Mi amiga y la Pandemia.
por
Juan Alberto
género
zoophilia
Después de tantos días de cuarentena, al fin pasamos a fase tres y pude salir a pasear por la plaza y beberme un café en medio de la gente, todos usando mascarillas sanitarias y tratando de no acercarnos entre seres humanos, este es el nuevo mundo cambiado por un ente microscópico que ni siquiera podemos ver con nuestros ojos desnudos, todos asustados mirándonos alrededor con desconfianza, cual de todos estos estarán infectados y no lo saben … una cosa de terror.
Me encontré con mi amiga Elsa a la cual no veía desde hace un mes o algo más, ella estaba desesperada porque como toda su familia vive en el norte, ella no sabía a quién acudir para dejar a su perro e ir a visitar a su madre, me decía que con tanta gente de la tercera edad contagiada y muriendo, ella estaba muy preocupada por la salud de su madre, me pareció tan frágil y desamparada que inmediatamente me ofrecí para hacerme cargo del perro, ella vive en una casa pequeña sola con su perro, así que programamos y en dos días más yo me transferiría a casa suya hasta que ella regresara de su viaje.
Terminamos de servirnos el café y nos dirigimos a su casa, una vez allí ella me presento a Goliat, su bellísimo Rottweiller de tres años, el cual me recibió muy alegre moviendo el mocho de su corta cola, intentó oler mis partes pudendas y mi amiga lo reprendió enérgicamente y él cabeza gacha se alejó hacía su colchoneta, me pareció muy tierno y obediente.
Al día siguiente mi amiga logró tener pasaje de autobús y la acompañé al terminal, nos despedimos nada más que con señas porque en este nuevo mundo los humanos no se pueden tocar, me fui a la casa de mi amiga y me encargué de cambiar el agua a Goliat y luego me fui a mi departamento para traerme algunas cosas y vivir por un par de semanas en casa de mi amiga.
Desafortunadamente soy viuda desde hace cinco años, pero gozo de una muy buena pensión de viudez, lo que me permite estar sin trabajar, cuando comenzó esta pandemia decidí de renunciar a mi trabajo y cuidarme en casa, por lo tanto dispongo de mucho tiempo libre, tanto que me aburre estar sin actividades, por lo que cuidar de Goliat, es para mí una entretención y una ocupación que me ayuda a estar activa.
No soy una mujer con una libido muy fuerte, así que todo este tiempo de viudez, lo he pasado sin tener relaciones con hombres, me refiero al campo sexual, tampoco sentía una gran necesidad de buscarlas, después de muchas luchas con mi ser interior, me atreví a ir a un sex-shop de aquí de la capital y me compré dos consoladores, uno pequeñito y uno grande, los dos con capacidad vibratoria, debo decir que me enamoré de estos artilugios y no pasaba día sin que los usara, temprano en la mañana antes de irme al trabajo o a veces en la tarde antes de dormirme, algún fin de semana hasta dos veces al día, gozaba como una chanchita en el lodo, porque eran tantos mis fluidos que formaban un charco.
De ese modo una de las primeras cosas que me llevé fueron mis consoladores, luego elegí mis pijamas, también me lleve un poco de lencería que me gusta vestir cuando me masturbo, necesitaba tener todas mis cosas que me tienen entretenida y viva, porque me encantan mis orgasmos, mis juguetitos han despertado mi libido, porque soy relativamente joven, tengo 43 años, mi marido tuvo un cáncer al páncreas que fue detectado cuando ya no había nada que hacer, mi esposo no alcanzó a vivir dos meses después de haber sido diagnosticado.
Mi vida con mi consorte había tenido altos y bajos, pero en línea general, tuvimos un matrimonio bastante bueno, él me inició en muchas prácticas sexuales y juntos exploramos muchas variantes en nuestra relación matrimonial, como cuando él me introdujo su pene en mi trasero, en un principio me pareció disgustoso, pero como él me lo había pedido insistentemente, un día accedí y luego de sentir un dolor lacerante, comencé a sentir una excitación diferente que entrañaba algo de lujuria y el sabor de saber de estar haciendo una cosa morbosa y prohibida, me termino gustando y los hicimos todas las veces que él me llevaba a un nivel de excitación donde yo me sentía eufórica de sentirlo dentro de mi recto.
