Madre amante.

por
género
incesto

Me llamo Carolina, Tengo poco más de cuarenta años. Alta 1.71 cms. Un poco llenita, voluptuosa dicen algunos admiradores. Me da un poco vergüenza decirlo, pero después de mi divorcio, hace un par de años. Mientras algunas mujeres pierden peso, yo gané un par de kilos y no estoy haciendo absolutamente nada para recuperar mi peso-forma. El divorcio fue consecuencia de muchas cosas, nuestra vida sexual se fue apagando. Traté de amar a mi esposo Andrés, dando lo mejor de mí, pero probablemente sexualmente no era su tipo y, poco a poco, nuestras relaciones se volvieron aburridas, letárgicas, acotadas, forzosas, hasta que casi desaparecieron de nuestras vidas.


Nuestras relaciones sexuales eran una vez al mes, en la mejor de las hipótesis, una cosa rapidita sin preliminares, él se colocaba encima de mí por un par de minutos y basta, solo eso. Naturalmente, nuestro matrimonio comenzó con encuentros apasionados y frecuentes, algo así como dos o tres a la semana. Siempre de noche y con muchos besos y caricias; hasta que llegó Marcos. Puedo decir que en un principio éramos una familia como la media, medianamente felices.


Mi esposo gracias a su trabajo era un excelente proveedor y no nos faltaba nada, yo dueña de casa, me dediqué a educar a nuestro hijo Marcos y, un par de años después a Luis, mi segundo hijo. Los años fueron pasando y la llama de pasión de nuestro matrimonio se fue extinguiendo, excepto por algunas ocasiones benditas, cuando mi marido regresaba un poco borracho a casa y prácticamente me tomaba en forma salvaje, eran las pocas veces en que llegaba al orgasmo completo, por el resto, él nunca se acercaba a mí y las raras veces en que lo hacía, nuestro encuentro duraba solo un par de minutos, él se descargaba en mí y luego se giraba a dormir.


Así, mi libido se fue extinguiendo hasta casi desaparecer. Pero me dediqué a mis hijos y no le di importancia a ese aspecto de nuestro matrimonio. Después del divorcio la casa fue vendida y con lo que a mi me tocó, logré comprar una casita más pequeña para mí y mis hijos en la periferia de la ciudad. Aunque si no es una gran casa, mis hijos tiene cada uno de ellos su propia habitación con una baño compartido. Por suerte, rápidamente encontré teletrabajo y asisto a la oficina solo un par de veces a la semana, lo que me permite de hacer cómodamente mis labores de casa y estar cerca de mi hijos. La semana pasada celebramos los quince años de Marcos. Mí bebito se había dado un estirón y ahora era mucho más alto que yo. Tiene unos hermosos ojos azules como los míos y cabellos azabache como su padre.


Preparamos un pequeño festejo como él lo deseaba, le había comprado la nueva Play Station, pero me di cuenta de que él prefería pasar horas al computador a surfear en la red. Solo que yo con mi moral mojigata y puritana, nunca imaginé lo que el hacía con su computador. Recuerdo que un fin de semana, me dediqué a hacer la limpieza de rutina. Entre a las habitaciones de los chicos que se encontraban en ese momento en una actividad deportiva. Naturalmente el cuarto de Luis estaba super desordenado, video juegos por todas partes, cuadernos, revistas deportivas, vasos de plástico con resto de bebida. A doce años no había logrado hacerle entender de mantener su dormitorio ordenado y aseado, estuve bastante tiempo poniendo todo en orden y limpiando. Después me fui a la pieza de Marcos, otro desastre. Ya lo tendría cerca a este muchacho y esta vez me iba a escuchar decirle unas cuantas. Me puse a ordenar, habían boxers usados, calcetas y calcetines por todos lados, servilletas, toallas y tuve que hacer su cama. Luego fue el turno del escritorio, me fijé que en la pantalla de su computador había imagines de líneas de diferentes colores que iban y venían, un salvapantallas, su computador estaba en Stand-by. Le había dicho decenas de veces de apagar su computador si no lo estaba usando, esta vez me iba a escuchar.


