María y su Golden Retriver.
por
Juan Alberto
género
incesto
Al igual que todos los jóvenes del mundo a María le costaba mucho dejar su cálida y cómoda cama todas las mañanas para ir a la escuela. La cama era una cosa de bienestar, seguridad, comodidad, calidez; era un lugar donde soñar, pensar en el príncipe azul y futuros romances. Además, era el sitio ideal donde tocar su juvenil y adolescente cuerpo de quinceañera; su coño casto, estrecho, mojado, excitado y muy virginal. Había descubierto la maravilla de la masturbación y ahora se había convertido en una adicción, algo que hacer todos los días, como comer, lavarse los dientes o dormir.
No hay nada más sexy al mundo que ver a una colegiala a las primeras horas de la mañana, disparada en camino al baño poco después de haberse despertado. Con sus enmarañados cabellos despeinados al viento y con sus ojos llenos de sueño. Con ese ajustado camisón que parece adherirse a todas las partes pudendas de ella. Todas las adolescentes son iguales.
Durante casi dos años, Tommy había acompañado a María y ella lo amaba, siempre dormía a los pies de su cama. Solo que, con el inicio del invierno, se le concedió a Tommy la comodidad de acurrucarse al lado de la adolescente. María nunca más necesitó del calientacamas, ni una bolsa guatero de agua caliente. El calor y la suavidad de Tommy bastaban para tenerla cálida hasta en las noches más frías.
Una mañana cualquiera, ella se había levantado del lecho y estaba de pie frente al armario mirando su reflejo en el enorme espejo del mueble. Se preguntaba si su padre había desocupado el baño. Miró atenta su imagen, vio a la colegiala joven con incipientes senos juveniles, su figura era perfectamente visible a través de su delgada prenda de dormir. Notó que se estaba convirtiendo en una atractiva jovencita con curvas en todos los lugares necesarios.
Coqueta se sonrió a si misma en el espejo. Deliberadamente y con calma comenzó a levantar el dobladillo de su camisón a medio muslo revelando un par de deliciosas braguitas coloreadas con círculos y estrellitas multicolores. Fascinada vio como se dibujaban sus regordetes labios vaginales y comenzó a frotar ese delicioso surco hinchado. Trazas de humedad se insinuaron sobre la delgada tela de sus calzoncitos. En ese preciso instante y lugar, sintió que el hocico de Tommy se enfilaba en la convergencia de sus piernas, quizás atraído por los aromas y humores que rezumaba el coño de María.
Totalmente sorprendida en su ensueño, María le lanzó un puntapié e intento alejar al perro de su húmeda panocha, pero él estaba extremadamente decidido en descubrir, olfatear y lamer el origen de ese aroma exquisito que emanaba del vértice de las piernas de la muchacha.
—¡No, Tommy! …
Gritó ella mientras el perro lanzaba una ráfaga de lengüetazos a su cálido y jugoso chocho.
—¡Vete! … ¡Vuelve a la cama! …
Insistió la adolescente doncella, muy contrariado y de mala gana el perro volvió a subirse sobre el edredón.
Ya otras veces Tommy había intentado de olisquearla un poco más en su intimidad, pero nunca se había mostrado tan vehemente en sus propósitos de entrometer su nariz en los encantos de su cuerpo de soltera y virgen. ¡Y que decir de su lengua! La había hecho sentir un cosquilleo nuevo y delicioso en esos breves instantes que su lambido acarició su panocha por sobre sus braguitas humedecidas.
Rápidamente desechó cualquier pensamiento cachondo, agarró todas sus cosas de la escuela y voló hacia el baño. Afortunadamente lo encontró vacío, entró, se duchó y se vistió. Mientras se duchaba su mano había viajado a la ranurita de su sexo mientras el agua caliente se deslizaba sobre su tersa piel juvenil, pero María sabía que tenía unos quince minutos de atraso en su rutina diaria y no podía permitirse la osadía de dedear su panocha bajo el agua. Además, sentarse en el autobús del colegio con su coño empapado no era apropiado y no quería sentirse cachonda de camino a la escuela.
Fue un rutinario día escolar. Rindió una sorpresiva prueba que ninguna alumna se esperaba. Se detuvo en el recreo a pintar sus uñas. Y la jornada termino con una aburrida charla de la directora del colegio sobre la decadencia moral de la juventud en los días actuales. Para terminar de arruinar su día, el idiota del curso se acercó a ella por cuarta vez este mes a pedirle que saliera con él al cine el sábado próximo. Por supuesto que rehusó a salir con semejante estúpido. En cuanto a la charla de la directora, pensó que simplemente no deberían cerrar la semana con algo tan tedioso.
Su padre la paso a buscar en su auto al colegio, debían cenar con la Tía Luisa. Raudamente se dirigieron a la casa de la tía que los esperaba con una deliciosa cena. Luego de la cual volvieron satisfechos y alegres a casa.
María había olvidado ya el asunto con Tommy de esa mañana, pero él no. Cuando ella se sentó en su escritorio para completar algunos deberes escolares, él se metió bajo el pupitre y su lengua se deslizó entre los muslos de la chica intentando alcanzar esas zonas erógenas de la muchacha.
—¿Qué te pasa Tommy? … ¡Te estás comportando como un perro cochino! …
Exclamó María alarmada mientras juntaba sus muslos. El perro se sentó a mirarla con una dulce y boba expresión en su hermoso rostro, se podría decir que estaba enamorado de su ama. A María le resultaba difícil concentrarse en su trabajo escolar, debido a los indecentes pensamientos que cruzaban su mente. Tuvo que admitir que sentía algo de curiosidad. Esa mañana su lengua se había sentido deliciosa sobre las bragas que cubrían su coño. No es que ella privilegiara un acto depravado con la excéntrica lengua de su amada mascota, pero esa mañana se había sentido tan bien.
Sin muchas cavilaciones, María se puso de pie y se levantó a asegurarse que la puerta de su habitación estuviese bien cerrada. Se despojó de su uniforme escolar y quedó vestida con su sujetador y sus pequeñas y ajustada bragas inmaculadamente blancas. Sentada al borde de su cama se sentía deliciosamente sexy, sosteniendo las tazas de su sostén hacia afuera, admiró el desarrollado crecimiento de sus jóvenes tetas, el oscuro color de sus pezones que se estaban poniendo extrañamente muy duros. El cálido rubor de sus mejillas parecía indicar a todas luces que María se estaba sintiendo caliente.
En forma inconsciente sus manos se deslizaron entre sus piernas. Era tan cálido y acogedor rozar esa parte de su cuerpo. Desde cierta distancia Tommy observaba a la chica y ver que sus manos estaban acariciando ese sector de dulces aromas, le pareció claramente una especial invitación para que él se acercara a investigar los exquisitos olores que percibía su sensible nariz.
Se acercó a María y empujó su intrigante nariz entre los sedosos muslos de la niña. Esta vez ella no dijo nada y separó sus piernas incitándolo a acercarse aún más, cosa que Tommy hizo entusiásticamente. María lo esperaba con sus piernas separadas y su montículo vaginal claramente delineado y visible a través de sus delgadas bragas con una incipiente excitación evidentemente in crescendo. Tommy tímidamente y cauteloso por las reprimendas anteriores, sacó su larga, tosca y caliente lengua, e hizo contacto directo con el frontal de los calzoncitos de algodón de María, que se encontraban ya con una mancha de humedad. La chicuela dejó escapar un chillido que prontamente trató de acallar poniéndose una mano en la boca. Su educación religiosa le decía que no estaba bien lo que se aprontaba a hacer con su mascota, pero en la privacidad de su cuarto no había nadie que contuviera su cachondez ni que detuviera su creciente lujuria.
Las iniciales lamidas de Tommy la hicieron estremecer de pies a cabeza, nunca se había sentido así, su coño virgen venía mancillado por primera vez. María suspiró y gimió, cerró sus ojos y automáticamente sus piernas se abrieron aún más. Ella no se dio cuenta, pero ese movimiento había abierto una pequeña brecha en sus bragas, entre la parte superior de su muslo y el delicioso agujerito de su coño candoroso y casto. Tommy adoraba de antemano ese chocho inmaculado y jamás tocado a excepción por los dedos de ella.
