Aromas de mi hija.

por
género
incesto

Soy viudo, tengo cuarenta y dos años, vivo solo, soy mecánico y tengo un taller en el sector poniente de la ciudad, mi hija casada con un oficial de la marina vive en el sector oriente, me llama un día preocupada y me dice que se le echó a perder la lavadora y no sabe que hacer. Yo no entiendo nada de lavadoras, pero me comprometo para ir a verla y eventualmente llamar un técnico que la repare.

Mi hija es un retrato hablado de mi fallecida mujer, debo admitir que me causa extraños sentimientos mixtos de amor paternal y amor carnal. No es muy alta, pero su cuerpo es armoniosamente hermoso, me dice que está embarazada de unas ocho semanas, no se ve nada de panza todavía, estoy contento por ella, pero me trae recuerdos de cuando mi mujer se embarazó de ella. Me pedía que la follara durante días enteros, estaba desatada como una ninfómana, gracias a mi juventud pude con ella sin problemas, fueron deliciosos momentos vividos con su madre. Ahora me pregunto si ella sentirá los mismos deseos de su madre y mi miembro revive bajo mis boxers.

Por trabajo, su marido está ausente por largos periodos. Un día mientras almorzábamos a casa de ellos, le pregunté cómo era posible que dejara sola a una mujer tan linda como mi hija. Me respondió de que ella lo conoció como marino y una esposa de marino sabe como resolver todas esas situaciones, además, no la dejo totalmente sola, mi hermana se encarga de visitarla a menudo y para otras cosas, le traje desde el extranjero algunos juguetes que ella aprendió a usarlos rápidamente, se acercó a mi y me guiño un ojo.

La posibilidad de que mi voluptuosa hija se desnudase y se masturbara con quizás cuales artilugios mecánicos, me llevaba irremediablemente a masturbarme como un poseído. Eran fantasías difíciles de controlar, la imagen de su pequeño coño peludo lleno de vergas azules, rojas o negras, con una mano frotando su clítoris, eran una estimulación muy potente para mí.

Sé que tiene el coño peludo, porque la pasé a visitar una vez que me toco ir a dejar un vehículo apenas reparado cerca de donde ella vive, me abrió sorprendida, su marido ausente, llevaba la parte superior de un bikini y abajo un pareo de color claro y traslucido, la manta de vellos obscuros en su pelvis era claramente visible. Me sirvió un refresco, aproveché de pasar al baño y me fui de regreso a mi taller. Esa imagen suya con esa enredadera de vellos obscuros en su entrepierna me persiguió por algunos meses.

Llegué ese sábado temprano a su casa, invariablemente estaba sola, me recibió vestida con unos ajustados leggins grises que enmarcaban todos los contornos regordetes de sus labios vaginales, inmediatamente subió la presión de mi pija en mis boxers ¡¡Pero es mi hija!! Así que con mucha fuerza de voluntad me controlé y ella me condujo al baño donde estaba situada la lavadora.

La imagen de su coño embarazado se apoderó de mi mente y mi erección comenzó a darme molestia bajo mis pantalones, el bulto era más elocuente que mil palabras, mi subconsciente hacía sonar trombas y tambores de guerra sexual. Traté de mantenerme de espaldas a ella para ocultar el bulto en mis pantalones.
—Está es la porquería que ya no funciona y no sé que le ha sucedido, papi …
Resta erguida con sus piernas ligeramente abiertas y los labios de su chocho separados por la estrecha prenda de vestir.
—Bueno … dime cuál es el problema …
—Ahora te mostraré …
Se gira y se agacha mostrándome la lavadora, no puedo dejar de admirar sus redondas nalgas y sus muslos exquisitos, la ajustada prenda está incrustada en medio a sus glúteos que me parecen unos invitantes cojines donde apoyar mi cabeza y adormecerme, podría meter mi nariz en medio a esos dos globos e inhalar el aroma de mi hija.

Desde el estéreo se escuchan los sones de Daddy Yankee queriendo más gasolina, jamás entenderé ese pegajoso estribillo, pero tiene ritmo y eso no se puede negar. Vuelvo a concentrarme en el culo de mi hija mientras ella me muestra las funciones de la lavadora, la que parece no funcionar correctamente.