Me senté delante del computador con la intención de apagarlo, al mover el mouse, apareció el escritorio con una veintena de cuadritos con las diferentes carpetas, una de esas me llamo la atención por su nombre “Secret”, sin pensarlo dos veces cliqué un par de veces y aparecieron otros archivos con sugerentes y evocadores nombres de lujuriosa sexualidad: “aloperrito.jpg”, “anal.jpg”, “mamadas.jpg”, “corridas.jpg” y muchos más. Cliqué en “aloperrito.jpg” y, ¡¡Dios, Santo!! ¡¡Qué horror, Jesús mío!! A mis ojos y a toda pantalla apareció una mujer de mediana edad, un tanto rellenita que estaba follando a lo perrito, con un chico joven. Los detalles de la foto eran obscenos y se veía claramente el sexo del muchacho enfilado en el culo de la mujer, mientras en la boca había otro chico joven que la tenía aferrada por la cabeza mientras su miembro viril follaba su boca. Sí, yo sabía que en la red giraban todos tipo de imagines porno, pero jamás imaginé que mi adorado hijo Marcos las tuviese en su computador. Mí retoño, mi amor, mi pequeño Marcos miraba esas cosas groseras y burdas y, para mayor gravedad, bajo el techo de nuestra casa. Me dio rabia y terror, por los nervios no lograba quitar esas indecentes y asquerosas imágenes de la pantalla. Cliqué otro archivo casualmente y partió un video. Quería esconderlo o apagarlo y no lograba pensar claramente para encontrar el modo correcto, mi acción no hizo nada más que avanzar esa inmundicia pornográfica. Me apareció otra escena de una mujer madura vestida con lencería blanca y un gorrito de la cruz roja, parecía representar a una enfermera, estaba amarrada y amordazada y un chico joven la tenía aprisionada por sus brazos, el sexo del chico era gigantesco. Estaba paralizada ante tanta inmoralidad, impudicia y lascivia. Con ojos aterrorizados de madre inocente miré esta viciosa vulgaridad y no pude soportar más, me levanté caminando hacia atrás, pero mi cuerpo se estrelló con algo que segundos antes no estaba allí, me giré asustada y me encontré con mi hijo Marcos.


