Ideas con mi hijo.

por
género
incesto

Me llamo Carolina, tengo treinta y nueve años, soy delgada y rubia, pero mi color natural es castaño claro. Tengo ojos verdes y tez muy clara, mis senos siempre han sido grandes y como di a luz un niño, mis caderas se desarrollaron bastante, soy curvilínea. Mi esposo dice que me mantengo muy bien y él sabe cómo tratarme, por lo menos eso es lo que yo pensaba hasta cuando mi hijo llego a su pubescencia.
Comencé a tener ideas con él, todas de carácter sexual. Deseaba a mi hijo y era mi secreto más recóndito. Tiene quince años y no se da cuenta de cuanto lo deseo. Se llama Luis, es mucho más alto que yo, tiene cabellos oscuros como su padre y obtuvo de mi el color de sus ojos y su piel clara como la leche. Estos deseos incestuosos se me declararon cuando descubrí que mi esposo me engañaba. No quiero a otro hombre, pero tengo que pagarle con la misma moneda pensé, en eso entró mi hijo a casa que venia de su partido de futbol, un poco chascón y sudado, mis bragas se comenzaron a mojar en ese preciso momento, supe que tenía que ser él.
Un sábado que mi esposo me dijo que debía trabajar, cosa que no le creí. Me quedé sola en casa con mi hijo y decidí hacer algunos movimientos. Me fui a la cocina con mi negligé negro trasparente a preparar el desayuno para él y para mí. Bajo mi delgado camisón de noche, portaba solo una tanga minúscula. Mis senos bamboleaban libres de lado a lado mientras me movía por la cocina, en eso entró Luis y me sentí un poco defraudada cuando casi ni me miró, por un momento pensé que era muy joven y ciertos impulsos todavía no los tenía. Alegremente me saludó:
—¡Hola, mamá! … ¿cómo estás? …
—Bien … ¿Qué vas a desayunar, hijo? …
—Mami … cualquier cosa tu hagas, será exquisita para mí …
Sin decir nada más se sentó a la mesa frente al mostrador donde yo me encontraba a preparar algunos panecillos de jamón y queso derretido, más algunos dulces del día anterior. Cómo necesitaba sacar una bandeja, inconscientemente levanté mis manos para alcanzar el estante más alto, mis blancas nalgas quedaron expuestas a los ojos de mi niño, al parecer esta vez él reaccionó a la vista de mis posaderas desnudas, lo vi moverse irrequieto en su silla y sus mejillas se ruborizaron vistosamente, me acerqué hacia él haciendo que mis tetas se mecieran en mi pecho y sus ojos se abrieron sorpresivamente observando mis masas mamarias a centímetros de su rostro.
—Ten, hijo … come todo lo que quieras … te amo …
Le dije sirviéndole el desayuno, estaba silente, pero sus ojos no cejaban de mirar mis pezones que se habían endurecidos contundentemente sintiendo su insistente mirada.
—Gracias, mami … yo también te amo …
Finalmente respondió moviendo sus manos torpemente para acercar el tazón de café.
—¿Tienes algo que hacer el día de hoy? … voy a necesitar algo de ayuda …
Le dije sentándome frente a él con mi taza de aromático café caliente.
—Bueno … teníamos que jugar un partido, pero con este aguacero … creo que tendremos que anularlo …
—¡Genial! … tengo una tarea para ti … luego te diré de que se trata … come tranquilo …
—¿Tomará mucho tiempo? …
—Sí … puede ser … pero confía en mí … estoy segura de que te gustará …
Le dije mordiéndome el labio inferior y dándole una significativa mirada, sus ojos no perdían ocasión de mirar mis sinuosidades. Después del desayuno, me vestí y bajé al almacén de la esquina a comprar algunas vituallas. Cuando regresé le encontré jugando con su consola, me acerqué a él y girando frente a él le pregunté:
—Hijo … estás en la edad que comienzas a interesarte en las chicas … de seguro has visto muchas muy jóvenes y bien formaditas … comparándome con ellas … ¿puedes decirme cómo me veo? …
Su joven rostro denotaba confusión, no sabía que responderme, pero me miró de pies a cabeza y luego expresó:
—Mami … eres muy linda … creo que muchas de ellas envidiarían tu talle y tu porte …
Me dijo centrando sus ojos en mis muslos y mi trasero. Aprovechando su interés en mi figura le pregunté en forma inaudita:
—¿Te gusto? … pero no cómo madre … quiero decir … como mujer … ¿me encuentras atractiva? …
Inmediatamente me pareció una locura estar preguntándole a mi hijo algo así. Pero él con un tono confiado me respondió:
—Eres hermosa … me gustas mucho … papá es muy afortunado de tenerte …
Me emocionó su respuesta, me acerqué a él y lo abracé con fuerza diciéndole:
—¿Puedo contarte un secreto? …
—Por supuesto … soy tu hijo … puedes confiar en mí …
—Es relacionado con tu padre …
—¿Sí? … ¿Qué sucede con él? …
—Tu padre … bueno … él me está engañando con una compañera de su trabajo …
No pude retener mis lágrimas al confesarle el engaño de mi esposo. Luis me apaño en sus brazos y comenzó a acariciar mis cabellos, mientras me decía.
