Con Bastián mi primera vez.
por
Juan Alberto
género
zoophilia
¡Hola! A todos. Me llamo Antonieta, tengo 29 años, soy alta un metro setenta, peso sesenta kilos, de complexión física atlética con un modesto seno 34C. Soy una mujer muy independiente, soy alta ejecutiva de una empresa internacional, por lo que cuento con suficiente poder económico como para vivir sola y mantenerme sin ayuda de nadie.
Vivo en un departamento en un edificio residencial que es de mi propiedad, es un lugar tranquilo y prácticamente todos nos conocemos. Vive conmigo mi perro Bastián de raza Labrador Retriver. He comenzado a llamarlo el macho de casa, ya que no tengo una pareja.
Escribo esta historia porque necesitaba compartir con alguien mis vicisitudes. Encontré este sitio y he leído algunos relatos relativos y también yo quiero contar mi experiencia. Todo inició durante la pandemia, Bastián tenía dos años y medio. Por las tardes después del trabajo, acostumbraba a llevar a Bastián a un parque que me quedaba cerca de casa, que posee un área cerrada donde se pueden dejar los perros libres y así puede jugar conmigo o olisquear a otros perros, sobre todo con algunas perritas.
Esa tarde encontramos a David con su perrita Zena, de la misma raza de Bastián y que lo conoce desde que era un cachorro. Zena tiene dos años más que Bastián y siempre se han juntado y jugado juntos. Pero algo sucedió ese día, porqué Zena agredió a Bastián cuando este intentaba montarla. Nunca se habían comportado así. El único modo de calmarlos fue amarrarlos y tenerlos separados, me dio mucha pena, no se comportaban de amigos. Me disculpé con David y le dije que me extrañaba que se comportaran de ese modo y él me dijo que era probablemente porque Zena estaba entrando en su celo y Bastián podía olfatear eso, por ese motivo intentaba montarla. De hecho, nunca lo había visto así agitado e hiperactivo antes de ahora.
Después de esa tarde no pensé más a lo acaecido. Pero días después Bastián comenzó a tener algunos comportamientos un poco extraños en lo que a mí respecta. Lo veía en la terraza que levantaba su nariz como olfateando el aire, o a veces estaba sentado con un respiro más afanoso y mostraba la punta aguzada de su pene rojizo, otras veces de la punta de su pija caían gotitas. Muchas veces intentaba olisquearme a mí en la parte genital, a veces por delante y otras por atrás.
La cosa que me procuraba risa es que a veces venía cerca de mi piernas y estiraba una de sus zampitas como para acariciarme. Al principio solo me causaba risa, pero comencé a preocuparme porqué me daba la impresión de verlo cada vez más agitado y decidí llevarlo al veterinario para saber y entender que estaba sucediendo con el macho de casa; Bastián era mi primer perro, así que no tenía la menor idea de que cosa le estaba pasando.
Una vez en la consulta de mi veterinaria, ella me aseguró diciéndome que estaba todo normal y que mi adorado perrito se estaba convirtiendo en un macho maduro y estos eran los normales cambios de comportamiento. Entonces le pregunté:
—Doctora … ¿Cómo debería comportarme dado que él intenta olisquear mis piernas? … ¡Otras salta y trata de aferrarme con sus zampas! … ¿Qué debo hacer? …
La doctora me miró sonriendo y en un tono que me pareció bromeando, me dijo:
—Bueno … use siempre pantalones … así no corre ningún riesgo …
—¿Riesgo? … ¿Riesgo de que, doctora? …
Le pregunté un poco extrañada de un eventual riesgo con mi adorado perrito. Ella me mira enigmáticamente y me dice.
—¡Uhm! … podría darse el caso de que la confunda con una perrita …
Incrédula y con los ojos muy abiertos por la afirmación de la veterinaria, le digo:
—¿En serio? … ¿Usted cree que podría montarme? …
—Sí …
Fue la lacónica y concisa respuesta de la profesional y, yo todavía escéptica y recelosa le pregunto:
—¿Está bromeando? …
Y ella agregó:
—No … no bromeo … no sería la primera vez que una mujer tiene relaciones sexuales con su perro …
Y yo:
—¿Uuuhhh? … ¡No lo puedo creer! …
—¡Sí! … sí … ¿Nunca ha sentido hablar de zoofilia? …
—¿Es alguna rama de la medicina veterinaria? …
—No … es una parafilia …
Un poco más detallado me explico de que se trataba y yo quedé estupefacta, atónita y asombrada al escuchar todo lo que me estaba explicando. Se explayó hasta en algunos detalles de como se efectuaba el apareamiento y las fases de excitación que tiene el pene de un perro.
Regresé a casa con Bastián y pensando en todo lo que me había dicho la doctora. Sentía mucha curiosidad y creí que era oportuno saber más. Pero no porque quisiera probar también yo a hacer esas cosas. Simple curiosidad de mujer. La misma tarde después de cenar, me senté frente a mi computadora y comencé a investigar sobre la zoofilia. Me encontré con variadas explicaciones al respecto, artículos y testimonios. Me impresionó mucho como algunas mujeres hablaban de lo satisfactorio que era fornicar con un perro; de lo diferente de hacerlo con un hombre; la diferencia de temperatura del animal; la copiosa cantidad de semen capaz de eyacular, hasta diez veces más que un hombre y, su verga era mucho más grande que la de un ser humano y; los fuertes y numerosos orgasmos.
