La Confortación de Giulia.
por
Juan Alberto
género
zoophilia
¡Hola a todos y todas!
Me presentaré de nuevo, soy Giulia, hace un tiempito escribí un relato de mi aventura con Ringo, el pastor alemán de mi queridísima amiga Verónica, el cual me hizo probar las delicias de la zoofilia, me gusto todo lo que sucedió con Ringo y me decidí a buscar mi propia mascota, Verónica insistía que tenía que ser un pastor, pero yo me había empecinado en buscar un Retriver, así fue como encontré finalmente a Samuel, al cual llamaremos Sam.
Sam es un Labrador Retriver de color chocolate, si antes era adicta al chocolate, ahora lo soy más aún. Bueno, él es un joven ejemplar de nueve meses, fue amor a primera vista, es tan dulce que hasta la panocha se me derrite cuando me lame la mano.
Me dijeron que todavía no estaba maduro como para cruzarlo, que debería esperar al menos de cuatro a seis meses, así que siguiendo las recomendaciones de las varias guías que encontré en la web, me dedique a entrenarlo y que se acostumbrara a mí, a mis caricias, a mi desnudez y todas esas cachondeces, era como poder preparar al amante perfecto e ideal, estaba siempre excitada pensando a nuestros futuros encuentros, me enamoré y me dedique a él todo el tiempo que pude.
Sam pronto se acostumbró a mí, jugábamos todos los días y no paraba de aprender cosas junto a él, había diseminado juguetes por todo el departamento y se había encaprichado con un peluche de elefante que llevaba a todos sus lugares predilectos, él tenía su cucha, pero a veces yo le permitía de quedarse sobre mi cama y dormía junto a mí, en la mañana temprano lo sacaba al parque a trotar y que hiciese sus necesidades y también por las tardes teníamos una rutina similar, esto me ayudaba a mí a estar en forma estupenda, mi nalgas paraditas y duras, en resumen, un excelente estado físico, pero habían otras cosas que ocupaban mis pensamientos.
En la tarde, cada vez que regresábamos a casa yo me duchaba y él en el baño conmigo, muchas veces se metía en la vasca de baño, a veces sorpresivamente, así que una vez que se había mojado, yo procedía a bañarlo, me excitaba mucho enjabonar su barriguita y acercarme a la zona de sus genitales, invariablemente terminaba tan caliente y mojada que debía masturbarme mientras él lengüeteaba mis manos, mis senos, mi cara y me hacía cariñitos que me encendían hasta correrme como una putilla y quedar exhausta, pero él así chiquito no atinaba sexualmente a nada, la caliente era solo yo.
Casi al cumplir los dieciocho meses, una mañana antes de irme a la oficina, mi querido Sam estaba cerca del diván con su peluche de elefante y lo estaba montando cómo si se lo quisiera follar, el derrame en mi chocho empezó espontaneo e instantáneo, como si hubiesen abierto una fontana, desafortunadamente me tenía que ir a la oficina y pensé que lo mejor sería esperar a la tarde cuando volviera del trabajo, me fui corriendo al baño y me puse un támpax para bloquear mi anegada conchita, cuando caminaba mi chocho trepidaba y mi cabeza no hacía más que recrear la imagen de Sam follando su peluche.
La jornada de trabajo me pareció interminable, me masturbé dos veces en el baño de los ejecutivos y otra en el local donde bajé a almorzar, mi vientre estaba lleno de maripositas, en casa tenía a mi cachorro con ganas de follar y me venían esos viejos recuerdos con Ringo, pero Sam es virgen, él jamás ha sentido ni siquiera el olor de una perrita, excepto el olor de mi chocho que no le atraía del todo, ya que solo me paso su lengua un par de veces sin mucho ánimo la última vez que le acerqué mi panocha a su hociquito.
Tenía que regresar lo más rápido posible así que llame un Uber y me fui a casa, Sam me esperaba con su peluche de elefante, forcejee un poco con él y logré quitarle el peluche, tenía unas manchas y estaban húmedas, era la lefa de mi adorado Sam, su semen fresco estaba en el peluche, le tomé el olor y no me pareció nada mal, mi mente alocada y caliente me hizo pasarle mi lengüita, pero no encontré sabor alguno, Sam no terminaba de saltar y ladrar reclamándome su adorado fetiche, se lo entregué y él escapo a esconderlo.
Rápidamente me cambie de ropa y me puse una tuta de gimnasia, me lleve a Sam al parque para sus necesidades y volvimos de carrerita porque teníamos un importante asunto pendiente entre él y yo. Apenas cerré la puerta me puse a acariciarlo, poco a poco me fui hacia sus joyitas, el pelaje estaba con señas de humedad, pensé que era porque había orinado un par de veces, él se quedaba quietecito cada vez que yo exploraba sus partes pudendas, se había acostumbrado a ello, era parte de su entrenamiento, todo esto estaba en la guías que me había leído en internet.
Nos fuimos a la sala de estar y continué mi exploración, con calma y sin prisa, logré hacer aflorar la puntita de su pene aguzado y rosado, más blanquecino hacia la base donde se engrosaba un poco, ya habían comenzado a emanar algunas gotitas de pre-semen, mis manos se bañaban en estos exquisitos fluidos calientes, comencé a juntar su esperma en mi mano izquierda, mientras con la otra aferraba su miembro que continuaba a crecer, me llevé la mano llena de lefa a mi conchita y mezclé sus fluidos con los abundantes fluidos míos, me quité mis pantalones para estar más cómoda, esta primera vez tenía que gozarla a concho.
