Cosas que suceden II.
por
Juan Alberto
género
incesto
Como alguien me lo pidió, aquí van las edades de los personajes que han ido apareciendo en el relato:
Luisa, la madre de 40.
Alberto, el padre de 49.
Andrés, el hijo de 16.
Carolina, la hija de 14.
Evelyn, la novia de Andrés de 15.
Alexis, el amigo de Andrés de 17.
Javier, el novio de Carolina de 17.
Fue como si esa ventana tuviese un hechizo, me acerqué sigilosamente, quería ver qué cosa estaba haciendo Andrés. La lampara de la mesita de noche estaba encendida y aún cuando estaba bajo el edredón, podía advertir suaves y subrepticios movimientos bajo la cubierta. Mi amado hijo estaba masturbándose, delicadamente deslicé mi propia mano al interior de mis pantalones y comencé a tratar de satisfacer mi panocha húmeda y cálida. Mi coño estaba empapado y se sentía maravilloso acariciar mis jugos en mi labia recién rasurada. Al parecer era mucho más sensible o quizás era solo mi calentura y ansias de desahogarme finalmente.
Los movimientos de Andrés fueron en crescendo, más y más rápidos, hasta que pateó el cobertor que cubría su mano. Gemí cuando vi la enorme y dura pija de mi hijo por primera vez en años, tuve que dejar de acariciar mi coño para no correrme tan pronto. Nunca imagine ser la madre de un chico dotado de tamaña verga. Desde mi lugar de observación calculé que debían ser una veintena de centímetros. Gruesa como mi muñeca y llena de venas azulinas, su glande amoratado brillaba bañado en su pre-semen. Su mano se movía por todo el largo de su pene haciendo que el prepucio se estirara a cubrir todo su glande hinchado para luego descender dejando al descubierto esa cabezota enorme que brillaba como con luz propia. Cuatro de mis dedos encontraron lugar dentro de mi vagina, imaginaba sentir ese enorme miembro dentro de mi mientras con la otra mano mis dedos masajeaban mi clítoris. Jadeaba viendo los veloces movimientos de la mano de mi hijo, abruptamente salió un copioso chorro de esperma disparado y aterrizó en sus pectorales, gemí y golpeé mi botoncito abrumada por la sensación que estaba comenzando a hacerme estremecer. Cuando vi que los chorros se subseguían uno tras otro, tuve que sostenerme al muro mientras un poderoso orgasmo me sacudía de pies a cabeza y él seguía chorreando su estomago y la parte superior de su cuerpo con poderosos chorros de su semen fresco y joven.
Los pantalones de mi pijama estaban caídos a mis tobillos, ahí estaba yo con mis piernas temblando y mi culo al aire, me subí los pantalones dignamente y furtivamente ingresé de nuevo en casa. Me dirigí directamente a la sala y me dejé caer sobre el sofá con mi respiración agitada e irregular. Nuevamente me inundaron sentimientos encontrados, ciertamente había disfrutado un magnifico orgasmo, pero lo había hecho fisgoneando en la ventana de mi hijo mientras él se masturbaba, lo peor de todo es que había imaginado su pija enterrada profundamente en mi coño, algo que no debía ni podía suceder.
Los días siguiente fueron angustiosos, parecía que mi coño estaba en constante excitación y me desesperaba por no poder tener un desahogo. La imagen de la pija voluminosa de mi hijo ocupada todos mis pensamientos, la tenía grabada en mi retina y no podía obviarla. Tampoco contribuía el hecho que ahora Andrés pasaba más tiempo en casa conmigo y no salía con sus amigos. Por supuesto que su compañía era un apoyo a mis estados depresivos, pero también era un aliciente a mantener en constante excitación mi coño necesitado y falto de cariño. Todo ello me llevaba a vestirme en forma casual, pero sexy, con faldas muy cortas, mi blusa descuidadamente desabrochada; había veces que caminaba desnuda por la casa cubierta solo con mi bata traslucida. Sus miradas ya no tanto furtivas, me ponían terriblemente caliente y mis sesiones de masturbación habían comenzado a ser cada vez más frecuentes, a menudo de dos a cuatro veces al día y mi fantasía exclusiva era mi hijo.
Se acercaba noviembre y Alberto se iba una semana al año a la pesca de truchas y salmones, mi hija se había inscrito para ir al campamento del colegio, así que se presentaban varios días para estar a solas con Andrés. Otras vez mis sentimientos se encontraban enfrentados, me aterraba la idea de estas en casa solo con él, por otra parte mi cuerpo se llenaba de ansias por tener una oportunidad, ¿Oportunidad de qué?, me preguntaba con desazón y confusión. Me producía angustia el no controlar mis instintos y deseos naturales de mujer sexualmente insatisfecha, sabía que mi hijo se excitaba conmigo quizás tanto como yo me excitaba por él. Sus lascivas miradas a mis tetas y mi entrepierna lo traicionaban a menudo, cosa que a mi comenzaba a halagarme.
La primavera había comenzado cálida, pero con fuertes ventarrones vespertinos y, este sábado en particular el cielo se había cubierto de densos nubarrones obscuros. Parecía un día perfecto para irse a la cama más temprano. Andrés había ido donde sus amigos. Tenía toda la casa para mí. Había dedicado la jornada a ordenar y limpiar todo, pensaba en merecer un reconfortante baño de espuma y relajarme finalmente conmigo misma, debía saciar mi calentura sumergida en esa agua tibia y espumante. Justo cuando me dirigía al baño envuelta solo con mi bata blanca de baño, sentí la puerta principal abrirse, era Andrés, me quede en el umbral de la puerta y esperé que apareciese por el pasillo, mi bata estaba ligeramente abierta y mostraba el comienzo de mi muslo desnudo. Se detuvo de golpe cuando me vio:
—¿Qué vas a hacer, mamá? …
—He tenido bastante ajetreo hogareño el día de hoy … creo que necesito un baño de espuma y relajarme … ¿Y tú, que vas a hacer? …
—También pensaba bañarme … jugamos una partida de futbol con los chicos y estoy un poco sudado …
Algo hizo clic en mi cabeza y sin reflexión alguna le pegunté:
—¿Te atreverías a bañarte conmigo? … como cuando eras un niño … ¿recuerdas? …
—¡Ehm! … si no es problema para ti …
—Por supuesto que no … lo hemos hecho tantas veces antes …
—Pues espera ... voy a por mi bata …
Dijo eso y desapareció velozmente hacia su cuarto. Era cierto que lo habíamos hecho antes, pero solo hasta sus nueve o diez años. Me mordí mi labio inferior pensando a como iba a ser esto, mi hijo y yo desnudos juntos en la bañera. Preparé la vasca con suficiente agua caliente, versé abundante espuma de baño y me sumergí en el cálido y templado liquido burbujeante. Al poco rato apareció Andrés envuelto con su bata azul y roja, traía dos cervezas frescas:
—Tengo tanta sed, mami … pensé que quizás a ti también te agradaría una cerveza …
Me paso una cerveza y se sentó en el inodoro a beber la suya, de un trago se bebió casi la mitad de la bebida, luego cruzó una pierna encima de la otra y comenzó a charlar, yo le di unos sorbetes a la espuma que se había formado en el cuello de la botella y no hacía más que mirarlo encantada, su prestancia varonil me impresionaba. Charlamos sobre su actividad deportiva y viendo que no hacía ningún movimiento para meterse en la bañera, le invite sin más ni más:
—Entra a la vasca, hijo … antes de que empiece a enfriarse …
—¡Oh!, sí … tengo el cuerpo caliente y no necesito un shock de agua fría …
Apoyo su cerveza al borde de la bañera, se volteo para sacarse la bata, lo primero que vi fueron sus peludos muslos, su culito redondito y fornido, luego se volvió hacia mi y no pude evitar de abrir mis labios en estupor cuando su enorme pene pendiendo libre se movía de lado a lado con sus movimientos fulmíneos. Demasiado pronto su masculinidad fue cubierta por la espumosa agua de la vasca. Agarré la esponja y comencé a bañar mis hombros, Andrés me conversaba y bebía a traguitos su cerveza, yo también bebí de la mía. Pasando la esponja por mis muslos, mi entrepierna hormigueaba y las maripositas en mi estómago revoloteaban alocadas. Me terminé de beber mi cerveza y la cerveza de Andrés resbaló dentro de la bañera.
—¡Uy!, ya se ha arruinado …
—¿Quieres otra? …
Y sin esperar su respuesta me levanté completamente desnuda, dos hilillos de agua chorreaban de mis pezones y la espuma de baño resbalaba por mis costados y mis muslos. Andrés había enmudecido, solo atinaba a mirarme de arriba abajo, en la convergencia de mis piernas había una oportuna masa de espuma que ocultaba mi sexo.
—Espera … iré a buscar un par de cervezas para nos dos …
Le dije y salí colocándome mis pantuflas de baño. En segundos volví con las bebidas y mi ojos se centraron en la tremenda erección que estaba teniendo Andrés. Cómo si nada le tendí la bebida y volví a sumergirme en el agua tibia, él atinó con la esponja a formar un poco de espuma que cubriese su bestial pija dura. Mis piernas temblaban y mis ojos trataban de escudriñar su hombría oculta bajo el agua espumosa.
—Gracias, mamá …
Me dijo sorbiendo un poco de su cerveza. Nunca antes le había ofrecido bebidas alcohólicas, pero pensé que no había nada de malo en un par de cervezas a lo lejos. Esta vez me quedé sentada sorbetéando mi bebida y mis senos brillaban bañados con gotitas relucientes que asemejaban a pequeños diamantes deslizándose por las redondeces de mis pechos. Andrés no perdía de vista mis exuberantes tetas y yo no hacía nada para ocultárselas. Continuamos a charlar gozando de la vista de nuestros cuerpos desnudos a través de la turbiedad del agua.
Desde mi punto de observación, tenía una vista casi perfecta de su larga pija blandengue, semi doblada hacia un lado. No sé si echarle la culpa a la cerveza o a mi calentura, pero poco a poco mis inhibiciones se fueron aflojando, me eché un poco para atrás, levante un pie y lo coloqué en la rodilla de Andrés y mi otra pierna se enfiló a un costado de su velludo muslo musculoso. Mis piernas estaban abiertas para ofrecerle a él la mejor vista de mi panocha ardiente. Vi que su musculo entre sus piernas comenzaba a alzarse y, de la posición semi en descanso, se levantó y continuo a levantarse hasta que su agigantado glande asomaba apenas en la superficie del agua espumosa. Tal situación me puso extremadamente caliente, mi coño estaba en completa ebullición y las cosquillas a mi labia vaginal eran insoportables. Descaradamente apunté a su verga gordota:
—¡Uu-hmmm! … ¿Que sucede ahí? …
—Perdona, mamá … debe ser el agua tibia … la cerveza, quizás …
—No temas … te entiendo … no creo que sea por ver a una anciana mujer desnuda como yo …
—¡Mmmmm! …
Solo emitió un murmullo como respuesta.
