Cosas que suceden III.
por
Juan Alberto
género
incesto
Tuve un acceso de pánico al sentir el estridente sonido del timbre, ¿¿Quién podría ser?? Tampoco estaba segura de si había cerrado la puerta con seguro. Quienquiera que sea habría podido entrar sin ser escuchado y habernos sorprendido a Andrés y a mí en un acto comprometedor. Andrés fue muy rápido y recogió todas sus vestimentas y corrió a su cuarto. De puro instinto corrí a mi habitación y me cubrí con mi bata. Antes de ir a la puerta pasé por la sala y pateé mi fina lencería bajo el sofá, de pasadita miré el cuarto de Andrés y él ya estaba bajo las sábanas, por suerte había recogido toda su ropa.
Me miré todo alrededor y me parecía normal, con mi corazón que casi se me escapaba por la boca, fui a abrir la puerta, me di cuenta de que estaba cerrada con llave y seguro. Desbloqueé todo y abrí la puerta. Carolina estaba parada afuera.
—¡Oh! … pero si eres tú … ¿No se supone que deberías estar en el campamento? …
La abracé emocionada, la noté un poco demacrada, parecía más delgada.
—Hubo una contaminación por alimentos y varias nos enfermamos del estómago … así que cancelaron todo y nos devolvimos …
—¡Oh!, querida … cuanto lo siento …
Tuve que controlarme para no mostrar mi contrariedad de verla de nuevo en casa, pero es mi hija, así que traté de consolarla.
—Sí … el entrenador pensó que era mejor que nos devolviéramos a nuestras casas y no arriesgar que alguien más enfermara … y como olvidé de llevarme mis llaves, tuve que sonar el timbre …
¡Que maldita suerte!, pensé para mis adentros.
—Está bien, cariño … no te preocupes … te veo cansada … son más de la uno, creo que es mejor te vayas a la cama …
—¡Oh!, sí … estoy exhausta … ¿Puedo desempacar mañana, mami? …
—Tu vete a la cama, amor … yo lo haré por ti …
—Gracias, mami … tengo mucho sueño …
Abracé a Carolina y la acompañé a su habitación. Llevé su maleta y su mochila a la lavandería y comencé a sacar todas sus pertenencias, las toallas mojadas y el traje de baño, mejor hacerlo antes de que tomaran algún mal olor. Mientras lo hacía no dejaba de pensar a Andrés, él acaba de penetrar mi coño antes de la llegada de Carolina. Su pija se había sentido encantadora en mi conchita, me había llenado con su hombría de una manera totalmente diferente a como lo hace mi marido. Mi panocha palpitaba y vibraba recordando esas fugaces sensaciones. Metí mi mano entre mis piernas y sentí la humedad, estaba toda mojada, hasta la parte interna de mis muslos estaban húmedos. Cuando colgué la última toalla en el tendedero, escuché a alguien moverse detrás de mí, inmediatamente supe que era Andrés. Sentí sus manos en mis caderas, me di vuelta y me puse frente a él, estaba vestido solo con sus slips ajustados y el contorno de su majestuosa polla se evidenciaba en toda su gloria. Automáticamente mi mano se fue a acariciarla, Andrés respondió a su vez metiendo su mano entre mis piernas y palpó mi coño empapado.
—¡Oooohhhh!, cariño … acaricia el coño de mamá … me pones tan caliente …
—¡Hmmmm!, mami … también tu me calientas mucho …
Andrés se inclino y comenzó a chupar uno de mis pezones mientras deslizaba sus dedos en mi coño.
—¡Aaaahhhh!, amor … no podemos hacer esto … ¡Uhmmmm! … ya no estamos solos … Carolina está en su cuarto … podría escucharnos …
No pude resistir y metí mi mano dentro de sus calzoncillos y comencé a sacudir su pene endurecido.
—¡Ooohhh!, mami … lo sientes como lo tengo de duro … quiero follarte, mamá …
—Yo también quiero hacerlo contigo, hijo … pero ahora no podemos …
—Pero mami … Carolina duerme como un tronco … por favor, mamá … déjame follarte …
—No, tesoro … no ahora … tranquilízate y cálmate … vete a la cama … de lo contrario nunca más haremos nada … ¿entiendes? …
Lo dije en forma bastante enérgica y Andrés se calmó, de mala gana se volteó y se fue a su cuarto mientras yo permanecía sentada en la lavadora donde él me había levantado y dejado con las piernas abiertas. Tenía muchas ganas de follarlo, pero el riesgo de que nos descubrieran era demasiado grande, además, era una eventualidad que me rendía muy nerviosa y no podía permitírmelo. Tuve que contentarme con acariciar mi coño antes de rendirme en los brazos de Morfeo. Era como una fantasía haber sentido la imborrable y exquisita penetración de la pija de mi hijo a mi coño, todavía sentía como su glande había forzado mi chocho para deslizarse dentro, me sentía una ola de escalofríos y apretaba mis muslos creyendo de sentir mi panocha colmada con su verga. Esta fue la primera vez que no sentí ni vergüenza ni remordimientos.
Los días siguientes fueron realmente tortuosos, parecía que Andrés y yo no podíamos encontrar ni un solo momentos para estar a solas. Alberto regresó a casa ofuscado antes de lo esperado, el mal tiempo no les había permitido quedarse por toda la semana. Carolina no podía asistir a clases por su infección estomacal, por lo tanto restaba en casa y no podía ir a ninguna parte. Mi marido retomó sus rutinas y se comporto como siempre, a veces charlábamos y a veces no, pero no me importaba para nada. Solo mi hijo ocupaba mi mente y mi corazón latía por él y su gran y maravillosa polla que me esperaba. Cada vez que nos encontrábamos en algún lugar solos en la casa, nos abalanzábamos el uno contra el otro, nos besábamos apasionadamente y nos tocábamos nuestras partes pudendas con una calentura desmesurada dejando nuestros vestidos en desorden. Muchas veces tenía que enfadarme con él y su libídine desenfrenada, como la vez que en la cocina casi me obligó a chupársela y se corrió en el escote de mi blusa, tuve que cubrirme con un grembiulé cuando al improviso sentimos los pasos de mi hija.
Por ahí por el miércoles estaba tan increíblemente caliente y frustrada, que cuando Andrés se me acercó sigilosamente mientras estaba en la lavandería, me dejé caer de rodillas e inmediatamente comencé a chupar su exquisita pija, me encantaba su sabor y como llenaba mi boca. No le tomo mucho tiempo para correrse y me esforcé para no perder ni una sola gota de su preciado semen. Andrés ya no se masturbaba porqué sabía que yo me había convertido en una adicta a su esperma y me daba a beber mi dosis de dos a tres veces por día. Me lavaba la boca y me bañaba todas las tardes para que Alberto no me fuese a encontrar con olor y sabor al esperma de mi hijo, en esos momentos aprovechaba de satisfacerme solitariamente.
Me sentía desfallecer cuando por fin llegó el viernes, esa noche nos sentamos todos a la mesa y compartimos una cena habitual, los chicos bebieron una media copita de vino, yo bebi casi dos y el resto lo bebió mi marido. Todos nos levantamos satisfechos de la mesa, yo me llevé los platos al lavavajillas y ellos se sentaron frente al televisor. No toda la vajilla podía ser lavada en la lavadora de platos, así que comencé a lavarlos a mano. Estaba frente al fregadero a lavar unos cucharones y unas ollas, cuando sentí las fuertes manos de Andrés en mi cintura y rápidamente las hizo deslizar entre mis muslos.
—¡Ooohhh!, Andrés … nooo aquí … tu padre y Carolina están en la sala de estar …
—No puedo evitarlo, madre … no puedo estar lejos de ti …
—¡Uy!, pero Andrés … estás intratable … déjame …
Andrés se apretó a mi y me hizo sentir su polla tiesa contra mis nalgas.
—Me estás volviendo loco, mamá … solo a mirarte no me basta …
Hablando apegado a mi oído, Andrés metió una de sus manos dentro de mi blusa y comenzó a masajear suavemente mi seno y pellizcar ligeramente mi pezón.
—¡Ooohhh!, Andrés … ¿Por qué me haces eso? … Sabes cuanto me caliento …
—Es por eso por lo que te lo hago, mami … para que te calientes … me gustas caliente …
Su mano había descendido y se había metido bajo mi falda, las caricias a mi labia vaginal incendiaron mi chocho, no podía ocultar lo caliente que estaba, mi panocha infiel me delataba con profusos fluidos que mi hijo pudo palpar.
—¡Oh!, madre … pero que mojada que estás …
Sin poder resistirme llevé mi mano hacia atrás y sentí la dura pija de Andrés a través de sus shorts. Sintiendo la inmensa erección de mi hijo, ya no me contuve más y metí mi mano dentro de sus pantaloncitos y le saqué su verga afuera, él levantó mi falda e hizo deslizar su pene entre mis piernas y su glande sobajeó mi coño empapado.
—¡Oooohhhh!, Andrés … no ahora … no podemos … pueden venir en cualquier momento …
—¡Pero si están pegados frente al televisor, mamá! …
Andrés plegó un poco sus piernas y empujó hacia arriba, la presión de su verga llego a tocar mi clítoris y sentí las primeras sacudidas escalofriantes de mi calentura.
—¡Hmmmm! … ¡Noooo! Andrés … ¡no! … no hagas eso …
—¡Ooohhh!, mami … deja … déjate … ¡Hmmmm! … tu también lo quieres …
Comencé a jadear y mi respiración se hizo irregular, mi calentura subió a la estratosfera, quizás por lo riesgoso y peligroso de la situación en sí, ya que mi marido o mi hija podrían entrar en cualquier momento en la cocina.