Sam tenía una expresión de tranquilidad absoluta, sus ojitos le brillaban, la mitad de su lengua pendía fuera de su hocico y su respiración era afanosa, con cortitos jadeos —Amorcito mío … te estás calentando con mami … ¿quieres hacerme tu perrita, tesoro mío? … — le susurraba entre dientes, mientras él me daba uno que otro lengüetazo en el rostro, al improviso él empezó a follar mi mano —¡Oh! cariño, me estás cogiendo mi manito … si amorcito cógeme así rico … si papito dale la lechita a mami … te he esperado tanto tesoro … — muy pronto convulsionó y se corrió con potentes chorros que no alcancé a recoger todo en mi mano, acerque mi chocho y recibí las ultimas gotas en mi encharcada panocha, luego sin poder resistirlo y respirando con profundos jadeos, me metí tres dedos en mi vagina y me masturbé hasta correrme a mares, él acercó su hocico a mi conchita que sufría los espasmos de mi orgasmo e hizo que me corriera una segunda vez más fuertes que la primera, casi quedé desmayada sobre la alfombra.
Sam acercó su hocico a mi chocho, yo ya no tenía ningún recato, ningún pudor, tampoco energía como para rechazar sus avances, primero lamió mi monte de venus, luego mis muslos chorreados de fluidos recibieron su húmeda lengua, no pude resistir y abrí mis muslos para él, era nuestra primera vez y lo estaba disfrutando, tantos meses de espera finalmente estaba obteniendo mi recompensa, su lengua separó mis inflamados labios vaginales y mi espina dorsal se encorvó cual si fuera una gran serpiente, me hacía contorsionarme de placer, mientras más lengüeteaba mi sexo, más estremecimientos golpeaban mi cuerpo, hasta que exploté en otro increíble orgasmo, fue el último que contabilicé, porque esa noche fue un desenfreno total entre Sam y yo, él era incansable y yo insaciable, era una perfecta perrita.
Le había hecho lamer mi panocha y mi culo, mis senos, mi cuerpo entero, yo le había mamado su increíble miembro y había bebido su semen hasta hastiarme, pero me faltaba aún completar este festín de sexo entre él y yo, mi concha no recibía un pene hace casi dos años y me estaba conservando solo para él, todas mis masturbaciones últimamente se centraban en él, tuvimos un breve descanso para reponernos, le preparé su escudilla y lo hice comer, bebió también una escudilla de leche, yo me refresque un poco bajo la ducha y me alimenté con queso, huevos, pan integral y leche especial con vitaminas, cuando regresé a la sala de estar, mi Sam se había adormecido, puse una mano en su lomo y él rápidamente se animó, como entendiendo que la juerga continuaba.
Mi mano derecha acariciaba sus orejas y mi mano izquierda se desplazaba lentamente hacia su peluda funda, recibí un lengüetazo suyo al momento que aferré su miembro, el me besaba como un avezado amante, mi adorado Sam me amaba como yo a él, entonces me acuclillé una vez más y se lo chupé para hacerlo salir más rápido, ahora estaba impaciente por copular con mi amante, me sentía pronta y deseosa, tenía todas mis ganas por él, Sam me montó apenas me puse en cuatro, y sus bríos se mostraban teniéndome muy apretada con sus patas.
Su verga luciente y mojada golpeaba mis muslos, luego mis nalgas, con mi mano acompañé su pene a mi vagina y eso fue el inicio de un bombeo continuo y frenético, me tiraba sobre su verga y jadeaba como desesperado, daba hasta una especie de pequeños ladridos de goce, su pene estaba dentro mi vagina y comenzaba a hincharse, a crecer, también su bola estaba dentro de mí, la sentí cuando me entró, no se había inflado del todo, comenzó a inflarse en mi interior, me pareció una maravilla, pues me recordé que a Ringo normalmente se le inflaba fuera de mi panocha y después luchaba y se esforzaba por metérmela, lo que me causaba in poco de dolor y de goce, en cambio mi Sam me había penetrada en una sola vez su pene y su bola, cuando esta última inició a hincharse, empecé a sentir que esas maripositas de mi bajo vientre se echaban a volar y el hormigueo en mi clítoris aumentaba.
Sam continuaba a cogerme con vigor y frenesí, me tenía al borde del orgasmo, me froté en círculos mi botoncito mientras palpaba el pene de él que nos mantenía unidos, bastaron pocos sobajeos para hacerme explotar en otro esplendido orgasmo y me sumergí en ese placentero mundo de lujuria desenfrenada que me causaba la inmensa verga de mi cachorro, él había disminuido su frenesí y comenzó a descargar su lechita dentro de mí, que maravilla dios mío sentir toda mi concha excitada y venir rociaba con interminables chorros y chorritos llenos de espermatozoos que te inundan tu útero fecundo, ya quisiera yo poder quedar preñada y darle perritos bebés a mi macho, pero sé que es imposible, pero nada nos prohíbe de fantasear y por instantes pensar en esos bichitos nadando hacia mi ovulo y fertilizarlo.
