Antonia y Gina - ¡No nos creyeron, papi!
por
Juan Alberto
género
incesto
Estaba totalmente despierto al lado de mi mujer en nuestro lecho matrimonial, con los ojos bien abiertos miraba el techo. Mi esposa había regresado del polideportivo hace una hora y se había ya quedado dormida como siempre hace.
Me pregunté con curiosidad y un poco de agobio si Antonia estaría al igual que yo despierta y acongojada debido a lo que habíamos vivido hace algunas horas.
Ahora que estaba tranquilamente en mi propia cama y descargado sexualmente, gracias a las manos de Antonia, sentí bastante vergüenza. Vergüenza porque me había dejado convencer tan fácilmente y me había prestado a que Gina cumpliera su maldito desafío. Además, todo se había gestado demasiado rápido y demasiado fácil. Fue impresionante como Gina y Antonia complotaron juntas para arrastrarme a colaborar con el reto de Gina. Pero sobre todo me asombró la celeridad con que Antonia se hizo participe de todo el asunto, su impaciencia y empeño para convencerme. La vivacidad para hacerse cargo de todos los preparativos preliminares. No encuentro una satisfactoria respuesta a todos mis pensamientos. Todo había sido muy extraño, pero debo reconocer que fue una de las experiencias más excitantes de mi entera vida sexual. Ciertamente, nunca me detuve a analizar todas las posibles consecuencias.
Las cosas cambian al mirarlas desde una perspectiva diferente, no soy un asceta ni un puritano, pero mirando las cosas con la suficiente calma y frialdad, las cosas se me habían ido bastante de las manos. Literal y figuradamente fuera de control. ¡Pero que puñeta Dios mío! Justo antes de que mi esposa volviera a casa.
Quedaban en mi mente algunas palabras que había dicho mi hija: —“Papi … esto ha sido más intenso de lo que yo y Gina esperábamos”. Luego había agregado que ellas pensaban que todo sería como cuándo lo hacen con los chicos: “Un chico – Una polla – Pajearlo firmemente por un par de minutos – Y chao, se acabó”. El reto se habría realizado y ganado. Pero las cosas habían ido bastante diferentes. Para comenzar, mi pija era por mucho, bastante más grande que la polla de un muchacho. Tampoco las señoritas estaban acostumbradas a tener un dialogo caliente con los chicos. Además, la copiosa cantidad de semen de mi eyaculación era algo que ellas jamás habían visto. Por no mencionar lo que había sucedido entre Antonia y yo.
Todavía no me convencía de lo sucedido entre mi hija y yo … y Gina. ¿Qué viejo verde cuarentón podría decir de haber sido masturbado por dos adorables adolescentes? Ahora mi inquietud, era descubrir si esto había sido una cosa única que jamás volvería a ocurrir o, si se presentarían otras oportunidades de intimar con Gina. Estaba claro que ella lo había disfrutado, tanto que le había confesado a mi hija que corrió al baño solo para masturbarse. Pienso que tal vez ella estaría dispuesta a extender la duración de este desafío.
Con Antonia todo era diferente, tendría una charla con ella mañana, quiero ver como había procesado todo este asunto. Según el raciocinio de las chicas, no habíamos hecho verdadero sexo, yo no sé como clasificarlo, pero me quedé con el argumento de ellas. Esto último me tranquilizo lo suficiente y finalmente caí en un profundo y reconfortante sueño.
El ruido del motor del auto de mi esposa me despertó, ella se estaba yendo a trabajar. Me alegro de que me haya dejado dormir. Era el último día hábil de la semana, las chicas debían ir al colegio, la más pequeña ya se había ido. Por el rabillo del ojo vi cuando Antonia salía por la puerta principal, fui a la ventana y la vi alejarse con sus ajustados jeans azules que se adherían a su cuerpo como una segunda piel, me fije en sus anchas caderas, sus nalgas firmes y su caminar raudo y atrevido. De repente me di cuenta de que estaba solo en casa.
Con una taza de café caliente recién hecho, subí las escalas a la habitación de Antonia. Miré alrededor como si estuviera viendo la habitación por primera vez. Estaba de vuelta en la escena del crimen. El culpable siempre vuelve, dicen las estadísticas. Antonia había ordenado todo cuidadosamente y no había señas de lo que había sucedido la noche anterior. La ventana estaba abierta y la brisa fresca había disipado cualquier olor a sexo. Su cama lucía perfectamente estirada. Apoyé mi taza de café en su mesita de noche y me recosté en su cama con un excitante hormigueo en mi cuerpo. Su cama tenía el aroma de su champú y perfume, eso basto para hacer que mi pija se volviera a endurecer. Lo que me hizo recordar cuando Antonia me dijo “a tu polla le gusta la hermosa chica que tiene en frente”.
Quizás hubiera sido bueno que Gina interrumpiera ese momento cargado de sexualidad entre mi hija y yo. Cada vez me convencía más que tenía que discutirlo con Antonia lo antes posible. Quizás ella se sentía más culpable que yo y estaría de acuerdo en que esto no volvería a repetirse. Pero con su amiga Gina el discurso era diferente. Pensando a su culo y a su maravilloso par de tetas, me metí la mano bajo el pantaloncito y comencé a jugar con mi pija. Cerré los ojos e imaginé a Gina desnuda, caliente, entusiasta, sus curvas voluptuosas, ese aire impúdico y libertino, su culo apretadito, suave, sexy … y joven.
El revivir los momentos en que la tuve tan cerca con todas esas maravillosas curvas de joven mujer, hizo que mi pene se endureciera en segundos. Tirado lánguidamente sobre la cama de mi Antonia, dejé volar mi imaginación y comencé a tramar algunas ideas que me permitieran el volver a experimentar con ella los memorables recuerdos de lo recientemente acaecido. Pensaba solo a Gina, repentinamente sentí que mis shorts se estaban mojando con mi liquido preseminal y decidí detenerme, no quise tener un segundo orgasmo en el dormitorio de mi hija en veinticuatro horas.
Con una tremenda protuberancia en mis shorts, me levanté de la cama de Antonia, tomé mi taza de café, borré el circulo dejado por la taza en su mesita de noche, para no dejar huella alguna de mi visita en su habitación y salí para volver a la cocina. El día en sí, transcurrió bastante aburrido. En el trabajo no cesaba de pensar a la voluptuosa Gina, también pensaba a mi hija, pero mi lascivia estaba dirigida a la bella amiga de Antonia. Estaba claro que la que hizo que finalmente me corriera había sido mi hija, así que las imágenes de esos íntimos momentos giraban una y otra vez en mi mente, ¿fue un momento equivocado? ¡Necesito saber el parecer de mi Antonia!
Otra cosa que me hacía pensar es: ¿estarán las chicas discutiendo el tema? ¿lo habrán divulgado en las redes? Quizás ya todo el colegio podría leerlo en Facebook, Instagram, Twitter y Tik-Tok. Las chicas habían dicho que no lo revelarían a nadie, pero ¿Quién me lo asegura? No me quedaba nada más que confiar en ellas.
Me frustré un poco al no poder encontrar el modo de traerme a la cama a Gina, pero la suerte acompaña a los audaces y algo inesperado, me iba a ayudar en ese sentido por segunda vez, en este juego de azar yo estaba muy dispuesto a participar.
Sabía que mi Antonia llegaba a casa más temprano los viernes y yo la estaba esperando en la puerta de atrás. Con paternal orgullo la vi entrar por el jardín y meter su bicicleta bajo techo. Me daba la espalda, con sus jeans ajustados, botas cortas negras con tacones, chaqueta de cuero negra y corta, con su cabello recogido en una cola de caballo. Parecía el prototipo de una hermosa adolescente de colegio. Cuando se agachó a acomodar la bici, pude ver la cola de ballena de su tanga roja que sobresalía por el borde de sus jeans. Su trasero era increíble, no se cuantas veces le había llamado la atención sobre eso como padre, remarcando que no debía andar mostrando su desnudez. Pero ahora de repente, mi opinión al respecto estaba variando, miré con cariño su despampanante culo firme y redondo, ¿Cómo es que solo ahora descubro la bella mujer que es mi hija? ¡Con ese rostro angelical, nadie podría sospechar que masturbó a su propio padre hace menos de veinticuatro horas! ¿Podría alguien imaginar eso mirando a esta bella y joven mujer?, en eso la escuché:
—¡Hola papi! … —Me saludó con una gran sonrisa mientras entraba.
Era la primera vez que nos veíamos desde que Sali de su dormitorio, después de haberla chorreado con mi semen.
—¡Hola, hermosa! … —Dije un poco descaradamente.
Con una gran sonrisa en su rostro pasó junto a mí, dejó su mochila junto a la mesa de la cocina y me dijo:
—¡Hola, cosita rica y caliente! … —¡Guau! … ¡Guau! … ¡Guau! … ¿Escuché lo que escuché de la boca de mi niña? Entonces pregunté:
—¿Qué hice yo para merecerme esos apelativos? …
Antonia me miro mientras se sacaba la chaqueta negra, bajo ella estaba vistiendo su ajustado suéter negro que realzaba sus suaves y redondos pechos, tan hermosamente firmes, se rio y me dijo:
—Eso es lo que piensa de ti, Gina … —Luego agregó: —… a pesar de su edad, sigue siendo un hombre extremadamente atractivo … eso es lo que ella dijo de ti …
Antonia se giró hacia el mostrador para prepararse un poco de té y mis ojos se desviaron automáticamente a sus sexys posaderas en esos apretados jeans.
—¿Así que eso es lo que dijo, Gina? … yo también encuentro que ella es sexy …
Me hubiera gustado decir que también Antonia, mi hija, es sexy y muy hermosa, pero no lo dije por qué debía ser cauteloso en declarar alguna atracción mía hacia mi hija.
—¿Quieres un poco de té, papi? …
Me preguntó con toda naturalidad, como si no hubiera escuchado mi comentario. Asentí con la cabeza a su pregunta y después me senté frente a ella a degustar una taza de té. Nos miramos por encima del borde de nuestras tazas de té, entonces le pregunte:
—Hija … honestamente … ¿Estás avergonzada o arrepentida por … eehhmm … lo de anoche? …
Antonia no me miró, se quedó pensando en una respuesta y luego como mirando al infinito, dijo:
—Bueno … no, no me da vergüenza … por supuesto que entiendo de que no es normal lo que hicimos … pero de vergüenza … nooo … eso no …
Secretamente era la respuesta que yo me esperaba. No dije nada y seguí mirándola y ella continuó:
—… en realidad … fue bastante excitante lo que hicimos, ¿verdad? …
Nuevamente no dije nada, pero bajo la mesa mi pene estaba comenzando a reaccionar a sus palabras, luego dijo algo que me excitó aún más:
—… Si hubiera tenido algún tipo de complejo en hacer algo de este tipo … nunca lo hubiera patrocinado junto a Gina …
Esa respuesta me pareció muy madura y genial. No hizo ningún referimiento a sus sentimientos cachondos después de que casi la había bañado con mi semen ella lo asume solo como algo osado, pero no tenía ningún sentimiento conflictivo al respecto, entonces se vuelve hacia mí y pregunta:
—¿Y tú? … ¿Te avergüenzas? …
No estaba preparado para esta pregunta, más bien pensaba que ella se conflictuaría con lo sucedido, entonces trate de hilvanar una respuesta coherente:
—Bueno … para ser honesto … yo sabía lo que estábamos haciendo desde un principio … sabía que no estaba bien … pero era tan raro que dejé de lado toda razón y me embarque junto a ustedes en esta extraña locura … Gina me atraía mucho y hasta ahí todo iba bien … pero luego las cosas tuvieron algunas variaciones, ¿no? …
—Sí … nada se ajustaba al plan original … lo sé … pero no pude evitarlo … estaba tan caliente, papi … y también me gustó haber reemplazado a Gina y haberlo hecho contigo, papá …
Me encantó la honestidad de mi hija, su lenguaje era claro y venía directamente de su hermosa boca. Entonces decidí cambiar la conversación en otra dirección.
—Pero cuéntame … ¿Qué dijeron las chicas? …
—Papi … no nos creyeron …
—¿Cómo? … ¿no les creyeron? … ¿Por qué no? …
Antonia se explayó sobre la situación y las chicas estaban primero escépticas, luego concluyeron que ella y Gina se habían confabuladas para contar una mentira al respecto, porque un hecho así de raro no podía haber ocurrido. Dijeron que era imposible que Gina me masturbara en presencia de mi propia hija, eso era imposible de creer, luego concluyó:
—Bueno … Gina y yo sabemos lo que realmente ocurrió, ¿verdad? … yo estoy tranquila, Gina también … y me gusto la experiencia junto a ti, papá …
Entonces vislumbré una oportunidad inesperada para encausar todo a mi favor y poder hacer realidad mis fantasías, no podía dejarla pasar.