Los primeros días en casa de mi amiga pasaron muy rápidos explorando los diferentes lugares de la casa y organizándome para habituarme al régimen de mantención de este, mi nuevo hogar, Goliat no me daba ninguna molestia hasta ahora, yo le mantenía su escudilla con agua fresca y le daba sus alimentos a los horarios que me indicó Elsa, ella también me dijo que los fines de semana lo bañaba, así que para mañana sábado, había programado bañarlo, él tenía sus propias toallas, sus cepillos, su shampo, su bálsamo y todas las cosas necesarias para asearlo bien, además, la vasca de baño era con capacidad como para dos personas lo que se traducía en un abundante espacio para bañarlo.
El sábado en la mañana me desperté tan caliente que mi concha parecía un geiser, me salían chorritos de jugo de chocho, tenía mi pijama mojado porque duermo sin calzoncitos, así que en el silencio del alba, se oyó el zumbido de mi consolador pequeñito, el más pequeño es más ruidoso que el grande, lo puse sobre mi clítoris y me demoré menos de tres minutos para estirar mi torso con mis tetas en alto y revolcarme en la cama con un delicioso orgasmo.
Me levanté y me quedé sin el pantalón de mi pijama, andaba con mi culito al aire, por cierto mi trasero es redondito y echadito para atrás, por eso mi difunto esposo me lo pedía con tanta insistencia, pues a él le resultaba tremendamente atractivo y creo que lo conservo bien bonito, bien, estaba en el pasillo dirigiéndome a la cocina cuando sentí el ruido de las uñas de Goliat que trotaba detrás de mí, me hizo dar un salto hacia adelante cuando su fría nariz se metió entre mis nalgas desnudas, lo reprendí lo más enérgicamente que pude, porque cuando me giré a reprocharlo, me di cuenta que bajo su vientre había un pene de dimensiones colosales que me dejó casi sin palabras, es más, lo tomé del collar y le admiré su verga por un par de minutos, porque era un pedazo de carne que cualquiera se podía fascinar por tamaña belleza roja y brillante, como de aspecto húmedo.
Goliat se mantuvo quieto y respetó mi recriminación, no volviendo a tocarme con su nariz, pero quedé maravillada con ese pene gigante, mi cabeza de mujer no es tan caliente, pero se convirtió en un torbellino de ideas locas, hasta pensando de follarme a Goliat, luego entré en razón y me pareció una locura que yo pudiera imaginarme de ser penetrada por la verga de un perro, me parecía disgustoso.
Llamé a Goliat y vino corriendo, le tenía su escudilla de agua y alimento listas, las estaba posando por tierra y este perro de mierda, otra vez me metió su lengua entre los muslos desde atrás, su lengua me recorrió la vagina y el ano en una sola lengüeteada, fue como una descarga eléctrica, mi chocho se estremeció de verdad ‒ conchas de tu madre … perro de mierda … no lo vuelvas a hacer ‒ le dije cubriendo mi sexo con la mano, su baba cubría mi chorito y mi culito ‒ ¡Uuff! qué asco ‒ pensé, pero mi chuchita había comenzado a generar fluidos y mis labios vaginales se habían inflamado.
‒ Estoy loca … ¡no! … no puede ser ‒ otra vez me imaginé ese pedazo de carne roja y brillante perforando mis tiernas carnecitas rosadas, Goliat se dedicó a comer su alimento, mientras yo me senté a contemplarlo, un hermoso ejemplar de perro, su pelo negro y lustroso, sus ojos marrones y despiertos, mostrando afecto y ateniéndose a no molestar, claro que como todo macho no acepta un “no”, estaba segura que volvería a insinuarse con su lengua, pero mientras me hiciera caso no me importaba mucho, total lo podía controlar.
Después que termino de comer le abrí la puerta del patio y él salió trotando y saltando hacía los árboles de la casa, se veía un perro feliz, me fui al dormitorio para hacer la cama y ordenar un poco, pues tenía planeado bañar a Goliat antes de mediodía, estaba estirando las cubiertas y las sabanas de mi cama y encontré mis consoladores, miré la hora y era temprano todavía, alcanzo a solazarme con mis juguetitos, pensé.