Mi hijo estaba ahí detrás de mí y desde lo alto, me miraba de una forma cínica, fría y penetrante:
—¡Marcos! … ¡Hijo! … ¿Qué es todo esto? …
—¿A que te refieres? …
Me dijo en un tono helado.
—¡Esto! …
Dije mostrando la pantalla.
—¡Oh! … Esta es mí personalísima colección … no creo de haberte dado permiso para que curiosearas y metieras tus manos en mis asuntos, ¿no? …
—¡Marcos! … ¡Eso es asqueroso! … ¡Borra todo inmediatamente! … ¡Y no te lo estoy diciendo … te lo estoy ordenando! …
—¡Tú no me ordenas nada! …
Me dijo con los ojos inyectados de rabia. La insolencia de su respuesta me dio a entender que él ya no era mi retoño obediente, con un grito me preguntó:
—… ¿entiendes? …
Sus fuertes palabras vinieron acompañadas de una violenta bofetada en mi rostro que me hizo tambalear y caer sobre la cama. A grandes zancadas se dirigió a la puerta y le echó llave, se volvió a enfrentarme:
—¿Quién eres tú para venir a ordenarme nada? …
Estaba choqueada. Me acariciaba mi mejilla adolorida y enrojecida debido a la violenta bofetada que me había dado mi hijo. Marcos parecía poseído por un demonio, regresó y se acercó a mí con una extraña sonrisa:
—¿Entonces? … ¡Qué estabas viendo? … ¡Pareces una puta en busca de verga! …
Estaba como anquilosada, pasmada por la violencia psicológica de esta última frase.
—… ¿Qué quieres saber? … ¡Quieres enterarte de las cosas que sabe tu niñito de la vida? …
Él vino hacia mí, me tomó por los brazos, no hice ninguna resistencia y me dejé arrastrar delante de la pantalla de su computador:
—¡Mira, puta! …
—Pero ¡Marcos! … ¡Soy tu madre! …
¡No!, no puede ser, esto no puede estar pasándome a mí, estoy en un mundo irreal, estoy en una pesadilla, ¡Quiero despertarme! Pero Marcos velozmente movió el mouse y se conectó con algunos sitios porno, las imágenes que aparecieron eran devastadoras. Escenas de sexo de todo tipo, viejas mujeres folladas por chicos jóvenes, videos de madres siendo sodomizadas por sus hijos, mujeres maduras penetradas en todo sus orificios, lesbianas, trans follando con mujeres. No hablaba más o, mejor dicho, no lograba emitir ni una sola silaba. Las inusuales y ofensivas imágenes desfilaban frente a mis ojos. Marcos estaba como loco, embriagado de tanto desenfreno:
—¡Mira, puta! … ¡Mira como follan! … te gusta, ¿verdad? …
—¡Marcos, detente ahora! … ¡Esto es asqueroso! …
—A pesar de todo ... te gustaba cuando papá te follaba para embarazarte, ¿no? …
Intenté protestar y librarme de su estrechos y fuertes brazos. Solo entonces asumí que Marcos había crecido, era mucho más fuerte que yo y me tenía aprisionada fuertemente y me dijo:
—¡Quédate quieta! …
—¡No, Marcos! … ¡Nooo! …
—Sí … te quedarás aquí conmigo a mirar como estas putas vienen folladas y chupan mucha verga …
Mis ojos estaban humedecidos por las lágrimas. Continué a luchar para liberarme, pero Marcos con un gesto muy violento y brusco me hizo volar sobre la cama y se botó encima de mí aplastándome con todo su peso, me tomó las muñecas y me bloqueó con mis manos detrás de mi espalda. Su mirada ya no era esa de mi pequeñito y adorado hijo, me miraba con ojos vidriosos y lujuriosos, noté que ya no podía contener su concupiscencia. Marcos empujó sus rodillas entre mis piernas y me las forzó abiertas, luego se apoyó encima de mí. Aun cuando portaba calzones, calzas y mi falda, más la mezclilla de sus jeans, podía sentir el grueso bulto que inflaba sus pantalones y presionaba contra mi vientre:
—¿Sientes mi polla, puta! …
—¡Marcos, por favor! ... ¡Soy tu madre! …
—¡Sí! … ¿Y sabes que son años que sueño con follarte? …
Mis fuerzas se habían consumido y no tenía energías para reaccionar cuando Marcos se quitó el cinturón y amarró mis pulsos a la cabecera de la cama, se levantó y me miró arrogante:
—¿Quieres más? … ¿No te bastó ver las imágenes de vergas follando coños chorreantes y calientes? …
Me puse a llorar y a suplicarle:
—¡Marcos! … ¡Hijo, mío! … ¡Suelta a tu madre! … ¡Por favor, hijo! … ¡Marcos! … ¡Marcos! …
Pero él ya no me escuchaba. Bajó la cremallera de sus jeans y saltó fuera su sexo. Ese pequeño pito que yo limpiaba y lavaba con todo amor de madre, se había transformado en una polla de cerca de unos veinte centímetros, grueso como una de mis muñecas; era más grande que la de su padre.
—¡Oh, no! … ¡No! … ¿Qué entiendes hacerme? …
En un segundo me di cuenta de que Marcos estaba enajenado y borracho de un placer que yo no conocía.
—¡Marcos, no! … ¡Por favor no lo hagas! … ¡No, Marcos! … ¡No! …
Pero sus manos volaron sobre mi blusa y con un violento tirón hizo saltar todos los botones. Vio mi sujetador blanco clásico e hizo una mueca de disgusto.
—¡Horrible tú lencería, mami … necesitas hacer algo para eso! …
Pero no había terminado de hablar que sus manos se metieron bajo mis sostén haciendo salir mis prominentes senos:
—¡Oh, sí! … ¡Adoro tus tetonas grandes, mami! …
Reaccione de instinto y grite aterrorizada:
—¡Marcos, no! … ¡Por piedad no lo hagas! …
Pero mi hijo se había transformado en un frío y despiadado depravado que yo no conocía más. Ya no era mi pequeño y querido hijo, era un monstruo que estaba arremangando mi falda sobre mi vientre:
—¡Que feas tus calzas, mami! … Esta es la última vez que te quiero ver con ellas, ¿entendiste? …
El nylon se rajó bajo la furia de sus dedos, luego también rajó mis bragas blancas dejándome desnuda y adolorida después de tantos tirones. Me encontré así, impúdicamente desnuda frente a los ojos de mi hijo. Lloré y lloré, trataba de pensar que no se trataba de mi hijo, él no se hubiese comportado así, seguramente su mente era controlada por alguien más y lo obligaba a hacerme todas esas terribles cosas.
—¡Marcos, no lo hagas! … ¡Ayúdame y suéltame! …
Pero Marcos actuaba como un autómata y no escuchaba mis suplicas, tomó unos restos de mis bragas y me las metió a la boca amordazándome. Mis lagrimas manchaban porque mi ligero maquillaje se había corrido. Vi como mi hijo miraba mi cuerpo desnudo de pies a cabeza. Mi cuerpo temblaba, hubiera querido decirle que yo lo podía ayudar viendo a algún psicólogo que me ayudara a tener a mi bebé de regreso. Marcos no se movió más y yo me calme un poco. Pero era la calma que presagiaba la tormenta, él se acercó a mí oído, lamió mi lóbulo y me susurró:
—¡Mamita, dulce y querida! … ¡Ahora tu retoño te hará gozar de verdad! … ¡Estoy seguro de que te gustará probar estos momentos … y estoy seguro de que después serás tú a pedírmelo! …
¿Momentos? Pero ¿de que está hablando, mi hijo? Él comenzó a acariciarme descendiendo poco a poco con sus manos entre mis piernas. Inmediatamente sentí como restregaba su sexo sobre mi peludo pubis. Volví a llorar y a suplicarle que no lo hiciera, pero él no me escuchaba. Posicionó su glande lustroso entre los labios de mi vagina, tomó mi cabeza con sus manos y mirándome a los ojos, comenzó a empujar su pija dentro de mi ojete vaginal infringiendo todas las leyes morales de este mundo:
—¡Mírame a los ojos, puta! … ¡Mira como mi verga está andando dentro de ti! …
Lo impensable estaba sucediendo, estaba tan confundida que ya no sabía si se trataba de algo real o no; pero sentía a Marcos empujando lentamente su ingle hacia adelante.


