta de que estaba apretando mis mandíbulas en un acto inconsciente. Supe que debía relajarme un poco. Mi verga luchaba contra la tela de mis boxers, duro, durísimo como un Buloke australiano. Sentí la delicada mano de Magda que dibujaba la forma de mi pene por sobre mis pantalones, sus ojitos de abrieron al límite cuando miró la abultada hinchazón y le repliqué en un hilo de voz:
—Eres tú la responsable de que yo esté así …
Sin dejar de mirar mi polla enardecida, Magda se llevó una mano hacia atrás y alcanzó la tapa del inodoro abriéndola de golpe, luego comenzó a bajar hasta quedar sentada en la taza del wáter. No sabía como lo haría, pero me hacía recordar a mi malograda esposa cuando se inclinaba lentamente con sus piernas juntas, luego las abría para dejarme mirar como la cascada de orina salía como un torrente dorado. Magda estaba repitiendo casi los movimientos que una vez hizo su madre. La única diferencia es que ella estiró los bordes de su remera e hizo un nudo por sobre su ombligo, luego se apoyó al espaldar del inodoro y abrió ampliamente sus rodillas revelándome todo el secreto de su escondida y adolescente intimidad.
Quede paralizado, mis rodillas no me mantuvieron y caí de rodillas ante su beldad. Me incliné ligeramente hacia adelante para poder ver mejor. Los labiecitos de su pequeño coño estaban hinchados y un poco pegoteados con el abundantes escurrimiento de sus fluidos. Jamás mi ojos habían contemplado una vagina más bella que la de mi hija. Su rajita permanecía ligeramente abierta, aún cuando ella mantenía sus rodillas bien separadas, pero se lograba ver el empapado interior de un luciente color rosado pálido con unos adorables pliegues a forma de capucha que escondías su diminuto botoncito del placer que no se dejaba ver por los arrugados pliegues humedecidos.
Magda puso sus dedos índice y medio sobre su ranurita para abrirla y dejarme ver su interior. Su coño estaba completamente mojado y hervía de excitación, me pareció estar mirando el capullo de una rosa al desplegarse bajo los rayos del sol. Ahora su pequeña vulva estaba completamente abierta ante mis ojos, y lo más importante, podía contemplar de lleno esa pequeña protuberancia de su uretra. Mi verga golpeaba a martillazos contra mis pantalones. Mientras miraba atento a no perderme nada, vi unas gotitas que se deslizaron de su labia vaginal y cayeron en el agua límpida más abajo formando círculos concéntricos. Sentí como gotas de esperma comenzaban a salir de mi polla y mi respiro se tornó afanoso ante este maravilloso espectáculo.
Podía sentir el aroma de su excitación. Un olor almizclado muy intenso de sus secreciones me llegaba a la punta de mi nariz y me hacía sumergir en un trance de libidinosa lujuria. El líquido preseminal de mi verga empapaba mis calzoncillos y sabía que, si miraba mis pantalones, me encontraría con una extensa mancha húmeda. Se me escapó en un balbuceo el nombre de mi hija:
—¡Magda! …
—¡Papá! …
Hablamos sin darnos cuenta al unísono justo en el momento en que el dorado chorro de mi hija comenzó a fluir fuera de su uretra. Un chorro potentísimo que salpicaba en la blanca porcelana del inodoro, diminutas gotitas mojaron mi rostro. Ella gimió y yo me acerqué a olisquear el abundante liquido ambarino que salpicaba mi boca, lamí desde mis labios ese ligero sabor salado de la orina de mi hija. Ella apretó sus labiecitos con sus dedos y masajeó intensamente su clítoris lanzando gemidos de pasión, eso superó todas mis expectativas, me afirmé a sus piernas y me estremecí eyaculando en mis pantalones y abriendo mi boca para tragar las últimas salpicaduras de su pipi.
—¡Ooohhh! … ¡Ooohhh! … ¡Ooohhh! … ¡Umpf! … ¡Umpf! … ¡Ummmm! … ¡Mmmmm! … ¡Aaarrrggghhh! …
Grité mientras mi cerebro venía obnubilado de quien sabe cuántas sustancias neuroquímicas estimulantes que me hacían temblar de los pies a la cabeza. Se me nubló la vista mientras mi polla bombeaba sin parar borbotones de semen como nunca antes. Me deslicé hasta el suelo en un estado de semi inconsciencia.