—¡Oooohhhh!, hijo … no podemos …
Pero mi cuerpo decía lo contrario y mis piernas se separaron, sentí que el retrocedió un poco, suspiré aliviada, pero extrañé su polla entre mis piernas. Justo cuando estaba por enderezarme su pija enardecida empujó entre mis labios mayores y me penetró, mis manos se aferraron fuerte al mueble del fregadero y mordí mi labio para no gritar. El pene de mi hijo estaba otra vez dentro de mí, levanté rápidamente mi mano a mi boca para acallar los gemidos.
—¡Aaaahhhh! … Andrés … ¡Por Dios! … ¡Deja de follarme! … ¡Hmmmm! … ¡Ooohhh! …
—No … no puedo …
Fue su única respuesta. Traté de resistirme, pero solo empujé mis posaderas hacia atrás para que pudiera empalarme en su verga lo más profundo posible. Se sentía increíble su pene enterrado extremadamente dentro de mí, me parecía sentirlo cerca de mi ombligo. Mi propio bebé me estaba follando con profundas embestidas largas y suaves, parecía como si lo hubiera hecho tantas veces y los jugos de mi vagina comenzaron a escurrir por mis piernas mientras su polla entraba y salía.
—¡Ummmm! … ¡Ssssiiii! … folla mi coño ... fóllame, hijo ... ¡Aaaahhhh! … ¡Hmmmm! …
—¡Umpf! … Ssiii, mami … te follaré … siempre te follaré …
Andrés me atrapó por las caderas y comenzó a follárme un poco más rápido, mi coño lo necesitaba, yo lo deseaba tanto, quería que se corriera dentro de mí. Mis respiración se hizo más agitada y sentí aproximarse mi orgasmo, repentinamente escuche el crujido del piso de madera, alguien se había alzado del sofá. Casi instantáneamente empujé a Andrés hacia atrás, él también había sentido el ruido. Su polla salió violentamente de mi y mi coño se contrajo en protesta. Fingí continuar a lavar los platos, Andrés subió sus shorts y rápidamente se sentó a la mesa de la cocina escondiendo su gigantesca erección. Solo unos segundos más tarde Carolina entró a la cocina.
—¿Necesitas ayuda, mami? …
—No, hija … ya casi termino … ve … ve a ver la tele junto a tu padre …
Trate de sonar lo menos afectada y lo más normal posible.
—¿Y tu que haces aquí? …
Preguntó Carolina a Andrés, ya que él rara vez entraba en la cocina.
—Nada … nada en especial …
—¡Uhm! … mami hay un olor raro … ¿Estás preparando algo? …
—No … posiblemente es el nuevo lavaloza, hija … lo cambié esta vez … ¿te gusta? …
—¡Ehm! … no lo sé …
Ella se miró alrededor y olisqueó el aire, luego salió disparada hacia el salón. Mi corazón latía con fuerza y apenas podía coordinar mis ideas, mi coño latía al mismo ritmo. ¡¡Oh, Dios!!, eso estuvo cerca. Mi propio hijito adorado me folló en la cocina mientras mi hija y mi marido estaban en la sala de estar. Mi calentura me había sobrepasado y el peligro me excitaba más aún. El tonto de mi marido sentado a mirar la televisión y yo con una grandiosa y joven pija enterrada en mi hermoso coño, que para colmo es la de mi hijo. Una sonrisa malévola y traviesa se dibujo en mi rostro pensando en ello. Andrés se levantó de su silla y se acercó a mí.
—¡Oh!, mami … Carolina casi nos pilla … lo siento, mami … pero me puse tan caliente …
—También yo estoy caliente contigo, hijo … pero debemos tener cuidado …
Andrés salió de la cocina y se instaló en una silla aparte a mirar la televisión, yo seguí con el lavado de algunos recipientes, pero tenía un sentido de frustración, Andrés me había follado, pero no había acabado y yo anhelaba sentir su lechita caliente llenando mi matriz. Una vez que terminé con la cocina, me fui a reunir con la familia en la sala de estar.
Carolina bostezando se retiró a dormir a su cuarto. Mi marido me dio un ligero beso en la frente y se fue a dormir. Nos quedamos Andrés y yo mirándonos expectantes, tan pronto como mi marido cerro la puerta del dormitorio, Andrés vino a sentarse a mi lado. La anodina televisión ya no era interesante para nosotros. Me recosté a medias en el apoyabrazos y él vino lentamente hasta mis brazos. Acaricie su musculosa espalda mientras sus manos desabrochaban mi blusa y hurgaba dentro de mi sujetador, hasta que logró sacar uno de mis pechos. Cuando saco el otro comenzó a acariciarlos y de vez en cuando torcía ligeramente o pellizcaba suavemente mis pezones. En voz baja le susurré:
—Te gustan los pechos de mamá, ¿verdad? …
—Sí … son tan suaves … los adoro, mami …
Con esa respuesta tomé mi pecho y lo acerqué a su boca, como cuando solía amamantarlo, no pasó un segundo y lo sentí succionarme como cuando era un bebito.
—¡Ooohhh!, hijo … ¡Chupa mi teta! … ¡Chupa el pecho de mami! …
Andrés se dedicó diligentemente a chupar alternativamente mis senos, suavemente atrapaba mis pezones entre sus dientes y volvía a succionar, yo acariciaba su espalda maternalmente y mi respiración se comenzaba a hacer agitada a medida de que mi panocha se bañaba y palpitaba en creciente excitación. Una de sus manos se fue a acariciar unos de mis muslos e inexorablemente comenzó su camino hacia la dulzura de mí sexo, de ahí a unos instantes más sus dedos acariciaban mi coño efervescente. Andrés dejó de chupar mis pezones cuando uno de sus dedos se insertó en mi cavidad vaginal, viajando suave y lentamente en el surco que formaban mis gruesos labios, no obstante, levantó mi falda para observar su propio accionar, le gustaba verme como me calentaba sintiendo las caricias que él procuraba a mi coño.
—¡Es tan agradable acariciar tu coño suavecito, mami! … se siente tan mojadito …
—Y a mi me encanta cuando lo haces, cariño … eres tú quien hace que mi coño se humedezca …
Andrés se deslizó hacia abajo en el sofá hasta que su rostro quedó entre mis piernas, lentamente acaricio y beso mis muslos. Luego bajó su boca a mi panocha. Respiré hondo y emití un chillido cuando su lengua juvenil apartó mi labia y jugó con mi sensible clítoris.
—¡Ooohhh! … ¡Mi Dios! … ¡Qué rico como me lames, tesoro! … ¡Chúpame la concha, amor! … ¡Chupa mi panochita, cariño! ...
Descubrí que hablar un poco sucio con mi hijo solo contribuía a mi excitación, se sentía más prohibida y pervertida nuestra sesión de amor. Tan perverso como follar con tu hijo mientras el resto de la familia duerme. La excitación de estar viendo a mi hijo entre mis piernas a chupar mi sexo me produjo unos electrizantes escalofríos, mi cuerpo se tensó. Por el entusiasmo con que lamía mi coño, era evidente que a él también le gustaba mucho lamer mí coño materno. Recogía con su lengua los fluidos evacuados por mi chocho. Vi estrellitas cuando dos de sus dedos se insertaron en mi panocha y su lengua no cesaba de atacar mi túrgido clítoris, mi coño se contrajo tratando de capturar a esos dos dedos invasores incrustados profundamente dentro de mí.
Al cabo de un rato eran tres los dedos que entraban y salían de mi sexo, después continuó a lamerme. Los gemidos se atragantaban en mi boca, pero hice de todo para sofocarlos y ocultarlos. Mi cuerpo se tensaba entero a la espera de un orgasmo liberatorio.
—¡Hmmmm!, querido … me encanta como lames y frotas mi panocha … el coño de mami es tuyo, cariño … ¡Cómetelo! …
Andrés me escucho decir esto y apresuró sus movimientos y entonces la habitación estalló en mil colores y mi mente se fue a divagar por senderos caleidoscópicos, mi cuerpo se estremecía y aferré los cabellos de mi hijo para que no se alejara ni un milímetro de mi coño. Corcoveé como una gacela tratando de escapar de su depredador, cuando mi clítoris no pudo seguir soportando la dulce tortura de la boca y lengua de mi hijo.
—¡Aaarrrggghhh! … ¡Mmmmm! … ¡Ummmm! … ¡Ohhhh! … ¡Aaahhh! … ¡Noooo! …
Mi orgasmo fue explosivo, mis senos tiritaban y los pezones parecían querer reventarse. Los músculos de mi coño se cerraron fuertemente alrededor de los dedos de Andrés y tomé su mano y la follé como si de eso dependiera mi via. Él sacó los dedos suavemente de mi panocha y los llevó a su boca, esto me provocó otra serie de mini orgasmos, era muy excitante para mi ver a mi macho beber mi fluidos vaginales, algo sucedió en mi cabeza que me sentí encendida otra vez. Era como si el placer fuera infinito.
—¡Hmmmm! … ¡Qué bien que me hiciste eso, hijo! …
—¡Te gustó? …
—Por supuesto … fue realmente maravilloso, bebé …
—Es por qué me gusta lamer tu coño, mami … sabe tan rico y jugoso …
—¡Ah!, ¿Sí? … pero hay una cosa que me gusta mucho más, tesoro …
—¿Qué, mami? …
—¡Chupar tu pija, bebé! … ¡Tienes que darme tu verga para chupártela! … ¡Vamos! … ¡Déjame chuparla! … ¡Desnúdate y dame tu polla, tesoro! …
Andrés obedeció inmediatamente y yo también termine de desnudarme, ahora estábamos sentados en el sofá los dos completamente desnudos, nos besamos y acariciamos por largo rato. Nos olvidamos de que en casa también estaba mi marido y Carolina, ya nada nos importaba el mundo era solo él y yo. Mis manos se cerraron en torno a su pija que otra vez estaba durísima, me provocó tenerla en mis manos de nuevo, palpitaba y vibraba haciendo que mi corazón se estremeciera haciéndome sentir terriblemente excitada.