—Entonces las chicas piensan que Gina no se atrevió … y se burlaran de ella por el resto de su vida … ¿es así? …
Antonia se rio, pero inmediatamente agregó:
—Sí … parece increíble, ¿verdad? … pero no nos importa … sabemos que ella lo hizo y eso nos basta …
No me sonaba muy convencida, así que continué con mi maquiavélico razonamiento:
—¿Estás segura? … ¿No crees que sería genial presentarles una prueba? …
Antonia me miro interesada e interrogativamente, lo que me dio la oportunidad de insistir:
—…quiero decir … para acallar a todas esas chicas incrédulas … podríamos volver a hacerlo y esta vez pueden documentarlo con alguna fotografía … así Gina volvería ser la heroína triunfante … ¿te parece? …
Antonia me dio una curiosa mirada con sus bellos ojos verdes:
—¿Una foto? … pero tu dijiste que no querías fotografías …
—Bueno … pero sin mi rostro …
Dije para terminar de convencerla, pero Antonia lanzó casi una carcajada.
—¡Oh, papi! … ¡Qué astuto eres! … solo quieres que Gina te lo haga de nuevo, ¿verdad? …
Me reí tímidamente evidenciando que había descubierto mi plan, me conocía tan bien mi hija, pero no me iba a dar por vencido tan fácilmente, así que le dije:
—Bueno … mentiría si digo lo contrario … pero no veo otro modo de comprobarlo … además, queriendo ser rigurosos … Gina no termino su desafío … fuiste tú quien me hizo eyacular …
Las mejillas de Antonia se tornaron de un ligero color carmesí y evito mirarme, se quedó pensativa, luego en forma repentina se giró hacia mí y con una sonrisa diáfana me dijo.
—Eres un fresco, pero la idea es excelente … déjame llamar a Gina …
¡Vaya, esa si que fue una rápida decisión! ¡Esto salió muy bien!, pensé para mis adentros. Me quedé sentado inmóvil casi sin inmutarme, pero por dentro estaba saltando de alegría, miré a Antonia que llamaba a Gina con su celular.
—Gina, soy yo … escucha …
Escuché en directa la conversación de mi hija con Gina, Antonia le explicó mi astuto plan a su bella amiga, dándome de vez en cuando unas maliciosas miradas. Se reía y hacía divertidos gestos que solo podía adivinar lo que se estaban diciendo, lo que me provocó una incipiente erección, pero nunca le dijo que yo estaba ahí presente en frente de ella, concluyeron la conversación y me quedé expectante para saber que habían acordado. Antonia me miró sonriente:
—Bueno … supongo que has entendido todo, ¿verdad, papá? … Gina esta de acuerdo con tu plan … pero dijo que eras un astuto bribón …
No pude dejar de replicar inmediatamente.
—En todo caso los bribones somos tres …
Se rio de buena gana y me explicó que los padres de Gina se irían de viaje y no regresarían hasta el sábado, así que Gina estaría sola en casa, por lo que lo haríamos en casa de ella, luego con su sonrisa juguetona y con cierta picardía, me dijo.
—¡Qué suerte que tienes, papi! … el destino te favorece …
—Favorece a los audaces, mi niña …
Le dije sonriendo con un poco de satisfacción y estirando el elástico, agregué algo que se me ocurrió en el momento:
—Pero tengo otra cosa importante …
Antonia ladeó histriónicamente su hermoso rostro e inquisitivamente me preguntó:
—¿Y que otra cosa nos quedaría por definir, pá? …
—Bueno … me da un poco de vergüenza … pero dado a que soy de otra época … para mi resulta muy egoísta que una mujer me satisfaga y yo no pueda devolverle el gesto maravilloso … y me gustaría compensar eso …
Los ojos de Antonia no dejaban de mirarme, tenían un brillo especial, había impudicia en ellos, y me preguntó:
—¿Y cómo? …
—Bueno … dije que me gustaría colaborar para hacer callar a tus amigas … pero solo si Gina me deja mimarla un poco y devolverle el favor … ¿entiendes? …
Antonia entendió antes de que yo terminara de exponer mi requerimiento, sus mejillas se volvieron a encender de un delicioso tono de rojo. Me dijo:
—Así que quieres tocarla con el dedo, ¿no? …
—Bueno … no es sexo verdadero …
Dije usando el mismo vocabulario de ellas, me quedo mirando por largo rato y luego muy suelta de cuerpo me dijo:
—Sí … creo que eso estará bien con ella … déjame a mí tratar con Gina …
—¡Guau! …
Exclamé sin poder contener mi complacencia, tampoco pude evitar de ruborizarme ante mi osadía. Antonia inmediatamente tomó su IPhone para llamar a Gina.
Escuché a Antonia discutir mi demanda con Gina. Estaba bastante nervioso. ¿Había ido demasiado lejos con mi demanda? Todo era tan raro e inusual. Antonia había reaccionado bien a mi petición, pero ¿Cómo iba a reaccionar Gina? Escuche con atención la conversación entre ellas, pero no hubo ningún comentario que me diera alguna pista sobre lo que estaban decidiendo, apenas terminó de hablar, en ascuas le pregunté:
—¿Y? …
—¿Nos vamos ahora mismo, papi? …
Dijo como si estuviéramos yendo al Mall, intrigado le pregunté:
—Pero … ¿Qué dijo? …
—Ella piensa que es una excelente idea … y tu petición parece justa …
No podía creer que todo había sido tan fácil, rápido y simple. De pronto me sentí viejo ¡Son tan rápidos los jóvenes! Aún así, le volví a preguntar a mi hija:
—Antonia … ¿estás segura? … quiero decir … es tan raro todo esto … tú vas a estar allí, ¿verdad? …
Antonia me sonrió y asintió, entonces le dije:
—Pero esta vez si vas a tomar el puesto de Gina me lo tienen que hacer saber … ¿de acuerdo? …
Antonia se rio a carcajadas y dijo que esta vez se comportaría, luego subió las escaleras meneando su maravilloso culo teatralmente, dejándome sin habla y sin respiración.
Veinte minutos más tarde íbamos en mi carro camino a casa de Gina. Había dejado una nota en la mesa de la cocina para mi esposa, donde le decía que iba con Antonia a la ciudad y luego pasaría a dejarla a casa de Gina. En el auto tuve que controlar mi erección que se estaba transformado en algo incomodo, pensando en la perspectiva de esa tarde. Antonia y yo cantamos una vieja canción de Montaner y nos reímos a carcajadas, ya que se relacionaba con lo nuestro:
… tengo de lo que no tengo
Para dártelo como si tuviera
Dame un beso de ese jugo ‘e caña
Que le brota a tu cañaveral …
Imaginaba la jungla de vellos púbicos de Gina con sus jugos brotando de ese coñito pequeño y estrecho. Lógicamente no lo compartí con Antonia por considerarlo un tanto depravado.
De todas maneras, en un cierto sentido mi hija y yo éramos cómplices. Llegamos sin novedad a la casa de Gina, ella ya estaba en la puerta esperándonos con una luciente sonrisa y un atuendo muy parecido al de Antonia, jeans ajustados, una bonita blusa y una chaqueta corta. Dos preciosas colegialas adolescentes. Su largo pelo rubio estaba recogido en una cola de caballo y no portaba ningún tipo de calzado, mostrando sus cuidadas uñas del mismo color de las uñas de sus dedos.
Me impresionó agradablemente verla vestida como una ingenua e inocente adolescente. Me miraba sonriendo y cuando entré la saludé con un:
—¡Hola, bomboncito! …
Antonia pego una carcajada y Gina un grito:
—¡Traidora! … ¡Le dijiste! …
Me paré en un hermoso y amplio salón y Gina me mostró el camino a … ¡su dormitorio!, solo dije:
—Allá arriba, ¿eh? …
Subimos las escalas y Gina fue muy inteligente como para no subir delante de mí, lo cual, por supuesto, lamente muchísimo, me perdí la vista de sus hermosas nalgas. Cuando llegamos al pasillo superior, pasó rápidamente junto a mí y entró a su habitación y dijo:
—Este es mí cuarto … ¡Bienvenidos! …
Miré a Gina a la cara y noté que, a pesar de sus excentricidades, estaba tensa. Bueno, no es de extrañar porque yo también lo estaba. No sabiendo como romper el hielo, se me ocurrió preguntar:
—Entonces … tus amiguitas no te creyeron esta vez, ¿verdad? …
—Sí … así es … pero vamos a hacer algo al respecto ahora, ¿sí? …
Me asombró la determinación de Gina, pero asentí diciéndole:
—Bueno … esta vez vamos a darles una prueba irrefutable e incuestionable … una foto …
Me giré hacia mi hija Antonia y le pregunté:
—Antonia … hija … ¿Trajiste la cámara? …
—¡Ay!, papi … modernízate … yo hago todo con mi IPhone …
—Bueno … “Sabelotodo” … prepara tú IPhone …
Volví a mirar a Gina y con voz suave le dije:
—Te ves increíblemente femenina y hermosa … has crecido tan rápido …
Ella se sonrojó como la joven adolescente que es, antes de que se pusiera nerviosa le pedí sorpresivamente:
—¿Me muestras tu mano derecha, bombón? …
Gina me extendió su mano en forma suspicaz e interrogativa, también Antonia se acercó curiosa, la miré y exclamé casi horrorizado:
—¡Dios mío! … ¡Si tienes hasta callosidades! …
Me quitó la mano violentamente y se echó a reír, mientras Antonia se reía a carcajadas, luego le dijo a Antonia:
—¡Que lindo y divertido es este hombre! …
A lo que me hija le respondió prestamente:
—¿Y por qué no te lo besas? …
Gina cesó de reír y me miró como si me viera por la primera vez. Cuando se enderezó la atraje hacia mí diciéndole:
—¿Qué te impide dar ese beso, jovencita? …
La acerqué más a mí y miré profundamente en sus ojos azules de adolescente, al mismo tiempo mi mano se movió por su espalda baja, pero sin tocar su hermoso culo y presioné estrechamente su joven cuerpo al mío. Nuestros rostros estaban separados solo por un par de centímetros. Era realmente hermosa y estaba nerviosa. Temblaba bajo mi mano. Hice un amago como de besarla, pero no lo hice, solo dije:
—Tú también eres una hermosa flor, bella damita …
Y rocé mis labios con los suyos. Sentí que sus brazos envolvían mi cuello, sus ojos estaban cerrados, me incliné y nuestros labios de unieron por largo rato, su lengua juguetona se insinuó en los míos y muy pronto mi lengua perseguía a la suya, Antonia nos estaba mirando:
—¡Hey! … ¡Eres realmente pervertido! … ¿Hola? … no estoy aquí dibujada … los estoy mirando …
Me hicieron reír los comentarios de mi hija, pero mí atención estaba con Gina, jadeaba y se contorsionaba apegada a mí cuerpo, nos separamos y ella exclamó:
—¡Guau! … también besa lindo …
Entonces la volví a besar, nuestras calientes lenguas danzaron cómplices despertando sentimientos cachondos en ella y en mí. Mis dos manos estaban en su baja espalda y se deslizaron sobre la ajustada tela de sus jeans. Sentí los glúteos más perfectos, apretados, redondos y suaves que haya sentido en mis últimos cuarenta años y los amasé suavemente, copando cada glúteo con cada una de mis manos y la estreché contra mi entrepierna para hacerle sentir mi pija en su vientre. Antonia volvió a hacerse sentir:
—¡Vamos, Gina! … ¡Vas hacer que se corra! … comencemos o estaré de sobra aquí …
Noté un poco de exasperación en la voz de mi hija … ¿o quizás celos? Queriendo comprobar una cosa más con Gina, mientras todavía estaba estrecha a mí le pregunté:
—Antonia te dijo sobre mí … ¡ehm! … requisito … ¿verdad? …
Gina apretó su pelvis a mi muslo, se sonrojó, entornó sus ojos coquetamente y asintió con una tímida sonrisa. También me hizo sentir sus duros pezones en mí pecho. La solté y le dije:
—Bueno … cómo vamos a tomar esta foto … ¿debo desnudarme completamente o simplemente cómo la última vez? …
Gina muy suelta de cuerpo se volvió hacia mi hija y dijo:
—Bueno … creo que esta vez tienes que estar completamente desnudo … ¿no es verdad, Antonia? …
Mi hija no tardó en responder descaradamente a su manera:
—¡Pffff! … como si no lo conociera … de seguro que quiere totalmente desnudo …
Esta vez me reí para mis adentros, mi hija me conocía muy bien. Comencé sacándome mi camisa, Gina vino a mi lado y me observaba.