En alguna parte de este universo paralelo, escuché los chillidos como de un animal salvaje, gruñidos y alaridos demenciales. Traté de recomponerme y sentí los dedos de mi hija enredarse en mis cabellos, sus labios de pegaron a los míos en un beso intenso. Estaba restregándose a mi cuerpo en espasmódicos temblores con vagidos de bebita, sollozando de placer. Su remera estaba empapada de orina, su mano estaba entre sus piernas y frotaba su clítoris como una loca, lanzando chillidos de marrana con agudos alaridos enloquecidos. Después de un rato comenzó a calmarse, la tomé entre mis brazos y nos revolcamos ella y yo sobre el frio suelo del baño, entre gemidos se abandonó pegada a mi pecho.
Nos quedamos abrazados por un tiempo infinito, su cabeza apoyada en mi brazo tratando de recuperar el ritmo de nuestra respiración y nuestros sentidos. Sus ojos paradisíacos estaban luminosos, ilegibles y enigmáticos. Nunca los había visto tan hermosos. Cuando pude reunir bastante fuerza como para hablar, dije:
—¡Santo carajo! …
Magda me miró sonriente y dijo:
—Papi … parece que mi chochito se ha roto …
La miré bromeando y le dije:
—¡Y tú! … ¿Quién eres? … ¿Dónde te has llevado a mi nenita hermosa? …
Magda lanzó una sonora risa y yo resoplé como un toro. En pocos segundos nos reíamos a carcajadas, llenos de alegría. Una vez más nos perdíamos en la sensaciones que nos regalaban nuestros cuerpos. Poco a poco esa sensación se fue desvaneciendo, la atraje muy estrecha a mí y le susurré al oído:
—¡Oh, dulce nenita! … ¡Te quiero mucho! …
—¡Papi! ... ¡También yo te quiero mucho! …
—¡Vamos! … levantémonos de este frío pavimento …
En algún modo mis rodillas respondieron y también mis pies. Me levanté y me incliné ofreciéndole mi mano para ayudarla a levantarse. Mire las baldosas del piso y todo alrededor, me sorprendí a constatar que no habíamos desordenado mucho el baño. Había una que otra baldosa salpicada cerca del inodoro. Magda estaba empapada desde el ombligo para abajo. Yo mismo estaba mojado en los puntos donde estaba a estrecho contacto con ella y, además, había una enorme mancha pegajosa en la parte delantera de mis pantalones. Magda volvió a sonreírme y en una voz cantarina, me dijo:
—Entonces … te ha gustado la lluvia dorada, ¿eh? …
No pude evitar una sonrisa amplia y respondí:
—¡Lo más bello de mi vida! …
Nos quedamos en silencio mirándonos cara a cara en un éxtasis de felicidad, otra vez hablamos al mismo tiempo:
—¡Hija! …
—¡Papi! …
Me sonrió afectuosamente y me dijo:
—Está bien … tú primero …
—¡Ok! … ¡Uhm! … Lo que hemos hecho tu y yo juntos … está considerado un tabú en nuestra sociedad … podríamos hasta incurrir en un delito, ¿entiendes? …
Me miró seriamente y asintió con su cabeza solemnemente, entonces continué:
—… antes de continuar y hacer cualquier otra cosa … creo que sería necesario que nos diéramos una semana de tiempo para asimilar y reflexionar sobre lo que hemos hecho … solo entonces conversaremos sobre lo sucedido … sin alcohol de por medio … nos sentaremos y hablaremos al respecto …
Magda se mordió su labio inferior mientras reflexionaba sobre mis palabras, luego me tomó las manos y me dijo:
—Padre … creo que tienes razón … es una buena idea …
—Entonces estamos de acuerdo … ahora ve a limpiarte … yo iré a mi cuarto para hacer lo mismo … luego a dormir …
Me voltee y me dirigí a mi dormitorio para darme un baño de ducha. Me lave con abundante agua y jabón para aliviar los dolores de mis músculos, pero el agua no se llevó la mancha incestuosa que se había radicado en mi alma. Salí de la ducha envuelto en una vaporosa nube, me metí una toalla en torno a la cintura y me dirigí a mi cama. Encontré a Magda castamente envuelta en una larga y gruesa bata blanca, muy suave, se había sentado al borde de mi cama:
—¡Magda! … ¡Pensé de haberte dicho que …! …
—¡Espera, papi! … olvidamos de despedirnos … vine para desearte unas buenas noches …
—¡Ah, Ok! …
Corrió entusiasta a mis brazos, la besé en la frente y le dije:
—¡Buenas noches, tesoro! …
—¡Buenas noches, papá … te quiero mucho! …
—¡Yo también te quiero mucho, nenita! …
Luego salió rápidamente de mi cuarto.