Me senté al borde de la cama y puse el vibrador pequeño entre mis muslos, en contacto con mi pubis, luego me eché hacía atrás y comencé a jugar con mis grandes tetas y a pellizcar mis pezones rosados que muy luego se endurecieron, sin siquiera tocarlo, el pequeño dildo vibraba casi entre los labios de mi concha, mis dedos acariciaban mi vientre y mis senos túrgidos, estaba ensimismada gozando de mis sensaciones cuando sentí una vez más la lengua de Goliat, me senté rápidamente y mi consolador cayó por tierra bajo la cama ‒ sale perro de mierda … que no me dejas tranquila ‒ le dije y mientras lo empujaba con rabia su lengua rozó mi clítoris ‒ ¡ay! Perro de mierda … que me haces … no me toques ‒ pero su peso era mucho para mis fuerzas, lengüeteó mi chocho un par de veces más y logré sacarlo de entremedio de mis muslos, pero irresponsablemente me agaché a recoger mi dildo que continuaba a ronronear bajo la cama, estaba alcanzándolo con mis dedos cuando sentí que los labios de mi chuchita se separaron y la lengua de Goliat invadió mi concha, quedé paralizada con el culo en el aire y a exposición de su órgano lingual.
No sé cuántos centímetros de su larga lengua entraron en mi vagina, pero la sentía enorme y muy placentera, me quedé quietecita gozando esa penetración nueva, estaba siendo lamida por un perro y me gustaba toda esa perversa sensación, la lengua de Goliat se movía diestramente, como si hubiese nacido para lamer coños humanos, se deslizaba con golpes rápidos entre mis labios vaginales, rozando repetidamente mi clítoris haciéndome bramar con quejidos y gemidos de deseos intensos, yo no estaba preparada para este tipo de placer nuevo, extraordinario, irresistible e irrefrenable, no quería que se detuviera por ningún motivo.
Lo que sucedió a continuación, es algo aproximado a la realidad, porque mi cabeza se perdió en alguna parte desconocida para mí … sentí que este perro me saltó sobre la espalda, rasguñándome cerca de mi seno y después como que atenazó sus zampas delanteras a la altura de mi cintura, me mordí mi labio inferior, la respiración de Goliat estaba muy cerca de mi cuello, me plegué en mis codos por el peso del perro, sentía sus pelos en mis nalgas y presionando fuertemente contra mi trasero, su pene entró sorpresivamente en la ranura de mi sexo, luego al segundo lo tenía todo dentro de mí, estaba todavía con la cabeza gacha y grité y pataleé, pero al parecer todos mis movimientos hacían que Goliat me tomara mejor por la cintura y me enterrara su polla en lo más profundo de mi chocho, mi concha estaba extra-colma de pene de perro por primera vez y descubrí que era excitante y deliciosa.
Goliat sabía muy bien que hacer, porque cuando sintió que sus cojones tocaron mi trasero, aguantó la penetración por un momento, se acomodó con un par de saltitos y luego comenzó a follarme con fuerza y rapidez, solo ahora me sentí una perra de verdad, mi coño le pertenecía completamente a este poderoso animal y me regocijaba placenteramente sentir su pene en mi concha ‒ culéame Goliat, culéame fuerte … soy tu perra caliente … hazlo más fuerte mi amor ‒ estaba como una loca, como una adolescente entregándose a su príncipe azul, un príncipe peludo que no me daba tregua, mis tetas tocaban el piso y me hacían sentir más caliente, ahora Goliat me regalaba su baba en mi espalda, lo sentía gruñir casi en mi oído, sentía la verga de Goliat que se movía por toda mí vagina y mis gemidos se transformaron en quejidos y gruñidos.
Mis respiros eran cortos y jadeantes, la aguzada punta de su pene estaba a las puertas de mi útero, me estaba muriendo de gustitos y espasmos ‒ ¡Oh! mi dios … ayúdame … no hagas que me muera … me encontrarán con una polla de perro y muerta ‒ mil cosas me pasaban por la mente, pero no sentía ningún temor ni remordimiento, estaba feliz empalada en esta gruesa verga canina, mis pliegues y rincones jamás tocados, estaban estirándose para acomodar la inmensa verga de Goliat, su bola que en un principio me hizo sentir un poco de dolor, ahora estaba soldada a mi panocha y por nada al mundo la dejaría salir de mí, me estremecía de goce y mis elásticas paredes se dilataban haciéndome temblar de pies a cabeza.