Se gira a mirarme y me sorprende mirando el baño.
—¡Oh!, papá … esta todo en desorden … lo sé … pero con la lavadora mala no he podido lavar y ordenar este desastre … ¿puedes perdonarme? …
Miro las prendas esparcidas al lado del aparato roto. Camisetas, sábanas, fundas, toallas, algunas blusas y un tesoro enterrado en medio a esa pila, las bragas de mi hija con algunos sostenes, mi ojo experto inmediatamente los detecta. Hay de varios tipos, muchos de ellos de simple algodón, colores blancos, negros, rojos, algunos con dibujos de animalitos, otros con florcitas, otros con bordes de fino encaje, también unas diminutas tangas que imagino no cubran todo el coño de mi hija, también hay un par de calzones blancos pasados de moda.

Me viene de pensar que ésta es una obra deliberada de ella, quizás quiera probarme, pero luego desecho la idea, probablemente ni siquiera se ha dado cuenta de la deliciosa trampa en que me ha metido. Su rostro se ruboriza cuando me ve observando la variada cantidad y modelos de sus calzones. Verosímilmente no pensó que sus bragas pudiesen tener algún atractivo para mí, tampoco pensó que me pudieran molestar, pensó que quizás me habrían resultado del todo indiferentes. Llama mi atención diciendo:
—Mira papi … el cordón está enchufado … pero giro el rotor para accionarla y no sucede nada … ¿ves? … no hace nada … no sé que le sucede a esta cosa …
Me siento en el suelo más que nada para ocultar mi erección, abro la caja de herramientas y le pido de desconectar el aparato para revisarlo, ella lo hace y me dice:
—¡Ay!, papi … tengo la olla puesta y estoy cocinando … ¿puedes quedarte solo? …
—Pues anda a cocinar … yo me las puedo arreglar aquí con el aparato este … pero no te puedo garantizar de que lo repararé …
—Papi, no te preocupes … el hecho de que estés aquí para ayudarme ya es una cosa valiosa …
Sale del baño girando su abultada panocha y meneando rítmicamente los glúteos de su culo redondo y firme, la escucho alejarse hacia la cocina. Ahora estoy solo en el baño. Mi atención se centra en el montón de ropa usada, me tiemblan las manos cuando alcanzo esos calzones blancos de antaño, son suaves y seguramente abrigadores en invierno, su madre usaba unos parecidos, recojo una pequeña tanga roja, no tiene una parte trasera, solo un hilo, me falta el aire cuando me las llevo a mi nariz, olisqueo la parte que va sobre su carnoso chocho, un perfume embriagador, luego tomo unas bragas con dibujos de Hello Kitty, me sonrío al pensar de que yo se los regalé algunos años atrás antes de que se casara. Son de puro algodón, las abro ante mis ojos para mirarlas bien y las acerco a mi rostro, me concentro en la entrepierna, una parte ancha de tela que imagino a estado en contacto y acariciado el peludo coño de mi hija, rozo esa parte en la punta de mi nariz, tímidamente aspiro el olor y no huelo nada, solo la tela, quizás los uso con alguna toallita higiénica que separaba su labia vaginal de la tela de la prenda, me fijo mejor y no hay ningún seño ni marca que muestren que ha sido usado, rápidamente lo descarté y tomé otro.

El de rayas verticales celestes y blancas me llamo la atención, toqué inmediatamente el centro de la entrepierna, tenía algo reseco, quizás los fluidos de mi hija han empapado el algodón y luego se han secado, los miro detenidamente y observo un descolorido halo amarillento, tal vez gotas de pipi, quien sabe donde ella habrá hecho pipi, pudiera ser al aire libre, escondida detrás de unos arbustos para que nadie la mirara, o de urgencia en un bar maloliente donde algunos bizarros beodos se deleitaban con las formas de su culo y sin tener una toallita higiénica para secar su labia vaginal chorreante, acerco cautelosamente la prenda a mi nariz. ¡Oh!, sí, ahí está, es el olor de mi hija. Sus mucosidades y su meada han dejado trazas de aroma de su exquisito perfume de mujer. Es un olor fuerte, como el de su madre. Inhalo una y otra vez, mi cabeza comienza a girar en éxtasis y mi verga toma dimensiones descomunales. Jadeo con nerviosismo gustándome este coctel de aromas, me parece que todo el universo huele a ella, mi aliento acalora la tela y el aroma tiende a liberarse más fuerte y a disiparse en el ambiente. Por un momento me viene la idea de robársela y llevármela conmigo, pero al cabo de un rato el olor de su pipi se desvanece y se mezcla con otros olores indefinidos. Mí polla está que explota. El olor del coño de mi hija queda impreso en mi cerebro. Quiero mirar su cara sintiendo todavía su aroma en mis fosas nasales.