La semana siguiente trascurrió velozmente. No podía decidir como me sentía realmente. Sabía a ciencia cierta de que habíamos hecho algo incorrecto y erróneo. Por otro lado, pensando fríamente, Magda había sido quien inició toda esta situación. Estaba bastante crecidita para darse cuenta de que a toda acción corresponde una reacción. No faltaba mucho para que fuera una adulta. Tal vez ella había ya decidido por mí y por ella de como salir de este dilema moral.
Ella también se había atenido al acuerdo. Había evitado cualquier discusión sobre la situación en cuestión y se había comportado como la niña que siempre ha sido. Nuestra relación continuaba a ser de verdadero afecto y de cariño. Pero la tensión estaba en el aire, había una fuerza invisible que nos mantenía separados.
Llegó el viernes en la tarde, hacía un calor insoportable. El termómetro alcanzaba los treinta y cuatro grados Celsius. El sol quemaba. Durante el desayuno le pregunté a Magda si estaba lista para enfrentar nuestro dilema por la tarde, me sonrió con un dejo de incerteza:
—¡Sí, papi! … ¡Estoy lista! ...
—Entonces ... cuando termine de trabajar nos encontraremos en la piscina, ¿te va? …
Su angelical rostro se iluminó con su carismática sonrisa ante la perspectiva:
—Optima idea, papá …
Esa tarde, apenas terminé de trabajar me cambié y me fui a la piscina. No había seño de Magda todavía, así que me di una zambullida en el agua fresca de la alberca y di un par de giros nadando mientras esperaba que apareciese mi hija. Al cabo de un cuarto de hora apareció Magda vestida con su último bikini, se lo había comprado yo mismo, pero ella lo había elegido. A mí me parecía un poco osado, Magda opinó que era el traje de baño justo para su edad adolescente y finalmente yo me dejé convencer. Sus cabellos cobrizos caían sobre sus hombros y sus pechos rebotaban y mecían con gracia a cada paso que daba. Dio una pequeña carrerita y mientras saltaba en piscina, gritó:
—¡¡Una booombaaa!! …
Cayó peligrosamente muy cerca de mí con las piernas apretadas contra su pecho. El agua salpicó en todas las direcciones, creando una ola enorme que recorrió todo el largo de la piscina. Estábamos en la parte más profunda de la piscina, así que ella se hundió bastante en el agua. Emergió justo en frente de mí, me echó los brazos al cuello y se presionó contra de mí dándome un beso en la nariz.
—Buen fin de semana, papi …
—Gracias … “Salpicadora” … también para ti …
Me quedó mirando y luego entendió el doble sentido de mis palabras y comenzamos a reír a carcajadas, luego le pregunté.
—¿Y dónde estabas? …
—¡Uhh! ... con este calor estuve a beber mucha agua … necesitaba hidratarme …
—¡Ah! … ¡Está bien! ... ¡Ehm! ... ¿Estás lista para que hablemos? …
—¡Sí, papi … sí! … pero antes quiero que veas una cosa …
—¿Qué cosa? …
—¡Ehm! … siente esto …
Magda me tomo la mano y la enfiló entre sus piernas, con la palma hacia su traje de baño, de modo que mis dedos presionaban su suave y lisa vulva por sobre el calzoncito. Las yemas de mis dedos entraron en contacto con la fisura de su canal vaginal. La miré boquiabierto:
—¡Pero Magda! … ¡Pensé que habíamos acordado …! …
—¡Sssshhhh! … ¡Espera un poco! … ¡Uhm! … ¡Aaaahhhh! …
Sentí en la palma de mi mano la tibieza que escapaba de su vejiga, su pipi salía con un chorro potente sobre mi mano. Se sentía increíblemente caliente en las frías aguas de la piscina.
—Te quiero mucho, papi ... se lo que sea que hayas decidido … nada cambiará mi amor por ti …
Mi pene se despertó extraordinariamente rápido y comenzó a presionar mi traje de baño. Miré hacia abajo y pude distinguir una nubecita dorada que comenzaba a extenderse alrededor del cuerpo de mi hija. Inmediatamente tornó a mi mente el sabor de su orina de hace una semana. Mi pene se había levantado de tal forma que parecía una hinchazón considerable bajo mi traje de baño.
Era demasiado como para permanecer impasible. Subí mi mano hasta encontrar el borde de sus braguitas y metí mi mano dentro de su bikini hasta que mi dedo medio se enfilo en el surco caliente de su coño y lo empujé dentro. Magda todavía expelía orina tibia de su chocho. La conchita de mi hija era increíblemente estrecha, pero resbaladiza, su estrechez ofrecía una resistencia, pero al mismo tiempo acogía mi penetración.