—¡Oooohhhh!, mami … se sienten ricas tus manos …
—¿Te gusta cuando mamá pajea tu polla, bebé? …
—¡Sí! … ¡Sigue! …
—¿Y no te gustaría más si te la chupo, cariño? …
Le dije succionando su cabezota enorme con mis labios y metiendo mi lengua en el orificio de su glande.
—¡Ooohhh!, mami … Sí … ¡Chúpamela, mami! … Sí, mami … ¡Chupa mi verga! …
Caí de rodillas frente a mi hijo y tire de su pija ardorosa un par de veces y luego comencé a devorarlo, cerré mi boca y lo succioné hasta que se me hundieron las mejillas de tanto chupar. Su verga se deslizaba y de tanto en tanto me provocaba un poco de tos, pero no aflojé, sentía su grueso glande aprisionado entre mis labios y esto hizo que mi panocha ardiera en llamas y comenzaran a gotear fluidos calientes que descendían por mis muslos. Levanté mi mirada y vi que mi hijo tenía su cabeza hacia atrás y gozaba de mi mamada, lo que me hizo enardecer y chupe con más vigor, haciéndolo llegar hasta el fondo de mi garganta, mi mano se movía haciendo subir y bajar su prepucio aterciopelado.
—¡Hmmmm! … que hermosa pija que tienes, hijo … me vuelvo loca chupándotela …
—Mami … si continuas así me voy a correr …
—Pues eso es lo que quiero, bebé … dámela toda tu lechita … dámela, tesoro … ¡Córrete en la boca de mamá! …
Así diciendo lo pajeé aún con más vigor, muy pronto sus piernas se entiesaron y su pelvis follo mi boca con fuertes embestidas
—¡Sí, mami! … ahora … ¡Urgh! … ¡Umpf! … ¡Umpf! … ¡Umpf! … ¡Me corro! … Ooohhh! …
Nunca deje de mirarlo como se retorcía y su rostro hacía extrañas muecas de dolor y de placer, su chorros bañaron mis papilas gustativas y sentí el exquisito semen de mi hijo llenando mi boca. Andrés agarró mi cabeza y me folló la boca rociando su semen profundamente en mi faringe. Su pija latía y su cremoso semen venía engullido gustosamente por mí, el semen de mi hijo era solamente para mí. Celosamente conservé un poco de ese preciado néctar en mi boca, luego la abrí ante sus ojos y terminé de tragarme todo. Después ordeñé unas pocas gotas de su lechita sobre mis tetas, las esparcí frotando mis pezones y coloqué su verga aún palpitante entre mis senos., hasta que la última gota de su esencia masculina se derramó sobre mi nacarada piel.
—¡Mmmmm! … al parecer te gusta mucho que mami te chupe la pija, ¿verdad? …
—¡Ooohhh! … absolutamente maravilloso, mami … me haces tan feliz …
Levanté sus piernas y lamí su ano, luego sus cojones uno a uno los eché a mi boca, continué a lamer su verga para dejarla completamente limpia. Después me acosté a su lado y lo abracé, nos acariciamos y besamos apasionadamente hasta que sentí una vez más la dureza de su pene contra mi vientre, estaba caliente y latía.
—¡Uy!, bebé … parece que no has tenido suficiente, ¿eh? …
—¡Uhm! … quiero follarte, mamá …
—Yo también … me muero de ganas por sentir tu polla en mi coño …
—Hagámoslo, mami … déjame que te folle un ratico …
—¿Estás caliente por mí, bebé? … Mami has estado cachonda por ti hace mucho tiempo …
Me giré para que él estuviera acostado en el sofá debajo de mí, lentamente me levanté y con las rodillas a sus costados, lo monté a horcajadas, su dura polla palpitaba y sobrepasaba mi ombligo hacia arriba, me hice hacia adelante y su pija se deslizó suavemente entre los labios de mi coño, con delicados movimientos hacia atrás y hacia adelante fui presentando el ojete de mi vagina contra el enorme glande de su pija. Mi panocha estaba tan bañada que su pene se deslizó con cierta facilidad dentro de mí.
—¡Oooohhhh! … ¡Qué maravilla! … ¡Hmmmm! …
Con el peso de mi cuerpo me fui empalando en su ariete de carne lentamente, cuando su glande entró en mi estrecho anillo vaginal, me hundí de un solo golpe hasta que sus cojones tocaron mis glúteos.
—¡Aaarrrggghhh! … ¡Ummmm! … ¡Ummmm! … ¡Aaaahhhh! …
Me senté en su regazo con su pija perdida profundamente en mi coño. Me quede quietecita como para no romper el hechizo y el encanto del momento. Por tercera vez la verga de mi hijo penetraba mi coño, la sensación de tener su entera pija dentro de mí era abrumadora.
—¡Aaaahhhh!, bebé … ¿te gusta mi coño? … ¿Te gusta el coño de mamá? …
—¡Oh!, sí … tanto … fóllame, mami … folla mi verga …
Lentamente comencé a cabalgar mi semental, era indescriptible lo que su pija me hacía sentir, jamás nada me había llenado así tanto y el hecho de que fuera la verga de mi niño lo hacía aún más emocionante, sobrepasada por la lujuria comencé a moverme cada vez más rápido, casi saltando sobre su pija y dejándome caer para sentirla que penetraba hasta mi vientre. Me eché sobre sus pectorales para no desmayarme y subí y baje mi culo enterrándome su pija a toda velocidad, mi coño abrasador lo envolvía por entero y lo devoraba sin descanso.
—¡Aaaahhhh! … ¡Aaaahhhh! … llenas el coño de mami … es tan hermoso … ¡Aaaahhhh!
Sentí que me aprisionaba en sus brazos y comenzaba a follarme como un poseído, estaba destrozando mis coño con su fuerza y sus embistes, pero se sentía tan perversamente caliente que no me importaba, solo quería que me follara lo más fuerte posible … y me corrí con su abrazo del oso. Mi cuerpo se electrificó y se estremeció en infinitas ondas orgásmicas de un placer inacabable.
—¡Aaaahhhh! … ¡Aaaahhhh! … ¡Ssssiiii! … ¡Ssiii! … ¡Aaaahhhh! …
Grité como una loca y no me importó si alguien me escuchaba. Los chorros de esperma de mi hijo descargándose en lo profundo de mi coño me transportaban una y otra vez al paraíso. El semen fértil de mi bebé rociaba toda mi matriz y yo ordeñé cada gota.
Mientras los poderosos músculos de mi coño exprimían el manjar divino directamente de la fuente, me levanté y vi una sombra en el marco de la puerta. Cuando por fin logré enfocar la figura, era Carolina, mi hija que me miraba desde allí con los ojos desorbitados, la vi darse vuelta velozmente y desaparecer por el pasillo hacia su cuarto. ¿Cuánto había visto u oído realmente?, no lo sé. Seguramente no pudo ver a Andrés porque estaba acostado sobre el sofá, fuera de su campo visivo, bien podría haber pensado que era su padre. Aún sentía las potentes palpitaciones de la verga de Andrés en mi coño cuando ella desapareció en la obscuridad. No quise decir nada y esperar que nada sucediese.
Disfruté de la enorme verga que llenaba mi coño en silencio, pensaba en Carolina. La idea de que me hubiera sorprendido follando con Andrés no me asustaba, por el contrario no quería alzarme y sentir el vacío que ocupaba la gigantesca polla de mi hijo llenado mi coño con su esperma. Me hacía sentir más caliente aún. No me desesperé ni me preocupé, ¿se lo diría a Alberto?, ¡uhm! …
Me quedé exhausta sobre los pectorales de mi Andrés, cansada y cachonda por lo prohibido que acabábamos de hacer, la polla de él todavía profundamente dentro de mi mientras acariciaba mi espalda con amoroso cuidado.
—Eres una madre maravillosa …
—Soy así solo contigo … ¡Dios!, que esplendida pija que tienes …
—Y el tuyo es un coño encantador …
—Hijo se ha hecho tarde … es hora de que nos vayamos a la cama …
—Sí, mamá … estoy cansado también yo …
—Y recuerda que podrás hacerme el amor todas las veces que quieras … sin que nos vean …
—Te amo, mamá … eres la mejor mamá del mundo …
Andrés y yo entramos al baño para refrescarnos un poco antes de ir a la cama, no pude evitar de magrear una última vez su pija y chupársela por si salía alguna gota más, luego nos dimos un beso de buenas noches y nos fuimos cada uno a su dormitorio.
Mi corazón latía con fuerza cuando me deslicé en la cama junto a mi marido, lo hice con el mayor cuidado posible para no despertarlo. Me sentía con olor al semen de Andrés y no quería que el sintiera mi olor a sexo fresco. Afortunadamente el permaneció inmóvil y relajado, finalmente me arropé y me quedé dormida.
Por la mañana desperté sola en la cama, era sábado y no tenía intenciones de levantarme temprano, pero igual lo hice y me di cuenta de que tan temprano no era. Me puse solo un kimono dorado y salí. Al parecer solo Andrés estaba en casa, lo vi frente a su computadora con los audífonos puestos, así que no se había percatado de mi presencia. No quise disturbarlo y seguí hacia la cocina, necesitaba una taza de café energizante, en la cafetera encontré preparada justo una pizca de café que llenó media taza, para mí era suficiente, lo calenté un poco en el microonda, cuando sentí dos manos deslizarse por mis costados, reaccioné un poco asustada.