—¡Guau! … ¡Cuánto pelo en tu pecho! …
Me quité los zapatos y los calcetines mientras Antonia y Gina continuaban a mirarme en silencio. Luego llegó el turno de los pantalones, me desabroché el cinturón y bajé la cremallera, dándole una mirada expresiva a Gina, bajo su blusa, sus pezones eran visiblemente duros. Sin esperar más, me bajé los pantalones y los saqué. Un orgulloso bulto se mostró protuberante en mis boxers, me volteé y dije a mi hija en son de broma:
—Cierra los ojos, cariño …
Pero mi hija se dio vuelta detrás de mí y de un golpe me bajó los calzoncillos, me pilló tan de sorpresa que mi cachonda hija hiciera eso. Mi pija casi totalmente erecta saltó con entusiasmo hacia Gina la que dio un pequeño respingo exclamando:
—¡Guau! …
Fue todo lo que dijo y se sentó en silencio en el borde de la cama. La miré y jugué con mi prepucio tirándolo hacia atrás y adelante unas cuantas veces. Caminé hacia Gina y la apunté con mi pija, Gina ansiosamente agarró mi polla. Miré hacia abajo, Gina comenzaba a amasar mi pene de manera lenta y agradable, en forma segura y con avidez, como resultado mi pija estaba dura cual si fuera un pedazo de acero. Agradecido y con ternura acaricié sus cabellos rubios, en eso vi a Antonia que se dirigía hacia nosotros. Hizo un cuadrito con sus dedos y nos enmarcó a Gina y a mí, como preparándose para la fotografía, luego apuntó su IPhone y hubo un sonido claro “Click”, comenzó a tomar varias fotos, entonces le dije bromeando:
—¿Cabe mi polla en ese pequeño objetivo, hija? …
Ambas chicas se miraron y sonrieron. Me pareció tan extraño que mi hija estuviera tomando fotos del pene de su propio padre, pero esto solo aumentó mí calentura. Gina se detuvo un instante y preguntó a Antonia.
—Lo envías de inmediato por SMS, ¿verdad? …
Vi los largos dedos de mi hija volar sobre la pantalla de su celular, concentrada en comunicar con sus amigas, de repente sentí algo maravillosamente cálido envolver mi pene, era la boca de Gina que movía su cabeza de arriba abajo chupando mi pene con entusiasmo. Lo hacía un poco torpemente, pero de todas maneras la sensación era inigualable. Gemí extasiado:
—¡Oh, Dios! … Gina …
Ella levanto su vista y me miró casi con orgullo, suavemente aferré su cabeza a la altura de sus orejas, hubiera querido follar su boca, pero me contuve. En tanto detrás de mí, Antonia se abrazaba a mí y sentí la protuberancia de sus jóvenes senos que se presionaban a mí espalda, su brazo izquierdo se deslizaba debajo de mi brazo izquierdo y acarició mi vientre. Suaves besos sobre mi piel desnuda me hicieron electrizar mi cuerpo, me estaban volviendo loco. En su mano derecha, Antonia mantenía su celular y con sus agiles dedos, respondía a mensajes que le estaban llegando, me mostró alguno de ellos que me resultó imposible leer con la boca de Gina que succionaba maravillosamente mi pene y los duros pezones de mi hija que pinchaban mi espalda. Antonia leyó los mensajes a Gina, sin denotar ninguna emoción ni asombro de que su mejor amiga le estuviese mamando la pija a su propio padre; se detuvo un instante e informó a Gina:
—Bueno … Ahora si lo creen …
—¿Todos? … —Pregunto Gina sacándose mi pene de la boca por un breve momento.
—Por lo menos la mayoría de ellos dicen creerlo … Paulina dice que nunca había visto uno así de grande …
Con un gesto casi de fastidio e indiferencia, dejo caer el celular en la cama y me rodeo con su brazo derecho. Empezó a acariciar el vello de mi pecho y vientre con ambas manos, mientras continuaba a besar mi espalda, casi en un susurro de voz me preguntó:
—¿Está bien lo que te está haciendo Gina, papi? …
Solo pude gruñir y gemir de placer y acompañar las caricias de Antonia con mis propias manos. Su mano derecha se abrió paso por la parte inferior de mi abdomen y luego más abajo, hasta acariciar la rugosa piel de mis afeitados cojones. Mi corazón se encabritó y mis rodillas temblaron, gemí y sugerí cambiar de posición o de lo contrario me derrumbaría sobre el piso.
Gina tenía mi pija fuera de su boca y se sonrió junto a Antonia, ambas cachondas y encantadas de hacerme sentir todo ese placer. Me senté al borde de la cama, Gina se arrodilló entre mis piernas, mi pene duro apuntaba a las alturas y ella lo aferró firmemente para masturbarlo frenéticamente por unos segundos y luego lo volvió a meter a su cálida boca.
—¡Ooohhh, Jesús! … este sexo no verdadero me encanta …
Gemí y me derrumbé de espalda, las chicas rieron ante mi exclamación. Gina se esforzaba por reír sin dejar de lengüetear y lamer mi polla por todos lados. Antonia se acurrucó a mi lado, puso su cabeza en mi pecho y se dedicó a observar atentamente como su mejor amiga hacía gozar a su padre. Después de un rato levanto su rostro y se puso a jugar con los vellos de mi pecho, me recordé que solía hacerlo cuando era una bebita de cinco o seis años y se metía a nuestro lecho con mi esposa los domingos por la mañana. Me miró significativamente y me preguntó:
—¿Recuerdas cuando de niña te hacía esto? …
No pude ni siquiera responder, porque Gina estaba haciendo con su boca, lengua, labios y dedos, cosas que ninguna mujer me había hecho jamás, gemí fuertemente y contuve mi eyaculación por poco, pero creí convulsionar cuando la mano de Antonia alcanzo mi monte de venus, justo al borde de donde lo había afeitado y comenzó a acariciar mi piel lisa.
—¿Te gusta esto, papi? … ¿Te gusta cuando te toco? …
La miré jadeante y a punto de explotar, luego agregó:
—¿Sabes lo que más me gusta a mí, papi? … es mirar tu bello rostro caliente y lascivo … quiero verlo cuando toques a Gina … porque luego de que ella termine contigo … será tu turno de tocarla, papi … entonces quiero mirarte …
Mis caderas se sacudieron y sentí unas gotas de líquido preseminal entrando en la boca ávida de Gina, Antonia se acercó a mi oído y me susurró:
—¿Te gustaría tocarme también a mí, papi? … Quiero sentir tus deditos en mí, papi …
En mis bolas se estaba rescaldando la lava y casi ya no podía pensar nada, solo imaginarme dedeando a mi propia hija me estaba trasportando a otro nivel. Entre la calígine de la lujuria vi el hermoso rostro de Antonia mirándome, mientras sus largos cabellos nos ocultaban de Gina, ella se acercó muy cerquita a mí y me preguntó:
—¿Quieres hacer eso, papito? … ¿Quieres? … ¿Yo lo quiero, papi? …
Moví mi cabeza levemente y ella estampó sus labios en los míos. En ese preciso momento exploté irrefrenablemente con chorros densos y potentes en la boca de Gina que se aferró a mi verga a chupar sedienta toda mi lefa caliente. Quería gritar, quería gruñir, pero los labios de Antonia sellaban mi boca y podía respirar solo por mi nariz. Mis piernas estaban tiesas y temblaban, los glúteos me llegaban a doler por el esfuerzo de lanzar borbotones y chorros de semen en la boca de Gina. Me retorcí y aferré el culo de Antonia con fuerza, al mismo tiempo que las últimas olas de esperma eran engullidas por su mejor amiga. Intentaba recuperarme, pero Gina continuaba masturbándome y estrujando mi polla. Todo mi cuerpo estaba en llamas. Finalmente, Gina se calmó, me enderecé en mis codos y la miré, no vi ningún rastro de mi copiosa eyaculación, ella me miraba entusiasta y orgullosa con sus ojos lucientes y una gran sonrisa:
—¡Jesús, Gina! … ¿no me digas que te tragaste todo? …
Ella asintió como una triunfadora y dijo.
—¡Hmmmm! … estuvo delicioso … todo … no deje que se escapara ni una sola gota …
—¡Gina, tu técnica es fabulosa! … cada vez me gusta más este sexo sin sexo … o como quieran llamarlo …
Antonia y Gina volvieron a reírse, pero ahora era mi turno, debía encargarme del coño de la mejor amiga de mi hija. Gina se levantó y se paró frente a mi con sus piernas ligeramente separadas y sus manos coquetamente en sus caderas.
—¿Y ahora? … solo dime que hacer …
Dijo claramente nerviosa. Le pedí que se desnudara e hiciera lo que se sentía de hacer. La vi vacilar, miró a Antonia que estaba recostada a mi lado y luego comenzó a quitarse la chaqueta y la blusa. Pensé que llevaba sostén, pero no, sus tetas estaban muy erguidas y desafiantes, se sacudían al son de sus movimientos fulmíneos. Casi se me cortó el aliento cuando se bajo los vaqueros y salió una bonita y coqueta tanguita negra. Siguió mirándome y sin duda vio mis ojos achinados y ansiosos de lujuria recorriendo todo su joven y gracioso cuerpo. Cuando se bajo la tanga, lo hizo casi violentamente, la mantuvo en su mano y enseguida abrió ambos brazos diciendo:
—¡Esta soy yo! …
Estaba totalmente desnuda. ¡Dios mío! ¡Si que era hermosa! Vientre plano, amplias caderas, muslos llenos y apretados, piel tersa, suave y joven. ¡Y su coño! ¡Su coño depilado totalmente! ¡Y yo iba a tocar a esta diosa de la belleza! Me volteé hacia mi hija y le dije:
—Pellízcame, por favor … ¡Creo que estoy en el cielo! …
Lo dije en son de broma, pero Antonia me dio un pellizco que me hizo respingar, deveras me dolió.
—¡Ay! … ¡me vas a dejar una marca! …
Ambas se rieron traviesamente, enseguida Gina con sus manos en sus caderas me dijo:
—¿Y ahora? … ¿Qué sigue? …
La miré encandilado por su hermosura. Quería lamerla larga e intensamente, dedear su panocha calva a morir, follarla con todos mis dedos. Pero finalmente decidí hacerlo amorosamente, con ternura y calma. ¿Hacerlo apresurado como en una mala película porno?, por supuesto que no. Este coño divino y majestuoso meritaba un tratamiento especial. Empujé prácticamente todas las almohadas contra la pared donde luego me apoyé con las piernas abiertas.
—¡Ven aquí dulce cosita! …
Le dije palmoteando la cama frente a mí entre mis piernas. Gina me miró maliciosamente, también miró a Antonia y luego se arrastró sobre la cama, la cual era bastante estrecha para dar cabida a tres personas. Inmediatamente me dio la espalda y se acurrucó a mí, apoyando su suave espalda en mi pecho. La tomé de las caderas y la subí un poco, mi verga quedó entre sus nalgas, entonces ella apoyó su cabeza en mi cuello, ¡Hmmmm! ¡Qué aroma de mujer!
Moví mi mano entre sus piernas, para cerciorarme de poder alcanzar su joven coño, Gina calmadamente me dejaba hacer y se recostó más relajada contra mi cuerpo, mi miembro separaba con fuerza el surco de su bien formado culito y latía glorioso ahí en medio. En tanto Gina se contorsionó pegada a mi:
—¡Hmmmm! Esto es divino …
Gimió suavemente. Mi mano se desplazó sobre su vientre plano y la partes baja de sus senos, pero sin tocarlos, luego acaricié su ombligo y su monte de venus. Mi mano izquierda rozó su pequeño pezón, para luego aprisionarlo entre mis dedos en forma suave. Gina volvió a gemir sintiendo mis dedos que acariciaban la parte interna de sus maravillosos muslos y rozaban ligeramente los hinchados labios de su estrecho chocho:
—¡Guau! … se siente especial … nadie me había hecho algo así … ¡Hmmmm! …
No dije nada, pero me encantaba escucharla y seguí estimulando su joven, vigoroso y cachondo cuerpo adolescente. Sus pezones estaban duros y todo su cuerpo comenzaba a brillar con una ligera capa de sudor. Antonia nos observaba silentemente sentada al borde de la cama, mis manos recorriendo el cuerpo de su mejor amiga la tenían hipnotizada.