—¡Oh, Magda! … ¡Estás salpicando! …
El cálido flujo de orina se detuvo sorpresivamente. Puso sus manos en mis hombros y comenzó a columpiarse en mi dedo hacia atrás y hacia adelante. El flujo cálido de orín volvió a salir mientras ella refregaba su clítoris en la palma de mi mano. Mi polla estaba como enloquecida aprisionada en mi traje de baño y luchaba por salir. Magda se estrechó más a mí y me susurró:
—¡Bésame, papi! …
Gemí y me apoyé en ella. La suave calidez de sus labios era intensa, su lengua buscó la mía y nuestros labios se sellaron en un beso apasionado. Mi mundo, mi entero universo estaba concentrado en esa caricia de nuestros labios. Luego todo se borró, la única sensación que podía percibir era mi dedo entrando y saliendo de su agujerito vaginal y su clítoris frotándose contra la palma de mi mano. Sentí ligeramente una sensación liberatoria de mi pene a contacto con el agua, mi traje de baño había sido bajado. Sentí el apretón estrecho de la mano de mi hija alrededor de mi pija, ella comenzó a pajear mi gruesa polla dura como una roca.
Las caderas de Magda se mecían siempre más rápido contra mi mano. Suaves gruñidos de placer escapaban de su boca, acompañados de temblores espasmódicos. En tanto, ella pajeaba mi verga con sus dos manos. Mi mano libre agarró sus pechos y las deslicé por debajo del cordoncito de su bikini, empujándolo hacia arriba y liberando sus hermosas tetas. Mi mano se ahuecó sobre su redondo, liso y macizo seno, aferrando su puntiagudo pezón que hice deslizar entre mis dedos en forma del todo consueto y familiar, me recordé de mi extinta esposa. Me separé de sus labios y me incliné a besar su turgente pezón, lo mordí, lo lamí y lo chupé. Magda dio un chillido de placer y apretó mi cabeza contra su seno, juntó estrechamente sus piernas con contracciones de su vagina, noté que su orgasmo se aproximaba. Un berrido gutural emitió Magda y sus manos estrecharon fuerte mi verga al momento que comenzó a correrse con incontrolables bufidos y gruñidos. Su vagina mojada y caliente se estrechó fuertemente alrededor de mi dedo, lo que disparó mi propio orgasmo, mis piernas se debilitaron y no sentí un sustento suficiente bajo mis pies, lo que amenazó con sumergirme. En algún modo me las arreglé para permanecer en pie y a flote mientras bombeaba los borbotones de semen en el agua, mi mente estaba copada completamente a disfrutar el candente placer de mi corrida.
Cuando me calmé, me di cuenta de que Magda rodeaba mi cuello con sus brazos. Su boca buscaba mi boca, mientras utilizaba la flotabilidad del agua para enrollar sus piernas alrededor de mi cintura. Sus senos desnudos presionaban seductoramente mis pectorales y su lengua empujaba mi lengua en un beso de apasionados amantes, la besé con ardor estrechándola a mí y regocijándome en el glorioso placer que me brindaba esta esplendida criatura abrazada a mí. Pocos segundos después, separamos nuestros labios y miré en esos increíbles ojos color cielo y le sonreí diciéndole.
—¡Ehm! … creo que debería tomar esto como tu respuesta, ¿no? …
—No te parece obvio, papi … pero honestamente, me gustaría saber que es lo que habías pensado tú …
—Bueno … sequémonos y hablemos …
—¡Ok, papá! …
Salimos del agua, parsimoniosamente nos secamos y caminamos juntos hacia la casa. Mientras caminaba la mano de mi hija tomó mi mano y sus dedos se entrelazaron con los míos. Mi pecho se infló con los potentes latidos de mi corazón. Me parecía el todo tan natural y justo.
Me cambie poniéndome una remera y unos shorts secos, luego me fui a la cocina en busca de dos cervezas, puse unos posavasos y deposité las cervezas en ellos. Segundos después apareció mi hija vestida con una estrecha y vieja remera rosada de Hello Kitty de hace muchos años atrás, sus tetas parecían querer reventarla y era tan corta que no alcanzaba a cubrir su tanga roja. Miró donde sentarse y escogió su lugar preferido, montó una de mis piernas y me echó los brazos al cuello.