—Buenos días, mamá … —Susurró Andrés en mi oído apretándome contra su pija.
—Buenos días, bebé … ¿Dónde están todos? … —Pregunté moviendo mi culo sobre su pija tiesa.
—Papá se llevó a Carolina al gimnasio … se iba a quedar hasta que ella terminara …
—¿Y cuando es que se fueron? … —Pregunté expectante.
—Hace como unas dos horas …
—¡Uy!, entonces están por volver en cualquier momento … cariño, no podemos correr riesgos …
Las manos de Andrés ya habían encontrado su ruta dentro de mi kimono y aferraba mis rígidos pezones, a sabiendas de que eso me calentaba sobremanera, mis rodillas se debilitaron por completo y más aún cuando sentí sus besos y su lengua en mi cuello, empujé mi trasero hacia atrás contra la dura pija de mi hijo.
—Déjame, mami … todavía hay un poco de tiempo …
—¡Oh!, Andrés … tu sabes … deja de acariciar mis pechos que me pones tan caliente … y no podemos hacer nada …
—Siente como la tengo de dura … siéntelo … es por ti, mami …
Obnubilada por la lujuria que él me hacía sentir, mi mano se metió dentro de sus calzoncillos y aferré su asta caliente. Se sentía tan grande y cálido que mi mano automáticamente comenzó a sacudirlo, en el preciso momento que mis dedos envolvieron su pene, todo sentimiento de preocupación se borró de mi mente, lo quería en mi ahora. Empujé su pene entre mis nalgas para que se deslizara desde atrás en mi canal vaginal. Me conmocionó sentir su glande separando mis labios mayores, un escalofrió recorrió mi cuerpo, mi coño estaba listo para él. En un plañido de vos le dije:
—¡Oh, Dios! … ¿Por qué me haces sentir tan caliente? … ¡Tómame! … ¡Folla el coño de mamá! …
Andrés obedeció mi deseo, inmediatamente apunto a mis labios menores y empujó dentro de mí coño anhelante, puso un brazo bajo mis tetas y una mano en mi cadera. Cada vez que pellizcaba mi pezón, mi coño se contraía apretando su verga dura y él me follaba como un verdadero semental, no pude evitar de chillar y gemir cada vez que su polla tocaba mi matriz. Él aceleró y me folló cada vez con más fuerza, tanto que me levantó y quede con mis pies en el aire empalada en su verga que se hundía sin piedad en mis entrañas.
—¡Oooohhhh! … Andrés … fóllame fuerte … córrete dentro el coño de mamá …
Andrés gimió en voz alta y me folló aún más fuerte cuando se lo pedí, mi cuerpo saltaba y corcoveaba sin control con mis piernas que subían y bajaban sin un punto de apoyo, solo la verga de mi hijo profundamente enterrada en mí y su brazo sosteniéndome por el vientre, mis tetas bailaban descontroladas.
—¡Oh, mami! … me corro …
—¡Oooohhhh! … yo también … no te detengas … lléname con tu semen … dáselo todo a mamá …
Su cuerpo se puso rígido y comenzó a vaciar sus cojones en mi coño, miré por la ventana y vi el auto de familia entrando por el camino de entrada a la casa, todavía me estremecía con mi orgasmo cuando empujé a mi hijo y su polla resbaló fuera de mi coño.
—Apresúrate que ya vienen …
Andrés ni siquiera escondió su pija y salió corriendo a su habitación cuando vio a su padre y su hermana descendiendo del auto. Yo atiné a ordenar un poco mis cabellos y a amarrar la faja de mi kimono a mi cintura. Apenas di dos pasos en la sala de estar cuando Carolina entró por la puerta principal, rápidamente dijo Hola, pero me miró extrañamente, volví a la cocina, mis mejillas todavía estaban calientes por las secuelas de mi orgasmo, el semen de mi hijo escurría por mis muslos y vi cuando una gota grande cayó entre mis pies. Apresuradamente me senté para que no siguiera cayendo nada, Carolina se fue al lavabo y se sirvió un vaso de agua fría, luego se giró a mirarme.
—¿Cómo estás madre? …
Preguntó escudriñándome con su mirada.
—¡Ehm! … bien …
—Parece cómo si hubieras corrido una maratón …
—¡Oh!, no es nada … un poco de bochorno … me siento agitada …
—Pues si no te sientes bien es mejor que vuelvas a la cama …
Apenas salió de la cocina agarré una toalla de papel y limpie la mancha de semen y también sequé un poco mí coño antes de que entrara mi marido. Alberto entró, me saludó casi sin mirarme y salió al garaje.
La jornada transcurrió sin mayores sobresaltos. Cenamos temprano todos juntos, luego tanto Andrés como Carolina se fueron a visitar sus amigos. Mi esposo se acostó inusualmente temprano y yo me senté a mirar la televisión mientras esperaba el regreso de mis hijos como siempre hacía. Andrés fue el primero en llegar, se sentó a mi lado, nos besamos y acariciamos un poco, pero el incidente de la mañana nos había hecho entender de que era demasiado riesgoso hacer cualquier cosa cuando ellos estuvieran en casa. Finalmente, Andrés se fue a la cama, mis bragas estaban totalmente mojadas después del peting. Cuando llegó la medianoche comencé a preocuparme, Carolina nunca se había retrasado y jamás sin avisar. Como a la una y media sonó el teléfono, preocupada fui a atender, era Javier, el novio de Carolina, me dijo que ella no sentía nada de bien y que la fuera a buscar. Rápidamente salté al auto y me fui a la dirección que me proporcionó Javier. Cuando llegue preocupada por ella, me encontré a mi hija medio borracha. Habían asistido a una fiesta con su novio y ella había bebido algún licor fuerte, no se había sentido bien, había vomitado y estaba agotada, gracias a Dios se había comenzado a sentir mejor mientras yo llegaba. Estaba bastante avergonzada cuando la acompañe al auto. Nos sentamos en completo silencio mientras conducía a casa. Controlé mi enojo y más que nada sentí lastima de verla tan vulnerable. Yo sabía que algo de esto iba a suceder tarde o temprano, pero más me lo esperaba de Andrés y no de ella. Apenas llegamos a casa la hice ir a darse un baño, sus pasos se habían hecho más estables así que la dejé ir sola. Salió del baño envuelta en una toalla, yo me las había arreglado para colocarme una bata y me senté a beber un vaso de vino frente a la Tv, Carolina me miro con sus ojos beodos y tristes.
—Mami, lo siento … no debería haber bebido …
Dijo Carolina con voz quebrada y los ojos brillantes.
—Está bien, cariño … no ha sucedido nada …
—¿Estás enojada conmigo? …
—No, amor … no estoy enojada contigo … espero que hayas aprendido la lección …
Carolina se relajó cuando notó que no estaba enojada con ella, su forma de hablar era bastante divertida porque arrastraba las palabras y se equivocaba a pronunciarlas, es decir, estaba todavía bastante borracha, pero se notaba una apertura hacia mí y su lenguaje era menos formal.
Nos sentamos un rato a charlar de todo un poco, eventualmente hablamos de sexo y de chicos. Estaba muy interesada en como tener sexo, ya que hasta ahora no tenía ninguna experiencia directa, se conservaba virgen.
—Mami, ¿Te masturbas? …
—Sí … yo creo que todas las mujeres lo hacemos …
—¿Y lo haces seguido? …
—Depende mucho de mi estado de animo … a veces lo hago más a menudo que otras … Y tú, ¿te masturbas? …
Ahora yo iba por el tercer vaso de vino y me sentía un poco afectada por el alcohol, al mismo tiempo me gustaba hablar de intimidades con mi hija, sentía curiosidad por su vida sexual.
—Sí … y a veces varias veces durante el día … ¿Y con papá? … ¿Haces el amor frecuentemente con él? …
No me sorprendió mucho su pregunta y me sentí libre de responder honestamente.
—No … desafortunadamente no … hace semanas que no tengo sexo con él …
—¡Oh! … que pena … pensé que era diferente … ¿El sexo es aburrido? …
—No … no es aburrido … pero si lo haces con quien estás bien … entonces es maravilloso …
Nos quedamos en silencio y yo pensaba a Andrés. Miré a Carolina y vi que su mirada era confusa y parecía estar pensando algo a pesar de sentirse todavía borracha. Finalmente rompió el silencio mirándome en modo severo.
—Pero … no entiendo … sí tu y papá no están teniendo sexo … ¿con quien estabas haciendo el amor ayer en el sofá? …
Me senté en silencio y no sabía que decir, me ruborice y mis latidos se hicieron más rápidos. ¡¡Que boba!! ¿¿Cómo fui a caer tan fácilmente?? ¿¿Qué voy a decir ahora?? ¿¿Qué voy a hacer ahora??
—¡Mamá! … ¿A quien estabas follando en el sofá? … —Preguntó Carolina de nuevo.
—Por favor, Carolina … no puedes decir nada a papá …
—Entonces … dime … ¿Quién? … ¿Con quien lo hacías? …
—¡Baja la voz! … ¡Por Dios! … No es necesario que hables tan fuerte …
—¡Oh!, pero me lo tienes que decir … ¿Quién era? … Habla ya …
—¡Ay!, hija …
—Nada … respóndeme … ¿Quién es? …
—Está bien … prométeme que no lo dirás a nadie …
—No sé … tal vez … pero dime …
—Tienes que prometerlo, Carolina …
Sentí que el pánico se apoderaba de mí y comenzaba a extenderse, mis lagrimas estaban a punto de comenzar, Carolina tenía una mirada entre malévola y divertida, de repente se detuvo estupefacta.