La excitación femenina de María contribuía a que la lengua exploratoria de Tommy se esforzara a violar esa barrera de género que aún cubría y defendía la virginal hendedura de la excitada muchacha. La chica había separado obscenamente sus piernas y se agarraba los muslos con sus manos empujando su ingle contra la lengua que barría su empapada vagina. María jadeaba y hundía sus dedos apretando la piel de sus muslos casi en desesperación debido a la deliciosas sensaciones que le procuraba la lengua del perro.
—¡Oh, Tommy! … ¡Estás haciendo que me ponga tan caliente! …
Susurró María aferrando la cabeza de su amada mascota y empujándola contra su coño excitado.
A medida que aumentaba su delirio de placer, ella fue perdiendo toda inhibición y cuando la lengua lamió repetidas veces a la altura de su clítoris, María metió su dedo en la franja elástica de sus ajustados calzoncitos mojados y la hizo a un lado, permitiendo a la lengua del Golden alcanzar su desprotegidos labios vaginales. Esta vez no pudo evitar de emitir un sonoro chillido, la lengua de Tommy estaba lamiendo su jugosa cuevita del placer. El perro comenzó a hozar sobre su panocha, su lengua penetró la hendidura vaginal a la búsqueda del origen de donde emanaban los deliciosos fluidos que él desesperadamente lamía y hacía llegar a sus papilas gustativas que apreciaban el exquisito sabor del coño de su ama.
A María le resultaba imposible permanecer quieta, descubrió que sus caderas se movían sin control alguno. Cuanto más lamía Tommy, más sus caderas se contorsionaban y empujaban contra la mágica lengua de él. Con toda naturalidad ella colocó sus dedos sobre su clítoris e inició un suave masaje que incrementaba su placer, lo que también acrecentaba sus deseos y sus contorsiones contra la lengua intrusiva de su mascota. También esto la aproximaba al borde del acantilado que la hacía caer en espasmódicas olas orgásmicas y ella se dejó caer. Fue divertido iniciar ese descenso infinito donde su cuerpo comenzó a levitar y temblar, los corrientazos eléctricos anulaban cualquier otra sensación, gemía y respiraba apenas y su cuerpo se deslizó hacia el suelo con sus piernas apretadas y temblando por entero. Tommy se detuvo, abrió bien sus ojos y movió sus orejas viendo como esa jugosa cuevita se cerraba y se alejaba de su lengua ardorosa. Nunca había escuchado los sonidos que ahora estaba haciendo su ama estirada sobre la alfombra. No parecía enojada.
María estaba sin aliento, pero aún en control de sus facultades, su mente era una vorágine de emociones contrapuestas. Culpa y placer, excitación y vergüenza, todo parecía tener la misma relevancia. La chica se sentó mirando a su amada mascota que la observaba atento a menos de un metro de distancia, sintió unos deseos irrefrenables, alcanzó detrás de ella y soltó el broche de su sostén, sus orgullosos, maravillosos y gloriosos senos quedaron al descubierto. Se arrodilló frente a su mascota y lo abrazó restregando sus delicados y duros pezones contra el suave pelaje de Tommy que aprovecho de lamer sus mejillas y cuando ella se separó ligeramente su lengua acaricio con suaves lambidas sus prominentes pechos.
—¡Quédate quieto, Tommy! …
Dijo ella arqueando su espalda y empujando sus tetas contra el hocico de él. Quizás el perro sentía algún olor a leche de esas protuberantes tetas de su perrita humana y continuó a lamberlas en forma obsesionada. Probablemente la desnudez de la chica era un factor importante en el comportamiento del perro. Su ama lo alimentaba y de sus tetas parecía salir un aroma a alimento, así que su lengua siguió trabajando en las prosperas mamas de María.
El perro lengüeteó su sudado escote y también su rostro, cuando volvió a sentir el raspe de esa lengua rebelde en sus pezones, María creyó desfallecer, arqueó su espalda, sintió una caliente ola de calor en su vientre y unos temblores en su ingle. Sostuvo con ambas manos la cabeza de su mascota y restregó sus tetas deseosas contra el hocico de él.
—¡Ooohhh, perrito! … ¡Que buen chico eres! …
Susurró sintiendo los lengüetazos a sus dos senos, tal vez con poca delicadez, pero un considerable celo y acuciosidad. Rápidamente su cabeza comenzó a girar con depravados pensamientos y perversiones, sus gemidos se hicieron más audibles, la lengua de Tommy la excitaba al máximo. Ella lo necesitaba, podía sentir la tibieza de su baba sobre sus pechos que resbalan por su torso desnudo. También resbalaban y desaparecían sus inhibiciones, se estaba tornando más cachonda que nunca bajo los sapientes lengüetazos de su fiel amante peludo.
Su mente y su razón abandonaban su ser y rendida entregaba el control de la situación a su cuerpo excitado y cachondo. En forma apresurada se quitó las empapadas bragas y volvió a sentarse sobre el edredón al borde de su cama con sus piernas bien abiertas, incitando a Tommy tanto visual como por el perfume que irradiaba su coño en celo.
Tommy se había subido con sus patas sobre la cama y su cuerpo peludo entre las piernas de María y había iniciado unos incipientes movimientos de follar que trajeron a la muchacha a la realidad. El pelaje dorado de él se había esparcido a cubrir sus senos y el perro todavía intentaba lamer sus pechos. María miró hacia abajo, pero con todos los pelos de él no pudo ver mucho, excepto una rosada puntita todavía encerrada en su vaina que se movía muy cerca de su coño, probablemente intentando penetrarla. Un escalofrío de deseos y pavor estremeció su cuerpo pensando en ese rojizo pene tentando de penetrar su cuevita mojada, algo enorme y duro se estrelló contra su coño.
Un ataque de pánico se apoderó de ella y trató de alejar al animal que intentaba follarla, lo empujó con todas sus fuerzas, pero el perro no estaba en vena de aceptar un rechazo por parte de su perrita humana. La inmovilizó mostrando sus feroces dientes y gruñó para asustarla. Rápidamente María pensó en llamar a alguien pidiendo ayuda, pero ¿Cómo explicar la situación? Ella acostada desnuda en su cama con un perro a punto de violarla, cuando se suponía que estaba ocupada con las tareas de la escuela, difícil que alguien pudiese comprender aquello.
Por su mente pasó que iba a perder su virginidad, pero ¿con un perro? Algo dentro de ella deseaba justamente que eso sucediera, pero ¿Iba a resultar doloroso? Tal vez si no entablaba un combate con él y se entregaba dócilmente, no sería ni doloroso ni incomodo. Un poco desesperada se agachó y se apoderó de la polla hinchada de Tommy en un último intento de alejarla de su panocha.
María no tenía la fuerza suficiente para oponerse a los embates y embistes que le daba Tommy. Más que alejar la enorme polla de su mascota, su mano se convirtió en una especie de guía directa a su coño y el apareamiento con la bestia parecía inminente. Además, los instintos de Tommy lo compelían a tirarse en adelante con el claro propósito de follar ese coño sabroso y caliente de María.
La chica tenía firmemente en su mano la verga caliente y resbaladiza de Tommy, jadeó cuando la aguzada punta de la polla de perro separó de un certero golpe sus hinchados labios vaginales y varios centímetros penetraron su conchita. Su boca se abrió incrédula, Tommy sintió la cálida humedad de ella y empujó con violencia. Embiste y embiste, la polla la penetró y se abrió paso en su virginal canal vaginal, ella soltó su polla y trató de sujetar el torso del perro, pero terminó abrazándolo mientras la verga de Tommy se adentraba profundamente en su ardorosa caverna.
—¡Ooohhh, Tommy! …
Gritó aferrando el collar de su mascota, al tiempo que apretaba sus piernas tratando de aminorar el escozor doloroso de la penetración.
Lamentablemente, su amante peludo no estaba muy inclinado a comportarse gentilmente con ella y con poderosos empujes de sus flancos, forzó su polla dentro del pequeño coño de su amante, sin siquiera detenerse a reflexionar sobre la desgarradora rotura de su himen. María pensó que iba a morir desventrada por la gigantesca polla de Tommy y se quedó inmóvil mientras el perro la follaba a una vertiginosa velocidad.