Gina dio un tremendo gemido cuando deslicé mi dedo medio entre sus labios calientes y húmedos y su panocha pareció vibrar bajo la yema de mi dedo; arqueó su espalda y empujo hacia adelante sus protuberantes, jóvenes y duros senos, acerqué mi boca a su lóbulo y le susurré al oído:
—Querida, Gina … tienes tu conchita convertida en una laguna …
Apretó un poco mi mano con sus muslos y echó sus caderas hacia adelante, luego dijo:
—¡Será por qué me tienes tan caliente! …
Abrió más sus piernas y con su mano empujó mi dedo más adentro de ella. Mi dedo índice y medio se adentraron en su estrecho y empapado coñito, mi dedo pulgar quedo en la posición perfecta para acariciar su clítoris. Se retorció cuando mi dedo aplastó suavemente su centro del placer y se le escapó un chillido:
—¡Nooaaggghhh! …
Entonces comencé a follar su panocha más rápido y firme, al tiempo que sobajeaba sus tetas con mi mano izquierda. Antonia ni siquiera pestañaba, subyugada por los gemidos y las contorsiones de su querida amiga que se debatía en una lucha placentera de goce y lujuria. Las piernas de Gina parecían enloquecidas, los deditos de sus pies estaban achiguados y los vellos de sus brazos erizados como un puercoespín. Mi dedo pulgar comenzó a dibujar círculos sobre su botoncito y Gina tembló y gimió:
—¡Ooohhh, sí! … ¡Ooohhh, sí! … ¡Ooohhh, sí! … ¡Ya vengo! …
En ese preciso momento saqué mis dedos de su coño y comencé a barrer su clítoris con todos mis dedos, como si fuera un mandolino. Gina casi gritó y se corrió pataleando con sus piernas, follando mis dedos y lanzó un chillido animalesco:
—¡Waaahhhaaahhhaaa! … ¡A-ha! … ¡A-ha! … ¡A-ha! …
Dejé de presionar su clítoris y acaricié su vientre plano, ahuecando mis manos sobre sus senos que se movían al ritmo de su agitada respiración. Finalmente se calmó y abrió los ojos que brillaban y tenía un marcado rubor en sus mejillas, se dio la vuelta y sentó arrodillada entre mis piernas:
—Esto normalmente no era así … nunca me había corrido así de intenso … gracias … no lo olvidaré …
Me dio un beso en la boca, me hizo sentir muy bien su comentario sobre todo cuando agregó:
—¡Eres muy lindo! …
Entonces se dio cuenta de mi tremenda erección.
—¡Guau! … estás intratable hoy día. ¿eh? …
Estaba a punto de responder, cuando vi que mi Antonia comenzaba a desvestirse. Primero su hermoso suéter que dejaba ver que debajo vestía solo su sujetador de color negro. Gina agarró mi miembro endurecido y acercándose a mi glande, dijo medio en serio, medio en broma:
—Te gusta tu hija, ¿verdad, cerdito? …
Cuando desabrochó los ganchos de su sostén, pude ver sus preciosos senos, tamaño similar a los de Gina, solo que su forma era totalmente diferente. Parecían más duros y aguzados, igual a los de mi esposa a sus veinte años. Antonia me miró mientras meneaba sus caderas coquetamente para sacarse los ajustados jeans, los cuales hizo descender por sus largas piernas junto a su pequeña tanga, tuve una agradable sorpresa al ver que mi hija también tenía su diminuto chochito completamente rapado, mi pija palpitó al ver la hermosura de ella. ¡Mi Antonia!
Gina se hizo de aparte y dejo espacio libre a Antonia, ésta sin dudarlo se subió a la cama y se arrastró encima de mí, su coño sobre mi vientre colocando sus piernas a horcajadas. Me pareció sentir la punta de mi polla apoyarse en su estrecho y estriado ano, se me escapó un gemido de placentero goce. Antonia me echo sus brazos al cuello y posó sus labios en los míos, su lengua se introdujo en mi boca y mi lengua le dio la bienvenida acariciándola amorosamente. Nos besamos largamente, luego entre jadeos y gemidos me dijo:
—Quiero que me hagas lo mismo que le hiciste a Gina, papi …
Gina silente, se sentó en un extremo de la cama observando el cuerpo de Antonia girarse y acostarse encima de mí. Me volví loco de lujuria y mi pija dura como el granito presionó con fuerza la parte baja de la espalda de mi Antonia. Me parecía irreal. Fue fantástico como mi hija se había desnudado, me dio unos cuantos besos y luego se botó de espalda encima de mí confiadamente.
¡Me resultaba muy caliente toda la situación! También me parecía que mí Antonia era más bonita, más estrecha y su aroma era mucho más exquisito que el de Gina. Antonia también se había relajado colocando su cabeza en mi hombro izquierdo y sus manos primero se había apoyado en la cama, después acarició su estómago y las ahuecó para sobajear sus hermosos senos. Por momentos me parecía ser un viajero del tiempo y volver decenas de años atrás, cuando acariciaba a mi esposa desnuda, mi Antonia era copia fiel de ella. Rocé su puntiagudo seno izquierdo y mi mano derecha se desplazó a su monte de venus y luego superficialmente sobre sus cálidos y apretados labios vaginales, su coño estaba muy cerrado, su tez era muy suabe y tersa allí-
Mi mano izquierda bajó debajo de su ombligo, estirando ligeramente su piel hacia arriba y con mi dedo medio de mi mano derecha, presioné suave pero firmemente entre su labia excitada, su coño estaba casi tan empapado como el de Gina, pero no dije nada al respecto, no quería arruinar este momento mágico entre yo y mi hija. Su clítoris estaba hinchado y muy sensible, cuando mi pulgar lo rozó, dio un fuerte gemido, un respingo y sus piernas intentaron aprisionar mi mano entre ellas, hasta en eso, mi Antonia era igual a su madre, su clítoris era hipersensible.
Luego de un instante, Antonia abrió ampliamente sus piernas para darme libertad de jugar con su panocha rebosante de fluidos. Era el coño más hermoso y perfecto que hubiera tenido jamás. Mi dedo se deslizó sobre su resbaladizo clítoris. ¡El segundo clítoris adolescente en menos de diez minutos! Antonia estaba gimiendo y ella misma comenzó a juguetear con sus aguzados senos. ¡Qué chica más caliente mí Antonia! La penetré con dos dedos y comencé a bombear su apretadísimo coño y volví a acariciar su botoncito del placer, gimió muy fuerte:
—¡Oooohhhh!, papi … ¡Esto es tan delicioso! … ¡Qué rico lo que me haces! …
Estaba dedeando a mi propia hija, se sentía divinamente celestial, su coñito parecía bendecido e inmaculado, volvió a gritar:
—¡Ooohhh, papi! … te amo tanto … ¡A-ha! … ¡A-ha! … ¡A-ha! … ¡Aaahhh! … ¡Ummmm! … ¡Esto es tan cachondo! … ¡A-ha! … ¡A-ha! … ¡Hmmmm! …
Seguí dedeándola y antes de darme cuenta, mi Antonia se corrió como un bólido. Se plegó hacia adelante, su culito se meneaba follando mis dedos y sus muslos se habían cerrado firmemente, su cuerpo entero se estremecía y reía como una loca. Tuve que controlarme para no correrme junto a ella.
Gina nos escudriñaba sonriendo atentamente, pero no dijo nada. Mi Antonia estaba casi en posición fetal gimiendo y respirando afanosamente, acaricié sus caderas y sus glúteos mientras yacía de costado con sus puntiagudos senos agitados por su respiración, la deje que se recuperara. Mi polla estaba dura y algunas gotas de pre-semen gotearon sobre la tersa piel de la espalda de Antonia, todavía reía cuando me dijo:
—¡Guau, papi! … ¿Dónde aprendiste a hacer eso? … ¡Se sintió super! … ¡Casi me haces enloquecer! … ¡Te amo! …
La ayudé a levantarse, junté mis piernas y la hice sentarse en mi regazo, besé su mejilla y mi mano recorrió sus puntudos y duros senos, su vientre liso y sus muslos.
—Yo también te amo, querida … sería el más feliz si lo pudiéramos hacer todos los días …
—¡Sí, papi! … todas las veces que podamos …
Gina se hizo hacia adelante entusiasta y quizás un poco envidiosa dijo:
—Sí, yo también … yo también quiero …
Era hora de que me marchara, pero no tenía ninguna intención de hacerlo, me hubiera querido quedar acostado con mi hija desnuda toda la noche. Casi casualmente, deslicé mi dedo entre los húmedos labios de mi hija, rozando su clítoris. Su cuerpo enseguida se estremeció, cerró fuertemente sus muslos y escondió su ingle echándose un poco hacia adelante, mi mano quedó aprisionada entre sus cálidas piernas, me dijo temblando:
—¡Ay, papi! … está muy sensible allí ahora …
Yo lo sabía. Ella es igual a su madre. Sabía que su calentura continuaba, así que me alejé de su botoncito y penetré su empapado coño profundamente con mis dedos. Me impresionaba su extrema estrechez. Follé su conchita, había un sonido de chapoteo en su bañada vagina, Antonia tomó mi mano y la empujó más adentro de ella.
—¡Oh, papi! … ¡Sigue! … ¡Lo está haciendo otra vez! … ¡Sigue! …
Antonia gemía y se contorsionaba, se había dejado caer hacia atrás, quedando prácticamente con sus glúteos en mi regazo y su cuerpo estirado, en esta posición su ingle y monte de venus, quedaban ligeramente levantados y me resultaba más fácil follarla con mi dedos y sobajear su clítoris con mi otra mano. Gina la miraba casi con envidia y su mano estaba perdida entre sus sedosos muslos, masturbándose mientras yo masturbaba a mi hija. Probé suavemente a tocar el clítoris de Antonia y la encontré muy receptiva, su hipersensibilidad podía manejarla bastante bien, poco a poco comencé a levantar el capuchón que ocultaba su centro de placer y masajeé esa protuberancia nerviosa que se erguía desafiante entre esos sutiles pliegues rosados, expuse su clítoris e hice círculos alrededor con la yema de mi dedo, lo froté y con mis otros dedos la folle. Antonia gimió y su cuerpo se tensó completamente antes de volver a explotar en un segundo orgasmo potentísimo, se medio enderezó en el aire, luego cayo hacia atrás convulsionando, su cuerpo sufriendo espasmódicas olas orgásmicas.
—¡Ohhhhhhh! … ¡Aaarrrggghhh! … ¡A-ha! … ¡Hmmmm! … ¡A-ha! … ¡A-ha! … ¡Aaahhh! … ¡Umpf! … ¡Umpf! … ¡A-ha! …
Sus chillidos eran tan estridentes que hasta Gina se sentó preocupada a observarla. Antonia lanzó varias carcajadas como loca y luego se sumió en un quieto sollozo. Yo la había apañado en mis brazos y acariciaba sus cabellos y ella jugaba con mis vellos pectorales, luego más repuesta dijo:
—¡Oh, papi! … ¡Qué me has hecho! … Me estoy enamorando de ti, papi … seré adicta a ti …
Se rio y me beso en la boca, se había volteado hacia mí y la mitad de su cuerpo estaba encima de mí, traté de alcanzar su hermoso culo, pero ella resbaló hacia abajo donde Gina ya se había posesionada de mi pene duro como fierro, Antonia también agarró mi pija con una de sus manitas y comenzó a masturbarme lentamente, miré hacia abajo y me encontré dos cabezas de jóvenes chicas adolescentes compartiendo mi verga enhiesta.
Quería que una de ella me mamara la polla, pero deje todo a iniciativa de ellas, después de todo lo habido hasta ahora no podía ciertamente quejarme. Antonia me miró con su cara cachonda y me dijo:
—¡Quiero verte chorrear, papi! …
Gina soltó mi polla y se deslizó hacia arriba sentándose a horcajadas sobre mi estomago al tiempo que se inclinaba a besar mis labios. Su coño abierto y mojado estaba apoyado sobre mi vientre, mientras nos besábamos, agarré sus nalgas y abrí su trasero, mi polla estaba muy cerca de su ano. Antonia todavía jalaba de mi pene entusiásticamente, de repente le escuché decir:
—¡Gina! … levanta un poco tu culo ...
Ella levantó sus caderas de mi estomago y sentí lo increíble cuando Antonia me preguntó:
—¿Sientes eso, papi? …
Mi Antonia puso la cabeza de mi pene a la entrada de la gruta caliente del coño de Gina, paseaba mi pija en la empapada hendedura de su mejor amiga y yo me estaba volviendo loco. Lo único que quería era penetrar ese estrecho chocho, pero Antonia me lo impedía:
—¡No, papi! … ¡Eso no está permitido! …
Gina gemía sintiendo la cabezota de mi pene entre sus labios vaginales:
—¡Joder, Gina! … ¡Baja tu coño! … ¡Quiero follarte, maldita sea! …
Antonia casi burlonamente dijo:
—¡Hey, papi! ... sabes que no puedes hacerlo … eso sería tener sexo y no estamos teniendo sexo, ¿verdad? …
Hubiera sido demasiado fácil para mí aferrarla de las caderas y enterrar forzosamente mi verga en su estrecho coño, pero fui lo bastante inteligente como para no hacerlo, de todas maneras, el continuo roce de ese chocho suave y caliente sobre mi glande fue demasiado para mí, Antonia continuaba a masturbarme y exploté con ella teniendo firmemente mi pene aferrado en su mano, llené los muslos y nalgas de Gina con mi tibio y espeso semen, su joven coño también fue salpicado de esperma. Gina se levantó y comenzó a espalmar mi lefa sobre su piel. Sin soltar mi pene, Antonia se movió hacia arriba y se acostó a mi lado, luego Gina hizo lo mismo. Aquí estaba yo rodeado de dos nenas cachondas y una de ellas era de mi propia carne y sangre …
(Continuara …)
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Me pregunté con curiosidad y un poco de agobio si Antonia estaría al igual que yo despierta y acongojada debido a lo que habíamos vivido hace algunas horas.
