Noche insomne. - Final.

por
género
zoophilia

Luisa había vuelto una y otra vez al granero. Por las noches cuando sentía los ladridos de Blacky, era como si él viniera a llamarla. El croar de las ranas la mantenía despierta e inquieta. El ladrido se producía con una cierta intermitencia. Luisa no podía dejarlo así. Ahora Blacky era como su amante secreto. Le había lamido el coño tan rico que se corría a mares. Le encantaba ser rociada por la copiosa eyaculación del perro. Lo había probado y bebido más de una vez. Pero hasta ahora no se había atrevido a entregarle su sexo. Él la buscaba y quería, le saltaba encima y la empujaba para hacerla caer por tierra, pero Luisa siempre se había escabullido y solo lo masturbaba y le chupaba la exquisita pija roja y caliente, luego escapaba a casa a masturbarse como loca.

Los deslices de Luisa y Blacky se habían vuelto un poco rutinarios. Se moría de deseos pensando a las sensaciones indescriptibles que le procuraba la lengua del perro separando sus labios hinchados y empapados en fluidos vaginales. Las noches insomnes ya no eran tales, ahora ella esperaba que su marido se durmiera profundamente antes de levantarse con su coño caliente y húmedo, para dirigirse al granero. Escuchaba los suaves ladridos de él. Era como si la estuviera llamando y ella al lado de su ignaro marido pensaba a su amante perruno deslizando sus delgados y largos dedos sobre su panocha, rozando su clítoris y apretando sus muslos ansiosamente.

Blacky se había transformado en un asiduo visitante de la finca, siempre se acercaba a ella cuando ella caminaba sobre el terreno. Cuando estaban entre los viñedos, ocultos de miradas indiscretas, ella le permitía acercar su fría nariz a su coño. Luisa había dejado de vestir bragas para estar siempre lista para la lengua de su amante. Ella notaba que siempre que Blacky la lamía intensamente, la puntita rojiza de su pene asomaba orgullosa y desafiante. En sus noches más cachondas, se preguntaba cómo se sentiría esa monstruosa polla en su coño apretado. Era una curiosidad que no la dejaba tranquila; parecida a cuando lo dejo lamerla por la primera vez. Ella se sentía joven y viva después de gozar esos innumerables orgasmos, se sentía como una colegiala enamorada de su primer amor. Esto era algo nuevo y emocionante. Su lengua era increíble e insaciable, ella había aprendido a disfrutarla a concho y, lo retribuía con furibundas chupadas y lamidas a su pene resbaladizo y caliente, pero en su yo interno había comenzado a hacerse la idea de llevar esa relación de sexo oral un poco más allá, solo tenía que vencer sus miedos atávicos.

Esa noche no había nadie en casa, su marido había debido concurrir donde su madre enferma improvisamente. Había pensado que finalmente se había presentado una ocasión donde no debía preocuparse por su marido, solo de su amante negro y peludo. La noche llegó tranquila, comenzó el grillar de los grillos y desde la laguna el croar de las ranas, Luisa esperaba sentada en la cocina el llamado de su amante, su coño ya estaba mojado y esperaba que su lengua pudiera satisfacer sus imperiosas necesidades.

Aguzó su oído cuando escuchó su ladrido característico, la estaba llamando y sus ladridos sonaban como dulces trinos de amor a los oídos de Luisa. Se levantó de su silla y abrió la puerta trasera de la casa. A los pocos instantes un gigante perro negro y peludo se hizo presente moviendo su cola y haciéndole reverencias. Él podía oler su invitante aroma de mujer, su coño húmedo él lo podía oler en el aire, alzó su cabeza y olisqueo ese perfume embriagante a coño caliente y empujó su nariz en su entrepierna:
—¡Espera, cariño! … ¡Ya sé lo que quieres! …
Para la fortuna de Blacky, Luisa vestía una falda corta y amplia sin nada debajo, lo que le permitió acceder rápidamente a ese tesoro escondido de ella. Los dientes del perro castañetearon con ansias en anticipo al frugal néctar que emanaba el coño de ella. Luisa nunca lo había sentido así de caliente. Ella le acarició entre las orejas puntiagudas y cerró la puerta tras ella, luego se afirmó a la puerta y abrió sus piernas para su insistente amante, Blacky no perdió tiempo y enterró su hocico en esa ranura sabrosa de la cual emanaba un zumo exquisito. Ese coño estaba más caliente que nunca y el supo de inmediato lo que ella quería de él. La rojiza punta de su gruesa verga comenzó a emerger de su funda hirsuta.

Luisa mirando hipnotizada como el ariete bajo la panza de Blacky crecía a vista de ojo, asumió que el sabía lo que ella quería y se dispuso conscientemente que esta noche sería la noche. Se quitó los tacones altos, abrió el cierre de su falda y se la quitó, la misma suerte corrieron la blusa y sus sostén, quería estar desnuda para su amante. Notó que la gruesa pija de él se balanceaba bajo su manto peludo y se encaminó hacia su dormitorio. Esta noche Blacky ocuparía todos los espacios que eran de su esposo, esta noche Blacky sería su marido.