Unas lagrimas se deslizaron desde sus ojos semi cerrados. Ahora ella no recuerda si era de dolor o emoción al follar por la primera vez. Su mente no funcionaba con claridad, no registraba estos eventos en forma nítida. Estaba suspendida en un trance sintiendo como la broca enorme de su mascota taladraba las profundidades de su canal vaginal. El aliento caliente del perro sopló sobre su rostro cuando él comenzó a jadear aumentado la velocidad de su apareamiento con el claro objetivo de sembrar en ella su semilla procreadora.
Sin embargo, la parte agónica e incómoda de la desfloración, estaba dando paso a otras sensaciones, el cuerpo de la chica se acostumbraba a las enormes dimensiones de Tommy y el nivel de desagrado había disminuido ostentosamente. Las caderas de María comenzaron a despertarse en un ligero movimiento de vaivén para encontrarse con el pene invasor que ultrajaba su estrecha panocha.
Mirando entre sus sudados senos, podía ver la polla del perro enterrada en su vagina, sus piernas temblaban como resultado del asalto a su virtud. Ella pasó una mano sobre sus tetas y se maravilló al sentir lo duro que estaban sus pezones. Con ambas manos aferró la cabeza de su perro y le dio un beso en su hocico como había hecho tantas veces antes de irse a dormir. Pero esta vez ella estaba anudada a la polla de él y el beso se transformó en muchos besos apasionados.
—¡Fóllame, Tommy! … ¡Hazme tu perrita! … ¡Ooohhh ssiii, amooor! ...
Se sorprendió al decir esas palabras, pero su cuerpo estaba sintiendo las delicias de esa grande polla caliente, que tenía la particularidad de hincharse enormemente dentro de ella y le pareció algo travieso, cachondo y maravilloso tener esa verga atorada en su apretada conchita.
Su amante peludo estaba motivado solo por el natural impulso de completar el ciclo reproductivo. Los embistes de Tommy se hicieron más determinados. María estaba gimiendo audiblemente con sus ojos cerrados y sus piernas abiertas ampliamente. Sintió dentro de ella la rigidez y el abultamiento del pene del perro, movió y roto sus caderas hasta volver a sentirlo cómodamente empujando sus paredes vaginales. Jadeo y se abrazó a él cuando comenzó a sentir un líquido caliente como un glaseado de azúcar que se vertía y llenaba todos los recovecos de su panocha, él estaba derramando su abundante semen dentro de su ya no virgen vagina. Mientras Tommy bombeaba sus copiosos chorros de esperma canino, su lengua acariciaba el rostro sudado de su amante humana.
En los siguientes momentos María sintió que la polla de Tommy estaba atascada dentro de ella y no había modo de hacerla deslizar fuera, su coño venía estirado al máximo mientras el nudo presionaba por salir de ella. Al parecer su coño era demasiado pequeño para la enorme verga de su amante perruno. Ella sintió dolor y placer al sufrir los tirones de su perro, le había dado más de lo que ella quería y finalmente después de una veintena de minutos la verga resbaló fuera de su coño y Tommy rápidamente se fue a lamer los fluidos que salían a chorritos de su panocha.
Exhausta, María se quedó recostada sobre la cama con sus piernas abiertas para permitir a su amante limpiar su vagina. Su mano ociosa se deslizó a acariciar sus senos con sus pezones que se mantenían erguidos con sus dureza juvenil. Con la otra mano acarició su conchita, podía sentir la calidez y pegajosidad del semen canino no solo a la entrada de su chocho, sino también en la parte interna de ambos muslos, que venían mojados por el semen que salía expulsado de su estrecho agujerito.
Su panocha estaba en llamas, le dolían los labios mayores, sus senos aún hormigueaban. No estaba segura de haberse corrido, pero no descartaba esa posibilidad. Lo único cierto es que su coño ya no era virgen. Trazas oscuras de un color café rojizo habían manchado el edredón.
Camino vacilante hacia el baño, no le resultó una tarea simple. Sus piernas flaqueaban y temblaban, resistiéndose a mantenerla en pie. No coordinaba bien sus movimientos y su coño adolorido le recordaba lo que había apenas sucedido. Le dolían algunas partes que ni siquiera sabía que existían. Se sentía un verdadero desastre. Pero había logrado aparearse con su mascota y esto la hacía sentir encontradas sensaciones.
Ciertamente su coño necesitaba recuperarse y con la misma seguridad, se dijo a si misma que lo volvería a repetir a breve. Sabía que no debía preocuparse por quedar embarazada, ya que eso era imposible. Finalmente llego arrastrando su cuerpo al cuarto de baño.
La ducha obró la magia de traerla de vuelta a su condición de normalidad. Lavó toda evidencia reciente del abuso canino, restos de sangre y semen que continuaba a salir desde su excitado coño. El agua caliente vigorizó su juvenil cuerpo adolescente y la relajó lo suficiente para unas buenas noches y un reparador sueño.
El villano violador no fue invitado a dormir en el cuarto de la chica, claro que él no lo entendió pues se quedó gimoteando y rasguñando la puerta por largos minutos. Probablemente Tommy ansiaba una repetición de todo el evento, pero el coño de María no lo resistía. En los próximos días ella se mantuvo firme y decidida a no dejarlo salirse con la suya, pero él le iba detrás donde ella se encontrara.
—¡Déjame en paz, perro tonto! … ¡Vete a otro lado … no soy tu perra! …
Simplemente Tommy pareció comprender y la dejó tranquila.
Varios días después. María había ido a comprar un nuevo vestido para la fiesta de fin de año del colegio. Su padre que le daba gusto en todo, le permitió comprar un vestido bastante sexy que metía en realzo sus redondeadas y firmes nalgas, con un pronunciado escote que metía bien en evidencia sus juveniles, pero firmes tetas.
Encerrada en su cuarto controlaba como le sentaba el nuevo vestido. Su cuerpo se reflejaba por entero frente al espejo. Tommy estaba detrás de ella y entre la vellosidad de su pelaje dorado, una inconfundible puntita rojiza venía puesta en evidencia. Un cosquilleo estremeció su cuerpo y una cálida llamarada se encendió en su bajo vientre. Se volteó a mirar la verga de su mascota:
—No te das nunca por vencido, ¿eh? …
Se quitó el vestido, debajo no llevaba nada. Se sentó al borde de su cama y dócilmente abrió sus piernas para él. Tommy no tuvo que ser invitado, a cabeza gacha se abalanzó entre sus tiernos muslos. María se dejó caer hacia atrás gimiendo y sintiendo la larga lengua caliente de Tommy que comenzaba a explorar las profundidades de su panocha. La lengua penetrante de él era una verdadera delicia, sorpresivamente sintió que quería volver a ser follada por su mascota. Levantó sus piernas en el aire y Tommy comenzó a lamber la estrecha y rugosa estrellita de su ano.
—¡Oh, Dios! …
Murmuró cuando Tommy empujó profundamente su lengua salivosa dentro de su vagina apretada. María miró fascinada como la verga del perro comenzaba a crecer y a engrosarse, inexplicablemente se sintió excitada ante esa visión que le recordaba la follada del fin de semana recién pasado. Esa polla perruna debía ser suya, debía volver a sentirla taladrando su coño, se enderezó sobre la cama y su mano se fue directamente bajo la panza de Tommy. Mientras alcanzaba la caliente pija de su mascota, su mano libre acarició su chocho mojado.
Por su mente pasaron los dulces momentos vividos. ¿Qué sabor tendría esa polla enorme? Se preguntó intrigada. Prontamente se arrodillo al flanco de Tommy y tomó la pija peluda con sus dos manos. Comenzó un acompasado movimiento masturbatorio, su corazón latía con fuerza y estaba muy excitada. Su mano se fue llenando de ese liquido acuoso y trasparente que emanaba de la polla perruna. Comenzó a acercarse para verla mejor y la boca se le hizo agua contemplando el delicioso néctar que goteaba de su polla, podía olerlo. Cuando lo tuvo a un par de centímetros, le dio unos besitos y paso su lengua explorando la textura y la rigidez del pene canino.