Me guardo las bragas en mi bolsillo y voy hacia la cocina. Escucho el ruido que ella hace con los trastos de la cocina. Asomo solo mí cabeza en la puerta de la cocina:
—Hija … me olvide de traer un alicate … ¿tienen alguno por ahí? …
Mis dedos estrujan las bragas con la esencia de pipi de mí hija, miro su rostro angelical, sus cabellos claros, su cálida sonrisa, sus grandes ojos verdes, su vientre ligeramente inflado
—Papi … mi marido tiene una caja de herramientas en nuestro dormitorio … en el ropero … busca allí … y no digas nada por el desorden … ¿ya? …
Su voz suena alegre y dulce, el olor a su coño aún persiste en mi nariz, acaricio en mi bolsillo sus bragas manchadas con sus fluidos, es mi hija, estoy unido a ella con mi sangre y mi verga continua a crecer.
—Está bien, hija … buscaré allí …
Voy al dormitorio matrimonial de mi hija y realmente me encuentro con un desorden, hay calcetas, medias panty y de las otras, negras y rojas, de red y lisas, inmediatamente saltan a mi mente las imágenes de mi hija desnuda con su panocha hirsuta húmeda de fluidos vistiendo esas medias a medio muslo, preciosa, simplemente preciosa. Continúo tratando de no pisar nada, pero es casi imposible, salto sobre un sostén viola y casi piso unos leggins negros, también está el pantalón de su pijama abandonado sobre la cama sin hacer. ¿Otra deliciosa trampa? Sin pensarlo dos veces tomé el pantalón de pijama y toque su entrepierna, está húmedo, lo viro y lo huelo, está ligeramente amarillento ¿Una meada nocturna? ¿Tal vez de hoy al amanecer? Me acerco a la ventana para observarlo a la luz del día, no está solo húmedo, también tiene restos de su mucosidad vaginal. Hundo mi cara en esa entrepierna de género de algodón, su olor es similar al de las bragas, también olisqueo la parte trasera y hay un leve olor a su culo, imagino su engurruñado agujero mal oliente, pero lo ignoro, me concentro en el olor de su panocha, mi verga casi se escapa de mis pantalones, me gustaría correrme ahí mismo, esparcir mi esperma sobre sus fluidos y meadas, pero tengo que volver al baño, no puedo arriesgar que me descubra en estas perversas prácticas.

Dejo el pantalón de su pijama más o menos como lo había encontrado, busco las herramientas en el armario, están en una clásica caja de herramientas, pero me llama la atención una caja de cartón con algo llamativo de color rojo, son los juguetes de mi hija, hay tres consoladores, uno muy rojo, uno negro y otro color carne. Huelo la caja y vuelven mis fosas nasales a percibir el olor de mi hija y el olor plástico de los juguetes ¿Cuál usara más a menudo? ¿Sera el negro su favorito? ¿Tal vez el rojo que parece más largo, suave y maleable? Rápidamente tomé la caja de herramientas y escapé hacia el baño con el respiro jadeante y mi pene vibrando a toda fuerza dentro de mis boxers.