—Hijo … es natural a tu edad … tienes tantas energías … ¿Desde cuando que no ves a una mujer desnuda? …
—No lo recuerdo … tengo vagos recuerdos de ti cuando era pequeñito y nos bañábamos juntos a Carolina … he visto solo a ti y a ella desnudas … y ni siquiera me recuerdo mucho …
—¿Y tu novia? …
—No quiero hablar de eso, mamá …
—Otra vez con secretos, ¿Eh? …
—No, mami … es que me da vergüenza …
—No deberías tener vergüenza de mi … cuantas veces que te vi desnudo … incluso has chupado mis senos cuando eras un bebé …
—Pero esto es diferente, mami … no se trata de ti … se trata de mí …
—¿De ti? … ¿Y de que modo? …
—Lo tengo muy grande y Evelyn se asusta cada vez que se lo muestro … ni siquiera quiere tocarme … le da nervios …
—¡No lo puedo creer! … ¿Y te deja mirarla o tocarla? …
—Casi nada …
Me levanté un poco airada, y le dije:
—Pues puedes mirarme a mi todo lo que quieras … así aprendes cómo es el cuerpo de una mujer de verdad … no como esas de las revistas …
Andrés me miró y apoyó su espalda en la vasca, no pude contenerme y levanté una pierna y la puse al borde de la bañera, ahora mi hijo tenía una muy buena vista de mi coño rasurado y goteante. Me dieron realmente ganas de tocarme delante de él.
—Como ves estoy completamente afeitada … la primera vez que me quito todos mis vellos fue esa donde me viste hacerlo … nunca antes lo había hecho …
—¿Deveras? …
—Sí … y creo que me quedó bastante bien …
Sin mirarlo pasé mi dedo en medio a mi labia y me estremecí sintiendo mi clítoris túrgido.
—¡Hmmmm! … mi coño quedo limpio y se siente muy bien …
—Te ves muy sexy, mami … ¿puedo tocarlo? …
No me sentí sorprendida por la pregunta de mi hijo, quizás él también se sentía un poco más desinhibido por el alcohol, pero no podía hacérselo así de fácil.
—Andrés, cariño … no puedes tocarle el coño a tu propia madre … no se vería bien eso …
Realmente lo único que quería es que él me tocase, pero al mismo tiempo me aterraba decirlo.
—Bueno … tal vez sí … pero dado que estamos solos tú y yo … ¿Quién podría enterarse? … además, nunca he tocado a ninguna chica …
Me pareció tan tierno escucharlo decirme “chica”, que decidí dejarlo hacer.
—Bueno … bien podría enseñarte … así sabrás como comportarte y no lastimaras a ninguna muchacha …
Me hice hacia adelante y con mis piernas abiertas me puse frente a él, me parecía increíble, pronto iba a sentir la mano de mi hijo tocando mi coño candente. Mi cachondez estaba llegando al máximo, no sentía ninguna vergüenza, solo un inmenso deseo de hacerlo. Andrés se sentó derecho y primero tomó mi pierna acercando su rostro a mi ingle, prácticamente mi concha estaba a centímetros de su cara que me miraba con los ojos bien abiertos. Bajé mi propia mano y acaricié mi montículo venusiano, con dos de mis dedos me abrí la panocha rosada y bañada mostrándole los pliegues un poco rugosos de mi coño y mis labios mayores que sobresalían ligeramente de mi cavidad vaginal. Quería mostrárselo un poco didácticamente, en un lenguaje simple, pero técnico. No quería evidenciar la lujuria que estaba sintiendo, pero igualmente mis glúteos se contraían autónomamente y empujaban inconscientemente mi panocha un poco más hacia él. A mala pena contuve mis gemidos al sentir su aliento en mis rosáceas carnes, no quise ser descarada y meterme los dedos para alivianar mi tensión erótica. Pensé que era hora de dejarlo hacer a él. Mi voz sonó un poco ronca y alterada por la calentura cuando le dije:
—Dame tú mano … te hare sentir mi coño … y no olvides que esto es solo entre tú y yo … nadie más debe saberlo …
Andrés asintió con entusiasmo cuando tome su mano y la coloque suavemente sobre mi panocha ardorosa y mojada. Pase su mano hacia arriba y hacia abajo de mi chochito, casi se me cerraron los ojos, me mordí mi labio inferior sintiendo su candidez e inocencia, se me escapó un ligero suspiro, luego solté su mano para que lo hiciera él solo.
—¡Guau!, mami … eres tan suavecita …
—¡Hmmmm!, sí … ten en cuenta que estoy recién rasurada y además mojada por el baño que nos estamos dando …
Me resulto imposible quedarme quietecita, mi pelvis comenzó a moverse en un suave vaivén contrayendo mi culo y empujando mi concha sobre su mano, no podía resistirme a sus caricias.
—Es la cosa más hermosa que he visto, mami …
—¿Te gusta? … ¿Te gusta cómo se siente? …
—¡Mmmm! … mami esto es increíble …
Justo en ese momento su dedo medio se deslizo entre mis labios y tocó mi clítoris, di un respingo y luego empujé mi vagina contra su mano sin poder controlarme.
—¡Aaaahhhh! … ¡Andrés! … ¡Uhhhh! … ¡Hmmmm! …
—¿Qué te sucede, mami? …
—Nada … nada, solo que una mujer es muy sensible ahí donde me estas tocando …
Era una tortura el no demostrar lo caliente que me estaba haciendo sentir, me contuve todo lo que pude, pero él había captado instintivamente mi punto débil y continuaba a masajear mi clítoris. Tuve que interrumpirlo, aunque no quería … tomé delicadamente su mano y la alejé de mi coño.
—Bueno, hijo … ahora ya sabes como se siente el coño de una mujer …
Un poco a regañadientes Andrés aparto finalmente la mano de mi rajita temblorosa.
—Gracias, mamá …
Andrés miró y olisqueó su mano mojada, contemporáneamente mis ojos se había ido a su pija palpitante, quería tanto sentirla en mis manos:
—¿Puedo preguntarte una cosa, Andrés? …
—Todo lo que quieras, mami …
—Imagino que te masturbas … quiero saber, ¿Con que frecuencia lo haces? …
—¡Emh! … bueno … como dos veces al día …
—¡Dos veces! … ¡Umh! … no esta nada de mal …
—Pero algunas veces más …
Apunté a su endurecida pija.
—¿No tienes problemas con …eso? … quiero decir, ¿Con tú “verga”? …
—No … no lo creo … ¿por qué? …
Me miraba interrogativamente, entonces le pregunté:
—¿Seguro? … ¿Puedo echarle un vistazo? …
Me miró dubitativamente, pero accedió. Me senté en la vasca y lo hice arrodillarse con su pene tieso como mármol frente a mí. Apuntaba derecho hacia el techo, su prepucio goteaba agua y cubría parcialmente su glande. Con mi mano izquierda aferré ese trozo de carne endurecida y tibia, no fui capaz de envolver todo su grosor, después agarré la esponja y le eche agüita temperada que escurrió por su suave piel y sus afelpados cojones. Empuje su prepucio hacia atrás para descubrir su amoratado y brillante glande, estaba hinchado como un hongo.
—Déjame ver … quiero cerciorarme de que todo esté como debe estar para mantenerse limpio …
Moví varias veces su cuerito atrás y adelante, me parecía inverosímil estar magreando y pajeando la pija de mi hijo.
—¡Oooohhhh! … mami …
Lo escuché gemir y sentí que comenzaba a follar mi mano.
—¿Te estoy lastimando? …
—¡Oh!, no … no me duele nada …
En ese mismo instante ahuequé mi mano y traté de envolver sus bolas, masajeando ligeramente su rugosa y delicada piel abigarrada de vellos púbicos.
—Solo estoy revisando tu escroto y que tus bolitas estén bien …
Entonces comencé un enérgico movimiento de su prepucio, una y otra vez, hasta que sentí que se tensaba y gruñía con guturales gemidos, luego se estremeció y una cascada de semen cayó en mi rostro y en mi pelo, volteé un poco la cara y me bañó la mejilla con varios chorros más que escurrieron por mi barbilla, mi pecho y mis senos.
—¡Oooohhhh! … nooo … mami, lo siento … yo no quería … ¡Oh!, mami …
Andrés me miraba con sus ojos brillantes casi a punto de llorar, ¿Qué le había hecho, Dios mío? …
—¡Ooohhh!, Andrés … hijo … no pensé … perdóname, no creí …
Mientras trataba de encontrar algún tipo de excusa a lo inexcusable, continué a masturbarlo y a estrujar su polla hasta que la última gota de su esperma cayó sobre mis tetas.
—¡Ooohhh!, mami … es que me excité al verte desnuda …
—Nada temas, bebé … fue mi culpa … esto nunca debería haber sucedido … nadie debe saberlo, ¿entiendes? …
—Sí, mami te lo prometo … no diré nada a nadie …
Con la ducha portátil le indiqué que terminara de limpiar su pene y luego hice que enjuagara su cuerpo.
—Está bien … ahora sal y sécate … luego iremos a comer algo …
Andrés salió de la vasca y comenzó a secarse, miré mi mano empapada en su semen, acababa de pajear a mi hijo hasta que eyaculó sobre mí, mi mano bañada empapada en su esperma era la evidencia elocuente. Sin siquiera pensarlo me llevé la mano a mi boca y comencé a lamer su lefa pegajosa, mientras con la otra mano acariciaba mi coño. Mis ojos se cerraron y pasaban por mi mente una y otra vez las imágenes del semen de mi hijo volando hacia mi cuerpo desnudo, que duro y que grande era su pene, no paso mucho tiempo y tuve un orgasmo relámpago increíble, me revolqué en el agua tibia de la vasca, mi lengua lamía ese sabor agridulce de su semen. Abrí mis ojos y vi a Andrés que me miraba atónito y con su verga dura como palo otra vez.