Estaba sintiendo que el cuerpo del perro también temblaba mientras me follaba como endemoniado, los poderosos empujones del gran perro me hacían quejarme y chocar con la cama, la inmensa polla me provocaba cosquillitas en mi almejita lo que me excitaba aún más.
Sentía mi clítoris inflamado como un carbón ardiente, moví mi culito hacía atrás para obtener más fricción de su polla gigante y palpitante, en esa posición sus cojones golpeaban como con tiros de ametralladora, mi indefenso y trepidante clítoris, haciéndome sentir una sensación maravillosa ‒ ¡que perro más rico … sí sigues culeándome así, tesoro … me voy a incendiar! ‒ pensé, al Rottweiller no le interesaba si me hacía daño o no, a él le interesaba follarme como un martillo neumático, era lujuria pura a su máxima expresión y yo estaba disfrutando cada segundo de esa enorme verga, raspando mis paredes vaginales con una dulce fricción.
Algo muy caliente comenzó a llenarme el chocho, rápidamente sentía como algo líquido que se iba escurriendo por todos los interiores de mi vagina y esto sobrepaso mi limite de resistencia, creo que perdí mi conciencia y el control de mi cuerpo, estaba a la merced de este bruto que me jalaba con sus patas delanteras y me enterraba fuertemente su pene, que no dejaba de crecer dentro de mí, pensé que de un momento a otro mi cuerpo explotaría, pero me tenía sin cuidado porque contemporáneamente estaba sintiendo un inmenso placer, no me importaba si moría en ese momento y lugar, total … estaba ya en el paraíso.
Goliat se veía muy divertido, su cara era de felicidad total, él estaba gozando de mi chocho con su lengua afuera y su respiración jadeante, lo que lo hacía ver gracioso y cachondo, los chorros de su esperma continuaban golpeando mis paredes vaginales, era una cantidad enorme de semen, jamás había sentido tal cantidad de lechita en mi concha, cuando termino el bombeo, el trató de zafarse del agarre de mi chuchita, pero su bola se había engrosada demasiado, lo que resultaba que fuera imposible que nos despegáramos, por un momento me afligí, pero luego otros espasmos y convulsiones orgásmicas me estremecieron y ya solo el placer se apoderó de mi cuerpo.
Estaba con mi rostro sobre la alfombra, con naturalidad agarré sus patas traseras para que no me arrastrara con su mole, yo peso cincuenta y cinco kilos e imagino que este perro tendrá un peso igual o ligeramente superior al mío, pero sus fuerzas eran muy superior a las mías, así que lo único que atiné a hacer, fuer agarrarlo firmemente de sus patas para que no me halara por toda la casa, afortunadamente lo logré y él aun cuando se giró y quedamos trasero con trasero, luego se quedó relativamente quieto y solo de vez en cuando me tironeó, causándome más que dolor, unos gustitos increíbles que me hacían sentir lo que es estar a merced de un macho así de poderoso, sexualmente hablando era algo abrumador, nuevo y que volvería a repetir muchas veces más, era su perra y él me trataba a ese nivel.
Me corrí otras veces más, sentía como si mi concha fuera a estallar, de repente sentí que la hinchazón de su pene comenzaba a disminuir, luego con un estruendoso sonido su verga salió de mi coño empapado, sentía muchas sensaciones ricas, pero al mismo tiempo viendo el tamaño de la verga de Goliat, me preocupé pensando me hubiese dañado de algún modo, nada me dolía, mi chocho temblaba autónomamente y el efecto se transmitía como un hormigueo en todo mi cuerpo, me levanté rápidamente a mirarme mi almejita abusada, el semen me corría por mis piernas, una mancha de esperma se había formado en la alfombra, pero por lo demás, estaba magníficamente bien, Goliat vino a lamerme entre mis piernas y yo ya estaba totalmente entregada a todos los placeres que me pudiera provocar este perro grandioso, abrí mi chorito con mis dedos y le permití que me diera más goce lamiendo mis labios hinchados y trepidantes.