—¡Oh! … ¡Dios mío!, madre … creo saber quien es …
—No … no sabes nada … déjame explicarte …
—Mami … estás follando con Andrés … lo haces con tu propio hijo …
Ante estas palabras irrefutables escondí mi cara entre mis manos y suspiré pesadamente. Todo estaba terminado, mi mundo se desmoronaba en pedacitos …
(Continuara …)
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Me miré todo alrededor y me parecía normal, con mi corazón que casi se me escapaba por la boca, fui a abrir la puerta, me di cuenta de que estaba cerrada con llave y seguro. Desbloqueé todo y abrí la puerta. Carolina estaba parada afuera.
—¡Oh! … pero si eres tú … ¿No se supone que deberías estar en el campamento? …
La abracé emocionada, la noté un poco demacrada, parecía más delgada.
—Hubo una contaminación por alimentos y varias nos enfermamos del estómago … así que cancelaron todo y nos devolvimos …
—¡Oh!, querida … cuanto lo siento …
Tuve que controlarme para no mostrar mi contrariedad de verla de nuevo en casa, pero es mi hija, así que traté de consolarla.
—Sí … el entrenador pensó que era mejor que nos devolviéramos a nuestras casas y no arriesgar que alguien más enfermara … y como olvidé de llevarme mis llaves, tuve que sonar el timbre …
¡Que maldita suerte!, pensé para mis adentros.
—Está bien, cariño … no te preocupes … te veo cansada … son más de la uno, creo que es mejor te vayas a la cama …
—¡Oh!, sí … estoy exhausta … ¿Puedo desempacar mañana, mami? …
—Tu vete a la cama, amor … yo lo haré por ti …
—Gracias, mami … tengo mucho sueño …
Abracé a Carolina y la acompañé a su habitación. Llevé su maleta y su mochila a la lavandería y comencé a sacar todas sus pertenencias, las toallas mojadas y el traje de baño, mejor hacerlo antes de que tomaran algún mal olor. Mientras lo hacía no dejaba de pensar a Andrés, él acaba de penetrar mi coño antes de la llegada de Carolina. Su pija se había sentido encantadora en mi conchita, me había llenado con su hombría de una manera totalmente diferente a como lo hace mi marido. Mi panocha palpitaba y vibraba recordando esas fugaces sensaciones. Metí mi mano entre mis piernas y sentí la humedad, estaba toda mojada, hasta la parte interna de mis muslos estaban húmedos. Cuando colgué la última toalla en el tendedero, escuché a alguien moverse detrás de mí, inmediatamente supe que era Andrés. Sentí sus manos en mis caderas, me di vuelta y me puse frente a él, estaba vestido solo con sus slips ajustados y el contorno de su majestuosa polla se evidenciaba en toda su gloria. Automáticamente mi mano se fue a acariciarla, Andrés respondió a su vez metiendo su mano entre mis piernas y palpó mi coño empapado.
—¡Oooohhhh!, cariño … acaricia el coño de mamá … me pones tan caliente …
—¡Hmmmm!, mami … también tu me calientas mucho …
Andrés se inclino y comenzó a chupar uno de mis pezones mientras deslizaba sus dedos en mi coño.
—¡Aaaahhhh!, amor … no podemos hacer esto … ¡Uhmmmm! … ya no estamos solos … Carolina está en su cuarto … podría escucharnos …
No pude resistir y metí mi mano dentro de sus calzoncillos y comencé a sacudir su pene endurecido.
—¡Ooohhh!, mami … lo sientes como lo tengo de duro … quiero follarte, mamá …
—Yo también quiero hacerlo contigo, hijo … pero ahora no podemos …
—Pero mami … Carolina duerme como un tronco … por favor, mamá … déjame follarte …
—No, tesoro … no ahora … tranquilízate y cálmate … vete a la cama … de lo contrario nunca más haremos nada … ¿entiendes? …
Lo dije en forma bastante enérgica y Andrés se calmó, de mala gana se volteó y se fue a su cuarto mientras yo permanecía sentada en la lavadora donde él me había levantado y dejado con las piernas abiertas. Tenía muchas ganas de follarlo, pero el riesgo de que nos descubrieran era demasiado grande, además, era una eventualidad que me rendía muy nerviosa y no podía permitírmelo. Tuve que contentarme con acariciar mi coño antes de rendirme en los brazos de Morfeo. Era como una fantasía haber sentido la imborrable y exquisita penetración de la pija de mi hijo a mi coño, todavía sentía como su glande había forzado mi chocho para deslizarse dentro, me sentía una ola de escalofríos y apretaba mis muslos creyendo de sentir mi panocha colmada con su verga. Esta fue la primera vez que no sentí ni vergüenza ni remordimientos.
Los días siguientes fueron realmente tortuosos, parecía que Andrés y yo no podíamos encontrar ni un solo momentos para estar a solas. Alberto regresó a casa ofuscado antes de lo esperado, el mal tiempo no les había permitido quedarse por toda la semana. Carolina no podía asistir a clases por su infección estomacal, por lo tanto restaba en casa y no podía ir a ninguna parte. Mi marido retomó sus rutinas y se comporto como siempre, a veces charlábamos y a veces no, pero no me importaba para nada. Solo mi hijo ocupaba mi mente y mi corazón latía por él y su gran y maravillosa polla que me esperaba. Cada vez que nos encontrábamos en algún lugar solos en la casa, nos abalanzábamos el uno contra el otro, nos besábamos apasionadamente y nos tocábamos nuestras partes pudendas con una calentura desmesurada dejando nuestros vestidos en desorden. Muchas veces tenía que enfadarme con él y su libídine desenfrenada, como la vez que en la cocina casi me obligó a chupársela y se corrió en el escote de mi blusa, tuve que cubrirme con un grembiulé cuando al improviso sentimos los pasos de mi hija.
Por ahí por el miércoles estaba tan increíblemente caliente y frustrada, que cuando Andrés se me acercó sigilosamente mientras estaba en la lavandería, me dejé caer de rodillas e inmediatamente comencé a chupar su exquisita pija, me encantaba su sabor y como llenaba mi boca. No le tomo mucho tiempo para correrse y me esforcé para no perder ni una sola gota de su preciado semen. Andrés ya no se masturbaba porqué sabía que yo me había convertido en una adicta a su esperma y me daba a beber mi dosis de dos a tres veces por día. Me lavaba la boca y me bañaba todas las tardes para que Alberto no me fuese a encontrar con olor y sabor al esperma de mi hijo, en esos momentos aprovechaba de satisfacerme solitariamente.
Me sentía desfallecer cuando por fin llegó el viernes, esa noche nos sentamos todos a la mesa y compartimos una cena habitual, los chicos bebieron una media copita de vino, yo bebi casi dos y el resto lo bebió mi marido. Todos nos levantamos satisfechos de la mesa, yo me llevé los platos al lavavajillas y ellos se sentaron frente al televisor. No toda la vajilla podía ser lavada en la lavadora de platos, así que comencé a lavarlos a mano. Estaba frente al fregadero a lavar unos cucharones y unas ollas, cuando sentí las fuertes manos de Andrés en mi cintura y rápidamente las hizo deslizar entre mis muslos.
—¡Ooohhh!, Andrés … nooo aquí … tu padre y Carolina están en la sala de estar …
—No puedo evitarlo, madre … no puedo estar lejos de ti …
—¡Uy!, pero Andrés … estás intratable … déjame …
Andrés se apretó a mi y me hizo sentir su polla tiesa contra mis nalgas.
—Me estás volviendo loco, mamá … solo a mirarte no me basta …
Hablando apegado a mi oído, Andrés metió una de sus manos dentro de mi blusa y comenzó a masajear suavemente mi seno y pellizcar ligeramente mi pezón.
—¡Ooohhh!, Andrés … ¿Por qué me haces eso? … Sabes cuanto me caliento …
—Es por eso por lo que te lo hago, mami … para que te calientes … me gustas caliente …
Su mano había descendido y se había metido bajo mi falda, las caricias a mi labia vaginal incendiaron mi chocho, no podía ocultar lo caliente que estaba, mi panocha infiel me delataba con profusos fluidos que mi hijo pudo palpar.
—¡Oh!, madre … pero que mojada que estás …
Sin poder resistirme llevé mi mano hacia atrás y sentí la dura pija de Andrés a través de sus shorts. Sintiendo la inmensa erección de mi hijo, ya no me contuve más y metí mi mano dentro de sus pantaloncitos y le saqué su verga afuera, él levantó mi falda e hizo deslizar su pene entre mis piernas y su glande sobajeó mi coño empapado.
—¡Oooohhhh!, Andrés … no ahora … no podemos … pueden venir en cualquier momento …
—¡Pero si están pegados frente al televisor, mamá! …
Andrés plegó un poco sus piernas y empujó hacia arriba, la presión de su verga llego a tocar mi clítoris y sentí las primeras sacudidas escalofriantes de mi calentura.
—¡Hmmmm! … ¡Noooo! Andrés … ¡no! … no hagas eso …
—¡Ooohhh!, mami … deja … déjate … ¡Hmmmm! … tu también lo quieres …
Comencé a jadear y mi respiración se hizo irregular, mi calentura subió a la estratosfera, quizás por lo riesgoso y peligroso de la situación en sí, ya que mi marido o mi hija podrían entrar en cualquier momento en la cocina.
—¡Oooohhhh!, hijo … no podemos …
Pero mi cuerpo decía lo contrario y mis piernas se separaron, sentí que el retrocedió un poco, suspiré aliviada, pero extrañé su polla entre mis piernas. Justo cuando estaba por enderezarme su pija enardecida empujó entre mis labios mayores y me penetró, mis manos se aferraron fuerte al mueble del fregadero y mordí mi labio para no gritar. El pene de mi hijo estaba otra vez dentro de mí, levanté rápidamente mi mano a mi boca para acallar los gemidos.