—¡Ya!, basta … hemos hecho suficiente … ve a vestirte …
Le dije obviando cualquier otro comentario, mis mejillas ardían y yo sabía que no era de vergüenza. Me gustaba excitarlo, me gustaba que me mirara y me gustaba que me hiciera sentir tan caliente.
Terminé de ducharme y me fui a mi dormitorio a vestirme. Andrés estaba completamente vestido a mirar la televisión cuando pasé por el salón. En mi dormitorio me pare desnuda frente a los espejos del armario, mi coño brillaba pulcro y enrojecido. Con decisión abrí el cajón de mi ropa interior y elegí la lencería nueva que me había comprado, era de color negro, delgada y trasparente, en medio de mis glúteos se perdía la pequeña cuerda trasera, por delante era muy pequeñita, pero me sentí sexy y quería serlo para mi hijo, luego me puse encima solo una remera y un par de pantaloncitos holgados. El material de la lencería era tan fino que mis obscuros pezones y mi coño lampiño se veían claramente.
Mi calentura ya hacía ver una protuberancia en mis pezones que estaban rígidos. Cuando llegué a la cocina no me sentía muy hambrienta, así que solo preparé unos panecillos que Andrés y yo podríamos disfrutar en la sala de estar. Tenía un Chablis helado en el refrigerador y lo destapé, también lleve para Andrés unos bombones que él me había regalado en mi último cumpleaños. Finalmente llevé todo y me senté junto a él en el sofá a mirar la televisión. Comimos en silencio riéndonos de la comedia que estaba presentando el cable. De vez en cuando noté que Andrés daba furtivas miradas a mis piernas envueltas en medias negras. ¡¡Si supiese lo que tengo debajo!! Me reí para mis adentros.
Mis anchos pantaloncitos se deslizaron hacia atrás cuando levanté mis piernas y vi los ojos alucinados y fijos de Andrés mirando boquiabierto el borde de mis medias y el liguero bordado que asomaba levemente, no tan disimuladamente lo miré sonriéndole lascivamente y trate de cubrirme pudibundamente. No me despegó más la mirada a mis piernas.
Cuando terminó la comedia en la televisión, el reloj estaba dando lentos y suaves tañidos que marcaban la medianoche. Me sentí extraña cuando Andrés me miró a mi y luego la televisión, estaba comenzando una película de contenido erótico no apta a menores, al ver su nerviosismo le dije:
—Tranquilízate … no veras nada de lo que has ya visto hasta ahora … ¿Recuerdas? …
Me miró sonriendo y se relajo en el sofá sorbiendo un poco de vino.
—¿Debería cambiar de canal, mami? …
—No … déjala … nunca he visto una de estas películas porno …
Seguramente el vino se me había ido a la cabeza y ya no razonaba. Ahí estaba yo sentada en el sofá mirando una película porno con mi hijo, con cosquillitas en mi chocho y maripositas en mi vientre. Cuando se presentó la primera escena, mi coño comenzó a gotear. Era una hermosa mujer como de mi edad, con grandes pechos, vestía una lencería muy parecida a la mía. Estaba en una oficina con su jefe. Este se le acerco y al rato estaban follando en forma demencial. Jadeé y mi respiración se hizo irregular cuando ella se puso en cuatro patas y fue penetrada por la inmensa polla del jefe en su ano, nunca pensé que fuera posible hacer algo así, el agujero era tan pequeño y la pija tan grande que pensé que no tendría cabida allí.
Mi coño respondió aumentando temperatura y cantidad de fluidos, no podía estar quieta, cruzaba mis piernas una y otra vez, suspiraba a ratos jadeaba y todo sin perder de vista a Andrés que al parecer también estaba siendo afectado por la tórrida escena de sexo. El gigantesco bulto en sus pantalones me dejaba claro que no era indiferente a la trama sexual de la película. Lo único que quería era tocarme y desahogarme, me volví a Andrés y le dije:
—¿Te gusta el cine porno? … —Mi pregunta sonó extraña y mi voz alterada.
—A-ha … —Fue la única respuesta de Andrés. Lo vi incomodo en el sofá.
—¿Te excita ver estas imágenes tan explicitas? … —No sé porqué hice una pregunta tan obvia, pero lo vi acomodar su pija bajo sus pantalones.
—A-ha … —Fue su escueta respuesta.
—¿Entonces te masturbas? … —Más que una pregunta, sonó como una afirmación puesto que la respuesta era obvia.
—A-ha … —Volvió a responder Andrés, sin mirarme y con su mano apretujando su pija por sobre el pantalón.
Continuamos a mirar la película porno en silencio. Su mano acariciaba su pene y yo comencé a hacer algo parecido por sobre mis pantaloncitos. Ahora la pantalla nos mostraba una escena donde una mujer madura estaba seduciendo a un chico joven. Mis pezones se hincharon desmesuradamente y me costaba quedarme quieta, miré a Andrés y vi su mano incrementar sus movimientos por sobre su pantalón. Mi calentura obnubilaba todo razonamiento criterioso.
—Andrés … ya nos hemos visto desnudos … así que si quieres masturbarte, siéntete en libertad de hacerlo …
—Me encantaría … pero no creo poder hacerlo frente a ti, mamá …
—Y si yo lo hiciera junto a ti … ¿Te atreverías a hacerlo? …
Me miró fijamente mientras asentía lentamente con la cabeza. Entonces me levanté y me quite primero la remera y luego los pantaloncitos. Andrés estaba volteado a quitarse sus propios pantalones, cuando se giró y me vio vestida con mi lencería, jadeó y se quedo boquiabierto a mirarme. Comencé acariciándome los muslos, estiré mis medias y pude ver que mi coño estaba brillante y mojado a través de la tela transparente, mi excitación era más que evidente. Por el rabillo del ojo observé que Andrés había dejado de mirar la pantalla, su atención era toda dirigida a mí. Se sentó al lado opuesto del sofá, su polla gigantesca le sobrepasaba el ombligo, cuando comenzó a magrear su enorme pene, tampoco yo pude seguir mirando la televisión, miré lujuriosamente su verga gruesa y grande, sin poder resistir más, me senté girada hacia él mostrándole mi panocha mojadísima, al tiempo que con mis dedos apartaba la fina tela que cubría aún mi sexo y lo dejé ante sus ojos desnudo.
—¡Guau!, mami … ¡eres una bomba sexy! …
—¡Mmmmm! … ¿Deveras crees que mamá es sexy? …
—¡Oh, sí!, mami … eres sexy y bella …
—Quítate la ropa, Andrés … mami quiere volver a verte desnudo …
Cualquier atisbo de razón había hecho abandono de mi cerebro lujurioso, ahora una calentura irresistible dominaba todos mis actos. Andrés acariciaba su pija lentamente mientras sus ojos no cesaban de recorrer mi cuerpo, estaba completamente desnudo, entonces me enderecé puse mis manos en mi espalda y aflojé el broche de mi sujetador dejándolo caer al piso mientras mis senos se mecían a los ojos de mi hijo. Después fue el turno de mis bragas, me recosté frente a él, levanté mis piernas y le mostré mi culo mientras hacía deslizar las bragas por mis piernas plegadas. Teatralmente abrí mis piernas para que observara bien como estaba hecha ahí abajo, me miraba absorto y su polla parecía crecer aún más.
Apoyé un pies en el piso y retrocedí hasta chocar con el apoyabrazos del diván, levanté mi otra pierna y la puse sobre el respaldo, mi coño estaba completamente abierto para mi hijo, él me miraba y magreaba su pene al mismo tiempo, yo masajeé mis voluminosos senos y pellizqué mis pezones, muy pronto mi mano encontró camino a mi monte de venus y mis dedos acariciaron mi clítoris.
—¡Hmmmm! … que bella y grande pija tienes, Andrés … me gusta mucho ver cuando la acaricias …
—Y a mi me gusta cuando tocas tu coño, mami …
Viendo su mirada ávida y caliente, con mis dedos abrí mis labios mayores e hice ver a mi hijo mi coño mojado, rosadito y con todos sus pliegues bañados en fluidos. Andrés lamió sus labios, yo comencé a acariciarme y a gemir sintiendo mis dedos frotando mis delicadas carnes.
—¿Te gusta mirar mi coño, Andrés? …
—¡A-ha! … se ve adorable, mami …
—¿Te gustaría volver a sentirlo? …
—¡Oh!, mami … sí … déjame tocarlo, por favor …
—¡Vamos!, bebé … acércate a sentir el coño de mamá y ve como me has hecho de caliente … estoy toda mojada por ti, cariño …
Al mismo tiempo que soltaba su polla, Andrés se acercó de inmediato a acariciarme, toda su atención la centró en mi panocha. Entonces mi mano se fue solita a su verga magnifica.
—¡Vamos!, tesoro … chupa una teta de mami …
Andrés se arrimó más a mí y comenzó a lamer primero un pezón y luego el otro, después de eso procedió a chuparlos y probarlos delicadamente con sus dientes.
—¡Oh, sí!, bebé … chupa mis tetas … chúpalas así rico … Ssiii …
Una conmoción recorrió mi cuerpo cuando Andrés comenzó a chupar mis pechos mientras acariciaba mi conchita, casi me volví loca y el también actuaba como poseído, iba de un pecho al otro sin descanso y sus dedos se movían dentro y fuera de mi coño, me estaba follando con sus dedos.
—¡Oooohhhh! … ¡Ssssiiii! … ¡Sigue, hijo! … ¡Hazlo rico para mami, bebé! …
Mientras él me hacía enloquecer, me acerqué más a su cuerpo y aferré su polla monstruosa con mi mano. No podía apartar mis ojos de la majestuosidad de su pene, ver su prepucio aterciopelado deslizarse por toda la longitud de su miembro hinchado me ponía muy caliente. Con mi duro pezón en su boca lo escuche jadear y gemir, entonces aumente la velocidad de mi mano magreando su pene, muy luego se estremeció, lanzó un aullido y gruñido casi agónico, después senti como cascada su tibio semen aterrizando en mi estómago. Mi cuerpo no pudo resistir la vista de esta enorme pija chorreando lefa caliente …
—¡Oooohhhh! … ¡Andréeees! … ¡Mmmmm! … ¡Aaaahhhh! … ¡Ssssiiii! … es taaan ricooo …
Mis abdominales se tensaron como así también mis piernas que temblaban descontroladamente, mi orgasmo me abrumó de pies a cabeza, era la dulzura de mi potente orgasmo, me había corrido junto a mi hijo. Andrés me escrutaba con sus ojos detenidamente, su pene comenzaba a relajarse en mis manos. Su esperma se había rociado en mi vientre, lo masajeé lentamente en círculos y comencé a espalmarlo sobre mis senos. Él continuaba a seguirme con sus ojos sin perder el más mínimo de mis movimientos.
