Los pesares de Giulia.

por
género
zoophilia

¡Hola a todos!

Hace un par de meses me pasó algo realmente increíble, en un principio pensé terrible y repulsivo, luego tuve que recréeme y cambiar radicalmente de opinión, ya verán porque, bueno, como no tenía a nadie con quien hablar abiertamente sobre el bochornoso incidente, me decidí a escribirlo en un pequeño relato.

Para empezar, me presento: me llamo Giulia, tengo 24 años y vivo sola en un pequeño apartamento en el centro de Santiago, Chile, en las cercanías del Parque Forestal, mido 1,65 m, tengo un cuerpo bastante bien proporcionado con grades tetas, mi cabello es largo y de color castaño claro con ojos verdes como los de mi madre.

Me había mudado a Santiago siguiendo mi adorado y amado novio con el cuál conviví un par de años, pero las cosas no salieron como debían, la capital tiene muchas tentaciones y él me cambió por otra, en resumen, todo se fue a la mierda.

Ese fatídico día me quedé en casa sin ganas ni siquiera de ir al trabajo, así que tire una licencia medica y no me sentía con ganas de relacionarme con el genero humano, sobre todo por el lado masculino, los odiaba a todos, mi amiga del alma, Verónica, al tanto de lo que me había ocurrido, me vino a hacer compañía por un par de días, ella llego acompañada de su leal mascota Ringo, un pastor alemán de tres años.

Yo soy amante de la naturaleza y me encantan todos los animales, el ver a Ringo me alegró el alma, además, que es muy cariñoso conmigo y muy bien educado, no ensucia nada, yo me puse a jugar con él, pero él es demasiado fuerte y en el tirar la cuerda, que era el juego que jugábamos, el terminaba arrastrándome y arrancando para que yo no lo pillara ni intentara quitarle el cordel, me gruñía, me daba empellones y eso a mi me distraía de mis pesares, estaba muy contenta con Verónica y Ringo.

El novio de Verónica trabaja de vendedor y recorre todo el país, ese fin de semana el se encontraba por coincidencias de su agenda en la capital, así que ella me pidió de quedarme con Ringo, ya que ella se encontraría con su novio, me reveló que estaba loca con ganas de follar y que a él le pasaba lo mismo, así que se iban a juntar por el fin de semana para hacerse pedazos.

La entendí perfectamente, pues yo hacía ya casi tres meses que me había separado de mi pololo y desde entonces mi chochito echaba de menos una buena pija, dura y tiesa, al pensar a Verónica teniendo orgasmos con su novio, más me encendió y a media mañana me fui a la ducha y me pajeé con un tubito de desodorante.

¡Bendita niña, cómo la entendía!

Yo en tanto, me estaba volviendo loca, mi chocho goteaba día y noche desde hace un tiempo y ahora pensando a mi compañera solazándose con una verga de verdad, había hecho que mi panocha se transformara en una fuente de fluidos continuos. Bueno, al fin nos quedamos yo y Ringo en casa, en el claustro, como un monje y una monja, condenados a no follar.

Mi amiga se había ido el viernes al atardecer y yo esa noche me masturbé al menos unas cinco veces, ya se me había hecho costumbre tener sueños eróticos y despertarme toda agitada y caliente, mi sueño recurrente era ser perseguida por un hombrón lleno de músculos, que finalmente me daba alcance y me destrozaba los vestidos, rasgaba mi tanga en mil pedazos, para luego sobajear su enorme verga en mi chocho y comenzar a forzar mi panocha, su pene no lograba penetrar mi estrecho chochito y todo ese refriegue me hacía correrme como una puta caliente, hasta despertarme toda sudada, agitada y más caliente que antes.

Me levanté como a las diez e inmediatamente me fue a la ducha, luego me sequé y toda desnuda me fui a la cocina a prepararme una café, los rayos de sol entran por la puerta y ventanal de la cocina y a mi me encanta sentir los rayos solares en mi piel.