De regreso al baño desatornillo la tapa posterior de la lavadora para hacer ver que estoy haciendo algo de verdad y ella no sospeche nada, pero la lavadora me importa un comino, solo que en mi afán de hacerlo rápido, no sostengo firme la cubierta y esta cae al suelo estrepitosamente, la recojo y la apoyo en la bañera. Respiro con un suspiro de alivio y vuelvo a hurguetear entre la ropa sucia de mi hija, recojo las sensuales bragas negras con encaje bordado y con aberturas laterales. Una insoslayable rayita blanca es el mudo testigo de que el coño de mi hija estuvo realmente aprisionado por esa delgada tela trasparente, ha dejado una huella indeleble, no sé que cosa es, quizás semen de mi yerno, ella calzó sus bragas justo después de haber sido follada por él, o quizás sea solo fluido corpóreo de su ciclo en una jornada inusualmente agitada. ¿Quizás en el transporte publico ha visto a alguien que la ha hecho calentarse hasta el limite de humedecer sus bragas con fluidos? Pero en esas ajadas bragas negras, suaves y eróticas, hay indudablemente un puto reguero de sus secreciones, las acerco a mi rostro y antes de lamerlas, las huelo en delirio y fascinación. ¡¡Maldición!! ¡¡Cuánto me gusta oler las bragas de mi hija!! Tal cual lo hacía con mi mujer en esos días en que ella menstruaba, que olor más avasallador ¡¡Mi Dios!! Vuelvo a imaginar el coño peludo y mojado de secreciones de mi hija, cierro los ojos y me impregno de su olor, en mis sienes retumba la orden ¡¡Chúpalas!! ¡¡Muérdelas!! La idea de pasar mi lengua por el sitio donde ha estado el suave coño peludo de mi hija me vuelve loco. Estoy fuera de mí, mi razón obnubilada completamente.
—¡¡Papi!! … Pero ¿¿Qué diablos estás haciendo?? …
Absorto en mi perversión, no escuche que mi hija entraba al cuarto de baño y me sorprende con sus bragas bajo mi nariz. Me siento paralizado. Quisiera ser invisible. Me gustaría convertirme en el capitán James Tiberios Kirk y desvanecerme en el aire como en “Viaje a las Estrellas”. Pero estoy aquí como un bobo olfateando los calzones de mi hija. Me mira estupefacta con una mano cubriéndose la boca escandalizada y su concha hinchada bien apretada por los leggins grises.
—¿Qué? … Qué, ¿qué estoy haciendo? …
No la oí llegar, está descalza con una cuchara de palo en su mano y una ensaladera en la otra, sus ojos desorbitados me observan. Quisiera fuese una película cómica y decir algo hilarante y hacerla reír, algo que haga olvidar este mal rato. Pero sus ojos acusadores están sobre mí implacables y su coño apretado parece que me apunta directamente a los ojos.
—¡Emh! … Hija … Bueno … yo …
—¿Has estado oliendo mis bragas? … ¿Estas enfermo? … ¡¡Pareces un adolescente!! …
Me siento un cretino con sus bragas negras aun pendiendo en mis manos, miro su preciosa figura enmarcada por la puerta. Permanezco en silencio, no tengo ni encuentro palabras para excusarme, restamos inmóviles a mirarnos con suspicacia, como dos felinos preparados para un ataque o una escapada. Pero no había escapatoria posible. ¿Qué hacer? ¡¡Mi Dios!! Mi cabeza estaba en blanco, no pensaba en nada, absolutamente en nada, pero instintivamente levanté sus bragas negras, estiré la parte acolchada que protegía su coño, esa con las manchas blancas, saqué mi larga lengua y las lamí. Mirándola intensamente a los ojos lamí sus bragas delante de ella, parsimoniosamente pasé mi lengua sobre esas manchas de fluidos. Mis ojos recorrieron su cuerpo y se centraron en el montículo protuberante de sus labios vaginales hinchados y apretados por los leggins. De pronto su mirada se relajó y se echó a reír.
—¡Mira lo que vengo a descubrir! … Mi padre oliendo y lamiendo mis bragas … ¡Válgame, Dios! …
La tensa situación había de pronto desaparecido.
—¿Has hecho alguna otra porquería? … ¿Te has masturbado con ellas? … mira que no quiero embadurnarme los dedos con tu semen …
—Bueno … creo que tu lavadora está jodida … no tiene arreglo …
Digo eso e inmediatamente me arrepiento. Qué respuesta más estúpida y absurda. Aún tengo sus bragas en mí mano y mi polla dura como palo.
—¡Ah! … y yo preocupada por el ruido … pensé que te habías hecho daño …
—Hija … no sé qué decir … vi tus bragas y me enceguecí … es mi debilidad … si tu madre estuviese viva podría confirmártelo … Bueno, quizás no hubiese sido algo muy liviano de explicar … pero hacía años que no lo hacía … bueno … lo hacía solo con tú madre y … y tú te pareces tanto a ella … eres hermosa y sensual como tú madre …
—Papi, no te preocupes que tu secreto está seguro conmigo … quizás debería sentirme halagada al compararme con mamá … pero en parte todo esto es culpa mía … yo contribuí a que esto sucediera … pero jamás imagine encontrarte con mis bragas en tu nariz … en mi ropa sucia … ¿No te dan arcadas? … ¿No te da asco o nauseas? …
—No … a decir la verdad, me gusta … por desgracia … pero no es nada de personal … no son específicamente tus bragas … pueden ser las de cualquier mujer …
—Y, ¿En cual de mis bragas has encontrado un olor que te haya gustado más? …
—En todas … la tanga roja … esas con líneas verticales … las maravillosas negras que tenían un poco de tus fluidos resecos … esas de Hello Kitty no encontré trazas de ti, no sé por qué …
—¿Cuáles? … ¿Esas con la gatita? …
—Sí, esas mismas …
—¡Ah!, pero esas las cuido como hueso santo … son un regalo tuyo … cuando las uso me pongo una toallita higiénica para que no se destiñan … ¿sabes que la orina hace desteñir las bragas? …
—Sí, lo sé …
—¡Ah! … a propósito de orina … bueno … tu sabes … con mi embarazo, tengo frecuentes deseos de orinar y había venido a pedirte que me dejaras hacerlo …
—Por supuesto, hija … ahora salgo …
—¡Ah!, papi … y no te preocupes … no diré nada a nadie …
—Gracias, hija … pero si se lo dices a alguien … di que estaba borracho …
—¡Uy! … tengo un papá pervertido … ¡Qué divertido! … ja-ja-ja … ahora papi, ¿me dejas orinar? …
—Pues cierto … sí, claro … vale … ahorita salgo …
Sin más me dirigí a la puerta, pero dada la estrechez del cuarto, la lavadora medio desarmada, la pila de ropa de lavar, pasé junto a mi hija y mi verga endurecida tocó su cadera derecha, ella dio un respingo, no dijo nada, pero de que la sintió, la sintió. Yo me estremecí y casi me corro ipso facto. Ella se quedó allí en silencio e inmóvil, cómo pensando que hacer, luego se movió hacia adelante y cerró la puerta tras ella. Me quedé de pie junto a la puerta embobado.