Sam con toda naturalidad se volteó y quedamos culo con culo, igual como si estuviera con una perrita, al principio jaló un par de veces, luego se acostumbró a tenerme pegada a su pija que continuaba a expeler lefa caliente dentro de mi matriz, moví mi culo todas las veces que pude y con la ayuda de mis dedos me corrí una vez más, estaba dichosa de haberme entregada a mi macho y creo que él lo disfruto tanto como yo, porque una vez que su vergota resbaló fuera de mi panocha, se vino entusiasta a lamer mis labios mayores, introduciendo su lengua en mi vagina para limpiar y estimular mi chocho a contraerse y cerrarse, no permitiendo salir a su esperma de mi rebosante conchita.
Afortunadamente era sábado, no tenía que concurrir a la oficina, por haber sentido mis típicos dolores a mi bajo vientre, sabía que estaba en mi periodo de ovulación y esto me tenía más caliente de lo normal, estaba en periodo de fertilidad, estaba como una perrita en celo y me parecía genial poder dedicar todo el fin de semana a copular con mi recién desvirgado cachorro. Además, es lo que pretendía hacer desde un principio, coger con mi príncipe color chocolate.
Había dormido en el piso cerca de mi adorado, durante la noche él me había cogido un par de veces, me sentía un poco pegajosa, mis muslos estaban bañados en esperma canino, en mi locura me había masajeado semen sobre mis tetas, haciendo resbalar mis dedos en mis pezones, pero no me sentía sucia, por el contrario, me embadurne más de mi cuerpo con su lechita que escurría desde mi vagina extra llena, es así como debe ser debo oler al aroma de mí macho, así pensando me fui al baño a lavar mis dientes y luego de vestirme con una tuta de gimnasia, tomé la correa de Sam y me lo lleve al parque.
El sol claro de la primaveral mañana desparramaba uniformemente sus rayos sobre la naturaleza terrena, creando sombras deformes que variaban a medida que el astro rey se elevaba sobre las montañas, había gente variada haciendo footing en el parque y muchas señoras y chiquillas paseando sus mascotas, el más bello era mi Sam que se mantenía al lado mío a la misma velocidad de mi trote, me detuve a mirar un bello ejemplar de pastor alemán que paso junto a su ama, una rubia muy rubia para ser natural, pero de despampanante figura, inmediatamente me la imaginé abotonada a su pastor gimiendo y gritando su placer, me pase la correa de Sam entre mis muslos y la apreté hacia arriba haciéndola encajar entre mis labios vaginales y me refregué mi chocho hirviente, estaba mirando el culo esplendido de la muchacha cuando otro macho se vino a olfatearme, Sam le gruño e intento alejarlo, el Dálmata se alejó rápidamente con la cola entre sus cuartos traseros, afortunadamente mi Sam con su bozal no lo lastimó, pensé que era hora de irnos a casa, me fui trotando detrás de la rubia que se había alejado en la misma dirección nuestra.
La alcancé al ingreso de nuestro edificio, me sonrió y se presentó, Deborah su nombre, yo también le dije el mío y ella me dijo que su bebé se llamaba Dexter, yo le presenté a mi Sam que se fue a oler su entrepierna, mientras que Dexter se vino a olfatear mis partes pudendas, nos sonreímos ambas nerviosas y ella dijo —¡Uuff estos machos nunca tienen lo suficiente! … ¿no crees? — se me salió una carcajada y le dije —¡Ay querida tienes toda la razón! … — nos sonreímos más relajadas, ellas conteniendo a su Dexter y yo conteniendo con un poco de celos a mi Sam que insistía en querer oler a nuestra rubia vecina.
Deborah vivía tres pisos más arriba, hacía solo un mes que se había transferida al departamento y estaba de hace poco saliendo a trotar con su Dexter, nos intercambiamos nuestros números y ella me invitó a su apartamento, yo acepté pero le dije que tenía un trabajo atrasado y este fin de semana no me era posible, así que quedamos de llamarnos y programar para el próximo, yo lo único que quería era encerrarme dos días más con mi Sam, así que nos despedimos cordialmente con un beso de mejilla, mientras nuestros machos olían nuestras partes íntimas, los dejamos hacer por un rato mientras nos mirábamos a los ojos con malicia y picardía, cuando la puerta del ascensor se cerraba, Deborah abrió sus rojos labios y paso su larga lengua por ellos, me dejó pestañando como una boba, pero creí entender y también abrí mi boca para humedecer mis labios mientras me encaminaba moviendo mis flancos seductoramente hacia la puerta de mi departamento.
Ya dentro de nuestro nido de amor, le solté la correa y le quité su bozal, rápidamente él enterró su hocico en mi panocha por sobre mi pantalón —No querido … espera … espera … primero iremos a lavarnos un poco y luego mami estará lista para ti … — le dije cerrando mis muslos, él pareció entender y me lo llevé al baño, eché a correr el agua de la vasca y me desvestí, puse un poco de dentífrico en mi cepillo y me incliné a lavarme mis dientes, Sam vino por detrás y enterró su hocico en mi panocha, abrí mis piernas lo más que pude y me deje lamer, su lengua hacía maravillas desde mi conchita a mi culito, yo babeaba con mi boca llena de espuma y sin poder concentrarme en mi lavado de dientes, esa lengua caliente revolvía todos mis pliegues y mi cerebro obnubilado me hizo tirarme al suelo de rodillas y él me montó ahí mismo —¡Que locura, dios mío! — exclame en un balbuceo con sabor a pasta de dientes.