Mi curiosidad fue in crescendo, entonces digité “ZOO-SEX”. Todo lo que vi de ahí en adelante, tenía cosas que me parecieron inverosímiles. Muchas mujeres que se hacían montar por sus perros. Al principio me sentí impresionada, pero no lo encontré aborrecible ni abominable. Esas mujeres parecían disfrutarlo y mucho. Poco a poco encontré excitante esos videos. Había uno en particular de una chica rubia, delgada y muy linda que se hacía montar por un enorme perro negro, un Rottweiller, la veía gozar muchísimo, sus chillidos, gritos y gemidos me hicieron excitar y fue inevitable para mí no tocar mi conchita ardiente y mojada, me bastaron pocos segundos y obtuve un terrorífico orgasmo.
Complacida y exhausta apagué todo y me fui a dormir, pero mi mente estaba colmada con escenas e imágenes de lo que había visto y me quedé gran parte de la noche pensando en ello. Al día siguiente mi jornada comenzó en la habitual normalidad. Tenía teletrabajo, pero era sábado, así que no tenía actividades laborales. Me dedique a trabajos hogareños de limpieza y orden, muy luego pasó la hora y llegó la tarde. Era hora de llevar a Bastián al parque. Me llamó la atención de que cuando nos aproximamos a las cercanías del parque; Bastián comenzó a tirar más de la correa, no me explicaba el porqué, hasta cuando divisé a David con Zena en la lejanía. Más me acercaba, más Bastián tiraba de la correa. Cuando llegué al área cerrada donde podía soltar libre a Bastián, David vino a mi encuentro y me dijo que no entrara al recinto, debido a que Zena estaba en celo. Le respondí que me parecía que Bastián se estaba comportando un poco raro y agitado. Apenas lograba controlarlo. Con mucho esfuerzo logré llevármelo de allí a otra parte del parque. Regresé a casa agotadísima después de mi lucha por llevarme a Bastián de vuelta a casa. Me fui inmediatamente a darme un baño relajante para recuperarme un poco. Luego del baño me vestí con una pequeñísima tanga y una remera ancha y larga, recuerdo de uno de mis ex.
Me preguntaba; ¿Dónde estará Bastián? Ya que cuando regresamos todavía estaba hiperactivo. Lo encontré en la terraza sentado en su colchón. Todavía respiraba pesantemente y con la rojiza punta de su polla bien en muestra; lo miré y bromeando le dije:
—¡Mírate! … ¡Te estás convirtiendo en un verdadero cerdito! … ¡Tienes todo tu pito fuera! … ¿No te da vergüenza? … ¡Cochinito! … je-je-je-je …
Le acaricie sus orejas. Él se levanta y viene directamente a mis partes íntimas; retrocedo de golpe diciéndole:
—No … no … eso no se hace …
Pero al parecer él no me escucha e insiste con firmeza, comenzando a dar saltitos como si quisiera saltarme encima. Me giro para volver a casa y él me persigue impetuosamente. Me dirijo a la sala de estar y me dejo caer sobre el diván y él salta sobre mí, luego baja del sofá y comienza a ladrarme como para reclamar por mi actitud y trata de convencerme a darle la pasada a sus libidinosas intenciones, me lame las piernas y los pies. Comprendo que me corteja como si fuera una perrita a conquistar. Me da un ataque de risa y para divertirme lo molesto y me burlo de él estirando mi pie hasta tocarle delicadamente su pija goteante, enrojecida y mojada. Se lo acaricio y juego con los deditos de mis pies. Él me monta la pierna y comienza a hacer esos movimientos de apareamiento. Siento que me excita su comportamiento. Sigo haciendo locuras con mis pies y su verga y siento como su pene crece. Lo siento durito entre mis deditos y vienen a mi mente las escenas de los videos que había visto la noche anterior.
No sé porqué lo hice, pero me levanté del diván y me paré frente a él. Él no perdió ni un segundo, metió su hocico entre mis piernas y su lengua se deslizo sobre mi tanga. ¡Guau! Eso se sintió esplendido, fantástico, fabuloso. Esa lengua caliente y rasposa me hizo juntar las piernas y me vino la idea de probar una monta fingida. Me giré y le ofrecí mis nalgas casi desnudas, me incliné ligeramente hacia adelante, él me dio solo una lamida y salto sobre mí.
En esa posición mi coño estaba demasiado alto para él. Por lo visto en los videos, sabía que tenía que meterme en cuatro para facilitarle la monta. Y pensé, “Bueno tengo el calzoncito, de seguro no podrá penetrarme”. Reuní todo mi coraje y me arrodillé apoyando mis senos sobre el sofá, en modo de poder aguantar su peso. No tuve ni siquiera el tiempo de acomodarme, apenas estuve arrodillada me salto sobre la espalda. Estaba super excitado, lo supe por el modo en que me aferró por la cintura y comenzó a tironearme con fuerza haciendo esos movimientos ricos de apareamiento.