Su glande hinchado luchaba tratando de entrar en mi intimidad. No había lubricado, mi cuerpo estaba frío, se negaba a aceptar este gesto contra natura. El incesto. Una madre y un hijo teniendo sexo. Su gruesa polla comenzó a entrar centímetro a centímetro dentro de mi cavidad, me dolía mucho. Marcos también hizo una mueca de dolor. Se detuvo. Sí, sí, se detuvo. Ilusionada pensé que quizás mi hijo se estaba arrepintiendo al último momento y había entendido que lo que estaba haciendo no era una cosa buena. Entonces lo animé:
—¡Sí … sí, Marcos! … ¡Detente! … ¡No diré nada a nadie! … ¡Te ayudaré a olvidar! …
Pero él volvió a empujar con fuerza dentro de mi panocha, su excitación sexual estaba agitada.
—¡Sucia, puta! … ¡Estás estrecha, apretadita! … ¡Mejor para mí! …
Su glande estaba todo dentro de mí y a pesar de la sequedad de mi vagina, la parte más ignominiosa del bebito que parí y al cual alimente con leche materna de mi seno, su sexo, me había penetrado. Fui sacudida por algunos espasmos. La panocha me ardía y dolía, pero Marcos continuaba a embestirme profundamente sin lubricación. Nunca había sufrido una penetración tan dolorosa, me recordaba del parto. Pero esta vez mi hijo no salía de mí, entraba en la vagina materna.
—¡Zorra! … ¡Estás demasiado apretada! … ¡Me corro! … ¡Me corro! … ¡Qué ricooo! ...
Con un grito mezcla de dolor y placer, Marcos empujó hasta el fondo de mi conchita, el dolor físico era insoportable, pero el psicológico era aún peor. Había sido violada por mi hijo, por mi adorado pequeñito, mi Marcos; el mismo que jugaba en su triciclo en el parque con otros niños. Un dolor proveniente de mi bajo vientre me volvió a la realidad, Marcos estaba retirando su polla de mi chocho.


La larga abstinencia sexual extendida por muchos años había hecho perder la elasticidad de mi cuerpo y mi vagina se había encogido y estaba estrecha como la de una niña, quizás más apretada aún. Recuerdo que cuando joven yo ansiaba y deseaba el contacto sexual, pero ahora mi hijo me estaba violando y mi dolor me llegaba hasta el alma. Finalmente, su polla salió de mi coño, Marcos se quedó quieto y me tomó mi cara, obligándome a mirarlo:
—¡Te dije de mirarme, sucia puta! …
Respiró profundamente y comenzó a tratar de penetrarme nuevamente; esta vez su polla se deslizaba dentro y me procuraba un ardor insoportable, como si me estuviesen metiendo un fierro al rojo vivo. Sentía su hinchado glande estrellarse contra mi cuello uterino. Sin haber tenido relaciones por tanto tiempo mi cuerpo había vuelto a tomar mis capacidades de juventud y mí panocha, aún cuando haya sido agrandada por dos partos, se había vuelto a achicar, pero más que nada se había acortado, tanto que el pene de mi hijo no había logrado meterlo por entero dentro de mí. Por supuesto, mi hijo no estaba para nada preocupado al respecto y continuó a ejercer presión metiendo y sacando su polla de mi panocha. Debo confesar que a un cierto punto el dolor se desvaneció y comencé a sentir un placer in crescendo que no recordaba haberlo sentido desde hace años. Mi coño comenzó a lubricarse espontáneamente, aún cuando yo luchaba contra ese placer prohibido y contra natura. Marcos se dio cuenta de esto, bruscamente sacó su pene de mí y metió un dedo.
—¡Oh! … ¡Mi pequeña madre puta se esta mojando! … ¡Toma! … ¡Toma! … ¿Prueba! …
Mientras decía eso, metió su dedo mojado por mis fluidos bajo mis narices.
—¡Huele! … ¡Huele tus jugos, zorra! …
Marcos tomo su sexo en su mano y lo guió dentro mi panocha y, con un violento embiste, me penetró profundamente, su polla estaba toda dentro de mí. Inconscientemente mi cuerpo reaccionaba a la violenta agresión que estaba sufriendo.


Sí, mi mente era un torbellino, dentro de mi alma había un dolor enorme, pero mi cuerpo se estaba abandonando a esta incestuosa relación contra natura y se lubricaba y me provocaba pequeñas descargas eléctricas en mi clítoris, cosa que estimulaba mis tetas y mis pezones comenzaron a endurecerse e hincharse dando una obscena visión a mis enormes senos.
—Se están poniendo duras tus tetas, ¿no? … eres una verdadera puta, sucia zorra …
Marcos me hablaba de manera zafia, sus palabras soeces me desconectaron de mi inconsciente y comencé a sentir las sensaciones de mi cuerpo. Mi panocha comenzó a aferrar la polla de mi hijo igual a como un niño aferraría una paleta de helado un tórrido día de verano. Mi cuerpo se estremecía, el dolor había pasado, ya no era la madre compungida de Marcos, sino una inmensa panocha que reclamaba su pene como una puta en celo. Mi chocho se puso a palpitar y mis ojos se cerraron estremeciéndome. Convulsivos espasmos de placer golpeaban mi cuerpo, Marcos me estaba follando como un loco y gritaba:
—¡Sí! … ¡Sí puta maraca! … ¡Vieja zorra! … ¡Goza con mi polla hasta el fondo! …
Mi respiración estaba muy agitada y entré como en un trance de felicidad y placeres reprimidos. Marcos me follaba con enérgicos y secos golpes, sus manos me tenían aferrada por mis nalgas y me penetraba con toda su fuerza.
—¡Puta! … ¡Zorra! … ¡Perra! … ¡Tómalo perra caliente! … ¡Umpf! … ¡Umpf! … ¡Aaahhh! … ¡Me corro! … ¡Ooohhh! … ¡Me corro! …
Su cuerpo se puso tieso, Marcos estaba enteramente dentro de mí, sentía sus convulsiones y sus potentes borbotones que inundaban mi vientre, estaba gozando, eyaculaba dentro de mí. Luego de recuperarse un poco se dejo caer a un lado.
—¡Aaaahhhh! … ¡Bravo, putita mía! … ¡Estas muy rica! …
Me sentía derruida, aniquilada, a pesar del calor del sexo que llenaba la habitación, mi cuerpo sentía el frío de aquella imagen grotesca y obscena, el aborrecible espectáculo de una madre con sus muslos abiertos y la vulva inundada por el semen de su hijo de quince años que yacía satisfecho a su lado.