—Entonces esto fue toda una zalagarda, ¿eh? …
—¡Ehm … sí! … espero tanto que no estés enojado …
—¿Tu qué crees? … ¿Te parece que estoy enojado? …
—¡La verdad, es que no! … pero esto no es una situación normal, ¿verdad? …
—Tú lo has dicho, nenita … no lo es … ¿Qué piensas tú de todo esto? …
Se quedo pensativa reflexionando con el ceño fruncido. Esperé algunos minutos y luego ella espetó:
—Papi … la semana recién pasada … cuando te pregunté si querías verme hacer pipi … mi decisión había sido ya tomada … siempre me he sentido segura y protegida por tu amor … eres el mejor hombre que conozco … después de nuestro asunto en el baño, dijiste que deberíamos esperar una semana … pero yo ya sabía lo que quería, papi … quería decírtelo ese mismo día, pero tu no me dejaste … no quise insistir porque sabía que tu estabas luchando con tus instintos paternos y protectores … lo único que podía hacer para demostrarte lo que significas para mí … era volver hacer pipi cerca de ti … hacer pipi para que me vieras … hacer pipi para que me sintieras … hacer pipi solo para ti, papi …
—¡Oh! … ¡Hmm! …
—¡Sí, papi! … ¡Eso es lo que siento y pienso! …
—¿Y si yo dijera que no? …
Le faltó poco para que lanzara una carcajada, pero se contuvo y en forma cordial, me dijo:
—¡Papi! … ¡No puedes ocultarlo! … ¡Tú también lo quieres! … ¡Porque soy como mi mami, papi! …
Se me escapó un largo suspiro liberatorio. Yo no la obligaba y ciertamente era lo que yo anhelaba, así que resolví:
—Está bien, nenita … pero si lo hacemos, deberá ser nuestro más íntimo secreto …
—Por supuesto, papi … así será …
—¡Está bien, pero dame un minuto de reflexión! …
—Bueno, papi … estaré contigo aquí …
Se bajó de mi pierna y se recostó sobré el sofá apoyando su cabeza en mi muslo. Cerro los ojos mientras yo pensaba y acariciaba su mejilla. Pensé y pensé; ella tenía razón, nuestro amor era innegable y evidente después de lo que había sucedido entre nosotros. Mis sentimientos paternos luchaban contra el deseo animal que probaba mi cuerpo. Era verdad, ella era una copia juvenil de mi fallecida esposa, mi único amor verdadero. Cerré los ojos y una lagrima resbaló por mi mejilla en recuerdo de mi occisa mujer. ¿Qué pensaría ella de esto?
—Tesoro … ¿Qué crees que pensaría tu mami de todo esto? …
Se quedó silente solo por unos efímeros segundos y me respondió:
—Creo que mamá sería muy feliz si nos viera a ti y a mí felices … sin importar lo que suceda …
¡Santo, Dios! Ella tenía razón, mi difunta esposa sería muy feliz al vernos felices. Tiré un prolongado suspiro y le dije:
—Bueno … eso significaría que, aparte de ser mi hija, serías también mi amante, ¿no? …
Magda se giró a mirarme con sus hermosos ojos azulinos:
—¡Papi … no soy tu amante! … técnicamente no me has hecho el amor todavía …
Mi mente se estaba debatiendo en busca de una solida base para hacer prevalecer mis instintos paternos, y esta afirmación de Magda me sumió en una engorrosa incerteza que me llevó al caos.
—¡Ehm! … tienes toda la razón …
—Papi … me doy cuenta de que luchas contra ti mismo … te dejaré tranquilo … te daré más tiempo y espacio … todo a su debido tiempo, papi …
Me abrazó temblando, me dio un beso en la mejilla, se levantó y se dirigió a su dormitorio cabizbaja. Me llevé la mano a mis cabellos reflexionando sobre esta delicada situación, al parecer estaba sin querer lastimando a mi propia hija. En mi cerebro se encendió una luz guía para hacerme salir de este vórtice de dudas; Magda había dicho que mi esposa hubiese sido feliz al vernos felices y esto era una verdad grande como una montaña. Ella es lo único que tengo y la cosa más importante y maravillosa de mi vida. Hacerla feliz es mi responsabilidad y mi deber de padre.
Me levanté y me fui sorbetéando los restos de cerveza de ambas botellas, Magda había bebido solo la mitad, deposité los envases vacíos en los desechos y tomé dos cervezas más desde el frigo. Debíamos comer algo y pensé que una comida ligera nos sentaría bien a ambos, llamé al KFC local y ordené unas porciones de pollo para dos. Sorbí de mi cerveza mirando un anodino programa que no logré entender ni ver, pensaba a cuanto me había dicho mi hija. En eso sonó el timbre.