Continuó con sus movimientos un poco más rápido, la sensación era increíble, se sentía empoderada y que esa verga era toda para ella, le pasó la lengua por toda su longitud y saboreó con gusto ese sabor un poco salado y a metal. Ahora podía ver todas las sinuosidades de su pene, la punta aguzada le pareció a forma de frutilla. En realidad, consideró que era un fruto delicioso. No pudo resistir más y lo engulló de un solo bocado.
Desesperada y sedienta lo comenzó a mamar y su mano libre volvió a estimular su clítoris. Sabía que se estaba descontrolando y muy pronto todo lo haría en presa a su lujuria y su cuerpo cachondo se haría cargo de sus acciones. Su mente sería obnubilada por las abrumadoras sensaciones y nada al mundo la haría soltar el pene engrosado y duro de su mascota.
Se le hizo familiar su olor, su sabor y su textura. Tommy hizo unos ruiditos y de tanto en tanto follaba la boca de su ama, entonces su pene tocaba el fondo de su garganta. Disfrutó de verdad su enorme polla en su boca:
—¡Oh, Tommy! … ¡Eres mío! …
Le dijo mientras se levantaba, se espalmó un aceite natural en su coño para aumentar la lubricidad de sus apretadas carnes y decidió que esta vez sería una verdadera perrita. Apoyó su torso desnudo sobre su cama y se arrodilló girando su trasero hacia Tommy que prontamente vino a lamber su coño rebosante de fluidos. Él parecía un poco ansioso y descontrolado, se subía y bajaba de su espalda, lamía su coño ardorosamente y luego saltaba sobre ella. Poco a poco comenzó a acercar más y más su polla a la vagina empapada de María. Dio unos saltitos y ella sintió la polla caliente en sus muslos, incluso la sintió sobre su culo y en medio de sus nalgas. Todos intentos un poco alocados que no hicieron más que arañar la espalda, los muslos y el vientre de ella.
De repente sus zampas la atenazaron por su estrecha cintura, con su mano entre las piernas le hizo una especie de guía a su enorme ariete que golpeaba los alrededores de su gruta caliente y resultó. María dio un chillido cuando la enorme polla de Tommy se introdujo con fuerza en su apretada cuevita del amor. Entonces comenzaron los fuertes tirones y el pene fue ahondando la penetración, sus patas se apoderaron fuertemente de su cintura y la tiró repetidas veces contra su pija. Con sus cuartos posteriores dando saltitos y embistes, empujó su nudo dentro de ella, María pensó que la estaba partiendo en dos, pero como era su segunda vez, ella se calmó y se acomodó separando un poco más sus rodillas y empujando contra el macho que la poseía y dominaba. Porqué Tommy era el macho alfa y María simplemente su perra de impregnar. Sus instintos básicos le decían que ese coño húmedo, cálido, fértil y estrecho, estaba pronto para recibir sus esperma procreador.
—¡Oooohhhh, mi amor! … ¡Por qué tienes que ser tan brusco! …
Reclamó María con sus uñas enterradas en el edredón. El pene caliente de Tommy estaba completamente enterrado en su chocho y María ubicó sus deditos sobre su clítoris e inició un masaje que hacía bailar sus ojos en sus cuencas, le provocaba tiritones, chillidos y gemidos varios.
El peso del animal le impedía hacer muchas cosas más. Estaba a la merced de su poderío bestial. Pero no se sentía ni humillada ni ultrajada, por el contrario, comenzó a disfrutar del roce de la verga resbalosa y candente que pulsaba en sus entrañas. Su mano libre acarició sus duros senos y se relajó, dejando que su mascota hiciera todo lo que quisiera con ella, María solo quería disfrutar de esta experiencia única y que ahora deleitaba su coño apretado. Se quedó quieta, excepto sus dedos que hurgaban con incansables sobajeos a su excitado botoncito.
El violento mete y saca de Tommy tenía a María fascinada y caliente, ciertamente había un poco de dolor, pero era ínfimo comparado al placer inmenso que las paredes de su estrecho chocho recibían de la continua frotación del pene y la bola estimulándolas y ensanchándolas. El delirio de placer la hizo derramar unas lagrimas y su coño comenzó a contraerse y apretar el pene que yacía pulsante dentro de su chocho. Todo se estaba transformando en una intensa sensación de indescriptible placer. María comenzó a gemir con la boca abierta, chilló enloquecida, su coño tiritaba y se apretaba alrededor de la inmensa polla de Tommy
—¡Uuuuhhhh! … ¡Aaaahhhh! …. ¡Uhmmmm! …. ¡Uhm ssiii mi amor, soy tu perra! … ¡Uhmmmm! …. ¡Ssiii! … ¡Ssiii! … ¡Ssiii! … ¡Eso está riquísimo! … ¡Uhmmmm! …
Hacia atrás y hacia adelante Tommy bombeaba incansablemente el coño de María a toda velocidad, María sentía el peso y la tupida suavidad del dorado pelaje de él en su espalda; sus tetas se aplastaban sobre el edredón y ella atrapaba la colcha con sus crispadas manos. Los embistes de él aumentaban y también las contracciones del coño ceñido de ella, sus gemidos iban en aumento. Susurros incoherente de lujuria y placer escapaban entre sus gemidos y chillidos, su polla pertenecía totalmente a ella y él era el dueño absoluto de su conchita.
La misma muchacha educada en colegio de monjas, hermosa e inteligente, ahora se sentía deliciosamente obscena, depravada y pervertida al sentir su coño taladrado en profundidad por la polla de su mascota.
—¡Uhmmmm! … ¡Ssiii! … ¡Haz que me corra, mi amor! … ¡Folla mi coño! … ¡Assssiii! … ¡Dámelo duro, tesoro! ... ¡Qué ricooo! ... ¡Uhmmmm! ... ¡No te detengas! … ¡Sigue, amorcito! … ¡Sigue! …
Los chillidos de María se convirtieron en gritos y tuvo que atrapar la almohada más cercana y cubrir su boca para acallar la intensidad de sus expresiones. La verga de Tommy había alcanzado su útero y esto provocaba en ella insoportables contracciones y estremecimientos imposibles de ocultar. Restregó sus tetas contra el edredón y se aferró a la cama para soportar los violentos embistes de Tommy que la apretaba firmemente con sus patas delanteras. De repente él se detuvo casi por completo y un chorro caliente empezó a llenarla por dentro, no pudo contener los estímulos a su vejiga y se orinó sobre la alfombra. Su cuerpo tembló y se corrió tratando de respirar y mantenerse cuerda, su polla disparaba borbotones de leche caliente, y de su coño salían chorros de pipi. Se estaba corriendo en la polla de Tommy, su mascota le regalaba un magnifico orgasmo, era como si fuera la primera vez que se corría de esta manera bestial y estremecedora.
Mientras su coño venía rociado de esperma canino, una morbosa sensación de apoderó de ella y continuó a masajear su clítoris. No sabía cuanto tiempo iba a estar atada a la polla de él y quería prolongar al máximo el placer que esa pija de perro le hacía sentir. Estaba toda sudada, despeinada y babeada por su amante, pero se sentía la mujer más hermosa del mundo al asumir que era una puta canina y estaba complaciendo a su macho amante. Los minutos finalmente pasaron y Tommy ejerció un leve tirón y su polla salió expulsada del su coño empapado, también salió una gran cantidad de fluidos mezclados a esperma de él.
María se giró a mirar la polla de su amante peludo, casi no podía creer que ese monstruoso pene de Tommy haya podido adentrase en su estrecha panocha, seguramente superaba de mucho los veinte centímetro y su bola que se había reducido bastante, era como una mandarina de tamaño mediano. Lo tomó en su mano y se agachó arrodillada a su lado, sin pensarlo dos veces se lo llevo por entero a su boca, debía cooperar con la limpieza de tan maravilloso instrumento, él le agradeció con salivosas lengüeteadas a su rostro y sus labios que chupaban y lengüeteaban la verga perruna.