Mi adorado me empaló en un santiamén, al parecer había asimilado el como hacerlo y no necesitó de mi ayuda para penetrarme rápidamente, como las veces anteriores, él tenía la particularidad de meterme su miembro y su bola casi al mismo tiempo, se introducía profundamente en mi y no me causaba ni malestar ni dolor, solo un goce colosal, su bola se terminaba de inflar dentro de mi y comenzaba a estimular mis áreas eróticas en modo salvaje, comenzaba a correrme y a perder noción del tiempo y del espacio en que me encontraba, lo único que mi humanidad percibía era esa magnifica verga deliciándome, deslizándose y removiendo y recolocando, toda la rosácea piel de mi panocha, una follada sublime, me rendía a esas sensaciones y nada más podía distraerme, de tanto en tanto casi me borraba con mis orgasmos y el goce continuo hacía danzar mi culito y empujar hacia atrás y colaborar a ser culeada como una verdadera perrita golosa.
Nunca en mi vida pensé alguna vez de lograr estos maravillosos orgasmos, a veces me perturbaba que pudiese ser tan caliente, jamás hombre alguno me hizo sentir de esta manera, lo mejor de todo que me sentía genial, exuberante, esplendida, llena de vida y con ganas de gozar mi sexualidad que había redescubierto, no tenía que dar explicaciones a nadie, ni parecerle bien a nadie, ni intentar de agradar a nadie, mi Sam me tomaba así como me encontraba, babeando pasta de dientes y con mi cepillo sobre el embaldosado del baño, a propósito, tendré que comprar otro cepillo.
Mi Sam me hizo correrme con facilidad y luego de lo más normal se giro y quedamos abotonados, mi amorcito no me jaló ni nada, pacientemente espero esa quincena de minutos en que nos despegamos con un sonoro descorche ¡Plop!, se vino con su lengua maravillosa a acicalar mi panocha y yo tire la toalla al piso y me puse exhausta de espalda con mis muslos abiertos para él, luego me levanté y terminé de enjuagarme la boca, la pasta se había resecado en la comisura de mis labios y mirándome al espejo, me dije a mi misma —¡Que hermosa y caliente que eres! — sí, me sentía fantástica después de esta sesión de amor fabulosa.
Mi Sam se estaba limpiando su lustrosa verga, su maravillosa verga, hice sonar los dedos y él alzó su cabeza —¡Vamos chiquillo … tenemos que bañarnos! … — le dije y el se levantó de un salto y se metió en la vasca haciendo rebalsar el agua por los bordes, el agua tibia tibia recibió mi cuerpo y la sentí como un bálsamo, el ardor de mi piel fue apaciguado, mi pequeño se sentó como gozando de este elemento líquido, templado y agradable que acariciaba su pelaje, yo tomé la esponja, el shampo canino y comencé a lavarlo, otra de mis ocupaciones favoritas, sentir su cuerpo, su pelaje suave, enjabonar su pecho fuerte e imponente, hasta llegar al área genital que me hace juntar mis muslos y apretar los labios de mi conchita.
Lo lavé acuciosamente y a él le encantaba recibir toda esta atención, con la ducha teléfono terminé de quitarle el jabón y abrí el tapón de la vasca para vaciarla, rocié mis senos y mi Sam comenzó a pasar su lengua sobre ellos tratando de beber el agua y de paso provocar mis pezones que se pusieron durísimos, la cosa me excitaba sobre manera, lo hice salir de la bañera y lo coloque sobre la toalla que estaba en el piso y le puse otra toalla encima, mientras él se sacudía y mojaba todo a su alrededor.
Me sequé a la rápida, el se había sentado y lucía muy cómico con la toalla que lo cubría como una sotana de monje, me senté dejándolo entre mis piernas y procedí a secarlo, primero con la toalla y luego con el secador de pelo, su fino pelaje era estimulante y su aroma suave y embriagador, la puntita roja de su pene asomaba indiscreta de su funda, provocadoramente —¡Me la estás haciendo más difícil cariño … con esa cosita apuntando a mi conchita! —le susurré abrazándolo, su lengua en mi mejilla fue su única y categórica respuesta.
Me puse mi bata y nos fuimos a la cocina, le abrí una de sus latas preferidas de alimento, bien merecido se la tenía mi cachupin follador por esos superbos orgasmos que me había procurado, lo más dulce era su mirada halagadora, complaciente, afectuosa y tierna, si se pudiera describir en palabras esa cabeza un poco ladeada, el brillo de sus ojitos y la dulzura que emanaban, estaríamos describiendo el amor verdadero, puro y profundo, este animal me estaba adorando con su mirada y me hizo poner la piel de gallina sentir sus ojos sobre mí.
Me preparé una suculenta paila de huevos, varias lonjas de jamón serrano y me senté a desayunar, tenía toda la jornada para mí y mi aterciopelado e hirsuto amante canino, lo vi que se había echado en su cucha a dormir, mientras sorbeteaba mi chocolate con leche, mi pensamiento se fue a Deborah y su encantador pastor alemán, la imagine disfrutándolo por el fin de semana y pensé en llamarla, pero desistí recordando haberle dicho que no iba a tener tiempo, además, me pareció un poco intempestivo e inadecuado, pero pensé que hay que darle tiempo al tiempo …
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Me presentaré de nuevo, soy Giulia, hace un tiempito escribí un relato de mi aventura con Ringo, el pastor alemán de mi queridísima amiga Verónica, el cual me hizo probar las delicias de la zoofilia, me gusto todo lo que sucedió con Ringo y me decidí a buscar mi propia mascota, Verónica insistía que tenía que ser un pastor, pero yo me había empecinado en buscar un Retriver, así fue como encontré finalmente a Samuel, al cual llamaremos Sam.