Viendo la calentura en sus ojos, recibí como un latigazo en mi cabeza ¡¡Dios, mío!! He dejado que mi hijo me acariciase mientras lo pajeaba. Estaba en un estado de confusión, me sentía desesperada y al mismo tiempo todavía caliente. ¿¿Lo abre lastimado para siempre?? Miré a Andrés, quien por un momento había vuelto a mirar la pantalla, había un joven muchacho practicando sexo oral a una mujer mayor, el coño de la mujer estaba mojado y enrojecido, vi como la verga de Andrés se volvía a endurecerse entre mis dedos, me miro con su carita de niño:
—Mami … ¿Puedo hacerte eso? …
—Pero Andrés … acabamos de hacer algo que nunca debiéramos haber hecho …
Traté de poner orden en mi cerebro, pero mi mano se negaba a soltar su pene rígido.
—Por favor, mamá … ¿Puedo lamerte? …
No había terminado de hablar y ya me lo encontré arrodillado entre mis muslos saboreando el flujo que escurría de mi vagina, su pene había resbalado fuera de mi alcance.
—No, Andrés …no puedes lamerme …
Pero él no me escuchaba, se zambullo entre mis piernas, traté de agarrar su cabeza pero fue en vano, no tenía la fuerza para detenerlo, apreté sus mejillas con mis muslos, pero su lengua ya había encontrado la rajita de mi chocho y sentí la lengua de mi hijo contra mi coño empapado por primera vez.
—¡Oooohhhh! … Andrés … ¡Hmmmm! … no puedes, hijo … por favor … nooo …
Traté de oponerme y resistir, pero mi cuerpo me traicionaba dando señales completamente diferentes, cuando su lengua se deslizo entre los labios de mi vagina y comenzó a golpetear mi sensible clítoris, me abandone a sus caricias orales.
—¡Oooohhhh! … Andrés … ¡Aaaahhhh! …
Poco a poco mis piernas se fueron aflojando y finalmente se separaron para dejar via libre a Andrés que comenzó a lamer mis fluidos como para apagar su sed sedienta de coño. La sensación de su lengua era divina, esos lametazos fugaces a mi clítoris me enardecían. Estaba bebiendo los fluidos de su madre, mi hijo me puso extremadamente caliente, sentirlo acariciarme íntimamente con su lengua me parecía algo tan depravado, tan prohibido, pero al mismo tiempo tan exquisito.
—Ssiii, hijo … lame mi coño … lo haces muy bien … ¡Lámeme rico! … ¡Hmmmm! … ¡Aaahhh! …
—¡Mmmm! … tu coño sabe muy bien, mami …
—¿Te gusta lamer mi coño, hijo? …
Andrés no respondió, pero casi de inmediato se sumergió entre mis muslos, su lengua se deslizó fácilmente entre mis labios empapados y la sensación sobre mi botoncito era abrumadora. Había un subseguirse de descargas eléctricas que me hacían emitir chillidos y carcajadas, estaba como una loca poseída por los aplastantes efectos que me brindaba su lengua atrevida.
—¡Oh!, bebé … me pones tan caliente …
—¡Oh!, mami … me pones tan cachondo … mira como me tienes todo chascón tironeando de mi pelo …
Andrés se levantó en sus rodillas situándose bien entre mis piernas, orgullosamente sostenía su inmensa y dura pija en su mano a centímetros de mi ingle y mi conchita.
—¡Oh! … que linda y dura es tu verga, hijo … deja que mami la vuelva a sentir …
—¡Hmmmm! … ¿Deveras la quieres volver a sentir, mami? …
Me acomodé en el sofá y agarré suavemente su polla endurecida, los músculos de mi coño se contrajeron haciéndome sentir gustitos cuando mis dedos se cerraron alrededor de su pene enorme. Una vez más comencé a pajearlo, mi respiración se volvió cada vez más agitada e irregular viendo la magnifica polla de mi hijo a pocos centímetros de mi panocha, sería tan fácil si me desplazara un poquito hacia adelante para hacerla entrar en mí. Pero no podía permitirlo, sin importar lo caliente que me sentía no podía dejar que eso sucediera. Andrés se acercó otro par de centímetros y casi rozaba mi coño. Entonces levantó sus manos y comenzó un suave masaje a mis senos y yo comencé a sacudir su verga sin poder evitar que de tanto en tanto tocara mis hinchados labios vaginales, sentir su verga inmensa tan cerca de mi panocha ardorosa casi me hizo que me corriera.
—¡Oh! … Andrés … ¿Qué me haces? … ¡Uy! … ¡Cómo me calientas, hijo! …
—Eres tan linda, mamá … tan sexy … tan deseable … ¡Quiero follarte! …
—¿Estás demente? … No podemos follar … soy tú madre … no deberíamos estar ni siquiera haciendo esto … no es bueno …
Andrés me miró con ojos suplicantes y lascivos. Ya le había dejado lamerme el coño quebrantando mi poca fuerza de voluntad, pero se había sentido fabuloso, quizás un poco de sexo oral no estaba del todo mal, pero follar era caer en un delito. Hasta ahora mi calentura le había ganado a la razón, pero esto no podía continuar. Sentí pena y congoja viéndolo con su enorme verga dura como palo. Algo debía hacer para no hacerlo sufrir.
—Andrés … ¡Vamos! … acuéstate en el sofá … ponte cómodo …
De prisa Andrés obedeció y se tumbo en el sofá. Se veía realmente maravilloso acostado completamente desnudo con su verga palpitante que blandía el aire y se quedó apuntando hacia su vientre. Mis manos buscaron su pene como un imán, lentamente comencé un movimiento acompasado moviendo rítmicamente mi mano en forma vertical.
—¿Te gusta cuando mami te masturba, Andrés? …
—¡Oh!, sí … lo haces mucho mejor que yo, mami …
—Es tan suavecito y grande … es mucho más grande que el de tu padre …
Con mi otra mano tomé sus cojones mientras me inclinaba hacia adelante, miré su polla como hipnotizada y deje que mi lengua jugara suavemente con su glande, después comencé a chupársela.
—¡Oooohhhh! … ¡Maaamiii! …
La sensación de tener la dura pija de mi hijo en mi boca era mucho más maravillosa de lo que había podido imaginar, me excitaba verlo corcovear con su pelvis intentando de follar mi boca, su verga se deslizaba ágilmente entre mis labios.
—¡Hmmmm!, hijo … que rica es tu polla … sabe muy bien …
—¡Ooohhh!, que rico que me lo chupas, mami …
—¿Te gusta cuando mami te chupa la polla? …
—¿Aaahhh! … ssiii … si, mami … ssiii ... sigue …
Lo dejé follar mi boca y luego comencé a aumentar el ritmo de mi succión tratando de engullir el máximo de su pija. La respiración se hizo más agitada y con jadeos y gemidos roncos. Sus piernas se entiesaron y temblaron y sentí su pene palpitar con fuerza.
—Ssiii, bebé … acaba, tesoro … dame toda tu lechita …
Cerré mis labios en torno a su glande y lo pajeé enérgicamente. Mi calentura se apoderó completamente de mí cuando sentí el primer chorro estallar en mi paladar, chorreaba en mi boca, saboreé fascinada el exquisito néctar fresco de mi hijo directamente de su pija. Rápidamente toqué mi clítoris velozmente como una guitarra y me corrí yo también mientras lo masturbaba y chupaba su verga que no se reblandecía ni siquiera un poco.
Lo lamí para dejarlo limpiecito y luego me dejé caer sobre el sofá en lucha con mis sentimientos y pensamientos. Todo era mi culpa. Yo era la que estaba caliente con él. Si no hubiese sido tan débil. Si no hubiese cedido a mi calentura. Realmente yo le había animado a tener sexo conmigo. Andrés se percató de mi lucha interior.
—¿Qué hay, mami? … ¿Te sientes bien? …
Quería desaparecer, quería esconder mi desnudez.
—Lo siento, Andrés … nada de esto debería haber sucedido …
—¿Por qué, mami? … Para mi ha sido maravilloso … eres una madre maravillosa …
—No … no digas eso … no soy una buena madre …
—Mamá … eres la madre más fantástica y hermosa del mundo … eso es lo que eres …
Se inclinó hacia mí y me tomo en sus brazos. Me hacía sentir tan bien, protegida y segura. Fue adorable sentir su amor y cariño hacia mí, fabuloso sentir su cuerpo cálido contra el mío. Me estaba entregando conforto y afecto, acariciaba mi espalda y mis cabellos. También me beso dulcemente en mi cuello y mejilla. Había algo en él que me hizo olvidar todo de un solo golpe. Cuando se acerco a besar nuevamente mi rostro, levanté mí cara y nuestros labios se encontraron, nos besamos como amantes con besos cada vez más apasionados. Sentí como su pene se ponía duro entre mis piernas. Mi cuerpo reaccionó instintivamente y abrí mis piernas para que él se acomodara entre ellas. La polla de mi hijo estaba separando mi labia vaginal y mi coño lo deseaba, pero tuve un flashazo de lucidez y me hice hacia atrás.
—¡Oh no!, Andrés … no podemos … —Dije casi suplicando.
Andrés se calmó y su mirada se fijó profundamente en mis ojos, luego lentamente empujó hacia adelante, sentí su grueso glande atorarse a la entrada de mi panocha, era enorme, mi chocho se contrajo y emití un grito cuando la dura polla venció la resistencia de mi anillo vaginal y se introdujo en mí coño, casi me desmayo sintiendo la penetración de mi hijo a mi vagina, casi empuje para sentirlo más adentro de mí.
—¡Oh!, sí … folla mi coño … folla el coño de tu madre … fóllame, hijo …
Sentí su polla poderosa estirar mi pliegues y ensanchar mi panocha, estaba mordiendo su hombro y temblando al ser penetrada por la vigorosa pija de Andrés. Nos quedamos quietos para acostumbrarme a su envergadura, sentía los latidos del corazón de mi hijo a través de su pene, aún sin movernos me tenía al borde del orgasmo, de un momento a otro me iba a correr en modo demencial y entonces sonó el timbre …
(Continuara …)
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luisa_luisa4634@yahoo.com
Luisa, la madre de 40.