Ringo apareció de repente y comenzó a dar saltitos para jugar, quiso saltar sobre mí, pero lo alejé por miedo a que me rasguñara con sus uñas —eres un crío malcriado … quieres jugar ¿eh? — le dije en tono de reprimenda, pero él solo me miraba y meneaba su cola —¿quieres dar un paseo por el parque? — él seguía meneando su cola y de pronto se alejó y volvió con la cuerda, así que jugué con él a tirar la cuerda, mis tetas bailaban de lado a lado, pero la enorme fuerza de él hacía que yo soltara la cuerda para no ser remolcada por la habitación, demasiado fuerte para mis exiguas fuerzas y energías.

Me senté a sorber mi café, de pronto el de debajo de la metió su nariz entre mis muslos, ya antes él lo había hecho, pero yo vestida por completo y no desnuda como ahora, nunca lo había sentido así, al instante, un escalofrío recorrió mi espina dorsal —Eres un granuja … perrito malo … no se le hace eso a la tía Giulia … — su única respuesta fue un resoplido y volvió a meter su nariz hasta mi panocha, un par de veces su lengua caliente rozó la entrada de mi vagina, parecía que a él le gustaba, mientras más lo empujada y lo rechazaba, con más fuerza volvía a meter su nariz en mi ingle.

Esta brega duro por largo rato, hasta que me di cuenta de que me estaba excitando y mojando toda, me parecía luchar con el hombrón que destrozaba mis vestimentas —Pero este es un perro ¿Cómo me puedo excitar con un perro? — pensaba un tanto contrariada, mi mente no aceptaba que un perro me hiciese sentir cachonda, me resultaba imposible y desquiciado.

—¡Basta ya! — le grité fuerte y traté de hacer que se sentara, para que se calmara, le sonreí y lo acaricié —Lo siento tesoro … no quería gritarte … pero no te estas comportando bien — le dije rasqueteándole la cabeza y las orejas y el hijo de puta se echó de espalda, mostrándome no sé cuántos centímetros de una pija gorda y filuda, como con una punta aguzada de color rojo con venas azules, brillante y mojada como mi chocho, los escalofríos volvieron a recorrer mi cuerpo, me sentí avergonzada y muy excitada.

Me sentí sofocada, lo que estaba pasando me horrorizaba, pero una parte de mí me mantenía con los ojos fijos en esa colorida verga, algo profundo y carnal, atávico en mi subconsciente, salvaje, instintivo, como un llamado de la naturaleza, macho y hembra, sentía una morbosa curiosidad, estaba llegando a la frontera, había un limite y me sentía con ganas de infringir ese limite e ir más allá, ver que pasa, de que se trata, nada más eso, somos solo yo y él, no hay testigos indiscretos, nadie lo sabrá jamás.

El torbellino de razonamientos en mi cabeza se estaba balanceando hacía el lado oscuro —Además, hace tres meses que no tengo sexo … — ese fue mi último pensamiento antes de bajar de la silla y arrodillarme al lado de él que continuaba de espalda con una expresión boba y divertida, comencé a acariciar su pelaje y poco a poco me fui acercando a esa reluciente polla, mi otra mano se fue a meter entre mis muslos y acariciar mi encharcada chuchita, al momento de rozar mi clítoris, aferré esa extraña verga roja que comenzaba a gotear y a bañar mi mano.

Mi concha estaba en llamas, estaba como poseída, en un trance hipnótico, la enorme polla pulsaba en mi mano, caliente y viscosa, grasosa y pegajosa, casi sin pensarlo me leve la mano a mi boca, el olor era fuerte, de animal, almizclado. El perro se puso de pie y volvió a meter su nariz y lengua en mi concha, otra vez traté de rechazarlo, pero sin convicción, me sentía como alucinada, mareada, intoxicada, pero muy excitada.

Su lengua se movía a una rapidez increíble introduciéndose en los pliegues de mi femineidad que goteaba a mares, se deslizaba con una destreza increíble en mi cavidad, a ratos prepotente y violento, luego con suavidad y ternura, parecía que conocía todos mis recovecos más sensibles y voluptuosos, improvisamente estalle en un orgasmo que me sorprendió por la rapidez, sonidos guturales y animalescos salían de mi junto a un afanoso jadeo.