Me hizo gozar por algunos minutos más, lo estaba adorando, le acaricié su cabeza y le rasqué sus orejas, me había hecho mujer-hembra más que cualquier hombre que había conocido hasta ahora, me tenía sonriendo de oreja a oreja, acaricié mis tetas, me mordí mi labio inferior y pensé ‒ y serás mío por las próximas dos semanas … cariño ‒
Comentarios, criticas y observaciones, escribir a:
luisa_luisa4634@yahoo.com
Me encontré con mi amiga Elsa a la cual no veía desde hace un mes o algo más, ella estaba desesperada porque como toda su familia vive en el norte, ella no sabía a quién acudir para dejar a su perro e ir a visitar a su madre, me decía que con tanta gente de la tercera edad contagiada y muriendo, ella estaba muy preocupada por la salud de su madre, me pareció tan frágil y desamparada que inmediatamente me ofrecí para hacerme cargo del perro, ella vive en una casa pequeña sola con su perro, así que programamos y en dos días más yo me transferiría a casa suya hasta que ella regresara de su viaje.
Terminamos de servirnos el café y nos dirigimos a su casa, una vez allí ella me presento a Goliat, su bellísimo Rottweiller de tres años, el cual me recibió muy alegre moviendo el mocho de su corta cola, intentó oler mis partes pudendas y mi amiga lo reprendió enérgicamente y él cabeza gacha se alejó hacía su colchoneta, me pareció muy tierno y obediente.
Al día siguiente mi amiga logró tener pasaje de autobús y la acompañé al terminal, nos despedimos nada más que con señas porque en este nuevo mundo los humanos no se pueden tocar, me fui a la casa de mi amiga y me encargué de cambiar el agua a Goliat y luego me fui a mi departamento para traerme algunas cosas y vivir por un par de semanas en casa de mi amiga.
Desafortunadamente soy viuda desde hace cinco años, pero gozo de una muy buena pensión de viudez, lo que me permite estar sin trabajar, cuando comenzó esta pandemia decidí de renunciar a mi trabajo y cuidarme en casa, por lo tanto dispongo de mucho tiempo libre, tanto que me aburre estar sin actividades, por lo que cuidar de Goliat, es para mí una entretención y una ocupación que me ayuda a estar activa.
No soy una mujer con una libido muy fuerte, así que todo este tiempo de viudez, lo he pasado sin tener relaciones con hombres, me refiero al campo sexual, tampoco sentía una gran necesidad de buscarlas, después de muchas luchas con mi ser interior, me atreví a ir a un sex-shop de aquí de la capital y me compré dos consoladores, uno pequeñito y uno grande, los dos con capacidad vibratoria, debo decir que me enamoré de estos artilugios y no pasaba día sin que los usara, temprano en la mañana antes de irme al trabajo o a veces en la tarde antes de dormirme, algún fin de semana hasta dos veces al día, gozaba como una chanchita en el lodo, porque eran tantos mis fluidos que formaban un charco.
De ese modo una de las primeras cosas que me llevé fueron mis consoladores, luego elegí mis pijamas, también me lleve un poco de lencería que me gusta vestir cuando me masturbo, necesitaba tener todas mis cosas que me tienen entretenida y viva, porque me encantan mis orgasmos, mis juguetitos han despertado mi libido, porque soy relativamente joven, tengo 43 años, mi marido tuvo un cáncer al páncreas que fue detectado cuando ya no había nada que hacer, mi esposo no alcanzó a vivir dos meses después de haber sido diagnosticado.
Mi vida con mi consorte había tenido altos y bajos, pero en línea general, tuvimos un matrimonio bastante bueno, él me inició en muchas prácticas sexuales y juntos exploramos muchas variantes en nuestra relación matrimonial, como cuando él me introdujo su pene en mi trasero, en un principio me pareció disgustoso, pero como él me lo había pedido insistentemente, un día accedí y luego de sentir un dolor lacerante, comencé a sentir una excitación diferente que entrañaba algo de lujuria y el sabor de saber de estar haciendo una cosa morbosa y prohibida, me termino gustando y los hicimos todas las veces que él me llevaba a un nivel de excitación donde yo me sentía eufórica de sentirlo dentro de mi recto.