Pero no tuve el tiempo de entender lo que me había sucedido, Marcos me soltó de las manos y, sin decir nada me tomó por los cabellos:
—¡Ven aquí, zorra ... y abre bien la boca! …
El pene de mi hijo estaba todavía erecto. Lo vi acercarse, pronto estaba delante de mis ojos. Comenzó a restregar su glande sobre mi rostro y, aprovechándose de mi desconcierto, lo puso entre mis labios. Marcos pretendía hacerme hacer algo que yo nunca había hecho en mi vida, ¡Una mamada! Tomó mi cabeza por la nuca y empujó su miembro endurecido en mi boca, comencé a lamer su polla. Tenía un sabor un poco salado, un poco agridulce. Poco a poco su polla desapareció en mi boca llegando hasta mi guargüero, me provocó náuseas y arcadas, mi garganta se relajó y su pija lleno por entero mi boca, casi no podía respirar, me dio una especie de hipo, creí ahogarme. Él desistió de seguir follándome la garganta, así pude tragar y respirar, pero siguió introduciéndolo y sacándolo de mi boca:
—¡Eres una brava puta … aprenderás a hacer excelentes mamadas … como una verdadera zorra! … ¡Por ahora aprende a chuparlo y limpiarlo como se debe! …
Mesmerizada e inconscientemente, lamí su polla y pase la lengua alrededor de su glande mojado de esperma. Su polla se reblandeció en mi boca, se levantó, se puso sus pantalones y sin mirarme, me dijo:
—¡Has sido una brava madre … has tomado mi polla … gracias, mamá … ahora anda a lavarte un poco … ya luego volverá Luis del gimnasio … no querrás que te vea así, ¿verdad? … tienes unos veinte minutos para preparar la cena …
Marcos salió de la habitación, instintivamente cubrí mis pechos con los pedazos de mi camisola rota y bajé mi falda para cubrir mi intimidad violada. Quería gritar “BASTARDO”, pero mi cerebro no coordinaba con mi boca. Me acurruqué en un rincón y lloré. Al cabo de algunos minutos me levante vacilante y me fui al baño. El baño estaba listo, el agua caliente llenaba la bañera y había sales de baño esparcidos que formaban espuma y globitos.


Realmente no entendía su comportamiento, mi hijo me había violado salvajemente y ahora tenía el cuidado de preparar la bañera para mí. Los remordimientos, pensé. Entré en la vasca y me relajé, las escenas atroces de nuestro encuentro sexual pasaron por mis ojos mientras miraba el techo blanco del cuarto de baño, cual si fuese un video de terror.


El horror de todo este acto me hizo reflexionar sobre lo sucedido y tuve un triple sentimiento: Primero: Mi hijo me había violado y debía denunciarlo a la policía, no, mejor que no. La gente diría que fui yo quien lo provocó, o que mi hijo esta enfermo y obsesionado por todas esas porquerías que yo le permito ver en la internet, tanto que sus principios se han desviado en modo de formar una personalidad depravada. En ese caso sería yo la culpable.
Segundo: es un sentimiento de vergüenza. Vergüenza de haber sido violada por mi hijo, pero que el incesto fui yo quien lo provocó. Una vez más el prejuicio de la sociedad está en contra de mí, dirán: “Es ella que lo crio de ese modo”.
Tercero: Un sentimiento muy fuerte que me resisto a validar. Probé placer. Sentí renacer dentro de mí a la mujer deseosa y libre de gozar. Esos sentimientos que muchas mujeres tratamos de esconder y negar se comienzan a manifestar en mí. Mi hijo junto a su semen me ha inyectado algo nuevo en mí. Ha fertilizado mi cerebro. Tengo que admitirlo, está claro que la idea de sexo y libertinaje da mucho placer, no hay forma de negarlo.


