Mis bebitos. - Parte III.

por
género
incesto

Era lunes, mis hijos habían pasado el fin de semana con su padre. Yo había estado fuera la mayor parte del día por razones de trabajo. Sabía que mis hijos estarían en casa esperando ansiosamente que yo llegara. Tengo que admitir que yo también deseaba volver pronto donde ellos para tener sus pollas en mis manos y jugar con ellas.

Mi hija Tatiana se había quedado en casa de una de sus amigas por la noche. Me detuve un instante en el ingreso. Había bebido algunas copas con mis clientes, me sentía ligeramente mareada. Lo único que deseaba era poder ver sus bonitas y duras pollas. Sentir en mis dedos el chorreo del semen caliente. Me detuve un poco al ingreso y luego entré por la puerta principal. Los llamé a alta voz:
—¡Mauro, Antonio! … ¿Están en casa, chicos? …
—Sí, mami … aquí …
La voz provenía desde mi oficina y me extrañé. La sala de mi oficina está en el costado frontal del la casa, tiene amplias ventanas y muy iluminada, solía ser la sala de estar justo al costado de las escaleras que llevaban al segundo piso, la puerta estaba casi cerrada. Mis hijos sabían que no debían estar allí, es mi lugar de trabajo y donde a veces recibo clientes, pero como no vendría nadie no me importó demasiado.

Abrí la puerta y me encontré con Mauro sentado en mi sillón, estaba totalmente desnudo y con una erección de padre y señor mío ¡enorme! Me paré en la puerta a observarlo, estaba sorprendida y excitada. Yo estaba vestida en modo formal, mi traje de negocios, una falda moldeando mi cuerpo, blusa blanca sin sujetador, una chaqueta corta, medias negras sujetas con un liguero del mismo color y tacones altos. La mano de Mauro acariciaba su pija y habló:
—¡Guau, mami! … te ves estupenda … jodidamente calentorra … podría correrme ahorita mismo …
Entré mirando su lechita que comenzaba a chorrear de su pija, me di cuenta de que Antonio no estaba por ningún lado, deposité mi bolso en uno de los sillones y me quité la chaqueta.
—¿Dónde está tú hermano? …
Mauro se puso de pie, tenía una sonrisa maliciosa y lasciva en su rostro, se puso frente a mi sin dejar de acariciar su polla que me tenía realmente embelesada. De repente Antonio saltó de detrás de la puerta; agarró mis brazos y tiró de ellos detrás de mi espalda en forma enérgica, pero no lo suficientemente para lastimarme.
—¿Qué … qué me están haciendo, chicos? … ¡Suéltame, Antonio! … ¿Por qué me agarras así? …
Dije luchando con cierta vehemencia, pero mi hijo no me soltó. Lo vi que estaba desnudo y con la polla dura igual que su hermano mayor. Mauro seguía acercándose a mí manteniendo su pene con una mano:
—Mami … eres realmente hermosa y una buena madre …
Sus ojos miraban directamente a mis pechos, estaban cargado de lujuria. Antonio desde atrás se acercó a mi oído y corroboró los dichos de su hermano:
—Sí, mami … eres realmente hermosa y nos gusta verte totalmente desnuda …
Mi hijo chico me mantenía apresada con fuerza, pero se inclinó a besar mi cuello con besos lujuriosos, pasando su lengua por mi piel, me hizo sentir cosas ricas, pude sentir su dura polla en mi trasero. Mauro también se abalanzó sobre mí y también beso mi cuello y luego mi escote, deje escapar un gemido placentero y le sonreí a Mauro:
—¡Oh, chicos! … si querían besarme … podrían solo habérmelo pedido …
Mauro se lamió los labios ardorosos y dijo en una voz muy masculina y autoritaria:
—Vamos a hacer mucho más que besarte, mamá … nos has estado molestando … nos has vuelto locos durante una semana … estamos cansados de eso … queremos más … y hoy lo obtendremos …
Entré un poco en pánico, pero mi hijo menor me susurró al oído:
—No te preocupes, mamita … no vamos a hacerte daño … solo vamos a jugar un poco …
Mauro con su mano libre comenzó a desabotonar mi blusa y la abrió hacia los costados, dejando mis palpitantes tetas 34C totalmente expuestas.
—¡Oh, mamá! … tus tetas son tan grandes … se ven tan bien cuando nos estás chupando nuestras vergas como una buena madre cachonda …
Entonces sus dos manos se posaron sobre mis senos y comenzó a magrearlas, acariciarlas, apretarlas y sobajearlas.
—¡Demonios!, mamá … Puedo sentir tus pezones como se endurecen y crecen en tus exquisitas tetas …
Antonio me soltó los brazos y se vino delante:
—¡Déjame jugar con una de las increíbles tetas de mamá! …
Ahora tenía a mis dos hijos toqueteando, acariciando, masajeando y apretando mis tetas, se divertían a jugar con mis pezones, retorcerlos y pellizcarlos. Deje escapar varios gemidos de placer y lujuriosamente me mordí mi labio inferior apretando mis muslos por la calentura, mi coño era una verdadera vertiente de fluidos candentes.
—¡Chicos! … ¡Uhm! … ¡Err! … les dije de no tocarme … ¡Uhmmmm! … ¡Ay! … ¡Hmm! … a menos … a menos … que yo dijera … ¡Uhmmm! … ¡Ay, Mauro! … ¡No me muerdas! … ¡Ummmm! … ¡Ooohhh! … ¡Ay, Antonio! … ¡Esos dientes! … ¡Ay! … ¡Uhmmmm! …
Me mordí mi labio inferior con mi coño contrayéndose de placer y lujuria, siempre había fantaseado con ser violada, pero ¡¡En mi oficina!! ¡¡Por mis hijos!! ¡¡Qué locura!! Antonio otra vez se acercó a mi oído:
—¡Lo quieres, mami! … ¡No digas que no! … ¡Lo has estado pidiendo a gritos! …
No dije nada. Tenía que admitirlo. Estaba disfrutando que ellos me tocaran así, me excitaba terriblemente y lo encontraba jodidamente pervertido. Mauro se detuvo e interpeló a su hermano:
—¡Antonio! … no puedo disfrutar de las tetas de mamá con toda esa ropa encima … ¿Qué te parece si la desnudamos toda enterita? …
—¡Oh, sí! … quiero verla como cuando estaba en la piscina … solo con sus calzoncitos …
—¡Pero qué calzoncitos ni que ocho cuartos! … tenemos que desnudarla por completo …
—Bueno … entonces yo la sujeto y tú le quitas la ropa … ¿de acuerdo? …
—¡Vale! … ¡Vamos! … ¡Sujétala firme! …
Mauro desabotonó los puños de mi blusa y la hizo descender por mis hombros, me retorcí un poco, pero Antonio no me iba a soltar. Realmente me excitaba la forma en que Mauro me desnudaba y me comía con sus ojos, y su verga majestuosa dura como palo que me hacía tiritar cuando rozaba mi piel candente. Luego desabrochó mi broche de la falda e hizo correr rápidamente la cremallera hacia abajo, ¡Uy! si parecía un experto mí bebito, no me gusto mucho cuando mi falda y mi pulcra blusa blanca fueron pateadas a un lado, pero ahí me encontraba vestida solo con mis medias de seda negras, mi tanga y mi liguero negro.
—¡Mira Antonio! … ¡Qué cachonda se ve nuestra madre así! …
Queriendo sorprenderlos les dije:
—¿Me parezco a la mujer de la revista? …
El más pequeño sin soltar mis brazos respondió automáticamente.
—¡Sí! …
Pero Mauro le dio una mirada asesina, así que se corrigió de inmediato:
—¡Err! … ¡No! … ¡Ni tantito! …
Mauro después de haber pateado mis vestidos se vino derechito a mis senos.
—Mira que bellas tetas tiene nuestra madre … mira sus pezones paraditos, largos y duros …
Cada uno agarró una de mis tetas, sobajeando y tirando de mis pezones. Mí mano alcanzó la pija de Antonio, estaba dura como el granito y babeaba semen como jamás había visto en hombre alguno. Seguí gimiendo y mordiéndome los labios para no gritar de placer, improvisamente Mauro soltó mi teta:
—¡A la mierda con los masajes! … ella quiere algo más … ¡deja su teta! … ¡tengo una idea mejor! … ¡mantenla firme y que no se nos escape! …
Se botó sobre mi y comenzó a devorar mis pechos como si en ello se le fuera la vida, saltaba de un seno al otro, me lamía, me mordía, me pellizcaba y no dejaba de succionar mis pezones una y otra vez. Su lengua parecía la de una serpiente, salía vibrando de su boca y atacaba mis tetas que parecían haber crecido y se habían puesto más duras, arqueé mi espalda de placer, pero no debía demostrarlo ante ellos, así que dije jadeando:
—¡Uhmmmm, Ssiii! … ¡Err, no! … ¿Qué cosas me haces? … ¡Ummmm! … ¡Ooohhh! … ¡No, Mauro! … ¿Acaso no sabes que estas chupando las tetas a tu madre? … ¡Detente! … ¡Ummmm! …
El muy descarado me ignoró totalmente con su cabeza enterrada entre mis pechos que se bamboleaban firmes y libres ante sus caricias, más encima, Antonio comenzó a azuzarlo aún más:
—¡Sí, hermano! … ¡Chupa esas hermosas tetas de mamá! … ¡Está gimiendo! … ¡A ella le gusta que chupen sus tetas bien chupadas! … ¡Mira como se contorsiona y chilla! … ¡Esta Raquel es una puta caliente como ninguna! …
Casi me corro cuando mi hijo me llamó por mi nombre y me dijo lo puta que soy. No iba a poder resistir mucho si estos dos continuaban dándome este inmenso placer. Traté de apartar mi mirada de la boca y la lengua de Mauro que devoraba mis senos incansablemente. Pero Antonio se dio cuenta y tomando mi cabeza, la levantó y me obligo a mirar a su hermano chupando y magreando mis grandes tetas:
—¡Míralo, mami! … ¡Es tu hijo mayor! … ¡Mira como le gustan tus tetas! … ¡Eso es lo que querías, no lo puedes negar! … ¡Eres una mamá cachonda! … ¡Esto te sucede porque nos molestas y calientas! … ¡Somos tus hijos y estamos calientes por ti, mami! …
Mauro siguió mirándome a los ojos mientras se movía de un seno al otro, hacía tiritar su lengua sobre mis pezones enviando olas y olas de placer arriba y debajo de mi cuerpo. Podía ver la lujuria y el goce reflejados en mis ojos y mi rostro. Mi coño estaba completamente empapado de miel jugosa, hirviente y dulce.