Alberto, el padre de 49.
Andrés, el hijo de 16.
Carolina, la hija de 14.
Evelyn, la novia de Andrés de 15.
Alexis, el amigo de Andrés de 17.
Javier, el novio de Carolina de 17.
Fue como si esa ventana tuviese un hechizo, me acerqué sigilosamente, quería ver qué cosa estaba haciendo Andrés. La lampara de la mesita de noche estaba encendida y aún cuando estaba bajo el edredón, podía advertir suaves y subrepticios movimientos bajo la cubierta. Mi amado hijo estaba masturbándose, delicadamente deslicé mi propia mano al interior de mis pantalones y comencé a tratar de satisfacer mi panocha húmeda y cálida. Mi coño estaba empapado y se sentía maravilloso acariciar mis jugos en mi labia recién rasurada. Al parecer era mucho más sensible o quizás era solo mi calentura y ansias de desahogarme finalmente.
Los movimientos de Andrés fueron en crescendo, más y más rápidos, hasta que pateó el cobertor que cubría su mano. Gemí cuando vi la enorme y dura pija de mi hijo por primera vez en años, tuve que dejar de acariciar mi coño para no correrme tan pronto. Nunca imagine ser la madre de un chico dotado de tamaña verga. Desde mi lugar de observación calculé que debían ser una veintena de centímetros. Gruesa como mi muñeca y llena de venas azulinas, su glande amoratado brillaba bañado en su pre-semen. Su mano se movía por todo el largo de su pene haciendo que el prepucio se estirara a cubrir todo su glande hinchado para luego descender dejando al descubierto esa cabezota enorme que brillaba como con luz propia. Cuatro de mis dedos encontraron lugar dentro de mi vagina, imaginaba sentir ese enorme miembro dentro de mi mientras con la otra mano mis dedos masajeaban mi clítoris. Jadeaba viendo los veloces movimientos de la mano de mi hijo, abruptamente salió un copioso chorro de esperma disparado y aterrizó en sus pectorales, gemí y golpeé mi botoncito abrumada por la sensación que estaba comenzando a hacerme estremecer. Cuando vi que los chorros se subseguían uno tras otro, tuve que sostenerme al muro mientras un poderoso orgasmo me sacudía de pies a cabeza y él seguía chorreando su estomago y la parte superior de su cuerpo con poderosos chorros de su semen fresco y joven.
Los pantalones de mi pijama estaban caídos a mis tobillos, ahí estaba yo con mis piernas temblando y mi culo al aire, me subí los pantalones dignamente y furtivamente ingresé de nuevo en casa. Me dirigí directamente a la sala y me dejé caer sobre el sofá con mi respiración agitada e irregular. Nuevamente me inundaron sentimientos encontrados, ciertamente había disfrutado un magnifico orgasmo, pero lo había hecho fisgoneando en la ventana de mi hijo mientras él se masturbaba, lo peor de todo es que había imaginado su pija enterrada profundamente en mi coño, algo que no debía ni podía suceder.
Los días siguiente fueron angustiosos, parecía que mi coño estaba en constante excitación y me desesperaba por no poder tener un desahogo. La imagen de la pija voluminosa de mi hijo ocupada todos mis pensamientos, la tenía grabada en mi retina y no podía obviarla. Tampoco contribuía el hecho que ahora Andrés pasaba más tiempo en casa conmigo y no salía con sus amigos. Por supuesto que su compañía era un apoyo a mis estados depresivos, pero también era un aliciente a mantener en constante excitación mi coño necesitado y falto de cariño. Todo ello me llevaba a vestirme en forma casual, pero sexy, con faldas muy cortas, mi blusa descuidadamente desabrochada; había veces que caminaba desnuda por la casa cubierta solo con mi bata traslucida. Sus miradas ya no tanto furtivas, me ponían terriblemente caliente y mis sesiones de masturbación habían comenzado a ser cada vez más frecuentes, a menudo de dos a cuatro veces al día y mi fantasía exclusiva era mi hijo.
Se acercaba noviembre y Alberto se iba una semana al año a la pesca de truchas y salmones, mi hija se había inscrito para ir al campamento del colegio, así que se presentaban varios días para estar a solas con Andrés. Otras vez mis sentimientos se encontraban enfrentados, me aterraba la idea de estas en casa solo con él, por otra parte mi cuerpo se llenaba de ansias por tener una oportunidad, ¿Oportunidad de qué?, me preguntaba con desazón y confusión. Me producía angustia el no controlar mis instintos y deseos naturales de mujer sexualmente insatisfecha, sabía que mi hijo se excitaba conmigo quizás tanto como yo me excitaba por él. Sus lascivas miradas a mis tetas y mi entrepierna lo traicionaban a menudo, cosa que a mi comenzaba a halagarme.
La primavera había comenzado cálida, pero con fuertes ventarrones vespertinos y, este sábado en particular el cielo se había cubierto de densos nubarrones obscuros. Parecía un día perfecto para irse a la cama más temprano. Andrés había ido donde sus amigos. Tenía toda la casa para mí. Había dedicado la jornada a ordenar y limpiar todo, pensaba en merecer un reconfortante baño de espuma y relajarme finalmente conmigo misma, debía saciar mi calentura sumergida en esa agua tibia y espumante. Justo cuando me dirigía al baño envuelta solo con mi bata blanca de baño, sentí la puerta principal abrirse, era Andrés, me quede en el umbral de la puerta y esperé que apareciese por el pasillo, mi bata estaba ligeramente abierta y mostraba el comienzo de mi muslo desnudo. Se detuvo de golpe cuando me vio:
—¿Qué vas a hacer, mamá? …
—He tenido bastante ajetreo hogareño el día de hoy … creo que necesito un baño de espuma y relajarme … ¿Y tú, que vas a hacer? …
—También pensaba bañarme … jugamos una partida de futbol con los chicos y estoy un poco sudado …
Algo hizo clic en mi cabeza y sin reflexión alguna le pegunté:
—¿Te atreverías a bañarte conmigo? … como cuando eras un niño … ¿recuerdas? …
—¡Ehm! … si no es problema para ti …
—Por supuesto que no … lo hemos hecho tantas veces antes …
—Pues espera ... voy a por mi bata …
Dijo eso y desapareció velozmente hacia su cuarto. Era cierto que lo habíamos hecho antes, pero solo hasta sus nueve o diez años. Me mordí mi labio inferior pensando a como iba a ser esto, mi hijo y yo desnudos juntos en la bañera. Preparé la vasca con suficiente agua caliente, versé abundante espuma de baño y me sumergí en el cálido y templado liquido burbujeante. Al poco rato apareció Andrés envuelto con su bata azul y roja, traía dos cervezas frescas:
—Tengo tanta sed, mami … pensé que quizás a ti también te agradaría una cerveza …
Me paso una cerveza y se sentó en el inodoro a beber la suya, de un trago se bebió casi la mitad de la bebida, luego cruzó una pierna encima de la otra y comenzó a charlar, yo le di unos sorbetes a la espuma que se había formado en el cuello de la botella y no hacía más que mirarlo encantada, su prestancia varonil me impresionaba. Charlamos sobre su actividad deportiva y viendo que no hacía ningún movimiento para meterse en la bañera, le invite sin más ni más:
—Entra a la vasca, hijo … antes de que empiece a enfriarse …
—¡Oh!, sí … tengo el cuerpo caliente y no necesito un shock de agua fría …
Apoyo su cerveza al borde de la bañera, se volteo para sacarse la bata, lo primero que vi fueron sus peludos muslos, su culito redondito y fornido, luego se volvió hacia mi y no pude evitar de abrir mis labios en estupor cuando su enorme pene pendiendo libre se movía de lado a lado con sus movimientos fulmíneos. Demasiado pronto su masculinidad fue cubierta por la espumosa agua de la vasca. Agarré la esponja y comencé a bañar mis hombros, Andrés me conversaba y bebía a traguitos su cerveza, yo también bebí de la mía. Pasando la esponja por mis muslos, mi entrepierna hormigueaba y las maripositas en mi estómago revoloteaban alocadas. Me terminé de beber mi cerveza y la cerveza de Andrés resbaló dentro de la bañera.
—¡Uy!, ya se ha arruinado …
—¿Quieres otra? …
Y sin esperar su respuesta me levanté completamente desnuda, dos hilillos de agua chorreaban de mis pezones y la espuma de baño resbalaba por mis costados y mis muslos. Andrés había enmudecido, solo atinaba a mirarme de arriba abajo, en la convergencia de mis piernas había una oportuna masa de espuma que ocultaba mi sexo.
—Espera … iré a buscar un par de cervezas para nos dos …
Le dije y salí colocándome mis pantuflas de baño. En segundos volví con las bebidas y mi ojos se centraron en la tremenda erección que estaba teniendo Andrés. Cómo si nada le tendí la bebida y volví a sumergirme en el agua tibia, él atinó con la esponja a formar un poco de espuma que cubriese su bestial pija dura. Mis piernas temblaban y mis ojos trataban de escudriñar su hombría oculta bajo el agua espumosa.
—Gracias, mamá …
Me dijo sorbiendo un poco de su cerveza. Nunca antes le había ofrecido bebidas alcohólicas, pero pensé que no había nada de malo en un par de cervezas a lo lejos. Esta vez me quedé sentada sorbetéando mi bebida y mis senos brillaban bañados con gotitas relucientes que asemejaban a pequeños diamantes deslizándose por las redondeces de mis pechos. Andrés no perdía de vista mis exuberantes tetas y yo no hacía nada para ocultárselas. Continuamos a charlar gozando de la vista de nuestros cuerpos desnudos a través de la turbiedad del agua.
Desde mi punto de observación, tenía una vista casi perfecta de su larga pija blandengue, semi doblada hacia un lado. No sé si echarle la culpa a la cerveza o a mi calentura, pero poco a poco mis inhibiciones se fueron aflojando, me eché un poco para atrás, levante un pie y lo coloqué en la rodilla de Andrés y mi otra pierna se enfiló a un costado de su velludo muslo musculoso. Mis piernas estaban abiertas para ofrecerle a él la mejor vista de mi panocha ardiente. Vi que su musculo entre sus piernas comenzaba a alzarse y, de la posición semi en descanso, se levantó y continuo a levantarse hasta que su agigantado glande asomaba apenas en la superficie del agua espumosa. Tal situación me puso extremadamente caliente, mi coño estaba en completa ebullición y las cosquillas a mi labia vaginal eran insoportables. Descaradamente apunté a su verga gordota:
—¡Uu-hmmm! … ¿Que sucede ahí? …
—Perdona, mamá … debe ser el agua tibia … la cerveza, quizás …
—No temas … te entiendo … no creo que sea por ver a una anciana mujer desnuda como yo …
—¡Mmmmm! …
Solo emitió un murmullo como respuesta.