Ahora que estaba tranquilamente en mi propia cama y descargado sexualmente, gracias a las manos de Antonia, sentí bastante vergüenza. Vergüenza porque me había dejado convencer tan fácilmente y me había prestado a que Gina cumpliera su maldito desafío. Además, todo se había gestado demasiado rápido y demasiado fácil. Fue impresionante como Gina y Antonia complotaron juntas para arrastrarme a colaborar con el reto de Gina. Pero sobre todo me asombró la celeridad con que Antonia se hizo participe de todo el asunto, su impaciencia y empeño para convencerme. La vivacidad para hacerse cargo de todos los preparativos preliminares. No encuentro una satisfactoria respuesta a todos mis pensamientos. Todo había sido muy extraño, pero debo reconocer que fue una de las experiencias más excitantes de mi entera vida sexual. Ciertamente, nunca me detuve a analizar todas las posibles consecuencias.
Las cosas cambian al mirarlas desde una perspectiva diferente, no soy un asceta ni un puritano, pero mirando las cosas con la suficiente calma y frialdad, las cosas se me habían ido bastante de las manos. Literal y figuradamente fuera de control. ¡Pero que puñeta Dios mío! Justo antes de que mi esposa volviera a casa.
Quedaban en mi mente algunas palabras que había dicho mi hija: —“Papi … esto ha sido más intenso de lo que yo y Gina esperábamos”. Luego había agregado que ellas pensaban que todo sería como cuándo lo hacen con los chicos: “Un chico – Una polla – Pajearlo firmemente por un par de minutos – Y chao, se acabó”. El reto se habría realizado y ganado. Pero las cosas habían ido bastante diferentes. Para comenzar, mi pija era por mucho, bastante más grande que la polla de un muchacho. Tampoco las señoritas estaban acostumbradas a tener un dialogo caliente con los chicos. Además, la copiosa cantidad de semen de mi eyaculación era algo que ellas jamás habían visto. Por no mencionar lo que había sucedido entre Antonia y yo.
Todavía no me convencía de lo sucedido entre mi hija y yo … y Gina. ¿Qué viejo verde cuarentón podría decir de haber sido masturbado por dos adorables adolescentes? Ahora mi inquietud, era descubrir si esto había sido una cosa única que jamás volvería a ocurrir o, si se presentarían otras oportunidades de intimar con Gina. Estaba claro que ella lo había disfrutado, tanto que le había confesado a mi hija que corrió al baño solo para masturbarse. Pienso que tal vez ella estaría dispuesta a extender la duración de este desafío.
Con Antonia todo era diferente, tendría una charla con ella mañana, quiero ver como había procesado todo este asunto. Según el raciocinio de las chicas, no habíamos hecho verdadero sexo, yo no sé como clasificarlo, pero me quedé con el argumento de ellas. Esto último me tranquilizo lo suficiente y finalmente caí en un profundo y reconfortante sueño.
El ruido del motor del auto de mi esposa me despertó, ella se estaba yendo a trabajar. Me alegro de que me haya dejado dormir. Era el último día hábil de la semana, las chicas debían ir al colegio, la más pequeña ya se había ido. Por el rabillo del ojo vi cuando Antonia salía por la puerta principal, fui a la ventana y la vi alejarse con sus ajustados jeans azules que se adherían a su cuerpo como una segunda piel, me fije en sus anchas caderas, sus nalgas firmes y su caminar raudo y atrevido. De repente me di cuenta de que estaba solo en casa.
Con una taza de café caliente recién hecho, subí las escalas a la habitación de Antonia. Miré alrededor como si estuviera viendo la habitación por primera vez. Estaba de vuelta en la escena del crimen. El culpable siempre vuelve, dicen las estadísticas. Antonia había ordenado todo cuidadosamente y no había señas de lo que había sucedido la noche anterior. La ventana estaba abierta y la brisa fresca había disipado cualquier olor a sexo. Su cama lucía perfectamente estirada. Apoyé mi taza de café en su mesita de noche y me recosté en su cama con un excitante hormigueo en mi cuerpo. Su cama tenía el aroma de su champú y perfume, eso basto para hacer que mi pija se volviera a endurecer. Lo que me hizo recordar cuando Antonia me dijo “a tu polla le gusta la hermosa chica que tiene en frente”.
Quizás hubiera sido bueno que Gina interrumpiera ese momento cargado de sexualidad entre mi hija y yo. Cada vez me convencía más que tenía que discutirlo con Antonia lo antes posible. Quizás ella se sentía más culpable que yo y estaría de acuerdo en que esto no volvería a repetirse. Pero con su amiga Gina el discurso era diferente. Pensando a su culo y a su maravilloso par de tetas, me metí la mano bajo el pantaloncito y comencé a jugar con mi pija. Cerré los ojos e imaginé a Gina desnuda, caliente, entusiasta, sus curvas voluptuosas, ese aire impúdico y libertino, su culo apretadito, suave, sexy … y joven.
El revivir los momentos en que la tuve tan cerca con todas esas maravillosas curvas de joven mujer, hizo que mi pene se endureciera en segundos. Tirado lánguidamente sobre la cama de mi Antonia, dejé volar mi imaginación y comencé a tramar algunas ideas que me permitieran el volver a experimentar con ella los memorables recuerdos de lo recientemente acaecido. Pensaba solo a Gina, repentinamente sentí que mis shorts se estaban mojando con mi liquido preseminal y decidí detenerme, no quise tener un segundo orgasmo en el dormitorio de mi hija en veinticuatro horas.
Con una tremenda protuberancia en mis shorts, me levanté de la cama de Antonia, tomé mi taza de café, borré el circulo dejado por la taza en su mesita de noche, para no dejar huella alguna de mi visita en su habitación y salí para volver a la cocina. El día en sí, transcurrió bastante aburrido. En el trabajo no cesaba de pensar a la voluptuosa Gina, también pensaba a mi hija, pero mi lascivia estaba dirigida a la bella amiga de Antonia. Estaba claro que la que hizo que finalmente me corriera había sido mi hija, así que las imágenes de esos íntimos momentos giraban una y otra vez en mi mente, ¿fue un momento equivocado? ¡Necesito saber el parecer de mi Antonia!
Otra cosa que me hacía pensar es: ¿estarán las chicas discutiendo el tema? ¿lo habrán divulgado en las redes? Quizás ya todo el colegio podría leerlo en Facebook, Instagram, Twitter y Tik-Tok. Las chicas habían dicho que no lo revelarían a nadie, pero ¿Quién me lo asegura? No me quedaba nada más que confiar en ellas.
Me frustré un poco al no poder encontrar el modo de traerme a la cama a Gina, pero la suerte acompaña a los audaces y algo inesperado, me iba a ayudar en ese sentido por segunda vez, en este juego de azar yo estaba muy dispuesto a participar.
Sabía que mi Antonia llegaba a casa más temprano los viernes y yo la estaba esperando en la puerta de atrás. Con paternal orgullo la vi entrar por el jardín y meter su bicicleta bajo techo. Me daba la espalda, con sus jeans ajustados, botas cortas negras con tacones, chaqueta de cuero negra y corta, con su cabello recogido en una cola de caballo. Parecía el prototipo de una hermosa adolescente de colegio. Cuando se agachó a acomodar la bici, pude ver la cola de ballena de su tanga roja que sobresalía por el borde de sus jeans. Su trasero era increíble, no se cuantas veces le había llamado la atención sobre eso como padre, remarcando que no debía andar mostrando su desnudez. Pero ahora de repente, mi opinión al respecto estaba variando, miré con cariño su despampanante culo firme y redondo, ¿Cómo es que solo ahora descubro la bella mujer que es mi hija? ¡Con ese rostro angelical, nadie podría sospechar que masturbó a su propio padre hace menos de veinticuatro horas! ¿Podría alguien imaginar eso mirando a esta bella y joven mujer?, en eso la escuché:
—¡Hola papi! … —Me saludó con una gran sonrisa mientras entraba.
Era la primera vez que nos veíamos desde que Sali de su dormitorio, después de haberla chorreado con mi semen.
—¡Hola, hermosa! … —Dije un poco descaradamente.
Con una gran sonrisa en su rostro pasó junto a mí, dejó su mochila junto a la mesa de la cocina y me dijo:
—¡Hola, cosita rica y caliente! … —¡Guau! … ¡Guau! … ¡Guau! … ¿Escuché lo que escuché de la boca de mi niña? Entonces pregunté:
—¿Qué hice yo para merecerme esos apelativos? …
Antonia me miro mientras se sacaba la chaqueta negra, bajo ella estaba vistiendo su ajustado suéter negro que realzaba sus suaves y redondos pechos, tan hermosamente firmes, se rio y me dijo:
—Eso es lo que piensa de ti, Gina … —Luego agregó: —… a pesar de su edad, sigue siendo un hombre extremadamente atractivo … eso es lo que ella dijo de ti …
Antonia se giró hacia el mostrador para prepararse un poco de té y mis ojos se desviaron automáticamente a sus sexys posaderas en esos apretados jeans.
—¿Así que eso es lo que dijo, Gina? … yo también encuentro que ella es sexy …
Me hubiera gustado decir que también Antonia, mi hija, es sexy y muy hermosa, pero no lo dije por qué debía ser cauteloso en declarar alguna atracción mía hacia mi hija.
—¿Quieres un poco de té, papi? …
Me preguntó con toda naturalidad, como si no hubiera escuchado mi comentario. Asentí con la cabeza a su pregunta y después me senté frente a ella a degustar una taza de té. Nos miramos por encima del borde de nuestras tazas de té, entonces le pregunte:
—Hija … honestamente … ¿Estás avergonzada o arrepentida por … eehhmm … lo de anoche? …
Antonia no me miró, se quedó pensando en una respuesta y luego como mirando al infinito, dijo:
—Bueno … no, no me da vergüenza … por supuesto que entiendo de que no es normal lo que hicimos … pero de vergüenza … nooo … eso no …
Secretamente era la respuesta que yo me esperaba. No dije nada y seguí mirándola y ella continuó:
—… en realidad … fue bastante excitante lo que hicimos, ¿verdad? …
Nuevamente no dije nada, pero bajo la mesa mi pene estaba comenzando a reaccionar a sus palabras, luego dijo algo que me excitó aún más:
—… Si hubiera tenido algún tipo de complejo en hacer algo de este tipo … nunca lo hubiera patrocinado junto a Gina …
Esa respuesta me pareció muy madura y genial. No hizo ningún referimiento a sus sentimientos cachondos después de que casi la había bañado con mi semen ella lo asume solo como algo osado, pero no tenía ningún sentimiento conflictivo al respecto, entonces se vuelve hacia mí y pregunta:
—¿Y tú? … ¿Te avergüenzas? …
No estaba preparado para esta pregunta, más bien pensaba que ella se conflictuaría con lo sucedido, entonces trate de hilvanar una respuesta coherente:
—Bueno … para ser honesto … yo sabía lo que estábamos haciendo desde un principio … sabía que no estaba bien … pero era tan raro que dejé de lado toda razón y me embarque junto a ustedes en esta extraña locura … Gina me atraía mucho y hasta ahí todo iba bien … pero luego las cosas tuvieron algunas variaciones, ¿no? …
—Sí … nada se ajustaba al plan original … lo sé … pero no pude evitarlo … estaba tan caliente, papi … y también me gustó haber reemplazado a Gina y haberlo hecho contigo, papá …
Me encantó la honestidad de mi hija, su lenguaje era claro y venía directamente de su hermosa boca. Entonces decidí cambiar la conversación en otra dirección.
—Pero cuéntame … ¿Qué dijeron las chicas? …
—Papi … no nos creyeron …
—¿Cómo? … ¿no les creyeron? … ¿Por qué no? …
Antonia se explayó sobre la situación y las chicas estaban primero escépticas, luego concluyeron que ella y Gina se habían confabuladas para contar una mentira al respecto, porque un hecho así de raro no podía haber ocurrido. Dijeron que era imposible que Gina me masturbara en presencia de mi propia hija, eso era imposible de creer, luego concluyó:
—Bueno … Gina y yo sabemos lo que realmente ocurrió, ¿verdad? … yo estoy tranquila, Gina también … y me gusto la experiencia junto a ti, papá …
Entonces vislumbré una oportunidad inesperada para encausar todo a mi favor y poder hacer realidad mis fantasías, no podía dejarla pasar.