Sam es un Labrador Retriver de color chocolate, si antes era adicta al chocolate, ahora lo soy más aún. Bueno, él es un joven ejemplar de nueve meses, fue amor a primera vista, es tan dulce que hasta la panocha se me derrite cuando me lame la mano.
Me dijeron que todavía no estaba maduro como para cruzarlo, que debería esperar al menos de cuatro a seis meses, así que siguiendo las recomendaciones de las varias guías que encontré en la web, me dedique a entrenarlo y que se acostumbrara a mí, a mis caricias, a mi desnudez y todas esas cachondeces, era como poder preparar al amante perfecto e ideal, estaba siempre excitada pensando a nuestros futuros encuentros, me enamoré y me dedique a él todo el tiempo que pude.
Sam pronto se acostumbró a mí, jugábamos todos los días y no paraba de aprender cosas junto a él, había diseminado juguetes por todo el departamento y se había encaprichado con un peluche de elefante que llevaba a todos sus lugares predilectos, él tenía su cucha, pero a veces yo le permitía de quedarse sobre mi cama y dormía junto a mí, en la mañana temprano lo sacaba al parque a trotar y que hiciese sus necesidades y también por las tardes teníamos una rutina similar, esto me ayudaba a mí a estar en forma estupenda, mi nalgas paraditas y duras, en resumen, un excelente estado físico, pero habían otras cosas que ocupaban mis pensamientos.
En la tarde, cada vez que regresábamos a casa yo me duchaba y él en el baño conmigo, muchas veces se metía en la vasca de baño, a veces sorpresivamente, así que una vez que se había mojado, yo procedía a bañarlo, me excitaba mucho enjabonar su barriguita y acercarme a la zona de sus genitales, invariablemente terminaba tan caliente y mojada que debía masturbarme mientras él lengüeteaba mis manos, mis senos, mi cara y me hacía cariñitos que me encendían hasta correrme como una putilla y quedar exhausta, pero él así chiquito no atinaba sexualmente a nada, la caliente era solo yo.
Casi al cumplir los dieciocho meses, una mañana antes de irme a la oficina, mi querido Sam estaba cerca del diván con su peluche de elefante y lo estaba montando cómo si se lo quisiera follar, el derrame en mi chocho empezó espontaneo e instantáneo, como si hubiesen abierto una fontana, desafortunadamente me tenía que ir a la oficina y pensé que lo mejor sería esperar a la tarde cuando volviera del trabajo, me fui corriendo al baño y me puse un támpax para bloquear mi anegada conchita, cuando caminaba mi chocho trepidaba y mi cabeza no hacía más que recrear la imagen de Sam follando su peluche.
La jornada de trabajo me pareció interminable, me masturbé dos veces en el baño de los ejecutivos y otra en el local donde bajé a almorzar, mi vientre estaba lleno de maripositas, en casa tenía a mi cachorro con ganas de follar y me venían esos viejos recuerdos con Ringo, pero Sam es virgen, él jamás ha sentido ni siquiera el olor de una perrita, excepto el olor de mi chocho que no le atraía del todo, ya que solo me paso su lengua un par de veces sin mucho ánimo la última vez que le acerqué mi panocha a su hociquito.
Tenía que regresar lo más rápido posible así que llame un Uber y me fui a casa, Sam me esperaba con su peluche de elefante, forcejee un poco con él y logré quitarle el peluche, tenía unas manchas y estaban húmedas, era la lefa de mi adorado Sam, su semen fresco estaba en el peluche, le tomé el olor y no me pareció nada mal, mi mente alocada y caliente me hizo pasarle mi lengüita, pero no encontré sabor alguno, Sam no terminaba de saltar y ladrar reclamándome su adorado fetiche, se lo entregué y él escapo a esconderlo.
Rápidamente me cambie de ropa y me puse una tuta de gimnasia, me lleve a Sam al parque para sus necesidades y volvimos de carrerita porque teníamos un importante asunto pendiente entre él y yo. Apenas cerré la puerta me puse a acariciarlo, poco a poco me fui hacia sus joyitas, el pelaje estaba con señas de humedad, pensé que era porque había orinado un par de veces, él se quedaba quietecito cada vez que yo exploraba sus partes pudendas, se había acostumbrado a ello, era parte de su entrenamiento, todo esto estaba en la guías que me había leído en internet.
Nos fuimos a la sala de estar y continué mi exploración, con calma y sin prisa, logré hacer aflorar la puntita de su pene aguzado y rosado, más blanquecino hacia la base donde se engrosaba un poco, ya habían comenzado a emanar algunas gotitas de pre-semen, mis manos se bañaban en estos exquisitos fluidos calientes, comencé a juntar su esperma en mi mano izquierda, mientras con la otra aferraba su miembro que continuaba a crecer, me llevé la mano llena de lefa a mi conchita y mezclé sus fluidos con los abundantes fluidos míos, me quité mis pantalones para estar más cómoda, esta primera vez tenía que gozarla a concho.