—¡Cálmate! … no llores … probablemente es solo un cuento que alguien mal intencionado te vino a contar …
—No, hijo … encontré los mensajes en su celular y … lo seguí un par de veces … lo vi salir con ella y también los vi entrar en un motel … nadie me ha contado nada … yo lo he visto con mis propios ojos …
—¡Oh!, mami … ¡Qué estúpido! … no sabes cuanto lo siento …
—Pero eso no es todo, hijo …
—¿Has descubierto algo más? …
—No, pero tu padre ya no me quiere … no me hace nada, ¿entiendes? … no me toca … me siento desesperar … y yo pensé a ti … perdóname, hijo … pero … te necesito …
Se separó de mi sorprendido, me miraba a los ojos y me dijo:
—¡Mami! … pero soy tu hijo …
—Y yo soy tú madre … y te necesito a ti … nadie más que a ti …
—¿Y si papá se entera? …
—Tu padre me está engañando … no creo que le interese más nada de mí …
Luis trató de secar algunas lágrimas de mis ojos con su dedo, pero luego me acercó y comenzó a lamer mis mejillas y limpiar mis lágrimas con besos, creo que esa fue su respuesta evidente, me abracé a él y llevé mis manos a su regazo, la segunda respuesta era la de su pene que comenzaba a crecer y a ponerse duro.
Cuando lleve mis manos a la hebilla de su cinturón no protesto, me dejo quitarle sus pantalones y boxers, una hermosa polla de agradables dimensiones comenzaba a estirarse entre sus velludas piernas. No lo pensé siquiera y me lo metí a la boca, hacía algunos meses que no probaba el sabor exquisito de una bella pija. La de mi hijo era especial, era mía, yo lo había concebido dentro de mí. Él era mío por completo.
Luis se retorcía de placer, yo seguí moviendo mi cabeza más y más rápido lamiendo y chupando su gruesa polla. Mi lengua se enrolló y lamió su pene por buenos tres minutos. Entonces él comenzó a dar señales de que estaba a punto de correrse, me agarró del pelo y trató de sacar su pija de mi boca, pero yo tomé sus manos y él entendió que quería su semen en mi boca. Seguidamente, puso sus piernas tiesas y temblantes, su vientre se hundió y espesos y cálidos borbotones de lechita brotaron de su miembro palpitante, las ráfagas fueron muchas, ya no recordaba de haber recibido una descarga tan copiosa de esperma en mi boca alguna vez. Mientras eyaculaba lo miraba moverse y estremecerse con mis chupadas, estrujé su pene hasta la última gota, cuando estaba a punto de hablarle sobre lo acontecido.
Sentí el carro de mi marido que llegaba a casa, rápidamente saqué su pene de mi boca y moví mi lengua para tragar los restos de semen. Le dije a mi hijo de irse a su cuarto y vestirse, yo corrí a la puerta a recibir a mi marido. Lo recibí fingiéndome complacida y luego le di un jugoso beso en la boca. Jamás adivinaría que segundos antes había mamado la pija de mi propio hijo. Me dio una sensación de empoderamiento, fue increíble, me sentí bien por primera vez en meses. Lo había engañado y lo había hecho saborear el esperma fresco de mi amante, mi hijo. Esto era solo el inicio de mi estrategia y mi vendetta.
Ese mismo día, mi cerebro giraba en torno a ideas con mi hijo, quería hacer algo más pervertido. No sabía que cosa ni de que tipo, pero me sentía especial y este iba a ser un día muy especial. Como si nada hubiera sucedido, volví a mis asuntos hogareños. Me puse un par de pantalones de gimnasia anchos, sin bragas. Me puse a preparar la cena, mi cabeza continuaba a tramar posibilidades de venganza. Cenamos casi en silencio, pocos comentarios deportivos entre mi marido y mi hijo, alguna referencia a su trabajo en la oficina, cosas rutinarias. Cuando terminamos, me puse a lavar los platos, mi hijo se fue a jugar y como de costumbre mi marido se fue a darse una ducha. ¡Ahora! Como un lampo, algo se iluminó en mi mente. Llamé a mi hijo, él ignaro de todo vino inmediatamente, me lo llevé fuera de la puerta del baño donde mi marido estaba duchándose, se sentía claramente el ruido del agua. Me bajé lo pantalones y me subí la remera dejando mis nalgas desnudas. Mi hijo capto inmediatamente la intención y se colocó detrás de mí, su pija reaccionó en forma instantánea, no hizo falta de explicarle nada, mientras se escuchaba fuertemente el chorro de agua, mi hijo empujó su polla tiesa dentro de mi coño mojado, solo emití un silente gemido gozando de su gruesa dimensión copando por completo las húmedas paredes de mi vagina.