—Entonces las chicas piensan que Gina no se atrevió … y se burlaran de ella por el resto de su vida … ¿es así? …
Antonia se rio, pero inmediatamente agregó:
—Sí … parece increíble, ¿verdad? … pero no nos importa … sabemos que ella lo hizo y eso nos basta …
No me sonaba muy convencida, así que continué con mi maquiavélico razonamiento:
—¿Estás segura? … ¿No crees que sería genial presentarles una prueba? …
Antonia me miro interesada e interrogativamente, lo que me dio la oportunidad de insistir:
—…quiero decir … para acallar a todas esas chicas incrédulas … podríamos volver a hacerlo y esta vez pueden documentarlo con alguna fotografía … así Gina volvería ser la heroína triunfante … ¿te parece? …
Antonia me dio una curiosa mirada con sus bellos ojos verdes:
—¿Una foto? … pero tu dijiste que no querías fotografías …
—Bueno … pero sin mi rostro …
Dije para terminar de convencerla, pero Antonia lanzó casi una carcajada.
—¡Oh, papi! … ¡Qué astuto eres! … solo quieres que Gina te lo haga de nuevo, ¿verdad? …
Me reí tímidamente evidenciando que había descubierto mi plan, me conocía tan bien mi hija, pero no me iba a dar por vencido tan fácilmente, así que le dije:
—Bueno … mentiría si digo lo contrario … pero no veo otro modo de comprobarlo … además, queriendo ser rigurosos … Gina no termino su desafío … fuiste tú quien me hizo eyacular …
Las mejillas de Antonia se tornaron de un ligero color carmesí y evito mirarme, se quedó pensativa, luego en forma repentina se giró hacia mí y con una sonrisa diáfana me dijo.
—Eres un fresco, pero la idea es excelente … déjame llamar a Gina …
¡Vaya, esa si que fue una rápida decisión! ¡Esto salió muy bien!, pensé para mis adentros. Me quedé sentado inmóvil casi sin inmutarme, pero por dentro estaba saltando de alegría, miré a Antonia que llamaba a Gina con su celular.
—Gina, soy yo … escucha …
Escuché en directa la conversación de mi hija con Gina, Antonia le explicó mi astuto plan a su bella amiga, dándome de vez en cuando unas maliciosas miradas. Se reía y hacía divertidos gestos que solo podía adivinar lo que se estaban diciendo, lo que me provocó una incipiente erección, pero nunca le dijo que yo estaba ahí presente en frente de ella, concluyeron la conversación y me quedé expectante para saber que habían acordado. Antonia me miró sonriente:
—Bueno … supongo que has entendido todo, ¿verdad, papá? … Gina esta de acuerdo con tu plan … pero dijo que eras un astuto bribón …
No pude dejar de replicar inmediatamente.
—En todo caso los bribones somos tres …
Se rio de buena gana y me explicó que los padres de Gina se irían de viaje y no regresarían hasta el sábado, así que Gina estaría sola en casa, por lo que lo haríamos en casa de ella, luego con su sonrisa juguetona y con cierta picardía, me dijo.
—¡Qué suerte que tienes, papi! … el destino te favorece …
—Favorece a los audaces, mi niña …
Le dije sonriendo con un poco de satisfacción y estirando el elástico, agregué algo que se me ocurrió en el momento:
—Pero tengo otra cosa importante …
Antonia ladeó histriónicamente su hermoso rostro e inquisitivamente me preguntó:
—¿Y que otra cosa nos quedaría por definir, pá? …
—Bueno … me da un poco de vergüenza … pero dado a que soy de otra época … para mi resulta muy egoísta que una mujer me satisfaga y yo no pueda devolverle el gesto maravilloso … y me gustaría compensar eso …
Los ojos de Antonia no dejaban de mirarme, tenían un brillo especial, había impudicia en ellos, y me preguntó:
—¿Y cómo? …
—Bueno … dije que me gustaría colaborar para hacer callar a tus amigas … pero solo si Gina me deja mimarla un poco y devolverle el favor … ¿entiendes? …
Antonia entendió antes de que yo terminara de exponer mi requerimiento, sus mejillas se volvieron a encender de un delicioso tono de rojo. Me dijo:
—Así que quieres tocarla con el dedo, ¿no? …
—Bueno … no es sexo verdadero …
Dije usando el mismo vocabulario de ellas, me quedo mirando por largo rato y luego muy suelta de cuerpo me dijo:
—Sí … creo que eso estará bien con ella … déjame a mí tratar con Gina …
—¡Guau! …
Exclamé sin poder contener mi complacencia, tampoco pude evitar de ruborizarme ante mi osadía. Antonia inmediatamente tomó su IPhone para llamar a Gina.
Escuché a Antonia discutir mi demanda con Gina. Estaba bastante nervioso. ¿Había ido demasiado lejos con mi demanda? Todo era tan raro e inusual. Antonia había reaccionado bien a mi petición, pero ¿Cómo iba a reaccionar Gina? Escuche con atención la conversación entre ellas, pero no hubo ningún comentario que me diera alguna pista sobre lo que estaban decidiendo, apenas terminó de hablar, en ascuas le pregunté:
—¿Y? …
—¿Nos vamos ahora mismo, papi? …
Dijo como si estuviéramos yendo al Mall, intrigado le pregunté:
—Pero … ¿Qué dijo? …
—Ella piensa que es una excelente idea … y tu petición parece justa …
No podía creer que todo había sido tan fácil, rápido y simple. De pronto me sentí viejo ¡Son tan rápidos los jóvenes! Aún así, le volví a preguntar a mi hija:
—Antonia … ¿estás segura? … quiero decir … es tan raro todo esto … tú vas a estar allí, ¿verdad? …
Antonia me sonrió y asintió, entonces le dije:
—Pero esta vez si vas a tomar el puesto de Gina me lo tienen que hacer saber … ¿de acuerdo? …
Antonia se rio a carcajadas y dijo que esta vez se comportaría, luego subió las escaleras meneando su maravilloso culo teatralmente, dejándome sin habla y sin respiración.
Veinte minutos más tarde íbamos en mi carro camino a casa de Gina. Había dejado una nota en la mesa de la cocina para mi esposa, donde le decía que iba con Antonia a la ciudad y luego pasaría a dejarla a casa de Gina. En el auto tuve que controlar mi erección que se estaba transformado en algo incomodo, pensando en la perspectiva de esa tarde. Antonia y yo cantamos una vieja canción de Montaner y nos reímos a carcajadas, ya que se relacionaba con lo nuestro:
… tengo de lo que no tengo
Para dártelo como si tuviera
Dame un beso de ese jugo ‘e caña
Que le brota a tu cañaveral …
Imaginaba la jungla de vellos púbicos de Gina con sus jugos brotando de ese coñito pequeño y estrecho. Lógicamente no lo compartí con Antonia por considerarlo un tanto depravado.
De todas maneras, en un cierto sentido mi hija y yo éramos cómplices. Llegamos sin novedad a la casa de Gina, ella ya estaba en la puerta esperándonos con una luciente sonrisa y un atuendo muy parecido al de Antonia, jeans ajustados, una bonita blusa y una chaqueta corta. Dos preciosas colegialas adolescentes. Su largo pelo rubio estaba recogido en una cola de caballo y no portaba ningún tipo de calzado, mostrando sus cuidadas uñas del mismo color de las uñas de sus dedos.
Me impresionó agradablemente verla vestida como una ingenua e inocente adolescente. Me miraba sonriendo y cuando entré la saludé con un:
—¡Hola, bomboncito! …
Antonia pego una carcajada y Gina un grito:
—¡Traidora! … ¡Le dijiste! …
Me paré en un hermoso y amplio salón y Gina me mostró el camino a … ¡su dormitorio!, solo dije:
—Allá arriba, ¿eh? …
Subimos las escalas y Gina fue muy inteligente como para no subir delante de mí, lo cual, por supuesto, lamente muchísimo, me perdí la vista de sus hermosas nalgas. Cuando llegamos al pasillo superior, pasó rápidamente junto a mí y entró a su habitación y dijo:
—Este es mí cuarto … ¡Bienvenidos! …
Miré a Gina a la cara y noté que, a pesar de sus excentricidades, estaba tensa. Bueno, no es de extrañar porque yo también lo estaba. No sabiendo como romper el hielo, se me ocurrió preguntar:
—Entonces … tus amiguitas no te creyeron esta vez, ¿verdad? …
—Sí … así es … pero vamos a hacer algo al respecto ahora, ¿sí? …
Me asombró la determinación de Gina, pero asentí diciéndole:
—Bueno … esta vez vamos a darles una prueba irrefutable e incuestionable … una foto …
Me giré hacia mi hija Antonia y le pregunté:
—Antonia … hija … ¿Trajiste la cámara? …
—¡Ay!, papi … modernízate … yo hago todo con mi IPhone …
—Bueno … “Sabelotodo” … prepara tú IPhone …
Volví a mirar a Gina y con voz suave le dije:
—Te ves increíblemente femenina y hermosa … has crecido tan rápido …
Ella se sonrojó como la joven adolescente que es, antes de que se pusiera nerviosa le pedí sorpresivamente:
—¿Me muestras tu mano derecha, bombón? …
Gina me extendió su mano en forma suspicaz e interrogativa, también Antonia se acercó curiosa, la miré y exclamé casi horrorizado:
—¡Dios mío! … ¡Si tienes hasta callosidades! …
Me quitó la mano violentamente y se echó a reír, mientras Antonia se reía a carcajadas, luego le dijo a Antonia:
—¡Que lindo y divertido es este hombre! …
A lo que me hija le respondió prestamente:
—¿Y por qué no te lo besas? …
Gina cesó de reír y me miró como si me viera por la primera vez. Cuando se enderezó la atraje hacia mí diciéndole:
—¿Qué te impide dar ese beso, jovencita? …
La acerqué más a mí y miré profundamente en sus ojos azules de adolescente, al mismo tiempo mi mano se movió por su espalda baja, pero sin tocar su hermoso culo y presioné estrechamente su joven cuerpo al mío. Nuestros rostros estaban separados solo por un par de centímetros. Era realmente hermosa y estaba nerviosa. Temblaba bajo mi mano. Hice un amago como de besarla, pero no lo hice, solo dije:
—Tú también eres una hermosa flor, bella damita …
Y rocé mis labios con los suyos. Sentí que sus brazos envolvían mi cuello, sus ojos estaban cerrados, me incliné y nuestros labios de unieron por largo rato, su lengua juguetona se insinuó en los míos y muy pronto mi lengua perseguía a la suya, Antonia nos estaba mirando:
—¡Hey! … ¡Eres realmente pervertido! … ¿Hola? … no estoy aquí dibujada … los estoy mirando …
Me hicieron reír los comentarios de mi hija, pero mí atención estaba con Gina, jadeaba y se contorsionaba apegada a mí cuerpo, nos separamos y ella exclamó:
—¡Guau! … también besa lindo …
Entonces la volví a besar, nuestras calientes lenguas danzaron cómplices despertando sentimientos cachondos en ella y en mí. Mis dos manos estaban en su baja espalda y se deslizaron sobre la ajustada tela de sus jeans. Sentí los glúteos más perfectos, apretados, redondos y suaves que haya sentido en mis últimos cuarenta años y los amasé suavemente, copando cada glúteo con cada una de mis manos y la estreché contra mi entrepierna para hacerle sentir mi pija en su vientre. Antonia volvió a hacerse sentir:
—¡Vamos, Gina! … ¡Vas hacer que se corra! … comencemos o estaré de sobra aquí …
Noté un poco de exasperación en la voz de mi hija … ¿o quizás celos? Queriendo comprobar una cosa más con Gina, mientras todavía estaba estrecha a mí le pregunté:
—Antonia te dijo sobre mí … ¡ehm! … requisito … ¿verdad? …
Gina apretó su pelvis a mi muslo, se sonrojó, entornó sus ojos coquetamente y asintió con una tímida sonrisa. También me hizo sentir sus duros pezones en mí pecho. La solté y le dije:
—Bueno … cómo vamos a tomar esta foto … ¿debo desnudarme completamente o simplemente cómo la última vez? …
Gina muy suelta de cuerpo se volvió hacia mi hija y dijo:
—Bueno … creo que esta vez tienes que estar completamente desnudo … ¿no es verdad, Antonia? …
Mi hija no tardó en responder descaradamente a su manera:
—¡Pffff! … como si no lo conociera … de seguro que quiere totalmente desnudo …
Esta vez me reí para mis adentros, mi hija me conocía muy bien. Comencé sacándome mi camisa, Gina vino a mi lado y me observaba.