—Hijo … es natural a tu edad … tienes tantas energías … ¿Desde cuando que no ves a una mujer desnuda? …
—No lo recuerdo … tengo vagos recuerdos de ti cuando era pequeñito y nos bañábamos juntos a Carolina … he visto solo a ti y a ella desnudas … y ni siquiera me recuerdo mucho …
—¿Y tu novia? …
—No quiero hablar de eso, mamá …
—Otra vez con secretos, ¿Eh? …
—No, mami … es que me da vergüenza …
—No deberías tener vergüenza de mi … cuantas veces que te vi desnudo … incluso has chupado mis senos cuando eras un bebé …
—Pero esto es diferente, mami … no se trata de ti … se trata de mí …
—¿De ti? … ¿Y de que modo? …
—Lo tengo muy grande y Evelyn se asusta cada vez que se lo muestro … ni siquiera quiere tocarme … le da nervios …
—¡No lo puedo creer! … ¿Y te deja mirarla o tocarla? …
—Casi nada …
Me levanté un poco airada, y le dije:
—Pues puedes mirarme a mi todo lo que quieras … así aprendes cómo es el cuerpo de una mujer de verdad … no como esas de las revistas …
Andrés me miró y apoyó su espalda en la vasca, no pude contenerme y levanté una pierna y la puse al borde de la bañera, ahora mi hijo tenía una muy buena vista de mi coño rasurado y goteante. Me dieron realmente ganas de tocarme delante de él.
—Como ves estoy completamente afeitada … la primera vez que me quito todos mis vellos fue esa donde me viste hacerlo … nunca antes lo había hecho …
—¿Deveras? …
—Sí … y creo que me quedó bastante bien …
Sin mirarlo pasé mi dedo en medio a mi labia y me estremecí sintiendo mi clítoris túrgido.
—¡Hmmmm! … mi coño quedo limpio y se siente muy bien …
—Te ves muy sexy, mami … ¿puedo tocarlo? …
No me sentí sorprendida por la pregunta de mi hijo, quizás él también se sentía un poco más desinhibido por el alcohol, pero no podía hacérselo así de fácil.
—Andrés, cariño … no puedes tocarle el coño a tu propia madre … no se vería bien eso …
Realmente lo único que quería es que él me tocase, pero al mismo tiempo me aterraba decirlo.
—Bueno … tal vez sí … pero dado que estamos solos tú y yo … ¿Quién podría enterarse? … además, nunca he tocado a ninguna chica …
Me pareció tan tierno escucharlo decirme “chica”, que decidí dejarlo hacer.
—Bueno … bien podría enseñarte … así sabrás como comportarte y no lastimaras a ninguna muchacha …
Me hice hacia adelante y con mis piernas abiertas me puse frente a él, me parecía increíble, pronto iba a sentir la mano de mi hijo tocando mi coño candente. Mi cachondez estaba llegando al máximo, no sentía ninguna vergüenza, solo un inmenso deseo de hacerlo. Andrés se sentó derecho y primero tomó mi pierna acercando su rostro a mi ingle, prácticamente mi concha estaba a centímetros de su cara que me miraba con los ojos bien abiertos. Bajé mi propia mano y acaricié mi montículo venusiano, con dos de mis dedos me abrí la panocha rosada y bañada mostrándole los pliegues un poco rugosos de mi coño y mis labios mayores que sobresalían ligeramente de mi cavidad vaginal. Quería mostrárselo un poco didácticamente, en un lenguaje simple, pero técnico. No quería evidenciar la lujuria que estaba sintiendo, pero igualmente mis glúteos se contraían autónomamente y empujaban inconscientemente mi panocha un poco más hacia él. A mala pena contuve mis gemidos al sentir su aliento en mis rosáceas carnes, no quise ser descarada y meterme los dedos para alivianar mi tensión erótica. Pensé que era hora de dejarlo hacer a él. Mi voz sonó un poco ronca y alterada por la calentura cuando le dije:
—Dame tú mano … te hare sentir mi coño … y no olvides que esto es solo entre tú y yo … nadie más debe saberlo …
Andrés asintió con entusiasmo cuando tome su mano y la coloque suavemente sobre mi panocha ardorosa y mojada. Pase su mano hacia arriba y hacia abajo de mi chochito, casi se me cerraron los ojos, me mordí mi labio inferior sintiendo su candidez e inocencia, se me escapó un ligero suspiro, luego solté su mano para que lo hiciera él solo.
—¡Guau!, mami … eres tan suavecita …
—¡Hmmmm!, sí … ten en cuenta que estoy recién rasurada y además mojada por el baño que nos estamos dando …
Me resulto imposible quedarme quietecita, mi pelvis comenzó a moverse en un suave vaivén contrayendo mi culo y empujando mi concha sobre su mano, no podía resistirme a sus caricias.
—Es la cosa más hermosa que he visto, mami …
—¿Te gusta? … ¿Te gusta cómo se siente? …
—¡Mmmm! … mami esto es increíble …
Justo en ese momento su dedo medio se deslizo entre mis labios y tocó mi clítoris, di un respingo y luego empujé mi vagina contra su mano sin poder controlarme.
—¡Aaaahhhh! … ¡Andrés! … ¡Uhhhh! … ¡Hmmmm! …
—¿Qué te sucede, mami? …
—Nada … nada, solo que una mujer es muy sensible ahí donde me estas tocando …
Era una tortura el no demostrar lo caliente que me estaba haciendo sentir, me contuve todo lo que pude, pero él había captado instintivamente mi punto débil y continuaba a masajear mi clítoris. Tuve que interrumpirlo, aunque no quería … tomé delicadamente su mano y la alejé de mi coño.
—Bueno, hijo … ahora ya sabes como se siente el coño de una mujer …
Un poco a regañadientes Andrés aparto finalmente la mano de mi rajita temblorosa.
—Gracias, mamá …
Andrés miró y olisqueó su mano mojada, contemporáneamente mis ojos se había ido a su pija palpitante, quería tanto sentirla en mis manos:
—¿Puedo preguntarte una cosa, Andrés? …
—Todo lo que quieras, mami …
—Imagino que te masturbas … quiero saber, ¿Con que frecuencia lo haces? …
—¡Emh! … bueno … como dos veces al día …
—¡Dos veces! … ¡Umh! … no esta nada de mal …
—Pero algunas veces más …
Apunté a su endurecida pija.
—¿No tienes problemas con …eso? … quiero decir, ¿Con tú “verga”? …
—No … no lo creo … ¿por qué? …
Me miraba interrogativamente, entonces le pregunté:
—¿Seguro? … ¿Puedo echarle un vistazo? …
Me miró dubitativamente, pero accedió. Me senté en la vasca y lo hice arrodillarse con su pene tieso como mármol frente a mí. Apuntaba derecho hacia el techo, su prepucio goteaba agua y cubría parcialmente su glande. Con mi mano izquierda aferré ese trozo de carne endurecida y tibia, no fui capaz de envolver todo su grosor, después agarré la esponja y le eche agüita temperada que escurrió por su suave piel y sus afelpados cojones. Empuje su prepucio hacia atrás para descubrir su amoratado y brillante glande, estaba hinchado como un hongo.
—Déjame ver … quiero cerciorarme de que todo esté como debe estar para mantenerse limpio …
Moví varias veces su cuerito atrás y adelante, me parecía inverosímil estar magreando y pajeando la pija de mi hijo.
—¡Oooohhhh! … mami …
Lo escuché gemir y sentí que comenzaba a follar mi mano.
—¿Te estoy lastimando? …
—¡Oh!, no … no me duele nada …
En ese mismo instante ahuequé mi mano y traté de envolver sus bolas, masajeando ligeramente su rugosa y delicada piel abigarrada de vellos púbicos.
—Solo estoy revisando tu escroto y que tus bolitas estén bien …
Entonces comencé un enérgico movimiento de su prepucio, una y otra vez, hasta que sentí que se tensaba y gruñía con guturales gemidos, luego se estremeció y una cascada de semen cayó en mi rostro y en mi pelo, volteé un poco la cara y me bañó la mejilla con varios chorros más que escurrieron por mi barbilla, mi pecho y mis senos.
—¡Oooohhhh! … nooo … mami, lo siento … yo no quería … ¡Oh!, mami …
Andrés me miraba con sus ojos brillantes casi a punto de llorar, ¿Qué le había hecho, Dios mío? …
—¡Ooohhh!, Andrés … hijo … no pensé … perdóname, no creí …
Mientras trataba de encontrar algún tipo de excusa a lo inexcusable, continué a masturbarlo y a estrujar su polla hasta que la última gota de su esperma cayó sobre mis tetas.
—¡Ooohhh!, mami … es que me excité al verte desnuda …
—Nada temas, bebé … fue mi culpa … esto nunca debería haber sucedido … nadie debe saberlo, ¿entiendes? …
—Sí, mami te lo prometo … no diré nada a nadie …
Con la ducha portátil le indiqué que terminara de limpiar su pene y luego hice que enjuagara su cuerpo.
—Está bien … ahora sal y sécate … luego iremos a comer algo …
Andrés salió de la vasca y comenzó a secarse, miré mi mano empapada en su semen, acababa de pajear a mi hijo hasta que eyaculó sobre mí, mi mano bañada empapada en su esperma era la evidencia elocuente. Sin siquiera pensarlo me llevé la mano a mi boca y comencé a lamer su lefa pegajosa, mientras con la otra mano acariciaba mi coño. Mis ojos se cerraron y pasaban por mi mente una y otra vez las imágenes del semen de mi hijo volando hacia mi cuerpo desnudo, que duro y que grande era su pene, no paso mucho tiempo y tuve un orgasmo relámpago increíble, me revolqué en el agua tibia de la vasca, mi lengua lamía ese sabor agridulce de su semen. Abrí mis ojos y vi a Andrés que me miraba atónito y con su verga dura como palo otra vez.