Cuando terminó. Se levantó, pero casi no podía caminar; su coño estaba obscenamente abierto, hinchado y le dolía, más que dolor era un ardor caliente, todavía salían chorros de semen de su coño. Se sentía satisfecha, juntó un poco sus piernas y presionó los labios de su coño para hacer salir todo el semen, no logró juntarlas del todo y se dirigió al baño caminando como un cowboy que acababa de desmontar de su potro. Su vulva estaba hinchada y esperaba se recuperara pronto para volver a repetir todo de nuevo …
Fin
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El regalo más preciado de quien escribe es saber que alguien está leyendo sus historias. Un correo electrónico, a favor o en contra, ¡Tiene la magia de alegrar el día de quien construye con palabras, una sensación y un placer!
luisa_luisa4634@yahoo.com
No hay nada más sexy al mundo que ver a una colegiala a las primeras horas de la mañana, disparada en camino al baño poco después de haberse despertado. Con sus enmarañados cabellos despeinados al viento y con sus ojos llenos de sueño. Con ese ajustado camisón que parece adherirse a todas las partes pudendas de ella. Todas las adolescentes son iguales.
Durante casi dos años, Tommy había acompañado a María y ella lo amaba, siempre dormía a los pies de su cama. Solo que, con el inicio del invierno, se le concedió a Tommy la comodidad de acurrucarse al lado de la adolescente. María nunca más necesitó del calientacamas, ni una bolsa guatero de agua caliente. El calor y la suavidad de Tommy bastaban para tenerla cálida hasta en las noches más frías.
Una mañana cualquiera, ella se había levantado del lecho y estaba de pie frente al armario mirando su reflejo en el enorme espejo del mueble. Se preguntaba si su padre había desocupado el baño. Miró atenta su imagen, vio a la colegiala joven con incipientes senos juveniles, su figura era perfectamente visible a través de su delgada prenda de dormir. Notó que se estaba convirtiendo en una atractiva jovencita con curvas en todos los lugares necesarios.
Coqueta se sonrió a si misma en el espejo. Deliberadamente y con calma comenzó a levantar el dobladillo de su camisón a medio muslo revelando un par de deliciosas braguitas coloreadas con círculos y estrellitas multicolores. Fascinada vio como se dibujaban sus regordetes labios vaginales y comenzó a frotar ese delicioso surco hinchado. Trazas de humedad se insinuaron sobre la delgada tela de sus calzoncitos. En ese preciso instante y lugar, sintió que el hocico de Tommy se enfilaba en la convergencia de sus piernas, quizás atraído por los aromas y humores que rezumaba el coño de María.
Totalmente sorprendida en su ensueño, María le lanzó un puntapié e intento alejar al perro de su húmeda panocha, pero él estaba extremadamente decidido en descubrir, olfatear y lamer el origen de ese aroma exquisito que emanaba del vértice de las piernas de la muchacha.
—¡No, Tommy! …
Gritó ella mientras el perro lanzaba una ráfaga de lengüetazos a su cálido y jugoso chocho.
—¡Vete! … ¡Vuelve a la cama! …
Insistió la adolescente doncella, muy contrariado y de mala gana el perro volvió a subirse sobre el edredón.
Ya otras veces Tommy había intentado de olisquearla un poco más en su intimidad, pero nunca se había mostrado tan vehemente en sus propósitos de entrometer su nariz en los encantos de su cuerpo de soltera y virgen. ¡Y que decir de su lengua! La había hecho sentir un cosquilleo nuevo y delicioso en esos breves instantes que su lambido acarició su panocha por sobre sus braguitas humedecidas.
Rápidamente desechó cualquier pensamiento cachondo, agarró todas sus cosas de la escuela y voló hacia el baño. Afortunadamente lo encontró vacío, entró, se duchó y se vistió. Mientras se duchaba su mano había viajado a la ranurita de su sexo mientras el agua caliente se deslizaba sobre su tersa piel juvenil, pero María sabía que tenía unos quince minutos de atraso en su rutina diaria y no podía permitirse la osadía de dedear su panocha bajo el agua. Además, sentarse en el autobús del colegio con su coño empapado no era apropiado y no quería sentirse cachonda de camino a la escuela.
Fue un rutinario día escolar. Rindió una sorpresiva prueba que ninguna alumna se esperaba. Se detuvo en el recreo a pintar sus uñas. Y la jornada termino con una aburrida charla de la directora del colegio sobre la decadencia moral de la juventud en los días actuales. Para terminar de arruinar su día, el idiota del curso se acercó a ella por cuarta vez este mes a pedirle que saliera con él al cine el sábado próximo. Por supuesto que rehusó a salir con semejante estúpido. En cuanto a la charla de la directora, pensó que simplemente no deberían cerrar la semana con algo tan tedioso.
Su padre la paso a buscar en su auto al colegio, debían cenar con la Tía Luisa. Raudamente se dirigieron a la casa de la tía que los esperaba con una deliciosa cena. Luego de la cual volvieron satisfechos y alegres a casa.
María había olvidado ya el asunto con Tommy de esa mañana, pero él no. Cuando ella se sentó en su escritorio para completar algunos deberes escolares, él se metió bajo el pupitre y su lengua se deslizó entre los muslos de la chica intentando alcanzar esas zonas erógenas de la muchacha.
—¿Qué te pasa Tommy? … ¡Te estás comportando como un perro cochino! …
Exclamó María alarmada mientras juntaba sus muslos. El perro se sentó a mirarla con una dulce y boba expresión en su hermoso rostro, se podría decir que estaba enamorado de su ama. A María le resultaba difícil concentrarse en su trabajo escolar, debido a los indecentes pensamientos que cruzaban su mente. Tuvo que admitir que sentía algo de curiosidad. Esa mañana su lengua se había sentido deliciosa sobre las bragas que cubrían su coño. No es que ella privilegiara un acto depravado con la excéntrica lengua de su amada mascota, pero esa mañana se había sentido tan bien.
Sin muchas cavilaciones, María se puso de pie y se levantó a asegurarse que la puerta de su habitación estuviese bien cerrada. Se despojó de su uniforme escolar y quedó vestida con su sujetador y sus pequeñas y ajustada bragas inmaculadamente blancas. Sentada al borde de su cama se sentía deliciosamente sexy, sosteniendo las tazas de su sostén hacia afuera, admiró el desarrollado crecimiento de sus jóvenes tetas, el oscuro color de sus pezones que se estaban poniendo extrañamente muy duros. El cálido rubor de sus mejillas parecía indicar a todas luces que María se estaba sintiendo caliente.
En forma inconsciente sus manos se deslizaron entre sus piernas. Era tan cálido y acogedor rozar esa parte de su cuerpo. Desde cierta distancia Tommy observaba a la chica y ver que sus manos estaban acariciando ese sector de dulces aromas, le pareció claramente una especial invitación para que él se acercara a investigar los exquisitos olores que percibía su sensible nariz.
Se acercó a María y empujó su intrigante nariz entre los sedosos muslos de la niña. Esta vez ella no dijo nada y separó sus piernas incitándolo a acercarse aún más, cosa que Tommy hizo entusiásticamente. María lo esperaba con sus piernas separadas y su montículo vaginal claramente delineado y visible a través de sus delgadas bragas con una incipiente excitación evidentemente in crescendo. Tommy tímidamente y cauteloso por las reprimendas anteriores, sacó su larga, tosca y caliente lengua, e hizo contacto directo con el frontal de los calzoncitos de algodón de María, que se encontraban ya con una mancha de humedad. La chicuela dejó escapar un chillido que prontamente trató de acallar poniéndose una mano en la boca. Su educación religiosa le decía que no estaba bien lo que se aprontaba a hacer con su mascota, pero en la privacidad de su cuarto no había nadie que contuviera su cachondez ni que detuviera su creciente lujuria.
Las iniciales lamidas de Tommy la hicieron estremecer de pies a cabeza, nunca se había sentido así, su coño virgen venía mancillado por primera vez. María suspiró y gimió, cerró sus ojos y automáticamente sus piernas se abrieron aún más. Ella no se dio cuenta, pero ese movimiento había abierto una pequeña brecha en sus bragas, entre la parte superior de su muslo y el delicioso agujerito de su coño candoroso y casto. Tommy adoraba de antemano ese chocho inmaculado y jamás tocado a excepción por los dedos de ella.