Me retorcía como una poseída, una parte de mí queriendo escapar y mi otra mitad queriéndose arrodillar ante mis hijos y esta vez les chuparía hasta el culo en agradecimiento por lo que me estaban haciendo sentir, un placer indescriptible, inmenso. Pero no debía demostrarlo:
—¡Oh, chicos! … ¡Por favor! … ¡Oh, Dios! … ¡Ummmm! … ¡Se siente bien! … ¡Pe-pero, hay que parar! … ¡Aaahhh! … soy … soy vuestra madre … ¡Umpf, Mauro! … ¡Por Dios! … ¡Hmmmm! …
Repentinamente Mauro se detuvo y miró a su hermano, por un instante pesé que se detendrían, pero me equivoqué:
—¡Antonio! … ¿Qué piensas? … ¿Debería dejar de lamer y chupar este hermoso par de tetas de mamá? …
La respuesta de mi hijo menor no se hizo esperar.
—¡Pero mira cómo se mueve! … ¡Demonios! … ¡Sigue adelante! … ¡Chúpale las tetas hasta cuando llegues a su corazón! … ¡A mami le gusta! … ¡Le gusta que le chupen todo! …
Mauro me miró sediento de lujuria, acarició mi vientre y se fijó en mi coño.
—¡Diablos! … ¡Mira lo empapado que está este coño! … ¡Está toda mojada entre sus muslos! … ¡Mami está chorreando de caliente! …
—¡Pues entonces mámale su coño chorreado! …
Fue la sucinta respuesta de mi hijo menor. Cada uno de ellos se apoderó de una de mis piernas y ya no había modo de que pudiera juntarlas. Mauro enterró su cara en mi entrepierna y comenzó a lamer mi coño mojado como si se tratara de un cono de helado, con largas lengüeteadas. Luego se fue sobre mí clítoris. No pude contener un chillido de placer:
—¡Ummmm! … ¡Ooohhh, Mauro! …
Mi hijo menor me susurró al oído:
—Has estado lamiendo y chupando nuestras pijas por meses … solo queremos hacer contigo lo mismo que tu haz hecho con nosotros … vamos a chupar y lamer tu coño sabrosón … y también ese bonito clítoris paradito que tienes, mamita …
Nunca tuve un hombre que lamiera y chupara mi coño vorazmente como lo estaba haciendo mi hijo mayor. Su lengua estaba entre mis labios, en la parte superior, luego cerca de mi culo, después se echaba un labio gordo y jugoso a su boca y los chupaba y lamía, después era el turno del otro y, después afondaba su lengua profundamente en mi chocho que comenzaba a tiritar de placer.