Abrí bien mis piernas y me apoyé en la puerta del baño, mi hijo me follaba con energía de adolescente ahí a metros del cornudo de mi marido que se bañaba ignaro de todo.
El deleite fue increíble. Me folló rápido y agresivamente, sus bolas golpeaban la parte interna de mis muslos y yo estaba en el séptimo cielo. El solo hecho de saber que mi marido estaba a pocos metros de mí, me sobre excitaba al máximo, tanto que mi orgasmo llegó rápidamente, nunca había sentido unas contracciones tan fuertes en mi coño, casi al mismo tiempo Luis volvió a descargar una copiosa cantidad de semen, esta vez en mi panocha caliente.
Mientras trataba de acallar mis gemidos y gruñidos, mi esposo cerró el agua corriente de la ducha, le faltaba solo tomar la toalla y secarse. Luis me daba las últimas embestidas feroces y descargaba todo dentro de mí, su pene resbaló fuera de mi chocho y su joven lechita comenzó a rebosar mi panocha y a escurrirse por mis muslos. Le dije de irse a su cuarto, yo corrí al mío a coger unas bragas para limpiarme.
Cuando volví a la salita de estar, mi esposo estaba en bata mirando la televisión. Me senté a su lado con mi panocha rebosante del esperma de mi hijo. Cuando Luis entró a la salita le recibí con una coqueta sonrisa, me acurruqué a mi marido y le permití abrazarme, esperaba oler mucho a semen, me sentía como una putita, pero dentro de mí yo sabía que el bastardo se merecía esto y más.
Esa noche dormí al lado de mi marido con mi conchita llena del espeso semen de Luis. A pesar de todo, esto no era suficiente para mí. Por la mañana, le pedí a mi esposo de ir al supermercado por mí, ya que no me sentía tan bien y tenía necesidad de algunas provisiones. Se sorprendió un poco, pero accedió. Apenas salió de casa llamé a mi hijo, obedientemente vino y escuchó todas mis ordenes, me quité las bragas y me senté en una silla con las piernas abiertas. Luis diligentemente comenzó a lamer y chupar mi panocha, al principio suavemente, acariciaba ligeramente mis rizados vellos púbicos, cerré los ojos y disfruté el momento. Me sentí extremadamente bien, Luis sabía hacerlo en modo natural y sensacional procurándome mucho placer. Me excitó sobre manera cuando su lengua comenzó a moverse muy rápido y más profundo, comencé a contorsionar mi cuerpo de placer.
Entonces se me ocurrió otra idea a experimentar con mi hijo, me puse de rodillas sobre la silla y le pedí que me lo metiera por el culo. No se lo hizo repetir, se bajó los pantalones, le chupé un poco la pija hasta dejársela bañada en saliva y me volteé, mientras el forzaba su pene dentro de mi esfínter, agarré el celular y llame a mi marido. Rápidamente me respondió y quiso saber el motivo de mi llamada, le dije que necesitaba algunos artículos más que me comprara. Estaba tratando de no gemir ni quejarme, nunca nadie me había hecho mi trasero y la pija de Luis es de mediana a grande, por lo tanto, mi esfínter se anduvo resistiendo a la penetración, pero con la impetuosidad de su juventud, mi hijo venció a mi anillo anal y perforó mi trasero hasta que sus bolas se estrellaron contra mis nalgas. Mientras trataba de dictar las compras a mi marido, también intentaba acallar mis quejidos, a un cierto punto mi marido me preguntó:
—Carolina … ¿Estás bien? …
—Sí, estoy bien … pero de repente me atraviesa un dolorcillo … creo que tomaré algún anal-gesico …
—¿Quieres que te los lleve de acá de la farmacia …
—No querido … no te preocupes … yo tengo uno al alcance de mi mano … lo tomaré enseguida …
Esa fue la conversación con mi consorte, después de colgar, gemí, chillé y sollocé disfrutando la verga de mi hijo en lo profundo de mi ano. Mi hijo continuó a follarme hasta llenar mi recto con su denso semen. Repentinamente sentí deseos de ir al baño y lo llevé conmigo para que nos laváramos. Después de vaciar mi recto, me metí a la ducha con mi hijo, le hice una paja con mis tetas y volví a tragarme toda su lechita. No me enjuagué la boca, estoy esperando a mi marido para recibirlo con un beso de su esposa puta. Puta por su hijo que lo rinde venado todas las veces que se me ocurren estas locas ideas mías. Y tengo muchas más.

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escrito el
2023-03-29
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