—¡Ya!, basta … hemos hecho suficiente … ve a vestirte …
Le dije obviando cualquier otro comentario, mis mejillas ardían y yo sabía que no era de vergüenza. Me gustaba excitarlo, me gustaba que me mirara y me gustaba que me hiciera sentir tan caliente.
Terminé de ducharme y me fui a mi dormitorio a vestirme. Andrés estaba completamente vestido a mirar la televisión cuando pasé por el salón. En mi dormitorio me pare desnuda frente a los espejos del armario, mi coño brillaba pulcro y enrojecido. Con decisión abrí el cajón de mi ropa interior y elegí la lencería nueva que me había comprado, era de color negro, delgada y trasparente, en medio de mis glúteos se perdía la pequeña cuerda trasera, por delante era muy pequeñita, pero me sentí sexy y quería serlo para mi hijo, luego me puse encima solo una remera y un par de pantaloncitos holgados. El material de la lencería era tan fino que mis obscuros pezones y mi coño lampiño se veían claramente.
Mi calentura ya hacía ver una protuberancia en mis pezones que estaban rígidos. Cuando llegué a la cocina no me sentía muy hambrienta, así que solo preparé unos panecillos que Andrés y yo podríamos disfrutar en la sala de estar. Tenía un Chablis helado en el refrigerador y lo destapé, también lleve para Andrés unos bombones que él me había regalado en mi último cumpleaños. Finalmente llevé todo y me senté junto a él en el sofá a mirar la televisión. Comimos en silencio riéndonos de la comedia que estaba presentando el cable. De vez en cuando noté que Andrés daba furtivas miradas a mis piernas envueltas en medias negras. ¡¡Si supiese lo que tengo debajo!! Me reí para mis adentros.
Mis anchos pantaloncitos se deslizaron hacia atrás cuando levanté mis piernas y vi los ojos alucinados y fijos de Andrés mirando boquiabierto el borde de mis medias y el liguero bordado que asomaba levemente, no tan disimuladamente lo miré sonriéndole lascivamente y trate de cubrirme pudibundamente. No me despegó más la mirada a mis piernas.
Cuando terminó la comedia en la televisión, el reloj estaba dando lentos y suaves tañidos que marcaban la medianoche. Me sentí extraña cuando Andrés me miró a mi y luego la televisión, estaba comenzando una película de contenido erótico no apta a menores, al ver su nerviosismo le dije:
—Tranquilízate … no veras nada de lo que has ya visto hasta ahora … ¿Recuerdas? …
Me miró sonriendo y se relajo en el sofá sorbiendo un poco de vino.
—¿Debería cambiar de canal, mami? …
—No … déjala … nunca he visto una de estas películas porno …
Seguramente el vino se me había ido a la cabeza y ya no razonaba. Ahí estaba yo sentada en el sofá mirando una película porno con mi hijo, con cosquillitas en mi chocho y maripositas en mi vientre. Cuando se presentó la primera escena, mi coño comenzó a gotear. Era una hermosa mujer como de mi edad, con grandes pechos, vestía una lencería muy parecida a la mía. Estaba en una oficina con su jefe. Este se le acerco y al rato estaban follando en forma demencial. Jadeé y mi respiración se hizo irregular cuando ella se puso en cuatro patas y fue penetrada por la inmensa polla del jefe en su ano, nunca pensé que fuera posible hacer algo así, el agujero era tan pequeño y la pija tan grande que pensé que no tendría cabida allí.
Mi coño respondió aumentando temperatura y cantidad de fluidos, no podía estar quieta, cruzaba mis piernas una y otra vez, suspiraba a ratos jadeaba y todo sin perder de vista a Andrés que al parecer también estaba siendo afectado por la tórrida escena de sexo. El gigantesco bulto en sus pantalones me dejaba claro que no era indiferente a la trama sexual de la película. Lo único que quería era tocarme y desahogarme, me volví a Andrés y le dije:
—¿Te gusta el cine porno? … —Mi pregunta sonó extraña y mi voz alterada.
—A-ha … —Fue la única respuesta de Andrés. Lo vi incomodo en el sofá.
—¿Te excita ver estas imágenes tan explicitas? … —No sé porqué hice una pregunta tan obvia, pero lo vi acomodar su pija bajo sus pantalones.
—A-ha … —Fue su escueta respuesta.
—¿Entonces te masturbas? … —Más que una pregunta, sonó como una afirmación puesto que la respuesta era obvia.
—A-ha … —Volvió a responder Andrés, sin mirarme y con su mano apretujando su pija por sobre el pantalón.
Continuamos a mirar la película porno en silencio. Su mano acariciaba su pene y yo comencé a hacer algo parecido por sobre mis pantaloncitos. Ahora la pantalla nos mostraba una escena donde una mujer madura estaba seduciendo a un chico joven. Mis pezones se hincharon desmesuradamente y me costaba quedarme quieta, miré a Andrés y vi su mano incrementar sus movimientos por sobre su pantalón. Mi calentura obnubilaba todo razonamiento criterioso.
—Andrés … ya nos hemos visto desnudos … así que si quieres masturbarte, siéntete en libertad de hacerlo …
—Me encantaría … pero no creo poder hacerlo frente a ti, mamá …
—Y si yo lo hiciera junto a ti … ¿Te atreverías a hacerlo? …
Me miró fijamente mientras asentía lentamente con la cabeza. Entonces me levanté y me quite primero la remera y luego los pantaloncitos. Andrés estaba volteado a quitarse sus propios pantalones, cuando se giró y me vio vestida con mi lencería, jadeó y se quedo boquiabierto a mirarme. Comencé acariciándome los muslos, estiré mis medias y pude ver que mi coño estaba brillante y mojado a través de la tela transparente, mi excitación era más que evidente. Por el rabillo del ojo observé que Andrés había dejado de mirar la pantalla, su atención era toda dirigida a mí. Se sentó al lado opuesto del sofá, su polla gigantesca le sobrepasaba el ombligo, cuando comenzó a magrear su enorme pene, tampoco yo pude seguir mirando la televisión, miré lujuriosamente su verga gruesa y grande, sin poder resistir más, me senté girada hacia él mostrándole mi panocha mojadísima, al tiempo que con mis dedos apartaba la fina tela que cubría aún mi sexo y lo dejé ante sus ojos desnudo.
—¡Guau!, mami … ¡eres una bomba sexy! …
—¡Mmmmm! … ¿Deveras crees que mamá es sexy? …
—¡Oh, sí!, mami … eres sexy y bella …
—Quítate la ropa, Andrés … mami quiere volver a verte desnudo …
Cualquier atisbo de razón había hecho abandono de mi cerebro lujurioso, ahora una calentura irresistible dominaba todos mis actos. Andrés acariciaba su pija lentamente mientras sus ojos no cesaban de recorrer mi cuerpo, estaba completamente desnudo, entonces me enderecé puse mis manos en mi espalda y aflojé el broche de mi sujetador dejándolo caer al piso mientras mis senos se mecían a los ojos de mi hijo. Después fue el turno de mis bragas, me recosté frente a él, levanté mis piernas y le mostré mi culo mientras hacía deslizar las bragas por mis piernas plegadas. Teatralmente abrí mis piernas para que observara bien como estaba hecha ahí abajo, me miraba absorto y su polla parecía crecer aún más.
Apoyé un pies en el piso y retrocedí hasta chocar con el apoyabrazos del diván, levanté mi otra pierna y la puse sobre el respaldo, mi coño estaba completamente abierto para mi hijo, él me miraba y magreaba su pene al mismo tiempo, yo masajeé mis voluminosos senos y pellizqué mis pezones, muy pronto mi mano encontró camino a mi monte de venus y mis dedos acariciaron mi clítoris.
—¡Hmmmm! … que bella y grande pija tienes, Andrés … me gusta mucho ver cuando la acaricias …
—Y a mi me gusta cuando tocas tu coño, mami …
Viendo su mirada ávida y caliente, con mis dedos abrí mis labios mayores e hice ver a mi hijo mi coño mojado, rosadito y con todos sus pliegues bañados en fluidos. Andrés lamió sus labios, yo comencé a acariciarme y a gemir sintiendo mis dedos frotando mis delicadas carnes.
—¿Te gusta mirar mi coño, Andrés? …
—¡A-ha! … se ve adorable, mami …
—¿Te gustaría volver a sentirlo? …
—¡Oh!, mami … sí … déjame tocarlo, por favor …
—¡Vamos!, bebé … acércate a sentir el coño de mamá y ve como me has hecho de caliente … estoy toda mojada por ti, cariño …
Al mismo tiempo que soltaba su polla, Andrés se acercó de inmediato a acariciarme, toda su atención la centró en mi panocha. Entonces mi mano se fue solita a su verga magnifica.
—¡Vamos!, tesoro … chupa una teta de mami …
Andrés se arrimó más a mí y comenzó a lamer primero un pezón y luego el otro, después de eso procedió a chuparlos y probarlos delicadamente con sus dientes.
—¡Oh, sí!, bebé … chupa mis tetas … chúpalas así rico … Ssiii …
Una conmoción recorrió mi cuerpo cuando Andrés comenzó a chupar mis pechos mientras acariciaba mi conchita, casi me volví loca y el también actuaba como poseído, iba de un pecho al otro sin descanso y sus dedos se movían dentro y fuera de mi coño, me estaba follando con sus dedos.
—¡Oooohhhh! … ¡Ssssiiii! … ¡Sigue, hijo! … ¡Hazlo rico para mami, bebé! …
Mientras él me hacía enloquecer, me acerqué más a su cuerpo y aferré su polla monstruosa con mi mano. No podía apartar mis ojos de la majestuosidad de su pene, ver su prepucio aterciopelado deslizarse por toda la longitud de su miembro hinchado me ponía muy caliente. Con mi duro pezón en su boca lo escuche jadear y gemir, entonces aumente la velocidad de mi mano magreando su pene, muy luego se estremeció, lanzó un aullido y gruñido casi agónico, después senti como cascada su tibio semen aterrizando en mi estómago. Mi cuerpo no pudo resistir la vista de esta enorme pija chorreando lefa caliente …
—¡Oooohhhh! … ¡Andréeees! … ¡Mmmmm! … ¡Aaaahhhh! … ¡Ssssiiii! … es taaan ricooo …
Mis abdominales se tensaron como así también mis piernas que temblaban descontroladamente, mi orgasmo me abrumó de pies a cabeza, era la dulzura de mi potente orgasmo, me había corrido junto a mi hijo. Andrés me escrutaba con sus ojos detenidamente, su pene comenzaba a relajarse en mis manos. Su esperma se había rociado en mi vientre, lo masajeé lentamente en círculos y comencé a espalmarlo sobre mis senos. Él continuaba a seguirme con sus ojos sin perder el más mínimo de mis movimientos.