Podía escuchar las chupeteadas y como tragaba y tragaba mis tibios fluidos, entonces Antonio le preguntó:
—Mauro … ¿cómo sabe el coño de mamá? …
—¡Ahhh! … ¡Es delicioso! … ¡De primera! … ¡Esto debería estar incluido en la dieta de todo niño! … ¡Todo bebé debería beneficiarse de este manjar bendecido! … ¡Es una sopa nutritiva! …
Me dio un poco risa las apreciaciones de mi hijo mayor, pero no pude contener mis gemidos, mi lujuria me dominaba completamente, pero aún así me daba cuenta de que debía protestar, yo sabía que esto es lo que ellos esperaban de mí, a ellos les gustaba someterme y a mí también:
—¡Oh, Mauro! … ¡Te suplico! … ¡No lamas más mi coño! … ¡Soy tú mamá! … ¿Imaginas si alguien nos viera? …
Me mordí de nuevo mi labio inferior mirando el rostro de mi hijo entre mis muslos. Realmente yo esperaba que no se detuviera jamás. Antonio extendió su mano y comenzó a jugar con mis senos protuberantes, lo miré con una cara de caliente y él me dijo:
—¡Cállate, Raquel! … ¡No eres más que una mamá caliente y estás disfrutando de lo que te estamos haciendo! …
Y él tenía razón, así que enmudecí por un rato. Mí hijo Mauro en tanto, colocó sus manos en mis piernas, usando sus pulgares, los colocó sobre mis labios enrojecidos e hinchados e hizo presión para abrir mi chocho de par en par; a continuación, metió su lengua en lo profundo de mi vagina, pegué un respingo y un chillido empujando mis caderas contra su rostro, pataleando con mis piernas en el aire.
—¡Ooooffff! … ¡Ummmm! … ¡Aaahhh! … ¡Aahh! … ¡Dios, Mauro! … ¡Hijo! … ¡Lámeme! … ¡Lámeme toda! … ¡Umpf! … ¡Umpf! … ¡Por favor no te detengas! …
Mauro siguió fielmente su tarea. Él lamio y chupó mi endurecido clítoris, su lengua sondeó lo profundo de mi chocho haciéndome gemir intensamente. Mientras mi hijo menor jugaba y toqueteaba mis senos, pinchándolos, amasándolos, sobajeándolos y tirándolos como chicle, mis pezones se alargaban y se encogían entre sus hábiles dedos. Fue entonces cuando comencé a sentir mi orgasmo, apreté mis muslos alrededor de la cara de Mauro y empujé mi coño contra su boca, tratando de ser penetrada profundamente por su lengua que se estiraba y enrollaba como una serpentina. Antonio grito:
—¡Mauro! … ¡Mamá se va a correr! … ¡Oh! … ¡Cómo me gustaría follarla justo así! …
Gemí y siseé desesperada de un placer que nunca había sentido. Mis jadeos y gemidos eran fuertes, al mismo tiempo con la presión de mi vulva a mil, se me escaparon unos jugos de goce que jamás había experimentado, mojé el rostro y el pecho de mi hijo con violentos chorros, primera vez en mi vida; nunca antes había mojado así a ningún hombre. Mauro estaba pegado a mi coño como una lapa y no cesaba de lamer mi sensible clítoris. Cuanto más lo hacía, mas chorros escapaban de mi coñito. El hecho de que él fuera mí hijo intensificó todo. Mientras me corría revolcándome sobre la alfombra, Antonio se abalanzó a besar mi boca, mi cuello, mis lóbulos y me proporcionaba un placer adicional de amor y afecto. Jamás imaginé que mis hijos podrían darme un placer tan intenso, lujurioso y prohibido.

Antonio me ayudo a bajar mis piernas que todavía temblaban por mí intenso orgasmo. Mauro se levantó desde entre mis piernas, acarició mis senos, se inclinó hacia adelante y me dio un beso en los labios, pude saborear la dulzura de mi fluidos en todo el rostro de mi hijo. Realmente me excitó. Empujé mi lengua en su boca, nuestras lenguas se unieron y danzaron juntas, saboreé cada gota de mi sabroso coño. Mi hijo mayor me beso con una tremenda ternura. Pero era el turno de mi hijo menor y se hizo sentir:
—¡Mauro! … ¡Es mi turno! … ¡Me toca comerme el coño de mamá! …
Pensé que solamente iban a cambiar de lugar. Esta vez Mauro sostendría mis manos y Antonio se dedicaría a mi panochita; pero me equivoqué una vez más. Desocuparon el escritorio de mi oficina, luego Antonio me tomó por la piernas y Mauro me envolvió con sus brazos y me cargaron sobre el escritorio, recostándome allí. Antonio se sentó en mi silla y la hizo rodar entre mis piernas, mi trasero estaba al borde de mi escritorio, por lo que tenía mi coño servido en bandeja de plata. Me miró y me dijo:
—Bien, mami … ahora es mi turno de lamer tu precioso coño …
Mauro aferró mis grandes tetas y Antonio comenzó a besar mi vientre, mi monte de venus y luego su lengua peinó algo de mis rizados vellos púbicos. Miré hacia abajo y la polla de mi hijo pequeño estaba a centímetros de mi coño, no sé si encontraría su camino hacia mi coño, no me habían jodido en tanto tiempo; eran años que mi coño no venía invadido por un buen, grueso y duro pedazo de pija, si él lo deslizaba dentro de mí, no sabía si tendría la fuerza de rechazarlo, pero me quejé con ellos:
—¡Hijos! … no deberíamos estar haciendo esto … soy vuestra madre … estamos yendo demasiado lejos … alguien podría vernos …
Como lo dije entre gemidos y con los ojos cerrados, ellos no me creyeron absolutamente nada. Mauro dijo tajantemente:
—Mami … si alguien nos viera, de seguro querría unirse … eres exquisita y jodidamente sexy … cualquiera que nos viera, querría saborear el exquisito bien de Dios que tienes entre tus piernas …
Sentí que mi cuerpo se alborotó cuando mi hijo dijo eso, lo encontré realmente erótico y halagador para mí.

Antonio separó los labios de mi vulva y se hundió con su lengua en la profundidad de mi chocho. Fue a mi coño aún más apasionadamente, voraz y lujuriosamente de lo que lo había hecho mi hijo mayor. ¡Se sentía increíblemente bien! Nunca esperé que mi hijo menor fuera tan bueno a lamer mi coño. Me tenía retorciendo y contorsionándome sobre mi escritorio. Empecé a arquear mi espalda y a restregar mi conchita contra su rostro. Con mis lujuriosos movimientos, mis tetas se movían rebotando de lado a lado, Mauro se acercó a jugar con ellas; Gemí y gruñí mirando a Antonio:
—¡Oooohhhh!, pequeño mío … no te detengas … por favor sigue … sigue lamiendo el coño de tu madre … prueba mi exquisitez … bebe de mi vida … clava tu lengua más profundo … fóllame con tu lengua, hijo querido …
Mientras más apremiaba a mi hijo Antonio, este más salvaje se volvía. Chupó y lamió mi coño hasta el punto de que casi me desmayé de intenso placer y ¡todavía debía correrme! Quería agarrar su cabeza y meterlo dentro de mí y volverlo a parir, pero Mauro aferraba mis manos y, ¡Oh, Dios! ¡Me estaba volviendo loca!