Me cubro el rostro con las manos. Sé que toda esta situación es cochambrosa y depravada, es mi espíritu puritano que me recuerda y regresa a la carga para salvar mi alma, ¡Oh, Dios! ¡Ayúdame tú! Me sequé y volví a vestirme, pero no con mi bata de baño, Marcos podría excitarse si me ve con poca ropa. ¡Oh, Dios! ¡Que dilema! Estoy viviendo una realidad terrible. No se que cosa ponerme para no estimular los deseos incestuosos de Marcos. Quizás es mi culpa todo lo que ha sucedido. Decidí vestirme con un sobrio vestido negro de malla, con botones hasta la mitad de mis pantorrillas, así no se me verán las piernas.


Mientras bajaba las escaleras, se abrió la puerta principal, era Luis que regresaba del gimnasio, apenas me vio se botó entre mis brazos:
—¡Mami! … ¡Mami! … ¡Ganamos! …
Cerré los ojos y lo dejé abrazarme, desde el pasillo Marcos nos miraba con una extraña sonrisa dibujada en su rostro. Desvíe mi mirada hacia otro lado, no quería ver sus ojos que me inquietaban y me llevaban al recuerdo de lo que había sucedido hace media hora en el piso de arriba.
—Entonces tesorito mío, vencieron al equipo del otro colegio, ¿no? …
—¡Sí, mami! … y fui yo a señar el primer gol …
—¡Oh! … que bien … ahora ve a lavarte las manos que cenaremos en un par de minutos … ve …
Entré a la cocina y pude ver que la mesa había sido ya preparada y Marcos se comportaba como si no hubiese sucedido nada entre él y yo. Nos sentamos a la mesa, yo estaba sentada en un extremo y Marcos de frente a mí. La televisión estaba encendida con el noticiario de la tarde; de vez en cuando mi mirada se cruzaba con la de Marcos, él me sonreía y yo me podía nerviosa.
—¡Mami! …
—Dime, Luis …
—¿Qué te ha sucedido? … Te noto algo diferente …
Al escuchar la pregunta de mi hijo menor, vinieron a mi mente las imágenes de mi hijo mayor dominándome y saciando sus pecaminosos deseos incestuosos, y mentí descaradamente.
—Nada, hijo … quizás estoy solo un poco distraída …
—Estás algo agitada … ¿Acaso estás preocupada por algo? …
—No … estoy bien … come y no te preocupes por mi … tal vez estoy algo cansada … sí … sí, eso debe ser …
—¡Uhm! …
Miré a Marcos que sonriendo dejo su cuchara en la mesa y sonriendo dijo.
—Sí, hermanito … mamá tal vez tiene algún problema … pero pronto lo resolverá … ella es una buena madre …
Pensé que quizás él haya reflexionado y se haya dado cuenta de que lo que había sucedido entre él y yo era de la máxima gravedad. Terminamos de comer y Marcos limpió todo y cuando Luis se acercó a ayudarlo le dijo:
—¡Enano … vete a dormir! … debes estar cansado después de ese duro partido …
—Sí … me iré a dormir … buenas noches, mamá …
Se acercó a mí, pero lo tomé de la mano para acompañarlo a su habitación.
—Vamos, cariño … tienes que irte a la cama …
Me volví y dije a Marcos.
—¡Marcos! … tú espérame … tenemos que hablar …
—Naturalmente, mamita querida …
Acompañé a Luis y me aseguré de que no se quedara despierto jugando video juegos, luego bajé a la sala de estar. Marcos estaba sentado sobre el sofá a mirar la televisión y no me miraba.
—Marcos … tenemos que hablar …
No se digno ni siquiera a mirarme, continuaba impávido a mirar la Tv. Me interpuse delante a la televisión.
—¡Marcos! ...
—¡Sí! ... mamita querida ...
Me respondió sonriendo cínicamente.
—Tu y yo tenemos que … ¿Qué me estás mirando? …
Le pregunté sorpresivamente cuando vi que el fijaba sus ojos en mi entrepierna.
—Tú vestido … un modelo muy simpático … ¿Te bajaron los aires de puritana? …
—¡Marcos! …
—Además … es muy trasparente y puedo ver tus bragas …
Me quedé atónita, ¿trasparente? Baje la mirada y constate que estaba con las piernas abiertas delante de mi hijo, el contraluz de la pantalla del televisor efectivamente hacía parecer mi vestido trasparente, se podían apreciar mis bragas rosadas y él me miraba entre medio de mis piernas. Cuando llena de rabia me compuse e intenté amonestarlo, él se alzó del diván y me tomó por el cabello y me puso una mano en la boca impidiéndome de gritarle.
—¡Escúchame bien, zorra! … puedes gritar todo lo que quieras … te diré que eso no hace más que excitarme … pero que dirá mi hermanito si baja de su cuarto y te ve a ti arrodillada a chuparme la polla con tus grandes tetonas fuera bamboleándose, ¿eh? …
Así diciendo, con su mano libre comenzó a acariciar mis senos abundantes por sobre mi vestido. Había sacado su mano de mi boca. Hubiese querido chillar y gritar, pero tenía razón, hubiese despertado a mi hijo pequeño que dormía plácidamente en el segundo piso. Luis no debía ver este espectáculo por ningún motivo. Viéndome calmada agregó.
—… eso … así está bien … ahora si quieres hablar, sube a tu dormitorio … yo vengo detrás de ti … allí podremos hablar tranquilamente tu y yo …
Asentí y él me soltó dándome un suave empujoncito para que caminase delante de él. Mientras subíamos las escaleras sentía sus ojos perversos sobre mi trasero. Una vez que entramos a mi dormitorio el me empujo hacia la cama.
—¡Marcos! … ¡Te dije que tenemos que hablar! … ¡Lo que sucedió hoy es muy grave! …
Dije alterada, él puso un dedo en sus labios diciéndome.
—¡Sssshhhhhh! … ¿Acaso quieres despertar a Luis? …
—Bueno … no … yo …
Me sentí de haber caído en una trampa. Marcos hablaba calmadamente y se aproximaba hacia mí, prácticamente me había dado una orden y yo obedecí sumisamente en vez de haberlo enfrentado y haber disciplinado a este chico arrogante, traté de reaccionar.
—… no … tú … yo … quiero decir … bueno … en fin de cuentas sucede que …
—¡Que me excitas y haces que me venga dura mi polla, querida mamita! …
Mientras hablaba, Marcos había bajado su cremallera y había hecho salir a su enorme pene duro como palo.
—¡Ay, Marcos! … ¡Esa cosa otra vez! … lo que tengo que decirte es …
—Nada … no tienes que decirme nada … ahorita quédate callada …