—¡Guau! … ¡Cuánto pelo en tu pecho! …
Me quité los zapatos y los calcetines mientras Antonia y Gina continuaban a mirarme en silencio. Luego llegó el turno de los pantalones, me desabroché el cinturón y bajé la cremallera, dándole una mirada expresiva a Gina, bajo su blusa, sus pezones eran visiblemente duros. Sin esperar más, me bajé los pantalones y los saqué. Un orgulloso bulto se mostró protuberante en mis boxers, me volteé y dije a mi hija en son de broma:
—Cierra los ojos, cariño …
Pero mi hija se dio vuelta detrás de mí y de un golpe me bajó los calzoncillos, me pilló tan de sorpresa que mi cachonda hija hiciera eso. Mi pija casi totalmente erecta saltó con entusiasmo hacia Gina la que dio un pequeño respingo exclamando:
—¡Guau! …
Fue todo lo que dijo y se sentó en silencio en el borde de la cama. La miré y jugué con mi prepucio tirándolo hacia atrás y adelante unas cuantas veces. Caminé hacia Gina y la apunté con mi pija, Gina ansiosamente agarró mi polla. Miré hacia abajo, Gina comenzaba a amasar mi pene de manera lenta y agradable, en forma segura y con avidez, como resultado mi pija estaba dura cual si fuera un pedazo de acero. Agradecido y con ternura acaricié sus cabellos rubios, en eso vi a Antonia que se dirigía hacia nosotros. Hizo un cuadrito con sus dedos y nos enmarcó a Gina y a mí, como preparándose para la fotografía, luego apuntó su IPhone y hubo un sonido claro “Click”, comenzó a tomar varias fotos, entonces le dije bromeando:
—¿Cabe mi polla en ese pequeño objetivo, hija? …
Ambas chicas se miraron y sonrieron. Me pareció tan extraño que mi hija estuviera tomando fotos del pene de su propio padre, pero esto solo aumentó mí calentura. Gina se detuvo un instante y preguntó a Antonia.
—Lo envías de inmediato por SMS, ¿verdad? …
Vi los largos dedos de mi hija volar sobre la pantalla de su celular, concentrada en comunicar con sus amigas, de repente sentí algo maravillosamente cálido envolver mi pene, era la boca de Gina que movía su cabeza de arriba abajo chupando mi pene con entusiasmo. Lo hacía un poco torpemente, pero de todas maneras la sensación era inigualable. Gemí extasiado:
—¡Oh, Dios! … Gina …
Ella levanto su vista y me miró casi con orgullo, suavemente aferré su cabeza a la altura de sus orejas, hubiera querido follar su boca, pero me contuve. En tanto detrás de mí, Antonia se abrazaba a mí y sentí la protuberancia de sus jóvenes senos que se presionaban a mí espalda, su brazo izquierdo se deslizaba debajo de mi brazo izquierdo y acarició mi vientre. Suaves besos sobre mi piel desnuda me hicieron electrizar mi cuerpo, me estaban volviendo loco. En su mano derecha, Antonia mantenía su celular y con sus agiles dedos, respondía a mensajes que le estaban llegando, me mostró alguno de ellos que me resultó imposible leer con la boca de Gina que succionaba maravillosamente mi pene y los duros pezones de mi hija que pinchaban mi espalda. Antonia leyó los mensajes a Gina, sin denotar ninguna emoción ni asombro de que su mejor amiga le estuviese mamando la pija a su propio padre; se detuvo un instante e informó a Gina:
—Bueno … Ahora si lo creen …
—¿Todos? … —Pregunto Gina sacándose mi pene de la boca por un breve momento.
—Por lo menos la mayoría de ellos dicen creerlo … Paulina dice que nunca había visto uno así de grande …
Con un gesto casi de fastidio e indiferencia, dejo caer el celular en la cama y me rodeo con su brazo derecho. Empezó a acariciar el vello de mi pecho y vientre con ambas manos, mientras continuaba a besar mi espalda, casi en un susurro de voz me preguntó:
—¿Está bien lo que te está haciendo Gina, papi? …
Solo pude gruñir y gemir de placer y acompañar las caricias de Antonia con mis propias manos. Su mano derecha se abrió paso por la parte inferior de mi abdomen y luego más abajo, hasta acariciar la rugosa piel de mis afeitados cojones. Mi corazón se encabritó y mis rodillas temblaron, gemí y sugerí cambiar de posición o de lo contrario me derrumbaría sobre el piso.
Gina tenía mi pija fuera de su boca y se sonrió junto a Antonia, ambas cachondas y encantadas de hacerme sentir todo ese placer. Me senté al borde de la cama, Gina se arrodilló entre mis piernas, mi pene duro apuntaba a las alturas y ella lo aferró firmemente para masturbarlo frenéticamente por unos segundos y luego lo volvió a meter a su cálida boca.
—¡Ooohhh, Jesús! … este sexo no verdadero me encanta …
Gemí y me derrumbé de espalda, las chicas rieron ante mi exclamación. Gina se esforzaba por reír sin dejar de lengüetear y lamer mi polla por todos lados. Antonia se acurrucó a mi lado, puso su cabeza en mi pecho y se dedicó a observar atentamente como su mejor amiga hacía gozar a su padre. Después de un rato levanto su rostro y se puso a jugar con los vellos de mi pecho, me recordé que solía hacerlo cuando era una bebita de cinco o seis años y se metía a nuestro lecho con mi esposa los domingos por la mañana. Me miró significativamente y me preguntó:
—¿Recuerdas cuando de niña te hacía esto? …
No pude ni siquiera responder, porque Gina estaba haciendo con su boca, lengua, labios y dedos, cosas que ninguna mujer me había hecho jamás, gemí fuertemente y contuve mi eyaculación por poco, pero creí convulsionar cuando la mano de Antonia alcanzo mi monte de venus, justo al borde de donde lo había afeitado y comenzó a acariciar mi piel lisa.
—¿Te gusta esto, papi? … ¿Te gusta cuando te toco? …
La miré jadeante y a punto de explotar, luego agregó:
—¿Sabes lo que más me gusta a mí, papi? … es mirar tu bello rostro caliente y lascivo … quiero verlo cuando toques a Gina … porque luego de que ella termine contigo … será tu turno de tocarla, papi … entonces quiero mirarte …
Mis caderas se sacudieron y sentí unas gotas de líquido preseminal entrando en la boca ávida de Gina, Antonia se acercó a mi oído y me susurró:
—¿Te gustaría tocarme también a mí, papi? … Quiero sentir tus deditos en mí, papi …
En mis bolas se estaba rescaldando la lava y casi ya no podía pensar nada, solo imaginarme dedeando a mi propia hija me estaba trasportando a otro nivel. Entre la calígine de la lujuria vi el hermoso rostro de Antonia mirándome, mientras sus largos cabellos nos ocultaban de Gina, ella se acercó muy cerquita a mí y me preguntó:
—¿Quieres hacer eso, papito? … ¿Quieres? … ¿Yo lo quiero, papi? …
Moví mi cabeza levemente y ella estampó sus labios en los míos. En ese preciso momento exploté irrefrenablemente con chorros densos y potentes en la boca de Gina que se aferró a mi verga a chupar sedienta toda mi lefa caliente. Quería gritar, quería gruñir, pero los labios de Antonia sellaban mi boca y podía respirar solo por mi nariz. Mis piernas estaban tiesas y temblaban, los glúteos me llegaban a doler por el esfuerzo de lanzar borbotones y chorros de semen en la boca de Gina. Me retorcí y aferré el culo de Antonia con fuerza, al mismo tiempo que las últimas olas de esperma eran engullidas por su mejor amiga. Intentaba recuperarme, pero Gina continuaba masturbándome y estrujando mi polla. Todo mi cuerpo estaba en llamas. Finalmente, Gina se calmó, me enderecé en mis codos y la miré, no vi ningún rastro de mi copiosa eyaculación, ella me miraba entusiasta y orgullosa con sus ojos lucientes y una gran sonrisa:
—¡Jesús, Gina! … ¿no me digas que te tragaste todo? …
Ella asintió como una triunfadora y dijo.
—¡Hmmmm! … estuvo delicioso … todo … no deje que se escapara ni una sola gota …
—¡Gina, tu técnica es fabulosa! … cada vez me gusta más este sexo sin sexo … o como quieran llamarlo …
Antonia y Gina volvieron a reírse, pero ahora era mi turno, debía encargarme del coño de la mejor amiga de mi hija. Gina se levantó y se paró frente a mi con sus piernas ligeramente separadas y sus manos coquetamente en sus caderas.
—¿Y ahora? … solo dime que hacer …
Dijo claramente nerviosa. Le pedí que se desnudara e hiciera lo que se sentía de hacer. La vi vacilar, miró a Antonia que estaba recostada a mi lado y luego comenzó a quitarse la chaqueta y la blusa. Pensé que llevaba sostén, pero no, sus tetas estaban muy erguidas y desafiantes, se sacudían al son de sus movimientos fulmíneos. Casi se me cortó el aliento cuando se bajo los vaqueros y salió una bonita y coqueta tanguita negra. Siguió mirándome y sin duda vio mis ojos achinados y ansiosos de lujuria recorriendo todo su joven y gracioso cuerpo. Cuando se bajo la tanga, lo hizo casi violentamente, la mantuvo en su mano y enseguida abrió ambos brazos diciendo:
—¡Esta soy yo! …
Estaba totalmente desnuda. ¡Dios mío! ¡Si que era hermosa! Vientre plano, amplias caderas, muslos llenos y apretados, piel tersa, suave y joven. ¡Y su coño! ¡Su coño depilado totalmente! ¡Y yo iba a tocar a esta diosa de la belleza! Me volteé hacia mi hija y le dije:
—Pellízcame, por favor … ¡Creo que estoy en el cielo! …
Lo dije en son de broma, pero Antonia me dio un pellizco que me hizo respingar, deveras me dolió.
—¡Ay! … ¡me vas a dejar una marca! …
Ambas se rieron traviesamente, enseguida Gina con sus manos en sus caderas me dijo:
—¿Y ahora? … ¿Qué sigue? …
La miré encandilado por su hermosura. Quería lamerla larga e intensamente, dedear su panocha calva a morir, follarla con todos mis dedos. Pero finalmente decidí hacerlo amorosamente, con ternura y calma. ¿Hacerlo apresurado como en una mala película porno?, por supuesto que no. Este coño divino y majestuoso meritaba un tratamiento especial. Empujé prácticamente todas las almohadas contra la pared donde luego me apoyé con las piernas abiertas.
—¡Ven aquí dulce cosita! …
Le dije palmoteando la cama frente a mí entre mis piernas. Gina me miró maliciosamente, también miró a Antonia y luego se arrastró sobre la cama, la cual era bastante estrecha para dar cabida a tres personas. Inmediatamente me dio la espalda y se acurrucó a mí, apoyando su suave espalda en mi pecho. La tomé de las caderas y la subí un poco, mi verga quedó entre sus nalgas, entonces ella apoyó su cabeza en mi cuello, ¡Hmmmm! ¡Qué aroma de mujer!
Moví mi mano entre sus piernas, para cerciorarme de poder alcanzar su joven coño, Gina calmadamente me dejaba hacer y se recostó más relajada contra mi cuerpo, mi miembro separaba con fuerza el surco de su bien formado culito y latía glorioso ahí en medio. En tanto Gina se contorsionó pegada a mi:
—¡Hmmmm! Esto es divino …
Gimió suavemente. Mi mano se desplazó sobre su vientre plano y la partes baja de sus senos, pero sin tocarlos, luego acaricié su ombligo y su monte de venus. Mi mano izquierda rozó su pequeño pezón, para luego aprisionarlo entre mis dedos en forma suave. Gina volvió a gemir sintiendo mis dedos que acariciaban la parte interna de sus maravillosos muslos y rozaban ligeramente los hinchados labios de su estrecho chocho:
—¡Guau! … se siente especial … nadie me había hecho algo así … ¡Hmmmm! …
No dije nada, pero me encantaba escucharla y seguí estimulando su joven, vigoroso y cachondo cuerpo adolescente. Sus pezones estaban duros y todo su cuerpo comenzaba a brillar con una ligera capa de sudor. Antonia nos observaba silentemente sentada al borde de la cama, mis manos recorriendo el cuerpo de su mejor amiga la tenían hipnotizada.