Me tenía literalmente aprisionada entre sus patas delanteras y no había modo en que pudiese escaparme de sus zampas que me atenazaban. Comencé a sentir gotitas que caían sobre mis piernas y su durísimo pene comenzó a golpear mis glúteos. Tentaba en todos los modos de penetrarme. Yo estaba allí prisionera entres sus patas poderosas y no lograba ver nada de lo que estaba sucediendo, pero sentía su pene golpearme cerca de mi panocha y trasero. Líquido caliente escurrió sobre mis nalgas y bajaba por mis muslos. Él enfiló su verga entre mis piernas y luego repentinamente bajó de mi espalda. Me giré y por primera vez vi su pene. ¡¡Santo Dios!! Estaba todo fuera. Era bestialmente hermoso y gigantesco. Sus dimensiones eran en gran medida superiores a todos los amantes humanos que había tenido en mi vida. Me pasé una mano entre las piernas, estaba toda mojada y no solo con su semen, mí almejita era una laguna, estaba toda empapada y excitada mirando la enorme pija de Bastián.
Él se acercó a mí y me dio unas lengüeteadas en mis mejillas y con la zampa me da pequeños golpecitos como para calmarme y hacerme entender de que quería volver a probar. Me invade una profunda ternura y lo acaricio diciéndole:
—¡Hmmmm! … ¡Cochinito de mami! … Quieres mi coño, ¿verdad? … ji-ji-ji-ji …
Me giro y tomo la misma posición para hacerlo probar una segunda vez, ahora vino detrás de mí y comenzó a lamer un poco alrededor de mi cuquita y entre mis nalgas, prestando especial atención a mi estrellita engurruñada y estrecha, ¡Me estaba lamiendo el agujero del culo!
Cuando terminó de lamerme, sentí su peludo pecho apoyarse en mi baja espalda, yo moví mi culito seductoramente y él se encaramó sobre mí nuevamente, comenzando inmediatamente a apretarme entre sus zampas, me rasguñó un poco el muslo derecho y me tironeo con fuerza hacia su pija. Su pene comenzó a restregarse entre los labios de mi coño por encima de mi tanga, era absolutamente imposible que me penetrara, o por lo menos eso es lo que yo pensaba y sentía una falsa seguridad, pero no tenía ninguna preocupación sintiendo el dulce placer de su inmenso instrumento deslizándose a vertiginosa velocidad entre mis muslos y a estrecho contacto con mis excitados labios empapados.
Me abandoné por completo a ese placentero roce de su pija con mi panocha y los golpes en mi área genital. Todo en forma repentina, advertí que el pene endurecido de Bastián había movido mi tanga que estaba totalmente empapada y ya no cubría mi conchita. Me desesperé y rápidamente traté de cubrir mi panocha con mi mano para no permitir la penetración, pero estaba aplastada con el peso de Bastián al diván y no logré evitar lo que estaba por suceder. Él ya percibía de estar cerca de su objetivo y dio un golpe … otro … otro y ¡Zwack! … me penetró. Lancé un gemido estridente:
—¡Ummmm! … ¡Argh! … ¡Ay! … ¡Ay! …
Una vez que él sintió de estar dentro de mí, me amarró con sus patas y empujó ardorosa y vigorosamente su pene entero dentro de mi tibia cuevita e inició a martillarme con golpes veloces y poderosos; tenté de decirle:
—¡Nnnn-no! … ¡Bastián detente! …
Sabía que era inútil, jamás se iba a parar. Me había hecho suya, era su perrita. Había obtenido lo que deseaba. En tanto, continuaba a darme esos veloces golpecitos que hacían vibrar todo mi cuerpo. Con cada golpe su pene parecía expandirse más, lo sentía engrosarse dentro de mí, mi coño ya no tenía más espacio y su polla seguía creciendo. No sé cuánto tiempo estuvo dándome esas veloces remecidas, pero llegó un momento en que comenzó a detenerse. Movía sus patas como para acomodar su polla dentro de mi chocho. Yo traté de comprender un poco lo que estaba haciendo, era muy placentero, pero no podía perderme en la lujuria, o por lo menos lo intentaba ya que la sensaciones eran inmensamente abrumadoras y de una delicia jamás sentida.