Empecé a lamerme los labios mientras miraba a mi hijo. En tanto, Mauro se acercó a mi cabeza todavía sosteniendo mis manos; liberó una de sus manos y tomó su pija. ¡La polla de él estaba enrojecida y brillante, su glande parecía pulsar y estaba cubierta de una especie de glaseado hecho por su semen! La empujo suavemente y la pasó por mis labios. ¡Guau! Su liquido preseminal sabía de Gloria, así que abrí mi boca y engullí su pene que se mantenía durísimo. Se lo lamí y chupé lo mejor que pude, él comenzó a follar mi cara, me puse un poco de lado así él podía meter su entera polla en mi boca, mientras tanto, Antonio devoraba mi panochita ardorosamente teniéndome firme por las caderas. De repente Mauro soltó mis manos y agarró mis tetas que rebotaban libres y comenzó a acariciarlas, continuando a follar mi boca rápidamente.
—¡Oh, mami! … ¡Maldición! … ¡Que zorra más agradable y hermosa que eres! … ¡He estado esperando todo el fin de semana para hacer esto! …
Así diciendo, aferró mis tetas como metiéndolas en orden, luego sacó su pija de mi boca y comenzó a magrear furiosamente su erección, su glande estaba mojado con liquido preseminal y restos de mi saliva. Acarició su polla solo un par de veces y ésta estalló salpicando mis tetas:
—¡Argh! … ¡Aaahhh! … ¡Tieh! … ¡Tómalo! … ¡Aquí te va! … ¡Umpf! … ¡Umpf! … ¡Umpf! …
Se masturbó derramando su calientes jugos pegajosos por toda mi cara. Su primer chorro salpicó mi pómulo, otro mi nariz, cerré mis ojos y algunos hilos de semen golpearon mi frente y parpados; cuando sentí un tibio chorro aterrizar en mi labios abrí mi boca y él envió todos sus restos de esperma entre mis labios que luego fueron empujados por su pija cuando volvió a penetrar mi boca:
—¡Oh, sí! … ¡Chúpalo, mami! … ¡Te ves genial con mi lechita en tu cara! … ¡Trágate mi semen, mamá! …
Apenas terminó de correrse, sentí sus dedos sobre mi cara y se movían empujando su esperma a mi boca, por supuesto que me bebí todo, su semen estaba muy sabroso. Feliz lamí y chupé el semen de sus dedos. Cuando pude abrir mis ojos, miré a mi hijo menor que lamía mi coño y se masturbaba al mismo tiempo. No pude resistir más, la estimulación de mis dos hijos me transportaba al séptimo cielo. Amarré la cabeza de Antonio con mis piernas y tiré de su rostro contra mi coño. Mí orgasmo fue delicioso e intenso. Grité y gemí con deleite. Me retorcí salvajemente con mi espalda arqueada y apuntando mis tetas al cielo mientras rebotaban endurecidas de lado a lado. Mauro se sorprendió y me animó:
—¡Sí, mamita! … ¡Córrete en la cara de mi hermano! … ¡Regálale tus deliciosos jugos! … ¡Córrete, mami! … ¡Eso es, Antonio! … ¡Cómele el coño a mamá! … ¡Raquel es una zorra y le encanta que sus hijos le coman el coño! …
Después de que mis espasmos disminuyeron, cuando las olas de placer amainaron, solté la cabeza de Antonio y miré la pija de Mauro que todavía goteaba con gotas de su semen. Sabía que esto se iba a convertir en un vició imposible de controlar. Me estaba comenzando a recuperar cuando Antonio se levantó de entremedio mis piernas, se subió al escritorio y apuntó su pija a mis pechos, donde descargo una copiosa lluvia de esperma fresco y cálido.
—¡Oh, mami! … ¡Ooohhh! … ¡Umpf! … ¡Umpf! … ¡Umpf! … ¡Toma! … ¡Todo para ti, mamá! … ¡Me encanta correrme en tus tetas! …
Antonio se arrastró muy rápido hacia mí y comprendí al vuelo lo que quería, abrí mí boca y envió un gran chorro de su esperma directamente a mi boca, luego la deslizó dentro y como buena madre se la chupé diligentemente. Mi hijo pequeño me miró y miró mis senos cubiertos con su esperma y me dijo:
—¡Vamos, mami! … ¡Me encanta verte lamer mi lefa de tus grandes tetas! …
Le devolví la mirada, agarré mi teta y me la llevé a la boca, luego hice lo mismo con la otra; él me sonrió contento, había hecho feliz a mi hijo y eso me enorgullecía. Mauro se había levantado a mirar a su hermano como se corría sobre mí y le dijo:
—¡Vamos, Antonio! … ¡Hazme espacio! … ¡Es mi turno! …
No lo podía creer, Mauro tenía su pija dura como el fierro otra vez. Antonio se acercó a mí y me aferró de las manos. Mauro se estaba acomodando en la silla y se acercó acariciándome los muslos, me resultaba difícil creer que tuviera energías para volver a lamerme el coño, ¿Cuántas veces más lo iban a hacer? Se levantó y me mostró su verga dura:
—¡Oye, mami! … ¡Mira, mi polla está todavía bien dura! …
Miré su entrepierna y su polla estaba brillando, con su pene hinchado y duro, era increíble, pero tenía razón, su polla estaba dura como el acero; miré a mi otro hijo y también su polla no se había reblandecido absolutamente nada, estaba igual de dura. Entonces fue mi hijo pequeño que hablo:
—Mauro … ¿crees que deberíamos decirle a mamá? …
—¿Y tú qué dices? … ¿Deberíamos hacerlo? …
Me sentí curiosa y esto no podía quedar sin una respuesta:
—¡Chicos! … ¿Qué cosa no me han dicho? … ¿Me esconden algo que yo no sé? …
—Bueno, mami … el fin de semana que pasamos en casa de papá … Antonio encontró unas pastillitas azules … y se las mostró a Tatiana … ella dijo que era para tener sexo … para hacer que el pene se endurezca, mami … así que trajimos una para mí y una para Antonio y … nos las hemos tomado antes de que llegaras a casa … así que tenemos nuestras pijas durísimas solo para ti, mami … hasta que se pase el efecto … ¡Te vamos a inundar el cerebro de semen, mami! … ¡Te vamos a follar todo el día y toda la noche si no pasa el efecto! …
Apreté mis muslos sintiendo unas conocidas cosquillitas en mi chochito. Antes que pudiera decir una palabra. Mauro apunto su verga a mi coño y deslizó su bonita y dura polla en mí húmeda cuevita. Dejé escapar un sonoro gemido de placer, también mi hijo gimió fuerte:
—¡Oh, mami! … ¡Tú coño es tan jodidamente caliente! … ¡Se siente tan jodidamente bien tu coño apretando mi pija! …
Quise reclamar:
—¡Mauro! … ¡Por Dios! … ¡Esto es demasiado! … ¡No puedes follarte a tu madre! …
Pero él ya no me escuchaba, había cerrado sus ojos y bombeaba su verga dentro y fuera de mi conchita primero en forma lenta con largo embistes. Me di cuenta de que disfrutaba enormemente follándome, gozaba de esa sensación húmeda y apretada que envolvía su verga. A ratos protestaba para que no siguiera haciéndolo, a ratos empujaba mi ingle para que me penetrara más profundamente, esto solo lo animaba a seguir follándome.