—¡Aaaahhhh! … Andrés … ¡Por Dios! … ¡Deja de follarme! … ¡Hmmmm! … ¡Ooohhh! …
—No … no puedo …
Fue su única respuesta. Traté de resistirme, pero solo empujé mis posaderas hacia atrás para que pudiera empalarme en su verga lo más profundo posible. Se sentía increíble su pene enterrado extremadamente dentro de mí, me parecía sentirlo cerca de mi ombligo. Mi propio bebé me estaba follando con profundas embestidas largas y suaves, parecía como si lo hubiera hecho tantas veces y los jugos de mi vagina comenzaron a escurrir por mis piernas mientras su polla entraba y salía.
—¡Ummmm! … ¡Ssssiiii! … folla mi coño ... fóllame, hijo ... ¡Aaaahhhh! … ¡Hmmmm! …
—¡Umpf! … Ssiii, mami … te follaré … siempre te follaré …
Andrés me atrapó por las caderas y comenzó a follárme un poco más rápido, mi coño lo necesitaba, yo lo deseaba tanto, quería que se corriera dentro de mí. Mis respiración se hizo más agitada y sentí aproximarse mi orgasmo, repentinamente escuche el crujido del piso de madera, alguien se había alzado del sofá. Casi instantáneamente empujé a Andrés hacia atrás, él también había sentido el ruido. Su polla salió violentamente de mi y mi coño se contrajo en protesta. Fingí continuar a lavar los platos, Andrés subió sus shorts y rápidamente se sentó a la mesa de la cocina escondiendo su gigantesca erección. Solo unos segundos más tarde Carolina entró a la cocina.
—¿Necesitas ayuda, mami? …
—No, hija … ya casi termino … ve … ve a ver la tele junto a tu padre …
Trate de sonar lo menos afectada y lo más normal posible.
—¿Y tu que haces aquí? …
Preguntó Carolina a Andrés, ya que él rara vez entraba en la cocina.
—Nada … nada en especial …
—¡Uhm! … mami hay un olor raro … ¿Estás preparando algo? …
—No … posiblemente es el nuevo lavaloza, hija … lo cambié esta vez … ¿te gusta? …
—¡Ehm! … no lo sé …
Ella se miró alrededor y olisqueó el aire, luego salió disparada hacia el salón. Mi corazón latía con fuerza y apenas podía coordinar mis ideas, mi coño latía al mismo ritmo. ¡¡Oh, Dios!!, eso estuvo cerca. Mi propio hijito adorado me folló en la cocina mientras mi hija y mi marido estaban en la sala de estar. Mi calentura me había sobrepasado y el peligro me excitaba más aún. El tonto de mi marido sentado a mirar la televisión y yo con una grandiosa y joven pija enterrada en mi hermoso coño, que para colmo es la de mi hijo. Una sonrisa malévola y traviesa se dibujo en mi rostro pensando en ello. Andrés se levantó de su silla y se acercó a mí.
—¡Oh!, mami … Carolina casi nos pilla … lo siento, mami … pero me puse tan caliente …
—También yo estoy caliente contigo, hijo … pero debemos tener cuidado …
Andrés salió de la cocina y se instaló en una silla aparte a mirar la televisión, yo seguí con el lavado de algunos recipientes, pero tenía un sentido de frustración, Andrés me había follado, pero no había acabado y yo anhelaba sentir su lechita caliente llenando mi matriz. Una vez que terminé con la cocina, me fui a reunir con la familia en la sala de estar.
Carolina bostezando se retiró a dormir a su cuarto. Mi marido me dio un ligero beso en la frente y se fue a dormir. Nos quedamos Andrés y yo mirándonos expectantes, tan pronto como mi marido cerro la puerta del dormitorio, Andrés vino a sentarse a mi lado. La anodina televisión ya no era interesante para nosotros. Me recosté a medias en el apoyabrazos y él vino lentamente hasta mis brazos. Acaricie su musculosa espalda mientras sus manos desabrochaban mi blusa y hurgaba dentro de mi sujetador, hasta que logró sacar uno de mis pechos. Cuando saco el otro comenzó a acariciarlos y de vez en cuando torcía ligeramente o pellizcaba suavemente mis pezones. En voz baja le susurré:
—Te gustan los pechos de mamá, ¿verdad? …
—Sí … son tan suaves … los adoro, mami …
Con esa respuesta tomé mi pecho y lo acerqué a su boca, como cuando solía amamantarlo, no pasó un segundo y lo sentí succionarme como cuando era un bebito.
—¡Ooohhh!, hijo … ¡Chupa mi teta! … ¡Chupa el pecho de mami! …
Andrés se dedicó diligentemente a chupar alternativamente mis senos, suavemente atrapaba mis pezones entre sus dientes y volvía a succionar, yo acariciaba su espalda maternalmente y mi respiración se comenzaba a hacer agitada a medida de que mi panocha se bañaba y palpitaba en creciente excitación. Una de sus manos se fue a acariciar unos de mis muslos e inexorablemente comenzó su camino hacia la dulzura de mí sexo, de ahí a unos instantes más sus dedos acariciaban mi coño efervescente. Andrés dejó de chupar mis pezones cuando uno de sus dedos se insertó en mi cavidad vaginal, viajando suave y lentamente en el surco que formaban mis gruesos labios, no obstante, levantó mi falda para observar su propio accionar, le gustaba verme como me calentaba sintiendo las caricias que él procuraba a mi coño.
—¡Es tan agradable acariciar tu coño suavecito, mami! … se siente tan mojadito …
—Y a mi me encanta cuando lo haces, cariño … eres tú quien hace que mi coño se humedezca …
Andrés se deslizó hacia abajo en el sofá hasta que su rostro quedó entre mis piernas, lentamente acaricio y beso mis muslos. Luego bajó su boca a mi panocha. Respiré hondo y emití un chillido cuando su lengua juvenil apartó mi labia y jugó con mi sensible clítoris.
—¡Ooohhh! … ¡Mi Dios! … ¡Qué rico como me lames, tesoro! … ¡Chúpame la concha, amor! … ¡Chupa mi panochita, cariño! ...
Descubrí que hablar un poco sucio con mi hijo solo contribuía a mi excitación, se sentía más prohibida y pervertida nuestra sesión de amor. Tan perverso como follar con tu hijo mientras el resto de la familia duerme. La excitación de estar viendo a mi hijo entre mis piernas a chupar mi sexo me produjo unos electrizantes escalofríos, mi cuerpo se tensó. Por el entusiasmo con que lamía mi coño, era evidente que a él también le gustaba mucho lamer mí coño materno. Recogía con su lengua los fluidos evacuados por mi chocho. Vi estrellitas cuando dos de sus dedos se insertaron en mi panocha y su lengua no cesaba de atacar mi túrgido clítoris, mi coño se contrajo tratando de capturar a esos dos dedos invasores incrustados profundamente dentro de mí.
Al cabo de un rato eran tres los dedos que entraban y salían de mi sexo, después continuó a lamerme. Los gemidos se atragantaban en mi boca, pero hice de todo para sofocarlos y ocultarlos. Mi cuerpo se tensaba entero a la espera de un orgasmo liberatorio.
—¡Hmmmm!, querido … me encanta como lames y frotas mi panocha … el coño de mami es tuyo, cariño … ¡Cómetelo! …
Andrés me escucho decir esto y apresuró sus movimientos y entonces la habitación estalló en mil colores y mi mente se fue a divagar por senderos caleidoscópicos, mi cuerpo se estremecía y aferré los cabellos de mi hijo para que no se alejara ni un milímetro de mi coño. Corcoveé como una gacela tratando de escapar de su depredador, cuando mi clítoris no pudo seguir soportando la dulce tortura de la boca y lengua de mi hijo.
—¡Aaarrrggghhh! … ¡Mmmmm! … ¡Ummmm! … ¡Ohhhh! … ¡Aaahhh! … ¡Noooo! …
Mi orgasmo fue explosivo, mis senos tiritaban y los pezones parecían querer reventarse. Los músculos de mi coño se cerraron fuertemente alrededor de los dedos de Andrés y tomé su mano y la follé como si de eso dependiera mi via. Él sacó los dedos suavemente de mi panocha y los llevó a su boca, esto me provocó otra serie de mini orgasmos, era muy excitante para mi ver a mi macho beber mi fluidos vaginales, algo sucedió en mi cabeza que me sentí encendida otra vez. Era como si el placer fuera infinito.
—¡Hmmmm! … ¡Qué bien que me hiciste eso, hijo! …
—¡Te gustó? …
—Por supuesto … fue realmente maravilloso, bebé …
—Es por qué me gusta lamer tu coño, mami … sabe tan rico y jugoso …
—¡Ah!, ¿Sí? … pero hay una cosa que me gusta mucho más, tesoro …
—¿Qué, mami? …
—¡Chupar tu pija, bebé! … ¡Tienes que darme tu verga para chupártela! … ¡Vamos! … ¡Déjame chuparla! … ¡Desnúdate y dame tu polla, tesoro! …
Andrés obedeció inmediatamente y yo también termine de desnudarme, ahora estábamos sentados en el sofá los dos completamente desnudos, nos besamos y acariciamos por largo rato. Nos olvidamos de que en casa también estaba mi marido y Carolina, ya nada nos importaba el mundo era solo él y yo. Mis manos se cerraron en torno a su pija que otra vez estaba durísima, me provocó tenerla en mis manos de nuevo, palpitaba y vibraba haciendo que mi corazón se estremeciera haciéndome sentir terriblemente excitada.