—¡¡Magda … acaba de llegar la comida!! …
Grité y ella fue a recibir las cajitas con un delicioso olor que se esparció por toda la casa. Cenamos en un denso silencio. Mientras lavábamos los pocos cubiertos que habíamos usado, me preguntaba como avanzaríamos hacia nuestro incierto futuro. Ya sabía que mi hija tenía todas las ganas de transformarse en mí pareja sexual, pero ¿Cómo podría conciliar esto con mis deberes de padre? Sí, es cierto que la hice follar con mis dedos en la piscina y ella me masturbó hasta hacerme correr; además, habíamos tenido nuestro primer encuentro la semana pasada. Ahora ella me miraba expectante y yo estaba lleno de dudas sin saber que decidir y cómo comportarme con ella. ¡Dios mío! ¡Que encrucijada! La miré indeciso:
—Tesoro … necesito más tiempo … iré a dormir y pensaré al respecto …
—¡Sabía que ibas a decir esto, papi! …
—¡Ah! … ¿Sí? …
—¡Sí! … entonces vengo contigo a tu cama …
—Pero Magda ... no creo ...
—¡Relájate, papi! ... nos vestiremos con nuestros pijamas y no haremos nada que nos distraiga y divierta …
Pestañeé varias veces sorprendido, ella hablaba con tal seguridad y decisión que me descolocó totalmente, inmediatamente agregó:
—… podremos hacernos cariño y nada más … simplemente dormiremos en la misma cama … así en la mañana temprano me podrás decir finalmente cual será tu decisión final …
Realmente ella se había adelantado en todo y lo que decía parecía totalmente inocuo, decente y razonable.
—¡Está bien, Magda! … sabes de sobra que no puedo decirte que no …
Nos dimos una ducha cada uno en su propio baño y nos vestimos con los atuendos de costumbre para ir a la cama. Era una tarde de verano bastante calurosa, así que opté por pantalones de pijama cortos color rojo y una remera azul con el emblema colorido de “Superman”, me recosté y me metí cómodo. Magda apareció con un esplendido camisón celeste que cubría todos sus encantos, en cierto modo me parecía aún más sexy que desnuda. La pequeña malcriada contoneó sus caderas delante de mí y preguntó:
—¿Cómo estoy así, papi? …
—Increíblemente estupenda ... hermosa como siempre … pero lo sabes muy bien, ¿no? …
—Bueno, sí … pero es lindo sentirlo decir por ti, padre …
—Está bien … ahora ven a acostarte para apagar la luz …
Magda se deslizó bajo las sábanas y yo presione el interruptor de la lampara de la mesita de noche, la oscuridad esparció su manta por todos los rincones, pero a través de la ventana se filtraba la luz de una luna llena esplendida. Mi hija me echó los brazos al cuello y me susurró al oído:
—Buenas noches, papi …
Inmediatamente después se giró del lado suyo en modo que sus estupendas nalgas presionaban contra mi regazo. ¡Dios, mío! Estaba a cucharitas con mi propia hija. Mi brazo izquierdo encontró lugar debajo de su estilizado cuello, mientras el derecho pasó sobre su cintura y bajo su brazos en medio a sus estupendos y duros senos; sus brazos envolvieron mi brazo y lo presionó delicadamente contra sus pechos. Me pareció tan natural la posición, como si siempre hubiéramos hecho esto. Besé su nuca y le dije:
—Buenas noches, nenita … te quiero mucho …
Meneó afectuosamente su trasero contra de mí y nos adormecimos.
Me desperté al amanecer recostado sobre mi espalda. Magda estaba apoyada por mitad sobre mí, con una de sus piernas sobre la mía, su brazo cruzado sobre mi pecho, su cabeza apoyada con la nariz sobre mi hombro. Mi corazón casi se detiene contemplándola dormir plácidamente. Su rostro era de una divinidad angelical. Me maravillé observando su quieto respirar. Magda era una criatura increíblemente bella. ¡Dios, mío! ¿Qué he hecho para meritarme esto?
Tal vez mi respiración la despertó. Mientras observaba su rostro, vi el movimiento de sus parpados, gimió y bostezó dulcemente. Estiró sus piernas con un gesto felino y abrió del todo sus ojos claros y dijo todavía con una vocecita somnolienta:
—Buenos días, papi …
—Buenos días princesita ...
—¿Qué hora es? ...
Miré el reloj de la mesita de noche y le respondí:
—Las seis y media, tesoro …
—¡Umm, noo! ... demasiado temprano ...
—Sí, amor ... duerme ... duérmete otra vez …
—Necesito un beso para eso, papi …
—Ciertamente, tesoro …
Levanté su mentón y mis labios se posaron sobre los suyos. Inmediatamente sentí su lengua introduciéndose a mi boca, enrollé mi lengua a la de ella y una extraña pero placentera sensación de felicidad inundo todo mi ser. Magda se separó de mí, se giró, tomó mi mano la colocó en medio a sus senos y nos adormecimos juntos otra vez.