Sam tenía una expresión de tranquilidad absoluta, sus ojitos le brillaban, la mitad de su lengua pendía fuera de su hocico y su respiración era afanosa, con cortitos jadeos —Amorcito mío … te estás calentando con mami … ¿quieres hacerme tu perrita, tesoro mío? … — le susurraba entre dientes, mientras él me daba uno que otro lengüetazo en el rostro, al improviso él empezó a follar mi mano —¡Oh! cariño, me estás cogiendo mi manito … si amorcito cógeme así rico … si papito dale la lechita a mami … te he esperado tanto tesoro … — muy pronto convulsionó y se corrió con potentes chorros que no alcancé a recoger todo en mi mano, acerque mi chocho y recibí las ultimas gotas en mi encharcada panocha, luego sin poder resistirlo y respirando con profundos jadeos, me metí tres dedos en mi vagina y me masturbé hasta correrme a mares, él acercó su hocico a mi conchita que sufría los espasmos de mi orgasmo e hizo que me corriera una segunda vez más fuertes que la primera, casi quedé desmayada sobre la alfombra.
Sam acercó su hocico a mi chocho, yo ya no tenía ningún recato, ningún pudor, tampoco energía como para rechazar sus avances, primero lamió mi monte de venus, luego mis muslos chorreados de fluidos recibieron su húmeda lengua, no pude resistir y abrí mis muslos para él, era nuestra primera vez y lo estaba disfrutando, tantos meses de espera finalmente estaba obteniendo mi recompensa, su lengua separó mis inflamados labios vaginales y mi espina dorsal se encorvó cual si fuera una gran serpiente, me hacía contorsionarme de placer, mientras más lengüeteaba mi sexo, más estremecimientos golpeaban mi cuerpo, hasta que exploté en otro increíble orgasmo, fue el último que contabilicé, porque esa noche fue un desenfreno total entre Sam y yo, él era incansable y yo insaciable, era una perfecta perrita.
Le había hecho lamer mi panocha y mi culo, mis senos, mi cuerpo entero, yo le había mamado su increíble miembro y había bebido su semen hasta hastiarme, pero me faltaba aún completar este festín de sexo entre él y yo, mi concha no recibía un pene hace casi dos años y me estaba conservando solo para él, todas mis masturbaciones últimamente se centraban en él, tuvimos un breve descanso para reponernos, le preparé su escudilla y lo hice comer, bebió también una escudilla de leche, yo me refresque un poco bajo la ducha y me alimenté con queso, huevos, pan integral y leche especial con vitaminas, cuando regresé a la sala de estar, mi Sam se había adormecido, puse una mano en su lomo y él rápidamente se animó, como entendiendo que la juerga continuaba.
Mi mano derecha acariciaba sus orejas y mi mano izquierda se desplazaba lentamente hacia su peluda funda, recibí un lengüetazo suyo al momento que aferré su miembro, el me besaba como un avezado amante, mi adorado Sam me amaba como yo a él, entonces me acuclillé una vez más y se lo chupé para hacerlo salir más rápido, ahora estaba impaciente por copular con mi amante, me sentía pronta y deseosa, tenía todas mis ganas por él, Sam me montó apenas me puse en cuatro, y sus bríos se mostraban teniéndome muy apretada con sus patas.
Su verga luciente y mojada golpeaba mis muslos, luego mis nalgas, con mi mano acompañé su pene a mi vagina y eso fue el inicio de un bombeo continuo y frenético, me tiraba sobre su verga y jadeaba como desesperado, daba hasta una especie de pequeños ladridos de goce, su pene estaba dentro mi vagina y comenzaba a hincharse, a crecer, también su bola estaba dentro de mí, la sentí cuando me entró, no se había inflado del todo, comenzó a inflarse en mi interior, me pareció una maravilla, pues me recordé que a Ringo normalmente se le inflaba fuera de mi panocha y después luchaba y se esforzaba por metérmela, lo que me causaba in poco de dolor y de goce, en cambio mi Sam me había penetrada en una sola vez su pene y su bola, cuando esta última inició a hincharse, empecé a sentir que esas maripositas de mi bajo vientre se echaban a volar y el hormigueo en mi clítoris aumentaba.
Sam continuaba a cogerme con vigor y frenesí, me tenía al borde del orgasmo, me froté en círculos mi botoncito mientras palpaba el pene de él que nos mantenía unidos, bastaron pocos sobajeos para hacerme explotar en otro esplendido orgasmo y me sumergí en ese placentero mundo de lujuria desenfrenada que me causaba la inmensa verga de mi cachorro, él había disminuido su frenesí y comenzó a descargar su lechita dentro de mí, que maravilla dios mío sentir toda mi concha excitada y venir rociaba con interminables chorros y chorritos llenos de espermatozoos que te inundan tu útero fecundo, ya quisiera yo poder quedar preñada y darle perritos bebés a mi macho, pero sé que es imposible, pero nada nos prohíbe de fantasear y por instantes pensar en esos bichitos nadando hacia mi ovulo y fertilizarlo.