Los primeros días en casa de mi amiga pasaron muy rápidos explorando los diferentes lugares de la casa y organizándome para habituarme al régimen de mantención de este, mi nuevo hogar, Goliat no me daba ninguna molestia hasta ahora, yo le mantenía su escudilla con agua fresca y le daba sus alimentos a los horarios que me indicó Elsa, ella también me dijo que los fines de semana lo bañaba, así que para mañana sábado, había programado bañarlo, él tenía sus propias toallas, sus cepillos, su shampo, su bálsamo y todas las cosas necesarias para asearlo bien, además, la vasca de baño era con capacidad como para dos personas lo que se traducía en un abundante espacio para bañarlo.
El sábado en la mañana me desperté tan caliente que mi concha parecía un geiser, me salían chorritos de jugo de chocho, tenía mi pijama mojado porque duermo sin calzoncitos, así que en el silencio del alba, se oyó el zumbido de mi consolador pequeñito, el más pequeño es más ruidoso que el grande, lo puse sobre mi clítoris y me demoré menos de tres minutos para estirar mi torso con mis tetas en alto y revolcarme en la cama con un delicioso orgasmo.
Me levanté y me quedé sin el pantalón de mi pijama, andaba con mi culito al aire, por cierto mi trasero es redondito y echadito para atrás, por eso mi difunto esposo me lo pedía con tanta insistencia, pues a él le resultaba tremendamente atractivo y creo que lo conservo bien bonito, bien, estaba en el pasillo dirigiéndome a la cocina cuando sentí el ruido de las uñas de Goliat que trotaba detrás de mí, me hizo dar un salto hacia adelante cuando su fría nariz se metió entre mis nalgas desnudas, lo reprendí lo más enérgicamente que pude, porque cuando me giré a reprocharlo, me di cuenta que bajo su vientre había un pene de dimensiones colosales que me dejó casi sin palabras, es más, lo tomé del collar y le admiré su verga por un par de minutos, porque era un pedazo de carne que cualquiera se podía fascinar por tamaña belleza roja y brillante, como de aspecto húmedo.
Goliat se mantuvo quieto y respetó mi recriminación, no volviendo a tocarme con su nariz, pero quedé maravillada con ese pene gigante, mi cabeza de mujer no es tan caliente, pero se convirtió en un torbellino de ideas locas, hasta pensando de follarme a Goliat, luego entré en razón y me pareció una locura que yo pudiera imaginarme de ser penetrada por la verga de un perro, me parecía disgustoso.
Llamé a Goliat y vino corriendo, le tenía su escudilla de agua y alimento listas, las estaba posando por tierra y este perro de mierda, otra vez me metió su lengua entre los muslos desde atrás, su lengua me recorrió la vagina y el ano en una sola lengüeteada, fue como una descarga eléctrica, mi chocho se estremeció de verdad ‒ conchas de tu madre … perro de mierda … no lo vuelvas a hacer ‒ le dije cubriendo mi sexo con la mano, su baba cubría mi chorito y mi culito ‒ ¡Uuff! qué asco ‒ pensé, pero mi chuchita había comenzado a generar fluidos y mis labios vaginales se habían inflamado.
‒ Estoy loca … ¡no! … no puede ser ‒ otra vez me imaginé ese pedazo de carne roja y brillante perforando mis tiernas carnecitas rosadas, Goliat se dedicó a comer su alimento, mientras yo me senté a contemplarlo, un hermoso ejemplar de perro, su pelo negro y lustroso, sus ojos marrones y despiertos, mostrando afecto y ateniéndose a no molestar, claro que como todo macho no acepta un “no”, estaba segura que volvería a insinuarse con su lengua, pero mientras me hiciera caso no me importaba mucho, total lo podía controlar.
Después que termino de comer le abrí la puerta del patio y él salió trotando y saltando hacía los árboles de la casa, se veía un perro feliz, me fui al dormitorio para hacer la cama y ordenar un poco, pues tenía planeado bañar a Goliat antes de mediodía, estaba estirando las cubiertas y las sabanas de mi cama y encontré mis consoladores, miré la hora y era temprano todavía, alcanzo a solazarme con mis juguetitos, pensé.