—¡Oooohhhh!, mami … se sienten ricas tus manos …
—¿Te gusta cuando mamá pajea tu polla, bebé? …
—¡Sí! … ¡Sigue! …
—¿Y no te gustaría más si te la chupo, cariño? …
Le dije succionando su cabezota enorme con mis labios y metiendo mi lengua en el orificio de su glande.
—¡Ooohhh!, mami … Sí … ¡Chúpamela, mami! … Sí, mami … ¡Chupa mi verga! …
Caí de rodillas frente a mi hijo y tire de su pija ardorosa un par de veces y luego comencé a devorarlo, cerré mi boca y lo succioné hasta que se me hundieron las mejillas de tanto chupar. Su verga se deslizaba y de tanto en tanto me provocaba un poco de tos, pero no aflojé, sentía su grueso glande aprisionado entre mis labios y esto hizo que mi panocha ardiera en llamas y comenzaran a gotear fluidos calientes que descendían por mis muslos. Levanté mi mirada y vi que mi hijo tenía su cabeza hacia atrás y gozaba de mi mamada, lo que me hizo enardecer y chupe con más vigor, haciéndolo llegar hasta el fondo de mi garganta, mi mano se movía haciendo subir y bajar su prepucio aterciopelado.
—¡Hmmmm! … que hermosa pija que tienes, hijo … me vuelvo loca chupándotela …
—Mami … si continuas así me voy a correr …
—Pues eso es lo que quiero, bebé … dámela toda tu lechita … dámela, tesoro … ¡Córrete en la boca de mamá! …
Así diciendo lo pajeé aún con más vigor, muy pronto sus piernas se entiesaron y su pelvis follo mi boca con fuertes embestidas
—¡Sí, mami! … ahora … ¡Urgh! … ¡Umpf! … ¡Umpf! … ¡Umpf! … ¡Me corro! … Ooohhh! …
Nunca deje de mirarlo como se retorcía y su rostro hacía extrañas muecas de dolor y de placer, su chorros bañaron mis papilas gustativas y sentí el exquisito semen de mi hijo llenando mi boca. Andrés agarró mi cabeza y me folló la boca rociando su semen profundamente en mi faringe. Su pija latía y su cremoso semen venía engullido gustosamente por mí, el semen de mi hijo era solamente para mí. Celosamente conservé un poco de ese preciado néctar en mi boca, luego la abrí ante sus ojos y terminé de tragarme todo. Después ordeñé unas pocas gotas de su lechita sobre mis tetas, las esparcí frotando mis pezones y coloqué su verga aún palpitante entre mis senos., hasta que la última gota de su esencia masculina se derramó sobre mi nacarada piel.
—¡Mmmmm! … al parecer te gusta mucho que mami te chupe la pija, ¿verdad? …
—¡Ooohhh! … absolutamente maravilloso, mami … me haces tan feliz …
Levanté sus piernas y lamí su ano, luego sus cojones uno a uno los eché a mi boca, continué a lamer su verga para dejarla completamente limpia. Después me acosté a su lado y lo abracé, nos acariciamos y besamos apasionadamente hasta que sentí una vez más la dureza de su pene contra mi vientre, estaba caliente y latía.
—¡Uy!, bebé … parece que no has tenido suficiente, ¿eh? …
—¡Uhm! … quiero follarte, mamá …
—Yo también … me muero de ganas por sentir tu polla en mi coño …
—Hagámoslo, mami … déjame que te folle un ratico …
—¿Estás caliente por mí, bebé? … Mami has estado cachonda por ti hace mucho tiempo …
Me giré para que él estuviera acostado en el sofá debajo de mí, lentamente me levanté y con las rodillas a sus costados, lo monté a horcajadas, su dura polla palpitaba y sobrepasaba mi ombligo hacia arriba, me hice hacia adelante y su pija se deslizó suavemente entre los labios de mi coño, con delicados movimientos hacia atrás y hacia adelante fui presentando el ojete de mi vagina contra el enorme glande de su pija. Mi panocha estaba tan bañada que su pene se deslizó con cierta facilidad dentro de mí.
—¡Oooohhhh! … ¡Qué maravilla! … ¡Hmmmm! …
Con el peso de mi cuerpo me fui empalando en su ariete de carne lentamente, cuando su glande entró en mi estrecho anillo vaginal, me hundí de un solo golpe hasta que sus cojones tocaron mis glúteos.
—¡Aaarrrggghhh! … ¡Ummmm! … ¡Ummmm! … ¡Aaaahhhh! …
Me senté en su regazo con su pija perdida profundamente en mi coño. Me quede quietecita como para no romper el hechizo y el encanto del momento. Por tercera vez la verga de mi hijo penetraba mi coño, la sensación de tener su entera pija dentro de mí era abrumadora.
—¡Aaaahhhh!, bebé … ¿te gusta mi coño? … ¿Te gusta el coño de mamá? …
—¡Oh!, sí … tanto … fóllame, mami … folla mi verga …
Lentamente comencé a cabalgar mi semental, era indescriptible lo que su pija me hacía sentir, jamás nada me había llenado así tanto y el hecho de que fuera la verga de mi niño lo hacía aún más emocionante, sobrepasada por la lujuria comencé a moverme cada vez más rápido, casi saltando sobre su pija y dejándome caer para sentirla que penetraba hasta mi vientre. Me eché sobre sus pectorales para no desmayarme y subí y baje mi culo enterrándome su pija a toda velocidad, mi coño abrasador lo envolvía por entero y lo devoraba sin descanso.
—¡Aaaahhhh! … ¡Aaaahhhh! … llenas el coño de mami … es tan hermoso … ¡Aaaahhhh!
Sentí que me aprisionaba en sus brazos y comenzaba a follarme como un poseído, estaba destrozando mis coño con su fuerza y sus embistes, pero se sentía tan perversamente caliente que no me importaba, solo quería que me follara lo más fuerte posible … y me corrí con su abrazo del oso. Mi cuerpo se electrificó y se estremeció en infinitas ondas orgásmicas de un placer inacabable.
—¡Aaaahhhh! … ¡Aaaahhhh! … ¡Ssssiiii! … ¡Ssiii! … ¡Aaaahhhh! …
Grité como una loca y no me importó si alguien me escuchaba. Los chorros de esperma de mi hijo descargándose en lo profundo de mi coño me transportaban una y otra vez al paraíso. El semen fértil de mi bebé rociaba toda mi matriz y yo ordeñé cada gota.
Mientras los poderosos músculos de mi coño exprimían el manjar divino directamente de la fuente, me levanté y vi una sombra en el marco de la puerta. Cuando por fin logré enfocar la figura, era Carolina, mi hija que me miraba desde allí con los ojos desorbitados, la vi darse vuelta velozmente y desaparecer por el pasillo hacia su cuarto. ¿Cuánto había visto u oído realmente?, no lo sé. Seguramente no pudo ver a Andrés porque estaba acostado sobre el sofá, fuera de su campo visivo, bien podría haber pensado que era su padre. Aún sentía las potentes palpitaciones de la verga de Andrés en mi coño cuando ella desapareció en la obscuridad. No quise decir nada y esperar que nada sucediese.
Disfruté de la enorme verga que llenaba mi coño en silencio, pensaba en Carolina. La idea de que me hubiera sorprendido follando con Andrés no me asustaba, por el contrario no quería alzarme y sentir el vacío que ocupaba la gigantesca polla de mi hijo llenado mi coño con su esperma. Me hacía sentir más caliente aún. No me desesperé ni me preocupé, ¿se lo diría a Alberto?, ¡uhm! …
Me quedé exhausta sobre los pectorales de mi Andrés, cansada y cachonda por lo prohibido que acabábamos de hacer, la polla de él todavía profundamente dentro de mi mientras acariciaba mi espalda con amoroso cuidado.
—Eres una madre maravillosa …
—Soy así solo contigo … ¡Dios!, que esplendida pija que tienes …
—Y el tuyo es un coño encantador …
—Hijo se ha hecho tarde … es hora de que nos vayamos a la cama …
—Sí, mamá … estoy cansado también yo …
—Y recuerda que podrás hacerme el amor todas las veces que quieras … sin que nos vean …
—Te amo, mamá … eres la mejor mamá del mundo …
Andrés y yo entramos al baño para refrescarnos un poco antes de ir a la cama, no pude evitar de magrear una última vez su pija y chupársela por si salía alguna gota más, luego nos dimos un beso de buenas noches y nos fuimos cada uno a su dormitorio.
Mi corazón latía con fuerza cuando me deslicé en la cama junto a mi marido, lo hice con el mayor cuidado posible para no despertarlo. Me sentía con olor al semen de Andrés y no quería que el sintiera mi olor a sexo fresco. Afortunadamente el permaneció inmóvil y relajado, finalmente me arropé y me quedé dormida.
Por la mañana desperté sola en la cama, era sábado y no tenía intenciones de levantarme temprano, pero igual lo hice y me di cuenta de que tan temprano no era. Me puse solo un kimono dorado y salí. Al parecer solo Andrés estaba en casa, lo vi frente a su computadora con los audífonos puestos, así que no se había percatado de mi presencia. No quise disturbarlo y seguí hacia la cocina, necesitaba una taza de café energizante, en la cafetera encontré preparada justo una pizca de café que llenó media taza, para mí era suficiente, lo calenté un poco en el microonda, cuando sentí dos manos deslizarse por mis costados, reaccioné un poco asustada.
—Buenos días, mamá … —Susurró Andrés en mi oído apretándome contra su pija.
—Buenos días, bebé … ¿Dónde están todos? … —Pregunté moviendo mi culo sobre su pija tiesa.