Mauro sostuvo mis piernas en alto y las colocó en sus fuertes hombros, luego me agarró de los muslos y comenzó a follárme salvajemente, su pene entraba muy profundo en mi vagina golpeando una y otra vez mi punto G, me estaba volviendo loca otra vez. Algo me decía que estaba muy mal lo que estábamos haciendo, pero por ningún motivo al mundo habría hecho algo para detenerlo. Me estaba revolviendo hasta los sesos, me estaba dando un placer indescriptible. Era lujuria pura y dura. Mí hijo menor nos observaba con los ojos muy abiertos y alentaba a su hermano:
—¡Sí, Mauro! … ¿Folla a mamá! … ¡A ella le gusta mucho! … ¡Ella se lo merece! … ¡Hazla gozar, hermano! … ¡Fóllala más fuerte! … ¡Hazla gritar! … ¡Mira sus tetas como rebotan! … ¡Oh, mamita! … ¡Yo también quiero follarte! … ¡Vamos a follarte todo el día y toda la noche! … ¡Te vas a correr todas las veces que quieras! …
Mauro azuzado por su hermano siguió dándome fuertes embistes, me follaba como un alocado y salvaje adolescente, poseído por la lujuria y deveras me encantaba la fuerza con que su pene penetraba mi coño super abusado. Podía sentir mi orgasmo construyéndose en las profundidades de mis entrañas; me retorcí demencialmente empujando mi ingle contra su pija. Quería agarrar sus brazos y tirarlo más adentro de mí, pero Antonio no me soltaba los brazos. Me desesperé tanto, que traté de liberarme:
—¡Oh, Dios! … ¡Oh, Mauro! … ¡Oh, no! … ¡Vas a hacer que me corra! … ¡Soy tu madre! … ¡Maldición me voy a correr con tu pija, hijo! … ¡No, no puedo! … ¡Por favor, chicos! … ¡No me hagan esto! …
Mi hijo pequeño luchaba conmigo para mantenerme quieta y, le preguntó a su hermano:
—Mauro … ¿Qué podemos hacer para mantener a mamá callada? …
Mi hijo mayor estaba concentradísimo follando mi coño apretado, lo miré con mi ojos nublados por la lujuria y lo vi mirando su polla que entraba y salía de mi panocha mojada. Su polla estaba embadurnada con mis fluidos. Me embestía tan fuerte que se me escapaban los más variados chillidos; mi orgasmo crecía y crecía dentro de mí. Traté de contenerme, me iba a correr en la pija de mi hijo; hasta que no pude resistirlo. Me retorcí como loca, mi cabeza giraba de lado a lado, mis tetas saltaban como pelotas y grite:
—¡Fóllame! … ¡No te vayas a detener! … ¡Fóllame fuerte! …
Mi vagina se contrajo y aprete la polla de mi hijo casi queriendo retorcérsela con mis músculos vaginales, no se como pude apretar tan fuerte que él gritó:
—¡Carajo! … ¡me estás apretando la polla, mamá! … ¡Tú jodido coño me está estrangulando mi pene! … y no digas nada … solo cállate …
Podía sentir las pulsaciones del pene de mi hijo con mi vagina muy apretada a su alrededor, los músculos de mi coño parecían darle mordidas a su pija gorda y sabrosa, lo estaba ordeñando, podía sentir como se hinchaba dentro de mí. Entonces Antonio saltó sobre el escritorio y me montó a la altura de mi pecho:
—Ahora yo la hare estar callada, Mauro … tú fóllala fuerte y déjamela a mi … no podrá seguir hablando …
Estaba justo encima de mis tetas cuando acercó su polla a mis labios y la deslizó en mi boca, no pasaron dos minutos y comenzó a disparar borbotones directamente en mi garganta, su semen sabía de maravillas, una cosa espesa y pulposa como un jarabe fructuoso, todavía tenía trazas de mis fluidos y esa mezcla de jugo de coño y jugo de pija era perfecta, apetitosa y deliciosa.
Antonio se bajó de mi escritorio estrujando su pija en mis sudados senos, se había corrido en mi boca, yo barría la comisura de mis labios todavía saboreando su esperma:
—¡Ay, mamita! … no sabes cuanto me gusta correrme en tu boca … me gusta como me lo chupas y te tragas todo …
Mis hijos se distrajeron un rato, ya ambos se habían corrido dentro de mí, me senté en el escritorio y sigilosamente me baje con la intención de irme a dar una buena ducha, me encaminé hacia la puerta y Mauro me vio:
—¡Hey, mami! … ¿Dónde vas? …
Casi bajo el sillón estaba toda mi ropa arrumbada, ni siquiera pensé en ir a recogerla, quería escapar de ellos porque sus pijas estaban todavía tiesas y duras, Antonio se levantó y con su polla en mano comenzó a caminar hacia mí.
—¡Chicos! … necesito ir a bañarme … estoy toda … ¡ehm! … pegajosa … tengo que lavarme …
Mauro también comenzó a caminar hacia mi con su pija en mano y una lasciva mirada en su rostro, parecía endemoniado, sonreía en un extraño modo y miraba todo mi cuerpo, me entró una especie de turbación y vergüenza viendo como mis dos hijos encuadraban mi cuerpo desnudo, me cubrí mi panochita enrojecida con una mano y con la otra traté de ocultar mis inmensas tetas, pero ellos continuaban a acercarse a mí. Fingí tener miedo, pero en realidad mi coño se contraía al verlos sedientos de mi cuerpo voluptuoso; Mauro llegó a mi lado:
—¡Mami! … no hemos terminado todavía … hay un par de cositas que tenemos que hacer …
—Pero hijo … voy a mi cuarto a bañarme …
Antonio llego del otro lado, ahora estaba flanqueada por los dos que no dejaban de mirar mis pezones que se endurecían cada vez más teniéndolos a los dos tan cerca de mi que podía oler sus pollas chorreantes de semen.
—¡Hijo! … podría llegar tu hermana … ella no nos puede encontrar haciendo todas estas cosas …
—¡Mientes! … sabes que ella hoy se quedará en casa de su novio … tú misma le diste permiso …
Si era verdad; yo había autorizado a Tatiana a quedarse fuera de casa. Quería tener tiempo y libertad con mis chicos, pero jamás pensé que los iba a encontrar con sus pijas irreverentes y duras después de haber consumido el viagra del papá. Ahora no había forma de que esas pollas se calmaran y ya me habían follado en casi todas las formas ¿Qué es lo que pretenden ahora? Me giré e intenté ir hacia las escaleras, pero Mauro me tomó de un brazo:
—¡Antonio! … ¡Tómala del otro brazo! …
Rápidamente mi hijo menor reaccionó y me tomó de mi brazo libre, trate de menearme y liberarme, pero ellos eran demasiado fuertes para mí, además, mi coño se excitaba cada vez más mientras ellos me retenían firmes por mis brazos:
—¡Chicos! … pero ¿Qué hacen? … soy vuestra madre … déjenme ir …
—Mami … tú quieres estar con nosotros … ahora te llevaremos abajo …
—¿Abajo? … ¿Abajo dónde? …
—Al sótano, mami … allí nadie podrá vernos ni sentirnos … así no tendrás de que preocuparte … solo nosotros tres …
Tenemos un sótano pequeño, dos piezas, una es usada como lavandería y la otra más grande la ocupan los chicos y mi hija como gimnasio. Hay un par de colchonetas y unas lonas de yoga. Mi hijo menor mientras me tenía por mi brazo me dio un agarrón al culo que me hizo dar un salto y, partimos los tres hacia abajo.