Sam con toda naturalidad se volteó y quedamos culo con culo, igual como si estuviera con una perrita, al principio jaló un par de veces, luego se acostumbró a tenerme pegada a su pija que continuaba a expeler lefa caliente dentro de mi matriz, moví mi culo todas las veces que pude y con la ayuda de mis dedos me corrí una vez más, estaba dichosa de haberme entregada a mi macho y creo que él lo disfruto tanto como yo, porque una vez que su vergota resbaló fuera de mi panocha, se vino entusiasta a lamer mis labios mayores, introduciendo su lengua en mi vagina para limpiar y estimular mi chocho a contraerse y cerrarse, no permitiendo salir a su esperma de mi rebosante conchita.
Afortunadamente era sábado, no tenía que concurrir a la oficina, por haber sentido mis típicos dolores a mi bajo vientre, sabía que estaba en mi periodo de ovulación y esto me tenía más caliente de lo normal, estaba en periodo de fertilidad, estaba como una perrita en celo y me parecía genial poder dedicar todo el fin de semana a copular con mi recién desvirgado cachorro. Además, es lo que pretendía hacer desde un principio, coger con mi príncipe color chocolate.
Había dormido en el piso cerca de mi adorado, durante la noche él me había cogido un par de veces, me sentía un poco pegajosa, mis muslos estaban bañados en esperma canino, en mi locura me había masajeado semen sobre mis tetas, haciendo resbalar mis dedos en mis pezones, pero no me sentía sucia, por el contrario, me embadurne más de mi cuerpo con su lechita que escurría desde mi vagina extra llena, es así como debe ser debo oler al aroma de mí macho, así pensando me fui al baño a lavar mis dientes y luego de vestirme con una tuta de gimnasia, tomé la correa de Sam y me lo lleve al parque.
El sol claro de la primaveral mañana desparramaba uniformemente sus rayos sobre la naturaleza terrena, creando sombras deformes que variaban a medida que el astro rey se elevaba sobre las montañas, había gente variada haciendo footing en el parque y muchas señoras y chiquillas paseando sus mascotas, el más bello era mi Sam que se mantenía al lado mío a la misma velocidad de mi trote, me detuve a mirar un bello ejemplar de pastor alemán que paso junto a su ama, una rubia muy rubia para ser natural, pero de despampanante figura, inmediatamente me la imaginé abotonada a su pastor gimiendo y gritando su placer, me pase la correa de Sam entre mis muslos y la apreté hacia arriba haciéndola encajar entre mis labios vaginales y me refregué mi chocho hirviente, estaba mirando el culo esplendido de la muchacha cuando otro macho se vino a olfatearme, Sam le gruño e intento alejarlo, el Dálmata se alejó rápidamente con la cola entre sus cuartos traseros, afortunadamente mi Sam con su bozal no lo lastimó, pensé que era hora de irnos a casa, me fui trotando detrás de la rubia que se había alejado en la misma dirección nuestra.
La alcancé al ingreso de nuestro edificio, me sonrió y se presentó, Deborah su nombre, yo también le dije el mío y ella me dijo que su bebé se llamaba Dexter, yo le presenté a mi Sam que se fue a oler su entrepierna, mientras que Dexter se vino a olfatear mis partes pudendas, nos sonreímos ambas nerviosas y ella dijo —¡Uuff estos machos nunca tienen lo suficiente! … ¿no crees? — se me salió una carcajada y le dije —¡Ay querida tienes toda la razón! … — nos sonreímos más relajadas, ellas conteniendo a su Dexter y yo conteniendo con un poco de celos a mi Sam que insistía en querer oler a nuestra rubia vecina.
Deborah vivía tres pisos más arriba, hacía solo un mes que se había transferida al departamento y estaba de hace poco saliendo a trotar con su Dexter, nos intercambiamos nuestros números y ella me invitó a su apartamento, yo acepté pero le dije que tenía un trabajo atrasado y este fin de semana no me era posible, así que quedamos de llamarnos y programar para el próximo, yo lo único que quería era encerrarme dos días más con mi Sam, así que nos despedimos cordialmente con un beso de mejilla, mientras nuestros machos olían nuestras partes íntimas, los dejamos hacer por un rato mientras nos mirábamos a los ojos con malicia y picardía, cuando la puerta del ascensor se cerraba, Deborah abrió sus rojos labios y paso su larga lengua por ellos, me dejó pestañando como una boba, pero creí entender y también abrí mi boca para humedecer mis labios mientras me encaminaba moviendo mis flancos seductoramente hacia la puerta de mi departamento.
Ya dentro de nuestro nido de amor, le solté la correa y le quité su bozal, rápidamente él enterró su hocico en mi panocha por sobre mi pantalón —No querido … espera … espera … primero iremos a lavarnos un poco y luego mami estará lista para ti … — le dije cerrando mis muslos, él pareció entender y me lo llevé al baño, eché a correr el agua de la vasca y me desvestí, puse un poco de dentífrico en mi cepillo y me incliné a lavarme mis dientes, Sam vino por detrás y enterró su hocico en mi panocha, abrí mis piernas lo más que pude y me deje lamer, su lengua hacía maravillas desde mi conchita a mi culito, yo babeaba con mi boca llena de espuma y sin poder concentrarme en mi lavado de dientes, esa lengua caliente revolvía todos mis pliegues y mi cerebro obnubilado me hizo tirarme al suelo de rodillas y él me montó ahí mismo —¡Que locura, dios mío! — exclame en un balbuceo con sabor a pasta de dientes.