Me mordía los labios mientras me sacudía bajo las descargas eléctricas de placer y goce, mi coño trepidaba —¡Ummhh, siiiiiiiiiii! — gemía con espasmos orgásmicos prolongados, pero mi lujuria estaba muy lejos de haber sido satisfecha, este maravilloso orgasmo me quito el poco de reticencia que aún había en mí, me sentí con una fiebre animal y prevalecía solo mi instinto, era un animal más.

Ahora me fije concienzudamente en la enorme pija de Ringo, me acerqué y estime unos veinticinco centímetros de carne caliente, un aguzado cilindro bañado de un líquido trasparente y resbaladizo, su lengua exploraba mi coño hirviente, me enderecé y acaricié su cuello, mis deseos de polla me hacían respirar entrecortado y con fatiga, el perro me lamió la cara y pude sentir el olor de mi concha en la saliva de su lamida, lentamente moví mi mano a su polla y él comenzó a follar mi mano, Ringo era mansueto y se dejaba acariciar, por mi mente paso la imagen de mi amiga haciendo lo mismo que estaba haciendo yo, porque era evidente que Ringo estaba acostumbrado a esta faenas, ¡la muy guarra!.

Se notaba que el animal tenía tantas ganas de follar como yo, pero yo no sabía cómo hacerlo, por un segundo pensé hasta en desistir, pero mi concha era un volcán que emanaba lava líquida, le agarré el enorme pene con mis manos y comencé a pajearlo, sus bolas grandes como mandarinas estaban caldeadas, aún ahora que pienso y escribo al respecto, mis calzoncitos se están humedeciendo, continué hasta que me vinieron ganas de chupársela, al igual que solía hacer con mi novio, fue toda una experiencia nueva, el perro no tiene glande, es liso hasta la base donde comienza a engrosarse, el sabor también era nuevo para mí, algo agrio, pero no estaba nada de mal, Ringo comenzó a moverse más rápido follando mis labios, justo en ese momento me volví a borrar, mientras hacía todas esas guarradas no cesaba de estimular mi propia conchita encharcada, casi me volví loca con el tremendo orgasmo que me hizo gritar, de puro instinto me puse a cuatro patas y llame a Ringo a montarme.

Este salto sobre mi espalda con la pija dura y tiesa hábilmente hizo centro y me la enterró toda de un viaje, pensé que me iba a salir por la cabeza, sus patas delanteras me aprisionaron con fuerza y él comenzó un mete-saca de miedo, estaba sintiendo la aguzada punta de esa verga golpeando el cuello de mi útero, la experiencia es inolvidable, aún cuando un poco aterradora, sentir ese enorme y poderoso animal poseyéndote con todas sus fuerzas, a merced de su desenfrenada lujuria animal.

Sus estocadas se hundían en lo más profundo de mi concha, me mordía los labios para no gritar tanto ni tan fuerte, estaba en medio a una locura, un frenesí, ya era demasiado tarde para arrepentirme, podía ver mis tetas que rebotaban al ritmo de las embestidas de mi macho, me agaché y pude ver la viscosa piel de su verga deslizándose entre mus dedos hacia adelante y hacia atrás, penetrándome profundamente.

Algunas lágrimas de placer y dolor resbalaban por mis mejillas, me sentía follada por una bestia primigenia, podía sentir su aliento en mi cuello y cerca de mi oreja, algunas gotas de baba bañaban parte de mi espalda, sus payas me retenían fuertemente pegada a su miembro, el ser cogida así tan violentamente me provoco otro orgasmo.

Podía sentir las pulsaciones de mi vagina con fuertes ondas de calor y placer en mi estómago, estaba exhausta tratando de reponerme de todas esas maravillosas sensaciones, cuando Ringo me tironeo con sus patas empalándome con más fuerzas, más firme, sus embestidas se hicieron un poco más lentas y profundas.

Algo inusitadamente duro comenzó a forzar el boquete de mi chocho empapado, poco a poco comenzó a entrar en mí, Ringo se quejaba y gruñía amenazadoramente, sentía que sus ancas se plegaban y empujaban, me estaba causando dolor, luego de un golpe seco, algo impresionantemente grande se deslizó dentro de mí y comenzó a forzar mi conchita al limite de sus posibilidades, su nudo estaba dentro de mí y se inflaba sin cesar, creí que me partiría en dos.