Cuando volví a despertarme, el sol estaba alto en el cielo y estaba yo solo en la cama. Escuché sonidos que provenían de la cocina, Magda estaba preparando algo. Sonreí y me estiré. La vida es bella, pensé.
Para mi sorpresa, Magda apareció vestida solo con el delantal de cocina, sus senos con turgentes pezones que apuntaban hacia arriba y salían por los costados del delantal. Traía una bandeja con café, jugo de fruta y unas tostadas con mantequilla y mermelada de avellanas. Con voz divertida me dijo:
—¡Dormilón! … ¡Despiértate! … ¡El desayuno esta listo! …
Respondí con un poco disimulado bostezo:
—¡Hmm! … se ve que me conoces muy bien … Gracias, tesoro …
—De nada, padre …
No podía dejar de mirarla mientras comía complacido. Estaba sobre la cama a mitad, una pierna apoyada en el suelo y la otra plegada en la rodilla extendida sobre el lecho. Podía ver claramente su maravillosa vagina al borde del delantal, los oscuros labiecitos cerrados. Ella notó donde estaba mirando y se ruborizó, estiró rápidamente el delantal para cubrir su coñito.
—¡No, señor! … ¡Todo a su tiempo! … ¡Concéntrate en comer! …
Fue lo que hice. Cuando no había nada más que comer, Magda recogió la bandeja y se dirigió a la cocina, ofreciéndome una fabulosa visual de su trasero a forma de pera que parecía oscilar coquetamente mientras salía de mi habitación. Me levanté y me fui a dar una reconfortante ducha.
Regulé el potente chorro de cálida agua gozando la potencia sobre mi cuero cabelludo y mi rostro. A ojos cerrados busqué el jabón para enjabonarme, justo cuando comenzaba a frotar el jabón sobre mi piel, sentí a mi hija entrar bajo la ducha totalmente desnuda. Sus cabellos cobrizos estaban atados en un seductor moño con mechones que colgaban sobre su angelical rostro. Sus grandes ojos celestes estaban abiertos solemnemente. Su labio inferior estaba atrapado entre sus dientes. Jamás había visto en vida mía algo tan extraordinariamente hermoso. Mi pija dio un fuerte respingo en el aire, mi glande pareció hacerse espacio en el aire y comenzó su movimiento triunfal hacia la tumescencia.
Magda se apoderó de mis hombros y me empujó dócilmente hacia abajo, no me quedo opción que sentarme sobre los azulejos del piso. El cuerpo de Magda me protegía contra el chorro de la ducha, luego levantó una de sus piernas y puso su pie sobre mi hombro, de modo que pudiese ver por entero su espléndida conchita. Enseguida en una fingida voz de nenita, me dijo:
—¡Oh, papito! … me olvidé de hacer pipi antes de entrar a la ducha …
Sin decir nada más un potente chorro de orina caliente salió de su coño y se estrelló con fuerza sobre mi pecho. Gemí en éxtasis y me acerqué para ver mejor su chocho, ella llevó sus manos a su coño y abrió sus labios hinchados separándolos ampliamente para permitirme ver su uretra que disparaba un torrente caliente. Magda hizo girar sus caderas para hacer que el chorro escurriera sobre mis tetillas arriba y abajo. Ahora mi pene estaba duro como el acero y aullaba silentemente tratando de atraer la atención. Comencé a deslizar mi mano por toda la longitud lenta y suavemente, evitando de excitarme hasta correrme. El chorro de Magda se estaba agotando hasta disminuir en débiles chorritos y gotitas que caían vaciando su vejiga completamente. Respiraba afanosamente y apenas me salieron las palabras:
—¡Oh, Magda! … ¡Ha sido increíblemente maravilloso … gracias, tesoro! …
—¡Espera, papi! … me parece que tampoco tú hiciste pipi esta mañana … sería justo que lo hicieras ahora …
Me ayudó a levantarme del suelo y se puso en el mismo lugar donde yo estaba. Mi verga blandía el aire amenazante, lo tomó con ambas manos y se lo apuntó al pecho.
—Haz pipi sobre las tetas de tu nenita, papi …
Debido a mi furiosa erección, mi orina comenzó a salir débilmente, pero luego tomó fuerza y ella dirigió el chorro primero a un seno, luego al otro y mojó abundantemente sus pezones. El liquidó ambarino escurrió de sus tetas a su vientre y en medio a sus muslos. Pude ver como ella se movía para hacer deslizar el torrente entre los labios de su coño. Enseguida cerró sus ojos y lo dirigió sobre su rostro, lavando su cara, mojó sus cabellos y cuando presintió que quedaba poco abrió su boca y comenzó a beber, dejándolo gotear por su barbilla.