—Papá se llevó a Carolina al gimnasio … se iba a quedar hasta que ella terminara …
—¿Y cuando es que se fueron? … —Pregunté expectante.
—Hace como unas dos horas …
—¡Uy!, entonces están por volver en cualquier momento … cariño, no podemos correr riesgos …
Las manos de Andrés ya habían encontrado su ruta dentro de mi kimono y aferraba mis rígidos pezones, a sabiendas de que eso me calentaba sobremanera, mis rodillas se debilitaron por completo y más aún cuando sentí sus besos y su lengua en mi cuello, empujé mi trasero hacia atrás contra la dura pija de mi hijo.
—Déjame, mami … todavía hay un poco de tiempo …
—¡Oh!, Andrés … tu sabes … deja de acariciar mis pechos que me pones tan caliente … y no podemos hacer nada …
—Siente como la tengo de dura … siéntelo … es por ti, mami …
Obnubilada por la lujuria que él me hacía sentir, mi mano se metió dentro de sus calzoncillos y aferré su asta caliente. Se sentía tan grande y cálido que mi mano automáticamente comenzó a sacudirlo, en el preciso momento que mis dedos envolvieron su pene, todo sentimiento de preocupación se borró de mi mente, lo quería en mi ahora. Empujé su pene entre mis nalgas para que se deslizara desde atrás en mi canal vaginal. Me conmocionó sentir su glande separando mis labios mayores, un escalofrió recorrió mi cuerpo, mi coño estaba listo para él. En un plañido de vos le dije:
—¡Oh, Dios! … ¿Por qué me haces sentir tan caliente? … ¡Tómame! … ¡Folla el coño de mamá! …
Andrés obedeció mi deseo, inmediatamente apunto a mis labios menores y empujó dentro de mí coño anhelante, puso un brazo bajo mis tetas y una mano en mi cadera. Cada vez que pellizcaba mi pezón, mi coño se contraía apretando su verga dura y él me follaba como un verdadero semental, no pude evitar de chillar y gemir cada vez que su polla tocaba mi matriz. Él aceleró y me folló cada vez con más fuerza, tanto que me levantó y quede con mis pies en el aire empalada en su verga que se hundía sin piedad en mis entrañas.
—¡Oooohhhh! … Andrés … fóllame fuerte … córrete dentro el coño de mamá …
Andrés gimió en voz alta y me folló aún más fuerte cuando se lo pedí, mi cuerpo saltaba y corcoveaba sin control con mis piernas que subían y bajaban sin un punto de apoyo, solo la verga de mi hijo profundamente enterrada en mí y su brazo sosteniéndome por el vientre, mis tetas bailaban descontroladas.
—¡Oh, mami! … me corro …
—¡Oooohhhh! … yo también … no te detengas … lléname con tu semen … dáselo todo a mamá …
Su cuerpo se puso rígido y comenzó a vaciar sus cojones en mi coño, miré por la ventana y vi el auto de familia entrando por el camino de entrada a la casa, todavía me estremecía con mi orgasmo cuando empujé a mi hijo y su polla resbaló fuera de mi coño.
—Apresúrate que ya vienen …
Andrés ni siquiera escondió su pija y salió corriendo a su habitación cuando vio a su padre y su hermana descendiendo del auto. Yo atiné a ordenar un poco mis cabellos y a amarrar la faja de mi kimono a mi cintura. Apenas di dos pasos en la sala de estar cuando Carolina entró por la puerta principal, rápidamente dijo Hola, pero me miró extrañamente, volví a la cocina, mis mejillas todavía estaban calientes por las secuelas de mi orgasmo, el semen de mi hijo escurría por mis muslos y vi cuando una gota grande cayó entre mis pies. Apresuradamente me senté para que no siguiera cayendo nada, Carolina se fue al lavabo y se sirvió un vaso de agua fría, luego se giró a mirarme.
—¿Cómo estás madre? …
Preguntó escudriñándome con su mirada.
—¡Ehm! … bien …
—Parece cómo si hubieras corrido una maratón …
—¡Oh!, no es nada … un poco de bochorno … me siento agitada …
—Pues si no te sientes bien es mejor que vuelvas a la cama …
Apenas salió de la cocina agarré una toalla de papel y limpie la mancha de semen y también sequé un poco mí coño antes de que entrara mi marido. Alberto entró, me saludó casi sin mirarme y salió al garaje.
La jornada transcurrió sin mayores sobresaltos. Cenamos temprano todos juntos, luego tanto Andrés como Carolina se fueron a visitar sus amigos. Mi esposo se acostó inusualmente temprano y yo me senté a mirar la televisión mientras esperaba el regreso de mis hijos como siempre hacía. Andrés fue el primero en llegar, se sentó a mi lado, nos besamos y acariciamos un poco, pero el incidente de la mañana nos había hecho entender de que era demasiado riesgoso hacer cualquier cosa cuando ellos estuvieran en casa. Finalmente, Andrés se fue a la cama, mis bragas estaban totalmente mojadas después del peting. Cuando llegó la medianoche comencé a preocuparme, Carolina nunca se había retrasado y jamás sin avisar. Como a la una y media sonó el teléfono, preocupada fui a atender, era Javier, el novio de Carolina, me dijo que ella no sentía nada de bien y que la fuera a buscar. Rápidamente salté al auto y me fui a la dirección que me proporcionó Javier. Cuando llegue preocupada por ella, me encontré a mi hija medio borracha. Habían asistido a una fiesta con su novio y ella había bebido algún licor fuerte, no se había sentido bien, había vomitado y estaba agotada, gracias a Dios se había comenzado a sentir mejor mientras yo llegaba. Estaba bastante avergonzada cuando la acompañe al auto. Nos sentamos en completo silencio mientras conducía a casa. Controlé mi enojo y más que nada sentí lastima de verla tan vulnerable. Yo sabía que algo de esto iba a suceder tarde o temprano, pero más me lo esperaba de Andrés y no de ella. Apenas llegamos a casa la hice ir a darse un baño, sus pasos se habían hecho más estables así que la dejé ir sola. Salió del baño envuelta en una toalla, yo me las había arreglado para colocarme una bata y me senté a beber un vaso de vino frente a la Tv, Carolina me miro con sus ojos beodos y tristes.
—Mami, lo siento … no debería haber bebido …
Dijo Carolina con voz quebrada y los ojos brillantes.
—Está bien, cariño … no ha sucedido nada …
—¿Estás enojada conmigo? …
—No, amor … no estoy enojada contigo … espero que hayas aprendido la lección …
Carolina se relajó cuando notó que no estaba enojada con ella, su forma de hablar era bastante divertida porque arrastraba las palabras y se equivocaba a pronunciarlas, es decir, estaba todavía bastante borracha, pero se notaba una apertura hacia mí y su lenguaje era menos formal.
Nos sentamos un rato a charlar de todo un poco, eventualmente hablamos de sexo y de chicos. Estaba muy interesada en como tener sexo, ya que hasta ahora no tenía ninguna experiencia directa, se conservaba virgen.
—Mami, ¿Te masturbas? …
—Sí … yo creo que todas las mujeres lo hacemos …
—¿Y lo haces seguido? …
—Depende mucho de mi estado de animo … a veces lo hago más a menudo que otras … Y tú, ¿te masturbas? …
Ahora yo iba por el tercer vaso de vino y me sentía un poco afectada por el alcohol, al mismo tiempo me gustaba hablar de intimidades con mi hija, sentía curiosidad por su vida sexual.
—Sí … y a veces varias veces durante el día … ¿Y con papá? … ¿Haces el amor frecuentemente con él? …
No me sorprendió mucho su pregunta y me sentí libre de responder honestamente.
—No … desafortunadamente no … hace semanas que no tengo sexo con él …
—¡Oh! … que pena … pensé que era diferente … ¿El sexo es aburrido? …
—No … no es aburrido … pero si lo haces con quien estás bien … entonces es maravilloso …
Nos quedamos en silencio y yo pensaba a Andrés. Miré a Carolina y vi que su mirada era confusa y parecía estar pensando algo a pesar de sentirse todavía borracha. Finalmente rompió el silencio mirándome en modo severo.
—Pero … no entiendo … sí tu y papá no están teniendo sexo … ¿con quien estabas haciendo el amor ayer en el sofá? …
Me senté en silencio y no sabía que decir, me ruborice y mis latidos se hicieron más rápidos. ¡¡Que boba!! ¿¿Cómo fui a caer tan fácilmente?? ¿¿Qué voy a decir ahora?? ¿¿Qué voy a hacer ahora??
—¡Mamá! … ¿A quien estabas follando en el sofá? … —Preguntó Carolina de nuevo.
—Por favor, Carolina … no puedes decir nada a papá …
—Entonces … dime … ¿Quién? … ¿Con quien lo hacías? …
—¡Baja la voz! … ¡Por Dios! … No es necesario que hables tan fuerte …
—¡Oh!, pero me lo tienes que decir … ¿Quién era? … Habla ya …
—¡Ay!, hija …
—Nada … respóndeme … ¿Quién es? …
—Está bien … prométeme que no lo dirás a nadie …
—No sé … tal vez … pero dime …
—Tienes que prometerlo, Carolina …
Sentí que el pánico se apoderaba de mí y comenzaba a extenderse, mis lagrimas estaban a punto de comenzar, Carolina tenía una mirada entre malévola y divertida, de repente se detuvo estupefacta.
—¡Oh! … ¡Dios mío!, madre … creo saber quien es …
—No … no sabes nada … déjame explicarte …
—Mami … estás follando con Andrés … lo haces con tu propio hijo …
Ante estas palabras irrefutables escondí mi cara entre mis manos y suspiré pesadamente. Todo estaba terminado, mi mundo se desmoronaba en pedacitos …
(Continuara …)
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