Traté de alcanzar mi panocha con una mano, la sentía totalmente llena. Toqué el agujero de mi vagina y me di cuenta de que Bastián estaba completamente dentro de mí, incluso su nudo estaba firmemente atorado en mí. No puedo negar de no haberme preocupada por este hecho del todo nuevo para mí. Traté de relajarme. Sentí que comenzaba a bañar mis paredes vaginales con su semen muy caliente, percibía la temperatura y la fuerza de cada uno de sus chorros. Su pene pulsaba enérgicamente mientras bombeaba su esperma directamente en mi matriz. Comencé a sentir espasmos de placer. Era increíble. Una cosa es leer al respecto o ver algún video, pero sentir todo eso en la profundidad de mi coño me hacía vibrar y estremecerme de pies a cabeza. Grité más de una vez y rasguñe el cuero del diván. Agarré un cojín de cuero y tapé mi rostro y mi boca para intentar de acallar mis chillidos de goce, ¡¡Oh, Dios!! Estaba muriendo de placer empalada al pene del macho de mi casa. Esto era totalmente diferente de tener sexo con un ser humano, el goce era bestial y desenfrenado. Él te follaba lo quisieras o no. Él te hacía correrte lo quisieras o no. Él te hacía gemir, chillar y gritar lo quisieras o no. Simplemente él había tomado posesión de mí coño, mi coño era de Bastián. Él se preocupaba de llenarme de lechita y así sembrar sus semillas en mi estrecho agujerito mojado, no era solo goce, el trataba de tener su descendencia conmigo, ese era su fin único. Que me volviera loca de placer en ese intento, era un hecho del todo secundario e irrelevante para él.
Sentía su afanosa respiración en mi cuello. Me giré a mirarlo, vi su vista con los ojos semi cerrados en señal de satisfacción y su lengua colgaba de su hocico, casi sonriendo de contento, feliz. Él me miró y lamió mi barbilla y mi mejilla, como si quisiera agradecerme y serenarme, con una suave voz le dije:
—¿Estas contento? … ¡Has logrado follarme! …
Por toda respuesta el lengüeteó mi rostro y mis labios. Ahora estábamos anudados por nuestros sexos, me pareció algo tan íntimo que sentí una sensación nueva que me gustó, me sentía suya, él me transmitía una sensación de posesión realmente deliciosa y excitante. Los minutos pasaban y el goce y la lujuria aumentaban, siempre más y más intenso. Era tan intensa la sensación que comencé a tener orgasmo tras orgasmo, me perdí en esa sensación infinita de placer que me hacía sentir. Temblé toda y lancé un chillido que probablemente lo sintió todo el vecindario:
—¡Aaarrrggghhh! … ¡Hiiii! … ¡Haaaa! … ¡Ssiii! … ¡Me estoy corriendo! … ¡Hmmmm! … ¡Ummmm! …
Perdí la cuenta de los orgasmos, no paraba de estremecerme y contorsionarme colgada a su pene que continuaba a llenar mi panocha de semen hirviente. Cuando al parecer él termino de eyacular en mí, se puso casi a mi costado con una pata sobre mis glúteos, traté de ayudarlo para estar ambos más cómodos y finalmente quedamos pegados culo con culo. Bastián se movía y me tiraba, sinceramente sentía un poco de dolor, entonces le aferré las patas traseras como había visto hacer en los videos y logré que se detuviera, pero cuando lo hizo, lanzó algunos chorritos más dentro de mí.
Nos quedamos en esa posición por algunos minutos y en esa posición seguí teniendo otros orgasmos, nunca había probado nada de parecido en mi vida. Su pene estaba todavía firmemente dentro de mí. Mi vagina estaba desbordada por su esperma y comenzó a gotear por mis muslos. Pensé que habíamos llegado al final del coito bestial y exquisito, un poco perverso, pero ya nada me importaba. Bastián se movía queriendo despegarse de mí, sentía su nudo que luchaba por escapar del apriete de mi coño y poco a poco comenzó a salir de mi panocha, cuando lo sentí resbalar casi por entero fuera de mí, solté sus patas posteriores y él tiró todo su pene fuera de mí haciéndome gritar una vez más. Sobre el suelo se vació una increíble cantidad de esperma. Me sentí un enorme vacío en mi coño y las contracciones hacían salir chorros de semen al suelo, estaba vaciando mi conchita de toda la lechita de Bastián. Me parecía tener la vagina abierta como jamás la había sentido, nunca había tenido dentro de mi un pene así de grande.
Me senté en el suelo evitando la poza de semen y contemplé la enorme verga de Bastián, no podía creer que había sido capaz de aguantar una cosa así de grande dentro de mí panocha. Queriendo verlo mejor, me acerqué y estiré la mano para aferrarlo, se me escapó una exclamación de sorpresa y admiración ¡Guau! Era impresionante, nada de envidiar a algunos actores del porno.
Por primera vez lo sentí al tacto, era placentero sentirlo, lo tomé en manera delicada y sinceramente me enamoré de esa pija así de grande y rojiza al instante. No pude evitar de darle algunos besitos por toda la longitud. No quise hacerle una mamada vera y propia, ya tendríamos tiempo para eso, pero igualmente lo disfruté. Estaba impresionada de esta experiencia nueva. Bastián y yo nos intercambiamos algunas carantoñas antes de tranquilizarnos y recuperarnos.
Debo confesar que esa misma tarde me hice montar un par de veces más. Bastián y yo comenzamos una historia de sexo que lleva ya dos años y medio. Jamás me canso de él ni él de mí. También se ha follado a algunas de mis amigas, pero esa es otra historia. Quizás la escriba más adelante. Eso es todo por ahora y un saludo a todas las chicas que se atreven y gozan de este maravilloso placer misterioso y encantador.