Me miraba con sus ojos inyectados en lujuria, el demonio se estaba apoderando de él, se acariciaba la verga tiesa y yo no lograba dejar de mirar esa pija inmensa que se aproximaba cada vez más a mí, ¿terror o deseo? Él me dijo:
—¡Estás mirando mi verga, sucia zorra caliente! … te gusta, ¿no? … ¿estás mojada o tengo yo hacer que te mojes? …
—¡Marcos! … ¡Marcos! … ¡Por Dios! … ¡Hoy hicimos una tontería! …
—¡Sí, mamá! … ¡Tú me has hecho hacer una tontería! … ¡Tú has permitido que yo viera toda esa pornografía en internet que no debe ser vista por chicos como yo! …
—¡Pe-pero Marcos … yo no hice eso! …
—Yo lo sé … pero que dirá la gente cuando sepa que tu no me detuviste …
Marcos había llegado delante de mi con esa cosa dura y gorda, yo estaba petrificada e inmóvil, sus manos se estiraron a mi vestido y uno a uno fue desabrochando cada botón.
—¡No! … ¡Marcos, no! … ¡Por favor! … ¡Detente! …
Mis ojos se llenaron de lágrimas mientras trataba sin grandes convicciones de impedir que mi hijo me abriera el vestido, pero ya había desabotonado toda la parte superior y mis espaldas estaban desnuda, se veían claramente las curvas de mis senos, no llevaba sujetador; desabrochó el último botón y mi vestido cayó a mis pies. Estaba prácticamente desnuda delante de mí hijo, instintivamente me cubrí los senos mientras que con la otra trataba de impedir que me quitara las bragas, necesitaba detener este juego perverso en algún modo. Mis lágrimas escurrían por mis mejillas, me sentí humillada, debía reaccionar en algún modo:
—¡Te lo advierto! ... ¡Ahora grito! … ¡Ahora grito y despierto a Luis! … ¡No me importa nada! …
—¡Oh, Dios! … ¡Ahora ella grita! … ¡Que miedo! …
Dijo Marcos en forma burlona, luego sacó de su bolsillo un sobre con algunas fotos impresas y agregó:
—¡Toh-toma! … ¡Eso es lo que eres tú! … ¡Una zorra y puta caliente! …
Sorprendida tomé de su mano un paquetes de hojas y las abrí. Casi se me da vuelta el estómago. Había fotos de mí teniendo sexo con un muchacho joven, en otras dos muchachos que violaban mi panocha y mi culo, en otras una chica lamía mi coño mientras otra besaba mis senos; era un sinfín de escenas grotescas y obscenas, abiertamente pornográficas y degradantes. Además, había una donde un perro estaba sobre mi espalda, con sus zampas alrededor de mi cintura y me hacía su perra, ¡¡Que asquerosidad!!
—… ¿Qué te parecen? … ¿Te gustan? … ¡Tú decides si se las hago ver a mi hermano! …
Marcos me tomó de la muñeca y me hizo sentar sobre la cama. Estaba todavía pasmada e incrédula a boca abierta. ¿Verdaderas o falsas? Ni yo misma sabía ya que pensar, las fotos eran demasiado chocantes para una mujer malhumorada y pudibunda como yo. Tenía la impresión de que mi cerebro se había fundido, las indecentes y escandalosas imágenes desfilaban ante mis ojos escépticos. Ni siquiera presté atención cuando él dijo:
—… imagina si alguien las publica en la red … sería un mega escandalo … querida mamita …
Estaba como un autómata, mi hijo después de haberme hecho sentar sobre la cama, me empujo hacia atrás. ¡Swasch! Sonó como un flash dentro de mi cerebro, luego otro ¡Swasch! Seguido de otro ¡Swasch! No lograba encuadran nada con mis ojos, estaba aturdida sin ser capaz de comprender lo que me estaba sucediendo. Escuchaba como de lejos la voz de mi hijo, ¡Swasch!
—Sí … así …
¡Swasch! … ¡Swasch! …
—Ahora mami … tomate los tobillos …
¡Swasch! … ¡Swasch! … Marcos me tenía con las piernas en alto, no sé en que momento me quitó las bragas ¡Swasch! ¡Swasch! No sabía por qué, pero obedecía a todo lo que él me decía, así recostada con mis piernas en el aire, me tomé los tobillos ¡Swasch! … ¡Swasch! La situación era de las más obscenas ¡Swasch! … ¡Swasch! … vi unas intensas luces y yo seguía con mis piernas alzadas tomando mis tobillos, metiendo en muestra toda mi femineidad. Los fulgores de luces, era el flash del celular de Marcos que me tomaba fotos en todas las poses ¡Swasch! … ¡Swasch!
—¡Ahora, mami … ábrete los labios de tu coño con tus manos … eso … muestra bien tu conchita mojada y jugosa …
¡Swasch! … ¡Swasch! …
—… con una mano aplasta tus tetas … ahora tira de tus pezones … ¡Oh!, muy bien …
¡Swasch! … ¡Swasch! … ¿Cuántas fotografías me había hecho? Yo no entendía nada. Estaba como atolondrada, mi mente divagaba ausente y enloquecida. Ya no era la mujer mojigata, temerosa de nuestro creador y devota a mis hijos. Marcos dejó su celular sobre la cama y se sentó a mi lado, me hizo cerrar mis piernas delicadamente y me puso una pierna sobre la otra. Los flash de su teléfono me habían enceguecida, poco a poco comencé a ver la habitación.
—¡Marcos! …
—¡Sí, mami! …
—¡Qué … qué has hecho? … ¡Qué me has hecho? …
—¡Fotos! …
—¡Oh, no! ... ¡Dios, mío! ...
—¡Sí, mami! ... ¡Las fotos que tu misma me pediste de hacerte para exhibirte desnuda ante mí! …
—¡Oh, Dios! … ¡no! …
—¡Sssshhhh! … ¡Calladita! … ¡Piensa a Luis y a la gente! …
Había caído estúpidamente en su trampa, me sentí bloqueada. Caí como una tonta. Todo hacía parecer que era yo quien seduje a mi hijo y lo obligué a hacerme cosas. Ya me veía en tribunales tratando de explicar esta confusa situación. Después estaban mis parientes; mi hermana, mi hermano, mi exmarido, mis amigas. Todos me apuntarían con el dedo como una violadora y madre incestuosa.
—¿Estás bien, mami? …
Me desperté de esta aspaventosa pesadilla.
—¡Sí … sí! …
Marcos estaba a mi lado, derrotada lo miré a los ojos.
—¿Por qué, Marcos? …
—Por que te amo, dulce mamá … ¡ehm! … por que eres una hermosa mujer …
—Pe-pero … también yo te amo, bebito mío … pero no podemos …
Marcos me abrazó y me beso en los labios, su lengua se metió en mi boca, no intenté de resistir, automáticamente mi lengua respondió atornillándose a la de él ¡Swasch! … ¡Swasch! … Otras dos fotografías para retratar también estos momentos.