Ni siquiera alcanzo a llegar a la cama cuando sintió que la áspera lengua se deslizaba dentro de su chocho empapado. Se afirmo a un mueble y estiró su culo hacia atrás, Blacky metió su lengua en la profundidad de su vagina haciéndola estremecerse, un escalofrío recorrió su espalda y con una mano abrió sus nalgas y empujó repetidas veces su coño contra la invasora lengua del perro. Dio un respingo cuando una lengüeteada alcanzó su clítoris, arqueo su espalda lujuriosamente y sus manos acariciaron sus pechos bamboleantes. Ahora estaban ya en el dormitorio y ella sumisa se subió a la cama, dando unas palmaditas sobre el edredón, invito a Blacky a subirse al lecho matrimonial, luego se recostó, apoyó su cabeza en la almohada y se dio unas palmaditas en su vientre, inmediatamente Blacky acepto la invitación y comenzó a lamer su monte de venus y luego su clítoris recibió muchas carantoñas de esa áspera lengua, lo que la obligó a cubrirse la cara con otra almohada, para apagar los chillidos y gritos que escaparon de sus labios al sentir un abrumador placer quemándole el coño.

Luisa en un instante de lucidez pensó ¿Será esto la lujuria? Miró por el rabillo del ojo y vio el pene de Blacky que estaba casi todo afuera y colgaba moviéndose de lado a lado y goteaba gotitas de su elixir perruno. Nunca había tenido otro pene que el de su marido ¿Cómo se sentiría este enorme pene dentro de su agujerito diminuto? Por un momento sus temores le provocaron un poco de pánico, pero inmediatamente se sobrepuso y alargó su mano para aferrar esa maza caliente y chorreante.

Se sentía bien en su mano y lo presionó para sentir su solidez. En tanto su lengua trabajaba incesantemente en su chocho. Los ojos de Luisa comenzaron a cerrarse y enfoscarse en tupidas nubes de placer y su curiosidad comenzó a acechar sus pensamientos. Lentamente se deslizó y se giró sobre su abdomen, manteniendo sus piernas siempre bien abiertas para él que buscaba y encontraba su conchita mojada una y otra vez, notó que su polla rojiza se había hecho aún más grande. Su entusiasmo de colegiala aumentó. No le fue demasiado difícil colocarse a cuatro patas, acomodó su cabeza en un par de almohadas y vio que tenía una vista esplendida de su entrepierna y la cabeza de Blacky enterrada en su coño. ¿Y ahora que se suponía que debía hacer? Lo único que se le ocurrió fue darse de palmaditas en sus nalgas ¿Qué más hacer? ¿Debería tocarlo?

Se volvió a voltear y su mano envolvió la creciente polla bermellón. Las maripositas hormiguearon su estómago y cosquillearon su conchita. Deslizó sus dedos por esa polla caliente y, cuidadosamente movió su mano arriba y abajo. Blacky lamió su rostro y sus labios cómo agradeciendo la atención que ella le prodigaba a su pija. La inmensa polla goteaba en su mano que poco a poco se comenzó a mojar. De repente fue él que la empujo a cuatro patas, luego le salto sobre la espalda y sus zampas delanteras arañaron sus muslos y su vientre, atenazándola, apretándola y tirándola contra su polla. Una cosa puntiaguda y caliente comenzó a golpear sus muslos y sus nalgas.

Se sintió penetrada finalmente, una sensación que nunca había sentido antes. Por supuesto que ella sabía lo que estaba horadando su coño cada vez más profundo, pero ya no sentía temores y ya no estaba dispuesta a detenerse. Se quedó quieta al comienzo, pero luego paró su culo hacia arriba y abrió un poco más sus rodillas, quería ser penetrada a fondo, lo quería todo dentro de ella.

Luisa empujó su trasero hacia atrás cuando algo redondo presionó con fuerza su labia vaginal, algo inmenso se incrusto en su chocho, lo sintió más profundo y grande de lo que había pensado. Fue ligeramente doloroso, pero inmensamente placentero y sus piernas comenzaron a temblar. Con cada embestida parecía hacerse más grande y alcanzar nuevas vetas entre sus delicados pliegues vaginales, empezó a sentir la proximidad de su orgasmo, su coño estaba lleno de polla y lleno de placer.

Blacky cesó sus violentos embistes y pareció calmarse, ya no podía andar más adentro de ella, la había anudada a su pija, Luisa no dejaba de gemir y correrse a alta voz. Cuando creyó de estarse recuperando de tanto placer, sintió el desborde de un rio de semen escurrirse entre los pliegues de su coño, Blacky eyaculaba. Él estaba en su matriz, muy cerca de su cuello uterino y enviaba andanada tras andanada de esperma hirviente directamente en su fértil útero, millones y millones de espermatozoos nadaban hacía el ovulo de Luisa con la intención de fecundarla, este era el animo primordial de Blacky, preñar a su perra.

Con cada chorro de semen caliente, Luisa sentía una nueva oleada orgásmica estremeciendo su cuerpo ¿Cuándo va a parar? Pensó luisa sintiendo que su barriga estaba llena de semen. Luisa aferró las patas trasera de Blacky para mantenerlo tranquilo dentro de ella, luego de una quincena de minutos ella sintió que la presión dentro de su coño había disminuido considerablemente y un sinfín de chorritos de esperma escapaban de su concha y se deslizaban por sus muslos. Aflojó el agarré a sus patas y el pene de Blacky resbaló fuera de su coño provocándole un chillido y ulteriores temblores convulsivos, su coño tiritaba de placer, se dejo caer sobre el edredón exhausta.

Mientras Blacky lamía los restos de semen de su vagina, Luisa gemía como una perra en celo y se aferraba a las almohadas entregando su coño abierto a la lengua áspera de su amante peludo. No podía levantarse, sus ojos estaban en blanco y su cerebro obnubilado por esa nube de placer.

Todo terminó cómo comenzó, con él entre sus piernas. Luisa sabía que de ahora en adelante Blacky sería su segundo marido.

FIN

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2023-07-01
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