FIN
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El regalo más preciado de quien escribe es saber que alguien está leyendo sus historias. Un correo electrónico, a favor o en contra, ¡Tiene la magia de alegrar el día de quien construye con palabras, una sensación y un placer!
luisa_luisa4634@yahoo.com
Vivo en un departamento en un edificio residencial que es de mi propiedad, es un lugar tranquilo y prácticamente todos nos conocemos. Vive conmigo mi perro Bastián de raza Labrador Retriver. He comenzado a llamarlo el macho de casa, ya que no tengo una pareja.
Escribo esta historia porque necesitaba compartir con alguien mis vicisitudes. Encontré este sitio y he leído algunos relatos relativos y también yo quiero contar mi experiencia. Todo inició durante la pandemia, Bastián tenía dos años y medio. Por las tardes después del trabajo, acostumbraba a llevar a Bastián a un parque que me quedaba cerca de casa, que posee un área cerrada donde se pueden dejar los perros libres y así puede jugar conmigo o olisquear a otros perros, sobre todo con algunas perritas.
Esa tarde encontramos a David con su perrita Zena, de la misma raza de Bastián y que lo conoce desde que era un cachorro. Zena tiene dos años más que Bastián y siempre se han juntado y jugado juntos. Pero algo sucedió ese día, porqué Zena agredió a Bastián cuando este intentaba montarla. Nunca se habían comportado así. El único modo de calmarlos fue amarrarlos y tenerlos separados, me dio mucha pena, no se comportaban de amigos. Me disculpé con David y le dije que me extrañaba que se comportaran de ese modo y él me dijo que era probablemente porque Zena estaba entrando en su celo y Bastián podía olfatear eso, por ese motivo intentaba montarla. De hecho, nunca lo había visto así agitado e hiperactivo antes de ahora.
Después de esa tarde no pensé más a lo acaecido. Pero días después Bastián comenzó a tener algunos comportamientos un poco extraños en lo que a mí respecta. Lo veía en la terraza que levantaba su nariz como olfateando el aire, o a veces estaba sentado con un respiro más afanoso y mostraba la punta aguzada de su pene rojizo, otras veces de la punta de su pija caían gotitas. Muchas veces intentaba olisquearme a mí en la parte genital, a veces por delante y otras por atrás.
La cosa que me procuraba risa es que a veces venía cerca de mi piernas y estiraba una de sus zampitas como para acariciarme. Al principio solo me causaba risa, pero comencé a preocuparme porqué me daba la impresión de verlo cada vez más agitado y decidí llevarlo al veterinario para saber y entender que estaba sucediendo con el macho de casa; Bastián era mi primer perro, así que no tenía la menor idea de que cosa le estaba pasando.
Una vez en la consulta de mi veterinaria, ella me aseguró diciéndome que estaba todo normal y que mi adorado perrito se estaba convirtiendo en un macho maduro y estos eran los normales cambios de comportamiento. Entonces le pregunté:
—Doctora … ¿Cómo debería comportarme dado que él intenta olisquear mis piernas? … ¡Otras salta y trata de aferrarme con sus zampas! … ¿Qué debo hacer? …
La doctora me miró sonriendo y en un tono que me pareció bromeando, me dijo:
—Bueno … use siempre pantalones … así no corre ningún riesgo …
—¿Riesgo? … ¿Riesgo de que, doctora? …
Le pregunté un poco extrañada de un eventual riesgo con mi adorado perrito. Ella me mira enigmáticamente y me dice.
—¡Uhm! … podría darse el caso de que la confunda con una perrita …
Incrédula y con los ojos muy abiertos por la afirmación de la veterinaria, le digo:
—¿En serio? … ¿Usted cree que podría montarme? …
—Sí …
Fue la lacónica y concisa respuesta de la profesional y, yo todavía escéptica y recelosa le pregunto:
—¿Está bromeando? …
Y ella agregó:
—No … no bromeo … no sería la primera vez que una mujer tiene relaciones sexuales con su perro …
Y yo:
—¿Uuuhhh? … ¡No lo puedo creer! …
—¡Sí! … sí … ¿Nunca ha sentido hablar de zoofilia? …
—¿Es alguna rama de la medicina veterinaria? …
—No … es una parafilia …
Un poco más detallado me explico de que se trataba y yo quedé estupefacta, atónita y asombrada al escuchar todo lo que me estaba explicando. Se explayó hasta en algunos detalles de como se efectuaba el apareamiento y las fases de excitación que tiene el pene de un perro.
Regresé a casa con Bastián y pensando en todo lo que me había dicho la doctora. Sentía mucha curiosidad y creí que era oportuno saber más. Pero no porque quisiera probar también yo a hacer esas cosas. Simple curiosidad de mujer. La misma tarde después de cenar, me senté frente a mi computadora y comencé a investigar sobre la zoofilia. Me encontré con variadas explicaciones al respecto, artículos y testimonios. Me impresionó mucho como algunas mujeres hablaban de lo satisfactorio que era fornicar con un perro; de lo diferente de hacerlo con un hombre; la diferencia de temperatura del animal; la copiosa cantidad de semen capaz de eyacular, hasta diez veces más que un hombre y, su verga era mucho más grande que la de un ser humano y; los fuertes y numerosos orgasmos.