Mi adorado me empaló en un santiamén, al parecer había asimilado el como hacerlo y no necesitó de mi ayuda para penetrarme rápidamente, como las veces anteriores, él tenía la particularidad de meterme su miembro y su bola casi al mismo tiempo, se introducía profundamente en mi y no me causaba ni malestar ni dolor, solo un goce colosal, su bola se terminaba de inflar dentro de mi y comenzaba a estimular mis áreas eróticas en modo salvaje, comenzaba a correrme y a perder noción del tiempo y del espacio en que me encontraba, lo único que mi humanidad percibía era esa magnifica verga deliciándome, deslizándose y removiendo y recolocando, toda la rosácea piel de mi panocha, una follada sublime, me rendía a esas sensaciones y nada más podía distraerme, de tanto en tanto casi me borraba con mis orgasmos y el goce continuo hacía danzar mi culito y empujar hacia atrás y colaborar a ser culeada como una verdadera perrita golosa.
Nunca en mi vida pensé alguna vez de lograr estos maravillosos orgasmos, a veces me perturbaba que pudiese ser tan caliente, jamás hombre alguno me hizo sentir de esta manera, lo mejor de todo que me sentía genial, exuberante, esplendida, llena de vida y con ganas de gozar mi sexualidad que había redescubierto, no tenía que dar explicaciones a nadie, ni parecerle bien a nadie, ni intentar de agradar a nadie, mi Sam me tomaba así como me encontraba, babeando pasta de dientes y con mi cepillo sobre el embaldosado del baño, a propósito, tendré que comprar otro cepillo.
Mi Sam me hizo correrme con facilidad y luego de lo más normal se giro y quedamos abotonados, mi amorcito no me jaló ni nada, pacientemente espero esa quincena de minutos en que nos despegamos con un sonoro descorche ¡Plop!, se vino con su lengua maravillosa a acicalar mi panocha y yo tire la toalla al piso y me puse exhausta de espalda con mis muslos abiertos para él, luego me levanté y terminé de enjuagarme la boca, la pasta se había resecado en la comisura de mis labios y mirándome al espejo, me dije a mi misma —¡Que hermosa y caliente que eres! — sí, me sentía fantástica después de esta sesión de amor fabulosa.
Mi Sam se estaba limpiando su lustrosa verga, su maravillosa verga, hice sonar los dedos y él alzó su cabeza —¡Vamos chiquillo … tenemos que bañarnos! … — le dije y el se levantó de un salto y se metió en la vasca haciendo rebalsar el agua por los bordes, el agua tibia tibia recibió mi cuerpo y la sentí como un bálsamo, el ardor de mi piel fue apaciguado, mi pequeño se sentó como gozando de este elemento líquido, templado y agradable que acariciaba su pelaje, yo tomé la esponja, el shampo canino y comencé a lavarlo, otra de mis ocupaciones favoritas, sentir su cuerpo, su pelaje suave, enjabonar su pecho fuerte e imponente, hasta llegar al área genital que me hace juntar mis muslos y apretar los labios de mi conchita.
Lo lavé acuciosamente y a él le encantaba recibir toda esta atención, con la ducha teléfono terminé de quitarle el jabón y abrí el tapón de la vasca para vaciarla, rocié mis senos y mi Sam comenzó a pasar su lengua sobre ellos tratando de beber el agua y de paso provocar mis pezones que se pusieron durísimos, la cosa me excitaba sobre manera, lo hice salir de la bañera y lo coloque sobre la toalla que estaba en el piso y le puse otra toalla encima, mientras él se sacudía y mojaba todo a su alrededor.
Me sequé a la rápida, el se había sentado y lucía muy cómico con la toalla que lo cubría como una sotana de monje, me senté dejándolo entre mis piernas y procedí a secarlo, primero con la toalla y luego con el secador de pelo, su fino pelaje era estimulante y su aroma suave y embriagador, la puntita roja de su pene asomaba indiscreta de su funda, provocadoramente —¡Me la estás haciendo más difícil cariño … con esa cosita apuntando a mi conchita! —le susurré abrazándolo, su lengua en mi mejilla fue su única y categórica respuesta.
Me puse mi bata y nos fuimos a la cocina, le abrí una de sus latas preferidas de alimento, bien merecido se la tenía mi cachupin follador por esos superbos orgasmos que me había procurado, lo más dulce era su mirada halagadora, complaciente, afectuosa y tierna, si se pudiera describir en palabras esa cabeza un poco ladeada, el brillo de sus ojitos y la dulzura que emanaban, estaríamos describiendo el amor verdadero, puro y profundo, este animal me estaba adorando con su mirada y me hizo poner la piel de gallina sentir sus ojos sobre mí.
Me preparé una suculenta paila de huevos, varias lonjas de jamón serrano y me senté a desayunar, tenía toda la jornada para mí y mi aterciopelado e hirsuto amante canino, lo vi que se había echado en su cucha a dormir, mientras sorbeteaba mi chocolate con leche, mi pensamiento se fue a Deborah y su encantador pastor alemán, la imagine disfrutándolo por el fin de semana y pensé en llamarla, pero desistí recordando haberle dicho que no iba a tener tiempo, además, me pareció un poco intempestivo e inadecuado, pero pensé que hay que darle tiempo al tiempo …
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