Viendo la calentura en sus ojos, recibí como un latigazo en mi cabeza ¡¡Dios, mío!! He dejado que mi hijo me acariciase mientras lo pajeaba. Estaba en un estado de confusión, me sentía desesperada y al mismo tiempo todavía caliente. ¿¿Lo abre lastimado para siempre?? Miré a Andrés, quien por un momento había vuelto a mirar la pantalla, había un joven muchacho practicando sexo oral a una mujer mayor, el coño de la mujer estaba mojado y enrojecido, vi como la verga de Andrés se volvía a endurecerse entre mis dedos, me miro con su carita de niño:
—Mami … ¿Puedo hacerte eso? …
—Pero Andrés … acabamos de hacer algo que nunca debiéramos haber hecho …
Traté de poner orden en mi cerebro, pero mi mano se negaba a soltar su pene rígido.
—Por favor, mamá … ¿Puedo lamerte? …
No había terminado de hablar y ya me lo encontré arrodillado entre mis muslos saboreando el flujo que escurría de mi vagina, su pene había resbalado fuera de mi alcance.
—No, Andrés …no puedes lamerme …
Pero él no me escuchaba, se zambullo entre mis piernas, traté de agarrar su cabeza pero fue en vano, no tenía la fuerza para detenerlo, apreté sus mejillas con mis muslos, pero su lengua ya había encontrado la rajita de mi chocho y sentí la lengua de mi hijo contra mi coño empapado por primera vez.
—¡Oooohhhh! … Andrés … ¡Hmmmm! … no puedes, hijo … por favor … nooo …
Traté de oponerme y resistir, pero mi cuerpo me traicionaba dando señales completamente diferentes, cuando su lengua se deslizo entre los labios de mi vagina y comenzó a golpetear mi sensible clítoris, me abandone a sus caricias orales.
—¡Oooohhhh! … Andrés … ¡Aaaahhhh! …
Poco a poco mis piernas se fueron aflojando y finalmente se separaron para dejar via libre a Andrés que comenzó a lamer mis fluidos como para apagar su sed sedienta de coño. La sensación de su lengua era divina, esos lametazos fugaces a mi clítoris me enardecían. Estaba bebiendo los fluidos de su madre, mi hijo me puso extremadamente caliente, sentirlo acariciarme íntimamente con su lengua me parecía algo tan depravado, tan prohibido, pero al mismo tiempo tan exquisito.
—Ssiii, hijo … lame mi coño … lo haces muy bien … ¡Lámeme rico! … ¡Hmmmm! … ¡Aaahhh! …
—¡Mmmm! … tu coño sabe muy bien, mami …
—¿Te gusta lamer mi coño, hijo? …
Andrés no respondió, pero casi de inmediato se sumergió entre mis muslos, su lengua se deslizó fácilmente entre mis labios empapados y la sensación sobre mi botoncito era abrumadora. Había un subseguirse de descargas eléctricas que me hacían emitir chillidos y carcajadas, estaba como una loca poseída por los aplastantes efectos que me brindaba su lengua atrevida.
—¡Oh!, bebé … me pones tan caliente …
—¡Oh!, mami … me pones tan cachondo … mira como me tienes todo chascón tironeando de mi pelo …
Andrés se levantó en sus rodillas situándose bien entre mis piernas, orgullosamente sostenía su inmensa y dura pija en su mano a centímetros de mi ingle y mi conchita.
—¡Oh! … que linda y dura es tu verga, hijo … deja que mami la vuelva a sentir …
—¡Hmmmm! … ¿Deveras la quieres volver a sentir, mami? …
Me acomodé en el sofá y agarré suavemente su polla endurecida, los músculos de mi coño se contrajeron haciéndome sentir gustitos cuando mis dedos se cerraron alrededor de su pene enorme. Una vez más comencé a pajearlo, mi respiración se volvió cada vez más agitada e irregular viendo la magnifica polla de mi hijo a pocos centímetros de mi panocha, sería tan fácil si me desplazara un poquito hacia adelante para hacerla entrar en mí. Pero no podía permitirlo, sin importar lo caliente que me sentía no podía dejar que eso sucediera. Andrés se acercó otro par de centímetros y casi rozaba mi coño. Entonces levantó sus manos y comenzó un suave masaje a mis senos y yo comencé a sacudir su verga sin poder evitar que de tanto en tanto tocara mis hinchados labios vaginales, sentir su verga inmensa tan cerca de mi panocha ardorosa casi me hizo que me corriera.
—¡Oh! … Andrés … ¿Qué me haces? … ¡Uy! … ¡Cómo me calientas, hijo! …
—Eres tan linda, mamá … tan sexy … tan deseable … ¡Quiero follarte! …
—¿Estás demente? … No podemos follar … soy tú madre … no deberíamos estar ni siquiera haciendo esto … no es bueno …
Andrés me miró con ojos suplicantes y lascivos. Ya le había dejado lamerme el coño quebrantando mi poca fuerza de voluntad, pero se había sentido fabuloso, quizás un poco de sexo oral no estaba del todo mal, pero follar era caer en un delito. Hasta ahora mi calentura le había ganado a la razón, pero esto no podía continuar. Sentí pena y congoja viéndolo con su enorme verga dura como palo. Algo debía hacer para no hacerlo sufrir.
—Andrés … ¡Vamos! … acuéstate en el sofá … ponte cómodo …
De prisa Andrés obedeció y se tumbo en el sofá. Se veía realmente maravilloso acostado completamente desnudo con su verga palpitante que blandía el aire y se quedó apuntando hacia su vientre. Mis manos buscaron su pene como un imán, lentamente comencé un movimiento acompasado moviendo rítmicamente mi mano en forma vertical.
—¿Te gusta cuando mami te masturba, Andrés? …
—¡Oh!, sí … lo haces mucho mejor que yo, mami …
—Es tan suavecito y grande … es mucho más grande que el de tu padre …
Con mi otra mano tomé sus cojones mientras me inclinaba hacia adelante, miré su polla como hipnotizada y deje que mi lengua jugara suavemente con su glande, después comencé a chupársela.
—¡Oooohhhh! … ¡Maaamiii! …
La sensación de tener la dura pija de mi hijo en mi boca era mucho más maravillosa de lo que había podido imaginar, me excitaba verlo corcovear con su pelvis intentando de follar mi boca, su verga se deslizaba ágilmente entre mis labios.
—¡Hmmmm!, hijo … que rica es tu polla … sabe muy bien …
—¡Ooohhh!, que rico que me lo chupas, mami …
—¿Te gusta cuando mami te chupa la polla? …
—¿Aaahhh! … ssiii … si, mami … ssiii ... sigue …
Lo dejé follar mi boca y luego comencé a aumentar el ritmo de mi succión tratando de engullir el máximo de su pija. La respiración se hizo más agitada y con jadeos y gemidos roncos. Sus piernas se entiesaron y temblaron y sentí su pene palpitar con fuerza.
—Ssiii, bebé … acaba, tesoro … dame toda tu lechita …
Cerré mis labios en torno a su glande y lo pajeé enérgicamente. Mi calentura se apoderó completamente de mí cuando sentí el primer chorro estallar en mi paladar, chorreaba en mi boca, saboreé fascinada el exquisito néctar fresco de mi hijo directamente de su pija. Rápidamente toqué mi clítoris velozmente como una guitarra y me corrí yo también mientras lo masturbaba y chupaba su verga que no se reblandecía ni siquiera un poco.
Lo lamí para dejarlo limpiecito y luego me dejé caer sobre el sofá en lucha con mis sentimientos y pensamientos. Todo era mi culpa. Yo era la que estaba caliente con él. Si no hubiese sido tan débil. Si no hubiese cedido a mi calentura. Realmente yo le había animado a tener sexo conmigo. Andrés se percató de mi lucha interior.
—¿Qué hay, mami? … ¿Te sientes bien? …
Quería desaparecer, quería esconder mi desnudez.
—Lo siento, Andrés … nada de esto debería haber sucedido …
—¿Por qué, mami? … Para mi ha sido maravilloso … eres una madre maravillosa …
—No … no digas eso … no soy una buena madre …
—Mamá … eres la madre más fantástica y hermosa del mundo … eso es lo que eres …
Se inclinó hacia mí y me tomo en sus brazos. Me hacía sentir tan bien, protegida y segura. Fue adorable sentir su amor y cariño hacia mí, fabuloso sentir su cuerpo cálido contra el mío. Me estaba entregando conforto y afecto, acariciaba mi espalda y mis cabellos. También me beso dulcemente en mi cuello y mejilla. Había algo en él que me hizo olvidar todo de un solo golpe. Cuando se acerco a besar nuevamente mi rostro, levanté mí cara y nuestros labios se encontraron, nos besamos como amantes con besos cada vez más apasionados. Sentí como su pene se ponía duro entre mis piernas. Mi cuerpo reaccionó instintivamente y abrí mis piernas para que él se acomodara entre ellas. La polla de mi hijo estaba separando mi labia vaginal y mi coño lo deseaba, pero tuve un flashazo de lucidez y me hice hacia atrás.
—¡Oh no!, Andrés … no podemos … —Dije casi suplicando.
Andrés se calmó y su mirada se fijó profundamente en mis ojos, luego lentamente empujó hacia adelante, sentí su grueso glande atorarse a la entrada de mi panocha, era enorme, mi chocho se contrajo y emití un grito cuando la dura polla venció la resistencia de mi anillo vaginal y se introdujo en mí coño, casi me desmayo sintiendo la penetración de mi hijo a mi vagina, casi empuje para sentirlo más adentro de mí.
—¡Oh!, sí … folla mi coño … folla el coño de tu madre … fóllame, hijo …
Sentí su polla poderosa estirar mi pliegues y ensanchar mi panocha, estaba mordiendo su hombro y temblando al ser penetrada por la vigorosa pija de Andrés. Nos quedamos quietos para acostumbrarme a su envergadura, sentía los latidos del corazón de mi hijo a través de su pene, aún sin movernos me tenía al borde del orgasmo, de un momento a otro me iba a correr en modo demencial y entonces sonó el timbre …
(Continuara …)
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