Mi curiosidad fue in crescendo, entonces digité “ZOO-SEX”. Todo lo que vi de ahí en adelante, tenía cosas que me parecieron inverosímiles. Muchas mujeres que se hacían montar por sus perros. Al principio me sentí impresionada, pero no lo encontré aborrecible ni abominable. Esas mujeres parecían disfrutarlo y mucho. Poco a poco encontré excitante esos videos. Había uno en particular de una chica rubia, delgada y muy linda que se hacía montar por un enorme perro negro, un Rottweiller, la veía gozar muchísimo, sus chillidos, gritos y gemidos me hicieron excitar y fue inevitable para mí no tocar mi conchita ardiente y mojada, me bastaron pocos segundos y obtuve un terrorífico orgasmo.
Complacida y exhausta apagué todo y me fui a dormir, pero mi mente estaba colmada con escenas e imágenes de lo que había visto y me quedé gran parte de la noche pensando en ello. Al día siguiente mi jornada comenzó en la habitual normalidad. Tenía teletrabajo, pero era sábado, así que no tenía actividades laborales. Me dedique a trabajos hogareños de limpieza y orden, muy luego pasó la hora y llegó la tarde. Era hora de llevar a Bastián al parque. Me llamó la atención de que cuando nos aproximamos a las cercanías del parque; Bastián comenzó a tirar más de la correa, no me explicaba el porqué, hasta cuando divisé a David con Zena en la lejanía. Más me acercaba, más Bastián tiraba de la correa. Cuando llegué al área cerrada donde podía soltar libre a Bastián, David vino a mi encuentro y me dijo que no entrara al recinto, debido a que Zena estaba en celo. Le respondí que me parecía que Bastián se estaba comportando un poco raro y agitado. Apenas lograba controlarlo. Con mucho esfuerzo logré llevármelo de allí a otra parte del parque. Regresé a casa agotadísima después de mi lucha por llevarme a Bastián de vuelta a casa. Me fui inmediatamente a darme un baño relajante para recuperarme un poco. Luego del baño me vestí con una pequeñísima tanga y una remera ancha y larga, recuerdo de uno de mis ex.
Me preguntaba; ¿Dónde estará Bastián? Ya que cuando regresamos todavía estaba hiperactivo. Lo encontré en la terraza sentado en su colchón. Todavía respiraba pesantemente y con la rojiza punta de su polla bien en muestra; lo miré y bromeando le dije:
—¡Mírate! … ¡Te estás convirtiendo en un verdadero cerdito! … ¡Tienes todo tu pito fuera! … ¿No te da vergüenza? … ¡Cochinito! … je-je-je-je …
Le acaricie sus orejas. Él se levanta y viene directamente a mis partes íntimas; retrocedo de golpe diciéndole:
—No … no … eso no se hace …
Pero al parecer él no me escucha e insiste con firmeza, comenzando a dar saltitos como si quisiera saltarme encima. Me giro para volver a casa y él me persigue impetuosamente. Me dirijo a la sala de estar y me dejo caer sobre el diván y él salta sobre mí, luego baja del sofá y comienza a ladrarme como para reclamar por mi actitud y trata de convencerme a darle la pasada a sus libidinosas intenciones, me lame las piernas y los pies. Comprendo que me corteja como si fuera una perrita a conquistar. Me da un ataque de risa y para divertirme lo molesto y me burlo de él estirando mi pie hasta tocarle delicadamente su pija goteante, enrojecida y mojada. Se lo acaricio y juego con los deditos de mis pies. Él me monta la pierna y comienza a hacer esos movimientos de apareamiento. Siento que me excita su comportamiento. Sigo haciendo locuras con mis pies y su verga y siento como su pene crece. Lo siento durito entre mis deditos y vienen a mi mente las escenas de los videos que había visto la noche anterior.
No sé porqué lo hice, pero me levanté del diván y me paré frente a él. Él no perdió ni un segundo, metió su hocico entre mis piernas y su lengua se deslizo sobre mi tanga. ¡Guau! Eso se sintió esplendido, fantástico, fabuloso. Esa lengua caliente y rasposa me hizo juntar las piernas y me vino la idea de probar una monta fingida. Me giré y le ofrecí mis nalgas casi desnudas, me incliné ligeramente hacia adelante, él me dio solo una lamida y salto sobre mí.
En esa posición mi coño estaba demasiado alto para él. Por lo visto en los videos, sabía que tenía que meterme en cuatro para facilitarle la monta. Y pensé, “Bueno tengo el calzoncito, de seguro no podrá penetrarme”. Reuní todo mi coraje y me arrodillé apoyando mis senos sobre el sofá, en modo de poder aguantar su peso. No tuve ni siquiera el tiempo de acomodarme, apenas estuve arrodillada me salto sobre la espalda. Estaba super excitado, lo supe por el modo en que me aferró por la cintura y comenzó a tironearme con fuerza haciendo esos movimientos ricos de apareamiento.