La excitación femenina de María contribuía a que la lengua exploratoria de Tommy se esforzara a violar esa barrera de género que aún cubría y defendía la virginal hendedura de la excitada muchacha. La chica había separado obscenamente sus piernas y se agarraba los muslos con sus manos empujando su ingle contra la lengua que barría su empapada vagina. María jadeaba y hundía sus dedos apretando la piel de sus muslos casi en desesperación debido a la deliciosas sensaciones que le procuraba la lengua del perro.
—¡Oh, Tommy! … ¡Estás haciendo que me ponga tan caliente! …
Susurró María aferrando la cabeza de su amada mascota y empujándola contra su coño excitado.
A medida que aumentaba su delirio de placer, ella fue perdiendo toda inhibición y cuando la lengua lamió repetidas veces a la altura de su clítoris, María metió su dedo en la franja elástica de sus ajustados calzoncitos mojados y la hizo a un lado, permitiendo a la lengua del Golden alcanzar su desprotegidos labios vaginales. Esta vez no pudo evitar de emitir un sonoro chillido, la lengua de Tommy estaba lamiendo su jugosa cuevita del placer. El perro comenzó a hozar sobre su panocha, su lengua penetró la hendidura vaginal a la búsqueda del origen de donde emanaban los deliciosos fluidos que él desesperadamente lamía y hacía llegar a sus papilas gustativas que apreciaban el exquisito sabor del coño de su ama.
A María le resultaba imposible permanecer quieta, descubrió que sus caderas se movían sin control alguno. Cuanto más lamía Tommy, más sus caderas se contorsionaban y empujaban contra la mágica lengua de él. Con toda naturalidad ella colocó sus dedos sobre su clítoris e inició un suave masaje que incrementaba su placer, lo que también acrecentaba sus deseos y sus contorsiones contra la lengua intrusiva de su mascota. También esto la aproximaba al borde del acantilado que la hacía caer en espasmódicas olas orgásmicas y ella se dejó caer. Fue divertido iniciar ese descenso infinito donde su cuerpo comenzó a levitar y temblar, los corrientazos eléctricos anulaban cualquier otra sensación, gemía y respiraba apenas y su cuerpo se deslizó hacia el suelo con sus piernas apretadas y temblando por entero. Tommy se detuvo, abrió bien sus ojos y movió sus orejas viendo como esa jugosa cuevita se cerraba y se alejaba de su lengua ardorosa. Nunca había escuchado los sonidos que ahora estaba haciendo su ama estirada sobre la alfombra. No parecía enojada.
María estaba sin aliento, pero aún en control de sus facultades, su mente era una vorágine de emociones contrapuestas. Culpa y placer, excitación y vergüenza, todo parecía tener la misma relevancia. La chica se sentó mirando a su amada mascota que la observaba atento a menos de un metro de distancia, sintió unos deseos irrefrenables, alcanzó detrás de ella y soltó el broche de su sostén, sus orgullosos, maravillosos y gloriosos senos quedaron al descubierto. Se arrodilló frente a su mascota y lo abrazó restregando sus delicados y duros pezones contra el suave pelaje de Tommy que aprovecho de lamer sus mejillas y cuando ella se separó ligeramente su lengua acaricio con suaves lambidas sus prominentes pechos.
—¡Quédate quieto, Tommy! …
Dijo ella arqueando su espalda y empujando sus tetas contra el hocico de él. Quizás el perro sentía algún olor a leche de esas protuberantes tetas de su perrita humana y continuó a lamberlas en forma obsesionada. Probablemente la desnudez de la chica era un factor importante en el comportamiento del perro. Su ama lo alimentaba y de sus tetas parecía salir un aroma a alimento, así que su lengua siguió trabajando en las prosperas mamas de María.
El perro lengüeteó su sudado escote y también su rostro, cuando volvió a sentir el raspe de esa lengua rebelde en sus pezones, María creyó desfallecer, arqueó su espalda, sintió una caliente ola de calor en su vientre y unos temblores en su ingle. Sostuvo con ambas manos la cabeza de su mascota y restregó sus tetas deseosas contra el hocico de él.
—¡Ooohhh, perrito! … ¡Que buen chico eres! …
Susurró sintiendo los lengüetazos a sus dos senos, tal vez con poca delicadez, pero un considerable celo y acuciosidad. Rápidamente su cabeza comenzó a girar con depravados pensamientos y perversiones, sus gemidos se hicieron más audibles, la lengua de Tommy la excitaba al máximo. Ella lo necesitaba, podía sentir la tibieza de su baba sobre sus pechos que resbalan por su torso desnudo. También resbalaban y desaparecían sus inhibiciones, se estaba tornando más cachonda que nunca bajo los sapientes lengüetazos de su fiel amante peludo.
Su mente y su razón abandonaban su ser y rendida entregaba el control de la situación a su cuerpo excitado y cachondo. En forma apresurada se quitó las empapadas bragas y volvió a sentarse sobre el edredón al borde de su cama con sus piernas bien abiertas, incitando a Tommy tanto visual como por el perfume que irradiaba su coño en celo.
Tommy se había subido con sus patas sobre la cama y su cuerpo peludo entre las piernas de María y había iniciado unos incipientes movimientos de follar que trajeron a la muchacha a la realidad. El pelaje dorado de él se había esparcido a cubrir sus senos y el perro todavía intentaba lamer sus pechos. María miró hacia abajo, pero con todos los pelos de él no pudo ver mucho, excepto una rosada puntita todavía encerrada en su vaina que se movía muy cerca de su coño, probablemente intentando penetrarla. Un escalofrío de deseos y pavor estremeció su cuerpo pensando en ese rojizo pene tentando de penetrar su cuevita mojada, algo enorme y duro se estrelló contra su coño.
Un ataque de pánico se apoderó de ella y trató de alejar al animal que intentaba follarla, lo empujó con todas sus fuerzas, pero el perro no estaba en vena de aceptar un rechazo por parte de su perrita humana. La inmovilizó mostrando sus feroces dientes y gruñó para asustarla. Rápidamente María pensó en llamar a alguien pidiendo ayuda, pero ¿Cómo explicar la situación? Ella acostada desnuda en su cama con un perro a punto de violarla, cuando se suponía que estaba ocupada con las tareas de la escuela, difícil que alguien pudiese comprender aquello.
Por su mente pasó que iba a perder su virginidad, pero ¿con un perro? Algo dentro de ella deseaba justamente que eso sucediera, pero ¿Iba a resultar doloroso? Tal vez si no entablaba un combate con él y se entregaba dócilmente, no sería ni doloroso ni incomodo. Un poco desesperada se agachó y se apoderó de la polla hinchada de Tommy en un último intento de alejarla de su panocha.
María no tenía la fuerza suficiente para oponerse a los embates y embistes que le daba Tommy. Más que alejar la enorme polla de su mascota, su mano se convirtió en una especie de guía directa a su coño y el apareamiento con la bestia parecía inminente. Además, los instintos de Tommy lo compelían a tirarse en adelante con el claro propósito de follar ese coño sabroso y caliente de María.
La chica tenía firmemente en su mano la verga caliente y resbaladiza de Tommy, jadeó cuando la aguzada punta de la polla de perro separó de un certero golpe sus hinchados labios vaginales y varios centímetros penetraron su conchita. Su boca se abrió incrédula, Tommy sintió la cálida humedad de ella y empujó con violencia. Embiste y embiste, la polla la penetró y se abrió paso en su virginal canal vaginal, ella soltó su polla y trató de sujetar el torso del perro, pero terminó abrazándolo mientras la verga de Tommy se adentraba profundamente en su ardorosa caverna.
—¡Ooohhh, Tommy! …
Gritó aferrando el collar de su mascota, al tiempo que apretaba sus piernas tratando de aminorar el escozor doloroso de la penetración.
Lamentablemente, su amante peludo no estaba muy inclinado a comportarse gentilmente con ella y con poderosos empujes de sus flancos, forzó su polla dentro del pequeño coño de su amante, sin siquiera detenerse a reflexionar sobre la desgarradora rotura de su himen. María pensó que iba a morir desventrada por la gigantesca polla de Tommy y se quedó inmóvil mientras el perro la follaba a una vertiginosa velocidad.