Magda gimió y se inclinó hacia mí llevando mi polla dura como una roca a pocos centímetros de sus carnosos labios. Su lengua salió como una lengua de serpiente, sobrevolaba en tierno lengüetazos sobre mi glande, después sus labios se cerraron alrededor de mi cabezona polla y engulló por completo mi glande. Poco a poco comenzó a moverse hacia atrás y hacia adelante haciendo que mi pene se deslizara cada vez más dentro de su boca.
Jadeé afanosamente, me estremecí y finalmente me abandoné al abrumador placer que se abalanzaba sobre mi como un tsunami de goce. Me chupó la polla en profundidad, tragándola hasta hacerla chocar con la parte posterior de su garganta. Contenta de poder tragar por completo mi polla, retrocedió y se dedicó a proporcionarme placer solo con sus labios y su lengua. Con su rostro enrojecido por la lujuria, Magda se levantó y se giró apoyando sus nalgas contra mi polla:
—Por favor … ahora fóllame, papi …
—¡Oh, hija! …
Logre balbucear. Mi polla tenía vida propia con su propio ritmo. Lo aferré a la base y lo metí en medio a sus nalgas, haciéndolo resbalar hacia adelante y hacia atrás contra el rugoso orificio de su culito y entre sus hinchados labios vaginales. Magda gemía y presionaba hacia atrás, pasé mi mano por su cintura y la deslicé hacia abajo comenzando a frotar su clítoris. Magda se estremeció y chilló:
—¡Papi, por favor! … ¡Méteme tu verga! … ¡Métela ya, papi! …
Con mi mano acompañé la gruesa cabeza de mi pene al estrecho agujerito de su vagina y sentí que la punta de mi reciedumbre se insería en ella.
—¡Si … nenita! … ¡Está bien! …
Gemimos juntos mientras mi polla la penetraba un centímetro a la vez, luego no pude ir más adentro, su cuevita resbalosa estaba demasiado cerrada y apretada, me detuve para no correrme. Esperé unos segundos y continué a mecerme atrás y adelante, deslizándome dentro y fuera de su estrecho coño. Pequeños gruñidos acompasaban el ritmo de mis embestidas, Magda se giró hacia atrás y murmuró:
—¡Oh ssiii, papito! … ¡Ssiii! … ¡Ssiii! … ¡Rómpeme el coño, papá! … ¡Rómpeme el himen, papi! … ¡Métemela toda! …
Aferré sus caderas y empujé violentamente:
—¡Ssiii! … ¡Ssiii, tesoro! … ¡Toma la verga de papá! …
Sentí sus chillidos cuando la punta de mi pene rompió la resistencia de su anillo vaginal y se adentró en su coño caliente y ajustado. Me sentí electrizado por su fina piel lisa y pálida, saus nalgas firmes y redondas, pero más que nada por su estrecha y resbalosa conchita que apretaba con fuerza mi masculinidad.
Magda se inclinó lo más posible dentro del escaso espacio de la ducha, podía ver su agujerito pequeño que se contraía abriéndose y cerrándose a cada embestida mía. Comenzó a respirar afanosamente mientras se acercaba a su orgasmo y esa maravillosa sensación comenzó a hacerme sentir los temblores de mi propio clímax. Mi hija volvió a chillar diciéndome:
—¡Córrete dentro de mí, papi! … ¡Llena mi pequeño coño con tu leche! …
Sus nalgas comenzaron a temblar y sus piernas perdieron sustento:
—¡Oh, papi! … ¡Oh, papi! … ¡Me corro! … ¡Hmmmm! … ¡Umpf! … ¡Umpf! … ¡Aaaahhhh! …
Perdí todo el control sobre mí, una nube densa e incolora me envolvió, entré en un trance fuera de toda realidad, sumergiéndome en un océano de placer. Cada centro nervioso de mi cuerpo venía estimulado de estas olas que iban y venían acompañadas del calor que emanaba la conchita de mi hija. Un torrente de esperma explotó fuera de mi polla. Magda se apretó a mí haciendo contraer los músculos de su vagina, ordeñando mi grueso pene y haciendo salir hasta la última gota. Me estremecí y gruñí en forma bestial mientras eyaculaba en la vagina de Magda.
Lentamente nos derrumbamos al suelo, estábamos sobre nuestras rodillas exhaustos. Magda con sus codos sobre los azulejos y yo con mi rostro pegado a su espalda, ambos sin respiro. Como pude me acerqué a su oreja y susurré:
—Eres una exquisita y estupenda puta meona … me encantó tu pipi …
—Sí, papi … ahora soy tu exquisita y estupenda puta meona … dispuesta a mearte todas las veces que quieras …
Fin
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