Me senté al borde de la cama y puse el vibrador pequeño entre mis muslos, en contacto con mi pubis, luego me eché hacía atrás y comencé a jugar con mis grandes tetas y a pellizcar mis pezones rosados que muy luego se endurecieron, sin siquiera tocarlo, el pequeño dildo vibraba casi entre los labios de mi concha, mis dedos acariciaban mi vientre y mis senos túrgidos, estaba ensimismada gozando de mis sensaciones cuando sentí una vez más la lengua de Goliat, me senté rápidamente y mi consolador cayó por tierra bajo la cama ‒ sale perro de mierda … que no me dejas tranquila ‒ le dije y mientras lo empujaba con rabia su lengua rozó mi clítoris ‒ ¡ay! Perro de mierda … que me haces … no me toques ‒ pero su peso era mucho para mis fuerzas, lengüeteó mi chocho un par de veces más y logré sacarlo de entremedio de mis muslos, pero irresponsablemente me agaché a recoger mi dildo que continuaba a ronronear bajo la cama, estaba alcanzándolo con mis dedos cuando sentí que los labios de mi chuchita se separaron y la lengua de Goliat invadió mi concha, quedé paralizada con el culo en el aire y a exposición de su órgano lingual.
No sé cuántos centímetros de su larga lengua entraron en mi vagina, pero la sentía enorme y muy placentera, me quedé quietecita gozando esa penetración nueva, estaba siendo lamida por un perro y me gustaba toda esa perversa sensación, la lengua de Goliat se movía diestramente, como si hubiese nacido para lamer coños humanos, se deslizaba con golpes rápidos entre mis labios vaginales, rozando repetidamente mi clítoris haciéndome bramar con quejidos y gemidos de deseos intensos, yo no estaba preparada para este tipo de placer nuevo, extraordinario, irresistible e irrefrenable, no quería que se detuviera por ningún motivo.
Lo que sucedió a continuación, es algo aproximado a la realidad, porque mi cabeza se perdió en alguna parte desconocida para mí … sentí que este perro me saltó sobre la espalda, rasguñándome cerca de mi seno y después como que atenazó sus zampas delanteras a la altura de mi cintura, me mordí mi labio inferior, la respiración de Goliat estaba muy cerca de mi cuello, me plegué en mis codos por el peso del perro, sentía sus pelos en mis nalgas y presionando fuertemente contra mi trasero, su pene entró sorpresivamente en la ranura de mi sexo, luego al segundo lo tenía todo dentro de mí, estaba todavía con la cabeza gacha y grité y pataleé, pero al parecer todos mis movimientos hacían que Goliat me tomara mejor por la cintura y me enterrara su polla en lo más profundo de mi chocho, mi concha estaba extra-colma de pene de perro por primera vez y descubrí que era excitante y deliciosa.
Goliat sabía muy bien que hacer, porque cuando sintió que sus cojones tocaron mi trasero, aguantó la penetración por un momento, se acomodó con un par de saltitos y luego comenzó a follarme con fuerza y rapidez, solo ahora me sentí una perra de verdad, mi coño le pertenecía completamente a este poderoso animal y me regocijaba placenteramente sentir su pene en mi concha ‒ culéame Goliat, culéame fuerte … soy tu perra caliente … hazlo más fuerte mi amor ‒ estaba como una loca, como una adolescente entregándose a su príncipe azul, un príncipe peludo que no me daba tregua, mis tetas tocaban el piso y me hacían sentir más caliente, ahora Goliat me regalaba su baba en mi espalda, lo sentía gruñir casi en mi oído, sentía la verga de Goliat que se movía por toda mí vagina y mis gemidos se transformaron en quejidos y gruñidos.
Mis respiros eran cortos y jadeantes, la aguzada punta de su pene estaba a las puertas de mi útero, me estaba muriendo de gustitos y espasmos ‒ ¡Oh! mi dios … ayúdame … no hagas que me muera … me encontrarán con una polla de perro y muerta ‒ mil cosas me pasaban por la mente, pero no sentía ningún temor ni remordimiento, estaba feliz empalada en esta gruesa verga canina, mis pliegues y rincones jamás tocados, estaban estirándose para acomodar la inmensa verga de Goliat, su bola que en un principio me hizo sentir un poco de dolor, ahora estaba soldada a mi panocha y por nada al mundo la dejaría salir de mí, me estremecía de goce y mis elásticas paredes se dilataban haciéndome temblar de pies a cabeza.
Estaba sintiendo que el cuerpo del perro también temblaba mientras me follaba como endemoniado, los poderosos empujones del gran perro me hacían quejarme y chocar con la cama, la inmensa polla me provocaba cosquillitas en mi almejita lo que me excitaba aún más.