La escuche preparándose para orinar, la imagino bajándose los ajustados leggins, el sonido del asiento del inodoro, baja sus bragas (¿De qué color serán?), se sienta, luego viene ese trino celestial, un preludio de acústica perfecta, el chorro de orina que sale de su coño lleno de vellos se transforma en una sinfonía a mis oídos, gota a gota, chorrito a chorrito, es música del paraíso para mi verga que vibra con esos acordes divinos, después se detiene y me habla:
—Papi … ¿deveras no te repugna la idea de mi orina? …
—No, hija … no me provoca ninguna tirria … me vuelve loco … sé que soy un cerdo … muy educadito y de buenas maneras … pero un cerdo al que le gusta el olor a pipi …
—Entonces abre la puerta y entra …
No lo puedo creer, en una fracción de segundo abro la puerta y me la encuentro sentada en el inodoro, apoya sus codos en sus muslos, sus bragas blancas con una halo amarillento en el centro están arremangadas en sus tobillos, los vellos de su coño son visibles. Me quedo esperando que tenga que decirme:
—Entonces eres un cerdito … pero muéstrame que tanto … si te dijera que pongas la mano ahí abajo mientras meo ¿eso no te daría asco? …
No le respondo absolutamente nada, solo me arrodillo lentamente y meto mi mano entre sus piernas dentro del inodoro. Sus ojos brillan, nos miramos y veo que ella está nerviosa, no sabe si reírse o qué. Entonces un tibio chorrito me baña la mano. Un goteo continuo y cálido sale de su coño melenudo y salpica mi mano para luego caer en el agua. Muevo mis dedos como acariciando su orina templada, la habitación se llena de su aroma. Cuando caen las últimas gotas, me atrevo a estirar un dedo y tocar los labios de su coño, están mojaditos.
—¡Guau! … ¡Quien lo hubiese dicho! … ¿Te gusto? …
—¡Oh!, hija … estoy encantado … mira lo feliz que me has hecho …
Me levanté y le hice notar el enorme bulto de mi pija enjaulada en mis boxers, ella pasó su mano sobre la tela acariciando mi verga endurecida.
—¡Uy! … como está duro, papi … y ahora, ¿Qué hacemos? …
—No lo sé tú … pero yo me iré a casa a descargarme toda esta tensión …
—¿Te vas a ir a masturbarte? …
—¿Y tú qué crees? …
—Papi, mi marido hace dos semanas que está en ejercicios navales con los americanos y no regresará hasta fin de mes …
—¿Es eso mucho tiempo para ti? …
—Papi … me estoy volviendo loca … tengo unos deseos locos de follar … mis hormonas han enloquecido con este embarazo y me masturbo hasta cuatro veces en el día … por eso la casa está tan desordenada …
—¿Con tus juguetes? …
—¿Y tú cómo sabes que tengo juguetes? …
—Estaban al lado de la caja de herramientas … y olían deliciosos …
—¿Has olfateado también aquellos? …
—¿Y qué querías? … Estaban ahí …
—Papi … te estoy diciendo que estoy sin marido y con ganas de follar … pero no con los juguetes …
—¿Quieres decir? … haber … ¿Qué quieres decir? …
—Que me podrías ayudar … ya no puedo embarazarme más … pero tengo ganas … tu sabes …
—Qué tu dices … ¿Tú y yo? …
—Sí, papi … Sí …
Bueno, ese día ya no me fui más para el taller.

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escrito el
2022-11-02
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