Hay un pequeño baño individual en la sala gimnasio, así que no objetaron cuando me solté de ellos y me dirigí al baño, tenía urgente necesidad de orinar. Aproveché de lavar bien mi cuquita en espera de que fuera usada y abusada por mis dos hijos que me estaban convirtiendo en su puta personal, cosa que me halagaba de ser el centro de atención de dos muchachos jóvenes y apuestos como mis bebitos.

Por costumbre me lavé bien el culo, lo único donde jamás había entrado una polla, solo mi consolador, ese que vibra más fuerte que todos. Pero no sabía la intención de mis muchachos que se habían revelado unos amantes incansables y bastante bien dotados. Solo que a veces eran muy rudos y le faltaba esa delicadez que tienen los hombres mayores. Con ellos todo era fuerza, juventud e ímpetu.

Al cabo de unos minutos salí del baño y los chicos se turnaron para ir a desocupar sus vejigas. Siempre con sus vergas bien paradas, me preguntaba: ¿cuándo iba a terminar el efecto del viagra? Esperando que no fuera demasiado pronto, realmente aquí abajo nadie nos podría escuchar ni ver y yo ya tenía una fantasía que ellos tendrían que cumplírmela. Me sorprendió la voz de mi hijo menor:
—¡Mami! … vamos a llenarte de semen hasta el cerebro … aquí puedes gritar y gemir tan fuerte como quieras … nadie podrá escuchar cómo te follamos aquí abajo …
En un principio me puse un poco nerviosa, pero me recordé de la foto mía que ellos usaban para masturbarse y supe que yo era su fantasía para todas sus guarrerías. Lo que me facilitaba las cosas, ya que a mi también me gustan esas cosas. Sobre todo, porque mi exesposo nunca me dejo follar con nadie más que con él y yo soñaba un trio como el que me estaban procurando mis chicos. Y mi fantasía es que me follen los dos juntos. Solo espero que se les ocurra, en tanto comencé a evidenciar mi culo con el propósito de que lo noten. Quería ser devastada sexualmente, ser tratada como una puta, que me metan sus pollas por todas partes, me di cuenta de que esto era lo que me iban a hacer mis hijos; ellos iban a hacer realidad mi fantasía. Mi hijo pequeño tan premuroso como siempre me preguntó:
—¿Estás bien, mamita? …
—Sí, bebé … estoy bien … pero ¿porque me han traído aquí? … ¿Qué me van a hacer ahora? …
—¿Tienes miedo, mami? …
—No, bebé … solo que me preocupa tú hermano … parece un demonio … y esa pija suya siempre dura … igual que la tuya …
—Sí, mamita … porque tu eres muy linda … ¿quieres que nos detengamos, mami? …
—¿Ah? …
—¿Qué si quieres que nos detengamos? …
—¿Y para que me trajeron aquí? …
En eso se acercó mi hijo mayor y le llamó la atención a su hermano, después lo hizo a un lado y se acercó a mí con sus ojos desorbitados por la lujuria y su polla dura como palo.
—¡Ahora veras porque te trajimos aquí! …
Hizo que me arrodillara frente a él y me dijo que comenzara a chupársela, cosa que hice con gusto, luego hizo señas a su hermano y tuve las dos pijas a mi alcance, así que iba de una a otra chupando y lamiendo, estaban duras y sabrosas, mi lujuria estaba otra vez desbordada y las lamía con verdadero placer. De repente Mauro me tomó del brazo y me hizo levantar, me empujó de cara a la pared y tuve que apoyarme en ella, con sus pies el me dio unas pataditas en la pierna para separármelas, luego detrás de mi lo sentí meter su polla entre mis muslos y comenzó a empujar, pensé que me haría el culo, pero me hizo arquear la espalda y mi chocho se presento húmedo y abierto a su enorme pene, con facilidad lo introdujo en mí y comencé a gemir empujando mi trasero contra su polla. Sus manos se fueron de mis caderas a mis tetas y me tironeaba dándome fuertes embistes y penetrándome cada vez más profundo, ambos gemíamos gozando el uno del otro.
—¡Oh, no! … ¡Mauro! … ¡Maldición! … ¿Por qué me haces esto? … ¡Soy tu madre! … ¡Hmmmm! … ¡Dios! … ¡Hijo, no! … ¡Oh, sí! … ¡Ummmm! …
Mi mente se había ido otra vez hacia el lado oscuro de mi lascivia, ya nunca podría rehusarme a follar con mis hijos, esto se estaba grabando en mi mente a fuego.
—¡Mami! … ¡No rebuznes tanto! … sabemos que no puedes embarazarte, porque te ligaron las trompas … te podemos llenar el útero de semen y nada sucederá … y estamos haciéndote lo que a ti más te gusta … que te follen ese magnifico coño tuyo …
Eso era verdad, hacía años que me habían intervenido para no quedar embarazada, no sé en que momento se los habré comentado, pero ellos estaban al tanto. También tenía razón, me encanta follar, pero ellos no estaban en mis planes … hasta ahora. Con ellos me siento segura y mi vida cambia para mejor, además, tener dos pijas en casa en vez de una lo rinde todo más bello.
—¡Ya, mami! … Antonio también quiere follarte … y yo quiero seguir follándote … así que nos tomaras a mí y a él al mismo tiempo … ven … ven sobre mí … yo me acostaré sobre esa colchoneta gris … ven …
—¿¿Ah?? … pero ¿cómo lo van a hacer? … ¿qué me quieren hacer ahora? … ¿cómo es eso de los dos a la vez? … ¡soy vuestra madre! … no soy la puta de la otra esquina, ¿saben? … ¡chicos, parece que no me escuchan! …
Vi a Mauro que se recostó plácidamente sobre el colchoncito ese y me tiro del brazo, caí casi a horcajadas sobre sus muslos, su hermosa verga chocó con mi vientre, me tomó de las caderas y en esa posición supina me penetró con su gorda pija caliente. Pero cualquier cosa dijera hacían oídos sordos, no puede evitar de gemir por la enésima vez cuando Mauro me penetró, después me tiró sobre sí, con mis tetas bien apretadas a su pecho, sus manos se posaron en mi trasero y abrieron mis glúteos:
—¡Antonio! … ahora hermano … méteselo en su agujero pequeño …
No lo podía creer, lo que nunca pude hacer con mi esposo ahora lo iba a hacer con mis dos hijos, me iban a hacer un sándwich, me iban a ensartar como una longaniza, mi más querida fantasía me la iban a cumplir ellos, mis dos bebitos, pero no podía dejar que sucediera, así como así:
—¡¡Ay, chicos!! … ¡No! … ¡Eso no! … ¿Qué me van a hacer ahora? … ¡Mmmmm! … ¡Ooohhh! … ¡Umpf! … ¡Umpf! … ¡Ay! … ¡Ay! …
Sentí a mi hijo acomodarse detrás de mí y muy luego su pija comenzó a empujar contra mi trasero, Mauro me tenía muy firme para que su hermano penetrara mi culito, pero todavía podía mover un poco mis posaderas, solo que al parecer todos mis esfuerzos ayudaban a Antonio para que penetrara mi ajustado agujerito:
—¡Bebé, mío! … ¿Qué le vas a hacer a tú madre? … ¡Oh, no! … ¡Eso me va a doler! … ¡No! … ¡Ooohhh, no! … ¡Hmmmm! … ¡Umpf! … ¡Ummmm! … ¡Oooohhhh! … ¡Me van a destrozar, chicos! …
Después de un poco de forcejeo, Antonio metió su pija dentro de mi esfínter y comenzó a colmar mi recto con su pija nervuda y dura, parecía que las pollas de mis bebés se rozaban dentro de mí y la sensación era única, no podía creer que mis dos hijos estuviesen con sus vergas duras por el viagra de su padre follando mí coño y mi culo a la vez. La sensación de dolor fue momentánea, Antonio me tomó de los brazos y me tiró hacía arriba, lo que dejo mis amplias tetas apuntando al rostro de Mauro, inmediatamente sentí sus lamidas y chupadas en mis pezones duros como pitorros de una bota de buen vino. Estaba siendo follada por mis dos bebitos contemporáneamente, sentir sus jadeos y gemidos me convirtieron en una puta caliente y empujé mi trasero y moví mis caderas para hacerlos felices a ambos, entonces grité y chille como una marranita, total aquí abajo nadie podía escucharnos.
—¡Aaarrrggghhh! … ¡Umpf! … ¡Umpf! … ¡Umpf! … ¡Ooohhh! … ¡Aaahhh! … ¡Aaahhh! … ¡Ooohhh, ssiii! …
—Mamita … te gusta, ¿verdad? …
Mi premuroso hijo pequeño siempre tan atento conmigo, ahora me desfondaba el culo con violentos embistes y se preocupaba de mí, pero no podía decirles o hacerles ver cuanto me estaba gustando tener dos pollas jóvenes y ardorosas en mis tibias entrañas.
—¡Ay, hijo! … soy tu mamita, ¿recuerdas? … no deberías tener tu polla en el culo de mamá … ¡Ummmm! … no deberías estar follándome, hijito … ¡Ooohhh! … pero que gruesa pija tienes, bebito mío … ¡Hmmmm! … ¡Umpf! … ¡Ay! … ¡Ay! …
—¡Hey, mamá! … no reclames … sabemos que te gusta lo que te hacemos … si yo hubiese sido tu marido, te hubiese follado todas las santas noches … de seguro que eso es lo que hacía papá, ¿verdad? …
—La polla de tu padre no era tan grande como las de ustedes dos … y tampoco me follaba todas las noches …
—Pero ahora nos tienes a nosotros, mami … nosotros si podemos hacerlo todas las veces que quieras …
Mauro me tiró de las caderas y me hundió su polla profundamente, lancé un chillido sintiendo su gruesa pija remeciendo mi coño y separada solo por una membrana de la pija de su hermano que me penetraba con delicadez y dulzura mi estrecho culo, cosa que no le andaba bien a Mauro, sentí sus manos abrir mis nalgas y azuzar a su hermano pequeño:
—Sí, Antonio … folla el culo de mamá … fóllalo fuerte … dale duro a su culo …
Mientras hablaba forzando mis glúteos más abiertos, mis tetas estaban en su rostro, así que aprovechaba de lamer y morder mis turgentes pezones:
—¡Ooohhh, Antonio! … ¡Fóllame como dice tu hermano! … ¡Hazle caso! … ¡Fóllame fuerte y rápido! … ¡Duro! … ¡Dámelo duro por el culo, hijo! … ¡Vamos! … ¡Folla a mami! …
Levanté mi rostro con los ojos cerrados y empuje mis tetas sobre la boca famélica de Mauro, sentí como mordía mis pezones, mientras Antonio me había aferrado de mis caderas y empujaba su polla dentro de mi recto con mucha energía y entusiasmo. Otra vez estaba perdiendo mis sentidos ensartada en las pijas de mis dos bebitos