Me tenía literalmente aprisionada entre sus patas delanteras y no había modo en que pudiese escaparme de sus zampas que me atenazaban. Comencé a sentir gotitas que caían sobre mis piernas y su durísimo pene comenzó a golpear mis glúteos. Tentaba en todos los modos de penetrarme. Yo estaba allí prisionera entres sus patas poderosas y no lograba ver nada de lo que estaba sucediendo, pero sentía su pene golpearme cerca de mi panocha y trasero. Líquido caliente escurrió sobre mis nalgas y bajaba por mis muslos. Él enfiló su verga entre mis piernas y luego repentinamente bajó de mi espalda. Me giré y por primera vez vi su pene. ¡¡Santo Dios!! Estaba todo fuera. Era bestialmente hermoso y gigantesco. Sus dimensiones eran en gran medida superiores a todos los amantes humanos que había tenido en mi vida. Me pasé una mano entre las piernas, estaba toda mojada y no solo con su semen, mí almejita era una laguna, estaba toda empapada y excitada mirando la enorme pija de Bastián.
Él se acercó a mí y me dio unas lengüeteadas en mis mejillas y con la zampa me da pequeños golpecitos como para calmarme y hacerme entender de que quería volver a probar. Me invade una profunda ternura y lo acaricio diciéndole:
—¡Hmmmm! … ¡Cochinito de mami! … Quieres mi coño, ¿verdad? … ji-ji-ji-ji …
Me giro y tomo la misma posición para hacerlo probar una segunda vez, ahora vino detrás de mí y comenzó a lamer un poco alrededor de mi cuquita y entre mis nalgas, prestando especial atención a mi estrellita engurruñada y estrecha, ¡Me estaba lamiendo el agujero del culo!
Cuando terminó de lamerme, sentí su peludo pecho apoyarse en mi baja espalda, yo moví mi culito seductoramente y él se encaramó sobre mí nuevamente, comenzando inmediatamente a apretarme entre sus zampas, me rasguñó un poco el muslo derecho y me tironeo con fuerza hacia su pija. Su pene comenzó a restregarse entre los labios de mi coño por encima de mi tanga, era absolutamente imposible que me penetrara, o por lo menos eso es lo que yo pensaba y sentía una falsa seguridad, pero no tenía ninguna preocupación sintiendo el dulce placer de su inmenso instrumento deslizándose a vertiginosa velocidad entre mis muslos y a estrecho contacto con mis excitados labios empapados.
Me abandoné por completo a ese placentero roce de su pija con mi panocha y los golpes en mi área genital. Todo en forma repentina, advertí que el pene endurecido de Bastián había movido mi tanga que estaba totalmente empapada y ya no cubría mi conchita. Me desesperé y rápidamente traté de cubrir mi panocha con mi mano para no permitir la penetración, pero estaba aplastada con el peso de Bastián al diván y no logré evitar lo que estaba por suceder. Él ya percibía de estar cerca de su objetivo y dio un golpe … otro … otro y ¡Zwack! … me penetró. Lancé un gemido estridente:
—¡Ummmm! … ¡Argh! … ¡Ay! … ¡Ay! …
Una vez que él sintió de estar dentro de mí, me amarró con sus patas y empujó ardorosa y vigorosamente su pene entero dentro de mi tibia cuevita e inició a martillarme con golpes veloces y poderosos; tenté de decirle:
—¡Nnnn-no! … ¡Bastián detente! …
Sabía que era inútil, jamás se iba a parar. Me había hecho suya, era su perrita. Había obtenido lo que deseaba. En tanto, continuaba a darme esos veloces golpecitos que hacían vibrar todo mi cuerpo. Con cada golpe su pene parecía expandirse más, lo sentía engrosarse dentro de mí, mi coño ya no tenía más espacio y su polla seguía creciendo. No sé cuánto tiempo estuvo dándome esas veloces remecidas, pero llegó un momento en que comenzó a detenerse. Movía sus patas como para acomodar su polla dentro de mi chocho. Yo traté de comprender un poco lo que estaba haciendo, era muy placentero, pero no podía perderme en la lujuria, o por lo menos lo intentaba ya que la sensaciones eran inmensamente abrumadoras y de una delicia jamás sentida.
Traté de alcanzar mi panocha con una mano, la sentía totalmente llena. Toqué el agujero de mi vagina y me di cuenta de que Bastián estaba completamente dentro de mí, incluso su nudo estaba firmemente atorado en mí. No puedo negar de no haberme preocupada por este hecho del todo nuevo para mí. Traté de relajarme. Sentí que comenzaba a bañar mis paredes vaginales con su semen muy caliente, percibía la temperatura y la fuerza de cada uno de sus chorros. Su pene pulsaba enérgicamente mientras bombeaba su esperma directamente en mi matriz. Comencé a sentir espasmos de placer. Era increíble. Una cosa es leer al respecto o ver algún video, pero sentir todo eso en la profundidad de mi coño me hacía vibrar y estremecerme de pies a cabeza. Grité más de una vez y rasguñe el cuero del diván. Agarré un cojín de cuero y tapé mi rostro y mi boca para intentar de acallar mis chillidos de goce, ¡¡Oh, Dios!! Estaba muriendo de placer empalada al pene del macho de mi casa. Esto era totalmente diferente de tener sexo con un ser humano, el goce era bestial y desenfrenado. Él te follaba lo quisieras o no. Él te hacía correrte lo quisieras o no. Él te hacía gemir, chillar y gritar lo quisieras o no. Simplemente él había tomado posesión de mí coño, mi coño era de Bastián. Él se preocupaba de llenarme de lechita y así sembrar sus semillas en mi estrecho agujerito mojado, no era solo goce, el trataba de tener su descendencia conmigo, ese era su fin único. Que me volviera loca de placer en ese intento, era un hecho del todo secundario e irrelevante para él.