Sentía mi clítoris inflamado como un carbón ardiente, moví mi culito hacía atrás para obtener más fricción de su polla gigante y palpitante, en esa posición sus cojones golpeaban como con tiros de ametralladora, mi indefenso y trepidante clítoris, haciéndome sentir una sensación maravillosa ‒ ¡que perro más rico … sí sigues culeándome así, tesoro … me voy a incendiar! ‒ pensé, al Rottweiller no le interesaba si me hacía daño o no, a él le interesaba follarme como un martillo neumático, era lujuria pura a su máxima expresión y yo estaba disfrutando cada segundo de esa enorme verga, raspando mis paredes vaginales con una dulce fricción.
Algo muy caliente comenzó a llenarme el chocho, rápidamente sentía como algo líquido que se iba escurriendo por todos los interiores de mi vagina y esto sobrepaso mi limite de resistencia, creo que perdí mi conciencia y el control de mi cuerpo, estaba a la merced de este bruto que me jalaba con sus patas delanteras y me enterraba fuertemente su pene, que no dejaba de crecer dentro de mí, pensé que de un momento a otro mi cuerpo explotaría, pero me tenía sin cuidado porque contemporáneamente estaba sintiendo un inmenso placer, no me importaba si moría en ese momento y lugar, total … estaba ya en el paraíso.
Goliat se veía muy divertido, su cara era de felicidad total, él estaba gozando de mi chocho con su lengua afuera y su respiración jadeante, lo que lo hacía ver gracioso y cachondo, los chorros de su esperma continuaban golpeando mis paredes vaginales, era una cantidad enorme de semen, jamás había sentido tal cantidad de lechita en mi concha, cuando termino el bombeo, el trató de zafarse del agarre de mi chuchita, pero su bola se había engrosada demasiado, lo que resultaba que fuera imposible que nos despegáramos, por un momento me afligí, pero luego otros espasmos y convulsiones orgásmicas me estremecieron y ya solo el placer se apoderó de mi cuerpo.
Estaba con mi rostro sobre la alfombra, con naturalidad agarré sus patas traseras para que no me arrastrara con su mole, yo peso cincuenta y cinco kilos e imagino que este perro tendrá un peso igual o ligeramente superior al mío, pero sus fuerzas eran muy superior a las mías, así que lo único que atiné a hacer, fuer agarrarlo firmemente de sus patas para que no me halara por toda la casa, afortunadamente lo logré y él aun cuando se giró y quedamos trasero con trasero, luego se quedó relativamente quieto y solo de vez en cuando me tironeó, causándome más que dolor, unos gustitos increíbles que me hacían sentir lo que es estar a merced de un macho así de poderoso, sexualmente hablando era algo abrumador, nuevo y que volvería a repetir muchas veces más, era su perra y él me trataba a ese nivel.
Me corrí otras veces más, sentía como si mi concha fuera a estallar, de repente sentí que la hinchazón de su pene comenzaba a disminuir, luego con un estruendoso sonido su verga salió de mi coño empapado, sentía muchas sensaciones ricas, pero al mismo tiempo viendo el tamaño de la verga de Goliat, me preocupé pensando me hubiese dañado de algún modo, nada me dolía, mi chocho temblaba autónomamente y el efecto se transmitía como un hormigueo en todo mi cuerpo, me levanté rápidamente a mirarme mi almejita abusada, el semen me corría por mis piernas, una mancha de esperma se había formado en la alfombra, pero por lo demás, estaba magníficamente bien, Goliat vino a lamerme entre mis piernas y yo ya estaba totalmente entregada a todos los placeres que me pudiera provocar este perro grandioso, abrí mi chorito con mis dedos y le permití que me diera más goce lamiendo mis labios hinchados y trepidantes.
Me hizo gozar por algunos minutos más, lo estaba adorando, le acaricié su cabeza y le rasqué sus orejas, me había hecho mujer-hembra más que cualquier hombre que había conocido hasta ahora, me tenía sonriendo de oreja a oreja, acaricié mis tetas, me mordí mi labio inferior y pensé ‒ y serás mío por las próximas dos semanas … cariño ‒
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luisa_luisa4634@yahoo.com
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