—¡Mauro! … ¡Tú también, fóllame! … ¡Fuerte y más rápido, fóllame! … ¡Oh, ssiii! … Mauro, juega con mis tetas … ¡Cómetelas! … ¡Mira lo duro que están mis pezones! … ¡Folla bien a tu madre! … ¡Fóllenme duuuurooo! …
Moví mis caderas y culo para estimular a mis retoños, como pude me giré y vi a Antonio jadeando y tratando de martillar mi ano con su verga con vehemencia.
—¡Oh, Antonio! … ¿Te gusta follárme junto a tu hermano? … ¿Te gusta mi culo caliente y apretado? … ¡Hijo, tú pija es perfecta para mi trasero! … ¡Se siente tan bien! … ¡Dámelo duro, Antonio! … ¡Haz caso a mamá! …
—¡Mami, pero tú habías di…cho! …
—¡Cállate! … ¡Solo escúchame y hazme caso! … ¡Folla el culo de mami! … ¡Fóllame y haz que me corra como esa mujer de tu revista! … ¡De seguro que a ella también sueñas con hacerle el culo, ¿no?! … ¡Pues piensa que soy ella y dame toda tu polla hermosa por mi culo estrecho! … Si quieres volver a correrte en mis tetas haz lo que te digo …
El ritmo de empuje de mi querido bebé comenzó a acelerarse, su polla golpeó profundamente mi estrecho esfínter, su rígida pija se sentía profundamente en mi culito estrecho. Sus bolas golpeaban una y otra vez mis nalgas y, no solo podías sentirlas sino también escucharlas como abofeteaban mis redondas posaderas. De pronto los chicos comenzaron a gruñir como dos bestias devorando a su presa. Mire a Mauro y vi la desbordada lujuria en sus ojos, mientras Antonio lengüeteaba mi cuello y gemía cerca de mi oreja derecha:
—¡Maldición, mami! … tu culo se siente de maravillas … más apretado que tu coño … como me aprieta la pija, mami … me vas a hacer que te llene todo tu trasero con mi leche …
—¡Uy, mamá! … tu coño está estrujando mi polla … mami me voy a correr en ti … no resisto más …
Me sentí zarandeada arriba y abajo, uno mordía mi cuello y jalaba de mis cabellos, el otro estaba succionando mis tetas y lamiéndolas y chupándolas y enterrando su rostro deformado de caliente entre ellas. Ambos empujaban sus pollas dentro de mis entrañas, el placer era insoportable, pude chillar y gritar mi orgasmo, me corrí segundos antes que ellos. De hecho, ni siquiera los sentí correrse dentro de mí, solo sé que mi mente se perdió en el limbo placentero del paraíso sexual.
—¡Ay, mami! … tu culo es genial … —Dijo Antonio soltando mis cabellos y apoyándose a mi espalda.
—¡Tu coño es maravilloso, mami! … —Concluyó Mauro lamiendo delicadamente mis pezones que aún tiritaban excitados por la mejor follada de mi vida, las oleadas orgásmicas aún me hacían estremecer.