Unas lagrimas se deslizaron desde sus ojos semi cerrados. Ahora ella no recuerda si era de dolor o emoción al follar por la primera vez. Su mente no funcionaba con claridad, no registraba estos eventos en forma nítida. Estaba suspendida en un trance sintiendo como la broca enorme de su mascota taladraba las profundidades de su canal vaginal. El aliento caliente del perro sopló sobre su rostro cuando él comenzó a jadear aumentado la velocidad de su apareamiento con el claro objetivo de sembrar en ella su semilla procreadora.
Sin embargo, la parte agónica e incómoda de la desfloración, estaba dando paso a otras sensaciones, el cuerpo de la chica se acostumbraba a las enormes dimensiones de Tommy y el nivel de desagrado había disminuido ostentosamente. Las caderas de María comenzaron a despertarse en un ligero movimiento de vaivén para encontrarse con el pene invasor que ultrajaba su estrecha panocha.
Mirando entre sus sudados senos, podía ver la polla del perro enterrada en su vagina, sus piernas temblaban como resultado del asalto a su virtud. Ella pasó una mano sobre sus tetas y se maravilló al sentir lo duro que estaban sus pezones. Con ambas manos aferró la cabeza de su perro y le dio un beso en su hocico como había hecho tantas veces antes de irse a dormir. Pero esta vez ella estaba anudada a la polla de él y el beso se transformó en muchos besos apasionados.
—¡Fóllame, Tommy! … ¡Hazme tu perrita! … ¡Ooohhh ssiii, amooor! ...
Se sorprendió al decir esas palabras, pero su cuerpo estaba sintiendo las delicias de esa grande polla caliente, que tenía la particularidad de hincharse enormemente dentro de ella y le pareció algo travieso, cachondo y maravilloso tener esa verga atorada en su apretada conchita.
Su amante peludo estaba motivado solo por el natural impulso de completar el ciclo reproductivo. Los embistes de Tommy se hicieron más determinados. María estaba gimiendo audiblemente con sus ojos cerrados y sus piernas abiertas ampliamente. Sintió dentro de ella la rigidez y el abultamiento del pene del perro, movió y roto sus caderas hasta volver a sentirlo cómodamente empujando sus paredes vaginales. Jadeo y se abrazó a él cuando comenzó a sentir un líquido caliente como un glaseado de azúcar que se vertía y llenaba todos los recovecos de su panocha, él estaba derramando su abundante semen dentro de su ya no virgen vagina. Mientras Tommy bombeaba sus copiosos chorros de esperma canino, su lengua acariciaba el rostro sudado de su amante humana.
En los siguientes momentos María sintió que la polla de Tommy estaba atascada dentro de ella y no había modo de hacerla deslizar fuera, su coño venía estirado al máximo mientras el nudo presionaba por salir de ella. Al parecer su coño era demasiado pequeño para la enorme verga de su amante perruno. Ella sintió dolor y placer al sufrir los tirones de su perro, le había dado más de lo que ella quería y finalmente después de una veintena de minutos la verga resbaló fuera de su coño y Tommy rápidamente se fue a lamer los fluidos que salían a chorritos de su panocha.
Exhausta, María se quedó recostada sobre la cama con sus piernas abiertas para permitir a su amante limpiar su vagina. Su mano ociosa se deslizó a acariciar sus senos con sus pezones que se mantenían erguidos con sus dureza juvenil. Con la otra mano acarició su conchita, podía sentir la calidez y pegajosidad del semen canino no solo a la entrada de su chocho, sino también en la parte interna de ambos muslos, que venían mojados por el semen que salía expulsado de su estrecho agujerito.
Su panocha estaba en llamas, le dolían los labios mayores, sus senos aún hormigueaban. No estaba segura de haberse corrido, pero no descartaba esa posibilidad. Lo único cierto es que su coño ya no era virgen. Trazas oscuras de un color café rojizo habían manchado el edredón.
Camino vacilante hacia el baño, no le resultó una tarea simple. Sus piernas flaqueaban y temblaban, resistiéndose a mantenerla en pie. No coordinaba bien sus movimientos y su coño adolorido le recordaba lo que había apenas sucedido. Le dolían algunas partes que ni siquiera sabía que existían. Se sentía un verdadero desastre. Pero había logrado aparearse con su mascota y esto la hacía sentir encontradas sensaciones.
Ciertamente su coño necesitaba recuperarse y con la misma seguridad, se dijo a si misma que lo volvería a repetir a breve. Sabía que no debía preocuparse por quedar embarazada, ya que eso era imposible. Finalmente llego arrastrando su cuerpo al cuarto de baño.
La ducha obró la magia de traerla de vuelta a su condición de normalidad. Lavó toda evidencia reciente del abuso canino, restos de sangre y semen que continuaba a salir desde su excitado coño. El agua caliente vigorizó su juvenil cuerpo adolescente y la relajó lo suficiente para unas buenas noches y un reparador sueño.
El villano violador no fue invitado a dormir en el cuarto de la chica, claro que él no lo entendió pues se quedó gimoteando y rasguñando la puerta por largos minutos. Probablemente Tommy ansiaba una repetición de todo el evento, pero el coño de María no lo resistía. En los próximos días ella se mantuvo firme y decidida a no dejarlo salirse con la suya, pero él le iba detrás donde ella se encontrara.
—¡Déjame en paz, perro tonto! … ¡Vete a otro lado … no soy tu perra! …
Simplemente Tommy pareció comprender y la dejó tranquila.
Varios días después. María había ido a comprar un nuevo vestido para la fiesta de fin de año del colegio. Su padre que le daba gusto en todo, le permitió comprar un vestido bastante sexy que metía en realzo sus redondeadas y firmes nalgas, con un pronunciado escote que metía bien en evidencia sus juveniles, pero firmes tetas.
Encerrada en su cuarto controlaba como le sentaba el nuevo vestido. Su cuerpo se reflejaba por entero frente al espejo. Tommy estaba detrás de ella y entre la vellosidad de su pelaje dorado, una inconfundible puntita rojiza venía puesta en evidencia. Un cosquilleo estremeció su cuerpo y una cálida llamarada se encendió en su bajo vientre. Se volteó a mirar la verga de su mascota:
—No te das nunca por vencido, ¿eh? …
Se quitó el vestido, debajo no llevaba nada. Se sentó al borde de su cama y dócilmente abrió sus piernas para él. Tommy no tuvo que ser invitado, a cabeza gacha se abalanzó entre sus tiernos muslos. María se dejó caer hacia atrás gimiendo y sintiendo la larga lengua caliente de Tommy que comenzaba a explorar las profundidades de su panocha. La lengua penetrante de él era una verdadera delicia, sorpresivamente sintió que quería volver a ser follada por su mascota. Levantó sus piernas en el aire y Tommy comenzó a lamber la estrecha y rugosa estrellita de su ano.
—¡Oh, Dios! …
Murmuró cuando Tommy empujó profundamente su lengua salivosa dentro de su vagina apretada. María miró fascinada como la verga del perro comenzaba a crecer y a engrosarse, inexplicablemente se sintió excitada ante esa visión que le recordaba la follada del fin de semana recién pasado. Esa polla perruna debía ser suya, debía volver a sentirla taladrando su coño, se enderezó sobre la cama y su mano se fue directamente bajo la panza de Tommy. Mientras alcanzaba la caliente pija de su mascota, su mano libre acarició su chocho mojado.
Por su mente pasaron los dulces momentos vividos. ¿Qué sabor tendría esa polla enorme? Se preguntó intrigada. Prontamente se arrodillo al flanco de Tommy y tomó la pija peluda con sus dos manos. Comenzó un acompasado movimiento masturbatorio, su corazón latía con fuerza y estaba muy excitada. Su mano se fue llenando de ese liquido acuoso y trasparente que emanaba de la polla perruna. Comenzó a acercarse para verla mejor y la boca se le hizo agua contemplando el delicioso néctar que goteaba de su polla, podía olerlo. Cuando lo tuvo a un par de centímetros, le dio unos besitos y paso su lengua explorando la textura y la rigidez del pene canino.
Continuó con sus movimientos un poco más rápido, la sensación era increíble, se sentía empoderada y que esa verga era toda para ella, le pasó la lengua por toda su longitud y saboreó con gusto ese sabor un poco salado y a metal. Ahora podía ver todas las sinuosidades de su pene, la punta aguzada le pareció a forma de frutilla. En realidad, consideró que era un fruto delicioso. No pudo resistir más y lo engulló de un solo bocado.