Sentía su afanosa respiración en mi cuello. Me giré a mirarlo, vi su vista con los ojos semi cerrados en señal de satisfacción y su lengua colgaba de su hocico, casi sonriendo de contento, feliz. Él me miró y lamió mi barbilla y mi mejilla, como si quisiera agradecerme y serenarme, con una suave voz le dije:
—¿Estas contento? … ¡Has logrado follarme! …
Por toda respuesta el lengüeteó mi rostro y mis labios. Ahora estábamos anudados por nuestros sexos, me pareció algo tan íntimo que sentí una sensación nueva que me gustó, me sentía suya, él me transmitía una sensación de posesión realmente deliciosa y excitante. Los minutos pasaban y el goce y la lujuria aumentaban, siempre más y más intenso. Era tan intensa la sensación que comencé a tener orgasmo tras orgasmo, me perdí en esa sensación infinita de placer que me hacía sentir. Temblé toda y lancé un chillido que probablemente lo sintió todo el vecindario:
—¡Aaarrrggghhh! … ¡Hiiii! … ¡Haaaa! … ¡Ssiii! … ¡Me estoy corriendo! … ¡Hmmmm! … ¡Ummmm! …
Perdí la cuenta de los orgasmos, no paraba de estremecerme y contorsionarme colgada a su pene que continuaba a llenar mi panocha de semen hirviente. Cuando al parecer él termino de eyacular en mí, se puso casi a mi costado con una pata sobre mis glúteos, traté de ayudarlo para estar ambos más cómodos y finalmente quedamos pegados culo con culo. Bastián se movía y me tiraba, sinceramente sentía un poco de dolor, entonces le aferré las patas traseras como había visto hacer en los videos y logré que se detuviera, pero cuando lo hizo, lanzó algunos chorritos más dentro de mí.
Nos quedamos en esa posición por algunos minutos y en esa posición seguí teniendo otros orgasmos, nunca había probado nada de parecido en mi vida. Su pene estaba todavía firmemente dentro de mí. Mi vagina estaba desbordada por su esperma y comenzó a gotear por mis muslos. Pensé que habíamos llegado al final del coito bestial y exquisito, un poco perverso, pero ya nada me importaba. Bastián se movía queriendo despegarse de mí, sentía su nudo que luchaba por escapar del apriete de mi coño y poco a poco comenzó a salir de mi panocha, cuando lo sentí resbalar casi por entero fuera de mí, solté sus patas posteriores y él tiró todo su pene fuera de mí haciéndome gritar una vez más. Sobre el suelo se vació una increíble cantidad de esperma. Me sentí un enorme vacío en mi coño y las contracciones hacían salir chorros de semen al suelo, estaba vaciando mi conchita de toda la lechita de Bastián. Me parecía tener la vagina abierta como jamás la había sentido, nunca había tenido dentro de mi un pene así de grande.
Me senté en el suelo evitando la poza de semen y contemplé la enorme verga de Bastián, no podía creer que había sido capaz de aguantar una cosa así de grande dentro de mí panocha. Queriendo verlo mejor, me acerqué y estiré la mano para aferrarlo, se me escapó una exclamación de sorpresa y admiración ¡Guau! Era impresionante, nada de envidiar a algunos actores del porno.
Por primera vez lo sentí al tacto, era placentero sentirlo, lo tomé en manera delicada y sinceramente me enamoré de esa pija así de grande y rojiza al instante. No pude evitar de darle algunos besitos por toda la longitud. No quise hacerle una mamada vera y propia, ya tendríamos tiempo para eso, pero igualmente lo disfruté. Estaba impresionada de esta experiencia nueva. Bastián y yo nos intercambiamos algunas carantoñas antes de tranquilizarnos y recuperarnos.
Debo confesar que esa misma tarde me hice montar un par de veces más. Bastián y yo comenzamos una historia de sexo que lleva ya dos años y medio. Jamás me canso de él ni él de mí. También se ha follado a algunas de mis amigas, pero esa es otra historia. Quizás la escriba más adelante. Eso es todo por ahora y un saludo a todas las chicas que se atreven y gozan de este maravilloso placer misterioso y encantador.
FIN
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El regalo más preciado de quien escribe es saber que alguien está leyendo sus historias. Un correo electrónico, a favor o en contra, ¡Tiene la magia de alegrar el día de quien construye con palabras, una sensación y un placer!
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