Me sentí perdida, el juez y el jurado en pie gritando mi nombre y condenándome. Los gendarmes que me tienen estrecha delante de las cámaras de televisión que asisten al juicio. Grito como una loca mi inocencia, pero nadie me cree. Todo el mundo mira el escandaloso juicio, miran la foto donde estoy desnuda besando a mi hijo. Soy una madre incestuosa.


Marcos me hizo recostar sobre mi espalda, luego subió a la cama, mi mirada estaba perdida en algún lugar del techo. No lo sentí cuando subió encima de mí, no sentí su pene penetrando mi vagina, la penetración no fue del todo indolore, pero no hice ningún intento de oponerme a esta nueva relación incestuosa. Esta vez me tomó dulce y amorosamente, sin decir palabras soeces, solo su orgasmo me hizo estremecer cuando los potentes y cálidos chorros de su semen se vertieron dentro de mi panocha, instintivamente lo abracé y escondí mi rostro en su cuello, no quería que él viera mi rostro reflejando algo de placer al sentirlo dentro de mí. No tuve ningún orgasmo, mi mente y mi espíritu estaban conmocionados por la perversidad de la situación. Así inició mi historia, no sabía que me podría deparar el futuro y sinceramente ya ni siquiera me importaba. Lo único que me resultaba claro, es que el amor por mí hijo no había disminuido ni siquiera un poco, es más, parecía que lo amaba mucho más que antes, solo debía asimilar que ya no era solo su madre, sino que me había convertido también en su amante.

Fin

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El regalo más preciado de quien escribe es saber que alguien está leyendo sus historias. Un correo electrónico, a favor o en contra, ¡Tiene la magia de alegrar el día de quien construye con palabras, una sensación y un placer!

luisa_luisa4634@yahoo.com

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2024-06-01
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