Gina dio un tremendo gemido cuando deslicé mi dedo medio entre sus labios calientes y húmedos y su panocha pareció vibrar bajo la yema de mi dedo; arqueó su espalda y empujo hacia adelante sus protuberantes, jóvenes y duros senos, acerqué mi boca a su lóbulo y le susurré al oído:
—Querida, Gina … tienes tu conchita convertida en una laguna …
Apretó un poco mi mano con sus muslos y echó sus caderas hacia adelante, luego dijo:
—¡Será por qué me tienes tan caliente! …
Abrió más sus piernas y con su mano empujó mi dedo más adentro de ella. Mi dedo índice y medio se adentraron en su estrecho y empapado coñito, mi dedo pulgar quedo en la posición perfecta para acariciar su clítoris. Se retorció cuando mi dedo aplastó suavemente su centro del placer y se le escapó un chillido:
—¡Nooaaggghhh! …
Entonces comencé a follar su panocha más rápido y firme, al tiempo que sobajeaba sus tetas con mi mano izquierda. Antonia ni siquiera pestañaba, subyugada por los gemidos y las contorsiones de su querida amiga que se debatía en una lucha placentera de goce y lujuria. Las piernas de Gina parecían enloquecidas, los deditos de sus pies estaban achiguados y los vellos de sus brazos erizados como un puercoespín. Mi dedo pulgar comenzó a dibujar círculos sobre su botoncito y Gina tembló y gimió:
—¡Ooohhh, sí! … ¡Ooohhh, sí! … ¡Ooohhh, sí! … ¡Ya vengo! …
En ese preciso momento saqué mis dedos de su coño y comencé a barrer su clítoris con todos mis dedos, como si fuera un mandolino. Gina casi gritó y se corrió pataleando con sus piernas, follando mis dedos y lanzó un chillido animalesco:
—¡Waaahhhaaahhhaaa! … ¡A-ha! … ¡A-ha! … ¡A-ha! …
Dejé de presionar su clítoris y acaricié su vientre plano, ahuecando mis manos sobre sus senos que se movían al ritmo de su agitada respiración. Finalmente se calmó y abrió los ojos que brillaban y tenía un marcado rubor en sus mejillas, se dio la vuelta y sentó arrodillada entre mis piernas:
—Esto normalmente no era así … nunca me había corrido así de intenso … gracias … no lo olvidaré …
Me dio un beso en la boca, me hizo sentir muy bien su comentario sobre todo cuando agregó:
—¡Eres muy lindo! …
Entonces se dio cuenta de mi tremenda erección.
—¡Guau! … estás intratable hoy día. ¿eh? …
Estaba a punto de responder, cuando vi que mi Antonia comenzaba a desvestirse. Primero su hermoso suéter que dejaba ver que debajo vestía solo su sujetador de color negro. Gina agarró mi miembro endurecido y acercándose a mi glande, dijo medio en serio, medio en broma:
—Te gusta tu hija, ¿verdad, cerdito? …
Cuando desabrochó los ganchos de su sostén, pude ver sus preciosos senos, tamaño similar a los de Gina, solo que su forma era totalmente diferente. Parecían más duros y aguzados, igual a los de mi esposa a sus veinte años. Antonia me miró mientras meneaba sus caderas coquetamente para sacarse los ajustados jeans, los cuales hizo descender por sus largas piernas junto a su pequeña tanga, tuve una agradable sorpresa al ver que mi hija también tenía su diminuto chochito completamente rapado, mi pija palpitó al ver la hermosura de ella. ¡Mi Antonia!
Gina se hizo de aparte y dejo espacio libre a Antonia, ésta sin dudarlo se subió a la cama y se arrastró encima de mí, su coño sobre mi vientre colocando sus piernas a horcajadas. Me pareció sentir la punta de mi polla apoyarse en su estrecho y estriado ano, se me escapó un gemido de placentero goce. Antonia me echo sus brazos al cuello y posó sus labios en los míos, su lengua se introdujo en mi boca y mi lengua le dio la bienvenida acariciándola amorosamente. Nos besamos largamente, luego entre jadeos y gemidos me dijo:
—Quiero que me hagas lo mismo que le hiciste a Gina, papi …
Gina silente, se sentó en un extremo de la cama observando el cuerpo de Antonia girarse y acostarse encima de mí. Me volví loco de lujuria y mi pija dura como el granito presionó con fuerza la parte baja de la espalda de mi Antonia. Me parecía irreal. Fue fantástico como mi hija se había desnudado, me dio unos cuantos besos y luego se botó de espalda encima de mí confiadamente.
¡Me resultaba muy caliente toda la situación! También me parecía que mí Antonia era más bonita, más estrecha y su aroma era mucho más exquisito que el de Gina. Antonia también se había relajado colocando su cabeza en mi hombro izquierdo y sus manos primero se había apoyado en la cama, después acarició su estómago y las ahuecó para sobajear sus hermosos senos. Por momentos me parecía ser un viajero del tiempo y volver decenas de años atrás, cuando acariciaba a mi esposa desnuda, mi Antonia era copia fiel de ella. Rocé su puntiagudo seno izquierdo y mi mano derecha se desplazó a su monte de venus y luego superficialmente sobre sus cálidos y apretados labios vaginales, su coño estaba muy cerrado, su tez era muy suabe y tersa allí-
Mi mano izquierda bajó debajo de su ombligo, estirando ligeramente su piel hacia arriba y con mi dedo medio de mi mano derecha, presioné suave pero firmemente entre su labia excitada, su coño estaba casi tan empapado como el de Gina, pero no dije nada al respecto, no quería arruinar este momento mágico entre yo y mi hija. Su clítoris estaba hinchado y muy sensible, cuando mi pulgar lo rozó, dio un fuerte gemido, un respingo y sus piernas intentaron aprisionar mi mano entre ellas, hasta en eso, mi Antonia era igual a su madre, su clítoris era hipersensible.
Luego de un instante, Antonia abrió ampliamente sus piernas para darme libertad de jugar con su panocha rebosante de fluidos. Era el coño más hermoso y perfecto que hubiera tenido jamás. Mi dedo se deslizó sobre su resbaladizo clítoris. ¡El segundo clítoris adolescente en menos de diez minutos! Antonia estaba gimiendo y ella misma comenzó a juguetear con sus aguzados senos. ¡Qué chica más caliente mí Antonia! La penetré con dos dedos y comencé a bombear su apretadísimo coño y volví a acariciar su botoncito del placer, gimió muy fuerte:
—¡Oooohhhh!, papi … ¡Esto es tan delicioso! … ¡Qué rico lo que me haces! …
Estaba dedeando a mi propia hija, se sentía divinamente celestial, su coñito parecía bendecido e inmaculado, volvió a gritar:
—¡Ooohhh, papi! … te amo tanto … ¡A-ha! … ¡A-ha! … ¡A-ha! … ¡Aaahhh! … ¡Ummmm! … ¡Esto es tan cachondo! … ¡A-ha! … ¡A-ha! … ¡Hmmmm! …
Seguí dedeándola y antes de darme cuenta, mi Antonia se corrió como un bólido. Se plegó hacia adelante, su culito se meneaba follando mis dedos y sus muslos se habían cerrado firmemente, su cuerpo entero se estremecía y reía como una loca. Tuve que controlarme para no correrme junto a ella.
Gina nos escudriñaba sonriendo atentamente, pero no dijo nada. Mi Antonia estaba casi en posición fetal gimiendo y respirando afanosamente, acaricié sus caderas y sus glúteos mientras yacía de costado con sus puntiagudos senos agitados por su respiración, la deje que se recuperara. Mi polla estaba dura y algunas gotas de pre-semen gotearon sobre la tersa piel de la espalda de Antonia, todavía reía cuando me dijo:
—¡Guau, papi! … ¿Dónde aprendiste a hacer eso? … ¡Se sintió super! … ¡Casi me haces enloquecer! … ¡Te amo! …
La ayudé a levantarse, junté mis piernas y la hice sentarse en mi regazo, besé su mejilla y mi mano recorrió sus puntudos y duros senos, su vientre liso y sus muslos.
—Yo también te amo, querida … sería el más feliz si lo pudiéramos hacer todos los días …
—¡Sí, papi! … todas las veces que podamos …
Gina se hizo hacia adelante entusiasta y quizás un poco envidiosa dijo:
—Sí, yo también … yo también quiero …
Era hora de que me marchara, pero no tenía ninguna intención de hacerlo, me hubiera querido quedar acostado con mi hija desnuda toda la noche. Casi casualmente, deslicé mi dedo entre los húmedos labios de mi hija, rozando su clítoris. Su cuerpo enseguida se estremeció, cerró fuertemente sus muslos y escondió su ingle echándose un poco hacia adelante, mi mano quedó aprisionada entre sus cálidas piernas, me dijo temblando:
—¡Ay, papi! … está muy sensible allí ahora …
Yo lo sabía. Ella es igual a su madre. Sabía que su calentura continuaba, así que me alejé de su botoncito y penetré su empapado coño profundamente con mis dedos. Me impresionaba su extrema estrechez. Follé su conchita, había un sonido de chapoteo en su bañada vagina, Antonia tomó mi mano y la empujó más adentro de ella.
—¡Oh, papi! … ¡Sigue! … ¡Lo está haciendo otra vez! … ¡Sigue! …
Antonia gemía y se contorsionaba, se había dejado caer hacia atrás, quedando prácticamente con sus glúteos en mi regazo y su cuerpo estirado, en esta posición su ingle y monte de venus, quedaban ligeramente levantados y me resultaba más fácil follarla con mi dedos y sobajear su clítoris con mi otra mano. Gina la miraba casi con envidia y su mano estaba perdida entre sus sedosos muslos, masturbándose mientras yo masturbaba a mi hija. Probé suavemente a tocar el clítoris de Antonia y la encontré muy receptiva, su hipersensibilidad podía manejarla bastante bien, poco a poco comencé a levantar el capuchón que ocultaba su centro de placer y masajeé esa protuberancia nerviosa que se erguía desafiante entre esos sutiles pliegues rosados, expuse su clítoris e hice círculos alrededor con la yema de mi dedo, lo froté y con mis otros dedos la folle. Antonia gimió y su cuerpo se tensó completamente antes de volver a explotar en un segundo orgasmo potentísimo, se medio enderezó en el aire, luego cayo hacia atrás convulsionando, su cuerpo sufriendo espasmódicas olas orgásmicas.
—¡Ohhhhhhh! … ¡Aaarrrggghhh! … ¡A-ha! … ¡Hmmmm! … ¡A-ha! … ¡A-ha! … ¡Aaahhh! … ¡Umpf! … ¡Umpf! … ¡A-ha! …
Sus chillidos eran tan estridentes que hasta Gina se sentó preocupada a observarla. Antonia lanzó varias carcajadas como loca y luego se sumió en un quieto sollozo. Yo la había apañado en mis brazos y acariciaba sus cabellos y ella jugaba con mis vellos pectorales, luego más repuesta dijo:
—¡Oh, papi! … ¡Qué me has hecho! … Me estoy enamorando de ti, papi … seré adicta a ti …
Se rio y me beso en la boca, se había volteado hacia mí y la mitad de su cuerpo estaba encima de mí, traté de alcanzar su hermoso culo, pero ella resbaló hacia abajo donde Gina ya se había posesionada de mi pene duro como fierro, Antonia también agarró mi pija con una de sus manitas y comenzó a masturbarme lentamente, miré hacia abajo y me encontré dos cabezas de jóvenes chicas adolescentes compartiendo mi verga enhiesta.
Quería que una de ella me mamara la polla, pero deje todo a iniciativa de ellas, después de todo lo habido hasta ahora no podía ciertamente quejarme. Antonia me miró con su cara cachonda y me dijo:
—¡Quiero verte chorrear, papi! …
Gina soltó mi polla y se deslizó hacia arriba sentándose a horcajadas sobre mi estomago al tiempo que se inclinaba a besar mis labios. Su coño abierto y mojado estaba apoyado sobre mi vientre, mientras nos besábamos, agarré sus nalgas y abrí su trasero, mi polla estaba muy cerca de su ano. Antonia todavía jalaba de mi pene entusiásticamente, de repente le escuché decir:
—¡Gina! … levanta un poco tu culo ...
Ella levantó sus caderas de mi estomago y sentí lo increíble cuando Antonia me preguntó:
—¿Sientes eso, papi? …
Mi Antonia puso la cabeza de mi pene a la entrada de la gruta caliente del coño de Gina, paseaba mi pija en la empapada hendedura de su mejor amiga y yo me estaba volviendo loco. Lo único que quería era penetrar ese estrecho chocho, pero Antonia me lo impedía:
—¡No, papi! … ¡Eso no está permitido! …
Gina gemía sintiendo la cabezota de mi pene entre sus labios vaginales:
—¡Joder, Gina! … ¡Baja tu coño! … ¡Quiero follarte, maldita sea! …
Antonia casi burlonamente dijo:
—¡Hey, papi! ... sabes que no puedes hacerlo … eso sería tener sexo y no estamos teniendo sexo, ¿verdad? …
Hubiera sido demasiado fácil para mí aferrarla de las caderas y enterrar forzosamente mi verga en su estrecho coño, pero fui lo bastante inteligente como para no hacerlo, de todas maneras, el continuo roce de ese chocho suave y caliente sobre mi glande fue demasiado para mí, Antonia continuaba a masturbarme y exploté con ella teniendo firmemente mi pene aferrado en su mano, llené los muslos y nalgas de Gina con mi tibio y espeso semen, su joven coño también fue salpicado de esperma. Gina se levantó y comenzó a espalmar mi lefa sobre su piel. Sin soltar mi pene, Antonia se movió hacia arriba y se acostó a mi lado, luego Gina hizo lo mismo. Aquí estaba yo rodeado de dos nenas cachondas y una de ellas era de mi propia carne y sangre …
(Continuara …)
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