Desesperada y sedienta lo comenzó a mamar y su mano libre volvió a estimular su clítoris. Sabía que se estaba descontrolando y muy pronto todo lo haría en presa a su lujuria y su cuerpo cachondo se haría cargo de sus acciones. Su mente sería obnubilada por las abrumadoras sensaciones y nada al mundo la haría soltar el pene engrosado y duro de su mascota.
Se le hizo familiar su olor, su sabor y su textura. Tommy hizo unos ruiditos y de tanto en tanto follaba la boca de su ama, entonces su pene tocaba el fondo de su garganta. Disfrutó de verdad su enorme polla en su boca:
—¡Oh, Tommy! … ¡Eres mío! …
Le dijo mientras se levantaba, se espalmó un aceite natural en su coño para aumentar la lubricidad de sus apretadas carnes y decidió que esta vez sería una verdadera perrita. Apoyó su torso desnudo sobre su cama y se arrodilló girando su trasero hacia Tommy que prontamente vino a lamber su coño rebosante de fluidos. Él parecía un poco ansioso y descontrolado, se subía y bajaba de su espalda, lamía su coño ardorosamente y luego saltaba sobre ella. Poco a poco comenzó a acercar más y más su polla a la vagina empapada de María. Dio unos saltitos y ella sintió la polla caliente en sus muslos, incluso la sintió sobre su culo y en medio de sus nalgas. Todos intentos un poco alocados que no hicieron más que arañar la espalda, los muslos y el vientre de ella.
De repente sus zampas la atenazaron por su estrecha cintura, con su mano entre las piernas le hizo una especie de guía a su enorme ariete que golpeaba los alrededores de su gruta caliente y resultó. María dio un chillido cuando la enorme polla de Tommy se introdujo con fuerza en su apretada cuevita del amor. Entonces comenzaron los fuertes tirones y el pene fue ahondando la penetración, sus patas se apoderaron fuertemente de su cintura y la tiró repetidas veces contra su pija. Con sus cuartos posteriores dando saltitos y embistes, empujó su nudo dentro de ella, María pensó que la estaba partiendo en dos, pero como era su segunda vez, ella se calmó y se acomodó separando un poco más sus rodillas y empujando contra el macho que la poseía y dominaba. Porqué Tommy era el macho alfa y María simplemente su perra de impregnar. Sus instintos básicos le decían que ese coño húmedo, cálido, fértil y estrecho, estaba pronto para recibir sus esperma procreador.
—¡Oooohhhh, mi amor! … ¡Por qué tienes que ser tan brusco! …
Reclamó María con sus uñas enterradas en el edredón. El pene caliente de Tommy estaba completamente enterrado en su chocho y María ubicó sus deditos sobre su clítoris e inició un masaje que hacía bailar sus ojos en sus cuencas, le provocaba tiritones, chillidos y gemidos varios.
El peso del animal le impedía hacer muchas cosas más. Estaba a la merced de su poderío bestial. Pero no se sentía ni humillada ni ultrajada, por el contrario, comenzó a disfrutar del roce de la verga resbalosa y candente que pulsaba en sus entrañas. Su mano libre acarició sus duros senos y se relajó, dejando que su mascota hiciera todo lo que quisiera con ella, María solo quería disfrutar de esta experiencia única y que ahora deleitaba su coño apretado. Se quedó quieta, excepto sus dedos que hurgaban con incansables sobajeos a su excitado botoncito.
El violento mete y saca de Tommy tenía a María fascinada y caliente, ciertamente había un poco de dolor, pero era ínfimo comparado al placer inmenso que las paredes de su estrecho chocho recibían de la continua frotación del pene y la bola estimulándolas y ensanchándolas. El delirio de placer la hizo derramar unas lagrimas y su coño comenzó a contraerse y apretar el pene que yacía pulsante dentro de su chocho. Todo se estaba transformando en una intensa sensación de indescriptible placer. María comenzó a gemir con la boca abierta, chilló enloquecida, su coño tiritaba y se apretaba alrededor de la inmensa polla de Tommy
—¡Uuuuhhhh! … ¡Aaaahhhh! …. ¡Uhmmmm! …. ¡Uhm ssiii mi amor, soy tu perra! … ¡Uhmmmm! …. ¡Ssiii! … ¡Ssiii! … ¡Ssiii! … ¡Eso está riquísimo! … ¡Uhmmmm! …
Hacia atrás y hacia adelante Tommy bombeaba incansablemente el coño de María a toda velocidad, María sentía el peso y la tupida suavidad del dorado pelaje de él en su espalda; sus tetas se aplastaban sobre el edredón y ella atrapaba la colcha con sus crispadas manos. Los embistes de él aumentaban y también las contracciones del coño ceñido de ella, sus gemidos iban en aumento. Susurros incoherente de lujuria y placer escapaban entre sus gemidos y chillidos, su polla pertenecía totalmente a ella y él era el dueño absoluto de su conchita.
La misma muchacha educada en colegio de monjas, hermosa e inteligente, ahora se sentía deliciosamente obscena, depravada y pervertida al sentir su coño taladrado en profundidad por la polla de su mascota.
—¡Uhmmmm! … ¡Ssiii! … ¡Haz que me corra, mi amor! … ¡Folla mi coño! … ¡Assssiii! … ¡Dámelo duro, tesoro! ... ¡Qué ricooo! ... ¡Uhmmmm! ... ¡No te detengas! … ¡Sigue, amorcito! … ¡Sigue! …
Los chillidos de María se convirtieron en gritos y tuvo que atrapar la almohada más cercana y cubrir su boca para acallar la intensidad de sus expresiones. La verga de Tommy había alcanzado su útero y esto provocaba en ella insoportables contracciones y estremecimientos imposibles de ocultar. Restregó sus tetas contra el edredón y se aferró a la cama para soportar los violentos embistes de Tommy que la apretaba firmemente con sus patas delanteras. De repente él se detuvo casi por completo y un chorro caliente empezó a llenarla por dentro, no pudo contener los estímulos a su vejiga y se orinó sobre la alfombra. Su cuerpo tembló y se corrió tratando de respirar y mantenerse cuerda, su polla disparaba borbotones de leche caliente, y de su coño salían chorros de pipi. Se estaba corriendo en la polla de Tommy, su mascota le regalaba un magnifico orgasmo, era como si fuera la primera vez que se corría de esta manera bestial y estremecedora.
Mientras su coño venía rociado de esperma canino, una morbosa sensación de apoderó de ella y continuó a masajear su clítoris. No sabía cuanto tiempo iba a estar atada a la polla de él y quería prolongar al máximo el placer que esa pija de perro le hacía sentir. Estaba toda sudada, despeinada y babeada por su amante, pero se sentía la mujer más hermosa del mundo al asumir que era una puta canina y estaba complaciendo a su macho amante. Los minutos finalmente pasaron y Tommy ejerció un leve tirón y su polla salió expulsada del su coño empapado, también salió una gran cantidad de fluidos mezclados a esperma de él.
María se giró a mirar la polla de su amante peludo, casi no podía creer que ese monstruoso pene de Tommy haya podido adentrase en su estrecha panocha, seguramente superaba de mucho los veinte centímetro y su bola que se había reducido bastante, era como una mandarina de tamaño mediano. Lo tomó en su mano y se agachó arrodillada a su lado, sin pensarlo dos veces se lo llevo por entero a su boca, debía cooperar con la limpieza de tan maravilloso instrumento, él le agradeció con salivosas lengüeteadas a su rostro y sus labios que chupaban y lengüeteaban la verga perruna.
Cuando terminó. Se levantó, pero casi no podía caminar; su coño estaba obscenamente abierto, hinchado y le dolía, más que dolor era un ardor caliente, todavía salían chorros de semen de su coño. Se sentía satisfecha, juntó un poco sus piernas y presionó los labios de su coño para hacer salir todo el semen, no logró juntarlas del todo y se dirigió al baño caminando como un cowboy que acababa de desmontar de su potro. Su vulva estaba hinchada y esperaba se recuperara pronto para volver a repetir todo de nuevo …
Fin
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