No sé si grité ni cuanto grité, pero esa sensación de dolor desapareció y esa esfera tocó mi punto G y me hizo colapsar en un orgasmo bestial, no sabía si moriría o me volvería totalmente loca, jamás en mi vida me había corrido así de fuerte, aún ahora tengo escalofríos al escribir sobre ello.

Poco después cuando pensaba que había terminado, Ringo comenzó a rociar su esperma en mis dilatadas paredes vaginales, una mezcla de humores calientes que me disparo otro orgasmo sensacional eran chorros que no terminaban nunca, espesos y ardientes, luego quedamos pegados sin ninguna posibilidad de despegarse, lo siguientes quince o veinte minutos, nos mantuvimos unidos por nuestros sexos, sin saber cómo, su pija resbalo fuera de mi concha, sentí su semen y mis fluidos bajar por mis muslos, me arrastre a la silla y me quedé dormida.

Me desperté un par de horas después entumecida y satisfecha, no lograba dimensionar lo que me había sucedido, hasta que vi el enorme animal durmiendo junto al sillón, todavía sentía ricas sensaciones en mi cuerpo, pero no sabía si había sido una especie de sueño o una alucinación, una alteración momentánea de mi mente al sentirme todos estos días tan cachonda, instintivamente pase mis manos por mis muslos, mi coño seguía caliente e inundado de mis humores y la esperma de Ringo.

Me senté confundida sin dar crédito a las evidencias, me quedé sin pensar en nada, no quería convencerme de mi depravación, aturdida y avergonzada me fui a la ducha, totalmente desnuda vi mi reflejo en el espejo, todas mis caderas, muslos y parte de mis nalgas estaban cubiertos de rojizos arañazos —¡Oh, dios! … tengo que cortarle las uñas a ese perro … — pensé, luego revisé mi vagina y estaba un poco inflamada, para observar mejor puse un pequeño espejo entre mis muslos y la abrí con mis dedos, al parecer estaba bien, a pesar de la enorme pija de Ringo que me había dilatado a limites insospechados, mientras el agua bañaba mi sufrida piel, pensaba en lo que había hecho, cuando salí de la ducha, vi la figura de Ringo mirándome fijamente.

Al atardecer, lleve a Ringo al parque Forestal y mientras caminaba bajo los apacibles y frondosos árboles, no dejaba de pensar en lo que habíamos hecho juntos, había otras chicas que paseaban sus mascotas y me preguntaba si también ellas hacían lo que yo y Ringo habíamos hecho esta mañana, no supe encontrar una respuesta.

—¿Qué pasaría si nuestros cachorros pudiesen hablar? … — sentí un poco de rubor en mi rostro, mientras caminaba de retorno a mi departamento, decidí que no debía sentirme culpable por lo que había pasado, no tenía ningún sentido, pero pensando a esa gran pija dentro de mi chocho, me hizo volver a sentir una gran excitación, apenas llegamos a casa, me desnudé, me puse una remera gruesa y le puse calcetines a Ringo y nos dedicamos a follar todo el fin de semana, dormí con él en mi cama, casi se me cayeron las lágrimas cuando Verónica volvió y dijo que regresaba a su casa y se llevaría a Ringo, quedó un gran vacío en casa, ahora estoy pensando de comprarme mi propia mascota, todavía no me decido por cual raza, pero adoro los Retriver, cuando me decida les contaré al respecto, por ahora no me queda nada más que masturbarme sola, sola en mi gran cama.

Estoy segura de que hay más chicas como yo, que han tenido la misma experiencia, siéntanse libres de ser ustedes mismas, no hay nada de que sentirse culpables, es demasiado rico hacerlo, jamás se arrepentirán, en el fondo también el ser humano es un animal, hay un dicho que dice “Si a nadie dañas … nada temas”.

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luisa_luisa4634@yahoo.com

escrito el
2021-08-11
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