Estaba en una neblina lujuriosa, no lograba enfocar a mis hijos, solo podía sentir sus pollas que se reblandecían y primero la pija de Mauro resbaló fuera de mi coño, dejando una sensación de vacío; luego Antonio se retiró de mi trasero y estrujó sus polla refregándola en mis glúteos. Antonio se dejo caer a un lado y yo me acomodé en medio a los dos, con mis manos tomé sus benditas pollas:
—¡Ay, mami! … ¡Con cuidado que me duele! …
—¡Uy, mamita linda! … despacito que tengo delicado ahí …
Por fin sus pollas se habían reblandecido, me los quedé mirando y dije medio en broma y medio en serio:
—¿Y qué? … ¿Se les acabó la cuerda? … ¿No habían tomado viagra? … ¡No me vengan con que ya se les pasó el efecto! … ¡Yo pensé que estábamos recién comenzando! …
—¡Ay, mami! … pero que caliente …
—Mamita … estamos cansados …
Mauro me miró enigmáticamente, luego miró a su hermano.
—¡Antonio! … agarra su teta de tu lado … yo me encargaré de esta otra …
Antonio le sonrió y se abalanzó sobre mi teta izquierda y Mauro sobre la del lado derecho. Cada uno de mis hijos se apoderó de mis grandes mamas. Las apretaron, manosearon y acariciaron con extrema lujuria. Luego sus bocas comenzaron a lamer mis redondos globos, recorriendo sobre mis areolas grandes y oscuras y dando golpecitos sobre mis pezones durísimos. Podía sentir sus lenguas que se enroscaban y chupaban mis senos con movimientos largos y entusiastas. Abrieron sus bocas y succionaron al unísono mis pezones erectos. De repente Mauro acaricio mi pubis y separó mis labios comenzando a frotar mi clítoris y Antonio lo siguió, sus dedos se impregnaron de mis fluidos y me penetró con tres de sus pequeños dedos, empujando profundamente en mí, me provocó un estremecimiento cuando tocó mi punto G. Su pequeña mano siguió hundiéndose en mi resbaladizo coño. Mauro frotaba mi clítoris enérgicamente. Ambos se habían transformado en maquinas de darme placer, seguían lamiendo mis senos deliciosamente mientras sus manos hacían maravillas en mí. Perdí la noción de tiempo y me sumergí en ese océano inmenso de sensaciones exquisitas que me prodigaban mis bebitos; solo sé que me corrí más de una vez. Grité y chillé con los masajes de mis hijos. Nunca antes mis tetas habían recibido un tratamiento tan divino y caliente. Mi Coño adolorido no cesaba de contraerse alrededor de los dedos de Antonio, en tanto mi pelvis se movía alocadamente tratando de escapar de las caricias de Mauro. Siseé y gemí revolcándome de lujurioso placer, pero está vez por fin me sentía satisfecha. Me besaron en los labios, parpados y mejillas, después de ver como me corría, ambos se dedicaron a hacerme cariño. Entre gemidos, abrí mis ojos y vi que sus penes parecían reaccionar, pero no quise tocárselos, ya habría otras oportunidades, por ahora debíamos detenernos o estropearíamos nuestros sexos.

Después que terminaron de volverme loca, Mauro y Antonio se miraron cómplices, su pollas goteaban perlas de semen y estaban semi duras. Mi hijo mayor me miró acostada y dijo:
—Antonio … ¿crees que nuestra buena madre puta tiene suficiente? …
—No sé ella … pero tengo delicada mi polla … creo que basta por hoy …
Al parecer ambos habían tenido bastante y, sin mentir, yo también me sentía exhausta sobre todo después de esta serie de últimos orgasmos que me dejaron casi sin fuerzas, gemí y dije:
—¡Chicos! … lo han hecho bien … pero la próxima vez traeremos algunas toallas … me siento toda sudada y pegajosa …
—Nosotros también, mamita … ¿Por qué no pruebas a limpiar nuestras pollas? …
Como si se hubieran concertado para la ocasión, ambos se movieron hacia mí y yo me arrodillé para hacer lo que me estaban pidiendo, sus pijas estaban semiduras y pronto comencé a lamer y tragar ese sabor Saladino de esperma. La polla de Mauro se puso durísima y también la de Antonio comenzaba a dar muestras de potencia juvenil, al rato sus pijas estaban duras como acero y Mauro se botó sobre la colchoneta.
—Ven, mami … monta mi polla ... haz que me corra una vez más en tu coño caliente …
Rápidamente lo monté a horcajadas y acomodé su arnés durísimo y se sintió muy bien en mi coño húmedo e invitante. Antonio se quejó de que no lo estaba chupando y rápidamente vino detrás de mí, lo sentí abrirme los glúteos y apuntar su polla contra mi diminuto agujerito. Una vez más mis hijos me tomaron los dos a la vez y yo me sentí como una reina, tal vez una reina puta, pero al fin y al cabo una reina, sus durísimas pollas invadieron mis agujeros, apreté mí culo y también mi coño se tenso alrededor de la pija de Mauro. Los chicos gemían y gruñían en forma animalesca follándome en forma deliciosa. No nos tomo más que un par de minutos para corrernos, Mauro me atrapó por las caderas y me enterró con violencia su pija profundamente en mi coño, me hizo gemir y me corrí en su verga, en los momentos en que mi coño se contraía ordeñando su pene, sentí los borbotones de su semen llenar mi coño. Antonio repentinamente sacó su polla de mi culo y me dijo:
—¡Mamita, acuéstate! … quiero correrme en tus tetas …
Mauro se hizo a un lado y yo me acosté de espaldas sosteniendo mis senos para que mi hijo encajara su erección entre ellos, cosa que hizo velozmente:
—¡Sí, mamita! … apriétame con tus tetas …
Fue lo que hice y Antonio comenzó a follar mis pechos con inmenso placer. Cerré los ojos aprontándome a recibir su carga de semen sobre mí; lo escuché gruñir y sentí las vibraciones de su polla cuando comenzó a disparar gruesas hebras de semen entre mis pechos, algo de eso aterrizó en mi cuello y cara, con ojos achinados de lascivia me dijo:
—Ahora lame tus tetas, mamita … límpialas … me encanta cuando te comes mi semen, mami …
Ambos de pararon a mirarme con inmenso placer en sus ojos mientras yo lenta y sensualmente lamía mis tetas limpiando todo el semen de mi hijo, me pase la lengua por los labios haciéndoles saber cuánto disfrutaba el sabor del rico esperma de Antonio; luego les pregunté:
—¡Chicos! … ¿Han terminado? …
—Sí, mami … creo que necesitamos un buen descanso … pero lo vamos a hacer otra vez …
—Si te parece bien, mamita …
Mientras me ponía de pie, les sonreí:
—Ha sido la mejor cogida de mi vida … y quiero más … mucho más, chicos …

(Continuará …)

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escrito el
2023-07-21
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